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Santa Teresa de Lisieux (página 2)


Partes: 1, 2, 3, 4, 5

El 28 de Agosto muere la Señora Martín. Teresa escoge a Paulina como segunda madre. La familia se traslada a "Les Buissonnets", en Lisieux, para beneficiarse de la cercanía de los tíos Guérin.

1881:

El 3 de Octubre entra como medio pensionista en la Abadía Benedictina de Lisieux.

1882:

Paulina entra al Carmelo de Lisieux el 2 de Octubre.

1883:

En Pascua, crisis nerviosa; mejoría el 6 de Abril que le permite asistir a la toma de hábito de Paulina; luego recaída. El 13 de Mayo, Día de Pentecostés, sonrisa de la Santísima Virgen y curación de la crisis. Comienza su ansiedad de conciencia a propósito de la enfermedad y aparición. En agosto, primer viaje de Alençon donde "conoce el mundo".

1884:

Preparación y Primera Comunión el 8 de Mayo, consagración a la Santísima virgen; el mismo día Profesión de Paulina. Gran paz, gracias y consuelo espiritual todo el año. Empieza a amar el sufrimiento.

1885:

Durante el retiro de renovación (entre el 17 y el 21 de Mayo) crisis de escrúpulos que dura 17 meses.

1886:

En Marzo deja la Abadía por causa de los escrúpulos y frecuentes dolores de cabeza; pero vuelve dos veces por semana para obtener su admisión como "Hija de María". Desde el 26 de Junio toma clases con la Señorita Papinau. El 15 de Octubre María entra al Carmelo y Teresa arranca a sus hermanitos del cielo la curación de sus escrúpulos. El 25 de Diciembre recibe la gracia de su "conversión".

1887:

El 1º de Mayo, primera congestión cerebral del señor Martín, felizmente superada. El 28 de Mayo, día de Pentecostés, Teresa obtiene de su papá el permiso de entrar al Carmelo a los 15 años. Ese mes y el siguiente lee y copia extractos de las Conferencias de Arminjon. El 31 de Agosto: conversión de Pranzini.

El 22 de Octubre su tío Guérin autoriza su entrada al convento después de haberla negado terminantemente el 8 anterior. Luego visita a M. Delatroëtte y el Obispo de Bayeux. Se ofrece como "juguetito de Jesús".

El 4 de Noviembre parte para Roma, vía París donde la Virgen le asegura de su sonrisa, y el 20 desolante audiencia con León XIII. El 2 de Diciembre regreso a Lisieux. Navidad velada de lágrimas.

1888:

Desde el 1º de Enero, cruz de la espera y preparación a su ingreso en el Monasterio el 9 de Abril.

El 23 de Junio fuga del Señor Martín, empiezan la angustia de su enfermedad.

1889:

El 9 de Enero toma de hábito, Teresa agrega a su nombre el de la Santa Faz; la fiesta fue el "último triunfo" del Señor Martín quien es internado loco el 12 de Febrero en la Casa de Salud "Buen Salvador" de Caen; sus hijas Celina y Leonia se alojan en las cercanías.

1890:

Se nutre de San Juan de la Cruz. Asimilación y profundización personal de la devoción a la Santa Faz. Profesión el 8 de Setiembre y el 24 toma de velo.

1891:

Del 8 al 15 de Octubre, retiro predicado por el R.P. Alexis Prou, franciscano recoleto.

1892:

Después el 10 de Mayo el Señor Martín vuelve a Lisieux inmovilizado por la parálisis. En Octubre, retiro de Teresa que le hace profundizar en la pobreza y desprendimiento total. Teresa deja los autores espirituales por la Sagrada Escritura.

1893:

Desde el 2 de Febrero compone poesías para dar gusto a sus hermanas. El 20 de ese mes M. Inés de Jesús es elegida Priora y le encarga ayudar a M. María de Gonzaga en la formación de las novicias. Pasados sus tres años de noviciado, Teresa pide y obtiene el permanecer en él.

1894:

El 16 de Junio entra Sor María de la Trinidad y le es confiada especialmente, al igual que Celina desde su ingreso el 14 de Setiembre, después de la muerte del Señor Martín ocurrida el 29 de Julio en el Castillo de la Musse.

1895:

Desde Enero y a lo largo de todo el año, por orden de Madre Inés, Teresa se ocupa en redactar sus recuerdos de infancia (manuscrito A).

El 9 de Junio, fiesta de la Santísima Trinidad, Ofrenda al Amor Misericordioso.

Su prima María Guérin ingresa al Carmelo el 15 de Agosto con el nombre de Sor María de la Eucaristía.

Desde el 17 de Octubre hermandad espiritual con el seminarista Bellière, futuro misionero.

1896:

El 24 de Febrero, profesión de Celina.

El 21 de Marzo difícil elección de Madre María de Gonzaga como Priora; ésta conserva el título de Maestra de Novicias pero encomienda más ampliamente a Teresa su formación.

En la noche del Jueves Santo, 2 de Abril, primera hemoptisis repetida el 3.

Desde Pascua comienzan sus tentaciones contra la fe que le quitan todo deseo natural del cielo y duran hasta su muerte.

El 30 de Junio la obediencia le confía un segundo hermano espiritual en el R.P. Roulland.

En Setiembre, retiro en que descubre su vocación en el Corazón de la Iglesia y redacción del manuscrito B con su complemento en la carta del 17 a Sor María.

1987:

Al fin de la Cuaresma, síntomas alarmantes de su enfermedad. Destrucción progresiva del cuerpo con dolores muy agudos.

Desde Mayo Inés de Jesús anota sus últimas palabras. Ese mes compone su poesía "Pourquoi je t`aime, ô Marie". Del 3 de Junio al 10 de Julio, por orden de la Priora, redacción del manuscrito C.

Muere el 30 de Setiembre a las 7 y 20 de la noche, en un acto de Amor, después de dolorosa agonía.

Marco histórico

"Toda obra de arte o voz genial viene del pueblo y va hacia él".

César Vallejo

Antes de entrar a analizar el itinerario espiritual de Teresa, conviene recordar, aunque sea brevemente, su ubicación histórica. Nuestra santa vive en un determinado lugar y tiempo de la Historia: se debe a ellos y es sólo a través de ellos que salta a la universalidad, a la eternidad.

– Por un lado depende de ellos; su ambiente la plasma, sus condiciones la limitan. Fuera de su contexto muchos datos se falsearían o quedarían oscuros. Nos preguntamos, pues, por su tiempo para conocerla mejor, para comprenderla más, ¿cómo vive el pueblo al que perteneció Teresa?.

  • Por otro lado Teresa reacciona a su medio, toma de él una determinada conciencia y hay que notarlo para apreciar justamente su originalidad.

  • En fin, Teresa influye en su pueblo. Su devoción se extendió mucho y muy rápidamente. Fue canonizada por un verdadero clamor popular de todo el pueblo cristiano, por lo que Pío XI dijo "es la voz del pueblo que ha reconocido y seguido la voz de Dios".

Parece que este estudio no tuviera mayor importancia dado el alejamiento de Teresa de la sociedad de su época; su vida transcurre primero en una familia bastante encerrada en sí misma. Ni siquiera asistió normalmente a la escuela. El padre les había prohibido leer el periódico. Desde los quince años vive en un convento de clausura donde llega muy poca información de fuera, y se vive con un estilo de vida fijado siglos atrás. Pero esa es una manera de ubicarse en el mundo y relacionarse con los hombres.

1.- El mundo de Teresa

Teresa nace en 1873, cuando todavía está fresco el terror de la invasión del ejército prusiano, considerada como "un castigo de Dios" por su madre, quien detalla lo que fueron esos días. Cuando el proletariado francés identifica a la Iglesia con la masacre que liquidó la Comuna de Paris. Cuando los católicos esperaban la restauración de la monarquía y ven organizarse la Tercera República.

Llega a una familia de sentimientos bonapartistas (los dos abuelos han sido militares en las filas imperiales) pero monárquicos por razón y religión; establecidos en Alençon y donde, en pocos años, el excesivo trabajo de la madre y de numerosas obreras fabricando encajes del famoso "punto de Alençon", logra una buena fortuna de muchos miles de francos, que no son compartidos por las obreras, y permiten a la familia vivir holgadamente de rentas varios años.

Después de la muerte de su madre, la familia se traslada, según expreso deseo de la difunta, a Lisieux para gozar de la protección del tío Isidoro Guérin. Ciudad textil, de mercado y de guarnición militar una de las más antiguas de Francia, fundada antes de los romanos, en tiempos de Vercingetorix; testimonio de una gran belleza artística y natural. En su apogeo había tenido más de diez mil obreros y cuatro mil doscientos tejedores a domicilio, además de los trabajadores agrícolas; con dieciséis mil habitantes en 1896 pero desde la guerra de 1870 decae. No había seguridad social ni indemnización, ni pensión de jubilación; el desempleo era constante y la vida dura. Alimentación en base a pan y papas. Para comprar un kilo de carne hacía falta que un hombre trabajara once horas, dieciséis si lo hacía una mujer.

La Abadía Benedictina de Notre-Dame-du Pre, fundada en 1046 recibe a Teresa como pensionista. El Carmelo es más bien de reciente fundación: 1838 y Teresa alcanza a vivir unos años con una de las fundadoras M. Genoveva de Santa Teresa, profesa de Poitiers. El edificio se termina sólo en 1877. Hay también comunidades religiosas de carácter caritativo, hospitalario y educativo.

En 1432 Cauchon, principal acusador de Juana de Arco y Obispo de Lisieux hace construir una capilla para la Virgen, que en 1878 es restaurada en honor de Juana, por la que hay que en esos momentos en toda Francia, un verdadero culto patriótico, al que Teresa colabora activamente.

La práctica religiosa se mide por el cumplimiento de la Misa dominical y la comunión pascual; a la primera asisten en 1902 sólo el treinta y cinco por ciento de la población, noventa por ciento de la cual es femenina por lo que Teresa, de dos años, dice a su padre: ¿"Has estado, pues, en la Iglesia con las señoras?".

En 1876 se funda el Círculo Católico de Obreros, en 1874 la Conferencia de San Vicente de Paul, actividades religiosas de orden social que se estaban extendiendo no sólo en Francia y en las cuales Isidoro Guérin participa activamente, causando la gran admiración de su sobrina que encuentra un gran placer en escucharlo, lo considera un cruzado que trabaja para la gloria de Dios haciendo temblar a los demonios.

En efecto, el tío ha entrado de lleno en la política para defender a la Iglesia ante la ola de anticlericalismo que invade Francia y que se plasma en una serie de leyes antirreligiosas: medidas de orden fiscal para arrebatar a la Iglesia sus grandes riquezas, disolución de las congregaciones religiosas, expulsión de religiosos educadores e implantación de la escuela laica. Múltiples actividades entre las que destacan sus artículos en "Le Normande", periódico conservador en guerra con el liberal "Le Lexovien"; sólo en 1893 publicó 81 artículos!.

Es toda la cristiandad la que está en guerra contra el liberalismo, a pesar de los múltiples esfuerzos de los católicos liberales. El Papa ha sido despojado de los Estados Pontificios y empieza un proceso de centralización romana en todos los ámbitos de la vida eclesial, que tiene en el Concilio Vaticano I una de sus mayores expresiones. Hay que desagraviar al Santo Padre con peregrinaciones que se multiplican a lugares santos de la misma Francia y alas que Luis Martin es muy adicto. Desagravio también adiós que tiene su máxima expresión en la consagración de Francia al Sagrado Corazón en 1872, y construcción de la Basílica de Montmartre en su honor, aprobada por la Asamblea Nacional, como de "utilidad pública" en 1873 y donde Teresa se le consagra el 6 ó 7 de noviembre de 1887.

El pontificado de León XIII significa un relativo acercamiento a los liberales, buscando conseguir mejores condiciones para la vida de la Iglesia, paral o cual movilizó a los católicos incluso en el terreno parlamentario. Y por fin un tratamiento de la "cuestión social" recogiendo las iniciativas de los "católicos sociales" y de los "cristianos sociales", más democráticos que los anteriores marcados por su sentido jerárquico y contrarrevolucionario. La encíclica Rerum Novarum marca época en la Iglesia.

Por otra parte, el "peligro rojo" produce un gran acercamiento a la Iglesia de las capas más altas de la sociedad que ven en ella la fuerza para contener la rebelión de los pobres. A su vez la Iglesia siente la necesidad de la colaboración de la burguesía liberal frente a los avances del Comunismo.

Gran colaboración se da también entre la Iglesia y los gobiernos en la empresa colonizadora. Hay un auge de las misiones que coincide con la expansión imperialista. Esta vez ningún Bartolomé de las Casas ni Mateo Ricci que compensen y denuncien el triunfalismo de una Iglesia que se concibe como sociedad perfecta y única representante de Dios, que va a traer la salvación a los salvajes considerados inferiores y duramente explotados. Teresa quiere que en vez de poner flores en su funeral, se invierta el dinero en "rescatar" negritos (D.E. 21-27 de Mayo, 13 de Julio, 30 de Julio).

2.- ¿Qué conciencia social tiene Teresa?

Percibe la realidad desde un ángulo muy limitado que no le permite darse cuenta de las causas de los problemas y más bien marcado por un cierto providencialismo. Para su familia dar limosna a los pobres es muy importante, más aún es indispensable amarlos porque sólo así se ama a Jesús (A. 15,). Tratan muy bien a las empleadas de servicio y a las obreras, en el plano afectivo, pero no perciben la explotación económica. Sin embargo, Teresa protesta de la injusticia social que se comete con los criados, y en general con la existencia de los pobres, pero su reivindicación la deja para el cielo donde Dios los acogerá como sus elegidos (A. 56 r; DE. 8 de Agosto).

De la situación injusta de la mujer, considerada inferior al hombre y privada de múltiples posibilidades, también protesta, le parece que comparten los desprecios de Jesús como elegidas, que siendo las últimas, serán las primeras (A. 66v).

Cuando en su viaje a Roma ve de cerca de la nobleza, reflexiona mucho sobre la futilidad del "gran nombre" y lo que son los verdaderos títulos de nobleza. "Aquel que sobre la tierra haya querido ser el más pobre, el más olvidado por el amor de Jesús, será el primero, el más noble y el más rico" (A. 56 r). En el Carmelo presenciará un caso típico de la pugna entre la burguesía emergente, representada por su propia familia y la nobleza venida a menos, representada por Madre María de Gonzaga.

Su sentimiento monárquico está detrás de su designación como Rey de Jesús, propia de la época, también. Su padre la llama su Reinecita y ella lo trata de Rey al que felizmente las naciones no conocen porque lo harían y eso hace sufrir mucho.

Luego se siente muy alineada con esa multitud de pobres que no tienen acceso a la "cultura" ni a la santidad, para los cuales descubre su misión de hacerles reconocer el amor de predilección de Dios y el camino a El conduce (DE. 11; 15; 17 Julio).

3.- ¿Cómo se relaciona Teresa con su mundo?

Diríase que de una manera radical, con tres modalidades diversas:

  • Momento de ruptura muy neto; ya antes de su Primera Comunión, en el viaje que hizo a Alençon, hizo su "entrada en el mundo". Conoció los halagos de la burguesía y se sintió seducida. Por eso agradece al señor el haberla alejado: "Dios me ha hecho la gracia de no conocer el mundo más que o justo para despereciarlo y alejarme" (A32v). Para ella el mundo es prácticamente la expresión de lo contrario a Jesús. Me atrevería a decir incluso que eso es porque está protagonizado por los ricos y nobles, cuando Jesús vino a los pobres.

  • Para Teresa el encuentro con Dios se hace en las menudas realidades de cada día. Se opone tajantemente a cualquier espiritualidad evasiva. Es una actitud profundamente emparentada con lo que hoy llamamos compromiso temporal, en circunstancias tan distintas.

  • Al final de su vida, cuando la asalta la enfermedad y su prueba contra la fe, su reacción es de solidaridad con los impíos (C5v-6-v). Ahora experimenta en carne propia lo que es el "materialismo ateo" que antes creía sólo fruto de la mala voluntad, y se sienta a la mesa con los pecadores. Supera el paternalismo de los justos y se identifica con los obreros de la Comuna que mataron al Arzobispo de París. Este universalismo amoroso de Teresa la excluye implícitamente de esta clase burguesa y demasiado privilegiada, de la que ha salido, donde ha crecido su vocación pero sobre la cual pesan tantas responsabilidades sociales, para ir, como Cristo, al encuentro del extranjero, del separado. Teresa se siente profundamente hermana de los hombres que viven en la pobreza.

PRIMERA PARTE

TERESA Y EL DIOS DE LOS POBRES

Capítulo I

Los primeros pasos

"La rodea, la cría, la cuida como a la pupila de sus ojos. Como el águila que incita a su pollada y planea sobre sus polluelos, despliega sus alas y los toma; la lleva sobre sus alas. Sólo el Señor la conduce" (Dt. 32.10-12, Comunión de su Misa Propia).

edu.red

Si en toda vida humana la infancia es tan importante, en el caso de Santa Teresa de Lisieux reviste un interés capital: el desarrollo progresivo de la santidad tiene sus raíces profundas en la educación recibida, y sus primeras disposiciones nos revelan un espíritu particularmente precoz. A esta luz estudiamos sus primeros pasos, pues prescindiendo de ellos no se entendería el desarrollo de su espiritualidad.

Prescindimos aquí de un estudio sicológico sobre los primeros años de Teresa, que está por hacerse. Six recurre ampliamente al sicoanálisis para esclarecer su proceso y me parece que abre pistas muy interesantes, pero no cumple su objetivo por falta de precisión en los conceptos que emplea, por presumir condiciones no suficientemente probadas[1]Rideau se lanza por caminos menos arriesgados y nos presenta la sicología de Teresa recurriendo a datos más generales. Una mención especial merece Antonio Vazquez[2]que estudia la neurosis de Teresa como una fijación materna de carácter abandónico, y cómo luego se va reestructurando toda su personalidad, en base a su religiosidad.

No intentamos tampoco hacer una biografía que otros han hecho, sino simplemente ver la aparición de algunas líneas pertenecientes a nuestro tema. Ciertamente no se puede hablar todavía de una "espiritualidad".

En este período distinguimos claramente, con la misma santa, tres etapas bien distintas, condicionadas por dos acontecimientos decisivos: la pérdida de su madre (muerte del a Señora Martín en agosto de 1877 y entrada de Paulina al Carmelo el 2 de Octubre de 1882) y su propia conversión en la Navidad de 1886.

Son los primeros elementos vividos como espontáneamente, bajo la acción de Dios a la que responde casi por instinto; hay una preparación básica encauzada por la educación y marcada por algunas gracias notables como la llamada a la sanidad en 1882, supuración milagrosa el 13 de mayo de 1883 y su primera Comunión el 8 de Mayo de 1884.

A.- INFANCIA Y EDUCACIÓN

1.- Orientación a los bienes eternos

La primera orientación fundamental la recibe de sus padres profundamente cristianos, quienes aún gozando de una posición económica bastante cómoda, vivían en una austeridad casi monacal, temperada por el clima de dilatación y la espiritualidad de San Francisco de Sales: confianza en la misericordia de Dios, santificación de los mil detalles de la vida diaria y, sobre todo por la atmósfera de cariño que marca notablemente la delicada sensibilidad de la familia.

Lo más característico de la educación y el ambiente en este hogar es el sentido de la eternidad. Según el testimonio de Celina, agonizante, "nosotros y nuestros padres hemos vivido asomados a una ventana abierta sobre el cielo".

Cuando, años mas tarde, la santa evoca el recuerdo de sus padres, en esto insiste de modo particular. De ellos aprende que está en camino hacia el cielo y la primera palabra suya que nos presenta su autobiografía es precisamente la reacción tan original, la deducción que ella misma (antes de los tres años) hace de estas enseñanzas: en un exceso de ternura por sus padres, les desea la muerte y si por esto la regañan, responde "es para que vayan al Cielo puesto que dicen que es preciso morir para ir allá". (A.4v).

Como confesará la primogénita "mi padre y mi madre tenían una fe profunda, oyéndolos hablar de la eternidad nos sentíamos dispuestas, a pesar de ser muy jóvenes, a mirar las cosas del mundo como pura vanidad" (S.61). Desprecio de los honores y placeres mundanos, modestia y sencillez de costumbres y trato, búsqueda de Dios en todo, sin cuidarse de la moda o respeto humano, cumplimiento estricto del reposo dominical, aún a costa de considerables pérdidas económicas, son características de la familia, como consecuencia de este centrarse en el mundo sobrenatural, ordenando la vida entera a la consecución del Cielo, sentido como única patria, meta de todos los deseos y actividades. Es natural que Celina afirme: "Lo que más me ha impresionado en el carácter de mis padres es el desasimiento de todas las cosas de la tierra". (S.11).

Este desapego de lo creado se concretiza también en el cuidado virginal de un amor preponderante, exclusivo a Jesús, que hace proponer como ideal de familia la consagración religiosa de todos los hijos y es lo primero que Teresa nota en su manuscrito:

"Jesús la ha hecho nacer en una tierra santa y como impregnada de perfume virginal" (A 3v).

Así, apenas sabe hablar, su madre le hace repetir varias veces al día:

"Dios mío, te doy mi corazón, tómalo si quieres, para que ninguna criatura lo pueda poseer, sino sólo tú, mi buen Jesús" (A.15v).

Pero este amor debía manifestarse en cada momento para dar gusto a Jesús: el recordarlo le hacía corregirse inmediatamente de sus faltas y ante ese motivo aceptaba alegremente los sacrificios que se presentaban, feliz de tener algo que ofrecer al Señor. Formada a las pequeñas renuncias cotidianas, a dar siempre gusto a los demás, a obedecer sin réplica.

"Teresita había adquirido la buena costumbre de no quejarse nunca, aún cuando le quitaban lo suyo o cuando era acusada injustamente prefería calla y no excusarse".

pero declara que "esto no era mérito de su parte sino virtud natural" y agrega con picardía: "lástima que esta buena disposición se haya desvanecido" (A.11v). Estaba, pues, entre las cualidades de su buen carácter infantil del cual, aún notando sencillamente sus defectos, nos da una visión tan luminosa.

2.- Primeras intuiciones

Efectivamente, todo le sonreía:

"¡Qué feliz era a esa edad! Ya comenzaba a gozar de la vida, la virtud me atraía y estaba, me parece en las mismas disposiciones en que me encuentro ahora, teniendo ya gran imperio sobre mis acciones" (id).

Todavía no experimentaba el choque con el sufrimiento, ni la tensión entre deseos y realidades. Está en un período fecundo de intuiciones espirituales, muy precoces, pero que quedan profundamente grabadas en su alma y están a la base de su desarrollo ulterior. Verdaderamente el Señor le había hecho la gracia de abrir sin inteligencia desde edad muy temprana y ella la cultivaba con la reflexión:

"Sin parecerlo, ponía gran atención a todo lo que se hacía o decía a mi alrededor; me parece que juzgaba de las cosa como ahora" (A.4v).

En las cartas de su madre encontramos el eco de tres "juicios" de la niña en la línea de su futuro reconocimiento del Dios de los pobres: cuando hace algo mal, corre muy compungida a decirlo a todo el mundo, presentándose "como un criminal que espera su condena; se le ha metido en la cabecita que se le perdonará más fácilmente si se acusa" (A.5v) Es el movimiento que la mamá describe como original de la niña, quien en expansiva lealtad no trata de huir de su miseria, que la presenta claramente con plena confianza, reconociendo la verdad aceptada como el medio más seguro de "salvación".

También descubre el poder salvador de los brazos de su madre, es decir, el recurso seguro que es la confianza en el amor, capaz de salmar al mismo Dios. Primera intuición de Dios vencido por su ternura filial, expresión clara de su sentirse amada y segura en brazos de su madre, experiencia vivida con una certeza absoluta, que será la base de su experiencia del amor de Dios:

"Teresita me preguntaba el otro día si iría al Cielo. Yo le he dicho que sí, si se portaba bien; ella me respondió: Si, pero si no me porto bien iré al infierno… pero yo ya sé bien lo que haré, yo me escaparé contigo que estarás en el Cielo, ¿cómo hará Dios para cogerme?… tú me cogerías bien fuerte entre tus brazos. Vi en sus ojos que creía positivamente que Dios no podía nada contra ella si estaba en los brazos de su madre…"

Me parece que este solo hecho ya pone en cuestión las teorías de J.P. Six sobre la relación negativa de Teresa con su madre. La percepción de su ternura por esta niña de tres años es por demás elocuente.

Poco después da una "explicación teológica" que cuenta como ejemplo de sus "conferencias espirituales" con Celina: ésta interroga "¿Cómo es posible que Dios pueda estar en una hostia tan pequeña?" Y Teresa responde, "no es tan asombroso, puesto que es omnipotente" –"¿Qué quiere decir omnipotente?" – "Pues hacer todo lo que quiere (A. 10r).

Este período de profunda receptividad y de reflexión, termina precisamente ante el misterio de la muerte, la pérdida de su madre es el primer gran desprendimiento que abre su entrada "en el crisol de la prueba" (A.12r) La niña observa todo, no comunica a nadie sus sentimientos íntimos, mira y escucha todo en silencio, viendo lo que hubieran querido esconderle, hasta se detiene sola a considerar largamente el féretro, "comprendiendo, a pesar de no haber visto nunca otro" (id).

Su atención se prolonga al escuchar solícita los sermones en la Iglesia, de los que sin embargo no comprendía gran cosa, hasta el Viernes Santo, 19 de Abril de 1878 (a los 5 años) en que comprende el primero, que la conmueve profundamente (A 17v). Ese sermón sobre la Pasión, predicado por el padre Ducellier hizo nacer en ella la fuerte y característica devoción a la Pasión de Cristo, poniéndola en contacto con el misterio de esa otra muerte, máxima expresión del Amor Divino.

B. Los años dolorosos

  • 1. El Dios que enseñaron a Teresa

Aquí habría que hacer un estudio sobre el Dios que presentaron a Teresa: la parroquia, las monjas en la Abadía y sobre todo su familia pero sería necesario entrar en detalles que nos llevarían lejos. Sin embargo algo podemos decir.

Por lo pronto el papel preponderante de Dios, su omnipresencia en el hogar, la continua referencia de todo en la vida a su Voluntad, eran características sin cuyo reconocimiento no se entendería nada de Teresa. Dios es el verdadero Señor y Dueño de todo, merece todo sacrificio, es autor de todo don, está por encima de todo y de todos, es el Dios siempre Mayor, diríamos, el inalcanzable. Y sin embargo cercano, cotidiano, confidente diario.

Dios es juez Justo, instancia última de confrontación de toda vida y por lo tanto presenta la doble alternativa de ser Castigador y Recompensa Suprema. De nosotros depende qué papel desempeñe. Teresita tiene una aguda percepción que Dios la puede castigar con el infierno si no se porta bien, pero curiosamente, como hemos visto antes, cree que los brazos de su madre pueden salvarla aún del justo castigo porque Dios no puede nada contra ellos. La confianza es invencible.

Y Teresita espera que Dios sea la recompensa última de su vida, la recompensa que no puede fallar aunque todo en esta vida falle; la recompensa que desborda todas las expectativas. Por eso hay que desprenderse irremediablemente de todo lo creado pues no nos puede satisfacer. Cosa que con gran sentimiento de melancolía – típico de su padre – constata cada domingo en sus paseos al campo:

"Entonces la tierra me parecía todavía más triste y comprendía que sólo en el Cielo el gozo sería sin nubes" (A. 14v)

Efectivamente entramos en la época de su primer contacto con el dolor. Años dolorosos de melancolía, de soledad y fracaso en sus intentos, años que ella más tarde descifrará como de desprendimiento (S. 678) pero que de momento le malogran el equilibrio del sistema nervioso. No sólo la muerte de su madre, sino también la otra muerte de su segunda madre: la entrada de Paulina al convento.

2.- La experiencia de su propia fragilidad

Pronto el acento es puesto sobre su debilidad. El encuentro eucarístico con Jesús es visto por la niña como una fusión que se traduce en una abdicación de la libertad humana en aquello que tiene de constitucionalmente débil e impotente y en una participación de la fuerza misma de Dios (A.35r).

"Teresa ¿no le había acaso pedido el quitarle su libertad? Porque su libertad le daba miedo, se sentía tan débil, tan frágil que para siempre quería unirse a la Fuerza Divina".

Si no supiéramos que el año anterior había palpado su debilidad ante las seducciones del mundo, nos asombraría esta declaración, pues podía sentirse bien ufana del "triunfo" constituido por su preparación. Efectivamente no podía haber sido mejor; proseguida con gran fervor durante cuatro años, en menos de tres meses batió el récord de "actos" recogiendo ochocientas dieciocho flores que perfumó dos mil setecientas setenta y tres veces repitiendo las invocaciones que Paulina le había sugerido: "Mi pequeño Jesús, haz que ya no sea orgullosa" y "Mi pequeño Jesús, que yo sea siempre sencilla y dócil" (A.25r, S.224, 634, 875).

El gran progreso que marca ese 8 de mayo es la conciencia neta de su radical impotencia y la opción por la única solución posible descubierta en la intervención del mismo Dios, al que apela precisamente bajo el atributo más adecuado: la fuerza Divina que curará su debilidad.

Teresita, acuciada por el deseo de amar sólo a Dios y de no encontrar ninguna alegría más que en El, sabiendo por la Imitación que el mejor remedio para alcanzarlo es la oración humilde, repite en sus comuniones la petición del mismo autor:

"Oh! Jesús, dulzura inefable, cambia para mí en amargura todos los consuelos de la tierra".

Viendo el texto del Kempis resalta la originalidad de la niña al asimilarlo activamente con gesto totalitario, definitivo y tajante estrechamente ligado a la experiencia de Alençon. En efecto, la jovencita hace eucarística y más personal la súplica dirigida a Dios por el monje que sólo pedía cambiar "todo consuelo carnal que me impide el amor de los bienes eterno y me atraiga malamente".

La santa confiesa que no le costaba ningún esfuerzo y lo decía como inspirada por otro: Jesús, al darle este deseo, se encargó de realizarlo no dejándole encontrar una amistad entre las compañeras que amaba, no lograr atraerse el afecto particular de una maestra, permitiendo que sus tíos la creyeran torpe e ignorante, llegando a concluir ella misma que no tenía inteligencia (A.37v). Teresa consideraba esto como una gracia necesaria, puesto que no hubiera sido insensible a las alabanzas, más aún, ve en las pruebas de este período de su vida "una intervención particular de Dios que la quería formar a la humildad". (S.265).

En realidad la niña está enferma, Dios actúa en vista de sus designios de amor aún por medio de esta deficiencia psicológica[3]El origen de su mal se remonta a la muerte de su madre, honda frustración afectiva que transformó su carácter. Desde entonces "no podía sufrir la compañía de personas extrañas y no encontraba mi alegría más que en la intimidad de la familia" (A. 13r); se encontraba "tímida en exceso, le gustaba mantenerse escondida, creyéndose sinceramente inferior a los demás" (S.165, 24); presenta también una cierta tendencia a evadirse en la enfermedad ante sus dificultades[4]Sin embargo, la herida causada por la orfandad encontrada una compensación en el amor y cuidados de Paulina, su "madrecita". Así el choque provocado por su partida fue fatal. La niña, sicológicamente agotada, no tenía las reservas necesarias para sobrellevar otra vez la misma crisis, agudizada cada jueves en el locutorio y no tarda en refugiarse inconscientemente en la enfermedad (5).

Curada por la intervención de la Virgen de esa fuerte, extraña y dolorosa crisis, Teresita sigue sufriendo las consecuencias de su estado, había superado la crisis, pero no su neurosis: Inquietud respecto a la aparición Mariana sobre la que se figura haber mentido y le acarrea una humillación continua (A.31r), dudas sobre su misma enfermedad, "verdadero martirio de su alma" (A.28v), su excesiva sensibilidad le hacía verter mares de lágrimas ante el menor choque y, desde el retiro de renovación de la Primera Comunión, la "terrible enfermedad de los escrúpulos" que dura dos años. La niña siente así una tensión profunda debida a la distancia enorme que comprueba entre sus altísimas aspiraciones y la mezquindad de sus realizaciones cotidianas. Se ve tan plagada de defectos que al considerar "santa" a su querida Paulina "termina por reconocer la triste realidad" y le parece perdida para siempre.

"Las miserias de su pobre Teresa, de haberlas conocido, hubieran debido asombrarla e impedirle amarla tanto" (A.41v).

Dios mismo, después de haberle enseñado experimentalmente que no podrá jamás bastarse por sí misma y que debe vivir en una docilidad superior a su actividad personal, interviene con la fuerza de su Omnipotencia amorosa y vence en ella, contentándose con su buena voluntad. La noche de Navidad de 1886, la niña recibe la gracia insigne de su completa conversión, es decir –con sus palabras- revestida con las armas del Dios fuerte y poderoso, deja los pañales de la infancia y empieza, con una carrera de gigante, el tercer período de su vida, el más lleno de gracias (A. 44v-45v).

Es el culminar de una época en que la táctica de Dios ha sido mostrarle los límites de su debilidad e incapacidad de franquearlos por sí misma. La crisis psicológica que desencadena su extraña enfermedad ante la pérdida de Paulina, sólo es superada por la milagrosa sonrisa de la Virgen, los escrúpulos sólo la dejan cuando sus hermanos del cielo le obtienen la liberación, el dominio de la sensibilidad sólo lo alcanza por un milagro obrado por Jesús Eucaristía. Estas experiencias espirituales, vividas intensamente por la niña, la orientan hacia su postura definitiva, característica, de abandono al Señor basada en la aceptación de su pobreza.

La misma gracia de Navidad pone de relieve esa pobreza espiritual como una de las características de la naciente espiritualidad teresiano –lexoviense. En ella no brilla ningún fenómeno sensible, sino sólo los efectos de la gracia. Se trata de un sobrenatural auténtico y puro. Despojado de todo favor extraordinario.

C.- Nuevos horizontes

Liberada de los lazos de la niñez que bloqueaban su desarrollo, Teresita inicia su vida espiritual con un marcado carácter apostólico que la hace consagrarse a la salvación de los hombres, convirtiendo a los pecadores. Siente la necesidad de olvidarse de sí misma para dar gusto a los demás, como ella misma dice: "la caridad entró en mi corazón y con ella la necesidad de olvidarme de mí misma para servir a los demás y desde entonces soy feliz" (A.45v).

Sorprende una acción particularmente misteriosa del Señor quien, viendo su pequeñez y debilidad, se baja hasta ella y la instruye en secreto, proporcionándole un alimento que agrega la nota de entusiasmo (matiz característico de estos meses) a esa actitud ante la vida, que hoy calificaríamos tendencia escatológica. En efecto, vibra abordando el terreno teológico con la lectura de "La fin du Monde Présent et Mystères de la Vie Future" del Abate Arminjon:

"Las grandes verdades de la religión, los misterios de la eternidad, sumergían mi alma en una felicidad que no era de la tierra" (A.47v).

El decisivo influjo de esta obra nos es garantizado por las múltiples referencias en sus cartas y por sus propias palabras que denotan el calor de su emoción al contar:

"Esta lectura fue una de las mayores gracias de mi vida, la hice junto a la ventana de mi cuarto de estudio y la impresión que siento es demasiado íntima y demasiado suave para poderla expresar (A47v)

Allí ve el eco del grito de su madre por la patria celestial, que tanto cantaba aún su padre y ella misma:

"El hombre, en su carrera de acá abajo no es más que un viajero bogando en el mar móvil y tempestuoso del tiempo y la tierra que lo lleva no es más que la barca destinada a conducirlo al puerto de una vida inmortal y sin fin". "Peregrinos y desterrados, ahora habitamos en tiendas pero en el siglo futuro el Señor nos construirá moradas permanentes".

Allí la niña encuentra la confirmación de lo que ha expresado ya en su Primera Comunión, después de palpar su fragilidad, y que irá profundizando durante toda su vida. El conferenciante invita a sus oyentes a entregarse definitivamente a Jesús que se sacrifica en el altar.

"Dándole nuestros corazones –afirma- los curaremos de sus debilidades y de su inconstancia; dándole todo nuestro ser nos aseguraremos la gloria y la indefectibilidad".

Sin duda alguna lo que más le impresiona es la descripción de las recompensas celestes. Nuevo descubrimiento de Dios quien, en la efusión de su amor, se siente "obligado" a dar a sus elegidos su misma naturaleza, su sustancia eterna e infinita, quiere ser El mismo el alma de su alma, penetrarlos y embeberlos de su Divinidad para que su gloria los ilumine, se refleje e irradie por ellos. Ante esto,

"Presentía ya lo que Dios reserva a aquellos que le aman (no con el ojo del hombre sino con el del corazón) y viendo que las recompensas eternas no tenían ninguna proporción con los ligeros sacrificios de la vida (Cfr. Rm. 8.8), quería amar, amar a Jesús con pasión, darle mil pruebas de amor mientras aún lo pudiera" (A..47v).

El 30 de Mayo de 1887 la santa copia un pasaje que guarda en su "Manual del Cristiano":

"El hombre abrasado en la llama del amor divino es tan indiferente a la gloria e ignominia como si estuviera sólo y sin testigos sobre la tierra (…) No tiene más cuidado de sus sufrimientos que si fueran soportados por otra carne. Lo que está lleno de suavidad para el mundo no tiene para él ningún atractivo. No es más susceptible de apegarse a alguna criatura, que el oro probado siete veces, lo es respecto al herrumbre".

Pero el orador no se había contentando con esta descripción, llegando hasta presentar al mismo Cristo como modelo de humildad en su actual vida eucarística:

"De alguna manera no es más que polvo, se reduce a las proporciones de un grano de arena para confundir nuestras vanidades, nuestras ambiciones, la sed que tienen los hombres de exhibirse".

Invitada por Arminjon, Teresa "fija los ojos en la hostia y oye atenta esta voz" que

"nos enseña la pobreza, da ejemplos del desprendimiento que debemos tener en el uso de las criaturas. En su vida eucarística, Jesucristo no se interesa por ningún bien creado (… en cualquier lugar donde lo pongan) Jesucristo deja hacer sin quejarse jamás… es indiferente a todas nuestras delicadezas y esplendores (…) de este modo nos enseña a despreciar todas las delicadezas y esplendores, a permanecer indiferentes ante los bienes de la tierra, a aceptar con la misma igualdad de alma el brillo de los honores o la oscuridad, la abundancia o la penuria (..) Reinando en lo más alto de los cielos, Jesucristo ha encontrado el medio de anonadarse cada día y de entregarse a las manos de su ministro, como siervo y cautivo".

Es la confirmación del nuevo campo que se había abierto a la oración de Teresa, una vez superada la mera "reflexión sobre la vida". Un deber de estilo nos muestra con claridad esta evolución. Hacia Navidad de 1886 la niña escribía:

"Jesús ha querido nacer más pobre que los pobres para salvar a los hombres, mientras que para salvar al género humano le hubiera bastado derramar una sola gota de su sangre, ha querido hacerse niño pequeñísimo y nacer en un establo no teniendo para cubrirlo más que pañales prestados, y para calentar sus miembrecitos delicados, un buey y un asno. ¡Quién podrá jamás comprender este misterio de amor! Un Dios desciende del Cielo donde es adorado y alabado para salvar a una criatura ingrata y culpable. ¿Cómo podremos alabar y agradecer lo suficiente a este Niñito que viene a nosotros, y sólo nos pide, en recompensa por todo lo que ha hecho por nosotros, el entregarnos a El sin reservas? Oh! Jesús ¿quién osará negarte este corazón que tan bien has ganado, que has amado hasta hacerte semejante a él y dejarte en seguida crucificar por verdugos despiadados? Luego, no lo has hallado todavía suficiente, ha sido preciso que permanecieras siempre junto a tu criatura y desde 1800 años eres el Prisionero de Amor en la Santa y adorable Eucaristía". (DSN.94).

Lo primero que salta a los ojos es la íntima relación que ya establece entre el Pesebre, la Cruz y la Hostia, entre el supremo amor y su exigencia de entrega absoluta realizada por Jesús en la pobreza total. Luego descubrimos el desenvolvimiento de su meditación; empieza por la contemplación-consideración del misterio y sus particulares para pasar de inmediato a discurrir sobre la respuesta personal que desemboca en el diálogo directo y espontáneo.

2.- El descubrimiento del abandono

Segura de la llamada de Jesús que la quiere en el Carmelo poco antes de cumplir los quince años, Teresita comienza el combate para lograr el permiso; en él hará por primera vez el descubrimiento doloroso del "abandono" de Jesús que exige su propio abandono confiado.

La categórica negativa del tío deja a la niña con "el corazón lleno de la amargura más profunda", sufriendo "un martirio bien doloroso". Pero la agudeza de su mirada de fe empieza a purificarse.

"Oh! nunca he comprendido tan bien como en esta prueba, el dolor de la Santísima Virgen y de San José buscando al Niño Jesús. .. Estaba en un desierto triste o más bien mi alma era semejante a la frágil barquichuela sin piloto, entregada al vaivén de las olas tempestuosas (…) Era la noche, la noche más profunda del alma… como Jesús en el Huerto de la Agonía, me sentía sola, no encontrando consuelo sobre la tierra ni del lado del cielo: El Señor parecía haberme abandonado (A51r).

Una oposición que duró sólo 4 días no puede ser causa de tanto dolor, ni este ser motivado solo por el amor divino, es más atribuible a su amor propio contrariado; acostumbrada a salirse con la suya, hace una pequeña tragedia.

Sin embargo no todo es tan trágico como lo pinta ocho años más tarde, exagerando un dolor ya en sí algo desproporcionado, pues el mismo día asegura a su hermana Paulina:

"Estoy bien contenta que mi tío no encuentre otro obstáculo fuera del mundo, creo que Dios no se sentirá cohibido para mostrar a mi tío que, cuando El quiera, el mundo no será obstáculo para llevarme al Carmelo". Viene espontáneo el grito de confianza naciente que se va afirmando:

"a pesar de todo me siento llena de valor, estoy tan segura de que Dios no me abandonara".

esta seguridad la sostiene en el sacrificio permitiéndole continuar,

"Oh! No quiero rehusarle nada, aún cuando me siento triste y sola sobre la tierra, El me queda todavía y ¿no dijo Santa Teresa: Dios sólo basta?".

Pero el golpe ha sido tan fuerte que parece enferma y debe confesar que es la pena,

"Nunca he sufrido tanto, si esto continúa moriré de pesar".

La misericordia del Señor la conforta provocando el cambio deseado y la respectiva alegría de la niña, gozo que dura poco, pues unos días más tarde ve erguirse ante ella el obstáculo más grave. El superior se opone tenazmente. Así comienza la serie de visitas que terminará con el fracaso de Roma, manifestando su valor intrépido y haciéndole penetrar en la vía del desprendimiento. Al regreso de Bayeux.

"mi alma estaba hundida en la amargura pero también en la paz porque no buscaba más que la voluntad de Dios" (A.55v).

Disposición que impresiona a la hermana produciéndole un sentimiento de respeto. Esta paz crecerá todavía en medio de la suprema derrota y desconsuelo sensible, la negativa del Papa:

"En el fondo del corazón sentía una paz grande porque había hecho absolutamente todo lo que estaba en mi poder para responder a lo que Dios me pedía, pero esta paz reinaba en el fondo y la amargura llenaba mi alma pues Jesús callaba. Parecía ausente, nada me revelaba su presencia" (A.64r).

Y la tarde de ese mismo 20 de Noviembre afirma:

"Oh! Paulina, si hubieras podido leer en mi corazón, hubieras visto una gran confianza, creo que he hecho todo lo que Dios quería de mí" (L.36).

Deteniéndonos aquí encontraríamos sólo un progreso casi "cuantitativo" de intensidad, que parece ser el único que la santa recuerda e insinúa en su autobiografía: la paz aumenta porque ahora sí ha hecho todo lo que Dios le pide, es normal. Pero leamos unas líneas más abajo:

"Paulina, no puedo decirte lo que sentí, estaba como anonadada, me sentía anonadada y luego estoy tan lejos, tan lejos… lloraría mucho escribiendo esta carta, tengo el corazón muy dolorido. Sin embargo, Dios no puede darme pruebas que están por encima de mis fuerzas, El me ha dado el valor de soportar esta prueba". (L36).

Ha tocado, pues, el fondo, está reducida a nada, lo que ella hace de nada vale, ha sido vencida, ya no le queda ni la más mínima esperanza humana. En medio de esto viene la solución: Dios. Es El quien, en ella permanece victorioso. El, el Dios fuerte. Más aún, es El mismo quien la hiere para obligarla a recurrir a su potencia cuando el resto se hunde,

"No tengo más que a Dios sólo, completamente solo" (L.36).

Y descubre la razón: es lógico que la trate así porque

"Soy la pelotita del Niño Jesús, si El quiere desgarrar su juguete, es muy libre de hacerlo, yo bien quiero todo lo que El quiere" (L.36).

La respuesta de Madre Inés no se hace esperar:

"Jesús quiere remendar su pelotita… sin la Cruz no se encuentra a Jesús, pero consuélate, tu vocación está marcada por este signo sagrado" (carta del 26.1187).

Respuesta que la anima a continuar en la misma línea volviendo a tomar la imagen ya conocida que apareció por primera vez en una carta suya a Teresita: "que la Benjamina permanezca el juguetito del Niño Divino; para merecer el sufrimiento del claustro hay que sufrir el sufrimiento de la espera" (carta del 8.11.87).

A vuelta de correo la niña había respondido agradecida:

"Es preciso que sea Jesús quien prepare todo para que su pelotita no tenga más que rodar por donde El quiere.

El juguetito de Jesús, Teresita" (L. 34)

Probablemente el símbolo fue inspirado por una poesía de Don Juan Léonard, Abad de Font-Froide (1815-95), hoja suelta que se ha encontrado en el "Manual del Cristiano" de la santa.

También Teresita se había ofrecido a Jesús para ser su juguete, rogándole no considerarla como uno de mucho valor, que se mira sin tocar, sino como una pelotita sin valor que pudiera arrojar al suelo, patear, perforar, dejar en un rincón o estrechar contra su corazón, si quería, pues ella solo buscaba darle gusto, divertirlo, satisfacer sus caprichos infantiles… y El había escuchado su oración.

"En Roma Jesús perforó su juguetito, quería ver lo que había dentro y, habiéndolo visto, contento de su descubrimiento, dejó caer su pelotita y se durmió" (A.64v).

Unos seis meses antes de narrar este ofrecimiento, el 28 de abril de 1895, la santa se extiende en una carta que presenta matices algo diversos y más significativos:

– En el manuscrito el acento está puesto en lo que ella quiere ser, mientras que la carta insiste más en lo que se encuentra ser.

  • En el primero ruega a Jesús que la considere una pelotita sin valor, en la segunda constata serlo y "se consuela" pensando que los niños prefieren juguetitos que puedan dejar o coger, romper o besar según su fantasía.

  • En la biografía presenta todo de una vez, durante el viaje a Roma, en cambio esta carta, más espontánea, insinúa varios momentos: si de niña le gustaba llamarse "el juguetito de Jesús",

"ahora todavía soy feliz de serlo, pero he pensado que el Niño Divino tiene muchas otras almas llenas de virtudes que se dicen sus juguetes, he pensado, pues, que son sus juguetes preciosos y que mi pobre alma no era más que su juguetito sin valor" (L. 176).

No se sabría determinar "cuando" pensó esto. Antes de entrar al Carmelo ciertamente tiene experiencia de su debilidad, pero precisamente en estos últimos meses está gozando los efectos de su conversión y siente la fuerza de la gracia que la hace ir de victoria en victoria. Ya durante su retiro de enero de 1889 declaraba:

"El juguete de Jesús es la debilidad misma, si Jesús no lo lleva o no lo lanza El mismo, su pelotita permanecerá inerte en el mismo lugar" (L. 79).

Pero en esa época todavía no se nota en ella el descubrimiento gozoso de su miseria, está más bien preocupada y casi angustiada por ella, en cambio en la carta de 1895 afirma:

"Entonces me regocijé de ser pobre, deseé serlo cada día más para que cada día Jesús tenga más gusto jugando conmigo" (L. 176).

Reacción que parece más cercana a la que tiene cuando descubre en dos textos bíblicos la clave de su "caminito", es decir, la complacencia que el Señor encuentra en el pobre:

"No es necesario crecer, al contrario me es preciso permanecer pequeña, serlo cada día mas" (C 3r).

La idea es la misma, quizá haya que identificar las dos narraciones, pero sólo en cuanto al matiz del último progreso: el regocijarse de su pobreza amándola, que recién aparece en esa circunstancia. No se puede dudar de la realidad de su ofrecimiento antes del viaje a Roma.

La niña, pues, ha captado la acción de Dios y, superando su dolor, se ha entregado generosamente. Pero es una actitud que todavía no impregna sus reacciones vitales y sus expresiones de dolor requieren, tanto el consuelo humano dado por su hermana María con una exégesis optimista de la respuesta del Papa, cuanto la "llamada a la calma" de la tía Guérin:

"¿No has hecho todo lo que debías hacer? Cree, pues, querida mía, que todo lo que te sucede viene de la mano de Dios. Es El quien permite todo esto y, atormentándote, le causas pena porque es un sentimiento demasiado humano y Dios quiere que su hijita se deje dirigir por El enteramente".

En efecto, Jesús tiene sus planes y sin duda encuentra todavía ese sentimiento demasiado humano de la niña que se ha apegado (santamente, pero en fin, apegado) a la idea de entrar al Carmelo el bonito día de Navidad, celebrando allí el aniversario de su conversión. Su amor interviene con una dura gracia de desprendimiento:

"Pedía a Jesús el romper mis lazos, los rompió, pero de una manera completamente distinta de la que yo me esperaba" (A.67v).

Y al mismo tiempo de luz: le hace comprender que, como a su Madre en Caná, a sus íntimos los prueba en su fe. Una nueva gracia de Navidad, la libera de su propia voluntad que quería salirse con la suya y le hace penetrar en el misterio de la conducta divina.

Una nueva cruz le es presentada el 1º de enero culminando esta táctica divina: la pena más grande de que ha de llevar sola, pues es incomprendida. El retrazo de tres meses que le impone la misma Priora "me hizo crecer mucho en el abandono". Abandono que supone y expresa una adentrarse en la pobreza en cuanto respuesta a la acción divina despojadora, por la renuncia al consuelo sensible que El hace desaparecer y por la claudicación de la elección personal ante el querer de Dios. Abandono que constituye el gran paso de esta época y que, poniendo su actividad en estrecha dependencia del plan de Dios concreto y a veces desconcertante, la prepara a las grandes ascensiones posteriores.

3.- El desprendimiento de los bienes terrenos

Al lado de tan grande adelanto se mantiene constante la línea del desprecio de las vanidades del mundo y desapego de la tierra, afianzada e iluminada con la experiencia del viaje y de los últimos meses de espera. En efecto, la visita a Italia,

"me ha mostrado la vanidad de todo lo que pasa y que "todo es aflicción de espíritu bajo el sol" (Eclesiastés) (A.55v).

Teniendo ocasión de vivir entre el "gran mundo de la nobleza", que de lejos la había impresionado, de cerca no la deslumbra y comprende la palabra de la Imitación: "no persigáis esa sombra que llaman gran nombre, ni deseéis el trato familiar con muchos ni la amistad particular con ningún hombre".

"Comprendí que la verdadera grandeza se encuentra en el alma y no en el nombre (…) En el Cielo sabremos nuestros títulos de nobleza (…) y quien en la tierra prefirió ser el más pobre, el más olvidado, por amor de Jesús, ese será el primero, el más noble y el más rico (A.56v).

Tampoco las riquezas la seducen. Ya a fines de 1885 es un deber escolar afirmaba:

"el dinero no nos hace felices, al contrario, el simple zapatero en toda su economía es más feliz que el rico hacendado que posee dinero de sobra".

Y sacaba la consecuencia:

"no deseemos jamás más de lo que tenemos, porque en lugar de estar más contentos seríamos mucho más infelices" (DSN. 84).

En casa nunca había gustado ni visto nada lujoso; durante el viaje en cambio se alojan en hoteles elegantes y suntuosos, pero cuando se encuentra así rodeada de lujo siente que seria más feliz en una choza , sin embargo esto es consecuencia de su deseo del Carmelo, la única felicidad anhelada.

Los tres últimos meses pasados en familia preparándose a la vida religiosa, también le dan diversas ocasiones de afirmar esta actitud poniendo su felicidad en Dios solo:

"verdaderamente la vida no es alegre, resulta difícil apegarse a ella" (L.43).

declara ante la enfermedad de sus parientes tan queridos, luego es el corderito, regalo de su padre que la llena de contento, pero se le muere en seguida:

"No sabes querida Madrina, cómo me ha hecho reflexionar la muerte de este animalito. Oh! Sí, sobre la tierra no hay que apegarse a nada, ni aún a las cosas más inocentes, porque nos faltan en el momento menos pensado. Sólo aquello eterno puede contentarnos" (L.42).

Teresita permanece humana, es siempre la chiquilla entusiasta que anima alegremente su hogar y se ilusiona ante los regalos de su "Rey", como llama a su papá; sigue sintiéndose apenada por los contratiempos familiares, pero ya ha gustado la intimidad con Dios y avanza aprovechando reflexivamente las sucesivas experiencias que pueden madurarla (L.43).

Una vez más Paulina la orienta y sostiene haciéndole notar que la "gota de hiel debe estar mezclada a todos los cálices"; la niña reacciona: Sí,

"pero encuentro que las pruebas ayudan mucho a desprenderse de la tierra: hacen mirar por encima de este mundo".

Es que ha captado la verdad universal absoluta de la cual vive ya sin compromisos:

"acá abajo nada puede satisfacernos, no se puede buscar un poco de reposo más que estando dispuestos a hacer la Voluntad de Dios" (L.43).

Así, la reacción teresiana original ante el consuelo es la de rehusar lo que podría hacerle encontrar normal y aceptable en esta mezcla de alegría y tristeza que es nuestra suerte sobre la tierra. No es resignándose a pequeñas alegrías precarias, como halla la fuerza para soportar sus penas. Da su nombre técnico para los cristianos a estas contrariedades: son pruebas. Y estas pruebas le parecen muy útiles por la eficacia que les es propia; desprenden, o mejor dicho ayudan a desprenderse de la tierra. Desprenderse de la tierra es pues, para esta niña de quince años, el programa de vida que trata de realizar, puesto que las pruebas le parecen ventajosas; pero de realizar espontáneamente, puesto que estas pruebas sólo le son un coadyuvante exterior.

Teresita la aplica, concreta y existencialmente y en los pequeños detalles de la vida diaria. Si hay que desprenderse de la voluntad propia para acoger los designios divinos, también hay que renunciar a los gustitos que endulzan la vida para abrirse mejor a la invasión del Señor y "dar gusto a Jesús".

Capítulo II

La búsqueda (1888 – 1892)

"Entonces Jesús me tomó de la mano y me hizo entrar en un subterráneo donde no hace frío ni calor, donde el sol no brilla, que ni visitan ni la lluvia ni el viento; un subterráneo donde no veo nada más que la claridad medio velada que los ojos bajos de la Santa Faz esparcen a su alrededor".

(L.110).

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Ya en el Carmelo, Teresa empieza a buscar conscientemente la vía que ha de conducirla a la santidad, pues todo su ardor lo ha puesto en ese ideal. Dándose de lleno a su formación claustral, halla en su vida contemplativa el ambiente de soledad, silencio y reflexión. En él meditará las gracias recibidas descubriendo su significado, sacando consecuencias, profundizando el mismo camino que espontáneamente había emprendido y enriqueciendo notablemente su experiencia religiosa con temas nuevos que aparecen y se desarrollan en este período.

Esta época tan rica y decisiva, toda ella pasada bajo el signo del sufrimiento, se presenta intrincada por la estrecha conexión de temas: a partir de un deseo vehemente de desnudez y humildad saciado, a la vez que avivado, por la humillante enfermedad de su padre y la dolorosa experiencia de su debilidad e impotencia; transformada por la contemplación de los tesoros escondidos en la Santa Faz, Teresa llega a empobrecerse dentro de la más pura doctrina carmelitana, algo ignorada en su propio convento, con un matiz propio muy personal.

Los Manuscritos Autobiográficos no bastan para seguir este proceso ya que nos da, especialmente de este período una condensación con datos muy limitados. Las cartas, en cambio, son una mina, sobre todo las dirigidas a Celina, "el dulce eco de su alma", porque aún siendo de "dirección" para la hermana, nos revelan lo más profundo de su pensamiento; sin embargo, este mismo carácter no nos permite fijar con precisión el momento de sus experiencias y descubrimientos progresivos, sino sólo el de su expresión, condicionada al estado de ánimo de la hermana. Si estos documentos no nos pueden guiar con la seguridad que proporcionaría un relato autobiográfico, tienen la ventaja –en algunos casos aún sobre este mismo- de una mayor espontaneidad al describir hechos más cercanos y reflejar mejor, por consiguiente, los diversos pasos de su ascensión.

Por esto, descuidando un orden estrictamente cronológico, que resultaría muy oscuro, la seguiremos aquí por varias pistas tratando de distinguir las líneas fundamentales de este desarrollo, viendo los diversos aspectos que en la realidad estuvieron tan íntimamente ligados.

A.- EN BUSCA DE LA HUMILDAD

Este tema, ya insinuado en la infancia y en cierta manera vivido, aparece dominante en estos años con una rica densidad bastante original.

1.- El grano de arena

En las últimas semanas de preparación a la vida religiosa, Sor Inés le había guiado con mayor fuerza hacia la humildad. Así a la petición de la niña que "tiene gran necesidad de tu ayuda porque es muy poco lo que quisiera ser" (L. 43), la hermana responde:

"Si Jesús quiere divertirse con un grano de arena, es libre de hacerlo, toda la tierra es suya. ¿Por qué no escoge siempre las almas más bellas como sus esposas? ¿Por qué en lugar de un grano de arena no se divierte con un diamante? Es que Jesús ama la humildad, Jesús ama lo que no aparece a los ojos de los hombres, lo que éstos pisotean, lo que desdeñan (…) Estoy segura que el granito de arena me comprende y que nunca querrá hacerse montaña, sino al contrario cada vez más pequeño, más liviano, para ser llevado más fácilmente por el viento del Amor".

Con entusiasmo Teresa coge el símbolo y penetra la realidad:

"Oh Paulina, quiero ser siempre un granito de arena (un petit grain de sable) Cuánto bien me ha hecho tu carta! Si supieras cómo me ha llegado hasta el fondo del corazón (…) (L.45).

La orientación era precisa: la niña que sólo busca "dar gusto a Jesús", amarlo, aprende que El se complace en la humildad y por eso la ha escogido a ella, pobre criatura, trazándole así el camino a la santidad. Este matiz tan suyo, lo está, pues recibiendo de Sor Inés, quien da aquí una interpretación personal a la imagen clásica popularizada por el General de Sonis en una oración empleada por el padre Pichon en la plática con que clausuró su retiro de Octubre de 1887 a las carmelitas de Lisieux y que, impresa algo más tarde, Teresa conservará en su "Manual del Cristiano".

"Dios mío, aquí me tienes ante Ti, pobre pequeño, privado de todo. No soy nada. No tengo nada. No puedo nada (..). Anonádame más y más. Que yo sea en el edificio, no como la piedra trabajada y pulida por la mano del obrero, sino como el grano de arena oscuro, sacado del polvo del camino".

El término ya había aparecido en el librito de preparación a la Primera Comunión, también de mano de Paulina, pero no expresaba una actitud espiritual sino sólo un estado de miseria, al igual que en Arminjon.

Pero parece que Teresa no se detiene en razones, podemos decir que no llega a captar en toda su profundidad este misterio de la predilección de Jesús por el grano de arena. Lo que le interesa y asimila de inmediato con todo el ardor de su amor, es la norma práctica de conducta: Jesús la quiere pequeña, humilde, escondida a los ojos del mundo. Ya no es sólo el propósito de "humillar el orgullo" que afea a la niña de 11 años, sino la respuesta a la voluntad expresa de Jesús que le comunica su "madrecita".

Efectivamente, la nota características de este período de su vida que se extiende desde su entrada al Carmelo hasta la época en que le confiaron las novicias, es la humildad, tendencia que será sostenida y expresada por esta imagen, la dominante hasta su profesión, con la cual se afirma y que muestra su ascensión asociándose a los temas sucesivos.

Lo típico del grano de arena es su oscuridad que lo hace imperceptible al mundo y su pequeñez que le permite volar con mayor facilidad ante el soplo del Amor. En estas dos líneas se ahonda la actitud teresiana:

"Que su hijita permanezca siempre un granito de arena bien oscuro, bien escondido a toda mirada, que sólo Jesús pueda verlo. Que se haga cada vez más pequeño, que sea reducido a nada" (L.49) ¡Que el grano de arena se vuelva un átomo sensible sólo a los ojos de Jesús" (L.47).

Si esta tendencia pudo tener en su origen un tinte más bien individualista, al asimilarla la futura Patrona de las Misiones se apresura a corregirla iluminando con fuerza el aspecto apostólico, al ver su nexo íntimo con la reducción personal:

"El grano de arena quiere a toda costa salvar almas" (L.95) "siento que Jesús nos pide apagar su sed dándole almas, almas de sacerdotes sobre todo, siento que Jesús quiere que te diga esto, porque nuestra misión es de olvidarnos, de anonadarnos… somos tan poca cosa;.. (L.96).

Para ser, pues, instrumentos de redención y santificación es indispensable desaparecer por medio del olvido de sí.

2.- Su opción por el olvido.

Está naciendo el nuevo tema del olvido, el más profundo y original, que da una clave de este período, íntimamente unido a la voluntad de ser ignorada, escondida a todos. Este deseo, nos informa la santa en su Autobiografía, brota de su contemplación de la Santa Faz, es el mejor fruto de esta devoción:

"como el de Jesús, yo quería que "mi rostro fuese verdaderamente escondido, que sobre la tierra nadie me reconociese" (Isaías 53.3). Tenía sed de sufrir y de ser olvidada" (A.71r).

No se puede fijar con precisión la fecha de esta asociación. Las cartas de la época, sin embargo, nos permiten ver un interesante progreso en su expresión, que probablemente corresponde con el de su descubrimiento.

Ya desde Abril de 1889, Teresa había puesto toda su ocupación en contemplar los Ojos bajos y apagados de la Faz de Cristo para descubrir en ellos su Amor y había enunciado la ley de conformidad.

"Para ser la esposa de Jesús es necesario parecerse a El" (L.87).

Pero si, por una parte, estudiar el modo del Amor de Jesús tiene en general como consecuencia lógica el aprender a su vez la manera de amarlo, por otra esta semejanza con el "Esposo de Sangre" (Exodo 4.25) estaba determinada inmediata y casi exclusivamente por el sufrimiento que le afligía. No se veía todavía la aparición del tema que nos ocupa.

En este 15 de Octubre de 1889, al expresar la necesidad de olvidarse no la relaciona directamente con la Santa Faz, sino más bien brota como una exigencia de su misión apostólica y de su misma naturaleza, pues deriva de su condición de criatura, de su propia nada. Sin embargo, afirma:

"Jesús nos hace la gracia insigne de instruirnos El mismo, de mostrarnos una luz escondida",

después de haber asegurado a su hermana que "nos mendiga almas" invitándola a "comprender su mirada" (L.96).

Si se aproxima esta mirada a los "ojos bajos" que contemplaba meses antes en la Faz herida de Jesús, a la instrucción recibida y a la necesidad de olvidarse, el nexo aparecería evidente; pero creo que por el contexto inmediato, sin negar una posible relación, hay que interpretar esta mirada como la súplica de Jesús sediento que les mendiga almas y no como su ejemplo a imitar. Tampoco se ve todavía la "sed de ser olvidada" sino simplemente de olvidarse ella de sus intereses para pensar en los otros.

En enero del año siguiente la novicia no es admitida a profesar y, con la gracia de Dios, responde a la prueba poniendo todo su empeño en prepararse mejor.

"Tratando de hacerme olvidar, no quisiera otra mirada más que la de Jesús… qué importa si parezco pobre y desprovista de talentos… quiero poner en práctica este consejo de la Imitación: "Que éste gloríe de una cosa, aquel de otra, tú complácete en el desprecio de ti mismo, en mi Voluntad y en mi gloria" o bien "¿Quieres aprender algo que te sirva?: ama el ser ignorado y estimado en nada". (L.176)

Las cartas de este tiempo ilustran esta actitud explotando en toda su riqueza el tema del olvido.

"Un grano de arena no es pesado y será aún más liviano si Usted se lo pide a Jesús… Oh! Cómo desea ser reducido a nada, desconocido por todas las criaturas, pobre pequeño, no desea ya nada, nada más que el OLVIDO… ni siquiera los desprecios, las injurias, sería demasiado glorioso para un grano de arena, Si lo despreciaran sería preciso verlo, mas el OLVIDO! Sí, deseo ser olvidada y no sólo por las criaturas sino también por mí misma, quisiera ser de tal manera reducida a la nada que no tenga ya ningún deseo… la gloria de mi Jesús esto es todo! En cuanto a la mía se la abandono y si parece olvidarme, pues bien, es libre, porque ya no soy mía sino suya" (L.103).

Vuelve a insistir:

"que el grano de arena está siempre en su lugar, es decir bajo los pies de todos. Que nadie piense en él; que su existencia sea por decirlo así ignorada… el grano de arena no desea ser humillado, serían obligados a ocuparse de él, no desea más que una cosa "ser olvidado, estimado en nada" Pero desea ser visto por Jesús. Las miradas de las criaturas no pueden abajarse hasta él, que al menos la Faz ensangrentada de Jesús se vuelva a él, que no desea más que una mirada, una sola mirada!" (L.95).

Textos de gran importancia que nos muestran la tendencia al olvido total como consumación última de su búsqueda de humillación ya que es su forma más oscura. La relación con la Santa Faz es más marcada. En efecto, las seis cartas escritas en esta semana giran en torno a ella, sin embargo no está expresado del deseo de imitarla, sino de ser confortada por la mirada de Jesús y el empeño en ser olvidada viene presentado como inspirado por Kempis. Otra vez la cita modificada nos indica la penetración personal de Teresa: el monje hablaba de ser "ignorado", la novicia traduce "olvidado", ignorancia más dolorosa pues proviene de alguien que no ignora.

La carta del 18 de Julio de 1890 nos hace dar un gran paso. Toda ella centrada en la contemplación de Cristo a la luz del Siervo de Isaías, nos muestra el desenvolvimiento de su oración. Ahí vemos con claridad lo que más impresiona a la carmelita de los sufrimientos del Redentor: precisamente el olvido, "me parece que es lo que más le duele!" (L.108). Y su respuesta viene espontánea tomada de San Juan de la Cruz:

"Quédeme y olvídeme

el rostro recliné sobre el Amado

cesó y todo y dejéme

dejando mi cuidado

entre las azucenas olvidado" (Noche Oscura 8)

La radical Teresa ha captado el supremo dolor:

"Miré a mi alrededor y no había nadie para ayudarme. Busqué y no encontré ningún socorro" (Isaías 63,5).

Jesús, "cuyo rostro estaba escondido" (Isaías 53,3) es olvidado por los hombres ingratos y le pide su amor, ella se lo da íntegro olvidándose y queriendo ser tratada como el Amado.

Volvamos ahora al Manuscrito.

"al sondear la profundidad de los tesoros escondidos en la Santa Faz (…). He comprendido lo que es la verdadera gloria. Aquel cuyo reino no es de este mundo (Juan 18;36) me mostró que la verdadera sabiduría consiste en "querer ser ignorada y estimada en nada", en "complacerse en el desprecio de sí misma" … Ah! como el de Jesús quería que mi rostro esté verdaderamente escondido, que sobre la tierra nadie me reconozca" (Isaías 53.3). Tenía sed de sufrir y de ser olvidada…" (A.71r).

Vemos, pues, que su síntesis confirma los datos proporcionados por las cartas: el punto de partida fue la meditación del Kempis al orientarla en esta línea, el impulso lo recibió de la contemplación de Jesús al contacto con Isaías, la convalidación de su respuesta la encontró en San Juan de la Cruz. Desde el interior hizo la fusión perfecta de los diversos elementos imprimiéndoles un carácter del todo personal.

Podemos decir que aflora en todo su vigor la gracia recibida a los nueve años: la comprensión de la verdadera gloria se ha hecho profunda y práctica, el medio de llegar a la santidad más alta, el esconderse tan bien que todos, incluso ella misma, la ignoren, está, no sólo asimilado concreta y existencialmente, sino aún vitalizado al contacto con Cristo.

3.- En el reino de la humillación.

Después de haber observado la importancia y una cierta evolución en la contemplación de la Faz de Cristo, punto focal de este período y centro de irradiación de toda la piedad teresiana, detengámonos a considerar su origen y el papel que juega en este momento de su experiencia espiritual.

Por ella misma sabemos que la debió a las enseñanzas de madre Inés de Jesús (A.71r) quien a su vez la había recibido del Carmelo de Tours, por el ambiente del suyo y especialmente por medio de Madre Genoveva de Santa Teresa, ya desde su entrada al noviciado. Poco después, el 26 de Abril de 1885, toda la familia Martín y Guérin se inscribía en la cofradía reparadora de Tours, consagrada a la difusión del culto a la Santa Faz; pero este acto es sólo una orientación remota y como un primer contacto lejano, pues Teresa misma asegura no haber penetrado la profundidad de esta devoción hasta su ingreso al Carmelo. Indudablemente no se puede afirmar con Petitot, Barrios Moneo y Papasogli que la visión profética de su padre con el rostro velado, tenida a los seis o siete años, pudo orientarla en esta dirección, pues, si bien un cierto presentimiento la perseguía, ella misma declara que sólo le fue revelado su sentido algo después de la muerte del Señor Martín, el 29 de Julio de 1894 (A.20).

Al empezar su vida religiosa, Teresa aprende a honrar y contemplar la Faz de Cristo según las revelaciones interiores de Sor María de San Pedro, insistiendo en la adoración y reparación por los pecadores, consolidando su tendencia al Cielo. En la fotografía de este Carmelita que lleva siempre consigo, inscribe la oración por aquella difundida: "Que expire sediento con la sed ardiente de ver la Faz de Nuestro Señor Jesucristo". Esta doble actitud caracteriza su devoción sobre todo en los primeros tiempos. Pero pronto viene el acontecimiento decisivo que se le hará asimilar vitalmente.

"En el Carmen, al tiempo de nuestras grandes penas relativas a la enfermedad mental de nuestro padre, fue cuando se adhirió más íntimamente al misterio de la pasión y obtuvo añadir a su nombre el de la Santa Faz" (S.580).

El aspecto más notable en esta prueba es, precisamente el hacer descubrir a Teresa con mayor profundidad, el reino de la humillación en el que Jesús se había ya hundido: sus deseos de sufrir y ser despreciada, humillada, fueron satisfechos con el máximo dolor:

"No sabía que el 12 de febrero, un mes después de mi toma de hábito, nuestro Padre querido bebería la más amarga, la más humillante de todas las copas" (A.73r).

Si Teresa puede afirmar que su padre "aceptó esta prueba comprendiendo toda la humillación que comportaba" (L.261), ella misma la vivió plenamente, con agonía agudizada por las indiscreciones del ambiente y sostenida por la contemplación de Cristo:

"¿Cómo quejarnos cuando Jesús mismo ha sido considerado como un "hombre golpeado por Dios y humillado" (Isaías 53.4)?" (L.108).

Los dos rostros dolorosos se iluminan mutuamente. El de Cristo ennoblece con su divina y misteriosa majestad el del padre tan amado, éste hace más viva la Santa Faz de Jesús. Los dos se sobreponen, se unen; no forman ya más que uno en el alma y bajo la mirada de Teresa.

Esta identificación de su padre con Jesús se prolonga y ahonda; al proclamar al enfermo "Dueño de los Señoríos del Sufrimiento y de la humillación (L.108) lo asimila a Aquel "Caballero del Amor, del Sufrimiento y del Desprecio". Aún llega a descender a particulares.

"como la Faz adorable de Jesús que estuvo velada durante su pasión, así la Faz de su fiel servidor debía estar velada en los días de sus dolores para poder resplandecer en la Patria Celestial junto a su Señor, el Verbo Eterno!…(A.20v)".

Ante la desnudez del Crucificado la carmelita penetra en el misterio de la Cruz, norma de su vida, pauta de su camino de santidad. Perdido ya por la humillación todo honor terreno, todo aprecio humano, nuestra santa avanza pobre, como verdadera "esposa de Aquel cuyo Rostro estaba escondido y a quien nadie reconoció" (L.116), pidiéndole

"que las criaturas no sean nada para mí y que yo no sea nada para ellas, sino que Tú Jesús, seas todo!" (A.76).

Yo agregaría que la ruptura con el padre que lleva a Teresa a encontrar a Dios Padre se hizo por la mediación de la imagen del padre terrestre. Es impresionante. Su padre, sobre el que ella había proyectado todas sus capacidades de admiración, todos los tesoros de su corazón, se vuelve loco y es a través del sufrimiento y la humillación paterna que la rompen interiormente, como Teresa descubre el misterio de Dios humilde y sufriente, inclinado hacia los pobres y los pecadores.

B.- Hasta el despojo total

1.- Por el sendero del "nada"

En este proceso de reducción en que destaca la fuerza de su lógica sobrenatural y de su voluntad de conformidad con Cristo, se continúa el tema ya conocido del desprendimiento el cual, ante los agudos sufrimientos de esta época, sostenido por el ardor que encendiera Arminjon, se ahonda por profundidades hasta entonces desconocidas.

La concentración de su vida claustral aviva en la carmelita su sentido del sufrimiento, ya tan marcado desde la infancia; desde sus primeros pasos en la vida religiosa "el sufrimiento me tendió los brazos y a ellos me lancé con amor" (A.69 v)., "puesto que una jornada de carmelita pasada sin sufrir es una jornada perdida" (L.47).

La gran prueba de la enfermedad de su padre y una aridez continua se unen a la ya austera vida del Monasterio y al trato severísimo de Madre María de Gonzaga.

En este régimen Teresa descubre que es la ley del comportamiento divino el probar a los que ama (L.68) e indica la razón: el sufrimiento aviva el deseo del cielo y purifica nuestro amor desprendiéndolo (L.57).

Esta situación se confirma e ilumina el contacto con las obras de San Juan de la Cruz. Especialmente un párrafo de "La llama de amor viva" la impresiona por su profundidad y comenta:

"acoger bien el sufrimiento nos merece la gracia de un sufrimiento mayor, o más bien de una purificación más profunda para llegar así a la perfecta unión de amor. Ah! Cuando comprendí esto, me fue dada la fuerza para sufrir todo".

En este período decisivo para su ascensión espiritual, Teresa busca un maestro y guía seguro, lo encuentra en San Juan de la Cruz, al que no ha leído como una estudiante que desearía saber lo que este Santo ha dicho. De ninguna manera. Ella ha meditado San Juan de la Cruz para dejarse transformar por la experiencia a la cual la invitaba:

"Cuando leía a San Juan de la Cruz, rogaba al Señor que obrase en mi lo que él dice" (DE. 31 de Agosto).

Hoy no nos extrañaría saber a una carmelita frecuentando a este Doctor de la Iglesia (proclamado tan sólo en 1926), pero en los tiempos de Teresa y en el Carmelo lexoviense era casi desconocido. La biblioteca del convento poseía los tres tomos de su vida y otras, editadas en 1877 por el Carmelo de Paris, que sin embargo, no presentan trazos de haber sido usados por otra antes de Sor Teresa del Niño Jesús. Aunque precisamente en el tiempo que ella lo hace tan asiduamente, se celebra el tercer centenario de la muerte del santo, clausurado en Lisiéis con el solemne triduo predicado en su honor por el franciscano Déodet de Basly:

"Cuantas luces me ha procurado las obras de Nuestro Padre San Juan de la Cruz! A la edad de diecisiete años no tenía otro alimento espiritual" (A.83r).

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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