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América y el ilustrado español G. Mayans


Partes: 1, 2

  1. La filología del siglo XVIII y el ilustrado G. Mayans
  2. La herencia de Nebrija en la Ilustración
  3. Mayans, su maestro Martí y los Orígenes de la Lengua Española
  4. América en la obra de Mayans
  5. Notas
  6. Bibliografía

Mi interés por la obra y la figura de Gregorio Mayans y Siscar (1699-1781) me llevó a explorar una propuesta actractiva a primera vista: los americanismos en los Orígenes de la Lengua Española del ilustrado español. Sin embargo, al enfrentarme al tema, sufrí una desagradable sorpresa. En las más de cien páginas de los "Orígenes" de Mayans, el ilustrado valenciano dedica un único y solitario parágrafo a las voces americanas en la lengua española. Mal comienzo para un trabajo de investigación. ¿Cómo podía ser enfocado el tema? Decidí acudir al contexto y a las fuentes de las que bebió Mayans para elaborar sus "Orígenes". Tampoco resultaría ser suficiente: busqué referencias americanas en otras obras de Mayans para apuntalar lo que a mi entender era un trabajo excesivamente reducido y con escasos apoyos documentales. Finalmente el planteamiendo de base hubo de cambiar por completo, como puede apreciarse en el título definitivo que encabeza el presente artículo. En el largo camino recorrido desde el intento inicial hasta el presente artículo descubrí dos puntos interesantes que es necesario tener en cuenta: el estado de la filología en España en el siglo XVIII y la postura de Mayans en ese contexto.

El jurista e ilustrado Gregorio Mayans y Siscar (1699-1781) fue un intelectual polígrafo: investigó y publicó obras de referencia en muy diversos campos del saber, pero no se especializó en el campo de la lingüística, quizá en parte porque en su época la lingüística no era todavía una ciencia consolidada. Vivió en un tiempo en que el estudio de las lenguas seguía los patrones humanistas del Renacimiento. La filología humanista, apegada a la antigüedad clásica y bíblica, presentaba una estructura trilingüe: latín, griego y hebreo eran las lenguas mayores. El romance o castellano ocupaba una posición menor frente a ellas. Gregorio Mayans se formó como latinista, y no como estudioso del castellano, o sea, hispanista. Actitudes como la de su mentor y principal maestro, el clérigo valenciano Manuel Martí y Zaragoza (1663-1737), le inclinaron a valorar el latín y el griego por encima del romance. Baste citar un ejemplo sobre el magisterio de Martí, deán de la catedral de Alicante: amaba celosamente su correspondencia en latín, que fue editada y publicada por su discípulo Mayans en Madrid y Amsterdam, íntegramente en latín. En cambio, quemó sin miramientos buena parte de sus epistolarios escritos en español, por considerarlos carentes de calidad literaria.

Parte del tesoro que en realidad constituían esas colecciones de cartas escritas en español pudo ser salvado para la posteridad gracias a Mayans, que conservó su propia correspondencia personal con su maestro Martí. Y esto es indicativo de la distinta valoración del español para maestro y discípulo. Sin embargo, el peso del latín era hegemónico todavía en la obra de Mayans. De ahí surgió la idea de buscar referencias al mundo americano en las obras latinas de éste. Con ellas logré cubrir un vacío importante y presentar la vertiente más lúdica y erudita de la aproximación del ilustrado valenciano a América. De esta forma traté también de compensar el raquitismo de la vertiente lingüística de Mayans respecto al Nuevo Mundo, y a la vez de dar una muestra más completa de la visión sobre América presente en las obras literarias y académicas de Mayans. No entré a investigar las de naturaleza política y económica, y no descarto que en ellas haya otras referencias a América. Pero creí conveniente centrarme en la obra humanística y literaria, diríamos "cultural", de Mayans, en la que pueden incluirse sus investigaciones filológicas, tanto hispanísticas como romanísticas, su obra poética y sus ensayos de contenido cultural.

Hechas estas precisiones, paso a hacer un recorrido por las fuentes de las que se sirvió Mayans para sus trabajos sobre la lengua española y una parte de sus textos latinos, en prosa y verso. Hablaré en primer término de Elio Antonio de Nebrija (1441-1522), precursor de la filología hispánica y autor muy admirado por Mayans, siempre preferido como autoridad por el ilustrado en todos sus trabajos filológicos sobre el español y sobre la lengua latina; Nebrija fue sin duda el gramático y filólogo más respetado por los estudiosos y maestros españoles de los siglos XVII y XVIII. Los jesuitas, social y académicamente hegemónicos en el campo de la enseñanza en la España del siglo XVIII, emplearon para la enseñanza del latín en sus colegios, los más prestigiosos de la época en España y sus dominios, con la Gramática de Nebrija, más o menos modificada por sucesivos maestros de la Compañía de Jesús, y conocida popularmente como El Antonio [1].

Las obras de Nebrija dedicadas a la lengua española, de mucha mayor relevancia por su carácter pionero, tuvieron en cambio un éxito menor, al menos España. Muy esclarecedora al respecto fue la reacción de la reina Isabel la Católica al ver la Gramática de la Lengua Castellana de su protegido y apologeta. Al no comprender su utilidad, preguntó al autor quien, sorprendido, hubo de ser auxiliado por fray Hernando de Talavera, obispo de Ávila y consejero de la reina, a quien ésta daba mucho crédito. El propio Nebrija explicó la anécdota en el prólogo de su obra, en la edición que empleó Mayans:

[…] "Cuando en Salamanca di la muestra de aquesta obra a Vuestra Real Majestad, e me preguntó que para qué podía aprovechar, el muy reverendo Padre Obispo de Ávila me arrebató la respuesta; e respondiendo por mí, dixo que después [de] que Vuestra Alteza metiesse baxo su yugo [a] muchos pueblos bárbaros, e naciones de peregrinas lenguas, e [que] con el vencimiento aquéllos tendrían necessidad de recibir las leyes que el vencedor pone al vencido, e con ellas nuestra lengua, entonces por ésta, mi Arte, podrían venir en el conocimiento de ella, como agora nosotros deprendemos el Arte de la Gramática Latina para deprender latín." […] [2]

Terminada su Gramática el 18 de agosto de 1492, Nebrija no podía suponer cómo iban a cumplirse sus vaticinios sobre los pueblos y naciones a los que alcanzaría la lengua española. Con la llegada a Amércia se daban las condiciones supuestas por fray Hernando de Talavera para que el Arte de la lengua española de Nebrija justificase su utilidad. Sin embargo, la expansión del español se verificó más por el uso que por el Arte. La evangelización, como fin prioritario, impuso en los primeros años de la conquista española el conocimiento por por parte de los misioneros de las lenguas americanas y, en el mejor de los casos, la enseñanza a los americanos de la gramática latina, la de la lengua vehicular de la enseñanza y de la religión católica; pero también la utilización del español como lengua de catequización [3]. En 1516 los frailes de la Orden de San Jerónimo señalaban la necesidad de que se enseñase a leer y a escribir a los hijos de los caciques, jefes locales y "personas principales" en América, "y que les muestren [cómo] hablar romance castellano" y que "cuanto fuere posible, que hablen castellano" [4]. Con este propósito se expidió un gran número de cartillas de primeras letras desde España: en 1512, por ejemplo, la Casa de Contratación en Sevilla adquirió y remitió a México unas 2.000 de estas cartillas a los misioneros del virreinato de Nueva España, y pronto comenzaron a imprimirse en la propia América. [5] Por otra parte, el camino que seguían las palabras y las lenguas era de ida y vuelta: Nebrija cita ya tempranamente el término canoa, la única voz americana que aparece escrita por el propio Cristóbal Colón en la carta que dirigió a su protector y financiero valenciano Luis de Santángel, para darle cuenta de los resultados de la empresa a la que había colaborado generosamente con importantes caudales. [6]

El interés que las noticias sobre América despertaban en España se veía reflejado sobre todo en libros, impresos y manuscritos de contenido geográfico, historico, científico etc. Sin embargo, y a pesar de la redacción de tratados dedicados a las lenguas americanas y la inclusión de neologismos americanos en escritos de muy diverso tipo, los tratados gramaticales y lexicográficos españoles del siglo XVI no muestran una atención suficiente a las novedades americanas. Esta situación no resulta, por otra parte, tan extraña, si pensamos en los avatares de la conquista, y en la propia situación de la lengua española respecto del latín en España. Tampoco debemos olvidar la contienda existente entre las diversas normativas publicadas sobre el español en aquel momento, y las continuas modificaciones que estaba experimentando el sistema fonológico del español. No faltan sin embargo las referencias al español de América en las apologías de la lengua española tan abundantes en el siglo XVI, en las que son lugar común las comparaciones entre la expansión geográfica de los granes idiomas clásicos, el latín y el griego, y la del español, repetidas para argumentar la necesidad de defenderlo y embellecerlo. Así en 1540, Cristóbal de Castillejo sumaba su voz al coro general de exaltaciones y defensas del español, repitiendo los consabidos argumentos:

[…] "Ya que España reina y tiene conversación en tantas partes, no solamente en el Mundo sabido antes, sino fuera, [en las] del que es en las Yndias; y [ya que] tan anchamente se platica y enseña ya la lengua española —según antes la latina—, a propósito es extenderla y adornarla por todas [las] vías [posibles], como se [h]aze de algunos años [hacia] acá, y como hizieron [los] Romanos con la suya." […] [7]

Otro testimonio representativo de las ideas sobre la lengua española como idioma de colonización en América, en las primeras décadas de la conquista, es el del dominico andaluz Fray Domingo de Valtanás en 1555:

[…] "A la lengua latina, la española es la más propinqua [= similar, próxima]; y por los españoles está muy dilatado su lenguaje; que en el Nuevo Mundo de Indias, con éste tratan y se entienden" […] [8]

Pasadas las etapas iniciales de la conquista de América por los españoles y la colonización subsiguiente, que suscitaron una abundante literatura de viajes, noticias asombrosas y curiosidades, y algún que otro debate jurídico sobre las poblaciones derrotadas y la naturaleza de su sometimiento, doblamos el cabo del siglo XVI para entrar en el XVII. Los autores del Siglo de Oro español volvieron sus ojos hacia la antigüedad clásica como modelo, aunque en un nuevo contexto cultural, el del barroco. En el ámbito de la filología, Gregorio Mayans halló en un anticuarisa barroco, Bernardo José de Aldrete, la base sobre la que trazó sus Orígenes de la Lengua Española. A este respecto hay que mencionar que el maestro de éste, Manuel Martí, dedicó duras críticas al libro de Aldrete sobre el que su joven discípulo había basado sus estudios. Su título era el siguiente: Del origen y principio de la lengua castellana o romance que [h]oy se usa en España; había sido impreso en Roma en 1606, y Martí se cebó sobre todo en sus propuestas etimológicas, a las que, en una carta enviada a Mayans en febrero de 1737 tachó de "[h]ediondas". El anciano Martí animaba a su joven discípulo a superar los errores de Aldrete en los Orígenes de la Lengua Española a punto de entregar al impresor, y a esclarecer en ellos la entonces candente cuestión sobre cuáles eran los verdaderos orígenes históricos de la lengua española:

[…] "Ninguna cosa necesita en España tanto de una pluma docta como Las Orígenes Españolas, porque las que imprimió el Señor Aldrette son fútiles y vergonzosas, aún peores que las de Isidoro [H]ispalense, que no lo puedo ponderar más, y me alegro de que Vuestra Merced haya puesto la hoz en esa mies. También las "Orígenes de la Lengua Italiana" las dio a luz Egidio Menagio, francés, que aunque hombre docto, en esa obra dio en champanelas." […] [9]

Es posible que Manuel Martí tuviera a Aldrete en su particular "lista negra" porque había aceptado como documentos históricos fiables importantes falsificaciones seudohistóricas del barroco español, como las llamadas Láminas de Granada o los Falsos Cronicones, que con tanto empeño había combatido Martí —en pro de la verdad histórica sobre los orígenes del cristianismo en España, tema de importancia capital entre los historiadores de aquella época—. Así parece sugerirlo el siguiente pasaje, tomado de otra carta del año 1737, enviada por Martí a Mayans en marzo:

[…] "Espero con indecible ansia las "Orígenes" que, como me pican en el genio, deseo mucho verlas. Y espero ver en ellas corregidos los disparates y frioleras del Aldrette, el cual dijo que abadejo se dijo como si dijéramos un pequeño abad. Pero qué podemos esperar de un hombre tan fatuo y analfabeto que defendió por legítimo a Flavio Dextro" […] [10]

Estas manifestaciones de Martí y su interés por el esclarecimiento del origen de la lengua española prueban la importancia del debate filológico que enfrentaba en la España de la década de 1730 a dos facciones intelectuales: los defensores de una única lengua matriz del español, frente a los que proclamaban la pluralidad de sus raíces. El primer grupo tenía en el jesuita vasco Manuel Larramendi (1690-1766) uno de sus máximos valedores; consideraba que el vasco era la lengua matriz no sólo del español, sino también del latín. Mayans, cabeza visible de los contrarios a esta delirante pretensión, se le oponía tenazmente, apoyado en las teorías sobre el parentesco genético de las diversas familias lingüísticas europeas. Esta teoría rechazaba la existencia de una matriz única para el español, y su dependencia del latín, común a las demás lenguas románicas: el francés, el italiano y el provenzal. El primer defensor de tal teoría, posteriormente confirmada por la ciencia filológica moderna, no fue Gregorio Mayans, sino el gran humanista francés Joseph Just Scaliger (1540-1609), que fue el primero en exponerla en 1599, basándose en intuiciones nada desdeñables. En el siglo XIX sus postulados y los de sus defensores, como Mayans, quedarían confirmados por la Lingüística Comparada e Histórica. Pero volviendo a Aldrete, admirado por Mayans por sus trabajos de Epigrafía y Latinidad, fue reivindicado por éste poniendo remedio a sus errores etimológicos, tal como exigía su maestro Manuel Martí. La obra de Aldrete, como la de Scaliger, contenía —pese a sus clamorosos errores— valiosas aportaciones filológicas, basadas quizá en la intuición. Con todo, constituyó un hito, si tenemos en cuenta su anticipación, de más de dos siglos, a los primeros trabajos críticamente fundamentados de Filología Evolutiva. Aldrete analizó los orígenes de la lengua española y su procedencia latina para responder a las fantásticas teorías de López Madera, un contradictor y contemporáneo suyo, sobre la lengua castellana medieval. [11] Con este fin desarrolló de forma sistemática los principios de su teoría de la corrupción lingüística, y vio en la expansión americana del español un reflejo de lo sucedido en el caso del latín en los países del occidente europeo tardoantiguo. Como sucedió con el latín, la expansión geográfica del español había determinado a su juicio un proceso de degradación en sus características formales:

[…] "Cresció la Lengua Latina en las provincias, si bien no tan pura y elegante como en Roma, [de] donde ella era natural… […] Lo mismo sucede [h]oy en el Romance, que sin duda se da mejor a los de Toledo que a los de otras partes, y mucho menos fuera de España." […] [12]

Para Aldrete, las variantes del español en América son equiparables a las de España:

[…] "Diferentes son los dialectos, frases y pureza de nuestra lengua que [se] usan en Madrid de las de México y Lima; no tan lexos, de Córdova a Sevilla, [h]ay en muchas cosas diferencia." […] [13]

Estas diferencias, sin embargo, no hacían perder de vista el carácter de la lengua española en expansión:

[…] "Hablan [h]oy los españoles —en las colonias y poblaciones que tienen en África, en Orán, en Melilla y el Peñón Vélez de la Gomera— castellano como en México y todas las ciudades de la Nueva España y del Perú. La lengua de España y de partes tan remotas —como éstas y sus islas, y las Philippinas— es toda una; los que van de [e]stos reinos a aquéllos no hallan lengua diversa, [al margen de] algunos vocablos y dialectos diferentes, como los [h]ay en Córdova, Toledo, Sevilla, Granada, y en cada ciudad y aldea, pero una." […] [14]

La importancia de la obra de Aldrete, pese a todos sus errores e imperfecciones, ha sido puesta en sus justos términos por G. L. Guitarte. Según este moderno filólogo, en el Origen y Principio de la Lengua Castellana:

[…] "…aparecen por primera vez varias cuestiones sobre el español americano en una obra filológica. No se trata […] de noticias que sólo intentan satisfacer el interés por las 'curiosidades' típico del siglo XVI; aparecen como ejemplos de problemas precisos en el estudio del lenguaje: innovaciones y préstamos lingüísticos; la relación entre los dialectos y la lengua en general; la cuestión sobre el centro de un área lingüística y de las modalidades representativas de una lengua de cultura; los problemas de la difusión y el contacto entre lenguas propios de la Edad Moderna, y la forma específica que adoptaron en un ámbito determinado." […] [15]

Sin embargo, las referencias al español de América son bastante genéricas e indirectas, ligadas a la expansión del castellano y a la relación entre lenguas y dominaciones políticas. Es justamente en la referencia a la expansión del castellano donde aparecen con mayor frecuencia las alusiones al español hablado en América. Esta asociación de ideas permanece en la mayoría de los estudios filológicos sobre el español que se imprimen a lo largo del siglo XVII. Un claro ejemplo de ello lo tenemos en el prestigioso Arte Grande de Gonzalo Correas:

[…] "Su estenzión [sic] es sin comparación más q[u]e la [de la lengua] Latina, porque fue y es común nuestra [lengua] castellana española a toda España, q[u]e es mayor [en] más de un tercio q[u]e Italia. Y hase estendido [sic] sumamente en estos 120 años por aquellas muy grandes provinzias [sic] del Nuevo Mundo de las Indias Ozidentales [sic] y Orientales, donde dominan los españoles; q[u]e casi no queda nada del orbe universo donde no haya llegado notizia [sic] de la lengua y gente española." […] [16]

Si pasamos de la teoría lingüística a la práctica del lenguaje hablado, veremos que la introducción de los vocablos americanos, muy avanzada en el habla castellana del Siglo de Oro español, apenas merecía una atención mínima para los estudiosos coétaneos de la lengua. La lexicografía española barroca, raíz indiscutible de la producción lexicográfica posterior, tenía muy poco que ver con la lengua viva. El Tesoro de Sebastián de Covarrubias, que fue el primer diccionario dedicado en exclusiva a la lengua española, apenas recoge en sus registros una mínima parte del léxico americano usual al salir el libro de las prensas. En total aparecen 23 voces americanas únicamente: acal, Araucana, cacique, caimán, canoa, coca, Cuzco, hamaca, huracán, inga, maíz, mechoacán, mexicano, México, mico, Mo[c]tezuma, nopal, Perú, perulero, pita, Tenochtitlán, tiburón y tuna. [17] Tres de estas voces no cuentan con entrada propia: acal aparece en el artículo dedicado a canoa, y nopal y Tenochtitlán, en el dedicado a México. Otros términos, como coca y maíz, no cuentan en sus entradas correspondientes con las necesarias alusiones a América.

El editor moderno del Tesoro de Covarrubias J. Calvo Pérez, por su parte, ha añadido otras menciones a América, siempre etimológicas, en las entradas coco, cota, elefante, gigante, higuera de Indias, Honduras, India, lazo, Marañón, pavo, perico, salgada y urocán. La selección de Covarrubias no respondía en absoluto al alto número de americanismos ya generalizados en el español de la época. Su fuente principal y casi única fue, según J. M. Lope Blanch, uno de los numerosos cronistas de Indias que escribieron sobre América desde el siglo XVI, Francisco López de Gómara, y sólo utilizó otras crónicas americanas para explicar las etimologías de los escasos americanismos que había decidido seleccionar para sus registros. [18] Covarrubias no consultó las Gramáticas ni los Vocabularios de las lenguas americanas que llevaban casi un siglo en circulación gracias a los misioneros españoles. Evidentemente, a Covarrubias le interesaba mucho más el mundo de la antigüedad clásica, y la posible procedencia hebraica (bíblica) de los vocablos del español peninsular que las "exóticas" novedades que habían llegado del Nuevo Mundo desde 1492, que en su punto de vista sólo representaban un número limitado de novedosas curiosidades en el vasto vocabulario español, de raíz medieval y etimología antigua. [19] Hay que pensar desde luego que Covarrubias entendía la lengua española desde la perspectiva del humanismo renacentista: para éste, los argonautas —aunque personajes de ficción— eran sin duda más importantes que Cristóbal Colón —aunque fuera un personaje real de carne y hueso—. [20]

Esta es la tónica dominante hasta bien entrado el siglo XVIII, y Gregorio Mayans no se saldrá de ella. En la década de 1720, sin embargo, se introducen novedades desde el ámbito académico, que presta una atención mayor a las variantes geográficas del español. Unos años antes de la publicación de los Orígenes de la Lengua Española de Mayans, en 1726, la Real Academia Española de la Lengua había comenzado con la publicación de su serie del Diccionario de autoridades, en el que los miembros de la Academia dieron entrada a las llamadas "voces provinciales" de distinto origen, y entre ellas a los americanismos. [21] Las voces de procedencia americana incluidas en esta obra son sólo unas 150, lo que supone una mínima parte de las que realmente se habían incorporado ya al español. Hay que pensar, en este sentido, en el propio carácter de la obra, que busca autorizar los términos incluidos por su uso por parte de autores de prestigio. Este criterio hizo que no aparecieran términos ya generalizados sin duda como caimán, chile, mandioca etc., mientras que se recogen otros menos habituales, pero que aparecen en el léxico de los escritores considerados autoridades, esto es, autores de referencia sobre el uso perfecto del idioma [22]. Mayans criticó con dureza (y sin medir las consecuencias) a la Real Academia y al Diccionario de autoridades, desmarcándose de los puntos de vista dominantes entre los personajes consagrados por el mundo de las letras hispánicas de su tiempo. Pero sus críticas no fueron meras invectivas: estuvieron apoyadas en todo momento en sólidas propuestas alternativas.

Una vez descrito el contexto en el que se sitúa la obra de Mayans con respecto al mundo americano, podemos abordar sus aproximaciones al mismo. Distinguiremos tres aspectos presentes en esta porción concreta de su obra: la latinidad, la erudición y la filología, enlazando de nuevo con la problemática vista hasta ahora en el presente artículo. Empecemos hablando de la latinidad y la erudición, hermanadas en la producción latina de Mayans. En 1732 el valenciano publicó un poema en latín titulado Elegía al chocolate, una composición poética en la que el ilustrado hace un encendido elogio del chocolate americano, la que se refiere como dulcis potio Indica. En este poema, Mayans se sirve de una serie de americanismos que resultan llamativos en un poema en latín.

Tras la dedicatoria a su protector, el cardenal Álvaro Cienfuegos, [23] en la que ya alude a la Indica potio, inicia la composición a la que da el título de Chocolata. En primer lugar describe las operaciones necesarias para preparar la bebida y sus ingredientes: el chocolate, el agua —que ha de hervir en un puchero de barro—, el azúcar etc. Seguidamente se recrea en comentar el placer que proporciona su consumo, mojando unos bizcochuelos o frustula panis bis cocti (v. 31) y llega a calificar al chocolate de divino similem nectari (v. 31). Finaliza el pasaje celebrando la salud que proporciona beber chocolate a toda persona, y el goce que produce a los intelectuales y los poetas el saborearlo en buena compañía. Seguidamente entra a tratar el origen del chocolate: procede de un árbol nativo de Guatemala llamado athina, cuya descripción adjunta Mayans en una nota añadida al final del poema. Los versos concluyen entre nuevas alabanzas a las virtudes del chocolate, pero con una advertencia: no debe mezclarse, con guaxaca, pues la mixtura resultante puede ser nociva para la salud.

Hemos visto cómo en este poema lúdico de Mayans aparecen referencias gastronómicas a América. El ilustrado valenciano, hombre de su tiempo y deseoso de mostrarse refinado, dedica unos versos latinos a la delicia de América más apreciada entre sus contemporáneos, sobre todo en Francia, donde era preferida al café. Con ello da una muestra de elegancia y buen gusto muy acorde con la moda vigente. Mayans estaba también familiarizado con otros productos americanos, como el tabaco. Entre sus incontables corresponsales y amigos había uno en América, José Pardo de Figueroa, que tenía por costumbre obsequiar al ilustrado valenciano con tabaco y quina. Estos presentes eran efusivamente festejados por Mayans en su correspondencia, sobre todo el segundo, por sus propiedades curativas contra la malaria, muy frecuente en sus tierras de Oliva por la proximidad de una extensa marjal y la existencia de grandes arrozales en torno a ella. La amistad que unía a Mayans con Pardo de Figueroa era tal, que el primero quiso dejar constancia de ella en sus cartas latinas: incluyó un breve intercambio epistolar con Pardo de Figueroa en sus Epistolarum Libri Sex, concretamente en el libro sexto, en las cartas XXVII y XXVIII. [24] Tanto en la carta XXVII, escrita por Pardo de Figueroa, como en la respuesta de Mayans (carta XXVIII) aparecen vocablos americanos, relativos a frutos y productos tropicales de origen americano, que ambos corresponsales adaptan a la flexión latina, declinándolos.

La carta de Pardo de Figueroa, fechada a comienzos de 1732, es una composición sencilla, en la que incluye un poema de tema rural, titulado Praedium Rusticum aut Hortum Urbanum, a nombre de Iacobo Vanierio —quizá un seudónimo del propio Pardo de Figueroa—. La cata iba acompañada de semillas de chirimoya, planta originaria del virreinato del Perú, y muy apreciada en América por sus frutos. Pardo de Figueroa invita a Mayans a plantar las semillas, porque cree que el árbol de la chirimoya se aclimatará bien en las tierras del ilustrado en su localidad de Oliva, en el Reino de Valencia, y que su amigo sabrá cuidarlo de modo conveniente para que dé fruto en abundancia.

Unos meses más tarde de ese mismo año de 1732, Mayans envía a Pardo de Figueroa, a modo de respuesta, una epístola erudita con numerosas referencias a América y sus frutos. Alabando el regalo de las semillas de chirimoya, se entretiene en disertar sobre los alimentos, exóticos para los españoles, que se producen en América. Al hablar de la piña compara su planta con la de la alcachofa. Mayans alude a su nombre original en árabe, kurxupha, insinuando una posible etimología. Considerando a Pardo de Figueroa como el primer introductor de la chirimoya en España —que Mayans latiniza como chirimoja, -ae, f.— cree que es de razón rebautizar al fruto en España como pardina ( -ae, f.). Para justificar tal denominación alude a la costumbre de los clásicos antiguos de poner nombre a las plantas y a sus frutos haciendo alusión a dioses o héroes mitológicos. Seguidamente pasa a relatar a Pardo de Figueroa las noticias que poseía sobre la chirimoya con anterioridad a su regalo de semillas, tomadas de un raro manuscrito, fechado en 1721 por un franciscano, Fray José Antonio Mira O. F. M. [25], titulado Narración de los sucesos ocurridos en la ciudad de Lima desde el año de 1715. [26] Dicho manuscrito describe no sólo la chirimoya, sino también otros productos agrícolas peruanos, como la piña americana —que Mayans latinizó como pinea, -ae, f.—. Mayans concluye su carta a Pardo de Figueroa pidiéndole que le envíe semillas de otros frutos americanos que ha conocido al leer el manuscrito de Fray José Antonio Mira, y también a través de otros escritos de autores americanos que describen la naturaleza de América, y que el ilustrado español desea conocer directamente: la guanavana (guanavana, -ae, f.), la anona (anonna, -ae, f.), la granadilla (granatulum, -i, n.), el tumbo (tumbus, -i, m.) y la papaya (papaja, -ae, f.).

Estas dos muestras de la producción latina de Mayans, el poema Chocolata y la carta a Juan Pardo de Figueroa, arrojan luz sobre un hecho insospechado: el puente lingüístico que tiende Mayans uniendo vocablos de origen Quéchua y Nahua con la lengua latina de la Antigüedad Clásica. Merece la pena detenerse un momento para poner de relieve esta introducción de nombres americanos en el latín de la Ilustración dieciochesca, que dan nueva vida a una lengua hoy considerada como muerta. Mayans, siguiendo las normas establecidas por Quintiliano (39-95 d. C.) para incluir voces foráneas en el vocabulario latino, trata de alterar los nombres americanos lo mínimo posible al adaptarlos a la pronunciación latina. [27] Recurre a la técnica de la vocalitas, transformando la [y] (i griega) en [j] (i latina larga), y alterna la [e] y la [i] en el interior de las palabras; adapta el género castellano en casi todas sus latinizaciones —femeninas de la primera declinación, a excepción del neutro granatulum y el masculino tumbus, de la segunda— y declina sin problemas, empleando el plural y varios casos de declinación. En el texto latino la impresión que producen estos americanismos es agradable y armónica, lo que significa su correcta latnización por parte de Mayans. Vemos pues una curiosa hibridación entre América y la antigüedad romana, facilitada en parte por la castellanización previa de vocablos netamente americanos.

Reconduciendo nuestro viaje por la América latinizada de Mayans para volver a los caminos del castellano, nos encontramos con la vertiente lingüística con la que comenzábamos: el estudio de los americanismos en los Orígenes de la Lengua Española de Mayans. Hemos visto que el universo americano no era un tema plenamente desconocido para el ilustrado. En los años anteriores a 1737 había trabajado con voces americanas e incluso las había latinizado con éxito. Ahora se trataba de analizar su contribución al enriquecimiento del castellano, que Mayans, siguiendo a Aldrete y a Scaliger, explica por medio del contacto con las lenguas americanas. La aportación americana es para Mayans únicamente léxica y viene relacionada con la dominación política española. Las palabras americanas citadas por el ilustrado son catorce, cuatro de las cuales no lo son realmente, ya que sus etimologías són arábigas —algodón, sasafrás— y griegas —espingo, leucoma—:

[…] "Assí por el [comercio] que tienen los castellanos con las Indias Occidentales, i los portugueses con las Orientales, unos i otros han introducido sus lenguas en todos los países que han dominado en las Indias. I también unos i otros hemos recibido de ellas muchas veces con qué significamos las cosas que nos han venido de ella, como algodón, bejuco, curamagüei, espingo, guayacán, ihana, leucoma, manatí, pinipinichi, quina, sasafrás, tabaco, vicuña, i otras muchíssimas de que se puede formar un útil y curioso diccionario." […] [28]

Dentro de su interés por marcar los procesos de alteración de la forma original de las palabras, que pueden dificultar la labor del buscador de etimologías, Mayans hace una breve alusión al proceso de adaptación fonética de los americanismos:

[…] "Pero estas mismas voces están mui desfiguradas de su primitiva conformación, como se puede observar en la palabra "chocolate", que viene de "chacauquahuitl". I no es mucho que las desfiguremos tanto, porque […] es genio de todas las naciones caracterizar las voces recibidas, según las costumbres de pronunciar, para suavizarlas más, cada qual a su manera." […] [29]

De esta forma tan sucinta pero enjundiosa expone Mayans la participación de las voces americanas en la evolución y crecimiento de la lengua española. Probablemente no conoció el Vocabulario de Voces Americanas concluido apenas unos años antes de publicar sus Orígenes, y por ello no lo citó. [30] Sea como fuere, el ilustrado español demuestra con esta breve alusión a América un interés por desgracia no mayor al de sus compatriotas y coetáneos en España. En este aspecto, la obra de Gregorio Mayans constituye una de tantas muestras de las limitaciones propias de la cultura española del siglo ilustrado y del siglo siguiente, el del liberalismo: la falta de atención y la insuficiente valoración de América y de su riqueza cultural y lingüística.

[1] Un ejemplo típico de los Antonios que circulaban por las escuelas españolas del XVIII antes de la expulsión de la Compañía de Jesús de España (1767) es la edición de Domingo González del Cueto: Antonio de Nebrija, Aelii Antonii Nebrissensis 'De Institutione Grammaticae Libri Quinque'. Denusque expurgati et emendati a D. Dominico Gonçalez del Cuetto. Matriti: Por los Herederos de Gabriel de León: En la Imprenta de Antonio Román, 1694. Gregorio Mayans, muy crítico con estas ediciones de finales del siglo XVII, de amplio uso en los colegios de la Compañía de Jesús en España, consiguió un ejemplar de una edición "temprana" y bastante fiel al texto original de Nebrija. El libro impreso a mediados del siglo XVI, ha llegado muy deteriorado a nuestros días depositado en la colección particular de Nicolau Primitiu Gómez-Serrano, conservada por la Biblioteca Valenciana en el Centro Cultural del Monasterio de San Miguel de los Reyes en Valencia. La edición empleada por el ilustrado valenciano fue impresa en Zaragoza en 1547: Elio Antonio de Nebrija, Grammatica Antonii Nebrissensis. Caesaraugustae: In aedibus Didaci Hernandez [sic], MDXXXXVII.

[2] La dificultad para encontrar una primera edición de Arte Castellana de Nebrija en las bibliotecas valencianas sólo pude superarla recurriendo a ediciones tardías a nombre de otros autores, como en el caso de la presente cita, que procede de Alonso González Domingo, Tablas Breves y Compendio de la Grammática, según el Arte de Antonio de Nebrixa, e Introducción a los Estudios. Escrivíalo el Licenciado Alonso Gonçález Domingo. En Madrid: Por Gregorio Rodríguez, 1649, p. XI.

[3] Vide Ángel Rosenblat, "La Hispanización de América. El castellano y las lenguas indígenas antes de 1492", en Presente y Futuro de la Lengua Española, II (Madrid, 1964) pp. 189-216. En 1513, una Real Cédula de Fernando el Católico en nombre de su hija Juana I de Castilla dispuso que a los hijos de los jefes locales y aristócratas americanos indígenas de la Isla de La Española se les debía ofrecer la enseñanza de la Gramática, entendiéndose por tal la del latín, para lo que se adquirieron y enviaron al Caribe veinte ejemplares del Arte Latina de Nebrija. Años después, en 1536, los franciscanos fundaron en su provincia de Nueva España (México) su primera universidad americana, el Colegio Mayor de Santa Cruz de Tlatelolco. En este Colegio universitario se enseñaba a los hijos de la aristocracia tlatelolteca las Artes Liberales (Gramática, Retórica, Oratoria y Poesía Latinas, Aritmética, Astronomía y Música), comenzando por la Gramática Latina. Sobre estos primeros decretos educativos y otros relacionados con la difusión de la educación latina renacentista y de la lengua española en América, vid. Emma Martinell, Aspectos lingüísticos del Descubrimiento y de la conquista de América. Madrid, 1988.

[4] Vid. Emma Martinell, op. cit., p. 194.

[5] V. Alfonso Sánchez Pérez, Historia de la enseñanza del español como lengua extranjera. Madrid, 1992, p. 292. Se tienen noticias más precisas acerca de las cartillas impresas en América a partir de 1559, en tiempos del rey Felipe II. Una de las más difundidas y citadas por los cronistas de la época, según comenta Sánchez Pérez, fue la debida al impresor Pedro Ocharte, de México, en 1569.

[6] V.Ángeles Morinigo, "La penetración de los indigenismos americanos en el español", en Presente y Futuro de la Lengua Española, II (Madrid, 1964), pp. 217-226.

[7] V. G. L. Guitarte, "La dimensión imperial del español en la obra de Bernardo de Aldrete sobre la aparición del español de América en la lingüística hispana", en Historiographia Lingüistica, IX, 1/2 (Madrid, 1984), p. 130.

[8] V. G. L. Guitarte, Art. cit., p. 132.

[9] V. Gregorio Mayans y Siscar, Epistolario III: Mayans y Martí. Edición, estudio preliminar y notas de A. Mestre Sanchis. Valencia, 1973, p. 403.

[10] V. Op. cit., p. 407.

[11] V. Bernardo José de Aldrete, Del Origen y Principio de la Lengua Castellana o Romance que [h]oy se usa en España (edición a cargo de L. Nieto Jiménez). Madrid, 1972-1975, vol. I, cap. VI (1ª edición: Roma, 1606).

[12] V. Bernardo José de Aldrete, Op. cit., vol. I, p. 56.

[13] V. J. Martínez Ruiz, "Cartas inéditas de Bernardo José de Aldrete (1608-1626)" en Boletín de la Real Academia Española de la Lengua, 50 (Madrid, 1970), p. 308.

[14] V. Bernardo José de Aldrete, Op. cit., vol. I, p. 135.

[15] V. G. L. Guitarte, Art. cit., p. 135.

Partes: 1, 2
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