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Religión Islámica

Enviado por argaix


    Introducción

    Arabia Preislámica:

    La religión islámica está íntimamente ligada a la región geográfica y al país en que se originó. La península de Arabia, de clima tropical, árida e inhóspita en buena parte de su extensión, fue cuna del islamismo, una de las religiones más importantes del mundo actual. Lo fue, en su zona occidental contigua al Mar Rojo, situada al norte de la región montañosa del Yemen, más rica en aguas y asiento de culturas antiguas, en decadencia en la época en que vivió el profeta del Islam. La zona mencionada abarca el extremo noroeste de la península de Arabia y contaba con buenos oasis y ciudades muy activas gracias a su privilegiada situación entre Siria y los fabulosos mercados de la India. El ir y venir de los mercaderes, con el trasiego de mercancías, llevó a esta región, llamada Hedjaz, ideas de otros países y culturas que no dejaron de influir en los habitantes de los centros urbanos, antiguos beduinos vueltos sedentarios en su mayor parte, mientras las tribus de pastores nómadas se mostraban menos propicias a contactos e innovaciones.

    El camello con su gran resistencia a la sed, era el medio de transporte más eficaz para las caravanas que recorrían las tierras desérticas. Y el beduino, podía convertirse según las circunstancias en amigo o enemigo del mercader forastero, pero su trato era deferente, su hospitalidad proverbial y su curiosidad despierta. Aficionados a la poesía. lírica aunque vigorosa y realista, han conservado con ella tradiciones preislámicas

    Creencias de la Arabia preislámica:

    Sus creencias en un polidemonismo, o pluralidad de espíritus protectores que residen en el agua, los bosques y las piedras, están enraizadas en el viejo panteón de los antiguos semitas. En especial, las piedras eran objeto de veneración. En la ciudad de La Meca existía desde muy antiguo un santuario que centraba las peregrinaciones de los beduinos. Este santuario, de planta rectangular, con un gran patio central a cielo abierto, había ido recogiendo, con el tiempo, los ídolos de muchas tribus y familias, convirtiéndose en el panteón preislámico por excelencia. De todos estos ídolos, el más importante era una piedra basáltica negra, tal vez un aerolito, que constituía el gran fetiche de los joraichitas, a la que algunos identifican con Húbal, la divinidad principal.

    El santuario de la Caaba:

    El santuario mequés de la piedra negra o piedra sagrada ha perdurado hasta nuestros días tras sucesivas modificaciones; siendo la última importante ña del siglo XVII. La planta del santuario propiamente dicho, rectangular, mide diez por doce metros. Todavía se conserva y venera la piedra basáltica, engastada en su extremo sur oriental, a metro y medio del nivel del suelo, y el pozo sagrado de Zemzem para las abluciones. Continúan practicándose viejas normas rituales de origen mágico. Y la Caaba sigue siendo centro obligado de visita en las peregrinaciones islámicas a La Meca.

    Prácticas rituales:

    Entre las prácticas religiosas de las distintas tribus sobresalía, con carácter unificador, el culto a las piedras (litolatría), en especial a las "piedras divinas" o aerolitos, caídas del cielo, que también se hallan entre los primitivos hebreos ( adoración de betilos).

    Junto a los dioses protectores de las distintas tribus, se precisan tres divinidades femeninas, entre ellas Uzzá, asimilable a la Venus asiática, con un santuario propio en Nákhlah. Estas divinidades estaban supeditadas al "dios protector de la tribu" que recibía el nombre genérico de Alláh (dios). Pero no cabe pensar en un culto monoteístico anterior a Mahoma. Se conocían los sacrificios, en general de camellos, que tenían lugar en ciertas épocas del año en los santuarios tribales. Los fieles se reunían en ellos, se rapaban la cabeza en señal de penitencia y participaban en la comida ritual, comiendo de la carne del animal inmolado. Las procesiones y las vueltas en torno del santuario, con cánticos y aclamaciones, constituían el suplemento de estas ceremonias primitivas. No existía clase sacerdotal, aunque sí guardianes en los santuarios, y arúspices (sacerdotes de la antigua Roma que examinaba las entrañas de las víctimas para hacer presagios: Lat. haruspex) y adivinos que predecían el porvenir.

    Precursores de Mahoma:

    La tradición islámica se refiere a la aspiración de las tribus litolátricas de la Arabia preislámica a una vida mejor. La investigación admite la creencia en seres maléficos ultraterrenos, pero no permite vislumbrar la noción concreta de una vida futura o de la inmortalidad del alma. Se conocen algunas figuras privilegiadas del Hedjaz, anteriores a Mahoma, que profesaron un monoteísmo no identificable con el judío ni con el cristiano, que rechazaron las creencias y prácticas de sus contemporáneos, y que luego se mantuvieron apartadas de la renovación islámica. Se ha pensado que estas figuras se inspiraron en los gnósticos. La tradición les llama hanifs. De hecho, son precursores que preparan el ambiente para la labor sintetizadora de Mahoma, aunque luego disientan del profeta.

    Mahoma:

    El Profeta del Islam, Mahoma o Muhammad, también llamado Ahmad en el Corán, nació "el lunes 9 del mes de Rabi-Awal" (20 de Abril del año 571 d. C.). Pertenecía a la familia de los hachemitas, de ascendencia aristocrática, pero de posición humilde. Su padre, Abdalláh, y su madre, Amina, fallecieron siendo él muy joven. Se desconoce la mayor parte de su niñez y juventud, en que la tradición islámica supone que realizó varios viajes, estableciendo contacto con monjes cristianos. Su abuelo, abd- al-Muttalib y al fallecer éste, su tío, Abu Talib, recogieron al muchacho huérfano y procuraron su educación, en parte junto a su primo Alí.

    A los veinticinco años, cuando ya se hallaba entrenado en el negocio caravanero, casó con una viuda rica, Jadicha, cuarentona, de la que tuvo varios hijos, sobreviviéndole tan sólo su hija Fátima, que casó con Alí. Del matrimonio del primo de Mahoma con su hija, surgiría la familia de los descendientes legítimos del profeta. "Abul Feda, príncipe de Hama a comienzos del siglo XIV, describe de este modo a Mahoma: era de talla mediana; tenía la cabeza grande y muy fuertes las manos y los pies; era de recios huesos y cuerpo vigoroso; su barba espesa, la color rosada, los ojos negros, muy agradable y noble rostro, lacio el cabello y el cuello blanco y terso como el marfil".

    A los treinta años de edad (601 d.C.) experimentó una crisis espiritual en la que "recibió" el Corán, tras visiones nocturnas en las que "la sabiduría eterna selló sus leyes" (Corán 44,3). El destino humano le preocupaba: "Los incrédulos dicen: sólo tenemos una muerte que sufrir y no resucitaremos" (Corán 44, 33 y 34). El pensamiento en el más allá motivó su conversión: "Acuérdate del nombre de tu Señor y sepárate de todos los demás, para entregarte por completo a Él" (Corán 73,8). "Él es el Señor del Oriente y Occidente; no hay más Dios que Él: tómale pues, oh Mahoma, por tu patrono" (Corán 73,9). Esta afirmación monoteísta y la creencia en la resurrección, que aparecen en el judaísmo y en el cristianismo, debían significar una ruptura con el pasado preislámico y erigirse en puntos clave de la nueva religión.

    Cuando Mahoma, percatado de su misión, que creía inspirada por Dios a través del arcángel Gabriel, empezó a predicar en La Meca, chocó con la indiferencia de sus conciudadanos y muy pronto, con la oposición abierta de los ricos, a quienes molestaba su mensaje de justicia social. Alláh, clemente y misericordioso, le llevó durante la noche "al templo lejano de Jerusalén (la tercera ciudad santa de los islamitas), cuyo recinto bendijo para hacerle ver sus milagros" (Corán 17,1). Esta división debía reconfortarle, pero el número de prosélitos seguía siendo exiguo, reducido al círculo de sus parientes y amigos íntimos. Dos de éstos, Abu Bekr y Omar, espíritus resueltos, figuraban entre sus primeros seguidores.

    La Hégira:

    Tras un intento de hacer conversos entre los habitantes de Taif, entró en contacto con árabes de Yatrib que le invitaron a ir a su ciudad. La Emigración o hégira de La Meca a Yatrib tuvo lugar el 16 de julio del año 622, fecha que señala el inicio del calendario musulmán. Mahoma contaba entonces cincuenta y un años de edad, e iba a cambiar de táctica. A la finalidad puramente espiritual de conversión de los árabes añadía el recurso bélico. Yatrib que sería desde ahora la "ciudad del profeta" (Madinat al-Nabi) o Medina, se convertiría en centro de sus operaciones. La "guerra santa" contra los mequeses infieles estuvo declarada cuando Mahoma hubo hecho los primeros prosélitos entre los medineses y obtenido la jefatura de la ciudad.

    Los medineses le apoyaron con tesón. Mahoma procuró, de momento, contemporizar con los judíos, arbitrar entre las distintas tribus rivales y dar unidad al pueblo árabe, declarando el vínculo de la fe islámica superior al de la sangre.

    El Islam se iba a convertir en una teocracia capaz de humillar a los infieles. Los joraichitas fueron los primeros en experimentarlo en Badr (624), dedicándose a preparar la revancha desde La Meca y logrando derrotar a los musulmanes en Uhud (625). Mahoma, herido en la refriega, se rehizo pronto y reavivó el ánimo de sus gentes lanzándolas a asaltar las caravanas mequesas. Beduinos del desierto y abisinios acudieron a la llamada de La Meca para aniquilar las huestes de Mahoma, bloqueándolas en Medina (627) durante un mes y retirándose más tarde sin haber pasado el foso que mandara construir el profeta para proteger la ciudad.

    El fracaso de los atacantes permitió llegar a una avenencia con los poraichitas mequeses. Mahoma ensayó la vía diplomática y entró en tratos con La Meca, en espera de poder conquistarla. Casó incluso con Umm Habiba, hija de un joraichita notable, Abu Sufyan, y éste le facilitó la entrada en la ciudad (630). Dos años después de su retorno a La Meca, cuando contaba sesenta y uno de edad, el 8 de junio del 632, falleció el profeta en Medina. A su muerte, tan sólo la región del Hedjaz podía considerarse bastante islamizada. El espíritu tribal revivió. Los beduinos se separaron. La sucesión fue discutida, recayendo al fin en el padre de la favorita del profeta, Aicha, y amigo íntimo en los momentos duros de los comienzos de la predicación islámica: Abu Bekr, primer califa o vicario del profeta.

    El Islam:

    La doctrina predicada por Mahoma fue recogida en el Corán, libro sagrado de los musulmanes y en el conjunto de la Sunna o Tradición islamita. El Profeta no redactó obra alguna; se había limitado a predicar el Islam, religión nueva cuyo principio básico consiste en la sumisión plena a la voluntad de Alláh, el Dios único.

    El Islam iba a triunfar sobre el paganismo de los árabes, asimilando en parte sus tradiciones y lograría una expansión rápida por Occidente y Oriente. Antes de examinar estos aspectos, no obstante, conviene que nos detengamos un poco en la esencia de su doctrina.

    La profesión de fe ( XAHÁDA ), RESUME LA EXPRESIÓN DE LA FE ISLÁMICA EN LA FRASE: "No hay más Dios que Alláh y Mahoma es su profeta". El Corán la glosa así: "¡ Oh fieles!, creed en Dios, en su Enviado, en el libro que Alláh envió a su profeta Mahoma y en las escrituras que envió antes. Pues el que no creyere en Dios, en sus ángeles, en sus libros, en sus profetas y en el juicio final, se halla en un error lejano de la verdad" (Cor., 4,135). El poderío de Dios es infinito (Cor., 11,4), pero "el Señor es el más equitativo de los jueces (Cor., 10,109), es clemente y misericordioso" (Cor., 10,107)

    Acaso la mejor expresión de fe en Alláh se halle en el siguiente versículo: "El que busca la verdadera grandeza la encuentra en Dios, fuente de donde manan todas las perfecciones": (Cor., 35,11)

    La oración (SALÁT): Elevad plegarias, haced limosnas, inclinaos sumisos …" (Cor., 2,40). "Queremos que el lugar a donde tu diriges tus ruegos te sea grato. Vuelve tu frente hacia el templo de Haram (la mezquita sagrada de La Meca). En cualquier lugar donde te halles, dirige tus miradas hacia el santuario augusto". (Cor., 2,139) "¡Oh, creyentes! No oréis cuando estéis embriagados; esperad a poder comprender vuestras plegarias. No oréis tampoco cuando estéis sucios. . . frotaos el rostro y las manos con polvo si no tenéis agua". (Cor., 4,46). "Cumplid con todas las oraciones; pues la oración prescrita a los creyentes tiene fijadas diferentes horas". (Cor., 4,102). "Haced la oración al nacimiento del día, a la puesta del sol y por la noche". (Cor., 11,116). "Entrégate a la oración, desde el momento en que empieza a declinar el sol, hasta que haya entrado la oscuridad de la noche; y a la lectura del Corán en la aurora…" (Cor., 17,79). "Cumplid exactamente las plegarias, sobre todo las del mediodía. Alzaos y rogad con devoción. Si tuviereis miedo podéis hacer la plegaria marchando, ya a pie ya a caballo…" (Cor., 2,239 y 240).

    Pero, en la azora de la caridad añade: "¡Desgraciados de los que hacen la oración y la hacen con negligencia! O la hacen por ostentación, y se niegan a socorrer a sus semejantes": (Cor., 107, 4-7)

    El ayuno ( Sawm)

    "¡Oh creyentes! Está escrito que seréis sometidos al ayuno como lo fueron vuestros padres, a fin de que temáis al Señor. Los días de ayuno son contados, y el que estuviera enfermo o en viaje, ayunará después un número de días igual" (Cor., 2, 179 y 180). "El mes del Ramadán, en el cual el Corán ha descendido del cielo para ser la guía, la luz de los hombres y la regla de sus deberes, es el tiempo destinado a la abstinencia… La comida y la bebida os son permitidos hasta el instante en que podáis distinguir, a la naciente luz del día, un hilo blanco de un hilo negro. Cumplid en seguida el ayuno hasta la noche; alejaos de vuestras mujeres y llenad el día con vuestras plegarias". (Cor., 2, 181 y 183)

    Limosna ritual ( Zakah)

    "… dad limosna; el bien que hagáis lo hallaréis cerca de Dios, que ve vuestras acciones". (Cor., 2,104) …¡no anuléis el mérito de vuestras limosnas, con la murmuración y la iniquidad!… (Cor. 2,266). !Haced limosnas de los bienes que hayáis adquirido y de los que hemos hecho surgir de la tierra; no escojáis la peor parte de lo que tengáis para las dádivas. No ofrezcáis aquello que no quisierais recibir": (Cor., 2,191). "La limosna que hagáis y el voto que hayáis prometido, serán conocidos del cielo": (Cor., 2,273).

    Peregrinación a La Meca

    "Cumplid la peregrinación a La Meca, por lo menos una vez a la vida, y la visita al Templo, en honor de Dios. Si tenéis impedimento, ofreced al menos un pequeño regalo. No afeitéis vuestras cabezas hasta que las víctimas hayan llegado al lugar donde deben ser inmoladas. Quien por enfermedad u otro accidente, se viera obligado a afeitarse antes de este momento, tendrá por expiación el ayuno, la limosna o la ofrenda. Cuando ya no tenga nada que temer, aquel que emprende el peregrinaje a La Meca, ofrecerá, después de haber visitado los santos lugares, tanto como su peculio le permita. Y quien nada pueda ofrecer, ayunará tres días durante el viaje y siete después de su regreso … La peregrinación se hará en los meses prescritos… Tomad provisiones para el viaje y sabed que la mejor provisión es la piedad… Cuando regreséis del monte Arafat, acordaos del Señor cerca del momento de Haram. Haced en seguida procesiones en los lugares donde los otros las hacen e implorad la clemencia del Señor". (Cor., 2, 192-195).

    La guerra santa ( Jihad )

    Un sexto precepto cabe añadir a los cinco apuntados: el de la Guerra Santa o Jihad. "Combatid por la defensa de la fe…" (Cor., 2,245). "Combatid con denuedo bajo los estandartes de Dios…".(Cor., 22,77). "Combatid a vuestros enemigos en la guerra encendida por la defensa de la religión; pero no ataquéis los primeros. Dios niega a los agresores. Matad a vuestros enemigos donde quiera que los encontréis…" (Cor., 2, 186 y 187). "Combatid… hasta que el culto divino se haya restablecido". (Cor., 2, 189). "Si morís u os matan combatiendo en la senda de Alláh, os espera su misericordia, que es mejor que las riquezas mundanas que atesoráis". (Cor., 3, 158). "No digáis que esos que han caído luchando bajo los estandartes de la ley, han muerto. Al contrario, viven aunque vosotros no los sentís". (Cor., 2, 149)

    El paraíso

    Mahoma promete a sus creyentes como recompensa futura, ultraterrena, el goce infinito en el Paraíso. "Aquellos que hagan oración, que sirvan y elogien al Señor, que le adoren, que ayunen, que ordenen la justicia, que prohiban el crimen y guarden los mandatos divinos, serán felices". (Cor., 9,113) ¿ En qué consistirá esta felicidad? "Estarán en posesión del Paraíso y gozarán eternamente". (Cor., 2,72), "… vivirán en los jardines donde corren los arroyos. Cuando coman las frutas que allí crecen se dirán: he aquí las frutas de que nos nutríamos en la tierra; pero de las frutas terrestres sólo tendrán la apariencia. Y encontrarán allí las mujeres purificadas, las jóvenes huríes. Y su estancia en los jardines será eterna". (Cor., 2,23), "y la paz será con ellos".(Cor., 10,10)

    El infierno

    "… Los que han tratado de embustes los signos del cielo y los deprecian, no entrarán en el Paraíso hasta que pase un camello por el agujero de una aguja. El infierno será su lecho, cubierto con mantas de fuego…" (Cor., 7,41-42), "y nunca podrán salir de él". (Cor., 4,120)

    La ley islámica

    El Corán es para los musulmanes, además, el código moral, civil y penal. Los preceptos sociales de la ley coránica, regulan la alimentación, prohiben el uso del vino y el consumo de carne de cerdo, los juegos de azar, "la suerte de las flechas", la caza en ciertas condiciones, etc. Fijan también la condición de la mujer, prescriben su conducta, reglamentan el matrimonio (se permite al musulmán tener cuatro esposas legítimas y las esclavas que pueda mantener), el adulterio, el repudio, etc. El conjunto de normas que Alláh estableció para la conducta de los creyentes constituye la Ley musulmana o Xaríah. La ley islámica es, pues, la expresión de la voluntad de Alláh y en consecuencia precisa sólo de intérprete y de ejecutor. Es ley revelada y Dios el único legislador.

    La Sunna y el Hadith

    Además del Corán, los islamitas sunnitas poseen en la "costumbre" o "tradición" (Sunna) una segunda fuente de la fe y de la ley. No siempre todos se hallan de acuerdo en su valor y en su interpretación, lo cual ha motivado distintas tendencias religiosas, desde el siglo I de la hégira ( siglo VII-VIII de Cristo). La Sunna vino a completar y a explicar el Corán después de la muerte de Mahoma, pero en ocasiones se halló en aparente contradicción con las palabras del libro sagrado. Los testimonios de la vida de Mahoma, las prácticas religiosas de los "compañeros del Profeta" y su recuerdo ayudaron a precisar la reglamentación de la fe, que se fue elaborando en Medina durante los cuarenta primeros años de la hégira, a través del "comentario" vivo.

    A su vez, los comentarios y narraciones, tendentes a precisar y valorar la Sunna, pasaron de boca en boca y en el siglo II de la hégira dieron lugar al florecimiento del Hadith, regalo piadoso, en general breve y concreto, en que se refieren hechos atribuidos al profeta y a sus compañeros. El proceso de transmisión de los hadith solía señalarse siempre cuando estos relatos se fijaban por escrito. Se consideraba importante este extremo, puesto que en los hadith se recogen sentencias de Mahoma y se precisan muchos aspectos íntimos de su vida y actuación (qué comía, cómo vestía, etc.). Las distintas facciones políticas los han aprovechado para sus conveniencias y por ello la crítica ha debido desplegar una actividad intensa, en busca de la autenticidad de estos hadith, para desenmascarar falsificaciones interesadas.

    La expansión islámica

    Las luchas internas ensangrentaron por unos momentos el naciente Estado teocrático islámico. Surgieron falsos profetas y síntomas de disgregación. El primer califa, Abu Bekr (632-634), contó no obstante, con un caudillo experto, Jalid ibn al-Walid, para dominar las tribus insurrectas. La expansión extrapeninsular se inició a continuación, por Siria en el 634. Damasco, futura capital del Islam, cayó en septiembre del año 635 bajo el mando de Jalid. Las tropas del emperador bizantino Heraclio sucumbieron en la batalla del río Yarmuk (636) y luego los musulmanes ocuparon Jerusalén (638) y Cesarea (640). La conquista de Siria pudo completarse en el 640. Los musulmanes inauguraron un régimen de tolerancia con los monofisistas sirios, obligados únicamente al pago de tributos y por lo general fueron bien recibidos.

    El Irak y la Persia de los sasánidas se convirtieron en otros tantos objetivos en la década del califa Omar (634- 644). Sad, jefe de las tropas del califa, ocupó Ctesifonte (637), capital del imperio sasánida, y recibió la sumisión del Irak. Cayeron, sucesivamente, Mosul (641) y Persépolis (649), pero no se alcanzaron los límites orientales del antiguo imperio persa hasta el 652. El campamento militar de Kufa se convirtió en la primera capital musulmana del Irak.

    La conquista de Egipto, Trípoli y Barca, fue obra del ímpetu del joraichita Amrú. Comenzada el año 639, culminó con la entrada en Alejandría (642), capital de la hasta entonces provincia bizantina de Egipto. Los coptos (monofisistas) apoyaron a los musulmanes, quienes establecieron su centro administrativo en Al-Fustat (el campamento).

    Desde Egipto y Siria se organizaron las flotas islámicas que en 655 debían derrotar a la marina de Bizancio poniendo fin a su predominio en el Mediterráneo. Y desde Egipto también, avanzaron las huestes musulmanas hacia el oeste ocupando la región de Barca, Trípoli y Cartago; y hacia el sur hasta Nubia. Desde Siria se conquistó Capadocia (647), Frigia y Armenia (653). Mientras tanto a Omar le había sucedido Otmán (644-656) que acabó sus días asesinado, entablándose una lucha por el poder en la que Alí salió triunfante. pero el gobernador de Siria, Moavia, rehusó reconocerle y se alzó contra él, obligándole a trabar combate en la llanura de Siffin (657) y a recurrir luego a un astuto arbitraje en que Alí fue depuesto.

    La facción de los jarichíes o jarejitas, se separó de los chiítas o partidarios de Alí, originándose la primera secta islámica.

    El califato Omeya

    La proclamación del joraichita Moavia en Jerusalén daba origen, en el 661, al califato omeya, que duraría hasta el 750 con capital en Damasco. La influencia de la civilización sirio-bizantina sobre el mundo islámico fue considerable, en esta época, sustituyéndola más adelante la de la civilización persa-irania durante el califato abbasí (750 – 1258), que fijó su capital en Bagdad.

    Durante la etapa omeya, este califato alcanzó su mayor extensión. Incluso la capital del Imperio bizantino, Constantinopla, tuvo que soportar los ataques árabes. Se creó la gran fortaleza de Cairuán (670), se ocuparon las islas de Rodas (672) y Creta (674), y Cartago cayó en poder de Hassán (695), prosiguiendo la ocupación del norte de África y alcanzando la orilla del Atlántico en el 704. La última plaza bizantina en África, Ceuta, fue tomada en 711. Simultáneamente, avanzaban los musulmanes por el extremo sur occidental de Europa, instalándose en España (711-714) y penetrando en el Languedoc, y proseguían sus campañas en Asia Menor, apoderándose de Antioquía de Pisidia (713) y asediaban una vez más Constantinopla (718).

    Por el este se había conquistado al mismo tiempo el Jorasán (663-671) y se alcanzó Bújara, en el Turquestán (674), ganada más tarde (706-709); y seguida de la Sogdiana, Samarcanda (710-712) y Jovaresmia. La Transoxiana quedaba agregada al imperio omeya en el 715. Más al sur se apoderaban las huestes islámicas del valle inferior del Indo (712) y de parte del Penjab meridional (713), en la India.

    Con las nuevas conquistas, se extendía de los Pirineos al Indo el vasto imperio omeya y con él la religión musulmana, experimentando un serio retroceso el cristianismo en el sur de Europa, en el norte de África y en el suroeste de Asia. Las disensiones internas del mundo islámico no tardarán mucho tiempo, sin embargo, en beneficiar a los reinos, e imperios, cristianos.

    Los omeyas, y con ellos los distintos grupos y pueblos enrolados en las filas del Islam, durante su primer siglo de grandes conquistas, no se propusieron la conversión total de las gentes sometidas a su dominio. Los cristianos, y en general también los judíos, en su calidad de "gentes escriturísticas" o depositarias de la Biblia, recibieron un trato benigno y se les concedió libertad para practicar sus religiones. Las necesidades económicas del nuevo imperio condicionaron a su vez, la política religiosa, porque no convenía que el Estado dejara de percibir el canon fijo (chizia) por individuo infiel, del mismo modo que se respetaron las propiedades de los vencidos para cobrar una suerte de contribución territorial ( jarach).

    Durante el siglo VII y la primera mitad del VIII, el estudio del Corán y la "ciencia de la tradición" adquirieron gran relieve en Medina, en Kufa, en Basora y en Damasco, extendiéndose por otros muchos centros. En estos estudios se fundamentó la teología y también la ley ( fiqh), esencialmente religiosa. Sus principales intérpretes fueron: Abdullah ibbn-Masud (m.653), gran recitador de tradiciones ( o hadiths) coetáneas del profeta; Al-Hasan al-Basri (m. 728), pensador místico de Basora que ejerció notable influencia en los sufíes, en los sunnitas y en los mutazilíes; y al-Shabi (m. 728), maestro del extraordinario Abu Hanifa (m. 767).

    La exégesis coránica y la especulación religiosa de esta época dieron lugar a los movimientos filosóficos religiosos. Un discípulo de Al-Basri, Vásil inb-Ata (m. 748), fundó en Basora la escuela mutazilí ("disidente" de la de su maestro), defensora de la libertad del hombre en el problema de la relación entre la fe y las obras, racionalista y propugnadora del libre albedrío, que extremó la unidad de Dios, no admitiendo la posibilidad de asignarle atributos y menos el antropomorfismo de Alláh, pero insistiendo en el principio de la justicia divina.

    La escuela cadari, defensora también de la libertad humana frente a la predestinación y partidaria asimismo del libre examen por oposición a los predeterministas rigurosos, fue la primera escuela filosófica. Como primera secta propiamente religiosa cabe considerar a los jarichíes ( o jarejitas) disgregados de los chiítas o partidarios de Alí, demócratas puritanos, enemigos de los jaraichitas y del culto a los santones, los ibadíes actuales son su última derivación.

    Los mujires o murgíes, más tolerantes, tuvieron menos trascendencia, pero frente a los jarichíes declaraban esencial la profesión de fe, que no quedaba anulada por una culpa grave.

    Mucha mayor importancia tuvo el chiísmo, éste introdujo en el islamismo un elemento nuevo: el imam o imán, persona que hace de intermediario entre Dios y el creyente, en especial Alí y sus descendientes. Su fundador fue Abdullah ibn-Otmán, judío islamizado (ismailítas, carmatianos, nusairíes y drusos salieron del tronco chiíta).

    La ley coránica (fiqh) reglamenta la vida del musulmán en su triple calidad de creyente, hombre y ciudadano del Estado teocrático. El faqui y el alim ( o ulema), dedicados al estudio de la Ley, son teólogos y jurisconsultos al propio tiempo. El fiqh es un "derecho revelado" y en consecuencia, es inmutable. Su fuente es la sabiduría divina. La experiencia permita, no obstante, adelantar en su interpretación. Las "raíces de la Ley son pues: 1.- El Corán, 2.- La Sunna o Tradición, 3.- La "analogía" ( quiyás), que tiende a resolver los problemas o casos nuevos por sus semejantes, 4.- El "consentimiento universal" (ichmá) o unanimidad de opinión de los expertos en la interpretación de la Ley y 5.- el "juicio humano" ( rai ) u opinión personal del experto cuando no existen precedentes respecto de un caso concreto. La valoración o no aceptación de las distintas "raíces" dio lugar a la aparición de "escuelas", en tiempo del califato abbasí.

    La Mezquita

    El templo islámico o mezquita fue en los primeros tiempos un simple patio rectangular, a cielo abierto, cercado por un vallado de cañas o por cuatro paredes de arcilla. Pronto se le añadió una especie de techo periférico de hojas de palmera y barro, que más tarde se convertiría en un patio forticado. Un púlpito de madera ( mimbar), más o menos sencillo, constituía todo el mobiliario.

    En sus conquistas, los árabes entraron en contacto con pueblos de gran técnica arquitectónica y asimilaron elementos distintos ( romanos, sirios, bizantinos, persas, hindúes, egipcios, etc.) que les permitieron crear sus obras de arte. Con el tiempo se convirtió la mezquita en edificio cubierto, con nicho de base semicircular o capilla (mihrab) en una de sus paredes para dar a conocer la dirección en que debían dirigirse las oraciones, con la fuente para abluciones y con el "minarete" o torre para que el almuédano pudiera anunciar a los creyentes las horas del rezo. El mihrab pasó a ser el lugar más respetado del templo, y el patio, se conservó en general, a modo de antesala. Las filigranas decorativas, inscripciones coránicas, cúpulas y columnas, cortinas, lámparas y esteras fueron los únicos adornos. El santuario de La Meca y la mezquita de Mahoma en Medina, sirvieron de modelos iniciales, pero luego se adaptaron tradiciones de los países conquistados, se aprovecharon templos de otras religiones o elementos de los mismos y las mezquitas pasaron a ser edificios grandiosos, bellos y decorativos.

    El culto

    El viernes de cada semana, día santo de los islamitas, día santo de los islamitas, es el destinado a la oración solemne en la mezquita, presidida por el propio califa en persona, en el califato, por el iman o por algún creyente notable. La santificación del viernes no lleva implícita para los musulmanes la obligación del descanso o cese de las actividades cotidianas, sino únicamente la asistencia al rezo en común del mediodía, precedido del sermón ( la jutba ) en lengua árabe, que predica un imán ( jatib ) desde lo alto del mimbar, o púlpito. Para que pueda celebrarse esta oración pública es precisa la asistencia de cuarenta fieles o más. En ella se pronuncian invocaciones pidiendo a Alláh que bendiga al soberano, a los príncipes y musulmanes todos, y que confunda a los enemigos infieles e incrédulos.

    No existe, propiamente, un sacerdocio islámico y el islamismo carece de liturgia. Tan sólo los sufíes, organizan ceremonias que incluyen el rezo de letanías, cantos y danzas, pero éstas no son comunes a todos los sufíes, sino exclusivas de cada comunidad. Los almuédanos o servidores de las mezquitas no precisan de formación especial con tal que conozcan la lengua árabe. La enseñanza del árabe comienza todavía con la lectura y recitación de memoria del Corán, lo cual implica un conocimiento directo del libro sagrado por parte de los jóvenes islamitas cultos.

    Como es fácil suponer, estas prácticas se hallan en la antigua tradición de la época omeya y pueden considerarse plenamente tradicionales.

    El califato ABBASÍ

    Antes de que concluyera el califato omeya en el 750, los musulmanes habían tenido que desistir de penetrar en la Europa central ( batalla de Poitiers, 732) y de apoderarse de los restos del imperio bizantino. Sus correrías en Occidente durante los califatos de Abul Abbas (750 – 754), fundador de la dinastía abbasí, y de sus primeros sucesores, se centraron en los países mediterráneos. Hubo todavía conquistas nuevas: un grupo de árabes andaluces, sublevadas contra el emir Al-Haka,, se refugió en Egipto (816) y luego marchó a la isla de Creta (827) desde donde, por espacio de cuatro generaciones ( hasta 961, en que la reconquistaron los bizantinos), se dedicaron a piratear y obstaculizar el comercio marítimo. El mismo año de la ocupación de Creta, el 827, los musulmanes de Cairuán iniciaron la conquista de Sicilia; tomando Palermo (831) ocupando la parte occidental de esta isla y convirtiéndola en base de sus expediciones a Brindisi (838), Tarento (839-840) y Bari (841). Luego cayó Mesina (842), se saqueó la Basílica de San Pedro, en Roma (846) y se ocupó la Apulia (850).

    En el Oriente, a la muerte del califa abbasí al-Mamún (833) siguieron unos años de paz en Asia Menor. Reemprendida la lucha por el califa al-Mutassin (833 – 842), los musulmanes tomaron Amorium (838) e intentaron reforzar sus posiciones; pero el emperador bizantino Basilio I (867-886) logró contenerles. No pudo impedir, en cambio, que ocuparan la isla de Malta (869) y la ciudad de Siracusa (878). Ibrahim II ibn-Ahmed, con la conquista de Taormina (902) completaría la de la isla de Sicilia. En los primeros años del siglo X y hasta el 915, la Campania se convirtió en su presa preferida. A esta obra de conquista siguió la de islamización, mucho más lenta. Hasta las medidas de intolerancia de mediados del siglo IX no se observaron conversiones forzosas en masa. La conversión progresiva, para obviar el tributo humillante y adquirir mayor prestigio en la sociedad musulmana, se dio en Siria, Egipto, Líbano, etc., pero en todos estos países sigue habiendo todavía hoy núcleos cristianos importantes.

    El califato abbasí con capital en Bagdad, ciudad de civilización refinada y emporio mercantil de gran actividad, había ido perdiendo ya a comienzos del siglo X, autoridad efectiva sobre el mundo islámico. Cuando el jefe de la guardia turca del califa al-Muqtadir (908-932) tomó el título de emir-al-umará (gobernador en jefe), y relegó al califa a un plano poco más que decorativo, éste perdió también autoridad moral sobre los creyentes. Las sectas de los jarejitas o jarichíes, provocaron revueltas que degeneraron en verdaderas guerras civiles. Los desmembramientos se sucedías, tras haberse iniciado por las provincias más alejadas del centro califal.

    Abb al-Rahmán I había independizado el emirato de España de la autoridad abbasí el año 756, fundando la dinastía omeya floreciente. Idrís ben Abdallah se proclamaba, a su vez, emir en Fez y fundaba en 788 el reino de los Idrisíes en Marruecos (788 -794). Los Aglabíes de Cairuán, señores de Túnez, actuaban también por su cuenta desde la época de Ibrahim I ibn-Aglab (800-909), siendo los verdaderos islamizadores de Sicilia, donde crearon una civilización de cuño musulmán de gran relieve.

    Las cuatro escuelas ortodoxas

    Las cuatro escuelas jurídicas islámicas consideradas ortodoxas en su interpretación de la ley musulmana, se desarrollaron a partir de los siglos VIII y IX, la gran época "formativa" del islamismo, alcanzando la actualidad.

    La escuela malequí, malikí o medinesa, creada en Medina, sede del primer califato, y centro de la actividad jurídica, por el imam Málik ibn Ánas (m.795), se propuso conservar puro el legado de la época profética, admitiendo el recurrir, además de al Corán, a la Sunna o Tradición seguida por Mahoma y sus primeros compañeros y procediendo a coleccionar esta tradición en el famoso libro Al-Muwátta. La escuela Malequí es pues, sunnita por antonomasia. La opinión de cada uno de los primeros jueces medineses se considera fuente indiscutible de Ley por sí misma, con lo cual se valora extraordinariamente la sunna profética. Piensa que el creyente puede seguir con libertad la "opinión" o sentencia que más le plazca, dentro de estas "raíces" o fuentes legislativas. La escuela malequí tuvo muchos adeptos en España y en África.

    La escuela hanafí o siria-iraquí, fundada por el iman Abu Hanifa (m. 767), alcanzó gran predicamento en los países turcos, en Asia central y en la India islamizada. Su método tiende a tomar el Corán como base y comparar las sentencias de los jueces buscando "analogías", con lo cual valora el razonamiento individual (rai) como fuente de la Ley, y permite seleccionar la sentencia mejor, en caso de oposición entre la base coránica y la tradición local. Esta actitud disminuye, de hecho, el valor de la Sunna puesto que el creyente debe seguir siempre la sentencia "mejor", prescindiendo o relegando a un segundo término las restantes relativas al objeto considerado. La actitud selectiva personal quedó restringida, por obra del mejor discípulo de Hanifa, Abu Yusuf (m.798), a los casos jurídicos estrictamente necesarios.

    La escuela hanbalí, ideada por un discípulo de ash-Shafií, el iman Ahmad ibn Hanbal (m. 855) partiendo en parte de la tendencia dahrí, literalista o zahirí tuvo muchos adeptos en Siria y en Mesopotamia. Es la más rigorista, la más tradicional y la que menos se presta a interpretaciones libres del derecho coránico, pues acepta sólo el Corán y la Sunna, rechaza la analogía y reduce la validez del ichmá al caso del consenso unánime de los compañeros directos del profeta.

    Todo buen musulmán debe pertenecer a una de estas cuatro escuelas y puede pasar de una a otra debe pertenecer a una de estas cuatro escuelas y puede pasar de una a otra con libertad. Pero todas deben aprobar las resoluciones que afecten a la generalidad del mundo islámico. Los ulemas son intérpretes autorizados de la Ley a los que pueden recurrir los creyentes. Y entre los ulemas ocupan una categoría especial los muftíes, intérpretes de la ley encargados oficialmente de dar soluciones a los problemas o dudas que se les planteen. El cadí o juez, titular de un juzgado, es escogido entre los ulemas.

    Los recopiladores de la tradición piadosa

    Entre los recopiladores de hadith, destacan el citado Ahmad ibn Hanbal, que recogió unos treinta mil; su discípulo Al-Bujari (m.870), que los sometió a crítica, sistematizó y comentó; Muslim (m.874), que se limitó a agruparlos por temas pero sin comentarlos; Abu Dawud (m.888), Tírmizi (m.892), discípulo de ibn Hanbal; Nasai (m.886). Los seis últimos constituyen la autoridad tradicional en la materia, formando la colección de los "seis libros", de los cuales el más estimado y utilizado es el de Al-Bujari, el gran sistematizador de la tradición jurídica.

    Al concluir, en el siglo IX, la labro de éstos y otros juristas, quedaban prácticamente estudiados los problemas fundamentales que planteara la formación de la Ley islámica.

    Los estados islámicos de Oriente

    En Asia central, el Jorasán se independizó pronto del califato abbasí sucediéndose tres dinastías enraizadas en la tradición irania del país: la de los Tahiríes (820-872), con centro primero en Marv y luego en Naysabur. La de los Saffaríes (872- 908), fundada por Yacub Al-Saffar, que incorporó a los dominios de los Tahiríes la mayor parte de Persia y los territorios limítrofes con la India. Le sucedió la dinastía de los Samaníes (900-999), que creó Naser ibn-Ahmad, nieto de Saman y que ejerció el poder en Transjordania, el Jorasán; Sijistán y Tabaristán, figurando en sus dominios las ricas ciudades de Bújara y Samarcanda, rivales de Bagdad por sus estudios y desarrollo del saber, y por su magnificencia.

    Una dinastía turco-musulmana, la de los Gaznavíes, cuyos inicios se sitúan en Gazna el años 932, fundó el imperio gaznaví, extendido por el Afganistán y el Penjab (162-1186), que alcanzó su época áurea en tiempos de Mahmud de Gazna (999 – 1030), islamizador del norte de la India con centro en Lahore. En el Irán occidental, el chiíta Ahmad al-Buyhí, estableció en el 945 el sultanato de los Buyhíes o Buidas, con los restos del imperio abbasí que comprendían la mayor parte del Irán y Mesopotamia. habiendo fijado en Chiraz su capital, este sultanato perduró hasta la llegada de los turcos selyúcidas en 1055. En todo este tiempo, los sultanes designaban con entera libertad a los califas de la familia abbasí y gobernaban a su antojo.

    Egipto. El califato Fatimí

    En Egipto y Siria, Ahmad ibn-tulun (868-884), hijo de un esclavo turco, fundó la dinastía de los Tulunidas, en el año 879. Esta dinastía, en manos de los hijos y nietos del fundador, perduró hasta el 905, en que Egipto y Siria volvieron a convertirse en provincias del califato abbasí. No duró mucho esta unión. El mahdí Obeid-Allah (909-934), descendiente de Fátima, la hija del profeta y de su esposo Alí, en 910 derribó la dinastía aglabí de Cairúan, tomó el título de califa, hecho muy significativo, y proclamó la guerra santa contra los abbasíes. Tal es el origen de los Fatimíes que iban a centrar sus actividades en Egipto. Mientras tanto, otra dinastía de origen turco, la de los Ijchídíes (935-969), sentó sus reales en el Al-Fustat, se incorporó Siria (941) y la zona costera de Arabia (con Medina y La Meca) y detentó por unos años (hasta 969) el poder en Egipto. Muy pronto los Hamdaníes del norte de Mesopotamia obtuvieron el control de Siria (944) y fundaron el reino de Alepo (944-1003) y poco después los Fatimíes de Cairuán, regidos por el califa Al-Muizz (952-975), penetrando en tierra egipcia tomaban Al-Fustat (969), y fundaban la ciudad nueva de El Cairo, estableciendo en Egipto la dinastía fatimí, de dos siglos de duración.

    España. El califato de Córdoba

    El ejemplo de Obeil en Cairuán, creador de un segundo califato frente al abbasí en 910, fue seguido muy pronto por el emir omeya de España, Abd al-Rahmán III ( 912- 961) quien se hizo proclamar a sí mismo califa de Córdoba el año 929. El mundo islámico pasó a tener tres cabezas, tres califas, "guías de los creyentes". El califato omeya de Córdoba subsistió hasta el 1031, fecha en que se deshizo la unidad política del Islam español. El califato fatimí de Egipto perduró hasta 1171.

    El califato abbasí, con el centro en Bagdad, conservó sus apariencias de tal hasta el 1258. Una vez substituido en 1055 el poder de los sultanes buyhíes por el de los turcos seljúcidas (o saliuquíes), a quienes los califas abbasíes saludaron como libertadores, heredaron los nuevos conquistadores el título oficial de al-sultán ( el que gobierna) asimilable al de "jefe de gobierno" (el califa equivaldría en teoría al "jefe de Estado", teniendo en cuenta que este Estado no era sólo civil sino esencialmente religioso, teocrático, mientras su "jefe" era persona civil, no "religiosa").

    Las escuelas jurídicas en España

    La escuela malequí era conocida y aceptada en España desde fines del siglo VIII. Unos autores atribuyen la introducción de la misma a Zeyad al-Lajmí, mientras otros piensan que debióse a un discípulo directo de Malik, Yahya ibn-Yahya al-Laití. Los representantes hispanos de esta escuela fueron numerosos. Tal vez los más significativos sean Abul Ualid el Bejí (1012-1081), Abul Ualid ibn-Roxd (1058-1126), abuelo de Averroes, y el granadino Aben Hasam (1359-1426).

    La escuela shafií o xafeí fue introducida en España, según parece, por el cordobés Al-Cásim ibn-Muhamad ibn-Zeyar (m. 891), a su regreso de un viaje a Oriente. Sus discípulos, fueron muchos. También difundió esta tendencia sincretista otro cordobés coetáneo de Al-Cásim, el piadoso Baqui ibn-Majlad (m. 886), exegeta del Corán.

    La escuela dahirí, precursora de la hanbalí, tuvo un esforzado propagador en Al-Mundir ibn-Said (m. 966), cadí supremo de Córdoba.

    Las sectas islámicas

    El estudio de la esencia y atributos de Alláh; el de los varios aspectos de su acción creadora; el de la relación entre la libertad humana y la predestinación; la esencia y definición de la fe; el antropomorfismo de la divinidad y más aún las discusiones políticas, han motivado la aparición de varias sectas en el seno del islamismo. Mahoma predijo que su religión se dividiría en setenta y tres facciones, una sola de las cuales estaría en posesión plena de la verdad. Los sunnitas u ortodoxos creen ser esta facción, admitiendo cuatro escuelas jurídico- teológicas en su seno.

    Las tendencias divergentes de la ortodoxia sunnita que han tenido alguna trascendencia, no han sido tantas. A partir de la muerte del profeta empezaron las divergencias, con motivo de su sucesión. La reserva del Califato o vicariato, de momento, para la tribu de los joraichitas por haber sido la de Mahoma, no fue admitida por los disidentes o jarichíes.

    Los jarichíes

    Protestaron los jarichíes, en el siglo VII, de que la dignidad califal fuera detentada por una tribu o por una familia, considerando que para sucesor del profeta debía elegirse el más digno, fuera quien fuese, incluso un esclavo negro. Se apartaban de los sunnitas u ortodoxos en algunos aspectos importantes, demostrando una mentalidad de tendencia más democrática, que en los primeros siglos del Islam provocó conflictos sangrientos por la ocupación del califato.

    En nuestros días reciben el nombre de ibadíes (o ibaditas), por haber sido Ibn Ibad uno de sus jefes. Sus principales puntos de disidencia son: negar que el Corán sea un libro "increado"; prohibir el culto de los santos; combatir las comunidades sufíes; abominar de las peregrinaciones locales y negar que los musulmanes pueden salvarse sin practicar "buenas obras" ( es decir, con sólo la fe islámica y la intercesión de Mahoma).

    Se hallan divididos, a su vez, en varios grupos que difieren entre sí en detalles menores.

    Los chiítas

    También los chiítas, enemigos declarados de los jarichíes, lucharon en los primeros siglos del islamismo por la sucesión al califato. Pero éstos, siendo partidarios de la candidatura de Alí, por considerar que su suegro Mahoma le había designado para sucederle, lo fueron luego de sus herederos directos. Los chiítas constituyeron un "partido" ( chía) numeroso, provocando un cisma de amplia extensión y graves consecuencias. Introdujeron en el Islam la creencia en los imams o imanes, doctores de la religión. Rechazan la Sunna o tradición sunnita por creerla muy adulterada (y en consecuencia, poco digna de fe). Se llaman a sí mismos alidios o adelíes (partidarios de la justicia) y sostienen: la reencarnación parcial de la divinidad en sus personas, la reaparición y la metempsícosis y la sobrevivencia del iman chiíta.

    Los chiítas se dividen a su vez en unas setenta sectas, que se anatematizan entre sí. Niegan que el califato, en su calidad de vicariato del profeta, pueda ser objeto de elección, por quedar exclusivamente vinculado al matrimonio de Fátima y Alí. Cada califa debe designar sucesor entre sus hijos, sucediéndose dentro de la familia. Todos los miembros de la misma, descendientes del primogénito de Alí, se consideran nobles y los de su hermano menor, Husain, señores.

    Los chiítas veneran en especial, además de Mahoma, a Alí y a Husain, habiendo creado una trinidad simbólica, en la que se atribuye: a Mahoma, la revelación; a Alí, la interpretación coránica y a Husain, la redención. La muerte de Husain en Kerbelá ( el 10 de octubre del año 680) dio pie a esta interpretación de la redención, tomada del cristianismo.

    Para ellos, Kerbalá y Nagiaf, con La Meca, son centros de peregrinación sagrada, por guardar los despojos de Husain y Alí.

    Las persecuciones de que fueron objeto por parte de los Omeyas y de los Abbasíes, les llevaron a profesar sus creencias en secreto (katmán), disimulándolas cuando se hallaban entre adversarios. Les está permitido, en esos casos, hablar y actuar como si no fueran chiítas.

    Los zahidíes, una de las sectas chiítas, no admiten la "prudencia" (taqiyya) o simulación, pero, en cambio, la practican otras muchas, como las de los ismailitas, nusairíes, y drusos.

    Los chiítas, considerando usurpadores a los califas sunnitas, idearon la teoría de su sumisión a un "imam invisible", doctor y pontífice infalible, descendiente directo de Fátima, es decir: fatimí. de quien se consideran súbditos devotos. Además de la infalible, este jefe espiritual goza de la "impecabilidad" y es vehículo de santificación para los creyentes.

    Esta última circunstancia aleja a los chiítas del sufismo, por no precisar de la comunicación directa con la divinidad al poseer el intermediario nato o imam.

    Imamitas o Duodecimanes

    Las luchas por alcanzar el imanato motivaron enemistades entre los miembros de la familia de Alí, y fueron la causa principal de la fragmentación en el seno del chiísmo. Entre las sectas surgidas del tronco chiíta, la más importante es la de los imamitas puros o duodecimanes, así llamados por reconocer la existencia de doce imanes, descendientes por línea directa de Husain, hijo de Alí.

    Del hijo de Husain, llamado Alí, como su abuelo, surgieron dos troncos sectarios; pues, mientras los partidarios de su hijo mayor Zaid recibieron el nombre de zaidíes, los duodecimanes aceptaron por iman al hijo menor Muhammad ( quinto iman de los duodecimanes). A su vez, un nieto de Muhammad, Ismail, fue el iman de los ismailitas, mientras otro nieto, Musa, se erigió en séptimo iman de los duocecimanes.

    El hijo de Hasan al-Áskari (iman undécimo), llamado Muhammad al-Muntazar, fue considerado el duodécimo iman. El hecho de haber desaparecido en condiciones misteriosas, permite suponerle resucitado o muerto, pero en todo caso preparado para reaparecer cuando llegue la hora de cumplir la misión asignada al Mahdi.

    Todos los chiítas creen en la vuelta de un mahdi para restablecer ña justicia en la tierra, y piensan que este "guía" debe ser un iman fatimita. El Mahdi será el precursor del fin del mundo.

    Aprovechada con habilidad por oportunistas políticos, esta creencia chiíta ha dado lugar a revoluciones en distintos países islámicos.

    La doctrina del imam-Mahdi es un dogma fundamental en las discrepancias entre sunnitas y chiítas. Los chiítas rinden culto a los imanes y aceptan las teorías dogmáticas de los mutazilíes. De hecho, las divergencias entre la Chía y la Sunna no son mayores que las que distinguen las cuatro escuelas ortodoxas entre sí, y algunos proponen considerar al chiísmo "la quinta escuela ortodoxa", dándole el nombre de escuela gaifarí, por haber sido su sexto iman, Giafar as-Sadiq, el autor de la Ley imamita. La Chía es la tradición o Sunna de los chiítas, y por tener tradición propia, rechazan la Sunna o Tradición de los sunnitas como fuente de fe. Asimismo buscan una interpretación alegórica (tá wil) en el Corán, e introducen algunas pequeñas variaciones en el texto, que modifican el sentido en su provecho.

    Los zaidíes

    Secta derivada del chiísmo, deben su nombre a Zaid ibn-Alí (m. 740), a quien consideran su iman por haber muerto en defensa del imanato, luchando contra las tropas del califa omeya Himax. El grupo tiene su asiento en el Yemen y es el retoño chiíta más cercano a la ortodoxia sunnita.

    Los zaídes defienden el derecho al Alí al califato, usurpado por los omeyas, por sus méritos propios tanto como por el parentesco que le unía a Mahoma, pero no maldicen a los omeyas. Tampoco, según se ha visto, admiten la simulación (taqiyya) común a las otras sectas chiítas y manifiestan abiertamente sus ideas a las que cabría calificar de "chiísmo moderado", en deuda con los mutazilíes.

    Los ismaelitas

    Deben su nombre al iman Ismail ibn-Giafar (m. 762). En éste, según ellos, termina la serie de los "imanes visibles" descendientes de Fátima y de Alí.

    Los otros chiítas imamitas excluyen a Ismail de la serie de los imanes y siguen la línea de su hermano menor Musa. Por el hecho de ocupar Ismail el séptimo lugar en la sucesión de la familia imamí, se llama también "septimanes" ( sabiyya) a los ismaelitas.

    En la secta se ingresa por vía de iniciación. Es pues, secta secreta de "iniciados". Los ismaelitas proclaman la inaccesibilidad hasta Dios y la intangibilidad y supremacía de la enseñanza o (talim) de su iman, al que atribuyen prerrogativas sobrehumanas. De no haber sido por el vigor que dio al ismaelismo la incorporación de los batiníes o cármatas, grupos rebeldes al poder califal, fundados por Hamdan Carmat a fines del siglo IX, y constituidos en sociedad secreta (que difundieron un comunismo social y ensangrentaron Siria y Mesopotamia de los siglos IX al XI), es probable que los ismaelitas no hubieran experimentado jamás la expansión que entonces lograron. Esta unión fue el punto de partida que condicionó la creación del califato fatimí; típico califato chiíta, en el que se practicó un ismaelismo evolucionado por los cármatas.

    El atractivo gnóstico del "sentido íntimo, alegórico" dado al Corán, el simbolismo del número siete, su organización secreta de propaganda, los siete grados de iniciación impuestos a sus adeptos, les han proporcionado el atractivo que el misterio ejerce sobre el espíritu humano. la incorporación al ismaelismo (1090) de los asesinos a axixinos de las montañas de Siria, así llamados por embriagarse con una droga (haxix), condujo a una reforma del fanatismo: el neoismaelismo, obra del xej Hasan ibn-Sabbah (m. 1124) o "Viejo de la Montaña", en el sentido de purificación y capacitación de adeptos por el exterminio de las fuerzas adversas. En el siglo XII aterrorizaron con sus violencias el territorio sirio que habían ocupado los cruzados de la cristiandad.

    El ismaelismo aparece bastante extendido hoy por el mundo islámico a pesar de las pocas simpatías de que goza entre los sunnitas y chiítas. Su cabeza visible, el Aga Khan, en torno del cual manifiestan gran solidaridad los elementos rectores del ismaelismo, ha adquirido notable relieve a partir de la crisis experimentada por el califato turco en 1924. La propaganda, bien llevada, ha despertado las simpatías hacia el mismo en muchos sectores no musulmanes.

    Los drusos

    Los califas fatimíes acentuaron hasta tal punto el papel del iman, que llegaron a considerarse "signos fulgentes" de Alláh. El califa Al-Hakim (996-1020), yendo más lejos aún en esta interpretación, se presentó como encarnación definitiva de la divinidad, dando con ello origen al drusismo. Dejó crecer sus cabellos, vistió un hábito de lana y se mostró en público cabalgando en un asno. En todos estos signos externos vieron sus seguidores un profundo simbolismo. Uno de ellos, ad-Darazi, familiar de Al-Hakim, fue quien dio su nombre popular a la secta, no obstante haber sido condenado a muerte por los propios sectarios a causa de haber intentado suplantar a Hamza ibn Alí, portavoz oficial de Al-Hakim. El druismo debe su sistematización a Hamza. Es, en el fondo, un ismailismo extremista y audaz, que se ha mantenido independiente hasta nuestros días en el sur del Líbano; que sigue el sistema de admisión por iniciación y que practica la ayuda mutua entre sus miembros. Éstos se dividen en dos categorías: "espirituales" o iniciados en el misterio y "corporales" o profanos no iniciados.

    Nusairíes

    Un devoto de Hasan al-Áskari (m. 873), undécimo iman alida, conocido por ibn Nusair y residente en Siria a comienzos del siglo X, fundó un sistema religioso sincretista con elementos cristianos, paganos y musulmanes, dando origen a los musairíes. Su sistema parece haber surgido del drusismo. Para ibn Nusair, Alí era la encarnación auténtica de la divinidad ( y no al-Hakim). Desarrolló el dogma de una trinidad divina, compuesta por el "Sentido", el "Nombre" o "Velo" y la "Puerta", e impulsó una liturgia propia cuyas ceremonias tienen lugar por la noche en el domicilio particular de uno de los creyentes y a las que sólo pueden asistir los iniciados. Los musairíes toman nombres cristianos y celebran las fiestas de Navidad, Año Nuevo, Epifanía y Pentecostés, caso único entre los islamitas.

    Muy afecta a los nusairíes es la secta de los Alí Ilahi, que no parece anterior al siglo XVII y diviniza también a Alí. Carece de un cuerpo de doctrina sistemático y se subdivide en numerosos grupos que mantienen secretas sus creencias entre turcos, persas y curdos, adoptando en apariencia las prácticas comunes en los lugares donde residen.

    La doctrina conciliadora Axarí

    El Islam, con originalidad va acumulando elementos de las fuerzas espirituales que encuentra a su paso. De este modo, completa y perfecciona su propio acervo espiritual. Pero llega un momento en que se precisa la capitulación, en que se trata de coordinar los esfuerzos dispares para el progreso, la coherencia y la armonía del sistema religioso: en que es preciso distinguir con claridad la heterodoxia de la ortodoxia. Y surge en ese momento, comienzos del siglo X, un miembro de la escuela mutazalí, al-Áxari (m. 936), formado en Basora, su ciudad natal, y en Bagdad, quien, apartándose de su maestro Al-Jubbai (m. 915), trata de conciliar la tradición y esencia del Islam profético aprendido de ibn Hanbal, con la aplicación del método racional de los mutazilíes a los estudios teológicos, buscando un término medio exento de extremismos que pueda considerarse el camino recto, ortodoxo, aceptable por el Islam sunní.

    La síntesis conciliadora de al-Áxari admite el carácter increado del Corán que le lleva a aceptar la existencia en Alláh de atributos eternos, explícitos en el libro sagrado. La libertad humana queda "determinada" por la creencia de que Dios crea el acto, y el hombre se limita a "cumplirlo", pero no la "causa". En la representación de Alláh tiende al antropomorfismo, pero considera que el sentido total de las expresiones coránicas relativas a Alláh escapa a la inteligencia humana. Aunque de espíritu conservador, al-Áxari no cae en los extremos de los literalistas.

    Como los mutazilíes, aplica el Kalám, método de la teología especulativa, y la argumentación racional para hacer progresar la teología ortodoxa, pasando de la simple teología positiva de los hanbalíes a la especulación. Esto equivale a decir que aplica un método progresivo a las enseñanzas de la escuela hanbalí. En este aspecto el sistema axarí es reformista y los hanbalíes lo miran con recelo. En el aspecto jurídico, en cambio, al-Áxari sigue la escuela xafeí, ecléctica también. Se debe considerar en términos generales a al-Áxari como fundador de la teología escolástica islámica, pues preparó el camino para la conciliación entre la ortodoxia islámica y la filosofía griega.

    Al equilibrio de tendencias dispares tiende, al propio tiempo, la fórmula propuesta por Al-Maturidi (m. 945), creador del sistema de compromiso llamado maturídico, partiendo del hanafí y sacándolo de su anquilosamiento. Al Maturidi, no tuvo en la evolución del pensamiento islámico, a pesar de su intento, la importancia que logró al-Áxari.

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    Los mamelucos en Egipto

    Los sucesores de Saladino, caballeroso como él en sus luchas religiosas con los cruzados, no alcanzaron su talla. Y acabaron reemplazados por los mamelucos, o esclavos turcos de su propia guardia, quienes en 1250 en Egipto, y diez años después en Siria, pasaron a ocupar su puesto, poniendo fin a la dinastía ayubí. Bajo los mamelucos, dinastía iniciada por Aybak (1250-1257) y vigorizada por Baibars (1260- 1277), Siria y Egipto permanecieron unidos de nuevo, hasta 15|7 en que los turcos otomanos les sucedieron. Los mamelucos dieron nuevo impulso a la recuperación de los territorios que aún se hallaban en poder de los cristianos. Sucesivamente, Baibars ocupó Nazaret (1263) y Cesarea (1265) y capitularon Arsuf, Jaffa (1268) y Antioquía. Su sucesor tomó Trípoli (1289) y otras fortalezas y al-Ashraf (1290 – 1291) acabó con el dominio cristiano en Siria tras la toma y destrucción de San Juan de Acre en 1291, que hizo cayeran Tiro, Sidón, Beirut y otras plazas menores.

    En el aspecto religioso desde el siglo XIII al XVI no se produjeron novedades destacadas. Cabe señalar no obstante, que Baibars se propuso restaurar el califato abbasí, dando lugar a una nueva serie de califas, desde 1261, que tuvieron por misiones esenciales administrar los fondos religiosos, presidir las ceremonias de los viernes en El Cairo, e investir a los sultanes mamelucos. La ficción continuó hasta que en 1517 el sultán otomano Salim, al ocupar Egipto, se llevó al último califa, Al-Mutavakil, a Estambul (Constantinopla).

    Los turcos Otomanos

    Hacia el año 1300 se extinguió la dinastía saliuquí que tenía su centro en Iconium, Asia Menor y varias casas locales turcas se repartieron su territorio, entre otras las de Karamán, Kermian, Saruján y Aidín. De todas ellas la más importante fue con el tiempo la de los turcos otomanos, que se inició en la antigua Frigia para extenderse a costa de los saliuquíes y de los bizantinos. Su fundador, Otmán (1299-1326) y su hijo Orján (1326-1360) tomaron a los bizantinos las ciudades de Brusa (1326), Nicomedia (1327) y Nicea (1331). bajo Murad I (1360-1389), los otomanos, con su capital en Brusa, afirmaron su poder en Anatolia y comenzaron las conquistas en la Europa balcánica, por Tracia. Sucesivamente cayeron Didimoteichos (1361), Adrianópolis (!362), Sofía (1385) y luego, en Macedonia, la región de Tesalónica (1387). El sultán siguiente, Bayaceto (1389-1402), completó la conquista de Servia y Bulgaria, tras las victorias de Amselfeld (Kosovo, 1389), Suctari (1393), Tirnovo (1393) y Nicópolis (1396), e hizo tributario al Principado de Valaquia (1396).

    La caída de Constantinopla en 1453 en manos del sultán otomano Mohamed II (1451- 1481) señaló el fin del Imperio bizantino y proporcionó al imperio otomano una excelente capital en Europa, rebautizada con el nombre de Estambul. La iglesia de Santa Sofía se convirtió en su mezquita mayor, después de experimentar varias reformas.

    Trabajo realizado por: Dr. Angel Ricardo Guevara Hdz.