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Jesús Eucaristía (página 4)

Enviado por Guadalupe


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Cuánta fuerza de evangelización tiene el poder irradiante de Jesús sacramentado! Cuánto poder tiene el apostolado de la adoración! Cuántos ancianos y enfermos podrían dedicarse a este apostolado tan eficaz, empleando así mucho de su tiempo libre! Para Charles de Foucauld, en el desierto, sólo el hecho de tener el sagrario era ya, una manera de evangelizar, pues la presencia poderosa de Jesús Eucaristía llegaba, de alguna manera, a todos los que lo rodeaban. Pienso también ahora en los conventos que tienen la adoración perpetua y en tantas religiosas viejecitas, que se pasan horas y horas ante Jesús sacramentado. ¡Cuánta fuerza de apostolado tienen estos conventos y estas personas por muy ancianas o inútiles que parezcan a los ojos del mundo! Seamos almas eucarísticas para ser también misioneros con Jesús. Como diría el Papa Juan Pablo II: «Estoy convencido de que el auténtico secreto de los éxitos pastorales no está en los medios materiales, y menos aún en la riqueza de los medios. Los frutos duraderos de los esfuerzos pastorales nacen de la santidad del sacerdote. ¡Este es su fundamento!» (DM 9). Y lo que dice del sacerdote lo puede decir de cualquiera de nosotros, ya que «el puro amor vale más que cualquier obra y la vida contemplativa tiene también una extraordinaria eficacia apostólica y misionera» (Vita consecrata 59). Seamos contemplativos en la acción y misioneros en la contemplación eucarística.

OTRAS EXPRESIONES

¿Cómo le podemos demostrar nuestro amor a Jesús Eucaristía? Puede haber diferentes expresiones personales, en las que puede entrar mucho nuestra propia imaginación.., horas de adoración breves o prolongadas, visitas… «El pueblo cristiano se recrea con el humilde saludo de «Alabado sea el Santísimo sacramento». Y se siente atraído a tantas capillas e Iglesias que, teniendo al Señor manifiesto, invitan a las visitas al Santísimo, que dan calor a la jornada y llevan al coloquio personal con El» (Pablo VI, Congreso eucarístico del Perú 30-8-65).

En algunos conventos es de alabar, que en ciertas fiestas, hacen1 procesión con el Santísimo por todos los rincones para que Jesús visite y tome posesión de cada lugar. Y ¡ qué felicidad la de aquellos conventos que tienen Exposición perpetua día y noche y que nunca lo dejan solo, y hacen guardia por turnos! ¡ Qué feliz se sentirá Jesús! En algunos conventos es costumbre, al finalizar el día, que el Superior dé la bendición con el Santísimo.

También es muy de alabar la costumbre de algunos lugares de hacer la señal de la cruz, cuando se pasa delante de una Iglesia, donde se encuentra Jesús sacramentado. Al menos, dirijamos a Jesús una mirada y un saludo de amor. Estemos siempre en contacto espiritual con el sagrario más cercano y así vivamos en continua adoración, haciendo frecuentes comuniones espirituales. A fin de cuentas, para Jesús no hay distancias. Y desde el sagrario se proyecta como un rayo luminoso que llega hasta nosotros para que podamos estar en contacto personal con El. Y, si no podemos asistir a misa, asistamos en espíritu, si es posible por radio o por televisión, pero si no, simplemente uniéndonos a la misa más cercana, sabiendo la hora de su celebración o uniéndonos a las misas que en ese momento se celebran en alguna parte del mundo.

De todos modos, las expresiones personales de amor, pueden ser innumerables. Una señora buscaba cada día la flor más hermosa de su jardín para Jesús. Otra, que era sacristana, tenía la costumbre de besar todos los días el cáliz. Y cuando alguien le preguntó el porqué, respondió: «porque quiero que cada día, cuando venga Jesús, encuentre mi beso al pie del cáliz». Había otra que echaba perfume junto al sagrario y se esmeraba en que todo estuviera bien limpio para Jesús. Lo importante es hacerlo todo por amor a Jesús: enviarle besos con el corazón, la mejor de las sonrisas, decirle palabras de amor…

Una Superiora, que podía dar la comunión, colocaba la hostia en el portaviáticos y se lo colgaba y lo abrazaba junto a su corazón para que el Corazón de Jesús formara con el suyo un solo CORAZON. Y así

se pasaba la hora de oración, en adoración, con Jesús entre sus manos. Pero éstas y otras expresiones especiales de cariño a Jesús Eucaristía, sólo deben hacerse con permiso del Director espiritual o de la Superiora, y nunca llevar el porta viáticos con Jesús Eucaristía a cualquier parte, de modo casi permanente, fuera de lo estrictamente necesario para llevar la comunión a los enfermos.

Con cuánto amor debemos tratar a Jesús! Siempre que pasemos delante del sagrario, debemos hacer genuflexión, y genuflexión doble al pasar delante de Jesús sacramentado expuesto. Los que dan la comunión deben hacerlo con todo respeto y cariño, pues el estar en contacto físico con Jesús es estar en comunión con El. Los que lo reciben en la mano deben hacerlo con las manos limpias, haciendo una pequeña cuna con sus manos (la mano izquierda sobre la derecha) para recibir al Rey

Jesús, al Dios Omnipotente. No deben quitarle la hostia al sacerdote «al vuelo», sino esperar a que la deposite en su mano y recibirla allí mismo, al costado del sacerdote, sin llev1rsela para tomarla por el camino.

Los que participan en el altar (monitores, lectores, cantores,…) deben ir bien vestidos, como para una fiesta para estar a tono con la dignidad y solemnidad del misterio que se celebra. Cuando se lleva la comunión a los enfermos a las casas, los familiares deberían esforzarse lo más posible en preparar bien la habitación, con dos velas encendidas en una mesita, quizás unas flores y, sobre todo, mucho amor ante la alegría de que el propio Jesús en persona se ha dignado visitar su casa. Si lo reciben así, con amor, ¡cuántas bendiciones repartirá para todos!

Cantemos al Amor de los amores, cantemos al Señor Dios está aquí, venid adoradores, adoremos a Cristo Redentor Gloria a Cristo Jesús. Cielos y tierra, bendecid al Señor. Honor y gloria a Ti, Rey de la gloria; amor por siempre a Ti, Dios del amor

LA VISITA DIARIA A JESUS

Antes era el hombre quien esperaba a Dios, ahora resulta que es Dios quien espera al hombre y éste ni se entera. Por eso, no te pierdas la visita diaria a Jesús. «La visita al Santísimo Sacramento es una prueba de gratitud, un signo de amor y un deber de adoración hacia Cristo Nuestro Señor» (Cat 1418). Y la Iglesia concede una indulgencia plenaria al fiel que visite a Jesús para adorarlo en la Eucaristía, durante media hora. ¡Cuántas bendiciones traerá a tu vida la visita diaria a Jesús! Si la haces en la mañana, antes de ir al trabajo, será como un acumulador eléctrico, pues durante todo el día te irradiará amor, paz y alegría. ¡Llénate de energías por la mañana delante del Santísimo! Y si vas por la noche, después de un día de trabajo agotador, entonces te parecerá que se abre una válvula de escape, que te relajará de tus tensiones y así te apaciguará y te dará tranquilidad para dormir mejor. ¿Acaso es demasiado pedir que todos los días visites a tu Dios? ¿No tienes acaso nada que agradecerle en este día? ¿Nada, nada?

Visitar a Jesús sacramentado cada día es exponer nuestra alma enfermiza y anémica a la irradiación invisible de su amor. De este modo, nuestra alma comenzará a renovarse con una nueva vitalidad, florecerá como en primavera y brotará con vigor la alegría y la paz dentro del corazón.

«Jesús es un Dios cercano, un Dios que nos espera, un Dios que ha querido permanecer con nosotros para siempre. Cuando se tiene estafe en su presencia real, ¡Qué fácil resulta estar junto a El, adorando al Amor de los amores! ¡Qué fácil es comprender las expresiones de amor con que a lo largo de los siglos los cristianos han rodeado la Eucaristía» (Juan Pablo II, Lima 15-5-8 8). S. Alfonso María de Ligorio escribió su famoso libro «Visitas al S. sacramento y a María Santísima», que ha superado las dos mil ediciones y dice así: «Dónde tomaron las almas santas más bellas resoluciones que al pie del S. Sacramento ? Y quién sabe si tú resolverás las tuyas al darte del todo a Dios ante este sacramento? ¡Qué ventura es conversar amorosamente con el Señor que, sobre el altar está rogando por nosotros al Eterno Padre, ardiendo en llamas de amor! Este amor es quien lo hace permanecer escondido, desconocido y hasta despreciado de los hombres. Pero ¿a qué más palabras? Gustad y ved». «Venid y veréis» (Jn 1,39).

Pero alguno me dirá: es que las Iglesias están cerradas. Ciertamente, que esto ocurre con demasiada frecuencia. Cuántas bendiciones y gracias se pierden así para la persona y para sus familias, para la Iglesia y para el mundo en general, porque los fieles no tienen facilidad para visitar a Jesús! «La visita al Santísimo Sacramento es un gran tesoro de la fe católica… Y todo acto de reverencia, toda genuflexión que hacéis delante del Santísimo Sacramento es importante, porque es un acto de fe en Cristo, un acto de amor a Cristo. Y cada señal de la cruz, cada gesto de respeto hecho todas las veces que pasáis ante una iglesia, es también un acto de fe. Que Dios os conserve esta fe en el Santísimo sacramento» (Juan Pablo II, homilía en Dublin, 29-9-79).

El Papa Pío XII en la encíclica Mediator Dei pide que «los templos estén abiertos lo más posible para que los fieles, cada vez más numerosos, llamados a los pies de Nuestro Salvador, escuchen su duchísima invitación: Venid a mí todos los que estáis agobiados y sobrecargados que yo os aliviaré». Y el canon 937 ordena que «la Iglesia en la que está reservada la Santísima Eucaristía debe quedar abierta a los fieles, por lo menos algunas horas al día, a no ser que obste una razón grave, para que puedan hacer oración ante el Santísimo sacramento». Esto mismo se dice en la Instrucción Eucharisticum mysterium y en el Ritual de la Eucaristía.

Pero la triste realidad es que la mayoría de los fieles no sienten deseos de visitar a Jesús durante la semana. Por lo cual, tampoco se ve la necesidad de dejar abiertas las Iglesias. Y Jesús se pasa horas y horas solitario, esperando a alguna alma piadosa, que venga a consolarlo y a darle la alegría de pedirle sus bendiciones. «Cristo, personalmente presente junto a la luz vacilante de la lámpara solitaria, sigue exigiendo una respuesta personal, invitando al diálogo a los que adoran con fe» (Pablo VI al Congreso eucarístico del Perú, 3 0-8-65). Cristo no está en el sagrario de modo estático, como si estuviera durmiendo, sino que está vivo y dinámico. Su presencia real no es un «estar ahí», sino un «estar por ti». Te está esperando ¿hasta cuándo?

En los primeros tiempos del cristianismo, se guardaba la Eucaristía en las casas para llevarla a los enfermos o a los cristianos que iban a padecer el martirio o a otras Iglesias en señal de comunión. ¡Con cuánto amor la guardaban!

Cuando entres a una Iglesia y veas la luz parpadeante de la lámpara, piensa que allí está Jesús, tu Dios, esperándote. En la hostia santa está el milagro más grande del mundo, un milagro que la mente humana no puede comprender, porque es un milagro de amor. El te sigue esperando desde hace dos mil años, escondido en la hostia, pequeño, invisible, pero el mismo Jesús de Nazareth. Acércate a El con amor y devoción como los pastores, como los magos, como lo hicieron María y José aquel día de Navidad. Después de la misa y comunión, la mejor receta que puedo darte para que crezcas en santidad es: ¡Cinco minutos de sagrario cada día!

Cuando necesites a Jesús, búscalo en el sagrario de nuestras Iglesias, míralo a los ojos, ten sed de no perderlo de vista, ten sed de quedarte a sus pies, ten sed de amarlo con todo tu corazón. No te canses de amarlo día y noche. A todas horas, levanta tu mirada hacia el sagrario más cercano, Allí está tu amigo Jesús. Allí está el Amor y la Vida. Allí está la Salud y la Paz. Allí está tu Dios. ¡Cuántos secretos de amor se encierran allí! ¡Cuánta luz sale del sagrario! Jesús Eucaristía debe ser el centro de tu vida, el amigo más querido, el tesoro más preciado. En El encontrarás la ternura de Dios.

Mira a Jesús en el sagrario y déjate amar por El. Vete cada día a visitarlo. Allí aprenderás más que en los libros. Escucha su Palabra como la Magdalena, que estaba a los pies de Jesús. Pon en sus manos tus problemas y necesidades. Háblale de tu vida, de los tuyos, del mundo entero, pues todo le interesa. Y sentirás una paz inmensa que nada ni nadie podrá darte jamás. El sosegará tu ánimo y te dará fuerzas para seguir viviendo. El te dirá como a Jairo: «No tengas miedo, solamente confi"a en Mí» (Mc 5,36).

¡ Qué benditos momentos los pasados junto a Jesús en el sagrario! ¡Cómo ayudan a crecer espiritualmente! Es algo sublime que no se puede explicar. No te pierdas tantos tesoros. No digas que no tienes tiempo. Aunque sea unos momentos, no dejes de entrar, cuando pases delante de una Iglesia y, si está cerrada, dirígele desde fuera unas palabras de amor. Dije que lo amas y salúdalo con una sonrisa.

En el sagrario hay vida, está la fuente de la vida, hay corrientes de vida, manantiales de vida, hogueras misteriosas de vida. Allí está Jesús, el Dios de la vida. Allí recibirás las inmensas riquezas de un Dios Omnipotente, que quiere ser tu amigo y servirse de ti para salvar a tus hermanos.

Oh Santísima Eucaristía, divinidad admirable y santa. Oh Trinidad adorable. Te adoro con todo mi corazón y te alabo con todo mi ser Ave, Santísimo Sacramento. Ave mil y mil veces, mi Jesús sacramentado.

LA COMUNION ESPIRITUAL

Es muy importante que, cuando no podamos comulgar, o cada vez que hagamos una visita al Santísimo, e incluso muchas veces durante el día, podamos unirnos a Cristo en comunión espiritual. La comunión espiritual es una comunión sacramental en deseo, pero es más que un deseo de comulgar. Dice el gran teólogo alemán Rahner en su libro «La Eucaristía y los hombres de hoy» que: «la comunión espiritual procura realmente el fruto y utilidad del sacramento», siempre que se reciba con fe y amor verdaderos. Porque es un acto de amor y de fe, ordenado a fortalecer la unión y amistad con Jesús. «Es una adhesión consciente a la unión espiritual con Cristo, que da la gracia del Espíritu Santo; es la aceptación renovada en el fondo del corazón de una tal unión (con Cristo) que aumenta y profundiza la realidad ontológica (de la verdadera comunión con El)».

Esto quiere decir que la comunión espiritual no es una simple imaginación, sino una experiencia real de unión con Cristo, que nos da su gracia y su amor de modo efectivo. Por esto, la comunión espiritual nos debe hacer sentir mayores deseos de la comunión sacramental, pues nos hace desear y vivir más íntimamente la unión con Jesús.

Sta. Teresa de Jesús recomendaba: «Cuando no podáis comulgar ni oír misa, podéis comulgar espiritualmente, que es de grandísimo provecho» (CP 62,1). Ya el concilio de Trento habla de «aquéllos que, comiendo en deseo aquel celeste pan eucarístico, experimentan su fruto y provecho por la fe viva que obra por la caridad» (Denz 881). S. Antonio Mª. de Claret también la recomendaba: «Si con fe viva deseas comulgar ya comulgaste espiritualmente.., calla, adora y entrégate a Jesús sin reserva».

Rahner afirma que «el lugar por excelencia de la comunión espiritual es la iglesia y su momento privilegiado es aquél en el que la

persona está arrodillada ante el Santísimo sacramento». (La comunión espiritual se puede hacer en cualquier momento del día y en cualquier lugar del mundo, pero, ciertamente, el momento más apropiado es el de la visita y adoración a Jesús sacramentado). Incluso, viajando o trabajando, podemos estar en adoración ante Jesús sacramentado.

«Si ustedes practican el santo ejercicio de la comunión espiritual bastantes veces al día, en un mes se encontrarán completamente cambiados» (S. Leonardo). Ésta puede ser una práctica importante, especialmente, para aquellos convivientes, casados sólo por lo civil o divorciados vueltos a casar, que no pueden comulgar sacramentalmente. Ellos no deben sentirse excluidos de la Iglesia ni condenados ya al infierno;

pero deben comprender que, al no tener la bendición de Dios en su matrimonio, no pueden tener participación plena en la vida de la Iglesia a través de la comunión eucarística. Sin embargo, el Papa Juan Pablo II en la exhortación apostólica «Familiaris Consortio» de 1981 afirma:

«se les exhorte a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la misa, a perseverar en la oración, a incrementarías obras de caridad… a educar a sus hijos en la fe cristiana. La Iglesia rece por ellos, los anime, se presente como madre misericordiosa y así los sostenga en la fe y en la esperanza.

La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura, re- afirma su praxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez… Si se les admitiera a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio». Pero, como hemos dicho anteriormente, pueden suplir, de alguna manera, la comunión sacramental con muchas comuniones espirituales.

Sobre esto, Sta. Catalina de Siena tuvo una visión. Vio a Jesús con dos cálices que le dijo: «En este cáliz de oro pongo tus comuniones sacramentales y, en éste de plata, tus comuniones espirituales. Los dos cálices me son agradables». La Bta. Águeda de la Cruz decía: «si el confesor no me hubiera enseñado a hacer comuniones espirituales, no hubiera vivido». Sta. Catalina de Génova decía: «Oh Jesús, deseo tanto la alegría de recibirte y estar contigo, que me parece que, si muriera, volvería a la vida sólo para recibirte». Ojala que tengas tú también esas ansias. «Como el ciervo suspira por las corrientes de agua así mi alma suspira por Ti, Oh Dios. Mi alma tiene sed de Dios» (Sal 41,2).

El P. Pío de Pietrelcina decía: «Cada mañana antes de unirme a El en el Santísimo Sacramento, siento que mi corazón es atraído por una fuerza superior Siento tanta sed y hambre antes de recibirlo que es una maravilla que no me muera de ansiedad. Mi sed y mi hambre no disminuyen después de haberlo recibido en la comunión, sino que aumentan. Cuando termino la misa, me quedo con Jesús para darle gracias».

Procuremos vivir durante el día la gracia de nuestra comunión diaria. De hecho, después de comulgar, si no estamos en unión permanente con la humanidad de Jesús, que ha desaparecido al desaparecer las especies sacramentales, sí estamos en comunicación con ella en cuanto a la radiación de su amor; pues ha dejado una huella en nosotros. Además, hay luz y gracias que se irradian Continuamente desde el sagrario. Desde el sagrario, Jesús irradia oleadas de ternura sobre nosotros y nos envuelve con su amor. En todo momento, nos está diciendo: «Yo te amo, te necesito, ven a Mí».

Por eso, el P. Pío de Pietrelcina nos recomienda: «Durante el día, llama a Jesús en medio de tus ocupaciones. Haz un vuelo espiritual hasta el sagrario, estés donde estés, cuando no puedas estar allí con tu cuerpo… y abraza espiritualmente al Amado de tu alma». Y el Vble. Andrés de Betrami decía algo semejante: «Dondequiera que te encuentres, piensa constantemente en el Santísimo Sacramento. Fija tus pensamientos en el sagrario, aun por la noche, cuando despiertes del sueño. Ofrécele lo que estás haciendo en cada momento. Instala un cable telegráfico desde tu casa a la Iglesia y, tan seguido como puedas, envía mensajes de amor a Jesús sacramentado». Decía S. Antonio María Claret: «Tendré una capilla fabricada en medio de mi corazón y en ella, día y noche, adoraré a Dios con un culto espiritual». Seamos adoradores perpetuos de Jesús, aunque sea espiritualmente.

Para Jesús no hay distancias. Por eso, podemos vivir en adoración continua las veinticuatro horas del día, tratando de que nuestra alma esté orientada a la Eucaristía. Estemos con el corazón y la mente pendientes de Jesús sacramentado. Y, para que esto sea más eficaz, podemos pedirle a nuestro ángel custodio que esté siempre en vela, en adoración eucarística, por nosotros, y nos lo recuerde constantemente durante el día. Podemos decirle frecuentemente la oración: «Ángel santo de mi guarda, corre. Veloz al sagrario, y haz compañía en mi nombre a Jesús sacramentado». También podemos pedir a todos los santos y ángeles y animas del Purgatorio… en una palabra, a todos los que en cualquier momento del día o de la noche estén en adoración eucarística, que adoren también en nuestro lugar. Y, como todos somos UNO en Cristo Jesús, El lo hará realidad.

Tengamos tanta hambre de amar a Jesús que podamos decir «mi corazón y mi carne saltan de júbilo por el Dios vivo» (Sal 83,3). Esta ansia era tan grande, que alegraba y hacía sufrir a los santos. Sta. Catalina de Siena le decía a su director: «Tengo hambre, por amor de Dios, dad a mi alma su alimento». Y Sta. Margarita María de Alacoque oyó de Jesús estas palabras: «Hija mía, tu deseo de comulgar ha penetrado tan profundamente en mi Corazón que, si no hubiera yo instituido este sacramento de amor lo haría ahora para hacerme tu alimento. Tengo tanto placer de ser en El deseado que, cuantas veces el corazón forma este deseo, otras tantas Yo le miro para atraerlo a Mí».

Oh Jesús divino, Rey de mi corazón. Aumenta mi fe en tu presencia eucarística para que nunca dude de tu presencia real en este sacramento y pueda desearte y esperarte con amor y con fe todos los días. Yo creo en 7J, ven a mi corazón en este momento. Yo te adoro y te amo y te miro, mi Jesús sacramentado.

LA MIRADA DE JESUS

Jesús nos está mirando desde el sagrario, pero mucha gente tiene miedo de acercarse a El. Quizás lo ve como el Señor de la justicia y no como el Señor de la misericordia. Quizás tienen miedo de sus reproches por los pecados de su vida pasada, por el tiempo que se han alejado de las prácticas religiosas o, simplemente, porque no quieren complicarse la vida y tienen miedo a sus exigencias. Por eso, cuando algunos van a la Iglesia procuran colocarse en los últimos lugares, prefieren mantener distancias por si acaso… Quizás quieren ser buenos, pero sin complicaciones. No están dispuestos a dejarse absorber por Dios ni seguir sus mandamientos, prefieren vivir «su vida». Y así viven en la indiferencia, sin darse por aludidos, cuando El los llama.

Eso es lo que le pasó al joven rico del Evangelio (Mc 10,17-27). Era bueno, pero no quería ser santo. Y Jesús «puso sus ojos en El y lo amó» y le dijo: «Una sola cosa te falta, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo, luego ven y sígueme». Pero «su semblante se anubló y se fue triste, porque tenía mucha hacienda».

También Jesús miró a Judas en el huerto de Getsemaní y le dijo con amor: « con un beso entregas al Hijo hombre*e ?»& (Le 22,48). Y Judas siguió con su obstinación y no se arrepintió. En cambio, qué distinta la respuesta de Pedro. Jesús lo miró (Lc 22,61) y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente. Y Jesús lo perdonó, como perdonó al buen ladrón o a cualquiera de nosotros que se acerque con fe y humildad a pedirle perdón. Pues bien, Jesús te está mirando desde el sagrario ¿Serás incapaz de escuchar su llamado de amor?

Tony de Mello nos relata en su libro «El canto del pájaro»: «Yo conversaba muchas veces con el Señor y le daba gracias y le cantaba sus alabanzas. Pero siempre tenía la incómoda sensación de que quería que lo mirara a los ojos. Yo le hablaba, pero desviaba mi mirada, cuando sentía que El me estaba mirando. No sé por qué tenía miedo de encontrarme con sus ojos. Pensaba que quizás me iba a reprochar algún pecado del que no me había arrepentido o me iba a exigir algo. Al fin, un día tuve el suficiente valor y lo miré. No había reproche en sus ojos, ni exigencias. Sus ojos me decían simplemente con una sonrisa: Te amo. Me quedé mirándolo fijamente durante largo tiempo y allí seguía el mismo mensaje: Te amo… Fue tanta mi alegría que, como Pedro, salí fuera y lloré».

Acércate ahora mismo al sagrario y míralo a los ojos y verás su mirada llena de amor, pues, como diría Juan Pablo II, la Eucaristía es una presencia llena de amor. Ábrele tu corazón y deja que se caliente al sol de Jesús, ponte bajo sus alas divinas, déjate amar por El y sentirás cómo te envuelve su luz, su alegría y su paz. Jesús te está mirando en este preciso momento, como si no tuviera que mirar a nadie más que a ti. Piénsalo bien, Jesús te está siempre mirando desde el sagrario. Y así lleva ya veinte siglos, derramando miradas de ternura y todavía no se ha cansado de mirar.

Quizás tengas miedo de mirar a Jesús en el momento de la elevación de la hostia y del cáliz en la misa. ¿Por qué? Míralo, adóralo y dile con todo tu corazón: «Señor mío y Dios mío» o bien «Jesús, yo te amo». Y encontrarás en su mirada mucho amor y mucha paz.

Una religiosa contemplativa me escribía: «Hace unos años vi los ojos de Jesús. Los vi. en el fondo de mi alma. Era una mirada amorosa, dulce, cálida, elocuente, muy elocuente, pues me mostraba su Corazón inmenso e infinito. los ojos de mi Amado y fue tal la impresión que sentí que no lo podré olvidar jamás. La mirada que dejó grabada en mi alma, no podrá ser borrada y espero reconocerla en la patria tan deseada. Cuando esta mirada me envuelve de nuevo, me lleno de una infinita delicia. Es algo tan sublime que no puede ser explicado con palabras».

Otra religiosa anciana me contó personalmente lo que le había sucedido, cuando era jovencita. Estaba de postulante y decidió marcharse a su casa. Pero la víspera de su salida del convento, tuvo un sueño: «Soñé que recogía mis cosas para el viaje, me vestía de seglar y caminaba por el claustro para ir a despedirme de la Comunidad. Entonces, vi a la M. Priora que caminaba delante de mí en compañía de un hombre. Al acercarme a ellos, el hombre se volvió y me miró. Era una mirada tan dulce y cariñosa.., tan expresiva y amorosa, que nunca la olvidaré. Cada vez que recuerdo aquellos ojos divinos de Jesús, me pongo a llorar de emoción. Jesús no me dijo nada, pero yo lo entendí todo. Era como si me dijera: ¿y me dejas? ¿ Ya no me quieres? ¿Dónde está aquel amor que me prometiste? Y aquí estoy hasta la muerte».

Qué hermoso poder descubrir en los ojos de Jesús todo su amor por nosotros. Y, sobre todo, descubrir su amor en la celebración de la Eucaristía de cada día. Me manifestaba una religiosa muy enferma. «Un día estaba en la misa y, en el momento de la consagración, sentí mucho recogimiento y, como en un relámpago, vi a Jesús con mucha luz, más resplandeciente que el sol y me quedé anonadada sin poder articular palabra. Sólo lo amaba y sentía su amor No sé cómo explicarlo, fue como en un relámpago y duró muy poco, pero se me quedó grabada dentro de mí esa mirada y sonrisa su ya, como si me hubiese fundido totalmente con El».

Por eso, te digo que no tengas miedo. Acércate a Jesús, míralo a los ojos, no tengas miedo de su mirada. Si estás perdido y confundido, El es tu camino. Si eres ignorante, El es la Verdad. Si estás muerto por dentro, El es la Vida. El te iluminará, porque es la Luz de la vida. En el sagrario encontrarás el paraíso perdido que buscas. Entra en ese mundo fascinante de Jesús Eucaristía, donde encontrarás el amor infinito de tu Dios. Búscalo en el silencio, porque El es amigo del silencio. Si estás a solas con El, háblale de corazón, con confianza. Dile muchas veces: Jesús, yo te amo. Yo confío en Ti.

Santuario de Lourdes

Relicario con la Hostia sangrante de Santarem (Portugal) Milagro de 1247

Abajo Izq. Relicario con corporales del milagro de Bolsean (1263) Abajo Der. Puerta del sagrario de un altar lateral de la Iglesia del Corpus Domini de Turin. Milagro de 1453

Relicario con la carne y sangre del milagro de Lanciano (sigloVill)

Jesús, Tú eré mi amigo. Yo te amo confío en Ti.

La Iglesia llama a la Eucaristía sacramento admirable, porque es digno de toda admiración. Pues admira a Jesús, quédate extasiado mirándolo, sobre todo, en la elevación de la misa y durante la Exposición del Santísimo Sacramento. Que tu adoración sea un mirarlo y dejarte mirar, un amarlo y dejarte amar. Haz la prueba y te prometo que no te arrepentirás. «Sus ojos son como palomas posadas al borde de las aguas» (Cant 5,12). Y tú puedes decir: «He venido a ser a sus ojos como un remanso de paz» (Cant 8,10). No tengas miedo, la mirada de Jesús es AMOR y la ternura de Dios se irradia a través de sus pupilas.

EL SILENCIO DE .JESUS

Muchas veces nos desconcierta el silencio de Jesús en el sagrario. Vamos con toda ilusión a contarle nuestros problemas y a pedirle por nuestras necesidades… Y el silencio es la única respuesta. Quizás nos pasemos toda una noche en adoración ante Jesús Eucaristía, buscando una solución, pidiendo una gracia… Y las cosas siguen igual o peor.

Entonces, puede surgir en nuestro interior la duda y el desaliento. ¿Estará realmente Jesús ahí? ¿No será todo fruto de mi imaginación? ¿Será cierto lo que dice la Iglesia Católica? ¿Por qué no buscar respuesta en otra religión? Y Jesús sigue callando, desde hace veinte siglos, en la hostia consagrada. Jesús calla en la Eucaristía como calla ante tantas injusticias y asesinatos, como calla ante tantos que lo insultan y blasfeman, y quieren ver desaparecer su Nombre de la faz de la tierra.

El silencio de Dios es algo que no podemos comprender fácilmente. «Dios es Aquél que calla desde el principio del mundo» (Unamuno). Podríamos repetir con el salmista: «Escondiste tu rostro y quedé desconcertado» (Sal 29,8). 0 gritar angustiados con S. Juan de la Cruz:

¿A dónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste, habiéndome herido, salí tras ti, clamando y eras ido.

Pareciera como si Jesús quisiera esconderse a propósito para que tengamos más deseo de buscarlo. Pero lo cierto es que, aunque no podamos o frio con nuestros oídos, tiene muchas maneras de manifestar su presencia y su amor. En primer lugar, los Evangelios nos hablan del amigo Jesús, lleno de ternura para todos. La Iglesia ratifica nuestra fe en su presencia eucarística. Los santos nos hablan por experiencia de su presencia real. Los milagros nos confirman en nuestra fe. Personalmente, puedo decir que, a lo largo de mi vida, he pasado muchísimas horas ante Jesús sacramentado. Muchas horas las he pasado sin sentir absolutamente nada, como si estuviera seco por dentro, haciendo actos de fe y repitiendo simplemente: Jesús, yo te amo. Pero, ciertamente, ha habido muchas ocasiones en que he sentido su presencia y su amor, no de una manera milagrosa o espectacular, sino de una manera sencilla, como una paz muy profunda y alegre, que anima y da fuerzas para seguir luchando y viviendo con alegría. Y esto lo pueden asegurar la inmensa mayoría de católicos que se acercan frecuentemente a Jesús Eucaristía.

Por eso, no dudes, cree, adora y ama. En el silencio y en la oscuridad irá madurando tu fe. No tengas miedo del silencio de Jesús. El te espera y te ama, aun cuando no lo sientas ni lo veas. No importa que no tengas éxtasis ni experiencias maravillosas como otros las han tenido. Dios no te ama menos por eso. Vete al sagrario y llena tu corazón de amor a los pies de Jesús, para que estés fuerte ante los problemas de la vida. Jesús te ama y te espera con su infinito amor.

MENSAJES DE NUESTRA MADRE

«En el sagrario, escondido bajo el velo eucarístico, está presente el mismo Jesús resucitado… Es el mismo Jesús que está sentado a la derecha del Padre en el esplendor de su Cuerpo glorioso y de su divinidad… Hoy deben creer más en su presencia real en medio de ustedes y creer con una fe profunda y testimoniada en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía» (21 de Agosto 1987).

«Jesús, como está en el cielo, se halla en la tierra realmente presente en la Eucaristía: con su cuerpo, sangre, alma y divinidad… La Eucaristía volverá a ser el corazón y el centro de toda la vida de la iglesia… Pero, desgraciadamente, en estos tiempos de tinieblas, se ha oscurecido la fe. Hay tanto vacío en torno al sagrario, tanta indiferencia, tanta negligencia. Cada día aumentan más las dudas, las negaciones y los sacrilegios… Ayuden a todos a acercarse a Jesús eucarístico de una manera digna, invitando a todos a acercarse a la comunión sacramental, en estado de gracia, advirtiéndoles que la confesión es necesaria a quien se halla en pecado mortal, para recibir la sagrada Eucaristía. Nunca, como en estos tiempos, se han hecho tantas comuniones indignas. La Iglesia está herida por la difusión de las comuniones sacrílegas. Ha llegado el tiempo en que su Madre celestial dice: Basta». (1[2]4-Junio-1979).

«Que el Santísimo Sacramento esté rodeado de flores y de luces. Adoren a Jesús Eucaristía… Expónganlo frecuentemente a la veneración de los fieles. Multipliquen las horas de adoración pública para reparar la indiferencia, los ultrajes, los numerosos sacrilegios y las terribles profanaciones, a las cuales se ve sometido durante las misas negras, un culto diabólico y sacrílego, que se difunde cada vez más yque tiene como vértice actos abominables y obscenos hacia la Santísima Eucaristía.

Mi maternal voluntad es que Jesús eucarístico encuentre en la iglesia su casa real, donde sea honrado y adorado por los fieles, donde está también perennemente rodeado por innumerables milicias de ángeles, de santos y de almas del Purgatorio». (31-Marzo-1988).

«Hijos míos, por un m.ila gro de amor, que sólo llegarán a comprender en el paraíso, Jesús les ha dado el don de permanecer siempre entre ustedes en la Eucaristía. Pido que se vuelva de nuevo en todas partes a la práctica de las horas de adoración ante Jesús expuesto en el Santísimo Sacramento. Deseo que se acreciente el homenaje de amor a la Eucaristía y que se desta que aún por las señales sensibles más expresivas de su piedad. Rodeen a Jesús eucarístico con flores y luces; cólmen7o de delicadas atenciones; acérquense a El con profundos gestos de genuflexión y de adoración ¡Si supieran cómo Jesús eucarístico los ama, cómo un pequeño gesto de su amor lo llena de gozo y de consolación! Jesús perdona tantos sacrilegios y olvida una infinidad de ingratitudes ante una gota de puro amor

Cuando van delante de El, los ve; cuando le hablan, los escucha; cuando le conflan algo, acoge en su corazón cada palabra suya; cuando piden, siempre los escucha. Vayan al sagrario para entablar con Jesús una relación de vida simple y cotidiana.

Con la n"iísma naturalidad con que buscan un amigo, con que confían en las personas que les son queridas, con que sienten necesidad de un amigo que los ayude, así vayan al sagrario a buscar a Jesús. Hagan de Jesús el amigo más querido, la persona en quien más confían, la más deseada y más amada. Digan su amor a Jesús, repítanselo con frecuencia, prque esto es lo único que lo deja inmensamente contento, lo consuela y lo recompensa de todas las traiciones» (21-Agosto-1987).

TERCERA PARTE

Testimonios y milagros

En esta tercera parte, vamos a considerar casos concretos de testimonios, conversiones, sanaciones y milagros, a lo largo de los siglos, para que podamos reafirmar nuestra fe en la presencia viva y real de Jesús en este sacramento. Jesús sigue actuando y haciendo maravillas hoy en la Eucaristía, como lo hacía hace dos mil años. Así nos lo confirman también los testimonios de los santos.

TESTIMONIOS

Muchas religiosas contemplativas, con las que me escribo, me han relatado sus experiencias con Jesús Eucaristía. Una de ellas me decía: «Las gracias nus grandes que he recibido en mi vida, las he recibido directamente de la sagrada Eucaristía y, especialmente el matrimonio espiritual». Otra me escribía: «Mi cehia está cerquita del sagrario y puedo irme a visitarlo con frecuencia. Acabo de estar con El y me envolvió un silencio impresionante y me dejé llevar por El. Fue algo tan hermoso… Jesús Eucaristía me hacía sentir las dulzuras de su amor sacramentado. Y me pareció oír su dulce voz, pero fuertemente persuasiva y dulcemente tajante: «Yo soy Jesús y te amo mucho».

Una alegre y feliz religiosa ancianita, me manifestaba: «Soy muy feliz. He hecho del sagrario mi morada y le he pedido a Jesús que venga a hacer de mi corazón su sagrario. Así estamos siempre juntos. ¡Qué lindo es vivir siempre con Jesús, formando un solo corazón!». ¡ Qué felices los religiosos que pueden vivir bajo el mismo techo de Jesús! Me contaba una religiosa: «Un día fui a la capilla y, después de ponerme de rodillas, me vino un recogimiento tan grande como jamás me había ocurrido y por mucho que hubiera hecho por recogerme nunca de tal forma lo hubiera podido adquirir Parecía que se me arrebataba el alma. Jesús me hizo comprender de una manera inefable el misterio del sacerdocio y hasta la gloria y recompensa que tendrán después. También me hizo ver cómo está y nos espera en la Eucaristía y, sobre todo, el infinito amor que nos tiene… Un poco más y hubiera bastado para fallecer de amoi me sentía toda abrasada y casi no podía resistir tanto amor».

El Bto Rafael, monje trapense muerto a los 27 años, en 1938, decía: «En la paz y el silencio del templo mi alma se abandona a Dios… Si este Dios, que se oculta en un poco de pan, no estuviera tan abandonado, los hombres serían más felices, pero no quieren serlo. Todos los conflictos sociales, todas las diferencias se allanarían, si mirásemos un poco más hacia ese Dios tan abandonado, que está en nuestras iglesias». Seamos como aquellos católicos de las islas Kiribati en Oceanía, que se reunían todos los domingos en la playa para adorar a Jesús Eucaristía, presente en las iglesias de Tahití a 5000 Kms. de distancia. O como aquel catequista de un pueblecito de los Andes peruanos, que reunía a su gente los domingos y les decía, abriendo un corporal ante el altar de la capilla: «Adoremos a Cristo, que estuvo aquí con nosotros hace 22 años».

Cuando estuve en el retiro mundial para sacerdotes en Roma del 5-9 de Octubre de 1984, teníamos una hora de adoración cada día en la Basílica Vaticana. Éramos 7000 sacerdotes de todos los países, unidos en una sola oración, adorando a nuestro Dios. ¡Qué días de gloria pasé en aquella ocasión! Muchos sacerdotes, durante la segunda guerra mundial llevaban siempre en el pecho la sagrada Eucaristía para darla en comunión a los soldados y también para tener fuerza y valor para soportar las pruebas de la guerra. Con Jesús a nuestro lado, todo es más fácil.

Cuando estuve de capellán militar en Ceuta, en el Norte de Africa, las religiosas adoratrices me hablaban de cómo algunas niñas musulmanas, a pesar de no creer, sentían que allí en el sagrario estaba Dios. Algo parecido le sucedió a aquella joven judía, cuando era alumna de un colegio de religiosas. Me escribía así: « Un día cuando tenía 11 años, una amiga del colegio me invitó a entrar a la capilla, donde estaba el Santísimo Sacramento y, al entrar instantáneamente, sin pensarlo, sentí con una fuerte claridad que allí en el sagrario, que yo llamaba «caja», allí estaba Dios. No sabría explicarlo, pero esto mismo me pasó en las dos siguientes iglesias católicas que visité». Esta fue la piedra de toque para convertirse. Actualmente, Sor María del Carmelo es religiosa contemplativa en un convento de Inglaterra.

El P. Antón Luli, jesuita albanés, manifestaba en el 1 Encuentro mundial de sacerdotes, celebrado en Fátima en 1996, su testimonio personal: «Apenas terminada mi formación, me arrestaron en 1947 tras un proceso falso e injusto. He vivido 17 años como prisionero y otros tantos en trabajos forzados. Prácticamente, he conocido la libertad a los 80 años, cuando en 1989 pude celebrar por primera vez la misa con la gente. Mi vida ha sido un milagro de la gracia de Dios y me sorprendo de haber podido sufrir tanto con una fuerza que no era la mía, sino de Dios. Me han oprimido con toda clase de torturas… Pero, cuando podía, celebraba la misa clandestinamente. No podía confiar en nadie, pues si me descubrían me fusilaban. Así estuve 1] años.

En una ocasión, tuve una experiencia extraordinaria, que me recordaba la transfiguración de Jesús. La desolación dio paso a una maravillosa experiencia de Jesús. Era como si estuviera allí presente, frente a mí, y yo le pudiera hablar Aquel momento fue determinante para mí, pues comenzaron de nuevo las torturas. Sin aquel amor de Jesús, hubiera muerto, quizás desesperado».

Así relata El su experiencia y cómo la celebración de la misa y la comunión, cuando le era posible clandestinamente, era su fuerza en medio de tanto sufrimiento y soledad. Y tú ¿a qué esperas para ir a Jesús? Ojala que lo ames tanto que seas como aquel campesino que todos los días iba temprano a la Iglesia y le decía a su familia: «Voy a dar los buenos días a Dios, voy a visitar a mi amigo Jesús». O como aquél que decía: «Me voy a calentar mi corazón al sol». Pues sentía un amor tan grande a Jesús que, a veces, en su corazón sentía el fuego de su amor. Seamos como aquel campesino del que habla el cura de Ars, que iba todos los días a la Iglesia y se quedaba mirando al sagrario bastante tiempo. Y al preguntarle qué hacía respondió: «Yo lo miro y El me mira». Eso es lo que debemos hacer también nosotros: mirar y dejarnos mirar. Amar y dejarnos amar. No hace falta hablar mucho, pues la mejor oración es la oración de contemplación, que es un silencio amoroso o un amor silencioso ante la grandeza y el amor de un Dios, que se ha quedado por amor en este maravilloso sacramento.

Ahora, repitiendo las palabras de Carlo Carretto, quisiera decir a todos aquéllos que dejan en solitario el sagrario: «Imaginad que es cierto lo que dice la Iglesia de que, bajo el signo sacramental del pan, se halla la presencia viva de Jesús… ¿No sentiréis necesidad de ir a quedaros junto a El y hacerle compañía? Yo creo que Jesús está presente en la Eucaristía. Cuánto me ha ayudado estafe. Cuánto debo a esta presencia. Es aquí delante donde aprendí a orar Cuando en el desierto de África me pasaba ocho días sin ver a nadie entre las dunas, cuando en una ocasión me pasé cuarenta días solo entre la tierra y el cielo estrellado del Sahara… me habría vuelto loco sin esta presencia de Jesús a mi lado, sin este amor atento siempre a las muestras de mi amor Es allí en el desierto con Jesús Eucaristía, donde sentí más intensamente la presencia de Dios».

Algo parecido le ocurrió a un sacerdote jesuita italiano, prisionero de los rusos en la segunda guerra mundial y que estuvo varios años solo en una celda de la famosa prisión de Moscú «Lubianka». Decía:

«Si no hubiera sido por la presencia de Jesús Eucaristía a mi lado, me hubiera vuelto loco». El, siempre que podía, celebraba la misa con un poco de pan y "un poco de vino, y guardaba la Eucaristía para sentir la presencia y la compañía de Jesús a su lado y no sentirse solo. ¡Qué maravilla! Jesús viene a una pequeña celda carcelaria a celebrar el gran misterio de la Redención ante el llamado de un humilde sacerdote, recluido en el lugar más infernal del mundo.

Y El sigue manifestándose como a aquel sencillo campesino de Pimpincos (Provincia de Cutervo en el Perú), que los primeros viernes acudía a la parroquia, después de haber caminado varias horas, a veces, con barro, lluvia, frío. .. pero con alegría para recibir a Jesús, y sentía su amor en lo más íntimo de su ser. O como se manifestó también a aquellos universitarios católicos en la capilla de una casa de retiros, el año 1967, en los que derramó su Espíritu, dando comienzo a la Renovación carismática católica en el mundo. Ellos hablaban de haber sentido sensiblemente el amor y la presencia de Jesús, descubriendo por primera vez en su vida lo que era amarlo y adorarlo. Y tú ¿nunca has sentido paz al adorar a Jesús Eucaristía? Haz la prueba, vete a visitarlo. Jesús siempre te ama y te espera.

CONVERSIONES

Refieren los biógrafos de S. Antonio de Padua que, estando en Rímini en 1225, un hereje albigense, llamado Boniville, negaba la presencia de Cristo en la Eucaristía y le pedía una prueba convincente. El hereje llevó a la plaza su mula, a la que había dejado tres días sin comer, y le llevó un saco de cebada al tiempo que S. Antonio llevaba el Santísimo Sacramento, y la mula dejando sin probar la cebada, se arrodilló a su manera ante la Eucaristía. A la vista de este milagro, se convirtió Boniville con varios de sus seguidores. Y allí se construyó una capilla para recordar el milagro.

Cuando el santo cura de Ars llegó a ese pequeño pueblo francés, apenas tres o cuatro ancianas iban a misa. El, entonces, se dedicó a pasarse muchas horas de adoración ante el Santísimo y siempre con el rosario entre las manos y los ojos fijos en el sagrario. Poco a poco, la gente empezó a ir a la Iglesia y a querer confesarse. Así empezó un ministerio de confesión que lo hizo famoso, pues venían hasta de los últimos rincones de Francia y del extranjero para ver y oír a aquel sacerdote con fama de santo, que tanto amaba a Jesús sacramentado.

Algo parecido sucedió en el pueblo de S. Giovanni Rotondo con el famoso P. Pío de Pietrelcina, capuchino estigmatizado. Cuando El llegó, era un pueblo desconocido; hoy es un centro espiritual, sanitario y cultural de fama internacional. ¿Qué es lo que hizo el milagro? El P. Pío, sencillo y enfermizo, se pasaba las horas ante el sagrario, orando por los pecadores y sufriendo por ellos. Poco a poco, la gente comenzó a visitarlo para confesarse con El. Y, como le había sucedido al cura de Ars, tuvo que dedicar sus horas libres a confesar. El 20 de Septiembre de 1918, estando en oración ante el Santísimo, recibió de Jesús las santas llagas en manos, pies y costado.

Y ¿qué hizo que el Bto Damián de Veuster convirtiera el infierno de Molokai, la isla de los leprosos, en un lugar digno de vivir? Su amor a la Eucaristía. El decía: «Sin la presencia de Jesús en mi pobre capilla, jamás hubiera podido mantener unida mi suerte a la de los leprosos de Molokai». Es por esto también que la M. Teresa de Calcuta, exige a sus hermanas una hora de adoración diaria ante el Santísimo para tener fuerza, para poder servir a los más pobres de entre los pobres.

Elizabeth Ann Seton, la primera santa norteamericana, se convirtió a la Iglesia católica por la Eucaristía. Después de la muerte de su esposo en Italia, regresó a Nueva York y buscó la paz en su propia Iglesia episcopal. Un día se sentó en una silla de su Iglesia, desde donde podía ver la torre de la vecina Iglesia católica, y mirando el altar vacío de su iglesia, comenzó a hablar con Jesús, presente en el Santísimo de la iglesia católica cercana. Así empezó a sentir amor a Jesús Eucaristía, que la atraía como un imán, y éste fue el comienzo de su conversión.

Otro convertido es el músico judío Herman Cohen, nombrado maestro de capilla de la Iglesia de S. Valerio de París, sintió por dos veces una emoción extraordinaria en el momento de la bendición con el Santísimo Sacramento. El 28 de Agosto de 1847 fue bautizado por el sacerdote, también judío convertido, S. Alfonso de Ratisbona. Después se hizo carmelita descalzo con el nombre de P. Agustín María del Sacramento.

El famoso filósofo español, convertido del ateísmo, García Morente, se hizo sacerdote, después de haber tenido una experiencia extraordinaria con Cristo en su habitación, la noche del 29 de Abril de 1937. Fue tal el impacto que recibió, que quiso ser otro Cristo en la tierra como sacerdote y, siendo profesor de la Universidad autónoma de Madrid, se retiraba los fines de semana al Monasterio del Poyo, para estar allí en un rincón de la capilla y adorar al amor de su vida, Jesús sacramentado.

Un oficial paracaidista francés, que había estado en la guerra de Vietnam y había perdido la fe, al final de la guerra de Argelia, tuvo que volver a Francia y se dirigió en automóvil a Pau, donde estaba su destacamento militar. Cuando estaba a 14 Kilómetros de Lourdes, sintió un impulso de ir a hacer una visita de cortesía a la Virgen. Entró en la basifica subterránea y vio que Jesús Eucaristía estaba expuesto. Se acercó a las primeras bancas e, inmediatamente, se vio envuelto en una inmensa oleada de amor de Jesús. Buscó un sacerdote, se confesó y, después, subió a la colina para hacer el Vía crucis. Aquella noche llegó a su destacamento, transformado. Ahora es un monje trapense.

El 29 de Mayo de 1956 moría a los noventa años uno de los mejores hagiógrafos de 5. Francisco de Asís y de Sta. Catalina de Siena, Joannes Joergensen. Se había bautizado a los treinta años en 1896. Un día, había entrado por curiosidad a una iglesia católica en Lucerna (Suiza). En ese momento, el sacerdote estaba bendiciendo a la gente con el Santísimo Sacramento. El, llevado por una fuerza irresistible, se arrodilló también. Este fue el comienzo del largo camino que lo llevó a la conversión.

Algo parecido le pasó al sobrino del Cardenal Manning. Este joven anglicano asistió un día a la procesión del Santísimo Sacramento en la catedral de Amiens (Francia) y fue milagrosamente iluminado por una fuerza interior, que le hacía comprender la presencia de Jesús en la hostia consagrada. El joven Anderson se bautizó y entró después en la Compañía de Jesús.

También se convirtió el famoso escritor católico norteamericano, de origen francés, Tomás Merton. Un día oyó una voz fuerte y suave que le decía: «Vete a misa». Asistió a la Iglesia y su espíritu se iluminó. Se preparó para el bautismo y lo recibió el 16 de Noviembre de 1938. Se hizo sacerdote trapense.

Podríamos poner otros ejemplos, en los que la Eucaristía se manifiesta como una explosión de luz y de amor, que envuelve y transforma. Pero el caso más espectacular y conocido es el de André Frossard, uno de los mejores escritores franceses del siglo XX. Su conversión ocurrió a los veinte años y El la cuenta en su libro: «Dios existe, yo lo encontré». Veamos su testimonio:

«Fue un momento de estupor que dura todavía. Habiendo entrado a la cinco y diez de la tarde en una capilla del barrio latino de París en busca de un amigo, salí a las cinco y cuarto en compañía de una amistad que no era de la tierra. Habiendo entrado allí escéptico y ateo de extrema izquierda y, aún más que escéptico y todavía más que ateo, indiferente y ocupado en cosas muy distintas a un Dios que ni siquiera tenía intención de negar… volví a salir algunos minutos más tarde, católico, apostólico y romano, llevado, alzado, recogido y arrollado por la ola de una alegría inagotable.

Entré en la capilla, sobre el altar mayor había un gran aparato de plantas, candelabros y adornos, todo dominado por una gran cruz

de metal labrado, que llevaba en su centro un disco de un blanco mate… En pie, cerca de la puerta, mi mirada pasa de la sombra a la luz, va de los fieles a las religiosas inmóviles, de las religiosas al altar; luego, ignoro por qué, me fijo en el segundo cirio que arde a la izquierda de la cruz. Entonces, se desencadena, bruscamente, la serie de prodigios, cuya inexorable violencia iba a desmantelar el ser absurdo que yo era.

No digo que el cielo se abre, no se abre, se eleva, se alza de pronto en una silenciosa y dulce explosión de luz. ¿Cómo describirlo con palabras? Es un cristal de transparencia infinita, de una luminosidad casi insostenible… Dios estaba allí revelado y oculto por esa embajada de luz que, sin discursos ni retóricas, me hacía comprender todo su amor El prodigio duró un mes. Cada mañana volvía a encontrar con éxtasis esa luz que hacía palidecer el día, ese amor que nunca habría de olvidar y que es toda mi ciencia teológica. Sin embargo, luz y dulzura perdían cada día un poco de su intensidad. Finalmente desaparecieron… »

Frossard entró en aquella capilla, en que estaba expuesto el Santísimo Sacramento, y Jesús se le manifestó en toda su gloria como una luz maravillosa, llena de amor. Fue un amor a primera vista y se hicieron amigos para siempre. Pues bien, el mismo Jesús te espera en la Iglesia y quiere ser tu amigo. «Si crees, verás la gloria de Dios» (Jn 11,40).

SANACIONES

«A los que creyeren les acompañarán estas señales: en mi Nombre echarán demonios… pondrán las manos sobre los enfermos y éstos quedarán sanos» (Mc 16,17-18).

En la Eucaristía está el mismo Jesús de Nazareth, que hace dos mil años sanaba a los enfermos en Palestina. «El es el mismo ayer hoy y por los siglos» (Heb 13,8). El es el gran médico de cuerpos y almas. Por eso, la Eucaristía es el sacramento por excelencia de la sanación física, síquica y espiritual. En el sagrario está el consultorio divino. Allí está Dios mismo con todo su amor y su poder. El no cobra la consulta y atiende a toda hora del día o de la noche. El tiene todo su tiempo exclusivamente para ti. Y es especialista en todas las enfermedades, especialmente en las enfermedades del «corazón».

S. Agustín nos dice que, si te pones en manos de tan buen médico: «sanarás de todas tus enfermedades, aunque sean muy gran4es, pues mayor es el médico. Para el médico omnipotente no hay enfermedad incurable, ponte en sus manos; déjate curar de El» (En in PS 102,5). Vete a El con la fe expectante de la mujer hemorroisa del Evangelio. Ella pensó: «Si toco siquiera su vestido seré sana» (Mc 5,28). Lo hizo y quedó sana. Muchos enfermos «le suplicaban que les dejase tocar siquiera la oria de su vestido y, todos los que le tocaban quedaban sanos» (Mt 14,36). «A todos los que se sentían mal los curaba, para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías que dice: El tomó sobre sí nuestras enfermedades y cargó con nuestras dolencias» (Mt 8,16-17). «Y Jesús recorría ciudades y aldeas, enseñando, predicando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia» (Mt 9,35). «De El salía un poder que sanaba a todos» (Lc 6,19). Y este mismo poder se lo dio también a sus discípulos: «les dio poder sobre los espíritus inmundos para arrojarlos y para curar toda enfermedad y dolencia» (Mt 10,1). «Curad a los enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios; lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis» (Mt 10,8).

La Eucaristía es también poderosa para liberar a los oprimidos por el Maligno. El P. Emiliano Tardif nos contaba el caso de una mujer que adoraba a Satanás en sus reuniones satánicas y fue liberada por el poder de Jesús Eucaristía. El P. Roberto de Grandis escribía: «A mí personalmente me ha ayudado mucho en mife eucarística una persona que fue bruja y se convirtió a la Iglesia Católica. Decía que nunca se hubiera soltado de Satanás, si no hubiera acudido diariamente a la

Eucaristía. Afirmaba que hasta los hechiceros creen en la presencia real de Jesús». Como vemos, una de las principales tareas del ministerio de Jesús, y que debe serlo también de sus discípulos, es la de expulsar demonios y sanar a los enfermos del cuerpo y del alma. Varias veces, se nos dice en el Evangelio que con sólo tocar al enfermo (leproso, ciego, suegra de Pedro…) los sanó (Cf Mt 8,3; 8,15; 9,29). Entonces, ¿por qué no vamos a recibirlo en la comunión con esa fe expectante para esperar el milagro de nuestra salud? Dice el Evangelio que en Nazareth «no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de algunos pocos dolientes, a quienes impuso las manos y los curó, por su incredulidad» (Mc 6,5-6; Mt 13,58).

Decía Sta. Teresa de Jesús: «Pensáis que este Santísimo Sacramento, no es muy grande y gran medicina aun para los males corporales? Yo lo sé y conozco persona de grandes enfermedades y estando muchas veces con graves dolores, como con la mano se le quitaban y quedaba buena del todo, y esto muy de ordinario» (Camino 34,3). «e!Por qué hemos de ir a buscarle lejos, si sabemos que, mientras no consumen el calor natural los accidentes del pan, está con nosotros el buen Jesús? Pues, si cuando andaba en el mundo con sólo tocar su ropa sanaba a los enfermos ¿ qué hay que dudar que hará milagros estando dentro de mí?» (Ib. 34,5).

El día de Pascua de 1461, el joven Bertrand Leclerc de 15 años, mudo desde una caída que tuvo de niño, fue curado en el momento de recibir la comunión. Desde entonces hasta 1495, todos los lunes de Pascua se celebraba en la catedral de La Rochelle (Francia) el recuerdo del milagro del mudo de La Rochelle.

En 1725 la Sra. Anna Fosse se curó al paso de la procesión del Corpus Christi en París. Ella, de cuarenta y cinco años, era una mujer de fe y empezó a gritar: «Señor si quieres puedes sanarme». Y el Señor la sanó y pudo seguir a pie la procesión, pues estaba paralítica desde hacía varios años. El arzobispo de París, después de las investigaciones del caso, reconoció el milagro y mandó cantar un Te Deum en agradecimiento.

El Bto. Jean Martín Moyé, misionero de China, cuenta que en 1778, durante la gran peste, daba la unción de los enfermos a los moribundos, pero un día se sintió muy mal. A la mañana siguiente, se preguntó si sería una temeridad ir en ese estado a celebrar la misa, pero El dice que «en ese momento me vino a la mente que N. Señor en el Santísimo Sacramento era la medicina del cuerpo y del alma. Celebré la misa y me sentí curado. Dios en su misericordia me había sanado para el bien de mis fieles».

Veamos algunos casos de curaciones en Lourdes, llamada ciudad de la Inmaculada y ciudad de la Eucaristía. Allí se recogen cada año unos 5500 casos de curaciones extraordinarias. Gabriele Gargam había tenido un accidente ferroviario y había quedado paralítico de las extremidades inferiores. El siete de Agosto de 1900, en el momento de la bendición con el Santísimo Sacramento, quedó totalmente curado.

Raimunda Bonnenfant tenía 13 años, cuando en Enero de 1920, tuvo un ataque de apendicitis que se complicó con peritonitis y tuberculosis intestinal. Estaba moribunda, cuando la llevaron a Lourdes. En el momento de la bendición con la Eucaristía, ella vio a Jesús y quedó instantáneamente curada. Después se hizo religiosa con el nombre de Sor María de Cristo.

Giovanna Fretel, de 34 años, tenía peritonitis tuberculosa y había tenido siete operaciones. Estaba gravísima, cuando la llevaron a Lourdes el ocho de Octubre de 1948. En el momento de la comunión, quedó curada totalmente. Su caso fue declarado milagroso.

María Luisa Bigot, de 31 años, con hemiplejia, ciega y sorda, fue llevada a Lourdes en 1953 y se curó de la hemiplejia. En 1954, en otro viaje, en el momento de la bendición con el Santísimo, quedó curada del oído, y durante el viaje de regreso recuperó la vista. Su caso ha sido reconocido como milagroso.

Tea Ángela, de 29 años, alemana, fue llevada a Lourdes el 17 de Mayo de 1950 con esclerosis y fue curada progresivamente, después de meterse en la piscina y asistir a la procesión del Santísimo Sacramento. Se hizo religiosa con el nombre de Sor María Mercedes.

También María Teresa Canin de Marsella, de 37 años, fue curada progresivamente, el 9 de Octubre de 1947, de mal de Pot y de tuberculosis peritoneal, después de asistir tres días seguidos a la procesión del S. sacramento.

Fray León Schwager, benedictino suizo, tenía esclerosis múltiple y fue a Lourdes el 30 de Abril de 1952, cuando tenía 28 años de edad. En la procesión del Santísimo quedó curado. Su caso también ha sido reconocido milagroso.

Más reciente es el caso de Hugo Mario Fisicaro, industrial madrileño de 39 años. El había tenido un grave accidente automovilístico el 26 de Enero de 1989 y su novia lo llevó a Lourdes cuatro meses después, cuando ya los médicos no podían hacer nada… Durante la misa por los enfermos, en el momento de la comunión, sintió un calor intenso que invadió todo su cuerpo y pudo empezar a caminar, pues estaba paralizado de medio cuerpo para abajo.

Felizmente, no necesitamos ir a Lourdes, porque el mismo Jesús que sana en Lourdes esta en cualquiera de nuestras iglesias, solamente nos falta más fe en su presencia real en el Santísimo Sacramento. El P. Emiliano Tardif, que tiene un poderoso ministerio de sanación a través del mundo, refiere en su libro «Jesús está vivo» muchos milagros realizados en las misas de sanación. En Tahití, había un hombre «completamente ciego de un ojo y que con el otro veía muy poco. Durante la misa de los enfermos, precisamente en el momento de la elevación de la hostia, vio una gran luz y sus ojos se abrieron ¡Había sanado!».

La M. Briege Mackenna, que también tiene un extraordinario ministerio de sanación a nivel mundial, acostumbra a realizar sus oraciones de sanación, cuando Jesús está expuesto en la custodia solemnemente; para que sea Jesús quien personalmente pase por entre los enfermos y los cure, como sucede frecuentemente.

El P. Darío Betancourt es otro sacerdote con un gran ministerio de sanación. Dice en su librito «La Eucaristía»: «Recién ordenado sacerdote fui a la casa de unos campesinos a llevar la comunión. Había un niño con un eczema, que era como una llaga al rojo vivo. Sus padres me contaron que habían gastado todo su dinero en médicos y medicinas sin éxito alguno. Yo impuse el relicario con la hostia consagrada, tocando al niño, mientras todos pedíamos a Dios por su curación. Dos semanas más tarde, sus padres me trajeron al niño para mostrarme cómo se habían secado las llagas. Me contaron que, desde el momento de aquella oración, el pequeño había dejado de rascarse y empezó la mejoría»… «Otro día, me llamaron a un hospital de Nueva York para atender a Ann Greei que llevaba dos meses inconsciente. Yo me acordé del caso que acabo de contar y le puse el relicario sobre su frente en el lugar donde había sido golpeada en un terrible accidente automovilístico. Por la noche, fuimos informados de que la niña había recobrado un poco de calor y sus miembros estaban más flexibles. Al día siguiente, los médicos estaban admirados de la mejoría tan grande de la noche a la mañana. Dos días más tarde, reconocía y recordaba. Una semana después, Ann dejaba el hospital totalmente recuperada».

El P. Roberto de Grandis en su libro «Sanados por la Eucaristía» escribió: «Cuanto más fuerte sea la presencia de Jesús, habrá más sanaciones. Y la presencia más grande del Señor la tenemos en la Eucaristía. Es mucho más fuerte que imponer las manos, mucho más fuerte que ungir con aceite, mucho más fuerte que predicar la Palabra. La presencia de Jesús en la Eucaristía, es la presencia absoluta. El momento más grande de sanación es el momento de la comunión. Confieso que, después de veinticinco años en el ministerio de sanación, es ahora cuando estoy empezando a ver la realidad de lo que digo: El Señor sana en la Eucaristía.

Conocí a una mujer que estaba embarazada y el médico le dijo que tenía que abortar porque el niño estaba completamente deforme. Fue a la Iglesia. Durante la misa pidió fuerza para poder aceptar a ese niño y, cuando el sacerdote elevaba la hostia sintió un poder grande dentro de ella y una gran paz. El médico insistía en que tenía que abortar Siguió yendo diariamente a misa, y tuvo una niña perfectamente normal. Ya ha cumplido los siete años y la están preparando para su primera comunión»…

Cuando las madres embarazadas comulgan, en alguna medida hacen comulgar a su hijo, y la unión de Jesús con la madre es también unión con su hijo. Esa es una linda manera de entregarlos a Jesús, de consagrárselos antes de nacer. La comunión será una fuente enorme de bendiciones y de sanación para su hijo, que puede ser afectado por traumas antes de su nacimiento. Y, en caso de que los pierdan, será una tranquilidad para ellas saber que ya estaban en las manos de Jesús y consagrados a El.

Pues bien, ahí está Jesús ¿a qué esperamos para comulgar? ¿A qué esperamos para ir a pedirle la salud de nuestros seres queridos? «A los que honran su Nombre, les brillará el sol de justicia (Cristo) que lleva la salud en sus rayos» (Mal 3,20). Dejémonos bañar por la luz divina, que sale del sagrario, y que también es salud para nuestros cuerpos y nuestras almas. Por esto, en cada sagrario deberíamos colocar un letrero que dijera más o menos así: «Aquí se cura el alma y el cuerpo. Aquí está Jesús, médico de cuerpos y almas. Aquí hay vida, salud, amor alegría y paz».

En el sagrario está Jesús, que es la luz del mundo y que trae la vida al mundo. ¿Podemos imaginarnos un mundo sin luz? Sería un mundo sin vida. Supongamos que el sol se apagase repentinamente.., a los ocho minutos no habría luz en la tierra y empezaría a agonizar la vida y, poco a poco, el frío y el viento helado congelaría todo. Se extinguiría toda la vida por falta de luz y calor y sería la muerte total. Pues esto es lo que le pasa a quien no tiene la luz de Cristo, luz del mundo (Cf Jn 8,12).

El vino a traernos vida y vida en abundancia (Cf Jn 10,10). Por eso, no es de extrañar que el Bto Manuel Domingo y Sol gritara: «Para mí la vida es Cristo en el Santísimo sacramento». El mismo S. Pablo decía: «Para mí la vida es Cristo». S. José de Cotolengo aconsejaba la comunión diaria a los médicos y enfermeras antes de las operaciones y les decía: «La medicina es una gran ciencia, pero Jesús es un médico más grande». El puede curar sin intermediarios. La Sra. Guadalupe del Carmen Romero, mexicana, tenía una enfermedad especial y no podía comer alimentos que tuvieran trigo, avena, centeno, cebada, etc. Si tomaba pan o una hostia sin consagras, le venían graves trastornos orgánicos. Sin embargo, todos los días recibía la hostia en la comunión y no le pasaba nada ¡Qué diferencia entre un poco de pan y recibir a Cristo Eucaristía!

Pues bien, El sigue esperándonos en el sagrario… Y sigue pasando y curando. Acércate a El y verás milagros en tu vida. Recuerda lo que dice el Evangelio: «Se le acercó una gran muchedumbre, en la que había cojos, mancos, ciegos, mudos y muchos otros enfermos, que se echaron a sus pies y los curó» (Mt 15,30). Vete tú también, póstrate a sus pies y no quedarás defraudado. El es un amigo que nunca falla.

MILAGROS EUCARISTICOS

a). Aparici[3]ones:

1.- El día de Pascua de 1254, un sacerdote estaba dando la comunión en el pueblo de Douai (Francia) y una hostia cayó al suelo. Se inclinó para recogerla, pero la hostia por sí misma se levantó y voló hasta el purificador que estaba en el altar. Fue a ver y observó en la hostia el cuerpo viviente de un niño maravilloso. Todos los que se acercaron vieron lo mismo. Tomás de Cantimpré, doctor en Teología y obispo de Cambray, dio testimonio de este prodigio en su libro: «Bonum universale de apibus». En este libro afirma que la mayor parte lo vio como un niño, otros como Cristo adulto y otros como juez, cada uno según su capacidad o necesidad espiritual. Hay otros documentos sobre este milagro.

2.- El día 2 de Junio de 1668 a las 7 p.m. en Ulmes (Francia), el párroco, Nicolás Nezan, estaba para darla bendición con el Santísimo .a las 200 personas presentes. Después de incensar se cantó el himno «Pange lingua» y, a las palabras «Verbum caro panem verum», apareció el rostro luminoso de un hombre en la hostia de la custodia. La aparición duró un cuarto de hora y todos lo pudieron ver. Cuando estaba para desaparecer, se presentó una nubecilla alrededor de la hostia, hasta que todo quedó normal. Este milagro está firmemente asegurado por muchos documentos.

3.- Los días 12, 13 y 14 de Junio de 1828 en Hartmannswiller, en la región de Alsacia (Francia), después de la bendición con el Santísimo, unas 600 personas pudieron ver la hostia brillante como un sol potentísimo y en ella el rostro del niño Dios.

4.- El 26 de Enero de 1902 en la Iglesia de San Andrés, a 27 Kms. de S. Denis, de la Reunión (Francia). Durante la Exposición del Santísimo, desde las 8 a.m. hasta las 3 p.m., miles de personas, algunos incrédulos, pudieron ver en la hostia el rostro de Cristo, triste, con los ojos cerrados, la cabeza inclinada y algunas lágrimas en el rostro. Casi al final de la Exposición se pudo ver un crucifijo claramente… La hostia se conserva todavía.

5.- Otros testimonios sobre apariciones en la hostia se cuentan del convento de las MM Redentoristas en Scala (Italia), durante cuatro días, en el momento de la bendición con el Santísimo. Apareció una cruz luminosa sobre un monte y alrededor los instrumentos de la Pasión. Este milagro, certificado por S. Alfonso María de Ligorio, ocurrió en 1732.

6.- En el convénto de las religiosas de la Sagrada Familia de Bordeaux (Francia), el 3 de Febrero de 1822, durante la Exposición, se apareció en la hostia el rostro de Cristo, como un joven de unos treinta años, extraordinariamente bello. Duró la aparición unos veinte minutos. El obispo reconoció la autenticidad del milagro.

7.- Los días 18 y 19 de Mayo de 1996 en el pueblo portugués de Mouré, distrito y diócesis de Braga, ocurrió también un hecho extraordinario del que se hicieron eco los medios de comunicación a nivel mundial. Durante la Exposición del Santísimo Sacramento en la custodia, en la Iglesia parroquial, todos pudieron ver en la superficie de la hostia, de nueve centímetros de diámetro, a Jesús de medio cuerpo, con la cabeza coronada de espinas, los ojos abiertos y bajos, las manos cruzadas sobre el pecho y con aspecto «tristinho» (triste), según los testimonios de los cientos de personas que lo vieron.

Este prodigio podía verse, incluso, con todas las luces de la Iglesia apagadas, pues había una luz interior que salía de la misma hostia. Ahí estaba Jesús glorioso y resucitado, pero a la vez sufriendo, al ver tanta indiferencia y abandono ante el gran misterio del amor.

b). Conservación milagrosa:

1.- En Morrovalle (Macerata) en Italia, ocurrió un prodigio el 16 de Abril de 1560. Se incendió la Iglesia de los PP Franciscanos y todo quedó destruido, también el sagrario. Sólo quedaron milagrosamente intactos los corporales y la hostia grande, que el día anterior había consagrado el P. Bautista de Ascoli. También estaba intacta la cubierta del copón, pues la base o copa estaba totalmente derretida. Se hicieron las investigaciones del caso y el Papa Pío IV declaró que era un verdadero milagro. En 1960 se celebró el cuarto centenario del prodigio y hay una inscripción en una puerta de la ciudad que la declara «Ciudad Eucarística».

2.- En la ciudad italiana de Siena el año 1730, unos ladrones robaron 351 hostias consagradas de la Iglesia de S. Francisco el 14 de Agosto. A los tres días, el clérigo que recogía las limosnas de las alcancías se dio cuenta de que estaban allí, llenas de polvo y metidas entre las monedas. ¡Actualmente, se conservan 225. Pero todas están tan intactas y frescas, como si hubieran sido consagradas el mismo día. Se han hecho en diferentes épocas exámenes científicos, sobretodo, en 1914, 1922 y 1950 y han confirmado el milagro de su conservación milagrosa. Algunos santos como S. Juan Bosco y Papas como Juan XXIII y Pablo VI, han adorado estas hostias en las que sigue estando presente Jesús sacra mentado El Papa Juan Pablo II vino a Siena el 14 de Septiembre de 1980 y declaró: «Aquí está la presencia de Jesús».

c) Profanaciones:

1.- Ocurrió en Alatri (Italia) a principios del año 1228. Después de comulgar, una joven metió la hostia en un pañuelo, para llevársela a una hechicera. Tres días después, aquella hostia se había convertido en carne. La hechicera y la joven, arrepentidas, fueron al obispo a pedirle perdón y contarle el milagro. El papa Gregorio IX publicó una bula el mismo año, donde habla de este prodigio. Actualmente, se conserva esta carne seca en un relicario. En 1978 se celebró el 750 aniversario del milagro con gran solemnidad.

2.- En la ciudad portuguesa de Santarem ocurrió un milagro en 1247. Una mujer, desesperada por la infidelidad de su esposo, fue a ver a una hechicera pasa pedirle ayuda. Ésta le dijo que le trajera una hostia consagrada. Fue a recibir la comunión en la Iglesia de S. Esteban y la envolvió en su velo. Pero, cuando iba a la casa de la hechicera, empezaron a salir del velo abundantes gotas de sangre. Se fue a su casa y lo escondió todo en un cofre de madera. Por la noche, ella con su esposo fueron sorprendidos por unos rayos misteriosos que salían del cofre e iluminaban toda la habitación. Ella le confesó a su esposo lo que había sucedido y pasaron la noche en adoración. Al día siguiente, avisaron al sacerdote, que colocó todo en una caja de cera. Al poco tiempo, vieron la caja de cera rota y la hostia sangrante estaba en una ampolla de cristal herméticamente cerrada. ¿Cómo pudo entras? En esa misma ampolla de cristal se venera hoy día. Hay documentos antiguos de este milagro, que ha hecho de Santarem una ciudad eucarística.

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