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Lisandro de la Torre y el Comercio de las Carnes

Enviado por balconito


    1. Hipótesis
    2. Contexto político-económico
    3. Pacto Roca-Runciman
    4. Lisandro de la Torre
    5. La investigación de las carnes
    6. La exposición
    7. La despedida de don Lisandro
    8. Conclusiones
    9. Corroboración de hipótesis
    10. Anexos
    11. Bibliografía

     Introducción

    Hemos seleccionado a Lisandro de la Torre y la investigación del comercio de las carnes, principalmente por el interés que nos infunde el colonialismo salvaje y la sumisión de aquellos argentinos con poder para revertir esa situación al mismo Imperio esclavista del que éramos peones. La vigencia de estos delicados temas es innegable, ya que a nuestro parecer, a través del tiempo los gobernantes no han adoptado políticas patriotas y que lamentablemente seguimos siendo peones y ahora es otro quien maneja el tablero mundial.

    De la Torre fue una criatura rara en su entonces y, de estar vivo hoy, también lo sería; porque tomó como filosofía de vida la verdad, la honestidad, el coraje y la incorruptibilidad; cualidades aparentemente olvidadas por los dirigentes de los últimos setenta años.

    En su época fue para los terratenientes y opositores "ese viejo rabioso que predica, desde su banca mal habida una ideología estúpida que nos pondrá en malos términos con el Reino Unido"; pero para el pequeño productor agropecuario y para el pueblo en general, "aquel que defendió su situación y luchaba por una Argentina pujante y progresista que pondría en su lugar a éstos colonialistas y a los que estén por venir"

    Hoy… ¿qué sería?

    Hipótesis

    • El pacto Roca-Runciman no solo no satisfizo las necesidades de la Argentina, sino que perjudicó la situación del país, expandiendo el alcance de los monopolios británicos y en detrimento de las empresas y de los pequeños productores nacionales.
    • Un factor que influyó en la aprobación de dicho convenio fue que se estableció en secreto que serian beneficiados los grandes productores bonaerenses, la oligarquía y los altos mandos del gobierno nacional (el ministro de Agricultura Luis Duhau y el ministro de Hacienda Federico Pinedo; a modo de ejemplo).
    • Lisandro de la Torre, a pesar del boicot y la ridiculización por parte de sus opositores y enemigos más acérrimos, continuó diligente con su tarea de exponer el negociado y la corrupción que rodea al comercio de las carnes.
    • Ramón Valdez-Cora fue contratado por los ya mencionados sectores perjudicados por la exposición de De la Torre, para silenciar al senador y desviar la atención pública del fraude de las carnes.

    Capitulo I

    Contexto político- económico

    La llegada en 1924 de los laboristas al gobierno inglés y la crisis de 1929 de la bolsa neoyorquina anunciaban el comienzo del resquebrajamiento del Imperio Británico; entendiéndose por esto la merma de sus industrias metalúrgicas y textiles, y de la extracción del carbón, así como también su capacidad de consumo y la carga de 1 millón de desocupados.

    Las colonias británicas (de aquí en más "Dominios") trataron de manejar su economía con cierta autonomía.

    Para mantener su "imagen imperial" el gobierno inglés elabora en 1930 el Estatuto de Westminister que establecía la creación de la Comunidad Británica de Naciones o British Commonwealth of Nations, que estaba formado por el Reino Unido, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Irlanda y Terranova.

    CONFERENCIA DE OTTAWA (julio de 1932)

    ¿El Imperio es sólo el territorio coloreado de rojo en el mapa o también aquel en que los intereses británicos son rotundos?

    En Argentina las inversiones británicas alcanzaban los 600 millones de libras (hecho que no ocurría en los Dominios), 25.000 Km. de ferrocarriles ingleses, teléfonos, obras hidráulicas, tranvías, estancias, frigoríficos, empresas navieras, etc.

    Más del 80% de la producción de carne argentina era comprada por el Imperio. A los miembros del Commonwealth no les agradó que la fidelidad brindada a la corona se les retribuyese prefiriendo productos extranjeros a los locales.

    En julio de 1932 se reunieron los delegados del Imperio en Ottawa con el fin de presionar para que se revierta esta situación.

    Lo acordado puede resumirse en tres directivas:

    • Habrá derechos prohibitivos a los productos extranjeros.
    • El Reino Unido adquirirá de preferencia la carne y el trigo de los Dominios.
    • Los Dominios protegerán su producción local con "trabas razonables" a la competencia de Londres.

    Lo votado en Ottawa sirvió para contentar a los dominios y de paso amenazar a la Argentina con agravarles la crisis dejándoles de comprar carne congelada o chilled.

    Capítulo II

    Pacto Roca- Runciman

    A fines de 1932 Gran Bretaña decidió reducir en un tercio la compra de carne congelada argentina, que podía reemplazarse por la de Australia, y en un 10% la enfriada.

    Se trataba de un punto extremadamente sensible para la Argentina en el ámbito económico, pero más por la magnitud de intereses existentes en torno a la exportación de carnes: productores, frigoríficos y empresas navieras eran capaces de presionar fuertemente sobre el gobierno.

    En 1933, una misión encabezada por el vicepresidente Julio A. Roca negoció (por no decir suplicó) en Londres el mantenimiento de la cuota argentina de carne. Esto era vital para asegurar la credibilidad del gobierno entre los diversos sectores agropecuarios; y en este aspecto tuvo un éxito relativo: se mantendrían las condiciones de 1932 pero Inglaterra dejó la puerta abierta a eventuales reducciones futuras. Se limitó también el cupo que podía ser manejado por frigoríficos nacionales a un 15% de la producción total.

    No logró gran cosa en su segundo objetivo: aumentar la participación de los productores locales en la exportación, de modo de negociar en mejores términos con los frigoríficos.

    A cambio de estas pseudo-concesiones, Gran Bretaña se aseguró que la totalidad de las libras generadas por este comercio se emplearían en la propia Gran Bretaña: en el pago de la deuda, en la importación del carbón, material ferroviario o textiles y en la remisión de utilidades de empresas británicas. Simultáneamente, se estipulaba un "tratamiento benévolo" para aquellas empresas inglesas que estaban sumidas en dificultades financieras.

    El tratamiento benévolo apuntaba a reflotar empresas británicas en problemas: las ferroviarias y las de transporte urbano. Los ferrocarriles estaban amenazados por gastos fijos muy altos, una reducción general de su actividad y la creciente competencia del transporte automotor, estimulada por la sistemática construcción de caminos iniciada en 1928.

    En todo caso, se trataba de empresas que habían dejado de ser rentables y que no habían hecho las inversiones necesarias para mantener su peso; de modo que el "tratamiento preferencial" sólo buscaba aumentar las ventajas monopólicas y retrasar su deterioro (para lo cual los directivos tenían una estrategia: "vaciar" las empresas y luego vendérselas al Estado)

    Se trataba sin duda de una indiscutible victoria para los británicos: en retribución del mantenimiento de la participación argentina en el mercado de carnes –un negocio en el que los británicos eran el socio principal- se aseguraban el cobro de los servicios de sus antiguas inversiones y el control de partes significativas de un mercado interno amenazado. La tendencia a las relaciones bilaterales con Gran Bretaña, insinuada en el Tratado D’Abernon, quedó totalmente asegurada.

    Pese a que los beneficios no eran parejos para todos los involucrados, el Tratado Roca-Runciman fue aprobado por los diversos grupos propietarios. Cuando se discutió en el Congreso, la oposición más consistente fue la del Partido Socialista y la de un partido joven denominado Partido Demócrata Progresista, preocupados por las repercusiones que estos arreglos tendrían sobre los consumidores locales. Sin embargo afloraron los conflictos entre los distintos sectores: los frigoríficos, los invernadores (ganaderos denominados así por proveer la carne para el enfriado) y el grueso de los criadores, que debían optar entre la exportación de carne congelada de menor calidad, la venta a los invernadores y el consumo interno. Los grandes invernadores, más estrechamente vinculados a los frigoríficos, se expresaban a través de la Sociedad Rural Argentina (S.R.A.); los criadores organizaron la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (CARBAP). En el debate no se discutieron tanto los temas del tratado como la forma en que los frigoríficos iban a manejar los precios internos, las ventajas relativas de unos productores y otros, y la posibilidad de que los productores participaran en su regulación a través de un frigorífico corporativo, utilizando la cuota del 15% que el tratado les reservaba. En 1933 se sancionó la ley que establecía una Junta Nacional de Carnes, destinada a intervenir (de manera limitada debido a la corrupción y la presión británica) en la regulación del mercado.

    Capitulo III

    Lisandro de la Torre

    Lisandro de la Torre nació en Rosario y estudió leyes en la Universidad de Buenos Aires. Miembro de la Unión Cívica Radical, pero abandonó el partido por diferencias ideológicas con sus dirigentes. Tras alejarse de las filas del radicalismo, fundó en 1914 el Partido Demócrata Progresista y se presentó como candidato presidencial en las elecciones de 1916 y 1931, aunque no tuvo éxito, logró una banca en el senado.

    Para la totalidad del oficialismo de la época era un concepto común traducir "liberalismo" por concesiones sin control al capital financiero y regalar el patrimonio nacional al extranjero. Le corresponde a De la Torre la enorme y peligrosa tarea de denunciar la "confabulación antiargentina" que estaba destinada a reforzar nuestro colonialismo. Censuró el Convenio de Londres (o Pacto Roca- Runciman) desde la primera hora, aunque es justo reconocer que en este momento hay otras voces aplicadas a la denuncia y a la critica. En particular, es el Partido Comunista quien se distingue por su constante discurso antiimperialista. En septiembre de 1934, el representante santafesino propone en la Cámara de que forma parte, el nombramiento de una comisión investigadora encargada de establecer "cuál era la situación del comercio de exportación de carnes argentinas y verificar si los precios que pagan los frigoríficos en la Argentina guardan relación con sus ventas en el exterior".

    El Senado vota la moción de don Lisandro. Integrante de la comisión, el líder rosarino impulsa la investigación con un tesón tal que desbarata los intentos de aquellos interesados en neutralizarla (la oligarquía y amplios sectores de la política). A medida que avanza en el examen de las interioridades que rodean el comercio de carnes, hace revelaciones extraordinarias. Descubre el favoritismo británico y político-nacional que gozan los más grandes estancieros bonaerenses –entre los que se encuentra en primer término el propio Ministro de Agricultura Luis Duhau- en la venta de sus novillos a los frigoríficos extranjeros; mientras que existían miles de pequeños ganaderos cuyas carnes son cotizadas a un precio inferior e injustificable. Descorre el misterio sobre las fabulosas ganancias que realizan esos frigoríficos protegidos por el Estado como no lo son empresas argentinas de la misma índole, las defraudaciones al fisco en el pago de los impuestos y, por ultimo, el drama de los obreros de la industria de la carne.

    Capitulo IV

    La investigación de las carnes

    En esta tarea investigadora, De la Torre –y nos referimos a sólo a él porque los otros miembros de la comisión colaboraban tímidamente, cuando no entorpecían el éxito de la indagación- choca contra la resistencia de los frigoríficos extranjeros a develar los documentos que acreditan la autenticidad de las operaciones registradas en los libros.

    Hablemos ahora de un buque inglés. El Norman Star.

    El frigorífico Anglo –uno de los tantos bajo la lupa de don Lisandro-, en vista de la decisión del senador rosarino y del contador de la comisión, Yasky, de averiguar que pasaba en los frigoríficos, decidió desprenderse de los papeles comprometedores (todos los de contabilidad). Para ello, nada mejor que suponer que se efectuaba un embarque, de los tantos que el frigorífico inglés hacía a Inglaterra, en un barco (no podía ser de otra manera) también inglés, y en lugar de poner dentro de los cajones la carne de exportación, cargarlos con toda la documentación y enviarla a Londres. Tres cargamentos ya habían sido efectuados a Fray Bentos (Uruguay) y se estaba completando el Norman Star.

    Explica Lisandro de la Torre:

    "(…) recibió la Comisión denuncias acerca de la destrucción y ocultación de documentos que debían ser presentados por las empresas con el propósito de sustraerlos a la investigación. Una denuncia concreta se refería al embarque clandestino de papeles y libros realizados por el frigorífico Anglo en el vapor Norman Star, de la Blue Star Line y al envío de tres remesas de libros y papeles a Fray Bentos.

    "(…) fueron descubiertos en una carbonera del vapor cuarenta cajones de carne cubiertos de bolsas de estiércol, de los cuales 21 contenían papeles y libros embarcados clandestinamente con el rótulo de corned beef"

    Después de seis meses de intensa labor, la Comisión formula dos informes: uno en mayoría y otro en minoría. Este ultimo lo firma De la Torre. Más severo, determinado a denunciar el monopolio ilícito de las carnes, a reducir las ganancias de los frigoríficos y a contemplar la situación de los obreros.

    El "informe De la Torre" establecía que:

    • A causa del convenio de Londres, la Argentina renunció al 85% de la cuota de carnes que importa Inglaterra y las reducciones arancelarias le costaron a la nación 15.000.000 de pesos de ese entonces, en los primeros cuatro meses de vigencia del tratado.
    • Los frigoríficos obligaban a los productores a venderles carne de primera calidad a precio de segunda y tercera, siendo ésta etiquetada y exportada nuevamente como de primera calidad.
    • Los productores argentinos más beneficiados con el Convenio fueron aquellos más allegados a intereses británicos o al propio gobierno nacional (el ejemplo más representativo de esto fue el ministro Duhau.)
    • El gobierno desbloqueó fondos de las empresas y de los comerciantes británicos por más de 170.000.000 de pesos y para desbloquearlos, transformó esos valores en oro tomando a su cargo la pérdida del 25% del capital durante la operación.
    • Las cooperativas argentinas no pueden vender al exterior porque el ministro Duhau no entrega una cuota libre de exportación de carnes.
    • Los frigoríficos se quedan con todo; el criador gana $1,50, el invernador $3,50 y el frigorífico $80.
    • El gobierno protegió a los ferrocarriles británicos, que en su accionar no protegen la producción nacional, proveyéndoles de libras esterlinas a un valor de 15 pesos, mientras que los importadores de artículos de primera necesidad pagaban de 17 a 19 pesos.

    Capítulo V

    La exposición

    Su exposición fue como era de esperarse: exhaustiva y con coraje.

    Lisandro de la Torre habla durante cinco sesiones consecutivas y su palabra, tomada de a pedazos por el periodismo de la época, resuena en las mentes del colectivo ciudadano. La monotonía de lo cotidiano queda interrumpida por las escandalosas declaraciones del senador: "¡el ministro de Agricultura sabotea el desarrollo de los productores libres en su propio beneficio!", "¡las empresas frigoríficas forasteras evaden impuestos e impiden, con el apoyo del fisco, la sobrevivencia de las empresas argentinas para monopolizar el comercio interno!"

    El líder rosarino destruye a lo largo de esas sesiones varios mitos que han paralizado la indignación de la gente. Con lenguaje sencillo, entendible para el menos culto, descubre los detalles de esta cuestión que funcionarios traidores enderezan en su provecho:

    "Los señores senadores habrán oído decir que el negocio de exportación es muy difícil. ¿A quien se lo han oído decir? A los interesados en que se mantengan las situaciones creadas, deseo ferviente del señor ministro de Agricultura en su defensa permanente del monopolio frigorífico.

    "Debemos tratar a Inglaterra de igual a igual, como tratan las naciones soberanas; podemos y debemos ofrecerle a Inglaterra amplias ventajas, pero si no son apreciadas y si nos pretende tratar como a una factoría, podemos y debemos tomar represalias. Hay que concluir con las humillaciones e injusticias prevalentes en la actualidad y hay que exigir que la carne argentina entre a Inglaterra, importada por argentinos, como el carbón de Cardiff entra a la Argentina importado por ingleses"

    Nunca el Parlamento argentino había sido testigo de una denuncia de tal magnitud. Toda la critica de Lisandro de la Torre se respalda en un total dominio de la materia y en información documentada y exacta. Su experiencia en el tema es extensa, ya que desde que iniciara sus faenas rurales en 1894, hasta que fuera elegido presidente de la Sociedad Rural de Rosario, siguió paso a paso al crecimiento de la industria ganadera a la que está ligado por inclinación e intereses (De la Torre tenía una estancia en Pinas, Santa Fe). Ya en 1923 había presentado en la Cámara de Diputados un proyecto que fue, en cierto modo, precursor del actual.

    La defensa el ministro de Agricultura, puesto en evidencia, no alcanza a destruir ni uno solo de los cargos formulados por el senador demócrata progresista. Entonces viene en su ayuda el ministro de Hacienda (Federico Pinedo), que se limita a responderle con palabras tajantes y definitivas, sino se pone a leer una novela desinteresándose por los ataques que el senador realiza.

    El clima del debate crece hasta la violencia. La opinión pública sigue los matices de la controversia. Desde luego la responsabilidad no le pertenece a don Lisandro. Así lo ha aclarado: "no he buscado el sensacionalismo, directa ni indirectamente, y si el escándalo surge de los actos del Poder Ejecutivo, no es culpa mía".

    Hasta la barra participa activamente de la polémica. Se encuentran en ella partidarios de los ministros, empleados públicos y sujetos llevados especialmente para hacer bullicio. A De la Torre sólo lo aplauden espectadores imparciales ganados por sus argumentos y algunos amigos de las provincias. Pero afuera está el pueblo inquieto e impaciente; está el país atento y esperanzado.

    El senador inicia su contrarréplica. Los ministros han deformado sus palabras y cuando él quería hablar, la mayoría indudablemente en su contra, golpeaba sus pupitres para impedir la denuncia. Es evidente que se confabularon en su contra en un esfuerzo para atenuar la resonancia de sus acusaciones.

    "He realizado una penosa tarea, y sigo adelante, solo, como comencé pero más fuerte que nunca, con la certidumbre de no haber llevado en mi espíritu otro incentivo que el propósito de servir a mi país, solo además, frente a un gobierno cuya mediocridad entristece."

    Una a una destruye las invenciones y falsedades con que los ministros han intentado cubrir su derrota. El plan de callarlo con golpes en los pupitres y voces elevadas ya no es eficaz en esta emergencia. Entonces buscan otros medios para enmudecer a este "gran fiscal de la patria". Le piden prestado a un importantísimo terrateniente su guardaespaldas y le dan instrucciones. En el tercer día de contrarréplica, apenas De la Torre retoma el curso de su exposición, se produce el incidente a propósito de una palabra empleada por el orador. Cuando todo indica que el debate seguirá su ritmo, interviene el ministro de Hacienda aludiendo provocativamente a De la Torre. Éste, ofendido avanza hacia la mesa de interpelaciones. Agredido de repente, da un paso atrás, pierde el pie y cae de espaldas. El senador Bordabehere (senador por Santa Fe y compañero de bancada de De la Torre) que, como espectador presencia la escena, corre a levantar al líder del partido. Y en medio de la confusión suenan disparos de revolver. Cuando se establece la calma se comprueba que el doctor Bordabehere, baleado por la espalda, agoniza. Nadie hubiera pensado hasta entonces que la oligarquía habría de contratar a matones para frustrar la interpelación.

    Apresado el victimario (Ramón Valdez Cora) y en una de sus ultimas presentaciones don Lisandro pronuncia esa frase que constituye una acusación obvia: "Se conoce el nombre del matador, pero hace falta conocer el nombre del asesino"

    La inesperada y trágica agresión corta el debate. Los hombres de las vacas obtienen lo que se han propuesto desde el primer momento: callar esa poderosa voz acusadora. Lisandro de la Torre renuncia a la controversia: "Para terminar diré que sería absurdo pensar que el debate del comercio de las carnes pudiera continuar con mi intervención, mientras subsistan en mi espíritu las dudas que mantengo acerca de que se trajo un guardaespaldas del bajo mundo, para influir sobre su resultado. Los indicios que existen son tan ardientes, que no me es posible prescindir de ellos."

    Las pruebas presentadas por el hombre demócrata progresista son irrefutables, ellas denuncian definitivamente la corrupción de la familia conservadora argentina, que para sobrevivir acepta la ayuda del capital extranjero. Y a pesar de que la prensa trató de disminuir la palabra de don Lisandro, el pueblo ha advertido la legítima grandeza del más alto orador parlamentario argentino de todos los tiempos y el más auténtico defensor de los intereses nacionales. Se encuentra rodeado del pueblo que le muestra su afecto e intenta llenar el vacío que le causa el escepticismo y la mediocridad de la política a la que le dedicó su vida y la muerte a traición de su amigo entrañable.

    Capitulo VI

    La despedida de don Lisandro

    A fines de 1938 la economía de De la Torre estaba en deterioro y cansado de la hipocresía del gobierno resuelve que no tiene justificación permanecer sin su adorada estancia de Pinas (perdida en el rigor de sus finanzas) y sin ejercer, en medio de una política corrupta, el deber de abogar por los intereses de su muy amada y vendida nación.

    Su despedida venía siendo planeada desde hace tiempo. La idea de ser consumido y purificado por el fuego era antigua en él. Regresar a la naturaleza en el viento, convertido en polvo, ceniza, átomo; servir de abono al crecimiento de la vida que sigue sin descanso. Su mayor deseo es que sus cenizas sean arrojadas al viento, pero piensa en sus amigos y en la misión dolorosa que les encarga.

    La máquina de escribir teclea y teclea. No duda al escribir los apellidos de los destinatarios: todos están en su corazón. Ni tampoco cuando introduce la despedida final y se permite, nombre de la amistad, dar el último encargo.

    Es cerca del mediodía, se quita el saco y cierra la ventana de su estudio de Esmeralda 22 en Capital Federal. El calendario decreta 5 de enero de 1939. Su cerebro repite automáticamente la fecha. Empuña el revolver y se sienta detrás de su escritorio; lleva la boca del caño a su corazón, inclina hacia arriba el arma y martilla con fuerza el gatillo. El cuerpo resbala hasta que los codos hallan apoyo en los brazos del sillón. La cabeza semiinclinada se recuesta sobre el hombro.

    Lisandro de la Torre murió el 5 de enero de 1939.

    Conclusiones

    Lisandro de la Torre personifica la causa de los pequeños hacendados –que suman centenares de miles en toda la Republica- en contra de la de los grandes ganaderos, que poseen visible influencia política y se valen de ella para obtener favoritismos de los frigoríficos extranjeros a cambio de concesiones que perjudican a la economía del país. En síntesis: el líder rosarino defiende la ganadería argentina y su libre desarrollo trabado por las maniobras del monopolio. Su causa es implícitamente la de toda la Nación, porque favorece a los intereses generales, cuyo cuidado en un país semicolonial como el nuestro es de suma importancia para la clase obrera. Si se fija que la consigna de esa época era recuperar la economía y el espíritu de los argentinos, se ve que la lucha de clases se sitúa en otros términos, no en el simple enfrentamiento entre la burguesía y el proletariado, sino dándole lugar a una alianza de todos los sectores progresistas para llevar a cabo la revolución antiimperialista y la reforma agraria, en cuya ejecución la gente de la clase obrera tendría un rol dirigente.

    Lo hasta aquí señalado, son lamentablemente situaciones que perduran hasta la actualidad. Las potencias industriales nos siguen comprando materia prima a $1, se la llevan, la procesan y nos venden la manufactura a $10; cuando de hacerla aquí no sólo sería más barato, también se reactivaría la economía y se crearían puestos de trabajo.

    Es triste que desde hace tanto tiempo la Argentina esté en venta. No hemos sabido apreciar lo nuestro (nuestra fabulosa extensión de territorio, los climas, los suelos fértiles para el cultivo y la pastura, etc.); el argentino (de ciudad) siempre miró para afuera, Europa y Norteamérica, no hubo preocupación por cambiar la situación, crecer y desarrollarse. Cuando se está en el poder, se temen los cambios, se trata de dejar todo como está.

    Nuestra Argentina de hoy es producto de esa política apátrida.

    Corroboración de hipótesis

    • El pacto Roca-Runciman no solo no satisfizo las necesidades de la Argentina, sino que perjudicó la situación del país, expandiendo el alcance de los monopolios británicos y en detrimento de las empresas y de los pequeños productores nacionales.

    Esta hipótesis se comprueba, ya que se renegoció la cuota de exportación a 85% los frigoríficos ingleses y sólo 15% para frigoríficos nacionales. Debido al boicot de los más grandes, los productores del interior tuvieron que vender sus productos al mercado interno, forzados a comerciar en pesos y no en libras. También hay que recordar que ese 85% de la producción, era procesado, empaquetado y transportado en nuestro suelo, sin la intervención de empresas argentinas.

    • Un factor que influyó en la aprobación de dicho convenio fue que se estableció en secreto que serian beneficiados los grandes productores bonaerenses, la oligarquía y los altos mandos del gobierno nacional (el ministro de Agricultura Luis Duhau y el ministro de Hacienda Federico Pinedo; a modo de ejemplo).

    Después de desarrollar el tema, esto es evidente. Los únicos beneficiados fue una minoría de productores de la provincia de Buenos Aires (enfrentados con los del Litoral) quienes se asociaron con el capital extranjero y los niveles superiores de gobierno, cuya tarea fue la de negociar las condiciones del arreglo con los británicos y la de poner trabas a la producción nacional.

    • Lisandro de la Torre, a pesar del boicot y la ridiculización por parte de sus opositores y enemigos más acérrimos, continuó diligente con su tarea de exponer el negociado y la corrupción que rodea al comercio de las carnes.

    Se puede apreciar, a lo largo de todo lo explicado, el tesón, el coraje y el aplomo de Lisandro de la Torre. En su denuncia desfilaron nombres poderosos que pocos se hubieran atrevido a decir. Caricaturizado por sus opositores, Lisandro dominó los debates del Senado, sin importar las maniobras que se llevaran a cabo para silenciarlo hasta la trágica muerte del senador Enzo Bordabehere.

    • Ramón Valdez-Cora fue contratado por los ya mencionados sectores perjudicados por la exposición de De la Torre, para silenciar al senador y desviar la atención pública del fraude de las carnes.

    Este hecho es incuestionable. Todas las estratagemas del establishment habían fracasado, cada palabra que salía de la boca del senador rosarino los sumergía aún más en el escándalo. Era inminente amordazar a De la Torre y confundir al público en general. Habiendo errado el disparo, la oligarquía cumplió su cometido. Don Lisandro quedó tan devastado por la perdida de su amigo y compañero que, días después, presentó su renuncia y se mantuvo al margen de la política el resto de su vida.

    ANEXOS

    Fragmento del Diario de Sesiones del Honorable Senado de la Nación del 23 de julio de 1935

    Señor ministro de Agricultura (Duhau golpeando la mesa): ¡No permito eso, señor Presidente!

    Señor Presidente (Bruchman): Ruego al señor senador que guarde estilo en sus expresiones.

    Doctor de la Torre: Y a lo que no es cierto, ¿cómo se la llama?

    Señor Presidente (Bruchman): Inexacto

    Señor ministro de Hacienda (Pinedo): Se llama De la Torre. (aplausos en las galerías)

    Doctor de la Torre: ¡El ministro de Hacienda dice eso porque es tan insolente como cobarde!

    (Suena la campana de orden)

    (A continuación el senador De la Torre y el señor ministro de Hacienda pronuncian palabras que no se pueden reproducir)

    Señor Presidente (Bruchman): Si me permite el señor senador, la Presidencia va a…

    (Hablan simultáneamente varios senadores)

    Señor ministro de Hacienda (Pinedo): ¡Pido la palabra para poner al embustero en su lugar!

    Señor Presidente (Bruchman): Adelante, señor ministro.

    Señor ministro de Hacienda (Pinedo): Si la dignidad y la honra de una persona estuvieran expuestas a desaparecer y a ser lastimadas por lo que digan irresponsables, podría ser que mi honra estuviera al alcance del señor senador.

    Doctor de la Torre: ¡Ya he dicho que es tan insolente como cobarde!

    Señor ministro de Hacienda (Pinedo): ¡Insolencia y cobardía me atribuye!. El senador por Santa Fe es capaz, señor presidente de retarme a duelo porque sabe que, por mis convicciones, yo no me bato.

    Doctor de la Torre (de pie y acercándose a la mesa de interpelaciones): ¡Y usted es capaz de no batirse por cobardía!

    (El doctor De la Torre se cae y se escuchan disparos de revolver)

    Declaraciones del senador De la Torre a la prensa (25 de julio de 1935)

    "(…) me había acercado a la mesa ministerial con el fin de oír lo que allí se decía y de responder a los insultos de que había sido objeto. Cuando me aproximé al señor ministro de Hacienda para discutir, sentí una mano sobre el pecho que me empujó violentamente hacia atrás y me hizo perder el equilibrio. Al trastabillar tropecé con uno de los escalones y caí sentado; inmediatamente me puse de pie y me di cuenta que el ministro de Agricultura era quien me había empujado. Según me cuentan más tarde, el senador Bordabehere dio unos pasos en mi dirección para ayudar a ponerme de pie y en ese momento mataron a Enzo (…)"

    Última carta de Lisandro de la Torre a sus amigos

    Queridos amigos: Les ruego se hagan cargo de la cremación de mi cadáver. Deseo que no haya acompañamiento público, ni ceremonia laica religiosa alguna, ni acceso de curiosos y fotógrafos a ver el cadáver, con excepción de las personas que ustedes especialmente autoricen. Si fuera posible, debería depositarse hoy mismo mi cuerpo en el Crematorio e incinerarlo mañana temprano, en privado. Mucha gente buena me respeta y me quiere y sentirá mi muerte. Eso me basta como recompensa. No debe darse una importancia excesiva al desenlace final de una vida, aún cuando sean otras las preocupaciones vulgares. Si ustedes  no lo desaprueban desearía que mis cenizas fueran arrojadas al viento. Me parece una forma excelente de volver a la nada, confundiéndose con todo lo que muere en el Universo. Me autoriza a darles este encargo el afecto invariable que nos ha unido. Adiós.

    Lisandro de la Torre

    Bibliografía:

    DE LA TORRE, Lisandro: Cartas Intimas. (Compilado por Editorial Futuro), Buenos Aires. 1959

    DE LA TORRE, Lisandro: Obras Completas. (Compilado por Editorial Futuro), Buenos Aires. 1955

    LARRA, Raúl: Lisandro de la Torre, el solitario de Pinas. Editorial Futuro, Buenos Aires. 1961

    ROMERO, Luis Alberto: Breve historia contemporánea de la Argentina. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires. 1998. Cap.III

    SILBERSTEIN, Enrique: De la Torre y los frigoríficos. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires. 1970

    Otras fuentes:

    "ASESINATO EN EL SENADO DE LA NACIÓN" (film). Dirección: JUSID, Juan José. Argentina, 1984

     

     

     

    Autor:

    Balcone, Andrés

    Alumno en la carrera de Abogacía de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad Nacional de La Plata, Argentina

    Fusi, Jonatan

    Alumno en la carrera de Plástica de la Facultad de Bellas Artes, Universidad Nacional de La Plata, Argentina