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Menem, ¿Un ideal de Príncipe maquiaveliano?

Enviado por Rubén Dri

     

    INTRODUCCION

    Los objetivos del presente trabajo se dirigen a analizar, a través de las categorías maquiavelianas, la situación de crisis en la que emerge el menemismo y la implementación de las reformas dirigidas a paliarla. El empleo de los conceptos de virtù (1) y fortuna serán centrales a la investigación. Se procederá, entonces, a comparar a El Príncipe con el estilo de gestión del Dr. Carlos Saúl Menem. El interrogante que moviliza el análisis gira en torno a la factibilidad de los consejos pergeñados por Maquiavelo.

    El período en el cual nos situaremos se extiende desde la asunción anticipada del candidato del Partido Justicialista, hasta los coletazos del Efecto Tequila sobre los resultados del Plan de Convertibilidad.

    En el transcurso del actual ensayo se entenderá al concepto de fortuna tal como lo concebía Maquiavelo; éste denotaría a la coyuntura política, económica y social, al contexto donde se ve inmerso el Príncipe. Este contexto es de naturaleza dinámica, por lo tanto no debe tomarse como un dato inmodificable, más bien todo lo contrario, se observa una relación interactiva con las acciones del Príncipe. La fortuna podría llegar a entenderse, de este modo, como causa – efecto de sus intervenciones. La categoría de virtù refiere a la habilidad de ser fuerte, prudente y sagaz. El Príncipe debe poder combinar sabiamente la naturaleza de la zorra y el león –animales emblemáticos de la astucia y la fuerza, respectivamente–; literalmente:

    …el hecho de tener por preceptor a un ser que es medio bestia y medio hombre no quiere decir sino que el príncipe necesita saber usar una y otras naturalezas; y que la una sin la otra no puede perdurar […] porque el león no sabe defenderse de las trampas ni la zorra de los lobos. Es, pues, necesario ser zorra para conocer las trampas y león para atemorizar a los lobos. (2)

    Maquiavelo se aleja, de esta forma, del significado cristiano de virtud para aproximarse a la acepción griega de la phrónesis (prudencia); es sugestiva su concepción instrumental de la racionalidad, asociada ulteriormente al pensamiento moderno, donde el príncipe debe procurarse los mejores medios – sin evaluación moral alguna de los mismos– para arribar al fin deseado. El fin supremo del príncipe es conseguir, mantener y afianzar su poder sobre el Estado. El vicio, como antítesis de la virtud cristiana, es aceptado en tanto sea funcional a este propósito. Este razonamiento se constituyó en el puntapié inicial de una tradición de pensamiento en torno a la razón de Estado.

    …la seguridad del estado es una exigencia de tal importancia que los regidores de los estados se ven constreñidos, para garantizarla, a violar las normas jurídicas, morales, políticas, económicas, que consideran a su vez imperativas cuando tales exigencias no están en peligro. (3)

    La distinción entre fortuna y virtù es eminentemente analítica; Maquiavelo no desconoce que en la práctica se encuentran interrelacionadas, a pesar de otorgarle mayor énfasis a esta última.

    En lo concerniente a este trabajo, se asimilará la idea de fortuna a la situación de crisis económica, desintegración social y vacío político, en la que asume Menem. Mientras que la virtù estaría representada por el estilo de gestión que permitió la aplicación y sustentación de las reformas estructurales, históricamente contrarias a su tradición ideológica. Con miras a lograr una comprensión de Menem, a través de las categorías maquiavelianas, podemos introducir el concepto de "estrategia transformadora" (4) , el cual explica el mix utilizado por el menemismo entre innovación y ortodoxia peronista. En otras palabras, es la conversión de fundamentos del peronismo histórico que podrían haber obstaculizado su camino en instrumentos que le dan soporte, la que neutraliza esa desventaja inicial. La paradoja reside, entonces, en que es la misma tradición la que le otorga el capital político indispensable para deshacerse de aquellos elementos y reformularlos políticamente –por ejemplo, como se verá más adelante–, los sindicatos.

    DE LA FORTUNA (o, de las condiciones iniciales para el arribo de Menem a la presidencia)

    A partir de los cambios estructurales acontecidos en el orden internacional, a comienzos de la década del setenta, como respuesta de las economías centrales a la crisis desatada por los países de la OPEP, se produce una nueva articulación mundial. La innovación tecnológica –informática y microelectrónica– y la autonomización del capital financiero exigen de las economías nacionales una estructura de precios competitivos a escala global. El rápido desplazamientos de los capitales dificulta la regulación estatal de los mismos, tornando poco factible la estrategia de desarrollo autosustentado, patrón histórico de crecimiento en América Latina desde la década del ‘30. Esta consistió en la presencia activa del Estado en la economía, asegurando el pleno empleo y, por ende, el mercado interno para la producción nacional. En términos de CAVAROZZI (1991) esta matriz estado – céntrica, caracterizada por: la industrialización por sustitución de importaciones, el cierre de la economía, un patrón de moderada inflación , y en lo político: la inclusión corporativa o semi-corporativa de los sectores populares –populismo–, se hallaba sustentada en una legitimidad sustantiva y fundacional, por definición más inestables que la procedimental. Cuando las contradicciones entre el rol de control social del estado y el de desarrollo autárquico entraron en crisis, ésta se potenció por la coyuntura internacional anteriormente descripta, volviendo inviable su sostenimiento. A pesar de las consecuencias devastadoras de la crisis de la deuda a principios de los ‘80, el primer gobierno democrático argentino luego del Proceso, parafraseando al ex presidente Alfonsín, no supo, no quiso ni pudo implementar las reformas necesarias, conduciendo así a un agotamiento caótico y extremo de dicha matriz: la hiperinflación.

    El escenario en el que arriba Menem al poder se podría caracterizar como una situación de crisis fiscal del estado:

    …el Estado ha perdido la capacidad de financiar su deuda en condiciones no inflacionarias. La erosión de los ahorros públicos priva al Estado de los recursos para aplicar ningún tipo de política de desarrollo […]el Estado se cierne al borde de la quiebra y no puede a acudir a préstamos…

    El país se encontraba en una condición de moratoria de hecho de los pagos de la deuda desde 1988 –y junto a ella la imposibilidad de acceder al financiamiento externo–, el sistema previsional estaba en crisis, las empresas públicas eran en su mayoría deficitaria, la recaudación fiscal se disolvía en virtud del impuesto inflacionario; en otras palabras, eran casi inexistentes los recursos financieros a los que podía acudir el Estado. Consecuentemente, existía un Estado sin capacidad de inversión ni de gobierno. Siguiendo a TORRE (1991), es comprensible cómo en este momento la demanda generalizada de la población haya sido la de una democracia en términos de capacidad de gobierno –eficacia.

    Contrariamente a lo que podría suponerse a primera vista, no existe una relación lineal directa entre el deterioro del desempeño económico y las tensiones sociales; más bien podría graficarse como una curva, esto es, llegado un cierto punto de crisis económica se produce un consenso negativo, o de "fuga hacia adelante", donde el salir de la incertidumbre reinante es el imperativo del momento.

    Los apoyos o la tolerancia social a las reformas y a la estrategia menemista provinieron […] de la necesidad de huir de un presente insoportable y, a partir de entonces, del temor a volver a esa situación extrema (7).

    Como señalaba sabiamente Maquiavelo:

    …para entrar en un país siempre se tiene necesidad, por más fuertes que sean los ejércitos propios del favor de los habitantes (8).

    El costo de permanecer en esta situación es percibido como mayor al costo de las reformas. Es en esta oportunidad cuando se puede observar el espacio político propiamente dicho, el margen de maniobra es amplio, si bien no se cuenta con todos los recursos financieros e institucionales necesarios.

    No dudamos en remarcar nuestra coincidencia con NUN (1995) en lo que respecta a considerar como un error factual el atribuir el triunfo de Menem a la hiperinflación de 1989. Sin embargo, es innegable el profundo y desgastante malestar económico con el que convivía la población, ya habituada a largos períodos de alta inflación:

    Tasa de inflación anual en Argentina (1984 – 1992) (porcentaje)

    1984

    1985

    1986

    1987

    1988

    1989

    1990

    1991

    1992

    688.0

    385.4

    81.9

    174.8

    387.7

    4923.6

    1343.9

    84.0

    18.6

    Fuentes: CEPAL, Estudio económico de América Latina y el Caribe, FMI, Estadísticas financieras internacionales, varias ediciones. (9)

    Un cuadro de alta inflación y, posteriormente, de hiperinflación se puede graficar con el dilema del prisionero perteneciente a la teoría de los juegos, donde debido a la incertidumbre sobre el comportamiento futuro de los demás y la falta de información reinantese vuelven impracticables las estrategias colectivas de cooperación. Esta situación viene a ahondar la crisis de actores colectivos y la desagregación social, cuyos comienzos podemos encontrar en la última dictadura militar. Si bien en parte es atribuible a los cambios ocasionados por el nuevo orden económico –el pasaje al posfordismo, que implica una sociedad y un mundo cada vez más fragmentados–, en nuestro país, esta cuestión se potencia por un proyecto deliberado por parte del Estado, a mediados de los ‘70. Agravado por el hecho de que fue el Estado argentino el constructor directo y principal referente en la génesis histórica de los actores colectivos. Tal como sostiene O’Donnell con referencia al Proceso:

    …creía y sigo creyendo que logró una inmensa victoria, que está menos registrada, que estamos pagando y que fue el contenido socialmente vengativo del régimen […]es una victoria que completa esa tarea de desagregación social, que fue, evidentemente, un proyecto. (10) (la negrita es nuestra)

    La fuerza propia de Menem radica en parte en su condición de líder indiscutido del Partido Justicialista. En un contexto como el anteriormente descripto, Maquiavelo nos recordaría que:

    las dificultades que encuentran al conquistar el principado nacen en parte de las nuevas formas e instituciones que se ven obligados a introducir para sostener su estado y seguridad. […] no hay cosa más difícil de tratar, más dudosa de conseguir, ni más peligrosa de manejar, que el hcerse responsable de la implantación de un nuevo orden político; porque todo innovador tiene como enemigos a todos cuantos el viejo orden beneficia y como tibios defensores a aquellos a los que las nuevas leyes beneficiarían (11). (la negrita es nuestra).

    Al respecto de los principales actores colectivos presentes en el caso analizado, podemos visualizar en qué posición se encontraban en el momento de la llegada del menemismo a la Presidencia.

    En lo que concierne a los empresarios, no obstante nunca conformaron un actor fuertemente homogéneo, basta con recordar la distinción clásica entre la burguesía nacional –aliada del populismo y su estrategia de ISI, ligada a la producción para el mercado interno–, y una burguesía más transnacionalizada –con profundos vínculos con el capital extranjero–; ante la situación de crisis se impuso una unificación de criterios, en torno a la conveniencia de adoptar medidas de neto corte liberal– ortodoxo. (12)

    Sin lugar a dudas, quien fuera la espina dorsal del movimiento peronista, el sindicalismo, fue el actor colectivo que llegó con un importante poder relativo a 1989. Esto no implica desconocer que fueron muy vapuleados, tanto por el proyecto desintegrador del Proceso de Reorganización Nacional, como por la crisis económica. El poder de veto ejercido frente al gobierno de Alfonsín –ejemplificado con los 13 paros generales convocados por la C.G.T.– muestra una clara capacidad defensiva. Paradójicamente, al menos en apariencia, el actor más poderoso y el que contaba con mayores expectativas sobre la futura gestión de Menem, será quien sufrirá las mayores embestidas dirigidas a desagregarlo.

    Una de las grandes asignaturas pendientes del gobierno de Alfonsín fue la solución del problema militar. Un punto clave para cualquier democracia que pretenda consolidarse. Si bien los militares no actuaban en forma unificada, existían focos en su interior que lograban desestabilizar al país e imponer un miedo generalizado al trágico retorno. A pesar del carácter minoritario de los insurrectos, sus resultados políticos eran capitalizados por la totalidad de las Fuerzas Armadas –por ejemplo, la promulgación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Era quizás esta cuestión, junto con la resolución de la crisis económica, el principal desafío que debía enfrentar el nuevo gobierno. Maquivelo no dudaría en catalogar a este problema como uno de los más acuciantes, recordemos que en su opinión tanto la justicia como las armas son los pilares del Estado. (13)

    Por último, pero no menos importante, analizaremos las condiciones con las que arriban a 1989 los dos partidos mayoritarios de la Argentina.

    La Unión Cívica Radical llegaba en un estado calamitoso a las elecciones de 1989; debido al descrédito que cundía en la sociedad sobre su gobierno. Una prueba fehaciente de este hecho reside en que el candidato presidencial del partido, el gobernador de Córdoba, Eduardo Angeloz, utilizaba como estrategia de campaña la diferenciación constante con Alfonsín y su gestión. Los fracasos consecutivos del plan Austral y del Plan Primavera, junto con la derrota electoral de 1987, fueron erosionando la capacidad de gobierno. Después de los comicios de mayo de 1989, con el triunfo del PJ, las variables económicas se salieron de control, los primeros brotes hiperinflacionarios y los saqueos populares, contribuyeron a crear una situación de vacío político irreversible, por lo menos así visualizada por la sociedad, en la imagen de Alfonsín. Faltaban siete meses para que el nuevo gobierno, legitimado en las urnas, asumiera el control de los asuntos públicos –el primer traspaso democrático luego de más de sesenta años–; demasiado tiempo para un país donde la inflación, la remarcación de los precios y la cotización creciente del dólar estadounidense se medían por hora. La única carta que le quedaba al gobierno, teniendo en cuenta la rigidez de los mandatos en un sistema presidencialista, era negociar con Menem una salida anticipada del poder. Esta salida, sumamente onerosa para la UCR, terminará afectando los futuros intercambios con la nueva administración y su imagen pública, hecho que se reflejará en posteriores elecciones.

    Después de la sorpresiva derrota de las elecciones de 1983, nace en el Partido Justicialista una necesidad de aggiornarse a los nuevos tiempos. La corriente de la Renovación encabezada por Antonio Cafiero, José Manuel de la Sota y otros, presentándose y ganando por fuera del partido, se vuelve mayoritaria. Era imperativo desplazar de posiciones de poder del partido a los líderes ortodoxos y a ciertos sectores de la vieja guardia sindical, identificados como responsables del fracaso electoral. La democratización interna – elecciones de cargos partidarios –, el abandono de la estrategia de oposición desleal, el discurso de concertación, se volvieron elementos centrales de esta reconversión. Estaba comenzando el proceso de institucionalización. Las transformaciones en el peronismo contribuían al reconocimiento recíproco de los sujetos políticos, un gradual abandono de la lógica amigo– enemigo por una política de adversarios, más a tono con la naciente democracia. Menem no era ajeno a esta facción, pero luego se aleja en pos de convertirse en el candidato presidencial del partido, disputándole la interna en 1988 a su candidato natural, Antonio Cafiero. Para llevar a cabo esta empresa se rodea de lo que Sidicaro denomina una antiélite

    …personas que poseen aptitudes y vocación para la política pero que no cuentan con el reconocimiento y el prestigio suficiente como para ser aceptados en posiciones de cumbre por quienes ya ocupan lugares altos o de mayor poder de decisión en el campo político […] La antiélite menemista había reclutado la mayoría de sus miembros en las provincias económica y culturalmente menos desarrolladas del país. (14)

    Estas características signarán el posterior modo de gestión menemista.

    DE LA VIRTÙ (o, de la pericia de Menem para mantenerse en el centro de la escena política )

    …aquellos que han tenido muy poco en cuenta la palabra dada y han sabido burlar con astucia el ingenio de los hombres, han hecho grandes cosas superando al final a aquellos que se han basado en la lealtad […] un señor prudente no puede, ni debe, mantener la palabra dada cuando tal cumplimiento se vuelva en contra suyo y hayan desaparecido los motivos que obligaron a darla […] hay que saber disfrazar bien tal naturaleza y ser un gran simulador y disimulador; y los hombres son tan crédulos, y tan sumisos a las necesidades del momento, que el que engaña encontrará siempre quien se deje engañar. (15) (la negrita es nuestra)

    Sabido es que, una vez en el gobierno, Menem comienza a implementar medidas totalmente opuestas a lo prometido por él en campaña –salariazo y revolución productiva.

    En el libro "La Revolución Productiva" editado en febrero [ 1989 ] […] El justicialismo propone la obtención de un período de gracia en el pago del capital y los intereses de nuestra deuda externa. Durante los cinco años de esta período, no podrá salir un solo dólar líquido con ese fin. […] Nuestros acreedores no son necios, necesitan que crezcamos para poder pagarles. Pero allí también decidirá el Parlamento.

    • No se envió un proyecto de ley que contemple una moratoria concertada, quita de capital ni reducción de intereses.
    • Tampoco se incentivó una investigación parlamentaria sobre la deuda legítima e ilegítima […](16)

    Como él mismo lo reconoce:

    Las tres reglas de oro de la conducción son: 1) estar perfectamente informado; 2) guardar en secreto esa información; y 3) actuar de sorpresa. Es lo que hice yo toda mi vida. Si yo en la campaña electoral le digo a la gente "Vamos a reanudar las relaciones con Inglaterra", pierdo un 20% de votos […] "Voy a privatizar teléfonos, ferrocarriles y Aerolíneas", tengo en contra a todo el movimiento obrero. (17) (en cursiva en el original)

    De cualquier modo, como se ha explicado anteriormente, el agotamiento de la matriz estado– céntrica, la crisis de las soluciones populistas, la ausencia de fuentes de financiamiento propias del Estado, condujeron a la urgente necesidad de aplicar reformas estructurales, de amplia tolerancia social. La exigencia de conseguir una refinanciación de la deuda externa – Argentina estaba en situación de moratoria de hecho –, de ingresar al Plan Brady, imponía el cumplimiento de los objetivos del llamado Consenso de Washington: estabilización macroeconómica y reformas estructurales. Para llevar a cabo dichas cuestiones, Menem debía reformular la tradición peronista, reconsiderar el factor tecnocrático y reconciliarse con la tradición liberal –históricamente antagónica al movimiento.

    …Menem, al crear a partir del peronismo, que siempre había sido un "partido de los de abajo", un nuevo "partido del orden" […] termina con un largo desencuentro de la política argentina: el que separó aguas entre liberalismo y populismo (18).

    Con respecto a la tradición peronista, la imagen de Menem se correspondía en forma absoluta: un caudillo telúrico que potencia su imagen de outsider, aunque sus orígenes fueran extractados del riñón mismo del peronismo. Teniendo en cuenta la presencia de elementos tanto de continuidad como de ruptura entre el menemismo y el peronismo clásico, se podría hablar de una reformulación de la tradición y las identidades a ella ligadas. De esta forma, se mantienen aquellos rasgos que son percibidos como funcionales para el cambio de rumbo y la posterior implantación del nuevo orden. La legitimación de esta estrategia venía dada por la necesidad de salir del estado de naturaleza hobbesiano impuesto por la crisis, y de esta manera formular un nuevo contrato social. Salta a la vista la coincidencia con el pensamiento maquiaveliano: la demanda de un Príncipe nuevo – y virtuoso – capaz de imponer un orden nuevo. Lo que inspiraba a Maquiavelo en la redacción de "El Príncipe" era su sueño de la Italia unida; Menem incluía en su prédica apelaciones al pueblo argentino in toto. En 1989 la sociedad argentina aún conservaba resabios de sus viejos antagonismos –peronismo vs. antiperonismo, democráticos vs. autoritarios–, él pretendía convertirse en el unificador y superador de los mismos:

    …soy justicialista, tengo un programa de gobierno con soluciones a los problemas de la Argentina de hoy, no me interesa qué posición tuvieron en el pasado, si les parece bien súmense, no les pido que se afilien […] ni que digan que son peronistas. […] compañeros justicialistas, tenemos a responsabilidad de gobernar y encontrar soluciones para la Argentina de hoy como Perón las encontró para la Argentina de ayer, manteniendo los grandes principios y adecuando los instrumentos. […] porque el problema argentino lo arreglamos entre todos o no lo arregla nadie. (la negrita es nuestra)

    Éste es un claro ejemplo de un discurso con pro y para –destinatarios, donde se observa claramente su estrategia transformadora, este manejo de los elementos de continuidad y ruptura. Paradójicamente, será su capitalización de la identidad peronista la que le permitirá profundizar, con sus medidas, la desestructuración de las relaciones sociales que fueran sustento histórico del peronismo. Siguiendo a NOVARO (1994) podemos resumir sucintamente algunos de estos rasgos de continuidad y ruptura. Con respecto a los primeros: el pragmatismo –posibilitado por la baja institucionalización del partido y la presencia de un líder carismático–, el ejecutivismo, el personalismo –aunque exacerbado y modificado. En lo tocante a los segundos: la interpelación en términos unificadores – hermanos y hermanas de mi patria –, la movilización del líder en vez de la de sus seguidores –menemóvil–, la representación se torna más pluralista que corporativa. Un elemento central en el análisis es la posición de Menem, en un imaginario continuum mandato imperativo –Leviatán, más cercano a este último que Perón, al no reconocer a las corporaciones como interlocutores válidos.

    El capital político obtenido del mix de estos elementos permite el establecimiento de una "política del éxito" (20) .

    …un príncipe se las ha de ingeniar para que cada una de sus acciones le proporciones fama de hombre grande y de ingenio excelente. (21)

    La efectividad de las políticas económicas será su sustento que legitima su aplicación, y su posterior permanencia a través del tiempo. Esto se materializa en la cuestión de la Reforma constitucional de 1994, exitosamente conseguida gracias a la imposición de la identificación de su figura con la continuidad del orden necesario para el tan ansiado progreso.

    Retomando la conciliación histórica que produce el menemismo entre la tradición liberal y el peronismo, podemos ver como afecta esto a la construcción de identidades. Las identidades enraizadas en el populismo sufren su misma declinación. Menem aprovecha este espacio para reformular y redefinir estas identidades, a las cuales pretende representar y convertirlas así en su base de apoyo. El intercambio de la identidad por alteridad, clásica del peronismo, por una identidad por escenificación, contribuye a aumentar su poder personal, situándolo en el centro de la escena política. Este lugar le otorga la posibilidad de acentuar el decisionismo, aplicar las reformas y sólo pedir el consentimiento ex post factum a la sociedad. Otro componente esencial de su estrategia de representación –juzgada sólo por el éxito–, es lograr manejar el centro político hacia el cual van a referirse también los opositores, diluyendo sus propuestas al dirigir el discurso de los mismos directamente hacia él.

    La necesidad de implementar reformas estructurales, perdurables en el tiempo, llevó a un replanteo de las relaciones entre el Poder Ejecutivo y los demás actores. De las asignaturas pendientes del gobierno de Alfonsín era imperativo solucionar definitivamente el problema militar, y así poder dedicarse por completo a la cuestión económica.

    …sin tener ejércitos propios, ningún principado está seguro; más aún, está a merced de la fortuna, al no tener virtud que en las adversidades con fe lo defienda. (22)

    Maquiavelo también remarca la inutilidad de los profetas desarmados – dando el ejemplo de Savonarola –. Sostenemos que es Menem quien logra subordinar a las Fuerzas Armadas al poder civil. Si bien, reconocemos que esta estrategia incluyó al indulto a los militares condenados –actuación moralmente discutible–; la misma es virtuosa en el sentido maquiaveliano, puesto que contribuyó a su efectiva neutralización. Hasta ese momento, las FF. AA. se habían comportado de manera más cercana a los ejércitos mercenarios tan vilipendiados por el florentino. Recordemos su presencia tutelar en la vida institucional argentina, durante la mayor parte del presente siglo. Sólo una eficaz reducción al poder constitucional los convertiría en aquellas fuerzas propias tan indispensables para el Príncipe. Los militares fueron perdiendo diversas prerrogativas –por ejemplo, la anulación del servicio militar obligatorio–; se vieron afectados por el recorte presupuestario, necesario para controlar el gasto público, por lo cual se vieron obligados a enajenar algunos de sus inmuebles; y por el cambio de posición mundial de la Argentina –la participación en los cuerpos de paz de la ONU, el desmantelamiento del proyecto del Cóndor II (23) .

    El actor empresarial también sufrió la negativa del menemismo a negociar de forma corporativa. Esta estrategia era característica del gobierno de las zonas más atrasadas del país, de donde provenía el grueso de la antiélite menemista; en clave weberiana es inevitable notar la convivencia de elementos de dominación patrimonialistas con otros de la racional legal. Las negociaciones tuvieron lugar fuera del espacio público, de forma segmentada; convirtiendo al Estado en una caja negra donde no todos los inputs tienen la misma posibilidad de llegada –lobbies–. Paradójicamente, esto no redundó en una disminución de las capacidades estatales, más bien todo lo contrario, contribuyó a fortalecer el núcleo de gobernabilidad en manos del Poder Ejecutivo y el sector tecnocrático –en particular durante la gestión de Cavallo a la cabeza de Economía. La estrategia de negociación, junto con los enclaves protegidos por el Estado de algunas áreas industriales –el sector automotriz–, van a afectar cualquier oportunidad futura de los empresarios para actuar corporativamente. Esto se relaciona directamente con el tipo de capitalismo propiciado desde el gobierno, siguiendo a, un capitalismo político:

    …fue organizado desde las élites gubernamentales con un fuerte rasgo de decisionismo y en función de imperativos de corto plazo y de naturaleza esencialmente política. (24)

    Los sindicatos, a quienes ya habíamos designado como el actor que llegaba con gran poder relativo y mejores perspectivas al gobierno menemista, será el actor más vapuleado por la negativa del Primer Mandatario a aceptar reivindicaciones corporativas –recordemos que cada caso se negocia puntualmente. Sin lugar a dudas, el hecho de que Menem provenga del peronismo le otorga un mayor margen de maniobra, debido al acuerdo tácito entre los gremios al tener aún fresco en su memoria el descalabro del gobierno de Isabel Perón. Dentro del campo sindical, las posiciones con respecto a las reformas no eran unívocas. El sector que había estado ligado a Menem desde la interna de 1988 –siguiendo a NOVARO y PALERMO (1996), colaboracionistas– se veían a sí mismos como parte integrante de la transformación. Era el actor más propenso a entablar negociaciones con el gobierno. Aunque cobrarían un precio bastante alto por los intercambios, Menem podía contar con su fidelidad a pesar de no satisfacer la totalidad de sus demandas. Entre ellos se encontraban Cavalieri (Empleados de Comercio), Triaca (Trabajadores del Plástico), García (Taxista) y Rodríguez (SMATA). Otra facción era la encabezada por Lorenzo Miguel. Seguían siendo fieles a la estrategia de Vandor: mantener la distancia necesaria con el gobierno para poder golpear o negociar cuando lo considerase más conveniente. Su postura podría casi calificarse de extorsiva. Esta conducta estaba propiciada por la existencia de un tercer sector caracterizado por la oposición a ultranza a las medidas reformistas. No es casual que aquí se encuentren los gremios más afectados por el proceso de privatizaciones y de reforma del Estado. La estrategia era golpear, no podían llegar a entablar negociaciones con el gobierno, lo que hubiera sido visto por sus bases como una claudicación.

    Tal vez sea en las relaciones con el poder legislativo donde mejor se pueda apreciar la habilidad de Menem para imponer sus reformas. Es en este marco en el cual se sustentarán, principalmente, las críticas a su ejecutivismo (25) . Se pueden constatar dos etapas distintas en dicha relación. La primera, desde su asunción hasta los primeros éxitos del Plan de Convertibilidad, es característica de las situaciones de crisis. La concentración de poder en el Ejecutivo es posible gracias a la demanda generalizada de gobernabilidad expeditiva. El Congreso actúa como un mero "sello de goma" (26) , esto implica la ratificación sin debate de los proyectos iniciados por el Ejecutivo. Recordemos que fue parte del acuerdo, para la salida presurosa de Alfonsín, la obligación de la UCR de brindar el quórum necesario, hasta la asunción de los nuevos legisladores. En la segunda etapa, el Congreso logra recobrar una incidencia mayor en la legislación reformista – por ejemplo la reforma del sistema previsional –. De todas formas, siguiendo a PALERMO (1995), el método del silencio parlamentario fue el más utilizado. Hay ciertos decretos de necesidad y urgencia (DNU) (27) que no fueron convalidados; esto afecta, principalmente, cuando la ratificación es imprescindible, en aquéllos que tienen por objeto el establecimiento de nuevas reglas de juego, las cuales por definición, necesitan perdurar en el tiempo.

    En los años analizados, la lógica de gobierno –oposición, planteada en la administración de Alfonsín, se transforma en una lógica gobierno– partido de gobierno. Esto se puede ilustrar con análisis comparativo, como el que realiza MUSTAPIC y FERRETTI (1995), entre Menem y Alfonsín, con respecto a la utilización de los vetos. El veto parcial era un instrumento para– constitucional, no contemplado en la Constitución de 1853 –aunque luego incluido en la reforma del ‘94– que otorga al Ejecutivo mayores prerrogativas, permitiendo la promulgación de la parte aprobada del proyecto de ley, sí y sólo sí, ésta no altera su espíritu. Esta herramienta afecta la posibilidad de que surjan en el Parlamento líderes de bancada que puedan negociar entre sí, dándole al Ejecutivo la última palabra, debido a la dureza de los requisitos de insistencia – dos tercios de cada Cámara –. Menem utilizó este recurso también como una manera de disciplinamiento de su propio partido, necesario debido a la lógica imperante explicada anteriormente. A diferencia de los vetos parciales, el empleo de los DNU ni siquiera tomaba en cuenta al Congreso como arena decisoria. En este tema existen en la literatura opiniones encontradas, particularmente, en lo que respecta al espíritu que guiaba a Menem en su aplicación. Para FERREIRA RUBIO y GORETTI (1996), es clara la intención de querer gobernar por decreto, más allá de las restricciones legales. Personalmente, nos permitimos coincidir con MAURICH (1995) en lo tocante al exacerbado voluntarismo de dicho enfoque. Pareciera olvidar el trasfondo del sistema presidencialista de nuestro país, junto con la tradición de un Ejecutivo fuerte desde los tiempos de Alberdi: "un rey con nombre de presidente".

    Creemos poder encontrar en el Pacto de Olivos a una de las acciones más virtuosas, desde la lógica de Maquiavelo; ya que le permitió a Menem desarticular al principal partido opositor, obtener la posibilidad de ser reelecto, y todo esto por el módico precio de reformas formales que hasta el día de hoy no son más que letra muerta. Sin embargo, debemos reconocer la importancia que tiene el consenso para la posterior legitimidad de una reforma – a diferencia de intentos anteriores –; desde este punto de vista, el Pacto de Olivos fue un medio más que justificado por su fin.

    CONCLUSIONES

    Más allá de la evaluación valorativa de las acciones de gobierno de Menem y las políticas implementadas, hay que reconocer que existe en el país un gran consenso con respecto al régimen democrático –sin desconocer que la coyuntura internacional también lo respalda. Las reformas de shock pueden equipararse al buen uso de las crueldades que menciona Maquiavelo:

    …bien usadas pueden llamarse a aquellas crueldades (si del mal es lícito hablar bien) se hacen de golpe por la necesidad de afianzarse en el poder… (28)

    Si bien nos podríamos preguntar cuán pertinente sea un análisis de su gestión con las categorías maquiavelianas, debido a las importantes diferencias de contexto, las encontramos sumamente actuales a nivel teórico. En particular a lo referente a las adaptaciones de Menem a los cambios de fortuna. empresa harto complicada, como bien lo señalaba Maquiavelo.

    Creo, también que triunfa el que acomoda su manera de proceder a las circunstancias del momento, e igualmente fracasa quien en su proceder entra en desacuerdo con ellas. […] no existe hombre tan prudente que sepa adaptarse a esta norma, ya sea porque no pueda desviarse de aquello a lo que le inclina su propia naturaleza, ya porque, habiendo triunfado avanzando siempre por un mismo camino, no puede ahora persuadirse a sí mismo de la conveniencia de alejarse de él. (29)

    Aunque Menem se ajusta bastante al modelo de Príncipe ideal, creemos que Maquiavelo le recordaría que:

    …la mejor fortaleza que puede existir es no ser odiado por el pueblo… (30)

    No obstante el grado de discrecionalidad con el que se manejó el Presidente haya sido altísimo, estimamos que su ejecutivismo no puede ni debe ser analizado a corto plazo. Es imprescindible, en esta empresa, tomar en consideración al paso del tiempo a fin de observar cuán afectadas resultaron las instituciones. ¿Cómo se utilizarán, en épocas de normalidad, las herramientas que luego de la reforma tiene a su disposición el poder Ejecutivo? ¿Qué grado de reacción tendría en dicha situación la sociedad civil? ¿Cuán afectado quedará el sistema de partidos? ¿Cuál es la factibilidad actual de una alternancia en el poder? ¿Cómo sería percibida y cuáles serían sus costos?

    Sostenemos que las circunstancias que rodean las elecciones presidenciales de 1999 serán esclarecedoras al respecto. En particular, en lo referente al respeto de las reglas del juego y la Constitución, en la lógica gobierno oposición, en el fortalecimiento de la sociedad civil, en el aumento de la intensidad de la ciudadanía, y por último, pero no menos importante, en el resurgimiento de un Poder Judicial independiente que garantice a todos la efectividad de la ley.

    La pregunta –tememos que retórica– que subyace a lo aquí analizado, es la siguiente: ¿ha habido algún ejemplo histórico que haya encarnado el ideal maquiaveliano? ¿O debemos simplemente suponer que uno de los pragmáticos más conocidos de la Historia, no es más que otro idealista?

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    Notas

    1. Utilizaremos el término en su idioma original para distinguirlo de la acepción cristiana de virtud, quitándole así la connotación moral que ésta ostenta en su uso cotidiano.
    2. MAQUIAVELO, p.191.
    3. BOBBIO et al., p.1338.
    4. NOVARO y PALERMO (1996), p.18.
    5. Es interesante la interpretación de HIRSCHMAN (1984) con respecto a este último fenómeno, al considerar a un cierto nivel de inflación controlada como una arena pacífica de conflictos distributivos y su colaboración al mantenimiento de esta matriz.
    6. BRESSER PEREIRA et al (1995), pp. 19 – 20.
    7. NOVARO y PALERMO (1996), p. 235.
    8. MAQUIAVELO (1990), P. 129.
    9. citado en BANCO MUNDIAL (1993). La adaptación es nuestra.
    10. O’DONNELL (1997), p.2.
    11. MAQUIAVELO (1990), P. 145.
    12. Para un tratamiento más exhaustivo de la relación Estado– empresarios v. SIDICARO en TIRADO (1994).
    13. MAQUIVELO (1991).
    14. SIDICARO (1995), pp. 127 – 128.
    15. MAQUIAVELO (1990), pp. 190 – 191.
    16. NUÑEZ (1991), p. 50 – 51 – 52.
    17. citado en NUN (1995), pp.86 – 87.
    18. NOVARO y PALERMO (1996), p. 520.
    19. citado en NOVARO y PALERMO (1996), p. 340.
    20. NOVARO y PALERMO (1996), p. 517.
    21. MAQUIAVELO (1990), p. 211.
    22. MAQUIAVELO (1990), p. 179.
    23. "…fue básicamente el producto de una imposición. No fue el producto de una adaptación mutua. Aunque tampoco fue el producto de una aplicación directa de la fuerza, las sanciones públicas o encubiertas que hubieran sido generadas contra la Argentina si su gobierno hubiera persistido con el Cóndor 2 eran, dada la vulnerabilidad del país un poderoso disuasivo…" ESCUDE (1995), pp. 37 – 38.
    24. NOVARO y PALERMO (1996), p. 461 – 462.
    25. En el presente trabajo seguimos la distinción de MAURICH (1995) entre ejecutivismo y decisionismo: "…ejecutivismo, estilo de gobierno done el decretismo sería una de las herramientas con las que cuenta y a las cuales recurre el titular del Ejecutivo para poder gobernar en una compleja convivencia con el resto de los actores políticos.[…] un estilo […] decisionista es un ‘modo’ de gobierno que en forma autocrática y discrecional resuelva todas las cuestiones públicas sin excepción, reforzando las atribuciones del poder ejecutivo en detrimento de otros órganos de gobierno…"
    26. MOLINELLI (1995), p. 4.
    27. "…el presidente se autoatribuye facultades propias del Congreso, sin que […] medie delegación ni autorización ni consentimiento previo." FERREIRA RUBIO y GORETTI (1996), p. 449.
    28. MAQUIAVELO (1990), p. 158.
    29. MAQUIAVELO (1990), pp. 222 – 223.
    30. MAQUIAVELO (1990), p. 209.

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    Florencia Misino // Julieta Suarez Cao