El camino que nos conduce infaliblemente a la paz, la alegría y la felicidad (página 3)
Enviado por JORGE EDGARDO OPORTUS ROMERO
EL CRECIMIENTO DE LA FE
"Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe." Lucas 17: 5 Es una alegría para nosotros el saber que en todas nuestras situaciones difíciles y en todos nuestros problemas no estamos solos, aun cuando creemos estar pasando por momentos difíciles en los que pensamos que no hay esperanza, siempre hay una salida para cada situación negativa que tu yo enfrentamos en la vida. Hay alguien que siempre nos va a ayudar sin importar lo que enfrentemos, no hay problema tan grande en este mundo que no pueda ser resuelto, aun cuando las circunstancias dicen: Es imposible!. Hay un camino por el cual podemos escapar en los tiempos de desesperación del fracaso y de la oscuridad. Ese camino es la FE, es tener la certeza y la convicción de que Dios, Jesucristo, y sus ángeles existen, incluso los ángeles caídos o demonios, aunque no los veamos. Es la certeza y la convicción de los que esperamos, por ejemplo: El regreso personal de Jesucristo, la resurrección de los muertos, la restauración del reino, la inmortalidad en el reino de Dios, el castigo de los incorregibles, etc.
¡El camino a la fe es y siempre será Jesucristo! Jesús es nuestro Gran Escape de la esclavitud, nunca lo olvides, no te hablo esto como si fuera algo nuevo o como si no lo supieras, lo hablo como recordatorio, para refrescar ese corazón afligido, para refrescar esa almas abatida, para despertar esa mente adormecida por tanta cosa negativa que hay en la vida, te hablo esto porque es necesario que te levantes en fe y declares victoria aun cuando las circunstancias digan lo contrario, aun cuando todo parezca ir de mal en peor, declara aquello que aun no ves pasar como si ya estuviera pasando, como si fuera palpable y estuviera ante tus ojos y créale a Dios y prepárate para ver su mano poderosa actuar en tu vida ante tus propios ojos.
Debemos estar conscientes que la FE es un Don de Dios. No nace por nuestro conocimiento humano. Es un regalo de Dios para el hombre. Tampoco se obtiene por nuestro esfuerzo, no está en nuestro alcance, sólo Dios nos da tal regalo y que, antes de que la adquiramos o la acrecentemos, "…nuestro enemigo, el adversario, el león rugiente, el ladrón…" buscará maneras para envitar que podamos adquirirla, acrecentarla y mantenerla.
La fe según la biblia es "la certeza de lo que se espera, es la convicción de lo que no se ve". Graba en su mente este verso de la biblia, este verso es de suma importancia para tu recuperación y para triunfar en tu vida como Cristiano. Te explicare el por qué. La Biblia nos dice que la fe es la certeza de lo que se espera y que es la convicción de lo que no se ve, pero primero que todo: ¿Qué es la certeza? ¿Que es la Convicción?
· La certeza es estar seguro de algo, no significa tal vez, puede ser o quizás, sino que significa un SI rotundo, significa estar SEGURO un 100% de algo, como cuando te preguntan que si tú entiendes español, cuál es tu respuesta? Si, claro. Tu no dudas, no titubeas, no dices puede ser, incluso la pregunta te suena hasta tonta dado a que es obvia, bueno pues eso es estar seguro de algo, eso es certeza. Conocimiento seguro y claro que se tiene de una cosa.
· La convicción es estar convencido de algo, es estar firme al 100% de que algo es de cierta forma sin duda alguna. A diferencia de la certeza la cual es algo que das por sabido. La convicción es algo que llegas a entender que es de cierta forma, es convencerte de algo como cuando te preguntan que si el sol sale todos los días y tu respondes que si y si te preguntan ¿Estás seguro? Tú respondes que SI, sin temor a equivocarte, eso es convicción. Es la seguridad que tienes de la verdad, de lo que piensas o sientes es así. Es también, una idea fuertemente adherida a la persona.
Cuando lees en la Biblia que se nos dice que "Dios no es hombre para que mienta ni hijo de hombre para que se arrepienta", la biblia nos asegura que lo que Dios dice es verdad, nos dice que Dios simplemente no miente y luego más adelante nos dice que Jesús dijo a sus discípulos lo mismo: "…el cielo y la tierra dejarían de existir algún día pero que sus palabras no se dejarían de cumplir…". La Biblia nos asegura que Jesús no miente, si sumamos que la Biblia nos asegura que Dios no es como nosotros para mentir y por otro lado sumamos que nos dice que Jesús nos asegura que aquí todo podrá dejar de existir pero que sus palabras no se van a dejar de cumplir, el resultado de esta suma es: Que todo lo que Dios ha prometido para tu vida es verdad y todo lo que Jesús dijo que haría por ti lo hará. Sabiendo esto cuando la Biblia nos dice que la fe es la certeza de lo que se espera, nos está hablando de que es la seguridad de que lo que estas creyendo de acuerdo a la palabra de Dios se cumplirá, sin duda alguna, lo debes dar por hecho y también de que es la convicción de lo que no se ve, o sea la firme visión en tu mente y corazón de que aquello que está aun solo en tu pensamiento y en tus palabras, por mas difícil que parezca, por mas ilógico, por más lejos que esté, lo veras materializado, ante tus ojos para gloria de Dios, eso mi amigo es fe. Pero es que para mí es muy difícil creer de esa manera podrás decir y, que no te igualas a Pedro ni a Pablo y que estás muy lejos de la fe de los grandes hombres que enuencia la Biblia.
A veces he pensado que el mensaje de Pablo en Listra, cuando le prohibió a la multitud que lo adorara, recordándole al pueblo que él era un hombre sujeto a pasiones semejantes a las de ellos, debería ser repetido a oídos de muchos cristianos modernos, pues existe una tendencia en la iglesia cristiana a colocar a los apóstoles y a otros santos eminentes, sobre una plataforma muy por encima del nivel de los humanos ordinarios. A tenerlos en una extraordinaria estima en vez de considerarlos simplemente como modelos que imitar.
Nuestro Señor Jesucristo quiere que sepamos que tenemos un Sumo Sacerdote que puede compadecerse de nuestras debilidades. Él quiere que tengamos la certeza que Él mismo fue tentado en todo según nuestra semejanza. También quiere que sepamos con igual certeza que los doce escogidos, los líderes de Su ejército, que salieron de Él, eran hombres sujetos a pasiones semejantes a las nuestras. No debemos considerarlos como héroes inaccesibles o como si estuviesen libres de nuestras debilidades y aflicciones. Ellos fueron como nosotros, y si nos han aventajado ha sido únicamente por la fortaleza divina, por una fortaleza que nosotros también podemos recibir; por la gracia que es tan inmerecida por nosotros como lo fue por ellos. Si ellos estuviesen aquí, todavía tendrían que luchar con la incredulidad, y, conscientes de su incredulidad, dirían otra vez: "Señor, auméntanos la fe." Los apóstoles pidieron esto, y los apóstoles lo pidieron a Jesús. Acudieron al Fuerte para tener fortaleza. Inútil es ir a cualquier otra fuente. En vano lo habrían pedido los unos a los otros. En vano hubieran buscado por el mundo entero para encontrar a un eminente santo a quien hacerle la petición. Fueron a Cristo, el legislador, el autor y consumador de su fe, y elevando a Él sus corazones en la oración: "Señor, auméntanos la fe," pronto recibieron una respuesta consoladora, y se fortalecieron en la fe, dando alabanza a Dios.
Algunas observaciones acerca de como la fe crece: I. EL TEXTO DA UN POCO DE LUZ ACERCA DE LO QUE ES LA FE. ¿Cuál es la esencia de la fe salvadora? La esencia es: Confianza en Cristo, dependencia y fiarse de Él. Es creer que Jesucristo es el designado Salvador del mundo; que Él es también la expiación del pecado. La fe salvadora es: confiar en que la obra de Cristo te salva. La fe consiste en venir con las manos vacías y aceptar la plenitud de Cristo; venir desnudo, y tomar Su justicia para que sea tu gloriosa vestidura; ir, vil, a la fuente que Él ha llenado con Su sangre, para ser lavado en ella: de hecho, es eliminar toda confianza en uno mismo, y poner toda la confianza en el Señor Jesucristo. Cualquier persona que tenga esta fe, es salva; no importa de qué otra cosa carezca, es salva; y ni la muerte ni el infierno destruirán jamás a un hombre que con una confianza simple y honesta, depende de lo que Cristo ha hecho para la salvación de los pecadores. Si tú te aferras a Cristo para que sea tu todo en todo, y si tú afirmas: "no conozco nada sino a Cristo; lo que Él ha hecho es todo mi reposo y mi gozo," entonces cuentas con la promesa de Dios que: "El que cree en el Hijo tiene vida eterna," y tú la tienes, y tú, por lo tanto, no perecerás jamás. Allí donde exista una confianza en el Señor Jesucristo, hay evidencia de fe verdadera. Aunque esa confianza no llegue a constituir una persuasión feliz, consoladora, deliciosa, de la propia salvación personal, sin embargo es fe, fe salvadora, y salvará al alma de quien la posea.
II. LA FE, DONDEQUIERA QUE ESTÉ, ES SUSCEPTIBLE DE CRECIMIENTO. Los apóstoles dijeron: "Señor, auméntanos la fe." La fe es el don de Dios, y nos es otorgada en grados. La fe no es siempre la misma en cuanto a su grado, inclusive en el momento del nuevo nacimiento. No toda fe es igualmente fuerte al principio. Algunas veces, quienes son primeros al principio, después se convierten en los últimos, y a veces quienes son los últimos al principio, aventajan a los otros. Dios no nos da a todos nosotros la misma dotación de fe cuando empezamos. Algunos de nosotros somos muy delicados, muy atribulados, y encontramos muy difícil aferrarnos a la más pequeña de las promesas de Dios. Pero toda fe es de la misma naturaleza; aunque no toda es de la misma cantidad o grado, toda es de la misma calidad. Fe como un grano de mostaza es igualmente la fe del elegido de Dios como si fuera una montaña. Es fe viva. Es la misma fe, aunque sea más pequeña en cantidad. No siempre recibimos la misma cantidad de fe, pero después que la hemos recibido, crece.
Esto es demostrado por la vida posterior de los propios apóstoles. Tomen a Simón Pedro como ejemplo. En un tiempo, pobre Simón, ¡en verdad, cuán digno de lástima era! Pedro se sentó para calentar sus manos junto al fuego en el palacio del sumo sacerdote, y estando sentado en ese lugar, una criada atrevida le dijo: "tú también estabas con Jesús el galileo," y tan débil era la fe de Pedro que ¡en verdad negó a su Señor! Pero pocas semanas después de eso, el Espíritu Santo descendió sobre Simón Pedro, y ahora, el mismo hombre que se sonrojó de temor ante una criada arrogante, está ante miles de personas en las calles de Jerusalén, hablando con el mayor aplomo a favor del Evangelio del Cristo crucificado. Ahora no hay ningún temor, ningún temblor, ninguna incredulidad en Simón Pedro, pues Pentecostés había llegado, y había sido fortalecido y hecho valeroso por el Espíritu Santo. ¡Cuán maravillosamente había cambiado! Casi hubieras llegado a pensar que había dos Simón Pedro, en vez de uno. Tan maravillosamente había crecido en fe y en valor.
Además, es evidente que la fe crece, pues ha habido, y hay, miles de otras personas que, manifiestamente, han tenido más fe de la que tú o yo hayamos tenido jamás, y que sin embargo han descubierto que su fe no siempre fue fuerte. Miren a los mártires: consideren cómo iban a su muerte cantando himnos en el camino. ¡Cuántos de ellos triunfaron en el anfiteatro, cuando eran soltadas las fieras para que los destrozaran! ¡Cómo eran arrojados en húmedos y fétidos calabozos, donde permanecían hasta que les crecía moho, siendo abandonados para que murieran de hambre, y sin embargo, cómo murieron allí con gozo en sus corazones e himnos en sus labios! Esos eran hombres de fe, a quienes ni tú ni yo somos dignos de desatar la correa de su calzado: ellos eran mucho, mucho más grandes que nosotros. Y sin embargo, si le hubieran preguntado a cualquiera de ellos (mártires y apóstoles de la fe), les habrían respondido que no eran mejores que nosotros cuando comenzaron, pero que Dios, por Su gracia, alimentó y cultivó su fe hasta volverse lo que fue.
Para el hombre de oración, para el que pide al Señor que le aumente la fe, esta crece tan clara, como vemos crecer los arbustos y plantas en el campo.
Además, creo que ustedes y yo estamos conscientes que nuestra propia fe ha crecido. Yo sé que la mía ha crecido. Sé que algunas veces es más débil, pues podemos retroceder; sin embargo estoy consciente que, a la vuelta de los años, mi fe es más robusta de lo que era. De la manera que crece la fe: 1. Algunas veces crece en intensidad. Ustedes creen en las mismas cosas, pero ahora las creen con mayor firmeza. Un niño tiene una perla en su mano. Sí, pero ahora el niño ha crecido y se ha convertido en un hombre, y tiene la misma perla, aunque ahora la sostiene de una manera muy diferente. Cuando sostenía la perla siendo un niñito, ustedes tal vez podrían habérsela arrebatado; pero ahora que es un hombre, ¡miren cómo cierra sus puños y aprisiona con fuerza su tesoro!
Lo mismo sucede con el hombre que crece en la fe. Empuña de tal manera las verdades eternas que no podrías arrebatárselas. Él ha aprendido a permanecer firme. No es sacudido por cualquier viento. Mantiene el timón de su alma fijo en la dirección del puerto de su destino, sin importar que soplen los vientos y la tormenta brame y gima a su alrededor.
2. La fe también crece no solamente en intensidad sino en alcance; de tal forma que creen más de lo que antes lo hicieron. Al principio creemos en unas cuantas grandes verdades, y luego el conocimiento viene en nuestra ayuda, y en lugar de sólo tres o cuatro grandes verdades majestuosas, aprendemos diez, y conforme avanzamos más, aprendemos cien verdades.
Sin embargo, a veces, nos duele confesar que conforme nuestra fe crece en alcance, disminuye en intensidad, lo que resulta en una ganancia muy pobre. Pero si creemos más y creemos con intensidad entonces nuestra fe está creciendo verdaderamente, y estamos avanzando de una forma saludable y feliz.
La fe verdaderamente crece: sabemos que crece en esos dos aspectos mencionados, pues algunos de nosotros hemos estado conscientes de ese crecimiento. Sería algo muy extraño si la fe no creciera. Fue un gran milagro cuando Josué hizo que el sol se detuviera, porque ese día el sol fue la única cosa en todo el mundo que se quedó quieta. Todo lo demás se estaba moviendo. Es parte de la ley de Dios que cada estrella gire: que no haya nada inerte. Aun el propio sol grandioso gira, y sigue constantemente su poderoso curso. Aquel día el sol fue lo único que se detuvo, y por tanto fue un verdadero milagro. Ahora, si la fe no creciera, sería lo único en el cristiano que estaría quieto sin crecimiento, pues todo lo demás en el hombre, ciertamente crece. Además, ¿acaso Cristo no nos enseña esto, cuando habla primero de hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga? En otro momento se nos dice que somos niños, que pensamos como niños, y hablamos como niños; pero que cuando nos convirtamos en hombres, dejaremos lo que era de niño. En otros lugares algo se dice acerca de los hijitos, y luego acerca de los jóvenes y luego acerca de los padres. No voy a mencionar todos los ejemplos (son demasiado numerosos), en los que, tanto por medio de metáforas como por medio de lenguaje directo, somos enseñados por la palabra de Dios que todo en el cristiano crece, y por tanto su fe, que es como su diestra, también debe crecer. La fe, entonces, es susceptible de crecimiento.
III. EL CRECIMIENTO EN LA FE ES MUY DESEABLE. Dije muy al principio que la fe, aunque sea mínima, es salvadora, pero naturalmente no es deseable que sólo tengamos la fe mínima. Es sumamente deseable que recibamos la mayor fe posible.
El crecimiento en la fe es deseable, y lo es, en primer lugar, porque la incredulidad es un pecado muy grande, y donde hay una fe mínima, allí está acechando la incredulidad, y por consiguiente, el pecado, y ningún cristiano verdadero quisiera quedarse tranquilo si está pecando diariamente. No es posible que seamos débiles en la fe y no caigamos en transgresión. La fe débil puede traernos una bendición, pero la debilidad en la fe es un mal: y contentarse con la debilidad en la fe sin esforzarse por superarla, únicamente será un deliberado incremento de culpa.
La incredulidad paraliza. Hace que los creyentes detengan su caminar hacia el propósito de Dios. Es una fuerza espiritual que provoca o trata de lograr que nos movamos en la dirección opuesta a la que el Señor nos ha dicho que debemos ir; sencillamente trata de lograr que nos quedemos en el mismo lugar donde estamos y que no avancemos nada en nuestro caminar espiritual.
La principal razón bíblica para que un creyente fracase es la incredulidad. La incredulidad es lo único que puede romper un pacto. La incredulidad es tan dañina y diabólica que nos paraliza. La incredulidad fue la única razón que Jesús mencionó como impedimento para poder hacer milagros: "Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos" (Mateo 13:58). Sin lugar a dudas podemos afirmar que un gran número de creyentes no reciben su milagro por causa de la incredulidad. ¿Por qué sus oraciones no son contestadas? En muchas ocasiones es por incredulidad. Lo que nos lleva a entender que la incredulidad nos impide recibir nuestra sanidad interior y exterior, nuestra liberación del pecado, nuestro milagro, etc. La incredulidad es detestada por Dios. ¿Sabes por qué? Porque la incredulidad lo hace pequeño. Porque cuando dices: "yo no creo", le estás diciendo al Señor: "Tú no eres capaz de hacerlo, Tú no eres digno de confianza". Podemos concluir diciendo que la incredulidad levanta una pared a nivel espiritual que impide que el poder de Dios se manifieste a favor de la persona.
No creo que nosotros apreciemos de manera correcta, qué cosa tan mala y amarga es nuestra incredulidad. Nos preguntamos si hay realmente algún otro pecado que dé una puñalada tan directa a la verdad y a la veracidad de Dios, como éste lo hace. Nos preguntamos si hay un pecado que nos ensucie más o que deshonre más a Dios. Diariamente debemos aspirar a la más elevada fe para poder desterrar la incredulidad, y así seamos librados de constante pecado.
El crecimiento en la fe también es necesario para nuestra santificación. Es por fe que el pecado es sometido, y todas nuestras gracias crecen. A menos que la fe sea robusta, no podemos esperar lograr progresos hacia la perfección. La santificación es diaria e incesante. Es obrada en nuestros pensamientos y en nuestros corazones por el Espíritu Santo; pero la fe en la sangre preciosa es el grandioso instrumento que Él usa para esa santificación.
Vencemos el pecado por medio de la sangre del Cordero aplicada a nosotros con el hisopo de la fe, día con día. Si descuidamos la fe, pronto descubriremos que, sin importar cuánto nos esforcemos, nuestros esfuerzos serán totalmente vanos para avanzar en otras gracias. Fe, fe, fe; este es el tanque, y si no está lo suficientemente lleno, la tubería pronto se secará.
Además, el crecimiento en la fe es necesario para consuelo nuestro. La Gran Fe está llena de consuelo. Su mente está saturada de recuerdos gratos de misericordias pasadas, y sus ojos destellan con las tiernas anticipaciones de las misericordias venideras, y así Gran Fe goza de un cielo aquí abajo, y se encamina a cantar los himnos de la gloria entonando algunos de ellos por el camino. Denme una robusta fe en Dios, y no necesito pedir ninguna otra cosa, pues la fe vigorosa convertirá la pobreza en riqueza, la debilidad en fortaleza, las profundas aflicciones en gozos perdurables, y las dificultades monstruosas en triunfos maravillosos. Reciban más fe, y tendrán abundancia de consuelos. Todos son días y noches festivos; un alma que posee una fe imbatible en las promesas del Dios bendito, goza de una feliz Navidad durante todo el año. La fe robusta es también muy necesaria para nuestro servicio útil. Si nos dirigimos con timidez a nuestro trabajo, conociendo escasamente nuestro propio interés en Cristo, podemos recibir una bendición, pero no es probable que sea una gran bendición. Pero cuando sabemos en quién hemos creído, y hemos gustado y experimentado que la buena Palabra de Dios es ciertamente nuestra, entonces lo que hablemos vendrá con gracia y poder; y habrá más probabilidades de que tengamos éxito cuando trabajamos con fe, bajo la variada unción del Espíritu Santo, que cuando trabajamos con dudas. En verdad, la fe recibe bendición.
Es deseable que Tu fe crezca en grado sumo, sobre todas las cosas. Búscala, y que el Señor te conceda fe de conformidad a Su plenitud de misericordia.
IV. EL CRECIMIENTO EN LA FE ES OBTENIBLE. Los apóstoles no habrían pedido el crecimiento en la fe, no se les hubiera permitido que lo pidieran a Jesús, si no hubiera sido posible que lo recibieran. Ciertamente lo pidieron, en verdad lo recibieron, y por tanto, tú y yo podemos pedirlo y recibirlo. Ellos nos exhortan a obtenerlo por tanto, podemos obtenerlo.
Es siempre algo muy triste y grandemente deprimente para el crecimiento cristiano cuando ves con el ojo de tu mente a grandes y eminentes cristianos y concluyes que están muy por encima de lo que tú puedas llegar a ser jamás. Sin embargo, tú puedes ser como ellos por la gracia de Dios. No permitas que el maligno te diga: "tú no puedes ser tan devoto y tan santo como tal o cual persona" ¿Por qué no? El mismo Espíritu que lo mantuvo ferviente y fiel a un santo determinado, ha prometido habitar en ti también. ¿Por qué no podrían obtenerse los mismos resultados? A veces admiramos a aquellos que son más avanzados en la vida divina, no está mal admirarlos pues, si queremos podremos ser como ellos, como esos santos que todos conocemos, pues, todos hemos sido llamados a vivir en santidad.
Tengamos aspiraciones a la santidad, no desesperemos, sino aspiremos, por la Gracia de Dios, a demostrarle a este mundo impío que el cristianismo no ha perdido su vigor; que es todavía posible que seamos tan sencillos y tan heroicos como lo fueron los apóstoles. Aspiremos a tener lo que ellos obtuvieron. Pidamos el crecimiento en la fe, como ellos lo pidieron, y cuando lo tengamos, no nos contentemos solamente con crecer, sino pensemos y creamos que podemos llenarnos de fe tal como ellos lo fueron. !PODREMOS CAMINAR SOBRE LAS AGUAS! !QUÉ GRANDE ERES SEÑOR! Muchas veces el enemigo nos dice que ocupamos una posición en la que no podemos ser tan llenos de gracia. Digámosle al enemigo que él es un mentiroso desde el principio pues Dios nos ama y nos desampara nunca.
Tú, que tienes un trabajo mal remunerado y tienes que trabajar mucho para sobrevivir, y con una gran familia que educar en el temor de Dios, puedes recibir más honor del Señor que muchos cuyos nombres son proclamados por el mundo. No se trata de dónde estás, sino de quién eres, y no se trata de cómo eres visto, sino de cómo vives a los ojos de Dios. Eso es lo que importa.
Mis amigos, es posible entonces que en el lugar en que te desenvuelves, sobresalgas en la fe tanto como Pablo lo hizo predicando en Atenas, o Pedro ante la multitud en Jerusalén, ante partos, medos y elamitas. No permitamos que nada nos detenga. Creamos cuando pidamos: "Señor, auméntanos la fe," que Dios nos va a responder la oración. Creamos que Él la responderá, y que nos dará la fe más elevada que jamás tuvo algún hombre, de tal forma, que en el lecho de la enfermedad, o en medio de la pobreza, podamos ser un ejemplo tan ilustre de fe, como el creyente mejor conocido que haya adornado jamás los anales de la iglesia. Pero debemos proseguir. Puesto que este crecimiento en la gracia es obtenible.
V. HAY UN MEDIO ADECUADO DE OBTENERLA. El primer medio que destacaría para lograr un crecimiento en la fe es el mismo que los apóstoles adoptaron, es decir, la oración. Ellos dijeron: "Señor: Auméntanos la fe." Recemos mucho para que su fe pueda crecer.
Si quieres aprender a creer en las promesas de Dios, lleva esas promesas a Dios, y contémplalas a la luz de Su rostro. Úsalas ante el como argumento, con solemne seriedad, sin titubeos, hasta que tengas la seguridad que Dios será para ti lo que Él ha dicho que será. Hagamos más oración, y habrá más fe.
Junto con eso, escudriñen más la Palabra. Entre más estemos familiarizados con el Libro inspirado de Dios, habrá mayor probabilidad que lo creamos. Si yo quiero creer una historia actual, fortaleceré mejor mi creencia en su verdad, escuchando su repetición continuamente. Cuando comienzo a examinar una doctrina y veo que la doctrina es clara, entonces no puedo evitar creer en ella. Ahora, acércate a la Palabra de Dios, pura y sin adulteración, y conforme la leas, se convertirá en su propio testigo. La gloria que "da brillo a cada página sagrada, majestuosa como el sol," relumbrará ante tus ojos, y luego te sorprenderás de que pudiste dudar alguna vez de ella. Y déjame decirte que muchas promesas que has pasado por alto antes, o que consideraste poco dignas de tu atención, brillarán con esplendor y deleitarán tus ojos y extasiarán tu espíritu.
¡Oh, cuán muerta está la Palabra de Dios en un tiempo, en relación a lo que está en otro! Sin la ayuda del Espíritu Santo la leerás en la oscuridad, y será para ti como Cristo a los ojos del mundo no regenerado: no hay parecer en él, ni hermosura. Pero en otros momentos, cuando Dios brilla sobre ella, encontrarás que es médula y grosura para tu alma, y te sorprenderás por haberla dejado de escudriñar, tan deleitable será para tu alma.
Escudriñen mucho la Palabra. Busquen inquirir los hechos y las doctrinas del Evangelio. Escudriñen la verdad en la Palabra de Dios, y busquen tener una firme comprensión y un profundo conocimiento de ella. Sería muy conveniente que los cristianos aprendieramos lo que nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica. Podrían adquirir un mundo de conocimientos al estudiar ese compendio. Pero conocer la verdad mediante la Palabra, es todavía un medio más provechoso de aumentar nuestra fe.
Por otra parte, la fe crece frecuentemente por la comunión con los santos. ¡Ay!, los lechos de enfermo de quienes son probados y afligidos, constituyen a menudo una escuela en la que los jóvenes discípulos pueden aprender lecciones de fe. De esta manera pueden ser enriquecidos con perlas y gemas que no pueden ser compradas en ningún otro mercado. Y los santos que sufren, hombres y mujeres que han estado en el horno y tienen un olor a quemado en ellos, que se han vuelto como plata purificada, que pueden dar testimonio de la ayuda recibida en sus días de pobreza, y de la profunda gracia que sostiene en épocas de aguda angustia corporal y mental, ellos pueden enriquecerlos grandemente, y, a través de lo que ellos les aporten, tu fe crecerá.
Y tu fe crecerá también, sin duda, cuando Dios los trate a ustedes como los ha tratado a ellos, pues, después de todo, la experiencia de otras personas no tiene ni la mitad del valor que nuestra propia experiencia. Es cuando nos encontramos en caso de apuro, cuando comenzamos a transitar en medio del fuego, que volamos al Dios Eterno, gozándonos porque El eterno Dios es tu refugio. No menosprecies la aflicción cuando te llegue; reza también por el uso santificado de la prosperidad, y de esta manera, tu fe crecerá providencialmente.
Sin embargo, recuerden que el único medio real de crecimiento en la fe es por el poder del Espíritu Santo. Como dije al principio, el crecimiento de Pedro en la fe le vino en Pentecostés. Y lo mismo ocurrió con los demás del grupo de los doce; se volvieron hombres nuevos porque el poder del Espíritu descansó sobre ellos. Amados amigos, si tenemos más del poder del Espíritu de Dios, más ejercicio de Su poder en nosotros, nuestra fe crecerá.
La fe, entonces, es algo que crece; debemos desear que nuestra fe crezca; puede crecer, y les he mencionado algunos de los medios por los cuales puede crecer.
VI. LAS FORMAS EN QUE USTEDES PUEDEN ESTORBAR SU CRECIMIENTO. Ustedes pueden obstaculizar muy fácilmente su crecimiento en la fe. Pueden hacerlo descuidando la fe; dejando que tu Biblia se empolve; abandonando la oración que es edificante; menospreciando al Espíritu Santo. Pueden hacerlo al no ejercitar lo que ya tienen. Ustedes no pueden perder su fe, si es verdadera fe, pero pueden perder mucho de su poder por causa de una mente mundana, entregándose a la avaricia; olvidando asistir a la Iglesia; cayendo en pecado; gratificando a la vanidad; por cualquier cosa que contriste al Espíritu Santo.
También tu fe se puede debilitar, si habitas lejos de Dios y del Sol de Justicia. De la misma manera que un hombre se debilita si no come, así al abstenerse del alimento espiritual y del nutrimento del alma, nuestra fe pronto decaerá. Como una sequía pertinaz pronto hace que las flores inclinen sus cabezas, así si hubiera una sequía de influencia divina, muy pronto tu fe comenzaría a marchitarse.
Sin embargo, viviendo cerca de Dios, y simplemente recurriendo a Él para todo, tu fe crecería hasta convertirse en la plena seguridad de fe, y, como Abraham, estaríamos fortalecidos en fe, dando gloria y alabanzas a Dios.
VII. BUSCAR EL MÁS ALTO GRADO DE GRACIA OBTENIBLE. Una historia: He escuchado acerca de una buena mujer, una viuda, que se encontraba en medio de un grave problema cuando la visitó su sacerdote; pero en una segunda visita, su sacerdote se dio cuenta que ella estaba muy feliz. ¿Qué ocurrió? preguntó el sacerdote; ¿qué te ha puesto tan alegre? Ella respondió: he estado leyendo esa preciosa palabra: tu marido es tu Hacedor. Y, ¿cómo te ha consolado eso? preguntó el sacerdote. Bien, respondió ella, cuando mi esposo vivía, siempre tuve lo suficiente con sus ingresos, y ahora que mi Hacedor es mi esposo, trataré de vivir de conformidad a su ingreso; y ¡oh, qué tarea tengo frente a mí si debo vivir de conformidad a los ingresos de Dios, que no conocen fronteras ni límites, y que nunca se acaban! ¡Si yo pudiera recibir de Él el máximo alcance de sus ingresos, cuán ricamente podría vivir! Ahora, adoptemos la política de esa buena mujer, y tratemos de vivir de conformidad al ingreso de nuestro bendito esposo, el Señor Jesucristo. Entonces nuestra fe crecerá en grado sumo, y también nuestro amor y todas nuestras gracias. Pero me temo que hay algunos lectores que no tienen fe, que nunca han confiado en Cristo. Entonces, queridos amigos, es mi solemne deber recordarles, que sin fe es imposible agradar a Dios. Ustedes son honestos, sobrios, morales, amigables. Todo eso está muy bien, pero ustedes quisieran agradar a Dios, ¿no es cierto? Bien, pero sin fe es imposible que Lo agraden. Pueden hacer lo que quieran, pero sin fe es imposible agradar a Dios. Dios no aceptará nunca nada de nosotros, a menos que lo vea acompañado de la sangre de Su Hijo. Si no van a Cristo, de nada sirve ir al Padre, pues "nadie viene al Padre," dice Cristo, "sino por mí." ¿Qué? ¿Te has olvidado de confiar en Jesús? ¿Acaso has pensado que cualquier otra cosa te serviría? ¿Acaso has intentado hacer buenas obras? Recuerden lo que hizo el apóstol Pablo. Él anduvo dando vueltas durante muchos años para establecer su propia justicia, pero tan pronto confió en Cristo, dijo: "Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor." Ahora, te diré. Tú podrás ser, talvez, un miembro de la iglesia que asiste todos los domingos a misa, y te sientes muy contento cuando piensas que has llevado una vida muy ordenada. Sí, y tus oraciones, y tu arrepentimiento, y tus aportaciones para obras de caridad, y lo que hayas hecho de bien es correcto. Todo el bien que hayas hecho, lo considerarás como menos que nada cuando hayas decidido tomar a Cristo en tu vida. Ese día, Él se convertirá en tu todo para ti y te sentirás doblemente feliz realizando las buenas obras que antes realizabas porque, también es cierto que la fe sin obras esta muerta.
Nadie y nada sino sólo Jesús. No tienen que tener nada sino al Señor Jesucristo, y confiar en Él. Si confías en Él, entonces, querido amigo, pide perdón y serás perdonado. Pide crecimiento espiritual y lo vas a tener. Pide cosas del mundo y serás saciedo. Pide lo que quieres para tu vida en conformidad con la Voluntad de Dios y lo vas a lograr. Pero pide con fe y da gracias como si ya lo tuvieses.
VIII.- ¿QUÉ TENEMOS QUE HACER PARA NO PERDER LA FE QUE HEMOS ADQUIRIDO? Debemos estas consiente que tenemos un enemigo que con sus influencias nos ataca, nos hace pensar que dada a tal o cual situación que vivimos, es lógico suponer que las cosas no pueden darse para nuestro bien pues, la realidad indica lo contrario. Recuerda que para los hombre la "cosa" es imposible pero, para Dios, todo es posible y que del mal que vivamos ahora, Dios sacará cosas para nuestro bien.
Satanás es nuestro peor enemigo y hará cualquier cosa con tal de destronar nuestra fe de la mirada de Dios. Porque la fe hace que agrademos a Dios y si tenemos la fe en Dios, El nos puede dar todo lo que necesitamos. Ya no habrá necesidad de irnos a los lugares en donde habita la mentira, el adulterio, infidelidad, orgullos, soberbia, grocería, arrogancia, venganza, robo, muerte, calumnia.. pues, cuando nosotros hacemos esas cosas estamos muertos espiritualmente y eso si que es grave porque, significa que hemos abandonado a Dios y por ende, él nos ha abandonado también.
Debemos aprender a discernir las razones por la cual somos tentados o atacados. Saber por qué Jesús identifica a Satanás como el: ladrón, que vino a solamente para robar, matar y destruir. Pedro lo identifica como el León rugiente: "Sean prudentes y manténganse despiertos, porque su enemigo el diablo, como león rugiente, anda buscando a quien devorar. Resístanle en la fe, sabiendo que en todas partes del mundo sus hermanos de ustedes están sufriendo las mismas cosas." Cúales medios utilizará Satanás para destruir, apagar, consumir, robarnos, matar nuestra fe en Dios?
Caminando sobre las Aguas: En esta lectura Jesús se le aparece a los discípulos de noche, y al verlo se asustan. Cuando los discípulos se dan cuenta que era Jesús, Pedro hace lo siguiente: "Señor, si eres tú, ordena que yo vaya hasta ti sobre el agua. Ven, dijo Jesús. Pedro entonces bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua en dirección a Jesús. Pero al notar la fuerza del viento, tuvo miedo; y como comenzaba a hundirse, grito: Sálvame, Señor". Así como Pedro, habemos muchos decir tenemos fe, muchos también su caminar es un caminar con fe, fuerte y mucho gozo. Pero cómo reaccionamos nosotros cuando nuestra fe se ve sacudida con las tormentas que llegan a nuestra vida?. La tormenta hacía ruidos, haciendo que Pedro dudara y empieza a hundirse. Esos ruidos de tormenta son aquellas cosas que llegan a nuestro alrededor, que querrán apagar nuestra fe. El agua representa las adversidades que se levantan en contra de nuestra fe, en contra de nuestra mirada en Jesús. La fe de Pedro fue sacudida, fue maltratada.
Aquí está el secreto para caminar sobre los problemas de la vida, solamente si permanecemos en calma, y rectos, cuando cumplimos con los Mandamientos de la Ley de Dios. Cuando perdemos la fe, ya no hay esperanza, y nos derrumba. Por eso así como Pedro cuando camina sobre las aguas, él comenzó con su mirada puesta en Jesús, pero se levantó una tormenta, y su peor error fue quitar su mirada de Jesús y la depositó en el problema que estaba sucediendo a su alrededor. Satanás va a matar, robar, destruir nuestra fe, enviándonos mentiras a nuestra vida.
Pasaron varios acontecimientos antes de que Pedro se hundiera en el agua.
· La tormenta hacía ruidos. Esos ruidos son esas cosas que quieren distraer tu fe con el fin de apagarla. (como las injusticias que vemos, las malas palabras que nos dicen, tú no puedes, eso es imposible…)
· La tormenta mostraba su gran fuerza. Satanás intentará mostrar o demostrate que no tienes fuerzas para así pierdas tu fe. (Satanás toma fuerza en nosotros cuando sabe cuales son nuestras debilidades, para atacarnos por ese medio, pero si le resistimos con la Palabra, el diablo huirá).
· Las aguas representan también los problemas. Así como Jesús caminó por encima de aquella agua, así también Jesús quiere que aprendamos a caminar por encima de los problemas. Jesús invitó a Pedro a eso, pero se preocupó más por lo que podía ver a su alrededor que no alcanzo a salir en victoria. Su fe fue apagada y empezó a dudar terminando a hundiéndose en el agua, (es la tormenta de los problemas de la vida).
· Jesús identifica al adversario como un ladrón: Ese mismo ladrón utiliza las influencias para robarte la fe. Cuando personas vienen a nosotros, y nos dicen: "Tu no puedes, tú nunca logarás eso". Es cierto si es con la fuerza nuestra, pero si lo hacemos con la fuerza de Dios, todo es posible para el que tiene fe dijo Jesús.
· Nos mata la fe. Cuando nos hace ver que los problemas son más grandes, imposibles de solucionar y que nuestra oración no lograrás remediarlos tampoco. No te des por vencido porque es justamente en las cosas imposibles para los hombres en donde Dios actúa para mostrar Su poder.
· Nos destruye la fe cuando le creemos mas a sus mentiras que al mismo Dios. Ya que Satanás es el Padre de la mentira.
El fin de todo nosotros es llegar adonde Jesús, que seamos héroes en la fe, héroes que lleguen a la Gloria de Dios, el ultimo día.
En este camino de fe, seremos atacados por diferentes medios como hemos podido ver, pero, en todo esto salidos más que vencedores. Dice Pablo "Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero". Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor." Así que no pierdan la fe, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Les digo en el nombre de Cristo, lo mismo que Cristo le dijo al pobre leproso agradecido: "Tu fe te ha salvado, vé en paz." Aunque tu vida pasada haya sido muy vil, y ahora mismo estés sin Dios, y sin esperanza, sin embargo, si ahora empiezas creer en Jesucristo y confías únicamente en Él y te arrepientes, ninguno de tus pecados será mencionado en tu contra nunca más en tu vida, obviamente que si no vuelves a reinsidir voluntariamente en ellos. "Yo deshice como una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados." Que la fe les sea dada en este día, y luego otro día, y teniendo fe, ustedes puedan rezar: "Señor: Auméntanos la fe.". Den gracias si poseen aunque sea sólo un poco de fe y, para ti que tienes, reza hoy y siempre: Señor: Auméntanos la fe para poder tener la capacidad de creer con el corazón para así disfrutar de tu compañía espiritual todos los días de la vida y por siempre Señor. Amen. CAPÍTULO VI
"Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación." Romanos 10: 10. Todas las promesas de la Escritura están cargadas de consuelo. Cada una relumbra y resplandece en su ámbito con el calor y la luz del amor. Estas promesas las encontramos plasmadas en la palabra escrita de Dios, La Biblia ahí en donde podemos leer textos salvadores de almas que irradian consuelo y que contienen tal bendita mezcla de palabras sencillas y de consoladoras frases, que guían a multitudes de pecadores al puerto de paz en Jesucristo.
En este documento, hablaremos de Fe y Confesión. Ambas partes están unidas, y, por tanto, no las separe el hombre. "Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación." I. EL OBJETO DE LA FE: El versículo precedente dice así: "Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo"; de todo esto es evidente que Jesucristo, muerto y resucitado, es el fundamento de la fe.
El objeto de la fe es probablemente el tema más importante de nuestra contemplación. Muchas personas piensan demasiado en su fe y demasiado poco en el objeto de la fe. Se preguntan si tienen el tipo correcto de fe; pero sería mejorque miraramos si nuestra fe descansa sobre el fundamento correcto; pues, después de todo, al tiempo que la fe es importante, el fundamento de esa fe es lo que tiene suprema importancia, y debemos mirar mayormente a eso.
La fe salvadora del alma descansa, de acuerdo a referencias de la Escritura, sobre Cristo: sobre Cristo en toda Su persona, Su obra y Sus oficios. Fe, antes que nada, descansa en Cristo como encarnado. Jesús, el Hijo de Dios, nació en el pesebre de Belén; Dios fue hecho carne y habitó entre nosotros. Fe cree en este gran misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne; cree que Él descendió del cielo y se encarnó en el vientre de la virgen para nuestra salvación. Fe cree todo esto y deriva consuelo de ello. Pues, Fe dice: si Dios se hizo hombre para acercarse a nuestra naturaleza, me siento atraído por este acto de amor, me da confianza para con Dios, y me pide que me acerque al Señor con resolución, en tanto que Dios viene a mí.
La Fe percibe a Cristo perfecto en obediencia, santificado enteramente para Su obra, y aunque es "tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado." La Fe que se deleita en admirarlo y adorarlo en Su completa obediencia a la ley de Dios; y percibe que Él ha cumplido, magnificado y engrandecido la ley. La Fe, con santa resolución, clama: "esta justicia será mía; Cristo ha cumplido la ley por mí. Evidentemente Él no tenía ninguna necesidad de hacerlo por Él; pero estando en la condición de hombre para mi salvación, cumplió la ley con ese mismo fin y propósito." La Fe mira esa justicia de Cristo, y, como el apóstol, aprende a decir: "Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe." Pero principalmente Fe mira a Cristo ofreciéndose a Sí mismo en el madero. Está al pie de la cruz, mirando ese misterioso, ese incomparable espectáculo: Dios hecho carne, sangrando, muriendo; el Hijo de Dios desfallecido por los tormentos, destrozado por las agonías y los indecibles dolores, haciéndose obediente hasta la muerte.
Fe lo observa con la expectación de la esperanza y la emoción de la gratitud, y ambas le provocan lágrimas que ruedan por sus mejillas. Oye el agonizante clamor a gran voz del que cargó con el pecado: "Consumado es," y agrega un feliz Amén, "¡Consumado es!" Mi alma cree que hay lo suficiente en esas heridas para lavar mi pecado; lo suficiente para desviar los truenos de un Dios airado; lo suficiente en esa justicia para cubrirme de la cabeza a los pies, y ganar para mí la sonrisa de la justicia infinita. Oh bendita cruz, tú eres el único pilar de nuestra consolación; Fe construye su todo sobre la principal piedra del ángulo. Pero, Fe no ha terminado con Jesús, pues donde Él va ella le sigue con diligencia. Su ojo rastrea el cuerpo del Salvador hasta la tumba de José de Arimatea. Contempla ese cuerpo, el tercer día, animado de vida, rodando la piedra y rompiendo la mortaja encerada. "Jesús vive", dice Fe; y en tanto que Cristo fue puesto en la prisión del sepulcro como una prenda y fianza por Su pueblo, Fe sabe que no habría podido salir otra vez si Dios no hubiese estado completamente satisfecho con Su obra sustitutiva. "Si Jesús no hubiese pagado nunca la deuda, Nunca habría sido puesto en libertad." Fe por tanto percibe que si Cristo resucitó, mi alma es justificada. Dios ha aceptado a Cristo en nombre mío, y Su resurrección lo demuestra; y yo soy acepto en el Amado porque Jesucristo ha resucitado. Si tú crees en este sentido en tu corazón, que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Fe no tiene miedo de seguir a su Redentor hasta el trono de Su Padre; su ojo iluminado lo contempla sentado a la diestra de Dios, lo ve intercediendo, como el gran Sumo Sacerdote delante del poderoso trono del Padre; y espera hasta que Sus enemigos sean puestos por estrado de Sus pies. Fe construye sobre Su intercesión y dominio, así también como sobre Su muerte y resurrección. Él puede salvar perpetuamente a los que por Él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. Observen, que el cimiento completo sobre el que descansa Fe es este: Cristo vivió en la carne, Cristo murió en esa carne, Cristo resucitó de los muertos, Cristo intercede por mí y por todos los pecadores. Fe nunca construye sobre algún conocimiento que hubiese obtenido por medio de la investigación; no construye sobre ningún mérito que se imagine haber alcanzado mediante un largo y ardiente servicio. Mira por completo más allá del yo y fuera del yo. Cristo Jesús, y sólo Cristo Jesús, es el objeto de su confianza.
Amigo, ¿Qué dices tú a todo esto?. ¿Puedes confiar en Jesús? Jesús, el Hijo de Dios, se convierte en tu hermano, hueso de tu hueso, y carne de tu carne. ¿Acaso no puedes confiar en Su amor? Jesús, el Hijo de Dios, muere en la cruz. ¿Acaso no puedes confiar en esa sangre, en esa agonía, en esa muerte? ¡Mira pecador! La sangre está brotando de Su cabeza, manos y pies. Es un Ser Divino el que sufre de esta manera; no es sino Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos, el que está clavado a ese madero. ¿Acaso no puedes creer que haya suficiente mérito en agonías como estas para que ocupen el lugar de tus sufrimientos en el infierno? Yo te pregunto, ¿no puedes creer que la perfecta justicia de Cristo sea suficiente para ti? ¿Puedes ver alguna imperfección en ella? ¿Acaso no es de lino limpio y resplandeciente? ¿Acaso hay alguna mancha? ¿Acaso no está hecha de tan precioso material que nada podría equipararse?
Si tú la poseyeras, ¿no crees que podrías estar delante de Dios sin tener ni una sola mancha ni arruga? ¿Acaso no crees que si Jesús intercediera por ti, tú serías salvo? ¿Acaso podría extender Su mano y decir: "Padre, perdona a ese picador", y, sin embargo, que Dios rehúse escuchar Su oración? Si tú le entregaras tu causa para que intercediera, ¿piensas que no sería un intercesor exitoso? Vamos, hombre, a pesar de toda la incredulidad que está albergada en tu corazón, yo espero que creas que Jesús defenderá tu causa si se la pides, si confías en El.
Me parece que te oigo responder: "oh, sí, nosotros creemos en todo esto; nosotros creemos que esta es la base para la más plena confianza para los santos, pero, ¿podríamos nosotros descansar en ella? ¿Hemos de entender que si confiamos en Jesucristo, porque fue un hombre, y porque vivió, y murió, y resucitó, e intercede, somos salvos?" Alma, esto es precisamente lo que quiero que entiendas. Aunque no tengas buenos pensamientos o sentimientos, aunque hasta aquí hayas sido el más condenable de los rebeldes en contra de Dios, aunque hasta este momento tu duro e impenitente corazón haya estado enemistado con Dios y con Cristo, sin embargo, si ahora, en este mismo día, creyeras que Cristo se encarnó, que Cristo murió, que Cristo resucitó, que Cristo está intercediendo y que puede salvarte, y tú asentaras tu alma sobre ese hecho, serías salvo. Dios, el Padre infinitamente amante, está dispuesto a recibirte tal como eres. No pide nada de ti. Oh, hijo pródigo, tú podrías regresar en tus harapos e inmundicia, a pesar de que hayas gastado tu vida con rameras; a pesar de que los cerdos hayan sido tus compañeros, y hayas deseado ardientemente llenar tu vientre con sus algarrobas; tú podrías regresar sin recibir reconvenciones, ni siquiera una palabra de enojo, porque el Unigénito de tu Padre ha ocupado tu lugar, y en ese lugar sufrió todo lo que tus múltiples pecados merecían.
Si confías en Jesús, el Señor, que te amó con amor indecible, serás recibido en el gozo y la paz, con los brazos de un Padre alrededor de tu cuello, aceptado y amado; estarías sin tus harapos, que te serían quitados, y vestirías el mejor vestido; tendrías el anillo en tu dedo y los zapatos en tus pies, escuchando la música y el baile, porque tu alma que se había perdido, ha sido hallada, y tu corazón que estaba muerto, ha recibido vida. Este es el objeto de la fe: un Salvador único, que lo hace todo, para todos los que confíen en Él.
II. NATURALEZA DE LA FE: Se nos dice que "con el corazón se cree para justicia." Jesús ha dicho: "El que creyere y fuere bautizado, será salvo." Pablo nos dice:
"Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo". El texto en efecto dice: "Con el corazón se cree." Y esto es un poco extraño, porque nosotros atribuimos generalmente el acto de fe a la mente, al entendimiento. Pero nuestro texto coloca a la fe en el corazón, y la define como una obra de los afectos más que del entendimiento. Entiendo que es así porque la fe debe ser sincera; no debemos decir simplemente: "veo que la cosa es así", sino que debo creerlo sinceramente.
La fe que profese un hombre no ha de ser una fe conceptual, debido a que su madre tenía la misma persuasión, o debido a que viviendo en un país cristiano sería una criatura singular si fuera reconocido como un pagano.
Nuestra fe ha de consistir en una persuasión sincera, honesta y de corazón de las verdades que profesamos creer. Si yo me dijera: bien, no tengo duda alguna que la religión cristiana es verdadera; me atrevo a decir que lo es; pero no sintiera y supiera en mi corazón que es verdadera, entonces mi fe no me salvaría.
Sin duda, la palabra "corazón" es puesta aquí para hacer una distinción entre la fe doctrinal y la fe que acepta a Cristo. La verdadera religión es algo más que un concepto, pues algo ha de ser conocido y sentido; y la fe es algo más que la aceptación de un sano credo: se trata de creer con el corazón. Qué es creer con el corazón?. Tu corazón, como una aguja bajo la influencia del imán, no encuentra reposo porque no ha encontrado su polo; ha sido tocado misteriosamente, y no sabe cómo o por qué; pero sí sabe esto: tiene una intranquilidad en su interior, y anhela tembloroso una paz establecida y permanente. Es el corazón el que está así severamente turbado.
Ahora, cuando el Señor Jesucristo es expuesto a nuestro oído en Su carácter de un perfecto y completo Salvador, capaz de perdonar todo pecado, de darnos una perfecta justicia, de darnos la salvación que es completa, entonces el corazón dice: bien, eso es precisamente lo que me ha hecho falta. El corazón quebrantado, anhelante, ansioso y sediento, dice: eso es lo que necesito; Tú, Cristo, eres todo lo que necesito; encuentro en Ti todo y más. Luego, ese corazón dice: ven a mí, Jesús, ven a mí; sé mío, quiero hospedarte; si quieres venir bajo mi techo, mi pobre y humilde corazón se pondrá feliz como las puertas del cielo. El corazón extiende sus brazos a Cristo, y Cristo viene a ese corazón; y el corazón lo estrecha muy de cerca. Eso es creer con el corazón. Es la convicción del corazón que Jesucristo es lo que necesitaba. Tu sientes que el Evangelio debe ser verdadero, porque satisface las necesidades de tu corazón. Si alguien te dijera cuando estás sediento: el agua no es buena, tú le dirías: dame más agua; tengo tal sed dentro de mí que me obliga a desearla.
Por un irresistible proceso que es más extraño que la lógica, tú podrías demostrarte que el agua es buena porque apaga la sed. Lo mismo sucede con el pan; cuando tienes hambre, si llegaras a la mesa y un filósofo te dijera: tú no entiendes la razón por la que el pan nutre al organismo humano; ¡no sabes absolutamente nada acerca del proceso de la digestión, ni del método de asimilación, ni cómo los huesos son nutridos por el fósforo, y por el calcio y por la sílice contenida en la harina! Tú responderías: no lo sé; y no estoy particularmente interesado en saberlo; pero una cosa sí sé: estoy seguro que el pan es bueno para comer si estoy hambriento, y te lo demostraré; y coges uno y comienzas a cortarla y a comer.
Lo mismo ocurre con el corazón creyente. El corazón está hambriento y por eso se alimenta de Jesús; el corazón está sediento y por eso bebe del agua viva; y así el corazón cree para justicia. Además, hay otra explicación. ¿Acaso no es renovado el corazón del hombre, queridos amigos, cuando es llevado a percibir la dificultad de reconciliar los aparentemente discordantes atributos de Dios? ¿Acaso no recuerdas bien aquel día cuando tu corazón te dijo: "Dios es justo; y es correcto que así sea"?, y tu corazón parecía dispuesto a besar la empuñadura de la filosa espada de la Justicia. Tú dijiste: "Señor, aunque se trate de mi propia condenación, yo quiero adorarte porque Tú eres santo, santo, santo." Tu corazón dijo: "Señor, yo sé que Tú eres misericordioso, pues Tú me lo has dicho; en las hermosas obras de Tus manos, en los abundantes cultivos cargados de amarillo grano, en este reluciente brillo del sol que madura todos los frutos, veo la prueba que Tú eres un Dios bueno y lleno de gracia. Pero, Señor, no puedo entender cómo puedes ser lleno de gracia y, sin embargo, ser justo; pues si eres justo, has jurado castigar, y si eres lleno de gracia, entonces, Tú perdonarás; ¿cómo puedes realizar ambas cosas, cómo puedes castigar y a la vez perdonar? ¿Cómo puedes castigarme y a la vez recibirme con muestras de afecto"? Un día, cuando estaba sumido en la incertidumbre y tu corazón estaba perplejo; oíste que el sacerdote predicador mostraba claramente que Cristo se convirtió en un sustituto para el hombre, y pagó -hasta la última dracma- toda esa cuantiosa deuda que el hombre tenía con Dios. Viste las heridas de Jesús, y entendiste cómo un Dios airado vio toda Su justicia satisfecha en las agonías de Su amado Hijo, y tu corazón dijo: "¡vaya!, esa es precisamente la respuesta que he estado requiriendo. Yo estaba sumido en la perplejidad, y me mortificaba a mí mismo; tenía un celo por la justicia de Dios; mi conciencia me ponía celoso de esa justicia; tenía un anhelo profundo por la misericordia de Dios, y mi corazón me hacía anhelarla profundamente. Ahora veo cómo la justicia y la paz se han dado un mutuo beso, cómo la justicia y la misericordia se han echado cada una al cuello de la otra y se han reconciliado para siempre." Y tu corazón dice: "este es el asunto; aquí está la llave maestra que abre todas las cerraduras de las puertas de la duda; aquí está el dedo divino que corre los pasadores." Oh, el gozo y la dicha con que tu corazón se asió al Redentor crucificado, diciendo: "es suficiente; estoy satisfecho, estoy contento, mi perplejidad ha llegado a su fin." Así que ustedes pueden ver que no es difícil entender cómo la fe puede ser una fe del corazón.
Pero quiero que adicionalmente noten que creer con el corazón implica un amor al plan de salvación. Voy a suponer que uno de ustedes el día de hoy, turbado por pensamientos de pecado, regresa a casa, y entra en su aposento y se sienta y reflexiona sobre el grandioso plan de salvación. Ve a Dios escogiendo a Su pueblo desde antes de la fundación del mundo, y escogiéndolo aun a sabiendas que estarían perdidos en la caída de Adán. Ven al Hijo conviniendo en una relación de pacto a favor de ellos, y comprometiéndose a ser su fianza para redimirlos de la ira. Ve a Jesús en la plenitud del tiempo presentándose como esa fianza, y cumpliendo todos Sus compromisos. Ve al Espíritu de Dios obrando para enseñar al hombre su necesidad, e influenciándolo para que acepte el plan de salvación. Ve al pecador lavado y limpiado; observa a ese pecador guardado, y preservado, y santificado, y perfeccionado, y al fin, llevado a casa a la gloria. Mientras reflexiona sobre esta obra del Señor, se dice a sí mismo: "bien, no sé si tenga algún interés en ello; pero, ¡cuán bendito es ese plan! ¡Cuán sublime! ¡Cuán condescendiente! ¡Cuán admirablemente apropiado para las necesidades del hombre! ¡Y cuán excelentemente adaptado para mostrar y glorificar cada atributo de Dios!" Mientras piensa en ello, brota una lágrima de su ojo, y algo le susurra: vamos, un plan como ese ha de ser verdad. Entonces, esta dulce promesa recorre fulgurante su mente: "El que creyere en él, no será avergonzado"; y su corazón dice: "entonces, creeré en Él; ese plan es digno de ser creído por mí; ese sistema, tan magnificente en su liberalidad, es digno de mi aceptación amorosa." Cae de rodillas, y dice: "Señor, he visto la hermosura de Tu grandiosa obra de gracia, y mi alma se ha enamorado de ella. No tengo ninguna desavenencia con ella; me someto a ella; permíteme participar de ella. Jesús, permite que la virtud de Tu preciosa sangre fluya sobre mí; concédeme que el poder del agua que limpia, que fluyó con la sangre, venga y mate el poder del pecado en mi interior. 'Señor, creo; ayuda mi incredulidad.'" Eso es creer con el corazón; es creer porque el corazón es inducido a ver que esto tiene que ser verdad; y, por tanto, por un proceso de lógica que es más sutil y más poderosa en su mágica influencia que la lógica del cerebro, el alma, la mente entera, y todos los poderes del hombre son forzados, benditamente forzados, a rendirle obediencia. La fe que salva al alma es siempre la fe del corazón, tanto en el cristiano desarrollado como en el bebé recién nacido. Mis amigos, ¿cuál es hoy su testimonio en cuanto a la verdad que es en Jesús? ¿Cree su corazón en ella? Me parece ver a un hombre de cabellos grises que se levanta y apoyándose en su báculo, dice: "en mis días de juventud entregué mi corazón a Cristo, y tuve una paz y un gozo tales como no había conocido nunca, aunque había probado las pompas y vanidades, los placeres y las seducciones del pecado. Mi corazón puede dar testimonio de la paz y de la felicidad que he encontrado en los caminos de la religión. Desde entonces, esta frente se ha visto surcada por muchas preocupaciones, y como pueden ver, esta cabeza se ha visto emblanquecida por muchas nieves invernales, pero el Señor ha sido el sostén y la confianza de mi corazón. He descansado en Cristo, y nunca me ha fallado. Cuando me ha sobrevenido algún problema, nunca he sido doblegado por él, sino más bien he sido capaz de enfrentarme a él. He experimentado pérdidas sensibles"; y señala las muchas tumbas que ha dejado atrás suyo en el desierto; "pero he sido ayudado a enterrar a esposa e hijos, y la fe me ha capacitado para decir con un corazón rebosante: 'El Señor dio, y El Señor quitó; sea el nombre de Yavhe bendito.' He tenido muchos conflictos, pero siempre he vencido por medio de la sangre del Cordero. He sido calumniado, como han de serlo todos los hombres, pero he cargado tanto esa como todas mis otras cruces sobre mi hombro, y la he sentido ligera cuando la he llevado por fe. Puedo decir que esa es la serenidad beatífica y la calma que la religión de Jesús da a mi corazón en todos los tiempos y en todas las estaciones, que la creo, no como un asunto mental, sino como un asunto del corazón. Mi corazón está convencido por experiencia que esta no puede ser sino la religión de Dios, al ver que obra tales maravillas en mí." Recuerden, que esta es la forma correcta de creer en Jesús, porque esta es la manera en que pueden creer en Él a la hora de su muerte.
Una historia ilustrativa Este fue un hombre verdadero siervo de nuestro Dios y Señor. En su lecho de muerte, su memoria vacilaba. Había envejecido y lo había olvidado todo. Sus amigos le preguntaron: ¿no nos reconoces? Hizo un gesto negativo con su cabeza. Juntos se habían comunicado dulcemente los secretos y andaban en amistad en la casa de Dios, pero los había olvidado a todos. A continuación, los hijos rodean al anciano padre y le ruegan que los recuerde. Pero él menea su cabeza, pues los ha olvidado a todos. Por último, llegó su esposa, y pensó, ¿sería posible que yo fuera olvidada también? Sí, él la había olvidado, y meneó su cabeza nuevamente. Finalmente, alguien le preguntó al oído: ¿conoces al Señor Jesucristo? La respuesta fue instantánea. Ese hermoso nombre le había regresado la conciencia desde el íntimo retiro en que se encontraba hasta el templo exterior de la mente. "¿Conocerle?", – respondió- "sí, Él es toda mi salvación y todo mi deseo." Pueden ver que era el corazón el que conocía a Jesús; y aunque el corazón pudiera reconocer a la esposa y al hijo, no podría conocer nunca al objeto más amado de la tierra como conoce a Cristo. Todos los demás nombres podrían estar grabados profundamente a través de las muchas capas de la piel del alma, si me permiten usar una metáfora así de extraña, pero el nombre de Cristo está grabado en el centro, exactamente en el centro del alma. El hombre que cree con su corazón tiene a Cristo en él, no superficialmente en él, sino a Cristo en él, la esperanza de gloria. Pienso en verdad que es algo muy bendito que el texto diga: "Con el corazón se cree" porque algunos de ustedes podrían decir: "no tengo suficiente cabeza para ser un cristiano." Aunque no tuvieran del todo cabeza, si tuviesen un corazón amante, podrían creer en Jesús. Ustedes podrían decirse: "vamos, nunca he tenido grandiosos componentes naturales." No se requiere de grandiosos componentes naturales. Podrían decirse: "nunca recibí educación alguna", fui a una escuela pública, y me enseñaron muchas cosas; pero no recuerdo nada." Bien, supón que no recuerdas nada; pero tienes un corazón, y puedes creer con tu corazón. Tu corazón puede ver que Cristo es un Cristo tal como lo necesitas; puedes ver que el perdón y la misericordia son justamente lo que requieres; y tu corazón puede decir, y que Dios el Espíritu Santo te induzca a decir: "yo acepto a Cristo; yo confío en Cristo; yo tomo a Cristo para que sea mi todo en todo." Esta preciosa palabra: "Con el corazón se cree," abre de par en par las puertas del cielo para aquellos que son prácticamente incapaces, que parecen estar al borde de la idiotez. Incluso aquellos individuos que se consideran como los mayores necios que hubieren vivido jamás, incluso ese tipo de necios puede creer. "El que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará." Se pueden ir al cielo sin confesar pero, no pueden ir al cielo sin creer. Así que tenemos la fe primero y lo otro puede venir después. EL RESULTADO de la fe: Con el corazón se cree PARA JUSTICIA. El texto significa que el hombre que cree en Cristo es justo; es justo de inmediato, al instante; es justo en germen. SEGUNDA PARTE CONFESIÓN CON LA BOCA "Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación." Romanos 10: 10. Voy a tratar sobre la segunda parte de este versículo: Con la boca se confiesa para salvación." Lo mas importante es la aseveración con el corazón se cree". Es lo esencial y lo más importante; sin eso, la confesión con la boca sería un pecado, una falsedad, y un insulto atroz al Altísimo. "Con la boca se confiesa para salvación." No ha de haber confesión con la boca allí donde no hay fe con el corazón. Profesar una fe que no se tiene, equivaldría a convertirse en un comerciante que pretende mantener un negocio muy grande, pero sin tener capital.
La verdadera fe, allí donde existe, produce obras; y, entre todas ellas, una valerosa, constante y consistente confesión de Cristo. El hombre que no sea inducido a confesar con su boca para salvación en el sentido contenido en el texto, no tiene fe. La fe, sin obras, es una raíz muerta, que no produce fruto; es un pozo que no tiene agua.
La fe, sin obras, es una de las cosas más condenables fuera del infierno. Huyan de ella, pues recuerden que si profesaran tener una fe en Cristo, y su conducta no fuera santa, acarrearían oprobio a la Iglesia de Cristo. Ustedes estarían crucificando de nuevo al Señor de gloria. Convertirían la verdad de Dios en una mentira.
De la misma manera que han de huir de una profesión sin fe, igualmente han de huir de una fe que no produzca una buena profesión que pueda ser expresada ante muchos testigos. La confesión de fe mediante actos, obras y palabras, da esa gracia que Dios, por medio de Su Santo Espíritu, ha puesto en el alma. Voy a procurar, con la ayuda de Dios, ilustrar el significado de confesar con la boca para salvación; y luego a hacer vigente esta confesión; exhortando a aquellos que en verdad aman al Señor, y han creído con su corazón, que se aseguren de confesar con sus bocas.
I. CONFESAR A CRISTO CON LA BOCA: Confesar a Cristo con la boca, abarca toda la vida y obra del cristiano. Todo cristiano es llamado a confesar con su boca de acuerdo a aquella manera que su propio estado, habilidades, y posición en la providencia, requiera de sus manos.
1. Una de las formas más tempranas y sencillas de confesar a Cristo con la boca, ha de encontrarse al unirse en actos de adoración pública. Muy pronto, casi tan pronto como las dos claras partes de la simiente de la mujer y de la serpiente eran discernibles, leemos: "Entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre de YAVHE" Quienes no temían a Dios se alejaron a sus diversas ocupaciones; mientras que los justos, en el día séptimo, se congregaban para rezar, alabar y sacrificar; así que cualquiera que se uniera a las filas de los hombres que invocaban el nombre del Señor, era de inmediato identificado, mediante ese acto, como un siervo del Altísimo.
A lo largo de toda la corriente de la historia podemos identificar a los justos por sus reuniones entre ellos, de manera unida, para elevar sus oraciones y acciones de gracias al Altísimo.
En los tiempos apostólicos, los creyentes perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en el partimiento del pan y en las oraciones. Donde se reunían dos o tres, y especialmente donde se congregaba el mayor número para escuchar la predicación de la Palabra, o con el propósito de partir el pan, la admisión de cualquier persona a esa reunión se volvía una confesión de su fe en el Señor Jesús, en cuyo nombre estaban reunidos. Ahora, en la actualidad, muchos van el domingo a la Iglesia porque es la costumbre hacerlo y nada mas. Esa misa no tiene validéz alguna.
2. La confesión de Cristo con la boca, significa el haber sido bautizado y si no lo ha sido, hacerse bautizar puesto que, el bautismo es la marca de distinción entre la Iglesia y el mundo. Promulga muy hermosamente la muerte para el mundo de la persona bautizada. Públicamente ya no es más del mundo; está enterrada para el mundo y ha resucitado a una nueva vida. Ningún símbolo podría ser más significativo.
El acto del bautismo es equivalente a decir: "no puedo regresar a ustedes; estoy muerto para ustedes; y para demostrar que lo estoy, estoy absolutamente enterrado para ustedes; no tengo nada más que ver con el mundo; yo soy de Cristo, y soy de Cristo para siempre." Luego, la cena del Señor: cuán hermosamente esa ordenanza expone la distinción entre el creyente y el mundo, en su vida y aquello que alimenta su vida. El creyente come la carne de Cristo, y bebe de Su sangre. Me sorprende que algunos de ustedes, que aman a mi Señor, se mantengan alejados de Su mesa. Fue Su voluntad al morir: "Haced esto en memoria de mí." Es muy benevolente de Su parte que haya instituido una ordenanza como esa; que nos haya permitido a nosotros sentarnos a la mesa para comer de un pan que los ángeles nunca conocieron. No entiendo qué tipo de amor pueda ser el de una persona que si oyen que Jesús dice: "Si me amáis, guardad mis mandamientos", y, sin embargo, muchos descuidan Sus ordenanzas. Muchos dirán que no son esenciales pero, la verdad es que si esenciales pues, corresponde al hijo hacer todo lo que su padre le ordene.
Si mi amado Redentor, me hubiese ordenado hacer algo que me dañara, lo haría por amor a Él; cuánto más, entonces, cuando me dijo: "Haced esto en memoria de mí." Te exhorto, por tanto, delante de Dios y de los ángeles elegidos, ante quienes serás juzgado en el último gran día, que si tú con tu corazón has creído, haz con tu boca la confesión que estas ordenanzas implican, y Dios te dará en verdad una dulce recompensa al hacerlo. (Yo me he bautizado, yo guardo Sus Mandamientos y yo voy a misa)
3. Para confesar a Cristo correctamente con la boca, ha de haber una asociación con el pueblo del Señor. Así fue en los tiempos antiguos. Moisés es un israelita, pero si quisiera podría vivir en la corte del Faraón, en medio del lujo y de la comodidad. ¿Qué es lo que elige? Sale a sus hermanos, y mira sus cargas; defiende su causa teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que todos los tesoros de Egipto. Moisés, el renombrado hijo de la hija de Faraón, se asocia con los pobres esclavos despreciados que fabrican ladrillos para el rey. Qué cuadro tan sumamente conmovedor tenemos al seguir al pueblo de Dios en la historia de Rut. Uno se embelesa al oír a esa piadosa mujer diciéndole a su suegra: "Porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios." Hubo una confesión del Dios de Israel cuando Rut se unió a Noemí de todo corazón.
Ahora, encontramos en los primeros tiempos de la Iglesia cristiana que, tan pronto como un hombre se convertía en cristiano se dirigía a su propio grupo; se asociaba con los santos. Cuando preguntabas: ¿dónde están los creyentes?, podías encontrarlos a todos juntos. Puedes encontrarte a otras criaturas vagando separadamente por las montañas, pero las ovejas aman estar en los rebaños.
Pablo no se contentó con ser bautizado, sino que después de su bautismo intentó por sí mismo unirse a la Iglesia; y encontramos que donde estuviera el pueblo de Dios, siempre estaba formado en una Iglesia; ya fuera en Filipos, o en Éfeso, o en Pérgamo, o en Tiatira, o en la misma Roma, Pablo formaba iglesias en todas partes; y conforme iba de lugar en lugar, miraba a la iglesia como la columna y el fundamento de la verdad.
La Iglesia de Dios es la verdadera madre de los convertidos; es de su seno que han de nacer, y en su pecho han de alimentarse, y en sus rodillas han de ser mecidos.
La Iglesia es, bajo Dios, una gran bendición para el mundo; y la unión con la Iglesia tiene el propósito de ser un método de confesión que no ha de ser descuidado.
Supongan por un momento que si estuviéramos separados en cristianos individuales, y no mantuviéramos ninguna asociación los unos con los otros; yo no dudaría en afirmar que algunos de los de corazón más ardiente entre ustedes se enfriarían, pues al asociarse unos con otros se promueve su celo y se enciende su entusiasmo.
4. Para algunos, la confesión con la boca conllevará el tomar la cruz en la familia. No conozco ninguna otra forma en la que esta confesión sea más agradable a Dios, y al mismo tiempo más ardua para los hombres, que tomar la cruz en la familia. Pudiera ser que fueras el primer convertido de la familia, y que frecuentes la casa de Dios mientras los demás siguen sus placeres en el día del Señor. Te pones a rezar, y en el momento en que te arrodillas en esa recámara, hay una risa que resuena en sus paredes. Hablas de Cristo y de las cosas divinas, y tu familia tienen una mofa y un escarnio para ti.
Tú me preguntarás qué deberías hacer. ¡Persevera! ¡Mantente firme! ¡Sé constante!, pues ahora es que debes hacer una confesión con tu boca para salvación. Yo no voy a creer que tu fe te salve a menos que ahora, sin ninguna duda y al costo que fuese, aunque fuera a riesgo de perder el amor de tu padre y los cuidados de tu madre, dijeras de inmediato: "no puedo evitarlo: lamento causarles una vejación, pero no puedo amar a mi padre o a mi madre más que a Cristo, para no ser indigno de Él." Tienes que estar dispuesto a renunciar a todo lo que te es cercano y muy querido, lo que fuera; aunque lo amaras como a ti mismo, y fuera tan precioso como tu propia vida, debes renunciar a todo ello si se interpusiera en el camino en el que sigues a Cristo Jesús el Señor. Ah, bien, -dirá alguno- ¡esto es muy duro! Sí, ¡pero recuerda por quién lo haces! Es tu Redentor, que dejó la corte de Su Padre y se encarnó, para poder ser uno contigo, y extendió Sus manos sobre la cruz, y entregó Su costado a la lanza. En verdad, todo aquello a lo que pudieras renunciar es una nimiedad comparado con aquello a lo que Él renunció por ti. Hazlo alegremente; hazlo de inmediato. Mis amigos, no te aterres ni te alarmes ante las tribulaciones familiares que tienes que soportar. Pídele a Dios que te haga como uno de esos barcos acorazados, de tal forma que aunque te disparen sus más fieros dardos, pasarán volando a tu lado, sin hacerte daño porque estás blindado con un valor invencible y con resuelta fe.
Ustedes han de romper la cadena que amenaza con mantenerlos fuera del cielo. Pero pídanle a Dios que les dé mucha gracia, mucho del Espíritu Santo y si se lanzaran contra la cadena, se romperá ante tu valor y tu determinación.
Las pruebas provenientes de la familia son difíciles de aguantar. Una cruz viva es a menudo más severa de llevar que una cruz muerta, pero deben hacerlo, pues "con la boca se confiesa para salvación." 5. Esta confesión será muy aceptable si es hecha en tiempo de tentación. Cuando al joven José le arrebató su ropa la lasciva mujer de su amo, su respuesta fue: "¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?" La mujer habría podido responder: ¡Dios! ¿Qué sé yo de Él? Conozco a Isis; entiendo al becerro de oro, pero no sé nada del Señor Yavhe; ¿quién es? Hubo una valerosa y clara confesión de su fidelidad al Señor, como una razón del por qué no podía pecar.
El caso de Nehemías es igualmente pertinente. Cuando lo invitan a una conferencia secreta en el templo, él dice: ¿Un hombre como yo ha de huir? Él profesa su confianza en su Dios como una razón del por qué no puede ni por un momento actuar ignominiosamente.
Ahora, cristiano, aquí es donde debes hacer una confesión con la boca. Alguna sucia trampa en el negocio, que se ha vuelto tan común que nadie considera nada malo en ella, se te presenta en tu camino. Ahora, actúa como hombre, y di: prefiero morirme de hambre que hacerlo; yo no puedo ni quiero vivir del robo, aunque esté medio legalizado por la sociedad. Amigo, ahora es tu oportunidad. Cuando llegue el día domingo, y seas arrastrado de la manga por una docena de amigos para que los acompañes para desperdiciar las santas horas, muy bien puedes decirles: no, -y dar la razón- no puedo hacerlo pues soy un cristiano.
Para algunos propósitos yo preferiría la aseveración de la fe de uno en Jesús en el tiempo de la tentación a cualquier otra forma de confesión, pues ciertamente no podría haber ninguna hipocresía en ello. Cuídate, hermano, de no dejar nunca de reconocer a tu Señor en el tiempo de la tentación. Ah, -comenta uno- nunca dejaré de hacerlo. No hables demasiado positivamente. Pedro negó a su Señor delante de una necia criada; ten cuidado de no caer de igual manera. Es fácil decir: yo soy un buen marinero" cuando estás en la costa. Caminas muy bien por la cubierta superior del barco cuando este se encuentra en el muelle; no sabes lo que es una tormenta, ni cómo se sacude el barco cuando las olas bañan la cubierta. Sería mejor que guardaras tus jactancias para cuando hubieses ido al mar. No te jactes de nada de lo que harás, sino más bien di: "Sosténme y seré salvo." 6. La confesión con la boca ha de hacerse con doble resolución siempre que seamos llamados a sufrir tribulación por causa de Cristo; cuando la profesión de Cristo nos pudiera acarrear alguna pérdida, o cuando la negación de Su nombre nos pudiera proporcionar una prosperidad temporal.
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |