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Contradicciones de la "iglesia católica" (página 8)


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Sin embargo, si contrariamente al panteísmo se dijera que la Naturaleza y la divinidad son realidades distintas, parece una insensatez afirmar la ubicuidad de un dios, por lo mismo que no parece tener sentido afirmar que un mismo espacio pueda ser ocupado al mismo tiempo por dos realidades distintas. Es decir, para que un dios ocupase, entre otros, el lugar que yo estoy ocu- pando ahora, sería necesario que yo lo desocupase, pues parece realmente impensable la idea de que un dios y yo estemos ocu- pando al mismo tiempo un mismo lugar a no ser que ese dios y yo nos identifiquemos. Pero además y en cuanto se suponga que existe un dios que sea infinito, éste ocuparía todos y cada uno de los lugares del espacio, y, por ello, la existencia de un Universo junto a ese dios, siendo distinto de él, sería impensable, ya que, como diría el propio Spinoza, el Universo representaría un lími- te respecto a la supuesta infinitud divina o, por el contrario, el dios infinito impediría la existencia de cualquier otra realidad distinta de la suya, de manera que allí donde estuviera el Univer- so no habría ningún dios mientras que allí donde hubiera algún dios no estaría el Universo.

Ante esta cuestión de simple sentido común según la cual la materia es impenetrable, es decir, dos cosas no pueden ocupar al mismo tiempo un mismo espacio, los teólogos cristianos suelen responder que Dios es una realidad espiritual y que, por ello mismo, su presencia no tiene nada que ver con las leyes de la realidad material como lo es la de la impenetrabilidad de los cuerpos, de manera que, como la realidad espiritual no ocuparía ningún espacio, se podría seguir afirmando que la infinitud divi- na lo llena todo desde "su dimensión espiritual". Sin embargo, tal respuesta no sirve de nada mientras no se dé una definición positiva acerca de tal "realidad espiritual" y no sólo una defini- ción negativa según la cual lo espiritual es aquello que no es material. Los defensores de la idea de lo espiritual como una realidad existente, distinta de la material, suelen poner como ejemplos de tales realidades espirituales los pensamientos, los recuerdos, los sentimientos, las emociones y las vivencias en general en cuanto no ocuparían espacio ni tendrían el conjunto de cualidades que caracterizan a lo material, como las que se relacionan con el hecho de ser susceptibles de sensación, pero, a pesar de todo, reales. Sin embargo, no reparan en que esas vivencias no tienen una existencia autónoma e independiente respecto a un sujeto que piensa, recuerda, siente y se emociona. Y aunque en este sentido es evidente que podemos afirmar la existencia de vivencias que tienen un carácter subjetivo, ligado a una actividad neurológica de una sustancia material como lo es el cerebro, este hecho no nos da base alguna como para afirmar la existencia de vivencias o pensamientos o espíritus pensantes que existan con independencia de un soporte material necesario en el cual y desde el cual se producen. No obstante, la experien- cia intensa de los sueños, de las alucinaciones y de otras viven- cias similares pudieron haber llevado en el pasado al ser humano a crear el concepto de "espíritu", entendido como el de una rea- lidad distinta de la material, que podría existir de forma separa- da con respecto al cuerpo, del mismo modo que la fantástica imaginación de Platón le llevó a imaginar el mundo de las Ideas como realidades separadas e independientes de aquello en lo cual, sin embargo, existían de manera inseparable, tal como des- pués reivindicó Aristóteles251. La trampa platónica, en la que

Frente a estos planteamientos en el siglo XVII Hobbes, ante la imposibidad de comprender el significado positivo de lo su- puestamente "inmaterial", consideró que afirmar que dios era inmaterial era lo mismo que negar su existencia.

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251 No obstante, el genial discípulo de Platón, a pesar de haber criticado el dualismo de su maestro, siguió aceptando la doctrina de que dios era una rea- lidad existente en sí misma, siendo forma pura sin materia. hasta cierto punto cayó su discípulo, consistió en hacer abstrac- ción de la materia de las cosas para quedarse con sus cualidades, que podía imaginar sin la materia, al margen de que nunca se le diesen sin ella.

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En cualquier caso, parece que, aunque el hombre descubra la serie de dificultades que implica la afirmación de la existencia independiente de realidades supuestamente inmateriales, le re- sulta muy difícil soportar su ignorancia respecto a una explica- ción objetiva de los problemas con que se enfrenta y, por ello mismo, en muchas ocasiones cae en la tentación de rellenar me- diante su fantasía el vacío que su razón es incapaz de colmar. Y, por ello, muy pronto vuelve a crear su multiplicidad de espíritus y fantasmas, más allá de toda razón y de cualquier posibilidad de demostración empírica, afirmando la existencia independien- te de esas supuestas realidades y apoyándose en que tampoco los demás podemos refutar la existencia de ese "mundo inmaterial". Pero, como dijo K. Popper, una doctrina que no pueda ponerse a prueba a fin de que, en el caso de que sea falsa, pueda demos- trarse que lo es, no es una teoría científica, al margen de que pueda tener otro valor, como el emotivo. Y esto es lo que sucede con la creencia en lo inmaterial o espiritual, o con las creencias religiosas, cuya correspondencia con una auténtica realidad es inverificable, aunque en muchos casos sí puede demostrarse su falsedad, como cuando implican contradicciones internas. Ade- más, como suele decirse con todo derecho, la "carga de la prue- ba" la tiene quien afirma algo que los demás desconocemos. Y así, quien afirma que existen "realidades espirituales" tendría que explicarnos en primer lugar a qué se refiere con tales tér- minos, y, en segundo lugar, mostrarnos el método que debemos seguir para comprobar que tales realidades existen. Pero, mien- tras esto no suceda, no parece que haya que hacer caso de sim- ples afirmaciones no acompañadas de demostración alguna, pues, si tuviéramos que refutar las creencias y doctrinas gratui- tas del ser humano, no tendríamos tiempo para otra cosa.

  • c) A pesar de haber superado en cierto modo el antropo- morfismo que supone la idea de que el dios supuestamente Inmaterial de la secta católica habitase en un lugar material, los dirigentes de esta secta incurren en una nueva contradicción cuando, aun habiendo llegado a considerar que su dios es omni- presente, proclaman además que se encuentra de manera espe- cial y más plena en una sustancia material como lo es la hostia y el vino consagrados (?) por los sacerdotes en una especie de ritual mágico durante la ceremonia de "la misa".

Sin embargo, esta doctrina es incompatible con la que de- fienden los mismos teólogos católicos cuando afirman la simple- cidad divina252, pues efectivamente esta perfección implica que Dios no puede estar en un sitio más que en otro, ni puede estar más o menos, de manera que, si está, estará por completo y, si no está por completo, es que no está, en cuanto el estar o no estar no admite grados, del mismo modo que tampoco lo existen entre ser o no ser, estar vivo o no, estar embarazada o no, haber llegado a la meta o no, y en cuanto no tiene sentido decir que alguien sea perfecto pero sólo un poco, que esté embarazada pero sólo un poco o que ha llegado a la meta pero sólo un poco. En este mismo sentido es una contradicción afirmar que Dios se

encuentra en todas partes y puntualizar a continuación que don- de más se encuentra (?), es en la hostia o en el vino consagrados durante la misa.

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252 Los mismos dirigentes católicos admiten que si nos referimos a las diver- sas perfecciones divinas lo hacemos mediante una "distinción de razón", pero no porque en su dios existan de manera independiente tales perfecciones.

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Una cuestión distinta es la de averiguar por qué defienden los dirigentes católicos que donde Dios se encuentra de verdad es en la hostia consagrada en lugar de estar en las montañas, los ríos, los desiertos, las estrellas o en el Universo entero. Eviden- temente el motivo esencial de tal afirmación no es otro que el de mantener atrapado a su adoctrinado redil, pues, si uno estuviera convencido de que en realidad el dios católico -o cualquier otro- se encontraba en todas partes –o en ninguna-, no parece que la existencia de las iglesias tuviera mucho sentido.

Es evidente por ello que la insistencia de la jerarquía católi- ca en afirmar que donde de verdad se encuentra Dios es en las iglesias y en la hostia consagrada proviene de sus intereses polí- ticos y económicos, pues sólo desde el momento en que los fie- les acuden a la Iglesia para estar más cerca de Dios se les pue- de controlar, adoctrinar y someter para que asuman la "obliga- ción" de entregar a la organización "religiosa" los "diezmos y primicias" o las limosnas que ésta les exija a fin de colaborar al mantenimiento y a la prosperidad de su negocio "espiritual" e incrementar así su poder sobre la sociedad, pues sin tal doctrina peligrarían seriamente sus beneficios económicos en cuanto los fieles comprendieran que para ponerse en contacto con la supuesta divinidad no hacía ninguna falta acudir a tales "casas" en cuanto un dios no precisaría de ninguna, de manera que quie- nes necesitasen creer en fantasías religiosas comprenderían que no era preciso acudir a ninguna iglesia ni comer hostias consa- gradas. Y entonces obispos y curas tendrían que dedicarse a tra- bajar de verdad para ganarse el pan con el sudor de su frente en lugar de vivir de engañar a tanta gente y de los privilegios que les conceden los gobiernos cómplices de sus mentiras.

Acerca del "Jesús evangélico"

Aunque se sabe muy poco o nada de Jesús desde un punto de vista rigurosamente histórico -hasta el punto de que sigue habiendo críticos que niegan la existencia de pruebas científicas suficientes en favor de dicha existencia-, suponiendo que Jesús hubiera existido y considerando su figura desde la perspectiva del "Jesús evangélico", podría ser que en un principio sus segui- dores hubieran visto en él a uno de esos "mesías" que tanto se mencionan en la Biblia o en la obra del historiador judío Flavio Josefo (37-101), casi contemporáneo de Jesús. Podría ser tam- bién que el pueblo se hubiera sentido traicionado cuando, al parecer, Jesús se desmarcó del activismo militar contra el domi- nio romano, proclamando frases como "mi reino no es de este mundo" o "dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios", para mantenerse en una actitud más estrictamente reli- giosa y menos cercana al militarismo de los zelotes, grupo al que había pertenecido el apóstol Simón Cananeo253 y posible- mente también Judas Iscariote, quien finalmente pudo haber trai- cionado a Jesús porque a su vez se hubiese sentido traicionado por el propio Jesús. En cualquier caso, parece que los romanos, a pesar de que Poncio Pilatos quiso desentenderse del asunto, a petición de los máximos representantes de la religión judía, le detuvieron y condenaron a muerte por el delito de "sedición".

Por ello, resulta bastante comprensible que, como conse- cuencia de su condena a muerte, los discípulos de Jesús se enfrentasen muy duramente contra los máximos dirigentes de la religión de Israel –especialmente porque, según los evangelios, los sumos sacerdotes Anás y Caifás habrían sido los máximos

responsables de la condena a muerte de Jesús- hasta el punto de llegar a crear una nueva religión, enfrentada a la tradicional, a exaltar la figura de Jesús, presentándolo de un modo realmente audaz como "Hijo de Dios", y a cambiar el concepto habitual de "mesías" o "salvador", entendido como "libertador político", para darle el sentido de "salvador religioso" en relación con los pecados de los hombres y, entre ellos, con aquel "pecado origi- nal", del que no se habla en el Antiguo Testamento como pecado universal, sino sólo como pecado de Eva y Adán. Parece, ade- más, que la creación de la nueva religión como una secta sepa- rada de la religión tradicional de Israel pudo haber estado propi- ciada de manera especial por la misma actitud crítica254 de Jesús contra los dirigentes de la religión tradicional, escandalizado por la superficialidad con que se practicaba el culto religioso, y con- tra ciertas formas de practicarla, como las de los fariseos y los saduceos. De hecho, cuando Jesús fue detenido, fue enviado al sumo sacerdote Caifás255, quien no mostró interés alguno en liberarle sino todo lo contrario, en cuanto lo pudo ver como un enemigo, pues se oponía a los formalismos vacíos según los cua- les se practicaba la religión, y como un enemigo peligroso ade- más por la cantidad de seguidores que llegó a tener.

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253 En Lucas se dice: "Simón llamado Zelote" (Lucas, 6:15).

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Sin embargo, por lo que se refiere a la creación de esta nue- va religión, parece que Jesús no tuvo nada que ver, sino que, como ya he dicho, debió de haber sido creada como una reac- ción de sus seguidores más próximos contra los representantes de la religión de Israel, por la complicidad tan manifiesta de éstos en la condena a muerte de su "maestro".

Por otra parte, el hecho de que el apóstol Pedro llevase una espada cuando los romanos fueron a detener a Jesús y el hecho de que, según Lucas, el mismo Jesús ordenase a quienes estaban con él en aquellos momentos que quien no tuviera espada ven- diese su manto y comprase una –al margen de la contradicción existente entre los distintos evangelios acerca de esta cuestión-, es un indicio muy importante de que el pacifismo de Jesús no fue tan claro e inequívoco como lo presentaron los dirigentes de la secta católica, pues, efectivamente, se dice en Lucas:

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255 Mateo, 26: 57-68.

254 En los Evangelios hay significativas referencias a la tensa relación existente entre Jesús y los dirigentes religiosos de Israel.

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"Jesús añadió:

-Pues ahora, el que tenga bolsa, que la tome, y lo mismo el que tenga alforja; y el que no tenga espada, que venda su manto y se la compre […].

-Ellos le dijeron:

-Señor, aquí hay dos espadas. Jesús dijo:

-¡Es suficiente!"256.

Tiene interés comprobar la contradicción entre este pasaje de Lucas y los correspondientes de Mateo y de Marcos, en los que no sólo no se habla de comprar espadas sino que se critica su uso, diciendo Jesús:

"-Guarda tu espada, que todos los que empuñan la espada, perecerán a espada"257.

Resulta realmente sospechoso que mientras en los demás evangelios Jesús se manifiesta en contra de la violencia y en favor de la mansedumbre, de la paz y del perdón a los enemigos, en el pasaje de Lucas se le presente manifestándose tan clara- mente en favor del enfrentamiento armado, aunque sólo fuera con un propósito defensivo y no con uno de mayor envergadura

y ligado a las aspiraciones israelitas de conseguir su liberación frente al imperio romano258. En cualquier caso resulta realmente insólito que el propio Jesús ordenase que quien no tuviera espa- da la comprase, pues estas palabras no encajan para nada sino que son contradictorias con el mensaje central de los evangelios respecto a la figura de Jesús, que en casi todo momento se mues- tra contrario a cualquier tipo de violencia y en favor de que si te pegan en una mejilla, pongas la otra.

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257 Mateo, 26:52.

256 Lucas, 22:36. La cursiva es mía.

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Al margen de lo anterior, la contradicción entre este pasaje de Lucas y los otros, en los que Jesús se pronuncia en contra de la violencia, es una prueba más de que estos escritos no pudie- ron haber sido inspirados por el supuesto "Espíritu Santo", que debería haber sido siempre veraz y consecuente, y nunca contra- dictorio consigo mismo.

Parece que los autores de los evangelios trataron de dar una imagen pacífista y misericordiosa de Jesús, pero también que en algunas ocasiones se les escaparon algunas interpretaciones o algunos sucesos reales (?) que no encajaban para nada con aque- lla imagen y se acercaban más a la de un Jesús introducido en una organización que conspiraba contra el dominio romano de Israel. Esta última interpretación sería coherente con el recibi- miento que, según se narra en estos escritos, se hace a Jesús en Jerusalén como "Hijo de David", cuando el pueblo todavía con- fiaba y esperaba que fuera a producirse un levantamiento contra los romanos liderado por Jesús.

Conviene tener en cuenta que también en el evangelio de Juan, aunque no aparece un pasaje como el que refiere Lucas, sin embargo se dice que, cuando los romanos vinieron a prender a Jesús, "…Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó e hirió con ella a un siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha"259, lo cual, si esos escritos reflejan una verdad, es una señal de que el pacifismo del grupo de discípulos de Jesús no era tan pacífico, especialmente si se tiene en cuenta que, según estos mismos evangelios, Pedro había sido un simple pescador, que en los últimos años había estado con Jesús escuchando y aprendien- do sus doctrinas sobre el perdón y el amor a los enemigos. ¡Y, sin embargo, de manera inexplicable en estos momentos apare- cía con una espada260, como si la hubiese estado llevando de manera habitual!, a pesar de que el hecho de que los apóstoles llevasen espada no se menciona en ningún otro pasaje evangé- lico, lo cual convierte este pasaje en especialmente sospechoso o desconcer-tante, pues además, estando bajo el dominio de Roma, no parece nada normal que los romanos hubiesen permi- tido que los judíos llevasen espada. En cualquier caso, las refe- rencias evangélicas a estas actitudes de Jesús y de Pedro, o la vinculación de Simón el "Zelote" y posiblemente de Judas Iscariote en mayor o menor grado con el movimiento de los "zelotes", de actividad subversiva contra los romanos, repre- sentaban una insólita y sorprendente novedad. Tal perspectiva

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258 No obstante el citado texto de Lucas resulta francamente desconcertante, pues Jesús comienza exhortando a su gente a la toma de una decisión de ca- rácter general: "el que no tenga espada, que venda su manto y se la compre", mientras que a continuación, cuando sus discípulos le dicen "-Señor, aquí hay dos espadas", él responda: "¡Es suficiente!", respuesta que para nada podría tener un carácter general sino muy particular, ligado a la situación concreta en que el propio Jesús se encontraba entonces, preocupado por su inminente detención por las autoridades romanas.

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hubiera podido dar sentido a la interpretación según la cual muchos vieron en Jesús al "mesías", al libertador que Yahvé enviaba al pueblo de Israel para encabezar la sublevación y la liberación de Israel del dominio romano. Quizá bastantes más de los seguidores de Jesús y el propio Jesús simpatizaran con los zelotes y por tal motivo la entrada de Jesús en Jerusalén a lomos de un burro, pudo valorarse por el pueblo como la aceptación de Jesús de encabezar la sublevación contra los romanos, siendo considerado, por ello, como "mesías", libertador de Israel, "Hijo de David" o como "profeta".

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260 Pedro no fue el único que, según los evangelios, decidió utilizar la espada para defender a Jesús, pues en Mateo, sin mencionar a Pedro, se dice simple- mente que un discípulo de Jesús sacó la espada. Esta diferencia podría inter- pretarse también en el sentido de que al autor de Mateo pudo parecerle poco creíble la afirmación según la cual había sido Pedro quien utilizó la espada.

259 Juan, 17:10.

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Sin embargo, los historiadores juzgan que los evangelios no representan una fuente fidedigna para el conocimiento objetivo de lo que sucedió en aquel tiempo y en aquel lugar donde supuestamente habría vivido Jesús, y, en consecuencia, ni puede afirmarse que Jesús hubiera entrado en Jerusalén del modo como lo cuentan los evangelios, ni tampoco que hubiera entrado sim- plemente en Jerusalén en aquel "domingo de ramos", celebrado por la secta católica.

Es igualmente chocante que en el evangelio de Mateo Jesús dijera que hubiera podido acudir a su Padre y que éste habría puesto a su disposición más de doce legiones de ángeles. Tales palabras representan, en primer lugar, un reconocimiento implí- cito de la superioridad del "Padre" sobre el "Hijo" –suponiendo que Jesús fuera "el Hijo"-, ya que habría sido el "Padre" quien le habría tenido que salvar de ser detenido; y, en segundo lugar, un reconocimiento de que el autor de este pasaje consideró que el poder de Jesús no era mayor que el de cualquier otro ser huma- no, incapaz de enfrentarse con éxito a quienes iban a detenerle y necesitado para ello de la ayuda de varias "legiones de ángeles", lo cual es, por otra parte, una muestra más del infantilismo del autor de este evangelio, pues, en el caso de que Jesús hubiera sido un dios omnipotente, no hubiera necesitado de nadie para enfrentarse a los romanos ni, por lo mismo, habría necesitado que "el Padre le enviase doce legiones de ángeles" para prote- gerle, pues, en cuanto Jesús fuera "Dios", el "Padre" no gozaría de mayor autoridad ni de mayor poder que él. En efecto, se dice en Mateo:

"Uno de los que estaban con Jesús sacó su espada y, dan- do un golpe al criado del sumo sacerdote, le cortó una oreja. Jesús le dijo:

-Guarda tu espada, que todos los que empuñan la espada, perecerán a espada. ¿O crees que no puedo acudir a mi Padre, que pondría a mi disposición en seguida más de doce legiones de ángeles? Pero, ¿cómo se cumplirían las escritu- ras, según las cuales tiene que suceder así?"261.

Por su parte, en los evangelios atribuidos a Marcos y a Juan se da una versión análoga de este hecho262, aunque bastante más resumida.

Por ello y al margen de estas contradicciones, si se intenta encontrar una explicación para el anterior pasaje del evangelio de Lucas, tan contradictorio con estos otros, tal vez pueda encontrarse a partir del supuesto de que desde el punto de vista ideológico Jesús se encontraba bastante próximo al movimiento de los zelotes, con el que estaban relacionados algunos de los apóstoles, y, por ello, la supuesta traición de Judas pudo tener una posible explicación en que Jesús hubiera dudado entre adoptar una actitud exclusivamente religiosa, como la de los esenios, o integrarse de manera definitiva en el grupo de los zelotes, optando finalmente por la alternativa religiosa, la cual no encaja en absoluto con el pasaje de Lucas 22:36. De hecho en

las palabras y en los hechos que cuentan los evangelios respecto a Jesús hay muchas coincidencias con la forma de vida seguida por los esenios. La misma ausencia de referencias evangélicas sobre Jesús entre su infancia y su "vida pública" se la relaciona en ocasiones con el tiempo en que pudo haber estado convivien- do con el grupo de los esenios en las cuevas de Qumrán.

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262 Lucas, 22:49-51.

261 Mateo, 26:51-54.

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Ante esta serie de incoherencias, lo que puede decirse es que, en definitiva, nos encontramos ante nuevas contradicciones, impropias del supuesto "Espíritu Santo", de quien los dirigentes católicos afirman que habría inspirado toda la Biblia y por ello mismo también los evangelios canónicos de la secta cristiana.

  • Jesús no fue un dios, ni hijo de ningún dios

Ya el hecho de que se diga que Jesús fue "hijo de Dios" es por sí mismo más que sospechoso de tratarse de un embuste de quienes escribieron los evangelios, pues las categorías biológi- cas de padre e hijo tienen sentido en el ámbito de los seres vivos que se reproducen sexualmente, pero no en el que se refiere a un supuesto ser espiritual como lo sería el dios cristiano, que, en cuanto no sería material, su reproducción aparece simplemente como uno de los muchos absurdos que hay en todas las religio- nes y suena a simple fábula infantil, y mucho más cuando se intenta comprender cómo un dios, por muy poderoso que fuera, podría haber sido padre de sí mismo –en cuanto "Dios Espíritu Santo" sería padre de "Dios Hijo"-: Resulta bastante chocante, por cierto, que el padre del "Hijo" no sea el "Padre" sino el "Es- píritu Santo". ¿Por qué entonces a Dios-Padre lo llaman Padre si dicen que María concibió por obra del Espíritu Santo y no por obra de Dios-Padre? ¿Por qué el propio Jesús hace referencia al "Padre" en numerosas ocasiones mientras que nunca nombra al "Espíritu Santo" como su padre? Si los relatos evangélicos fue- ran verdaderos, eso representaría un desprecio al "Espíritu San- to" a no ser que se considerase a éste sólo como el poder de Dios, tal como se ha señalado en otro momento. Además, resulta realmente extraño que a lo largo del Nuevo Testamento Jesús deje de referirse a Yahvé o a "el Señor", como se había hecho a lo largo de todo el Antiguo Testamento, para referirse al "Padre" como "su padre". Posiblemente ese cambio aparece en los evan- gelios con la intención de dejar más clara la separación y la dife- rencia entre la nueva religión, la cristiana, y la religión tradicio- nal de Israel.

Por otra parte, en cuanto tanto el Padre como el Hijo y el Espíritu Santo serían un único dios, por mucha imaginación que se quiera poner al asunto diciendo que la relación de paternidad del Espíritu Santo respecto a Jesús tiene carácter eterno, por simple sentido común sabemos que un padre es siempre ante- rior a su hijo, por lo que el Hijo tendría un comienzo posterior al de su padre. Y, si quienes sostienen esta doctrina utilizan los términos padre e hijo en un sentido distinto del habitual, en el que padre e hijo son distintos entre sí, al menos deberían aclarar qué quieren decir, pues en caso contrario estarán utilizando el lenguaje de manera ininteligible, ya que además defienden que ambos son eternos, mientras que los conceptos de eternidad y anterioridad –o simplemente temporalidad- son también, por definición, inconmensurables. Pero, ¡qué más quisiéramos quie- nes presentamos estas críticas! ¡Pedir a los dirigentes católicos que aclaren lo que ni ellos mismos entienden por la sencilla razón de que es imposible entender lo que simplemente es absurdo! Además, el problema se complica cuando, a la vez que se habla del carácter eterno del "Hijo", se dice que éste nació de María hace poco más de dos mil años, lo cual implica que el Hijo no sería eterno. Los dirigentes católicos podrían buscar una última defensa para su absurda doctrina indicando que el "Hijo" sólo adquirió un cuerpo humano por medio de María, pero que, al margen de ese "pequeño detalle", sería tan eterno como el Padre. Sin embargo, con esta hipotética explicación estarían incurriendo en la contradicción de negar el dogma de la inmuta- bilidad divina, en cuanto tendrían que aceptar que Dios-Hijo, aunque fuera eterno, no habría tenido cuerpo hasta hace muy poco tiempo, es decir, hasta que nació de María.

Junto a los graves problemas que plantean estas considera- ciones, existen otros que se encuentran en los escritos bíblicos. El primero de todos es el hecho de que en todo el Antiguo Testa- mento no hay un solo texto que hable del "Hijo de Dios" –y mu- cho menos de la madre que lo parió-, a excepción de un pasaje de los Salmos que dice que Yahvé llegó a considerar al rey David como su "hijo primogénito"263.

Además, aunque en los evangelios aparece la afirmación según la cual Jesús es "hijo de Dios", también aparecen afirma- ciones en las que se considera que, aunque era un profeta, un enviado o un siervo de Dios, no se identificaba con Dios ni con su supuesto hijo.

Para demostrar la filiación divina de Jesús se han utilizado en los evangelios dos argumentos contradictorios: En primer lugar, el argumento según el cual Jesús era hijo de José, y, como José descendía de Adán y éste de Dios, Jesús era hijo de Dios. Y, en segundo lugar, el argumento según el cual, Jesús no fue hijo de José, pero María, la madre de Jesús, habría sido fecunda- da (?) por el "Espíritu Santo", por lo que Jesús sería "Hijo de Dios" en cuanto el "Espíritu Santo" era "Dios".

Así, por lo que se refiere al primer argumento, de Lucas, se dice:

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263 "Y yo lo constituiré en primogénito mío" (Sal 89:28).

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"en opinión de la gente, [Jesús] era hijo de José. Estos eran sus ascendientes: Helí, Matat, Leví […] Set, Adán, y Dios"264.

En relación con este argumento, ¡nueva contradicción!, nin- guno de los diez ascendientes más próximos a José según el evangelio de Lucas coincide con los de la lista que aparece en el de Mateo. No es fácil comprender los despistes del "Espíritu Santo" respecto a la enumeración de los ascendientes de José, pero lo que es evidente es que, si una de las enumeraciones fuera verdadera, la otra sería falsa y viceversa, y ello demuestra que, al menos en una de ambas ocasiones, el "Espíritu Santo" no anduvo demasiado católico.

Por otra parte, la prueba basada en la ascendencia de Jesús resulta extremadamente machista en cuanto ni a Mateo ni a Lu- cas se les ocurrió buscar los ascendientes de Jesús por línea ma- terna sino sólo por la paterna, pues no siendo seguro el padre, la madre sí lo era, y ésta era tan descendiente de Adán como José.

¿Por qué no utilizaron el argumento basado en la filiación de Jesús por línea materna? Porque el machismo imperante entre los israelitas era tan exagerado que la ascendencia de la madre carecía de importancia: Lo importante era la del padre.

Resulta absurdo que en el evangelio de Lucas se utilicen ambos argumentos, siendo éstos excluyentes entre sí. Parece que la única justificación para haber utilizado el primer argumento se encuentra en que se está diciendo que en "opinión de la gen- te" Jesús era hijo de José. Por ello, lo que en Lucas se querría decir sería lo siguiente: Jesús fue hijo de Dios porque María fue fecundada por el Espíritu Santo. Pero, si no aceptáis este argu- mento y creéis que el padre de Jesús fue José, entonces debéis

aceptar que Jesús fue hijo de Dios porque los antepasados de José se remontan hasta Adán y éste fue hijo de Dios, por lo que Jesús fue hijo de Dios. Pero, claro está, con un argumento tan ridículo como éste todos podríamos ser considerados tan hijos de Dios como Jesús, en cuanto todos descendamos de Adán y Eva.

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264 Lucas, 3:23-38.

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El evangelio de Mateo es similar al de Lucas en este aspec- to, pues, tras analizar la ascendencia de Jesús, concluye en que ésta, ¡comenzando por José, el esposo de María!, se remonta hasta Abraham. Es fácil suponer que quien se sirvió de este argumento utilizó como premisas implícitas las de que en último término Abraham era hijo de Adán, y éste, de Dios, y que, por ello, Jesús era hijo de Dios porque era hijo de José. Así se dice efectivamente en este evangelio, que, tras enumerar toda una serie de descendientes de Abraham, finalmente dice:

"Y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Mesías"265, dando a entender, aunque sin afirmarlo explícitamente, que José habría sido el padre de Jesús ya que, en caso contrario, la enu- meración de sus ascendientes no habría tenido ningún sentido.

Sin embargo, así como el autor de Lucas condiciona el va- lor del argumento basado en la genealogía de José al valor de "la opinión de la gente", el autor de Mateo defiende directamente ese argumento sin condición de ninguna clase y comienza su evangelio enumerando la genealogía de Abraham hasta José. Pero, lo más curioso del caso es que, después de haberse servido

de este argumento para demostrar que Jesús era hijo de "Dios", casi a continuación dice el autor de Mateo que María "había concebido por la acción del Espíritu Santo"266, convirtiendo en absurda la enumeración de la genealogía de José.

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265 Mateo, 1:16. Teniendo en cuenta el número de ascendientes de Jesús hasta Adán, los judíos y los testigos de Jehová podrían tener razón en calcular que el mundo fue creado hace cerca de 5.800 años, y, por ello, sería lógico y coherente con sus planteamientos que negasen el largo proceso temporal que implica la teoría evolucionista.

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Por su parte, el evangelio de Marcos no dice nada relacio- nado con el nacimiento ni con la ascendencia de Jesús: Simple- mente afirma que era "Hijo de Dios"267; y el evangelio de Juan no dice nada sobre esta cuestión.

Parece que los autores de Mateo y Lucas estaban tan intere- sados en demostrar que Jesús era "Hijo de Dios" que, con tal de acumular "pruebas", no les importó contradecirse, sirviéndose de la hipótesis de la paternidad de José respecto a Jesús cuando quisieron utilizar el argumento basado en su genealogía, y ne- gando de manera implícita tal paternidad cuando se atrevieron a proclamar que Jesús fue engendrado por el "Espíritu Santo". Pero lo más incoherente del caso es que a continuación de aque- lla argumentación genealógica aparece esta afirmación gratuita relacionada con el "Espíritu Santo", incompatible con el argu- mento anterior.

Por otra parte y en relación con el argumento basado en la supuesta comunicación del ángel Gabriel a María de que conce- biría por obra del Espíritu Santo, no parece que María se entera- se de lo que le comunicaba este enviado ni de la trascendencia de aquel mensaje, pues en las posteriores ocasiones en que María aparece en los evangelios se la presenta hablando con su hijo sin ningún trato especialmente respetuoso ni cariñoso e incluso regañándole, cuando todavía era un niño, por haberse quedado en el templo dialogando con los doctores de la ley,

mientras ella y José, "su padre", le buscaban "angustiados", creyendo que se había perdido. Así, se dice en Lucas:

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267 Marcos, 1:1.

266 Mateo, 1:18.

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"Cuando el niño [Jesús] cumplió doce años, subieron [a Jerusalén a celebrar la fiesta [de la pascua judía] […] Termi- nada la fiesta, cuando regresaban, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Éstos creían que iba en la comitiva, y al terminar la primera jornada lo buscaron entre los parientes y conocidos. Al no hallarlo, volvieron a Jeru- salén en su busca.

Al cabo de tres días, lo encontraron en el templo sentado en medio de los doctores, escuchándoles y haciéndoles pre- guntas […] Al verlo, se quedaron perplejos, y su madre le dijo:

-Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo te hemos buscado angustiados.

Él les contestó:

-¿Por qué me buscabais? ¿No sabéis que yo debo ocupar- me de los asuntos de mi Padre? Pero ellos no comprendieron lo que les decía"268.

Tiene especial interés en este pasaje el hecho de que María, refiriéndose a José, dijera a Jesús: "Tu padre y yo te hemos bus– cado angustiados", pues esta frase tan inocente representa una afirmación explícita por parte de María de que José era el padre de Jesús, por lo que o bien María mintió en ese momento, o bien el "Espíritu Santo" no habría intervenido para nada en el emba- razo de María, lo cual queda reforzado desde el momento en que el autor de Lucas escribe que ellos, es decir, María y José, no le

comprendieron. Pero este frase final del pasaje resulta también muy significativa y desconcertante en cuanto sugiere que ni María ni José sabían qué quiso decir Jesús cuando hizo referen- cia a su "padre", pues, según Lucas, 1:26-35 y según Mateo, 1:18-24, tanto María como José sabían que el auténtico padre de Jesús era o bien el "Espíritu Santo" –según los pasajes citados de Lucas y de Mateo- o bien el "Padre eterno" –según las oca- siones en que a lo largo de los distintos evangelios Jesús se refiere a dicho "Padre" sin nombrar en ninguna al "Espíritu Santo" como su padre269. Por ello, el hecho de que en Lucas se diga que "ellos no le comprendieron" representa una incoheren- cia con los anteriores pasajes o una amnesia asombrosamente grave por parte de María y José –y también del propio evange- lista- por haber olvidado quién era el auténtico padre de Jesús -al menos según ese evangelio-.

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268 Lucas, 2: 42-50. La cursiva es mía. De nuevo aquí Lucas aparece como un testigo privilegiado que parece haber contemplado en directo esos detalles de la infancia de Jesús. Resulta bastante sospechoso el contraste entre este evan- gelio y los demás en cuanto sólo en Lucas se hace referencia a los años de infancia de Jesús mientras que los demás no dicen nada sobre ella, lo cual parece mucho más lógico, puesto que nadie la conoció.

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Tal vez alguien podría tratar de justificar las palabras de María indicando que no debía comunicar el secreto de la autén- tica paternidad de Jesús, pero conviene recordar que, según Mateo, 1:20-21, José ya sabía que Jesús no era hijo suyo. Ade- más, la moral defendida en las tablas de Moisés proclama: "No mentirás", y ese mandamiento no incluye excepciones. Se trata de no mentir en ningún caso. Además, una cosa es callar ante la posibilidad de desvelar una verdad comprometida, pero otra muy distinta es afirmar algo que se conoce positivamente como falso, que es lo que, según el evangelio de Lucas, habría hecho María si en verdad José no hubiera sido el padre de Jesús.

Complementariamente, hay otros pasajes evangélicos en los que no es María quien reprende a Jesús sino que es Jesús quien manifiesta un distanciamiento afectivo difícilmente comprensi- ble respecto a María, su madre, y respecto a sus hermanos, como sucede en Mateo, 12: 48-50, donde Jesús responde a quien le avisa de que fuera de la casa estaban su madre y sus hermanos:

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269 El hecho de que Jesús nunca haga referencia al "Espíritu Santo" como su padre es una argumento más en favor de que, cuando se hace referencia a di- cho "Espíritu Santo", no se está nombrando a ninguna supuesta "persona" de la "Trinidad" cristiana, sino a algo distinto, como sería el poder o la sabiduría de "Dios Padre", según se da a entender en diversos pasajes evangélicos.

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"-¿Quién es mi madre, y quienes son mis hermanos? Y señalando con la mano a sus discípulos, dijo:

-Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi her- mano, mi hermana y mi madre"270.

Desde luego, este pasaje no es precisamente la mejor manifesta- ción de un especial afecto filial. Jesús podía haber dicho la parte última de su intervención en otro contexto, pero desde el mo- mento en que lo dice estando su madre fuera esperándole, no parece que el trato hacia ella fuera precisamente afectuoso. Y, si Jesús, siendo "Dios", era consciente de que María era la mujer "llena de gracia", especialmente privilegiada, escogida para ser "su madre", no parece tener sentido el trato despectivo que le dio.

Además, hay en el texto una frase muy significativa en el sentido de que Jesús no sólo se muestra con cierta frialdad hacia su madre sino también en el sentido de que llega de algún modo a renegar de ella. Es el del comienzo, donde dice:

"-¿Quién es mi madre, y quienes son mis hermanos? Y señalando con la mano a sus discípulos, dijo […]",

pues esas palabras representan una clara contraposición entre las que hacen referencia a su madre y a sus hermanos biológicos, y las pronunciadas por el propio Jesús "señalando con la mano a sus discípulos" y diciendo que eran precisamente éstos, por cumplir la voluntad de su padre, quienes eran sus auténticos madre, hermana y hermano. Es decir, no se trata de que esta escena represente una "disyunción incluyente", por la que se considere que tanto a su madre y hermanos biológicos como a sus discípulos hay que considerarlos igual, sino que se trata de una "disyunción excluyente" por la que, a la hora de considerar quiénes son su madre y sus hermanos, Jesús señala con la mano a sus discípulos, y no a su madre y hermanos biológicos.

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270 Mateo, 12:48-50. Un pasaje similar a éste aparece en Lucas, 11:27-28 y dice así: "Cuando estaba diciendo esto, una mujer de entre la multitud dijo en voz alta: -Dichoso el seno que te llevo y los pechos que te amamantaron. Pero Jesús dijo: -Más bien, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica".

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En resumen, si María fue madre del "Hijo de Dios", no pareció haberse enterado de que lo era cuando se tomó la liber- tad de regañar a su hijo. Y tampoco Jesús, el supuesto "Hijo de Dios", pareció haber sido consciente de que María, su madre, estaba "llena de gracia", pues en caso contrario no tenía sentido que la ignorase del modo como lo hizo cuando fue a visitarle. Y así, aunque la decisión de quienes escribieron estos pasajes era congruente con haber estimado a María como madre de Jesús, sin embargo no lo era la de considerar a Jesús como "hijo de Dios", ni a María como madre de ese dios.

Sin embargo, al haber comprendido los dirigentes de la secta cristiana la enorme ayuda que podía significar para su actividad proselitista una figura maternal como María, a pesar de la escasa importancia que los evangelistas le concedieron y a pesar de la nula importancia que se le dio en los posteriores escritos del Nuevo Testamento, hasta el punto de que ni Pablo de Tarso, el llamado "apóstol de los gentiles", ni los demás escritos de esta parte de la Biblia la vuelven a nombrar ni en una sola ocasión, al cabo de no mucho tiempo los dirigentes cristianos comprendieron la enorme utilidad que tendría para la propaga- ción de la nueva religión contar con una especie de "diosa" a quien venerar y a quien aclamarse, visto el buen resultado que una figura similar había tenido en otras religiones.

Por otra parte, a pesar de sus ingenuos errores y contradic- ciones, los evangelios atribuidos a Lucas y a Mateo contribuye- ron a la formación y propagación de la secta cristiana, que en poco tiempo se extendió ampliamente por el imperio romano, presentando la labor de Jesús como una misión universal de carácter espiritual, y, por ello mismo, no orientada a la "salva- ción" o liberación del pueblo de Israel en el sentido de la recu- peración de su independencia, tal como habían hecho anteriores "mesías", sino orientada a un fin de carácter "espiritual", como era el de la redención del "pecado original" y de los pecados del hombre en orden a su eterna "salvación".

  • Jesús no se identifica con el dios judeo-cristiano, ni con su supuesto hijo, ni con ningún otro dios

A continuación se presenta una serie de pasajes evangélicos en los que se defiende de modo implícito pero muy claro la idea de que Jesús no se identifica con el dios judeo-cristiano ni con ningún otro. Además, hay pasajes en los que no sólo no se defiende que Jesús sea "hijo de Dios" sino que se defiende lo contrario:

  • a) Así sucede, por ejemplo, cuando, según el evangelio de

Mateo, estando ya crucificado Jesús exclama:

"-Elí, Elí. ¿lemá sabaktani? Que quiere decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"271,

palabras que evidentemente no tendrían sentido si Jesús se iden- tificase con el propio dios de Israel –o con su supuesto hijo, igualmente divino- y que además implican una debilidad en Jesús, una desconfianza en su dios y una queja a ese dios por haberle abandonado, al margen de que, muy posiblemente, los evangelistas colocasen tales palabras en boca de Jesús porque, como conocedores del Antiguo Testamento, sabían que perte- necían a los Salmos y querían hacer creer a quienes trataban de convertir a la nueva religión que lo que había sucedido era que en el Antiguo Testamento se habían profetizado las palaras que Jesús diría estando en la cruz –así como otras muchas que apa- recen en diversos pasajes bíblicos-.

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271 Mateo, 27:46. La cursiva es mía. Como se ha dicho ya, estas mismas pala- bras aparecen en el Antiguo Testamento, concretamente en Salmos, 22:2.

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Quienes escribieron los evangelios quisieron presentar las palabras de Jesús como el cumplimiento de profecías que aparecían (?) en el Antiguo Testa- mento. Una manera de lograr este objetivo pudo consistir en buscar en tales escritos frases un tanto ambiguas o enigmáticas que pudieran encajar con al- gún acontecimiento real o supuesto de la vida de Jesús y a continuación po- nerla en su boca como si tal "coincidencia" hubiera sido un acontecimiento asombroso cuando en realidad había sido un burdo falseamiento de los he- chos y una "coincidencia" especialmente preparada. Estas mismas palabras aparecen en el evangelio atribuido a Marcos, en 15:34, pero no en los otros dos evangelios canónicos en los que, de manera sorprendente, nada se dice en este sentido, a pesar de tratarse de unas palabras realmente importantes al margen de las interpretaciones que se les pueda dar. Quizás el motivo de no mencionarlas consistiera en que quienes escribieron estos otros evangelios tomaron conciencia de que no armonizaban con su interés en presentar a Jesús como "Dios" o como "Hijo de Dios", aunque sin dejar de ser "Dios". Por otra parte, tales palabras u otras parecidas pudieron efectivamente haber sido pronunciadas por Jesús, pero sólo en cuanto hubiera sido simplemente un hombre especialmente ligado a la religión de Israel, como lo estaba el grupo de los esenios, y ligado tal vez, al menos hasta cierto punto, al movi- miento zelote de liberación judía frente al dominio romano. Jesús pudo haberse sentido especialmente guiado por su dios en su labor "mesiánica", pero, ya en la cruz, pudo haberse sentido abandonado por ese dios en quien había confiado.

Pero, ¿tendría algún sentido que, si Jesús hubiera sido un dios por ser la "segunda persona de la Trinidad", hubiera pro- nunciado tales palabras? ¿Hubiera tenido algún sentido que "Dios" se dijera a sí mismo "por qué me has abandonado"? Evidentemente ninguno. Pero, además, suponiendo que la per- fección del dios cristiano fuera infinita, tanto en el "Padre" como en el "Hijo" y como en el "Espíritu Santo", no habría tenido ningún sentido que Jesús, "Dios Hijo", hubiera descon- fiado del Padre hasta el punto de exclamar "por qué me has abandonado". Y así, la manera de expresarse de Jesús manifiesta claramente la distinción entre "Dios", por una parte, y el propio Jesús, por otra, tal vez como un ser humano que pudo haberse sentido enviado por "su Dios" –el dios de Israel- para liberar a su pueblo del dominio romano o para conseguir la regeneración de su pueblo respecto a su vida religiosa, pero que en los últimos instantes de su vida pudo haber tenido serias dudas acerca de tal misión o acerca del dios en quien había confiado a lo largo de su vida.

Estas palabras serían igualmente incompatibles con la su- puesta divinidad de Jesús por otros motivos: En primer lugar, porque manifiestan una debilidad y una desconfianza de Jesús en sí mismo en cuanto llega a afirmar que su dios le ha abando- nado. Pero tal debilidad y desconfianza no armonizan para nada con la doctrina cristiana de la divinidad de Jesús ni con la de la "redención", doctrinas según las cuales el dios cristiano se habría hecho hombre y habría sufrido y muerto en una cruz a fin de redimir de sus pecados al hombre. Pero Jesús, en cuanto hubiera sido Dios, habría sido consciente en todo momento de cuál era su misión y su destino terrenal, y, por ello mismo, ni siquiera en el momento de cumplir con el fin último que él mis- mo había decidido habría dudado o mostrado debilidad alguna respecto a su martirio y a su muerte en la cruz, sino que los habría asumido con serena y absoluta entrega y como muestra de su amor infinito por el hombre.

Además, el hecho de que Jesús preguntase a su dios por qué le había abandonado implica igualmente que Jesús no habría sido omnisciente ya que supone asumir que su dios le habría abandonado, lo cual equivale a admitir el absurdo de que "Dios habría abandonado a Dios" y el de que el propio Jesús estaba reconociendo con sus palabras que no era dios. Además, esta pregunta de Jesús sólo hubiera tenido sentido desde tal recono- cimiento, pues nadie se pregunta a sí mismo nada en cuanto ya lo sepa.

  • b) Igualmente, en este mismo evangelio se dice:

"Jesús se acercó y se dirigió a ellos con estas palabras:

Dios me ha dado autoridad plena sobre el cielo y la tierra"272.

Resulta evidente que la expresión "Dios me ha dado autori- dad plena…" sólo tiene sentido en cuanto el propio Jesús no se identifique con ese dios, pues no tendría sentido afirmar "Dios ha dado autoridad plena a Dios", mientras que sí lo tiene afirmar "Dios ha dado autoridad plena a Jesús"… en cuanto el propio Jesús no se identifique con ese dios. Puede tenerse en cuenta además que en cuanto el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo fue- ran el mismo dios, ninguno de ellos podía tener una autoridad superior a la de los otros, de manera que pudiera concedérsela a los demás o no, según quisiera.

Una consecuencia que se deduce de todo esto es que posi- blemente en aquellos primeros tiempos ni los propios cristianos tuvieron claro qué estatus debían atribuir a Jesús en la nueva

religión. De hecho hubo numerosos evangelios que la primitiva organización cristiana desechó como "apócrifos" porque decían incongruencias demasiado evidentes respecto a las doctrinas que inicialmente se consideraron como el cuerpo básico de doctrinas del cristianismo. Finalmente, hacia los últimos años del siglo IV los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan fueron conside- rados como inspirados por el "Espíritu Santo" y, por ello mismo como "canónicos" por los dirigentes cristianos del momento, que al parecer estaban inspiradísimos por dicho espíritu cuando tomaron tal decisión. Sin embargo, ¡tuvo que llegar el siglo XVI para que finalmente en el Concilio de Trento, en el año 1546, se presentase la lista oficial de libros canónicos del Nuevo Testa- mento!

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272 Mateo, 28:18.

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  • c) Del mismo modo en el evangelio de Marcos se dice:

"Muy de madrugada, antes del amanecer, [Jesús] se levan- tó, salió, se fue a un lugar solitario y allí se puso a orar"273.

Pero, ¡¿a quién hubiera podido Jesús orar si hubiera sido Dios y nada podía alterarle ni representar peligro alguno para él en cuanto su poder le colocaba en una situación infinitamente superior a la cualquier otra realidad?! Evidentemente a nadie. Por ello, si queremos que una frase como ésa del evangelio de Marcos tenga algún sentido, eso sólo podemos lograrlo si consi- deramos que Jesús no se veía a sí mismo como Dios. Igualmente, en ese mismo avangelio se dice:

"…el Señor Jesús fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios"274,

frase en la que, en primer lugar, se niega el dogma de la ascen- sión según el cual Jesús ascendió a los cielos por su propio poder, ya que en ella se afirma, por el contrario, que Jesús "fue elevado al cielo"; en segundo lugar, se dice que se sentó a la diestra de Dios, lo cual no podría suceder si Jesús fuera Dios, pues afirmar que alguien se siente a su propia diestra no tiene sentido; además, en narraciones como ésta aparece de nuevo el antropomorfismo de considerar que un dios se siente a fin de descansar o de estar en una posición más cómoda, como si la divinidad tuviera las imperfecciones del ser humano hasta el punto de necesitar descansar o estar más cómodo; y, en tercer lugar, el autor de este escrito presenta esta descripción como si hubiera estado presente en este supuesto acontecimiento, lo cual es más que improbable y conduce a la firme sospecha de que tal autor se deja llevar de su fantasía, más que de una inspiración divina al escribir este texto.

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274 Marcos, 16:19. En Hechos de los apóstoles, 1:9, se dice que "fue elevado al cielo", y en 1:22, se dice una frase similar (Nuevo Testamento, BAC, Madrid, 2014, p. 266-267). La cursiva es mía.

273 Marcos, 1:35.

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  • d) En el evangelio de Juan se afirma igualmente:

"Porque yo [=Jesús] no hablo en virtud de mi propia auto- ridad; es el Padre, que me ha enviado, quien me ordenó lo que debo decir y enseñar. Y sé que sus mandamientos lle- van a la vida eterna. Por eso, yo enseño lo que he oído al Padre"275.

Es decir, Jesús dice que él no tiene autoridad por sí mismo sino por el Padre, que le habría enviado. Pero, si Jesús se hubie- ra identificado con el dios de Israel –o con "el Hijo"-, esta afir- mación habría sido simplemente absurda y contradictoria con la misma dogmática católica, pues en cuanto las tres personas de la "Trinidad" fueran "Dios", ninguna tendría mayor poder que las otras.

Además, dice este pasaje:

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275 Juan, 12:49.

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"…es el Padre, que me ha enviado, quien me ordenó lo que debo decir y enseñar", pero esta afirmación es igualmente contradictoria con la dogmá- tica católica, teniendo en cuenta que tanto el Padre como el Hijo serían Dios y, por ello, sería contradictorio que Dios-Padre orde- nase algo a Dios-Hijo. Igualmente, cuando Jesús dice "yo ense- ño lo que he oído al Padre", está reconociendo que él no es omnisciente, que él es sólo un mandado, que ni siquiera tiene criterio propio para saber qué tiene que decir, lo cual no encaja para nada con la idea de que Jesús fuera "Dios" en cuanto los dirigentes católicos defienden la doctrina de que su dios, tanto si se le considera como "Padre" como si se le considera como "Hijo" o como "Espíritu Santo", sería omnisciente.

  • e) Por otra parte, hay pasajes en los que se hace referencia a sentimientos de Jesús, como la tristeza o la angustia ante la con- ciencia de la cercanía inminente de su muerte, que son incom- patibles con la doctrina según la cual Jesús sería un dios perfecto y, por ello mismo, impasible, es decir, no sujeto a ninguna forma de sufrimiento o sentimiento negativo. Así, se dice en Mateo:

"Llevó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo; comenzó a sentir tristeza y angustia"276.

Ahora bien, si Jesús, en cuanto Dios, había decidido encar- narse, sufrir y morir para redimir a la humanidad, su amor y su fortaleza infinitas y su conciencia de estar realizando lo que su infinita sabiduría y bondad le inspiraban resultaban realmente incompatibles con tales sentimientos, propios de la debilidad e imperfección de un hombre pero impropios de un dios inmutable

y omnipotente, aunque se hubiera encarnado en un ser humano. Además, hacia el final del pasaje citado nos encontramos ante una nueva y flagrante contradicción. Se dice en él:

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276 Mateo, 26:37-38. La cursiva es mía.

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"-Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa de amargu- ra; pero no sea como yo quiero, sino como quieres tú"277.

Estas líneas son otra clara demostración de la esencial di- ferencia entre Jesús y "Dios Padre": Es el propio Jesús quien re- conoce que ¡¡su voluntad no coincide con la de "Dios Padre"!!. Pero, en el caso de que Jesús se identificase con "Dios", no ha- bría podido darse tal diferencia entre ambas voluntades, al mar- gen de que tampoco tenga ningún sentido referirse a una "Trini- dad" en la que exista cualquier diferencia entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, según se ha analizado en otro capítulo.

  • f) Igualmente, en el evangelio de Mateo hay otro pasaje especialmente significativo –al margen de su carácter contradic- torio con otro del evangelio de Lucas– en el que de un modo ingenuo se muestra al propio Jesús reconociendo, por una parte, su inferioridad respecto al dios de Israel y reconociendo además de manera implícita, por otra, su lejanía respecto a la teórica omnipotencia que le atribuye la jerarquía católica, ya que, en contra de la posesión de su supuesta omnipotencia, Jesús men- ciona que, si él se lo pidiera a su "Padre", éste le envíaría más de doce legiones de ángeles para su protección. Pero, ¡es una ridícula contradicción suponer que Jesús, siendo un dios omni- potente, hubiera podido necesitar de la ayuda de su "Padre", al igual que es otra contradicción suponer que hubiera necesitado de la protección de "más de doce legiones de ángeles", como si su propio poder "infinito" hubiera sido insuficiente. Pero, efec- tivamente, se dice en Mateo:

"Uno de los que estaban con Jesús sacó su espada y, dando un golpe al criado del sumo sacerdote, le cortó una oreja. Jesús le dijo:

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277 Mateo, 26:39. La cursiva es mía.

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