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La problemática ambiental, el crecimiento económico y el avance tecnológico (página 2)


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Lo que es una verdadera lástima es que al aceptarlos no siempre se les realice una evaluación del impacto ambiental que podrían causar, puesto que, a pesar de que ya se ha llevado a cabo por muchos países, estrategias y un accionar profundo para revertir el proceso de degradación y miseria que vive hoy el mundo, este continúa y las metas del milenio siguen sin una respuesta decisiva para los países del tercer mundo, asimismo, la explotación sin límites de los recursos naturales, sobre todo de los combustibles fósiles, que tantos conflictos militares traen consigo, la falta de medidas contundentes para la conservación de la diversidad biológica, etc.; pero queda mucho, no tanto por decir sino por hacer, sobre todo con los países altamente industrializados que sólo ven y trabajan en pos de sus propios beneficios financieros, y por desgracia, para ello cuentan con todo el patrimonio natural, social y cultural de los países más ricos en estos y de menor crecimiento en sus economías deformadas.

Generalmente la conservación del medio ambiente y la protección de los recursos naturales se realizan sobre bases científicas, siempre y cuando existan la voluntad política, los recursos económicos y las condiciones óptimas en infraestructura y recursos humanos, para salvaguardar la naturaleza en beneficio de las actuales y futuras generaciones; aunque los problemas ambientales y sociales también existen por el propio avance de la ciencia y la técnica en el mundo industrializado de hoy. Esto pudiese verse como una contradicción, pero no lo es tanto así, pues con un poco de racionalidad económica se tendría otro poco de equilibrio ambiental y las tecnologías estarían en función de recuperar el Planeta, no de destruirlo.

Es por todo lo antes planteado que este trabajo persigue como fin, hacer un balance de la relación indisoluble entre la ciencia económica, la revolución científico-técnica y la situación ambiental, partiendo de sus antecedentes teóricos, hasta llegar al debate que hoy se levanta con más fuerza aún, respecto a este tema, a sabiendas polémico, e incurriendo finalmente en las consecuencias que trae para la humanidad y el entorno en que vive, la problemática ambiental, dada fundamentalmente por el crecimiento económico y desarrollo tecnológico, y la avaricia sin fin de unos pocos en contra de otros muchos.

Aristóteles, filósofo griego (384-322 a. J. C.), fue el primer pensador que relacionó la administración o economía de una ciudad o una casa, a los recursos que proporciona la naturaleza; se pueden percibir dos aspectos importantes en el pensamiento aristaotélico: el primero es que la idea económica de Aristóteles se refiere a la administración o gestión de la casa y de los recursos que proporciona la naturaleza, por lo que en la actualidad no debería haber ningún problema para ampliar el ámbito de aplicación de esta idea y entender la economía como la gestión del planeta, ampliación que no solo es física, sino conceptual, y que además, sería básicamente correcta; el segundo es que la noción aristotélica de riqueza está relacionada con los recursos que proporciona la naturaleza.

Es importante destacar que la noción de economía muestra una preocupación de carácter real, en el sentido que la economía se preocupa de la dependencia que tiene el hombre de la naturaleza y de sus semejantes para poder subsistir (Polanyi, 1989). O sea, el surgimiento de la actividad económica (producción, distribución y consumo) tiene como base fundamental la interacción del hombre con el medio ambiente natural y social en el que se desenvuelve, teniendo esta interacción un efecto resultante altamente beneficioso para el ser humano al verse proporcionado de medios para la satisfacción de sus necesidades materiales.

Sin embargo, esta visión no duró para siempre. Nicolás Copérnico, astrónomo polaco (1473 – 1543), en su obra "De revolutionibus orbium caelestium", expone el sistema copernicano, según el cual el Sol es el centro del Universo y la Tierra gira a su alrededor; imponiendo a su vez esa nueva visión del Mundo; y trayendo consigo que la actitud del ser humano para con su entorno, lejos de ser más cooperativa en cuanto a mantener mejor y más habitable su residencia planetaria, se tradujera en un profundo desprecio por el entorno material en el que se desenvolvía su existencia, provocando que se viera a la naturaleza como una nueva fuerza a someter.

La ciencia económica nació pues tras el contexto ideológico de que la razón, la ciencia, la técnica y el trabajo eran los medios ideales a utilizar para el sometimiento de la naturaleza; y se expande así esta ciencia, formulándose una serie de conceptos con el único objetivo de ensalzar los logros productivos y utilitarios de la sociedad industrial.

En el siglo XVII se impuso definitivamente la idea de progreso, es decir, la creencia de que cuanto más "modernos" más se habrá "avanzado" en todos los aspectos. Es por toda esta serie de cuestiones que, al venirse abajo la interacción armónica del hombre y su entorno, este se despojó en cuanto a sentido moral se trata, de sus relaciones con el entorno físico natural en el que se desarrollaba su vida, propiciándose así, el proceso de degradación ecológica; facilitando tal imposición las incuestionables mejoras en el arte de navegar, los grandes descubrimientos geográficos y ciertamente, el desplome de la cosmología aristotélica.

Sin embargo, fue con la Escuela Fisiocrática, a mediados del siglo XVIII, que la economía alcanza realmente el estatus de ciencia autónoma; introduciendo ya el campo de lo económico como un sistema coherente, con leyes perjudiciales para el hombre en caso de que fueran quebrantadas (Naredo, 1997). Quesnay, fundador de dicha escuela, publica en 1758 el Tableau Economique, donde sienta las bases del liberalismo económico, considerando que toda aquella riqueza creada a través del producto físico proviene de la agricultura (predominante entonces).

Los fisiócratas se desprenden del concepto religioso de lo económico, pero mantienen la idea organicista y la preocupación por la base físico- natural sobre la que se asienta, así como por los valores vitales; juzgaban al ser humano capaz de controlar y aumentar los volúmenes de producción por voluntad propia mediante el trabajo; siempre que respetaran los límites que, según ellos, imponía la naturaleza, y que solo así se podría garantizar la reproducción ilimitada de la actividad económica. Suponían que las actividades productivas generadoras de riqueza, no eran más que aquellas que aumentaban la producción material, es decir, las que conllevaban a un producto neto resultante.

Esta escuela propone, por tanto, una visión global, <<holística>> de los fenómenos – idea que se identifica con los enfoques sistémicos actuales -. La reproducción de la esfera económica no se disocia de la reproducción del medio natural.

Años después, en 1776, nace la Economía Clásica tras un largo proceso de incubación que tiene sus orígenes en el sistema monetario del siglo XIII, dando al traste con la práctica tradicional que hasta ese momento se venía ejerciendo, razón por la cual se convirtió en una influencia revolucionaria para su época (Dobb, 1945). Se proyecta sobre la base de "un entorno nuevo, un auténtico ecosistema creado por los hombres", dotado de su propia dinámica, que se desarrolla junto al ecosistema natural y, a veces de espaldas a él. La Naturaleza ya no puede seguir mostrándose como la única fuente de riquezas. (Passet, 1996)

Los economistas clásicos mantuvieron a la Naturaleza como un objeto pasivo e incómodo que se suponía acabaría frenando el crecimiento económico y haciendo desembocar el sistema hacia el inevitable "estado estacionario", exigía además distinguir entre actividades "productivas" e "improductivas". (Naredo, 1999)

De esta forma quedarían eliminados los obstáculos institucionales que frenaban una rápida expansión económica, ya perfectamente posible sobre la base de la nueva tecnología postnewtoniana (Revolución Industrial). Se abría así una era de optimismo, de confianza en la capacidad creadora del hombre, de crecimiento sin límites, lo cual resultaba bastante lógico en un mundo escasamente poblado y con amplios espacios vírgenes.

David Ricardo (1772 – 1823), uno de los clásicos de renombre, plantea en su análisis, que el recurso tierra tiene un carácter limitado, en el sentido físico de la palabra; por ende, no existiría crecimiento económico a largo plazo, precisamente debido a la escasez de recursos naturales (Pearce and Turner, 1995). Los rendimientos irían en detrimento; cómo la calidad de la tierra varía, entonces cada vez quedarían tierras de menor calidad para las producciones, y esto provocaría justamente la baja del crecimiento económico.

Se mostraba pesimista con respecto a las perspectivas del crecimiento económico a largo plazo y expresaba sus ideas sobre los <<límites ambientales>> en términos de los límites a la oferta de tierra agrícola de buena calidad y, por tanto, en el rendimiento decreciente de la producción agrícola. A largo plazo, en el modelo más complejo de Ricardo, el crecimiento económico desaparece, provocado por la escasez de recursos naturales. (Pearce and Turner, 1995). Los rendimientos decrecientes no están tan centrados en la escasez absoluta, sino en que la tierra disponible varía de calidad y la sociedad se ve forzada a pasar a tierras cada vez menos productivas.

Posterior a la economía clásica aparecieron los autores neoclásicos de finales del siglo XIX y principios del XX. Se elabora con ello una teoría completa del mecanismo de mercado, pues, tras un análisis del tema, llegaron al consenso de que un bien no solo valía por la cantidad de trabajo en él invertido, sino que tanto su escasez como la cantidad requerida por parte de los consumidores, le ofrecían un nuevo y real valor a dicho bien. Este fue el elemento clave de la revolución neoclásica, mostraron que la demanda depende de la utilidad marginal y de ese modo completaron el eslabón que faltaba para elaborar una teoría completa del mecanismo de mercado. Se pasa a la producción de utilidad y toma fuerza la microeconomía en un modelo que intenta hacerse independiente de la naturaleza.

De esta forma se va gestando en el sistema neoclásico un modelo completamente ajeno a la naturaleza, argumentándose que los recursos naturales no formaban parte de la idea de ciencia económica. Pensar que tanto tierra como trabajo eran sustituibles por capital, trajo consigo que el razonamiento económico sólo se centrara en el universo del valor, poniéndose completamente al margen del mundo físico, o sea, abandonó a su suerte todo lo referente al medio ambiente; y catalogando el capital como el único elemento factible para la producción de riqueza. Completando así la ruptura epistemológica que supuso desplazar la idea del sistema económico, con su carrusel de la producción y el crecimiento, al mero campo del valor, donde seguiría girando libremente, hasta que las recientes preocupaciones ecológicas o ambientales demandaron nuevas conexiones entre lo económico y lo físico. (Naredo, 1999)

Siendo de esta forma hasta hacerse evidente, en la década del 60 del siglo XX, la necesidad irrebatible de ubicarse por encima del antagonismo existente entre las diferentes escuelas del pensamiento económico; comienza a verse entonces la urgencia de armonizar el crecimiento económico con el equilibrio ecológico, y se va gestando en los países industrializados una conciencia crítica y radical encaminada a lograr un nuevo estilo de desarrollo alternativo que, frente a los fracasados modelos convencionales, fuera capaz también de integrar la dimensión ambiental en su totalidad cuando de desarrollo y crecimiento económico y tecnológico se trate. La crisis ambiental irrumpe entonces en la historia contemporánea, marcando los límites de la racionalidad económica y reabriéndose así la preocupación intelectual por la problemática medioambiental.

Como se ha venido planteando, el estado del medio ambiente no puede aislarse del estado de la economía mundial. Es un círculo cerrado. Los problemas económicos causan o agravan expolios ambientales que, a su vez, dificultan las reformas económicas y estructurales. Y es precisamente esto lo que, desgraciadamente, trae consigo que, si en los últimos tiempos ha ganado en extensión e intensidad el cuidado y la atención suprema a cómo resolver la crisis ecológica existente, sea porque el impacto de estos cambios ambientales en el orden ecológico y social del mundo amenaza grandemente a la economía y porque los desequilibrios ambientales globales hacen inviable el sistema económico mundial. Es por ello que se ha observado también un desplazamiento de su centro de gravedad, desde un conservacionismo originalmente apoyado en consideraciones éticas y estéticas, hacia posiciones más pragmáticas y vinculadas con la gestión económica.

El modelo general de desarrollo industrializado productivista – consumista que ha proliferado en las últimas décadas, se ha revelado profundamente desequilibrador en las relaciones sociales y ambientales; asimismo todo el proceso globalizador de la economía y su desmesurado crecimiento, y los avances científico-técnico que apoyan todo el proceso productivo en auge, han traído consecuencias nefastas a favor de la degradación del entorno.

La época a partir de la cual se inició la capacidad del Hombre de romper esa relación constante que tenía y sigue teniendo con la naturaleza, mediante el desarrollo científico-tecnológico para el crecimiento económico, ha modificado sensiblemente el panorama, hasta el punto que trata este trabajo. Antes de dicha época, las intervenciones del Hombre en la naturaleza, tal y como él mismo las veía, eran esencialmente superficiales e incapaces de dañar su permanente equilibrio. Pero las cosas cambiaron, fundamentalmente después de la llamada Revolución Industrial.

La situación ecológica actual pone de manifiesto tres aspectos:

  • 1. Los recursos naturales del planeta son limitados.

  • 2. Las formas de actividad humana han provocado un deterioro grave del ambiente.

  • 3. Se impone un cambio en las formas de actuación del Hombre.

La crisis ambiental actual se ha explicado desde diversas perspectivas ideológicas, se percibe como resultado de la presión ejercida por el crecimiento de la población y los limitados recursos del planeta. En segundo lugar, es interpretado como efecto de la acumulación del capital y la maximización del lujo y del consumo, conduciendo a patrones tecnológicos de uso y explotación de la naturaleza, que agota los recursos naturales y degrada las condiciones de regeneración de los ecosistemas.

La sobreexplotación de los ecosistemas, que calladamente sostenían a los procesos productivos, con sus equipamientos y tecnologías sucias, ha desencadenado una fuerza destructiva, que en sus efectos sinergéticos y acumulativos, genera los cambios globales que amenazan la estabilidad y sustentabilidad del planeta: la destrucción de la biodiversidad, el enrarecimiento de la capa estratosférica de ozono, el calentamiento global. Pasando a ser las presiones y tensiones ambientales fenómenos omnipresentes que aparecen en todos los sistemas económicos, independientemente de la ideología política, de los más pobres a los más ricos.

Estos procesos están íntimamente vinculados a la relación sociedad-naturaleza, están asociados a nuevos valores y a estrategias conceptuales que orienten la construcción de una racionalidad productiva sobre bases de sustentabilidad ecológica y equidad social. Asimismo, la crisis ambiental problematiza con los paradigmas establecidos y demanda, por tanto, nuevas formas de orientar los procesos productivos y tecnológicos, de manera que permitan un funcionamiento óptimo de la actividad económica, racionalizando los recursos necesarios y utilizando tecnologías más limpias o ecológicas, como también se le llaman, acordes a los reclamos que hoy se están haciendo al respecto.

El impacto del deterioro ambiental se refleja en la sociedad y en la economía de los pueblos de diferentes formas y a distintos plazos, de ahí que se estime: si la calidad ambiental se deteriora, se afecta la calidad de la vida. Si se desea mantener condiciones adecuadas de salud, calidad de vida y desarrollo sostenible, es necesario preocuparse por el mantenimiento y mejoramiento de la integridad ambiental para así, no agregar costos que pueden ser muy cuantiosos a los proyectos de desarrollo. (Ayes, 2003)

Si se ahorra en el área ambiental, si no se tiene en cuenta el impacto que puede causar una inversión determinada al medio ambiente, si no se hace una evaluación del mismo para saber si la inversión se puede o no hacer, o de qué manera llevarla a cabo sin causar daños adicionales, por no incrementar la inversión inicial, se termina gastando sumas mayores en plazos más largos o se termina perdiendo la inversión, "lo barato cuesta caro". A esto se le llama costo de la inación, la cual es más elevada que la acción previsora.

La implantación de una nueva actividad económica o de otra índole, la modificación de una existente o la ejecución de un determinado proyecto, causan sobre el medio ambiente un impacto ambiental; así pues, la determinación de la magnitud de la acción sobre el ambiente es importante para el mantenimiento y preservación del mismo.

El impacto ambiental es variable en el tiempo, pudiendo crecer los procesos erosivos, mantenerse, como en el caso de las construcciones, o decrecer, como en las reforestaciones o restitución del paisaje. El impacto ambiental indica tres facetas que son:

  • 1. Modificación de las características del medio ambiente.

  • 2.  Modificación de los valores ambientales.

  • 3. Modificación del ámbito de la salud y bienestar humano.

Estas facetas actúan e interactúan de diferentes formas sobre el medio: aire, suelo, agua, vegetación, fauna, paisaje, clima, factores socio – culturales patrimoniales, ruido y otros.

A lo largo de los siglos XIX y XX, la actividad humana ha transformado la composición química del agua y del aire en la Tierra, ha modificado la faz del propio planeta y ha alterado la vida misma. ¿Por qué este periodo de tiempo, más que ningún otro, ha generado cambios tan generalizados en el entorno?. Las razones son múltiples y complejas. Pero sin lugar a dudas, uno de los factores más notables es la utilización de los combustibles fósiles, que ha suministrado mucha más energía a una población mucho mayor que en cualquier época anterior.

Hacia 1990, la humanidad utilizaba una cantidad de energía 80 veces superior a la que usaba en 1800, la mayor parte de la misma procedía de los combustibles fósiles. La disponibilidad y capacidad de uso de esta nueva fuente de energía ha permitido a la humanidad aumentar los volúmenes de producción y de consumo. De forma indirecta, esta fuente de energía ha provocado un rápido crecimiento de la población al haber desarrollado el ser humano sistemas de agricultura mucho más eficaces como, por ejemplo, la agricultura mecanizada, basados en la utilización de estos combustibles fósiles. Las técnicas de cultivo mejoradas originaron un aumento del suministro de alimentos que, a su vez, favoreció el crecimiento de la población. Hacia finales de la década de 1990, la población humana era aproximadamente seis veces mayor que la de 1800.

Los cambios generalizados que han tenido lugar en el medio ambiente se deben también a otros factores como, por ejemplo, el vertiginoso ritmo de urbanización o la velocidad igualmente vertiginosa de la evolución tecnológica. Un factor importante es la creciente importancia que los gobiernos modernos otorgan al crecimiento económico. Todas estas tendencias están relacionadas entre sí, colaborando cada una de ellas al desarrollo de las otras y configurando la evolución de la sociedad humana en la edad contemporánea.

Durante cientos de miles de años, los seres humanos y sus predecesores en la cadena evolutiva han ido modificando, tanto deliberada como accidentalmente, su entorno de vida. Pero sólo en épocas recientes, con la utilización de los combustibles fósiles, la humanidad ha conseguido provocar cambios profundos en la atmósfera, el agua, el suelo, la vegetación y los animales. Provistos de combustibles fósiles, los humanos han alterado el entorno natural de forma como nunca lo habían hecho en épocas preindustriales, provocando, por ejemplo, la devastación de hábitats y fauna y flora naturales a través de los vertidos de petróleo. El hombre ha podido provocar los cambios medioambientales de forma mucho más rápida acelerando antiguas actividades como la deforestación.

Entre los combustibles fósiles se incluyen el carbón, el gas natural y el petróleo (también denominado crudo), que son los residuos petrificados y licuados de la acumulación durante millones de años de organismos vegetales en descomposición. Cuando se quema el combustible fósil, su energía química se convierte en calórica, la cual se transforma en energía mecánica o eléctrica mediante máquinas como motores o turbinas.

El primer aprovechamiento del carbón como combustible doméstico comenzó durante el siglo XVI en la ciudad inglesa de Londres. A lo largo de la Revolución Industrial, que se inició en el siglo XVIII, el carbón se fue convirtiendo en un combustible fundamental para la industria, actuando de medio de propulsión de la mayoría de las máquinas de vapor.

El carbón fue el combustible fósil primario hasta mediados del siglo XX, cuando el petróleo lo sustituyó como carburante preferido en la industria, el transporte y otros sectores. ¿Por qué eclipsó el petróleo al carbón como el carburante preferido? El petróleo presenta ciertas ventajas sobre el carbón, ya que produce mayor rendimiento que este, proporcionando más cantidad de energía por unidad de peso que el carbón y, además, provoca menos contaminación y funciona mejor en máquinas pequeñas. Sin embargo, los yacimientos de petróleo son menores que los de carbón, así, cuando el mundo haya agotado las reservas de petróleo seguirá existiendo abundante disponibilidad de carbón.

Ejemplos de Contaminación a causa del afán por el crecimiento económico y el desarrollo científico- tecnológico:

Contaminación de la atmósfera:

La capa más alejada del entorno de vida de la Tierra es la atmósfera, una mezcla de gases que rodea al planeta. La atmósfera contiene una capa muy fina de ozono que protege la vida en la Tierra contra la nociva radiación ultravioleta procedente del Sol. Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, el hombre ha ejercido un impacto muy escaso sobre la atmósfera. A lo largo de miles de años el hombre ha venido quemando de forma rutinaria elementos de la vegetación, provocando de forma intermitente una contaminación del aire. Sin embargo, con la revolución científico–técnica, y el consecuente uso de los combustibles fósiles, comenzó una amenaza a la humanidad por una contaminación atmosférica mucho más grave.

Antes de la generalización del uso de los combustibles fósiles, la contaminación del aire afectaba en mayor grado a las ciudades, debido a la concentración de focos de combustión en los núcleos urbanos. Los habitantes de las áreas urbanas de clima frío se procuraban calefacción quemando madera, pero los suministros locales de madera se fueron extinguiendo rápidamente. Debido a la escasez de oferta, la madera se fue encareciendo, entonces se comenzó a consumir el carbón como combustible, para la calefacción de los edificios. Durante el siglo XIX había medio millón de chimeneas expeliendo humo de carbón, hollín, cenizas y dióxido de azufre al aire.

El desarrollo de las máquinas de vapor durante el siglo XVIII introdujo el carbón en la industria. El crecimiento derivado de la Revolución Industrial se tradujo en un número mayor de máquinas de vapor, de chimeneas fabriles y, por consiguiente, mayor contaminación atmosférica. El cielo comenzó a oscurecerse en los núcleos industriales de Gran Bretaña, Bélgica, Alemania y Estados Unidos. Las ciudades que albergaban industrias consumidoras de energía, como la siderúrgica, y edificios dotados de calefacción por carbón, estaban siempre envueltas en humo y bañadas en dióxido de azufre.

Los habitantes de las ciudades y regiones industriales hubieron de padecer las consecuencias de una atmósfera cargada de contaminación, estos fueron testigos de la pérdida de numerosos pinares y especies naturales debido a los elevados niveles de dióxido de azufre existentes y, además, padecieron unas tasas de neumonía y de bronquitis muy superiores a las de sus antepasados, sus familiares residentes en otras regiones o sus descendientes. En Londres se dio la llamada niebla asesina (killer fog), una situación crítica de contaminación en diciembre de 1952, que causó más de 4.000 muertos.

A medida que se fueron popularizando los automóviles, las emisiones de los tubos de escape vinieron a sumarse a la contaminación atmosférica procedente de chimeneas y salidas de humos. Los gases de escape de los automóviles contienen diferentes tipos de sustancias contaminantes, tales como monóxido de carbono, óxido nitroso y plomo. Por lo tanto, los automóviles vinieron, junto con las nuevas industrias como la petroquímica, a complicar y agravar los problemas ya existentes de contaminación atmosférica en el mundo. El smog fotoquímico, causado por el impacto de la luz solar sobre elementos contenidos en los gases de escape de los automóviles, se convirtió en una seria amenaza para la salud en ciudades con abundante insolación y frecuentes cambios de temperatura. Los peores smogs del mundo se dan en ciudades soleadas y atestadas de coches, tales como: Atenas (Grecia), Bangkok (Tailandia), la Ciudad de México (México) y Los Ángeles (Estados Unidos).

Además de estos problemas de contaminación local y regional, hacia finales del siglo XX la actividad humana comenzó a impactar directamente sobre la atmósfera. Los crecientes niveles de dióxido de carbono en la atmósfera después de 1850, consecuencia principalmente de la incineración de los combustibles fósiles, aumentaron la capacidad del aire para retener el calor solar. Esta mayor retención térmica provocó la amenaza de un calentamiento global, un incremento generalizado de la temperatura de la Tierra. Una segunda amenaza contra la atmósfera provenía de los compuestos químicos conocidos como clorofluorocarbonos, que fueron inventados en 1930 y utilizados ampliamente en la industria y como refrigerantes después de 1950. Cuando los clorofluorocarbonos ascienden a la estratosfera (la capa más alta de la atmósfera), provocan una disminución del grosor de la capa de ozono, debilitando su capacidad para frenar la nociva radiación ultravioleta.

Contaminación del agua:

El agua siempre ha constituido un recurso vital para el Hombre, al principio sólo como bebida, más tarde para lavar y también para el regadío. Con la potencia proporcionada por los combustibles fósiles y la moderna tecnología, la humanidad ha desviado los cauces de los ríos, ha extraído el agua subterránea y contaminado las fuentes de agua de la Tierra como no lo había hecho jamás.

El regadío, si bien ya era una práctica muy antigua, sólo afectaba a regiones limitadas del mundo hasta épocas recientes. Durante el siglo XIX, las técnicas de regadío se difundieron rápidamente, impulsadas por los desarrollos de la ingeniería y el incremento de la demanda de alimentos procedente de la creciente población mundial. Se construyeron enormes redes de presas y de canales y en el siglo XX se construyeron presas aún mayores. Después de la década de 1930, las presas construidas para regadío también se aprovecharon para la producción de energía hidroeléctrica.

Las presas, al suministrar energía eléctrica además del agua de regadío, vinieron a facilitar la vida de millones de personas, sin embargo esta comodidad tenía un precio, ya que las presas modificaron los ecosistemas acuáticos que habían existido a lo largo de los siglos. En el río Columbia, en el oeste de Norteamérica, por ejemplo, las poblaciones de salmones se vieron afectadas ya que las presas bloqueaban las migraciones anuales de los salmónidos. En Egipto, donde una gran presa embalsó el Nilo, en Asuán, en 1971, fueron muchos los humanos y animales que hubieron de pagar las consecuencias. Las sardinas mediterráneas murieron y los pescadores de estas especies se quedaron sin ingresos. Los agricultores tuvieron que recurrir a los fertilizantes químicos, pues la presa de Asuán impedía las crecidas primaverales del Nilo y con ello, el depósito de la capa anual de limo fértil sobre las tierras ribereñas del río. Además, muchos egipcios que bebían agua del Nilo, el cual arrastraba una cantidad cada vez mayor de vertidos de los fertilizantes, comenzaron a cargar efectos negativos en su salud. El mar de Aral, en Asia central, también ha sufrido las consecuencias, ya que a partir de 1960 ha disminuido su nivel, debido a que las aguas que desembocaban en él habían sido desviadas para regar los campos de algodón.

Las aguas fluviales por sí solas no han bastado para cubrir las necesidades de la agricultura, las industrias y las ciudades. Las aguas subterráneas se han convertido, en muchas partes del mundo, en una fuente esencial de este elemento y a un precio muy económico, ya que los combustibles fósiles facilitaron enormemente los bombeos. Por ejemplo, en las Grandes Llanuras, desde Texas hasta los estados de Dakota del Norte y del Sur, surgió a partir de 1930 una economía basada en el cultivo de cereales y la cría de ganado. Esta economía extraía agua del acuífero de Ogallala, un vasto yacimiento subterráneo. Con el fin de satisfacer la demanda de agua potable, higiénica e industrial de una población cada vez mayor, algunas ciudades como Barcelona (España), Pekín (China) y la Ciudad de México (México) comenzaron a bombear aguas freáticas, y estas dos últimas han ido sufriendo lentamente un proceso de hundimiento, a medida que se bombeaba gran parte de sus aguas subterráneas. Al agotarse el suministro de agua subterránea, estas dos ciudades se vieron obligadas a traer agua desde muy lejos. En el año 1999, la humanidad utilizaba 20 veces más agua corriente que en 1800.

No sólo ha aumentado la utilización de agua, sino que cada vez un mayor porcentaje de esta quedaba contaminado por el aprovechamiento humano. Si bien la contaminación acuática venía existiendo ya desde hacía tiempo en las aguas fluviales que cruzan ciudades, como en el caso del Sena a su paso por la ciudad francesa de París, la era del combustible fósil ha modificado el alcance y la idiosincrasia de la contaminación acuática. La utilización del agua ha aumentado actualmente y existe una variedad mucho más amplia de sustancias contaminantes que enturbian las fuentes mundiales de suministro de agua. Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, la contaminación acuática ha sido principalmente biológica, ocasionada sobre todo por los desechos humanos y animales. Sin embargo, la industrialización introdujo un número incontable de sustancias químicas en las aguas del planeta, agravando así los problemas de la contaminación por vertimientos de líquidos y sólidos de las industrias, fábricas, etc.

Hasta el siglo XX, la contaminación biológica de los lagos y ríos del mundo constituyó un problema desconcertante, aunque los experimentos consistentes en filtrar y tratar químicamente las aguas han dado resultados positivos. Alrededor de 1880 morían anualmente en la ciudad estadounidense de Chicago miles de personas por enfermedades de propagación acuática, tales como, la fiebre tifoidea, sin embargo, hacia 1920, el agua de Chicago ya no era portadora de ninguna enfermedad fatal. De todas formas, existen multitud de comunidades en todo el mundo, especialmente en países pobres como India y Nigeria, que no pueden económicamente invertir en tratamientos de aguas residuales y en instalaciones de filtrado.

Al igual que ocurrió con la contaminación atmosférica, la industrialización y los avances tecnológicos del siglo XX provocaron un número cada vez mayor de formas de contaminación acuática. Los científicos inventaron nuevos productos químicos que no existen en la naturaleza, alguno de los cuales resultaron ser de máxima utilidad en la industria de la fabricación y en la agricultura. Desgraciadamente, otros demostraron ser nocivos agentes contaminantes. A partir de 1960 las sustancias químicas denominadas bifenilos policlorados (PCB), hicieron aparición en las aguas de Norteamérica en cantidades peligrosas, devastando y deteriorando la vida acuática y los seres vivientes que se alimentaban de dicha flora y fauna. A partir de 1970, las legislaciones norteamericana y europea consiguieron reducir notablemente la contaminación del aire o la del agua ocasionada por agentes aislados. Pero la contaminación no puntual, como los vertidos plagados de pesticidas procedentes de las tierras de labor, resultaba mucho más difícil de controlar. La contaminación acuática más grave se daba en los países más pobres donde seguía sin combatirse la contaminación biológica, al tiempo que la contaminación química ocasionada por la industria y la agricultura no hacía sino agravar la contaminación biológica. A finales del siglo XX China era probablemente el país más castigado por una enorme variedad de problemas de contaminación acuática.

Contaminación del suelo:

Durante la era de los combustibles fósiles también la superficie de la Tierra ha experimentado una transformación notable. Las mismas sustancias que han contaminado el aire y el agua se encuentran a menudo latentes en el suelo, a veces en concentraciones peligrosas que constituyen una amenaza para la salud humana. Si bien este tipo de situaciones sólo se solía dar en las proximidades de las industrias generadoras de residuos tóxicos, el problema de la salinización, normalmente asociado al regadío, estaba bastante más generalizado. Aunque el regadío siempre ha conllevado el riesgo de la destrucción del suelo al anegarlo y salinizarlo, los niveles de regadío modernos han intensificado este problema en todo el mundo. En la década de 1990 los campos devastados por la salinización iban siendo abandonados a medida que los ingenieros iban implantando el regadío en nuevas zonas. La salinización ha alcanzado su grado máximo en las zonas secas donde se produce una mayor evaporación, tales como México, Australia, Asia central y el suroeste de Estados Unidos.

La erosión del suelo causada por la actividad del hombre ya constituía un problema mucho antes de la salinización. La moderna erosión del terreno ha disminuido la productividad de la agricultura. Este problema conoció su mayor agravamiento durante el siglo XIX en los terrenos fronterizos abiertos a la colonización de los pioneros en países como Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Argentina. Los terrenos de pastos que jamás habían sido arados anteriormente comenzaron a sufrir la erosión del viento, que alcanzaba dimensiones desastrosas en tiempos de sequía, como ocurrió en la década de 1930 durante los tornados en Kansas y Oklahoma. La última destrucción importante de pastos vírgenes se produjo en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) durante la década de 1950, cuando el primer ministro Nikita Jruschov decidió convertir la zona norte de Kazajstán en un cinturón de trigo. Los combustibles fósiles desempeñaron también un papel crucial en esta época, ya que los ferrocarriles y los barcos de vapor transportaban el cereal y el ganado procedentes de estas zonas hasta los mercados más remotos.

Hacia finales del siglo XX los asentamientos de los pioneros se habían desplazado desde las llanuras de pastos hacia las regiones tropicales y forestales en las montañas. A partir de 1950 los agricultores de Asia, África y América Latina fueron colonizando cada vez más terrenos en los pequeños bosques cultivados. A menudo, dichos bosques, como los de Centroamérica y Filipinas, eran de tipo montañoso y recibían lluvias copiosas. Para poder cultivar estas tierras, los agricultores tuvieron que deforestar las laderas de las montañas, dejándolas expuestas a las lluvias torrenciales y haciéndolas vulnerables a la erosión del suelo. Este tipo de erosión arrasó las tierras en los Andes de Bolivia, el Himalaya nepalí y el norte de la India, así como las escarpadas zonas de Ruanda y Burundi. Las tierras yermas no hicieron sino endurecer la vida de los agricultores en estas y otras zonas.

El impacto de la erosión del suelo no acaba con la pérdida del suelo. El terreno erosionado no desaparece sin más, sino que se desplaza ladera y aguas abajo, depositándose en algún otro lugar. A menudo esta tierra ha quedado almacenada en lugares poco apropiados, anegando embalses o cortando carreteras. Al cabo de muy pocos años de finalizada su construcción, algunas presas de Argelia y China han quedado inservibles al quedar obstruidas por la erosión del suelo originada aguas arriba.

Flora y fauna;

La actividad humana ha afectado la flora y la fauna del planeta en no menor medida que el aire, el agua y el suelo. A lo largo de millones de años la vida fue evolucionando sin grandes impactos por parte de los seres humanos. Sin embargo, probablemente desde los primeros colonizadores de Australia y Norteamérica, la raza humana ha ido provocando extinciones masivas bien por medio de la caza o bien por la utilización del fuego. Con la domesticación de los animales, la humanidad comenzó a desempeñar una función más activa en la evolución biológica. Durante los siglos XIX y XX el papel desempeñado por el Hombre en la supervivencia de las especies, ha aumentado hasta el punto de que ciertas especies únicamente sobreviven porque los Hombres lo permiten. De forma análoga se protegen algunos animales para poder sacar provecho de ellos.

Aún cuando el Hombre favorece, de manera voluntaria o involuntaria, la supervivencia de algunas especies, amenaza otras. La tecnología y los combustibles modernos han multiplicado notablemente la eficacia de la caza, hasta el punto de poner en peligro de extinción a animales como la ballena azul o el bisonte de Norteamérica. Otros muchos animales, en su mayor parte especies de los bosques tropicales, son víctimas de la destrucción de su hábitat natural. De manera bastante inadvertida, y casi involuntaria, la humanidad ha asumido un papel central en la determinación del destino de muchas especies y la salud de las aguas, el aire y el suelo de nuestro planeta. El ser humano desempeña, por consiguiente, un papel vital en la evolución biológica.

La historia del medio ambiente de los dos últimos siglos ha sido la de una tremenda transformación. En apenas 200 años la humanidad ha provocado una modificación más drástica en la Tierra que la ocurrida desde la aparición de la agricultura hace unos 10.000 años. El aire, el agua y el suelo, de importancia vital para el Hombre, están en peligro; toda la trama de la vida depende de sus caprichos. La era de la industrialización, de la ciencia y la técnica avanzada, de los combustibles fósiles, del crecimiento económico y el desarrollo transnacional, está alterando la condición humana en algunos sentidos hasta ahora impensables. Pero el hecho de si se ha comprendido este impacto, y de si se está en disposición de aceptarlo, constituye una interrogante aún sin respuesta.

Tras haber hecho un análisis de la situación crítica que vive el mundo de hoy socio-económica y ecológicamente, se ha arribado a las siguientes conclusiones:

  • 1. Se evidencia el nexo indiscutible entre la ciencia económica, la revolución científico-tecnológica existente y el medio ambiente, apreciándose en las últimas décadas del siglo XX un marcado interés intelectual por la problemática ambiental.

  • 2. La problemática ambiental surgió como una crisis de civilización, la cual cuestiona la racionalidad económica y tecnológica dominante

  • 3. El afán por el crecimiento económico y el desarrollo científico-técnico traen consigo graves problemas de polución y degradación del medio, crisis de los recursos naturales, energéticos, de alimentos, etc.

  • 4. Se constata la necesidad de orientar los procesos productivos y tecnológicos hacia una sustentabilidad en su funcionamiento, teniendo en cuenta esto para todo tipo de actividad, tanto económica como científico-técnica.

  • 1. Aguilera, F., 1996, Economía y medio ambiente: Un estado de la cuestión, Madrid, Fundación Argentaria (10).

  • 2. Ayes, G. N., 2003, Medio Ambiente: Impacto y Desarrollo, La Habana, Ed. Científico-Técnica.

  • 3. Colectivo de autores, 2004, El saber ético de ayer y hoy, Ciudad de la Habana, Ed. Félix Varela.

  • 4. Colectivo de autores, 2006, La Nueva Universidad Cubana y su contribución a la universalización del conocimiento, La Habana, Ed. Félix Varela.

  • 5. Dobb, M., 1945, Economía Política y Capitalismo en Economía Política, 2da. parte, México, Ed. Fondo de Cultura Económica.

  • 6. Encarta 2004, Enciclopedia Multimedia 2004.

  • 7. Llanes, J., 1999, Políticas Económicas Ambientales, Ciudad Habana, Ed. Ciencias Sociales.

  • 8. Naredo, José M., 1996, La economía en evolución. Historia y perspectivas de las categorías básicas del pensamiento económico, Madrid, 2da. ed., Ed. Siglo XXI.

  • 9. Naredo, José M., 1999, Economía y sostenibilidad: La economía ecológica en perspectiva, Ciclo de Conferencias sobre Sociedad y Sostenibilidad, Palma de Mallorca.

  • 10. Naredo, J. M. & Valero, A., 1999, Desarrollo económico y deterioro ecológico, Madrid, Fundación Argentaria.

  • 11. Pearce, D. & Turner, K., 1995, Economía de los Recursos Naturales y del Medio Ambiente, Colegio de Economistas de Madrid, Ed. Celeste.

  • 12. Polanyi, K., 1997, La gran transformación, Madrid, Ediciones de la Piqueta.

  • 13. Smith, A., 1965, Investigación sobre la naturaleza y las causas de las riquezas de las naciones, México.

 

 

 

Autor:

Iracely milagros Santana Ges

Enviado por:

Juan Carlos Hernández Martin

Sede Universitaria Municipal

"Hermanos Saíz Montes de Oca"

Consolación del Sur

Partes: 1, 2
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