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La narrativa de Rulfo, una estética literaria diferente

Enviado por Luis Ángel Rios


Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Mi fascinación por Pedro Páramo
  3. Imprecisiones sobre su interpretación
  4. Metodología para su lectura
  5. Argumento de Pedro Páramo
  6. Resumen de Pedro Páramo
  7. Comentario
  8. Mis imágenes favoritas
  9. El "poder pastoral" en Pedro Páramo

Introducción

Otrora, muchos años antes, yo era un lector "normal", un lector más; disfrutaba del maravilloso universo de la literatura, adonde entraba y salía lleno de gozo, convirtiendo mi vida en una inefable festividad. Hasta que un día ingresé a un universo literario distinto, mágico, profundamente encantador; un universo diferente a los demás, lugar en que la escritura rompe con los convencionalismos narrativos tradicionales. A ese universo, como a todo universo en donde se materializan las grandes objetivaciones del espíritu, me fue difícil entrar, así como es imposible salir de él, porque el indescriptible derroche poético de la novela y el cuento no permiten que se abandone ese fascinante universo. Ese universo tan estupendo es el universo de Juan Rulfo.

La narrativa de Rulfo se caracteriza por relatar el drama humano. En su literatura está presente la soledad, la violencia, el olvido, la tristeza, la injusticia, el miedo, el amor, la opresión, la impunidad y la muerte, entre otros temas que son recurrentes en su diégesis[1]tanto en sus cuentos como en su novela. Toda su obra es muy agradable. Entre sus cuentos encontré, posiblemente, el cuento más interesante que haya leído: "Luvina".

Mi fascinación por Pedro Páramo

En el presente trabajo solamente me ocuparé de su insuperable novela "Pedro Páramo", una joya literaria sorprendente.

El texto que leí se trata de una edición publicada por la editorial Oveja Negra, Bogotá, 1984, en cuyo volumen también se encuentran los cuentos de Rulfo publicados bajo el nombre de El Llano en Llamas. La novela consta de 68 fragmentos o capítulos cortos. Aclaro que en algunas ediciones digitales, como la de librodot.com, el fragmento que se inicia así: "-Qué es lo que pasa, doña Eduviges?" y termina: "-Más te vale", aparece en uno sólo; mientras en la versión o edición física que leí (Oveja Negra), este capítulo está dividido en dos: el primero (o sea el número 11) empieza con: "-Qué es lo que pasa, doña Eduviges?" y concluye: "…hasta que encontró esa muchacha que le sorbió los sesos"; el segundo (es decir, el 12) comienza: "¿Qué pasó –le dijo a Miguel Páramo-. ¿Te dieron calabazas?" y finaliza: "-Más te vale". En ese capítulo (versión digital) o en esos dos capítulos (versión impresa), Eduviges Dyada narra a Juan Preciado hechos relacionados con la muerte de Miguel Páramo; es posible que por esta razón, quien digitalizó esa versión lo dejó todo en un solo capítulo o fragmento.

Cada lector deberá leer la novela atentamente para detectar el número de capítulos y sus divisiones (en la obra no se encuentran esas divisiones, es decir, no están numerados los fragmentos), por cuanto en algunos de los estudios, resúmenes, síntesis y reseñas consultadas en la Red aparecen 67, 68 ó 69 capítulos o fragmentos. Rulfo despedazó su novela de tal manera que hasta los mismos estudiosos de ésta, en ocasiones, no se han puesto de acuerdo cuántos fragmentos, capítulos, segmentos o fracciones son. "No ha habido unanimidad en cuanto al número de fragmentos o unidades. La totalidad va de 63 a 70… Este último es el número atribuido por Juan Rulfo"[2]. Pero esto no interesa, es cuestión de interpretaciones y de ediciones. Lo importante es leerla completa, tratar de asociar y articular los fragmentos y ordenarlos, interpretarla y comprenderla; tarea, ciertamente, algo compleja. El lector tiene que convertirse en una especie de "lector participante", porque debe hacer inferencias, deducciones y entretejer los perdidos hilos de la historia a través de intrincados laberintos. Rulfo dejó hilos sueltos para que nosotros, los lectores, los unamos de manera coherente en búsqueda de sentido. Como toda obra "clásica" –y en cierto sentido Pedro Páramo lo es-, su lectura y, sobre todo, su comprensión encierran alguna dificultad. Pero hay que realizar el esfuerzo requerido, si es que uno desea disfrutar del inefable goce literario que la novela nos brinda a los lectores con aguda sensibilidad estética. Goce que se incrementa con cada nueva relectura.

Imprecisiones sobre su interpretación

Escudriñando algunos argumentos de la novela en la Red me encontré con ciertas imprecisiones. Por ejemplo, en uno de ellos hallé algunas respecto a la muerte de Toribio Aldrete, de quien señala Pedro Páramo "Roba las tierras de Toribio Aldrete, a quien ahorca para evitar complicaciones"; de Bartolomé San Juan, padre de Susana, de quien dice que Pedro Páramo no ha podido conquistarla, y "la busca, la encuentra, mata a su padre y se casa con ella…". ¿Acaso el autor de los homicidios de Toribio Aldrete y Bartolomé San Juan no fue Fulgor Sedano? Pedro lo único que hizo fue, veladamente, ordenar sus muertes, pero nunca fue el autor. Estas pifias comprensivas merecen un breve razonamiento a la luz del derecho. Veamos.

Desde el punto de vista del derecho penal, Pedro Páramo no es el autor de esos dos homicidios, porque autor es quien realiza la conducta punible que la ley prohíbe. En el instituto jurídico de la participación criminal, Pedro Páramo interviene como determinador, debido a que crea en la mente de Fulgor Sedano, su empleado, la idea criminal de ejecutar un hecho delictuoso, en este caso específico matar a Toribio Aldrete y Bartolomé San Juan (y así no emplee el verbo rector de la conducta ilícita "matar", sí insinúa la desaparición física de éstos, con el propósito de sacar provecho material –en el caso de Toribio- y sentimental –en el caso de Bartolomé); pero ni lógica ni jurídicamente puede endilgársele la autoría de estos asesinatos a Pedro Páramo. La determinación, en este hecho, asume la forma de "orden", que es el mandato de delinquir impuesto con abuso de autoridad por un superior (Pedro Páramo era el jefe y Fulgor Sedano su subalterno). En conclusión, Pedro Páramo es partícipe y no autor, ya que es el mandante de los homicidios. Con razonable fundamento el jurisconsulto Alexander Graf Zu Dohna, en su libro Estructura del derecho, aclara que "en la vida nunca se dice de quien ha determinado a otro a ejecutar un hecho, que él lo ha cometido…". Ah, pero eso sí, Pedro Páramo, así su participación criminal sólo sea como determinador y no como autor, es un delincuente, un sujeto malvado y ladino.

Acude a fortalecer mis razonamientos, respecto a las órdenes indirectas que emitió Pedro Páramo a Fulgor Sedano para "deshacerse" de los dos, lo narrado en la novela, así:

1 En el caso de Toribio Aldrete (p. 36):

"-¿Cuáles leyes, Fulgor? La ley de ahora en adelante la vamos a hacer nosotros… -Pues mándalos con el primer Aldrete. Le levantas un acta acusándolo de "usufructo" o de lo que a ti se te ocurra…

-Pasa, Fulgor. ¿Está arreglado el asunto de Toribio Aldrete?-Está liquidado, patrón".

2 En el caso de Bartolomé San Juan (p. 70):

"[…] ¿Tú me entiendes, Fulgor? Dile a su padre [al de Susana] que vaya a seguir explotando sus minas. Y allá… me imagino que será fácil desaparecer al viejo en aquellas regiones adonde nadie va nunca… ¿No lo crees?

-Puede ser.

-Necesitamos que sea. Ella tiene que quedarse huérfana. Estamos obligados a amparar a alguien. ¿No crees tú?

-No lo veo difícil.

-Entonces andando Fulgor, andando".

También señala que Pedro Páramo "compra a los revolucionarios y les paga para que defiendan sus tierras". Eso tampoco se narra en la novela ni se infiere de su lectura atenta. Es mentira que la hermana y concubina de Donis sea la misma Dorotea La Cuarraca. ¡Qué manera tan incipiente de interpretar! Incluso en "estudios" serios de la novela encontré ciertos "descaches" o imprecisiones. Pero no importa. Lo significativo es que uno logre, así sea a su manera, entender y, lo más importante, disfrutar esta apasionante novela. Lo demás son problemas de interpretación, y ésta joya narrativa está abierta a múltiples interpretaciones. (¿Será cierto aquello que decía Nietzsche, que no hay hechos sino interpretaciones?)

La breve reseña de estas imprecisiones tiene como finalidad invitar a los amables lectores que lean críticamente los resúmenes sobre la novela que se hallan en la Red, y, de esta manera, evitar confusiones. Si se quiere obtener con precisión el contenido de la obra, necesariamente se debe leer toda con la destreza lectora que ella demanda.

Metodología para su lectura

Como se trata de una pieza literaria difícil de comprender, mi metodología de lectura consistió en leerla dos veces desde el principio hasta el final, y luego leer primero lo narrado en tercera persona sobre la vida de Pedro Páramo y de otros personajes, que comienza en el fragmento o capítulo 6 (p. 14); después leí lo narrado en primera persona por Juan Preciado, que empieza en el fragmento o capítulo 1 (p. 7). Posteriormente, volví a leer toda la novela, desde el principio hasta el final; y, finalmente, retorné a la lectura de lo narrado en primera persona y lo narrado en tercera persona. Se trata de hilvanar o concatenar dos hilos narrativos en un todo compacto, sin dejar cabos sueltos. Para hacerla un poco más didáctica e idear una estrategia para lograr su articulación y comprensión enumeré los fragmentos (el libro leído no los trae enumerados) y les coloqué una especie de "título" caprichoso a cada uno (al final de este texto los incluyo).

El relato en tercera persona corresponde a los fragmentos 6, 7, 8, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 20, 21, 22, 23, 38, 40, 41, 44, 45, 46, 47, 48, 49, 50, 51, 53, 54, 56, 57, 58, 59, 60, 62, 63, 64, 65, 66, 67 y 68. El relato de Juan Preciado corresponde a los fragmentos 1, 2, 3, 4, 5, 9, 19, 25, 26, 27, 28, 29, 30, 31, 32, 33, 34, 35, 36, 37, 39, 42, 43, 52, 55 y 61.

Como se aprecia, es más larga la parte narrada en tercera persona. También es la más compleja. Hay demasiados saltos en el tiempo: hacia adelante y hacia atrás, y viceversa. En los fragmentos 6, 7, 8 y 10 habla Juan Pedro cuando era niño. Sus dos tramas distintas comprenden un pasado inmediato y otro remoto. Hay mayor evocación, sobre todo la de Pedro Páramo por Susana San Juan, y la de ésta por su difunto esposo Florencio y por su padre Bartolomé San Juan. La narración de Juan Preciado es más fluida y sin tantos saltos abruptos en el tiempo. Toda su intervención es en Comala; no sale "físicamente" de allí, sólo "sale" pero mentalmente cuando recuerda a su madre y con su imaginación cuando oye los relatos de las personas que le narran sucesos del pasado. Solamente Eduviges Dyada, Damiana Cisneros y Dorotea la Cuarraca participan directamente en las dos narraciones; es decir, además de conversar en lo contado por el narrador omnisciente también dialogan con Juan Preciado. Es a través de éstas cómo él se entera de la vida de su madre Dolores Preciado y la de otros personajes importantes como Pedro Páramo, Miguel Páramo, Susana San Juan, Donis y su hermana, Abundio Martínez, el padre Rentería y Justina Díaz; de la existencia de algunos personajes de la novela nunca se llega a enterar Juan Preciado. Cada lectura se convirtió en un solaz para mi voraz espíritu que se deleitó con esta singular joya literaria.

Argumento de Pedro Páramo

Como esta es una novela diferente, no es fácil desentrañar su argumento en el sentido convencional, debido a que de su estructura narrativa no se desprende el clásico argumento en términos concretos, sino mediante abstracciones.

Pedro Páramo, un poderoso terrateniente, impone sus leyes y su poder sobre Comala y sus contornos. Mediante diversas artimañas y procedimientos ilícitos logra sus oscuros propósitos, instrumentalizando o eliminando a las personas que encuentra en su camino perverso. De niño haragán e improductivo se transformó en amo de tierras y vidas. Su poder omnímodo le permitió disponer a su antojo de mujeres, apoderarse de propiedades ajenas, corromper y despedazar a la iglesia católica. Fue dueño de mujeres, tuvo hijos que no reconoció y dispuso a su acomodo de la vida de los habitantes de Comala, hasta el punto de dejarlos morir de hambre; pero no pudo obtener el tesoro más apreciado, que a la postre fue la fuente de sus recuerdos y el motivo de su desgracia: el amor de Susana San Juan, la mujer más hermosa, enigmática y cautivadora que amó verdaderamente.

Resumen de Pedro Páramo

La lectura sobre Pedro Páramo–en tercera persona-, con saltos hacia atrás y hacia adelante, y viceversa, me produjo la siguiente síntesis:

La vida de Pedo Páramo irrumpe en el fragmento 6, en el instante en que, aun siendo niño, se encuentra en el excusado, y su madre lo conmina a salir pronto del recinto bajo la amenaza de que una culebra lo mordería. En ese preciso momento, época en que murió su abuelo, Pedro Páramo adulto rememora el pasado remoto en que elevaba cometas con Susana San Juan (su amor eterno); luego la recuerda cuando se marchó de Comala; después, como en contraste, la recuerda pero ya estando muerta. Igualmente, añora los tristes instantes en que ésta abandonó Comala junto con su padre. Como Pedro Páramo le dijo a su madre que él no estaba para resignaciones, ésta le advirtió que le iría mal en la vida.

Luego se tiene noticia de la muerte de Miguel Páramo (un sujeto rufián y mujeriego, hijo de Pedro Páramo). Miguel había asesinado a un hermano del padre Rentería (sacerdote de Comala) y abusado carnalmente de Ana, hija de la víctima. El presbítero se negó a bendecir el cadáver de Miguel Páramo, porque había muerto sin perdón, y por lo tanto no podía alcanzar ninguna gracia. Sin embargo, Pedro Páramo le dio dinero para que lo hiciera, pero cuando quedó solo le pidió a Dios que lo condenara. Luego, el sacerdote se arrepiente por estar al servicio de los ricos (quienes lo sostenían y mantenían), especialmente de Pedro Páramo y no a favor de la causa de los pobres, y lloró de tristeza. Finalmente, acepta perdonarlo.

Terencio Lubines, Ubillado, Toribio e Isaías conversan sobre la muerte de Miguel Páramo después de su entierro.

Sigue la narración con un monólogo interior del padre Rentería y su arrepentimiento por haberle negado a María Dyada la salvación de su hermana Eduviges Dyada por haberse suicidado. Continúa con el recuerdo de Fulgor Sedano, administrador de la Media Luna, cuando ahorcó a Toribio Aldrete.

Fulgor Sedano informa a Pedro Páramo sobre la precariedad financiera y éste le ordena concertar por interés la boda con Dolores Preciado, una de sus principales acreedoras. Fulgor reflexiona sobre la artería de Pedro Páramo y rememora que Lucas Páramo, padre de Pedro Páramo, se lamentaba que su hijo era un fracasado. Fulgor, hábilmente, con artilugios y engaños, convenció a Dolores Preciado para que se casara con Pedro Páramo. Luego comunica a su patrón que el matrimonio está concertado y, que por dinero, el padre Rentería lo había eximido de las amonestaciones. Pedro Páramo ordena a Fulgor Sedano levantarle un acta por "usufructo" a Toribio Aldrete. Fulgor informa a Pedro Páramo que había "liquidado" (asesinado) a Toribio Aldrete.

Fulgor observa las cosechas y ordena el intercambio de ganados de una finca a otra. Miguel hace un pacto secreto con Dorotea La Cuarraca (posiblemente que le consiga mujeres) y éste, a cambio, dispone que le prodiguen alimento en la Media Luna. Fulgor Sedano habla con Pedro Páramo sobre el comportamiento ilícito de Miguel Páramo, pero aquél no le da ninguna importancia, demostrando una actitud de alcahuetería.

Fulgor Sedano lleva el cadáver de Miguel Páramo a la Media Luna y le cuenta cómo murió. Pedro Páramo acepta los hechos estoicamente y reconoce que empieza a pagar por su maldad.

El padre Rentería acepta que él permite y tolera los vejámenes y tropelías de Pedro Páramo; rememora sobre el origen de Miguel Páramo y que se había confesado con el sacerdote de Contla, quien le negó la absolución por cohonestar con Pedro Páramo. El padre Rentería le negó el perdón a Dorotea La Cuarraca por su actitud de celestina, alcahueta o proxeneta de Miguel Páramo.

Fulgor Sedano comunica a Pedro Páramo que Susana había regresado a Comala. Pedro recuerda los tiempos en que Susana se marchó del pueblo y sus esfuerzos y tretas inútiles para retenerla. Bartolomé San Juan, padre de Susana, habla sobre los motivos de su regreso y le reprocha a su hija porque lo negaba como padre. Pedro Páramo le ordena a Fulgor Sedano llevarse a Bartolomé San Juan para la mina La Andrómeda, con el propósito de desaparecerlo y así, de esta ruin manera, quedarse definitivamente con Susana San Juan.

Pedro Páramo encargó a Justina Díaz para que cuidara e hiciera compañía Susana San Juan, ya que ésta estaba enferma y deliraba; las dos mujeres se profesaban estimación mutua. Eran amigas desde hacía mucho tiempo; Justina la había arrullado en sus brazos, enseñado a caminar y dado de mamar con los senos como de juguete. Mientras tanto Pedro Páramo se sentía intranquilo por las enfermedades y los delirios que atacaban a Susana San Juan, la mujer más hermosa y que él más había querido en su vida. Se intrigaba por el inexpugnable mundo de Susana San Juan, mundo que nunca pudo comprender.

Un día de mercado en Comala pocos indios bajaron de Apango al pueblo con ramos de manzanilla, Bartolomé, ya muerto, se le aparece a Justina Díaz (que cuidaba a Susana, ya enferma y con desvaríos) y le dice que Susana San Juan ya no necesita de su compañía, mientras que un gato no dejaba dormir a Susana. Justina le dice a Susana que había muerto su padre, y ésta hilvana la noticia con la impertinencia del gato la noche anterior.

Recordando su juventud, Susana rememora el instante en que su padre la hizo descender por un hueco en búsqueda de monedas de oro, pero lo único que encontró fue un cadáver. Desde entonces Susana perdió la cordura.

El padre Rentería visita en su lecho de enferma a Susana, pero ésta lo confunde con su padre y lo rechaza.

El tartamudo, un empleado de Pedro Páramo, relata a éste cómo unos revolucionarios asesinaron a Fulgor Sedano. Pedro Páramo, en lugar de lamentar su muerte, siguió pensando en Susana San Juan. Cuando los revolucionarios visitan la Media Luna, y luego de que éstos le dijeran que luchaban contra el Gobierno y los ricos como él y le exigieron dinero, Pedro les promete ayuda económica. Entonces le da dinero y 300 hombres, al mando de Damasio El Tilcuate, para que se conviertan en revolucionarios.

En tanto que Susana San Juan sueña reclamándole a Dios por la muerte de Florencio, su ex marido, Pedro Páramo vigila sus sueños sin sosiego. Al día siguiente el padre Rentería encontró desnuda a Susana tendida en la cama.

Gerardo Trujillo, abogado tradicional de la familia Páramo, temeroso de la revolución y desilusionado por la ingratitud y falta de reconocimiento por parte de su patrón actual Pedro Páramo por los trabajos lícitos e ilícitos, y, en general, por la de Lucas Páramo, su ex patrón, decide renunciar. Pedro Páramo acepta su renuncia, sin pedirle que se quede y sin brindarle las esperadas manifestaciones de gratitud y reconocimiento. Por eso, minutos después, regresa y decide no renunciar.

Damiana Cisneros observa cómo una noche Pedro Páramo, subrepticiamente, ingresa a la habitación de la Chacha Margarita para tener intimidad. Entonces recuerda cómo otrora ella estuvo a punto de yacer carnalmente con Pedro Páramo.

El Tilcuate regresa de la revolución y pide ayuda a Pedro Páramo, pero éste se la niega y le aconseja que se enrole en las filas del bando revolucionario de los ganadores. Le dice que si quiere recursos para la revolución que asalte a Contla porque allí hay muchos ricos. Seguidamente Pedro Páramo recuerda que cuando cohabitó con la Chacha Margarita pensó que lo hacía con Susana San Juan.

Susana platica con Justina sobre el pecado, la muerte, el infierno y el cielo. Justina también dialoga con Pedro Páramo sobre Susana. Pedro Páramo visita a Susana y luego llega el padre Rentería.

Dos viejecitas, Fausta y Ángeles, platican sobre la luz que se observa en la ventana de la habitación de Susana San Juan y de su inminente muerte.

Susana San Juan rechaza la presencia del padre Rentería, quien siembra imágenes macabras de gusanos, podredumbre y muerte en la mente de ésta, pero la enferma entretiene pensamientos eróticos, y le concede el perdón. Luego fallece Susana.

Por la muerte de Susana San Juan repicaron las campanas, sin parar, durante tres días. A Comala llegaron muchas personas, pero no al duelo por ese fallecimiento, sino que organizaron una fiesta carnavalesca. La Media Luna se quedó en silencio y en Comala prosiguió el bullicio de las ferias. Por este desaire, Pedro Páramo juró vengarse dejando morir de hambre a los habitantes de Comala. De ahí en adelante Pedro Páramo se sentó en el equipal y fue perdiendo las ganas de vivir.

El Tilcuate cada vez que regresaba le decía a Pedro Páramo que iba cambiando de bando revolucionario, sin saber por qué estaba en la revolución. Pedro Páramo le aconsejó que se enrolara con el Ejército, pero dijo que no porque eran irregulares. Cuando le pidió que se desmovilizara, resolvió irse con el padre Rentería, quien también se había levantado en armas.

Pedro Páramo, solitario y anciano, seguía, sentado sobre el equipal, pensando en Susana San Juan. Pero, Abundio Martínez, uno de sus tantos hijos que diseminó por Comala, luego de que se le muriera su esposa Refugio, "la Cuca", en estado de embriaguez, lo asesinó con un cuchillo, en presencia de Damiana Cisneros, empleada de la Media Luna, luego de haberle pedido dinero para el entierro de Refugio, y que Pedro Páramo se lo negara. Añorando a Susana San Juan, Pedro Páramo murió, desmoronándose "como si fuera un montón de piedras".

Por su parte, la lectura de lo narrado -en primera persona- por Juan Preciado, casi en forma lineal, me brindó el siguiente resumen:

Tiempo después, cuando ya todos estaban muertos, Juan Preciado –que aún no lo sabía- fue a Comala en búsqueda de su padre Pedro Páramo, en cumplimiento de una promesa que le había hecho a su madre Dolores Preciado, siete días antes, cuando ésta murió. Se encontró con un pueblo solitario, sin ruidos, sin árboles, donde sólo se daban las frutas agrias, con ecos, con murmullos, con ánimas deambulando, con imágenes espectrales, con las puertas desportilladas, las casas invadidas por hierba, con las puertas cerradas y por dentro repletas de tiliches.

Antes de llegar a Comala, en el camino se encontró con el arriero Abundio Martínez, quien le dijo que él también era hijo de Pedro Páramo y que éste era un "rencor vivo". Abundio le mostró toda la vasta extensión de la Media Luna, le informó que Comala estaba deshabitada y que Pedro Páramo ya estaba muerto. Así mismo, le indicó donde quedaba Comala y le pidió que fuera a visitar a Eduviges Dyada.

A penas llegó a Comala experimentó el calor, la soledad, el abandono y el deambular de personas como si estuvieran muertas, como en efecto lo estaban pero él aún no lo sabía. Había venido desde Sayula. Se encontró con una mujer envuelta en un rebozo (más adelante sabemos que es Sixtina Cisneros, hermana de Damiana Cisneros), la cual aparecía y desaparecía como si no existiera, con una voz hecha de hebras humanas. Ella le indicó dónde vivía Eduviges Dyada; y Juan la buscó. Eduviges lo hospedó en su pensión y le dijo que su madre Dolores Preciado le había avisado de su visita, a la vez que le contó que ella, por circunstancias del azar, estuvo a punto de ser su madre, ya que en la noche de bodas se acostó con Pedro Páramo en reemplazo de Dolores que estaba indispuesta, pero que él no tuvo intimidad con ella porque se quedó dormido; pero que en la madrugada Dolores sí se acostó con él. Eduviges le platicó sobre el pasado de Dolores, ya que las dos habían sido muy amigas desde la infancia. Lo enteró que, tiempo después del matrimonio, Dolores decidió irse para Colima para donde su hermana Gertrudis, porque Pedro Páramo no la quería y la mantenía muy ocupada en los quehaceres domésticos. También le hizo un relato detallado sobre la muerte de Miguel Páramo al caer de su caballo El Colorado en instantes en que saltaba sobre un lienzo de piedra que había mandado levantar su padre Pedro Páramo, en momentos en que iba para Contla a buscar a su novia. También le comentó sobre las argucias de Inocencio Osorio ("Saltaperico"), el provocador de sueños, hábil en el arte del abuso de mujeres. Además le dijo que Abundio se había quedado sordo por un cohetón que le estalló cerca de la cabeza, pero que él ya estaba muerto.

Juan Preciado, instalado por Eduviges Dyada, durmió en un cuarto abandonado y escuchó un grito desgarrador. Luego apareció Damiana Cisneros y le aclaró que ese grito lo había dado Toribio Aldrete al morir ahorcado en esa habitación años antes. Así mismo le platica sobre los murmullos y sobre los ecos de que está lleno el pueblo. Ella le informó que había sido amiga de Dolores. Damiana dijo que ese pueblo estaba lleno de murmullos y le hablaba de éstos. Le refirió, igualmente, que tuvo una hermana llamada Sixtina, ya fallecida, y 16 hermanos más. Juan Preciado le dijo que su madre había muerto, tal vez de tristeza.

Después Juan Preciado vio, como entre sombras, a dos damas que pasaron platicando sobre Filoteo Arréchiga, encargado de conseguirle mujeres a Pedro Páramo. Escuchó, además, a Galileo y su cuñado (posiblemente los Fregosos o los Guzmanes) discutiendo por la venta de unas tierras a Pedro Páramo. Oyó luego a un hombre pretendiendo a Chana, quien se niega con el pretexto de que su padre está viejo y debe cuidarlo. Después escucha voces, ruidos, rumores y una canción a lo lejos.

En seguida conoció a dos hermanos desnudos (hombre y mujer) que vivían en concubinato incestuoso. La mujer no tenía nombre y el hombre se llamaba Donis. La pareja de hermanos le brindan cobijo en su casa. La mujer le cuenta a Juan sobre su relación incestuosa, sobre las ánimas en pena que vagan por Comala y sobre la visita de un Obispo al pueblo, quien no la absolvió por vivir en concubinato.

Después Juan observa cómo una mujer, aprovechando la ausencia de los hermanos, ingresa furtivamente a la vivienda y se lleva dos sábanas (más tarde se sabrá que era hermana de sus anfitriones, y que, la esposa de Donis, a espaldas de éste, le había cambiado las sábanas por carne para darle de comer a Juan). Cuando ellos regresan Juan les cuenta lo sucedido, pero ellos no le creen y piensan que está loco.

Siguiendo con el desarrollo del relato, Juan intenta conversar con su madre.

Al día siguiente, cuando Donis se va del pueblo, utilizando el ardid de irse a buscar un becerro desbalagado, Juan se acostó con la mujer en la cama de la pareja, atendiendo a la invitación de ésta. Entonces la mujer pareció derretirse como si fuera de barro. Juan sale a la calle porque se ahoga por falta de aire, y muere.

Mucho tiempo después, en su tumba, donde está enterrado con Dorotea La Cuarraca, le confiesa a ésta cómo falleció y le aclara que no murió de ahogo, sino por causa de los murmullos y del miedo. Dorotea le cuenta que había trabajado en la Media Luna y que era la encargada de buscarle mujeres a Miguel Páramo. Le relató sus desgracias, sus arrepentimientos que le amargaron la vida y que el padre Rentería le había dicho no irá al cielo por sus pecados. También le refiere su historia sobre dos sueños: uno en que tenía un hijo y otro en que no lo tenía. Esos sueños la hicieron sufrir y contribuyeron a que perdiera el cielo.

Juan oye a Susana San Juan (quien está enterrada cerca de su tumba con Justina Díaz) hablar sola rememorando cuando murió de tisis su madre, a cuyo velorio nadie asistió, por temor a contagiarse de la enfermedad. Enseguida Juan y Dorotea escuchan a Susana San Juan hablando sobre un supuesto viaje que ella hizo al mar en compañía de Florencio, su ex esposo. Después Susana conversa sola remembrando la muerte de Florencio.

Más tarde, Juan y Dorotea escuchan hablar a una de las tantas víctimas de Pedro Páramo. Dorotea le cuenta cómo mataron a Lucas Páramo, padre de Pedro Páramo, cuando fungía como padrino en una boda; cómo resolvió vengarse Pedro Páramo y la tristeza en que se sumió éste tras la muerte de Susana, dejando que el pueblo se arruinara, que muchos murieran de hambre y otros se fueran. Dorotea, que dijo a Juan haber morir a Susana San Juan, fue una de las personas que falleció cuando Pedro Páramo dejó morir al pueblo de hambre.

Comentario

Para poder comprender la novela (de corte surrealista) y encontrarle el sentido (ciertamente algo oculto) fue preciso "armar" esa especie de "retazos" o "piezas de rompecabezas" con el ánimo de estructurar la obra; trabajo no exento de algunas dificultades, por cuanto no se trata de una novela tradicional respecto a su estructura externa o superficial, que es donde, en mi humilde concepto, radica gran parte de su hechizo. "Pedro Páramo" es un maravilloso texto que hechiza con la inigualable magia de su lenguaje, de tan peculiar estilo literario que derrocha a raudales su autor.

Como sus principales temas destaco la muerte, la violencia, la opresión, la desesperanza, la soledad, el miedo, el amor, el arrepentimiento, el olvido y la doble moral de la iglesia.

Pedro Páramo simboliza "piedra" y "lugar frío y deshabitado"; él mismo es voluntad de poder: quiere, puede y se atreve. Comala, "lugar sobre las brasas", encierra muchos símbolos: abandono, olvido, calor, murmullos, muerte, hambre, cementerio… Comala simboliza también el continente latinoamericano: pobre, sin identidad, poblado de personas que caminan como robots, marginado, desesperanzado, atrasado, muerto… Así encontramos otros símbolos representados en algunos de los personajes: Fulgor Sedano el servilismo. Toribio Aldrete la injusticia. El padre Rentería el límite entre el bien y el mal. Susana San Juan el amor idealizado. Juan Preciado el absurdo. Donis y su hermana el incesto. Miguel Páramo la haraganería. Gerardo Trujillo la resignación. Dolores Preciado la cosificación. Ana el perdón. Abundio Martínez la venganza. Eduviges Dyada, Damiana Cisneros, Dorotea, Justina Díaz y otros el anonimato.

La madre de Pedro Páramo y Fulgor Sedano los destaco como seres premonitorios. Ella le advirtió que le iría mal en la vida, como en efecto le ocurrió a Pedro Páramo, luego de que éste le hubiera dicho que él no estaba para resignaciones. Fulgor Sedano previno a Pedro Páramo respecto a que su hijo Miguel Páramo "se malograría" porque era muy pendenciero, y que terminaría perdiendo las carreras que jugaba contra el tiempo. Eso le acaeció a Miguel Páramo.

Lo que más llama la atención de tan compleja novela no es su estructura interna, profunda o subyacente, sino su estructura superficial o externa, elaborada en un lenguaje exquisito, con ricas metáforas, con frases sublimes. El autor utiliza un lenguaje enternecedor, musical, agradable, a pesar de los modismos y los términos cotidianos. Hay saltos en el antes y en el después. Es una "historia" atemporal y sin espacio. Es una forma muy particular de narrar. Tal vez en esto y en su agradable lenguaje radica la belleza de tan excelente novela. El lector inteligente y preparado se encuentra estupefacto ante un aparente rompecabezas que deberá recomponer, con cuidado y atención, para que al final pueda sentir el placer de la lectura creativa, comprensiva y totalizadora de esta obra maestra de la narrativa contemporánea. Su argumento no es tan atrapador, como su lenguaje. No encontramos en ella profundidades filosóficas, metafísicas, jurídicas ni sicológicas. No son muchos los mensajes que implica la obra. Se evidencia algo sobre la soledad, el olvido, el sinsentido, la opresión, la religiosidad y la marginación del pueblo latinoamericano. La única que tiene una visión paradisiaca de Comala, contraria a la que encuentra Juan Preciado, es Dolores Preciado.

No trato de internarme en intrincados laberintos interpretativos en procura de desentrañar mensajes profundos, perfiles sicológicos, sesgos ideológicos, denuncia social y otros tópicos que son evidentes o tácitos en la literatura. Mi modesta intención es destacar someramente la fiesta de palabras con que tanto me deleitó el escritor. Me identifico con la afirmación de Arturo Melgoza cuando expresó que Rulfo logró expresar el silencio con palabras.

El uso de frases cortas, con un lenguaje diáfano y cotidiano, son uno de los atractivos irresistibles de la novela. Sus frases cortas son típico ejemplo del principio de economía del lenguaje. ¡Qué maestría narrativa encuentro en cada frase! Esta valiosa pieza literaria es una obra de arte hecha para gustar y agradar. "Es, según yo sé, la pura maldad. Eso es Pedro Páramo" (p. 70). Es un disfrute inefable leer algo como esto. ¿Qué tal el profundo hechizo de lo siguiente?: "…Era un gran platicador. Después ya no. Dejó de hablar. Decía que no tenía sentido ponerse a decir cosas que él no oía, que no le sonaban a nada, a las que no les encontraba ningún sabor" (p. 17). Simplemente una delicia textual. Palabras para saborear y disfrutar, que para eso es la literatura. "Yo creía que aquella mujer estaba loca. Luego ya no creí nada. Me sentí en un mundo lejano y me dejé arrastrar. Mi cuerpo, que parecía aflojarse, se doblaba ante todo, había soltado sus amarras y cualquiera podía jugar con él como si fuera de trapo" (p. 13). Sencillamente encantador. ¿Qué más se puede decir de semejante banquete narrativo? Solamente vivenciando nuestra dimensión simbólica se logra este disfrute inefable.

Las investigaciones sicológicas, lingüísticas y de crítica literaria teorizan que el arte libera tensiones. La literatura, como expresión artística, cumple con esta función. Cuando deseo un solaz para mi espíritu, a veces tenso por la dinámica de nuestra sociedad consumista y competitiva, ingreso en el maravilloso cosmos de los libros, y el universo de Pedro Páramo es una "medicina" para aliviar tensiones sicológicas o, en leguaje aristotélico, hacer "catarsis" o clarificar el espíritu humana

. Es apasionante y liberador adentrarse en el encantador mundo de esta corta novela porque en ese orbe real y fantástico la vida del lector atento se le convierte en fruición, a pesar de la soledad, el miedo, los murmullos, la violencia, el olvido y otros fenómenos que flagelan la existencia de los personajes de esta singular pieza narrativa. Novela en que el hechizo del lenguaje convierte la narración en una fiesta de palabras, animadas por la dinamicidad del relato en donde no existen límites entre prosa y poesía. El derroche de lenguaje traslaticio y de figuras retóricas da armonía y musicalidad a las frases, conformando una inmensa orquesta en la que cada palabra suena con melódico ritmo… ¡Qué agradable es leer y recrearse en el cautivador universo rulfiano!

Si se quiere indagar por otros personajes, como por ejemplo, Miguel Páramo, podemos leer los fragmentos 11, 12, 14, 15, 16, 38, 40 y 41. Según mi lectura e interpretación, éste es el orden de importancia de los personajes principales: Pedro Páramo, Juan Preciado, el padre Rentería, Susana San Juan, Miguel Páramo, Fulgor Sedano, Dorotea, Eduviges Dyada, Damiana Cisneros, la hermana y esposa de Donis, Abundio Martínez, Damasio el Tilcuate, Gerardo Trujillo, Justina Díaz y Bartolomé San Juan.

Mis imágenes favoritas

La cascada de imágenes es un derroche de genialidad narrativa. Leamos sólo algunas:

  • 1. "El agua que goteaba de las tejas hacia un agujero en la arena del patio. Sonaba: plas, plas, y luego otra vez plas, en mitad de una hoja de laurel que daba vueltas y rebotes metida en la hendidura de los ladrillos. Ya se había ido la tormenta. Ahora de vez en cuando la brisa sacudía las ramas del granado haciéndolas chorrear una lluvia espesa, estampando la tierra con gotas brillantes que luego se empañaban. Las gallinas, engarruñadas, como si durmieran, sacudían de pronto sus alas y salían al patio, picoteando de prisa atrapando las lombrices desenterradas por la lluvia. Al recorrerse las nubes, el sol sacaba luz a las piedras, irisaba todo de colores, se bebía el agua de la tierra, jugaba con el aire de la mañana" (p. 14 y 15).

  • 2. "-Este pueblo está lleno de ecos. Tal parece que estuvieran encerrados en el hueco de las paredes o debajo de las piedras. Cuando caminas, sientes que te van pisando los pasos. Oyes crujidos. Risas. Unas risas ya muy viejas, como cansadas de reír. Y voces ya desgastadas por el uso. Todo eso oyes. Pienso que llegará el día en que estos sonidos se apaguen" (p. 36).

  • 3. "Al amanecer, gruesas gotas de lluvia cayeron sobre la tierra. Sonaban huecas al estamparse en el polvo blando y suelto de los surcos. Un pájaro burlón cruzó a ras del suelo y gimió imitando el quejido de un niño; más allá se le oyó dar un gemido como de cansancio, y todavía más lejos, por donde comenzaba a abrirse el horizonte, soltó un hipo y luego una risotada, para volver a gemir después" (p. 52).

  • 4. "El viento bajaba de las montañas en las mañanas de febrero. Y las nubes se quedaban allá arriba en espera de que el tiempo bueno las hiciera bajar al valle; mientras tanto dejaban vacío el cielo azul, dejaban que la luz cayera en el juego del viento haciendo círculos sobre la tierra, removiendo el polvo y batiendo las ramas de los naranjos" (p. 63).

  • 5. "Faltaba mucho para el amanecer. El cielo estaba lleno de estrellas, gordas, hinchadas de tanta noche. La luna había salido un rato y luego se había ido. Era una de esas lunas tristes que nadie mira, a las que nadie hace caso. Estuvo un rato allí desfigurada, sin dar ninguna luz, y después fue a esconderse detrás de los cerros" (p. 86).

El "poder pastoral" en Pedro Páramo

Aunque mi cometido no es profundizar en los personajes, sí es procedente disertar brevemente sobre el padre Rentería, pues encarna "el poder pastoral", que es un macrouniverso en torno al cual giran muchos de ellos. El párroco de Comala ejerce el poder moral y, en cierta manera, el civil. "La institución religiosa, al igual que la civil, necesita agentes o ministros a través de los cuales se hace presente en la comunidad"[3]. Si se quiere conocerlo con profundidad se debe acudir a los fragmentos 14, 15, 17, 23, 41, 50, 63 y 67.

Mi reflexión la enfoco desde la categoría del "poder pastoral", planteada por el filósofo Michell Foucault, quien concibe a éste como el poder que ejerce la iglesia católica a través de los sacerdotes, quienes alienan al feligrés para que piense lo que hay que pensar, para que diga todo lo que hay que decir; o sea para que no piense por sí mismo. A través del "poder pastoral", el sacerdote tácitamente le dice al creyente: Yo te voy a controlar. Yo te voy a dominar. "Esto es debido al hecho de que el Estado occidental moderno, ha integrado en una nueva forma política, una vieja técnica de poder, que tiene su origen en las instituciones cristianas. Podemos llamar a esta técnica de poder, poder pastoral"[4]. El poder pastoral, tal como señala Mónica Flórez Gómez, "se encuentra incrustado en la parte medular de la ideología liberal: el control y conocimiento total e individualizado del rebaño, tanto de sus cuerpos como de sus almas"[5].

Partes: 1, 2
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