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Escatología (página 3)

Enviado por Josué Gallegos Salas


Partes: 1, 2, 3, 4

(4) El reino terrenal de mil años enseñado por los premilenialistas no concuerda con la enseñanza neotestamentaria sobre la escatología, dado que el mismo no corresponde ni a la era presente ni a la era por venir. Vimos antes que el Nuevo Testamento contrasta deis eras o eones: la era presente y la era por venir. No hay indicación ni en los Evangelios, ni en el libro de Hechos, ni en las epístolas que habrá también una tercera era entre la era presente y la era por venir. La representación que hacen los escritores del Nuevo Testamento es que cuando Jesús venga nuevamente él hará inicio a la nueva era. Es así que, por ejemplo, leemos en Mateo 25:3110 siguiente: "Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él [una clara referencia al regreso de Cristo], entonces se sentará en su trono de gloria". Que el trono del que aquí se habla no es un trono terrenal de mil años, sino el trono del juicio que inicia la era final, se hace evidente del versículo 46: "E irán estos [los que están a la izquierda del juez] a castigo eterno y los justos a la vida eterna". En Hechos 3 oímos a Pedro decir en su discurso en el templo; "Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo" (3:19-21). Ciertamente las palabras "los tiempos de la restauración de todas las cosas" se refieren no a un intervalo intermedio de mil años sino al estado final. Pablo enseña que la Segunda Venida de Cristo será seguida inmediatamente por el juicio final: "Así que no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas y manifestará las intenciones de los corazones" (1 Co. 4:5). En su segunda epístola, Pedro afirma con inconfundible claridad que la Segunda Venida será seguida inmediatamente por la disolución de la antigua tierra y la creación de la nueva tierra:

Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, la tierra y las obras que hay en ella serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos encendiéndose, serán deshechos y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. (2 P. 3:10-13).

El milenio de los premilenialistas, por lo tanto, es una suerte de anomalía teológica. No es como la era presente, ni es como la era por venir. Es, ciertamente, mejor que la era presente, pero está bastante lejos de ser el estado final de perfección. Para los santos resucitados y glorificados, el milenio es una agónica postergación del estado final de gloria que ellos esperan con gran anhelo. Para las naciones rebeldes el milenio es una continuación de la ambigüedad de la era presente en la cual Dios permite la existencia del mal mientras posterga el juicio final sobre dicho mal. Visto que un reinado terrenal de mil años por parte de Cristo no es enseñado en ninguna otra parte de las Escrituras, y dado que las características de este reino milenario están en conflicto con lo que la Escritura enseña en otras partes sobre la Segunda Venida y sobre la era por venir que le sigue, ¿por qué debemos afirmar que Apocalipsis 20:1-6 enseña que habrá un reino tal? En lugar de insistir en que Apocalipsis 20 afirma una enseñanza que no aparece en ninguna otra 'parte de la Biblia, ¿no es más sabio interpretar estos difíciles versículo s de un libro apocalíptico a la luz de, y en armonía con, las claras enseñanzas del resto de la Escritura?

  • El Postmilenialismo

Conviene notar que los postmilenialistas están de acuerdo con los amilenialistas en tres puntos:

(1) los postmilenialistas no creen que el milenio es (será) un reino visible de Cristo sobre un trono terrenal;

(2) no piensan que el milenio tendrá exactamente mil años de duración; (3) ubican el regreso de Cristo después del milenio.

Las diferencias entre el postmilenialismo y el amilenialismo, sin embargo, se verán más claras a medida que vayamos describiendo la posición postmilenialista. Comenzamos con una cita de uno de los más conocidos exponentes contemporáneos del postmilenialismo, Loraine Boettner:

Hemos definido al postmilenialismo como ese punto de vista respecto a las últimas cosas que sostiene que el Reino de Dios está siendo extendido ahora por el mundo a través de la predicación del evangelio y la obra salvífica del Espíritu Santo en los corazones de las personas; que el mundo será eventualmente cristianizado, y que el regreso de Cristo ocurrirá al fin de un largo período de justicia y paz comúnmente llamado "el milenio". Debe añadirse que sobre la base de los principios postmilenialistas, la Segunda Venida de Cristo será seguida inmediatamente por la resurrección general, el juicio general, y la introducción del cielo y del infierno en toda su plenitud.

Según los postmilenialistas, la presente era desembocará en la era del milenio a medida que una proporción cada vez mayor de los habitantes del mundo se vaya convirtiendo al cristianismo a través de la predicación del evangelio. Este creciente número de cristianos incluirá tanto a judíos como a gentiles. Los postmilenialistas generalmente entienden que Romanos 11:25-26 enseña una futura conversión en gran escala del pueblo judío, aunque no piensan que esto comprenderá una restauración del reino político judío.

A medida que el milenio se vaya transformando en una realidad, los principios cristianos de fe y conducta serán la norma aceptada para naciones e individuos. El pecado no será eliminado, pero será reducido a un mínimo. La vida social, política, económica y cultural de la humanidad será muy mejorada. Habrá condiciones generalmente prósperas en todo el mundo, la riqueza será ampliamente compartida y el desierto florecerá como la rosa. Naciones antes antagónicas trabajarán juntas en armonía. Esta edad de oro de prosperidad espiritual durará un largo período de tiempo, quizá mucho más que los mil años literales. En las palabras del mismo Boettner: "Esto no quiere decir que habrá alguna vez una época en este mundo en que cada persona sea cristiana, o que todo pecado sea abolido. Pero sí significa que el mal, que los principios cristianos serán la norma en vez de la excepción, y que Cristo regresará a un mundo verdaderamente cristianizado".

Tanto Loraine Boettner como J. Marcellus Kik (otro postmilenialista) están de acuerdo en que la gran tribulación de Mateo 24 y la apostasía de 2 Tesalonicenses 2 ya han pasado. Sin embargo, sobre la base de Apocalipsis 20:7-10, que describe el desencadenamiento de Satanás al fin del milenio, Boettner espera una "manifestación limitada del mal" antes que regrese Cristo. Pero, dice él luego, este desencadenamiento de Satanás y el posterior ataque que se lanzará contra la iglesia serán de corta duración y no la dañará. 10 Para el postmilenialista, el hecho de que habrá un resurgimiento final del mal un poco antes del regreso de Cristo de ningún modo niega su expectativa de una futura edad de oro para el milenio.

El único lugar en que la Biblia menciona el milenio es en Apocalipsis 20:1-6. Los primeros tres versículos de este pasaje describen el encadenamiento de Satanás por mil años, en tanto que los últimos tres indican que ciertos individuos vivirán y reinarán con Cristo durante mil años. Será interesante observar ahora cómo diversos postmilenialistas interpretan estos versículos. Benjamín B. Warfield, generalmente catalogado junto a los postmilenialistas, mantiene que Apocalipsis 20:1-6 describe el encadenamiento de Satanás durante la presente era de la iglesia y el reinado celestial de las almas de los creyentes muertos con Cristo durante la presente era. En su estudio más reciente sobre el tema, Loraine Boettner concuerda con la interpretación que Warfield hace del pasaje. Ambos postmilenialistas, por lo tanto, han adoptado la más común interpretación amilenialista de los primeros seis versículos de Apocalipsis 20. J. Marcellus Kik, sin embargo, si bien está de acuerdo en que el encadenamiento de Satanás es algo que se cumple en la actualidad, sostiene que la expresión: "Y vivieron y reinaron con Cristo mil años" se refiere a los creyentes que viven ahora en la tierra. Según Kik, la "primera resurrección" (v. 6) se refiere a la regeneración de estos creyentes mientras vivían en la tierra, y los tronos del versículo 4 son interpretados como modos figurativos de describir el presente reinado del pueblo de Cristo junto con él sobre la tierra.13 Norman Shepherd, también un postmilenialista, sostiene que el encadenamiento de Satanás está todavía en el futuro. Pero él está de acuerdo con Kik en interpretar la "primera resurrección" como una referencia a la regeneración. También entiende que la frase "los que vivieron y reinaron con Cristo" describe la vida presente de los creyentes sobre la tierra.

¿Qué prueba bíblica ofrecen los postmilenialistas como fundamento de su posición? Boettner cita la Gran Comisión de Mateo 28:18-20, en la cual Cristo manda a su pueblo a hacer discípulos en todas las naciones. Esta comisión, dice él, no es simplemente un anuncio de que el evangelio será predicado, sino que incluye la promesa que la evangelización efectiva de todas las naciones se cumplirá antes del regreso de Cristo. Boettner menciona también Mateo 16:18, que registra a Jesús diciendo que las puertas del Hades no prevalecerán contra la iglesia. El interpreta que este versículo significa que la iglesia tomará la ofensiva con el evangelio, "que avanzará a lo largo ya lo ancho del mundo, sin que nada, literalmente nada, sea capaz de resistir su marcha progresiva".16 Norman Shepherd cita pasajes de los salmos y de los profetas que hablan de un reino universal y triunfante del Mesías (p. ej., Nm. 14:21; Sal. 2:8; 22:27-29; 72; Is. 2:2-4; 11:6-9; 65; 66; Jer. 31:31-34; Zac.9:9ss; 13:1; 14:9). A continuación él dice: "Dado que éstos [pasajes] no pueden referirse a un reino posterior al advenimiento de Cristo, y visto que nada de lo sucedido en la historia le hace justicia a la gloria de la visión profética, la edad de oro debe estar todavía en el futuro, aunque previa al regreso del Mesías".17 Shepherd, además, menciona la parábola de la levadura en Mateo 13:33 y dice que ésta indica la extensión universal del reino. De Romanos 11 deriva la expectativa de una generalizada conversión tanto de judíos como de gentiles. "Todo esto", dice él, "está de acuerdo con el hecho que el objeto de la redención de Cristo es el mundo (Jn. 3:16-17; véase Ap. 11:15)".

Como crítica, se pueden presentar las siguientes objeciones contra la posición postmilenialista:

(1) Las profecías del Antiguo Testamento interpretadas por los postmilenialistas como referencias a una futura edad de oro de mil años describen en realidad el estado final de la comunidad redimida. El profesor Shepherd afirma que pasajes de este tipo no pueden referirse a un reino de Cristo posterior a su advenimiento. Yo pregunto, ¿por qué no? Si tenemos en mente el importante hecho que en el estado final habrá tanto un nuevo cielo como una nueva tierra, estas profecías pueden fácilmente entenderse como una indicación, en su significado definitivo, de las glorias de la vida en aquella nueva tierra.

Consideremos ahora algunos de los pasajes propuestos por el profesor Shepherd. Salmo 2:8 dice así: "Pídeme y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra". Si se piensa que este pasaje se refiere al Mesías, cosa que sin duda hace, ¿hay alguna razón por la cual no podamos pensar en el mismo como una descripción del reino de Cristo en la nueva tierra, cuando "los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo" (Ap. 11:15)? Isaías dice así: "… y volverán sus espadas en rejas de arados, sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación ni se adiestrarán más para la guerra". ¿Por qué no podemos entender este pasaje del mismo modo, como una referencia a la nueva tierra en la cual las hojas del árbol de la vida serán para curación de las naciones (Ap. 22:2)? Hay dos pasajes profético s que claramente describen la totalidad del conocimiento del Señor que caracterizará la existencia en la nueva tierra:

Isaías 11:9 ("Porque la tierra será llena del conocimiento del Señor como las agua cubren el mar") y Jeremías 31:34 ("Porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová"). Isaías 65:17-25 asimismo debe ser entendido como una descripción del estado final de los redimidos; nótense particularmente las palabras del versículo 17: "Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria ni más vendrá al pensamiento".

(2) La acostumbrada interpretación postmilenialista de la gran tribulación de Mateo 24 y de la apostasía de 2 Tesalonicenses 2 no se justifica. Como vimos antes, el discurso del monte de los Olivos de Mateo 24 se ocupa tanto de sucesos que tienen que ver con la destrucción de Jerusalén como de aquellos que tienen que ver con el fin del mundo. Si bien Jesús indica en este discurso que su pueblo debe esperar la tribulación durante todo el período entre su primera y segunda venida, él también habla de una gran tribulación tal como no ha habido desde el principio del mundo y nunca habrá (v. 21). De particular importancia aquí son los versículos 29 y 30 de este capítulo:

"E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá… entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo… y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria".

En lo referente a la apostasía de 2 Tesalonicenses 2, Pablo dice específicamente: "[el día del Señor o la parusía] no vendrá sin que antes venga la apostasía… "(v. 3). Por lo tanto, no existe una justificación bíblica para decir que estos dos acontecimientos, la gran tribulación, y la apostasía, descritas en 2 Tesalonicenses 2, deban ser relegados solamente al pasado.

(3) Apocalipsis 20:1-6 no sustenta la posición postmilenialista. Como se demostrará más adelante, este pasaje describe el reinado de las almas de los creyentes junto con Cristo en el cielo durante la era presente, y no describe una futura edad de oro. Consideremos ahora tres interpretaciones de este pasaje propuestas por postmilenialistas que son dignos representantes de dicha escuela.

Tanto Warfield como Boettner aceptan la corriente interpretación amilenialista de estos versículos, concordando en que los mismos describen el encadenamiento de Satanás durante la era presente y el reinado de las almas de los creyentes muertos junto con Cristo en el cielo, también durante la era presente. Pero si se toma como punto de partida tal interpretación, ¿qué base puede uno hallar en este pasaje para creer en una futura edad de oro de mil años de duración? Debe recordarse que el único lugar en que la Biblia menciona un milenio es en Apocalipsis 20; ahora bien, si estos versículos no dan evidencia a favor de la expectativa de una futura edad de oro de mil años, ¿qué prueba concluyente tenemos entonces de que habrá tal era?

J. Marcellus Kik está de acuerdo en que el encadenamiento de Satanás se está efectuando ahora, pero dice que el versículo 4 describe a creyentes que están vivos en el presente y que están reinando ahora sobre la tierra con Cristo. Hay dos dificultades con la interpretación que hace Kik del versículo 4. En primer lugar, el entender que "las almas que reinan con Cristo" se refiere a creyentes que están viviendo ahora en la tierra está en conflicto con la afirmación anterior, "vi las almas de los decapitados" (v. 4), y también con la afirmación posterior "los otros muertos no volvieron a vivir… "(v. 5). En segundo lugar, ¿cómo puede decirse de creyentes que están viviendo ahora que ellos reinarán con Cristo mil años, cuando nadie vive mucho más allá del lapso normal de vida de setenta años, si es que se alcanza a llegar a dicha edad? Lo que es más, aun si uno se basara en la interpretación que hace Kik del pasaje, ¿qué fundamento hay en estas palabras para esperar una futura edad de oro de mil años?

El profesor Shepherd sostiene que el encadenamiento de Satanás es algo que está todavía en el futuro, en tanto que interpreta el reinado de las almas con Cristo del mismo modo en lo que hace Kik. Las objeciones mencionadas anteriormente al punto de vista de Kik también tienen vigencia aquí. Existe una dificultad adicional: en el punto de vista de Shepherd los mil años durante los cuales Satanás es encadenado parecen ser un período diferente del de los mil años durante los cuales las almas reinan con Cristo. Pero, ¿no es más probable que los "mil años" mencionados cinco veces en estos seis versículos representen el mismo período de tiempo, especialmente si se tiene en cuenta que la expresión griega ta chilia ete ("los mil años") aparece dos veces en este pasaje, una vez en el v. 3 y otra vez en el v. 5? Y aun si aceptáramos que la interpretación que Shepherd hace de este pasaje pudiera ser la correcta, cabe nuevamente volver a preguntar, ¿Qué base hay en Apocalipsis 20:1-6 para la expectativa de una futura edad de oro de mil años?"

(4) La expectativa postmilenialista de una futura edad de oro previa al regreso de Cristo no hace justicia a la tensión continuada en la historia del mundo entre el reino de Dios y las fuerzas del mal. Que esta tensión continuada existe y seguirá existiendo es algo que ya hemos tratado antes.21 Ya en Génesis 3:15 Dios anunció la antítesis que se manifestaría a lo largo de la historia: la enemistad entre la simiente de la mujer ': la simiente de la serpiente. Esta antítesis continúa hasta el fin mismo de la historia-piénsese en las referencias que hay en el libro de Apocalipsis a la batalla de Armagedón (16:13-16) y la batalla de Gog y Magog (20:7-9). En la parábola del trigo y la cizaña que encontramos en Mateo 13:36-43, Jesús enseñó que la gente mala continuará existiendo al lado del pueblo redimido de Dios hasta el tiempo de la cosecha. La clara implicación de esta parábola es que el reino de Satanás, si podemos así llamarlo, continuará existiendo y creciendo mientras crezca el reino de Dios, hasta que Cristo regrese. El Nuevo Testamento da indicaciones que la fuerza de ese "reino de maldad" continuará hasta el fin del mundo cuando habla de la gran tribulación, de la apostasía final y de la aparición de un anticristo personal. Suponer, por lo tanto, que antes de que Cristo regrese "el mal se verá reducido a proporciones insignificantes" parecería ser una exagerada simplificación romántica de la historia, que no tiene fundamento en los datos bíblicos. Es cierto que Cristo ha logrado una victoria decisiva sobre el mal y Satanás, por lo que el resultado final de la lucha nunca está en duda. Pero aun así la antítesis entre Cristo y sus enemigos continuará hasta el fin.

  • El dispensacionalismo

Debemos comenzar afirmando que el premilenialismo dispensacionalista tiene orígenes comparativamente recientes. Si bien el premilenialismo en sí ha sido enseñado por teólogos cristianos desde el siglo II, el sistema teológico conocido como dispensacionalismo, que enseña una distinción absoluta entre Israel y la iglesia como diferentes pueblos de Dios, no comenzó hasta el tiempo de John Nelson Darby (1800-1882).

El premilenialismo dispensacionalista comparte con el premilenialismo histórico la convicción que Cristo reinará sobre la tierra por mil años después de su regreso. Sin embargo, hay muchas diferencias y de gran alcance entre estas dos variedades del premilenialismo.

Antes de considerar los rasgos principales del dispensacionalismo (o del premilenialismo dispensacionalista), debemos tomar nota en primer lugar de dos principios básicos que son determinativos al pensamiento dispensacionalista:

(1) La interpretación literal de la profecía. Herman Hoyt, un dispensacionalista contemporáneo, afirma este principio en las siguientes palabras:

El principio claramente afirmado es el de tomar las Escrituras en su sentido normal y literal, dando por sentado que esto se aplica a toda la Biblia. Esto significa que el contenido histórico de la Biblia debe ser tomado literalmente; el material doctrinal también debe ser interpretado de ese modo; la información moral y espiritual sigue esta misma pauta; y el material profético también debe ser entendido de esta manera. Esto no significa que no se use lenguaje figurativo en la Biblia. Pero sí significa que donde ese lenguaje es utilizado, el interpretar el pasaje de ese modo es una aplicación del método literal. Cualquier otro modo de interpretación roba al pueblo de Dios de parte, cuando no da la totalidad del mensaje que Dios le quiso dar".

(2) La distinción fundamental y permanente entre Israel y la iglesia. Las siguientes citas de conocidos teólogos dispensacionalistas ilustrarán este punto:

El dispensacionalista cree que a lo largo de las edades Dios está siguiendo dos propósitos distintos: uno relacionado con la tierra con un pueblo terrenal y comprendiendo objetivos terrenales, que es el judaísmo; el otro, en tanto, está relacionado con el cielo con un pueblo celestial y comprendiendo objetivos celestiales, que es el cristianismo…

De capital importancia para la interpretación premilenialista de la Escritura es la distinción aportada por el Nuevo Testamento entre el propósito presente de Dios para con la iglesia y su propósito para con la nación de Israel. Los individuos que son descendientes de Jacob en esta era presente tienen un privilegio igual al de los gentiles, el de poner su confianza en Cristo y de formar el cuerpo de Cristo la iglesia. El Nuevo Testamento tanto como el Antiguo, sin embargo, deja bien en claro que la nación de Israel como tal últimamente recibe el cumplimiento de sus promesas en el reino futuro de Cristo sobre ellos… La era presente, según la interpretación premilenialista, es el cumplimiento del plan y propósito de Dios, revelado en el Nuevo Testamento, de llamar un pueblo tanto de entre los judíos como de entre los gentiles para formar un nuevo cuerpo de santos. Y es solamente cuando este propósito haya sido cumplido que Dios podrá llevar a cabo los trágicos juicios que preceden al reino de mil años de Cristo e inaugurar la justicia y la paz que caracterizan el reino del milenio.

Es difícil presentar los rasgos principales del premilenialismo dispensacionalista, dado que los dispensacionalistas difieren entre sí en una cantidad considerable de detalles. Lo que sigue es un intento de describir los aspectos principales de la escatología dispensacionalista contemporánea, reflejando particularmente el punto de vista de la Biblia de Scofield del año 1967.

Los dispensacionalistas dividen las relaciones de Dios con la humanidad en varias "dispensaciones" diferentes. La Biblia de Scofield distingue siete dispensaciones: Inocencia, Conciencia o Responsabilidad Moral, Gobierno Humano, Promesa, Ley, Gracia, y Reino. La definición de dispensación es "un período durante el cual el hombre es puesto a prueba con referencia a cierta revelación específica de la voluntad de Dios".43 Si bien en cada dispensación Dios revela su voluntad de un modo diferente, estas dispensaciones no son modos diversos de salvación. "Durante cada una de ellas [las dispensaciones] el hombre es reconciliado con Dios de un sólo modo, es decir, por la gracia de Dios a través de la obra de Cristo lograda sobre la cruz y vindicada en su resurrección".44 La dispensación del Reino es el reinado del milenio de Cristo que ocurrirá después de su regreso.

El Antiguo Testamento contiene muchas promesas que anticipan que en algún momento futuro Dios establecerá un reino terrenal con el pueblo de Israel, su antiguo pueblo del pacto. Si bien el pacto con Abraham incluía promesas para la simiente espiritual de Abraham, su promesa central era que los descendientes físicos de Abraham recibirían la tierra de Canaán como una posesión eterna. En el pacto davídico se dio la promesa de que uno de los descendientes de David (a saber, el Mesías por venir) se sentaría para siempre sobre el trono de David, gobernando al pueblo de Israel. El nuevo pacto predicho en Jeremías 31:31-34, si bien incluye ciertos rasgos que ya se están cumpliendo en los creyentes en la presente era de la iglesia, es esencialmente un pacto para con Israel, que no se cumplirá plenamente hasta el tiempo del futuro milenio. Una gran cantidad de pasajes de los Salmos y de los profetas (p.ej., Sal. 72:1-20; Is.2:1-4; 11:1-9; 11-16; 65:18-25; Jer.23:5-6; Am. 9:11-15; Mi. 4:1-4; Zac.14:1-9, 16-21) predicen que el pueblo de Israel será reunido una vez más en algún tiempo futuro en la tierra de Canaán, disfrutará de un tiempo de prosperidad y bendición, tendrá un lugar especial de privilegio por sobre otras naciones, y vivirá bajo el gobierno benevolente y perfecto de su Mesías, el descendiente de David. Dado que ninguna de estas promesas se ha cumplido, los dispensacionalistas esperan que se cumplan durante el reinado del milenio de Cristo.

Cuando Cristo estuvo en la tierra, él ofreció el reino de los cielos a los judíos de su tiempo. Este reino iba a ser un gobierno terrenal sobre Israel, en cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento; además, la entrada a este reino requeriría el arrepentimiento del pecado, la fe en Jesús como Mesías y la buena disposición de adoptar la alta norma de moralidad enseñada, por ejemplo, en el Sermón del Monte. Los judíos de ese tiempo, sin embargo, rechazaron el reino. El establecimiento final de este reino, por lo tanto, se postergó hasta el tiempo del milenio. Mientras tanto, Cristo introdujo la "forma misteriosa" del reino-una forma descrita en parábolas tales como la del sembrador y la del trigo y la cizaña en Mateo 13. Un exponente de este punto de vista, E. Schuyler English, lo expresa de esta manera: "El reino del misterio es la cristiandad, esa porción del mundo en la cual se profesa el nombre de Cristo. Es la iglesia visible, compuesta de incrédulos tanto como de creyentes, que constituye el reino de los cielos en misterio. Continuará hasta el fin de los tiempos cuando Cristo regrese a la tierra a reinar como Rey".

Dado que el reino en su forma final o "verdadera" había sido rechazado por los judíos, Cristo ahora procede a establecer la iglesia. El propósito de la iglesia es el de reunir a creyentes, principalmente los gentiles pero incluyendo también a los judíos, como cuerpo de Cristo una reunión o "llamamiento" que no será completa hasta que Cristo regrese nuevamente para el arrebato. Si bien el reino davídico fue predicho en el Antiguo Testamento, la iglesia no lo había sido. La iglesia, por lo tanto, constituye una especie de "paréntesis" en el plan de Dios, que interrumpe el programa predicho por Dios para Israel. " … La era presente [la era de la iglesia] es un paréntesis o un período de tiempo no predicho por el Antiguo Testamento y que en consecuencia no cumple ni avanza el programa de acontecimientos revelados en las profecías del Antiguo Testamento".

El regreso de Cristo, como vimos anteriormente, ocurrirá en dos etapas o fases. La primera fase será el así llamado arrebato, que ocurrirá en cualquier momento. Aquí surge una importante diferencia entre el premilenialismo pretribulacionista de los dispensacionalistas y el premilenialismo histórico; en tanto que este último espera que se cumplan ciertos signos de los tiempos antes que regrese Cristo, el anterior espera que estos signos se cumplan después que se haya cumplido la primera fase del regreso. Los dispensacionalistas pretribulacionistas, en otras palabras, creen en lo que se ha dado en llamar la venida de Cristo inminente o de cualquier momento.48 En el momento del arrebato Cristo no vuelve totalmente hasta la tierra, sino que recorre solamente parte del camino. En este momento ocurre la resurrección de todos los verdaderos creyentes, a excepción de los santos del Antiguo Testamento. Después de esta resurrección los creyentes que están todavía vivos-tanto los creyentes judíos como los creyentes gentiles-serán repentinamente transformados y glorificados. Ocurre entonces el arrebato de todo el pueblo de Dios; los creyentes resucitados y los creyentes transformados son llevados en las nubes para encontrarse con el Señor que desciende en el aire. Este cuerpo de creyentes, llamado la iglesia, sube ahora al cielo con Cristo para celebrar con él, durante siete años, la fiesta de las bodas del Cordero.

El período de siete años que sigue es el cumplimiento de la septuagésima semana de la profecía de Daniel (Dn. 9:24-27). Los dispensacionalistas sostienen que si bien la sexagésima novena semana de esta profecía se cumplió en el tiempo de la primera venida de Cristo, la profecía respecto a la septuagésima semana (v. 27) no se cumplirá hasta después del arrebato.

Durante este período de siete años, mientras la iglesia permanece en el cielo, ocurrirán en la tierra varios acontecimientos:

(1) la tribulación predicha en Daniel 9:27 comienza ahora, cuya segunda parte es la así llamada gran tribulación;

(2) el anticristo comienza su reinado cruel un reinado que culmina con su demanda de ser adorado como Dios;

(3) terribles juicios caen ahora sobre los habitantes de la tierra;

(4) en este tiempo el remanente de Israel se volverá a Jesucristo para aceptarlo como el Mesías los 144.000 israelitas sellados del Apocalipsis 7:3-8;

(5) este remanente de Israel comenzará ahora a predicar el "Evangelio del Reino"-un evangelio que tiene como contenido central el establecimiento del futuro reino davídico, pero que incluye el mensaje de la cruz y la necesidad de fe y arrepentimiento;

(6) a través del testimonio de estos 144.000 una multitud sinnúmero de los gentiles será también traída a la salvación (Ap. 7:9);

(7) los reyes de la tierra y los ejércitos de la bestia y del falso profeta se reúnen ahora para atacar al pueblo de Dios en la batalla de Armagedón.

Al fin de este período de siete años Cristo regresará en gloria acompañado por la iglesia. En este momento él descenderá completamente a la tierra y destruirá a sus enemigos, dando fin así a la batalla de Armagedón. Para este tiempo la nación de Israel se habrá reunido en Palestina. Al regresar a Cristo, la gran mayoría de los israelitas vivos por entonces se volverán a Cristo en fe y serán salvos, en cumplimiento de las predicciones del Antiguo y del Nuevo Testamento. El diablo ahora será encadenado, arrojado al abismo, y sellado allí durante mil años-este período de tiempo se entiende en un modo estrictamente literal. Lo santos que murieron durante la tribulación de los siete años que acaban de terminar serán ahora resucitados de entre los muertos (Ap. 20:4); la resurrección de los santos del Antiguo Testamento también ocurrirá en este momento. Los santos resucitados, sin embargo, no entrarán en e" reino del milenio que está a punto de ser establecido; ellos se reunirá con los santos resucitado s y trasladados que constituyen la iglesia arrebatada en el cielo. Viene entonces el juicio de los gentiles que permanecen vivos, registrado en Mateo 25:31–46. Este juicio no tiene que ver con naciones sino con personas. "La piedra de toque de este juicio será cómo las personas gentiles trataron a los hermanos de Cristo hermanos según la carne (es decir, judíos) o hermanos según El espíritu (es decir, el pueblo salvo) – durante 'la tribulación' ". Las ovejas – aquellos que pasan la prueba – serán dejadas sobre la tierra para entrar en el reino del milenio. Los cabritos-aquellos que no pasan la prueba-serán arrojados al fuego eterno. A continuación sigue el juicio sobre Israel, que aparece mencionado en Ezequiel 20:33-38. Los rebeldes de entre los israelitas serán muertos en este tiempo y no se les permitirá disfrutar las bendiciones del milenio. Los israelitas que hubieren vuelto al Señor, empero, entrarán en el reino del milenio y disfrutaran de sus bendiciones.

Cristo comienza ahora su reinado de mil años. El asciende al trono de Jerusalén y gobierna sobre un reino que es principalmente judío, aunque los gentiles comparten también sus bendiciones; los judíos, sin embargo, son exaltados por sobre los gentiles. Al comienzo de este milenio Cristo gobierna sobre aquellos que han sobrevivido el juicio de gentiles y el juicio de Israel recién descritos. Aquellos que son miembros de este reino del milenio, por lo tanto, no son creyentes resucitados, sino creyentes que estaban vivos todavía cuando Cristo regresó para la segunda fase de su Segunda Venida; debe notarse también que al principio del milenio no quedará gente no redimida viviendo sobre la tierra. El reino del milenio de Cristo cumple las promesas hechas a Israel en el Antiguo Testamento: "El propósito terrenal de Israel del cual hablan los dispensacionalistas tiene que ver con la promesa nacional que se cumplirá en los judíos durante el milenio, al vivir ellos sobre la tierra en cuerpos no resucitados. El futuro terrenal de Israel no tiene que ver con los israelitas que mueren antes de que el milenio sea instalado".

Los que entran en el reino del milenio serán seres humanos normales. Se casarán y reproducirán, y la mayoría de ellos morirán. El milenio será un tiempo de prosperidad, de productividad maravillosa y de paz, será una edad de oro tal como el mundo nunca ha visto antes. La tierra estará llena del conocimiento del Señor, así como las aguas cubren el mar. La adoración en el milenio se centrará alrededor del templo reconstruido de Jerusalén, al cual llegarán todas las naciones para ofrecer alabanza a Dios. Los sacrificios de animales volverán a ser ofrecidos en el templo. Estos sacrificios, sin embargo, no serán ofrendas propiciatorias, sino ofrendas conmemorativas, en memoria de la muerte de Cristo por nosotros.

¿Cuál será la relación de los santos resucitados para con la tierra del milenio? Los santos resucitados vivirán en la nueva y santa Jerusalén descrita en Apocalipsis 21:1-22:5. Durante el reino del milenio esta Jerusalén celestial estará en el aire sobre la tierra, echando su luz sobre la tierra. Los santos resucitados tomarán parte en el reino del milenio, ya que participarán con Cristo en ciertos juicios (cf. Mí. 19:28; 1 Co. 6:2; y Ap" 20:6). Parecería, por lo tanto, que los santos resucitados podrán descender desde la nueva Jerusalén a la tierra a fines de tomar parte en estos juicios. Estas actividades judiciales, sin embargo, parecen estar "limitadas a ciertas funciones específicas, y la actividad primaria de los santos resucitados será la de estar en la ciudad nueva y celestial"

Si bien al principio del milenio solamente gente regenerada vivirá sobre la tierra, los hijos nacidos de esta gente durante el milenio eventualmente sobrepasarán grandemente a sus padres. Muchos de estos hijos se convertirán y serán verdaderos creyentes. Aquellos que se vuelvan rebeldes en contra del Señor serán refrenados por Cristo y, si fuera necesario, ejecutados. Aquellos que simplemente profesan la fe cristiana pero no son verdaderos creyentes serán reunidos por Satanás al fin del milenio (después de que éste haya sido puesto en libertad de su prisión) para un ataque final contra "el campo de los santos". Esta rebelión final, sin embargo, será totalmente aplastada por Cristo, los enemigos de Dios serán destruidos y Satanás será arrojado al Iago de fuego. Antes del fin del milenio, todos los creyentes que hubieran muerto durante el milenio serán resucitados.

Una vez terminado el milenio, todos los muertos no creyentes serán resucitados y serán juzgados ante el gran trono blanco. Visto que sus nombres no han sido escritos en el libro de la vida, todos ellos serán arrojados al Iago de fuego, que es la segunda muerte.

El estado final será iniciado en este momento. Dios creará ahora un nuevo cielo y una nueva tierra, de los cuales habrán sido quitados todo pecado e imperfección. La Jerusalén celestial, la morada de los santos resucitados, descenderá ahora a esta nueva tierra donde Dios y su pueblo morarán juntos en una eterna y perfecta bienaventuranza. Si bien el pueblo de Dios sobre la nueva tierra será uno, habrá una distinción por toda la eternidad entre los judíos redimidos y los gentiles redimidos.

La relación entre el cumplimiento de las promesas de Dios a la nación de Israel durante el milenio y el destino final de los israelitas individualmente salvos es indicada en la siguiente cita: "… el Antiguo Testamento ofrecía una esperanza nacional, que se cumplirá plenamente en la era del milenio. La esperanza de cada santo individuo del Antiguo Testamento respecto a una ciudad eterna se cumplirá a través de la resurrección en la Jerusalén celestial, donde, sin perder distinción o identidad, Israel se reunirá con los resucitado s y trasladados de la era de la iglesia para compartir la gloria de su reino [de Cristo] para siempre".

El rapto de la Iglesia, ¿verdad o ficción?

¿Qué es el rapto de la Iglesia? Hablando de manera general, los dispensacionalistas distinguen una segunda venida de Cristo divida en dos fases, aunque buscan preservar la unidad de la idea de la segunda venida al hablar de dos aspectos del mismo gran evento. Pero puesto que estos dos aspectos son presentados como dos eventos diferentes, separados por un período de varios años, cada uno teniendo su propio propósito, en realidad con mucha dificultad pueden ser vistos como un solo evento. El primero de estos eventos es la parusía o simplemente "la venida," y el resultado es el llamado rapto de los santos, algunas veces representado como un rapto secreto. Ryrie dice, "El rapto de Iglesia significa el removimiento de la Iglesia de la tierra hacia el cielo." El rapto es la venida de Cristo por Sus santos, es decir, la Iglesia. La segunda fase de

esta venida en dos etapas es el llamado "Día del Señor" y es la venida de Cristo con sus santos antes del Milenio. El foco de nuestro estudio es solamente la primera parte de esta venida bifásica, es decir, el rapto.

El rapto cerrará el paréntesis de la Iglesia. Después de él, Dios continuará su programa para Israel, siendo la gran tribulación el evento inmediato. Por lo tanto, la tribulación y el milenio no son para la Iglesia, sino para Israel. Mientras tanto, los santos de la Iglesia que fueron arrebatados en el aire, habiendo sido resucitados serán juzgados y participarán de las bodas del Cordero.

Ryrie apunta cinco aspectos del rapto basándose en 1 Tesalonisenses 4:13-18.

Habrá un regreso de Cristo (v.16). El mismo Señor vendrá por su pueblo y habrá un grito, tal y como un oficial da un mandato a sus tropas. Habrá una resurrección (v. 16). En este punto en la historia sólo los muertos en Cristo resucitarán; esto es, sólo los cristianos (los santos del Nuevo Testamento). También los cristianos que estén vivos serán transformados en sus cuerpos glorificados. Habrá un rapto (v. 17). Los creyentes que estén vivos serán arrebatados hacia la presencia del Señor sin experimentar la muerte física. Hablando estrictamente, la palabra rapto se relaciona solamente con los creyentes vivos quienes serán arrebatados hacia la presencia del Señor. Sin embargo, hablando teológicamente, el rapto es usado para nombrar a todo el evento, incluyendo la resurrección de los creyentes que hayan muerto como también la traslación de los creyentes que estén vivos. Habrá una reunión (v.17) Primero, con los seres queridos, y segundo, con el Señor en el aire. Podemos obtener seguridad de esta doctrina (v.18). La doctrina del rapto conforta a todos los que han perdido a un ser querido, con la seguridad de que el creyente no tiene la tristeza como los otros que no tienen esperanza.

La resurrección de los muertos

La discusión de la segunda venida de Cristo conduce, naturalmente, a la consideración de sus afines. Entre estos el más sobresaliente es la resurrección de los muertos o como algunas veces se llama, "la resurrección de la carne".

  • La doctrina de la resurrección en la historia

En los días de Jesús había diferencia de opinión entre los judíos respecto a la resurrección. En tanto que los fariseos creían en ella, los saduceos no, Mat. 22:23; Hech. 23:8. Cuando Pablo habló de ella en Atenas, se encontró con la burla, Hech. 17:32. Algunos de los Corintios la negaban, 1 Cor. 15, e Himeneo y Fileto, considerándola como algo meramente espiritual, afirmaba que ya era un asunto de historia, II Tim. 2:18. Celso, uno de los más antiguos oponentes del cristianismo, hizo de esta doctrina, de manera especial, el blanco del ridículo; y los gnósticos, que consideraban a la materia como inherentemente mala, naturalmente la rechazaban. Orígenes defendió la doctrina en contra de los gnósticos y de Celso, y sin embargo no creía que el mero cuerpo que se depositaba en la tumba habría de resucitar. Describió el cuerpo de la resurrección como uno nuevo, refinado y espiritualizado. Aunque algunos de los primitivos Padres cristianos participaron de su concepto, la mayoría de ellos acentuó la identidad del cuerpo presente y el cuerpo de la resurrección. La iglesia ya había expresado en la confesión apostólica su creencia en la resurrección de la carne (sarkos). Agustín, al principio, se inclinó a convenir con Orígenes; pero posteriormente adoptó el concepto dominante aunque no estimó necesario creer que las presentes diferencias de talla y estatura continuarían en la vida venidera. Jerónimo insistió fuertemente sobre la identidad del cuerpo presente y el futuro. El Oriente, representado por hombres como los dos Gregarios, Crisóstomo y Juan de Damasco manifestó una tendencia a adoptar un concepto más espiritual de la resurrección que el Occidente. Aquellos que creían en un milenio que había de venir hablaron de una doble resurrección, la de los justos al principio y la de los malvados al fin del reino milenario. Durante la Edad Media los escolásticos especularon mucho acerca del cuerpo de la resurrección, pero sus especulaciones son de mucha fantasía y de poco valor. Especialmente Tomás de Aquino pareció tener información especial acerca de la naturaleza de la resurrección del cuerpo, y acerca del orden y manera de la resurrección. Los teólogos del período de la Reforma convenían generalmente en que el cuerpo de la resurrección sería idéntico con el cuerpo actual. Todas las grandes confesiones de la iglesia explican la resurrección general como simultánea con la segunda venida de Cristo, el juicio final y el fin del mundo. No separan ninguno de estos eventos tales como la resurrección de los justos y la de los malvados, y la venida de Cristo y el fin del mundo, por un período de mil años. Los premilenaristas, por otra parte, insisten en tal separación. Bajo la influencia del racionalismo y con el avance de las ciencias físicas algunas de las dificultades con que está cargada la doctrina de la resurrección se acentuaron, y como un resultado, el amplitudismo religioso moderno niega la resurrección de la carne, y explica las exposiciones bíblicas de ella como representaciones figuradas de la idea de que la personalidad humana: plena continuará .existiendo después de la muerte.

  • Pruebas bíblicas de la resurrección

En el antiguo testamento

Algunas veces se dice que el Antiguo Testamento no sabe nada de la resurrección de los muertos, o lo sabe sólo en sus últimos libros. Es muy común la opinión de que Israel tomó prestada de los persas su creencia en la resurrección. Dice Mackintosh: "Existe evidencia muy fuerte a favor de la: hipótesis de que la idea de la resurrección entró de Persia a la mente hebrea". Brown habla de una manera parecida: "La doctrina de la resurrección individual apareció por primera vez en Israel después del exilio, y puede haberse debido a la influencia persa". Salmos menciona también este concepto, pero pretende que no está suficientemente garantizado. Dice: "La doctrina de Dios en el Antiguo Testamento es por sí misma suficiente para explicar toda la historia del concepto de una vida futura en el Antiguo Testamento". De Bondt llega a la conclusión de que no hay un solo pueblo entre todos aquellos con los que Israel estuvo en contacto, que no tuvieron una doctrina de la resurrección que pudiera haber servido como un modelo para la explicación de la que era corriente entre Israel; y que la fe en la resurrección que encuentra expresión en el Antiguo Testamento no tiene su base en las religiones de los gentiles, sino en la revelación del Dios de Israel. Es cierto que no encontramos una afirmación clara respecto a la resurrección de los muertos antes del tiempo de los profetas, aunque Jesús encontró que estaba ya implicada en Ex. 3:6; compárese Mat. 22:29-32, y el escritor de Hebreos advierte que aun los patriarcas miraban a la resurrección de los muertos, Heb. 11:10, 13-16, 19. Ciertamente no faltan evidencias de que había una creencia en la resurrección mucho antes del exilio. Está implicada en los pasajes que hablan de la liberación del sélo Sal. 49:15; 73:24, 25; Prov. 23:14. Encuentra expresión en la famosa afirmación de Job, 19:25-27. Además se enseña con mucha claridad en Isa. 26:19 (un pasaje que los críticos consideran tardío), y en Dan. 12:2, y probablemente también está implicada en Ez. 37:1-14

En el nuevo testamento

Como podría esperarse, el Nuevo Testamento tiene más que decir acerca de la resurrección de los muertos que el Antiguo, porque en la resurrección de Jesucristo trae el clímax de la revelación de Dios sobre este punto. En contra de la negación de los saduceos, Jesús arguye la resurrección de los muertos fundándose en el Antiguo Testamento, Mat. 22:23-33, y paralelos, compárese Ex. 3:6. Además, Jesús enseña aquella gran verdad con mucha claridad en Juan 5:25-29; 6:39, 40, 44, 54; 11:24, 25; 14:3; 17:24. El pasaje clásico del Nuevo Testamento para la doctrina de la resurrección es 1 Cor. 15. Otros pasajes importantes son: 1 Tes. 4:13-l6; II Cor. 5:1-10; Apoc. 20:4-6 (de dudosa interpretación), y 20:13.

  • La naturaleza de la resurrección

Es la obra del dios triuno

La resurrección es la obra del Dios triuno. En algunos casos se nos dice simplemente que Dios levanta los muertos, sin identificar persona alguna, Mat. 22:29; II Cor. 1:9, Sin embargo, con mas particularidad, la obra de la resurrección se atribuye al Hijo, Juan 5:21, 25, 28, 29; 6:38-40, 44, 54; I Tes. 4:16. Indirectamente también se designa como una obra del Espíritu Santo, Rom. 8:11

Es una resurrección física o corporal

Hubo algunos, en los días de Pablo, que consideraron que .la resurrección era espiritual, II Tim. 2:18. Y hay muchos en la actualidad que creen nada más en una resurrección espiritual. Pero la Biblia es muy explícita al enseñar la resurrección del cuerpo. A Cristo se le llama las "primicias" de la: resurrección, 1 Cor. 15:20, 23, Y "el primogénito de los muertos", Col. 1:18; Apoc. 1:5. Esto implica que la resurrección del pueblo de Dios será semejante a la de su celestial Señor. La de El fue una resurrección corporal y la de ellos tendrá que ser de la misma clase. Además, la redención obrada por Cristo se dice que intuye también la del cuerpo, Rom. 8:23; I Cor. 6:13-20. En Rom. 8:11 se nos dice explícitamente que Dios por medio de su Espíritu levantará nuestros cuerpos mortales. Y en 1 Cor. 15 se ve claramente que el cuerpo es el que está en forma prominente en la mente del apóstol; compárense especialmente los versículos 35-49. De acuerdo con la Escritura habrá una resurrección del cuerpo, es decir, no del todo una nueva creación, sino un cuerpo que en un sentido fundamental será idéntico con el cuerpo presente. Dios no creará un cuerpo nuevo para cada hombre, sino que levantará el mismo cuerpo que fue depositado en la tierra. Esto no sólo puede inferirse del término "resurrección", sino que se afirma claramente en Rom. 8:11, I 'Cor. 15:53, y está implicado además en la figura de la semilla que cae en tierra, la cual emplea el Apóstol en I Cor. 15:36-38. Además, Cristo, las primicias de la resurrección, probó conclusivamente la identidad de su cuerpo a sus discípulos. Al mismo tiempo la Biblia manifiesta con perfecta evidencia que el cuerpo será cambiado en gran manera. El cuerpo de Cristo todavía no estaba plenamente glorificado durante el período de transición entre la resurrección y la ascensión; y sin embargo, había pasado ya por un cambio notable. Pablo se refiere al cambio que tendrá lugar cuando dice que al sembrar la semilla no sembramos el cuerpo que será; ni pretendemos recoger del suelo precisamente la misma semilla. Y sin embargo, esperamos al cosechar, algo que en sentido fundamental será idéntico con la semilla depositada en la tierra. Aunque hay cierta identidad entre la semilla sembrada y la semilla que se desarrollará de ella, sin embargo también hay una notable diferencia. Seremos cambiados, dice el apóstol, "porque esto corruptible debe vestirse de incorrupción, y esto mortal debe vestirse de inmortalidad". El cuerpo "se siembra en corrupción; se levanta en incorrupción: se siembra en vergüenza; se levanta en poder; se siembra un cuerpo natural; se levantará un cuerpo espiritual". El cambio no es inconsistente con la conservación de la identidad. Se nos dice que en la actualidad cada partícula de nuestros cuerpos cambia cada siete años, pero a través de ese cambio todo el cuerpo retiene su identidad. Habrá una cierta relación física entre el antiguo cuerpo y el nuevo, pero la naturaleza de esta relación no se nos ha revelado. Algunos teólogos hablan de un germen remanente del que se desarrollará mi nuevo cuerpo; otros dicen que el principio de organización del cuerpo permanece. Orígenes pensaba en alguna cosa parecida, y así lo hicieron Kuyper y Milligan. Si tenemos esto presente, perderá su fuerza por completo, la antigua objeción en contra de la doctrina de la resurrección, es decir, que es imposible que un cuerpo pueda levantarse con las mismas partículas que lo constituían a la hora de la muerte, puesto que estas partículas pasan a otras formas de existencia! y quizá a centenares de otros cuerpos.

Es una resurrección tanto de justos como de injustos

Según Josefo los Fariseos negaban la resurrección de los malvados. 5 La doctrina del aniquilacionismo y la de la inmortalidad condicional, las cuales, al menos en algunas de sus formas, niegan la resurrección de los malvados y enseñan su aniquilación, aceptadas por muchos teólogos, han encontrado también aceptación en sectas como la de los adventistas y la del amanecer milenario. Creen en la' extinción total de los malvados. Algunas veces se hizo la afirmación de que la Escritura no enseña la resurrección de los malvados, pero esto es manifiestamente un error, Dan. 12:2; Juan 5:28, 29; Hech. 24:15; Apoc. 20: 13-15. Al mismo tiempo debe admitirse que la resurrección de ellos no es prominente en la Biblia. El aspecto soteriológico de la resurrección está manifiestamente en primer lugar, y ésta pertenece al los justos, nada más, Ellos, a distinción de los malvados, son los que resultan beneficiados por la resurrección.

Es una resurrección que no tiene igual importancia para el justo que para el injusto

Breckeridge cita a I Cor. 15: 22 para probar que la resurrección, tanto de santos como de pecadores, fue comprada por Cristo. Pero difícilmente puede negarse que el segundo "todos" de ese pasaje es general sólo en el sentido de que incluye a "todos los que están en Cristo". La resurrección se explica allí como resultado de una unión vital con Cristo. Pero, con seguridad, sólo los creyentes están en semejante relación viva con El. La resurrección de los malvados no puede considerarse como una bendición ganada por la obra mediatoria de Cristo, aunque está relacionada con ella indirectamente. Es un resultado necesario por haber pospuesto la ejecución de la sentencia de muerte sobre el hombre, posposición que hizo posible el trabajo de redención. La posposición dio por resultado una separación comparativa de la muerte temporal y la eterna, y la existencia de un estado intermedio. Bajo estas circunstancias se hizo necesaria la resurrección de los malvados de entre los muertos, para que la muerte les fuera impuesta en su más, amplia extensión y en todo el peso de sus consecuencias. La resurrección de ellos no es un acto redentivo, sino de justicia soberana, de parte de Dios. La resurrección de los justos y de los injustos tiene esto en común, que en ambos, los cuerpos y las almas son reunidos. Pero en el caso de los primeros este resultado es vida perfecta, en tanto que en el caso de los últimos conduce a la pena extrema de muerte, Juan 5:28, 29.

  • El tiempo de la resurrección

Según la Escritura la resurrección general coincidirá con la vuelta de Cristo y el fin del mundo y tendrá lugar inmediatamente antes del Juicio Final, Juan 5 :27-29; 6 :39, 40, 44, 54; 11 :24; 1.a Cor… 15:23; Fil. 3:20, 21; Rev.20 :11-15. Los pre-Milenarios enseñan que tendrá lugar una doble resurrección: la primera de los justos a la vuelta de Cristo, y la de los injustos mil años después, al fin del mundo. Pero la Biblia habla de ambas resurrecciones en una sola palabra, Dan. 12 :12; Juan 5 :28, 29; Hechos 24:15. Conecta el juicio de los malos con la venida de Cristo, 2.a Tes. 7:10, y coloca la resurrección de los justos en el último día Juan 6:39, 40, 44, 54; 11:24.

El Juicio Final

Otro de los importantes concomitantes del regreso de Cristo es el juicio final que será de una naturaleza general. El Señor viene otra vez con el preciso propósito de juzgar a los vivos y consignar a cada individuo a su destino eterno.

  • La doctrina del juicio final en la historia

La doctrina del juicio general y final estuvo desde los tiempos más primitivos de la era cristiana relacionada con la resurrección de los muertos. La opinión general era la de que los muertos se levantarían para ser juzgados según los hechos cometidos en el cuerpo. La certidumbre de este juicio se acentuaba como una solemne advertencia. Esta doctrina ya está contenida en la confesión apostólica, o Credo de los Apóstoles: "Desde allí vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos". La idea que más domina era que este juicio estaría acompañado con la destrucción del mundo. Como un todo, los Padres de la Iglesia primitiva no especularon mucho acerca de la naturaleza del juicio final aunque Tertuliano es una excepción. Agustín procuró interpretar algunas de las afirmaciones figuradas de la Escritura respecto al juicio. En la Edad Media los escolásticos discutieron el asunto con gran detalle. También ellos, creyeron que la resurrección de los muertos sería seguida de inmediato por el juicio general, y que esto marcaría el fin del tiempo del hombre. En ese sentido general todas las criaturas racionales se presentarán en el juicio, y éste traerá una manifestación general de los hechos de cada uno, así de los buenos como de los malos. Cristo será el Juez, aunque otros se asociarán con El en el juicio; sin embargo, no como jueces en el sentido estricto de la palabra. Inmediatamente después del juicio habrá una conflagración universal. Aquí dejamos fuera de consideración algunos de los otros detalles. Los Reformadores participaron de este concepto en general, pero añadieron poco o nada al concepto dominante. El mismo punto de vista se encuentra en todas las confesiones protestantes las cuales explícitamente afirman que habrá un día de juicio al fin del mundo, pero no entran en detalles. Así ha sido el concepto oficial de las iglesias hasta el tiempo actual. Esto no significa que no encuentren expresión otros conceptos. Kant infería del imperativo categórico la existencia de un juez supremo que enderezaría todos los errores, en alguna vida futura. Schelling en su famoso dictum, "la historia del mundo es el juicio del mundo", considera evidentemente el juicio nada más como un proceso inmanente presente. Algunos no se inclinaron a aceptar la constitución moral del universo, ni creyeron que la! historia se estaba moviendo hacia una terminación moral, y de esta manera negaron el juicio futuro. Von Hartmann le dio a esta idea una construcción filosófica. En la teología moderna amplitudista, con su énfasis sobre el hecho de que Dios es inmanente en todos los procesos de la historia, hay una tendencia fuerte a considerar el juicio primario, si no exclusivamente, como un proceso presente inmanente. Dice Beckwith: "En los tratos de Dios con los hombres no se encuentra la intermitencia ni la suspensión de ninguno de los atributos de su Ser. Por lo tanto, el juicio no es más cierto en el futuro que en el presente. Hasta donde Dios es su autor, el juicio es tan constante y perpetuo como su acción en la vida humana. Posponer el juicio para una futura hora pública es mal entender la justicia como si pudiera estar dormida o suspendida, completamente atada con las condiciones externas. Por el contrario, la esfera de justicia debe buscarse no primeramente afuera, sino dentro, en la vida interna, en el mundo de la conciencia". Los dispensacionalistas creen de todo corazón en el juicio futuro, pero hablan de juicios en plural. Según ellos habrá un juicio en la parusía, otro en la revelación de Cristo y todavía otro en el fin del mundo.

  • La naturaleza del juicio final

El juicio final del que nos habla la Biblia no puede ser considerado como un proceso espiritual, invisible e interminable, como si fuera idéntico con la providencia de Dios en la historia. Esto no equivale a negar el hecho de que hay un juicio provincial de Dios en las vicisitudes en los individuos y en las naciones, aunque no siempre se reconozca así. La Biblia nos enseña con claridad que Dios, hasta el presente, visita el mal con castigo, y recompensa el bien con bendiciones, y estos castigos y recompensas son positivos en algunos casos; pero en otros ejemplos aparecen como el resultado natural y providencial del mal cometido o del bien hecho, Deut. 9:5; Sal. 9:16; 37: 28; 59: 13; Prov. 11:5; 14: 11; Isa. 32:16, 17; Lam. 5:7. La conciencia humana de testimonio también de este hecho. Pero también está manifiesto en la Escritura que los juicios de Dios en la vida presente no son los finales. El mal algunas veces continúa sin el debido castigo, y el bien no siempre es recompensado con las bendiciones prometidas en esta vida. El malvado de los días de Malaquías se envalentonaba clamando, "¿En dónde está el Dios del juicio?" MaI. 2:17. Se oía en aquellos días esta queja: "En vano es servir a Dios; y qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos afligidos en presencia de Jehová de los ejércitos? Decimos, pues, ahora: Bienaventurados son los soberbios, y los que hacen impiedad no sólo son prosperados, sino que tentaron a Dios y escaparon", Mal. 3:14, 15. Job y sus amigos estuvieron luchando con el problema del sufrimiento de los justos, y así también estuvo Asaf en el Sal. 73. La Biblia nos enseña a mirar hacia el juicio final considerándolo como la respuesta definitiva de Dios a todos estos problemas, como la solución de semejantes problemas, y como la remoción de todas las discrepancias aparentes del presente, Mat. 25:31-46; Juan 5:27-29; Hech. 25:24; Rom. 2:5-11; Heb. 9:27; 10:27; II Pedo 3:7; Apoc. 20:11-15. Estos pasajes no se refieren a un proceso, sino a un evento muy definido que tendrá lugar en el fin del tiempo. Se explica como acompañado por otros eventos históricos, tales como la venida de Jesucristo, la resurrección de los muertos, y la renovación de los cielos y de la tierra.

  • Conceptos erróneos respecto del juicio

El juicio será puramente metafórico

Según Schleiermacher y muchos otros eruditos alemanes las descripciones bíblicas del juicio final deben entenderse como indicaciones simbólicas del hecho de que el mundo y la iglesia quedarán finalmente separados. Esta explicación sirve para evaporar toda la idea de un juicio forense para! la determinación pública del estado final del hombre. Es una explicación que seguramente no hace justicia a las fuertes afirmaciones de la Escritura respecto del juicio futuro considerado como una declaración formal, pública y final.

El juicio será exclusivamente inmanente

El dicho de Schelling de que "la historia del mundo es el juicio del mundo" contiene sin duda un elemento de verdad. Según lo indicamos en lo que precede, hay manifestaciones de la justicia retributiva de Dios en la historia de las naciones y de los individuos. Las recompensas o los castigos pueden ser de carácter positivo, o pueden ser el resultado natural del bien o del mal hecho. Pero cuando muchos eruditos amplituditas pretenden que el juicio divino es por completo inmanente y está determinado del todo por el orden moral del mundo, ciertamente dejan de hacer justicia a las explicaciones de la Escritura. Su concepto del juicio como "automático" hace de Dios 1m ocioso, que únicamente busca y aprueba la distribución de las recompensas y de los castigos. Destruye por completo la idea del juicio como un evento externo y visible, que ocurrirá el un tiempo definido del futuro. Además, no puede satisfacer los anhelos del corazón humano por la justicia perfecta. Los juicios históricos son siempre parciales nada más, y algunas veces deja la impresión sobre los hombres de ser una parodia de la justicia. Siempre ha habido ocasión y todavía la hay para la perplejidad de Job y de Asaf.

El juicio no será un solo evento

Los actuales premilenaristas hablan de tres futuros y diferentes juicios. Distinguen: (a) Un juicio de los santos resucitados y de los vivientes en la parusía o la segunda venida del Señor, los cuales seguirán para vindicar públicamente a los santos, recompensando a cada uno según sus obras y señalándoles sus respectivos lugares el) el futuro reino milenial. (b) Un Juicio en la revelación de Cristo (el día del Señor) inmediatamente después de la gran tribulación, en la cual, según el concepto dominante, las naciones gentiles serán juzgadas como naciones} de acuerdo con la actitud que hayan asumido para con el resto evangelizante de Israel (los hermanos pequeñitos del Señor). La entrada de estas naciones en el reino depende de los resultados del juicio. Este es el juicio que se menciona en Mat. 25:31-46. Está separado del primer juicio por un período de siete años. (c) Un juicio de los muertos impíos delante del gran trono blanco, descrito en Apoc. 20:11-15. Los muertos son juzgados de acuerdo con sus obras, y esto determina el grado de castigo que recibirán. Este juicio será mil años después del anterior. Debe notar se, sin embargo, que la Biblia siempre habla del juicio venidero como de un solo evento. Nos enseña a mirar hacia adelante, no a los días del juicio, sino al día del juicio, Juan 5:28, 29; Hech. 17:31; II Ped. 3:7, llamado también "aquel día", Mat. 7: 22; II Tim. 4:8, y "el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios", Rom. 2:5. Los premilenaristas sienten la fuerza de este argumento, porque replican que debe ser un día de mil años. Además, hay pasajes de la Biblia de los que se deduce con abundancia evidente que los justos y los malvados aparecerán en juicio juntos para una separación final, Mat. 7:22, 23; 25:31-46; Rom. 2:5-7; Apoc. 11:18; 20: 11-15. Además, debería notarse que el juicio de los impíos está representado como un concomitante de la paurosia y también de la revelación, II Tes. 1:7-10; II Ped. 3:4-7. Y por último, debería recordarse que Dios no juzga a las naciones como naciones cuando de consecuencias eternas se trata, sino sólo a los individuos; y que una separación final de los justos y de los impíos no puede ser posible sino hasta el fin del mundo. Es difícil ver como cualquiera podría dar una interpretación consistente y tolerable a Mat. 25:31-46, excepto sobre el supuesto de que el juicio a que se refiere es el universal que abarca a todos los hombres, y que estos son juzgados, no como naciones, sino como individuos. Hasta Meyer y Alford que se cuentan como premilenialistas consideran que esta es la única exposición sostenible.

Se considera que el juicio final es innecesario

Algunos consideran que el juicio final es del todo innecesario, porque el destino de cada hombre está determinado al tiempo de su muerte. Si un hombre duerme en Jesús ya está salvo; y si muere en sus pecados ya está perdido. Puesto que el asunto ya está definido, no se necesita ninguna inquisición judicial posterior, y por lo tanto, el juicio final resulta del todo superfluo. Pero la certidumbre del juicio futuro no depende del concepto de su necesidad. Dios nos enseña con claridad en su Palabra que habrá un juicio final, y esto define el problema para todos los que reconocen a la Biblia como la regla definitiva de la fe. Además, resulta enteramente errónea! la hipótesis sobre la que se desarrolla este argumento, es decir, que el juicio final servirá para definir lo que ha de ser el estado futuro del hombre. Servirá más bien para descorrer delante de todas las criaturas racionales la gloria declarativa! de Dios en un acto formal forense, que magnifique por una parte la santidad y justicia de Dios, y por la otra, su gracia y misericordia. Además, deberá recordarse que el juicio del último día diferirá, en más de un respecto, del que hay cuando llega la muerte de cada individuo. No será secreto, sino público; no corresponderá al alma nada más, sino también al cuerpo; no tendrá referencia a un solo individuo, sino a todos los hombres.

  • El juez y los que a el asistirán

Como es natural, el juicio final, como todas las opera ad extra de Dios, es la obra del Dios trinó, pero la Biblia lo atribuye en particular a Cristo. Cristo en su capacidad medianera serán el Juez futuro, Mat. 25:31, 32; Juan 5:27; Hech. 10:42; 17:31; Fil. 2:10; II Tim. 4:1. Pasajes como Mat. 28:18; Juan 5:27; Fil. 2:9, 10, dejan abundante evidencia de que el honor de juzgar a los vivos y a los muertos fue conferido a Cristo como Mediado en recompensa de su obra expiatoria y como parte de su exaltación. Esto puede considerarse como uno de los honores supremos de su realeza. En su capacidad como Juez, también, Cristo está salvando a su pueblo hasta lo último: Completa la redención de ellos; los justifica públicamente, y quita de ellos las consecuencias últimas del pecado. De pasajes como Mat. 13:41, 42; 24:31; 25:31, puede inferirse que los ángeles lo ayudarán en este grande trabajo. Evidentemente, los santos en algún sentido se sentarán y juzgarán juntamente con Cristo, Sal. 149:5-9; 1 Cor. 6:2, 3; Apoc. 20:4. Es difícil decir con precisión lo que esto envuelve. Ha sido interpretado en el sentido de que los santos condenarán al mundo por medio de su fe, de la misma manera que los ninivita condenarán a las ciudades incrédulas de los días de Jesús; o que únicamente concurrirán con Cristo al juicio. Pero el argumento de Pablo en I Cor. 6:2, 3 parece requerir algo más que esto, porque ninguna de las dos interpretaciones sugeridas probaría que los Corintios eran capaces de juzgar los asuntos que surgían en la iglesia. Aunque no puede esperarse de los santos que conozcan a todos los que aparecerán en juicio, ni tampoco sepan aplicar los castigos, sin embargo tendrán alguna participación activa en el juicio que hará Cristo, aunque es imposible decir con precisión cual será esa parte.

  • Las partes que serán juzgadas

La Escritura contiene indicaciones claras de que al menos habrá dos partes que serán juzgadas. Es evidente que los ángeles caídos aparecerán delante del tribunal de Dios, Mat. 8: 29; 1 Coro 6: 3; II Pedo 2: 4; Judas 6. Satanás y sus demonios encontrarán su condenación final en el día del juicio. También es perfectamente claro que cada individuo de la raza humana tendrá que aparecer delante del trono del juicio, Ecl. 12:14; Sal. 50:4-6; Mat. 12:36, 37; 25: 32; Rom. 14:10; II Cor. 5:10; Apoc. 20:12. Estos pasajes ciertamente no dejan lugar para el concepto de los pelagianos ni de los que van en pos de ellos, de que el juicio final estará limitado a aquellos que han gozado de los privilegios del evangelio. Ni favorecen tampoco la idea de aquellos sectarios que sostienen que los justos no serán llamados a juicio. Cuando Jesús dice en Juan 5:24, "De cierto, de cierto os digo, el que oye mi Palabra y cree al que me ha enviado, tiene vida eterna y no vendrá a juicio sino que ha pasado de muerte a vida", claramente da a entender, atendiendo al contexto, que el creyente no viene a juicio condenatorio. No obstante, a veces se objeta que los pecados de los creyentes, que ya están perdonados, ciertamente no se harán públicos en ese tiempo; pero la Escritura nos conduce a esperar que sí serán publicados,' aunque, de consiguiente, serán revelados como pecados perdonados. Los hombres serán juzgados por toda palabra ociosa, Mat. 12:36, y por toda cosa secreta, Rom. 2:16; 1 Cor. 4: 5, y no hay indicación alguna de que esto se limite a los impíos. Además se ve con perfecta evidencia en pasajes como Mat. 13:30, 40-43, 49; 25: 14-23, 34-40, 46, que los justos aparecerán delante del trono de juicio de Cristo. Es más difícil determinar, si los ángeles buenos estarán sujetos al juicio final en algún sentido de la palabra. El Dr. Bavinck se inclina a inferir de 1 Cor. 6:3 que sí lo serán; pero este pasaje no prueba el punto. Lo haría si la palabra aggelous estuviera precedida por el artículo, pero no es este el caso. Leemos (en el griego), "¿no sabéis que juzgaremos ángeles?" Debido a la incertidumbre relacionada con este asunto, es mejor guarda silencio. Y esto, tanto más cuanto que los ángeles se representan con claridad nada más como ministros de Cristo en relación con la jornada del juicio, Mat. 13:30, 41; 25:31; II Tes. 1:7,8.

  • El tiempo del juicio

Aunque el tiempo del juicio futuro no puede determinarse en absoluto, puede fijarse relativamente, es decir, en relación con otros eventos escatológicos. Será con toda claridad al final del mundo actual, porque se pasará juicio sobre la vida completa de cada individuo, Mat. 13:40-43; II Ped. 3:7. Además, será uno de los concomitantes de la venida (parusía) de Jesucristo, Mat. 25:19-46; II Tes. 1:7-10; II Ped. 3:9, 10, Y seguirá inmediatamente después de la resurrección de los muertos, Dan. 12:2; Juan 5:28, 29; Apoc. 20:12, 13. El problema de si precederá inmediatamente, o coincidirá con, o seguirá inmediatamente a los cielos y a la tierra nueva no puede situarse conclusivamente sobre base escritural, Apoc. 20:11 parecería indicar que la transformación del universo tendrá lugar cuando el juicio comience; II Ped 3:7, que los dos sincronizarán; y Apoc. 21:1 que la renovación de los cielos y de la tierra seguirá al juicio. Podemos hablar de ellos nada más en un sentido general como concomitantes. Es igualmente imposible determinar la duración exacta! del juicio. La Escritura habla de "el día del juicio", Mat. 11:22; 12:36, "aquel día", Mat. 7:22; II Tes. 1: 10; II Tim. 1:12, y "el día de la ira", Rom. 2:5; Apoc. 11:.8. No necesitamos inferir de estos pasajes, y otros similares, que se trata de un día de 24 horas exactas, puesto que la palabra "día" también se usa en la Biblia en más de un sentido indefinido. Sin embargo, por otra parte, la interpretación de algunos de los premilenaristas, de que se trata de una designación de todo un período milenario completo, no puede considerarse como plausible. Cuando la palabra día se usa para denotar un período, se trata de uno, que, como un todo, queda definido mediante algunas características especiales, generalmente indicadas mediante el genitivo que sigue a la palabra. De esa manera "el día de la tribulación" es el período caracterizado completamente por la tribulación, y "el día de salvación" es el período que se distingue por completo, debido a la sobresaliente oferta del favor o la gracia de Dios. Y ciertamente no puede decirse que el período milenario de los premilenaristas, aunque comience y termine con juicio, sea por completo un período de juicio. Es más bien un período de gozo, de justicia' y de paz. La característica sobresaliente de él no es, ciertamente, el juicio.

  • La medida del juicio

Evidentemente la medida mediante la cual los santos y los pecadores serán juzgados, será la voluntad revelada de Dios. Esta, no será la misma para todos. Algunos han sido más privilegiados que otros, y esto, naturalmente, aumenta su responsabilidad, Mat. 11:21-24; Rom. 2:12-16. Esto no quiere decir que habrá condiciones diferentes de salvación para clases diferentes de pueblo. Para todos aquellos que aparezcan en juicio la entrada al cielo o la exclusión de él dependerán de que estén vestidos con la justicia de Jesucristo. Pero habrá diferentes grados de bendición en el cielo, como de castigo en el infierno. Y estos grados serán determinados por lo que se hizo en la carne, Mat. 11:22, 24; Luc. 12:47, 48; 20: 47; Dan. 12:3; II Cor 9:6. Los gentiles serán juzgados por la ley de la naturaleza, inscrita en sus corazones; los israelitas de la antigua dispensación, por la revelación del Antiguo Testamento, y nada más por ella; y aquellos que han disfrutado de la luz del Evangelio además de la luz de la naturaleza y la revelación del Antiguo Testamento, serán juzgados de acuerdo con la mayor luz que recibieron. Dios dará a cada hombre su merecido.

Partes: 1, 2, 3, 4
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