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Teoría psicodiscrecionista del origen y naturaleza del Estado (página 2)


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Para poder abordar la cuestión del origen y naturaleza del Estado, es preciso, ante todo, saber distinguir entre Estado y Gobierno.

Siguiendo a los biologicistas de la teoría del Estado, el Gobierno sería el sistema nervioso central del Estado: aquel conjunto de órganos que le da vida y del que dependen todas y cada una de sus acciones. Cuando en el siglo XIX Philippe Pinel (1745-1826) creó la Psiquiatría, era muy común oír la frase "¿Qué es un hombre sino su cerebro?". Parece que muchos autores tomaron al pie de la letra esta metáfora, y la aplicaron al estudio del Estado. De hecho, si Maquiavelo viviese se sentiría orgulloso de que el término por él introducido se utilice de la manera excesiva en que se utiliza en la actualidad, sobre todo en la lengua castellana. Muchas veces, cuando decimos "Estado" nos estamos refiriendo en realidad al Gobierno. Una cosa es que el Gobierno sea el sistema nervioso central del Estado, y otra muy distinta, es que Estado y Gobierno sean sinónimos. Así como es un kelseniano error decir que el Estado y el Derecho son lo mismo, decir que el Gobierno es lo mismo que el Estado equivale a decir que da lo mismo abrir el cadáver de alguien a abrir sólo su cerebro.

Se ha dicho varias veces que "Si el Estado es la electricidad, el Gobierno es la bombilla eléctrica", en el sentido de que lo primero permanece y lo segundo va rotando con el correr del tiempo. Esta afirmación es otro error, pues confunde el Gobierno con el conjunto de personas y partidos que ocupan sus cargos en un período histórico determinado. El Gobierno es un conjunto de instituciones, no de personas o partidos concretos. Como dice el artículo 58 de la Constitución: "Los funcionarios están al servicio de la Nación y no de una fracción política". Esto equivaldría a decir que, a lo largo de su vida, una persona va teniendo tantos cerebros como pensamientos se le ocurran.

Otro típico error es confundir el Gobierno con el Poder Ejecutivo, y por lo tanto oponerlo a los poderes Legislativo y Judicial. Incluso hay Constituciones que distinguen entre Parlamento y Gobierno, como en el caso de la danesa. Si bien en general el titular del Poder Ejecutivo es como mínimo Jefe De Gobierno, el Gobierno se compone de tres sistemas orgánicos denominados "Poderes", esto es, Poder Ejecutivo, Poder Legislativo y Poder Judicial. Confundir el Ejecutivo con el Gobierno es como decir que el sistema nervioso y el sistema nervioso central son exactamente lo mismo.

Como contracara del Gobierno tenemos a la Sociedad Civil. Es decir que su definición es residual: comprende la Sociedad Civil todo bien o persona que no pertenezca al Gobierno. No obstante, las definiciones de Gobierno y Sociedad Civil son relativas, ya que hay ocasiones en que quienes forman parte del Gobierno están regulados jurídicamente como pertenecientes a la Sociedad Civil. Por ejemplo, el régimen de divorcios para quienes ocupan cargos en el Gobierno es exactamente igual que para los que no lo hacen.

Tenemos pues, que todo Estado se compone de dos partes fundamentales: un Gobierno y una Sociedad Civil; y, para que siga existiendo como tal, la una depende de la otra. Es decir, si no hubiese Gobierno no habría quien mandara, y por tanto faltaría uno de los elementos de la teoría de Von Mohl, que es el poder etático, Y, si no hubiese Sociedad Civil, no habría quien recibiera y obedeciera las órdenes del Gobierno. Esto es, dicho de otro modo, lo que el politólogo neomaquiavelista Gaetano Mosca intenta explicarnos cuando habla de "gobernantes y gobernados".

El Derecho funciona así como puente entre el Gobierno y la Sociedad Civil, como forma de comunicación entre ambos. Sería el sistema nervioso periférico del Estado. El Gobierno da una orden a través de una norma jurídica, con el fin de que la Sociedad Civil la acate, lo que puede asimilarse a cuando el cerebro envía a través de la sinapsis la orden a un miembro para que se mueva. A su vez, la Sociedad civil reclama cosas al Gobierno, como cuando solicita justicia a los tribunales o va a inscribir un negocio jurídico para darle validez frente a terceros, lo que podría asimilarse a cuando los receptores del organismo envían un mensaje sináptico al cerebro sobre información recibida del entorno. Incluso el estar jurídicamente considerado como perteneciente al Gobierno o a la Sociedad Civil podría ser un buen criterio para la distinción entre Derecho Público y Privado.

Los criterios y mecanismos para pasar del uno al otro varían según cada sistema jurídico, y por lo tanto, de cada sistema de Gobierno. En los regímenes monárquicos es de acuerdo al Ius Solis, es decir, por descendencia directa o matrimonio; en las dictaduras-o como diría Aristóteles, la tiranía-por imposición o disposición del gobernante de facto; en la aristocracia por pertenecer o tener algún tipo de vínculo con alguna élite; y en los regímenes democráticos por disposición del cuerpo electoral. A su vez, dentro de estos últimos, dependerá de si posee un sistema presidencial (y entonces cada cargo, ya sea del Poder Legislativo o Ejecutivo será más duradero, pues ni los Ministros de Estado son responsables políticamente ante el Parlamento, ni el Presidente puede disolver las Cámaras), parlamentario (y entonces los cargos de los dos poderes partidistas serán más efímeros, pues los Ministros de Estado son responsables políticamente ante el Parlamento, pero el Presidente puede disolver las Cámaras y llamar a nuevas elecciones), o ecléctico como en el caso uruguayo, donde existe un "presidencialismo disimulado" a través del cual se puede censurar a los Ministros pero el Presidente puede levantar el voto de censura, disolver las Cámaras y llamar a elecciones. En el caso del Gobierno colegiado dependerá de qué facultades se le asignen al órgano pluripersonal del Ejecutivo.

Teoría sobre el origen y naturaleza del Estado

PRESENTACIÓN DE LA FILOSOFÍA PSICODISCRECIONISTA

El paradigma que utilizaré para analizar el origen y naturaleza del Estado es una corriente filosófica que yo mismo he creado, denominada "psicodiscrecionismo".

Su nombre deriva del griego ????, psyché, "alma"; y de "discrecional", es decir, facultativo, opcional. Se basa en la noción de LO QUE EL HOMBRE CREE QUE LE CONVIENE. De ahí que la bautizara con esta contracción, ya que, cuando una persona opta por determinada cosa, lo hace en función de lo que en su fuero interno juzga como más conveniente, más allá de que a corto o largo plazo se compruebe o no que realmente fuese así.

Se entiende por conveniencia todo aquello que puede resultar beneficioso para un individuo. Si a un individuo le gusta hacer determinada actividad, entonces se dice que le conviene hacerla; si siente aprecio por determinada persona, le conviene protegerla; si siente encono por otra, le conviene fastidiarla o alejarse de ella; si cree que determinada cosa es incorrecta, le conviene no hacerla.

Los que poseen conveniencias iguales o encastrables entre sí, se unen y crean convenciones que las resguarden de otras conveniencias antagónicas a las suyas. Los que sufren atracos de maleantes que les quitan todas sus pertenencias crean la convención de que robar es incorrecto. A su vez, los ladrones se reúnen y reivindican el hurto. Cada grupo ha generado su propia moral, sin ningún tipo de prueba empírica objetiva. La moral no es otra cosa más que las conveniencias individuales adaptadas a un grupo determinado mediante una convención, de ahí que pueda perfectamente variar según circunstancias sociales, cronológicas, políticas, económicas o de cualquier otra índole. De hecho, las palabras "convención" y "conveniencia" tienen una raíz empírica común: el latín "cum vinire", que significa "venir con", "ir hacia un mismo sitio".

Tratándose de un tema tan grupal, cabe mencionar, para la aplicación de la filosofía psicodiscrecionista a la teoría del Estado en particular, el concepto de CONSCIENCIA COLECTIVA, es decir, el conjunto de representaciones eidéticas sobre lo que una colectividad cree que le conviene. Sería lo que el psicólogo suizo Jung denominaba "arquetipos", o modelos ideales a través de los que un individuo se incorpora a la sociedad.

MITOS SOBRE LA FORMA DE GOBIERNO

Hoy en día se ha extendido como una plaga un prejuicio que asocia el tipo de Gobierno con el resultado necesario de sus actos y decisiones. Por lo general, solemos oír hablar de la democracia como el único sistema bueno, por contraposición a todos los demás, considerados malos. Así, la palabra "democracia" y sus derivados suelen tener connotaciones positivas, catalogándose a quienes las usan y defienden como personas de bien; y las palabras "dictadura", "monarquía", "aristocracia" tienen connotaciones peyorativas, tildando a quienes las usan y defienden como la peor escoria que haya podido procrear la Humanidad. Así funciona actualmente la consciencia colectiva en este sentido.

En realidad, el tipo de Gobierno en sí mismo considerado no nos adelanta nada sobre la calidad que tendrá un determinado mandato. Es sólo la estructura, el envase. Lo que se haga mediante él es el contenido, lo que realmente debe importarnos. Cuando se nos dice que el mandato de tal o cual persona o partido es dictatorial, monárquico, aristocrático o democrático, con este solo dato no nos es suficiente para determinar si será conveniente o no para la Sociedad Civil de ese Estado. Si nos dicen: "Voy a darte un regalo envuelto en una bolsa color verde", no podemos predecir, sólo con ese dato, si el regalo nos gustará o no. No todo Gobierno democrático es bueno, ni todo Gobierno bueno es democrático. Es un error hablar de "La Democracia", "La Monarquía" y "La Dictadura". Deberíamos hablar de "las democracias", "las monarquías" y "las dictaduras", analizando cada mandato en concreto. Aristóteles dice que "toda forma de Gobierno puede ser buena o mala, según si los gobernantes actúan en interés propio o del pueblo", y no en vano distinguía entre formas de Gobierno puras e impuras, siendo éstas últimas degeneraciones de las formas puras a raíz del abuso de los dirigentes. Las normas abstractas pueden otorgarnos un cálculo de probabilidades sobre si el tipo de Gobierno se prestará más o menos para la corrupción y los excesos, pero éstas constituyen simplemente meras formalidades, son sólo convenciones. Los hechos son los que tienen la última palabra, y, en los hechos, la línea que separa a una forma de Gobierno de la otra es más fina de lo que se cree. Gaetano Mosca decía que "todo régimen democrático deviene oligárquico", idea que, si bien a primera vista parece descabellada y contradictoria, no lo es tanto cuando la analizamos a fondo. Todo Gobierno es en parte oligárquico, porque el concepto mismo de poder lo es: tener poder implica la posibilidad de ejecutar actos que no todo el mundo puede hacer. Mosca ponía el ejemplo de la llamada "Dictadura del Proletariado" de la tesis marxista, la cual sería en los hechos una vuelta a la oligarquía. Y, siguiendo con dicho autor, los gobernantes son muchos menos que los gobernados, así que tarde o temprano quienes están en el Gobierno terminarán utilizando sus facultades en su propia conveniencia, sin que pueda hacer lo mismo la Sociedad Civil.

La Historia Universal está llena de ejemplos de mandatarios que, pese a ser democráticos, supieron causar estragos al Estado, tanto por hechos coyunturales que no dependían de ellos, como por su negligencia y corrupción. En cambio, hay muchos mandatarios que, si bien no ascendieron al Gobierno democráticamente, han hecho grandes contribuciones al desarrollo de sus Estados.

Napoleón Bonaparte, quien, al extender la soberanía francesa con sus conquistas, logró aumentar las fuentes de empleo para los habitantes de ese país, e incluso elaboró en 1804 el Código Civil que hoy lleva su nombre, impulsando así el proceso de codificación mundial. Su tumba en París, en la "Cúpula de los Inválidos", está construida con un mecanismo por el que, si alguien desea leer la inscripción de su lápida, debe necesariamente colocarse en una posición que luce como si se le estuviese haciendo una reverencia. Tal es el aprecio que hasta hoy sigue teniéndole Francia. Otros ejemplos son la Reina Victoria de Inglaterra y la Emperatriz Elizabeth de Austria ("Sisi"), figuras cuya popularidad llega a nuestros días. A nivel nacional no hay mejor ejemplo que el del Coronel Lorenzo Latorre, primer gran modernizador de nuestra patria. Fortaleció el ejército, creó la Policía Rural, fomentó la inversión extranjera, eliminó el partidismo limitante que poco tiempo atrás había dividido tanto a los orientales, trajo el telégrafo y el ferrocarril. También produjo una modernización del aparato jurídico sustituyendo a los alcaldes por jueces letrados departamentales.

Procedimiento Civil e Instrucción Criminal en 1878, así como el Código Rural y la creación del Registro de Embargos e Interdicciones. En 1879 se aprobó la Ley de Registro de Estado Civil, con la cual pasó a manos del Estado una función realizada hasta el momento por la Iglesia. Los juzgados de Paz comenzaron a llevar cuatro registros: de nacimientos, de defunciones, de matrimonios y de reconocimientos y legitimaciones. En materia económica, y para mejorar las condiciones del campo, Latorre se cercioró de la consolidación del derecho de propiedad privada mediante el Código Rural de 1879, que establecía la medianería obligatoria, lo que le dio un enorme impulso al cercamiento de los campos. Estableció la Oficina General de Marcas y Señales de Ganado, en la que debía solicitarse las marcas de ganado para evitar repeticiones y fraudes y asegurar la propiedad. Otra medida que se implantó como ayuda para consolidar el orden interno en la campaña, fue la autorización dada a los grandes propietarios para establecer policía particular a cargo del comisario. El alambre consolidó el régimen vigente de la propiedad de la tierra. Una de las reformas más importantes durante el gobierno del Coronel Latorre fue la educativa, impulsada por José Pedro Varela, quien se encontraba a la vanguardia en materia de las nuevas corrientes pedagógicas. Si hubiese tenido malas intenciones, jamás hubiese mejorado la calidad de la educación, dándole a la Sociedad Civil un instrumento para estimular el pensamiento crítico y así tener herramientas útiles con las que construir sus conceptos sobre lo que más les conviene. Latorre no desarrolló un gobierno a favor de la clase militar, pero tuvo importantes cantidades de autoritarismo. Esto, si bien va contra la consciencia colectiva, ayudó a forjar un Poder Central capaz de encarrilar al país en las normas necesarias para el desarrollo de una economía moderna: defensa de la propiedad privada de la tierra y del ganado, establecimiento del patrón oro, reanudación del pago de la deuda pública; pero también, modernización técnica y administrativa del Estado. Teniendo la antigüedad necesaria para hacerlo, nunca ascendió a General, para dar el ejemplo de austeridad, puesto que significaría un aumento de sueldo; debido a ello es conocido como el Coronel Lorenzo Latorre. El mandato de Latorre resolvió la inoperancia, la debilidad y el tono artificial que había asumido paulatinamente la superestructura política de la República, a manos de sus predecesores, los principistas, tan constitucionales como incompetentes. Si bien en 1975 el Senador Amílcar Vasconcellos utilizó despectivamente la expresión "latorritos" para calificar a los impulsores de la dictadura de aquel entonces, hoy por hoy se está tratando de apaciguar la vieja imagen de tirano sanguinario que de él se tenía, para sustituirla por la de un hombre que hizo uso del autoritarismo como único medio posible para la salida de la crisis en que se encontraba Uruguay al momento de su asunción como Gobernador Provisorio, pasando su actitud de parecer inconveniente desde la mentalidad de la Sociedad Civil, a ser efectivamente conveniente en los hechos.

El complejo de inferioridad humano

Desde el punto de vista estrictamente físico, el hombre ha estado, desde sus orígenes, en inferioridad de condiciones respecto a los demás animales. No tiene grandes dimensiones como el elefante, ni gran velocidad como el ñandú, ni filosas garras y dientes como el león, ni vista hiperdesarrollada como el lince, ni alas como las aves, ni branquias y aletas como los peces, ni camuflaje como el camaleón, ni veneno letal como las serpientes, ni posibilidad de autorregeneración de sus miembros como el insecto palo, ni comunicación ultrasónica como el delfín, ni el fino olfato de los perros.Sin embargo, posee sí, una habilidad de la que los demás animales carecen: la de transformar la naturaleza a extremos inimaginables. Si bien en la actualidad este aspecto le está acarreando un sinnúmero de inconvenientes, en la antigüedad se volvió su principal arma en la lucha por la supervivencia. Comenzó fabricando hachas de piedra para cazar, luego descubrió el fuego y el metal, más tarde la agricultura y ganadería, para acabar construyendo su propio medio, creyendo conveniente aislarse, al menos en principio, de las demás especies, quizá en base a un complejo de inferioridad respecto a ellas. El psicólogo austríaco Alfred Adler asegura que, si bien lo más natural es el sentimiento de inferioridad y no el complejo, en ocasiones este último actúa como una especie de "ley de las compensaciones", y pone los ejemplos de Roosevelt, quien de niño fue raquítico pero de mayor se ejercitó y se volvió el prototipo de hombre en forma; y Demócrito, un tartamudo desde sus primeros años que sin embargo logró convertirse en uno de los mejores oradores.

Es probable que lo mismo le sucediese al hombre en general en aquellos primitivos períodos, y le diera, al elemento material de la ciudad, un respaldo eidético como lo es el sistema de autoridades llamado "Gobierno".Instantáneamente, como contrapartida del Gobierno, se creó la Sociedad Civil, pese a que, según el politólogo italiano Giovanni Sartori, no fue descubierta doctrinalmente sino hasta los siglos XVII y XVIII, en que los liberales como John Locke y Adam Smith afirmaron que, cuanto menos interviniera el Gobierno, más avanzaría la sociedad. En esta afirmación, si bien puede discutirse su total veracidad, se nota claramente la posibilidad de la lucha de conveniencias entre el Gobierno y la Sociedad Civil; pero, por otro lado, induce a creer que existiría una encastrabilidad de intereses entre el uno y la otra, la cual consolidaría una consciencia colectiva, basada en la relación inversamente proporcional entre intervención estatal y utilidad social, donde sus intereses encajan entre sí como dos piezas de rompecabezas. No en vano, en su célebre obra "El Príncipe", Maquiavelo resaltaba la importancia de considerar al pueblo como fin para el bienestar del principado.El Estado no es más que la suma del Gobierno y la sociedad civil, más allá de que varíe el predominio de uno sobre el otro según el sistema político y económico de que se trate. Por eso no tiene sentido otro de los tantos debates que existen en la Teoría del Estado: el del "Estado-comunidad" por oposición al "Estado-aparato". El Estado es necesariamente una comunidad. Cuando se habla del Estado como aparato, se está considerando sólo al Gobierno, error sobre el que ya advertí ut supra.

El Derecho como vehículo de las conveniencias

En esta evolución histórica del Estado, el Derecho-si bien, como ya dije antes, no fue quien lo creó- ha tenido un papel fundamental, no sólo como puente entre el Gobierno y la Sociedad Civil como si fuesen mensajes sinápticos, sino como cristalizador de las conveniencias estatales. En los orígenes del Estado, había un solo sistema convencional de creación de conveniencias, por lo que el Derecho estaba embebido en las demás estructuras normativas de la vida, como la moral y la religión, formando un solo ente eidético. Tenía además una base consuetudinaria, donde teoría y práctica coincidían, lo cual prueba que, como dice Carlos Santiago Nino, "el Derecho no es sólo un conjunto de normas", sino que también abarca cómo se aplican e interpretan. El Comisionado Parlamentario Penitenciario Álvaro Garcé marca, dentro de las ocho tendencias generales en la evolución del Derecho, el pasaje de un Derecho de creación espontánea y consuetudinaria a un Derecho de creación deliberada y centralizada; y la separación del Derecho respecto a otros órdenes o sistemas reguladores de la conducta.A mi entender, esta última tendencia está asociada a lo que el sociólogo Robert Merton denomina "anomia", es decir, la pérdida del marco de referencia de las pautas que rigen y guían la conducta del hombre. Al flexibilizarse tanto lo que la sociedad juzga como más conveniente, el Gobierno se vio obligado a crear su propio sistema de conveniencias, abstrayéndolo de otros, para evitar caer en la misma disyuntiva en que fue cayendo la Sociedad Civil. El psicodiscrecionismo no cree en normas preexistentes descubiertas por inspiración divina que existen objetivamente y que deben aplicarse sí o sí, sin ninguna posibilidad de participación humana en el proceso; sino en los intentos de un grupo de personas por vivir sin dañarse demasiado creando sus propias reglas, y abandonándolas en caso de que ya no las juzguen convenientes. Cuando se dice, por ejemplo, que determinada cosa es inmoral, no es que lo sea en realidad, sino que lo es a los efectos de una determinada consciencia colectiva. En el Derecho consuetudinario equivaldría a la opinio iuris sive necessitatis, o la convicción de la conveniencia de una determinada práctica.Pese a esto, existe la probabilidad de que el Gobierno cree una determinada norma jurídica, no pensando con una consciencia colectiva, sino con un interés meramente personal, buscando sólo el propio beneficio, aprovechando, como antes expliqué, el poder que tiene. Es lo que se comenta de nuestra ley de legitimación adoptiva y del numeral 10 del artículo 148 de nuestro Código Civil. Es aquí donde cae la afirmación de Karl Von Savigny y toda la Escuela Histórica del Derecho, sobre la representación cultural de la producción jurídica. Lo mismo sucede con la aplicación e interpretación de las normas jurídicas. Respecto a la primera, puede ser que un juez las interprete tendenciosamente para llegar a un resultado que se ajuste a lo que el crea más conveniente desde el punto de vista personal, omitiendo el llamado "orden público". Aquí se produce una tensión entre ambos, que pareciera ratificar el vaticinio de los liberales conservadores. Respecto a la segunda, puede originarse incluso desde la propia Sociedad Civil. Ya decía Nino que el abogado que ejerce la profesión de modo liberal es una especie de ingeniero que diseña para cada cliente el modelo interpretativo que más lo beneficie.

El argentino Guillermo O´Donnell define al Estado de tres maneras distintas: como sistema legal, como conjunto de burocracias, y como ámbito de comunicación e identificación entre sus habitantes, esto es, como nación. Esta última definición es vinculada por el autor con la credibilidad del Estado. Es decir entonces que, en los casos antedichos, el Gobierno, a través de su sistema jurídico-burocrático, no logra llegar de manera creíble a la Sociedad Civil. Según afirma, cuando la Nación es débil, el Estado se ve obligado a crearla constantemente.De hecho, el nombre "Nación" es uno de tantos términos utilizados cuando se pretende juridizar demagógicamente a la Sociedad Civil poniéndole nombres que nunca terminan de coincidir semánticamente, como "Pueblo", "Ciudadanía" o "Cuerpo Electoral"las idas y venidas entre el gobierno y la sociedad civilMencioné antes que la predominancia del Gobierno sobre la Sociedad Civil o viceversa depende del tipo de Gobierno de que se trate. Pues bien, en los regímenes democráticos semi-representativos puede formalmente participar en las decisiones del Gobierno a través de la elección de los gobernantes y los institutos de gobierno directo: el referéndum, el plebiscito y la iniciativa popular.

Sin embargo, en la práctica, estas son sólo las contadas excepciones en que puede llegar a decirse que la Sociedad Civil participa de los rumbos del Estado, por el carácter oligárquico del poder político del que he hablado. Así como los estafadores suelen hacernos creer que la iniciativa de un negocio es nuestra cuando en realidad es de ellos, el Gobierno le hace creer a la Sociedad Civil, en mayor o menor medida, que el mapa de ruta es trazado por ella, cuando en realidad es trazado por él, para lo cual se fundamenta en un montón de palabras escritas en cientos de miles de hojas de papel, como si por sí solas tuviesen alguna influencia mística sobre el destino estatal. "Este es un Estado de Derecho", solemos leer y escuchar, "Aquí mandan las leyes y no los hombres", como si no fuera el hombre quien creara las normas siguiendo sus propias conveniencias, e interpretándolas y aplicándolas con igual criterio. Parece que desconocen que, por muy prolijas y biensonantes leyes que se puedan escribir, si quienes están a cargo de su adecuada aplicación no cumplen su tarea pues esto choca con sus conveniencias personales;y, a su vez, quienes deben controlarlos a ellos tampoco lo hacen por el mismo motivo, entonces de nada sirven, así se hallen plasmadas en todos los libros del mundo. La denominación de instituciones como "del Estado", cuando en realidad sólo pertenecen al Gobierno, es otro ejemplo de los intentos de éste por crear en la Sociedad Civil una falsa idea de participación en él. Si yo quisiera entrar a la Facultad de Derecho cuando está cerrada por huelga, sin intención alguna de causar disturbios, sólo para, digamos, "sentarme a ver la vida pasar", no me lo permitirían. Pero… ¿Acaso no soy yo parte del Estado? ¿No es que "El Estado somos todos"? ¿O es que no es esa en realidad una institución del Estado y sólo lo es del Gobierno?A menudo se discute si el Gobierno debe representar a la Sociedad Civil, o si ésta debe confiar en él. Desde el punto de vista de las representaciones eidéticas, es decir, desde lo que, según la consciencia colectiva se cree que es más conveniente, lo mejor sería que la representara; pero, si el Gobierno logra beneficiarla precisamente gracias a que se desvió de sus pedidos, entonces puede decirse que la Sociedad Civil debe confiar en él. Ahora bien, la cuestión se complica cuando nos ponemos a analizar el concepto de beneficio. ¿Cuándo se entiende que una acción beneficia a la Sociedad Civil? Esto se conecta a su vez con el tópico sobre si corresponde o no que el Gobierno cree a la Sociedad Civil, pues por un lado puede moldearla de acuerdo a lo que juzgue más oportuno, pero, a su vez, encontrará en el camino a gran cantidad de opositores que no querrán sustituir sus clásicas convenciones por otras nuevas. Se genera, por este camino, una dicotomía entre populismo y tecnocracia. ¿Qué es más conveniente: hacer lo que parece mejor según el ciudadano medio o lo que es mejor según los técnicos? Por un lado la Sociedad Civil decide sobre su propio destino, pero por el otro, su desconocimiento específico sobre las sutilezas de algún tema en particular puede acarrearle errores a largo plazo, reclamándole enseguida al Gobierno por qué no se lo advirtió. Los técnicos son uno de los tipos de personas que pueden llegar a constituir y dirigir un Gobierno no declarado oficialmente, así como los ancianos podrían estar al mando de una gerontocracia. La ventaja es que pueden descubrir verdades objetivas más allá de cualquier especulación, pero el problema es que éstas pueden no llegar a ser palpables por la Sociedad Civil, creyendo que no le conviene tomar decisiones en base a ellas. Esto suponiendo que los técnicos tengan buenas intenciones, pues cuando uno pasa a evaluar la posibilidad de que no las tengan, empieza a interrogarse sobre hasta qué punto son confiables sus recomendaciones y hasta dónde deben intervenir, teniendo en cuenta que de hecho ellos ven cosas que otros no pueden ver, y que, por lo tanto, podrían usar nuestra ignorancia en su provecho. No en vano Alvin Toffler habla del conocimiento como una de las principales fuentes de poder. Maquiavelo respondía a esta cuestión diciendo que los asesores sólo deben emitir opinión cuando el príncipe se la pida, absteniéndose en cualquier otro caso. Si bien esta sugerencia no desembarra del todo el camino, lo hace un poco más transitable.

El pertenecer ya sea al Gobierno o a la Sociedad Civil tiene, como tantas otras cosas, sus ventajas y desventajas, que pueden graficarse en un triángulo equilátero que en cada ángulo tenga los siguientes conceptos: libertad-poder-responsabilidad. Si se pertenece a la Sociedad Civil se tiene menos poder, pero a la vez, cuanto menos poder se tenga sobre las decisiones estatales, menos responsabilidad se tendrá sobre aquellas cosas que salgan mal. Si se pertenece al Gobierno se tiene más responsabilidad de los desastres que puedan desencadenarse en el Estado, aunque también se tendrá más poder para evitarlos. Respecto a la libertad, esto es más relativo, pues para muchos se es más libre cuanto más poder de decisión se tenga, y para otros es exactamente al revés. Con todo, siempre se dice que libertad y responsabilidad van de la mano, por lo cual se sería más libre en la Sociedad Civil que en el Gobierno. Muchos asocian esto con la relación entre padres e hijos, como Locke y Rousseau, lo que no es tan descabellado si razonamos que, mientras se depende de los padres hay menos libertad y menos responsabilidad; y en cambio, cuando se depende de sí mismo, hay más libertad y más responsabilidad. Son dos caras de una misma moneda.No olvidemos tampoco que la Sociedad Civil no es un ente homogéneo como ingenuamente pretendían Hobbes y Rousseau, sino que es el centro de constantes polémicas sobre la forma de Gobierno, el sistema económico que debe seguir, los partidos que tienen derecho a acceder al Gobierno y las personas específicas que deben ocupar cada cargo. Cuando a raíz de una polémica hay conflictos graves dentro de ella, que lleven incluso a una violencia física capaz de arrebatar vidas enteras, el Gobierno puede verse confundido respecto a cómo actuar en consecuencia si carece de un marco legal concreto y efectivo que aquiete las aguas. Es algo así como una parálisis en el sistema nervioso periférico. He aquí la importancia del Derecho como regulador de la lucha de conveniencias, con disposiciones instrumentales fuertes y no meras normas programáticas que sólo sirvan para crear la ilusión de que algún día se traducirán en hechos o para jactarse cada vez que se reciben visitas diplomáticas. Y, como en esta materia siempre es difícil alcanzar la unanimidad, es preciso adoptar un criterio utilitarista, es decir: "el mayor bienestar para el mayor número", pese a las críticas que le formulara John Stuart Mill al modelo diseñado por su padre James.Pero también pueden generarse, como de hecho sucede, conflictos internos en el propio Gobierno. En este sentido, pueden compararse con los trastornos del sistema nervioso central, e incluso dividirlos en orgánicos e inorgánicos. Los inorgánicos son los derivados de la propia estructura institucional del Gobierno, como es el caso de los constantes enfrentamientos entre el Ejecutivo y el Legislativo por motivos partidarios; o el Legislativo y el Judicial por motivos de aplicación del Derecho, en los regímenes democráticos. Este tipo de conflictos en particular pueden asimilarse a los trastornos de personalidades múltiples, en los cuales un mismo individuo tiene distintas formas de actuar y proceder tajantemente divididas en su propio aparato psíquico, por lo general debido a degeneraciones del hipotálamo. Los trastornos inorgánicos son aquellos que se derivan del contenido de los actos realizados por sus instituciones. Tal es el caso de la actual polémica entre el Presidente Tabaré Vázquez y el Parlamento en relación al artículo de la ley de salud sexual y reproductiva que despenaliza el aborto

A modo de cierre

A modo de síntesis puedo decir que el Estado se originó a través de la acción de un grupo creciente de individuos que decidió unirse para proteger sus conveniencias comunes, creando una consciencia colectiva sobre los aspectos que consideraban más convenientes.Si comparamos al Estado con un ser humano, se compone de un sistema nervioso central llamado Gobierno, un sistema nervioso periférico llamado Derecho y un conjunto de ejecutores y receptores llamado Sociedad Civil. A su vez, todo, en su conjunto, estaría formado por millones de células, que son los individuos.He realizado un pantallazo general sobre el origen y naturaleza del Estado, en el que he demostrado que es un complejo sistema donde las personas depositan sus expectativas acerca de aquello que creen que les conviene. Esto es válido para cualquier Estado del planeta, sin importar culturas o juicios de valor. Tan sencillo y a la vez tan complicado como eso. Los enfoques más conocidos sobre el Estado se centran sólo en una dimensión de su naturaleza, ya sea la jurídica, la social, la antropológica o la política, lo que no permite aprehender el fenómeno en toda su magnitud. El moralismo barato de los juristas, la excesiva sistematización de los sociólogos, la incertidumbre de los antropólogos o la especulación de los politólogos, son sólo algunos de los inconvenientes que puede acarrear el tocar ciego una sola parte del elefante. Si se dieran cuenta de que sus disciplinas no son universos aislados, sino que el hombre es un animal social que creó el Estado para pararse como especie frente al mundo, instituyendo un sistema de Gobierno que produjera normas jurídicas, la coordinación de esfuerzos para entenderlo lo haría un poco menos enmarañado

Fuentes consultadas

-          "Aristóteles: Obras Completas", por Alex Pereira, Plaza Janés, 1999

-          "Historia de las Ideas", por George Sabine y Jean Touchard, FCU

-          "El Príncipe", por Nicolás Maquiavelo, FCU

-          "Primer Tratado sobre el Gobierno Civil", por John Locke, FCU

-          "Leviatán", por Thomas Hobbes, FCU

-          "Manifiesto Comunista", por Karl Marx y Friedrich Engels, FCU

-          "Teoría Positivista del Estado y el Derecho", por Hans Kelsen, FCU

-          "Tratado de Antropología Moderna", por Ramón García Pelayo y otros, Ediciones Dánae, 1971

-          "Tratado de Psiquiatría Contemporánea", por Jorge Borrillo, editorial Borkum, 2005

-          "Derecho Constitucional Contemporáneo", tomo I, por Ruben Correa Freitas, FCU, 1992

-          "Manual de Ciencia Política", por Washington Abdala y Guillermo Maciel

            es.wikipedia.org

 

 

 

 

 

 

Autor:

Leandro Javier Aude Guadalupe

Profesor: Ruben Correa Freitas

14 de Noviembre de 2008

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