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Contradicciones de la "iglesia católica" (página 11)


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su existencia. Y lo que secundariamente se intentaba hacer en la parte de la fábula relacionada con la serpiente era dar una expli- cación de la aversión que provoca esta especie animal por el peligro del veneno de algunas variedades, por su aparente com- portamiento "traicionero" en cuanto su manera de defenderse o de atacar, con sus movimientos súbitos e impredecibles y con su mirada, llega a asustar incluso a enemigos mucho más fuertes. Igualmente se intentaba dar una explicación de por qué esos animales se mueven de manera tan peculiar –reptando-, respecto a como se mueven los seres humanos y gran parte de los verte- brados. Al autor de Génesis le vino muy bien considerar tal for- ma de desplazamiento como realmente incómodo y duro para la serpiente, como si se tratase de un castigo, sin detenerse a pensar que tal modo de desplazamiento era el adecuado para la anato- mía de su especie. Claro que, si Yahvé consideró que la serpien- te había sido la culpable de la desobediencia de Eva y de Adán, en tal caso, no debió castigar a éstos. Pero la solución más cómoda para el autor de esta fábula fue la de considerar culpa- bles tanto a la serpiente como a Adán y a Eva, y ello habría determinado que Yahvé castigase a todos ellos y a su descen- dencia. De esa forma la presencia constante del mal en el mundo tenía ya una explicación, y no se trataba de un daño gratuito de Yahvé sino de un castigo, consecuencia de una culpa. Era una explicación ridícula, infantil y absurda, pero fue la que se dio en aquel momento. Parece que en aquellos remotos tiempos la humanidad no estaba preparada para aplicar el sentido común a sus explicaciones de los enigmas de la existencia y, en conse- cuencia, mezcló explicaciones plausibles con mitos y fantasías fabulosas, muy alejadas de la razón.

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358 Génesis, 3:14-15.

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Además, lo que especialmente sucedió en aquella sociedad de Israel fue que surgió una clase sacerdotal interesada en man- tener esas doctrinas míticas porque le habían servido para adop- tar el rol de intermediaria entre los hombres y Yahvé, y, como consecuencia, el rol político de dirigentes del pueblo. Por tales motivos, les interesaba que los mitos del pasado perdurasen en el tiempo, ya que su medio de vida consistía en comunicar al pueblo, haciéndolas pasar por verdades, las diversas mentiras y las supuestas órdenes que decían recibir de Yahvé para transmi- tirlas a su pueblo a fin de que éste les obedeciera. Pero el dios Yahvé no era otra cosa que el invento de los inventos, que les sirvió para dominar a su pueblo a lo largo de mucho tiempo.

A partir del Nuevo Testamento los cristianos dieron al dios judío el nombre de "dios Padre", presentándole –al menos a pri- mera vista- con unas características menos violentas y crueles que aquéllas con que lo habían mostrado los hebreos hasta entonces. Los dirigentes cristianos siguieron la misma táctica que los sacerdotes de Israel y así montaron el inmenso negocio de la actual secta católica, para cuyo funcionamiento no les interesaba destruir mitos y fábulas antiguos sino, si acaso, añadir algunos más, y eso fue lo que hicieron y siguen haciendo en la actualidad para satisfacer las necesidades y deseos de sus segui- dores, si no de un modo real, al menos fantástico.

Por otra parte, la expulsión del jardín de Edén se consideró en Génesis una decisión divina para evitar que Adán y Eva co- mieran del fruto del árbol de la vida y vivieran para siempre359, ya que uno de los aspectos míticos del castigo divino consistió en la pérdida de la inmortalidad. De hecho en el mismo libro, en Génesis, se asocia la inmortalidad con la vida en el Paraíso y, por ello, la expulsión del Paraíso iba acompañada de la pérdida de dicha inmortalidad y, en consecuencia, del regreso al polvo del que los hombres procedían, es decir, del castigo a tener que

morir para siempre. Sin embargo, también aquí los mitólogos de Israel tergiversan la situación: El ser humano se encuentra con que su vida tiene una duración limitada. Como se trata de una si- tuación que no le resulta agradable, intenta encontrarle una justi- ficación y la encuentra viéndola como un castigo en lugar de aceptar que se trata del fin natural de todo ser vivo. El ser huma- no se siente mejor con la primera explicación que con la segun- da: Es verdad que con la primera se siente culpable, mientras que con la segunda no. Pero también es verdad que con la pri- mera el hombre puede mantener cierta esperanza de que quizá en algún momento cesará el castigo y el reinado de la muerte, mientras que con la segunda, la muerte, como fin del ciclo vital de todo ser vivo, aparece como inexorable y no parece que haya otra salida que asumir con resignación las palabras de Eclesias- tés según las cuales, "una misma es la suerte de los hombres y la de los anima- les: la muerte de unos es como la de los otros, ambos tienen un mismo hálito vital, sin que el hombre aventaje al animal, pues todo es vanidad"360, a pesar de que, según la jerarquía católica, también estas pala- bras, contradictorias con las que afirman la vida eterna, estén inspiradas por el "Espíritu Santo".

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359 Génesis, 3:22.

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Si Yahvé hubiera existido realmente y hubiera condenado a Adán y a Eva, la muerte y el resto de males con que castigó a la humanidad habrían sido una condena injusta, aunque el autor de Génesis la hubiera considerado como una consecuencia indirecta del castigo a Eva y a Adán. Además, Yahvé hubiera podido ser clemente como consecuencia de su misericordia y poder, pero, dado que los diversos sufrimientos y penalidades humanas se

producían de manera inexorable, quien escribió el Génesis buscó una explicación para compatibilizar la existencia de su dios con la existencia del sufrimiento y de la muerte, procurando no tener que culpar de tales males a su dios, que en tal caso habría sido simplemente un dios cruel en lugar de ser el dios protector de Israel, y encontró una solución a este problema en la supuesta culpabilidad de la serpiente, de Eva y de Adán. El texto bíblico dice así:

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360 Eclesiastés, 3:19.

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"Así que el Señor Dios lo expulsó del huerto de Edén […] Expulsó al hombre y, en la parte oriental del huerto de Edén, puso a los querubines y la espada de fuego para guar- dar el camino del árbol de la vida"361.

El dogma del pecado original implica, en cualquier caso, diversas contradicciones:

La primera consiste en el propio carácter absurdo de un pe- cado que se hereda: Si el concepto de pecado hace referencia a una acción voluntariamente cometida en contra de supuestas le- yes divinas, no tiene sentido la tesis de que el hombre nazca ya en pecado, pues antes de nacer nadie puede haber realizado acción alguna, ni voluntaria ni involuntaria, de acuerdo o en desacuerdo con tales leyes. De hecho, Aurelio Agustín sólo pudo encontrar, como explicación de la "herencia" de ese pecado, una nueva doctrina, aunque tan absurda como la ante- rior, consistente en la idea de que los hijos heredaban de los padres no sólo el cuerpo, sino también el alma, de manera que, como el alma que heredaban provenía de un alma en pecado, los seres humanos nacían en pecado. Además, estando relacionado

el pecado con una potencia del alma como sería la voluntad, en cuanto sería ella la que elegiría obrar bien o mal, si el hombre sólo heredase el cuerpo, el obispo de Hipona no entendía qué lógica podía haber en la doctrina de la herencia de ese supuesto pecado, pues el cuerpo era sólo el instrumento del que se servía el alma para realizar aquellos actos que podían estar o no de acuerdo con la voluntad divina y, por lo tanto, no podía ser el origen del pecado, mientras que, si el alma era creada directa- mente por Dios para cada uno de los descendientes de Adán y Eva, resultaba incomprensible que la hubiese creado en pecado. La jerarquía cristiana de la época no aceptó la tesis de Au- relio Agustín, seguramente porque, al considerar al alma como una realidad no material, no podía aceptar que ésta se transmi- tiese de padres a hijos como consecuencia de una relación mera- mente física. Pero, no encontrando ninguna explicación para esta doctrina, no tuvo ningún reparo en considerar el pecado ori- ginal -¡y tan original!- como un misterio, concepto con el que los dirigentes católicos tratan de enmascarar la serie de contra- dicciones en que van incurriendo a lo largo de su historia.

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361 Génesis, 3, 23-24. El carácter mítico de este relato queda de manifiesto igualmente desde el momento en que se hace depender la mortalidad o la inmortalidad de Adán y Eva de que coman de cierto árbol, como si la volun- tad divina fuera insuficiente para este objetivo.

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En segundo lugar, en cuanto la jerarquía católica considera que la omnipotencia divina pudo evitar que María naciera en pecado –dogma de la "Inmaculada Concepción"-, esta doctrina representaría la demostración evidente de que nacer en pecado no era necesario e inevitable, y, en consecuencia, plantea un insuperable dilema: ¿No es contradictorio con la supuesta omni- potencia y amor infinito de Dios no haber concedido al resto de la humanidad la gracia que concedió a María? ¿Por qué no la concedió? ¿Habrá que pensar que era bueno que el hombre naciera en pecado? Pero, si era bueno, ¿por qué privó a María de tal "privilegio"? Y, si no era bueno, ¿por qué sólo utilizó su poder para librar del pecado a María y no al resto de la humani- dad? Pues, si el amor y el poder de Dios eran infinitos, no tenía sentido que pudieran debilitarse por su utilización. Y tampoco tenía sentido considerar que su amor fuera "más infinito" para unos que para otros, por muy grande que fuera su amor a María. Quizá, con ganas de decir desatinos, alguien podría sugerir que el pecado original era bueno a fin de que Dios manifestase su amor muriendo en una cruz; pero en tal caso la consideración del pecado como bueno sería contradictoria con la supuesta necesidad de la "redención". Además, habría sido un nuevo absurdo que el perdón de la humanidad se obtuviese por la mediación del sufrimiento y de la muerte de alguien, tanto si se trataba de un hombre como si se trataba del mismo dios del cristianismo –o de su supuesto hijo, considerado igualmente como dios-. Tal explicación sólo podría tener sentido en el contexto de una cultura y una mentalidad sádica en la que las ofensas al rey o al faraón sólo se perdonaban con la muerte del ofensor y de toda su familia, como sus mismos hijos -en este caso, el propio dios de Israel encarnado en hombre-, que paga- rían por el delito de otro hombre. Por ello mismo, esta doctrina representa además una nueva aplicación de la ley del Talión, defendida en el Antiguo Testamento362 aunque luego criticada por Jesús –al menos de palabra-, y habría sido radicalmente incompatible con la constante referencia al perdón y a la miseri- cordia infinitas de ese dios, cuyo disfrute debería ser gratuito precisamente por tratarse de una gracia y no el resultado de una "transacción" como la que podría expresar la supuesta "reden- ción", adoptando un sentido distinto que podría describirse mediante la expresión "tú me ofreces un sacrificio digno de mí y, a cambio, yo te perdono".

Por otra parte, el pecado original plantea además otras dos dificultades que muestran igualmente su carácter absurdo:

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362 Éxodo, 21:24.

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  • 1) Si en el momento de la supuesta creación de Adán y Eva no hubo contrato alguno entre el dios bíblico y "nuestros prime- ros padres" que estableciese para ellos la obligación de obedecer los mandatos de ese dios, es absurda la doctrina según la cual los hombres tenían obligación de obedecerle en aquello que quisiera ordenarles. Ahora bien, la supuesta creación de hombre no pudo haber sido precedida de contrato alguno, pues para ello el hom- bre debería haber existido antes.

  • 2) Es igualmente absurdo que el dios bíblico impusiera a Adán y a Eva la prohibición de comer de determinado árbol cuando, a causa de su supuesta presciencia sabía de antemano que comerían de él y además por su supuesta predeterminación les había programado para hacerlo. Así que de nuevo nos encontramos ante un mito antropomórfico de ese dios, pues, al igual que un niño cuando juega puede dejar volar su fantasía e imaginar luchas y aventuras entre sus muñecos, aunque sea él quien actúa mientras que sus muñecos sólo "hacen" aquello que él quiere que "hagan", lo mismo sucedería con ese dios podero- so de la Biblia, quien habría predeterminado las acciones del hombre y el mismo sentimiento de cada uno de ser el auténtico protagonista de "sus actos" (?).

Esa tradición bíblica es la que debió de influir decisivamen- te en la creación del mito de la trasmisión hereditaria del peca- do original y en la absurda idea de la necesidad de un sacrificio especial, como el de la muerte de "Dios Hijo" hecho hombre, para la obtención del perdón de la humanidad, como si la supuesta misericordia infinita de Dios no bastase para lograr ese perdón sin necesidad de sacrificio alguno. En cualquier caso, nos encontraríamos ante una actitud despótica e irracional, pues ¿qué clase de amor habría en ese dios cuya misericordia infinita fuera insuficiente para perdonar a la humanidad? ¿Qué lógica habría en la doctrina según la cual la humanidad en general tenía alguna culpa de los actos "realizados" por aquellos "primeros padres", predeterminados además por el dios bíblico? Los absurdos de esta doctrina son tantos que su aceptación por los católicos sólo resulta comprensible a partir de la libertad que sus dirigentes tuvieron a partir del siglo IV para adoctrinar al pueblo ingenuo, a partir de esa misma libertad que las diver- sas formaciones políticas han concedido a los dirigentes católi- cos para inculcar tales absurdos en niños de cinco y seis años, y a partir de la enorme dificultad que se tiene al llegar a la madu- rez para superar las creencias inculcadas durante la infancia por contradictorias y ridículas que sean.

En cualquier caso leyendo el Nuevo Testamento puede ob- servarse el cambio de perspectiva que en él se produce por lo que se refiere a la idea de dios como "salvador" o "mesías", pues deja de ser el salvador o libertador político de su pueblo respecto a sus enemigos, como lo había sido en épocas anterio- res, para convertirse en el salvador de la humanidad respecto al pecado original y los demás pecados, a pesar de que en este último punto los dirigentes de la secta, olvidando el valor de la supuesta acción salvífica de Jesús, siguen advirtiendo que quien muere en pecado es condenado por su dios al castigo eterno del Infierno o que "sin la fe no hay salvación" o que "fuera de la Iglesia no hay salvación". ¿De qué sirvió entonces aquel sacrifi- cio, tan fundamental para los dirigentes cristianos, cuya finali- dad era redimir al hombre de sus pecados?

  • La contradicción entre la infinita misericordia divina y la necesidad de la redención

Existe una contradicción entre la supuesta "redención", según la cual Jesús se sacrificó muriendo en una cruz a fin de lograr el "perdón de los pecados" para la humanidad, y la su- puesta misericordia infinita del dios de Israel, por la cual ese dios, en el caso de que hubiera tenido algo que perdonar, lo habría hecho sin necesidad de sacrificio alguno como conse- cuencia de su teórica misericordia infinita. La jerarquía de la secta católica afirma como dogma de fe que Adán y Eva desobedecieron a Yahvé y que por ese motivo toda la humanidad nace en pecado y seguiría en pecado si no hubiera sido porque este dios se hizo hombre en la figura de "Je- sús", ofreciéndose en sacrificio a su padre –"Dios Padre"- para liberar a la humanidad de aquél y de cualquier otro pecado… Tal "sacrificio" se habría realizado mediante la encarnación, pasión y muerte de Jesús en una cruz.

Para la secta católica la aplicación de la gracia de la "reden- ción" se produce a través del "sacramento del Bautismo" y, por ello, hasta hace unos años, se decía que los niños que morían sin bautizar no iban al Cielo sino a un lugar, "sin pena ni gloria", al que llamaban el "Limbo". Dicho supuesto lugar ha sido supri- mido [?] recientemente (el 19 de enero de 2007) por el jefe su- premo de la secta. Por ello, con su desaparición se hace innece- sario el bautismo, al menos en cuanto su misión fundamental fuera la de servir de salvoconducto para que los niños muertos sin bautizar no tuvieran que quedarse eternamente en el Limbo por no haber recibido la gracia de dicha "redención".

La doctrina de la "Redención" es tan absurda que lo más digno de estudio es que haya quien pueda creer en ella, pues tiene tantas contradicciones que resulta difícil elegir alguna para comenzar esta crítica:

En primer lugar, en ella se olvida que el dios cristiano, con- siderado infinitamente misericordioso, habría perdonado al hom- bre –si tenía algo que perdonarle- sin necesidad de sacrificio alguno. Por ello también, esta doctrina es igualmente contradic- toria con la que hace referencia al infinito amor de dicho dios.

¿Qué clase de amor sería el de aquel dios que fuera incapaz de perdonar a no ser mediante la absurda inmolación de su hijo hecho hombre? Es evidente que, aunque sea de forma incons- ciente, la doctrina cristiana, al considerar a su dios como un ser vengativo, en cuanto para perdonar necesita de un sacrificio, no encaja en absoluto con la doctrina de un Dios-amor, sino más bien con la del dios del Antiguo Testamento, donde Yahvé se nos presenta como un déspota que mata despiadadamente, que exige absoluta fidelidad y que toma venganza contra quienes caen en la tentación de adorar a otros dioses, asesinando igual- mente a su descendencia "hasta la tercera y cuarta generación", y habiendo estado tentado en diversas ocasiones de aniquilar a la totalidad de la especie humana como habría estado a punto de suceder según el mito del "diluvio universal"363.

En cualquier caso y a pesar de la aparente diferencia entre el dios del Antiguo Testamento y el del nuevo, no hay que olvi- dar que para la secta católica se trata del mismo dios y que, por este motivo, la doctrina de la "redención" se defendió desde los comienzos del cristianismo en cuanto la concepción dominante acerca del modo de ser de su dios era la del dios colérico y ven- gativo del Antiguo Testamento y no la del dios-amor, que fue adquiriendo mayor relevancia a partir de Jesús. No obstante hay que decir que, a pesar de que el dios del Nuevo Testmento no

Por otra parte, conviene recordar que en el Antiguo Testa- mento el propio Yahvé establece para el pueblo de Israel la ven- gativa Ley del Talión, "ojo por ojo y diente por diente"364, ley según la cual, el perdón de cualquier ofensa sólo podía producir- se mediante un castigo equivalente [?] a la ofensa causada. Por ello, si el ofendido había sido el propio Yahvé, los creadores del cristianismo urdieron la doctrina de que la ofensa cometida no podía anularse mediante el perdón divino o mediante un simple sacrificio ofrecido por el hombre, pues el ofendido era infinita- mente superior, mientras que el valor del ofensor era insignifi- cante. Así que sólo el propio Yahvé –que en los Evangelios apa- rece como "el Padre"- podía ofrecerse a sí mismo -como "el Hijo" hecho hombre- en sacrificio para redimir aquella ofensa.

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363 Génesis, 6:18-20 parecía encajar con el modo de ser del antiguo Dios de Israel, en el fondo siguió siendo el mismo dios vengativo en cuanto su nueva forma de castigo, el Infierno eterno, superaba con creces el daño de cualquier otro de los muchos infligidos por Yahvé en el pasado, castigos que en el peor de los casos tenían carácter limitado, pues con la muerte y el regreso al polvo todo termina- ba. Por ello, resulta realmente sarcástico y sorprendente que los dirigentes católicos califiquen al dios cristiano como misericor- dia y amor infinitos.

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Sin embargo, aunque desde la perspectiva introducida a partir de Jesús era absurdo que el dios cristiano no pudiera per- donar directamente, de manera paradójica todavía en los mismos evangelios se sigue encontrando natural el punto de vista del Antiguo Testamento, en el que domina la idea de un dios venga- tivo y sanguinario365. Por ello y como ya se ha dicho, la paradó-

Por otra parte, cuando la jerarquía católica hace referencia a la "Redención", considerándola como la puerta para la eterna salvación, olvida que, de acuerdo con sus propias doctrinas, para que dicha "salvación" se produzca debe cumplirse otro requisito indispensable como lo es el de la predestinación divina. Pero, ¿qué clase de redención sería ésa según la cual los méritos y el sacrificio del supuesto "hijo del dios cristiano", a pesar de ser infinitos, serían insuficientes para conseguir la salvación de la humanidad? El antropomorfismo de la "Redención" se muestra igual- mente en el hecho de que se deba suponer que el mismo Dios pueda tener un hijo, lo cual no es otra cosa que una absurda pro- yección de las categorías biológicas humanas de la paternidad y de la filiación al hipotético ser divino. Pero, además, este antro- pomorfismo va ligado a la contradicción de unir la teórica sim- plicidad divina con su complejidad en la misma medida en que los dirigentes de la secta introducen entre sus doctrinas la de que "Dios Padre", "Dios Hijo" y "Dios Espíritu Santo" son iguales

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365 En este sentido y como confirmación de esta idea del Dios del Antiguo jica doctrina de la "redención" consiste en que en ella se ofrece un eclecticismo entre la perspectiva del Antiguo Testamento, relacionada con un dios vengativo, y la del Nuevo, en la que el dios de los cristianos -el mismo que el de Israel- puede perdonar mediante el requisito de la redención –junto con la fe en el propio Jesús y en su supuesta iglesia-, a pesar de que, como ya se ha explicado, Jesús no fundó religión alguna. Pero además este eclecticismo resultaba inviable por contradictorio, en cuan- to, a pesar de que el Jesús evangélico predica el amor a los ene- migos, sigue amenazando y castigando con el fuego eterno a quienes no crean en él.

364 Éxodo, 21:24. También en otros pasajes, como Levítico, 24:20, y Deute- ronomio, 19:21.

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Testamento pueden consultarse los capítulos correspondientes de este estudio (capítulo 1.3 y sus apartados 1.3.1-1.3.5).

en cuanto los tres son Dios-, pero son distintos –en cuanto son personas diferenciadas de la Trinidad divina-, ya que, si no fue- ran distintos en algún aspecto, en tal caso nos encontraríamos con el nuevo absurdo de hablar de tres personas iguales en un sentido absoluto, por lo cual, de acuerdo con el principio de identidad de los indiscernibles de Leibniz, no se podría hablar de tres personas sino sólo de una, mientras que, si fueran realmente distintas, eso plantearía otro problema del mismo calibre, como se ha podido ver, pues el hecho de que los dirigentes católicos defiendan la doctrina de la "Trinidad" representa una nueva con- tradicción en relación con la doctrina de la simplicidad divina y en relación con el hecho de que las diferencias implicarían la carencia de perfecciones en las personas divinas en cuanto cada una careciera de aquéllas que le diferenciasen de las otras dos.

Finalmente, conviene recordar que el concepto de salvador o libertador o "mesías", reinterpretado por la secta cristiana como salvador de los pecados, fue un concepto utilizado por diversos autores del Antiguo Testamento mucho tiempo antes de la época de Jesús, pero con el sentido de libertador político, sentido muy alejado del que posteriormente le dieron los inven- tores del cristianismo.

  • La alianza con Yahvé y la salvación o liberación de Israel según el Antiguo Testamento

El sentido de la salvación en el Antiguo Testamento fue el de la liberación de Israel de la esclavitud a que había estado sometido por diversos pueblos como Egipto, Asiria o, en tiem- pos de Jesús, el imperio romano. Los diversos sacerdotes y pro- fetas habían tratado de confortar en distintas ocasiones al pueblo de Israel para que no desesperase por las situaciones de opresión en que había vivido en diferentes ocasiones, diciéndole que Yahvé le enviaría un "mesías", un salvador que les conduciría a la libertad, al triunfo frente a sus enemigos, del mismo modo que les había enviado a Moisés, quien les había liberado de Egipto y les había conducido a la "tierra prometida". Según el Antiguo Testamento, la salvación del pueblo de Israel por Yahvé se había producido en primer lugar como una consecuencia de la alianza establecida con Abraham366 por la cual Yahvé, por medio de Moisés, salvaría a Israel del dominio egipcio.

Por lo que se refiere a los momentos fundamentales en que se habla de esta alianza pueden verse especialmente en textos como los siguientes:

  • "Esta es la alianza que hago contigo: tú llegarás a ser padre de una muchedumbre de pueblos. No te llamarás ya Abrán sino que tu nombre será Abrahán […] Establezco mi alianza contigo y con tus descendientes después de ti por siempre, como alianza perpetua; yo seré tu Dios y el de tus descendientes. Os daré a ti y a tus descendientes la tierra en que ahora peregrinas, toda la tierra de Canaán, en posesión

perpetua; y yo seré vuestro Dios"367.

  • "Si me obedecéis y guardáis mi alianza, vosotros seréis el pueblo de mi propiedad entre todos los pueblos, porque toda la tierra es mía"368.

  • "Yo haré con ellos [con Israel] una alianza eterna, para que yo sea su Dios, y ellos sean mi pueblo; y no volveré a expulsar a mi pueblo Israel de la tierra que les di"369.

– "Si rompéis la alianza que el Señor vuestro Dios hizo con vosotros, dando culto a otros dioses y postrándoos ante ellos, entonces se desatará la ira del Señor contra vosotros y muy pronto desapareceréis de esta tierra buena que él os ha dado"370; Como consecuencia de esta alianza entre Yahvé y Abraham surge el compromiso de Yahvé de defender a su pueblo y de sal- varle de la opresión de otros pueblos, salvación que nada tiene que ver con el pecado original ni con ningún otro.

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367 Génesis, 17:4-8.

366 Leyendo el pasaje donde se habla de tal alianza, cualquiera puede darse cuenta de que más bien se trata de una imposición por parte de Yahvé a Abra- ham que de una auténtica alianza. Es evidente, por otra parte, que tal impo- sición no tuvo nada que ver con Yahvé sino con los creadores de tal divini- dad, interesados en que el pueblo obedeciera las órdenes que ellos le daban "en nombre de Yahvé".

368 Éxodo, 19:5. La cursiva es mía.

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Entre los diversos pasajes del Antiguo Testamento en los que se habla de algunos mesías o libertadores de Israel en este sentido puramente político y militar pueden mencionarse los siguientes:

  • a) "Los israelitas estuvieron sometidos a Eglón, rey de Moab, dieciocho años. Pero clamaron al Señor, y el Señor les suscitó un libertador: Eud, hijo de Guera, benjami- nita"371.

  • b) Entonces la ira del Señor se encendió contra Israel y los entregó en poder de Cusán Risatain, rey de Edom […] Pero clamaron al Señor, y el Señor les suscitó un libertador para salvarlos: Otoniel, hijo de Quenaz y hermano menor de Caleb"372.

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370 Josué, 23:16. La cursiva es mía. 371 Jueces, 3:14-15. La cursiva es mía. 372 Jueces, 3:8-9. La cursiva es mía.

369 Baruc, 2:35. Además de éste, hay muchos otros pasajes del Antiguo Testa- mento que reflejan estas mismas ideas, como sucede en el siguiente: "Tú, Se- ñor, eres el Dios que elegiste a Abrán […] Viste que su corazón te era fiel e hiciste una alianza con él. Prometiste darle, a él y a su descendencia, la tierra de los cananeos, hititas, amorreos, pereceos, jebuseos y guergueseos" (Nehe- mías, 9:7-8). La cursiva es mía.

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  • c) "El Señor suscitó a Israel un libertador, que los libró del yugo de Siria, y los israelitas habitaron como antes en sus casas"373.

Como ha podido verse, los textos anteriores se refieren a una salvación política del pueblo de Israel respecto a sus enemi- gos y no a una salvación respecto a una supuesta culpa, a dife- rencia de la interpretación que la secta cristiana dio más adelante de la salvación representada por la muerte de Jesús en la cruz.

  • d) El siguiente pasaje es una frase de los Salmos; se trata de una frase utilizada en diversas ceremonias del culto católico. Es la que dice "Dios es nuestra salvación"374. Sin embargo, estas palabras no tienen nada que ver con la idea de "salvación" defendida por los dirigentes católicos, siendo conscientes ade-

más de la falsedad de su interpretación, pues, en primer lugar, la extienden a toda la humanidad mientras que para los israelitas esa salvación iba destinada exclusivamente a su pueblo; y, en segundo lugar, le dan un sentido trascendente, referido a la sal- vación respecto a la muerte, asociándola con la supuesta reden- ción de Jesús, a pesar de que, observando el contexto en que aparece, se comprende fácilmente que este salmo en su totalidad se refiere, al igual que los anteriores pasajes y como puede com- probarse en sus versículos 22-24, a la salvación del pueblo de Israel respecto a sus enemigos.

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374 Salmos, 68:20. Los versículos 22-24 dicen: "Pero Dios aplastará las cabezas de sus enemigos, el cráneo de los que proceden criminalmente. Dijo el Señor: "De Basán los traeré, los traeré desde el fondo del mar, para que bañes tus pies en la sangre de tus enemigos y la puedan lamer las lenguas de tus perros".

373 2 Reyes, 13:5. La cursiva es mía.

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  • e) "Voy a vengarme y seré implacable, dice nuestro liberta- dor, cuyo nombre es el Señor todopoderoso, el Santo de Israel"375.

Aquí aparece el propio Yahvé como libertador, lo cual no es ninguna novedad, pues, cuando se menciona a cualquier otro, es porque Yahvé, el auténtico libertador, lo ha enviado. Por otra parte, aunque en este apartado no se está tratando de la "bon- dad" especial de Yahvé, tiene interés reparar en el antropo- morfismo que implica su carácter vengativo ("voy a vengarme y seré implacable"), tantas veces presente en el Antiguo Testa- mento.

  • f) "¡Salid de Babilonia, huid de los caldeos! Anunciadlo y proclamadlo con gritos de júbilo, publicadlo hasta el confín de la tierra. Decid: "El Señor ha rescatado a su siervo Jacob"376.

Respecto a este último pasaje hay que decir que, al igual que en el anterior, es el propio Yahvé quien aparece como el auténtico libertador –político-, que no necesita enviar a ningún interme- diario. Conviene recordar, por otra parte, que el autor de este pasaje, cuando escribe "Jacob", se está refiriendo al pueblo de Israel, que fue el nuevo nombre que caprichosamente Yahvé dio a Jacob, nombre que por extensión se refiere el pueblo de Israel, descendiente de Jacob. En efecto, se dice en Génesis:

"-Tu nombre es Jacob, pero ya no te llamarán Jacob; tu nombre será Israel"377.

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377 Génesis, 35:10. Como en tantas ocasiones sucede en la Biblia con los personajes femeninos, la hija de Jacob, Dina, no cuenta para nada. Aún gra- cias que al menos se la menciona en alguna ocasión.

376 Isaías, 48:20.

375 Isaías, 47:3-4. La cursiva es mía.

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  • g) "Haré con ellos [con el pueblo de Israel] una alianza de paz, una alianza eterna […] Pondré en medio de ellos mi morada, yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo"378.

Aquí no se habla de salvación, pero sí de alianza, y dicha alian- za incluye como parte de su contenido la protección y salvación de Israel respecto a sus enemigos por parte de Yahvé, un dios tribal que defiende a su pueblo y aniquila a quien se le opone. Por ello, parece ya innecesario insistir, en que el pueblo de Yahvé –futuro dios del cristianismo- no es la humanidad en su conjunto sino el pueblo de Israel exclusivamente, a pesar de que los dirigentes católicos procuran que sus fieles crean lo contrario y por ello no les animan a leer la Biblia, a fin de evitar que des- cubran por sí mismos qué se dice en ese conjunto de libros, de manera que sólo escuchen los pasajes seleccionados por ellos para su lectura en sus diversas ceremonias, los cuales, aislada- mente considerados, pueden admitir una variedad de interpre- taciones, y de ese modo pueden aprovecharlos para darles un sentido más acorde con lo que deseen que su redil crea.

  • h) "Cantad al Señor un cantar nuevo, porque ha hecho maravillas […] El Señor hace pública su victoria, a la vista de la naciones revela su salvación"379.

De nuevo se trata de la salvación de Israel respecto a sus enemi- gos y no de la salvación de la humanidad respecto a sus pecados. La referencia a "las naciones" es una muestra más de la contra- posición entre Israel como pueblo de Yahvé, y el resto de nacio- nes, que deben temer el poder de Yahvé, fuerza –al menos psi- cológica- complementaria de su poder militar.

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379 Salmos, 98:1-2.

378 Ezequiel, 37:26.

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  • i) "Entonces Zacarías, su padre, se llenó de Espíritu Santo y profetizó diciendo:

"Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, nos ha suscitado una fuerza de sal- vación en la casa de David, su siervo […] Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian. De este modo mostró el Señor su miseri- cordia a nuestros antepasados y se acordó de su santa alian- za, del juramento que hizo a nuestro antepasado Abraham para concedernos que, libres de nuestros enemigos, poda- mos servirle sin temor, con santidad y justicia en su presen- cia toda nuestra vida" "380.

Este pasaje, perteneciente ya al evangelio de Lucas, resulta especialmente llamativo porque, a pesar de que Zacarías es el padre de Juan el Bautista y se está dirigiendo a su futuro hijo, sin embargo, al igual que los anteriores pasajes del Antiguo Tes- tamento, sigue hablando de redención o de salvación respecto a los enemigos de Israel y no de redención o salvación en el senti- do que poco después tendrán estos términos en el Cristianismo, es decir, como salvación o redención de los pecados del hombre. En resumidas cuentas, el concepto de "salvador" no tuvo en un principio el sentido que luego adoptó en el cristianismo como libertador de aquel supuesto "pecado original" o de cualquier otro, sino el de libertador del pueblo judío de las situaciones de opresión en que había vivido a lo largo de muchos años, la últi- ma de las cuales fue su sometimiento al Imperio Romano.

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380 Lucas, 1:67-74.

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  • La salvación como redención de los pecados

Según se ha comentado antes, a pesar de su carácter tan irracional, en líneas generales la "salvación" pasó a significar en el Nuevo Testamento una liberación de la humanidad –o de los israelitas- respecto a los pecados, salvación que habría tenido como condición la muerte de Jesús en una cruz para conseguir el perdón de "Dios Padre". Lo más absurdo de esto es que, a pesar de todo, la salvación no se aplicaría a todos sino que sólo la con- seguirían unos pocos, "los escogidos", según se indica en los evangelios381, o ciento cuarenta y cuatro mil judíos, pertenecien- tes a las doce tribus de Israel, según Apocalipsis, donde en efecto se dice:

"Vi después a otro ángel que subía del oriente llevando el sello del Dios vivo. Gritó con voz potente a los cuatro ánge- les encargados de dañar a la tierra y al mar, diciéndoles: "No dañéis a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que sellemos en la frente a los siervos de nuestro Dios". Oí también el número de los sellados, ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de Israel"382.

"Dios nos ha mostrado su amor haciendo morir a Cristo por nosotros cuando aún éramos pecadores"383.

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382 Apocalipsis, 7:2-4. De manera asombrosamente insensata y atrevida en la edición del Nuevo Testamento de la Conferencia Episcopal Española, 2014, se "aclara" [?] en una nota a pie de página que esa cifra se corresponde con "los cristianos, herederos del AT, verdadero Israel de Dios", a pesar de que en el Apocalipsis se especifica incluso que a cada una de las doce tribus de los hijos de Jacob –cuyos nombres se mencionan- le corresponderían doce mil sellados, y a pesar de la pasmosa escasez de sellados en comparación con los muchos millones de cristianos que han existido a lo largo de la historia. Siguiendo el absurdo criterio de la Conferencia Episcopal Española, cuando el autor de la Carta de Santiago escribe "Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus en la diáspora: saludos", en realidad estaría salu- dando a "los cristianos, herederos del AT, verdadero Israel de Dios" En cuanto al hecho de si la redención se refiere al perdón del pecado en general, al perdón del "pecado original" o a ambos, Pablo de Tarso, con la mayor naturalidad del mundo pese al carácter sádico y absurdo de sus palabras, defiende la primera interpretación:

381 Así en Mateo, 22:14, donde Jesús cuenta una parábola comparando el reino de los cielos con un banquete. El final de esta parábola es muy conoci- do y dice: "son muchos los llamados pero pocos los escogidos".

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Los dirigentes de la secta católica introdujeron la absurda doctrina del "pecado original", cuyo fundamento podría encon- trarse en el Antiguo Testamento, donde con excesiva facilidad el daño cometido por determinada persona debía ser compensado con un castigo que recaía no sólo en ella sino en toda su familia, "hasta la tercera y cuarta generación", como se hace decir a Yahvé en tantas ocasiones. Al parecer, tal mentalidad es también la que habría servido como explicación de la narración bíblica según la cual en la última de las plagas de Egipto, Yahvé ordenó la muerte de todos los primogénitos de Egipto –incluso la de los animales-, aunque ni los primogénitos de Egipto ni los animales tenían nada que ver con el comportamiento de su faraón cuando éste se negó a permitir la marcha de los israelitas.

Según los autores del Antiguo Testamento, tanta crueldad y tantas muertes se producían como consecuencia del abandono de Yahvé por parte de los israelitas, que se dejaban llevar por la tentación de adorar a otros dioses. Pero, como ya se ha dicho, eran los sacerdotes de Israel, como dirigentes de su pueblo, quienes por temor a perder autoridad castigaban de un modo cruel y salvaje no sólo a quienes adorasen a otros dioses sino también a su descendencia, diciendo que era Yahvé quien les había ordenado castigar de ese modo a quienes adorasen a esos

otros dioses, y consiguiendo así mantener su autoridad de modo férreo y sumamente cruel pero seguro.

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383 Romanos, 5:8.

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Por otra parte, en relación con la absurda idea de que la muerte de Jesús en la cruz era algo necesario para que "Dios Padre" perdonase el "pecado original" o los pecados del hombre en general, hay que decir de modo categórico que tal doctrina estaría en contradicción con la que defiende el amor y la miseri- cordia infinitas del dios cristiano, pues la suposición de que para la obtención de tal perdón hiciera falta ese sacrificio implicaba que la infinitud del amor divino era insuficiente para perdonar los pecados del hombre o que dicho amor no era infinito.

Igualmente, la carta 1 Juan dice:

"envió a su Hijo para librarnos de nuestros pecados"384.

Este pasaje habla de "nuestros pecados" y esa expresión no parece referirse al "pecado original", aunque tampoco lo excluya de modo explícito. En cualquier caso, el autor sigue incurriendo en el arcaico e irracional prejuicio, basado en la Ley del Talión, de considerar que la obtención del perdón requiere de un sacrifi- cio por el cual se pague la culpa que implicaría el pecado. Sin embargo, imaginar al dios cristiano sediento de sangre o de otro tipo de sacrificio para perdonar cualquier pecado, además de sádico y absurdo, es contradictorio con su teórica misericordia y amor infinitos.

Igualmente sería infantilmente soberbio considerar que el ser humano fuera capaz de causar el más mínimo daño o el más mínimo sufrimiento a una divinidad omnipotente como los cris- tianos consideran a su dios, a pesar de que el antropomorfismo bíblico presenta en demasiados momentos a un dios colérico, vengativo, cruel e iracundo, como si estuviera especialmente

interesado en dar órdenes al hombre y como si la obediencia o la insumisión humana pudieran afectarle lo más mínimo, suposi- ción que se encuentra igualmente en contradicción con la teórica inmutabilidad y omnipotencia divinas en cuanto la distancia entre el dios cristiano y el hombre sería tan absoluta que éste no tendría la más remota posibilidad ni tampoco el deseo de ofen- derle. En este sentido el refrán que dice: "No ofende quien quie- re, sino quien puede", resulta plenamente acertado, suponiendo que existiera un dios con las cualidades mencionadas.

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384 1 Juan, 4:10.

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Pero lo más absurdo de esta cuestión es que se olvida que, de acuerdo con la doctrina católica, los actos humanos estarían predeterminados por el dios católico, por lo que en el mejor o peor de los casos sería ese dios quien, al ser causa de las malas acciones del hombre, pecaría contra sí mismo, lo cual es un nuevo absurdo. Pero este absurdo se magnifica de manera insu- perable cuando además se dice y repite en múltiples ocasiones que ni el sacrificio de Jesús, ni el amor y la misericordia infini- tas de Dios son una garantía para la salvación del hombre, pues habría otras condiciones cuyo incumplimiento determinaría que la supuesta redención quedase sin efecto:

Así, desde los primeros tiempos del cristianismo, incluso en los mismos evangelios se dice que sin la fe no hay salvación; y, finalmente, de acuerdo con un dogma de los dirigentes católicos, se dice igualmente que fuera de la iglesia no hay salvación. Por ello, la salvajada en que supuestamente habría consistido la re- dención de Jesús apenas habría servido de nada, pues quienes no tuviesen fe o no fueran miembros de su supuesta iglesia queda- rían excluidos de dicha redención385 según se expone a conti- nuación.

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385 Otra condición para que la redención tenga efecto es que el hombre sea capaz de perdonar: "…si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco

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  • La contradicción por la cual, a pesar de la "re- dención", sin la fe no hay salvación.

A fin de analizar la transformación radical que sufre el con- cepto de salvación en el Nuevo Testamento, tiene especial inte- rés observar cómo este cambio va acompañado de un auge esencial en la valoración de la fe. Este auge se produce en el pasado más remoto del cristianismo, como sucede en el Jesús evangélico, en el evangelio de Juan el Anciano, en Santiago o en Pablo de Tarso:

  • a) Respecto al Jesús evangélico es inequívoca su constante valoración de la fe, incluso su carácter de condición suficiente para la salvación, tal como puede comprobarse a través de los siguientes pasajes:

  • "El [=Jesús] respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel […] Entonces res- pondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe: hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora"386.

* …si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible"387.

  • "Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibi- réis"388.

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vuestro padre os perdonará vuestras ofensas" (Mateo, 6:15). Esta condición resulta paradójica, pues olvida que ese dios por su infinita misericordia lo perdonaría todo, incluso la falta de capacidad de perdonar, que sería un "pe- cado" como cualquier otro. Sigue siendo la Ley del Talión la que explica la actuación divina: Si el hombre no perdona, Yahvé tampoco.

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386 Mateo, 15:24-28. La cursiva es mía. 387 Mateo, 17:19-20. La cursiva es mía. 388 Mateo, 21:22. La cursiva es mía.

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  • "Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio"389.

  • "en verdad, en verdad os digo, el que escucha mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no incurre en sentencia de condenación, sino que ha pasado de la muerte a la vida"390.

En relación con el penúltimo pasaje citado resulta sorpren- dente que Jesús dijera "creed en el evangelio" cuando todavía debían pasar bastantes años hasta que los distintos evangelios se escribieran. Alguien podría replicar que Jesús se refería no a un libro sino a la "buena nueva" implícita en sus palabras, pero la verdad es que las palabras del evangelio de Marcos, escrito entre los años 50 y 60 de nuestra era, resultan bastante sospechosas en el sentido de que el propio escritor del evangelio pudo haberlas puesto en boca de Jesús por simple despiste o con la intención de conseguir que éste apareciera profetizando la existencia futu- ra de este evangelio -y de todos los demás-. Por otra parte, la supuesta "buena nueva" no parece que tuviera nada especial- mente bueno, según estamos viendo en estas páginas.

Finalmente, en el último pasaje citado Jesús, al igual que Pablo de Tarso en algunos pasajes, proclama la fe como condi- ción necesaria y suficiente para la salvación.

Además y en contradicción con la actitud de los dirigentes católicos, que consideran que la fe es un don gratuito de Dios, en todos estos pasajes Jesús se refiere a la fe como una opción personal, de manera que las curaciones, milagros y la misma salvación dependerían de la fe que se tuviera en él. Es asombro-

so que en el cristianismo haya prevalecido la opinión de sus diri- gentes frente a la del propio Jesús, al margen de que ni con una ni con otra se comprenda que la fe pueda ser una condición de ningún tipo para dicha "salvación".

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390 Juan, 5: 24.

389 Marcos, 1:14-15. La cursiva es mía.

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  • b) Por su parte, Juan el Anciano escribe en su evangelio va- rios pasajes relacionados con esta cuestión.

  • 1) Se dice en el primero:

"El que cree en él no será condenado; por el contrario, el que no cree en él, ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios"391.

¿Pero qué sentido tiene que el creer o el no creer sea consi- derado como una garantía o un impedimento para la salvación? Además, si los dirigentes católicos proclaman que la fe y la mis- ma caridad son "virtudes teologales" es decir, virtudes que no dependen de la voluntad humana sino dones gratuitos de la divi- nidad, en tal caso, ¿qué sentido tiene proclamar que el sacrificio de Jesús fue la llave de la salvación del hombre, si en realidad éste no fue una condición suficiente, ya que la fe y la caridad eran condiciones igualmente necesarias? Cuando se objeta a los defensores de esta segunda interpretación que uno no sería res- ponsable de que "Dios" le hubiera concedido o no la fe, se le suele responder o bien que "Dios" da la fe a todos y que es res- ponsabilidad de cada uno aceptarla o rechazarla, o bien que, si no tiene fe, debe pedirla a "Dios". Con la primera respuesta con- siguen intranquilizar a personas mentalmente débiles, que llegan a sentirse culpables de su falta de fe en lugar de tomar concien- cia de que lo inapropiado sería asumir como verdad cualquier doctrina sin tener conocimiento de que lo fuera; y, con la según- da, consiguen convencer a personas igualmente manipulables,

las cuales no reparan en que para pedir la fe, antes haría falta creer ya en la existencia del ser a quien tuvieran que pedírsela, y evidentemente en tal planteamiento existiría un círculo vicioso. Según parece, en relación con la muerte de Jesús sus discí- pulos difundieron muy pronto el bulo de que había resucitado y que, si no estaba con ellos, era porque había sido llevado al "Cielo" para regresar prontamente a establecer su reino después de un "juicio universal", aunque en Hechos de los apóstoles también se dice que después de su resurrección Jesús se apareció a sus discípulos "durante cuarenta días"392 y pudieron compro- bar por sí mismos este extraordinario suceso hasta que finalmen- te "lo vieron elevarse, hasta que una nube lo ocultó de su vista"393.

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391 Juan, 3:18.

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Este mito de la resurrección de Jesús fue tan importante dentro de la dogmática cristiana que Pablo de Tarso llegó a con- siderarlo como la piedra angular del cristianismo. Ahora bien, el hecho de que Cristo hubiera resucitado ¿era una verdad compro- bada? Si lo era, en tal caso ya no era necesaria la fe, puesto que se tenía su conocimiento, y, si no lo era, en tal caso la creencia en dicha doctrina no implicaba mérito alguno sino todo lo con- trario, en cuanto uno se mentiría a sí mismo tratando de aceptar como verdad algo respecto de lo cual carecía de un fundamento objetivo394. Pero, de nuevo, como la capacidad humana para ser coherente con la razón en cuestiones relacionadas con las creen- cias religiosas es tan difícil para quien ha sido previamente adoctrinado desde su infancia, no son muchos los católicos que

se hayan detenido a considerar estas cuestiones otorgando su confianza a su propia razón.

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393 Hechos, 1:9.

392 Hechos, 1:5.

394 Un análisis detallado de la problemática que plantea la valoración moral de la fe puede encontrarse en este mismo trabajo, en el capítulo correspon- diente.

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  • 2) En el segundo pasaje se dice:

"…es necesario que sea puesto en alto el Hijo del hom- bre395, para que todo el que crea en él alcance la vida eter- na. Porque así amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo Unigénito, a fin de que todo el que crea en él no perezca, sino alcance la vida eterna"396.

Lo primero que llama la atención en este pasaje es que en él se hable de la necesidad del sacrificio de Jesús, a pesar de que, des- de el supuesto de la misericordia infinita del dios cristiano, nin- gún sacrificio hacía falta para que este perdón se produjera, su- poniendo que hubiera habido algo que perdonar. Pero la Ley del Talión, esa ley que el propio Jesús quiso sustituir por la del per- dón y la del amor, parecía exigir ese sacrificio: Había habido una ofensa a "Dios", luego debía haber un castigo o un sacrificio proporcional a la ofensa para que el perdón y la salvación se produjeran La idea de que Jesús –"el Hijo del hombre"- deba ser "levantado en alto" se refiere evidentemente a su crucifixión, sacrificio para el que, por cierto, Jesús no parecía demasiado dispuesto cuando, según Lucas, intentó impedir su detención ordenando a sus discípulos que comprasen espadas para defen- derse de quienes iban a prenderle397.

Por otra parte, sucedía, además, que Jesús había sido conde- nado a muerte y su condena se había cumplido. Este hecho, tan trágico para sus seguidores, sólo pudo ser asumido mediante una

reinterpretación de la misión de Jesús, quien no era un simple "profeta", como Juan el Bautista o tantos otros, ni tampoco un caudillo militar que hubiera sido enviado por Yahvé para liderar la revolución contra Roma: Jesús era "el Hijo de Dios", el "re- dentor de los pecados del mundo", y su sacrificio en la cruz no tenía otra finalidad que, cumpliendo con la Ley del Talión, ofre- cerse a "Dios Padre" para cargar con los pecados del hombre, obteniendo así su salvación –al menos la de algunos- respecto al castigo eterno.

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396 Juan, 3:14-17.

395 La expresión "Hijo del hombre", utilizada ya en Daniel de modo miste- rioso como si se tratase de algo especialmente enigmático, a pesar de que todos somos "hijos del hombre y de la mujer", se refiere a Jesús.

397 Lucas, 22:36-38.

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  • c) La cuestión de la prioridad entre fe y razón fue tratada también por el autor de la carta de Santiago, quien afirma en un sentido similar al de Juan el Anciano:

  • "por las obras alcanza el hombre la salvación y no sólo por la fe"398,

  • "la fe sin obras está muerta"399,

  • d) La fe y las obras según Pablo de Tarso.

Por lo que se refiere a la relación entre la fe y las obras el punto de vista de Pablo de Tarso es incoherente en cuanto en di- versas ocasiones da un valor condicionado al sacrificio de Jesús, considerando que la fe es una condición necesaria y suficiente para que dicha salvación se produzca, mientras que en otras considera que la fe debe ir acompañada de las obras para lograr tal objetivo.

Veamos a continuación ejemplos de uno y otro puntos de vista. En favor del primero escribe:

  • a) "Quien alcance la salvación por la fe, ese vivirá"400,

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400 Romanos, 1:17.

399 Santiago, 2:26.

398 Santiago, 2:24.

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  • b) "El hombre alcanza la salvación por la fe y no por el cumplimiento de la ley"401.

  • c) "Sabemos, sin embargo, que Dios salva al hombre, no por el cumplimiento de la ley, sino a través de la fe en Jesucristo. Así que nosotros hemos creído en Cristo Jesús para alcanzar la salvación por medio de esa fe en Cristo y no por el cumplimiento de la ley. En efecto, por el cumpli- miento de la ley ningún hombre alcanzará la salvación"402.

  • d) "La ley nos sirvió de acompañante para conducirnos a Cristo y alcanzar así la salvación por medio de la fe. Pero al llegar la fe, ya no necesitamos acompañante"403.

  • e) "si confesares con tu boca a Jesús por Señor y creyeres en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo"404.

Ninguno de estos pasajes hace referencia a la importancia de las obras, aunque en otros sí se hace referencia a ellas, consi- derándolas, en contradicción con los anteriores pasajes, igual- mente necesarias para la salvación.

Los pasajes a y b afirman simplemente el valor suficiente de la fe para alcanzar la salvación. Además, el pasaje b rechaza

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404 Romanos, 10:9.

402 Pablo: Gálatas, 1:16. La cursiva es mía. El valor absoluto que Pablo con- cede a esa fe para conseguir la salvación aparece de manera inequívoca en diversos pasajes de sus cartas, como los siguientes: Romanos, 3:28, Romanos, 10:10, Gálatas, 3: 24-25 y Filipenses, 3:9. Por otra parte, su crítica a quienes pretendían alcanzar la salvación mediante el cumplimiento de la Ley podría representar una amenaza a los israelitas que se conformaban con cumplir la Ley tradicional de Israel, no dando el paso de abrazar la fe en Jesús y en su resurrección. Y aceptar la fe en Jesús significaba abandonar la religión tradi- cional para aceptar la nueva.

401 Romanos 3:27-28.

403 Gálatas, 3:24-25. La cursiva es mía.

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de modo explícito que el cumplimiento de la ley conduzca a la salvación.

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