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La Perla de Asia (La Higuera de DIOS) (página 2)


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HUYENDO de la ira de su hermano mayor, Jacob abandonó Beerseba y se encaminó a la tierra de Harán. Corría el año 1760. Salió sin ninguna pertenencia, sólo un poco de aceite y su cayado, toda las riquezas de su padre quedaron en manos de su hermano. Jacob llegó a la ciudad de Luz, y allí tomó una piedra para recostar su cabeza y durmió. En sueños vio una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo, por la que los ángeles de Dios subían y bajaban, estando Jehová en lo alto, el cual le dijo: "… Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente. He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho." (Génesis, 28:13-15). Cuando Jacob despertó tomó la piedra sobre la que recostara su cabeza, y la alzó por señal y sobre ella derramó aceite. Llamó aquella ciudad Betel, e hizo pacto con Dios de que diezmaría de todo lo que lo proveyera. Continuó Jacob su camino y al llegar a Harán se encontró con su prima Raquel, la cual era pastora de ovejas, y de la cual se enamoró al verla.

Cuando Labán, padre de Rebeca, oyó las nuevas de que Jacob había llegado, lo recibió solícitamente y lo contrató como su trabajador, pero al preguntarle que porqué salario lo haría, Jacob, quien ya amaba a Raquel, le dijo que trabajaría con él siete años por ella. Labán aceptó y con ese contrato comenzó Jacob a laborar en la hacienda de su tío. Vencido el tiempo, Labán no le entregó a Jacob su hija Raquel, sino a Lea, la hermana mayor, a la cual dio por criada a su sierva Zilpa. Jacob le reclamó a Labán, pero éste le dijo que esa era la costumbre de ese lugar: Entregar la mayor antes que la menor. Pero le dijo que si quería a Raquel debía trabajar otros siete años más. El amor que Jacob sentía hacia Raquel era tan fuerte que aceptó el trato de su suegro. Así lo hizo Jacob, y al cumplir el tiempo, pudo casarse también con Raquel, a la que su padre le dio como criada a su sierva Bilha. Pero como Jehová vio que Lea era amada menos que Raquel, entonces le dio hijos, y Raquel era estéril.

Concibió Lea su primer hijo, y lo llamó Rubén, que significa "ve a un hijo". Concibió nuevamente, y dio a luz un hijo, y fue llamado Simeón, que quiere decir "oyendo". Y concibió otra vez, y dio a luz un hijo, el cual fue llamado Leví ("juntado"). Concibió por cuarta vez, y tuvo otro hijo, que llamó Judá ("alabanza"), y dejó de dar a luz. Raquel, por su parte, viendo que era estéril, le entregó su sierva Bilha a Jacob, para que se llegase a ella. Así fue, y Bilha concibió, y dio a luz un hijo, el cual fue llamado Dan ("juzgado"). Concibió otra vez Bilha, y parió otro hijo, y fue llamado Neftalí ("lucha" o "contienda"). Viendo Lea que ya no daba a luz, dio a Jacob su sierva Zilpa, la cual concibió un hijo, que fue llamado Gad ("fortuna"). Luego Zilpa parió otro hijo que se llamó Aser ("feliz").

Pasado esto, Rubén trajo mandrágoras a su madre, y Raquel le pidió de ellas, a lo cual Lea respondió de forma celosa, lo que indicaba la incompatibilidad que tenían. Entonces, Raquel le hizo un trueque: a cambio de las mandrágoras, Lea dormiría esa noche con Jacob. Así, Lea concibió de nuevo, dando a luz el quinto hijo a su marido, que fue llamado Isacar ("recompensa"). Después concibió Lea otra vez, y dio a luz una hija, que fue llamada Dina ("juicio"). Y se acordó Dios de Raquel, y ésta concibió un hijo, el cual fue llamado José ("él añade").

De manera, pues, que los hijos de Jacob nacidos en este tiempo, por orden de nacimiento fueron: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, Dan, Gad, Aser, Neftalí, Dina y José.

Después del nacimiento de José, Jacob quiso regresar a Canaán, pero su suegro se opuso aduciendo que lo necesitaba mucho, y entonces Jacob concertó con Labán continuar trabajando, pero bajo ciertas condiciones. Todas las ovejas y las cabras que no fueran blancas puras serían de Jacob. Esto fue aceptado por Labán, e hizo la correspondiente separación, distanciando ambos hatos por tres días de camino. Pero mediante astucia, Jacob logró que la mayoría de las crías que nacían fueran listadas o manchadas, de manera que su rebaño aumentaba cada día más. Así, Jacob se enriqueció mucho en gran manera. Tuvo ovejas, siervos, siervas, camellos y asnos. Esto hizo que tanto Labán como sus hijos, equivocadamente se sintieran despojados, y su semblante ya no era el mismo de antes. En sueños, Jehová habló a Jacob: "… Vuélvete a la tierra de tus padres, y a tu parentela, y yo estaré contigo." (Génesis, 31:3). Estas cosas habló Jacob a Raquel y a Lea, quienes acordaron hacer todo lo que él dispusiera. Entonces Jacob tomó todo lo que era suyo, incluyendo sus siervos, y salió de esa tierra camino a Canaán. Cruzó el Éufrates, dirigiéndose al monte de Galaad.

Pasados tres días fue dado aviso a Labán de la huída de su yerno, y Labán juntó a sus parientes, y fue tras ellos. Siete días después los alcanzaron en Galaad. Labán estaba sumamente disgustado por la huída de Jacob, y por el robo de sus dioses (que había tomado Raquel). Revisó el campamento de Jacob, pero no los encontró. Esto porque Raquel escondió las imágenes. Este episodio muestra como la idolatría estaba muy arraigada entre la familia de Labán. No pudiendo hacer nada para evitar la partida de sus hijas y de Jacob, Labán la aceptó e hizo un pacto con Jacob, conminándolo a no tomar otras mujeres, y a no traspasar los límites territoriales. Como señal de este pacto, con piedras hicieron un majano, que Labán llamó Jegar Zahaduta; y lo llamó Jacob, Galaad y Mizpa. También Jacob ofreció a Dios un holocausto de animales en el monte. Durmieron todos esa noche ahí, y al amanecer Labán regresó a Harán.

Jacob siguió su camino, dándole gracias al Dios de sus padres por toda la misericordia que había tenido para con él. Había salido de Canaán sin fortuna alguna, y ahora, luego de veinte años de duro trabajo, regresaba con una numerosa familia y muchas riquezas.

Capítulo IV

Regreso a Canaán

(Reconciliación con Esaú)

EL paso más importante que Jacob daría sería encontrarse con su hermano Esaú. Al encuentro de Jacob salieron ángeles de Dios, y al ver que habían dos campamentos, el suyo y el de los ángeles, llamó aquel lugar Mahanaim. Mandó desde allí sus siervos a ver a Esaú, a la tierra de Seir, anunciando su llegada, de manera que éste lo esperara. Cuando los mensajeros regresaron, le dijeron que Esaú venía en camino a encontrarse con él. Esta noticia alarmó a Jacob, quien dividió su gente y su ganado en dos campamentos, y oró a Jehová pidiendo protección. Al otro día, envió un presente a Esaú, queriendo congraciarse con él: doscientas cabras y veinte machos cabríos, doscientas ovejas y veinte carneros, treinta camellas paridas con sus crías, cuarenta vacas y diez novillos, veinte asnas y diez borricos. La noche del otro día, Jacob tomó sus cuatro mujeres y sus hijos, y con ellos pasó el vado del río Jaboc. Así se quedó solo, y esa noche luchó con un ángel hasta que amaneció. Al ver el ángel que no podía con Jacob, lo hirió en el sitio del encaje de su muslo, descoyuntándoselo. Además, el ángel le cambió el nombre, ahora Jacob se llamaría Israel ("el que prevalece con Dios"): "Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido." (Génesis, 32:28). Por esto, Jacob llamó aquel lugar Peniel, porque dijo: "Vi a Dios cara a cara, y fui librado". Cuando salió el sol, Jacob cojeaba de su cadera. Razón esta por la que los israelitas no comen de los animales el tendón que se le contrajo. Luego de esto, Israel se reunió con su familia y continuó su camino. Cuando vio a lo lejos que Esaú venía con cuatrocientos hombres, sintió temor y repartió los niños entre Lea y Raquel y sus dos siervas, poniendo las criadas y sus niños delante, luego Lea y sus niños, y a Raquel y a José los últimos. Jacob se adelantó a ellos y se inclinó a tierra siete veces, hasta que llegó a su hermano. Pero contrario a lo que esperaba, éste corrió a su encuentro y lo abrazó, y ambos lloraron. Pasada la emoción del momento, Esaú le preguntó por las mujeres y los niños, y Jacob le respondió que era la familia que Jehová le había dado. Esaú quiso devolverle el presente que Jacob le enviara, pero ante la insistencia de él lo terminó de aceptar. Y por cuanto los niños eran tiernos, y no era conveniente que se fatigaran en el camino, Jacob pidió a Esaú que regresara a Seir y allí lo esperara, para él continuar la travesía paso a paso. Esaú se volvió, y Jacob siguió, y llegó a cierto sitio, al E. del Jordán, donde edificó una casa y cabañas para su ganado. A ese lugar lo llamaría Sucot. De allí pasó a Siquem, ya en tierra de Canaán, donde acampó. Compró una parte del campo a los hijos del rey Hamor por cien monedas. Allí erigió un altar que llamó El-Elohe-Israel ("Dios el Dios de Israel").

Por su parte, Esaú, de sus tres esposas tuvo cinco hijos: Elifaz, Reuel, Jeús, Jaalam y Coré.

La vileza contra Dina

Cierto día, Dina la hija de Lea, salió a juntarse con las demás mujeres del país, y Siquem príncipe hijo del rey Hamor, la vio y por cuanto tenía poder abusó sexualmente de ella. Pero se enamoró de la joven y quiso tomarla por mujer. Lo hecho por Siquem causó una gran ofensa a los hijos de Jacob, y decidieron vengar el honor de Dina. Hablaron engañosamente planteándole un trato de arreglo al rey Hamor y a Siquem, pero cuando éstos se confiaron, entonces al tercer día, Simeón y Leví tomaron sus espadas y asaltaron la ciudad, matando a Hamor y a Siquem, y a todo varón, y tomaron a Dina y la sacaron del palacio real. Así mismo tomaron todo el botín que pudieron. Pero esta acción hecha por sus hijos desagradó a Jacob y los reconvino duramente, pero ellos respondieron: "¿Había él de tratar a nuestra hermana como a una ramera?"

Por orden de Jehová de los ejércitos, Jacob partió hacia Betel. Pero antes ordenó a su familia que se limpiara de toda idolatría. Así entregaron a Jacob todos los ídolos que tenían en su poder, y los zarcillos que estaban en sus orejas, y éste enterró todo debajo de una encina. Desde ese día en adelante, ninguna de las mujeres de su familia usaron zarcillos, puesto que eran objetos de idolatría. Jacob temió que por la matanza hecha por sus dos hijos, los habitantes de las ciudades cercanas los atacarían, pero no fue así, el terror de Jehová cayó sobre todos los alrededores y nadie persiguió a los hebreos. Llegó así Jacob y su parentela a Betel, y en ese lugar edificó un altar, y llamó dicho lugar El-Bet-el (el Dios de Betel). Aquí, Jehová le confirmó la promesa: "También le dijo Dios: Yo soy el Dios omnipotente: crece y multiplícate; una nación y conjunto de naciones procederán de ti, y reyes saldrán de tus lomos. La tierra que he dado a Abraham y a Isaac, la daré a ti, y a tu descendencia después de ti daré la tierra". (Génesis, 35:11,12). Salieron de allí, y poco antes de llegar a Efrata, Raquel dio a luz su segundo hijo, pero hubo problemas en su parto y ella murió, siendo salvado su hijo. Antes de exhalar el espíritu, lo llamó Benoni ("hijo de mi tristeza"), pero Jacob lo llamó Benjamín ("hijo de mi mano derecha"). Raquel fue sepultada en ese sitio. De esta forma, los hijos varones de Jacob fueron doce.

Y salió Israel, y plantó su campamento más allá de Migdal-edar. Aconteció que mientras moraban en aquella tierra, Rubén cometió un gran pecado, mancillando el lecho de su padre. En efecto, Rubén durmió con Bilha, por lo que perdió la primogenitura, que pasó a José. Esto debido a que éste era su primer hijo con Raquel. De allí que tanto Rubén como sus descendientes rivalizarían contra los dos hijos de José que fueron adoptados por Jacob en su lecho de muerte.

Pasado esto, Jacob vino a Mamre a ver a su padre Isaac, a la ciudad de Arba. Aquí, Isaac murió a los 180 años, viejo y lleno de días, siendo sepultado por sus dos hijos. Era el año 1716.

Ya habiendo hecho las paces, Esaú y Jacob convivieron allí en Canaán. Pero luego viendo que sus posesiones eran muchas, haciéndose la tierra pequeña, entonces Esaú tomó sus mujeres, sus hijos e hijas, y todas las personas de su casa, y todo cuanto tenía, y despidiéndose de Jacob, abandonó Canaán y se fue a Seir, donde se desarrollaría un pueblo descendiente suyo. Jacob, por su parte, se quedó allí en la Tierra Prometida, donde su familia crecería más todavía. Pero si bien los dos hermanos conciliaron, no así sus descendientes, como luego se vería a lo largo de su historia.

Capítulo V

Israel en Egipto

DE acuerdo a la profecía hecha por Jehová de los ejércitos a Abraham, su descendencia sería esclava en tierra extraña por cuatro siglos, y sería Egipto esa tierra extraña, pues allí los hebreos serían sujetos a servidumbre, todo como castigo por su desobediencia.

José, vendido como esclavo por sus hermanos

En la tierra de Canaán se desarrolló la vida de Jacob y su prole. De todos sus trece hijos, el patriarca amaba más a José, por haber sido su primogénito con su amada Raquel. José informaba a su padre la mala fama de sus hermanos. Un día, Jacob le hizo una túnica de diversos colores, lo cual indicaba que sería el heredero de su padre. Esto hizo que sus hermanos se enemistaran más con él. Luego, un suceso agudizaría este negativo sentimiento. José tuvo un sueño donde estaba con sus hermanos atando manojos en medio del campo, y su manojo se levantaba poniéndose derecho, y que los demás manojos se inclinaban al de José. Luego tuvo otro sueño, donde el sol y la luna y once estrellas se inclinaban a él. Estos sueños indicaban claramente que un día José se enseñorearía sobre sus hermanos. Por esto, ellos lo adversaron aún más y lo llamaban despectivamente "el soñador".

Un día, Jacob envió a José a encontrarse con sus hermanos que estaban apacentando las ovejas. Estando ellos en Dotán, cuando vieron a José acercarse, decidieron matarlo; pero cambiaron de idea gracias a la intersección de Rubén, y decidieron echarlo dentro de una cisterna. Rubén buscaba con esto salvarle la vida, para luego regresárselo a su padre. Le quitaron la túnica a José y lo echaron dentro de la cisterna, pero esta estaba vacía. Después se sentaron de lo más tranquilos a comer, mientras José, totalmente desesperado les gritaba que por favor lo sacaran de allí. En eso vieron venir por el camino una caravana de mercaderes madianitas que venía de Galaad, con camellos cargados de aromas, bálsamo, y mirra, e iban a Egipto. Entonces, por consejo de Judá decidieron venderles a José como esclavo. Así lo hicieron, lo vendieron por veinte monedas de plata, que para ese tiempo era el precio de un esclavo en mal estado, o para la reventa. Pero durante la venta, Rubén no había estado presente, y cuando volvió a la cisterna y no halló a José, se entristeció y rasgó sus vestiduras __muestra de tristeza y fuerte dolor__. Para justificar la "pérdida" de José, todos decidieron decir a Jacob que había sido devorado por una fiera. Como "prueba" mataron a un cabrito y llenaron de sangre el manto de José. Así dijeron a Jacob, el cual lo lloró y endechó como muerto, guardando luto por muchos días.

Con el pasar de los años, lo hecho vendría en retribución sobre Judá. Este cometió un grave pecado contra Dios, tomando por mujer a una de las naturales del país, hija de Súa. Con ella tuvo tres hijos, Er, Onán y Sela. A los dos primeros los mataría Jehová por pecar evitando tener hijos. Luego Judá cometió otro pecado engendrando dos hijos en Tamar, la que había sido su nuera.

Por su parte, los mercaderes llevaron a José al mercado de esclavos de Menfis, que para entonces era la capital del reino. Allí José fue comprado por un oficial del faraón llamado Potifar. Dios puso gracia en José ante su "amo", quien lo trató con misericordia. Lo llevó a su casa y le confió el cuidado de sus asuntos. Para entonces, José sólo tenía 17 años. Como todos los demás esclavos llevados a esa tierra, José hubo de aprender la lengua árabe, que era la hablada allí en Egipto. Y todo lo que hacía José prosperaba. Viendo Potifar que Jehová prosperaba a José en todo, lo nombró mayordomo de su casa. Desde ese momento, la casa de Potifar fue bendecida de manera especial, siendo José el que se ocupaba de todo.

El encarcelamiento de José y su posterior exaltación

Pese a su corta edad, José cumplía con sus deberes de esclavo de manera normal. Pero pasado un tiempo, la mujer de Potifar se enamoró de él y al negarse a acceder a sus pretensiones sexuales, lo acusó de intentar violarla. Por este falso testimonio, el joven fue apresado y encarcelado. Prefirió José ser acusado falsamente, que pecar contra el Dios de sus padres. En la cárcel, Jehová le dio gracia ante los ojos del jefe de la cárcel, y entonces este hombre entregó en sus manos el cuidado de todos los presos que había en aquella prisión; todo lo que se hacía allí José lo hacía.

Tiempo después, el copero y el panadero del rey cometieron un delito y fueron llevados a esa cárcel. En ese sitio ambos tuvieron un sueño cada uno, y Dios dio a José entendimiento para descifrarlos. El copero sería repuesto a su cargo, pero el panadero sería decapitado. Su interpretación se cumplió. El panadero fue ejecutado y el copero salió libre. José le había pedido que intercediera por él ante Faraón, a lo que el copero accedió; pero luego que salió olvidó el asunto.

Pasado este acontecimiento, José siguió en la prisión por dos años más, hasta la edad de 30 años, cuando su situación cambió radicalmente. El rey tuvo un sueño donde intervinieron 14 vacas. La mitad gordas y saludables, y las otras siete delgadas y miserables, pero que devoraban a las primeras. Se despertó sobresaltado, pero luego se volvió a dormir, teniendo otro sueño. En este vio 14 espigas, siete llenas y hermosas, y siete menudas y abatidas por el viento, que devoraban a las siete primeras. Sumamente impresionado por ambos sueños, el rey egipcio convocó a todos los adivinos y agoreros del país, quienes prontamente acudieron; pero ninguno pudo descifrar este sueño. Entonces, el copero recordó el episodio de la prisión, cuando José interpretara los sueños del panadero y el suyo, y le habló de él. Así, el faraón ordenó traer a José. Este fue sacado de la cárcel apresuradamente, y luego de cambiarle la ropa y afeitarlo lo llevaron al palacio. Allí Faraón le contó los sueños. Dándole el Todopoderoso otra prueba a José de que estaba con él, le dio el entendimiento necesario para descifrarlos. Las vacas y el hecho de que las flacas devoraran a las gordas, al igual que el de las espigas predecían siete años de abundancia, seguidos de siete años de una gran hambruna que asolaría la tierra. Su noble espíritu lo hizo aconsejar al rey que buscara entre sus súbditos un hombre con capacidad para aprovechar al máximo los siete años de abundancia, almacenando todo el trigo posible. De manera que durante el siguiente septenio no faltara, y así habría alimento en Egipto y para venderle a los demás habitantes de la tierra.

Reconociendo el faraón la capacidad de José y el apoyo de su Dios, impensadamente lo nombró su primer ministro y le brindó los honores correspondientes: "Y dijo Faraón a sus siervos: ¿Acaso hallaremos a otro hombre como éste, en quien esté el espíritu de Dios? Y dijo Faraón a José: Pues que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay entendido, ni sabio como tú. Tú estarás sobre mi casa, y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el trono seré yo mayor que tú. Dijo además Faraón a José: He aquí yo te he puesto sobre toda la tierra de Egipto." (Génesis, 41:38-41). Como confirmación de lo dicho, el rey quitó su anillo de su mano y lo puso en la mano de José. También lo mandó a vestir de ropas de lino finísimo, y puso un collar de oro en su cuello. Después lo hizo montar en su segundo carro, y mandó a sus siervos que pregonaran delante de él, que José era el señor de la tierra y que todos debían doblar la rodilla ante él. Y sabiendo Faraón lo abominables que eran para su pueblo los extranjeros, le cambió el nombre a José por el de Zafnat-panea, que significa:"el que revela cosas secretas". De igual manera, para identificarlo plenamente con su pueblo, le dio por mujer a la princesa, Asenat, hija de Potifera, quien era sacerdote de On. ¿Qué pensarían de todo esto Potifar y su mujer? Nunca lo sabremos, pero de seguro ellos tuvieron que arrodillarse ante José.

Los dos septenios profetizados

Habiendo sido dotado por el faraón con todo lo que necesitaba, comenzó José a cultivar y almacenar el trigo en grandes silos que mandó construir además de los que existían. Por espacio de estos siete años, José multiplicó los sembradíos de trigo. Almacenaba el trigo en las ciudades que lo producían. El Dios de sus padres bendijo las cosechas y el trigo sobreabundó, de manera que al final de ese septenio la cantidad de trigo almacenado multiplicó en mucho las cosechas de otros tiempos, tanto que no se podía contabilizar la cantidad. Antes de que comenzara el periodo de hambre, Asenat dio a luz dos hijos, Manasés ("el que hace olvidar") y Efraín ("fructífero").

Y tal como predijera el hebreo José, pasados estos primeros siete años, pronto la hambruna se manifestó en toda la tierra. Siendo tan grande que llegaban a Egipto caravanas de extranjeros de las tierras cercanas a comprar trigo. Lo profetizado por el sueño que José tuviera en Canaán pronto se cumpliría también: Sus hermanos le brindarían pleitesía y él dominaría sobre ellos.

José se reúne con su familia

A los dos años de iniciarse el septenio de hambre, Jacob tuvo noticias de que en Egipto había trigo que podían comprar, y envió a diez de sus hijos a ese país, quedándose Benjamín y Dina con él. Cuando los enviados llegaron fueron llevados ante José, que era el que vendía el trigo, quien los atendió, pero sin darse a conocer por ellos. Al llegar ante él se postraron ante sus pies, tal era la costumbre reverencial, sin reconocerlo por los años pasados. La profecía se cumplía ante los ojos de José. Este encuentro lo emocionó tanto que a solas lloró. Luego, manteniendo un total anonimato, por medio de un intérprete, les preguntó si tenían otro hermano, y ellos respondieron que sí tenían otro hermano de nombre Benjamín. Les exigió que lo trajeran ante su presencia, dejando como prenda a Simeón, a quien dejó en la prisión (por supuesto con todas las consideraciones posibles). Les vendió todo el trigo que pidieron, y mandó a su mayordomo a meter en sus sacos el dinero que pagaran. Cuando regresaron a Canaán, dijeron a Jacob todo lo acontecido, y que Simeón había quedado en Egipto, mientras ellos volvían con Benjamín, a lo que Jacob se opuso enérgicamente.

Pero el hambre era grave en Canaán, y cuando las provisiones traídas de Egipto se terminaron, Jacob hubo de volver a enviar a sus hijos a Egipto. Esta vez, a instancias de Judá, que se hizo responsable de lo que le pasara a Benjamín, Jacob aceptó, y así los hermanos partieron llevando consigo a Benjamín. Al llegar, José los invitó a su casa a comer. En esta oportunidad, no pudiendo ocultar más su identidad, se dio a conocer ante ellos. Sus hermanos quedaron tan desconcertados que no reaccionaron sino luego de unos segundos. Totalmente arrepentidos le pidieron perdón, que con todo amor José aceptó. Y como todos se dieron cuenta de este suceso, la noticia llegó a oídos de Faraón, el cual los recibió y ordenó que les diesen carros y pertrechos para que fueran a buscar al padre de José. De esta forma, los hermanos regresaron. Le dijeron toda la verdad al anciano Jacob, sobre lo que habían hecho con José, que era el Señor de Egipto y que era el que vendía el trigo. Profundamente emocionado, Jacob también aceptó el perdón de sus hijos, tal cual lo hiciera José. Poco después, la familia entera del virrey de Egipto abandonó Canaán, encaminándose a ese país. En Beerseba, Jacob ofreció sacrificios a Jehová, el cual le habló en visiones nocturnas: "Y dijo: Yo soy Dios, el Dios de tu padre; no temas de descender a Egipto, porque allí yo haré de ti una gran nación. Yo descenderé contigo a Egipto, y yo también te haré volver; y la mano de José cerrará tus ojos." (Génesis, 46:3,4)

Establecimiento de los hebreos en esa tierra

Se reunieron, pues, con José en Egipto, que fue de inmensa alegría para Jacob, quien por años daba a su hijo por muerto. De hecho la emoción era general entre todos. Así, la prole de Jacob y su familia en general se unieron de nuevo. José presentó a Faraón su padre Jacob, quien bendijo al rey. De esta forma, conforme a la inalterable voluntad de Jehová de los ejércitos, José salvó al pueblo egipcio, a su familia y a otros pueblos, a los cuales vendió trigo todo el septenio profetizado. Con lo cual también aumentó considerablemente las riquezas del reino. En adelante, Egipto sería conocido como "el granero del mundo".

Para comunicarse con los egipcios con los cuales trataban, los familiares de José también tuvieron que aprender árabe, utilizando el hebreo sólo para comunicarse entre ellos. Cosa que hicieron hasta que regresaron a Canaán.

Avanzando el tiempo, debido a la alta jerarquía de José y la filialidad que le había mostrado al rey, éste aceptó a su familia, formada en un principio por 65 miembros, sin contar las mujeres de sus hijos, como huéspedes permanentes de Egipto, y les dio definitivamente la tierra de Gosén para que allí se radicaran. Gosén era la faja oriental del brazo pelusiano u occidental del Nilo, hacia la Arabia, cerca de Heliópolis, de Ramesés y de Tebas. Una tierra por demás fértil. Sería, pues, en esta tierra que la descendencia de Jacob se desarrollaría y se multiplicaría: "Así habitó Israel en la tierra de Egipto, en la tierra de Gosén; y tomaron posesión de ella, y se aumentaron, y se multiplicaron en gran manera." (Génesis, 47:27)

Ya estando en su lecho de muerte, Jacob llamó a su hijo José, y le hizo jurar que cuando muriera lo enterraran en Canaán, en la heredad de Abraham. Luego Jacob bendijo y adoptó a los dos hijos de José, dándole en su bendición la primogenitura a Manasés antes que a Efraín. De igual forma, Jacob profetizó el futuro de las doce tribus, incluyendo, por supuesto, a José, y ampliándose la bendición de éste a sus dos hijos. Lectura esta contenida en Génesis, capítulo 49. Vivió el patriarca Jacob, luego de entrar en Egipto, 17 años y falleció a los 147 años, en 1689. Aunque esperado, fue un duro golpe para José, quien ordenó a sus siervos los médicos que embalsamaran el cadáver de su padre, y todo el pueblo egipcio guardó luto y lloró por él por muchos días. Entonces, cumpliendo la promesa hecha a su padre, con permiso del faraón, José salió de Egipto con sus hermanos y mucha gente a Canaán a sepultarlo. Allí enterraron a Jacob en la cueva donde estaban sepultados Abraham, Sara, Isaac, Rebeca y Lea. El lamento fue tan crecido que los cananeos dijeron: "Llanto grande este de los egipcios". Por esto, el lugar pasó a llamarse Abel-mizraim (Llanto de Egipto). Después de este suceso, los hermanos de José tuvieron temor de que él se vengara de ellos, por lo que le reiteraron sus perdones, ante lo cual José actuó como un verdadero siervo del Señor.

Habiendo vivido siempre bajo el temor de Dios; de manera ejemplar, José murió en esa tierra en 1635, a la edad de 110 años. Poco antes de fallecer, predijo la salida de sus hermanos hacia la Tierra Prometida: "Y José dijo a sus hermanos: Yo voy a morir; mas Dios ciertamente os visitará, y os hará subir de esta tierra a la tierra que juró a Abraham, a Isaac y a Jacob." (Génesis, 50:24)

Las Doce Tribus de Israel (sus descendientes primarios)

Estas tribus se formarían con los hijos de Jacob, y los dos hijos de José. Por su parte, la descendencia de Dina no se tomó en cuenta.

  • 1. Rubén (Hanoc, Falú, Hezrón y Carmi)

  • 2. Simeón (Jemuel, Jamín, Ohad, Jaquín, Zohar y Saúl)

  • 3. Leví (Gersón, Coat y Merari)

  • 4. Judá (Er, Onán, Sela Fares y Zara)

  • 5. Isacar (Tola, Fúa, Job y Simrón)

  • 6. Zabulón (Sered, Elón y Jahleel)

  • 7. Dan (Husim)

  • 8. Gad (Zifión, Hagui, Ezbón, Suni, Eri, Arodi y Areli)

  • 9. Aser (Imna, Isúa, Isúi, Bería y Sera, hermana de ellos)

  • 10. Neftalí (Jahzeel, Guni, Jezer y Silem)

  • 11. José (Manasés y Efraín)

  • 12. Benjamín (Bela, Bequer, Asbel, Gera, Naamán, Ehi, Ros, Mupim, Hupim y Ard)

El orden de sus familias sería el siguiente: Rubenitas, Simeonitas, Levitas, Judaítas, Isacaritas, Zabulonitas, Danitas, Gaditas, Aseritas, Neftalitas, Mansesitas, Efraimitas, Benjamitas.

La servidumbre hebrea

En aquella tierra de Gosén la profecía del crecimiento de los israelitas se cumplió sobremanera. Las tribus hebreas se multiplicaron de forma tan alarmante que el faraón sucesor sintió temor de ellos, y estableció un decreto que los sujetaba a servidumbre, para así evitar que se sublevaran contra los egipcios. Pusieron sobre ellos comisarios de tributos que los ultrajaban. Obligándolos a trabajar en el campo fabricando adobes, con los cuales construían estructuras para múltiples usos, así como en todo tipo de trabajo, a lo cual los forzaban con rigor. Fabricaron para el rey las ciudades de almacenaje de Pitón y Ramesés. Siendo los egipcios bárbaros como cualquier otro pueblo, eran implacables con los esclavos, sobre los cuales el faraón tenía poder de vida y muerte, así como sobre sus súbditos en general. Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían, llegando los egipcios a temer mucho a los hijos de Israel. Y viendo esto, a partir de 1573, en un intento de controlar la natalidad, una ley real ordenó que todo varón hebreo fuera lanzado al Nilo. Ordenó a las parteras de las hebreas, Sifra y Fúa que a los hijos varones los mataran y dejaran vivir a las hembras. Pero las parteras temieron a Dios, y desoyeron esta orden homicida, y preservaron la vida de los niños. Al ver que su orden no era cumplida, el rey preguntó a estas parteras sobre este asunto, y las mujeres respondieron que como las hebreas eran más robustas que las egipcias, daban a luz antes de ser asistidas. Por esto, Faraón se encolerizó y dio al pueblo la misma orden. Por no cumplir esta ordenanza, Jehová prosperó la familia de estas parteras.

Habían sido siglos de dura esclavitud para el pueblo hebreo. Pero su clamor llegó hasta la presencia de Jehová de los ejércitos, y llegado el tiempo, nacería el que estaba designado como el libertador de su esclavitud física.

Capítulo VI

Moisés (el Libertador)

EN este contexto, el año 1571 una pareja de hebreos, Amram y Jocabed (de la rama coatita de Leví), que ya eran padres de dos hijos, Miriam y Aarón, tuvieron un tercer hijo. Al cual tuvieron escondido por tres meses, pero debido a la mencionada restricción de natalidad de los hijos varones hebreos, hubieron de echar al río Nilo adentro de una canasta de fondo sellado. Pero por designio divino, cerca de allí se encontraba la hija del faraón, bañándose con sus esclavas. Esta, al ver la arquilla, sin saber que era instrumento de Dios, la tomó quedando encantada por la belleza y ternura del recién nacido. La pequeña Mirian observó la escena, y acercándose a la princesa, le dijo que saldría a buscar una aya para el niño, a lo que la hija de Faraón accedió. La muchacha fue y buscó a su madre, la cual quedó encargada de amamantar al niño. De esta manera, el niño fue llevado al palacio, donde sería criado por su madre Jocabed. Cuando el niño creció, su madre lo trajo hasta la hija del rey, la cual lo prohijó y le puso por nombre Moisés, que quiere decir "salvado de las aguas", puesto que así llegó a manos de su nueva madre. Ninguna de las dos mujeres se imaginó que Moisés se convertiría ocho décadas después en "el Libertador de los hebreos".

De esta forma, Moisés creció en la espléndida corte egipcia. Fue enseñado en toda la sabiduría de los egipcios, y era poderoso en sus dichos y hechos. Lo cual no dejaba de ser un elogio merecido, ya que la sabiduría egipcia, especialmente la de sus sacerdotes, era la más profunda del mundo de la época. Todo esto ignorando que era un hebreo, pero sintiendo una profunda identificación con este pueblo.

Moisés huye a Madián

Los primeros 40 años de su vida los pasó Moisés en medio del lujo y la pomposidad del entorno del palacio del faraón. Pero un día vio a un egipcio maltratando a un hebreo. Esto lo llenó de ira y mató al agresor, escondiendo el cadáver, pero fue descubierto. La muerte de un egipcio era tan grave que aún Moisés, pese a su posición también sería castigado. Por esto huyó de Egipto, dirigiendo sus pasos al E., a la tierra de Madián. Un territorio ubicado en la costa NO. de Arabia, habitada por los madianitas, descendientes de Madián, el cuarto hijo de Abraham y Cetura. Era gente rica en rebaños, nómada, belicosa e idólatra.

La comarca original y propia de los madianitas parece haber estado en el lado oriental del brazo elanítico del Mar Rojo. Al parecer se extendieron hacia el norte, probablemente a lo largo del desierto del monte Seir, hasta quedar cerca de los moabitas; y en el lado occidental también cubrieron un territorio que llegaba hasta las cercanías del monte Sinaí. Su ciudad capital era Midián o Madián.

En esta tierra, Moisés se encontró en un pozo a siete hijas de Jetro, llamado también Reuel, pastor, príncipe y sacerdote, hombre de mucha sabiduría. A ellas las defendió de otros pastores, por lo que Jetro en agradecimiento lo recibió y le dio el cargo de pastor de sus rebaños. De esta forma, Moisés se convirtió en pastor al igual que Jacob en Harán. Después Jetro dio a Moisés su hija Séfora por esposa. Con ella tuvo dos hijos, Gersón y Eliécer.

Su llamamiento divino (la Zarza Ardiente)

A la edad de 80 años __teniendo ya cuatro décadas en Madián__, y estando al cuidado de las ovejas de su suegro en el monte Horeb, Moisés tuvo una visión. El Ángel de Jehová se le apareció en una llama de fuego en medio de una zarza, la cual ardía, pero sin consumirse. Momento en el cual mandó a Moisés a despojarse de sus sandalias, pues el sitio que pisaba era sagrado. Moisés obedeció y recibió la orden de regresar a Egipto y allí reunirse con sus hermanos: "Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios. Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo. El clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y también he visto la opresión con la que los egipcios los oprimen. Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel." (Éxodo, 3:6-10). Viendo la enorme envergadura de la misión encomendada, Moisés adujo la incredulidad del pueblo, y su falta de palabreo para hablarle al faraón. Pero ante estas excusas, Jehová (que soluciona todo problema) le prometió que El convencería al pueblo mostrando su poder. Como prueba, la vara que usaba Moisés para apacentar las ovejas Dios la convirtió en culebra, que luego volvió a ser vara, y también convirtió en leprosa una mano de Moisés, que luego le sano. En cuanto a su dificultad para hablar le dijo que su hermano Aarón sería su vocero. A la verdad, Moisés tenía mucha sabiduría; pero sus palabras eran poco fluidas. Los 430 años de servidumbre de los hebreos, predichos a Abraham __que deben contarse desde la llegada de este patriarca a Canaán__ habían concluido. El pueblo sería restaurado, teniendo una tierra propia.

Habiendo aceptado la misión, antes de partir, Moisés dijo esto a su suegro, el cual lo despidió con palabras alentadoras. Entonces Moisés tomó la vara de Dios, y a Séfora y a sus dos hijos los montó sobre un asno, emprendiendo el camino a Egipto. Llegaron a una posada, y allí Séfora circuncidó a su hijo Gersón. Moisés continúa su camino solo. Paralelamente a esto, el Señor le habló en visiones a Aarón, diciéndole que saliera al desierto a recibir a su hermano Moisés.

Regreso de "el Libertador" a Egipto

Movido por el Espíritu de Dios, Moisés regresó a la tierra donde había nacido a cumplir su trabajo. En el desierto se reunió con su hermano Aarón, quien lo acompañó a la presencia de Faraón, y le dijeron que tenía que dejar libre a los hebreos, para que le brindaran adoración al Dios de ellos. Como era de esperar, el rey egipcio se negó a hacerlo, y además __tal como dijera Jehová__ agravó la carga sobre los hebreos. Moisés clamó a Dios, y Este le ordena hablar de nuevo con Faraón, iniciándose así una contienda que se prolongaría varios días, y en los cuales los prodigios y juicios divinos se manifestaron en toda la tierra de Egipto.

En la segunda oportunidad que hablaron con el rey, le repitieron lo dicho antes: que el Dios de los hebreos ordenaba que los dejara libres porque ese era su pueblo, para que así le rindiera la adoración que correspondía. Pero el faraón desconoció sus palabras pidiéndoles una prueba de que contaban con el poder de Dios. Como prueba Moisés ordenó a Aarón que tirara su vara al suelo la cual se convirtió en una serpiente. Entonces el rey llamó a los magos de su corte, Janes y Jambres. Estos hombres también lograron convertir sus varas en serpientes, pero la serpiente de Moisés las devoró. Lo cual si bien enseña que existen personas provistas por Satanás de poderes sobrenaturales, también es prueba de que el Poder de Dios es mayor que todo poder.

De esta forma, ese 1491 Moisés y su hermano comenzaron el proceso del más trascendental de los rescates humanos. El faraón se niega, pero ese mismo año muere y su hijo lo sucede. Moisés y Aarón llegan ante este rey, exponiendo lo dicho a su antecesor. Nueva negativa.

Las Diez Plagas

La soberbia del infeliz Faraón fue castigada con diez plagas, que se manifestaron en todo Egipto, excepto en Gosén, donde moraban los hebreos. Se ha de tener en cuenta que para la fecha, la longitud del país era como de 500 millas, y un área de 11.000 millas cuadradas.

Durante el periodo de juicio, el rey reunió a los sacerdotes de los dioses adorados en el país. Sin embargo, los ruegos de estos sacerdotes de nada sirvieron, pues sus paganas deidades quedaron avergonzadas juntamente con sus sacerdotes y Faraón mismo, que se tenía como representante de Ra (dios supremo). Ante estas plagas, los dioses egipcios resultaron tan ineficaces como la arena para la sed.

Fueron las siguientes las plagas y los dioses avergonzados:

1 Plaga de sangre. Hizo que las aguas del Nilo y otras fuentes se convirtieran en sangre. Fue una deshonra para Hapi, el dios del Nilo.

2 Plaga de ranas. Aparecieron y luego desaparecieron. La diosa rana Hegt, no pudo evitarla.

3 Plaga de piojos. Salidos del polvo de la tierra. Tot dios de la magia, no se manifestó.

4 Plaga de moscas. Cubrieron toda la tierra. Ningún dios salvó a los egipcios, ni siquiera Ptat creador del universo, ni el mencionado señor de la magia.

5 Plaga en el ganado. Este fue atacado por una fortísima peste, que ni Hator, la diosa vaca, ni el dios toro Apis pudieron evitar.

6 Plaga de úlceras. Atacó a todos los habitantes. Los dioses Tot, Isis y Ptat resultaron ineficaces.

7 Plaga de granizo, acompañado de truenos. Puso de manifiesto la falta de poder de Reshpi, controlador del relámpago, y de Tot dios también de la lluvia y el trueno.

8 Plaga de langostas. Cubrieron la tierra como una verde alfombra que no dejó hierba alguna. Sin duda un duro golpe contra Min el dios de la fertilidad y protector de las cosechas.

9 Plaga de tinieblas. Se trató de tres días de tinieblas en todo el país. Después se manda a los israelitas que pidieran oro a los egipcios, mientras se amenaza con una última plaga (la muerte de los primogénitos).

10 La Muerte de los Primogénitos. La última y más cruel de todas. Moriría todo primogénito de hombres y de animales. Sólo los hebreos se salvaron de este castigo. Para esto, Dios habló a Moisés para que mandara a todos los hebreos sacrificar un cordero, sin mancha, con cuya sangre debían rociar el dintel de las puertas de sus casas, para que así, el Ángel de la Muerte no entrara en ellas. Estableciendo así la Pascua 1, que sería la principal fiesta de los hebreos. Así lo hicieron, y de esa manera, la noche cuando esta maldición cayó, tal como Moisés dijera, el ángel recorrió todo Egipto matando cada primogénito de hombres y animales, muriendo también, por supuesto, el príncipe heredero. Amón-Ra, el preeminente dios Sol y Horus, un dios solar quedaron en entredicho.

Aterrado ante este juicio divino y con su vano orgullo hecho añicos, el rey ordenó a sus ministros dejar libre a los hebreos y proporcionarles todo lo que pidieran. Fue así como éstos salieron camino al Este llevando consigo grande fortuna y despojos. También cargaron los restos de José.

Pero el juicio sobre los egipcios aún no terminaba. Inesperadamente, días después Faraón cambiaría de parecer sobre su decisión de dejar ir al pueblo hebreo, y mandaría a apresarlos y sujetarlos nuevamente a servidumbre. Caro lo pagaría.

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1 Además de la Pascua, en el Pacto de la Ley se instituirían otras seis fiestas: la de Pentecostés, la de los Tabernáculos, la de los Novilunios, la de las Trompetas, la del Año sabático y la del año del Jubileo. Las tres primeras eran obligatorias para los varones; su inasistencia injustificada era penada con la muerte. Su objeto era conservar viva en ellos la influencia de la religión y la expectación del Mesías, y en general, profundizar su alegría en Dios.

Capítulo VII

El Éxodo (1491-1451 A.C.)

POR orden de Moisés, los israelitas se reunieron en Ramesés, y de allí iniciaron el viaje, en el mes primero, a los quince días; el segundo día de la Pascua, mientras los egipcios enterraban a sus primogénitos muertos. Partieron unos 600.000 hombres de a pie sin contar los niños. Tomando en cuenta el carácter polígamo de los hebreos, es fácil deducir que superaban en número a los hombres. Así como una gran multitud de gentes extranjeras, y ovejas y muchísimo ganado. Llevaban consigo también oro, trigo y carros; grandes riquezas; hasta vestidos para sus hijos, que conforme al mandamiento dado a Moisés el pueblo había cumplido, cuando las mujeres pidieron a los egipcios, despojándolos así. Si bien los hebreos carecían de ejército, todos los varones iban aprestados para la guerra. Les iba la vida en ello. Usaban espadas, lanzas, arpones, saetas, jabalinas, arcos, flechas y hondas. Como armadura defensiva usaban yelmos, corazas, adargas, protectores para los muslos, etcétera. Cada tribu tenía su propia bandera. Desde la llegada de Jacob a esta tierra, hasta el Éxodo transcurrieron 305 años. Pero no sería esa la generación que habitaría la Tierra de promisión.

  • Jornada 1ª. Llegaron a Sucot. Se da más fuerza al precepto de la Pascua. Se ordena que los primogénitos sean separados. Se mudan los restos de José.

  • Jornada 2ª. Acamparon en Etam. La iniciaron un mes y un día después, guiados por una columna de nube en el día y otra de fuego durante la noche.

  • Jornada 3ª. Llegan a Migdol. Fue conflictiva, puesto que ya el faraón y su ejército los alcanzaba. Sintiendo mucho miedo los libertados continuaron avanzando. Al llegar ante el Mar Rojo, Moisés golpeó sus aguas, y el Dios que lo guiaba, mostrando la grandeza de su poder, abrió las aguas para que su pueblo avanzara y pasara a la península de Sinaí. Esto ante el asombro de todos: libres y soldados. Así el pueblo se adentró en el seco cauce, siendo seguidos de cerca por el ejército egipcio.

  • Jornada 4ª: Pero cuando el último hebreo sacó sus pies del cauce del mar, las aguas volvieron a su normalidad cubriendo a Faraón y su ejército en pleno, quedando de esta manera sepultados bajo las aguas, y el resto de sus súbditos aterrados, y el pueblo hebreo libre de la esclavitud. Cumplíase así de manera categórica lo prometido por Dios a Abraham.

También llevaban muchísimos instrumentos musicales, puesto que los hebreos eran muy fanáticos a la música. Razón esta por la que, habiendo cruzado milagrosamente el mar, Moisés compuso a Dios un cántico de acción de gracias y lo cantó con los demás varones israelitas, en tanto que Mirian su hermana, a la cabeza de las mujeres, respondía con acompañamiento de panderos y danzas (Éxodo, 15:1-18,21). Forma esta que se establecería como mandamiento en la adoración a Dios.

Los enemigos de Israel han querido desconocer este portentoso milagro de la separación de este mar, presentando información falsa al respecto; pero no pueden cambiar esta verdad.

Acampan en Mara. Aquí, Moisés convierte unas aguas amargas en agua potable para que el pueblo bebiera.

  • Jornada 5ª. Llegaron a Elim.

  • Jornada 6ª. Acamparon junto al Mar Rojo.

  • Jornada 7ª. Llegan al desierto de Sin, a los quince días del segundo mes. El pueblo es aprovisionado por Dios con codornices y con maná 1 (pan del cielo), estableciendo instrucciones sobre éste. También se establece el sábado (séptimo día de la semana en el calendario hebreo) como día de reposo.

  • Jornada 8ª. Llegaron a Dofca.

  • Jornada 9ª. Llegan a Alus.

  • Jornada 10ª. Acampan en Refidim. Moisés saca agua de la roca de Horeb, y llamó aquel lugar Masah o Meriba. Los hebreos son atacados por los amalecitas. La dirección de la batalla se le confía a Josué, quien obtiene una gran victoria. Moisés edificó un altar y llamó su nombre Jehová-nissi (Jehová es mi bandera). Jetro oye las grandezas que Jehová ha hecho por medio de Moisés, y lo visita llevándole su mujer y sus dos hijos. Además, le da consejos para aligerar su trabajo.

  • Jornada 11ª. En el mes tercero de haber salido de Egipto llegan al desierto de Sinaí. Preparativos para el establecimiento de la Ley Mosaica.

El Pacto de la Ley

Las Tablas de la Ley: En el Monte Sinaí, Moisés ayunó 40 días y recibió dos tablas de piedra, escritas por el dedo de Dios. En ellas aparecían los Diez Mandamientos o El Decálogo, que debería cumplir el pueblo. Se trataba de la síntesis del Pacto de la Ley, que por siglos regiría su vida. Hasta que, llegado el tiempo, el Todopoderoso se haría carne y establecería un nuevo Pacto:

(Éxodo, capítulo 20:1-17)

1 "Y habló Dios todas estas pala-

bras, diciendo:

2 Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué

de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre.

3 No tendrás dioses ajenos delante de mí.

4 No te harás imagen, ni ninguna

semejanza de lo que esté arriba en

el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las

aguas debajo de la tierra.

5 No te inclinarás a ellas, ni las hon-

rarás; porque yo soy Jehová tu Dios,

fuerte, celoso, que visito la maldad

de los padres sobre los hijos hasta

la tercera y cuarta generación de los

que me aborrecen,

6 y hago misericordia a millares, a los

que me aman y guardan mis mandamientos.

7 No tomarás el nombre de Jehová tu

Dios en vano; porque no dará por

inocente Jehová al que tomare su

nombre en vano.

8 Acuérdate del día de reposo para santificarlo.

9 Seis días trabajarás, y harás toda tu obra;

10 mas el séptimo día es reposo para

Jehová tu Dios; no hagas en él obra

alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni

tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia,

ni tu extranjero que está dentro de tus puertas.

11 Porque en seis días hizo Jehová los

cielos y la tierra, el mar, y todas las

cosas que en ellos hay, y reposó en el

séptimo día; por tanto, Jehová ben-

dijo el día de reposo y lo santificó.

12 Honra a tu padre y a tu madre,

para que tus días se alarguen en la

tierra que Jehová tu Dios te da.

13 No matarás.

14 No cometerás adulterio.

15 No hurtarás.

16 No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.

17 No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu

prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni

su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo."

Sin embargo, la rebelión contra Dios continuaba. En los siglos de servidumbre en Egipto, los israelitas habían adorado sus paganos dioses. Esto dio motivo a que ante la ausencia de Moisés, pidieran a Aarón (el segundo al mando) que les fabricara un becerro __que pretendía representar a Jehová__. A Aarón le faltó valor para negarse. Lo fabricó fundiendo los aretes de oro que ofreció la gente. Quizá un símil del dios Mnevis, un becerro dorado adorado en la ciudad de On.

Cuando Moisés bajó del monte con las tablas, se encontró con este ídolo. Esto lo llenó de ira y quebró estas tablas (luego regresaría al monte y allí hizo otras, pero escritas por él). Por haber hecho este becerro, Jehová Dios envió castigos que costaron la vida de miles de hombres.

El Arca de la Alianza: Destruido el becerro hecho por Aarón, se construyó el Arca de la Alianza o del Pacto, la cual era un cofre de madera preciosa de Sitim (cedro), revestida de oro puro, dentro de la cual se colocaron las tablas de la Ley, y un vaso de oro con un gomer (3,7 litros) de maná. Por como testimonio a las generaciones venideras.

Mientras vagaron por el desierto la guardarían en el Lugar Santísimo. Siendo lo último que se sabe de ella en el año 642, cuando el rey Josías ordenó colocarla de nuevo en el Templo. No se sabe a ciencia cierta cómo y cuándo fue sacada de ahí. Puede haber sido el apóstata Manasés, o cuando fue restaurado el Templo en tiempos de Josías. De hecho, ni siquiera aparece entre los objetos que los babilonios tomaron del Templo cuando conquistaron Jerusalén en el 605. Las Sagradas Escrituras tampoco indica que se halla colocado dentro del Templo levantado por Zorobabel, y tampoco hay evidencia de que se haya hecho otra en su lugar. Pero en su último libro (Apocalipsis) dice que el Arca se encuentra en el Reino de Dios.

El Tabernáculo de Reunión: Al segundo año de su salida de Egipto, el primer día del primer mes, por mandato de Dios, Moisés inició la construcción de este Tabernáculo. Labor en la que fue ayudado por Bezaleel y Aholiab, y cuyo modelo le fue mostrado en una visión en el monte a Moisés. Este hizo un censo para las ofrendas que daría el pueblo. El número de varones fue de 603.550. Sería este el santuario de adoración que tipificaría la morada de Dios entre su pueblo. Era de forma oblonga y rectangular, de 30 codos de longitud, diez de latitud y diez de altura. Dos de sus lados y su extremo occidental estaban hechos de tablas de Sitim cubiertas de planchas delgadas de oro, estando sostenida cada una de ellas por dos espigas que encajaban en basas de plata pura. En la parte superior estaban aseguradas por medio de barras de la misma madera cubiertas de oro, y que pasaban por anillos hechos también de este precioso metal, fijos en las tablas. Por el lado oriental, donde estaba la entrada, no había tablas, sino solamente cinco columnas de madera de Sitim, cuyos capiteles y molduras tenían una cubierta de oro. Sus ganchos eran también de ese metal, y estaban fijos en cinco basas de cobre. Se cerraba por medio de una cortina lujosamente bordada, y la cual estaba suspendida de dichas columnas.

Por cuanto había sido hecho de manera que pudiera ser transportado, se armaba y desarmaba con facilidad. El Tabernáculo se armaba en un atrio oblongo de cien codos de longitud y cincuenta de anchura, dispuesto de manera que su dirección fuese de oriente a poniente. Este atrio que no tenía techo estaba formado por sesenta columnas de metal con capiteles de plata, y colocadas a distancia de cinco codos cada una de otra. Había veinte de cada lado y diez en cada uno de los extremos.

Dentro del recinto estaba dividido en dos partes; una mayor que la otra: el Lugar Santo y el Lugar Santísimo, separados ambos por un velo de azul, púrpura, carmesí y lino torcido, con querubines. En éste sólo podía entrar el sumo sacerdote, y eso una vez al año. Ahí estaba solamente el Arca, separada de la pared por otro velo semejante al externo. Mientras que en el Lugar Santo, habían tres objetos: el altar del incienso, la mesa de los panes de la proposición, y el candelero para las luces. En el atrio estaba emplazado el gran altar del holocausto y la fuente de bronce para las abluciones rituales de los sacerdotes. Sin duda alguna una insuperable obra de arte.

En el primer día del mes primero se concluyó. Fue ungido con óleo santo (y otro tanto se hizo con todos sus enseres), y santificado con sangre. El altar de los holocaustos fue santificado con sacrificios especiales durante siete días, y los príncipes de las tribus presentaron valioso donativo para el culto del santuario. Cuando los hebreos tenían que levantar el campo, los sacerdotes desarmaban el Tabernáculo y lo cubrían cuidadosamente, y los levitas lo transportaban con el mayor orden. Al acampar, lo armaban en medio de sus tiendas, y disponían el campamento en forma de cuadrángulo, bajo sus respectivos estandartes, a una distancia de dos mil codos del Tabernáculo. Moisés y Aarón, juntamente con los sacerdotes, acampaban entre éste y las demás tiendas. Sobre él se movía y se posaba la columna simbólica de fuego o de nubes

Durante 35 años, el Tabernáculo estaría en Cades, y siempre precedió a los hebreos en su marcha. Posteriormente estaría en Gilgal, luego en Silo, después en Nob y en Gabaón. Finalmente, David lo llevaría a Jerusalén. Sería remplazado por el Templo, habiendo sido el Tabernáculo no más que una sombra del verdadero ideal.

Asimismo, fueron confeccionadas las ropas sacerdotales, de obra primorosa.

El Pentateuco: Pero todo pueblo, especialmente uno tan numeroso como el hebreo, necesitaba un cuerpo de leyes para regir su vida. En virtud de lo cual, Jehová inspiró a Moisés a escribir un grupo de libros; cinco en total, que sería la directriz que llevarían ellos y sus descendientes, conocido como la Tora o el Pentateuco (ley o enseñanza). Escritos en idioma hebreo. Son los primeros cinco libros de la Biblia: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. El primero describe la creación del mundo hasta el llamamiento de Abram y la muerte de José; el segundo, la salida del pueblo hebreo de Egipto, y su estadía en Sinaí; El tercero, tiene que ver con la Ley y su organización ritual; el cuarto, narra el censo de Israel, y las peregrinaciones en el desierto, y el quinto, es un resumen de las peregrinaciones, y una repetición del Decálogo para esa nueva generación. Los cuales se depositaron adentro del Arca de la Alianza.

Aparte de la idolatría del becerro, allí en Sinaí sucedieron algunos otros eventos dignos de mencionarse: dos de los hijos de Aarón, Nadab y Abiú fueron muertos por Dios por haber ofrecido fuego extraño ante el altar. La celebración de la segunda Pascua. El hijo de Selomit fue apedreado por blasfemar el Nombre.

El día primero del mes segundo, en el segundo año de su salida de Egipto, Jehová ordenó a Moisés que de nuevo censara a las tribus. Censó sólo a los varones de veinte años arriba; todos los que pudieran salir a la guerra.

Rubén: 46.500. El jefe de esta tribu era Elisur.

Simeón: 59.300. Su jefe era Selumiel.

Judá: 74.600. Como jefe tenía a Naasón.

Isacar: 54.400. El jefe era Natanael.

Zabulón: 57.400. Era su jefe Eliab.

Gad: 45.650. Tenía como jefe a Eliasaf.

Dan: 62.700. El jefe de la tribu era Ahiezer.

Aser: 41.500. Su jefe era Pagiel.

Efraín: 40.500. Como jefe tenía a Elisama.

Manasés: 32.200. El jefe era Gamaliel.

Benjamín: 35.400. Era su jefe Abidán.

Neftalí: 53.400. Tenía como jefe a Ahira.

*Un total de 603.550

También la tribu de Leví fue censada, por sus tres familias; todos los varones de un mes en adelante. Serían los encargados de transportar el Tabernáculo con todos sus enseres.

Gersón: 7.500. El jefe de esta familia era Eliasaf.

Coat: 8.600. Como jefe tenía a Elizafán.

Merari: 6.200. Era su jefe Zuriel.

El principal jefe de los levitas era Eleazar, hijo de Aarón.

*Un total de 22.300

Las tareas de los levitas serían las siguientes: La familia de Gersón llevaría el Tabernáculo, la tienda y su cubierta, la cortina de la puerta del Tabernáculo, las cortinas del atrio, y la cortina de la puerta del atrio, así mismo las cuerdas para todo su servicio. La familia de Coat transportaría el Arca, la mesa, el candelero, los altares, los utensilios del santuario con que ministraban, y el velo con todo su servicio. La familia de Merari tendría la custodia de las tablas del Tabernáculo, sus barras, sus columnas, sus basas y todos sus enseres, con todo su servicio; y las columnas alrededor del atrio, sus basas, sus estacas y sus cuerdas. También se asignó el lugar correspondiente a cada tribu, en el campamento alrededor del Tabernáculo durante la marcha: las tribus de Dan, Aser y Neftalí marcharían al Norte; las de Rubén, Simeón y Gad, al Sur; las de Judá, Isacar y Zabulón, al Este; y las de Efraín, Manasés y Benjamín, al Oeste.

Antes de abandonar Sinaí, Jehová ordena a Moisés establecer 70 ancianos para que lo ayudaran a gobernar las doce tribus. Jetro regresa a Madián. Partieron de Sinaí, el año segundo, en el mes segundo, a los veinte días del mes. Por cuanto Hobab el hermano de Séfora era conocedor del camino a seguir, Moisés le pidió que los acompañara en su travesía, prometiendo darle heredad en la Tierra Prometida.

  • Jornada 12ª. Llegaron a cierto sitio, y allí el pueblo murmuró contra Dios, por lo cual consumió con fuego un extremo del campamento. Debido esto, Moisés llamó este paraje Tabera (quemado).

  • Jornada 13ª. Acamparon en Kibrot-Hataava. El pueblo se juntó con los extranjeros y mostró su hastío de comer maná, y quiso comer carne. El Señor complació sus deseos, pero por este descontento los castigó. En Hazerot. Aarón y su hermana Mirian murmuran de Moisés, por haber tomado mujer cusita. Mirian es herida por una lepra por siete días.

  • Jornada 14ª. Acamparon en Cades-barnea, en el desierto de Parán. Con miras a tomar la tierra, Moisés comisiona a 12 espías (uno de cada tribu), para que reconocieran la tierra de Canaán: Setur, por Aser; Palti, por Benjamín; Amiel, por Dan; Josué, por Efraín; Geuel, por Gad; Igal, por Isacar; Caleb, por Judá; Gadi, por Manasés; Nahbi, por Neptalí; Samúa, por Rubén; Safat, por Simeón; Gadiel, por Zabulón.

Esto hicieron por cuarenta días, y al regresar dieron el parte. Sólo Josué y Caleb alentaron a la gente; los otros diez la desalentaron. El pueblo sintió desconfianza y temor, y se negaron a tomar el país, y hasta pensaron en volverse a Egipto. Por lo cual hubo un doble juicio de parte de Dios. Los diez que desanimaron a la congregación fueron muertos, además, el pueblo fue condenado a vagar 38 años más, hasta que toda aquella generación muriera: "En cuanto a vosotros, vuestros cuerpos caerán en este desierto. Y vuestros hijos andarán pastoreando en el desierto cuarenta años, y ellos llevarán vuestras rebeldías, hasta que vuestros cuerpos sean consumidos en el desierto. Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y conoceréis mi castigo." (Números, 14:32-34)

Aún la trasgresión de los israelitas en Cades, tuvo otra secuela: El pueblo se empecinó en luchar contra los habitantes de Amalec y de Canaán, por lo que serían derrotados.

A partir de aquí hasta la jornada 31ª, se sucedieron las peregrinaciones de esta disciplina, por unos 38 años.

  • Jornada 32ª. Acamparon en Ezión-geber, en el desierto de Zin, en el límite meridional de Canaán. Muere Mirian, la hermana de los líderes del pueblo, en el mes primero. Tuvieron carencia de agua, por lo que el pueblo se rebeló una vez más. Moisés, por orden divina, y por su incredulidad al golpear la peña, junto con Aarón perdió el derecho de entrar en Canaán. Debido a que Israel contendió con Dios, en las aguas de Cades se les llamó "aguas de la rencilla", idea que se perpetuó en el nuevo nombre del lugar, Meribat-Cades o Meriba (rencilla) de Cades. Edom rehúsa el paso a los israelitas.

  • Jornada 33ª. Regreso a Cades-barnea. Dejándose llevar por Satanás, cuatro hombres: Coré (levita), Datán, Abiram y On (rubenitas), arrastrando a mucha gente, formaron una conspiración contra la autoridad de Moisés y de Aarón. Los juicios de Jehová fueron contundentes. Pero pese a este castigo, el pueblo no aprendió la lección, ya que al otro día de nuevo murmuró contra Moisés y Aarón, culpándolos de lo acontecido a Coré y sus secuaces. Miles de ellos fueron consumidos por los juicios divinos.

Después de esto, para eliminar toda duda sobre la autoridad de Aarón, Dios ordenó a Moisés que pidiera a los príncipes de cada tribu que le entregaran su vara, y así colocó adentro del Tabernáculo las doce varas, incluyendo la de Aarón, prometiendo Dios confirmar la autoridad de quien la tuviera. Al otro día, la vara de Aarón había reverdecido y florecido, echando aún almendras. Ante esta prueba, el pueblo aceptó la autoridad de Aarón y sus descendientes en el sacerdocio. Esta vara de Aarón fue guardada dentro del Arca, para testimonio a todas las generaciones de Israel.

Cuando llegaron al Monte de Hor. Muere Aarón. Luego guerrean con Arad, quien los atacó sorpresivamente y toma prisioneros. Josué contraatacó a estos amorreos, y los destruyeron a todos. Por esto el sitio fue llamado Horma (destrucción).

  • Jornada 34ª. Acampan en Salmona. El pueblo murmura de nuevo. Jehová en su furor envía contra ellos serpientes de fuego, que matan mucha gente. Moisés ora a favor del pueblo, y Dios le ordena fabricar una serpiente de bronce para que quien la vea no muera.

  • Jornada 35ª. Punon.

  • Jornada 36ª. Obot.

  • Jornada 37ª. Ije-abarim.

  • Jornada 38ª. Dibón-gad. Los israelitas se detienen en Zared, Arnón y Beer, un pozo donde bebieron agua. El pueblo cantó un cántico para Dios: "Entonces cantó Israel este cántico: Sube, oh pozo; a él cantad; pozo, el cual cavaron los señores. Lo cavaron los príncipes del pueblo, y el legislador, con sus báculos." (Números, 21:17,18)

  • Jornada 39ª. Almón-diblataim.

  • Jornada 40ª. Abarim.

Jornada 41ª. Los hebreos llegan a las llanuras de Moab, contiguas al Jordán. Moisés envía embajadores a Sehón rey de los amorreos, pero éstos los atacan en Jahaza. Los hebreos los vencen y toman el territorio, desde Arnón hasta el río Jaboc, hasta los hijos de Amón. Y habitó Israel en Ezbón y en todas sus ciudades. Esta tierra la había quitado Sehón a los moabitas. En Jazer tomaron los hebreos las aldeas.

  • Jornada 42ª. Volvieron camino de Basán, y salió contra ellos Og rey de Basán, para pelear en Edrei. Una vez más, con la ayuda de Jehová de los ejércitos, los hebreos derrotaron a Og y a todo sus súbditos, y se apoderaron de su tierra. Estos territorios ocupados fueron dados en posesión a las tribus de Rubén, de Gad y a la media de Manasés.

Cuando el rey moabita Balac vio que Israel se aproximaba a su tierra, sintió temor por lo que habían hecho a los amorreos, y procuró debilitarlo contratando a Balaam para que maldijera al pueblo. Pero éste terminó bendiciéndolo, con todo, aconsejó a Balac que incitara a los varones a pecar fornicando con las moabitas, y así sucedió. Los israelitas fornicaron con las mujeres del país, y adoraron a Baal-peor, por lo cual Jehová envía severos juicios sobre los hebreos.

Luego de la mortandad, Moisés volvió a censar al pueblo; todos los que pudieran salir a la guerra, a partir de 20 años.

Rubén: 43.730

Simeón: 22.200

Judá: 76.500

Isacar: 64.300

Zabulón: 60.500

Gad: 40.500

Aser: 53.400

Dan: 64.400

Manasés: 52.700

Efraín: 32.500

Neftalí: 45.400

Benjamín: 45.600

*Un total de 601.730

La tribu de Leví también fue censada. A partir de un mes de nacidos:

*Un total de 23.300

Sucedió entonces el extermino de Madián; muerte de Balaam.

  • Jornada 43ª. Pisga, o la cordillera de Abarim. Debido a la impaciencia que Moisés tuvo en Meriba, se le impidió entrar en la Tierra Prometida, sólo verla a la distancia, lo cual hizo por medio de una visión: "Sube a la cumbre del Pisga y alza tus ojos al oeste, y al norte, y al sur, y al este, y mira con tus propios ojos; porque no pasarás el Jordán." (Deuteronomio, 3:27)

Con todo, la desobediencia parecía estar grabadas en los corazones de los hebreos, pues nunca tuvieron fe ni en Dios ni en Moisés. De nada valieron tantas bendiciones ni los milagros que presenciaron.

Muerte de Moisés (consagración de Josué)

La perjudicial desobediencia del pueblo hizo pecar a Moisés en Meriba. Sufriendo por esto la disciplina del Dios que lo amaba, Moisés no entró en la Tierra Prometida. Sólo se le permitió verla a lo lejos, desde el monte Nebo, ante la fortificada ciudad de Jericó. En ese monte murió a los 120 años de edad. Su cuerpo fue enterrado por Dios mismo, en sitio desconocido. Medida perfecta, pues El sabía que el pueblo hubiera llegado a adorar el cadáver. Y los hijos de Israel lloraron a Moisés en los campos de Moab treinta días. Antes de expirar, Moisés designó como su sucesor en el mando a su ayudante Josué (el hombre más fiel del pueblo). Moisés había terminado su misión: sacar al pueblo de Egipto. Había llegado el momento de Josué. Era el elegido para tomar la tierra que Dios prometiera a sus padres y repartirla entre las doce tribus hebreas. Josué, para entonces de unos 44 años, había sido probado y formado en la fidelidad a Dios. Ya había cuidado del Tabernáculo cuando Moisés hubo de trasladarlo, y nunca se contaminó con la idolatría del becerro de oro, que si bien destruido ya aún pervivía en los corazones de muchos, y pasaría a simbolizar todo dios o religión que el hombre quiera adorar o practicar. Tampoco había participado en ninguno de los pecados del pueblo. Había aprendido a obedecer y también a mandar. Sería lo que haría en adelante hasta el momento de su partida. La autoridad de Josué fue confirmada por Jehová de los ejércitos ante todos.

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1 Este fue el milagroso alimento dado por Dios a los israelitas en su peregrinaje por el desierto. Era un grano menudo, blanco como la escarcha, redondo y del tamaño de una semilla de culantro, con sabor a hojuelas de miel. Caía todas las mañanas con el rocío por todo el campo, y en tan grande cantidad que fue suficiente para servir a la multitud entera en lugar de pan. Por cuanto no debían trabajar los sábados, entonces los viernes caía doble cantidad de maná, para que pudieran guardar para el otro día.

Capítulo VIII

Conquista de la Tierra Prometida (1451-1445)

HABIENDO tomado varios territorios comandados por Moisés, ahora, bajo el liderazgo de Josué, los hebreos procedieron a poseer la tierra que sería su hogar. Dios se las daba, pero ellos deberían luchar por poseerla. Canaán era habitada por los descendientes de Cam, debiéndose su nombre de Canaán, su hijo, quien la repartió entre sus once hijos, cada uno de los cuales llegó a ser cabeza de una numerosa tribu, y posteriormente de un distinto pueblo. Su posición geográfica era al suroeste del ahora llamado Creciente Fértil. Tierra de tránsito y punto intermedio entre las florecientes civilizaciones de Mesopotamia y de Egipto. Diversos nombres se le han dado a este país en distintos periodos, ya tomándolos de sus habitantes, o ya de algunas circunstancias relacionadas con su historia: "La tierra de Canaán", "La Tierra de promisión", "La tierra de los hebreos", "La tierra de Israel". "La tierra de Judá", "La Tierra Santa", "Palestina". "la Tierra Prometida".

Canaán estaba limitada al O. por el mar Mediterráneo; al N. por el Monte Líbano y por Siria; al E. por la Arabia Desierta o Pétrea, y al S. por Edom, el desierto de Zin y Parán. Su mayor longitud era de cosa de 180 millas, y su anchura, por término medio, cosa de 60; así contenía unas 10.000 millas cuadradas, en diferentes periodos. Su superficie sería aumentada siglos después llegando a incluir las naciones limítrofes al E., ya muy en el interior de la Arabia Desierta; de allí al N. hasta Tifas, en el Éufrates, con toda la Siria entre el Líbano y este río. Por el S. llegaba al Mar Rojo en Ezhión-Geber.

Tribus cananeas

  • 1. Los amorreos (Habitaban en tiempos de Abraham la región que está al S. de Jerusalén, hacia el lado occidental del Mar Muerto. En un periodo posterior, se extendieron sobre todo el país montañoso que forma la parte sudeste de Canaán, y de ellos recibió el nombre de "la montaña de los amorreos", y después el de "montaña de Judá". En el lado oriental del Jordán, antes del tiempo de Moisés, habían fundado también dos reinos, el de Basán en el N., y otro limitado al principio por el río Jaboc, en el S. Pero bajo el mando de Sehón, cruzaron el Jaboc y tomaron de los amonitas y moabitas todo el país que se halla entre el Jaboc y el Arnón; de manera que este último río vino a ser el límite meridional de los amorreos).

  • 2. Los cananeos (En un sentido limitado habitaban el valle del Jordán, las llanuras occidentales del mismo río, y la costa del Mar Muerto).

  • 3. Los heteos (Descendientes de Het. Habitaban entre los amorreos en el distrito montañoso del S., llamado después la "montaña de Judá". En tiempos de Abraham poseían a Hebrón. Después de que los israelitas entraron en Canaán se movieron hacia el N. que está alrededor de Betel).

  • 4. Los ferezeos (Se hallaban en varias partes de Canaán. Este nombre significa habitantes de la llanura, por la primitiva residencia de éstos. Habitaban con los cananeos entre Betel y Hai, y en las cercanías de Siquem).

  • 5. Los gergeseos (Habitaban entre los cananeos y los jebuseos).

  • 6. Los heveos (Moraban en la parte septentrional del país, al pie del Monte Hermón o antiLíbano).

  • 7. Los jebuseos (Poseían el país montuoso que rodeaba a Jerusalén, y también esa misma ciudad, cuyo antiguo nombre era Jebús (Salem).

Además de estas siete tribus, había varias otras familias que habitaban al N. de Canaán. Estas eran las de los arkitas, arvaditas, hamatitas y zenaritas. También otras de diverso origen dentro de los límites de Canaán, que fueron destruidas por los hebreos, tales como la de Anakim, la de los amalecitas y la de Refaim o de los gigantes.

Como medida estratégica para conquistar la tierra, Josué envió desde Sitim a dos espías a reconocer el terreno y a Jericó. Estos llegaron a Jericó, a una casa edificada sobre el muro de la ciudad, donde vivía una ramera llamada Rahab, quien los hospedó. A oídos del rey llegó la noticia de que dos hebreos estaban en esa casa, y le envió a decir a Rahab que sacara los hombres, pero ella ya los había subido al terrado donde los escondió, y le dijo a los enviados del rey que ya se habían ido. Salieron a buscarlos, por supuesto sin encontrarlos. Rahab les dijo a los israelitas que el temor se había apoderado de todos en la ciudad por lo hecho a Og y a Sehón. Y por haberlos protegido, los israelitas le prometieron a la mujer que cuando tomaran la ciudad le perdonarían su vida y la de su familia, dándole un cordón de grana. Ella los ayudó a bajar por una ventana, y ató a la ventana el cordón como señal. Al llegar al campamento, los espías informaron a Josué sobre lo dicho por la mujer, animándolo a tomar la ciudad. Esta vez, Dios hizo que la gente aceptara y se prepararon a tomarla.

Al otro día, Josué dirigió el pueblo hasta el Jordán, donde acamparon. Al tercer día iniciaron la marcha hacia Jericó. Los levitas iban a la cabeza llevando el Arca, y cuando sus pies se asentaron en las aguas del río, aconteció algo similar que en el Mar Rojo. El río se abrió. Las aguas de arriba se detuvieron, lejos de la ciudad de Adam. Los sacerdotes que cargaban el Arca avanzaron hasta el centro del río deteniéndose, mientras todo el pueblo pasaba hasta la otra orilla. Al hacerlo, doce hombres escogidos, uno de cada tribu, tomaron del río una piedra cada uno. Entonces los que llevaban el Arca avanzaron y llegaron hasta la orilla. Era el día diez del primer mes del año 1451. Acamparon al oriente de Jericó, donde erigieron las doce piedras; como un memorial del milagro obrado por Jehová. Este ordenó a Josué que circuncidara a todos los varones, puesto que era una nueva generación que había crecido en el desierto. La circuncisión los identificaba y acercaba a Dios. Por eso ese lugar fue llamado Gilgal (rodar, quitar). Allí, cuatro días después por la tarde, en los llanos de Jericó celebraron la Pascua. Al otro día, comieron del fruto de la tierra, los panes sin levadura, en el mismo día espigas nuevas tostadas. Al día siguiente cesó el maná, después de cuatro décadas de recibirlo. El pueblo nunca más tendría maná, sino que comerían de los frutos de la tierra de Canaán.

Cuando todos los reyes amorreos y cananeos que estaban al otro lado del Jordán al occidente, oyeron cómo Jehová había secado las aguas del Jordán delante de los hebreos, y que habían pasado en seco, sintieron mayor temor aún. Las puertas de la ciudad de Jericó fueron cerradas totalmente.

La Caída de Jericó (el milagro de las bocinas)

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