"Si a pesar de todo esto no me obedecéis y seguís obsti- nados contra mí [ ] Comeréis la carne de vuestros hijos y de vuestras hijas [ ] amontonaré vuestros cadáveres sobre los cadáveres de vuestros ídolos y os detestaré [ ] os dis- persaré entre las naciones y os perseguiré con la espada desenvainada"88.
Pero, como ya se ha dicho, la idea de que el dios de Israel llegue a imaginar una salvajada tan brutal es contradictoria con
la de su amor infinito, de la que se habla en bastantes pasajes del Nuevo Testamento. Como puede ver cualquiera que tenga un mínimo de sensi- bilidad, este pasaje no muestra para nada la "infinita bondad" de una divinidad sino el modo de ser de un monstruo sanguinario y despiadado hasta extremos realmente insuperables. Y son muchas las ocasiones en que Yahvé se muestra –o se le hace aparecer- como un dios déspota y sanguinario, un dios que no tiene ningún reparo en sembrar la destrucción y la muerte por cualquier motivo insignificante o sin motivo alguno, como suce- de cuando castiga despiadadamente a seres absolutamente ino- centes, como en especial a los niños. Veamos algunos ejemplos:
88 Levítico, 26:27-33.
"El Señor dijo a Elías, el tesbita:
-¿Has visto cómo Ajab se ha humillado ante mí? Por haberse humillado ante mí, no lo castigaré mientras viva, sino que castigaré a su familia en [la] vida de su hijo"89.
Este pasaje muestra a un dios arbitrario e injusto que en esta ocasión perdona a quien se humilla ante él, pero que no por eso deja de castigar, como si el castigo fuera una condición ineludi- ble para compensar una culpa. Pero, además, aquí de modo absurdo el castigo se desvía y se aplica a la familia de Ajab, como si ésta hubiera sido culpable de algo. El hecho de que se castigue a su familia no tiene justificación alguna, de manera que sólo puede entenderse hasta cierto punto teniendo en cuenta que en aquel tiempo la unidad familiar o la tribal eran tan abso- lutas que se consideraba a la familia o a la tribu como una sim-
ple prolongación del padre, y, por eso, como en el caso del "pe- cado original", la culpa se extendía a los descendientes del cul- pable directo, de manera que Dios aplicaba un "castigo colecti- vo", no haciendo nada "injusto". Como se irá viendo, este pasaje está en la misma línea de muchos otros que presentan al dios de Israel como un ser arbitrario, déspota y contradictorio con el dios que rechaza castigar a los hijos por los pecados de los pa- dres y, desde luego, con todos aquellos pasajes que hablan de este dios como de un ser infinitamente misericordioso, lo cual es doctrina oficial de la secta católica en la actualidad, aunque en el pasaje citado y en muchos otros la misericordia divina brilla por su ausencia.
89 1 Reyes, 21:28-29. He dejado la traducción como estaba, pero parece evi- dente que el sentido de la frase quedaría más claro si, en lugar de la expresión "en vida de", el traductor de la Biblia (de la editorial La casa de la Biblia, Madrid) hubiera escrito "en la vida de", pues, en efecto, se trata de que Yah- vé castiga a Ajab haciendo morir a su hijo.
En otros momentos es el propio Yahvé quien defiende de forma explícita su derecho a la más absoluta arbitrariedad en sus actos, que sólo se rigen por lo que a él le place y no por un crite- rio moral previamente establecido o por un criterio basado en su teórico amor infinito. Para entender –en cuanto sea posible- las actuaciones de Yahvé conviene tener presente que su omnipo- tencia se encuentra por encima cualquier norma moral, hasta el punto de que se hace decir al propio Yahvé:
"Yo protejo a quien quiero y tengo compasión de quien me place"90, palabras que están en consonancia con la omnipotencia señalada pero en contradicción con la doctrina que defiende la misericor- dia infinita de Yahvé, pues ésta encuentra su límite en su omni- potencia por la que Yahvé hace lo que le place. Pero además conviene insistir a estas alturas en que las contradicciones de la Biblia no tienen nada que ver con la supuesta inspiración del "Espíritu Santo" sino con la astucia, la fantasía y los intereses de
quienes las escribieron, intereses especialmente ligados a la cla- se sacerdotal de Israel, que escudándose en su dios Yahvé, justi- ficaba las acciones despóticas y criminales con que castigaban a su pueblo como si ejecutasen las órdenes de este despótico dios a fin de que el atemorizado pueblo les obedeciera ciegamente.
90 Éxodo, 33:19. La cursiva es mía.
Poco más adelante el mismo Yahvé proclama que es un Dios celoso, y, por ello mismo, añade en tono amenazador:
"No tendrás otros dioses fuera de mí [ ] porque yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la maldad de los que me aborrecen en sus hijos hasta la tercera y cuarta generación"91.
Tras estas declaraciones se perciben de nuevo las artimañas de los dirigentes de Israel al poner en el dios forjado por su ima- ginación esas imperfecciones antropomórficas de los celos y de la venganza irracional, no siendo conscientes de que a un dios autosuficiente y perfecto no podría afectarle en lo más mínimo la mayor o menor lealtad de sus "fieles", y como si ese dios, teóricamente inmutable, pudiera llegar a indignarse por la mal- dad de los hombres hasta el punto de sentir el deseo de casti- garles, a ellos y a su descendencia, de un modo tan despótico e injusto.
Además, el hecho de que Yahvé diga que es "un Dios celo- so" lo descalifica por completo como "perfecto" y, en conse- cuencia como "dios", pues, como ya se ha comentado, la perfec- ción divina implicaría su absoluta impasibilidad e invulnerabili- dad, de manera que ni el hombre ni ningún otro ser podrían afec- tarle lo más mínimo en su inmutabilidad. Por ello, la idea de que Yahvé fuera un dios celoso fue uno más de los inventos de los sacerdotes de Israel o de quienes escribieron los pasajes bíblicos
correspondientes para justificar de algún modo las barbaridades que ellos mismos ordenaban, escudándose en su nombre.
91 Éxodo, 20:3-5.
Las amenazas de Yahvé con castigos impuestos "hasta la tercera y cuarta generación", especialmente abundantes en el Antiguo Testamento, son una muestra más del despotismo tan injusto con que los sacerdotes de Israel crearon esta divinidad, al margen de que haya un momento al menos en el que se defiende la idea –en contradicción con tantas actuaciones divinas opues- tas- según la cual "los hijos no pagarán las culpas de sus pa- dres". De hecho y de modo reiterado, en este mismo libro vuelve a hablarse de Yahvé insistiendo en esta misma amenaza según la cual " castiga la iniquidad de los padres en los hijos y nietos hasta la tercera y cuarta generación"92.
Otro de los muchos textos especialmente sanguinarios, in- justos y crueles del dios de Israel es el que, dirigiéndose a Moi- sés, caudillo de su pueblo supuestamente nombrado por Yahvé, y a los comandantes de su ejército les dice:
¿Por qué habéis dejado con vida a las mujeres? Fueron ellas precisamente las que, siguiendo el consejo de Balaán, sedu- jeron a los israelitas, apartándolos del señor [ ] Matad, pues, a todos los niños varones y a todas las mujeres que hayan tenido relaciones sexuales con algún hombre"93.
Llama la atención en este texto comprobar con cuánta facilidad Yahvé –a través de Moisés- ordena la muerte de mujeres y de "niños varones" considerando que las madres "sedujeron a los israelitas, apartándoles del Señor". ¿Qué habría que decir de un dios que hubiese dado una orden semejante, tan cruel y tan
injusta? ¿Cómo es posible que de nuevo ahora los católicos sigan siendo engañados cuando se les dice que Yahvé, aquel dios tan salvaje, es el mismo al que ahora veneran como "Dios Padre"? Desde luego, un dios así sólo puede tener sentido para mentes primitivas en las que la racionalidad apenas ha comen- zado a dar sus primeros pasos, de manera que la creencia en un ser semejante sólo nos sirve para vislumbrar cómo pudo ser la sociedad israelita de aquellos tiempos, pues, como dice K. Marx, la superestructura ideológica de una determinada formación social, como en este caso la religión de Israel, sólo es el reflejo de aquella estructura social, férreamente dominada por sus diri- gentes y compatible con la creencia en semejante dios criminal, para quien la vida de ancianos, mujeres y niños carecía por com- pleto de importancia.
93 Números, 31:15-17.
92 Éxodo, 34:7.
De nuevo se observa aquí cómo el mayor delito de los isra- elitas es el que se relaciona con cualquier acción que pueda ale- jarles de su sometimiento a Yahvé, o, lo que es lo mismo, de su sometimiento a los sacerdotes del supuesto Yahvé.
El tribalismo del dios judeo-cristiano tiene un alcance tan amplio que incluso en el Apocalipsis, último libro del Nuevo Testamento, vuelve a distinguirse de manera especial a los isra- elitas como pueblo escogido por el dios cristiano hasta el punto de que se hace referencia de manera especial a doce mil hom- bres de cada una de las doce tribus de Israel, siendo considera- dos como siervos de dios y siendo sellados por uno de sus ánge- les para no ser dañados por otros cuatro ángeles que van a dañar la tierra y el mar:
"Vi después a otro ángel que subía del oriente llevando el sello del Dios vivo. Gritó con voz potente a los cuatro ánge- les encargados de dañar a la tierra y al mar, diciéndoles: "No dañéis a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que sellemos en la frente a los siervos de nuestro Dios". Oí tam- bién el número de los sellados, ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de Israel"94
Yahvé, asesino de mujeres y niños
La crueldad despótica de Yahvé –o, más exactamente, la de sus sacerdotes- contra mujeres y niños es realmente asombrosa. Tal forma de comportamiento representa la máxima expresión de la injusticia y la crueldad, y en ningún caso podría represen- tar la actitud de un dios considerado como bondad y amor infi- nitos. A pesar de que muchos de los pasajes que se muestran a continuación representan una reiteración de abundantes acciones criminales que reflejan la crueldad de Yahvé, tiene interés expo- nerlas porque, a pesar de la enorme gravedad de las barbaridades que en la Biblia se cuentan, parece que la gran mayoría de cató- licos no ha llegado a tomar conciencia del carácter contradicto- rio de ese dios, su dios, seguramente porque son muy pocos quienes han leído la Biblia y menos quienes lo han hecho con alguna atención, sin prejuicios y sin dejarse manipular por los dirigentes católicos. Veamos a continuación algunos textos especialmente significativos:
a) "El Señor mandó contra ellos [= contra los israelitas] al rey de los caldeos, que mató a espada a sus jóvenes en el santuario mismo, sin perdonar a nadie, ni muchacho ni doncella, ni anciano, ni anciana: Dios entregó a todos en su poder"95.
Tal como puede verse, la matanza de Yahvé –por mediación del rey de los caldeos- se ejerce contra su propio pueblo en general,
"sin perdonar a nadie", como si tuviera algún sentido que los castigos correspondientes a determinadas faltas –suponiendo que tuvieran algún sentido- fueran colectivos en lugar de ser individuales al igual que las faltas mismas, olvidando que los castigos no sirven para otra cosa que para satisfacer el rencor de quien se sienta ofendido, el cual en ningún caso podría ser un dios perfecto, quien estaría más allá de cualquier posibilidad humana de ofenderle y de alterar su absoluta inmutabilidad, y olvidando además que las acciones humanas estarían predeter- minadas por ese dios tan poderoso.
95 2 Crónicas, 36:17. La cursiva es mía.
94 Apocalipsis, 7:2-4.
Pero de nuevo nos encontramos con que la preocupación de los sacerdotes de Israel por controlar a su pueblo les lleva a ate- rrorizarle con estos "castigos divinos", que no eran otra cosa que los castigos que los propios sacerdotes de Israel infligían a su pueblo o las derrotas sufridas por dicho pueblo, reinterpretadas a conciencia por los sacerdotes como castigos divinos, de manera que, como éstos no podían decir a su pueblo que Yahvé les ha- bía abandonado sin motivo alguno en lugar de protegerles y que por eso habían sido derrotados, lo que le dicen es que ha sido el pueblo el que ha abandonado a Yahvé y que por eso Yahvé le ha castigado duramente con esa derrota y con esas muertes indis- criminadas y crueles.
b) "David dijo a Natán:
-He pecado contra el Señor. Entonces Natán le respondió:
-El Señor perdona tu pecado. No morirás. Pero, por haber ultrajado al Señor de este modo, morirá el niño que te ha nacido [ ] Al séptimo día murió el niño"96.
Aquí Yahvé "sólo" mata a un niño recién nacido, pero el texto tiene interés por diversos motivos: En primer lugar, porque el pecador que ha provocado el castigo divino ha sido el rey David.
96 1 Reyes, 21:28-29. En 2 Samuel, 12:13-18, Yahvé actúa de manera idéntica a ésta, dejando de castigar a Ajab para castigar con la muerte a su hijo, que ninguna culpa tenía.
¿Qué importancia tiene eso? Pues que los sacerdotes que forjan tal interpretación, como no están en condiciones de condenar ni de ejecutar al rey David para recuperar el poder que habían per- dido con la ocupación de la supremacía política por parte de los reyes a partir Saúl, aprovechan la muerte de un hijo del rey David para decir que esa muerte ha sido un castigo de Yahvé, lo cual, evidentemente, aunque es una barbaridad, está en la línea de otras atrocidades de Yahvé –o de la crueldad de sus sacerdo- tes-. Sin embargo el pueblo parece estar acostumbrado a tales barbaridades supuestamente debidas a la voluntad de su dios, pues, como ya sabemos, en aquella cultura los hijos apenas representan algo más que una prolongación de los padres, de manera que podían servir para pagar por las culpas de aquéllos.
Este pasaje demuestra igualmente que aquel otro de 2 Cró- nicas, donde se dice que los hijos no pagarán por las culpas de sus padres, sigue siendo una aguja en un pajar.
Y, finalmente, tiene también cierto interés subrayar el machismo que implica la afirmación según la cual el niño le ha nacido a David y no a la madre del niño, que no pinta nada.
c) "[Así dice el Señor todopoderoso, dios de Israel, respecto a su propio pueblo:] Les haré comer la carne de sus hijos y de sus hijas, y se devorarán unos a otros en la angustia del asedio y en la miseria a que los reducirán los enemigos que buscan matarlos"97.
El pecado de su pueblo por el que Yahvé toma venganza es, como en tantas ocasiones, el de haber adorado a otros dioses. El
castigo, sin embargo, es de una dureza insuperable: Les condena a comerse a sus propios hijos e hijas y a devorarse unos a otros. Como es de suponer, el castigo divino es nuevamente una inven- ción de los sacerdotes de Israel o de quien escribió este relato, pero pudo basarse en sucesos relacionados con las guerras de aquellos tiempos, cuando los prolongados asedios pudieron con- ducir a tales actos de canibalismo. En cualquier caso lo típico de estas descripciones consiste en que sus inventores pudieron haberse basado en un hecho real en relación con el cual habrían inventado una causa relacionada con una supuesta actuación de Yahvé para beneficiar o para perjudicar al pueblo según que el suceso que debían explicar fuera beneficioso o perjudicial para Israel, de manera que, si era beneficioso, eso significa que Yah- vé había querido premiar su fidelidad, mientras que, si era per- judicial, eso significaba que Yahvé estaba indignado con su pue- blo y le había castigado. Pero no se dice que Yahvé les castigue porque han obrado mal sino que, si Yahvé les ha castigado, será porque han obrado mal, aunque nadie sepa en qué ha consistido su falta.
97 Jeremías, 19:9. La cursiva es mía.
Ahora bien, de acuerdo con la Biblia y con la dogmática de la iglesia católica, los cristianos deben asumir que Dios castiga a su pueblo haciéndole cometer actos de canibalismo, despre- ciando la vida de seres inocentes, como niños y niñas, pues el texto es absolutamente claro y no hace falta que venga ningún intérprete oficial de la iglesia católica para iluminarnos acerca del sentido que haya que dar a éste y a cualquier otro pasaje bíblico.
¡Qué Dios tan "justo", "bondadoso" y "misericordioso"! ¡¿Quién podría amar y adorar a semejante monstruo si existie- ra?! Pero, al margen de sus "virtudes", ¡tan extraordinarias!, lo que es evidente de nuevo es la existencia de una nueva contra- dicción entre ese dios sanguinario y el dios sumamente bonda- doso y misericordioso de que habla la secta católica, al margen de que en último término tanto Yahvé como el dios del Nuevo Testamento no sólo son el mismo sino que además son igual- mente crueles, pues, si Yahvé mataba sin piedad, el dios cris- tiano manifiesta su crueldad mediante el castigo del fuego eterno, castigo infinitamente más duro que la misma muerte.
c) "Oráculo contra Babilonia que Isaías, hijo de Amós, recibió en una visión: [ ] El Señor y los instrumentos de su furia vienen desde una tierra lejana, desde los confines del cielo; vienen para devastar la tierra. Dad alaridos, el día del Señor se acerca, vendrá como devastación del Devasta- dor [ ] Al que encuentren lo atravesarán, al que agarren lo pasarán a espada. Delante de ellos estrellarán a sus hijos, saquearán sus casas y violarán a sus mujeres. Pues yo incito contra ellos a los medos [ ] sus arcos abatirán a los jóve- nes, no se apiadarán del fruto de las entrañas ni se compa- decerán de sus hijos"98.
¡Quién iba a decir que ese "Devastador" tan lleno de furia irracional era a la vez nuestro "Padre amoroso" o aquél que murió en una cruz para redimirnos de nuestros pecados! Nos encontramos aquí con uno de los pasajes bíblicos que presentan al dios más terrorífico y brutal que pueda imaginarse, donde Yahvé y los instrumentos de su furia vendrán a devastar Babi- lonia –o cualquier otra región de la tierra-. Y Yahvé advierte de la serie de atrocidades que va a realizar a través de los medos: Muerte para todo el que encuentren, muerte violenta para sus hijos, que morirán estrellados contra el suelo o contra lo que sea, con el odio brutal que sugieren esas muertes absurdas y el modo según el cual se producirán. Acciones divinas más allá de toda
moral y de cualquier atisbo de misericordia. Odio irracional a los seres humanos de Babilonia. Incluso, según el mismo Yahvé dispone, "violarán a sus mujeres". No se trata de que simple- mente lo advierta o lo profetice. ¡Es él quien decide que suceda, convirtiendo en lícito y sagrado lo que normalmente se juzga como criminal! Y por lo tanto es él quien hace todo aquello que a la vez prohíbe, simplemente porque ésa es su voluntad y por- que de ese modo desahoga su ira. No es un dios de amor, es el dios del odio más terrorífico y tiránico. Y, para completar este cuadro criminal, advierte que él incita a los medos contra los babilonios y dispone que aquéllos "abatirán a los jóvenes, no se apiadarán del fruto de las entrañas ni se compadecerán de sus hijos". Es decir, no se trata sólo de matar a jóvenes y a niños sino incluso de asesinar a niños todavía no nacidos. ¡Y esa orden implacable la da ése a quien llaman "el Dios del amor", el mis- mo dios de los dirigentes católicos que ahora reprueban el abor- to como un crimen horrendo! ¡Cuánta hipocresía hay en quienes condenan el aborto a la vez que consideran tan naturales y santas las actuaciones criminales de su dios, asesinando a niños naci- dos o no nacidos y a punto de nacer! Todos podemos imaginar, de acuerdo con el simple sentido común, que tales acciones no hubieran podido ser mandadas por un dios bueno y que, si sucedieron hechos similares en la histo- ria de Israel, fueron realizados sin escrúpulo por quienes escri- bieron este macabro relato para atribuírselos a su dios con la intención de que el pueblo conociera hasta dónde podía llegar su cólera si se le provocaba con alguna infidelidad.
98 Isaías, 13:1-18. La cursiva es mía.
A pesar de todo, según los dirigentes de la secta católica nos encontramos ante "la palabra de Dios", de un dios veraz que habría inspirado este relato. ¡A ver quién puede mostrar un míni- mo de compatibilidad entre este dios y el dios del amor, de la misericordia infinita o de la simple justicia! Una peculiaridad de la absurda crueldad de Yahvé, ese dios que en el Nuevo Testamento se muestra en ocasiones como "justo y misericordioso", es la que aparece en forma de castigos totalmente incomprensibles en pasajes como los siguientes:
"El Señor castigó a la gente de Bet Semes porque habían mirado el arca del Señor; hirió [= mató] a setenta hombres de entre ellos"99;
"Entonces el Señor se encolerizó contra Uzá; lo hirió por haber tocado el arca con la mano, y allí mismo murió delan- te de Dios"100.
En estos pasajes y al margen de la absurda desproporción de este castigo por "el delito" (?) cometido por "la gente de Bet Semes", que se atrevieron a mirar el arca de la alianza, o por Uzá, que de forma refleja trató de sujetar el arca para impedir que cayese al suelo, lo que llama la atención es que una simple mirada al arca de la alianza o el hecho de haberla tocado para impedir que cayera –es decir, una acción buena, pues buena era la intención- fueran motivos de la fulminante ira divina, esa ira de aquel dios que después, bajo la figura de Jesús, diría aquellas otras palabras, tan contradictorias con este absurdo castigo:
"Dejad que los niños vengan a mí"101.
¿Cómo es posible esta actuación tan déspota y criminal en un dios del que a la vez se dice que es misericordia y amor infi- nito?
Evidentemente de nuevo la explicación de estos pasajes tan irracionales se encuentra en el sencillo hecho de que, si Yahvé era amor infinito, no pudo ser el ejecutor de tales castigos mien- tras que, si los ejecutó, no se puede decir de él que fuera amor infinito. Por ello, de nuevo hay que suponer, como en tantos otros casos, que fueron los sacerdotes de Israel quienes, movi- dos por su ambición de dominio y control sobre su pueblo, se presentaban ante él como los únicos intermediarios de Yahvé, alegando que habían sido elegidos por él entre los descendientes de la tribu de Leví. Pero, ¿quién comunicó al pueblo tal supuesta decisión de Yahvé respecto a la tribu de Leví? Pues, al parecer, el propio Moisés. Establecido tal estatus especial para Aarón y sus hijos, miembros de la tribu de Leví, los sacerdotes de Israel trataban de impedir por todos los medios que el pueblo se fami- liarizase con aquellos tesoros y objetos sagrados, como el Arca de la Alianza, que, según decían, se encontraban especialmente relacionados con Yahvé, y, así, para que el pueblo se hiciera una idea del carácter terrible y lejano de su Dios, tomaron "en su nombre" aquellas represalias tan absurdas contra la gente de Bet Semes, sólo por haber mirado el arca de la alianza, y contra Uzá, sólo por haberla tocado, al margen de su intención al hacerlo.
100 1 Crónicas, 13:10.
99 1 Samuel, 6:19.
101 Marcos, 10:14.
Sin embargo, los dirigentes de la iglesia católica proclaman que nos encontramos ante "la palabra de Dios", y, por ello, que fue su propio dios quien tuvo esa actuación criminal ¡tan cohe- rente (?) con su amor infinito! * "Voy a barrerlo todo de la superficie de la tierra, oráculo del Señor. Barreré hombres y ganados, barreré aves del cielo y peces del mar; haré perecer a los malvados, elimi- naré a los hombres de la superficie de la tierra, oráculo del Señor"102.
Una nueva barbaridad, más propia, sin duda, de un psicópata asesino que de "un dios amor infinito". ¡Y nos escandalizamos de Hitler! En este caso se trata de un "oráculo" de una destruc- tividad total y más irracional de lo que pudiera imaginarse: Se dice en Génesis que Yahvé creó el mundo y creó al hombre, y, en aquel famoso momento, "vio Dios que era bueno". Además, por su omnipotencia y su predeterminación programó a los hom- bres para que hicieran todo aquello que él había decidido. Y, sin embargo, ¡ahora se le ocurre renegar de cualquier ser vivo de su creación, incluido del propio ser humano, a pesar de que todo lo aparentemente realizado por el hombre ¡estaba predeterminado por él!, y a pesar de que por su omnisciencia ¡Yahvé sabía de antemano como se comportarían los hombres en todo momento! Así que, si acaso, Yahvé debería haberse aniquilado a sí mismo, si no estaba de acuerdo con su obra. Además, anteriormente, cuando, según el mito del "Diluvio Universal", casi había lleva- do a cabo esta misma bárbara decisión exterminadora y sólo había dejado vivos a Noé y a su familia, ¡¡prometió que nunca más volvería a realizar una salvajada semejante!! Los fabulistas bíblicos son incoherentes en muchas ocasiones como ésta, en la que nos presentan a un dios tan contradictorio con su teórica perfección. Se dice, en efecto en Génesis:
102 Sofonías, 1:2. La cursiva es mía.
"Ésta es mi alianza con vosotros: ningún ser vivo volverá a ser exterminado por las aguas del diluvio, ni tendrá lugar otro diluvio que arrase la tierra"103.
Y, sin embargo, en el pasaje de Sofonías, su autor llega a supe- rar al mismo Jeremías a la hora de imaginar brutalidades para desahogo de su dios, hasta el punto de profetizar, de modo con- tradictorio con las anteriores palabras de Yahvé, ¡la eliminación
de todos los hombres y de todo bicho viviente! ¿Cómo es posi- ble tal contradicción? Si Yahvé no podía contradecirse, dada su infinita sabiduría, es evidente que quien escribió este pasaje no pudo estar inspirado por ese dios. Parece evidente que el motivo de esta contradicción consiste en que su autor no recordaba -o creyó que el pueblo no recordaría- que Yahvé prometió que nun- ca más haría una barbaridad como la de aquel diluvio universal.
103 Génesis, 9:11.
" exterminaré por completo a todos los habitantes de la tierra"104.
Y aquí, de nuevo, Sofonías quiere imprimir en la Biblia su sello personal, a no ser que nuevamente el mismo "Espíritu Santo" hubiera sido especialmente desmemoriado respecto a lo que inspiró al escritor del correspondiente pasaje cuando prometió no enviar ningún otro diluvio y no destruir su obra, ésa de la que había dicho que "vio que era buena". En cualquier caso en Sofo- nías se insiste en amenazar brutalmente con la destrucción de todos "los habitantes de la tierra", de manera que nuevamente el amor de Yahvé brilla por su ausencia, siendo sustituido por el odio más absoluto. De nuevo nos encontramos ante el antropo- morfismo de un dios que se arrepiente de haber creado al hom- bre y que se propone aniquilarlo, aunque finalmente se arrepien- ta también de tal decisión. ¡Qué dios tan voluble y tan distinto de un supuesto dios cuya perfección debía implicar la inmutabi- lidad! ¡Qué muestra de amor eterno más admirable (?)! En cualquier caso, por lo que se refiere a estos dos últimos pasajes en los que Yahvé se propone destruir a toda la humani- dad, hay que añadir que evidentemente resultan absolutamente contradictorios con la omnisciencia y con la predeterminación divinas, según las cuales todas las acciones y sucesos de la natu-
raleza están presentes ante dios en todo momento, de manera que ningún suceso podría dar lugar a un cambio de sus planes eternos como si no lo hubiera programado él mismo de acuerdo con su perfección absoluta.
104 Sofonías, 1:18.
Así que nuevamente nos encontramos ante pasajes que sir- ven para mostrarnos el carácter antropomórfico de este dios. Son pasajes realmente ingenuos, que en ningún caso podrían haber estado inspirados por el supuesto "Espíritu Santo" sino escritos por hombres dotados de una cruel fantasía, pero no de suficiente capacidad lógica para tomar conciencia de la incohe- rencia de sus propias historias o con las de los demás autores bíblico o con la idea de un dios caracterizado por un amor infi- nito a su propia creación. Sería realmente absurdo que un dios inmutable, que además se identificaría con el "logos" –con la razón-, estuviera cambiando de opinión de acuerdo con sus variables estados de humor y dependiendo éstos de cómo se produjeran las acciones humanas previamente programadas por él mismo.
2.4.1. Yahvé: Otras muestras de su despotismo criminal Son tan abundantes los pasajes bíblicos en los que Yahvé se muestra como un dios amenazador, colérico, déspota y asesino que tratar de comentarlos exhaustivamente sería una labor ingente que, sin embargo, apenas aportaría alguna novedad al estudio de estas cuestio- nes. Por ello y para completar esta exposición añadiré sólo algunos pasajes representativos, junto con el comentario correspondiente:
"Así dice el Señor. Voy a llenar de embriaguez [ ] a todos los habitantes de Jerusalén. Los estrellaré unos contra otros, padres e hijos juntos, oráculo del Señor. Los aniquilaré sin piedad, sin misericordia, y sin compasión"105.
En este pasaje Yahvé –o los sacerdotes de Israel- está hablando del pueblo de Jerusalén, parte esencial del pueblo elegido, y, sin embargo, no tiene reparos en manifestar sus intenciones de aniquilarlo sin hacer distinción alguna entre culpables e inocentes del delito que haya podido provocar su ira, delito que en el pasaje de Jeremías no se nombra. Dice "los estrellaré unos contra otros, padres e hijos juntos", tal como haría cualquier tirano cegado por un odio incontrolable, sin tener en cuenta para nada el más mínimo sentido de la justicia ni de la misericordia, pues, efectivamente, el propio Yahvé amenaza con ani- quilar "a todos los habitantes de Jerusalén [ ] sin piedad, sin miseri- cordia, y sin compasión", de manera que los dogmas relacionados con el supuesto amor y misericordia infinitos del dios de los católicos que- dan contradichos por este dios que proclama su odio y su falta de compasión contra sus enemigos o contra quienes le traicionan adoran- do a otros dioses.
105 Jeremías, 13:13-14. La cursiva es mía.
Ante el escándalo que algunos católicos pudieran sentir por estas muestras constantes de crueldad y de falta de amor de aquel dios del Antiguo Testamento y ante la tranquilidad que pudieran sentir con el pensamiento de que "el dios auténtico", el suyo, sería incapaz de rea- lizar tales barbaridades, conviene recordar nuevamente que, para los dirigentes católicos, el dios del Nuevo Testamento y el dios del Anti- guo Testamento son el mismo, al margen de que hayan dejado de uti- lizar el nombre de "Yahvé" y ahora lo llamen "Dios Padre", y que además, aunque hubieran sido dioses distintos, el dios del Nuevo Tes- tamento sólo en apariencia sería mejor que el del antiguo, pues, al margen de la comedia de la encarnación, pasión y muerte de Jesús, considerado como "Hijo de Dios", ese dios que los dirigentes católi- cos presentan de un modo tan bondadoso, castiga a sus enemigos todavía más duramente que Yahvé, pues no les priva de la vida sino que se la concede eternamente al igual que a los buenos, a quienes premiará con la felicidad eterna; sólo que en el caso de los condenados se les concede la "vida eterna" para que su sufrimiento se prolongue eternamente en el fuego del Infierno y así ya no hará falta recurrir al castigo de sus hijos hasta la tercera y la cuarta generación como ocu- rría antes del espeluznante invento del Infierno. Pues, en efecto, si Yahvé no había llegado a aplicar un castigo tan insuperablemente cruel como el del infierno eterno, contentándose con estrellar a pa- dres e hijos, unos contra otros, el motivo de su "moderación" no había sido otro que el hecho de que por aquellos tiempos el pueblo de Israel creía que la muerte representaba el fin absoluto de la vida humana y su regreso al polvo de donde provenía, de manera que no se les había ocurrido todavía la audaz idea de que pudiera existir un castigo para después de la muerte. Pero, sin duda ninguna, si a los sacerdotes de Israel se les hubiera ocurrido tal idea, no habrían dudado en introducir inmediatamente la doctrina del castigo eterno como una superación de todos los demás castigos debidos al odio vengativo de "Yahvé".
Por ello la contradicción no se encuentra en el odio del dios del Antiguo Testamento frente al amor del dios del nuevo, sino en este mismo dios de toda la Biblia –o lo que de él escriben sus diversos autores- frente a la serie de doctrinas mediante las cuales, a pesar de lo ya señalado, los dirigentes católicos se empeñan en seguir hablando de ¡un dios que ama a los hombres con un amor infinito! cerrando los ojos a esta serie de castigos tan bárbaros, injustos y crueles, propios tanto del dios del Antiguo Testamento como del dios del nuevo ¿Cómo es posible proclamar la doctrina de la infinita bondad del dios judeo- cristiano cuando resulta tan fácil conocer la cruel barbarie de este dios, creado por los sacerdotes y "profetas" de Israel? * "Por eso, así dice el Señor todopoderoso: [ ] Convertiré a Jerusalén en un montón de piedras, en una guarida de chacales; dejaré desiertas y sin habitantes a las ciudades de Judá"106.
Como suele suceder en los escritos de Jeremías, los motivos de la ira de Yahvé son confusos, pero casi siempre se trata de algún asunto relacionado con que los israelitas han adorado a otros dioses o que no adoran a Yahvé como merece y se olvidan de él. Pero, en teoría, tal actitud no debería constituir motivo de enfado para un dios inmutable cuyos sentimientos –si es que a un dios perfecto se le pudieran atribuir
sentimientos sin caer de nuevo en el antropomorfismo- no tendrían por qué estar condicionados por la actitud de los hombres hacia él, pues un dios cuyos sentimientos dependieran en alguna medida de la acti- tud de hombre no sería omnipotente ni inmutable y, en consecuencia, no sería dios en el sentido de un ser perfecto e inmutable. Pero, si ade- más ese dios tomase el tipo de represalias que en este mismo texto se mencionan, sólo demostraría tener sentimientos de odio, de sed de venganza, de despotismo salvaje y de falta de misericordia, cualidades que serían contradictorias con las que en otros momentos se le atribu- yen, como cuando dicen de él: "Dios es amor".
106 Jeremías, 9:6-10.
"Por todos los collados del desierto llegan los devastadores, por- que el Señor empuña una espada devastadora, de un extremo al otro de la tierra; no hay paz para nadie"107.
De nuevo Jeremías manifiesta su truculenta imaginación presentando a Yahvé empuñando "una espada devastadora, de un extremo al otro de la tierra". Se trata de un dios terrorífico que siembra la destrucción y la muerte, un dios nuevamente contradictorio con aquél que ama y manda amar a los propios enemigos. Y, sin embargo, para los dirigen- tes de la iglesia católica se trata de su mismo dios, pues proclaman que Yahvé es dios y que Jesús es hijo de ese mismo dios, con el cual se identifica y se diferencia -¡a ver quién entiende eso!-, al margen de que procuren ocultar tal contradicción escondiendo al dios de Jere- mías, ignorándolo en las diversas lecturas litúrgicas dirigidas a su fiel rebaño, en sus oraciones y demás ceremonias, para que nadie asocie al dios de los católicos con el dios de Israel, tan déspota y cruel. Y, sin embargo, resulta que "Dios Padre" es más cruel incluso que el propio Yahvé, pese a su apariencia de manso cordero, pues amenaza y castiga con el fuego eterno a la mayor parte de la humanidad, ya que pocos son los escogidos para la salvación eterna. Por ello, ante esta crueldad gratuita representada por un castigo que no tiene otra finalidad que el castigo mismo, la crueldad del dios católico supera a la del mismo
Yahvé, quien, al fin y al cabo, sólo castiga al hombre con la muerte, con el regreso al polvo del que fue formado.
107 Jeremías, 12:12.
* "Entonces el Señor me dijo:
-No intercedas a favor de este pueblo. Aunque ayunen, no escucharé su súplica; aunque ofrezcan holocaustos y ofrendas, no los aceptaré; con espada, hambre y peste los exterminaré"108.
De nuevo tenemos aquí al dios de Jeremías, pero con el matiz de que en esta ocasión, en contradicción con la misericordia infinita que, según los dirigentes de la secta católica, debía caracterizarle, se mues- tra inflexible y carente de misericordia, aunque se le suplique y se le ofrezcan sacrificios. De nada sirve el arrepentimiento. La cólera de este dios no tiene límites y sólo se aplaca mediante el sufrimiento y la muerte de quien la haya provocado, y, en muchos casos, también con la de su descendencia. Nos encontramos ante un dios absurdamente colérico, un loco, un sádico insaciable. Pero además nos encontramos ante un dios que ni es omnipotente ni es inmutable, pues está a merced del ser humano, el cual es capaz de provocar en él emociones de cóle- ra, de crueldad, de insaciables deseos de venganza.
¿Es ése el dios tan bueno, que tanto nos quiere, capaz de dar su vida por nosotros? Es, sin duda de ninguna clase, un dios contra- dictorio con el supuesto dios infinitamente misericordioso del que hablan los dirigentes de la secta católica, cerrando los ojos a sus crueles venganzas y a su falta de misericordia, que, por otra parte, persisten más adelante con su "fuego eterno".
* "El Señor es un Dios celoso y vengador; [ ] su ira es terrible. El Señor se venga de sus adversarios, guarda rencor contra sus enemigos"109.
Y aquí el Dios de Nahum, similar al de Jeremías, un Dios vengativo, que no ofrece la otra mejilla y que "guarda rencor contra sus enemi- gos" en lugar de perdonarles, tal como lo haría un dios "infinitamente misericordioso". Ese dios está muy lejos, al menos en apariencia, de
aquel Dios-amor del que en tantas ocasiones se habla a partir del Nue- vo Testamento, pues casi siempre aparece amenazando, hiriendo y castigando "rencorosamente"; a unos con la muerte terrenal, a otros con el fuego eterno del Infierno. Así que en el fondo es lógico que se diga que se trata del mismo dios, pero no por tratarse de un dios Amor Infinito, sino porque tanto Yahvé como el dios del Nuevo Testamento coinciden en su sed de venganza, una venganza descomunal y sin sen- tido alguno. Y, evidentemente, hay una contradicción entre este dios "que guarda rencor contra sus enemigos" y el supuesto dios, amor y misericordia infinitas, del que hablan los dirigentes católicos.
109 Nahum, 1:2. La cursiva es mía.
108 Jeremías, 14:11-12.
Un ejemplo de la actuación teatral de los sacerdotes de Israel engañando a su pueblo aparece en Éxodo, donde su autor cuenta que Yahvé indicó a Moisés los límites del monte Sinaí que su pueblo no podía cruzar, pues era en dicha montaña donde Yahvé se le iba a apa- recer y le iba a entregar las famosas tablas con sus preceptos. Así, se dice en dicha obra:
"Después el Señor dijo a Moisés:
-Ve con el pueblo y purifícalos hoy y mañana; que laven sus vestidos y estén preparados para el tercer día, porque el tercer día bajará el Señor sobre el monte Sinaí a la vista de todo el pue- blo110. Tú señalarás un límite por todo el contorno diciendo: No subáis al monte, ni piséis su falda. Todo el que pise el monte morirá"111.
Es evidente que, al igual que en otras ocasiones, los sacerdotes de Israel tienen un interés especial en hacer creer a su pueblo que Yahvé es un dios tan terrible que su visión mata, pero en realidad lo
que procuran es que el pueblo no suba al monte a fin de que no des- cubra que todo lo relativo a Yahvé es un simple montaje urdido por sus dirigentes. No se trata de que Yahvé sea un dios terrible sino sim- plemente de que no existe, aunque sea el mejor invento de los sacer- dotes de Israel, su mejor arma para hacerse obedecer por el pueblo, y tienen que justificar su lejanía con la excusa de que su grandeza es tan absoluta y terrible que el pueblo perecería ante su sola presencia.
111 Éxodo, 19:10-13.
110 Es el colmo de la desvergüenza que el autor de Éxodo escriba "a la vista de todo el pueblo" cuando el pueblo no ve absolutamente nada y además tiene prohibido subir al monte e incluso pisar su falda bajo pena de muerte. Se dice además que "todo el monte Sinaí estaba envuelto en humo" (Éxodo, 19:18), lo cual sugiere que Moisés y los dirigentes más allegados, como su hermano Aarón, debieron de preparar ese escenario tan teatral haciendo hogueras por las zonas altas del monte Sinaí a fin de impresionar al pueblo, el cual sólo oyó el sonido de una trompeta y de un trueno.
Esta misma explicación, relacionada con la lejanía de Yahvé, sir- ve para comprender el relato de Moisés, a quien Yahvé, cuando se le aparece en el monte Sinaí, le dice que sólo puede verle de espaldas "porque de frente no se me puede ver"112, pues quien ve a Dios de frente muere. Parece que ni a los sacerdotes ni al pueblo de Israel se les ocurrió pensar en que el inmenso poder de Yahvé hubiera podido hacer que todo su pueblo gozase de su presencia y de su visión sin tener que morir por ello. De hecho, el pasaje ya mencionado en el que Jesús dice "dejad que los niños vengan a mí"113 es un claro ejemplo de la contradicción entre el Dios tan lejano del monte Sinaí y el tan cer- cano de pasajes evangélicos como este último.
"Así dice el Señor todopoderoso: [ ] Así que vete, castiga a Amalec y consagra al exterminio todas sus pertenencias sin pie- dad; mata hombres y mujeres, muchachos y niños de pecho, bueyes y ovejas, camellos y asnos"114.
La extrema brutalidad de Yahvé se muestra aquí de nuevo con actuaciones absurdas y de extrema crueldad. ¿Qué justificación tiene esa matanza de "hombres y mujeres, muchachos y niños de pecho, bueyes y ovejas, camellos y asnos". ¿Qué culpa podían tener, espe- cialmente los "muchachos y niños de pecho, bueyes y ovejas, came- llos y asnos"? ¿Dónde se esconde la bondad de Yahvé? ¿Dónde la justicia? ¿Dónde el amor, cuando ni siquiera es capaz de respetar la vida de los "niños de pecho"? ¿Está reservado exclusivamente para los
hijos de Israel? Pero tampoco, porque sólo lo manifiesta mientras se encuentre de buen humor y no tiene escrúpulos a la hora de realizar matanzas contra ellos por no haberle sido suficientemente fieles.
113 Marcos, 10:14.
112 Éxodo, 33:23.
114 1 Samuel, 15:3.
Pero, como ya se ha dicho en varias ocasiones, la única expli- cación para tanta crueldad absurda consiste en comprender que no es Yahvé quien tiene ese comportamiento, sino los sacerdotes dirigentes del pueblo, que han creado a Yahvé para asegurar su dominio sobre su pueblo con sus amenazas y con sus brutales castigos.
* "Dad gracias al Señor [ ] porque es eterno su amor [ ] Dad gracias al Señor de los señores [ ] Al que hirió a los primogé- nitos de Egipto, porque es eterno su amor"115.
En esta ocasión nos encontramos ante otro texto contradictorio, pues en él se dice que el amor de Yahvé es eterno, pero de manera asom- brosa se justifica tal afirmación con el argumento de que hirió [es decir, mató] a los primogénitos de Egipto. La única explicación que en principio parece que libra al texto de la contradicción es que en él se habla del amor de Yahvé a los israelitas, pero no del amor de Yah- vé a los egipcios o a cualquier otro pueblo. No obstante la contradic- ción persiste en cuanto se considere que ese dios es el mismo que, según los dirigentes católicos, siente un amor infinito por el conjunto de la humanidad y, por lo tanto, también de los egipcios. Pero, en cualquier caso es el colmo del sarcasmo que se diga que el amor de Yahvé es eterno […] porque mató a los primogénitos de Egipto, teniendo en cuenta especialmente que tales primogénitos no tenían culpa ninguna de la actitud de su faraón cuando éste trató de impedir que los israelitas marchasen de Egipto, y que la acción de Yahvé –o lo narrado en este pasaje bíblico- habría sido injusta, despótica y lo más contrario al amor.
Este pasaje de Salmos ha sido utilizado por los dirigentes de la secta católica para sus cánticos litúrgicos con la intención de presentar a su dios desde una perspectiva que resulte especialmente atractiva para su fiel rebaño, pues, si compusieran sus cánticos a partir de aque-
115 Salmos, 136:1-10. La cursiva es mía llos otros pasajes, mucho más abundantes, en los que se muestra el odio, las constantes amenazas, los castigos y la crueldad de Yahvé, existiría el peligro de que las iglesias se vaciasen en pocas semanas. Por este motivo, los dirigentes de esta secta procuran pasar por alto estos pasajes, y, en su lugar, presentan a un dios bondadoso y lleno de amor, pero contradictorio con el que desprecia y mata sin misericordia a niños totalmente inocentes.
"Un hombre de Dios llegó donde estaba el rey de Israel, y le dijo:
-Así dice el Señor: Los sirios dicen: "El Señor [Yahvé] es Dios de las montañas, pero no de los valles". Pues bien, los entregaré en tu poder, para que sepáis que yo soy el Señor [ ] Al séptimo día se entabló la lucha, y los israelitas mataron en un solo día cien mil sirios de a pie"116.
¡Con cuánta facilidad mata Yahvé a ¡cien mil sirios! para demostrar a su pueblo que él es el Señor, el más poderoso! ¡Cuánto orgullo y vani- dad cruel hay en ese dios! ¡Vaya desprecio por la vida de quienes ado- ran a otros dioses! ¡Vaya dios más déspota! Pero, claro está, como en tantas otras ocasiones, hay que recordar que Yahvé no es otra cosa que un invento de la clase sacerdotal israelita que hace decir o hacer a Yahvé aquello que en cada momento considera más conveniente para controlar y dominar a su pueblo, amenazándole con hacerles a ellos lo mismo que a los sirios en el caso de que se desmanden y se les ocurra adorar a otros dioses, es decir, en el caso de que dejen de hacer aque- llo que les ordenan los sacerdotes "en nombre de Yahvé", pues saben que el pueblo obedecerá mucho más diligentemente al terrorífico Yahvé que a ellos, que son simples mortales como el resto del pueblo.
"Aquella misma noche, el ángel del Señor vino al campamento asirio e hirió [= mató] a ciento ochenta y cinco mil hombres. Cuando se levantaron por la mañana, no había más que cadáve- res"117.
117 Isaías, 37:36. En muchos otros pasajes, como en Ezequiel, 32:12, pueden Y ahora les toca a los asirios: ¡Ciento ochenta y cinco mil muertos en una sola noche! ¡Más muertos que los causados por la bomba de Hiro- shima!, aunque en esta ocasión el propio Yahvé no se mancha las manos directamente sino que envía a su "ángel exterminador". Al parecer, el autor de pasajes como éste, no se percató de que un ser tan poderoso como Yahvé no necesitaba enviar a nadie para cumplir sus caprichos asesinos, pues, dada su omnipotencia, le bastaba su simple voluntad para que sus caprichos se cumpliesen. Yahvé respeta la parte de su pacto impuesto: Mata a los enemigos de su pueblo para que éste tenga la seguridad de que su dios es el más poderoso y de que, siéndo- le fiel, las cosas le irán mucho mejor a su pueblo. Pero de nuevo, como ya se ha dicho, tras el nombre de Yahvé se esconden los sacer- dotes israelitas, que utilizan este montaje para tener mejor controlado al pueblo, a pesar de que las acciones que presentn como realizadas por Yahvé sean realmente despóticas y criminales.
116 1 Reyes, 20:28.
"Pecaj, hijo de Romelías, mató en un solo día ciento veinte mil guerreros valerosos de Judá: todo por haber abandonado al Señor, el Dios de los antepasados"118.
Precisamente en este último texto se cumple lo indicado en el comen- tario anterior: Si antes la matanza de Yahvé se había dirigido contra los enemigos de Israel, ahora se dirige contra su propio pueblo, contra quienes le habían abandonado, como si a Yahvé pudiera importarle que su pueblo le adorase o le dejase de adorar.
Como en tantas ocasiones, el objetivo principal que los sacerdo- tes de Israel pretenden es tener dominado al pueblo y esto se consigue o bien ejerciendo la violencia contra sus enemigos, o bien contra su propio pueblo, o bien contra ambos, según demanden las circunstan- cias. Pero este objetivo se logra mucho mejor si se consigue convencer
verse más ejemplos de actuaciones divinas parecidamente destructivas. Curiosamente en 2 Reyes se repite al pie de la letra este mismo texto, pero, suponiendo que Isaías fuera anterior a 2 Reyes, de ahí se deduce que el autor de este último libro copió este párrafo del libro de Isaías, a no ser que el "Es- píritu Santo" hubiera olvidado que ya antes había inspirado estos escritos.
al pueblo de que quien ejerce la violencia es el propio Yahvé, a pesar de que quienes la ejercen son los mismos sacerdotes, que aterrorizan al pueblo con amenazas de muerte para que se mantenga fiel y obe- diente a las órdenes de Yahvé, es decir, a las que ellos mismos le dan "en nombre de Yahvé".
118 2 Crónicas, 28:6.
"El Señor los consumirá [a sus enemigos], con su ira y el fuego los devorará. Tú borrarás su estirpe de la tierra, y su raza de en medio de los hombres"119.
Aquí la ira exterminadora de Yahvé se dirige exclusivamente a los enemigos de su pueblo. Los sacerdotes de Israel parecen haber com- prendido que una amenaza universal no tenía demasiado sentido y que no era útil para sus propósitos de control sobre el pueblo, pues si Yah- vé iba a destruir a su propio peblo y a todo ser humano, sin distinción alguna entre quienes le seguían y quienes seguían a otros dioses, ¿de qué servía obedecerle y ofrecerle sacrificios? También es verdad que, aunque su nueva actitud parecía muy alejada del cumplimiento del precepto de amar a los enemigos, en realidad no lo estaba, pues hay que tener en cuenta que tal precepto -al menos en el Antiguo Testa- mento-, no tenía carácter universal, sino que se refería a los enemigos pertenecientes al propio pueblo pero no a los auténticos enemigos, los pertenecientes a pueblos que adoraban a otros dioses, a quienes había que combatir y destruir.
"El Señor está a tu derecha; aplasta a los reyes el día de su ira; juzga a las naciones, amontona cadáveres, quebranta cabezas a lo ancho de la tierra"120.
En esta ocasión nos encontramos ante un pasaje que debió de servir de inspiración al autor de Apocalipsis, último libro de la Biblia, caracteri- zado por sus narraciones terroríficas e intencionadamente oscuras y "enigmáticas". Parece que en este pasaje quien está a la izquierda del
Señor es el rey David. Lo esencial de este pasaje es la acción extermi- nadora de Yahvé frente a todo el que no esté con él o con su siervo.
120 Salmos 110:5-6. En Salmos, 145:20 y en muchos otros lugares se insiste en una idea similar.
119 Salmos 21:10-11.
¡Qué obsesión! Pero, ¿qué podría importarle a un dios, que nada nece- sita, que los hombres le siguieran o se alejasen de él? Es mucho más absurdo que si cualquiera de nosotros nos situásemos delante de un hormiguero y fuéramos matando a todas las hormigas que no nos hon- rasen mediante un saludo con el que expresaran su respeto y sumisión.
¡Vaya estupidez más excéntrica! Parece que determinados autores bíblicos quisieron rivalizar para ver quién decía mayores atrocidades y que en la época en que se escribió la Biblia la mentalidad de los isra- elitas debió de estar sumamente entumecida hasta el punto de llegar a asumir esta serie de absurdos referidos a su dios.
* "Haz bien al humilde y no des al malvado; niégale el pan [ ] Que también el Altísimo odia a los pecadores y se venga del mal- vado"121.
Como en otras ocasiones, en este pasaje quien escribe las supuestas palabras divinas afirma claramente que el dios de Israel "odia a los pecadores" y "se venga del malvado". Pasajes como éste, que son tan abundantes, se contradicen con aquellas doctrinas de la secta que con- sideran que Yahvé es amor infinito. ¿Qué sentido tendría que ese dios viniera o enviase a su hijo para morir y así redimir a "los pecadores", a quienes odiaba? Pues, ¿no proclaman los dirigentes católicos como dogma de fe que "el hijo de Yahvé", es decir, "el hijo del dios de los cristianos" –de cuyo anterior nombre muy pronto se olvidaron- se encarnó, sufrió y murió en una cruz para redimir de sus pecados a los hombres? ¿Cómo podía entonces odiar a los pecadores? Nueva con- tradicción evidente. ¡Y vaya preocupaciones atribuyen a Yahvé los inventores de estas fábulas! ¡Un dios que se rebaja a odiar a quienes no pueden causarle la más mínima molestia, a quienes son y actúan de acuerdo con absoluta y eterna predeterminación! ¡Con lo desagradable que resulta además vivir odiando! ¡Un dios que se venga, como si alguien hubiera podido dañarle y como si la sed de venganza, conduc-
ta irracional propia de los seres humanos, pudiera encontrarse en él o remediase algo del mal causado! ¡Quienes escribieron esas barbarida- des no se daban cuenta de que la supuesta misericordia infinita de este dios habría sido más que suficiente para perdonar los pecados del hombre sin necesidad de todas esas historias acerca de la encarnación, pasión y muerte del llamado "Hijo de Dios", al que ni siquiera se nombra en el Antiguo Testamento! Cada vez que se escriben disparates de esta clase, atribuyéndolos a un dios teóricamente perfecto, se está incurriendo en nuevas contra- dicciones con la mayor ligereza del mundo. Parafraseando a Stendhal, podría decirse que la única excusa de quienes escribieron tales barba- ridades es que su dios no existe, y ellos escribieron lo que les pareció más apropiado para dominar mejor a su pueblo porque fueron ellos quienes crearon este dios a su imagen y semejanza.
121 Eclesiástico, 12:5-6. La cursiva es mía.
* "Dirás: Esto dice el Señor: Aquí estoy contra ti; desenvainaré la espada y mataré a inocentes y culpables"122.
Por lo que se refiere a este pasaje apenas requiere comentario: ¿Qué clase de dios es ése que castiga a todos con la muerte, sin distinguir entre inocentes y culpables? Sólo un dios asesino, déspota, injusto y nuevamente contradictorio con el teórico dios amoroso y justo podría llegar a desvariar hasta ese punto. Pero, claro está, un ser como el antes nombrado no merecería para nada el nombre de "dios". ¡Pobre Yahvé! ¡Cuántas barbaridades le atribuyeron "sus" sacerdotes! ¿Pero acaso no estaban inspirados por el "Espíritu Santo"? Según los diri- gentes católicos, sin duda sí lo estaban. Y la verdad es que, aunque parezca que su brutalidad fue realmente extraordinaria, en realidad sólo existen diferencias aparentes entre ellos, pues, en primer lugar, conviene no olvidar que, según la jerarquía católica, su dios no es otro que el dios de Israel –al margen de que estos mismos dirigentes lo adornen con dos acompañantes especiales -"el Hijo" y "el Espíritu Santo"-, absurdamente identificados con ese mismo dios, pero distin- tos de él en no se sabe qué-; y, en segundo lugar, que la aparente bon-
dad del dios católico es sólo eso: aparente, pues su brutalidad es infi- nitamente mayor que la del Dios de Israel, aunque aplaza su venganza para después de la muerte, enviando al fuego eterno a todo aquel que no crea en él o no cumpla sus preceptos, a pesar de aquella comedia de "la Redención" por la que Jesús, el "Hijo de Dios", libraba al hom- bre de sus culpas.
122 Ezequiel, 20:8. La cursiva es mía.
En relación con las ideas de la omnipotencia y de la impasibili- dad divina tiene especial interés hacer referencia al libro de Job, don- de su autor toma conciencia de la incompatibilidad entre ambas cuali- dades y del absurdo de que su dios pudiera ser afectado de algún modo por las acciones virtuosas o pecaminosas del hombre.
Se dice en el primer pasaje:
"¿Acaso te causa perjuicio mi pecado ?"123.
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |