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A través de los ojos de los niños

Enviado por ggestoso


Partes: 1, 2

    1. A los lectores
    2. Introducción
    3. Pan y leche
    4. Los chicos de la calle
    5. Los chicos del auto-aislamiento
    6. Solos por el mundo
    7. El fantasma de la muerte
    8. La guerra, uno de los males de todos los tiempos
    9. Te amaré en silencio
    10. Asalto a la inocencia
    11. En el nombre del padre
    12. Callejón sin salida
    13. Temor a lo diferente
    14. Los chicos de la paz
    15. Conclusión
    16. Prensa

     

    Prólogo

    Al leer A través de los ojos de los niños, constaté que la valentía y calidez humana de Graciela Noemí Gestoso Singer se ha convertido, por derecho propio, en un ejemplo que trasciende las fronteras de Israel para alcanzar una dimensión universal: porque transmite las emociones más diversas –desde la sonrisa tierna de un niño hasta las atrocidades de la guerra y del desamor cotidiano con todas sus terribles consecuencias; porque lo hace con objetividad y a la vez con esperanza; con espanto y a la vez con optimismo, con fe en el futuro; en suma, con ese Amor a la existencia en la cual, dolorosamente, la infancia continúa en menor o mayor medida relegada por doquier, atropellada, ignorada, considerada incluso como "personas menores" no en sentido de tamaño, sino de inteligencia, de principios, de lucidez, de sensibilidad. ¡Disparate garrafal que, como ocurre con el sol, no debe ni puede seguir tapándose con un dedo!

    Porque en cada una de estas páginas hay una inquebrantable decisión de vivir. Pero de vivir con dignidad, no de "sobrevivir", que es en muchos casos sólo el anhelo de llegar al día siguiente. Y al otro… en muchos casos –repito— en condiciones infrahumanas, en circunstancias desgarradoras y que, por ser reales, desbordan la imaginación. De ahí que, como lectora y sobre todo como ser humano, la lectura de este libro me haya hecho sentir la necesidad de repetir esa frase testimonial que aprendí en él y que jamás se borrará de mi memoria ni de mi quehacer: "(…) que ella se cure, …que ella se cure, … que ella se cure…" Ella, sí, la más enferma, la verdaderamente enferma, la Tierra que habitamos actualmente. Ella, la que, al sanar, seguramente nos permita sanar a todos.

    Gracias, pues, querida Graciela, por esta lección de amor al prójimo, gracias por este Canto a la Vida.

    Julia Calzadilla Núñez

    "Querida Graciela, Que vuestro corazón siga latiendo al ritmo de los niños africanos. La admiramos y recordamos. Felicitaciones" .

    A los lectores

    Este es un libro dedicado a los Niños, aunque redactado para ser leído por adolescentes y adultos. Luego de mi labor como voluntaria en Unicef, Unesco, Amnistía Internacional y otros organismos durante más de 10 años creí necesario poner por escrito algunas de las experiencias vividas años atrás. Son algunas historias, sueños y realidades; en definitiva, cosas que le pasan a la gente en nuestra vida cotidiana.

    El primer capítulo –Pan y leche– trata sobre el hambre en la gran ciudad y la indiferencia de la sociedad. Incluye la experiencia de una corresponsal, Esperanza, en Uganda y Etiopía, y el testimonio de un niño africano maltratado por el clima, el hambre y el hombre.

    En el segundo capítulo –Los chicos de la calle– se narra la vida cotidiana de los niños del asfalto (como el pequeño Ioram).

    El tercer capítulo se centra en Los chicos del auto-aislamiento y narra experiencias vividas con niños autistas e hipoacúsicos.

    El cuarto capítulo –Solos por el mundo– está dedicado a los huérfanos e hijos adoptivos que han hallado un hogar o que, por el contrario, como Luis salen adelante solos por el mundo.

    El capítulo quinto –El fantasma de la muerte– describe la lucha por la vida al superar el cáncer, y es un tributo a los médicos que dedicaron horas de ardua labor durante tantos años.

    La Guerra, uno de los males de todos los tiempos –el sexto capítulo- destaca el perfil de la guerra a lo largo de la historia.

    El séptimo capítulo –Te amaré en silencio– relata la experiencia de una joven herida en un atentado en Tel Aviv y la pérdida temporal de la audición.

    El octavo capítulo –Asalto a la inocencia– es una reflexión frente al mundo de la propaganda y los efectos del elixir de la publicidad.

    El noveno capítulo –En el nombre del padre– describe el perfil agresivo de nuestra sociedad, en donde cada día el número de mujeres, niños y ancianos golpeados se acrecienta.

    El décimo capítulo –Callejón sin salida– es un canto al medioambiente y aire puro y un llamado a la reflexión por una mejor calidad de vida.

    El capítulo undécimo –Temor a lo diferente– trata sobre la discriminación, los errores, las injusticias y los males irreparables cometidos por nuestra sociedad actual. Asimismo, incluye reflexiones y severos juicios sobre los actuales movimientos neonazis y sus medios de difusión en España, Inglaterra, Argentina y Suecia.

    El último capítulo –Los Chicos de la Paz– es un canto al futuro y las generaciones venideras, que incluye reflexiones de los niños entrevistados (de México, Argentina, Israel, Brasil, Estados Unidos, España, Nicaragua, Líbano, Sudáfrica, Egipto e India, entre otros países), sobre la guerra, la paz, el hambre, la discriminación, el cáncer y la violencia familiar, entre otros temas.

    A mis padres y esposo

    Queridos niños:

    "No me pregunten cómo y cuándo surgió esta idea de contarles algunas de mis vivencias y relatos que muchos grandes y chicos me han confiado a lo largo de estos últimos diez años. Son algunas historias, sueños y realidades; en definitiva, cosas que le pasan a la gente en nuestra vida cotidiana. Relatos crueles, tiernos, sin solución aparente y muchos de ellos plenos de esperanza, pero todos tienen algo en común: valor, coraje, ganas de seguir adelante, a pesar de todo y el ferviente deseo de hacer realidad un sueño. El mío … trabajar duro, desde mi pequeña labor cotidiana, por un mundo mejor para nuestros niños, quienes son, en definitiva, nuestro mayor legado: el futuro".

    G.N.G

    Introducción

    El anhelo de vivir en una sociedad libre, tolerante, comprensiva, humana y con justicia seguirá siendo el sueño de muchos. Tenemos sobrados motivos de preocupación, que nos conducen a dar un alerta sobre el riesgo que corren nuestros niños: la brecha que día a día separa a ricos y pobres, drogas y alcohol, violencia, corrupción, discriminación, fanatismo y racismo, falta de diálogo, pobreza y hambre, guerra, abandono, crímenes y mala fe, entre otros males.

    Nuestro balance no debe ser negativo, sino por el contrario un alerta para la reflexión individual y colectiva en pro de una mejor calidad de vida para todos sin distinción de credo, raza o posición social.

    La historia nos relata que Israel fue la Tierra Prometida, la tierra de los profetas, donde los sueños de muchos se harían realidad, donde reinaría la igualdad y justicia entre "todos" los hombres. Bueno, creo que es hora de respetar la voluntad de nuestros antecesores, aquellos que se sacrificaron por aquellos niños, que con el tiempo se convirtieron en hombres, padres y abuelos; en definitiva los mentores y pioneros del estado de Israel. Vaya nuestro humilde homenaje a todos ellos y nuestro sincero compromiso de recorrer el duro y largo camino de la paz.

    "DEFINICION"

    Luisa Leiter Futer (Ashdod, Israel)

    "Soy como vos:

    Hoja al viento montando tempestades,

    arroyo que busca un mar abierto donde desagotar la monotonía.

    Soy ave solitaria recorriendo caminos,

    tus sueños y tu vigilia,

    instrumento y objetivo.

    Soy lápiz, pero también esa hoja que incita mis ideas

    en una noche cualquiera de soledad y de nostalgias.

    Soy mi tierra natal

    y ésta que me aloja,

    pan y vino, cuerpo y sangre,

    pero también soy alma de espaldas al tiempo.

    Soy esa madre de pechos vacíos

    y ese niño que se muere lenta, irremediablemente,

    y el gordo aquél que se lamenta de algún negocio perdido.

    Soy el absurdo, lo cruel,

    la paz, la guerra.

    Tu emoción y tu cansancio,

    tu inspiración y vos la mía.

    Y también tu risa,

    tu inolvidable alegría.

    Camino y piedra, donde tropieza tu vida.

    Mujer, pero también la niña de ojos tristes que te mira

    desde una foto archivada.

    Soy la sonrisa velada

    y esa lágrima indefensa que recorre tus mejillas,

    cuando el nudo de un recuerdo

    se acomoda en la garganta.

    Soy la ansiedad de tus besos.

    Placer, remanso, dolor y frío.

    Y tus manos, dulces manos acariciando mi cuerpo.

    El árbol, el hachazo y la savia, que se entrega en la agonía suprema

    de estallar, de derramarse.

    Soy la ternura del gesto

    y la furia desatada, que abofetea, que hiere.

    Soy, en fin, vos, yo, nosotros, todos.

    Tierra, sol. Canción y luna.

    Me iré un día cualquiera -polvo de estrellas-

    y te llevaré conmigo, adonde vaya,

    Amor eterno, amor sublime".

    Agradecimientos

    Es mi deseo destacar que sin el apoyo de toda mi familia y amigos este libro no sería una realidad. Asimismo, agradezco la ayuda brindada por médicos, científicos, políticos, obreros, maestros, vecinos, familias y niños que sin demora ofrecieron sus testimonios. Finalmente, mi gratitud eterna a mi esposo, Itamar, y a Florencia, mi sobrina, a los cuales debo en gran parte estas ganas de seguir viviendo y de ayudar a los niños.

    "A Florencia"

    "Sos como una flor en la infancia

    que destella a su paso alegrías.

    Un pequeño capullo de fragancia

    que alimenta nuestros días.

    Sos como un mirasol en la pradera

    que irradia su luz hacia el cielo.

    Una pequeña esperanza venidera

    que irrumpió mi agonizante desvelo.

    Sos como una estrella en el amanecer

    que vibra oculta en su cascarón.

    Una hermosa perlita en mi atardecer

    que me iluminará el corazón.

    Sos como un juguete en este día

    que dibuja la sonrisa en un niño.

    Una esperanza de vida nos guía

    que mantendrá vivo nuestro cariño".

    Capítulo 1. "PAN Y LECHE"

    "El que ara debería hacerlo con la esperanza … de compartir la cosecha" (I Corintios IX: 10).

    El distanciamiento desproporcionado entre inteligencia e irracionalidad provoca la crisis del alma, nuestro yo, de nuestro propio ser. Pensé rápidamente en el hambre, la que me produce disgusto, temor y desesperación.

    Recorrí el mar, la llanura, el océano, el desierto y la ciudad. A través de estos paisajes, que para los turistas sólo suelen ser lugares de paso y distracción, tuve la suerte y la tragedia de vivir la realidad.

    Tuve la suerte de asistir a la vida en todas sus formas, pude apreciar la aparición del sol y sentir el calor de sus rayos. Sentí el futuro en la sonrisa de un niño; sus ojos actuaron como un espejo que reflejaba mis anhelos.

    Sin embargo, todo esto se enfrentaba a la tan mencionada cruel realidad: la polución de la ciudad, la falta de agua en la inmensidad del desierto, el llanto de un niño ante el desarraigo, la falta de alimento y la aparición de la desnutrición, hermana de la muerte; los residuos nucleares y el petróleo bañando océanos, ríos y mares. La intolerancia y discrimación ante el que es distinto. Y la indiferencia social ante el avance de los negocios turbios.

    Fue entonces cuando comencé a escribir en su nombre. Ahora soy la vocera del "hambre". ¿Cómo podría saber representarla si nunca tuve hambre? Tal vez, deba dejarla hablar por sí misma …

    "Irónicamente, la ciudad, a veces, sufre de antropofagia. Se devora todo hasta a los hambrientos. Nadie me elogia, no tengo fiestas en mi honor y una calle no lleva mi nombre. Sólo recibo insultos y provoco que la luz de la vida sea apagada.

    Mis oídos se cansaron de escuchar los mensajes mágicos, las señales poco claras, las promesas ambiciosas, que sólo elevan el yo de los inescrupulosos piratas de sueños imposibles.

    Me cansé también de aquellos que aliviaron mi dolor sólo por un momento y por un interés personal.

    Me alimentaron sólo por hoy y qué será de mí mañana. Pero, qué será de ellos mañana. Hoy hicieron su obra de bien y qué hay de sus mañanas. ¡Qué dirá su conciencia!

    Desagrado, insatisfacción y sensación de olvido. Eso es lo que siento ante este alimento, que debería ser mi bendición.

    Siento que pierdo el presente, lloro el pasado y temo el futuro.

    No quiero el castigo del que tiene pan, sino la sanción social que los haga reflexionar. En parte todos somos culpables: tiramos más de lo que comemos; comemos más por placer que por necesidad; compartimos porque tenemos pan demás para dar; como tenemos pan creemos que todos lo tienen; somos indiferentes ante el que no tiene lo que nosotros tenemos.

    Pero, no estoy sola, tengo muchos que me rodean: soledad, ansiedad, angustia, desvelo, dolor, impotencia …

    Me siento satisfecha ante el débil, ya que le devoro todo; le quito insaciablemente sus fuerzas; pero ante el fuerte pierdo mis fuerzas y mis intenciones de antropofagia son derrotadas.

    Soy victimario y víctima a la vez. A veces me pregunto cómo me veo. Trato de verme en el espejo y que es lo que se me aparece: el horror, la soledad, la flaqueza, rasgos alargados, ojos y párpados negros, bocas caídas y expresiones abúlicas, miradas perdidas que parecen no hallar el camino, mejillas pálidas, labios partidos, piel seca y arrugas que se multiplican. Pero, no tengo forma, parezco una ameba, sin formas claras, cambiantes, ágil en movimientos y sobre todo estoy perdida en el interior de los seres. A veces siento arrepentimiento y quiero salir, pero no hallo la salida, ya que estoy instalada en el cuerpo y el afán de devorarlo todo ya es mi vicio. Siempre soy más terrible con aquellas personas que más indefensas están. Toco a las puertas de sus casas sin que me llamen. Provoco molestias sin ser esperada. Ahí está el secreto de mi éxito. Ataco al indefenso, al sin escudo, al falto de alimento, al carente de todo …

    Soy como el ácido que corroe los metales a pasos acelerados; soy como el cáncer que corroe el cuerpo humano. Soy como un fantasma, que acecha cuando menos se lo espera.

    Pero, esto no es todo. Hay quienes me representan como una burbuja, que aumenta de peso constantemente; pero otros no me otorgan forma, como si fuera invisible y no existiera.

    Sin embargo, me sienten: recorro venas, perforo huesos, bloqueo órganos, aprieto músculos, causo dolor cuando emprendo mis viajes. ¿Qué les sucede a todos? No me oyen, ni me ven, sólo sienten mi paso. Algunos me ocultan, otros prefieren ignorarme; mientras que también están los que ni siquiera me sienten cuando duermen.

    Los primeros pretenden cubrir mis huellas con maquillaje, hábil táctica que sólo perdura por un día. Otros prefieren no verme y siguen adelante pretendiendo que no existo; hasta que me hago sentir y ya es tarde. Deplorable. Los últimos van perdiendo fuerzas, se tornan nerviosos y torpes al caminar; ignorantes de mi acción se dejan morir, sin ser protagonistas de la muerte.

    Lamentablemente, como pueden ver, mi combate es duro y constante. Doblegar al hombre no es fácil; pero vencerme es difícil".

    © Dibujo realizado por Graciela Inés Pietryszyn de Gestoso

    ¿Cómo paliar el hambre de un niño; cómo evitar por adelantado sus padecimientos; cómo nutrirlo desde el vientre materno; en definitiva cómo le podemos dar una esperanza de vida …? Muchas preguntas que encierran sólo una respuesta: "compartir". Sin embargo, la acción del ser humano es, a veces, muy lenta o tardía. Es por eso que debemos reflexionar ahora, sin pensarlo, sin detenernos ni un sólo minuto. Es suficiente con conocer las estadísticas, leer los periódicos, ver televisión o escuchar una de las tantas historias que tiene nuestra vida, como ésta … narrada a una corresponsal de televisión, hace ya un largo tiempo.

    Esperanza (Montevideo, Uruguay) nos relata: "Hace muchos años tuve la oportunidad de recorrer Africa, concretamente Etiopía, Rwanda y Uganda, y ver lamentablemente un sin fin de problemas ancestrales en lo que hace a alimentación, vivienda, asistencia social y educación. Sin embargo, pude observar la ardua labor desempeñada por estudiantes, doctores, asistentes sociales y religiosos, muchos de ellos voluntarios, que luchan día a día, a fin de paliar, al menos, algunos de estos problemas. El hermoso paisaje, la sabana africana, la selva tropical y el sonido inalcanzable de la abrumadora naturaleza contrastaban con los rostros de adultos y niños, marcados por años de sufrimiento y dolor.

    Todos mis sentidos fueron afectados y agudizados tan sólo por la mirada de esa gente, que intentaba vivir día a día a pesar de todo.

    Recordé rápidamente todas mis vivencias, comparé éste con otros viajes de trabajo y de placer. Mis recuerdos afloraron y pronto me abrumaron. Llegué a la conclusión de que en diversos lugares de nuestro mundo existen lamentablemente cosas malas en común: indiferencia, hambre, muerte, terror, guerra, miedo, discriminación, desocupación y otras tantas cosas …

    En esa oportunidad conocí a un joven llamado Nikolo, castigado por el tiempo, el clima, el hambre y el hombre. Trabajaba día y noche en una hacienda o rancho, como en esa zona de Africa denominan a las casas y extensiones de tierras en posesión de los terratenientes extranjeros. Para él, el día y la noche eran una misma cosa, no existía distinción y sus jornadas tenían 24 horas. Diferenciaba uno del otro sólo por la temperatura; el sol quemaba su rostro de día y de noche el frío se hacía sentir en sus huesos. Sus días se hacían eternos, su trabajo era una rutina, sus perspectivas de vida no eran muy buenas y, a veces, creía que la muerte rondaba muy cerca.

    Los castigos corporales se hicieron frecuentes y los buenos momentos junto a su familia se tornaron escasos. Desde muy temprano tenía muy claro que su futuro estaba marcado por el dolor y la desesperanza. Sin embargo, seguía adelante sólo por una cosa: su familia. Su base de afectos estaba tan bien cimentada, sus lazos familiares muy bien arraigados y sus esperanzas se centraban sólo en la posibilidad de ver crecer a sus hijos sanos y a salvo. Pedía poco comparado a los deseos que muchas personas tenemos o pedimos en la vida, sin embargo en su mundo, su rutina y su vida diaria eso era mucho pedir. Sus momentos felices eran muy pocos, la angustia lo acechaba, pero él seguía adelante sólo por "amor a los suyos". Sus rudas tareas no lo inquietaban, sus maltratos físicos no eran un impedimento, sus lágrimas se secaban rápidamente y sus sueños intentaban hacerse realidad algún día …".

    © G.N. Gestoso. Huérfano en Uganda; Padre e Hijo en Rwanda.

    Para los economistas, la "pobreza" es una variable más dentro de un conjunto de datos necesarios a fin de analizar situaciones; mientras que para el hombre del común, que la padece, significa un dilema cotidiano que afecta a su familia. Sin embargo, para el resto de la sociedad, la pobreza, el hambre y la tragedia son problemas que afectan sólo a algunos, aunque pasan al lado de todos los miembros de la comunidad. Finalmente, para el Gobierno es una variable que refleja en gran medida sus éxitos y fracasos.

    Ser pobre no significa tan sólo tener "hambre", sino también estar falto de vestimenta, capacidad adquisitiva, educación y de oportunidades de salir adelante en la sociedad.

    El pequeño Dan, de tan sólo 7 años de edad e hijo de familia numerosa, nos revela qué es "ser pobre" para él: "A veces me levanto y quiero un chocolate o dulces y no sólo un pedazo de pan con mermelada y en la escuela veo que mis cosas son pocas al lado de los útiles de mis amigos. Mi ropa es escasa, pero luce bien y limpia y mis juguetes son viejos y compartidos con mis hermanos. No veo a papá hasta la noche y mamá siempre hace la misma comida. Pero se que algún día mi padre me traerá dulces y cuadernos al regresar a casa desde su trabajo. Mis sueños: ser futbolista, viajar y ganar mucho dinero" (Dan, Haifa. Israel).

    Dios es el que hace "sacar el pan de la tierra; el pan que sustenta la vida del hombre" (Salmos CIV: 14-15).

    En Israel, existen sistemas de instituciones estatales que brindan ciertas soluciones a los aspectos vinculados con la pobreza. En los últimos años, los sectores más afectados por la pobreza fueron las familias árabes, obreros y familias numerosas. En lo que hace a los niños, las variables establecidas por la Asociación para la Protección del Menor (APM) reflejan que ya en 1995 un 24% de los niños vivían por debajo de la denominada línea de pobreza. Las estadísticas revelan que en Jerusalén el 37% de los niños son pobres; mientras que en Tel Aviv el porcentaje llegó al 16,9% y en Bnei Brak al 46, 2%.

    Dos de los peligros que más afectan a las familias por debajo de la línea de pobreza, como así también al resto de la comunidad, son los recortes presupuestarios y el desempleo. Los recortes presupuestarios se traducen en la reducción de subsidios y de servicios; mientras que éstos, a su vez, afectan seriamente a los niveles de desempleo. Si bien las estadísticas pueden ser manejables a favor o en contra de un sistema de gobierno o plan de acción social, a fin de brindar una imagen distorcionada de la realidad, éstas parecen reflejar un aumento en la tasa de desocupación, la línea de pobreza y un leve ascenso en la curva de recesión económica.

    La política económica de los últimos años (desde 1996 en adelante) y su tendencia de futuro demuestran que la economía israelí va en camino de un enlentecimiento deliberado por parte de las autoridades al igual que a comienzos de la década del cincuenta y mediados de la década del sesenta (Ioram Gabai, Presidente del directorio de Peilim, Compañía de Administración de Inversiones del Grupo Bank Hapoalim, Israel, 1997). En los últimos años, la sociedad israelí ha pasado por un período de revolución económica interna e integración en el mercado internacional, que le otorgaron tasas de crecimiento económico similares a las de las naciones del sudeste asiático. El gran desafío a que se enfrenta Israel desde el 2000 es mantener esas tendencias. Sin embargo, deberá mantener una valiente economía, a fin de avanzar hacia un nivel de vida como el de Europa occidental (competitividad interna, inversores extranjeros, turismo, depósito de divisas en Israel, tasas de interés, presupuesto y tasas de cambio, entre otras variables).

    Sin embargo, las estadísticas sólo reflejan en parte la real situación económica y social de nuestra comunidad, aunque brindan un alerta a las autoridades, si éstas llegan a percibirlo, acerca de los riesgos que corren algunos sectores de la sociedad. Entre esos riesgos se halla el hambre, uno de los males de nuestro mundo de ayer y de hoy, aquél que corre lenta, aunque profundamente por nuestro ser, y que devasta todo a su paso, sin realizar distinciones: viejos y jóvenes; mujeres y hombres. Es tiempo de actuar y no de hablar; es hora de ser activos y no pasivos; ha llegado el momento de ser solidarios y por sobretodo de "compartir".

    Israel es la "tierra en la cual no comerás el pan con escasez" (Deuteronomio VIII: 9).

    Capítulo 2. "LOS CHICOS DE LA CALLE"

    "Los pasos de la gente no me asustan; me mantienen vivo cada día" (Ioram, Iafo. Israel).

    Como en un sueño muy pesado mi mente recorre un camino tenebroso, muy oscuro, no directo, con piedras en medio de mis pies y un sin fin de miradas que ignoran todo a vuestro paso. Sí, el túnel oscuro y rudo es la ciudad misma y lo que es más irónico el centro mismo de ésta. A sólo unos pasos de ese lugar, un sin fin de luces irradia el acelerado ritmo de los ciudadanos y turistas que apresurados buscan realizar sus compras y dirigirse a sus trabajos o casas.

    Parecen no advertir la presencia de pequeños seres que extienden sus manos en busca de pan, monedas y hasta de una mirada atenta.

    Algunos de ellos abatidos por el frío de la noche o el calor del asfalto diurno parecen descansar cubiertos por un montón de diarios y en algunos de los mejores casos de una manta.

    Mi sueño fue bruscamente cortado al ver cómo uno de esos apresurados transeuntes, sin darse cuenta o compenetrado con sus problemas, se lleva por delante a un pequeño que yacía en la entrada del paso a nivel en la principal avenida de la ciudad.

    No tuve la oportunidad de oir una disculpa. Evidentemente, su vida y sus problemas iban primero y, en consecuencia, llevaban prioridad.

    El llanto de aquel niño fue en vano, ya que nadie se detuvo a ver si él estaba bien, si lo habían lastimado o si necesitaba un cariño. No pude contenerme y me detuve a pesar de mi prisa cotidiana. Bastó una sola mirada para comprender que nos ibamos a conocer y el lenguaje no era un problema. Pronto comprendí que sus ojitos pequeños y muy oscuros buscaban algo más que una moneda. No pude entender cómo podía vivir en ese lugar -según me confesó- desde hacía un mes.

    La calle era su lugar de residencia, de día y de noche, con frío y calor, con lluvia o sol; la vereda era su hogar, su cama un cartón y su brazo una almohada.

    Su estado de desnutrición era evidente; sus piernitas débiles y flaquitas, al igual que sus brazos. En cambio, su vientre lucía desproporcionado y abultado como aquellos de algunos niños de Uganda o Etiopía que nos muestra la televisión. Sus ojos brillosos y sobresaltados. Su mirada triste y perdida, casi sin horizonte.

    Me dijo que tenía seis hermanos, padre y madre; pero que debía reunir dinero para comer. El tenía nueve años y era el mayor de todos ellos, y quien debía, junto a su padre, salir a pedir a las calles. Noté que su estadía en ese sitio no era temporal, ni por horas, así como tampoco casual. Me confesó que desde hacía un tiempo "vivía" allí, ya que su casa estaba lejos y no tenía dinero ni fuerzas para viajar. Inmediatamente, pensé en mi pequeña sobrina de nueve años (en ese entonces) y no pude soportar la angustia. Ioram -así se llama- sacrificaba su vida -ya que el final no está lejos para él y otros menores que viven en la calle- en pos de sus hermanos.

    © Informe presentado ante la Organización Internacional del Trabajo, 2004. Niño de 5 años de edad (República Dominicana).

    ¿Cuántas veces pasamos por una esquina y arrojamos una moneda desde lejos como si jugáramos a embocarla en su latita o pequeña caja?

    Pocas veces he visto a un "ser" detenerse y preguntarles si han comido, si desean un plato de comida caliente, o, tal vez, una taza de leche.

    Aún hoy, a mis 44 años, no resisto ver las calles llenas de residuos, donde la mayor parte de ella es comida desperdiciada. No soporto ver en un restaurante a un fumador cuando apaga su cigarrillo en un plato de comida, no finalizado. Me disgusta ver los cestos de residuos llenos de comida, arrojada sin miramientos.

    ¡Qué nos cuesta un vaso de leche, un pan, o un plato de arroz! Un peso, tal vez un dólar …

    Pensémos en el otro y más si es un bebé, que desde ya tiene sus días contados y no llegará como Ud. a poder darse el lujo de derrochar pan y/o leche.

    Ah, … no les conté el final de esta linda historia; compartí la mejor hamburguesa con mi nuevo amigo, Ioram, hoy en una casa albergue bajo el cuidado de una familia, que lo apadrina y lo lleva cada semana a visitar a su familia.

    No hay que perder nunca la esperanza de hallar una familia con un corazón muy grande.

    Ioram me dijo: "los pasos de la gente no me asustan; me mantienen vivo cada día".

    © Dibujo realizado por Graciela Inés Pietryszyn de Gestoso

    Dibujo pintado por Verónica (11 años, Perú)

    Ya en 1996, el índice de pobreza en Israel superaba el 10 %, afectando a unas 694.000 familias y, en ellas, a 300.000 niños, que viven en situación de indigencia. Si bien hasta ese año los sectores más afectados eran las familias árabes, las familias numerosas y de obreros, hacia 1997 los índices sufrirían cambios y reflejan que los mayores niveles de pobreza castigan a la comunidad religiosa ultraortodoxa, la población no judía y los nuevos inmigrantes de la ex-Unión Soviética. A esto se suma el flagelo de la desocupación, que a fines de 1997 afectó a unas 160.000 personas (Oficina Central de Estadísticas).

    Muchos expertos en la materia y algunos sectores de la comunidad atribuyen este fenómeno a la mano de obra barata, producto -en parte- de la cantidad de trabajadores palestinos y extranjeros en Israel. No obstante, debemos aclarar que esos mismos sectores reconocen ampliamente que estos trabajadores se desempeñan en labores que el israelí no acepta realizar por razones de status social. Sin embargo, existe otro factor por muchos negados como el de la inmigración masiva, que superó las cifras manejas por el Estado o que no contó con la capacitación laboral que se esperaba o no pudo insertarse regularmente en un mundo laboral sofisticado o de alta tecnología como el israelí. En el futuro, las medidas a implementarse deberán ser bien pensadas, oportunas, responsables y productivas a largo plazo, sino serán sólo medidas de emergencia o provisorias, sin efectos positivos en un futuro mediato.

    La pobreza, la desocupación, el maltrato social, el desprecio y el hambre no serán nunca erradicados con la limosna, el subsidio o soluciones mágicas de algún trasnochado. Estos son sólo paliativos de un día, una semana o un mes, que afrentan a la dignidad humana y, en general, están legitimados por ciertas instituciones, que pretenden lograr el descanso eterno o un sueño tranquilo. La solución no reside en el hecho de sacarle al que más tiene para darle al que menos tiene; esto sería tratar de poner un "parche" a una sociedad que requiere una cirugía mayor. Lo correcto sería lograr que aquellos que menos tienen puedan lograr un nivel de vida digno. Lo ideal sería poder trabajar y no esperar recibir la solución mágica caída desde el cielo.

    © G.N. Gestoso. Niña en las calles de México.

    Un recorrido por las calles de Calcuta o Nueva Delhi es la mejor prueba de lo mal repartido que está todo en este mundo cruel …

    En esta oportunidad, Esperanza nos comenta sus vivencias en las calles de la India: "Como relatar algo tan difícil. Como seguir viviendo plenamente después de ver tantos horrores. Un día de trabajo rutinario en estas calles. La noche se acerca, los niños y mayores buscan un rincón en el cual refugiarse, un cartón, una almohada, una manta, el cruel asfalto, una madera en donde descansar (…). La noche se avecina, el miedo reina, hambre, drogas, sed, violencia, qué más (…). Luego de lograr conciliar el sueño por sólo algunas horas, con el estómago vacío, el día se asoma por entre los cestos de basura, los carros abandonados y los edificios en ruinas. Se escucha ese ruido mundano y abrumador de tachos, metales y camiones. Son los recolectores de residuos. Uno de los trabajadores recorre las calles y con su pie va pateando las cajas, como buscando algo. Qué hace? No entiendo. Vamos a ver. El camarógrafo me acompaña y se detiene ante algo aberrante. Algunas cajas de cartón se mueven, otras no. Algunas tienen habitantes vivos, otras no. Qué horror! Son niños! No, por favor, esperen! Qué hacen!, gritamos ambos horrorizados. Lo inesperado sucedió, vimos a los famosos "niños paquetes", así los llaman, a aquellos que duermen en cajas y por las mañanas se mueven o no según su condición de vivos o muertos (…). Torres enormes de cajas pequeñas se asoman en las esquinas de calles solitarias, cajas que ya no se mueven, con habitantes, aunque muertos (…)".

    © G.N. Gestoso. Niños pidiendo en las calles de Calcuta, India.

    Capítulo 3. "LOS CHICOS DEL AUTO-AISLAMIENTO"

    "Nadie puede retornar a la primavera del pasado. Sólo la vida permite el reencuentro".

    Como por casualidad, a lo largo de mi vida, tuve el placer de encontrarme con un grupo de "niños especiales", aquellos que viven en su "pequeño-gran mundo". La ciencia los ha denominado "autistas", ya que se hallan auto-absorbidos en su mundo; se interesan en objetos, pero no en personas, y, frecuentemente, son incapaces de comunicarse mediante un diálogo normal. Estos comportamientos se manifiestan como consecuencia de un serio desorden en las funciones principales del cerebro. La sociedad los describe comúnmente y erróneamente como "absortos" o "huraños".

    Ya hace unos 10 años, por esas cosas de la vida, conocí a niños autistas en un hospital, donde me desempeñaba como "voluntaria" en el área de oncología. En los pasillos, mientras ambos esperábamos nuestros horarios para ingresar al Departamento correspondiente, nos mirábamos con asombro. Dos de esos niños buscaban algo desesperadamente en el pasillo y caminaban de una punta a la otra. Pero, no dejaba de llamarme la atención cómo me observaban discretamente. Por mi parte, trataba de mirarlos disimuladamente para no asustarlos, pero deseaba que se acercaran, a fin de comunicarme con ellos.

    Afortunadamente, hallaron su pequeña pelota de plástico debajo de mi silla. Traté de tomarla, pero uno de ellos se puso a gritar, mientras que el otro se acercó y me acarició la mano, en señal de agradecimiento. Pronto, me di cuenta del problema y traté de consolar al otro pequeño, quien, rápidamente, dejó de llorar.

    Comenzó a mirarme, como buscando consuelo. Me miró atentamente y empezó a tocar mi rostro lentamente. Comprendí que quería comunicarse, pero no podía. Yo no sabía cómo tratarlo, pero creo que fue suficiente con nuestras miradas. Como temiendo cometer un error, empecé a hablarle, pero él no me contestaba, aunque iba cambiando las facciones de su rostro. No puedo explicar cómo, pero nos entendíamos, nos comprendíamos. Usábamos los mismos códigos.

    De pronto me miró a los ojos y empezó a usar las manos. No era autista! Usaba lo que llamamos "dactilología". Por supuesto, yo no entendía nada, ni el sentido exacto de cada movimiento; pero las ideas estaban ahí presentes. De alguna forma nos comunicábamos. El comenzó a enseñarme el "lenguaje de las manos".

    ¡Qué iba a pensar yo que, después de muchos años, utilizaría las señales básicas que ese niño me enseñara, al tratar de comunicarme, luego de reiteradas operaciones de laringe!

    © Dibujo realizado por Graciela Inés Pietryszyn de Gestoso

    Pintado por Irene (7 años, España)

    Regresa a mi mente mi encuentro con un grupo de niños de una comunidad aborígen del norte argentino, tratados durante años como "sordos", "discapacitados", o "anormales". Finalmente, el problema se definió: eran "autistas" en su mayor parte; mientras que los otros (pocos de ellos) no hablaban porque no escuchaban (eran "sordos" o "hipoacúsicos").

    El niño autista se concentra en su propia intimidad, se desinteresa por el mundo exterior. Al margen de su incomunicación con los demás, se caracterizan por una ansiedad o tensión ante cualquier cambio a su alrededor, un desarrollo lento de su capacidad intelectual y arrebatos de enfado sin razón aparente.

    El autismo es uno de los síndromes más difíciles de diagnosticar y está incluido en la categoría de "discapacidad en el desarrollo de un niño".

    A través de los dibujos podemos observar que hay una lucha interna por comunicarse y, a la vez, por encerrarse en sí mismos. Su mundo está inmerso en un complejo de extrañas sensaciones, como si nos sumergiéramos en un túnel sin tiempo, sin salida, sin luz; algo así como un "viaje sin retorno".

    Alguien me dijo una vez que son como un niño dentro de una "burbuja". Esa burbuja es como una cárcel para el mundo exterior; pero para el niño es su "refugio", le brinda tranquilidad y concentración, aunque ese mismo "microcosmos" lo encierra, aisla y torna agresivo.

    "Cómo contarles cómo me siento. Soy una pequeña burbuja que rueda, rueda y cae, golpeándose contra todo y en todo momento. Pero, a pesar de esos golpes, siempre vuelvo a mi estado anterior, como si fuera una ameba, o una porción de gelatina. Todo se me hace confuso, veo todo negro y los sonidos se unen a un compás que no logro comprender. Trato de salir, pero no puedo. Mi burbuja me lo impide, su capa resistente a mi llanto y reclamos no me deja escapar. Sin embargo, mi pequeño mundo es cómodo, tranquilo y silencioso. ¿Por qué debo dejarlo? ¿Qué hay allí afuera? ¿A qué le temo? ¿O, de qué huyo? ¿Por qué me refugio en mi burbuja?

    Probablemente, mi burbuja es inteligente y allá afuera no haya nada interesante. A través de ella, puedo observar el "mundo real", pero sólo en parte. Todo se mueve aceleradamente, todos corren y nadie se detiene.

    Pero, en medio de ese mundo avasallador, puedo divisar un espacio verde, como un gran pulmón, que mantiene viva a la ciudad, que la hace respirar, latir, sentir … , y en él un sin fin de sonidos se hacen sentir entre aquellos árboles que parecen florecer. Comienzo a sentir el canto de los pájaros, que vuelan alrededor de su pequeño árbol. El sonido de su canto parece atraerme como un imán, que me acerca, me moviliza, pero lentamente. Mi ser parece dormido, pero, sin embargo, avanzo lentamente hacia ese espacio verde. Me resisto a salir de mi mundo, pero allí existe algo que me llama y atrae.

    Evidentemente, mi mundo me encierra y proteje; pero allá afuera hay algo que vale la pena intentar, ver, sentir o vivir. Siento como que alguien me expulsa a un nuevo mundo, extraño y ajeno; obligándome a abandonar mi pequeño mundo, mi "burbuja", lo conocido. lo seguro. Pienso para mi mismo, que es un desafío, con riesgos y, tal vez, mi propio fin.

    Sin embargo, para mi familia y gente amiga éste no es el fin, sino el comienzo de una nueva posibilidad y de una nueva vida.

    En verdad, mi "burbuja" me da calor, me proteje del frío, me da seguridad, me mantiene con vida. Pero, se que en este paso no estoy solo, sino que me esperan los brazos de mis padres, dispuestos a ayudarme.

    Hasta ahora recibí y no lo comprendí; ahora llega una nueva etapa: la de compartir, de luchar por la vida, de dar y recibir, de sentir, comunicarse y, en definitiva, la de "vivir la vida" a pleno.

    Vale la pena intentarlo …".

    Hoy en día, el autismo no es considerado como un "mal incurable" o un "fantasma", ya que muchos niños realizan tratamientos especiales, junto a sus familias, que los conducen al logro de ciertas mejorías y, en algunos casos, a la recuperación de su mundo afectivo y social. He participado en tres proyectos especiales en Guatemala, Brasil, Argentina y Bolivia, en los que se combinan la música clásica, los juegos con balones y pelotas, la pintura mural y el contacto con animales (principalmente con conejos y gatos); actividades que ayudan considerablemente a estos niños.

    Capítulo 4. "SOLOS POR EL MUNDO"

    "Al comienzo mi vida parecía un sueño, pero mis sueños espero le cambien la vida a muchos niños" (Juan. Buenos Aires. Argentina).

    "En mi adultez, me sorprendió la noticia de que era "hijo adoptivo", ya que mis padres habían muerto en un accidente, cuando era un niño, o mejor dicho tan sólo un bebé. Mi realidad fue diferente a la de otros niños huérfanos, que viven en un orfanato o son derivados a diferentes familias adoptivas por una asistente social hasta que los reinsertan en la sociedad. Fui adoptado desde el vamos, sin saberlo; fui protegido desde mi niñez por una familia, que me dió todo su amor, comprensión, compañía y protección. Crecí sin mayores problemas y llegué a ser un hombre, como cualquier otro.

    Fui afortunado y hoy puedo expresar mi gratitud y alegría de haber hallado un "hogar", pleno de amor y vida.

    No voy a negar que me lo comunicaron de grande y, en consecuencia, fue un golpe duro en un primer momento. Lentamente, comprendí que lo hicieron para protegerme, para evitarme el dolor y las miradas sutiles de muchos, que aún hoy señalan con su dedo acusador y justiciero al "diferente", al que no es como ellos.

    Por otra parte, en general, se recomienda decir al niño que es adoptivo desde muy pequeño, desde el momento en que se cree que es capaz de comprender su situación.

    Sin embargo, es curioso, mi mejor amiga es adoptiva y se lo dijeron desde pequeña y recuerdo nuestras largas charlas, sus conflictos, sus caprichos y mis consejos. Cada vida es un mundo y, realmente, no sabría decir qué es mejor. No existen reglas, pero si yo debiera elegir, hoy, como adulto y padre, se lo diría desde pequeño. Me esforzaría junto a mi esposa para que el pequeño entendiera y si fuera necesario recurriría a la ayuda de un profesional.

    La vida siempre encerrará misterios, sueños y realidades".

    © Dibujo realizado por Graciela Inés Pietryszyn de Gestoso

    Sí, la vida será siempre un misterio, aunque real y presente en todas nuestras etapas de crecimiento. Pero también, la vida está inundada de sueños, propios de cada ciclo vital. Hay un viejo dicho que dice que hay historias personales, vivencias, que parecen sueños, y sueños que llegaron a cambiar la historia.

    Sin embargo, la vida tiene realidades, crueles, lindas, agradables y deplorables. Todo un sin fin de posibilidades que hay que aceptar o rechazar, pero que ahí están … Todo ser vivo conserva en su memoria colectiva y/o ancestral las huellas de sus antepasados, que reflejan el paso a otra etapa y a otra … Es necesario que un ciclo termine para abrir paso al siguiente y así hasta el final.

    Creo que aquel pequeño huérfano, hecho hombre a los golpes o adulto por amor, hoy puede decir que la "vida no se nos quita, sino que somos participados a elegir el camino y a decir si apostamos a vivirla".

    Y realmente Juan apostó no sólo a su propia vida y a la de su familia, sino también a la de muchos niños que estaban "solos por el mundo" y ya no lo estarán más, gracias a Juan y otros voluntarios de UNICEF y tantas otras organizaciones y familias.

    La vida de Juan parecía un sueño, pero sus sueños le cambiaron la vida a muchos niños.

    Capítulo 5. "EL FANTASMA DE LA MUERTE"

    Noé bendijo al fénix al exclamar: "¡Quiera Dios que nunca mueras!" (B. Sanhedrin 108 b).

    "Después de leer varias veces en mi vida el libro del Génesis y otros de la Biblia, advertí que mi vida reflejaba, en parte, el mito del fénix. No me refiero precisamente a la inmortalidad, sino a que renací luego de casi diez años de fuerza, coraje y perseverancia.

    Pero no me considero una heroína, sino por el contrario una "sobreviviente".

    Pensé muchas veces si realmente era importante o significativo contarles mi pequeña historia. Sin embargo, luego de muchos años decidí hacerlo sin ocultamientos y narrando toda la "verdad".

    Mi sostén fue mi familia, mis amigos y alumnos. Aún hoy me escriben extensas cartas o cariñosos mensajes por medio de la computadora para saber cómo está su joven "profe", como ellos me llaman. Fueron mi mejor remedio, mi antídoto contra la muerte.

    Asimismo, el bastón en el cual me sostuve fue mi madre, que pasó cada noche, cada día, cada fin de semana junto a mí, y fue mis ojos, cuando no podía ver debido a la medicación, y mi voz, cuando no podía hablar a raíz de tantas operaciones. Aún hoy, estando tan lejos, la siento junto a mí.

    Recuerdo cada día a mis doctores, su tenacidad, entereza, cariño y paciencia.

    Mis caprichos, soberbia y omnipotencia molestaron a muchos, que quisieron acercarse y no pudieron. Sin embargo, a veces pienso que esa fortaleza desmedida, esos arrebatos sorprendentes y esa omnipotencia increíble, fueron los que me mantuvieron con vida" (Noemí, Buenos Aires. Argentina).

    Así me describía mi hermana "por elección" (Graciela Inés, Buenos Aires, Argentina) … en sus -por ella titulados- "Tres deseos":

    "Igual que los chicos … pedía tres deseos: al apagar las velitas de la torta: ‘Que Ella se cure, que Ella se cure, que Ella se cure’, al pararme debajo del Viaducto, cuando pasa el tren: ‘Que Ella se cure, que Ella se cure, que Ella se cure’, al ver caer una estrella: ‘Que Ella se cure, que Ella se cure, que Ella se cure’ …

    Igual que los chicos, que no saben que la fe permite creer que lo imposible pasará, porque para ellos no hay imposibles porque su inocencia les permite creer que lo imposible no existe.

    Esa misma inocencia infantil que aún conservaba escondida, era la que me hacía repetir una y otra vez: ‘Que Ella se cure, que Ella se cure, que Ella se cure’.

    Necesitaba confiar desesperadamente en algo, en Alguien, no importaba si tenía que relegar mis propios deseos, el renunciamiento valía la pena, no quería nada para mí … ‘Que Ella se cure…’.

    A veces, muchas veces, la realidad de su dolor, sus ojos extraviados mirando no sabía a qué o a quién, sus escapadas a la niñez, sus caprichos o sus sombríos reclamos, me hacían dudar de la eficacia de la magia de mis deseos. El encanto de las estrellas fugaces y la letanía de mis oraciones no alcanzaban para producir el milagro … ‘Que Ella se cure’…

    Se necesitaron algunas cosas más, no demasiadas, pero sí las esenciales: la callada abnegación maternal, la firme decisión de vivir, el amor dado más que el exigido, la voluntad de seguir parada y adelante, la presencia incondicional de los seres más queridos, en suma: el amor, el de Ella y el de los demás.

    Después de tantos años de esperar y de desesperar, de marchas y contramarchas, avanzando y retrocediendo, ganando y perdiendo batallas frente al enemigo, finalmente El Deseo se cumplió. Se que que es infantil, y hasta inmaduro el pensamiento, pero me gusta fantasear y soñar con que dentro de aquella mezcla de coraje, decisión, amor, voluntad y fe que fueron necesarias para lograrlo, una pizca de mis deseos de velitas de cumpleaños, de trenes y estrellas perdidas, se entremezclan con el brillo de tus enormes ojos negros al decirme: ‘Estoy curada’".

    Se ha hablado mucho del cáncer, su tratamiento y sus posibles orígenes, pero, ¿Quién puede decir cuál es el comportamiento correcto, la actitud medida, si uno se está muriendo?

    Sí, muchos opinaban y creían saber más que los doctores. Todos eran médicos, psicólogos o justicieros. Pero, la mayor parte de ellos no hacía nada … sólo hablar o criticar o juzgar durante tanto tiempo. Otros se lamentaban o indirectamente reprochaban sobre lo que podrían haber hecho o estudiado o visitado si no hubiesen perdido aquellas horas al visitarme en mi lecho de enferma. Espero hoy en día esas mismas personas sepan aprovechar mejor las horas y recuperen el tiempo "perdido".

    Sin embargo, debo destacar la perseverancia y apoyo de un grupo de familiares y amigos, que estuvieron conmigo en las buenas y en las malas.

    ¡Qué decirles de la amistad!: "La amistad acrece la felicidad y abate la angustia, doblando nuestra alegría y menguando nuestro dolor" (Graciela Inés, Buenos Aires, Argentina).

    Pero, no es tiempo de reproches, ni de amarguras, sino de disfrutar de la vida.

    No, no me olvidé de la carta de un amigo –Luis (Buenos Aires, Argentina)- que me acompañó también en las buenas y en las malas …

    "Es difícil referirse a una persona afectada por una enfermedad terminal, en especial cuando el que escribe no ha pasado por ese trance. La dificultad mayor estriba en la imposibildad de ubicarse en el lugar del enfermo, por eso intentaré expresarme de la mejor manera posible, evitando torpezas.

    Te conocí en la Sala de Profesores de una conocida Universidad privada, en la que te desempeñabas como profesora; mientras que yo sólo era un simple empleado. Me llamaron la atención tu aspecto enfermizo y, a la vez, tu belleza: morena, de aire exótico, podría suponerse que sos árabe o sefaradí, por tus grandes ojos oscuros y tus afiladas facciones orientales.

     

    Frecuentemente, llegabas al trabajo con vendajes en el cuello o un brazo en cabestrillo. No recuerdo exactamente cómo o a través de quién, pero me enteré que tenías cáncer y que únicamente te levantabas de la cama para dictar clases, debido a tu estado de debilidad. Pronto noté la gravedad del caso al verte con un gorro de lana, que no llevabas debido a las bajas temperaturas de Buenos Aires, sino a la caída de tu cabello por causa de la quimioterapia.

    Hablabas de tu enfermedad con una naturalidad valiente y no te autocompadecías. El mal no era el centro de tu vida; tu mayor preocupación, tu pasión, era seguir dictando clases. Los alumnos se contagiaban de tu entusiasmo y te demoraban después de hora para seguir aprendiendo algo más sobre los cretenses, los súmeros, el misterioso faraón Akhenaton y otras tantas cosas fascinantes de la historia de aquellos países remotos …

    Al regresar de cada clase, tu rostro era otro y tu andar se tornaba mucho más ágil.

    Finalmente, una tarde llegaste exultante; tus doctores habían ubicado el foco de tu enfermedad y suponían que mejorarías notablemente. Y así sucedió … No pude soportar la emoción y te abracé.

    Hoy, pasados muchos meses, supongo que te salvaron dos grandes virtudes: tu fe y las ganas de salir adelante. En otras palabras tomaste una gran decisión: la de vivir, en definitiva la de cumplir con tu misión.

    Una reflexión de café

    Lo que es imposible para la mayoría de los hombres, sólo unos pocos lo pueden hacer, pero con un esfuerzo sobrehumano, con la desesperada decisión de querer hacerlo.

    En tu caso ocurrió de esta misma forma: querías vivir y nada más …".

    Recuerdo a mi doctor, cuando me preguntó "¿Qué quiere hacer con su vida?" Yo le respondí: "Seguir ayudando a los niños, enseñando, investigando …". El volvió a preguntar: "¿Qué quiere hacer para ‘Usted’?". Me paralizó con una pregunta muy sencilla, pero que encerraba todos los "No", que me había impuesto en la vida, en mi vida. Hasta entonces había vivido la vida para otros, ayudado, sufrido …, pero para el otro.

    Y ¿qué hay de mí … ? Mi doctor tenía razón.

    Hice lo que me vino en gana y comencé a escribir este libro, a viajar por Medio Oriente y me propuse vivir la "vida". Tan sólo así de simple. Tomé a la vida como una larga escalera, donde cada escalón era un día, un desafío más.

    Recuerdo al pequeño Damián, abandonado por su familia, no por razones económicas, sino porque tenía cáncer. Con tan sólo cinco años y cara de bebé me dió una lección de vida. Esperaba ansioso los jueves y sábados, días de visita y salidas. Ibamos al parque más cercano al hospital y compartíamos un gran helado. A veces buscábamos desesperadamente un copo de nieve; sí, de esos que se pegotean en todo el rostro y a veces en el cabello de alguien que pasa distraído o muy cerca.

    Recuerdo sus ojitos celestes, su sonrisa, su boca grande y llena de chocolate, su cabello rubio, casi dorado como un rayo de sol. ¡Qué decirles del pequeño Damián … ! Me fascinó tanto ese niño, que hasta pensé en adoptarlo; pero los doctores me dijeron que no teníamos tiempo. El pequeño se moría y mi vida futura no estaba garantizada tampoco.

    Comenzamos con madres, doctores y voluntarios a realizar una sala de juegos para los niños hospitalizados. Empecé a llamar a cuanta compañía había en la guía y solicité donaciones de leche, pañales y juegos didácticos.

    No recuerdo haber estado tan feliz como aquél "Día del niño" de 1993. Los juguetes nos invadieron. Las enfermeras y voluntarios no dabamos a vasto con los juguetes. No quiero acordarme de la cara de algunos doctores, que debieron envolver los regalitos y hacer moños. Lindos tiempos aquellos …!

    Pero, todo no era dicha y alegría, ver morir a un niño no es nada nuevo en un hospital y menos para los doctores. Sin embargo, para los voluntarios y sobre todo para los más jóvenes es todo un proceso. Cuántas veces llegaba por la mañana del jueves con una amplia sonrisa y caramelos, y mi rostro cambiaba al ver los ojos tristes de las enfermeras, que con pretextos me enviaban a ver a otros niños nuevos.

    Rápidamente, comprendía que algo malo había pasado, alguien faltaba, uno de "mis bebés" había partido para siempre. La angustia invadía mi cuerpo y alma, y debía resistir, ya que otros pequeños necesitaban ayuda, una mamadera, un pañal nuevo o el canto diario para dormirse.

    Vi morir a muchos y algunos de ellos se durmieron para siempre en mis brazos en los lugares más remotos de Rwanda y Uganda, o en el mismo centro metropolitano de Buenos Aires. Todos ellos bebés; niños que nunca llegarían a crecer.

    Por un tiempo, tuve que alejarme, ya que afectaba a mi propia recuperación.

    Me concentré en mis estudios, mis investigaciones, mi familia, amigos y estudiantes. No obstante, nunca dejé de colaborar en esta lucha contra el cáncer, que es una enfermedad considerada terminal, pero que no es imposible de vencer. El cáncer se cura y no contagia, como aún muchos creen después del 2000.

    Hago votos para que los científicos y médicos sigan desarrollando sus proyectos e investigaciones y dejen discípulos, que son su mejor inversión y capital.

    ¡Qué la luz de la antorcha no se apague y siga iluminando a las generaciones venideras! A todos esos doctores y científicos vaya nuestro homenaje y respeto:

    "Gracias, por darnos una esperanza de vida".

     

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