Descargar

Recensión de "Sinceridad, Chile íntimo en 1910"

Enviado por Sergio Arenas


Partes: 1, 2

  1. Resumen
  2. Análisis lógico
  3. Comentario explicativo
  4. Comentario

FICHA BIBLIOGRÁFICA

Autor: Alejandro Venegas, bajo el seudónimo de Dr. Julio Valdés Cange

Título: Sinceridad, Chile íntimo en 1910

Editorial: Ediciones Chileamer Cesoc

Ciudad y año: Santiago, 1998

Páginas: 367

Resumen

En su libro, el profesor de castellano Alejandro Venegas, bajo el seudónimo de Julio Valdés Cange, médico de Viña del Mar, reúne las cartas que ha dirigido al entonces presidente electo de nuestro país, don Ramón Barros Luco, señalándole las miserias y problemas que vive nuestro país.

Después de una corta introducción y una carta a la juventud de ese entonces, el señor Venegas, como buen médico que simula ser, ha dividido su obra en un diagnóstico y una receta, si pudiésemos usar una lógica de consulta. Siendo más específicos ahora, empezaremos diciendo que Venegas se dirige primero a la juventud chilena, llamándolos a abrir los ojos ante tamaña crisis que estaba sucediendo y que nadie veía. Luego, se dirige al futuro presidente Barros Luco, al cual expone también lo mismo que dijo a la juventud, pero ahora expone mayores detalles. Le explica que se había dirigido al presidente Montt, pero que éste se había muerto antes de que hiciera algo. Denuncia que a las clases alta y baja los separa un "vidrio polarizado", en el cual los pobres pueden ver a los ricos, pero éstos no ven a los pobres. Pasando a otro tema, el supuesto médico pone especial atención a la existencia de este cambio variable que, en su opinión, ha falseado la realidad económica social del país, puesto que se ha celebrado el Centenario mostrando un Chile moderno y dinámico, pero cuya imagen se cae a pedazos en el quehacer cotidiano.

Pasando al diagnóstico, en su primera parte, el doctor Valdés denuncia los males que provoca la situación económica del país, una economía sostenida por el cambio variable (régimen de cambio forzoso, como lo llama él) que beneficia a la clase gobernante y denosta a la clases gobernadas. Asimismo, desfavorece la inversión minera y empresarial, con lo cual el Estado debe subvencionar industrias que son una carga más que un aporte. Luego, se refiere a ciertos vicios en que se ven envueltos ciertos servicios de primera necesidad del país, producto de los bajos sueldos a los empleados, los cuales se sienten desmotivados y no hacen bien su "pega", y de la despreocupación de las autoridades, especialmente en las regiones más alejadas, donde los servicios, lejos del estado caótico del resto del país, están en una situación terminal, prácticamente insalvable. También denuncia las corruptelas que provoca la intervención política en los ascensos laborales, en la distribución de los cargos y en el nombramiento de autoridades. En el mismo tenor, destaca ampliamente el problema de la educación en todas sus versiones, al cual dedica gran parte de sus cartas donde acusa el marcado mercantilismo, la tacañería, además de los otros problemas mencionados en otras áreas de servicios. De esta crítica no se salvan las Fuerzas Armadas, que han desvirtuado el propósito que iba a tener la conscripción obligatoria, que al final consiguió los mismos vicios que las instituciones ya mencionadas anteriormente. También hace críticas a la sociedad y las malas costumbres que ha adquirido con el aparente progreso que ha llegado al país, que ha visto cómo, en vez de acortarse, ha visto engrandecerse la brecha entre los más ricos y la gran mayoría pobre, ayudado por cierto por este "vidrio polarizado" al cual contribuyen los medios de comunicación de la época.

Una vez finalizado este diagnóstico, el falso doctor se atreve a dar soluciones, partiendo con dejar de lado el afán militarista e imperialista que se propone Chile, y su afán de imitar externa, pero no internamente, a Europa. Sigue con reformas políticas, donde pide la exclusión de los partidos políticos en la organización de elecciones y favorecer a los ciudadanos más ilustrados en su ejercicio del sufragio, entre otras cosas. Continúa este señor proponiendo su idea principal que es, era que no, con la adopción del cambio fijo, el cual toma como aliciente para facilitar el mejoramiento de buena parte de los servicios del país, terminando con subvenciones inútiles y apoyos innecesarios, y para fomentar la inversión minera y el reemplazo de las industrias inservibles por otras de verdadera necesidad para el país. Además de esto, propone una trasformación moral de los funcionarios, proponiendo alicientes y controles necesarios para que haya un buen desempeño en su trabajo, así como la eliminación de puestos inútiles y la preocupación especial para las regiones extremas, que deben ser tratadas con sumo cuidado y con la mayor desprendimiento y competencia posible para remediar la situación en que se ven envueltas. También propone que la educación retome el rumbo perdido y cese en vicios que impiden una buena formación de personas, eliminando los vestigios de mercantilismo, el reduccionismo religioso, las sobrecargas de trabajo de los maestros y tantos otros problemas que desvirtúan a la enseñanza y la trasforman en algo insustancial, cuando no en adoctrinamiento. Propone la creación de comisiones de estudio para vigilar y controlar el desarrollo de las labores educativas, sobre todo en la educación privada o religiosa. Finalmente, y como corolario, este doctor ficticio señala que el Estado debe dejar de lado a los poderosos y ponerse en el lugar que le corresponde: el de los débiles. El Estado, según Valdés Cange, no puede seguir estando atado a una minoría que lo maneja como un títere y lo usa para su conveniencia, en vez de deberse a la mayoría que lo sostiene (o debería sostener) y preocuparse por la situación del obrero, del pensionado, que soporta un doble peso del patrón y del Estado.

Análisis lógico

En su diagnóstico, el doctor Julio Valdés Cange sostiene que la principal causa de los males que aquejan al país y a su población proviene del régimen de curso forzoso del papel moneda, o sea una moneda inconvertible y de valor variable, que ha sido mantenida artificialmente por los sectores agrícolas dominantes en el gobierno, ya que les favorecía. Esta medida ha permitido que los terratenientes extraigan grandes ganancias sin desarrollar la productividad y sin asumir grandes riesgos. Esta preferencia ha sido, en palabras del doctor, la causa de que el resto de la economía no ande tan bien, sobre todo en el ámbito minero e industrial. Incluso, el señor Valdés teme que la situación agrícola está a un paso del abismo y, con eso, de la ruina social de nuestro país.

En cuanto al ámbito industrial y minero, Valdés asegura que esta medida del cambio forzoso es el principal motivo para ahuyentar la industria, sobre todo la minera. Se hace creer a la gente que el problema de nuestro país es su vasto consumo y su poca producción. Pero Valdés dice que no es tan así, que el consumo no es muy alto, que lo que pasa es que la producción está por debajo de lo necesario. Como hay cambio variable, esto ahuyenta a los industriales extranjeros. Como la mayoría de las minas son de baja ley, hay que fundar fábricas de refinamiento para extraer el mineral. Júntense estas dos ideas y tenemos que la minería está en pañales. Poco importa señalar acá la excepción en que caería la minería salitrera, ya que éste es un negocio demasiado seguro y que se autarquiza. La falta de industrias ha hecho que el Estado subvencione industrias nacionales inútiles, cuando no ficticias, con el objeto de dar una "imagen" que no corresponde a la realidad.

Todas estas medidas afectan a la población, continúa este médico, la cual ha visto encarecerse su vida debido a los precios altos y sueldos bajos. De todos ellos, los más perjudicados con este cambio son los empleados públicos de todo tipo, quienes además de sufrir como el resto de la gente tiene que vivir la indiferencia, cuando no la degradación y burla por parte de su empleador.

Por el otro lado, nuestra clase gobernante está viviendo "en jauja", ganando plata como nunca antes lo había hecho, y preocupándose de seguir ganando. Y en esto entra la política, y dentro de ella los actores más importantes son los partidos políticos. Para el galeno, ya no hay diferencias: todos los partidos políticos están coludidos en este afán. De todos, según Valdés, el más sinvergüenza ha sido el Partido Demócrata, que ha insistido abierta y cínicamente con este estado de cosas. Continúa el doctor comentando que con medidas como la Ley de Incompatibilidades Parlamentarias se quiso cerrar el paso a quienes se volaran con ideas que amenazasen el predominio de la clase alta en el poder y el control de la economía. También estuvo aquello en el origen del sistema parlamentario. Y de esto no se salvaron las municipalidades, que se han trasformado en focos de evasión tributaria, favoritismos políticos, manipulación electoral, etc., olvidando su función social a niveles desastrosos, debido a que se llega a los cargos por antojo político en vez de mérito.

Y como el manejo de la política tiene como norte el proteger a los poderosos, se buscan los empleados más "espinitas" (por Evaristo Espina, personaje de "La Oficina", del programa de humor Jappening con Ja que vivía haciéndole la corte al jefe, el señor Zañartu) que a los más laboriosos. Con ese personal, obviamente la atención no va a ser de las buenas, y la mala gestión no se va  a hacer esperar. Súmese a esto la poca motivación que deriva de los bajos sueldos del funcionariado, la poca preocupación y financiamiento que da el gobierno a estas áreas, y tendremos un cuadro de desorganización y arbitrariedad que no se condice con un país que se cree en progreso. Ni siquiera la justicia se salva, pues también se ha politizado y se ha vuelto arbitraria e indulgente con quienes estén del lado del poder. Como diría el poeta, en la balanza se inclina del lado del queso en vez del de la verdad.

Y estos problemas son mucho más graves cuando se trata de asegurar el futuro del país. Porque si hay algún servicio que esté siendo tratado de la forma más brusca e indolente posible, ése es la educación. Y para el doctor Valdés es un tema fundamental, quizás el más importante. Y lo analiza sector por sector, en orden temporal. Así, parte por la Enseñanza Primaria (Básica en el lenguaje actual), la cual sufre los mismos problemas de favoritismo y desdén de otras funciones, a los que se agrega la improvisación que reina para nombrar profesores que hagan clases, a lo que se suma la poca preparación que tienen los preceptores salidos de la Escuela Normal, los cuales no son cautos a la hora de dar tareas o de entregar conocimientos. Así las cosas, la educación se ha limitado a entregar conocimientos básicos que resultan bastante inútiles, a lo que se agrega una nula formación moral que se potencia con la inconsecuencia de algunos maestros. Estas carencias, según el doctor, motivan que la Educación Secundaria (Enseñanza Media) deba asumir y reparar estas falencias, lo que afecta enormemente al fin de este sector, que también sufre los embates de la indiferencia, el favoritismo y la creación sobre la marcha. Además, este sector ha visto mermada su capacidad con la división en dos etapas que hace que muchos se vayan a la mitad del camino. Esta medida, que fue dictada pensando en la Educación Especial (Técnico-profesional), tampoco fue un gran aliciente para ésta, según el médico. Concebida para dar la preparación que el liceo no da, la educación especial se ha pervertido a extremos inimaginables, como lo hicieron ciertas escuelas católicas que transformaron las escuelas en verdaderas fábricas donde los alumnos eran en verdad obreros de ellas. Además, este sector no se ha llenado precisamente de lo mejor, sean alumnos o profesores, y muchas cosas que enseñan no les sirven para nada. Asimismo, muchos sectores no son del interés de la gente y, sin embargo, tienen sus escuelas, obviamente con pocos alumnos. Y toda esta energía negativa llega, era que no, a la Educación Superior. Señalar los problemas que ésta tiene sería una redundancia de lo anterior. Sólo mencionar que la improvisación observada en la entrega de títulos por parte de la Universidad Católica nos viene a reflejar el estado de la Educación Privada, la cual ha sido tomada por algunos sectores como un mero negocio, o como una manera de adquirir prosélitos, como lo hacen las escuelas católicas. Con respecto a éstas, lo más terrible para Julio Valdés es que han descartado por completo a la ciencia, ya que ésta contradice los postulados de esta religión. Huelga mencionar el poderoso influjo que esta iglesia tuvo para evitar que interviniesen contra su "libertad de enseñanza" tan alegada por este y otros sectores privados.

Hasta aquí la educación. Pasemos a la defensa nacional. El señor Valdés critica la desmedida preocupación financiera y legal dada a las Fuerzas Armadas en desmedro de otros servicios. Se observa un afán de aparentar orden y pulcritud, cuando verdaderamente lo que impera en el interior de los cuarteles es despotismo, la farsa y los mismos problemas que imperan en el resto del aparato público. El servicio militar, que se pensaba como una forma de culturizar y democratizar a la sociedad, se ha enviciado de estos pecados, y sólo han servido para ahondar aún más la desigualdad y servilismo hacia "arriba", sin considerar el nulo aporte efectivo que la conscripción ha dado, por no hablar de los desazones que su existencia ha provocado, muertes inclusive.

Ya hemos hecho este bosquejo de pesares que el doctor Valdés ha presentado como consecuencia del curso de cambio forzoso y de la defensa que el gobierno hace de su situación personal ante las necesidades reales de la gente. Pero si la situación en la zona central está temblando, en las regiones llamadas fronterizas está por los suelos. En la Araucanía, por ejemplo, es patente la voracidad del Estado y los colonos para con los aborígenes de la zona. Engañados, humillados, perseguidos y derrotados, los mapuches ya no hallan qué hacer, si suicidarse, huir a Argentina o resignarse. Viajando al norte, a la zona salitrera, el espectáculo es aberrante: una ciudad como Iquique, que se supone debiera beneficiarse con las riquezas del salitre, muestra el aspecto más espantoso de todas las ciudades del país: edificios a mal traer, higiene prácticamente nula, condiciones de vida difíciles que en el caso de los obreros son paupérrimas, despreocupación por la calidad de la comida y el agua, todo esto por culpa de la autoridad local, que no aprovecha los recursos y se colude con los empresarios, los cuales no tienen interés en hacer algo para cambiar la situación. Es más, es esta situación lo que más les favorece, pues así se obtiene mayor lucro. En esta tierra, no conformes con las ganancias que el producto da, se han esmerado en ahorrar y ahorrar hasta extremos inverosímiles, poniendo en riesgo la vida de los trabajadores. Y cómo no, les roban a los obreros lo poco y nada que pueden ganar ellos, mediante negociados apartes y mecanismos como las fichas. Agreguemos que en esta zona hay muchos peruanos y bolivianos, y como la única manifestación del Estado chileno es ponerse del lado del explotador, afloran peligrosos afanes separatistas.

Para terminar este cuadro, el autor señala que esta situación, derivada ya sabemos de dónde, ha sido la causa del continuo y cada vez más rápido proceso de alejamiento de las clases sociales. En efecto, la brecha entre ricos y pobres ha crecido y es más grande que hace cien años, al revés de lo que sucede en el resto del mundo. Tanta riqueza se ha vuelto una adicción, y la aristocracia chilena tiene como único fin acumular más y más riqueza. Y no sólo eso: que la riqueza pueda obtenerse a costa de otros. Y de esos otros, mejor ni hablar, porque los esfuerzos que algunos han hecho para que se les tome en cuenta han sido poco fructuosos. No pueden condecirse favores a las clases bajas de parte de una clase alta que aspira a vivir de ellos.

Pero el doctor Valdés Cange no se queda sólo en proferir reparos a este modelo. Siente que debe hacer un aporte completo, que no se quede sólo en mostrar el problema. Y para ello, da su receta: reformas urgentes y necesarias.

Parte por el gobierno. El doctor Valdés sugiere que el problema nace en quienes dirigen el país, por eso es necesaria una reforma en lo administrativo y en lo político. En cuanto a lo primero, propone exámenes para seleccionar a los más aptos para desempeñar los oficios de las reparticiones públicas. En lo segundo, propone un paquete de reformas que parten por buscar un tipo de gobierno razonable, reformar las municipalidades enfocándolas a sus asuntos particulares, quitar toda injerencia de los partidos en el proceso electoral, limitar la calificación de los ciudadanos (o dar mayor peso a los más ilustrados), reformar la elección legislativa y hacer más extensos los períodos presidenciales y parlamentarios, cosa que puedan efectivamente cumplir con sus programas.

Luego se dirige a la economía. Para Valdés lo principal es acabar con el curso forzoso del papel moneda, y dar cabida a un sistema de cambio fijo o de convertibilidad. Esto provocará una suerte de "efecto dominó", en la cual se producirá una gran llegada de capitales extranjeros que hará surgir una potente industria, con lo cual no habrá necesidad de subvencionar a las empresas inútiles. Con este auge, la producción aumentará, bajarán los precios y la gente podrá elevar su nivel de vida. Como la industria, sobre todo la alimenticia, necesita de materia prima, la agricultura se verá obligada a modernizarse y a hacerse más intensiva para sacar mayores dividendos. Como ven, de un círculo vicioso pasamos a un auspicioso círculo virtuoso en el cual todos ganan.

Esta racha también inundará nuestros servicios públicos. Con los recursos sacados de tributos y otros, el Estado tendrá mayores recursos que se podrán usar en dos ámbitos. Primero, aumentarán los sueldos, lo que motivará un mayor interés en el funcionariado por hacer su labor de la mejor manera posible. Esto hará que los servicios públicos sean más amigables y eficientes. Segundo, al haber mayores recursos, el Estado podrá modernizarse y hacerse más activo. Será de vital importancia entonces seleccionar más rigurosamente a los posibles empleados, para que éstos canalicen este impulso en beneficio del país.

Asimismo, es indispensable que el Estado tome cartas en el asunto de las provincias salitreras. Hay que defender esta fuente de riquezas y se necesita un personal que sea inteligente, eficiente y que dé la imagen de un Estado preocupado de sus habitantes, cosa de evitar enconos y posibles ideas emancipadoras. Tanto esfuerzo de tantas personas destinado a engrandecer a Chile debe ser recompensado de forma rápida y justa.

Y la educación, como parte más importante de la administración, necesita estas reformas y mucho más. No sólo necesita reformar su currículo, no sólo necesita de maestros educadores del cerebro y del alma, también necesita que haya un verdadero medio de vigilancia para que la educación en nuestro país sea verdaderamente eso: que sirva para formar hombres y mujeres que aporten al país, y que no sean un medio de lucro o de propaganda.

Las Fuerzas Armadas, cuando no haya guerra, deben ser un cuerpo útil para la nación, y también deben entrar en la lógica de los servicios públicos y la educación. Para Valdés, el servicio militar debe ser obligatorio sólo para aquellos que no sean útiles para el país, con el objetivo de formarlos y de hacerlos ventajosos para la sociedad. Según el médico, de nada sirve tener ejércitos poderosos para protegerse de los demás países, pues esta práctica consume las mejores fuerzas del país sin provecho alguno.

Finalmente, Julio Valdés propone dos cosas importantes: primero, la separación entre la Iglesia y el Estado. Argumenta que en verdad el pueblo chileno no es católico, sino que sigue una costumbre de forma mecánica, sin haber verdadero sentimiento religioso. En segundo lugar, y como corolario a toda la sección de reformas, el doctor hace ver que la defensa del obrero contra el abuso de poder de los magnates es, ante todo, un deber de Estado. El Estado debe velar porque el obrero sea bien tratado por el patrón, que no haya un aprovechamiento ilícito, que no se cometan trampas como las fichas y pulperías, que se preocupe de la seguridad y salud de los trabajadores, entre muchas y otras reformas que tienen, como todas las demás, el mismo fin: hacer más justa la relación entre gobernantes y gobernados y hacer más digna la vida de los chilenos de ese entonces. 

Comentario explicativo

El texto "Sinceridad…" fue escrito en 1910. Ese año, Chile se preparaba para celebrar los cien años desde que se instauró la primera Junta de Gobierno, hecho que señala el inicio de las gestiones para lograr la Independencia, cosa que ocurrió ocho años después. Bueno, se estaba por celebrar el Centenario y se quería mostrar al mundo que Chile era un país que progresaba, que estaba a la vanguardia de las naciones de Sudamérica (y quizás de toda América Latina) y que era un buen lugar para vivir y para hacer negocios. Y para demostrarlo, había que ver obras como el viaducto del Malleco, la canalización del Mapocho (el único río del mundo que a esa fecha estaba pavimentado), pero por sobre todo había que referirse a la gran riqueza del norte, que eran las salitreras, las cuales eran, si no las únicas, las principales razones para tanta prosperidad.

Pero en toda fiesta tiene que llegar alguien beodo a aguar la fiesta. El beodo, o los beodos, fueron distintos pensadores que se mostraron espantados ante tanta fastuosidad. Si bien eran de distintas tendencias, una cosa tenían en común: la idea de que toda esa faramalla y todo ese boato no tenía motivo alguno ¿qué estábamos celebrando? La Independencia, dirán algunos. ¿La Independencia? Se referirán a nuestra separación política de España. Pero en 1810 no éramos parte de España, sino de otro estado, las Indias. Pero lo importante es decir que en 1810 no estábamos tan intervenidos por España como hoy, 1910, estamos de franceses, británicos, estadounidenses, etc., que meten más mano en nuestra nación de lo que fueron capaces gobernadores, virreyes o capitanes generales en la Colonia. ¿Y vamos a darle al mundo la imagen de un país serio y desarrollado? No nos hagan reír. Detrás de todo ese lujo y esa pompa, se esconde una pobreza y una indignidad superiores a las de hace un siglo. Hay más desempleo hoy que nunca antes en la historia, la clase trabajadora tiene sueldos comparativamente más bajos que hace un siglo, la inflación ha llegado a máximos históricos, el desorden político pese a la paz aparente es peor que en la Anarquía y, para colmo, las potencias extranjeras han intervenido la economía chilena a niveles insospechados.

Fueron muchos los autores que retrataron esta verdad oculta: Francisco Encina en "Nuestra Inferioridad Económica", Tancredo Pinochet en "La conquista de Chile en el siglo XX", Alberto Cabero en "Chile y los chilenos". Pero fue un profesor de castellano, oculto bajo la figura de un reputado médico de Viña del Mar, quien hace la crítica más mordaz, ya que apunta a organizaciones y autoridades determinadas y, además, cuenta con el fundamento de haber estado en el lugar de los hechos. ¿Su nombre? Alejandro Venegas, cuyo seudónimo es Julio Valdés Cange y cuya obra es la que estamos comentando.

Cuando inicia su serie de cartas al electo presidente Ramón Barros Luco, refiere en primer término que la causa principal de todo el problema económico del país es el "curso forzoso del papel moneda". Este sistema se caracteriza porque la moneda se valúa según el valor internacional de la libra esterlina, moneda de Gran Bretaña, el país más poderoso del mundo en ese entonces. Sin embargo, tenía la falencia de ser inconvertible, o sea no podían cambiarse billetes por oro. Este sistema con el tiempo permitió que la moneda chilena fuese muy blanda, lo que beneficiaba a los exportadores, sobre todo los agricultores, ya que hace más valioso el producto al mismo costo nacional.

Dice el autor que este curso forzoso ha ahuyentado a los inversionistas. Esto se produce porque con este régimen el valor real del capital baja cada vez que baja el valor de la moneda, al tiempo que los precios suben. Más claro echarle agua. En cuanto a la industria minera, habla de que no se han desarrollado por su baja ley. La "ley" es la facilidad para encontrar el mineral puro. En Chile, es raro encontrar el mineral a la vista, por lo que debe depurarse mediante procesos físicos o químicos. Debido a la falta de industrias, y salvo la salitrera, que es autárquica, la minería está estancada en su desarrollo en esta época.

Esta falta de industrialización y la agricultura no modernizada y poco rendidora provoca que Chile sufra de desabastecimiento, el cual debe suplirse con importaciones que suelen ser caras. Su oferta resulta insuficiente ante la demanda existente, y el precio aumenta. Al mismo tiempo, los salarios en Chile son muy bajos y suben poco o no suben. Así las cosas, la situación empeora para las clases bajas, y sobre todo para los empleados públicos, que no tienen más ingresos que su labor. Así se configura el empobrecimiento de la población, el cual contrasta con el enriquecimiento fabuloso de la clase gobernante, la cual gasta a manos llenas y gana aún más. Y es este escenario el cual permite a Venegas hacer su crítica a los partidos, a los cuales no les encuentra sustancia alguna, sino una ambición muy grande y un deseo de seguir aprovechándose de la situación.

En su misiva sobre la política, el profesor hace mención de la Guerra Civil y sus consecuencias. Ésta fue una guerra corta, que ocurrió en 1891, y se produjo cuando el Congreso no quiso aprobar el presupuesto de ese año, por lo que el Presidente, don José Manuel Balmaceda, debió usar el mismo presupuesto de 1890, lo que era ilegal. Esto provocó el quiebre entre ambos poderes, lo que se dirimió en combates que terminaron derrocando a Balmaceda e instaurando lo que se llamó la "República Parlamentaria" (Hay autores, como Julio Heise, que ponen como fecha de inicio del Parlamentarismo en 1861, cuando empezaron las reformas que disminuyeron el poder presidencial y aumentaron el legislativo. Para mayor información, ver HEISE, Julio: "El Período Parlamentario 1861-1925" Ed. Andrés Bello, 1974). Entre las consecuencias está el férreo control del Congreso sobre el Ejecutivo, además de ciertas leyes como la de Incompatibilidades Parlamentarias, que limitó el acceso al Congreso de algunas personas.

Uno de los problemas que don Alejandro destaca es el hecho de que los partidos estén interviniendo en la política municipal. Dos eventos destacan en ello: uno, es el caciquismo, en el cual el terrateniente más poderoso de la zona confiaba su poder y fortuna a apoyar a los candidatos de cierto partido, sea interviniendo las elecciones, sea como miembro de la Junta de Contribuyentes que califica la elección; otro, es el cohecho, o compra de votos, lo cual era viable porque las cédulas o votos eran fabricados por los partidos y vendidos a los votantes a cambio de dinero o favores.

También se queja el escritor de la fuerte intervención política en lo judicial, y de ciertos vicios que rayan en la corrupción. Al respecto, habla sobre el expendio de permisos para visitar la Cárcel entregados por un tinterillo en forma irregular. Un "tinterillo" es una descripción burlona de quien le hace los trámites al abogado cuando éste no puede acudir. Hoy podría llamársele procurador o técnico jurídico, o simplemente "júnior".

Y pasamos al tema preferido de Alejandro Venegas, y el que más conoce dada su profesión de profesor secundario: la educación. Haciendo un parangón entre el modelo actual y el imperante en 1910, podremos hacer más entendible algunos términos que pueden ser algo incomprensibles.

La Educación Primaria corresponde a lo que hoy es la Enseñanza Básica hasta Sexto Año. En estas escuelas los profesores, llamados "preceptores", se formaban en lo que se llama la Escuela Normal, a la cual se podía acceder después de Tercer Año de Secundaria o, a veces, incluso una vez terminada la Primaria. Una de las más importantes en Chile fue la que fundó el argentino don Domingo Sarmiento a mediados del siglo XIX.

La Educación Secundaria corresponde a lo que actualmente son el Séptimo y Octavo Año Básico y toda la Enseñanza Media de carácter Científico-Humanista. Estaba dividida en dos etapas: una que concluía en Tercer Año (Primero Medio) y que permitía optar entre seguir hasta obtener el Bachillerato o cambiarse a la Educación Especial. Los profesores que servían en esta fase por lo general debían prepararse en el Instituto Pedagógico, el cual dependía de la Universidad de Chile y que hoy es la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE).

La Educación Especial es difícil de precisar: por un lado correspondería a lo que hoy es la Enseñanza Media, pero por otro sería la Educación Técnico-Profesional (Institutos Profesionales, Centros de Formación Técnica, etc.). La formación que daban estos institutos era variada: iba desde lo Comercial hasta lo Industrial, pasando por lo Agrícola, Minero, Fabril, etc. Uno de los institutos más importantes de esta área era la Escuela de Artes y Oficios, que en la década del "40 se transformó en la Universidad Técnica del Estado y que ahora lleva por nombre el de Universidad de Santiago (USACH).

La Educación Superior en la época del profesor Venegas se reducía a dos establecimientos: la Universidad de Chile, que en 1842 reemplazó a la Real Universidad de San Felipe que funcionaba desde el siglo XVIII, y la Universidad Católica, fundada por monseñor Crescente Errázuriz en 1888 tras el episodio de las "Luchas Doctrinarias", donde la Iglesia se peleó con el Estado debido a la enseñanza de las ciencias, lo que la primera rechazaba. Cabe destacar que recién en 1920 se fundaría la tercera universidad y primera en regiones, la de Concepción.

Hasta mediados del siglo XX, la Educación Privada o Particular se reducía a lo que hicieran las congregaciones religiosas católicas. Eran muy pocos los esfuerzos individuales o de asociaciones por crear instituciones de enseñanza. Ejemplos hay, como el caso de las escuelas técnicas fundadas por la Sociedad de Fomento Fabril (SOFOFA), mencionadas en el libro, o las cofradías mineras en ciertas zonas como Iquique o Rancagua.

Terminada la referencia a la educación, el maestro pasa al asunto militar. En esa época, solamente había dos instituciones: el Ejército y la Armada o Marina. Para explicar lo que el señor Venegas llama  "imitación de lo europeo", debemos señalar que en 1885 el presidente Domingo Santa María contrató una misión alemana dirigida por Emile Körner, por lo cual el Ejército adquiere el modelo "prusiano" para su ordenamiento. En idéntico término, la Marina fue reformada por un grupo de expertos militares ingleses, quienes le dieron su carácter meramente defensivo, abandonando el papel mercante que había tenido hasta la fecha (HEISE, Julio: "150 Años de Evolución Constitucional", Ed. Andrés Bello, 1984, 5ª Edición, página 94). En tanto, la Ley de Conscripción y Servicio Militar fue dictada en 1901, bajo el gobierno de Errázuriz Echaurren.

Un detalle: en una de sus cartas se habla de construir un palacio presidencial y de abrir una gran avenida entre medio de las calles Gálvez (hoy Zenteno) y Nataniel Cox. Bueno, la avenida referida es hoy la calle Bulnes, convertida en paseo peatonal. Y el palacio mencionado nunca se construyó. El Palacio de la Moneda, que es el que sirve de cabecera del gobierno, fue construido en el siglo XVIII bajo el diseño de Joaquín Toesca, y sirvió de alojo a la Casa de Moneda, que es el instituto encargado de emitir la moneda oficial del país, el peso.

Venegas se queja de la inmundicia de los llamados "baños públicos". Éstos eran establecimientos donde se ofrecían servicios de baño, ducha y lavado como si fueran un establecimiento más. Por lo general no eran muy cómodos y eran bastante mal utilizados por la gente, lo cual hacía a veces contraproducente tratar de lavarse allí.

Pasando al tema de las provincias del Sur, hay dos hechos importantes que mencionar: la colonización alemana y la "pacificación" de la Araucanía.

En el primer caso, el gobierno quiso en la década de 1840 asegurar el dominio de la zona de Los Lagos, que hasta entonces contaba con sólo tres ciudades (Valdivia y Osorno, fundadas en la Colonia, y La Unión, fundada en la época de O"Higgins). Como la población se hizo insuficiente, se encargó a un señor de apellido Phillipi que reuniera a un buen número de ciudadanos de origen germánico para traerlos a esta zona. Conocido es el efecto que han tenido en la zona, a la cual impusieron un sello único y positivo.

Una vez cumplido este propósito, se pasó a la siguiente etapa: conectar la zona recién nombrada al resto del territorio nacional. Y para ello, era preciso adueñarse de la zona intermedia, que era conocida como la Frontera. El problema fue que la conquista fue muy violenta. Dirigida por Cornelio Saavedra y Gregorio Urrutia, fue una guerra que duró hasta 1881, y de ahí, el exilio y destierro de miles de mapuches y la consiguiente colonización de los terrenos encargada principalmente a italianos, suizos, eslovenos y otros europeos.

Luego, el preceptor hace un bosquejo de la caótica situación de la zona salitrera. Digno es recordar que esta zona fue adquirida por Chile luego de derrotar a Perú y Bolivia en la Guerra del Pacífico (1879-1883), y que se encuentra cubierta mayormente por lo que es el Desierto de Atacama, lugar donde llueve poco (de hecho, es el lugar donde menos llueve en el mundo) y alejado de la zona central, de ahí el continuo desabastecimiento de agua y comida. La falta de comunicaciones y la cercanía de los riquísimos yacimientos salitreros podría haber sido la causa para la indiferencia del gobierno central. Digno es el capítulo dedicado a los policías que hacen la vista gorda en muchos casos, y eso demuestra la incapacidad del gobierno central de controlar las policías, ya que éstas dependían de las municipalidades. Recién en 1927 se unificaría el sistema, creándose el cuerpo de Carabineros.

Muchas veces el autor, y sobre todo cuando habla de la situación de los mineros del salitre, habla de fichas y de pulperías. Esto es una invención de los ingleses, quienes así se procuraban retener la mayor cantidad de dinero posible, evitando que el sueldo se gastase afuera. Las fichas eran unos artilugios de madera o plástico que se les daba como pago a los trabajadores para cambiarlos por productos en la pulpería de la oficina, que era como el almacén o tienda. Por lo general, las fichas sólo valían al interior de la oficina. Otro tema era el de los "particulares", que eran extractores de salitre que vendían su producto externamente a las empresas.

Un tema final sería el de las reformas, ya que muchas de ellas se han cumplido en el corto, mediano y largo plazo, aunque muchas veces de formas distintas a lo que planteaba Venegas. En el plano político, el voto se ha ampliado a mujeres, analfabetos y mayores de 18 años. Asimismo, se han creado organismos que organizan la elección, como el Servicio Electoral y el Tribunal Calificador de Elecciones, dependientes del Estado y no de los partidos. Asimismo, se paga sueldo a los parlamentarios. En el plano económico, si bien tuvimos una era de cambio fijo, esto provocó que se agotaran las reservas monetarias del país y tuvimos que volver al modelo de cambio variable, aunque con ciertas restricciones tanto nacionales como internacionales. Asimismo, el Estado siguió creando industrias, pero ahora ha decidido privatizarlas o conceder su manejo a privados. En el campo de la educación, las sucesivas reformas y programas han abierto la educación a los sectores bajos de la población. Especial importancia tuvo la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria de 1920, que obligó a que todos estudiaran a los menos cuatro años en primaria. Hoy se procura brindar una atención estatal de primera calidad.

Pero ha sido en el campo de la seguridad social donde se ha querido hacer el mayor esfuerzo. Leyes laborales, como la famosa Ley de la Silla (1904), la de Salas Cunas, la creación del Instituto de Normalización Previsional (INP), del Banco del Estado, del Fondo Nacional de Salud (FONASA) y la dictación del Código del Trabajo, entre otros, ha sido ejemplos de la preocupación que, en uno u otro momento, el Estado ha tenido con las clases trabajadoras.

Finalmente, y a modo de corolario, el Estado, lejos de ponerse en uno u otro bando, ha querido juntar y poner de acuerdo a empleadores y empleados para que éstos puedan trabajar bien y vivir dignamente, y para que aquéllos puedan desarrollar su negocio y aporten a la sociedad. Hoy, en pleno siglo XXI, la visión es diferente, aunque los problemas suelen ser parecidos. 

 Comentario

Cuando uno ha leído el libro del señor Venegas, lo que primero uno piensa es en lo "actual" que suenan muchas de sus ideas y acusaciones. Que Chile está próximo a celebrar un nuevo centenario de su Independencia, que Chile está progresando, que este progreso no llega a todos, que la diferencia social es muy grande, etc., etc., etc.… Muchos de esos comentarios pueden resultar ciertos, pero el contexto en que se dicen puede variar su validez. No es lo mismo criticar la política económica chilena en 1910, cuando éramos considerados una "isla" en el concierto internacional, que en el 2010, cuando los adelantos tecnológicos permiten mantenernos informados al tanto de lo que ocurre en todo el mundo en ese mismo momento.

En 1910, muchos conceptos de uso común no existían. No se hablaba de derechos humanos ni de violaciones a éstos: las matanzas de obreros, como la de la Escuela Santa María, durante mucho tiempo fueron consideradas como solución eficaz contra el anarquismo y el desorden. Recién se estaba formando una conciencia social y de atención a las necesidades de las clases bajas, y habría que esperar varios años para empezar a ver algún atisbo de lo que sería el Estado Social de Derecho. Tampoco se pensaba en que los sectores populares irían a llegar al poder… y que en algunos casos, como en Chile, terminarían de tan mala manera.

 Ya dijimos que en 1910 imperaba el curso forzoso del papel moneda. Hoy, a casi cien años, seguimos manteniendo el mismo modelo ¿por qué ha triunfado este modelo? Básicamente, porque tuvimos una época en que el cambio era fijo (39 pesos por un dólar) y luego vino la crisis del "82 que arrasó con la banca. Esto es un signo de que seguimos siendo inmaduros a la hora de aprender, pues no analizamos una situación de manera abstracta, sino en base a la experiencia de la última situación análoga.

En esta lógica opera el hecho de optar por un presidencialismo en vez de un parlamentarismo. La imagen de un gobierno explotador y clasista se ha asociado más con este período (1891-1925) que con la era de los grandes caudillos, a muchos de los cuales poco falta que los pongan en el santoral, ya que son mostrados como ejemplos de liderazgo y de transformación frente al inmovilismo que caracterizó la época parlamentaria.

Una conclusión interesante podría ser que considere este libro como precursor del periodismo denunciante. Algo así como el "Informe Especial" de principios del siglo XX, donde se expone una realidad para muchos desconocida, pero que merecía ser develada. Que hubiese ocurrido justo en 1910, cuando el país estaba preocupado de festejar y pavonearse de los supuestos logros que nuestro país había conseguido, fue un golpe tremendo. Quizás hoy no lo sería tanto, porque estamos más informados. Pero, al fin de cuentas, nuestro esplendor y gala no engañaban a nadie.

Es importante detenerse en el detallismo que usa Venegas para adentrarse en el problema. Esto es reflejo de su capacidad no sólo para recabar información, sino para internarse de uno u otro modo en los sitios más inverosímiles o inaccesibles. Muchos de sus pareceres los ha tomado de conversaciones o visitas a lugares. Esto, que hoy nos puede parecer común en el periodismo moderno, resultaba realmente difícil en esa época, aunque sus resultados eran más óptimos.

Partes: 1, 2
Página siguiente