Nociones preliminares por Allan Kardec (página 3)
Enviado por Ing.+ Licdo. Yunior Andrés Castillo Silverio
En este estado, cuando el efecto empieza a manifestarse, generalmente se oye un pequeño crujido en la mesa se siente como un estremecimiento que es el preludio del movimiento; parece que hace esfuerzos para destacarse; después se pronuncia el movimiento de rotación y se acelera hasta el punto de adquirir una rapidez tal que los asistentes casi no pueden seguirla. Una vez establecido el movimiento, pueden también separarse de la mesa, la que continúa moviéndose en diversos sentidos, sin contacto.
En otras circunstancias la mesa se levanta y se endereza, tan pronto sobre un solo pie como sobre otro; después vuelve a tomar con suavidad su posición natural.
Otras, veces se balancea imitando el movimiento de ondulación de un buque; otras, en fin, pero para esto es preciso una potencia medianímica considerable, se destaca enteramente del suelo y se mantiene en equilibrio en el espacio, sin punto de apoyo, levantándose también algunas veces hasta el techo, de modo que puede pasarse por debajo; después vuelve a descender lentamente, meciéndose como lo haría una hoja de papel, o bien cae violentamente y se rompe, lo que prueba de una manera patente, que uno no es juguete de una ilusión óptica.
Otro fenómeno que se produce muy a menudo, según la naturaleza del médium, es el de los golpes dados en el mismo tejido de la madera, sin ningún movimiento de la mesa; estos golpes, algunas veces muy débiles, otras veces bastante fuertes, se hacen oír igualmente en los otros muebles de la habitación, contra las puertas, las paredes y el techo. Luego volveremos a tratar de esto. Cuando han tenido lugar en la mesa, producen en ésta una vibración muy sensible para los dedos, y sobre todo muy clara cuando se aplica el oído.
CAPÍTULO III MANIFESTACIONES INTELIGENTES
En lo que acabamos de ver, nada revela, seguramente, la intervención de una potencia oculta, y estos efectos podrían perfectamente explicarse por la acción de una corriente magnética o eléctrica, o la de un fluido cualquiera. Tal ha sido en verdad la primera solución dada a estos fenómenos, y que podía con razón, pasar por muy lógica.
Hubiera, sin duda, prevalecido si otros hechos no hubiesen venido a demostrar su insuficiencia; estos hechos son las pruebas de inteligencia que ellos han dado; pues como todo efecto inteligente debe tener una causa inteligente, es evidente que aun admitiendo que la electricidad o cualquiera otro fluido juegue en ello algún papel, se mezcla alguna otra causa. ¿Qué causa es esta? ¿Qué inteligencia? Las continuadas observaciones nos lo han hecho conocer.
Para que una manifestación sea inteligente, no es necesario que sea elocuente, ni de genio privilegiado o sabio: basta que pruebe un acto libre y voluntario, expresando una intención o respondiendo a un pensamiento. Cuando se ve una veleta agitada por el viento, se tiene la seguridad de que sólo obedece a una impulsión mecánica; pero si se reconoce en sus movimientos señales intencionales, si gira de derecha a izquierda, pronto o con lentitud, obedeciendo a una voluntad, nos veremos obligados a admitir no que la veleta sea inteligente sino que obedece a una inteligencia.
Esto mismo sucede respecto de la mesa.
Hemos visto moverse la mesa, levantarse y dar golpes bajo la influencia de uno o muchos médiums. El primer efecto inteligente que se notó fue el ver que estos movimientos obedecían a un mandato y, sin mudar de sitio, la mesa se levantaba alternativamente sobre el pie designado; después, volviendo a caer, daba un número determinado de golpes, respondiendo a una pregunta. Otras veces la mesa, sin el contacto de nadie, se paseaba sola por la habitación, yendo de derecha a izquierda, adelante o atrás, ejecutando diversos movimientos según la orden de los asistentes.
Es muy evidente que, lejos de toda suposición de fraude, admitimos la completa lealtad de los asistentes, atestiguada por su honradez y su perfecto desinterés. Más tarde hablaremos de las supercherías contra las cuales es prudente estar preparado.
Por medio de los golpes, y, sobre todo, por los golpes íntimos que acabamos de hablar, se obtienen efectos aún más inteligentes, como la imitación de los diversos redobles del tambor, fuegos de fila o pelotón, cañonazos, como en un simulacro de guerra, el rechino de la sierra, los golpes del martillo, la cadencia de diferentes melodías, etc. Esto fue, como se comprende, un vasto campo abierto a la explotación. Se dijo que, puesto que allí había una inteligencia oculta, podía responder a las preguntas, y respondió, en efecto, por un "sí" o por un "no", mediante un número de golpes de convención. Estas respuestas fueron muy insignificantes; así es que se tuvo la idea de hacer que se designaran las letras del alfabeto, y componer de este modo palabras y frases.
Estos hechos, repetidos a voluntad por millares de personas y en todos los países, no podían dejar duda sobre la naturaleza inteligente de las manifestaciones. Entonces fue cuando surgió un nuevo sistema, según el cual esta inteligencia debía ser la del médium, la del interrogador o la de los mismos asistentes. La dificultad estaba en explicar cómo esta inteligencia podía reflejarse en la mesa e interpretarse por los golpes; una vez constatado que los golpes, no los daba el médium, lo serían por el pensamiento; pero, el pensamiento dando golpes, era un fenómeno aún más prodigioso que todos aquellos que se habían visto.
La experiencia no tardó en demostrar lo inadmisible de esta opinión. En efecto, las respuestas se encontraban muy a menudo diametralmente opuestas con el pensamiento de los asistentes, fuera del alcance intelectual del médium, y aun en idiomas que no conocía, o relatando hechos ignorados de todos. Estos ejemplos son tan numerosos, que es casi imposible que el que se haya ocupado algo de comunicaciones espiritistas no lo haya visto diferentes veces. Sólo citaremos uno que se nos ha referido por un testigo ocular.
A bordo de un buque de la marina imperial francesa, en estación en los mares de la China, toda la tripulación, desde los marineros hasta el estado mayor, se ocupaba en hacer hablar a las mesas. Se tuvo la idea de evocar al Espíritu de un teniente de este mismo buque, muerto hacía dos años. Vino, y después de diversas comunicaciones que llenaron a todos de asombro, dijo lo que sigue, por medio de golpes. "Os suplico
encarecidamente que paguéis al capitán la suma de… (indicaba la cantidad) que le debo, y que siento no haberle podido reembolsar antes de mi muerte." Nadie conocía el hecho; el mismo capitán había olvidado este crédito, por cierto muy insignificante; pero examinando sus cuentas, encontró el asiento de la deuda del teniente, y cuya cantidad era exactamente la indicada. Dígasenos de qué pensamiento provenía el reflejo de esta indicación.
Se perfeccionó el arte de comunicar por los golpes alfabéticos, pero el medio era siempre muy largo. Sin embargo se obtienen comunicaciones de cierta extensión así como interesantes revelaciones sobre el mundo de los Espíritus. Estos indicaron otros medios, y a ellos debemos el de las comunicaciones escritas.
Las primeras comunicaciones de este género tuvieron lugar adaptando un lápiz al pie de una mesita ligera colocada sobre una hoja de papel. La mesita, puesta en movimiento por la influencia del médium, se puso a trazar caracteres, luego palabras y frases. Se simplificó sucesivamente este medio sirviéndose de mesitas tan grandes como la mano, hechas expresamente; después de cestitas, de cajas de cartón y, en fin, de simples tablitas. La escritura era tan corriente, tan rápida y tan fácil como con la mano; pero se reconoció más tarde que todos estos objetos no eran más, en definitiva, que apéndices, verdaderos lapiceros de los cuales no había necesidad, teniendo por si mismo el lápiz; la mano, arrastrada por un movimiento voluntario, escribía bajo la impulsión dada por el Espíritu y sin el concurso de la voluntad, ni del pensamiento del médium. Desde entonces las comunicaciones de ultratumba no tuvieron más límites que la correspondencia habitual entre vivos. Volveremos sobre estos diferentes medios que explicaremos en detalle; los hemos bosquejado rápidamente para demostrar la sucesión de los hechos que han conducido a acreditar en estos fenómenos la intervención de inteligencias ocultas, o de otro modo, de los Espíritus.
CAPÍTULO IV TEORÍA DE LAS MANIFESTACIONES FÍSICAS
Movimientos y suspensiones. – Ruidos. – Aumento y disminución del peso de los cuerpos
Estando demostrada por el razonamiento y por los hechos la existencia de los Espíritus, así como la posibilidad para ellos de obrar sobre la materia, se trata ahora de conocer cómo se opera esta acción y cómo se arreglan para hacer mover las mesas y los otros cuerpos inertes.
Una idea se presenta naturalmente y es la que hemos tenido ya; como fue combatida por los Espíritus, que han dado otra explicación de la que esperábamos, es una prueba evidente que su teoría no era nuestra opinión. Pero este primer pensamiento cada uno podrá tenerlo como nosotros; en cuando a la teoría de los Espíritus no creemos que haya venido jamás a la idea de alguien. Se reconocerá sin trabajo cuán superior es a la nuestra, aunque menos sencilla, porque da la solución a una porción de hechos que no encontraban en aquélla una explicación satisfactoria.
Desde el momento que se conoce la naturaleza de los Espíritus, su forma humana, las propiedades semimateriales del periespíritu, la acción mecánica que puede tener sobre la materia, que en los hechos de aparición, se han visto manos fluídicas y aun tangibles asir objetos y transportarlos, era natural el creer que el Espíritu se servía simplemente de sus manos para hacer girar la mesa y que la levantaba en el espacio a fuerza de brazos. Pero en este caso, ¿qué necesidad hay de tener un médium? ¿El Espíritu no puede obrar solo? Porque el médium, que coloca las más de las veces sus manos en sentido contrario del movimiento, o casi que no las coloca del todo, evidentemente no puede secundar al Espíritu con ninguna acción muscular. Dejemos, desde luego, hablar a los Espíritus que hemos interrogado con este objeto.
Las respuestas siguientes se nos dieron por el Espíritu de San Luis; después se han confirmado por muchos otros.
1. ¿El fluido universal es una emanación de la divinidad? "No."
2. ¿Es una creación de la divinidad? "Todo es creado excepto Dios."
3.¿El fluido universal es al mismo tiempo el elemento universal? "Sí, es el principio elemental de todas las cosas."
4. ¿Tiene alguna relación con el fluido eléctrico del cual conocemos los efectos? "Es su elemento."
5. ¿Cuál es el estado en que el fluido universal se presenta a nosotros en su más grande simplicidad?
"Para encontrarlo en su simplicidad absoluta sería preciso remontarse hasta los Espíritus puros; en vuestro mundo está siempre más o menos modificado para formar la materia compacta que os rodea; sin embargo podéis decir que el estado que se acerca más a esta simplicidad, es el del fluido que vosotros llamáis 'fluido magnético animal'."
6. Se ha dicho que el fluido universal es la fuente de la vida; ¿es el mismo tiempo la fuente de la inteligencia?
"No; este fluido sólo anima la materia."
7. Puesto que es este fluido el que compone el periespíritu, parece que está en un estado de condensación ¿qué le acerca, hasta cierto punto, a la materia propiamente dicha?
"Hasta cierto punto, como vosotros lo decís, porque no tiene todas sus propiedades; es más o menos condensado según los mundos."
8. ¿Cómo un Espíritu puede operar el movimiento de un cuerpo sólido? "Combina una parte de fluido universal con el fluido que despide el médium propio a este efecto."
9. ¿Los Espíritus levantan la mesa con ayuda de sus miembros solidificados de cierto modo?
"Esta respuesta no conducirá todavía a lo que deseáis. Cuando una mesa se mueve balo vuestras manos, el Espíritu evocado va a tomar en el fluido universal de qué animarla de una vida ficticia. La mesa preparada de este modo el Espíritu la atrae y la mueve balo la influencia de su propio fluido desprendido por su voluntad. Cuando la mesa que quiere poner en movimiento es demasiado pesada para él, llama en su ayuda a los Espíritus que se encuentran en las mismas condiciones que él. En razón de su naturaleza etérea, el Espíritu propiamente dicho no puede obrar sobre la materia grosera sin intermediario, esto es, sin el lazo que le une a la materia; este lazo, que constituye lo que vosotros llamáis el periespíritu, os da la llave de todos los fenómenos espiritistas materiales. Creo haberme explicado bastan te claro para hacerme comprender."
Observación. – Llamamos la atención sobre esta primera frase: "Esta respuesta no conducirá todavía a lo que deseáis." El Espíritu había comprendido perfectamente que todas las preguntas precedentes no se hacían sino para llegar a ésta; e hizo alusión a nuestro pensamiento que esperaba en efecto, otra respuesta, esa es la confirmación de nuestra idea sobre la manera con que el Espíritu hace mover las mesas.
10. Los Espíritus que él llama en su ayuda, ¿le son inferiores? ¿están bajo sus órdenes? "Iguales casi siempre; muchas veces vienen por sí mismos."
11. ¿Todos los Espíritus son aptos para producir los fenómenos de este género?
"Los Espíritus que producen esta clase de efectos son siempre Espíritus inferiores que no están aún enteramente desprendidos de toda influencia material."
12. Nosotros comprendemos que los Espíritus superiores no se ocupen de cosas inferiores a su esfera; pero preguntamos si en razón de estar más desmaterializados, tendrían la potencia de hacerlo, si lo quisieran hacer.
"Tienen la fuerza moral, como los otros tienen la fuerza física; cuando tienen necesidad de ésta fuerza, se sirven de los que la poseen. ¿No se os ha dicho que se sirven de Espíritus inferiores, como lo hacéis vosotros con los cargadores"?
Observación. Se ha dicho que la densidad del periespíritu si puede expresarse así, varía según el estado de los mundos, parece que varía también, del mismo modo según los individuos. En los Espíritus avanzados "moralmente", es más sutil y se acerca al de los Espíritus elevados: en los Espíritus inferiores al contrario, se aproxima a la materia, y es la que hace que estos Espíritus de baja clase, conserven tan largo tiempo las ilusiones de la vida terrestre; piensan y obran como si aún estuvieran vivos; tienen los mismos deseos, y se podría casi decir, la misma sensualidad. Esta grosería del periespíritu dándole más "afinidad" con la materia hace a los Espíritus inferiores más propios para las manifestaciones físicas. Por la misma razón un hombre de mundo acostumbrado a los trabajos de la inteligencia, cuyo cuerpo es débil y delicado, no puede levantar un bulto pesado como un mozo de cordel. La materia en él es de cierto modo menos compacta, los órganos menos resistentes; tiene menos fluido nervicio. El periespíritu siendo al Espíritu lo que el cuerpo es al hombre, y su densidad estando en razón de la inferioridad del Espíritu, reemplaza en él la fuerza muscular, esto es, le da sobre los fluidos necesarios para las manifestaciones, una potencia mayor que la que podrían tener aquellos cuya naturaleza es más etérea. Si un Espíritu elevado quiere producir tales efectos, hace lo que hacen entre nosotros las gentes delicadas: lo hace hacer por un "Espíritu del oficio."
13. Si nosotros hemos comprendido bien lo que habéis dicho, el principio vital reside en el fluido universal; el Espíritu toma en ese fluido la envoltura semimaterial que constituye su periespíritu, y por medio de este fluido obra sobre la materia inerte.
"Sí esto es, que él anima la materia de una especie de vida ficticia: la materia se anima de la vida animal. La mesa que se mueve balo vuestras manos vive, como el animal; obedece por si misma al ser inteligente. No es éste el que la empuja como el hombre hace con un fardo; cuando la mesa se levanta, no es que el Espíritu la levan te a fuerza de brazos es la mesa animada que obedece a la impulsión dada por el Espíritu."
14. ¿Cuál es el papel del médium en este fenómeno?
"Lo he dicho: el fluido propio del médium se combina con el fluido universal acumulado por el Espíritu; es menester la unión de estos dos fluidos, esto es, del fluido animalizado con el fluido universal, para dar vida a la mesa. Pero observad bien que esta vida es sólo momentánea; se extingue con la acción, y muchas veces antes del fin de la acción, tan pronto como la cantidad del fluido no es suficiente para animarla."
15. ¿El Espíritu puede obrar sin el concurso de un médium?
"Puede obrar sin saberlo el médium; es decir, que muchas personas sirven de auxiliares a los Espíritus para ciertos fenómenos, sin pensar en ello. El Espíritu toma de ellas, como de una fuente, el fluido animalizado que necesita; así es que el concurso de un médium tal como lo entendéis, no es siempre necesario, lo que tiene lugar, sobre todo, en los fenómenos espontáneos."
16. La mesa animada, ¿obra con inteligencia? ¿piensa? "Piensa tanto como el bastón con el cual hacéis un signo inteligente; pero la vitalidad de que está animada le permite obedecer a la impulsión de una inteligencia.
Sabed, pues, bien, que la mesa que se mueve no viene a ser 'Espíritu', y que no tiene por sí misma ni pensamiento ni voluntad."
Observación. – Muchas veces se sirve de una expresión análoga en el lenguaje usual se dice de una rueda que gira con velocidad que está "animada" de un movimiento rápido.
17. ¿Cuál es la causa preponderante en la producción de este fenómeno: el Espíritu o el fluido? "El Espíritu es la causa; el fluido es el instrumento; las dos cosas son necesarias."
18. ¿Qué papel hace la voluntad del médium en este caso? "Llamar a los Espíritus y secun darles en la impulsión dada al fluido."
– ¿La acción de la voluntad es siempre indispensable?
"Ayuda a la potencia pero no es siempre necesaria, puesto que el movimiento puede tener lugar contra y a pesar de esta voluntad, y eso es una prueba de que hay una causa independiente del médium."
Observación. – El contacto de las manos no es siempre necesario para hacer mover un objeto. Las más de las veces lo es para dar el primer impulso, pero una vez que el objeto está animado, puede obedecer a la voluntad sin el contacto material; esto depende, ya de la potencia del médium, ya de la naturaleza de los Espíritus. El primer contacto ni siquiera es siempre indispensable; tenemos la prueba en los movimientos y mudanzas espontáneas que nadie piensa en provocar.
19. ¿Por qué todo el mundo no puede producir el mismo efecto, y por qué todos los médiums no tienen la misma potencia?
"Esto depende del organismo y de la mayor o menor facilidad con la cual la combinación de los fluidos puede operarse después, porque el Espíritu del médium simpatiza más o menos con los Espíritus extraños que encuentran en él la potencia fluídica necesaria. Sucede con esta potencia como con la de los magnetizadores, que es más o menos grande. Bajo este aspecto hay personas que son del todo refractarias; otras en las que la combinación no se opera por un esfuerzo de su voluntad; otras, en fin, entre las cuales tiene lugar tan natural y fácilmente que ni aun se lo conocen, y sirven de instrumento sin saberlo, como ya hemos dicho." (Véase más
adelante el capítulo de las manifestaciones espontáneas).
Observación. – El magnetismo es sin ninguna duda el principio de estos fenómenos, pero no tal como se entiende generalmente; la prueba es que hay magnetizadores muy poderosos, que no harían mover un velador, y personas que no pueden magnetizar, y también niños, a quienes basta colocar los dedos sobre una pesada mesa para hacerla mover; luego, si la potencia medianímica no está en razón de la potencia magnética, es que hay otra causa.
20. Las personas llamadas eléctricas, ¿pueden ser consideradas como médiums? "Estas personas toman en sí mismas el fluido necesario para producir el fenómeno, y pueden obrar sin el socorro de Espíritus extraños. No son entonces médiums en el sentido que se da a esta palabra; pero puede ser también que un Espíritu les asista y aproveche sus disposiciones naturales."
Observación. Será respecto de estas personas como de las de los sonámbulos que pueden obrar con o sin el concurso de un Espíritu extraño, (véase el cap. de los médiums, artículo relativo a los médiums sonámbulos).
21. El Espíritu que obra sobre los cuerpos sólidos para moverlos, ¿está en la sustancia misma de los cuerpos, o bien fuera de esta sustancia?
"Lo uno y lo otro; hemos dicho que la materia no es un obstáculo para los Espíritus; penetran por todo; una porción del periespíritu se identifica, por decirlo así con el objeto que penetra."
22. ¿Cómo se arregla el Espíritu para golpear? ¿se sirve de un objeto material? "No, así como no se sirve de sus brazos para levantar la mesa. Bien sabéis que no tiene martillo a su disposición. Su martillo es el fluido combinado puesto en acción por su voluntad para mover o para golpear. Cuando mueve, la luz os trae la vista de sus movimientos; cuando golpea, el aire os trae el sonido."
23. Nosotros concebimos esto cuando golpea sobre un cuerpo duro; pero, ¿cómo puede hacer oír ruido o sonidos articulados en el espacio? "Puesto que obra sobre la materia, puede obrar sobre el aire lo mismo que sobre la mesa. En cuanto a los sonidos articulados puede imitarlos como los demás ruidos."
24. Decís que el Espíritu no se sirve de sus manos para remover la mesa; sin embargo se ha visto en ciertas manifestaciones visuales aparecer manos cuyos dedos se paseaban sobre un teclado, agitaban las teclas y hacían oír sonidos. ¿No parecería que el movimiento de las teclas se producía por la presión de los dedos? ¿Esta presión no es también directa y real, cuando se hace sentir sobre nosotros mismos y cuando estas manos dejan señales sobre la piel?
"Vosotros no podéis comprender la naturaleza de los Espíritus y su manera de obrar sino por comparaciones que sólo os dan una idea incompleta, y es un mal el querer asimilar siempre sus procedimientos a los vuestros. Sus procedimientos deben estar en relación con su organismo. ¿No os he dicho que el fluido del periespíritu penetra la materia y se identifica con ella, a la que anima con una vida ficticia? ¡Pues bien! cuando
el Espíntu pone los dedos sobre las teclas, los pone realmente y también las mueve; pero no es por la fuerza muscular que comprime la tecla; lo que hace es animarla lo mismo que anima la mesa, y la tecla, obedeciendo a su voluntad, se mueve y toca la cuerda. En esto sucede también una cosa que os será difícil comprender, y es que ciertos Espíritus están tan poco adelantados y de tal modo materializados comparativamente con los Espíritus elevados, que tienen todavía las ilusiones de la vida terrestre y creen obrar como cuando tenían su cuerpo; no se dan más cuenta de la verdadera causa de los efectos que producen, lo mismo que un hombre del campo tampoco comprende la teoría de los sonidos que articula; preguntadles cómo tocan el piano: os dirán que golpean encima con sus dedos, porque creen golpear; el efecto se produce instintivamente en ellos sin que sepan cómo, y, sin embargo, por su voluntad. Lo mismo sucede cuando se hacen oír por palabras."
Observación. Resulta de estas explicaciones, que los Espíritus pueden producir todos los efectos que producimos nosotros mismos, pero por medios apropiados a su organismo; ciertas fuerzas que les son propias reemplazan los músculos que nos son necesarios para obrar; de la misma manera que el gesto reemplaza en el mudo, la palabra que le falta.
25. Entre los fenómenos que se citan como prueba de la acción de una potencia oculta, los hay que son evidentemente contrarios a todas las leyes conocidas de la Naturaleza; entonces ¿no parece que debe permitirse la duda? "Es que el hombre está lejos de conocer todas las leyes de la Naturaleza; si las conociese todas sería Espíritu superior. Todos los días, por tanto, da en desmentido a aquellos que, creyendo saberlo todo, pretenden poner límites a la Naturaleza, y por eso no son menos orgullosos. Descorriendo el velo sin cesar de los nuevos misterios, Dios advierte al hombre para que desconfíe de sus propias luces, porque vendrá un día en que 'la ciencia del más sabio será confundida' ¿No tenéis todos los días ejemplos de cuerpos animados de un movimiento capaz de vencer la fuerza de gravitación? La bala lanzada en el aire ¿no vence momentáneamente esta fuerza? Pobres hombres que creéis ser muy sabios, y cuya tonta vanidad es a cada instante derrotada, sabed, pues, que aún sois muy pequeños."
Estas explicaciones son claras, categóricas y sin ambigüedad; resalta de ellas este punto capital que el fluido universal, en el cual reside el principio de la vida, es el agente principal de las manifestaciones y recibe su impulsión del Espíritu, ya sea encarnado o errante. Este fluido condensado constituye el periespíritu o envoltura semimaterial del Espíritu. En el estado de encarnación, el penespíritu está unido a la materia del cuerpo; en el estado errante, es libre; cuando el Espíritu está encarnado, la sustancia del periespíritu esta más o menos adherente, si se puede expresar así. Entre ciertas personas hay alguna especie de emanación de este fluido por consecuencia de su organismo, y esto es lo que, propiamente hablando, constituye los médiums de influencias físicas. La emisión del fluido animalizado puede ser más o menos abundante, su combinación más o menos fácil; de ahí los médiums más o menos potentes; tampoco es permanente, y así se explica la intermitencia de esta potencia.
Pongamos una comparación. Cuando se tiene la voluntad de obrar materialmente sobre un punto cualquiera colocado a distancia, el pensamiento es el que quiere, pero el pensamiento solo no va a tocar este punto; le es preciso un intermediario que el mismo dirige: un bastón, un proyectil, una corriente de aire, etc. Observad, también, que el pensamiento no obra directamente sobre el bastón, porque si no se le toca no obrará por sí solo. El pensamiento, que no es otro que el Espíritu encarnado en nosotros, está unido al cuerpo por el periespíritu; así, pues, no puede obrar sobre el cuerpo sin el periespíritu, como no puede obrar sobre el bastón sin el cuerpo; obra sobre el periespíritu porque es la sustancia con la cual tiene más afinidad; el periespíritu obra sobre los músculos, los músculos cogen el bastón y el bastón toca el objeto. Cuando el Espíritu no es encarnado, le es preciso un auxiliar extraño; este auxiliar es el fluido con cuya ayuda hace que el objeto sea propio para seguir la impulsión de su voluntad.
77. De este modo, cuando se da movimiento a un objeto levantándolo o lanzándolo al aire, no es el Espíritu quien lo coge, lo empuja o levanta, como nosotros lo haríamos con la mano; él lo "satura", por decirlo así, con su fluido combinado con el del médium, y el objeto, vivificado así momentáneamente, obra como lo haría un ser viviente con la diferencia de que no teniendo voluntad propia, sigue el impulso de la voluntad del Espíritu.
Puesto que el fluido vital tomado en cierto modo por el Espíritu, da una vida ficticia y momentánea a los cuerpos inertes, pues el periespíritu no es otra cosa sino este mismo fluido vital, se sigue que cuando el Espíritu está encarnado, él es quien da la vida a su cuerpo por medio de su periespíritu, al que permanece unido tanto como el organismo lo permite; cuando se retira, el cuerpo muere. Ahora, si en lugar de una mesa se hace una estatua de madera, y se obra sobre esta estatua como sobre una mesa, se tendrá una estatua que se moverá, que golpeará, que responderá por sus movimientos y por sus golpes; se tendrá, en una palabra, una estatua momentáneamente animada por una vida artificial; se han llamado mesas parlantes, se podrían llamar estatuas parlantes.
¡Qué luz no no arroja esta teoría sobre una porción de fenómenos hasta ahora sin solución! ¡Qué alegorías y efectos misteriosos no explica!
Los incrédulos objetan también que el hecho de la suspensión de las mesas sin punto de apoyo, es imposible porque es contrario a la ley de gravitación. Nosotros les responderemos, desde luego, que su negación no es una prueba; en segundo lugar, que si el hecho existe, por más que fuese contrario a todas las leyes conocidas, probaría una cosa, y es que se apoya sobre una ley desconocida y que los que niegan no pueden tener la pretensión de conocer todas las leyes de la Naturaleza. Acabamos de explicar esta ley, pero esto no es una razón para que sea aceptada por ellos, precisamente, porque se ha dado por Espíritus que han dejado su vestido terrestre, en lugar de serlo por Espíritus que lo tienen todavía y que se sientan en la Academia. De tal suerte que si el Espíritu de Arago vivo hubiese presentado esta ley, la hubiesen aceptado a ojos cerrados; pero presentaba por el Espíritu de Arago muerto, es una utopía; ¿y por qué? porque creen que Arago, siendo muerto, todo ha muerto en él. No tenemos la pretensión de disuadirles: sin embargo, como esta objeción podría embarazar a ciertas personas, vamos a ensayar en contestarla poniéndonos desde su punto de vista, esto es, haciendo abstracción por un instante de la teoría de la animación ficticia.
Cuando se hace el vacío bajo la campana de la máquina neumática, esta campana se adhiere con tal fuerza que es imposible levantarla por causa del peso de la columna de aire que pesa sobre ella. Que se haga entrar el aire y la campana se levanta con la mayor facilitad, porque el aire de debajo hace contrapeso con el aire de encima; sin embargo, abandonada a si misma, permanecerá sobre el platillo en virtud de la ley de gravitación. Ahora, que el aire de debajo esté comprimido, que tenga una densidad más grande que el de encima, la campana se levantará a pesar de la gravitación; si la corriente de aire es rápida y violenta, podrá sostenerse en el espacio sin ningún apoyo "visible", lo mismo que se hace con ciertos muñecos que, puestos en un surtidor de agua, dan volteretas. ¿Por qué, pues, el fluido universal, "que es el elemento de toda materia", estando acumulado alrededor de la mesa, no tendría la propiedad de disminuir o aumentar el peso específico relativo, como el aire lo hace con la campana de la máquina neumática, como el gas hidrógeno lo hace con los globos, sin que por esto se deroguen las leyes de la gravitación? ¿Conocéis todas las propiedades y todo el poder de este fluido? No; ¡pues bien! no neguéis un hecho porque no podáis explicarlo.
Volvamos a la teoría del movimiento de las mesas. Si por el medio indicado el Espíritu puede levantar una mesa, puede levantar cualquier otra cosa: un sillón por ejemplo. Si puede levantar un sillón, puede también, con una fuerza suficiente, levantar al mismo tiempo una persona sentada en él. He aquí, pues, la explicación de este fenómeno, que ha producido cien veces M. Home, en sí mismo y sobre otras personas; lo ha repetido durante un viaje a Londres, y a fin de probar que los espectadores no eran juguete de una ilusión óptica, hizo en el techo una señal con un lápiz, pasándole por debajo. Se sabe que M. Home es un poderoso médium para los efectos físicos; él era, en este caso, la causa eficiente y el objeto.
Acabamos de hablar del aumento posible del peso; en efecto, es un fenómeno que se produce algunas veces y sólo tiene de anómalo la misma resistencia prodigiosa de la campana, bajo la presión de la columna atmosférica. Se ha visto bajo la influencia de ciertos médiums que, objetos bastante ligeros, ofrecían la misma resistencia, y después ceder de repente al menor esfuerzo. En la referida experiencia, la campana no pesa en realidad ni más ni menos por sí misma, pero parece más pesada por efecto de la causa exterior que obra sobre ella; probablemente en esto sucede lo mismo. La mesa tiene siempre el mismo peso intrínseco, porque su masa no ha aumentado, pero una fuerza extraña se opone a su movimiento, y esta causa puede estar en los fluidos ambientes que la penetran, como la que aumenta o disminuye el peso aparente de la campana, esta en el aire. Haced la experiencia de la campana neumática delante de un campesino ignorante, y no comprendiendo que es el aire que no ve él que obra, no será difícil persuadirle de que es el diablo.
Puede que se diga que, siendo este fluido imponderable, su acumulación no puede aumentar el peso de un objeto: conformes, pero observad que si nos hemos servido de la palabra "acumulación" es por comparación y no por asimilación absoluta con el aire; este es imponderable, convenido; pero nada lo prueba; su naturaleza íntima no es desconocida, y estamos lejos de conocer todas sus propiedades. Antes que se hubiera experimentado el peso del aire, no se sospechaban los efectos de este mismo peso. La electricidad está también colocada entre los fluidos imponderables; sin embargo, un cuerpo puede ser detenido por una corriente eléctrica y ofrecer una resistencia grande al que quiera levantarlo; es, pues, que se ha vuelto más pesado en apariencia. Porque no se vea lo que le sostiene, sería ilógico decir que no existe. El Espíritu puede, pues, tener palancas que nos son desconocidas; la Naturaleza nos prueba todos los días que su potencia no se detiene en el testimonio de los sentidos.
No puede explicarse sino por una causa semejante el fenómeno singular, del que se han visto muchos ejemplos, de una joven débil y delicada, levantando con dos dedos, sin refuerzo y como una pluma, a un hombre fuerte y robusto, con el asiento en que estaba. Lo que prueba una causa extraña a la persona, son las intermitencias de la facuItad.
CAPÍTULO V
MANIFESTACIONES FÍSICAS ESPONTÁNEAS
Ruidos, barahúndas, alborotos y perturbaciones – Objetos lanzados. – Fenómeno de los aportes
Los fenómenos, de los cuales acabamos de hablar, son provocados; pero algunas veces son, también, espontáneos, sin que participe para nada la voluntad; todo lo contrario, puesto que a menudo son muy importunos. Lo que excluye, por otra parte, el pensamiento de que puedan ser efecto de la imaginación sobrexcitada por las ideas espiritistas, es que tienen lugar entre personas que no han oído jamás hablar de ellas en el momento que menos lo esperaban. Estos fenómenos, que se podrían llamar Espiritismo práctico natural, son muy importantes, porque no pueden haber sospechas de connivencia; por esto invitamos a las personas que se ocupan de los fenómenos espiritistas a que recojan todos los hechos de este género que viniesen a su conocimiento, y sobre todo a hacer constatar con cuidado su realidad por un estudio minucioso de las circunstancias, a fin de asegurarse que uno no es juguete de una ilusión o de una mixtificación.
De todas las manifestaciones espiritistas, las más sencillas y las más frecuentes son los ruidos y los golpes; aquí es, sobre todo, donde es preciso temer a la ilusión, porque una porción de causas naturales pueden producirlos: el viento que silba o que agita un objeto, un cuerpo que se mueve por si mismo sin apercibirse, un efecto acústico, un animal oculto, un insecto, etc. y también las bromas de mal gusto de algunas personas. Los ruidos espiritistas tienen, por otra parte, un carácter particular, afectando una intensidad y un timbre muy variados que les distinguen fácilmente, y que no permiten confundirlos con el crujido de la madera, el chisporroteo del fuego o el monótono tic-tac de un péndulo; esto son golpes secos, tan pronto sordos, débiles y ligeros, como claros distintos, algunas veces estrepitosos, que cambian de sitio y se repiten sin tener una regularidad mecánica. De todos los medios de comprobación, el más eficaz, el que no puede dejar duda sobre su origen, es la obediencia a la voluntad. Si los golpes se oyen en el paraje designado, si responden al pensamiento por su número y su intensidad, no se puede desconocer en ellos una causa inteligente; pero la falta de obediencia no es siempre una prueba contraria.
Admitamos ahora que por una indagación minuciosa se adquiere la certeza que los ruidos o todos los demás efectos son manifestaciones reales. ¿Es racional el asustarse? Seguramente que no; porque en ningún caso podría haber el menor peligro; las personas a quienes se persuade que es el diablo, son las únicas que se afectan de un modo molesto, como los niños a quienes se hace miedo con las brujas. Es preciso convenir que estas manifestaciones adquieren en ciertas circunstancias proporciones de una persistencia desagradable y es muy natural que se desee desembarazarse de ellas.
Con este motivo es necesario que hagamos una explicación.
Hemos dicho que las manifestaciones físicas tienen por objeto llamar nuestra atención sobre alguna cosa y convencernos de la presencia de una potencia superior al hombre. Hemos dicho también que los Espíritus elevados no se ocupan de esta clase de manifestaciones; se sirven de los Espíritus inferiores para producirlas, como nosotros nos servimos de los criados para los trabajos groseros, y con el fin que acabamos de indicar. Conseguido el objeto, la manifestación material cesa, porque ya no es necesaria.
Uno o dos ejemplos harán que este se comprenda mejor.
Hace algunos años, al principio de mis estudios sobre el Espiritismo, estando una tarde ocupado en un trabajo sobre esta materia, oí golpes alrededor de mí durante cuatro horas consecutivas. Era la vez primera que semejante cosa me acontecía, averigüé que no tenía ninguna causa accidental, pero por el momento no pude saber más. En esta época tenía yo ocasión de ver frecuentemente a un excelente médium escribiente. Desde el día siguiente interrogué al Espíritu que se comunicaba por su mediación, sobre la causa de estos golpes. Me contestaron: "Es tu espíritu familiar que quiere hablarte." ¿Qué quería decirme? – Replicó: "Tú mismo puedes preguntárselo porque él está aquí. – Habiendo, pues, interrogado a este Espíritu, se dio a conocer bajo
un nombre alegórico (supe después por otros Espíritus que pertenece a un orden muy elevado, y que hizo sobre la Tierra un papel importante); me señaló errores en mí trabajo, indicándome las líneas en que se encontraban; me dio útiles y sabios consejos y añadió que estaría siempre conmigo y vendría a mí llamamiento todas las veces que quisiera preguntarle. En efecto, desde entonces no me ha dejado nunca. Me ha dado diferentes pruebas de gran superioridad, y su intervención "benéfica y eficaz" se me ha manifestado en los asuntos de la vida material, y en lo que concierne a las cosas metafísicas. Pero desde nuestra primera conversación los golpes han cesado. ¿Qué quería, pues? Entrar en comunicación regular conmigo; para esto le era preciso advertirme. Hecha la advertencia, puestos en inteligencia y establecidas las relaciones regulares, los golpes se hicieron inútiles; por lo tanto cesaron. Cuando los soldados están formados ya no se toca diana para despertarlos.
Un hecho casi parecido ha acontecido a uno de mis amigos. Desde algún tiempo en su habitación resonaban ruidos diversos que se hacían muy incómodos. Habiéndose presentado la ocasión de preguntar al Espíritu de su padre, por un médium escribiente supo lo que se le quería; hizo lo que le fue recomendado y desde entonces nada más ha oído. Es de notar que las personas que tienen en los Espíritus un medio regular y fácil de comunicación, rara vez tienen manifestaciones de este género, y esto se concibe.
Las manifestaciones espontáneas no se limitan siempre a ruidos y golpes; degeneran a veces en verdadera barahúnda yen perturbaciones; los muebles y objetos diversos son derribados; proyectiles de todas clases son lanzados desde fuera; se abren puertas y ventanas; y cerradas por manos invisibles, se ven romperse cristales, lo que no puede tomarse por ilusión.
El trastorno es a menudo muy efectivo, pero a veces sólo tiene la apariencia de la realidad. Se oye barahúnda en una pieza inmediata, un ruido de vajilla que cae y se hace pedazos, troncos que ruedan sobre el pavimento; corren a ver lo que hay y se lo encuentran todo tranquilo y en orden; después vuelve a empezar de nuevo la algazara.
Las manifestaciones de este género no son ni raras, ni nuevas; hay pocas crónicas locales que no encierren alguna historia de esta clase. Sin duda el miedo ha exagerado muchas veces los hechos, que han debido tomar proporciones extraordinariamente ridículas pasando de boca en boca; con ayuda de la superstición, las casas en que han tenido lugar estos hechos han sido reputadas por moradas de los diablos, y de ahí todos los cuentos maravillosos o terribles de fantasmas. Por otro lado, la bellaquería no ha dejado escapar tan buena ocasión para explotar la credulidad, y a menudo en provecho de intereses personales. Se concibe, por lo demás, la impresión que hechos de este género, aun reducidos a la realidad, pueden causar sobre caracteres débiles y predispuestos por la educación a las ideas supersticiosas. El medio más seguro de prevenir los inconvenientes que pudiesen ocurrir, puesto que no se pueden impedir, es el de hacer conocer la verdad. Las cosas más sencillas vienen a ser espantosas cuando se ignora la causa. Cuando nos familiaricemos con los Espíritus, y aquellos a quienes se manifiestan no crean ya tener una legión de demonios que les pisen los talones, dejarán de tener miedo.
Se puede ver en la Revista Espiritista la descripción de muchos hechos auténticos de este género, entre otros la historia del Espíritu golpeador de Bergzabern, cuyas burlas de mala especie duraron más de ocho años: (números.94 de mayo, junio y julio de 1858); la de Dibbelsdorf (agosto de 1858); la del panadero de Grandes-ventes, cerca de Dieppe (marzo de 1860); la de la calle de Noyers, en París (agosto de 1860); la del Espíritu de Castelnaudari, bajo el titulo de "Historia de un condenado" (febrero de 1860); la del fabricante de San Petersburgo (abril de 1860) y muchas otras.
Los hechos de esta naturaleza tienen frecuentemente el carácter de una verdadera persecución. Conocemos seis hermanas que habitaban juntas, y que durante muchos años encontraban por la mañana sus ropas dispersadas, ocultas hasta en los techos, desgarradas y cortadas en trozos, a pesar de cuantas precauciones tomaban para encerrarlas bajo llave. Ha ocurrido muchas veces que personas acostadas y "perfectamente despiertas" veían sacudir sus cortinas, arrancar violentamente sus cobertores de la cama y sus almohadas, siendo levantadas sobre sus colchones y aún arrojadas fuera de la cama. Estos hechos son más frecuentes de lo que se cree; pero la mayor parte de las veces los que son víctimas no se atreven a hablar por temor al ridículo. Tenemos conocimiento de ciertos individuos que se han querido curar de lo que consideraban alucinación, sometiéndoles al tratamiento de los enajenados, y se les ha hecho volver realmente locos. La medicina no puede comprender estas cosas, porque no admite en las causas sino el elemento material, de donde resultan equivocaciones a menudo funestas. Algún día la historia contará ciertos tratamientos del siglo diez y nueve, como se cuentan hoy cierto procederes de la Edad Media.
Admitimos perfectamente que ciertos hechos son obra de la malicia o de la malevolencia; pero si hechas todas las averiguaciones resulta probado que no son la obra de los hombres, es preciso convenir que son: los unos dirán la obra del diablo; nosotros diremos de los Espíritus. ¿Pero de qué Espíritus?
Los Espíritus superiores, así como entre nosotros los hombres graves y serios, no se divierten en dar cencerradas. Muchas veces hemos evocado para preguntarles el motivo que les conduce a alterar así el reposo. La mayor parte no tiene otro objeto que el de divertirse; son Espíritus más bien ligeros que malos, que se ríen de los sustos que ocasionan y de las investigaciones inútiles que se hacen para descubrir la causa del desorden. A menudo se encarnizan con un individuo que se complacen en vejar y que persiguen de casa en casa; otras veces se aficionan a un local, sin otro motivo que su capricho. Algunas veces también es una venganza que ejercen, como tendremos ocasión de verlo. En ciertos casos su intención es saludable; quieren llamar la atención y ponerse en relación, ya sea para dar una advertencia útil a la persona a la cual se dirigen, ya sea para pedirle alguna cosa para ellos mismos. Hemos visto muchas veces pedir oraciones; otras solicitar el cumplimiento en su nombre de un voto que no habían podido cumplir; otras, en fin, querer, en interés de su propio reposo, reparar una mala acción cometida por ellos en su vida. En general se hace mal en asustarse; su presencia puede ser importuna, pero no peligrosa. Por los demás, se concibe el deseo que se tiene de desembarazarse de esto, y se hace generalmente todo lo contrario de lo que sería menester. Si son Espíritus que se divierten, cuánto más se toma la cosa en serio tanto más persisten, como los muchachos traviesos que hostigan, tanto mas cuanto más ven que incomodan, y hacen miedo a los medrosos. Si se toma el prudente partido de reírse uno mismo de sus bromas pesadas acabarán por cansarse y quedar tranquilos.
Conocemos a uno que, lejos de irritarse, les excitaba, les ponía en el caso de que hicieran tal o cual cosa y al cabo de algunos días ya no volvían. Pero como hemos dicho, los hay cuyo motivo es menos frívolo. Por esto es siempre útil saber lo que quieren. Si piden alguna cosa se puede estar seguro que cesarán sus visitas después de estar satisfecho su deseo. El mejor medio de enterarse sobre el particular es el de evocar al Espíritu por conducta de un buen médium escribiente; en sus contestaciones se verá en seguida con quién se trata y se obrará en consecuencia; si es un Espíritu infeliz, la caridad exige que se le trate con las consideraciones que merece; sí es un bromista de mal género, se puede obrar con él sin cumplimiento; si es malévolo, es preciso rogar a Dios que se mejore. De cualquier modo que sea, la oración siempre tendrá un buen resultado.
Pero se ríen de la gravedad de las fórmulas del exorcismo y no hacen ningún caso de ellas. Si se puede entrar en comunicación con ellos es menester desconfiar de las calificaciones burlescas o medrosas que ellos mismos se dan algunas veces para divertirse de la credulidad.
Volveremos a tratar más detalladamente sobre este objeto y sobre las causas que muchas veces hacen ineficaces las plegarias, en los capítulos de los "lugares frecuentados por los fantasmas" y de la "obsesión."
Estos fenómenos, aunque ejecutados por Espíritus inferiores, son muchas veces provocados por Espíritus de un orden más elevado, con el fin de convencer de la existencia de los seres incorpóreos, y de una potencia superior al hombre. El estremecimiento que resulta de esto, aun el espanto que esto causa, llaman la atención y acabarán por hacer abrir los ojos a los más incrédulos. Estos encuentran más sencillo el poner estos fenómenos en los efectos de la imaginación, explicación muy cómoda y que dispensa de dar otra; sin embargo, cuando los objetos son trastornados o se os han arrojado a la cabeza, fuera preciso una imaginación muy complaciente para figurarse que semejantes cosas suceden cuando no existen. Se observa un efecto cualquiera, este efecto tiene necesariamente una causa; si una "fría y tranquila" observación nos demuestra que este efecto es independiente de toda voluntad humana y de toda causa material; si además nos da señales "evidentes" de inteligencia y libre voluntad, "lo que es la señal más característica", no se puede menos que atribuirlo a una inteligencia oculta. ¿Cuáles son estos seres misteriosos? es los que los estudios espiritistas nos enseñan de la manera menos disputable, por los medios que nos dan para comunicar con ellos. Estos estudios nos enseñan también a ponernos de la parte que pueda haber de real, de falso o de exagerado en los fenómenos que nosotros no comprendemos. Si se produce un efecto insólito, ruido, movimiento o aun cuando sea aparición, el primer pensamiento que se debe tener es que obedece a una causa del todo natural, por ser la más probable; es preciso entonces buscar esta causa con el mayor cuidado y no admitir la intervención de los Espíritus sino a ciencia cierta; este es el modo de no hacerse ilusión.
Aquel, por ejemplo, que sin estar cerca de nadie, recibiese un bofetón, o bastonazos sobre las espaldas, como se ha visto, no podría dudar de la presencia de un ser invisible.
Se debe estar preparado no sólo contra las narraciones que pueden ser más o menos exageradas, sino contra sus propias impresiones, y no atribuir un origen oculto a todo lo que no se comprende. Una infinidad de causas muy sencillas y muy naturales pueden producir efectos extraños al primer momento, y sería una verdadera superstición ver por todas partes Espíritus ocupados en derribar los muebles, romper la vajilla, suscitar, en fin, los mil enredos domésticos, que es más prudente atribuirlos a la impericia.
La explicación dada al movimiento de los cuerpos inertes se aplica, naturalmente, a todos los efectos espontáneos que acabamos de ver. Los ruidos, aunque mas fuertes que los golpes dados en la mesa, tienen la misma causa; los objetos lanzados o cambiados de puesto lo son por la misma fuerza que levanta un objeto
cualquiera. Una circunstancia viene también aquí en apoyo de esta teoría. Se podría preguntar: ¿dónde está el médium en esto? Los Espíritus nos han dicho que en semejante caso hay siempre alguno cuyo poder se ejerce sin que él lo sepa. Las manifestaciones espontáneas se producen muy raramente en los puntos aislados; tienen lugar casi siempre en las casas habitadas y por causa y mediación de ciertas personas que ejercen una influencia sin quererlo; estas personas son verdaderos médiums que ellos mismos ignoran su facultad, y que nosotros llamamos por esta razón "médiums naturales", son, con respecto a los otros médiums lo que los sonámbulos naturales son a los sonámbulos magnéticos, que también son dignos de observar.
La intervención voluntaria o involuntaria de una persona dotada de cierta aptitud especial para la producción de estos fenómenos, parece ser necesaria en la mayor parte de los casos, aunque haya algunos en que el Espíritu parezca obrar solo; pero entonces podría ser que tomase el fluido animalizado de otra parte que de la persona presente. Esto explica por qué los Espíritus que nos rodean sin cesar no producen a cada instante perturbaciones. Es menester, desde luego, que el Espíritu lo quiera, que tenga un fin un motivo, sin esto no hace nada. Luego es menester que en el acto encuentre, precisamente en el lugar en que quiera obrar, una persona apta para secundarle, coincidencia que se encuentra muy raramente. Sobreviniendo esta persona inopinadamente, se aprovecha de ello. A pesar de la reunión de circunstancias favorables, podría también ser impedido por una voluntad superior que no le permitiría obrar a su gusto. Puede no serle permitido hacerlo sino dentro de ciertos limites, y en el caso en que estas manifestaciones fuesen juzgadas útiles, ya sea como medio de convicción, ya sea como prueba para la persona que es el objeto.
94. junio, de 1860 en la calle de Noyers, en Paris. Se encontrarán los detalles en la Revista Espiritista número de agosto de 1860.
1. (A San Luis). ¿Tendréis la bondad de decirnos si los hechos que se dicen haber pasado en la calle de los Noyers son reales? En cuanto a la posibilidad no lo dudamos.
"Sí, estos son hechos verdaderos; solo que la imaginación de los hombres los abultará, ya sea por miedo, ya sea por ironía; pero, lo repito, son verdaderos. Estas manifestaciones son provocadas por un Espíritu que se divierte un poco a costa de los habitantes del lugar."
2. ¿Hay en la casa una persona que sea causa de estas manifestaciones?
"Estas manifestaciones son siempre causadas por la presencia de la persona a la cual se ataca; es que el Espíritu perturbador mirando el habitante del lugar donde está quiere hacerle ruindades o que se vaya de la habitación."
3. Nosotros preguntamos si entre los habitantes de la casa hay alguno que sea la causa de estos fenómenos por una influencia medianímica, espontánea e involuntaria.
"Es muy necesario; 'sin esto el hecho no podría tener lugar'. Un Espíritu habita un paraje de predilección para él, permanece en la inacción hasta tanto que una naturaleza que le sea conveniente se presente en este lugar; cuando llega esta persona se divierte tanto como puede."
4. La presencia de esta persona sobre los mismos lugares, ¿es indispensable?
"Es el caso más ordinario, y este es el del hecho que citáis; por eso he dicho que sin esto el hecho no podría tener lugar; pero yo no he querido generalizarlo; hay casos en que la presencia inmediata no es necesaria."
5. Estos Espíritus, siendo siempre de un orden inferior, la aptitud que les sirve de auxiliar es una presunción desfavorable para la persona? ¿anuncia esto una simpatía con los seres de esta naturaleza?
"No, precisamente porque esta aptitud proviene de una disposición física; sin embargo esto anuncia muy a menudo una tendencia material que sería preferible no tener; porque cuanto más se está elevado moralmente, más se atrae a sí a los buenos Espíritus, que alejan necesariamente a los malos."
6. ¿Dónde va a tomar el Espíritu los proyectiles de que se sirve?
"Estos objetos diversos son los más de las veces tomados en los mismos lugares o en la vecindad, una fuerza que viene del Espíritu los lanza en el espacio y caen en el paraje designado por este Espíritu."
7. Puesto que las manífestaciones espontáneas son muchas veces permitidas y aún provocadas con el fin de convencer, nos parece que si ciertos incrédulos fuesen personalmente el objeto se verían forzados a rendirse a la evidencia. Se quejan algunas veces de no poder ser testigos de hechos concluyentes; ¿podría depender de los Espíritus el hacerles dar alguna prueba sensible?
"Los ateos y los materialistas ¿no son a cada instante testigos de la potencia de Dios y del pensamiento? Esto no les impide negar a Dios y el alma. Los milagros de Jesús ¿han convertido a todos sus contemporáneos? Los fariseos que le decían: 'Maestro, hacednos ver algún prodigio', ¿no se parecen a los que en vuestros tiempos piden que les hagáis ver manifestaciones? Si no están convencidos por las maravillas de la creación menos lo están aun cuando los Espíritus se les aparecieren de la manera menos inequívoca, porque su orgullo les pone como los caballos rebelones. Las ocasiones de ver no les faltarán si las buscan de buena fe; por esto Dios no juzga a propósito hacer por ellos más de lo que hace por aquellos que procuran sinceramente la instrucción, porque sólo recompensa a los hombres de buna voluntad. Su incredulidad no impedirá el que se cumpla la voluntad de Dios; ved bien que ella no ha impedido a la doctrina su propagación. Cesad pues de inquietaros por su oposición, que es a la doctrina como la sombra es al cuadro y le da mayor relieve. ¿Qué méritos tendrían el ser convencidos por la fuerza? Dios les deja toda la responsabilidad de su terquedad, y esta responsabilidad será más terrible de que lo pensáis. Bienaventurados aquellos que creen sin haber visto, dilo Jesús, porque esos no dudan de la potencia de Dios."
8. ¿Creéis que sería inútil evocar este Espíritu para pedirle algunas explicaciones?
"Evocadle si queréis; pero es un Espíritu inferior que no os dará más que contestaciones bastante insignificantes."
Conversación con el Espíritu perturbador de la calle de "Noyers."
1. Evocación.
"¿Qué me queréis que me llamáis? ¿Queréis, acaso, que os apedree? Entonces, se vería un bonito sálvese quien pueda, a pesar de vuestro grave aspecto."
2. Aunque tú nos apedrees no nos asustarías por eso y quisiéramos saber si podrías hacerlo.
"Podría muy bien ser que no pudiera; tenéis un guardián que vela mucho por vosotros."
3. En la calle de "Noyers" ¿había una persona que te servía de auxiliar para facilitarte las bromas pesadas que hacías a los habitantes de la casa?
"Ciertamente encontré un buen instrumento, y ningún Espíritu docto, sabio y mojigato para impedírmelo; porque soy alegre y me gusta divertirme de cuando en cuando."
4. ¿Qué persona te ha servido de instrumento?
"Una moza de servicio."
5. ¿Te servía de auxiliar sin saberlo?
"¡Oh! si, pobre muchacha. Ella era la que más se asustaba."
6. ¿Obrabas con un fin hostil?
"No tenía ningún fin hostil; pero los hombres que de todo sacan partido, se aprovecharán de esto."
7. ¿Qué entiendes tú por eso? No te comprendemos.
"Procuraba divertirme; pero vosotros estudiaréis la cosa y tendréis un hecho más para demostrar que existimos."
8. Tú dices que no tenias ningún fin hostil, y sin embargo has roto todos los cristales de la habitación, de este modo has causado un perjuicio real.
"Es un detalle."
9. ¿Dónde te has procurado los objetos que han lanzado?
"Son bastante comunes; los he encontrado en el patio, en los jardines vecinos."
10. ¿Los has encontrado todos o has fabricado algunos? (Véase después de cap. VIII).
"Nada he creado, nada he compuesto."
11. Si tú no los hubieras encontrado, ¿habrías podido fabricarlos?
"Hubiera sido más difícil, pero en rigor, se mezclan las materias y esto hace un todo cualquiera."
12. Ahora dinos cómo los has lanzado.
"Ah! eso es más difícil de decir; me he servido de la naturaleza eléctrica de esta muchacha, junto con la mía, menos material; de este modo hemos podido transportar entre los dos estas diversas materias."
13. Yo pienso que querrás darnos algunos indicios sobre tu persona. Dinos, pues, desde luego, si hace mucho tiempo que has muerto.
"Hace bastante tiempo; hará como una cincuentena de años."
14. ¿Qué eras tú cuando vivías?
"Poca cosa de bueno; yo recogía trapos en este barrio y se me decían algunas veces tonterías porque me gustaba mucho el licor rojo del buen hombre Noé; este es el motivo por que yo quería que todos levantasen el campo."
15. ¿Eres tú mismo el que ha contestado a nuestras preguntas y lo has hecho por tu propia voluntad?
"Tengo un instructor."
16. ¿Quién es ese instructor?
"Vuestro buen rey Luis."
Observación. – Esta pregunta fue motivada por la naturaleza de ciertas respuestas, que parecían superar el alcance de este Espíritu por el fondo de las ideas, y aun por la forma del lenguaje. No tiene nada de admirable que fuese ayudado por un Espíritu más ilustrado, que quiso aprovechar esta ocasión para darnos una instrucción.
Este es un hecho muy ordinario; pero la particularidad notable en esta circunstancia, ha sido que la influencia del otro Espíritu se ha hecho sentir sobre la misma escritura; la de las respuestas en que ha habido intervención es más regular y más corrida; la del trapero es angulosa, gruesa, irregular, a menudo poco legible, y tiene otro carácter.
17. ¿Qué haces tú ahora? ¿Te ocupas de tu porvenir?
"Todavía no; estoy errante. Se piensa tan poco en mí sobre la Tierra, que nadie ruega por mí; por lo mismo que no estoy ayudado, no trabajo."
Observación. – Se verá más tarde cuánto se puede contribuir al adelantamiento y al alivio de los Espíritus inferiores por la oración y los consejos.
18. ¿Cuál era tu nombre cuando vivías?
"Juanito"
19. Pues bien, Juanito: nosotros rogaremos por ti. Dinos si nuestra evocación te ha gustado o te ha contrariado.
"Antes me ha hecho placer, porque sois buenos muchachos, alegres vivientes, aunque un poco austeros; pero ¡qué importa! me habéis escuchado y estoy contento. Juanito."
Fenómenos de los aportes
Este fenómeno no difiere de los que acabamos de hablar sino por la intención benévola del Espíritu que es su autor, por la naturaleza de los objetos casi siempre graciosos y por la manera dulce y muchas veces delicada con que son traídos. Consiste en aportar espontáneamente objetos que no existían en el paraje en que se está. Son lo más a menudo flores, algunas veces frutas, cajas de dulces, alhajas, etc.
Decimos, desde luego, que este fenómeno es uno de los que más se prestan a la imitación, y que, por consiguiente, es preciso estar en guardia de la superchería. Se sabe hasta dónde puede llegar el arte de la prestidigitación con relación a experiencias de este género, pero sin referir-se a un hombre del oficio se podría fácilmente ser juguete de una maniobra hábil e interesada. La mejor de todas las garantías está en el "carácter", la "honradez notoria" y el "desinterés absoluto" de la persona que obtiene semejantes efectos; en segundo lugar, en el examen atento de todas las circunstancias con las cuales los hechos se producen; en fin, en el conocimiento ilustrado del Espiritismo, que sólo puede hacer descubrir lo que fuera sospechoso.
La teoría del fenómeno de los aportes y de las manifestaciones físicas en general, se encuentra resumida de una manera notable en la disertación siguiente por un Espíritu cuyas comunicaciones tienen un carácter incontestable de profundidad y de lógica. Muchas de éstas se encontrarán en la continuación de esta obra. Este Espíritu se ha dado a conocer bajo el nombre de Erasto, discípulo de San Pablo, y como Espíritu protector del médium que le ha servido de intérprete.
"Es de todo punto preciso, para obtener fenómenos de este orden, tener consigo médiums que yo llamaré 'sensitivos', es decir, dotados del más alto grado de facultades medianímicas, de expansión y de penetrabilidad; porque el sistema nervioso de estos médiums, fácilmente excitable, les permite, por medio de ciertas vibraciones, el proyectar alrededor de ellos su fluido animalizado con profusión.
"Las naturalezas impresionables, las personas cuyos nervios vibran al menor sentimiento, a la más pequeña sensación, que la influencia moral o física, interna o externa, sensibiliza, son sujetos muy aptos para ser excelentes médiums, para los efectos físicos de tangibilidad y de aportes. En efecto, su sistema nervioso, casi
enteramente desprovisto de la envoltura refractaria que aísla este sistema en la mayor parte de los otros encarnados, les hace propios para el desenvolvimiento de estos diversos fenómenos. Por consecuencia con un sujeto de esta naturaleza, y no siendo las demás facultades hostiles a la medianimización, se obtendrán más fácilmente los fenómenos de tangibilidad, los golpes dados en las paredes y en los muebles, los movimientos inteligentes y aun la suspensión en el espacio de la materia inerte más pesada. 'A fortiori' se obtendrán estos resultados, si en lugar de un médium se tienen a la mano muchos que tengan las mismas dotes.
"Pero de la producción de estos fenómenos a la obtención del de los aportes hay mucha distancia; porque en este caso no sólo el trabajo del Espíritu es más complejo, más difícil, sino que también el Espíritu no puede operar sino por medio de un solo aparato medianímico, esto es, que muchos médiums no pueden concurrir simultáneamente a la producción del mismo fenómeno. Acontece, por el contrario, que la presencia de ciertas personas antipáticas al Espíritu que opera estorba radicalmente su operación.
A estos motivos que, como veis, no dejan de tener importancia, añadid que los aportes necesitan siempre concentraciones más grandes y al mismo tiempo mayor difusión de ciertos fluidos, que no pueden obtenerse sino con los médiums mejor dotados, aquellos, en una palabra, cuyo aparato "electromedianímico" es de mejores condiciones.
"En general los hechos de aportes son y permanecerán excesivamente raros. No tengo necesidad de demostraros por qué son y serán menos frecuentes que los otros hechos de tangibilidad; vosotros mismos, deduciréis lo que digo. Por otra parte, estos fenómenos son de tal naturaleza que no sólo todos los médiums no son propicios para ellos, sino que todos los Espíritus no pueden producirlos. En efecto, es preciso que entre el Espíritu y el médium exista cierta afinidad, cierta analogía, cierta semejanza que permita a la parte expansible del fluido "periespíritico" (*) del encarnado mezclarse, unirse y combinarse con el del Espíritu que quiere hacer un aporte. Esta fusión debe ser tal que la fuerza resultante venga a ser, por decirlo así, "una"; de la misma manera que una corriente eléctrica, obrando sobre el carbón, produce una hoguera, una claridad única. ¿Por qué esta unión, por qué esta fusión? diréis vosotros. Es que para la producción de estos fenómenos se hace preciso que las propiedades esenciales del Espíritu motor se aumenten con algunas del medianimizado; es que el "fluido vital" indispensable para la producción de todos los fenómenos medianímicos es el dote "exclusivo" del encarnado, y que por consecuencia el Espíritu operador está obligado a impregnarse del mismo. Entonces es cuando puede, por medio de ciertas propiedades de vuestro centro ambiente, desconocidas para vosotros, aislar, hacer invisibles, y mover ciertos objetos materiales y a los mismos encarnados.
"No me es permitido, por el momento, descorreros el velo de estas leyes particulares que rigen los gases y los fluidos que os cercan; pero antes que pasen muchos años, antes que se cumpla una existencia de hombre, la explicación de estas leyes y de estos fenómenos se os revelará, y veréis surgir y producirse una nueva variedad de médiums que caerán en un estado cataléptico particular desde que sean medianimizados.
"Vosotros veis de cuántas dificultades la producción de los aportes se encuentra rodeada; podéis deducir de esto muy lógicamente que los fenómenos de esta naturaleza son excesivamente raros, como ya lo he dicho, y con tanta más razón por cuanto los Espíritus se prestan a ello muy poco, porque esto motiva de su parte un trabajo casi material, lo que es un fastidio y una fatiga para ellos. Por otra parte acontece, además, que muchas veces a pesar de su energía y su voluntad, el estado del mismo médium les opone una barrera insuperable.
"Es, pues, evidente, y vuestro raciocinio lo sanciona, no dudo de ello, que los hechos tangibles de golpes, de movimiento y de suspensión, son fenómenos sencillos que se operan por la concentración y la dilatación de ciertos fluidos, y que pueden ser provocados y obtenidos por la volunta y el trabajo de los médiums que son aptos para eso, cuando éstos son secundados por Espíritus amigos y benévolos; mientras que los hechos de los aportes son múltiples, complejos, exigen un concurso de circunstancias especiales, no pueden operarse sino por un solo Espíritu y un solo médium, y tienen precisión, fuera de la necesidad de la tangibilidad, de una combinación del todo particular, para aislar y hacer invisibles el objeto o los objetos que forman el motivo del aporte.
"Todos vosotros, espiritistas, comprendéis mis explicaciones y os dais perfecta cuenta de esta concentración de fluidos especiales, para la locomoción y la tangibilidad de la materia inerte; creéis en ellos como creéis en los fenómenos de la electricidad y del magnetismo, con los cuales los hechos medianímicos están llenos de analogía, y son, por decirlo así, la consagración y el desenvolvimiento. En cuanto a los incrédulos, y a los sabios, peores que los incrédulos, no pienso en convencerlos, pues no me ocupo de ellos lo serán un día por la fuerza de la evidencia, porque será preciso que se inclinen ante el testimonio unánime de los hechos espiritistas, como se han visto forzados a hacerlo ante tantos otros hechos que habían rechazado en un principio.
"Para resumir: si los hechos de tangibilidad son frecuentes, los hechos de aportes son muy raros, porque las condiciones para éstos son muy difíciles; por consecuencia, ningún médium puede decir: A tal hora, a tal momento, obtendré un aporte; porque muchas veces el mismo Espíritu se encuentra impedido en su obra. Debo añadir que estos fenómenos son doblemente difíciles en público, porque en éste se encuentran casi siempre elementos enérgicamente refractarios que paralizan los esfuerzos del Espíritu y con mayor razón la acción del médium. Tened, al contrario, por cierto, que estos fenómenos se producen casi siempre en particular, espontáneamente, lo más a menudo sin saberlo los médiums y sin premeditación y, en fin, muy raramente cuando éstos están prevenidos; de donde debéis deducir que hay un motivo legítimo de sospecha todas las veces que un médium se alaba de obtenerlos a su voluntad o, de otro modo, de mandar a los Espíritus como a domésticos, los que es sencillamente un absurdo. Tened, además, por regla general, que los fenómenos espiritistas no se han hecho para presentarse en espectáculo y para divertir a los curiosos. Si algunos Espíritus se prestan a esta especie de cosas, sólo puede ser para fenómenos simples, y no para aquellos que, tales como los aportes y otros semejantes, exigen condiciones excepcionales.
"Recordad, espiritistas, que si es absurdo rechazar sistemáticamente todos los fenómenos de ultratumba, no es prudente tampoco aceptarlos todos ciegamente. Cuando un fenómeno de tangibilidad, de aparición, de visibilidad o de aporte se manifiesta espontáneamente y de una manera instantánea, aceptadle; pero, no me cansaré de repetíroslo, no aceptéis nada ciegamente; que cada hecho sufra un examen minucioso, profundo y severo; porque, creedlo, el Espiritismo, tan rico en fenómenos sublimes y grandiosos, no tiene nada que ganar en estas pequeñas manifestaciones que hábiles prestidigitadores pueden imitar.
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