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El pensamiento basado en ideologías sin pensamientos (página 3)


Partes: 1, 2, 3

[1] Mannheim, Karl; “Ideología y utopía. Introducción a la sociología del conocimiento”; Aguilar; Madrid; 1.966; 2ª edic.; 447 p.

[2] ”Dicha sociología intenta comprender el pensamiento en la posición concreta de una situación histórico-social, de la cual el pensamiento individualmente diferenciado sobresale de una manera muy gradual. (…) El segundo rasgo que caracteriza el método de la sociología del conocimiento consiste en que no separa los modos de pensamiento existentes, en concreto, del contexto de la acción colectiva, a través de la cual descubrimos, por primera vez, el mundo en un sentido intelectual.” Mannheim, K., op.cit., p.47

[3] “Sólo cuando el cambio horizontal es acompañado por un intenso cambio vertical, es decir, por un movimiento rápido entre estratos, en el sentido de ascenso y descenso social, es sacudida la creencia en la validez general y eterna de las propias formas de pensamiento. El cambio vertical es el factor decisivo que lleva a las personas a la incertidumbre y al escepticismo acerca de su tradicional concepción del mundo.” Idem, p. 52.

[4] Idem, p. 89.

[5] “La concepción particular de la ideología opera, en primer lugar con una psicología de intereses, mientras que la concepción total utiliza un análisis funcional más formal; sin ninguna referencia a motivaciones, limitándose a una descripción objetiva de las diferencias estructurales del espíritu que operan en diferentes marcos sociales. La primera presupone que este o aquel interés es la causa de una mentira o de un error determinado. La segunda presupone simplemente que existe una correspondencia entre una situación social dada y una determinada perspectiva, punto de vista o percepción de conjunto.” Idem.; p. 109.

[6] Quialismo, al contrario de utopía, es la satisfacción de las aspiraciones en otro tiempo, en vez de en otro lugar. Son movimientos quialistas clásicos los milenaristas.

[7] Cuyo representante será Thomas Münzer, con el resultado de las revoluciones campesinas alemanas del principios del siglo XVI. “Esta forma fundamental, y las más radical, de la utopía moderna fue fabricada con material singular. Procedió de la fermentación espiritual y de la excitación física de los campesinos, de una capa social que vivía pegada a la tierra. Fue, a la vez, robustamente material y altamente espiritual. (…) Las ideas no condujeron a aquellos hombres a la actuación revolucionaria. Su estallido real estuvo determinado por energías procedentes del éxtasis orgiástico.” Mannheim, op.cit., p. 285.

[8] “La mentalidad conservadora, en sí, no posee ninguna utopía.” Idem., p. 303. “…al principio del siglo XIX, el modo de pensar liberal-intelectualista obligó a los conservadores a la interpretación de sí mismos por procedimientos intelectualistas.(…) Con este punto de partida proporcionaron una interpretación intelectual de una actitud ante el mundo, que estaba ya implícita en la conducta real, pero no había llegado a ser explícita todavía.(…) Fue la gran revolución de Hegel edificar, contra la idea liberal, otra opuesta conservadora, no en el sentido de purificar artificialmente cierta actitud y cierto modo de conducta, sino, más bien, en el de elevar una forma de experiencia ya existente hasta un nivel intelectual y en el de subrayar las características distintivas que la contraponían a la actitud liberal ante el mundo. (…) En este caso, la utopía está incrustada, desde el mismo principio, a la realidad existente. A esto, evidentemente, corresponde el hecho de que realidad, el aquí y el ahora, ya no se experimente como una realidad maligna, sino como la encarnación de los más altos valores y conceptos.” Idem., p.305.

[9] Ver nota 4 a pie de página.

[10] “En este sentido, la correlación entre la utopía y el orden social existente resulta ser de carácter dialéctico. Con ello se quiere decir que cada época permite la aparición (en grupos sociales diversamente localizados) de aquellas ideas y valores en los que están contenidos, en forma condensada, las tendencias no realizadas y no consumadas, que representan las necesidades de esa época. Esos elementos intelectuales se convierten luego en el material explosivo para hacer estallar el orden existente. El orden existente hace nacer utopías que, después, rompen las ataduras de ese orden , dejándole libre para desarrollarse en la dirección del próximo orden de la existencia.” Mannheim, K., p. 268.

[11] Idem., p. 274.

[12] “Saint-Simon, Fourier y Owen estaban todavía soñando sus utopías en el estilo intelectualista más antiguo, aunque ya habían experimentado la impronta de las ideas socialistas. Su situación marginal en la sociedad se expresaba en descubrimientos que ampliaban las perspectivas económicas y sociales; pero en su método conservaban la concepción indeterminista que fue característica de la Ilustración. ‘El socialismo es para todos ellos la expresión de la verdad, razón y justicia absolutas, y sólo necesita ser descubierto para conquistar el mundo por medio de su propio poder’ (Engels). En este caso también una idea tiene que ser vencida y, de acuerdo con el sentido de la determinación histórica, desplazada por otra forma de utopía que compita con ella. La mentalidad socialista representa, en un sentido mucho más fundamental que la idea liberal, una redefinición de la utopía en términos de realidad.” Idem., p. 319.

[13] “La utopía de la mentalidad liberal-humanitaria es la “idea”, (…) como un objetivo formal proyectado hacia el futuro infinito y cuya función consiste en actuar como un simple dispositivo, regulador de los asuntos mundanos.” Idem., p. 292.

[14] “Por lo que se refiere a su función social, la filosofía moderna surge para derribar la concepción del mundo clerical y teológica. Al principio fue adoptada por los partidos que, en la época, se encontraban en una fase de ascenso: la monarquía absoluta y la burguesía. hasta más tarde no se convirtió en el arma exclusiva de la burguesía, cuando esta llegó a ser la representante, a la vez, de la cultura y de la política.” Idem., p. 293.

[15] “Ahora, con la idea liberal-humanitaria, el elemento utópico recibe una localización definitiva en el proceso histórico: el futuro culminante de la evolución histórica.(…) De aquí en adelante, incluso la concepción utópica concibe al mundo moviéndose en dirección a la realización de sus pretensiones, a una utopía.” Idem., p. 297.

[16] “En el socialismo, el elemento utópico, a causa de la multilateralidad de la situación y a la tardía época de su aparición, presenta una cara de Jano. Representa no un nuevo compromiso, sino también una creación nueva, basada sobre la síntesis interna de las diversas formas de utopía que habían aparecido con anterioridad y que han luchado unas contra otras en la sociedad.” Idem., p. 314.

[17] “Solamente la solución del problema social, es decir, la abolición del modo de producción capitalista, hará posible, al mismo tiempo, la solución del problema de la vivienda. Pretender resolver el problema de la vivienda y al mismo tiempo querer conservar las grandes aglomeraciones urbanas actuales es un contrasentido. Solamente con la abolición del modo de producción capitalista se eliminarán las grandes aglomeraciones urbanas actuales y, cuando este proceso esté en marcha, se hará algo muy distinto que dar a cada obrero una casita en propiedad.” Engels, F., “El problema de la vivienda”, citado en Benevolo, L., “Historia de la arquitectura moderna”; Gustavo Gili; Barcelona; 1999; 8ª edic.; p. 169.

[18] La utopía socialista marxista “se observa que es atacada desde tres direcciones. por un lado, el socialismo tiene que radicalizar más la utopía liberal, la idea, y por otro, tiene que hacer impotente, o en un caso determinado superar por completo, a la oposición interna del anarquismo en su forma más extremada. Su antagonista conservador es considerado sólo en un segundo lugar precisamente porque en la vida política se procede, por lo general, más agresivamente con el contradictor que está más cercano que con el distante.” Mannheim, K., op. cit., p. 313.

[19] “A este respecto llega a ser visible un determinante estructural peculiar que, por lo menos, vale la pena indicar. Cuanto más amplia es la clase que consigue cierto dominio de las condiciones concretas de la existencia y cuanto mayores sean las posibilidades de alcanzar la victoria por medio de una evolución pacífica, más probable es que esta clase siga el camino del conservadurismo.” Idem., p. 323. “Advertimos así que, condicionada por el proceso social, se desarrolla una desfiguración de la utopía en muchos casos y en diversas formas. Este proceso posee ya una calidad dinámica propia, se acelera aún más en su ímpetu y su intensidad por el hecho de que las diferentes formas de mentalidad utópica coexistentes se están destruyendo unas a otras en conflicto recíproco. Semejante conflicto recíproco de las diversas formas de la utopía no conduce necesariamente al aniquilamiento del utopismo en sí, pues únicamente en la misma lucha y por ella aumenta la intensidad utópica. La forma moderna del conflicto recíproco, sin embargo, tiene de peculiar que la destrucción del adversario de cada uno no tiene lugar a un nivel utópico, un hecho que es perceptible con la mayor claridad en la forma en que los socialistas procuran desenmascarar las ideologías de sus antagonistas.” Idem., p. 325.

[20] Idem., p. 329.

[21] Idem., p. 329.

[22] “El discurso utópico,(…), parece seguir unos pasos que se podrían caracterizar según el viejo esquema: “proceso hacia el clímax”- “clímax”- “anticlímax. A partir de la publicación de la Utopía de Moro (sin olvidar las manifestaciones anteriores del utopismo) el discurso utópico, algunas veces bajo la forma de novela, algunas otras bajo la forma de un ensayo o de un tratado, o bien bajo la forma poética, va a significar la manifestación de un estado de espíritu individual y/o colectivo que va a constituir progresivamente todo un género establecido de discurso con sus propios elementos y características. El discurso utópico se va a enriquecer así, a partir de sus moderno orígenes – Moro, Campanella, Bacon- hasta ocupar un lugar indispensable en el discurso que caracteriza más típicamente al siglo XIX; el político y el estético.” Monclús Estella, A., “El pensamiento utópico contemporáneo”; Círculo de Lectores; Barcelona; 1.989, 1ª edic., p.24.

[23] Así es interesante volver a la distinción, nota 6, entre quialismo y utopismo, lo utópico en “otro” tiempo y lo utópico en ”otro” espacio.

[24] “Antes de 1.789, y a partir de 1.516, fecha de la publicación de la obra de Moro que abre el género utópico en la historia moderna, el utopismo se desarrolla fundamentalmente a través de dos tipos de discurso. Por una parte se escriben constructos cerrados, ideales, modélicos, casi identificables simplemente como novelas. Por otro lado se proponen discursos también modélicos, pero con una pretensión de efectividad, de factibilidad, y donde la presentación formal del discurso en un contexto cerrado no es necesaria.” Monclús, A., op. cit., p. 27.

[25] “Pero esta radicalización , esta ambición, esta generalización del discurso utópico en el siglo XIX lo conducen a afrontar o incluso a mezclarse progresivamente en los proyectos fácticos inmediatos, en eso que se define abusivamente como la realidad. Todo esto va a significar para el utopismo un “shock” comprensible, porque la utopía tendrá entonces necesidad de hacer referencia al juicio del presente e incluso del pasado inmediato para continuar su camino.” Idem., p. 24.

[26] “Así tendremos proyectos utópicos presentados como constructos concretos a desarrollar, tales como los de Owen, Fourier, o los saintsimonianos, tendremos también teorías generales como las de Saint-Simon, y tendremos, en fin, tonos románticos maximalistas y revolucionarios a un nivel global en el mismo Fourier, por ejemplo.” Idem., p. 53.

[27] “Desde el punto de vista de nuestro estudio, una ciudad ideal representa una visión religiosa o una concepción secular en la que a la conciencia social de las necesidades de la población se suma una concepción armoniosa de la unidad artística. Ni que decir tiene que un plan urbano ideal, cuando se lleva a la práctica genera sus propios problemas a través de las cambiantes circunstancias, pero su valor permanece intacto en cuanto que es la proyección de una imagen perfecta, la expresión gráfica de una fe optimista; de hecho, quizá sea éste el más sorprendente de los rasgos que comparten las imágenes ideales: están basados en una fe en el perfeccionamiento, bien en esta tierra o en el más allá. Dichas imágenes revelan una actitud que subraya no sólo la felicidad personal, sino la importancia fundamental de los factores comunales o comunitarios, tanto por el valor que tienen en sí mismos como por su significación en el individuo. Las imágenes ideales han aparecido en períodos de cambio social, como los comienzos del Renacimiento o la época de la Ilustración, en los que la descomposición de un orden económico anterior facilitaba la experimentación cultural.” Rosenau, Helen; “La ciudad ideal. Su evolución arquitectónica en Europa”; Alianza Editorial; Madrid; 1.999; 1ª edic.; p. 16.

[28] Quizás el rasgo más característico de la ciudad ideal, en la concepción de H. Rosenau, sea la pretensión artística de la propuesta realizada: “Resumiendo: el tema eterno del arte es una visión intensa de la calidad de vida y, por lo tanto, el problema de las ciudades ideales está en el núcleo mismo de la creación artística. Es la regularidad del diseño combinada con la preocupación por mejorar la sociedad lo que caracteriza y realza la planificación ideal.” H. Rosenau, op. cit., p. 18.

[29] Pensemos, por ejemplo, la concepción secular, cuasi religiosa, que subyace en el ideal saintsimoniano o en el falansterio de Fourier; en todos los utopistas urbanos encontramos pretendidas soluciones para satisfacer los deseos de los ciudadanos, también, en casi todos, encontramos un deseo de formular artísticamente su propuesta, con unos diseños urbanos o tipológicos adaptados a los gustos artísticos de su época.

[30] La misma autora intenta distinguir entre ciudad ideal y utopía, acudiendo a Mannheim, aunque no ha comprendido todas las condiciones impuestas por éste para considerar que se está ante una utopía, y la diferencia entre ambos conceptos, el cambio violento, no es, como ya hemos visto, correcta: “¿Hay alguna diferencia entre una ciudad ideal y una utopía; Ambos términos, cuando se utilizan en sentido amplio, son equivalentes; pero si precisamos un poco más su significación, la utopía, tal como la interpreta Karl Mannheim, presupone un cambio violento, mientras que el planificador de ciudades ideales es un reformista dentro de una sociedad y una localidad determinadas.” op. cit., p. 172.

[31] Este recorrido histórico puede ser resumido, en tres grandes etapas: “Hemos repasado la evolución de las imágenes de las ciudades ideales en tres fases: la religiosa, la geométricamente formal y la social.” Idem., p. 184.

[32] “En resumen, durante la época griega el diseño ideal se mantuvo aislado de su fondo cosmológico; de la misma manera, las connotaciones mágicas, aunque todavía presentes, pasaron a un segundo plano durante el período romano; el judaísmo contribuyó a la proyección hacia el más allá y, por tanto, subrayó los aspectos simbólicos de la esperanza mesiánica, realizada en la Jerusalén celestial. La herencia griega, romana y judía influyó en la Edad Media en la representación de las ciudades ideales, bien desde un punto de vista formal o bien en sentido simbólico.” Idem., p. 34. “Volviendo la vista hacia el terreno recorrido, se observan dos tendencias principales que, aun siendo en apariencia contradictorias, se complementan y realzan. Una es la lenta transformación del legado de la antigüedad favoreciendo la abstracción y la supresión del detalle, para subrayar lo esencial. La otra es el desarrollo del interés por lo humano en la descripción de la ciudad medieval, una nueva insistencia en el realismo y en las diversas actividades de los habitantes. Es esta última tendencia la que adquirirá mayor significación histórica y nos introduce en el período conocido generalmente con el nombre de Renacimiento.” Idem., p. 50.

[33] “La primera ciudad ideal totalmente planificada del Renacimiento fue descrita e ilustrada por Filarete en los años 1.457- 1.464. En su “Tratado de arquitectura”, (…), se presenta la ciudad imaginaria de Sforzinda y sus alrededores y se estudia el problema de la obtención de los materiales de construcción.(…) Al mismo tiempo, la concepción de la ciudad ideal como una tarea humana constituía una novedad, que proclamaba el orgullo cívico y la dignidad humana, más que una preocupación religiosa. Aunque se incluyen algunas iglesias, éstas pasan a segundo plano al lado del palacio, de las escuelas, sobrias e independientes, para niños y niñas, de las cárceles y de la casa del vicio y de la virtud, destinada a fomentar la perfección moral de los ciudadanos.” Idem., p. 57.

[34] Idem., p. 62.

[35] “Durante el barroco, el deseo de expansión arquitectónica e ilusionista estuvo paradójicamente unido a la insistencia en la planificación parcial, más que en la elaboración de un todo. “Pars pro toto” podría ser su lema; la diversidad de las partes consideradas como unidades de posible expansión.” Idem., p. 89.

[36] Idem., Capítulo 8.

[37] Idem., p. 176.

[38] Humanes Bustamante, Alberto; “La arquitectura prometida de una capital sin fortuna”; en: idem et ali..; “Madrid no construido: imágenes arquitectónicas de la ciudad prometida”; C.O.A.M.; Madrid; 1.986; 2ª edic.;

[39] “Esta determinación de ser científico implicaba para Platón, cuando escribió la República, que su teoría tenía que dibujar un estado ideal y no limitarse a describir un estado existente. Aunque ello pueda parecer paradójico, es literalmente cierto que la República describe una utopía, no porque sea una “novela”, sino porque Platón intentó desde el primer momento hacer un estudio científico de la “idea del bien”.” Sabine, George; “Historia de la Teoría Política”; Fondo de Cultura Económica”; Madrid; 1.974; 1ª edic.; p. 45.

[40] “Las Leyes, obra de vejez, tiene, aunque sólo en apariencia, intenciones más realistas. Platón no intenta – al menos así lo afirma- describir el Estado ideal, sino describir tan sólo el mejor que se pueda construir en la práctica.(…) Plantón obtiene en conclusión que el gobierno más estable sería una aristocracia agraria de base bastante amplia. Concibe en consecuencia la idea de una ciudad de 5.040 habitantes (1 x 2 x 3 x 4 x 5 x 6 7 = 5.040)racialmente seleccionados en la que todos serían propietarios y ejercerían los mismos derechos políticos (Lo que bastaría para distinguir Las Leyes de La República).” Touchard, Jean; “Historia de las ideas políticas”; Vol. I; Círculo; Barcelona; 1.990; 1ª edic.; p. 65.

[41] “La Atlántida es una fabulación poética, una burlería ingeniosa, cuyo origen no está ni en la tradición griega ni en la egipcia, sino en la poderosa fantasía de Platón. Atlántida es el mar, el comercio, la corrupción. Atenas es la tierra, la agricultura, la fuerza. Atenea vence a Poseidón.” Estébanez, Emilio G. “La leyenda de la Atlántida”, en la Introducción a: Bacon, Francis; “Nueva Atlántida”; Mondadori; Madrid; 1.988; 1ª edic; p. 101.

[42] “A cada uno de estos regímenes corresponde, pues, un tipo de hombre; de forma que construir la Ciudad ideal y realizar tipos de hombres acabados es un mismo y único asunto; para obtener un hombre justo es preciso construir una Ciudad justa.” Touchard, Jean; op. cit. p. 62.

[43] “- Pues bien- comencé yo- la ciudad nace, en mi opinión, por darse la circunstancia de que ninguno de nosotros se basta a sí mismo, sino que necesita de muchas cosas. ¿O crees otra la razón por la cual se fundan las ciudades? – Ninguna otra- contestó. – Así, pues, cada uno va tomando consigo a tal hombre para satisfacer esta necesidad y a tal otro para aquella; de este modo, al necesitar todos de muchas cosas, vamos reuniendo en una sola vivienda a multitud de personas en calidad de asociados y auxiliares y a esta cohabitación le damos el nombre de ciudad.” Platón; “La República”; Alianza Editorial; Madrid; 1.990; 1ª edic; p. 124.

[44] Idem., p. 229.

[45] Para las siguientes descripciones seguimos a Emilio G. Estébanez; op. cit. páginas 87 a 111.

[46] “ Así, aun en la polis más pequeña hay – decía Platón- dos ciudades, la ciudad de los ricos y la ciudad de los pobres, que están en eterna guerra entre sí. Tan seria es esta situación que Platón no puede concebir otro remedio al faccionalismo característico de la política griega que un cambio profundo en la institución de la propiedad privada. Como remedio radial se inclinaría a abolirla por entero, pero cree que al menos es necesario eliminar los grandes extremos de miseria y riqueza.” Sabine, George; op. cit.; p. 45.

[47] Dice Lewis Mumford refiriéndose a Utopía: “Así la forma primaria de organización no es la corporación sino la familia y el vecindario; o, mejor dicho, lo que el planificador francés Gastón Bardett llamó el “escalón patriarcal”. En las instituciones comunales restablece Moro la participación y la generosidad que eran habituales en las comunidades simples, antes de la introducción de una economía monetaria.- Acaso la mayor innovación de Moro consistió en proporcionar apoyo institucional al amor del vecino de la ciudad medieval por la vida rural y el deporte.” Mumford, Lewis; “La ciudad en la historia. Sus orígenes, transformaciones y perspectivas”; Ediciones Infinito; Buenos Aires; 1.979; 2ª edic.; Vol. I; p. 456.

[48] “Si es posible que una idea moral digna inspire alguna vez lástima, es sin duda ésta de Moro, que aparece en el umbral de las guerras religiosas y la expansión del comercio moderno. (…) Es el canto de cisne de un viejo ideal más bien que la voz auténtica de la época que estaba naciendo.” Sabine, George, op. cit.; p. 323.

[49] “La filosofía en torno a lo “natural”, derecho natural, ley natural, moral natural, religión natural, vida natural, etc., que se repite frecuentemente en las páginas de la Utopía no es otra cosa que el fundamento teórico de una interpretación de la realidad hecha en aquel momento por un grupo social determinado; su ideología resulta evidente.” Monclús, Antonio; op. cit.; p. 31.

[50] “En general, la utopía racional, encabezada por la de Tomás Moro, junta la forma del diálogo, que pone de moda el prestigio de Platón entre los humanistas del Renacimiento, con elementos sacados del “viaje extraordinario” de que daban muestra las cartas de relación de los navegantes y conquistadores de fines del siglo XV y principios del XVI: Colón, Vespucio, Cortés, etc. La nítida separación de ambas formas en Moro subraya no sólo las dificultades estructurales que ofrece el tema, sino también el abandono tácito de toda tentativa de resolverlas.” López-Morillas, Juan; “Sueños de la razón y la sinrazón: utopía y antiutopía”; artículo en la revista “Sistema”; nº 5; Madrid; 1.974; p. 10.

[51] “Tomás Moro da un preciso cuadro de tal régimen, elaborado hasta en los menores detalles. Expondremos algunos de sus principales rasgos. Todos los utopistas trabajan para todos. Nadie posee nada en propiedad. La comunidad asegura a cada cual la abundancia (la mano de obra es numerosa y la producción agrícola y artesanal están bien organizadas) y el ocio, que cada uno puede emplear en cultivar libremente su espíritu. La disciplina es indispensable para esta sociedad igualitaria: horario de trabajo fijado, comida en común; cada ciudadano se pliega a ella sin esfuerzo, ya que la colectividad le da el máximo de bienestar. Las leyes, al faltar los conflictos que derivan de la propiedad privada, son simples y poco numerosas. El papel del Estado se reduce casi exclusivamente a la administración de las cosas, a la dirección de la economía; tiene, por ejemplo, el monopolio del comercio exterior. Todos los magistrados, al igual que los sacerdotes, son elegidos; los más importantes se escogen entre los letrados. Estos gozan, por consiguiente, de una situación privilegiada, pero no forman un clase cerrada; como aristocracia intelectual y moral siempre abierta, renovable y controlada, proporciona a la democracia igualitaria, que ignora la nobleza y la riqueza, el verdadero gobierno de los mejores.” Touchard, Jean; op. cit.; p. 339.

[52] Moro, Tomás; “Utopía. Precedida de una carta a Pedro Giles”; Obras Maestras; Barcelona; 1.970; 1ª edic.; p. 80.

[53] Moro, Tomás, op. cit.; p. 81.

[54] Idem.; p. 81.

[55] Idem., p. 85 y ss.

[56] “No obstante, es significativo que el grabado en madera que acompaña a la primera edición de 1.516 se mantenga dentro de la tradición medieval en lo que a arquitectura se refiere: los edificios son góticos y sólo el perfil irregular de la isla, que debería ser una media luna, presenta una vaga relación con el texto. Esto demuestra lo mucho que se había adelantado Moro no sólo con relación a su época sino también a su ilustrador y editor.” Rosenau, Helen; op. cit.; p. 67.

[57] “Vemos aquí una integración entre el campo y la ciudad que diferencia a Moro de sus predecesores, con excepción de Filarete, y se manifiesta claramente en su interés por la agricultura: “Es algo tan conocido entre ellos que no hay nadie, ni hombre ni mujer, que sea ignorante en ese terreno.” Idem.; p. 67.

[58] Moro, Tomás; op. cit. p. 89.

[59] Idem.; p. 93.

[60] Idem.; p. 95.

[61] Idem.; p. 101.

[62] Idem.; p. 102.

[63] “Tal era la nota nueva: la nota de la uniformidad, la reglamentación y el control colectivo: gris cuáquero o gris carcelario. ¿Es esto Utopía, el “buen lugar?” Mumford, Lewis; op. cit. 457.

[64] Idem.; en el capítulo XI, 2, “Venecia versus Utopía”; p. 458.

[65] “De sus “Essays” resulta evidente que el ideal político de Bacon era un pueblo fuerte y belicoso, no sobrecargado de impuestos, sin gran concentración de riqueza y con una nobleza no demasiado poderosa – ideales todos ellos de la política de los Tudor-, encabezado por un monarca que dispusiera de grandes recursos en tierras de la corona y tuviera una fuerte prerrogativa y una vigorosa política de expansión nacional.” Sabine, George; op. cit. p. 333.

[66] “Hay, pues, que recuperar las artes mecánicas, cuya dignidad está fuera de toda discusión. (…) El elogio y merecimiento del trabajo manual, así como la síntesis de teoría y praxis, había sido preconizada antes de Bacon. Campanella lo hizo, como todo, clamorosamente.” Emilio G. Estébanez; en Moro, Tomás; op. cit. p. 48.

[67] “La pobreza y la calamidades humanas brotaron al perder el hombre el control de la naturaleza. Hay que reconquistar éste para superar aquellas. El título de su libro fundamental proclama esta anhelo supremo: “Instauración magna del imperio humano sobre el universo”. Idem.; p. 73.

[68] “New Atlantis de Francis Bacon es en gran medida lo que podría denominarse una utopía “pretecnocrática” porque entre sus líneas se encuentra un relato de los métodos y de las bases sobre las que se establecen muchas de las potencias actuales. La Casa de Salomón, centro neurálgico de New Atlantis, con su sorprendente burocratismo, su control social, su “top secret”, su cuerpo de iniciados que mueven a escondidas los hilos del aparato político del Estado, podría ser reemplazada hoy por ciertas organizaciones y determinados estados existentes en el panorama de nuestro mundo.”, Monclús, Antonio; op. cit.; p. 39.

[69] Emilio G. Estébanez; en Moro, Tomás; op. cit. p. 181-190.

[70] “La consideración de esta sociedad utópica como una “sociedad ideal, humana y científica”, implica teóricamente la transformación de las condiciones materiales de la vida a través de la ciencia. La Casa de Salomón se inscribe como la realización más completa y clara del ideal de búsqueda científicamente organizado que, según Farrington, tenía Bacon”. Monclús, Antonio; op. cit. p.40.

[71] “En todo caso, hay una perfecta compenetración entre estas dos dimensiones del discurso de Bacon, porque la pretendida función liberalizadora de las ciencias, así como la preferencia por lo autoritario, se encuentra al servicio de un esquema establecido de poder. Por ejemplo, el control de la Casa de Salomón es prácticamente absoluto en toda la isla gracias a la utilización de la ciencia, y llega incluso más allá de la isla, a diversos puntos donde hay espías al servicio de aquella casa.- Quizá por primera vez en el pensamiento moderno el ejercicio autoritario y absoluto del poder utiliza la ciencia y la tecnología con este impudor. En este sentido Bacon, queriendo ser un gran utopista, va a representar una posición “preantiutópica” más que otra cosa.” Idem.; p. 41.

[72] “La función religiosa va a ser para Campanella todavía más decisiva que para el autor de Utopía. Campanella va a llevar su radicalismo teísta hasta la fundamentación de la organización social como una propia y auténtica teocracia. La actitud teísta y cultualista impregna la vida, la procreación, la inmortalidad, la organización social.” Idem.; p. 37.

[73] “De hecho Campanella realiza la unión entre lo natural y lo religioso con la misma facilidad que Moro, y muchos de los argumentos que presenta para mostrar o justificar una respuesta “natural” están basados en ciertos “padres” de la iglesia católica. Ideologiza claramente cuando habla de lo “natural” transmutando determinados esquemas de ese mundo; por ello, a causa de su maniqueísmo, considera natural la procreación pero no el placer.” Idem.; p. 37.

[74] Estébanez, Emilio G., en Introducción a: Campanella, Tomás, “La Ciudad del Sol”; Mondadori; Madrid; 1.988; 1ª edic.; p. 98.

[75] “La doctrina es la materia del diálogo; la imaginación, del viaje, pues bastante pábulo había para la fantasía en los relatos de quienes volvían maravillados de visitar tierras lejanas. Sin llegar a la tajante división que hace Moro, tal es la pauta habitual en Campanella, Bacon, Foigny, Cyrano de Bergerac, etc., utopistas que se sirven de una sencilla, casi pueril narración de viajes para facilitar la presentación de la comunidad ideal, prudentemente situada más allá de los límites abordables de la oikoumene: en islas perdidas en el inmenso mar del Sur, o en tierras australes, o en un país en el corazón de Africa, y en el caso de Cyrano, nada menos que en el Sol y la Luna.” López-Morillas, Juan; op. cit.; p. 10.

[76] Campanella, Tomás; op. cit.; p. 118.

[77] Idem.; p. 118.

[78] Idem.; p. 118.

[79] “…Vitruvio establece las consideraciones fundamentales que deben ser tenidas en cuenta en el diseño de poblaciones y describe los rasgos distintivos de una ciudad diseñada según un plano circular. Sus ideas no estaban, sin embargo, ilustradas por un plano real. Hasta donde se sabe esta forma no fue nunca utilizada en la práctica por los romanos en ninguno de los innumerables campamentos y poblaciones militares que fundaron por todo el imperio. El propio Vitruvio estaba por tanto recomendando un plano teórico, el plano de la ciudad ideal.” Morris, A. E. J.; “Historia de la forma urbana. Desde sus orígenes hasta la Revolución Industrial”; Gustavo Gili; Barcelona; 1.998; 6ª edic.; p. 188.

[80] “La psicología moderna, al estudiar los mitos y las religiones desde el punto de vista de los arquetipos innatos, descubre en el círculo o “mandala” y su aplicación a la arquitectura urbana una doble significación. La primera es de intimidad, de autosuficiencia segura al amparo del amor materno (círculo= seno maternal). (…) Pero, aparte esta insularidad tranquila, están los símbolos del “universo contra”, que edifican la muralla o baluarte para protegerse y vencer a los posibles perturbadores provenientes del exterior. Continuamente se pasa de la pasividad a la actividad defensiva. Ambos elementos se destacan con nitidez en las instituciones de la Ciudad del Sol, pero también en todo el género utópico.” Estébanez, Emilio G., en op. cit.; p. 100.

[81] Haciendo referencia al cuadro de Pieter Brueghel dice: “La Ciudad del Sol, de Camapanella, estuvo influida en su concepción básica por esta imagen de la Torre de Babel, pues se eleva en lo alto de siete grandes círculos concéntricos, que corresponden a los siete planetas. Las murallas están ricamente decoradas con un resumen de los logros humanos. En el centro aparece un templo circular con un altar decorado un globo, reflejando así de forma ecléctica el gusto del Renacimiento, junto con la tradición platónica y algunas reminiscencias de la Utopía de Moro.”, op. cit.; p. 88.

[82] Campanella, Tomás; op. cit.; p. 118.

[83] Humanes Bustamante, Alberto; “La arquitectura prometida de una capital sin fortuna”; en: idem et ali..; “Madrid no construido: imágenes arquitectónicas de la ciudad prometida”; C.O.A.M.; Madrid; 1.986; 2ª edic.;

[84] Hacemos, para este encuadre histórico, un resumen del capítulo XIII “La cultura burguesa”, de la obra de Vicens Vives, Jaime; “Historia General Moderna”; Montaner y Simón; Barcelona; 1.974; 9ª edic.

[85] “La revolución industrial ha causado cambios profundos en la distribución, sobre el territorio inglés, de los habitantes. Durante la primera mitad del siglo XVIII Inglaterra es aún un país esencialmente rural, y hasta la industria tiene su sede, primordialmente, en el campo. Mientras el tratamiento de los minerales de hierro se hace con carbón vegetal, los altos hornos surgen donde haya bosques; la industria textil se basa en la organización del trabajo a domicilio, y los mismo campesinos, junto con sus familias, alternan las labores del campo con el hilado y tejido, con instrumentos manuales de su propiedad o alquilados a sus patronos.- Pero cuando se empieza a trabajar el hierro con carbón fósil se concentran los altos hornos en las regiones carboníferas; cuando R. Arkwright encuentra, en 1.768, el modo de aplicar la energía hidráulica al hilado, y E. Carwright, en 1.784, al tejido, estas labores se concentran en los lugares en donde es posible utilizar la energía del agua corriente; y desde que la máquina a vapor de Watt es patentada en 1.769, comienza a usársela en lugar de la fuerza hidráulica (entre 1.785 y 1.790), con lo que la concentración puede aparecer en cualquier parte, incluso lejos de los ríos; la red de canales, construida desde 1.759, al disminuir el precio de los transportes, incluso para los materiales pobres, quita cada vez más importancia al carácter vinculante de la localización de las instalaciones industriales.” Benevolo, Leonardo; “Historia de la arquitectura moderna”; Gustavo Gili; Barcelona; 1.999; 8ª edic.; p. 65.

[86] “Hacia 1.850 una buena parte de los descubrimientos científicos fundamentales de la nueva fase se habían realizado: la pila eléctrica, el acumulador, la dínamo, el motor, la lámpara eléctrica, el espectroscopio, la teoría de la conservación de la energía.” Mumford, Lewis; “Técnica y civilización”; Alianza Editorial; Madrid; 1.998; 2ª edic.; p. 235.

[87] “Los primeros intentos de corregir los males de la ciudad industrial se polarizan en dos casos extremos: o se pretende volver a comenzar desde el principio, contraponiendo a la ciudad existente formas de convivencia dictadas por la teoría pura, o se intenta resolver cada uno de los problemas y remediar sus inconvenientes, sin tener en cuenta sus vinculaciones y sin una visión global del nuevo organismo ciudadano.- Al primer caso pertenecen los denominados utopistas – Owen, Saint-Simon, Fourier, Cabet, Godin-, que no se limitan a describir sus ciudad ideal, como Moro, Campanella o Bacon, sino que se esfuerzan en ponerla en práctica.” Benevolo, Leonardo; “Orígenes del Urbanismo Moderno”; Celeste Ediciones; 1.994; 1ª reimp.; p. 7.

[88] Ver concepto y características de utopía urbana en sentido estricto en la página 4 de este trabajo.

[89] Choay intenta adaptar la idea de Mannheim de utopía y su clasificación, pero declara que no le parece posible: “Este concepto no puede ser utilizado si no se hace referencia a la obra capital de Mannheim “Ideología y utopía”. (…) Mannheim, contrariamente a Marx, ha insistido sobre el carácter activo de la utopía en su oposición al status quo social, y sobre su papel desintegrador. (..) No hemos podido adoptar aquí su clasificación de las formas de la mentalidad utópica: nuestro modelo progresista engloba a la vez su “idea humanitaria liberal” y una parte de su “idea socialista comunista”. Además nuestro modelo culturalista no es enteramente asimilable a la “idea conservadora”. Choay, Françoise; “El urbanismo. Utopías y realidades”; Lumen; Barcelona; 1.976; 2ª edic.; p. 20.

[90] “De un conjunto de filosofías políticas o sociales (Owen, Fourier, Considérant, Proudhom, Ruskin, Morris) o de verdaderas utopías (Cabet, Richardson, Morris) se desprenden, con mayor o menor lujo de detalles, dos tipos de proyecciones espaciales, de imágenes de la ciudad futura, que, de ahora en adelante llamaremos modelos.” Idem.; p. 21. Los modelos de Choay van a ser principalmente dos, el progresista y el culturalista.

[91] “Al utopismo progresista se opone el utopismo nostálgico, y a la religión del funcionalismo, el culto a los valores ancestrales, cuyo funcionamiento queda evidenciado por su historia y por su arqueología.” Choay, F.; op. cit. p. 59

[92] “Sin embargo, todos ellos imaginan la ciudad del porvenir en términos de modelo. En todos los casos, la ciudad, en lugar de ser pensada como proceso o como problema, es siempre planteada como una cosa, como un objeto reproducible. Es sustraída de la temporalidad concreta y se convierte, en sentido etimológico, en utopía, es decir, de ninguna parte.” Idem.; p. 32

[93] “En la raíz misma de toda propuesta de ordenación, tras los raciocinios o conocimientos que pretenden apoyarla en la verdad, se ocultan una serie de tendencias o sistemas de valores. (…) Pueden reducirse a los sistema antagónicos citados: progresismo, culturalismo, naturalismo. Fe en el progreso y en la ciencia todopoderosa; aversión hacia la sociedad mecanizada y nostalgia de las antiguas comunidades culturales; aversión a un mundo “desnaturalizado” y nostalgia de una relación formadora con la naturaleza: estos han sido los fundamentos afectivos – y, a veces, inconscientes- del preurbanismo y del urbanismo.” Idem.; p. 95.

[94] La consideración de estos pensadores como utópicos, en el sentido estricto mencionado, pugna con la crítica marxista del socialismo utópico, precisamente por entender éste que dicho pensamiento nunca puede ser transformador de la realidad, ni ningún avance en el desarrollo de la lucha de clases: “Precisamente por estas posiciones determinadas de una manera histórica, las propuestas operativas elaboradas por Owen y Fourier contienen, en efecto, la denuncia de las consecuencias negativas de la ciudad industrial (usura del suelo, división del trabajo, etc.), pero las soluciones espaciales alternativas que proponen se colocan fuera de la ciudad, en un sistema organizado que está por completo centrado sobre la autonomía (económica y arquitectónica) de organizaciones simples, elementales, capaces de asegurar una vida equilibrada y completar un número reducidísimo de habitantes (de 1.200 a 1.600 personas) en cuanto contiene en sí todos los grados de la producción, del sustento, de la educación, del ocio y de la cultura. Tanto el Falansterio como los Centros de Cooperación y Armonía, una vez alcanzado su “máximum” óptimo -previsto y por tanto planificado hasta en los detalles- admiten un ulterior desarrollo sólo en la repetición en extensión del organismo elemental.- Para negar las causas de efectos históricos juzgados negativos (…) se vuelve a formas de producción – y por tanto de relaciones sociales y por tanto de asentamientos- totalmente primitivas…” Aymonino, Carlo; “Orígenes y desarrollo de la ciudad moderna”; Gustavo Gili; Barcelona; 1.992; 1ª edic.; p. 21.

[95] “Las ciudades ideales descritas después de 1.848 – Victoria, de J.S. Buckingham, publicada en 1.849, e Hygeia, de B.W. Ricahrdson, publicada en 1.876- derivan de aquellos precedentes, pero carecen ahora de connotaciones políticas, mientras que se da toda la importancia a sus características constructivas y técnicas; constituyen el eslabón de unión entre las utopías socialistas y el movimiento de las ciudades-jardín, que empieza a despuntar a fines de siglo, pero confirman en el fondo, el agotamiento de la línea de pensamiento de Owen, Fourier y Cabet, insostenible en la nueva situación económica y social.” Benevolo, Leonardo; “Historia de la arquitectura moderna”; op. cit.; p. 189.

[96] Benevolo, Leonardo; op. cit.; p. 179.

[97] “Este conjunto de beneficios podría en teoría dispensarse universalmente, en hábitats pequeños; pero es preciso comenzar a actuar en algún lugar, y una combinación de acontecimientos particulares ha fijado este punto en nuestro establecimiento.” Owen, Robert, citado en Benevolo, Leonardo; “Orígenes del Urbanismo Moderno”, op. cit.; p. 63.

[98] Idem.; p. 65.

[99] Benevolo, Leonardo; “Historia de la arquitectura moderna”; op. cit.; p. 181.

[100] “En sus últimas obras Owen se convierte en el apóstol de un mesianismo social, adecuadamente expresado en “El nuevo mundo moral” (…) Anuncia el reino de Dios sobre la tierra, el advenimiento de una era de virtud y de felicidad; repite sin cesar que “los tiempos están próximos”. El owenismo, pues, parte del paternalismo y termina en una especie de milenarismo laico.” Touchard, Jean; op. cit.; Vol. II; p. 202.

[101] Idem.; p. 203.

[102] “En todo caso, Fourier persigue con un odio tenaz al comercio y a los comerciantes. Estos son parásitos, y todo su arte consiste en vender a seis francos lo que cuesta tres, y en comprar en tres lo que cuesta seis. El comercio crea una “feudalidad mercantil” y favorece el reinado de los banqueros (a los que Fourier juzga con mucha menos simpatía que Saint-Simon). El liberalismo económico engendra una anarquía y una miseria de las que Inglaterra ofrece un triste espectáculo. Fourier habla sin ninguna afabilidad de los “comerciantes de Londres” y de la codicia inglesa.” Touchard, Jean; op. cit.; p.212.

[103] “Esta nueva “radicalidad” se encuentra precisamente en su proposición de un nuevo modo de vida absolutamente diferente a los modos de vida conocidos hasta ese momento. Un modo de vida que no hace referencia únicamente al Estado o a las estructuras políticas, sino también a la vida cotidiana, a todos los actos de la vida, que deben ser guiados ahora por la pasión amorosa.” Monclús, Antonio; op. cit.; p. 63.

[104] “No se puede marginar el hecho de que la insistencia del autor en criticar la tiranía de la razón y en proponer una sensibilidad apasionada, supone un proyecto utópico que tiene el coraje de romper, de una manera explícita, con todos los supuestos tradicionales que constituían la base del discurso utopista del Renacimiento. Y además eso supone la valentía de denunciar un discurso contemporáneo “revolucionario” que sin embargo no sabe romper su filiación con el viejo esquema de la razón. Allí es donde Fourier va a asombrar a los utopistas posteriores que sabrán descubrir en el discurso racional uno de los principales orígenes de la estructura opresiva de Occidente. No es por casualidad, en efecto, que Breton o el mayo del 68 francés va a redescubrir a Fourier.” Idem.; p. 63.

[105] “El acercamiento a la naturaleza por la pasión va a significar un ataque muy importante al esquema del poder tal como los utopistas modernos lo presentaban a partir de una naturaleza desplegada “racionalmente”. Va a significar la introducción de un elemento de inestabilidad que va a impedir una fácil utilización al servicio del poder, de manera contraria a la facilidad de la razón.- Todo esto no significa que el poder no exista en Fourier o que no defienda ideas como la de Dios. Basta tener en cuenta que en la minuciosa disposición de los falansterios hay fuertes dosis de poder y, en este sentido, de control de la libertad. Es en aquella línea de huida donde se encuentra el utopismo de Fourier, “más utópico” que el de Moro o Campanella, expresando bien, con todos sus defectos, el recorrido contemporáneo de la utopía” Idem.; p. 64.

[106] “De hecho su preocupación por terminar con una actitud moralista va a recordar los versos malditos de Rimbaud o la obsesión de Nietzsche; su definición del secreto de la moral como una hipocresía que se adapta a las circunstancias y se quita la máscara en cuanto puede, va a recordar claramente al autor del Zaratustra. El antimoralismo de Fourier hace del autor de los falansterios algo más que un urbanista o un arquitecto. Va a hacer de los falansterios un proyecto de alternativa en donde los cambios geométricos van a implicar otro hombre gracias a la célebre atracción apasionada.” Idem.; p. 65.

[107] Fourier, Charles, en “Tratado de la asociación doméstica y agrícola”, citado en Benevolo, Leonardo; “Origenes del Urbanismo Moderno”; op. cit.; p. 83.

[108] “Esta descripción anticipa en forma sorprendente el contenido de los reglamentos constructivos del siglo XIX, y les atribuye un valor resolutivo que será desmentido por la experiencia posterior; sigue siendo, quizá, la más importante contribución de Fourier a la práctica urbanística futura.” Idem.; p. 84.

[109] “Aún más complejo es el engranaje de la “ciudad del garantismo” prefigurada por Charles Fourier – con sus tres bandas concéntricas de edilicia direnciada-, donde, además de la propuesta de una inédita tipología productivo-residencial para una comunidad de 1.620 habitantes (el Falansterio), se plantea contextualmente la formulación de una normativa edilicia de sorprendente lucidez legislativa.” Gravagnuolo, Benedetto; “Historia del Urbanismo en Europa. 1.750-1.960”; Akal; Madrid; 1.998; 1ª edic.; p. 65.

[110] Seguimos la descripción de Benevolo en “Los orígenes del Urbanismo Moderno”; op. cit. p. 85 y ss.

[111] “Los alojamientos, las plantaciones y los establos de una sociedad que opera por series de grupos tienen que diferenciarse en forma prodigiosa de nuestras aldeas o suburbios, ocupados por familias que no tienen relación societaria alguna y actúan contradictoriamente…” Fourier, citado en Benevolo; op. cit.; p. 86.

[112] “Fourier era consciente de la influencia vivificadora de la arquitectura sobre las actividades y relaciones humanas y daba gran importancia a la variedad y a la facilidad de accesos. Sus “séries passionnées” se dividían en subsecciones: los niños, los pobres, la clase media, los ricos y los expertos elegidos. El alojamiento y la participación de los miembros admitía diferencias de calidad, elemento que favorecía la variedad.” Rosenau, H.; op. cit.; p. 158.

[113] “Las comunidades de Fourier debían basarse en la horticultura y en la agricultura, con cierto refuerzo por parte de la manufactura, pero el proyecto no es muy claro respecto a esta última.” Idem.; p. 158.

[114] “Conviene señalar que el “patio” de tres lados lo utilizó ya Owen en los edificios auxiliares de su proyecto de 1.817, pero Fourier no debió tener conocimiento de ello, o al menos no lo quiso reconocer…”; Idem.; p. 157.

[115] “Fourier concibe el edificio bajo las formas áulicas de la arquitectura representativa francesa; deberá ser simétrico, con tres patios y numerosas entradas, siempre en el eje de los diversos cuerpos de fábrica; el patio central, llamado Place de Parade, si vigilará desde la Tour d’Ordre, donde habrá un reloj y un telégrafo óptico.” Benevolo, Leonardo; “Historia de la arquitectura moderna”; op. cit.; p. 183.

[116] “El alzado del falansterio, con sus columnatas que permitían pasar a todas las partes del edificio sin tener que mojarse en caso de lluvia, recordaba la fachada del Louvre de Perrault, las arcadas de la Place de la Concorde y de la parte del Palais Royal construida en el siglo XVIII.” Rosenau, H.; op. cit.; p. 157.

[117] “El comunismo de Cabet no deriva en modo alguno de un análisis a fondo de las realidades contemporáneas. Es una mezcla en la que se combinan Platón, Tomás Moro, las utopías comunistas del siglo XVIII, el owenismo y un cristianismo fraternal que se emparienta con el de Saint-Simon: el comunismo icariano es el “verdadero cristianismo”.” Touchard, J.; op. cit. p. 222.

[118] “Incluso las principales utopías de la fase paleotécnica eran nacionalistas y militaristas: La Icaria de Cabet, contemporánea de las revoluciones liberales de 1.848, era una obra maestra de regimentación guerrera en cada detalle de la vida…” Mumford; L.; op. cit.; p. 213.

[119] “La organización colectiva de la economía ha eliminado el comercio al por menor, y por lo tanto las tiendas, que son sustituidas por almacenes y atéliers estatales. Los cementerios, las fábricas y los hospitales se encuentran fuera de la ciudad, en medio de espacios verdes. La circulación está regulada a fin de garantizar la seguridad de los peatones; éstos recorren adecuados pasajes cubiertos, en tanto que los vehículos circulan por caminos apropiados, de los cuales no pueden salir; es obligatorio conservar la derecha.” Benevolo, L.; “Orígenes del Urbanismo Moderno”; op. cit.; p. 106.

[120] Op. cit.; p. 155 y siguientes.

[121] Creemos importante reflejar la impresión que esta devaluación de la utopía, como hemos visto, le merece a los siguientes autores: “La idea de Cabet de fundar una metrópolis termina, pues, en una reductio ad absurdum, y lleva a la formación de núcleos rurales progresivamente más reducidos, hasta llegar a las dimensiones de una hacienda agrícola normal.” Benevolo, L.; “Historia de la arquitectura moderna”; op. cit.; p. 186. Igual de incisivo es Benedetto Gravagnuolo: “Son bien conocidas las vicisitudes que impulsaron a los utopistas europeos a elegir América como tierra prometida para la verificación de sus rêveries sociales. Vicisitudes que concluyen en una cadena de fracasos: a partir de New Harmony, fundada en Indiana por Owen en 1.826, a la North America Phalanx, erigida en Nuevo México en 1.851 por Víctor Considérant (uno de los más fieles prosélitos de Fourier), hasta la Icaria de Texas (1.848), la Icaria Nauvoo de Illinois (1.849) y la Icaria de St. Louis, tentativa última de Cabet poco antes de su muerte (1.856). Así, poco a poco, el sueño de una sociedad nueva, renovada completa y radicalmente por los ideales de la cooperación colectiva y de la armonía universal, se refugia en cenobios cada vez más pequeños y apartados, viniendo a integrarse, de hecho, en el cauce de las colonias religiosas de América.” Op. cit.; p. 66.

Partes: 1, 2, 3
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