Descargar

Los veneros que escrituro el diablo. La guerra sangrienta del petroleo

Enviado por leoescorpio


Partes: 1, 2

  1. Los pretextos de Estados Unidos
  2. Los objetivos del ataque a Irak
  3. Los intereses petroleros de Estados Unidos
  4. Consecuencias de la guerra sobre el sistema mundial

El petróleo es, ha sido y será un tema recurrente en la agenda nacional por la importancia histórica, política, económica y sobre todo estratégica en un mundo globalizado donde este energético juega un papel fundamental en todos los países desarrollados por ser parte básica en su productividad y en su entorno social. En México el petróleo constituye una página importante de su historia, sobre todo de la historia contemporánea, a partir de la institucionalización de la revolución generada en 1910.

De la explotación del petróleo en México se empieza a tomar conciencia a raíz de que el General Lázaro Cárdenas expropiara las empresas extranjeras encargadas de de su producción al negarse estas de acatar un laudo judicial lo que ponía en riesgo seriamente loa soberanía del país. En la expropiación se contó con el todo apoyo popular, pasando a ser el petróleo un símbolo de independencia económica y política yendo al subconsciente colectivo como una parte importante e intocable de nuestra herencia nacional de ahí que exista verdadera preocupación por la forma en que se quiera lograr la modernización de la industria.

Ciertamente es necesario que PEMEX se actualice tanto en la transformación como en la explotación de nuevos yacimientos pero sin satanizar a la empresa, pues ya hace un buen tiempo que se nos viene vendiendo la idea de que es obsoleta y que debiera mejor ponerse en manos de los magnates internacionales del petróleo, es obvio que esta idea ha venido manejándose con mayor fuerza desde que llegaron los neoliberales al poder, con Miguel de la Madrid Hurtado hasta los tiempos presentes. Este proyecto retomo mayor impulso cuando estuvo Zedillo, quien vendiera los ferrocarriles sin una cláusula de modernización y en una acción que lo benefició particularmente; y se catapultó con Vicente Fox en el poder. Sin embargo durante el sexenio de Zedillo como en el de Vicente Fox los precios del petróleo se fueron a la alza sin que se hiciera una fuerte inversión para la misma industria que tan buenos dividendos estaba generando y sin saberse a ciencia cierta que pasó con todo ese dinero, que ascendieron a varios miles de millones de dólares. Actualmente el petróleo sigue dando riqueza marginal, los precios continúan elevándose estratosféricamente pero se nos sigue diciendo que la industria esta en quiebra y que debemos abrirnos al capital extranjero para rescatarla de la pobre situación en la que se encuentra.

La historia del petróleo es una triste historia para los países tercermundistas productores del mismo pero una alegre historia para los magnates enclavados en los países desarrollados que son los que monopolizan la mayor parte de la producción mundial, son estos los que en aras de aumentar su insaciable caudal económico producen guerras, conspiran para derrocar gobiernos constituidos, masacran pueblos y hacen hasta lo indecible para obtener siempre mayores prebendas a costa de lo que sea y como sea.

La invasión de Irak tiene que ver mucho con estos desgraciados intereses en donde la familia Bush ha amasado parte de su incalculable fortuna y el proyecto de invadir Irán tiene el mismo sentido. A continuación, apoyándome en la investigación de personas preocupadas por este descabellado problema social, en donde unos pocos deciden y los muchos padecen procurare hacer una síntesis de la historia del petróleo que desafortunadamente se sigue escribiendo en detrimento de los pueblos y en beneficio de las elites.

La transparencia no es una de las propiedades del petróleo. La corrupción parece flotar hacia su superficie dondequiera que se encuentre. ¿Acaso el petróleo es intrínsecamente sucio? "La renta petrolera ha tendido a impedir la democratización y ha sostenido una larga serie de gobernantes autoritarios, desde el sha de Irán (Rezah Pahlevi) y el (ex dictador nigeriano) Sani Abacha hasta la familia Saud (reinante en Arabia Saudita) y (el desaparecido dictador iraquí) Saddam Hussein", según el informe "Fondo del barril", de la organización independiente Catholic Relief Services (CRS). Varios otros informes apuntan en el mismo sentido.

El petróleo y el gas producen los mayores sobornos después de los contratos del sector armamentístico, sostuvo la organización Transparencia Internacional (TI) en su último informe al respecto. "Un factor clave es cómo un país hace su dinero", escribió la periodista Tina Rosemberg en el diario estadounidense The New York Times. "El petróleo lastima. Países que hacen su dinero con el petróleo no han desarrollado una clase media e instituciones políticas sólidas". Abundan los casos de países enteros manchados de petróleo. A Angola, Gabón y Nigeria, donde se descubrió petróleo hace varios decenios, les ha ido peor que a muchos otros países africanos, según el informe de CRS. TI estimó en 2002 que Nigeria estaba en el segundo lugar y Angola en el quinto según la percepción de corrupción, en un informe que abarca 102 países.

En Angola,"los crecientes ingresos petroleros han sido desviados directamente a presupuestos paralelos de un estado en las sombras", sostuvo la organización no gubernamental dedicada a investigaciones Global Witness, con sede en Londres. Como en Angola, la sobrevaluación de la moneda nacional hizo añicos a los sectores no petroleros nigerianos. Las revueltas locales por el control de las ganancias petroleras originaron una aplastante represión militar en el delta del río Níger. "La mala administración y la búsqueda del lucro son tan abrumadoras que Nigeria se ha convertido virtualmente en sinónimo de corrupción", indica el informe de CRS.

El petróleo de Gabón ha estado en el centro de una serie de escándalos que mancharon el gobierno del fallecido presidente de Francia François Mitterrand. Su administración es acusada de hacer la vista gorda respecto de la corrupción, luego de que investigadores revelaran el uso por parte de la empresa petrolera Elf Aquitaine, privatizada en 1993, de bancos gaboneses para lavar dinero y pagar grandes sobornos al gobierno. "La razón por la cual la corrupción es tan extendida en los países exportadores de petróleo no es difícil de ver", dijo en una entrevista telefónica la coautora del informe de CRS, Terry Karl. "No hay otro producto básico que produzca tanta ganancia", explicó Karl, para quien los países exportadores se caracterizan por "un poder altamente concentrado, burocracias muy débiles y un estado de derecho endeble". "Un ministro de Hacienda de Venezuela me dijo hace muchos años: 'La gente roba porque no encuentra razones para no robar.'" De los 11 países socios de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), figuran en el índice de TI Nigeria, Indonesia (en el séptimo lugar en cuanto a percepción de corrupción) y Venezuela (22). Pero los otros miembros de la OPEP –Arabia Saudita, Argelia, Emiratos Arabes Unidos, Irán, Iraq, Kuwait, Libia y Qatar– distan de ser ejemplos de transparencia. Las grandes compañías petroleras también están directamente vinculadas con la corrupción. El diario panameño La Prensa, en una investigación reproducida luego por el estadounidense The Wall Street Journal, reveló en 1999 que una empresa conjunta entre la petrolera estadounidense Mobil (convertida ese año en ExxonMobil) y la saudita Alireza pagó 2,7 millones de dólares a tres enviados "presidenciales" para asegurarse un contrato en las ex bases militares estadounidenses en Panamá durante el periodo de gobierno de Ernesto Pérez Balladares (1994-1999). El campo petrolero de Tengiz, en la costa de Kazajstán sobre el mar Caspio, es uno de los 10 principales depósitos de petróleo del mundo y también el centro de un gran escándalo que involucra a ExxonMobil. Kazajstán está ubicado en el lugar 15 de los países con peor percepción de corrupción, según el índice de TI.

El periodista de investigación Seymour Hersh informó en la revista estadounidense The New Yorker que un empresario jordano, Farhat Tabbah, acusó ante la justicia en Londres a un representante del gobierno kazajo y a un intermediario de Mobil, Friedhelm Eronat, de conspirar para estafarlo por millones de dólares en comisiones cuando colaboró con un lucrativo acuerdo entre la firma y ese país de Asia central. La industria petrolera suele recurrir al "swap" (pase de mercaderías) para reducir costos de transporte. Este mecanismo de comercio exterior da a los campos petroleros alejados de los países importadores una vía hacia el mercado. Mediante el "swap", un título de petróleo producido en cierto lugar pasa a referirse a un petróleo de igual valor extraído en otra parte. En el caso de Irán, esta operación sirvió para eludir el embargo comercial estadounidense. El banquero independiente James Giffen, bautizado "Mr. Kazajstán" por el ex agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos Robert Baer en su libro "See No Evil", tiene un lugar destacado en las investigaciones según las cuales Mobil violó el embargo comercial a Irán. Para Baer, Giffen, a quien consideró embajador estadounidense de facto en Kazajstán, concertó reuniones de alto nivel y acuerdos y cobró grandes comisiones. Un jurado en Nueva York acusó en abril a Giffen y al encargado de transacciones de crudo desde el extranjero de Mobil, Bryan Williams. Ambos rechazaron los cargos.

Los vínculos entre las grandes corporaciones petroleras y el poder político son demasiado estrechos como para ser cómodos. Y en ningún lugar tanto como en Estados Unidos. En el periodo en que se registraron los sobornos y los pases de mercaderías en Kazajstán, el hoy vicepresidente estadounidense Dick Cheney era presidente de Halliburton, principal proveedor mundial de servicios especializados para el sector petrolero, involucrado con ExxonMobil y con la compañía BP Amoco en el país asiático. ExxonMobil fue demandada por complicidad con abusos cometidos por militares indonesios en la provincia de Aceh, rica en gas natural. Pero el Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos urgió en julio de 2002 al juez Louis Oberdorfer a archivar el caso, porque podría poner en peligro intereses de Washington y desalentar la cooperación del gobierno de Indonesia en la guerra contra el terrorismo. Las grandes firmas petroleras son también grandes contribuyentes a las campañas políticas.

El sector respondió por el grueso de los 32 millones de dólares donados en 2000 para la campaña presidencial del presidente George W. Bush, un ex empresario petrolero, y al Partido Republicano. Uno de los primeros contratos para la reconstrucción del Iraq de posguerra fue asignado a Halliburton, el patrón de Cheney entre 1995 y 2000. ¿Los villanos son los políticos deshonestos de los países ricos en petróleo, las compañías que los alimentan o las organizaciones que los financian? "Un comercio internacional no petrolero elevado ayuda, quizás porque históricamente el comercio ha aumentado el interés de ciudadanos poderosos por un gobierno efectivo, e incentivado a los líderes para aumentar los estándares a los niveles internacionales", dijo Rosenberg. "Singapur, Hong Kong, Chile y Botswana, todas ellas naciones comerciales, son significativamente menos corruptos que sus vecinos y más limpios que muchos países más ricos", agregó la periodista. Es un error creer que el petróleo en sí mismo atrae la corrupción, dijo Karl. "Esto no se trata, realmente, de petróleo, sino de instituciones preexistentes que manejan la generación de petróleo y la distribución de la riqueza", sostuvo la experta. "Si son llamativamente débiles o autoritarias, es muy probable que haya corrupción", agregó. Las empresas petroleras suelen firmar cláusulas de reserva que les prohíben revelar detalles de contratos con países en desarrollo. Pero "si las compañías se unen como sector industrial y dicen que sólo firmarán contratos transparentes, los gobiernos no tendrán opción", advirtió Karl. CRS dijo que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional han sido demasiado lentos en reconocer que los gobiernos corruptos están derrochando las ganancias petroleras. A pesar de sus recientes declaraciones de respaldo a la transparencia, el Banco Mundial todavía no ha condicionado sus créditos a la revelación total de los contratos. ExxonMobil ha estado involucrada en varios escándalos, pero la Corporación Financiera Internacional, brazo del Banco Mundial que asiste al sector privado, financia parte de un oleoducto en Chad y Camerún en que la firma estadounidense participa con la también estadounidense Chevron y con la malasia Petronas. El primer ministro británico Tony Blair apoya una Iniciativa de Transparencia para las Industrias Extractivas, de carácter voluntario para compañías y gobiernos, que incluye la revelación de los pagos por contratos petroleros. Varias empresas y gobiernos de países en desarrollo han dado señales positivas hacia la iniciativa. Pero si las compañías petroleras no la apoyan en masa, estará condenada al fracaso.

Historia primera._ La señorita Ida Tarbell fue una gran periodista estadounidense aficionada a la caza mayor. Tanto lo era que quiso colgar en su estudio la cabeza disecada de John D. Rockefeller, el fundador de la Standard Oil Co.

Miss Tarbell fue profesionalmente lo que los yanquis llaman una muckraker, alguien que remueve sin asco el estiércol ajeno y ofrece a sus lectores lo que pueda encontrar.

Por su parte, el capitalista más enigmático y reservado de todos cuantos pudieran hallarse en los EE.UU de comienzos del siglo XX quizá haya sido el señor Rockefeller. Y en lo que atañe a su vasto monopolio petrolero, ferroviario y banquero, éste se hallaba envuelto en una espesa red de maliciosas manipulaciones contables y astutos camuflajes legales, concebidos para borrar huellas y hacer materialmente imposible cualquier auditoría de los manejos de la Standard.

Pero ¡ah! Ida Tarbell resultó ser demasiado para John D. y sus marañas que en aquel tiempo remoto cumplían ya casi un cuarto de siglo.

En el curso de 24 meses, a razón de una entrega mensual que comenzó a aparecer en noviembre de 1902, en la por entonces muy prestigiosa revista McClure"s, el público americano pudo leer lo que resultó ser mucho más que la semblanza moral de un capitán de empresa. Leyeron algo mejor: un estremecedor texto de anatomía y fisiología del capitalismo monopólico propio de la época.

Las entregas aparecieron más tarde, en 1904, reunidas en un libro y bajo el título Historia de la Standard Oil Company. La edición original incluía 64 escalofriantes apéndices documentales.

Todavía hoy la Historia de la Standard Oil se deja leer como una pieza magistral, de gran calidad documental y sobresaliente vigor expresivo, un libro que, como acertadamente dice Daniel Yergin, es «notable por su dominio de la compleja historia de la empresa, pese al limitado acceso a las fuentes que tuvo la Tarbell. Pero bajo la superficie sosegada de su prosa corría una indignada y rabiosa repulsa de John D. Rockefeller y de las prácticas cortagargantas de la Standard.

«En efecto, a despecho de su confeso apego a la fe y la ética cristianas, John D. Rockefeller emerge de las páginas del libro de la Tarbell ni más ni menos que como un depredador amoral».

Mr. Rockefeller —escribe Ida Tarbell— ha jugado sistemáticamente con dados cargados y es muy dudoso que haya habido una sola ocasión, desde 1872, en que haya participado en una carrera con un competidor y jugado limpio desde la partida.

Sin duda, el libro de Ida Tarbell contribuyó a espesar la atmósfera de escándalo y repudio general que permitió al presidente Teodoro Roosevelt solicitar una investigación de la Standard por parte del Congreso y de varias agencias del gobierno federal, en especial del buró contra los trusts, creado por la famosa Ley Sherman, la cual consagraba la libre competencia y penalizaba duramente las prácticas monopólicas.

Teddy Roosevelt anticipaba que la máquina bélica del incipiente imperio americano, en especial la Armada, no debía estar expuesta a los tejemanejes monopólicos de un único proveedor doméstico.

Por aquellos años muchos juicios locales ya habían sido entablados sin éxito contra la Standard por productores independientes que veían vulnerada su libertad de comercio por las prácticas excluyentes de la Standard, pero sin duda el más célebre fue el que condujo el legendario juez federal Kenesaw Mountain Landis.

El juez Landis llegaría con el tiempo a ser el primer comisionado nacional de beisbol de Grandes Ligas, luego del bochornoso intento de fraude protagonizado por las Medias Negras de Chicago al vender a la mafia de apostadores los siete partidos de la Serie Mundial de 1919.

Landis encontró en 1907 que la Standard se beneficiaba dolosamente de un sistema de rembolso de fletes ferroviarios que violaba la libertad de comercio de sus competidores.

El sistema de descuento ferroviario obraba deslealmente al excluir a todo productor independiente que no fuese, como Rockefeller, socio de otro caballero llamado Henry Flagler, dueño a su vez —¡adivinen!— del monopolio de los ferrocarriles.

Así, la Standard extraía crudo de sus propios pozos, en el recién descubierto oil patch del suroeste americano, o bien lo compraba a precio rapaz a productores independientes, incapaces de refinarlo in situ o de transportarlo en tren a las refinerías, muchas de ellas propiedad de la Standard.

Así, la Standard movía el crudo y sus refinados pagando flete «amortiguado» en los trenes de su socio, el señor Flagler, lo refinaba en sus propias refinerías y lo comercializaba a precios «competitivos» en el norte y el este industriales.

En consecuencia, el juez Landis impuso a la verticalmente integrada Standard Oil Co. la pena máxima: una multa entonces sin precedentes de 29 millones de dólares.

John D. Rockefeller se encontraba en Cleveland, jugando una partida de golf con unos amigos, cuando llegó un office boy con la noticia del veredicto y la sentencia

Se interrumpió la partida para que Rockefeller pudiese rasgar el sobre enviado por sus abogados y leer el contenido en silencio. Cuando terminó de leerlo, guardó todo en uno de sus bolsillos, y volviéndose a sus compañeros comentó, invitadoramente: «Y bien, caballeros, ¿continuamos?». Pero uno de los circunstantes no pudo contenerse y le preguntó, ansioso, a cuánto ascendía la multa. Rockefeller se lo dijo y añadió, como pensando en voz alta:

—Después de muerto el juez Landis, pasará todavía mucho tiempo sin que esa multa llegue a pagarse.

Tenía razón: la Standard apeló y la decisión fue revocada. Pero el juicio más gordo todavía estaba por venir.

Esta vez el mismísimo gobierno federal se querelló con la Standard por múltiples y muy graves violaciones a la Ley Sherman, distintas al truco de los fletes ferroviarios rembolsables y «solo-para-Rockefeller».

La causa tenía entidad constitucional y eventualmente subió hasta la Corte Suprema. El veredicto hubo de demorarse porque en el curso del prolongado juicio murieron dos de los nueve magistrados cuyas plazas debieron ser llenadas antes de que, en 1909, la Standard fuese obligada por la Suprema Corte de los Estados Unidos a desagregarse, esto es, liquidar su estructura monopólica y «desconstituirse» en una verdadera pléyade de «pequeñas» Standard Oil Companies: la de New York, la de New Jersey, la de California, la de Ohio, la de Indiana, y así.

Fue un fallo histórico y una bendición para el negocio. Entre otras cosas, la liquidación del trust de la Standard trajo la posibilidad de que la innovación tecnológica jugase un papel decisivo en el negocio petrolero.

Paradójicamente, fue un equipo técnico de la Standard de Indiana el que impuso en poco tiempo el método del «craqueo», capaz de trasmutar gasoil en gasolina. El método de craqueo había sido desestimado por el antiguo monopolio Standard sencillamente porque los monopolios no tienen motivos para innovar. Al cabo de unos años, el pool de las Standards había casi multiplicado por diez sus beneficios.

Pero había sido presa de una fobia característica del negocio petrolero. Comenzó a identificar lugares donde, además de petróleo, no hubiesen jueces Landis, ni leyes Sherman, ni gente obcecada con la libre competencia como Ida Tarbell. La vocación transaccional del negocio petrolero se manifestó a los americanos bajo la forma del juicio de liquidación de la Standard.

La Gran Emigración —así la llaman algunos historiadores económicos— de la industria petrolera estadounidense tuvo su primera escala en México, donde había —y aún hay— muchísimo petróleo y un corrupto régimen dictatorial presidido por un senecto general amigo de los buenos negocios, Porfirio Díaz.

Allí dieron con un yacimiento descomunal, uno de cuyos pozos tiene nombre de película de Gabriel Figueroa: «Potrero del Llano # 4», el cual a pocos días de entrar en producción arrojaba 110.000 barriles diarios e hizo de México el segundo productor mundial de crudo en la primera década del siglo pasado.

Pero ya lo dijo Ambrose Bierce, antes de ser tragado por la montonera de Pancho Villa: «Un gringo en México, ¡qué gran manera de morir!». Muy pronto vino la Primera Revolución Zapatista y la cosa habría de ponerse turbia, muy turbia, durante las siguientes dos décadas.

Mudaron otra vez el negocio y esta vez el mejor indicio geofísico de que en Venezuela había petróleo fue el que la Royal Dutch Shell ya hubiese obtenido concesiones merced intermediarios locales.

También había un dictador, pero a diferencia de don Porfirio, Gómez era joven y no lucía a punto de caer.

Enviaron a uno de sus mejores abogados, porque el negocio petrolero no lo empiezan los geólogos, sino los abogados. El «abogado-sonda» de Shell había sido un trinitario; el de los gringos era un chamo que hablaba un castellano aprendido en México (¿dónde más?) y traía la expresa instrucción de no procurarse intermediarios. Le ordenaron que más bien frecuentase el cubil de Gómez y se hiciese de un lote para él mismo.

Así llegaron los gringos a un país, ya ni siquiera cafetero, donde en 1906 el general Cipriano Castro y su esposa, doña Zoila mandaban.

Historia segunda._ Muchas son las guerras que han sido declaradas y que aun siguen siendo desatadas alrededor del mundo para asegurar el control corporativo sobre el petróleo. Detrás de los nombres de presidentes y dictadores están los de actores mucho más poderosos: Exxon/Mobil, Chevron/Texaco, Shell, British Petroleum, Elf. Estos -y sus parientes cercanos- son a veces quienes derrocan a presidentes electos o dictadores para reemplazarlos con dictadores o presidentes más amigables. Muchas de esas guerras ni siquiera son cubiertas por los medios de comunicación, y cuando lo son, el petróleo es rara vez mencionado como su causa de fondo. Un gobierno es derrocado por la oposición armada en un país africano y la noticia sólo abarca el odio entre ambas partes y casi nunca a las corporaciones y gobiernos extranjeros que respaldan a cada una de ellas. En muchos casos, los actores detrás de bambalinas son las empresas petroleras. En Venezuela, un presidente electo ha tenido que enfrentar un golpe y una huelga general por estar sentado sobre un mar de petróleo y por no parecerle lo suficientemente amistoso al poder petrolero de los Estados Unidos. También se han desarrollado estos conflictos en regiones tan diferentes como las Islas Malvinas, Medio Oriente, Afganistán o Chechenia, o se han exacerbado luchas armadas internas como en Sudán, Colombia, Nigeria y Congo. Pero el petróleo no sólo está detrás de guerras civiles, golpes de estado y campañas electorales presidenciales. El petróleo es también responsable de las innumerables guerras "de baja intensidad", que destruyen comunidades enteras alrededor del mundo y particularmente en los trópicos. Muchas comunidades indígenas y otras poblaciones locales han sido borradas del mapa o han tenido que enfrentar situaciones terribles debido a la destrucción ambiental resultante de la exploración y explotación petrolera en sus territorios, así como de la violación generalizada de sus derechos humanos. Desde Ecuador a Nigeria y desde Indonesia a Chad, el "oro negro" ha sido una maldición para los pueblos locales y su medio ambiente. Demás está decir que el petróleo también ha desatado la guerra contra el aire y el clima del planeta. La contaminación generalizada del aire afecta a todos los seres vivos, mientras que el cambio climático abre una interrogante sobre el futuro de la Tierra. El uso de combustibles fósiles -y particularmente el petróleo- es claramente responsable de esta situación. Los gobiernos del mundo han hecho algunos intentos de abordar esta última temática. Han firmado y ratificado la Convención sobre Cambio Climático y el Protocolo de Kioto. En forma similar a lo ocurrido en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en relación a Irak, un gobierno -representando los intereses de las corporaciones petroleras- decidió no ratificar el Protocolo de Kioto porque afectaría sus intereses. Este país -los Estados Unidos- resulta ser el número uno en emisiones de CO2 y sede de las empresas petroleras más poderosas del mundo. Estas grandes empresas también dominan la administración del gobierno de Bush: el vicepresidente Dick Cheney, la consejera de seguridad nacional Condoleezza Rice y muchos otros altos cargos de esa administración han sido ejecutivos de corporaciones petroleras o tienen antiguos lazos con la industria. En este incierto panorama de toma y daca, y donde lo que mas toman son los ladrones imperiales disfrazados de levita y cuello blanco sobresalen las 4 hermanas herencia maldita de los corporativos conocidos como las 7 hermanas.

Las "siete hermanas" dominadoras del petróleo en el mundo (Exxon, Mobil, Chevron, Texaco, Gulf, Royal Dutch Shell y British Petroleum) se redujeron en la práctica a cuatro: las transnacionales Shell, Exxon, BP y Chevron-Texaco que quedaron con la hegemonía petrolera y trabajan hoy rodeadas de empresas menores destacando las siguientes: Chevron Texaco, BP (British Petroleum) – Amoco, Shell, Exxon-Mobil (Esso), los dueños de estas empresas son los verdaderos amos del mundo y son los que propician toda clase de desaguisados, muchas veces encubierto en verdaderos complots internacionales, donde una elite decide y los pueblos son depauperados en aras de sus riquezas mal habidas

Las evidencias sugieren que la riqueza en petróleo atenta contra la democracia y el crecimiento económico equitativo de los países en desarrollo por causa de la falta de transparencia y las prebendas obtenidas por las grandes compañías. Las violaciones de los derechos humanos por parte de estas multinacionales en las zonas de conflictos, las "caídas" de gobiernos y las presiones, han llamado la atención y provocado el análisis y seguimiento de estas situaciones por parte de diversas organizaciones de la sociedad civil. El incremento de la explotación petrolífera en Africa por parte de corporaciones acentuó los cuestionamientos hacia esa industria y las interrogantes sobre su aporte al desarrollo en el Sur. En varios países de América Latina hay una larga historia de oposición a la explotación petrolera por su impacto en la sociedad, en el medioambiente y su vinculación con reiteradas violaciones a los derechos humanos.

Historia tercera._Cuando Enrico Mattei, fundador de la moderna industria energética de Italia, acuñó enfurecido el término las Siete Hermanas para referirse a las compañías anglosajonas que controlaban el petróleo de Medio Oriente después de la Segunda Guerra Mundial, ni siquiera imaginaba el profundo cambio que ocurriría en la correlación de fuerzas apenas medio siglo después.

Debido a que los precios del petróleo se han triplicado en los cuatro años recientes, un nuevo grupo de compañías gaseras y petroleras ha cobrado relevancia, ha consolidado su poder en la búsqueda y concentración de recursos energéticos y ha causado pánico entre los consorcios más grandes del mundo, aquellos que surgieron de las Siete Hermanas originales: ExxonMobil y Chevron, de Estados Unidos, y las europeas BP y Royal Dutch Shell.

Las nuevas Siete Hermanas, las compañías energéticas más influyentes provenientes de países no miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), han sido identificadas por el Financial Times, en colaboración con numerosos ejecutivos de la industria. Ellas son: Saudi Aramco, de Arabia Saudita; Gazprom, de Rusia; CNPC, de China; NIOC, de Irán; Pdvsa, de Venezuela; Petrobras, de Brasil, y Petronas, de Malasia.

Estas empresas, de propiedad abrumadoramente estatal, controlan casi un tercio de la producción mundial de gas y petróleo y más de un tercio de las reservas de ambos hidrocarburos. El contraste: las viejas Siete Hermanas -cuyo número se redujo a sólo cuatro durante la consolidación de la industria energética, en los años 90- producen alrededor de 10 por ciento del petróleo y el gas del mundo y concentran apenas 3 por ciento de las reservas; sin embargo, el hecho de ser compañías integradas -lo que significa que no sólo venden petróleo y gas, sino también gasolina, diesel y petroquímicos- les ha permitido obtener utilidades muy superiores a las de sus nuevos competidores.

Robin West, presidente de PFC Energy, consultora del sector energético, explica: "Las Siete Hermanas fueron importantes porque ellas fijaban las reglas: controlaban la industria y los mercados. Ahora las nuevas Siete Hermanas son las que imponen las normas y las petroleras trasnacionales tienen que acatarlas".

La Agencia Internacional de Energía (AIE), organismo que supervisa el sector energético en los países desarrollados, calcula que en los próximos 40 años 90 por ciento de los nuevos suministros de energéticos provendrán de países en desarrollo. Un estudio del Instituto de Políticas Públicas James A. Baker III de la Universidad Rice destaca que este es un gran cambio en comparación con las tres décadas anteriores, cuando 40 por ciento de la producción provenía de las naciones industrializadas y la mayor parte estaba controlada por los grupos occidentales mencionados.

El principal proveedor será Saudi Aramco, la compañía petrolera más grande y moderna del orbe y, por tanto, la primera en la lista del Financial Times. Luego del repunte de los precios del crudo en 2002, Saudi Aramco puso en marcha el programa de crecimiento más ambicioso en toda una generación, con el cual busca aumentar su capacidad de producción de 11 millones de barriles al día (13 por ciento del consumo mundial actual) a 12.5 millones y luego a 15 millones de barriles diarios.

De esta forma, Saudi Aramco consolidará su posición como la compañía petrolera más poderosa del mundo; ello le permitirá a Riad seguir siendo el banquero central del mercado de crudo, el que abrirá las válvulas cuando haya escasez global de suministro y las cerrará cuando los precios disminuyan por debajo de un nivel que le resulte confortable.

Las empresas petroleras internacionales y los líderes de los principales países consumidores han aprendido a aceptar el predominio de Saudi Aramco; sin embargo, la creciente influencia de otras compañías nacionales les resulta más difícil de tragar. A finales del año pasado, BP y Shell dejaron de estar entre los primeros lugares en los mercados bursátiles; en cambio, Gazprom, de Rusia, y PetroChina (88 por ciento propiedad de CNPC), se colocaron respectivamente en segundo y tercer lugar entre las firmas del sector energético que cotizan en bolsa.

ExxonMobil, quizás la única empresa del mundo desarrollado que puede competir con el nuevo grupo, sigue sola en la cúspide, mientras Gazprom, Petrobras y PetroChina también han opacado a las otras en ganancias obtenidas por el precio de sus acciones.

La principal causa de este giro en la correlación de fuerzas ha sido el resurgimiento de una tendencia nacionalista sobre el control de los recursos naturales, que empezó en México en los años 30 del siglo pasado, se extendió a Medio Oriente en los 70, y declinó -en algunos casos inclusive se revirtió- a finales de los 80 y en la década de los 90, con la caída de los precios del crudo. Los consorcios energéticos, incluido el de Mattei, Eni (empresa petrolera italiana), se han visto obligados a aceptar en Rusia y Venezuela contratos que sistemáticamente han devuelto a las compañías estatales el control de los yacimientos.

Venezuela aprobó una ley que le dará a Pdvsa control mayoritario sobre la franja de crudos pesados del Orinoco, la mayor fuente de este tipo de hidrocarburos en el mundo. A finales del año pasado, en Rusia, el Kremlin se apoderó del manejo de un proyecto de Shell para explotar gas natural en la isla Sajalín, con una inversión de 20 mil millones de dólares. Asimismo, anunció que Gazprom desarrollará el enorme yacimiento gasífero de Shtokman, en el Artico, y relegará a las compañías internacionales al papel de meras proveedoras de servicios.

El director ejecutivo de BP, John Browne, viajó este mes a Moscú para tratar de impedir que su empresa fuera la siguiente víctima de Gazprom y propuso que BP comercialice en el extranjero el gas licuado natural de la compañía rusa, en un esfuerzo para evitar que Gazprom tome el control del yacimiento gasífero de Kovikta, uno de los principales activos de BP en Rusia.

El impacto del nacionalismo actual es diferente de aquel que se observaba en los años 70. En 1975, Gulf, una de las Siete Hermanas originales y hoy parte de Chevron y BP, retiró todas sus inversiones de los países en desarrollo y regresó a América del Norte y al Mar del Norte. Hoy las compañías petroleras internacionales no tienen nuevos campos petroleros en los cuales refugiarse. De hecho, desde el año 2000 -cuando el yacimiento Kashagan, en Kazajstán, se convirtió en el mayor hallazgo en 30 años- no han encontrado un solo lugar del cual puedan extraer más de un millón de barriles al día.

Mientras, las compañías petroleras nacionales se han unido para desarrollar conjuntamente sus reservas y han dejado el crecimiento de las industrias petrolera y gasera -y los recursos para el desarrollo económico mundial- en manos de las nuevas Siete Hermanas y de los gobiernos que las controlan. Las consecuencias de este hecho no podrían ser más serias. Fatih Birol, director de análisis económico de la AIE, calcula que se requieren unos 20 billones de dólares para garantizar el abasto adecuado de energéticos en los próximos 25 años; sin embargo, las inversiones actuales están 20 por ciento por debajo de esa suma.

HISTORIA CUARTA.- Pemex, en el peor de los mundos

Muchas de las dudas sobre el futuro de los suministros provienen de la falta de voluntad de los gobiernos para permitir a las empresas petroleras nacionales reinvertir sus ingresos extraordinarios. En lugar de ello, destinan el dinero a gasto social o lo despilfarran.

El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, gasta dos tercios del presupuesto de Pdvsa en programas sociales populistas. En 2005 canalizó casi 7 mil millones de dólares a ese fin; en cambio, el gobierno anterior gastó sólo 77 millones de dólares en 1997, de acuerdo con un reporte de la Universidad Rice. Mientras, en Rusia, muy poco dinero de las ganancias de Gazprom se usa para modernizar la obsoleta red de ductos (la AIE advierte que 30 por ciento ya debe ser remplazada). En Irán, NIOC sigue siendo importador de gas a pesar de controlar South Pars, el campo gasífero más grande del mundo. Además, no puede incrementar su producción de crudo o reparar sus refinerías debido a la carga financiera que implica subsidiar la gasolina para venderla a sólo 10 centavos de dólar por litro.

Sin embargo, México es el ejemplo emblemático de lo que ocurre cuando un gobierno restringe la inversión extranjera y al mismo tiempo usa su compañía petrolera como si fuera una alcancía inagotable. Debido a su decadencia, Pemex no fue incluida por el Financial Times en la lista de empresas energéticas más influyentes del mundo en desarrollo.

Los pronósticos más pesimistas señalan que, debido al rápido declive del súper yacimiento de Cantarell, México -el tercer productor de crudo de América- se convertirá en un importador neto en el transcurso de la próxima década.

"La incógnita es el Congreso. Como Pemex está enfrascado en una constante lucha por conseguir financiamiento suficiente y un régimen fiscal razonable, no tiene certidumbre para hacer planes a largo plazo, lo cual limita su capacidad para enfrentar su deterioro", señala Ryan Todd, analistadel grupo financiero estadunidense Sanford Bernstein. Esta situación contribuirá a crear "un severo problema" de suministro mundial de petróleo dentro de tres o cinco años. Para México, ello podría representar la pérdida gradual de 40 por ciento de sus ingresos fiscales.

Sin embargo, las compañías petroleras internacionales no sólo compiten con aquellas que poseen los recursos energéticos, sino también con las empresas nacionales que se han convertido en buscadoras de hidrocarburos, lo cual pone de relieve el problema de la seguridad energética.

Durante la crisis de los precios del petróleo de finales de los años 70, el entonces presidente de Estados Unidos, James Carter, logró que se aprobara la reforma energética más amplia en la historia de ese país. Ay una diferencia fundamental entre la situación actual y la que vivió Carter: En una entrevista reciente, Carter dijo que la inseguridad en el abasto de energéticos seguirá siendo "un problema grave que causará crisis cada vez más frecuentes en los años venideros". "Hoy enfrentamos la competencia global de China e India, algo que no conocí cuando fui presidente".

El mayor de esos competidores es CNPC, una compañía apuntalada en las grandes reservas de China y en la posesión de 88 por ciento de PetroChina. Sin embargo, su poder radica precisamente en la rapidez con que ha acumulado reservas internacionales.

Apoyada por el gobierno de Pekín y por el febril empeño de éste en garantizar el abasto de energéticos para el desarrollo de China, CNPC se ha extendido a cerca de 20 países, desde Azerbaiján hasta Ecuador. Ha invertido más de 8 mil millones de dólares en la industria petrolera de Sudán, un país desgarrado por la guerra, donde las preocupaciones por violaciones a los derechos humanos han disuadido a otros inversionistas de hacer tratos con Jartum. "CNPC está imponiendo las reglas sobre el acceso a reservas en nuevos mercados y está transformando la competencia por recursos, servicios, capitales y mercados", señala Robin West.

CNPC no es la única compañía que está cambiando las reglas en esta carrera por la acumulación de activos. Empresas nacionales más pequeñas como Petrobras y Petronas también mantienen a sus ejecutivos despiertos de noche.

Por ejemplo, Petrobras ha estado a la vanguardia en tecnología para extraer petróleo de aguas muy profundas, como las que bañan las costas de Brasil. La compañía usa ahora esas habilidades para competir a la par con BP y ExxonMobil, tanto en Angola como en la porción del Golfo de México que corresponde a Estados Unidos.

Petronas, de Malasia, también ha ampliado sus operaciones al extranjero, especialmente a Sudán y Burma. Cerca de 30 por ciento de las utilidades del corporativo provienen del exterior: opera en más de 26 países y obtiene petróleo de unos 50 proyectos, de los cuales maneja más de la mitad, según el reporte de la Universidad Rice.

Compañías como Petrobras y Petronas tienen la ventaja de que pueden convencer más fácilmente a otras petroleras nacionales ricas en recursos naturales. En cambio, las firmas internacionales arrastran desde los años 80 y 90 una reputación de arrogancia y desdén por sus socios.

Malcolm Brinded, jefe de exploración y producción de Shell, reconoce este hecho cuando señala que las trasnacionales deben preguntarse: "¿Cómo vamos a hacer que este matrimonio funcione?" Según Brinded, Shell y otras firmas son "menos paternalistas que hace 20 años".

Partes: 1, 2
Página siguiente