Sin embargo este punto nos lleva a otro elemento de consideración al hablar de familia, este es la actitud pasiva frente al cambio, el esperar que sea un agente externo, y muchas veces mesiánico, aquel que modifique nuestro continuo malestar, y nos permita en forma definitiva gozar de mejores niveles de vida. Sumemos a eso la poca disposición a esperar el cumplimiento de procesos, producto de la búsqueda de resultados inmediatos y muchas veces de efecto solo momentáneo. Es importante mencionar que en nuestra institución educativa si bien se fomenta la participación a través de la asunción de responsabilidades compartidas como el manejo de la seguridad y la limpieza, no podemos garantizar que dicho elemento se presente en ausencia de autoridades que exijan y verifiquen dichas acciones. Esto guarda relación directa con la tendencia a exigir, en el caso del Departamento Psicológico, resultados inmediatos que permitan una mejor conducta en el menor o la obtención de calificaciones favorables, esto a pesar de ser explicado el proceso a seguir, así como la importancia del tiempo a transcurrir. Todas estas afirmaciones son validadas por el trabajo diario, y si bien constituyen solo observaciones, la suma de ocurrencias nos permite plantearlas con la seguridad de encontrar su validez en el presente trabajo.
La familia por ser uno de los diversos agentes sociales influencia y es influido. Su interacción continua con otras familias, entornos educativos, laborales, de recreación, entre otros hacen que se formen criterios comunes, entre estos concepciones que les permite hacer frente a la sociedad. Por tal motivo, y al observar que el entorno demográfico, económico y cultural tiene características similares nos permite afirmar que la Desesperanza Aprendida no solo ocurre en nuestra institución, sino es una característica comunal e incluso mesosocial. Ya Reynaldo Alarcón, investigador peruano de reconocida trayectoria, en un libro dedicado al estudio de la Pobreza hace referencia a la Desesperanza Aprendida, mencionado a esta como uno de los elementos que explica y a la vez caracteriza a dicha condición.
Actualmente nuestra condición de pobreza nacional y sus diferentes formas de marginación y desigualdad, acentuada en nuestra institución por estar ubicada en un asentamiento humano, afianzan aún más nuestra postura.
Finalmente remarcamos que de mantenerse la Desesperanza Aprendida como factor de influencia sobre las familias que forman nuestra institución, no solo se deberá considerar como problemática la manutención del pesimismo frente a las propias capacidades, el pasado y futuro, sino también la existencia de una constante pauta de crianza enmarcada en dichas creencias y la aparición de diversas manifestaciones patológicas, de la cual derivan estados que atentan contra la salud integral como son la depresión, ansiedad así como su correlato con la violencia física y psicológica.
1.2. FORMULACIÓN DEL PROBLEMA
1.2.1. Pregunta Principal
¿Qué relación existe entre la Desesperanza Aprendida y el Clima Familiar de un grupo de estudiantes y padres de familia del nivel secundario integrantes de la I.E.P. Fe y Alegría Nº 43 – La Salle del distrito de Ventanilla?
1.2.2. Sistematización del Problema
– ¿Cuáles son los planteamientos teóricos en torno a la Desesperanza Aprendida y el Clima Familiar?
– ¿Qué relación existe entre la Desesperanza Aprendida y la interacción intrafamiliar de un grupo de estudiantes y padres de familia del nivel secundario integrantes de la I.E.P. Fe y Alegría Nº 43 – La Salle del distrito de Ventanilla?
– ¿Qué relación existe entre la Desesperanza Aprendida y el desarrollo personal intrafamiliar de un grupo de estudiantes y padres de familia del nivel secundario integrantes de la I.E.P. Fe y Alegría Nº 43 – La Salle del distrito de Ventanilla?
– ¿Qué relación existe entre la Desesperanza Aprendida y la estabilidad intrafamiliar de un grupo de estudiantes y padres de familia del nivel secundario integrantes de la I.E.P.Fe y Alegría Nº 43 – La Salle distrito de Ventanilla?
1.3. OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN
1.3.1. Objetivo General
Conocer la relación existente entre la Desesperanza Aprendida y el Clima Familiar de un grupo de estudiantes y padres de familia de nivel secundario integrantes de de la I.E.P. Fe y Alegría Nº 43 – La Salle distrito de Ventanilla?
1.3.2. Objetivos Específicos
– Identificar los planteamientos teóricos existentes en torno a la Desesperanza Aprendida y el Clima Familiar
– Establecer la relación existente entre la Desesperanza Aprendida y la interacción intrafamiliar de un grupo de estudiantes y padres de familia de nivel secundario integrantes de de la I.E.P. Fe y Alegría Nº 43 – La Salle distrito de Ventanilla
– Determinar la relación existente entre la Desesperanza Aprendida y el desarrollo personal intrafamiliar de un grupo de estudiantes y padres de familia de nivel secundario integrantes de de la I.E.P. Fe y Alegría Nº 43 – La Salle distrito de Ventanilla
– Describir la relación existente entre la Desesperanza Aprendida y la estabilidad intrafamiliar de un grupo de estudiantes y padres de familia de nivel secundario integrantes de la I.E.P. Fe y Alegría Nº 43 – La Salle distrito de Ventanilla
1.4. JUSTIFICACIÓN DE LA INVESTIGACIÓN
1.4.1. Justificación Teórica
La presenta investigación se orienta a la contribución científica y a la aplicación de los postulados a favor del desarrollo humano. Su contribución científica se sitúa en relación a la limitada información en cuanto a la Desesperanza Aprendida, constructo directamente mencionado cuando se habla de pobreza, pero pocas veces contrastado con la realidad. En nuestro país son reducidos las menciones ha dicho campo de estudio, siendo dichas referencias parte de un diagnóstico más amplio y no una investigación por si misma. Nuestra intención es contribuir con la concepción de dicha variable, ya que consideramos que es este causante directa de la disfunción familiar, y con esto, es origen de personas con pobres concepciones respecto a si mismo, su entorno, pasado y futuro. Nuestro trabajo, como se mencionó anteriormente no solo contribuye a incrementar el bagaje teórico respecto a las variables en mención, sino que constituye el primer esfuerzo conceptual que involucra la conexión entre la Desesperanza Aprendida y el Clima Familiar, ya que ambas han sido relacionadas pero no comprobadas en nuestra población, es decir, las afirmaciones previas han constituido ideas derivadas de observaciones e indicadores socioeconómicos, más no de las variables por si mismas.
Por desarrollarse nuestro trabajo en una muestra con características económicas y culturales comunes a las poblaciones en condición de pobreza, consideramos viable la posibilidad de replica a otros entornos similares. En países como el nuestro, en el que el 50% de la población es pobre, y con una total dependencia al crecimiento económico nacional como elemento excluyente para alcanzar su superación, considerar una vía que se centra en una adecuada estructura familiar como actor fundamental en el desarrollo es aún más importante.
1.4.2. Justificación Metodológica
Para la presente investigación se diseñaran una serie de encuestas destinadas a conocer la realidad intrafamiliar, sus indicadores económicos y comportamentales, los cuales permitan dar mayor validez a los conceptos y definiciones planteadas.
1.4.3. Justificación Práctica
Los beneficiarios directos serán los integrantes de la Comunidad Educativa de la Institución en la que se realizará el estudio, pues los datos recogidos y validados permitirán plantear incorporar al plan de trabajo de años posteriores elementos que faciliten no solo el desarrollo académico sino también personal de nuestros alumnos, así como facilitará cumplir con el rol de apoyo social que sustenta nuestra organización. Como beneficiarios indirectos consideramos a todas aquellas poblaciones que comparten características comunes con la nuestra, y por tanto pueden introyectar los aportes aquí referidos en pos de su propio desarrollo.
II. MARCO TEÓRICO
Antecedentes de la Investigación
En la actualidad no se registran investigaciones que involucren ambas variables en conjunto, ya que la Desesperanza Aprendida se centra primordialmente en aspectos clínicos. Sin embargo consideramos pertinente mencionar aquellos estudios que se correlacionen de forma indirecta con nuestra investigación.
Quintanilla & otros (2003) realizaron un estudio denominado “Desesperanza y tentativa suicida”. El mencionado trabajo se realizó con 78 pacientes de tentativa suicida pertenecientes al Hospital Civil de Guadalajara y con un grupo de referencia, conformado por 89 personas las cuales no presentaban las características antes mencionadas. A ambos grupos se les aplicó la escala de desesperanza de Beck, al grupo de tentativa suicida se le hizo además un cuestionario sociodemográfico para caracterizar factores asociados al suicidio.
De los pacientes de tentativa suicida, 78 por ciento presentaron algún nivel de desesperanza, contra 38 por ciento del grupo de referencia. Estas diferencias fueron altamente significativas, según lo observado luego del proceso estadístico. El tipo o factor de desesperanza que se identificó en cada grupo también mostró una diferencia significativa. Finalmente se delimitó la distribución porcentual de los factores de desesperanza en el grupo de tentativa suicida fue 52.5 por ciento cognitivo, 41 por ciento motivacional y 6.5 por ciento afectivo; en tanto que en el grupo de referencia 47.1, 29.4 motivacional y 23.5 fue cognitivo afectivo.
Vinaccia & otros (2004) realizaron un estudio titulado “Autoeficacia, desesperanza aprendida e incapacidad funcional en pacientes con diagnóstico de artritis reumatoide”. El objetivo de dicho estudio fue estudiar la relación entre las variables antes mencionadas y la artritis reumatoide y asi determinar el papel de los factores psicológicos en la adaptación del paciente a la enfermedad. Se aplicó el cuestionario de Actividades de la Vida diaria, el Índice de actitudes reumatoides y la escala de Autoeficacia para la artristis a 79 pacientes en tratamiento en la unidad de reumatología de la Clínica Bolivariana de Medellín, Colombia.
Se encontró que la autoeficacia percibida se asocia negativamente con la desesperanza, el dolor y la incapacidad funcional. A su vez, estas tres variables se relacionan entre si de forma positiva. De lo anterior se puede concluír que una adecuada autoeficacia permitirá asumir de manera más favorable la enfermedad y adaptarse a los cambios que ella conlleva. La desesperanza se asoció de manera significativa con el dolor, y éste con la incapacidad, por lo que se puede inferir una relación directa con la desesperanza. Los resultados confirman el peso significativo que tiene las variables psicológicas estudiadas sobre la artritis reumatoide y que, de tenerlas en cuenta, podría modificar potencialmente la experiencia de la enfermedad.
Hernández (1988) realizó una investigación titulada “Influencia del ambiente familiar y de las actitudes parentales en las conductas agresivas del pre – escolar”. Dicho estudio se realizó en el Instituto Nacional de Salud Mental "Honorio Delgado – Hideyo Noguchi" entre agosto de 1986 y agosto de 1987; teniendo como finalidad identificar la influencia del ambiente familiar y de las actitudes parenterales en las conductas agresivas que presenta el pre-escolar, así como establecer la relación entre tipos de agresividad con los factores predisponentes como: estado civil, métodos disciplinarios y grado de instrucción de los padres. La población estuvo constituida por 180 niños de ambos sexos de 3 a 6 años de edad que presentaron conductas agresivas cuyas historias clínicas fueron revisadas sistemáticamente. Los datos se obtuvieron a través de una ficha de recolección; luego, fueron sometidos al análisis estadístico para determinar la asociación entre las variables consideradas, encontrándose que existe relación estadística significativa entre las actitudes parentales y la conducta agresiva de los pre-escolares; más, no existe asociación estadística con la variable sexo; así mismo, se observó que existe mayor proporción de niños agresivos en relación a las niñas y que la agresividad se incrementa con la edad. Los resultados del estudio revelan también que la forma de conducirse de los padres, su trato para con sus hijos y la forma de disciplinar y educar a éstos influye en las manifestaciones agresivas que presentan.
Escrivá, García & Pérez Delgado (2001) en su estudio “Clima Familiar y Desarrollo del Autoconcepto. Un estudio Longitudinal en Población adolescente” plantearon la importancia del entrono familiar en el desarrollo del concepto personal. Este estudio longitudinal constituye una aproximación a los cambios que se producen en los componentes cognitivos, afectivos y comportamentales de este constructo, así como las dimensiones de la vida familiar que aparecen relacionadas con el concepto y los sentimientos acerca del yo. La muestra estuvo formada por 333 participantes varones y mujeres, con una media de edad de 15.08 años en la primera evaluación y de 16.38 en el retest. Los resultados indican que las variables personales, edad y sexo modulan el autoconcepto de los adolescentes. En relación al clima familiar, los factores de cohesión, expresividad y organización familiar guardan relación positiva con todas las áreas del autoconcepto, mientras que la conflictividad familiar es el factor que mantiene la relación negativa.
Zavala (2001), en su investigación titulada “El clima familiar, su relación con los intereses vocacionales y los tipos caracterológicos de los alumnos del 5to. año de secundaria de los colegios nacionales del Distrito del Rímac” encuentra relación significativa entre la estabilidad intrafamiliar y la elección vocacional de los mencionados alumnos. Respecto a la estructura familiar 39.2 por ciento de los evaluados vivencian inadecuados niveles de comunicación, interacción y libre expresión al interior del seno familiar, en contraposición a un 6.9 % que presenta buenas relaciones.
El 47.6 por ciento de la muestra comunica que no se sienten apoyados por los miembros de su familia al momento de tomar decisiones o de actuar, además de no encontrar oportunidades para el desarrollo de sus potencialidades, a diferencia de un 15.8 % que refiere tener Buenas condiciones para desarrollarse. El 53.5 por ciento de los evaluados expresan que el clima familiar que vivencian presenta una estructura inadecuada, caracterizada por la inestabilidad, mientras que ningún alumno refiere vivenciar un ambiente estable en su hogar.
Vera & Morales (2005) desarrollaron un estudio denominado “Relación del desarrollo cognitivo con el clima familiar y el estrés de la crianza”, el cual se llevó a cabo con 120 familias en pobreza extrema de las zonas marginales de Hermosillo, México. Madres de 32 años en promedio respondieron a una escala de funcionamiento familiar y estrés de la crianza, mientras que los niños fueron medidos en desarrollo cognitivo. El objetivo fue evaluar las diferencias significativas entre las mencionadas familias en función a las variables antes mencionadas. Se clasificaron las familias en base a la medida de clima familiar con un análisis de conglomerados. Los resultados indican tres tipos de clima, que los cuales son etiquetados como disciplinado, cohesionado y sin orientación. El clima sin orientación se asocia a una percepción negativa del niño y a las medias más bajas en su desarrollo cognitivo. Finalmente el clima cohesivo se vincula a menor estrés por la crianza en la madre y los puntajes más altos de desarrollo cognitivo.
Serguienko de Arca (2005), plantea un estudio denominado “Clima social en la familia y depresión en niños de 8 a 12 años, pacientes de una institución de salud mental”. Esta investigación tuvo como objetivo determinar si existe relación entre el Clima Social en la familia y la Depresión en niños de 8 a 12 años, siendo estos pacientes de una institución de Salud Mental de Lima. Se utilizó el tipo de muestreo intencional y quedando esta conformada por 41 niños y sus madres. A estos se aplicó el inventario CDI de Kovacs para niños y la Escala de Clima Social en la Familia (FES) a las madres. Los datos obtenidos se codificaron y tabularon en el nivel descriptivo y en el nivel estadístico. Realizando el análisis respectivo se llegó a las siguientes conclusiones, en primer término se encontró que existe relación, aunque no significativa, entre el clima social y la depresión en los niños. Existe, además, relación, entre las dimensiones que componen el clima social, es decir la relación, desarrollo, estabilidad, y la depresión en los niños investigados. Finalmente se encontró que los niños de las familias de tipo ampliadas, agregadas y sin vínculos fortalecidos presentan la depresión en un nivel alto y en mayor porcentaje.
Bases Teóricas
2.2.1.Desesperanza Aprendida
La Desesperanza Aprendida, por ser un constructo aún de creciente difusión cuenta con un limitado numero de definiciones. Es considerada como un estado dinámico de actitud y percepción que la persona tiene sobre los acontecimientos venideros, de tal manera que condicionan u orientan la conducta del individuo sobre el quehacer; plantear a la desesperanza aprendida como un estado dinámico es el resultado de un proceso valorado en un momento, bajo circunstancias determinadas y sujeto a situaciones de cambio positivo o negativo (Quintanilla & otros, 2003).
La Desesperanza Aprendida es considerada también como el estado psicológico que se produce cuando los acontecimientos son percibidos como incontrolables y por los cuales no se puede hacer nada para cambiarlos; lo incontrolable es justamente lo que genera dicha desesperanza. Este estado produce un rápido deterioro que impide responder de forma adaptativa a una simulación traumática o iniciar respuestas voluntarias para ejercer control sobre los acontecimientos, inclusive dificulta a la persona aprender que su respuesta ha sido eficaz, aún cuando realmente lo haya sido. Por ello la percepción de incontrolabilidad se caracteriza por una marcada distorsión de la percepción de control (Vinaccia & otros, 2004:133).
Para Cabrera (2004), la Desesperanza Aprendida esta basada en la necesidad de controlar nuestro entorno o por lo menos considerar que tenemos dominadas nuestras acciones, la pérdida de creencia de dominación de nuestro entorno nos produce indefensión o desestructuración de orden cognitivo y emocional; el ser humano, sea hombre o mujer, tiene la necesidad de percibir su realidad en términos de controlabilidad de los acontecimientos de su entorno y dentro de la percepción de control estaría situada la necesidad de orden, el orden cognitivo surge por la necesidad de control sobre su medio. Un evento es controlable por una conducta cuando su probabilidad de aparición o cese puede ser modificada con la emisión u omisión de esa conducta, en consecuencia, cuando una persona o animal se enfrentan a un acontecimiento que es independiente de sus respuestas, aprenden que ese evento no esta bajo su dirección; esta apreciación, tan obvia, es la base de esta teoría. De esta manera el aprendizaje de estas situaciones provoca una generalización de dichas conductas en el comportamiento cotidiano con una disminución de la capacidad cognitiva, motivacional y emocional, lo cual se traduce en la tendencia a no poder cambiar las cosas; en el ámbito cognitivo una vez que un hombre o animal han experimentado la incontrolabilidad les resulta difícil aprender que su respuesta ha sido eficaz, aún cuando realmente lo haya sido. La Desesperanza aprendida distorsiona la percepción de control o de poder sobre los acontecimientos.
Finalmente Seligman, principal impulsor de esta temática, define a la Desesperanza Aprendida como la frustración intensa y crónica producida por un déficit motivacional, emocional y cognitivo, que lleva al individuo a reaccionar por debajo de lo esperado. Dicha condición, aprendida del entorno, se empieza a generalizar hacia el pasado y el futuro, alterando su sentido de previsión y planificación, agudizando con esto la resignación y el fatalismo (Valdez, 1997).
2.2.1.1 Teorías del Aprendizaje asociadas a la adquisición de la Desesperanza
a. Teoría Conductista
Para el conductismo, el conocimiento se percibe a través de la conducta, como manifestación externa de los procesos mentales internos, aunque éstos últimos se manifiestan desconocidos. Su principal impulsor, B. F Skinner buscaba reflejar el aprendizaje en términos de resultados, es decir, de la conducta observable. Esto se encontraba directamente asociado a la presentación de un estímulo que por su carácter agradable o dañino facilitaba o impedía la ocurrencia de la acción en el futuro. Dichos estímulos conocidos como refuerzos y castigos se encuentran, hasta la actualidad, vinculados a la vida académica y formativa de las personas, por tanto su injerencia en el aprendizaje esta por demás demostrada.
Las críticas al conductismo están basadas en el hecho de que determinados tipos de aprendizaje solo proporcionan una descripción cuantitativa de la conducta y no permiten conocer el estado interno en el que se encuentra el individuo ni los procesos mentales que podrían facilitar o mejorar el aprendizaje (Puente, 1995) .
b. Teoría Social Cognitiva
Esta teoría fue planteada por el Psicólogo norteamericano Albert Bandura. Inicialmente llamada teoría del aprendizaje social, pasa a denominarse Cognitivo Social a partir de los años 80. Esta concepción se sustenta en la importancia de la observación y la imitación así como en los factores cognitivos que subyacen a estos, los cuales orientan a la persona hacia la adquisición de un comportamiento.
La expresión factores cognitivos se refiere a la capacidad de reflexión y simbolización así como a la prevención de consecuencias basadas en procesos de comparación, generalización y autoevaluación. Bajo esta perspectiva, el comportamiento depende del ambiente así como de los factores personales (motivación, atención, retención y producción motora). Profundizando en este modelo explicativo, podemos delimitar que el principal requisito para alcanzar el aprendizaje es que la persona observe a otro individuo o modelo, mientras que este lleva a cabo una determinada conducta. Más tarde, especialmente si el modelo recibió una recompensa visible por su ejecución, el que lo observó puede manifestar también la respuesta nueva cuando se le proporcione la oportunidad para hacerlo. Por ende el comportamiento no se desarrolla exclusivamente a través de lo que aprende el individuo por medio del condicionamiento operante y clásico, si no que lo puede hacer también a través de la observación y la representación simbólica de otras personas y situaciones, es decir gracias al aprendizaje vicario (Feldman, 1995).
Nuestra investigación plantea la influencia de las concepciones planteadas por el Conductismo y el Aprendizaje Social, ambas dentro del entorno familiar, es decir, la percepción negativa de los hechos y de nuestras propias capacidades son transmitidas, asumidas y reforzadas primordialmente dentro del seno familiar, y cultivadas a través de los años que involucran la infancia y adolescencia. Dichos aprendizajes, observados e imitados de las figuras significativas en el hogar o reforzados por los mismos, constituyen una herramienta adaptativa al entorno social al igual que lo significó, aparentemente con éxito, para nuestros modelos parentales y fraternales o cualquier otro de mayor cercanía e influencia; es por este motivo que su generalización a todas las actividades de la vida diaria así como su permanencia en el tiempo se hace más factible.
2.2.1.2. Origen del estudio de la Desesperanza Aprendida
La Desesperanza Aprendida tiene su origen en los estudios realizados para recrear lo que inicialmente se reconoció como sentimiento de impotencia. Dichas investigaciones, encabezadas por Maier y Seligman en 1965, buscaban provocar que los animales, sujetos de la experimentación, se sintieran desvalidos al interactuar en una situación de eventos constantemente aversivos. Este proceso experimental se centró en el trabajo con perros, divididos en 3 grupos, al primero se les aplicó electroshocks con la potestad de poder evadirlos al oprimir un tablero de alcance factible, es decir se posibilitó al perro la posibilidad de controlar el dolor.
El artefacto generador del electroshock, en el segundo grupo, estuvo dispuesto de forma similar que el del primer grupo, por tanto los perros recibirían el mismo efecto aversivo, pero sin la posibilidad de contar con un mecanismo de evasión al mismo.
En cuanto a los animales del tercer grupo, no recibieron descargas eléctricas.
Cuando todos los perros pasaron por la experiencia, cada uno de acuerdo con lo estipulado, fueron llevados a una caja acondicionada con el mismo sistema de descargas y con un compartimento paralelo en el cual no recibieron el efecto dañino. A este espacio accedieron aquellos que saltaron sobre una valla que separaba ambos ambientes. La hipótesis formulada sostuvo que si los perros del segundo grupo habían aprendido que no podían hacer nada, simplemente se quedarían inmóviles por asumir su incapacidad para evitar el efecto aversivo.
Al colocar a los perros de los 3 grupos en el mencionado mecanismo se observó que aquellos que habían aprendido a evitar los electroshocks con facilidad descubrieron que al saltar sobre la valla lograban evitar la situación dañina, lo mismo pasó con aquellos que no recibieron previamente descargas eléctricas, sin embargo aquellos que no contaron, en la etapa previa, con posibilidades para bloquear el efecto aversivo optaron por quedarse quietos, no ejecutando ninguna acción que les permitiera escapar.
Este etapa del experimento se realizó en ocho triadas, seis de los ocho perros del grupo desamparado se echaron, rendidos, impotentes, en tanto que ninguno de los ocho perros que había aprendido a controlar la corriente asumió un actitud pasiva (Seligman, 2004).
El planteamiento derivado de esta investigación, es decir el aprendizaje de la Desesperanza, se reflejó en la pasividad de los animales la cual, era resultado de notar que nada de lo que pudieran hacer cambiaría la situación dañina.
Los conductistas sin embargo sostuvieron que la cesación del dolor en los momentos en que los perros estaban quietos se convertía en reforzador y fortalecedor del acto de echarse, contrario a lo planteado por los investigadores cognitivos. Para refutar tal postura diseñó un experimento complementario en el que se cortaría las descargas eléctricas si los perros permanecían cinco segundos quietos. Los conductistas pronosticaron que la concesión de la eliminación de la corriente por quedarse inmóviles haría que los perros definitivamente no se movieran. Para los defensores de la Desesperanza Aprendida, lo que realmente se lograría es que aprendieran que por el solo hecho de quedarse unos segundos quietos cesaría el daño, por ende tendrían una noción básica de control y dejarían una postura de impotencia.
El experimentó constó de dos partes; primero, el grupo de perros denominado echado – inmóvil, se vieron sometidos a una descarga que pudieron interrumpir solo con quedarse quietos durante cinco segundos. El segundo grupo, denominado conexo recibieron la corriente cuando también fue sometido el primer grupo, sin embargo tuvieron como característica que nada de lo que pudieron hacer cambiaba la situación aversiva. El paso de la corriente, por ende, solo cesó cuando permaneció quieto el primer grupo. La segunda parte consistió en llevar a los perros a la caja compartimentada del primer experimento, a fin de que aprendan a saltar la valla para eludir la descarga. Los conductistas, frente a este nuevo estudio, se reafirmaron en el hecho de que el quedarse quietos serviría como reforzador, y por tanto, los perros asumirían una postura pasiva. Adicionalmente postularon que de los dos grupos, los echado – inmóvil, pondrían más empeño en quedarse quietos, ya que habían sido reforzados de forma más continua en comparación al grupo denominado conexo.
Seligman (2004), de marcada tendencia cognitiva, estuvo en desacuerdo con los planteamientos behavioristas. Sus planteamientos se dirigieron a que el grupo echado – inmóvil, por haber aprendido que podían ejercer control sobre las descargas, no se considerarían impotentes; tan pronto vieran la oportunidad pasarían por encima de la valla para evitar el daño. También pronosticaron que los del grupo conexo, se volverían impotentes, y desde luego los del grupo libre de electroshock no estarían afectados y escaparían de la descarga dirigiéndose al otro compartimiento.
El experimento demostró que la mayor parte de los perros pertenecientes al grupo conexo simplemente permaneció quieto, como manifestaron cognitivos y conductistas. Los del grupo sin electroshock no se vieron afectados, desplazándose al compartimiento paralelo con total libertad. Finalmente los del grupo echado – inmóvil se mantuvieron quietos unos segundos; al cesar la corriente dieron vueltas por el compartimiento, aparentemente en espera de encontrar una forma de evitar la descarga dentro de ese ambiente. Luego de unos segundos brincaron sobre la valla que los separaba del lugar sin efectos aversivos, no regresando al lugar de las descargas en ninguna ocasión.
Seligman (2004), con dicha experimentación, halló el origen de la Desesperanza Aprendida, sin embargo sus estudios no se quedaron en dicho postulado, posteriormente se orientaron a la búsqueda de un procedimiento que elimine esta condición. Para tal efecto realizaron procesos científicos con animales que había aprendido a sentirse desvalidos, siendo el procedimiento instigarlos a la actividad, específicamente a saltar la valla de la caja acondicionada para los experimentos anteriores. Dicho espacio mantuvo condiciones similares al anterior estudio, por ende los animales se resistieron inicialmente al trabajo por el conocido efecto aversivo. Progresivamente los perros aprendieron que era una posibilidad tangible el evadir las descargas eléctricas, y por ende se tornaron más recurrentes los saltos espontáneos. Cuando lograban hacerlo, la curación era permanente en un cien por ciento de los casos.
2.2.1.3. Modelo Teórico de la Desesperanza Aprendida y su aplicación al comportamiento humano
La Desesperanza Aprendida, constituye una concepción teórica centrada en la percepción negativa de las propias capacidades en relación a las situaciones del entorno. El modelo, fortalece la idea de que la interacción con el medio, muchas veces aversivo, es el origen del aprendizaje de cogniciones y actitudes desadaptativas que sin embargo no determinan por si solos la condición de desesperanza. Dicha condición requiere de la aceptación cognitiva – volitiva del individuo, de su tendencia a considerar los sucesos como dañinos y permanentes, influyentes sobre los diversos aspectos de la vida y por lo general de responsabilidad absolutamente personal.
La aplicación de este modelo, cobra mayor vigencia a partir de los estudios de Donald Hiroto, quien en 1971 desarrollo un experimento siguiendo los parámetros de los utilizados en animales. Primero llevó a un grupo de personas a una habitación, hizo funcionar un artefacto que producía un fuerte ruido y les encomendó como tarea descubrir que debían hacer para que el sonido cesara. Los sujetos probaron una serie de combinaciones factibles de realizar con un teclado que se encontraba en el ambiente, pero a pesar del esfuerzo no dieron con la clave. El panel estaba dispuesto de tal manera que ninguna combinación resultara efectiva. Se llevó a un segundo grupo el cual si tuvo la posibilidad de acallar el ruido, si obtenían la clave. El tercer grupo dirigido al ambiente nunca oyó ningún tipo de sonido. Después Hiroto llevó a la gente a otro ambiente en el que tras una sencilla combinación las personas podían interrumpir el ruido. Los resultados denotaron que la mayor parte del grupo que anteriormente no tuvo oportunidad de silenciar el ruido, frente a esta situación simplemente opto por evitar la búsqueda de soluciones. Aparentemente habían asumido una actitud desvalida frente al evento.
Adicionalmente se descubrió que el diez por ciento de las personas que no estuvieron sometidas a ningún ruido también mostraban una actitud pasiva, contrapuesto esto al hecho de que una de cada tres personas seguían buscando soluciones a pesar de que inicialmente no las hallaron. (Seligman, 2004).
2.2.1.4. Dimensiones de la Desesperanza Aprendida
Las personas que tienden a rendirse con facilidad ante eventos valorados como adversos, suelen referirse a dicha situación en términos de culpa personal, imposibilidad de superación y limitación en la mayor parte de acciones que comprenden el accionar diario. Estas palabras suelen ser algo más que una mera explicación del hecho o una expresión específica del malestar emocional, por lo general representan una forma de pensar, un modelo de creencias interiorizado durante la infancia y adolescencia. Su explicación de los hechos deriva de la opinión que tienen respecto a su posición en el mundo, indican un grado de minusvalía y dependencia frente a su entorno. Son tres las dimensiones que comprende la Desesperanza, las cuales coexisten en mayor o menor grado, estas son la permanencia, la amplitud y la personalización.
a. La permanencia
Aquellas personas que se dan por vencidas desde el inicio tienden a estar convencidas de que los contratiempos que les ocurren persistirán en el tiempo. Los que resisten al desamparo creen que las causas de los contratiempos son temporales. Si se considera las cosas en términos de siempre y de nunca, y además se les confiere características duraderas, se puede afirmar que el pesimismo es valorado como permanente. Por el contrario, si se piensa en términos de algunas veces y de últimamente, se hace factible situar a los malos momentos bajo condiciones transitorias (Seligman, 2004).
b. La amplitud
Mientras que la permanencia hace referencia al tiempo, la amplitud se centra en el alcance. Es evidente que algunas personas pueden superar problemas y seguir con su vida, incluso cuando un aspecto muy importante de ella, como sería el caso del trabajo o la vida amorosa este en situación precaria. Sin embargo otras se estancan en las dificultades, para ellas todo suele ser catastrófico. Las personas que formulan explicaciones universales para sus fracasos se rinden ante cualquier contratiempo que tengan que enfrentar. Las que tienen explicaciones específicas pueden sentirse desvalidas en esa parte de sus vidas, sin dejar de tener animo para afrontar todas las demás (Seligman, 2004).
c. La personalización
Cuando nos ocurre algo, con cierta frecuencia tendemos a centrar la responsabilidad de forma absoluta en nosotros mismos o solo en los demás. Los que se ubican como únicos responsables de los hechos, negando con esto la injerencia de elemento externos, tienden a tener la Autoestima baja. Los que son capaces de asumir responsabilidades, sin que esto los convierta en los únicos causantes de manera recurrente, tienden a asumir conductas más adecuadas y un mejor estado anímico. En líneas generales, son capaces de aceptar las consecuencias de sus actos sin que esto signifique una visión totalmente negativa de sus capacidades y desempeño (Seligman, 2004).
2.2.2. Clima Familiar
Se define el clima familiar como el estado de bienestar resultante de las relaciones que se dan entre los miembros de la misma. Dicho estado refleja el grado de comunicación, cohesión, interacción, siendo esta conflictiva o no así como el nivel de organización con que cuenta la familia y el control que ejercen unos sobre otros (Zavala, 2001).
2.2.2.1. Familia
La familia es un grupo social caracterizado por residencia común, cooperación económica y reproducción. Incluye adultos de ambos sexos, dos de los cuales, por lo menos, mantienen relaciones sexuales aprobadas socialmente y uno o más hijos, propios o adoptados, de los adultos que cohabitan sexualmente.
Se considera que la institución familia consiste en las disposiciones de una cultura particular con respecto a la expresión sexual, la reproducción, la crianza de niños y las interrelaciones de grupos de edad, sexo y parentesco. El término grupo familiar puede ser aplicado cuando se pone el énfasis sobre un agregado de gente considerados como miembros de familia. Un grupo familiar es probablemente más distinguible cuando se juegan roles afectivos en una residencia común (Promudeh, 2002).
Por otro lado se plantean concepciones que consideran que la gente es biológicamente semejante en todas las sociedades, crecen gradualmente, se emparejan selectivamente, se reproducen y crían niños. Podemos ver como familia aquellas disposiciones sociales que enlazan entre ellas estas actividades por medio de procedimientos y reglas referidos a un pequeño grupo y relativamente permanente. Estas hacen énfasis en los procedimientos que regulan las actividades mencionadas haciendo notar un sustento biológico y emocional necesario para la estabilidad de las posiciones madre–padre-hijo (Lafosse, 2002).
Otra definición considera que la familia es un grupo de personas unidas por los lazos del matrimonio, la sangre o la adopción; constituyendo una sola unidad doméstica, interactuando y comunicándose entre ellas en sus roles sociales respectivos de marido y mujer, madre y padre, hijo e hija, hermano y hermana; creando y manteniendo una cultura común (Lafosse, 2002).
Finalmente se afirma que la familia suele ser considerada como un grupo de pertenencia pequeño, de interacción primaria, es decir, cara a cara. Sin embargo se precisa que la caracterización de pequeño grupo, puede ser acertada para aquellos que comparten la unidad de residencia y, en particular, para las unidades familiares nucleares. Los límites formales de este grupo están definidos por el matrimonio y el parentesco (Lafosse, 2002).
El análisis de la familia como unidad básica de la sociedad, permite reafirmar el importante papel que cumple ésta en la vida del ser humano y su entorno, ya que forma parte del primer nivel de relación con el mundo y, gracias a ella, la persona forma sus características psicomotoras, intelectuales y socio emocionales. Esto reafirma el nivel de importancia del sistema familiar, y por ende el de su desempeño interno, en cualquier planteamiento que considere como fin el desarrollo de cualquier comunidad y de la sociedad en su conjunto
Si elicitamos la concepción de sistema familiar, debemos asumir como axioma que los problemas que afectan a un miembro de la familia deben se entendidos en función de la totalidad de dicho sistema y tratado como un indicador de que existen problemas en éste. Se desvirtúa que el individuo sea el único elemento afectado por el problema, ya que la familia es concebida como una totalidad constituida por la interacción de las conductas de todos sus miembros y que posee a su vez límites semipermeables que la conectan con su entorno y otros sistemas.
2.2.2.2. Tipos de familia
Existen diversas clasificaciones, para los intereses de nuestra investigación mencionamos los siguientes:
a. Familia Nuclear, la cual se refiere a la familia conformada por padres e hijos.
b. Familia Uniparental o Monoparental. Estas se forman tras el fallecimiento de uno de los cónyuges, divorcio, abandono o la decisión de la pareja de no vivir juntos.
c. Familia Compuesta. La forma habitual de este tipo incluye tres generaciones, abuelos, padres e hijos que viven juntos.
d. Familia Extensa. Las familias extensas constan de varias unidades. Además de tres generaciones se agregan otros parientes como tíos, primos, etc que viven en el mismo hogar.
e. Familias reorganizadas. Una familia se reestructura por motivo de unión, es decir, matrimonios sucesivos o cohabitación de personas que tuvieron hijos con otras parejas o incluso hijos comunes.
f. Familias migrantes: Aquellas cuyos miembros proceden de otros contextos sociales, generalmente del campo hacia la ciudad.
(Benites, 1997).
2.2.2.3. La dinámica familiar
Se suele asumir que los niños se desarrollan bien cuando se crían en el seno de una familia saludable. Una familia será saludable en la medida que funcione como un sistema abierto, con reglas y roles apropiados a cada situación, donde sus integrantes se comuniquen tolerando las diferencias individuales, lo cual favorece la cohesión y promueve el crecimiento de sus miembros (Huerta, 1999).
Entre los factores que intervienen en la dinámica familiar, consideramos pertinente mencionar tres, en primer término, las relaciones interpersonales favorables entre los miembros de la familia, los cuales impulsan al niño a desarrollar sus tendencias psicológicas al exterior. En segundo lugar, los estados emocionales de la familia son fundamentales para la comprensión del desarrollo psíquico del niño o adolescente. Como es sabido, el rechazo o la separación de los padres pueden conducir a trastornos de la personalidad del individuo que han de dejar una huella perenne; por el contrario la seguridad emocional contribuye al equilibrio de la personalidad y al mismo tiempo fomenta su desarrollo integral. En tercer lugar, los métodos de crianza, los cuales influyen directamente en el psiquismo del menor (Guerra, 1993).
La familia es por tanto, el eje fundamental en la socialización de las nuevas generaciones. Es el agente transmisor de oportunidades y expectativas de vida, de normas, valores y creencias en general, sin ser siempre un adecuado filtro entre contenidos formativos y destructivos.
2.2.2.4. La cohesión familiar
Es definida como la ligazón emocional que los miembros de una familia tienen entre sí. Se pueden considerar diferentes tipos de cohesión, las cuales van desde la mayor cercanía hasta la total desvinculación de los miembros. La cohesión familiar puede considerarse problemática no solo al existir un desvinculamiento emocional, sino también cuando el grado de ligazón es tan cercano que genera entrampamiento en la interacción de sus miembros, es decir, hay un exceso de identificación con la familia, de manera tal que la lealtad hacia ella y el consenso interno impiden la individuación de sus miembros. Los niveles centrales de cohesión corresponden a las familias separadas y conectadas: allí es donde los individuos pueden experimentar la independencia de la familia y la conexión equilibrada con ella (Arellano, 2001).
2.2.2.5. Adaptabilidad Familiar
Se la define como la capacidad de un sistema conyugal o familiar de cambiar su estructura de poder, relaciones de roles y reglas de relación en respuesta al estrés situacional o evolutivo.
La adaptabilidad se centra básicamente en la capacidad de cambio del matrimonio y la familia. Hasta tiempos reciente la importancia del cambio recibió una atención mínima, más bien se insistía en la tendencia a mantener el status quo. En la actualidad se insiste en el hecho de que la estabilidad y el cambio son igualmente necesarios para los sistemas y que las parejas y familias funcionales se distinguen de las disfuncionales por su capacidad de cambiar cuando corresponde (Arellano, 2001).
2.2.2.6. Familias expuestas a riesgos
Existen muchas familias afectadas por una serie de dificultades, las cuales ponen en peligro su normal funcionamiento y desarrollo. Las Naciones Unidas, en el año 1994, propuso el concepto de familias expuestas a riesgos; este involucraba a aquellas familias incapaces de cumplir con las funciones básicas de producción, reproducción y socialización. Estas familias no satisfacen las necesidades de sus miembros en aspectos tales como la salud, nutrición, vivienda, atención física y emocional. Algunos factores de riesgo tienen su origen en la propia familia, entre ellos la violencia doméstica, el abuso sexual, el abandono a los hijos, etc. (Huerta, 1999).
Existe una relación directa entre el comportamiento del niño y el adolescente con su familia, sin embargo el grado de interacción entre las partes se torna cada vez más frágil, afectando con esto su desarrollo personal. Definitivamente las transformaciones que tienen lugar dentro del entorno familiar, combinadas con la influencia del entorno amical, la escuela y la televisión tienden a direccionar la capacidad de adaptación de la persona a su entorno (Huerta, 1999).
Supuestos
Para la presente investigación se parte de los siguientes supuestos:
· Buena parte de nuestra población, más aún la que se encuentra en condición de pobreza asume posturas de minusvalía frente a sus propias capacidades, su pasado y futuro.
· La estructura familiar influencia positiva o negativamente el desempeño actual y futuro de sus miembros.
· Existe interés en la población por cambiar su situación desfavorable a fin de fortalecer el desarrollo de sus miembros. Para esto muestra apertura respecto a la modificación de sus estilos de crianza, comunicación e interacción intrafamiliar y social.
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