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Planificación lingüística y constitución de un bloque regional: el caso del Mercado común del Sur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) y de Chili

Enviado por chareille


    INDICE

    Fundador del modo de comunicación moderno con ferrocarriles, el telégrafo eléctrico, el teléfono, etc., el siglo XIX, que ve el libre comercio hacer sus primeros pasos sin siempre triunfar sobre los proteccionismos mutuos de los principales poderes rivales, también asiste al nacimiento de los primeros discursos sobre la virtud aglomerante de las redes de comunicación.

    Alrededor de los años sesenta, las nociones de « pueblo global » (o « pueblo planetario ») y de « sociedad global » hacen su aparición. Como lo evocan Mary Beth Norton y Paul Escott en su historia de los Estados Unidos, A people and a nation, a history of the United States (1988, p. 230) en 1969, el analista político Zbigniew Brzezinski, el futuro consejero en seguridad nacional del Presidente de los Estados Unidos Jimmy Carter, publica Between two ages. America’s role in the technetronic era. Con este trabajo, uno penetra en la geopolítica a la edad de la revolución cientifico–tecnológica. El autor habla del espacio–mundo y del lugar que ocupa allí y que allí debería ocupar en las próximas décadas la superpotencia Estados Unidos en su competencia contra otra superpotencia, la Unión Soviética. Como lo indica el título inglés del trabajo, los Estados Unidos atravesan entonces un período de transición. Son los primeros quienes salen de la era industrial para entrar en la era de la complejidad cultural y social que da a los procesos políticos un carácter global. Los cuatro factores del poder y de la integración – las armas, los medios de comunicación, las economías, la ideología – se hacen mundiales. La noción de naturaleza global es central. El mundo no es un « pueblo global » sino una « ciudad global » porque los medios de comunicación y la informática crearon una sociedad con elementos extraordinariamente ligados, un nudo de relaciones interdependientes, nerviosas, agitadas y tensas contrariamente a la estabilidad que caracteriza la intimidad de un pueblo.

    En este mundo entrelazado, los Estados Unidos representan la primera sociedad global de la historia, el centro principal de distribución de la revolución tecnetrónica. Hablamos de la sociedad que más comunica porque la mayoría de todas las comunicaciones mundiales parten de ella y porque es la más avanzada en la puesta en marcha de una red mundial de información. Pero, y es el punto decisivo del análisis del Brzezinski, esta es la única que logró proponer un modelo global de modernidad, así como esquemas de comportamientos y valores universales, por sus producciones culturales y/o sus modos. Es exactamente debido a este carácter global que parece cada vez más inadecuado hablar de su influencia sobre el mundo y de sus conexiones con los otros pueblos en términos de imperialismo. Este término está además solamente válido, según Zbigniew Brzezinski, durante el corto período de reacción al vacío creado por la Segunda guerra mundial y al miedo del comunismo. El esplendor del tecnológico–científico made in U.S.A. cambió radicalmente los datos del problema. La fuerza de esta revolución es tal que incita los países menos desarrollados a imitar los demás y a importar técnicas, métodos y prácticas de organización. Esta nueva era, colocada bajo los auspicios de la única sociedad global existente, hace pasar la humanidad de la diplomacia clásica a la diplomacia de redes, de una sociedad de confrontación a una sociedad mundial basada en la búsqueda de un nuevo acuerdo general.

    No hay dudas de que el mundo se convierte en un mercado enorme. Mientras las primeras formulaciones sobre el « global » habían sido elaboradas por Brzezinski, son los estrategas de la geo–economía quienes inspiran de allí en adelante este concepto. Una nueva fase de extensión de la economía mundial es entonces establecida: el espacio de la concepción, de la producción y de la comercialización de los productos y servicios de las grandes empresas se extiende a un mercado concebido en términos planetarios. A la base de este nuevo modelo de organización, se encuentran redes mundiales de información que transforman las empresas en empresas–redes, o integradas. Para la dicha doctrina de la « estandarización universal », de la cual uno de los primeros iniciadores es, en 1983, Theodore Levitt, director de la Harvard Business Review, pensar en términos de globalización se fundamenta en tres hipótesis: la homogeneización de las necesidades mundiales, la preferencia universal para productos de bajo precio con una calidad aceptable, una necesidad de economías de escalas en producción y en marketing.

    Al nivel cultural, esta situación se traduce por la creación de un mercado único de imágenes que implica despliegues industriales. Los productos culturales deben satisfacer ciertas normas internas (en cuanto a su temática, su legibilidad, su estilo) y externas (deben amoldarse en un marco espacial y temporal prefijado). De hecho, las reglas que juegan en la industria para la producción de un objeto de consumo grande son iguales en la industria cultural, estimulada por la búsqueda del público, es decir el beneficio máximo. Con la cultura de masas, el sistema industrial de producción invade el campo de las obras del espíritu. Las técnicas de racionalización que apuntan a la rentabilidad ingresan los grandes periódicos, la producción de películas, las emisiones de radio y la televisión, etc.

    Al nivel lingüístico, la globalización de los negocios crea una necesidad de locutores multilingües que se pueden encargar de la distribución en los mercados locales. Es lo que lleva Pierre Bourdieu (1982) y Albert Breton (1998), entre otros, a considerar la lengua como un bien y como un elemento del capital humano. Es también lo que contribuye en modificar las opciones de los estudiantes trantándose de las lenguas concentrando las inversiones hacia el aprendisaje de los idiomas que tienen el más grande « valor económico ».

    Encontramos otra vez la noción de mercado de bienes simbólicos de Pierre Bourdieu, mercado en lo cual cada lengua tiene un valor relativo. El mercado no concede el mismo valor a las lenguas estandard, por ejemplo, que a las lenguas vernáculas y el valor de una lengua cambia cuando uno pasa de un mercado a otro.

    La estandarización, sin embargo, no puede triunfar absolutamente porque significaría la muerte de las lenguas y las culturas. Implica una doble contradicción, permanente y vital, dentro de las industrias culturales y lingüísticas, una que juega al nivel económico, la otra que juega al nivel lingüístico–cultural. Los años ochenta, que vieron el nacimiento de de las doctrinas de globalización financiera y la estandarización cultural, también coincidieron con un movimiento de pensamiento que se interesa a las tensiones y a los defasajes entre las fuerzas centrípetas de la « República económica universal » y la pluralidad de las culturas. Los antropólogos – de quienes muchos son originarios de países del Tercero Mundo – comenzaron la crítica de los discursos existentes sobre las relaciones entre los flujos culturales transfronterizos y las culturas singulares Para ellos, la intensificación del tráfico de los flujos culturales, la verdadera existencia de una tendencia a la globalización de la cultura no llevan a la homogeneización del globo, pero hacia un mundo cada vez más mestizo. Es por eso que si una de las principales apuestas de la globalización es lograr la puesta en práctica de una conciencia de la dimensión mundial como lugar de la ciudadanía; la principal apuesta de la planificación lingüística es acompañar y ayudar este proceso contribuyendo a dar el derecho y la posibilidad a las poblaciones de hablar como ellos hablan, y de hacerse escuchar.

    Entre los numerosos desafíos de la globalización es en realidad la gestión del riesgo de « monocultura » que pone en peligro los ecosistemas culturales. En efecto, la tendencia a la estandarización se hace tan intensa que al principio de los años noventa, ciertos analistas comienzan a hablar de la lógica del « Mc World » (Benjamin Barber, agosto 1998, p.p. 14–15). El problema principal de esta visión transfronteriza de la cultura inspirada por una pragmática geo–economista es que se encierra en un mundo aislado, el universo de los sectores confiables: los Estados unidos, la Unión europea y Asia oriental donde se ubica gran parte del poder adquisitivo y de las inversiones mundiales. Anula cualquier noción de identidad singular. En los países del Sur, existe el mismo principio de división social: en Brasil, la avenida Paulista de São Paulo está más cerca de Madrid que de Recife.

    A partir de estos comentarios, decidimos estudiar las apuestas lingüísticas de la mundialización y, en particular, el tema de la planificación lingüística en contexto regional. Para llevar a cabo este análisis, decidimos estudiar la planificación lingüística del Mercado común del Sur (Mercosur), unión regional creada por Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, cuyo origen corresponde a la firma del Tratado de Asunción del 26 de marzo de 1991, al cual se asociaron en 1996 Chile y Bolivia.

    El Mercosur representa un total aproximado de doscientos millones de habitantes, sea el 44% de la población entera de América latina, y el 59% de su territorio. Cuarto mercado del mundo después de la A.L.E.N.A., la Unión europea y Japón, su P.I.B. ascendió al 54,3% de la región en 1997. Ahora, es aconsejable notar la existencia de contrastes profundos entre los cuatro países–miembros y, al mismo tiempo, dentro de cada uno de ellos. Así, Brasil, cubre más del 70% del territorio, más del 80% de la población y más del 60% del total du P.I.B. del Mercosur. Sin embargo, hoy en día, más del 30% de la población brasileña se encuentra en un estado de pobreza absoluta, mientras una minoría monopoliza la parte más grande de la riqueza del país.

    Hablar del Mercosur de las lenguas y de las culturas representa entonces una apuesta ya que si el Mercado común es un éxito económico cuyas grandes empresas son los actores fundamentales y los beneficiarios principales, no se puede perder de vista que, para sus opositores, el Mercosur representa sobre todo una victoria del neoliberalismo a la cual asocian la profundización de la desintegración y de la exclusión social. Se trata, sobre todo, de un proyecto tecnócrata, conectado a los intereses del gran capital. Además, girando alrededor de las ideas de libre competencia y de competitividad, el proyecto también llevó a la bancarrota de amplios sectores de la producción regional. La creación del Mercosur no cambió las conexiones entre el Estado y la sociedad civil, tampoco redujo las disparidades sociales dentro de esta sociedad a pesar de un crecimiento económico. Se deja poco lugar a las preguntas sociales y culturales en las estructuras del Mercado común.

    En la construcción del Mercosur, los Estados juegan un doble papel casí contradictorio ya que, por un lado, como únicos actores, establecen los mecanismos institucionales y fijan sus contornos y, por otro, en la arquitectura estrictamente liberal que es el Mercado común de Sur, cualquier intervención pública es excluída, contrariamente a la experiencia de la Comunidad económica europea (C.E.E) y de la Unión. Las políticas comunitarias de apoyo a las regiones menos desarrolladas o a las ramas de industria en problemas – gracias a los fondos estructurales –, así como las ayudas nacionales, están inconcebibles en este nuevo bloque comercial. Tampoco se puede imaginar la existencia de programas de reconversión industrial, de investigación tecnológica o de desarrollo regional del tipo de los que existen en la U.E. « Es el mercado, y él sólo, que debe designar a los ganadores y a los perdedores dentro del Mercado común » (N.T.) (Richard Seitenfus, febrero, 1998)

    Sin embargo, es olvidar que la regionalización tiene una incidencia sobre la evolución de las identidades sociales. En efecto, hoy en día los movimientos humanos se hacen cada vez más intensos y la información verbal circula fácilmente independemente de la distancia. Entonces las posibilidades de ver las lenguas y las culturas ponerse en contacto en un mismo espacio se multiplican, creando sociedades cada vez más cosmopolitas. Los diferentes grupos sociales, los individuos y las culturas tienen una posición diferente con respeto a estos flujos e interconexiones. Unos son muy favorecidos, mientras que otros son castigados, condenados seriamente hasta desaparecer. Esta realidad no se encuentra solamente en el Mercosur pero en todo el mundo.

    El análisis de los contextos políticos, socioeconómicos y socioculturales muestra que uno de los desafíos más importantes del Mercosur es la creación de una identidad regional bajo la presión del desarrollo de la sociedad de la información, de la mundialización de los intercambios, y de la continentalización, hasta la internacionalización de los mercados y de la aceleración de la estandarización sociocultural. Identidad regional sí, pero no en cualesquieras condiciones. Tanto antes, era bastante fácil definir esta noción ya que presentaba una cierta homogeneidad, tanto hoy la identidad en el contexto de regionalización/mundialización es más el resultado de un cierto equilibrio entre la unidad y la variedad. En otras palabras, la unidad se explica sólo en lo que es la respuesta a la variedad, y a la inversa, la variedad se justifica sólo en lo que es la respuesta a la unidad. También, cuando uno piensa en la construcción del Mercado común de Sur, debe preguntarse acerca del tema de la articulación entre el ser y el hacer juntos, entre el político y el cultural, entre la ciudadanía y la partenencía.

    La lengua no solamente representa un medio poderoso de comunicación y de apropiación de la realidad, sino también de identificación jugando un papel importante de cohesión social. La planificación lingüística constituye de hecho una de las condiciones esenciales a la puesta en práctica de esta identidad común buscada.

    Quand on songe à la variété des éléments qui doivent être rassemblés et harmonisés pour créer une solide identité, on est pris de vertige. Les gènes, l’histoire – personnelle et collective –, l’économie, la société, la religion, tout entre dans la formule qu’on appelle soi. L’importance particulière de la langue dans cette alchimie tient au fait qu’elle est par excellence l’outil qui sert à harmoniser les autres éléments. (Jacques Dufresne, 1995, « Langue et identité » in L’Agora, http://agora.qc.ca)

    El Mercosur – debido a su estructura y a su funcionamiento, pero también porque no es su objetivo – no constituye el motor central de su planificación lingüística sino la demarcación de un espacio en movimiento donde trabaja como revelador y acelerador para una reflexión e iniciativas que interesan la política de las lenguas.

    En efecto, la modestia de su estructura institucional organizada según el Tratado de Asunción (un Consejo del Mercado común, constituído por los Ministros de la Economía y de las Relaciones exteriores, y un Grupo del Mercado común, órgano ejecutivo) fue confirmada por el Protocolo de Ouro Preto que dio al Mercosur su organización definitiva, ya que sus fundadores querían evitar un burocratismo del proceso de integración. Las normas adoptadas por las diferentes instituciones regionales no son de aplicación directa sino que deben ser recibidas en los sistemas jurídicos nacionales lo que aplaza su aplicación y aumenta los riesgos de interpretaciones divergentes entre las legislaciones nacionales.

    De hecho, la planificación lingüística del bloque descansa en sus Estados miembros y, en una menor medida, asociados porque sólo Chile participa en ella. Esta observación nos lleva directamente al problema de la oposición entre Estado–nación y bloque regional.

    La nueva interrogación centrada en una ética de la diversidad lingüística y de la paz siempre ha sido el punto débil del Estado–nación. En efecto, la elaboración del modelo stato–nacional en los países que nos interesan nunca ha tenido tales exigencias. Al contrario, siempre descansaba en la construcción de un espacio universal más allá de los particularismos consagrando un espacio más o menos grande, poderoso, de homogeneización sistemática. Ahora, una dificultad surge cuando este espacio, haciendo la unicidad, domina la diversidad en la que descansa, cuando la usa para sus propios objetivos de poder.

    Al nivel lingüístico, el advenimiento del modelo stato–nacional como modelo de organización sociopolítica contribuyó bastante a la disminución del número de lenguas habladas y las lenguas hicieron parte de los instrumentos políticos usados por las clases y los espacios dominantes para reforzar su poder y sus burocracias. Entonces la opción de una o varias lenguas oficiales se hizo una apuesta determinante en la construcción o la evolución de un Estado–nación y las lenguas no reconocidas fueron, sea relegadas a las zonas de la sociedad civil y la esfera privada, sea usadas en objetivos estratégicos. No hay, desde un punto de vista demográfico, un Estado que sea monolingüe, solamente se encuentran Estados que, históricamente, con políticas lingüísticas de monolingüísmo – explícitas o implícitas – intentaron disminuir, oscurecer o desviar la diversidad lingüística. Agregamos que si la noción central de « diversidad » hizo su entrada durante el siglo XIX en los campos de la geografía humana y de la biología, su desarrollo como noción científica en todas las ciencias humanas todavía se hace esperar y, como lo nota el Guy Jucquois (1991, p. 1), pocas reflexiones existen acerca de lo que es la diversidad en nuestras sociedades contemporáneas, bajo que formas y en cuales condiciones se manifesta, quien habla sobre ella, con cuales objetivos, etc.

    En resumen, la diversidad lingüística siempre ha existido, al margen, oscurecida por las aspiraciones homogeneistas que, en las relaciones de poder, se preocuparon para mantener las ventajas que los confiría la propiedad de la llave de la homogeneidad. Hoy, lo nuevo es que la diversidad también busqua la legitimidad y el reconocimiento.

    La problemática en la cual se ubica la diversidad mercosuriana y, de hecho, la planificación lingüística regional, es doble. Por un lado, toca la pluralidad lingüística, por el otro, toca la necesidad de reconocimiento sociopolítico de la noción de diversidad sin la cual nada es posible y que implica un cambio ideológico dentro del modelo stato–nacional y la reconciliación entre sus bases racionales (modificadas por la creación del Mercosur) y las ideologías comunitarias e individuales.

    Para llevar a cabo este trabajo, sugerimos comenzar con un panorama general de la situación lingüística de la región que permitirá subrayar ciertos rasgos fundamentales. Así, veremos que la gran diversidad lingüística regional va más allá de la pareja oficial castellano–portugués más algunos lenguajes indígenos (el más conocido siendo el guaraní) y distinguiremos de hecho las minorías nacionales de las diásporas o « nuevas minorías ». También nos acercaremos a las nociones de fragmentaciones dialectales, de variedades regionales, de estandarización y de norma, fundamentales en el marco de una planificación lingüística apuntando al respeto de la diversidad.

    A partir de la informaciones del capítulo II, veremos que las situaciones de multilingüismo, multidialectalísmo, o simplemente de bilingüísmo, crean situaciones complicadas, generalmente debidas a las relaciones jerárquicas complejas que existen entre los idiomas vernáculos, las lenguas regionales estándares y la lengua oficial nacional estándar – contradicciones estrictamente conectadas a los problemas de la estructura social. Así, el capítulo III nos permitirá presentar los principales problemas de políticas lingüísticas que surgen en el Mercosur y en Chile al nivel nacional. Veremos que la cuestión de las lenguas es el reflejo de las tensiones sociales. También notaremos que cualquier poder político tiene, aún implícitamente, una política lingüística, sería sólo porque tiene que comunicarse con sus administrados, lo que está imposible en todas las lenguas habladas en el territorio considerado. La elección de una o varias lenguas es el objeto de equilibrio de poder, capaz de cristalizar los antagonismos y de hacer a su turno explotar los Estados, sobre todo por que la lengua es estrechamente ligada a la identidad y a la cultura. Este análisis que también será histórica subrayará las grandes evoluciones que determinaron, o al menos que modificaron el futuro de las lenguas de la región y el nacionalismo lingüístico, describiendo hechos que son actualmente todavía considerados de un modo apasionado ya que siguen marcando la época contemporána.

    Este inventario hecho, notaremos que los Estados considerados, cuya lógica es generalmente unitaria y cuya vocación tiende hacia la uniformización, reaccionan con más o menos felicidad al multilingüismo que siempre parece a priori cuestionar su existencia. Estudiaremos la relación « Estado–nación » – « lengua nacional » y la influencia de los organismos internacionales sobre las políticas lingüísticas nacionales y la preservación de los derechos lingüísticos. Tocaremos ciertas nociones claves tales como la « diglosia », el « bilingüismo », la « inseguridad lingüística », el « estatuto » de las lenguas y sus « funciones ».

    El capítulo IV debe permitirnos entender la manera de la cual es comprendida y tratada la cuestión lingüística dentro del Mercosur y en Chile. Analizaremos por un lado los principios lingüísticos mercosurianos tales como los que son evocados por los textos oficiales y el Grupo de Especialistas en Políticas lingüísticas (G.T.E.P.L) y, por otro, las evoluciones de las políticas lingüísticas nacionales e/o internacionales de los Estados–miembros y de Chile. También examinaremos las iniciativas puestas en marcha por España y Portugal cuyo alcance no puede ser ignorado y que deberían encontrar algunas ventajas en el establecimiento, la preservación y la difusión de sus lenguas en Sudamérica, desde un punto de vista económico (aumento de los intercambios, firmas de acuerdos diversos) o cultural (extensión de las zonas de influencia hispano y luso–hablantes). Así, notaremos la existencia de diversos corrientes de políticas lingüísticas que nada une entre sí y que nos traeran finalmente a la cuestión de la existencia verdadera de una planificación y de políticas lingüísticas mercosurianas.

    Si los capítulos II, III y IV deben permitirnos mostrar que las políticas lingüísticas deben ser organizadas sobre el modo de la cooperación « vertical » (yendo del Estado a la sociedad civil), también deben, para ser realmente eficaces, ser llevadas sobre el modo de la cooperación « horizontal », notablemente cuando, como en el caso del Mercosur, uno de los objetivos apuntados es la difusión de dos lenguas – el español y el portugués – fuera sus fronteras. Insistimos en particular en este punto porque notamos que, hasta ahora, las tentativas de políticas lingüísticas llevadas por los Estados considerados y por el Mercosur mismo casi sólo han sido basadas en la política de enseñanza de las lenguas oficiales. La enseñanza de las lenguas ocupa, es muy cierto, un lugar privilegiado en la puesta en práctica de las políticas lingüísticas pero no se debe olvidar de sus otros vectores tales como las industrias culturales, los medios de comunicación y las empresas. Como lo recuerda Louis Porcher en Les cahiers de l’A.S.D.I.F.L.E. nº7 (1996, p. 10):

    L’important consiste ici à souligner qu’une politique linguistique véritable s’attache à faire converger ces quatre forces et non pas à laisser chacune d’entre elles aller son chemin, ni à confisquer l’action globale au profit d’un seul de ces paramètres.

    El objetivo del capítulo la V que toca el tema de la educación será de saber en que medida la escuela puede trabajar en el campo lingüístico. Analizaremos como, en el alba de la creación del Mercosur, en una región donde el tráfico de los bienes y de las personas tiende a aumentar, las esferas de influencia deben ser redistribuídas, la educación y la investigación deben hacer del dominio de las lenguas una prioridad particular para los intereses público y privados, nacionales, regionales y locales, colectivos e individuales. Trataremos tocar la mayor parte de las preguntas acerca de las políticas lingüísticas educativas, concentrándonos al principio sobre la educación de las lenguas antes y después de la creación del Mercosur. Demostraremos que e intentaremos saber por qué, a pesar de un deseo evidente de plurilingüismo y una necesidad de integración regional implicando cada vez más una generalización de la reciprocidad lingüística, los sistemas educativos de los países miembros y asociados al Mercosur siguen infatigablemente manteniendo la omnipresencia del inglés.

    También veremos que de la misma manera como la educación, las industrias de la cultura y los medios de comunicación, verdaderos instrumentos de difusión de las lenguas, deben ser directamente concernidos por la planificación lingüística del Mercosur y de Chile. La cultura pasa de ahora en adelante por varios canales y modos de comunicación: los soportes escritos y electrónicos, eventos, espectáculos, televisión, juegos interactivos, redes, etc., estableciendose, en cierto modo, en escuela virtual. Sin embargo, abriendo sus puertas a los medios de comunicación extranjeros, los Estados concernados también abren sus puertas a otras culturas. La evolución de telecomunicaciones y la difusión de vídeos y de la televisión satelital facilita el contacto con otras lenguas, estimula a la vez el desarrollo de una cierta forma de competencia lingüística creando la necesidad de conocer y de usar idiomas extranjeros. Esta tendencia favorece sobre todo las lenguas más « importantes », las que se convierten en lenguas de comunicación internacional, y en primer lugar, el inglés. Pero al mismo tiempo, vemos la creación de una tendencia inversa. Así, tendremos que hacer una revisión de los modos de difusión existentes que no se limitan al trío tradicional « televisión–radio–diarios » sino que también consideran medios más recientes tales como la Internet o los satélites. Esta tarea hecha, entonces podremos intentar analizar el papel de las industrias de la cultura y de la comunicación en del marco de la planificación lingüística, y también los peligros constituídos por el nuevo mundo de la comunicación, notablemente en cuanto al futuro de las lenguas de minoritarias.

    Finalmente, concluiremos nuestro análisis por un estudio de las relaciones existentes entre regionalización (término que, en todas partes de esta tesis, se refiérará a la construcción del Mercosur) de los mercados nacionales (trabajo, consumo y industria) y difusión de las lenguas. Para dar la sustancia a este estudio será aconsejable primero recoger datos empíricos. El análisis concernirá todos los intercambios lingüísticos que ocurren en los campos directamente tocados por el proceso de regionalización, para determinar las obligaciones que los modelan y los regulan, y hacer aparecer la dinámica de las alteraciones que tocan las exigencias en formaciones lingüísticas pero también en la normalización terminológica.

    BIBLIOGRAFIA

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    Seitenfus Ricardo, février 1998, « Les dilemmes de l’intégration latino–américaine : Washington manœuvre contre le Mercosur » in Le Monde diplomatique, Paris.

    RESUMEN:

    Nueva área política, económica y profesional, el Mercado común del Sur también constituye una nueva área lingüística y cultural, un lugar de muchas referencias. La idea que el sentido de pertenecer al Mercado común se puede encontrar en forma embrionaria en cada cultura nacional, es pura ficción. Además, el resurgimiento de las identidades íntimas dentro de cada estado–miembro demuestra que la identidad mercosuriana no puede ser universal, lo que significaría negar las diferencias, ni específica, lo que ayudaría a exacerbarlas. Es obvio que el problema no es simple. El resultado de esta búsqueda de una identidad común dependerá de la capacidad para conservar la diversidad cultural sin perder el sentido de lo que debe ser la ciudadanía mercosuriana: un objetivo común. Con esta investigación, nos preponemos abordar, a partir del caso del Mercosur y de Chile, una serie de preguntas con respecto a la articulación entre las políticas lingüísticas nacionales (o la aparente carencia de políticas lingüísticas nacionales) y los desarrollos económicos macro–regionales, en el contexto de regionalización/mundialización por un lado, de afirmaciones colectivas, de identidades y locales por otro. De este punto de vista, veremos que el Mercosur – por su esencia y lo que representa – constituye menos una fuerza central que el límite dinámico de un área móvil donde procede como un puntero y catalizador, o aún como instrumento al sentido, hacia una reflexión y a la iniciativa referente a la política de lenguajes.

     

     

    Autor:

    Samantha Chareille.

    Doctora en Didactología de las lenguas y de las culturas.

    Université Paris III–la Sorbonne Nouvelle.

    Ecole normale supérieure de Lettres et Sciences humaines de Lyon.

    E.mail: chareille[arroba]hotmail.com