- Prólogo
- Biología uritorqueana
- El subsuelo de la historia
- Monstruos alados, vampiros y pirómanos
- Fantasías oficiales
- Palabras finales
El famoso Cerro Uritorco, escenario de relatos e historias esotéricas y ufológicas desde 1986.
"( ) El loco no se preocupa por tener una lógica,
avanza por cortocircuitos. Para él, todo demuestra
todo. El loco tiene una idea fija, y todo lo que encuentra
le sirve para confirmarla. Al loco se le reconoce porque
se salta la obligación de probar lo que se dice, porque
siempre está dispuesto a recibir revelaciones."
Umberto Eco, El Péndulo de Foucault, Pág. 96.
Más allá de las misteriosas luces que supuestamente sobrevuelan el Uritorco todas las noches (según afirman legiones de creyentes y grupos místico-esotéricos que pululan a sus pies), la sombra del famoso cerro es densa, muy oscura, penetrante y hasta peligrosa en más de un aspecto.
Su historia es la de un proceso de mediana duración, como dirían los historiadores de la Escuela de Annales. Llevó tres décadas convertirlo en una realidad. Treinta años en los cuales, un pueblito serrano (que hacia mediados de la década de 1980 estaba prácticamente en la bancarrota) se terminó convirtiendo en una de las principales mecas del turismo místico y ufológico del mundo, compartiendo esa suerte con otros sitios, como la ciudad de Roswell (EE.UU.), Molekba (Rusia), San Clemente (Chile) y el desierto de Chilca (Perú).
En todos estos casos, el milagro económico regional provino del cielo, de la mano de hipotéticos extraterrestres, desencadenando un fenómeno social inédito en el país, digno de ser analizado, y en el que las extrañas entidades alienígenas terminaron fundiéndose con un ejército de iluminados sabios, tarotistas, sanadores, chamanes y contactados (entre otros rubros) que modificaron no sólo el componente demográfico de la localidad, sino también el parco y bucólico espíritu serrano, su economía, su propaganda y ofertas turísticas. Sin hablar de la actitud de la dirigencia política hacia los extraordinarios fenómenos que sostienen allí se producen.
Hoy en día, la ciudad de Capilla del Monte, en la base misma del cerro Uritorco, vive de un relato imaginario que posee una fuerza sorprendente, sólo posible en el contexto de un renacido pensamiento mágico, irracional por definición, y sustentado en el irrebatible argumento de la fe. Los rasgos religiosos y sectarios de esas creencias, adosados al fanatismo que desencadenan y los argumentos conspirativos en las que se sostienen, se ven apoyados, además, por el negocio que en él ven los medios masivos de comunicación, ajenos en su mayoría a la crítica y partícipes en el asunto a través de lo que el periodista-investigador Alejandro Agostinelli denomina, muy acertadamente, "percepción selectiva moldeada por los medios"[1], que, en gran parte, es una de las principales responsables de las historias que circulan y del éxito de la región.
Los marcianos han llegado para quedarse. Se aquerenciaron en las cercanías del Uritorco. Son parte ya de las artesanías locales. Han desplazado al típico burrito de las postales antiguas. La expansiva metástasis que han protagonizado llevó a muchos a elaborar las más delirantes elucubraciones. Desde aquellas que van de los simples platos voladores, pasando por la existencia subterránea de una ciudad llamada Erks, hasta llegar al encumbramiento de personajes que aseguran hablar con sus habitantes intraterrenos o tener conexión telepática con comandantes de otras galaxias; sin dejar, claro, de referirnos a los curanderos y chamanes New Age que, con suspicaz diplomacia (caso contrario serían acusados de ejercicio ilegal de la medicina) anuncian, a los cuatro vientos, armonizaciones (curaciones) tanto del cuerpo como del alma.
Herederos de la parsimonia y paz interior que David Carradine supo imprimirle al personaje de Kwai Chang Caine, en la serie televisiva Kung Fu (antes de morir a solas en un hotel de Tailandia mientras practicaba juegos masturbatorios masoquistas), decenas de hombres y mujeres viven y se acercan al Uritorco buscando desacelerarse, hacerse Uno con la naturaleza, alcanzar una cosmovisión holística olvidada y, de paso, sostener económicamente a un municipio que ya no duda en poner la cabeza de un extraterrestre en el cartel oficial que da la bienvenida al pueblo.
El presente artículo surgió a raíz de una frase que escuché muchas veces, en oportunidad de participar en charlas informales y ceremonias místicas en las inmediaciones del Uritorco. "Todo esto no le hace mal a nadie", decían, en tanto los iniciados del grupo aseguraban estar en contacto con etéreos Hermanos Superiores, pretendiendo poner en equilibrio el espectro vibracional interno a fin de alcanzar la siempre buscada salud y paz interior. "Es inofensivo", repetían.
No estoy tan seguro de que sea así.
Como bien dijo Umberto Eco en su novela El Péndulo de Foucault, "la experiencia de lo numinoso no puede durar mucho tiempo sin trastornar la mente".[2] Y si de trastornados hablamos, todas las localidades místicas poseen el extraño privilegio de reunirlos de a miles, retroalimentándose mutuamente en su delirante manera de interpretar la realidad, encontrando señales por todas partes y sintiéndose unos elegidos.
Cerros como el Uritorco se convierten así en un ágora de elucubraciones fantásticas. Un espacio ajeno a la crítica y en el que toda opinión disonante se transforma en una amenaza a la que hay que atacar frontalmente, porque pone en peligro los intereses del pueblo y su gente (que viven y mantienen sus negocios sosteniendo historias maravillosas).
No está permitido rebatir nada. No hay que buscar pruebas de nada. Según dicen, "sólo basta abrir el corazón a experiencias nuevas y espirituales". Prohibido está atentar contra la opinión dominante. Es políticamente incorrecto tomar el camino del escepticismo. Las difusas y permeables fronteras entre la fantasía y la realidad no deben cuestionarse y la preeminencia de lo sobrenatural tiene que ser aceptada, como lo hacían los campesinos de la Edad Media.
La exigencia de "una mente abierta" no encuentra su correlato del lado de los superados maestros del hermetismo. Son ellos los que la tienen bien cerrada, negando, obviando y ocultando, las explicaciones que pretenden desechar el origen extraterrestre de los fenómenos a los que les rinden culto. De ahí las estrambóticas maquinaciones intelectuales que circulan y se publican a diario, sin que ningún local levante la mano diciendo: "Perdón, pero eso, creo, que es mentira".
¿Realmente todo esto no le hace mal a nadie?
¿Es lícito formar (deformar) a miles de personas con mentiras e inventos descarados o teorías delirantes que no merecen el más mínimo análisis racional? ¿No traerá consecuencias negativas? ¿Hasta qué punto el neo-espiritualismo y sus derivados esotéricos son por completo inofensivos? ¿Acaso no es dable encontrar, camuflada con ondas de amor y paz, una ideología con profundos nexos en el individualismo más extremo, aderezado con un ideario pro-nazi de base expansionista? ¿No estaremos ante un nuevo embate contra el pensamiento de la modernidad? ¿O es acaso, como pretenden muchos, una búsqueda espiritual derivada de la insatisfacción existencial a la que nos arrastró el frío racionalismo desde el siglo XVIII?
Hoy sabemos que la Idea de Progreso es un mito. La historia demuestra que las sociedades avanzan y retroceden. Que dos pasos hacia adelante implican, tarde o temprano, tres hacia atrás; y que juzgar ese proceso es algo subjetivo y moldeado por el contexto histórico. Por ende, ¿no serán ellos, los heterodoxos acólitos a esta nueva y delirante pedagogía de la liberación esotérica, los que, comprometidos, denuncian nuestras carencias, atentando abiertamente y sin prurito, contra una cosmovisión cientificista basada en un progreso indefinido por completo falso?
En lo personal, creo que la transición (crisis) que estamos notando desde hace décadas, demuestra en gran parte lo que acabamos de decir. De ahí el debate, la crítica y la sorpresa que experimentan los que formados dentro de un marco de racionalidad científica. Es que las creencias arriba señaladas nos ponen frente a un sendero que tiene más certezas que preguntas. Más verdades reveladas que dudas; denotando así la emergencia de una cosmovisión maravillosa en la que lo sobrenatural ya no sorprende ni moviliza; y es aceptado como parte de una realidad que mezcla alienígenas, seres espirituales, gnomos e intraterrestres, sin aparente contradicciones.
Época interesante la nuestra. Aunque todas, en menor o mayor grado lo son cuando analizamos los aspectos que tratamos en este artículo. Es que, ya sea guiado por una postura disconforme ante la interpretación dominante de realidad o motivado por un supuesto romanticismo a-histórico, que atraviesa las edades a modo de subversivo cultural, desestabilizando el relato académico de lo que llaman "ciencia oficial", lo mágico y lo sobrenatural siempre han estado presentes. Pareciera que se agitan dentro del ser humano sin tener en cuenta el calendario; aunque encuentren, en determinados contextos, intersticios más grandes que en otros. Especialmente en época crisis, como la nuestra.
El fin de los grandes relatos (el cristiano, el iluminista, el marxista), síntoma que muchos adjudican a la posmodernidad, abrió posibilidades enormes para que lugares como el Uritorco se convirtieran en lo que hoy son: nidos de nuevas mitologías que tal vez con el tiempo terminen imponiéndose, modificando la cosmovisión racionalista en la que nos hemos formado.
Pero esto es sólo una especulación. No somos profetas. Es imposible probar lo que decimos. Las posibilidades a futuro son infinitas e imprevisibles.
De todos modos, si conceptualizamos el debate vigente como una guerra, no cabe duda de que vamos perdiendo batallas importantes. Especialmente la que nos conecta con el gran público.
Capilla del Monte, con su famoso cerro y la excéntrica fauna que vive bajo su sombra, es el mejor ejemplo de ello.
Aunque no está todo dicho.
Todavía hay esperanzas. En 1940 nadie suponía que el nazismo tenía los días contados y que sólo cinco años más tarde el Reich de Mil Años estaría destruido.
Queda mucha tela por cortar. Muchas preguntas por responder. Treinta años (que es el lapso que tiene el Uritorco en el Top Five del turismo místico y ufológico) no son nada. Consignemos, entonces, parte de esa historia y tratemos de ver si las creencias y prácticas que hoy se comercializan en la zona son tan inocuas como muchos pretenden.
Buenos Aires. Marzo 2016.
PARTE 1
"No siempre se puede evacuar la ignorancia
o la estupidez con una sonrisa o
un encogimiento de hombros."
Jean Pierre Adam, Recomponiendo el Pasado, Pág. 59
No recuerdo haber leído nunca sobre la presencia de extraterrestres negros o con rasgos africanos. Ni siquiera en Capilla del Monte, plagada de representaciones de alienígenas, pude encontrar uno solo. Los hay verdes, verde-claro, celestes, amarillos y rubios, hasta transparentes, pero no negros. Lo máximo a lo que podemos aspirar es toparnos con los malvados "grises". Y resulta sintomático que sea esa tonalidad (la más oscura) la que encarne, en el imaginario ufológico de la región (y en casi todas partes) al "visitante" maligno por antonomasia: menudo, escurridizo, sin rasgos identificatorios claros (son todos iguales), proclives al secuestro de personas y sádicos verdugos en sesiones muy tecnificadas (según testimonian los supuestos abducidos). Nadie los asocia con los Hermanos Superiores venidos del espacio exterior, o con los intraterrestres de la subterránea ciudad de Erks. Ni siquiera con los aborígenes que antaño poblaron los valles de Córdoba, los comechingones; que al decir de los místicos encargados de inventar la historia de esa etnia, eran altos, de piel clara, barbados y con cabello rubio. Un estereotipo comprensible de "perfección" cuando advertimos que esos autores imaginativos eran abiertamente adeptos a una ideología pro-nazi, racista y admiradora de la mítica superioridad aria.
El imaginario biológico extraterrestre de esos escritores, imitó (e imita) tal vez sin saberlo concientemente, los pasos que siguió la novelística decimonónica, cuando se arriesgó a incursionar en lo que después se llamaría ciencia-ficción. Esas viejas novelas de viajes al espacio, especialmente a la Luna y Marte, se convirtieron en un semillero riquísimo, en el que abrevaron posteriormente muchos pseudo-investigadores, aumentando, así, el universo de alteridades que nutre a la mitología contemporánea referida a los ovnis.
Es que la teoría de la evolución de Darwin (1859), por aquellos días en cartel, dio para fantasear cualquier cosa. Una galería enorme de seres fantásticos y diferentes, nutrieron las páginas de esos libros pasatistas, manteniendo los mismos prejuicios racistas que los europeos volcaban en su diarios de viajes y exploraciones (de gran éxito editorial, por supuesto). En ambos géneros literarios, siempre, los más negros o cetrinos eran los que más se acercaban al mono. Los más simiescos. Los más primitivos y violentos. Los que quedaban al margen de la civilización y el Progreso; que, como era de prever, siempre era de color blanco.
África y Sudamérica, arrastrando su eterna y agónica condición de subdesarrollo, fueron pobladas de seres asalvajados. Morochos semihumanos proclives, como los "grises", a cometer las monstruosidades más descabelladas; siempre y cuando, claro está, no estuvieran emparentados con los proto-arios (como escribió el argentino Guillermo Alfredo Terrera) o con seres provenientes de otros mundos (como especulaba el hotelero suizo Eric von Däniken).
Sólo en estos dos casos los nativos alcanzaban el nivel de espiritualismo más alto, las creencias y rituales más evolucionados; en coincidencia con una piel clara.
El mito de las tribus blancas irrumpió en el imaginario cada vez que los occidentales entraron en lugares adonde no habían sido llamados y se toparon con logros culturales que creyeron estaban muy por encima de la capacidad mental de los aborígenes.
Con los comechingones, que habitaron en las inmediaciones del Uritorco, pasó algo parecido. De otro modo, ¿cómo era posible que "simples indios" (sin ser blancos, altos y rubios) hubieran alcanzado un nivel espiritual tan elevado, tener contacto con las entidades lumínicas de Erks o ser los depositarios, incluso, del Santo Grial y el mentado Bastón de Mando o Simihuinqui, construido, según Terrera, por el dios Wotan, proveniente de Hiperbórea?
Para los que estudiaron el caso desde una perspectiva mística, sin documentos históricos (que para el caso de la etnia en cuestión son casi inexistentes) y elevando el nivel de la imaginación por las nubes, resultó más que lógico "descubrir" que los comechingones tenían las condiciones raciales ideales para convertirse en un pueblo sorprende. Casi de otro mundo.
Hay muy poca inocencia en estos relatos.
Por otra parte, el lucrativo y hermético imaginario capillense no se limitó sólo a destilar el enmascarado discurso racista a través del color de la piel.[3] La pigmentocracia local no bastaba y hubo que acudir también a la forma, al tamaño y a un último recurso extremo: la materialidad de los seres que pueblan los relatos.
De acuerdo con la moderna mitología, los "visitantes" que acuden o salen del Uritorco suelen tener un rasgo distintivo: enormes cabezas. Esto se observa claramente en la iconografía kitsch que decora la calle principal de Capilla del Monte (La Techada), en la que extraterrestres cabezones y simpáticos invitan a los turistas a comprar artesanías cósmicas. En este sentido, los malignos "grises" constituyen el mejor ejemplo. Pero aquí ya no importa tanto el color que tengan, sino el porqué de esa difundida macrocefalia.
Icono típico en las calles de Capilla del Monte
Si hojeamos la tradición literaria al respecto, veremos, otra vez, cómo una simplificada interpretación del evolucionismo actuó en todo el asunto.
Desde la segunda mitad del siglo XIX, la mitología científica hizo creer que un cerebro que progresaba requería de un volumen craneano cada vez más grande. Cuanto más inteligente, más cabezones; y a mayor cráneo, menor esfuerzo físico. Por ese motivo, los hipotéticos alienígenas (siempre más listos que nosotros) verían reducido el resto de los órganos del cuerpo a medida que evolucionaban intelectualmente. ¿Será por eso que debajo del cuello se exhiben tan chiquititos y raquíticos?
En este imaginario proceso evolutivo, ideado por la literatura (y que, insistimos, fue tomado después por los especialistas en ovnis), sólo fue cuestión de tiempo para que las Entidades Biológicas Extraterrestres (EBE) más desarrolladas se convirtieran únicamente en una gran cabeza con tentáculos.
Pero la inteligencia tampoco bastó. La razón con base orgánica era insuficiente.
Cuando la New Age empezó a condimentar la cuestión con ondas de amor y paz, mezclando a los ovnis con el orientalismo y las prácticas chamánicas, el yoga, la angelología, el espiritismo y la constante superación del alma, no fue extraño que los "especialistas" empezaran destacar el extraordinario desarrollo espiritual de esos seres superiores (Hermanos, en el lenguaje capillense); y con muy poco esfuerzo llegaron a imaginarlos totalmente inmateriales. Seres de luz. El nivel evolutivo más alto. Energía pura. Las luces del Uritorco.
Supuesto Ser de Luz conocido como el Sacerdote Witaicón
En síntesis, en el Uritorco los extraterrestres se volvieron etéreos. Tras un proceso evolutivo que no requirió de fósiles para ser confirmado, creyentes y gurús, guías de turismo y ufólogos New Age, sostuvieron con una seguridad obispal que eran (son) manifestaciones puras de energía inteligente y que toda la zona, por sus extraordinarias propiedades geológicas, facilitaba los avistamientos y las condiciones para poder entrar en contacto directo con ellos.
Pero esta comunicación, insisten, ya no requiere de cuerdas vocales. La telepatía devino en el canal preferido para transmitir mensajes apocalípticos y enseñanzas que permitirán a unos pocos elegidos zafar del desastre. Lo que demostraría la catadura moral de esos "contactados", cuyo nivel de conciencia superior los convierte (a ojos de sus acólitos) en la avanzada biológica del nuevo mundo (orden) por venir.
Sentimientos y pasiones, propios de un amor cósmico infinito, se entremezclan con creencias milenaristas y auspician así una nueva era de renovados milagros, en la que los antiguos ángeles han sido reemplazados por alienígenas un tanto sui generis, mensajeros de afecto y compasión (aunque sólo sea para una minoría de color blanco).
PARTE 2
"La humanidad no soporta la idea de que le mundo surgió
por casualidad, por error, sólo porque cuatro átomos
insensatos chocaron en cadena en la autopista mojada.
Y entonces hay que buscar una conjura cósmica. Dios, los
ángeles o los diablos. La sinarquía desempeña la misma
función a escala más reducida."
Umberto Eco, El Péndulo de Foucault, Pág. 412.
Las conspiraciones tienen rating. Venden bien. Atraen. Son capaces de transformar un hecho cotidiano y simple en algo trascendental, determinante para toda la humanidad. No se andan con chiquitas. Si hay que exagerar, los complots secretos son ideales. Cuanto más grandes, alambicados y difíciles de probar, más fáciles de creer resultan. Es que las conspiraciones desechan las pruebas. No hacen falta. No vale la pena buscarlas. Oscuros personajes, desde las sombras de la historia, actúan sin cesar, encargándose de hacerlas desaparecer. Y es así cómo la falta de evidencias es lo que comprueba que las conspiraciones existen.
Resulta una forma sencilla de entender el mundo. Las fuerzas conspirativas son como Dios. Siempre presentes, pero sin hacerse ver. No son más que una transmutación de lo que llamamos creencia. El laicismo no pudo despegarse de lo trascendente y una razón conspirativa, lógica en sus argumentos internos aunque ajena a la realidad, terminó sujeta a los delirios, a los miedos, mentiras y exageraciones de millones de personas.
Las conspiraciones son funcionales al universo en el que orbita el Uritorco. Sostienen los relatos y rumores extraños que lo volvieron famoso mundialmente. Y lo más interesante: su influencia en la gente, fatigadas al parecer de pensar, es metastásica. En el fondo lo que sigue latiendo es la fe. La urgente necesidad de creer, aún sin pruebas, en poderes superiores, sean éstos benignos o malignos. En ambos casos, sostienen rocambolescos delirios imposibles de certificar.
El decir de las estrellas
Es un muy bello decir,
Porque ninguno ha de ir
A preguntárselo a ellas.[4]
Es el tipo de gimnasia mental que se practica en Capilla del Monte. La que le da de comer. La que genera el turismo y moviliza a miles de buscadores de verdades superiores. La que justifica las historias que circulan de boca en boca. De libro en libro. Una modalidad especialmente extendida entre los Maestros e Iniciados que aseguran estar en contacto con los seres intraterrenos de Erks o con desconocidos pilotos naves intergalácticas. Un ejército de gurús, ufólogos y sanadores milagrosos que retroalimentan el negocio local. La credulidad hace el resto. Así, el pensamiento conspiranoico, funcionando como contexto, genera las condiciones para que todo, absolutamente todo, sea posible. Aún lo imposible.
Cualquier dato que se conecte con otro cobra importancia. Es lo que hace en esencia el pensamiento conspirativo. Une. Relaciona. Inventa nexos. Y en todo este proceso de asociaciones injustificadas, muchas veces la razón pierde su rumbo. Entra en cortocircuito y termina acostumbrándose a relacionar y seguir relacionando todo con todo, automáticamente. Los que creían en ellas, siguen creyendo. Los que, en principio, fingían creer (porque les resultaba entretenido y original), también terminan creyendo. Es un camino angosto. Peligroso. Muy parecido al que lleva a la cima del Uritorco. La desventaja es que, una vez que alguien cae, no hay helicóptero de rescate que vaya en su auxilio. Ya es tarde. El mundo de las fantasías se lo fagocita y de ahí es muy difícil escapar.
El año 2012 se inició con pronósticos funestos. Todo indicaba que iba a ser el último y que el planeta entraría en una fase terminal. El fin del mundo nos pisaba los talones. Entonces decenas de charlatanes inundaron los set de televisión, escribieron en diarios y revistas anunciando la hecatombe a los cuatro vientos. El "riguroso" History Channel matizó sus programas sobre extraterrestres con "La Semana de las Catástrofes", en la que de lunes a viernes el televidente se informaba de los desastres naturales (o desencadenados por el hombre) que vendrían a complicarle la vida. Incluso Hollywood lanzó una película muy taquillera, titulada justamente "2012", en la que puso todos sus recursos en efectos especiales en el asador. Si lo que querían era asustarnos, lo consiguieron con muchos.
Los antiguos mayas lo habían vaticinado. Su calendario lo anunciaba. No podía fallar. Había que prepararse para lo peor.
Desconozco si existe alguna estadística seria, pero el porcentaje de personas que se tragaron el anunciado Apocalipsis debieron ser numerosas. Algunos, los más puristas, siguieron el anuncio literalmente. Estábamos al horno. No había escapatoria posible. La muerte nos pisaba los talones. Otros, en cambio, inclinados más a las metáforas místicas, adujeron que la muerte anunciada era simbólica. Que lo que terminaba era un mundo viejo, violento y egoísta, para dar lugar al nacimiento de uno nuevo, en el que el amor cósmico, la armonía, la luz y el espíritu del pacifismo y la tolerancia vendrían a reinar entre los hombres. Sólo restaba calzarse las sandalias, vestir túnicas naranjas, colgarse los collares con cuentas y subir al Uritorco para cantar mantras sagrados.
¡Malditos mesoamericanos! Se la tenían bien guardada. ¿Había necesidad de ser tan crípticos? ¿O acaso los gobiernos más poderosos del mundo, con sus agencias secretas, lo sabían desde hacía mucho y tenían un plan de evacuación para unos pocos elegidos? ¿Habrían pactado con extraterrestres para así sortear el cataclismo y salvar el pellejo de una elite?
¡Humanos tenían que ser! Por algo el mundo se perdía. Bien merecida la teníamos. El planeta reaccionaba. Y no faltaron los que creyeron en un castigo divino.
La fatídica fecha era el 21 de diciembre de 2012.
Pero nada ocurrió.[5]
Como tantas otras veces, la profecía resultó fallida y los pronosticadores debieron correr a sus madrigueras hasta tanto la gente se olvidara de todo. Pero sabemos que volverán a asomar la cabeza y a predicar sus sandeces.
Como era de esperar, la noticia de las profecías mayas y el fin del mundo impactó de manera muy particular en Capilla del Monte. El Uritorco se transformó en el sitio ideal en donde esperar el inicio de la nueva era y el fin de la antigua. Un lugar especial debido a la supuesta carga energética que tiene o, eventualmente, a la posibilidad de ser rescatados a último momento por algún generoso plato volador.
Con varios meses de anticipación, la cámara de comercio y turismo de la ciudad, lanzaron al mercado la invitación de acercarse a Capilla a participar de las Fiestas Mayas y ser protagonistas del cambio energético.
Todo indicaba que ese fin de semana iba a ser todo un éxito. El gobierno municipal lanzó un estimado de 50.000 visitantes. Los empresarios hoteleros y gastronomitos se frotaron las manos. El negocio se auspiciaba redondo.
Entonces, a mediados del mes de diciembre, un anuncio por la red social Facebook vino a enturbiar todo.
Un grupo anónimo (que en poco tiempo el periodista Alejandro Agostinelli identificó como una broma de mal gusto) invitaba a celebrar, en la cima del sagrado cerro, un suicidio espiritual mágico.[6] La convocatoria era para el 21 del 12 a las 21:12 horas y tenía 150 adherentes virtuales.[7]
La propietaria del cerro (Beatriz Anchorena), su administrador y las autoridades municipales de Capilla del Monte no lo dudaron y, sin indagar demasiado en el tema, el 18 de diciembre hicieron pública la prohibición de acceder al Uritorco, desde el jueves 20 hasta el sábado 22 de diciembre. Una medida preventiva, adujeron; aunque más tarde, desestimando la credulidad con la que habían actuado, argumentaron que la prohibición se había llevado a cabo para evitar el impacto ambiental que sufriría el cerro como consecuencia del ascenso de miles de personas, en la mística fecha señalada por los mayas.[8]
La medida desaceleró las reservas hoteleras que se esperaban y ese fin de semana la afluencia a la ciudad fue mínima (un estimado de sólo 1000 visitantes).[9] Lo que no impidió que, en diferentes partes de Capilla, los pocos que llegaron pudieran participar en las sesiones de meditación y canalizaciones de energía que el momento ameritaba.[10]
No mataron a la gallina de los huevo de oro, pero la encerraron en el gallinero el día menos conveniente. Y eso levantó quejas en muchos sectores. Las ganancias esperadas se desvanecieron.
Por fortuna (y como era lógico prever) el fin de mundo no llegó. Los mayas habían errado. Después de tanta tinta derramada, resultaron no ser los matemáticos geniales que se creía que eran. El 22 de diciembre de 2012 amaneció como si nada hubiera pasado. Un día como el anterior. Tal vez sólo unos pocos sensitivos habrán advertido que el mundo era otro, pero hasta la fecha no han podido dar prueba de ello.
21 de diciembre 2012
Ceremonia de meditación y armonización esperando el Nuevo Mundo
Entonces ocurrió algo interesante. El rumor volvió a ser el protagonista, y a sólo tres meses del fallido Apocalipsis algunos suspicaces voceros lanzaron a los medios una historia que sólo a los pies del Uritorco podía germinar del modo en que lo hizo: la mundialmente famosa cantante Madonna había alquilado el Uritorco el día 21 de diciembre de 2012 para llevar en privado una ceremonia iniciática (no faltaron los que agregaron "satánica"). Y para ello habría pagado la suma de medio millón de dólares a la propietaria (con la anuencia del municipio) a fin de vedar el paso de la gente al sagrado cerro.
El pasquín digital MUY fue quien lanzó la "noticia" y todos los medios de comunicación del país (con mayor o menor ironía) se sumaron al circo. Se habló de una "historia secreta", de "un plan secreto" en el que la propietaria, el administrador y el gobierno municipal, que usufructúan del Uritorco, se habían complotado para entregárselo a Madonna por 24 horas; siendo necesario para ello justificar la operación con una mentira lanzada por Internet y en la que un grupo de fanáticos convocaban a un suicidio en masa, como ya hemos visto. La gente se tragó la mentira (no todos), el intendente clausuró el ascenso y la diva yanqui hizo supuestamente lo que tenía que hacer en la cima.
Claro que no faltaron los testigos anónimos que juraron y perjuraron haberla visto en Capilla del Monte. Pero los medios no dieron sus nombres. Se limitaron a (des)informar que la artista había llegado en helicóptero al Aeroclub de la ciudad de La Cumbre (a 19 Km. del cerro) y desde allí, en camionetas 4×4 se había trasladado hasta su base. Una vez arribados, un grupo de 20 personas protegieron a la cantante, quien habría ascendido el Uritorco y bajado unas 7 horas más tarde. También circuló la historia que había cenado en un restaurante llamado Agua de Palos (en donde habría sido vista por una de las camareras) y pasado la noche en el lujoso hotel El 44, a orillas de la Ruta 38, a las afueras del pueblo.
Una nueva leyenda urbana: Madonna alquiló el Uritorco
Las preguntas suspicaces no dejaron de circular.
¿Por qué la diva había pedido actuar en Córdoba (capital) el día 22 de diciembre si su paso por Buenos Aires estaba programado para los días 13 y 15 del mismo mes? ¿Por qué viajar a Chile, actuar en Santiago el 19 y regresar urgente a la provincia mediterránea el día 20? ¡Oh, mí querido Watson! Sólo un tonto no podría darse cuenta de que quería esperar el fin del mundo en el sagrado Cerro de Los Loros (una de las tantas acepciones que le dan al Uritorco).
Los acusados en el rumor (siempre los rumores acusan a alguien) salieron al cruce.
El director de turismo de La Cumbre negó que un helicóptero hubiera aterrizado en su ciudad y las autoridades que regentean el cerro mantuvieron el argumento. Todo era una mentira de cabo a rabo. Pero el veneno ya había sido inoculado y, aún hoy en día (enero, febrero, marzo de 2016) los guías de turismo de Capilla del Monte siguen transmitiendo la historia como si fuera cierta. "Es que la han querido tapar", me dijo uno de los más emblemáticos charlatanes locales. "Mi cuñado, que trabaja en El 44, la vio personalmente".
Si se hubiera corrido el rumor de que estaba con Elvis, seguramente más de uno lo habría reconocido por su jopo.
No es de extrañar, pues, que en algunos años alguien ponga en la cima una placa que indique el lugar en dónde Madonna convocó a las entidades de Erks.
Volvamos, entonces, a nuestra pregunta inicial: ¿En verdad no le hace mal a nadie todo esto? ¿A quién podría perjudicar una conspiración tan inocente?
En principio, a nadie. La región ganaba prestigio con la presencia de una figura de fama internacional; el Uritorco se volvía mucho más famoso de lo que era y las autoridades (responsables de su clausura hacía menos de tres meses) podían disimular la bochornosa credulidad con la que habían actuado, desviando la atención hasta que el asunto fuera olvidado.
La única que salía perjudicada era la verdad. Pero, ¿a quién podía importarle eso en una localidad que, desde mediados de la década de 1980, se mantenía económicamente gracias a una ficción que muy pocos se animaban a reconocer como tal?
Huella en el Cerro Pajarillo
9 de enero 1986
Como ya hemos dicho, el boom capillense se había iniciado 30 años atrás (enero de 1986) cuando un aparente ovni dejara su huella en el cerro Pajarillo. Ese fue el virus que desató la epidemia mística y ufológica que tanto benefició al pueblo, muy a pesar de las coherentes y desinteresadas pesquisas que señalaban posibilidades mucho menos extraordinarias: un fraude, liso y llano, o un incendio no intencional producto de un rayo.
Pero nada de eso importó. Esas hipótesis fueron sepultadas. Mandadas al Index de los textos prohibidos y el mito siguió su curso. Los sucesos maravillosos se lo fagocitaron. A los platos voladores se les sumaron luces espirituales del centro de la Tierra, historias esotéricas y sabios de la hermética que colocaron sobre la mesa el cuento de la ciudad intraterrena de Erks.
Hechos banales empezaron a ser relacionados entre sí y cobraron un significado misterioso. Críptico. El globo ya estaba inflado y empezaba a elevarse más y más. Nadie quiso detenerlo. No convenía. Por eso mismo, ya sea por acción u omisión, cuando las voces escépticas pretendieron hacerse oír, las teorías conspirativas salieron al ruedo para enfrentarlas. Y en esta oportunidad no vacilaron en involucrar a supuestas organizaciones secretas gubernamentales y a los mismísimos Hombres de Negro en todo el asunto.
La paranoia empezaba a sazonar el cuento.
El origen de la leyenda de Erks y sus luces se la disputan, básicamente, tres inefables miembros de las llamadas ciencias herméticas: Ángel Cristo Acoglanis, Guillermo Alfredo Terrera y el longevo cazador de misterios Favio Zerpa.
Sin abundar en detalles, este trío es el principal responsable de la fantástica e improbable epopeya de los intraterrestres en Capilla del Monte. Cada uno aportó su granito de arena, pero Acoglanis (quien terminó siendo elevado al Parnaso de los sabios locales) fue, sin duda, el gran mentor inicial. El responsable primero del furor esotérico que se expandió por todo el norte de Punilla. Mucho les debe la cámara de comercio a estos tres personajes.
La figura de Acoglanis sigue siendo hoy controvertida. Nadie sabe a ciencia cierta quién era, ya que construyó su propia historia personal en base a mentiras y hechos no comprobados. Se dice que era médico, recibido en Grecia (su aparente país natal) y formado en el Tíbet, en donde habría aprendido las técnicas quiroprácticas que lo hicieron famoso en Buenos Aires. Del mismo modo, transmitió a sus allegados que la formación mística y espiritual de la que era depositaria también provenía de los monjes tibetanos.
Con estos antecedentes no sorprende que haya sido él el quien inaugurara, hacia fines de la década de 1970, las ceremonias nocturnas en la zona de Los Terrones (a pocos kilómetros de Capilla del Monte), y en las que, tras el recitado de mantras sagrados (en idioma cósmico), convocaba a los habitantes de Erks a materializarse (en forma de luces) frente a los grupos de seguidores que lo acompañaban. Convertido así en el Maestro Superior de un culto que empezaba a tomar forma, Acoglanis convenció a más de uno de sus poderes curativos y de su capacidad para "incorporar" a un ser luz (que llamó Sarumah), canalizando así sus enseñanzas.
Entre 1984 y 1989, Acoglanis alcanzó su máximo predicamento. Y aunque sus acólitos seguían siendo una minoría selecta, todo indicaba (según ellos) que la influencia iba en aumento (máxime el enorme impulso que le diera, desde 1986, la tan mentada huella del Pajarillo).
Erks empezaba muy tímidamente a ser conocida. Algunos medios de difusión la nombraban en sus notas de color. El círculo empezaba a abrirse.
Entonces, inesperadamente y ante el pasmo de sus seguidores, el 19 abril de 1989, Ángel Cristo Acoglanis fue asesinado en su consultorio de Capital Federal. El victimario, que le descargara siete balazos a quemarropa, era su discípulo y amigo desde hacía años. Se llamaba Rubén Antonio, exmarido de la médica con la que Acoglanis compartía el consultorio y hermano de un famoso empresario argentino, multimillonario, consejero, financista y confidente de Juan Domingo Perón (Jorge Antonio).
Fue en este contexto en el que entraron a terciar los relatos que mencionan a los misteriosos Hombres de Negro; y así, las teorías conspirativas remontaron un vuelo inusitado e irracional.
De acuerdo con el folclore contemporáneo, los Hombres de Negro serían los miembros de una agencia secreta del gobierno norteamericano encargada de ocultar toda evidencia referida a la existencia de ovnis y a la presencia extraterrestre en nuestro planeta. Según algunos imaginativos escritores (entre los que se cuenta Fabio Zerpa), ellos mismo podrían ser alienígenas y los brazos ejecutores de un secreto gobierno mundial diseminado por todas partes.[11]
Mezclados entre nosotros, sin que la mayoría lo sepa, estos evanescentes operadores estarían actuando activamente desde la década de 1950, siendo los responsables de las presiones que sufriera la antológica revista yanqui de ovnis Space Review, cuyo director y editor, Albert K. Bender, amenazado por estos personajes (en 1953) no pudo revelar al mundo la verdad que se escondía detrás de los paltos voladores.
Todo muy conveniente, por cierto.
Los Hombres de Negro son parte del folclore contemporáneo
relacionados con los relatos de ovnis
Por otro lado, los Hombres de Negro, siempre bien informados acerca del testigo o estudioso que amedrentan para que no haga público lo que sabe, serían los responsables del deceso de un astrónomo afecto a la ovnilogía, Morris K. Jessup, quien apareció muerto en su auto el 29 de abril de 1959. Demás está decir que, a pesar de haberse probado que era un suicidio (producto de un pozo depresivo generado por problemas personales), los conspiranoicos rechazaron el veredicto forense e insistieron en sus especulaciones criminales. Para ellos no cabían dudas: Jessup había sido callado por los Hombres de Negro, permanentemente.
No hay caso. Cuando a cierta gente se le mete algo en la cabeza no hay forma de que cambien de opinión. Aún con las pruebas sobre la mesa.
Esto es lo que también ocurrió con el caso Acoglanis. Por eso, y siguiendo la lógica de los creyentes, el medico (sic) griego que contactaba con intraterrestres, podría ser considerado la segunda víctima fatal de la maligna organización.[12]
"A Ángel lo mataron para ocultar lo que sabía y mandar al olvido el tema Erks". Esta fue, en síntesis, la explicación que circuló y sigue circulando entre los discípulos que aún viven.
Para muchos, Rubén Antonio había sido inducido a cometer el crimen por los extraños agentes de oscuro. Su posterior muerte, en 1993, al suicidarse tirándose del edificio en el que vivía después de haber sido dejado libre por la justicia, multiplicaron las sospechas.
Ya no tenían dudas: estaban borrando evidencias.
Para entonces la conspiración no sólo involucró al desquiciado hermano de un hombre allegado al poder (a quien, en su momento, se lo acusara de ayudar a criminales nazi a ingresar a Argentina), sino también al Poder Judicial, cuyos jueces habrían actuado con extraordinaria benevolencia. La red se ampliaba. Había cómplices por todos lados. Incluso en la prensa.
Según Guillermo Dangel, autor de varios libros referidos al tema, el periodismo contribuyó, tras la muerte de Acoglanis, a desprestigiar y perjudicar su memoria.
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