El camino que nos conduce infaliblemente a la paz, la alegría y la felicidad
Enviado por JORGE EDGARDO OPORTUS ROMERO
- Introducción
- El pacto
- El pacto argumentado
- Los distintos pactos
- La fe
- El crecimiento de la fe
- Creyendo con el corazón
- Deléitate en el señor
- La forma de hacer la oración para recibir las bendiciones que dios nos ha prometido en su palabra
- El secreto poder de la oración
- La humildad amiga de la oración
- Las condiciones del poder de la oración
- El espíritu santo
- El tutor privado
- La excelencia superlativa del espíritu santo
- El poder del espíritu santo
- La paz espiritual
- Las promesas de Dios
"Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida, nadie viene al Padre sino por mí" Juán 14:6 "He aquí tú amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría. Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve. Hazme oír gozo y alegría, y se recrearán los huesos que has abatido. Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas mis maldades. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente". El Salmo 51: 6-12
"…hasta los suicidas se ahorcan queriendo ser felices". Pascal Una de las mayores decepciones que sufrí al convertirme a la fe cristiana, (bueno siempre decía ser cristiano pero hay diferencia entre decir serlo porque se ha nacido en una familia cristiana o porque se han cumplido con los sacramentos por tradición, a ser cristiano por convicción y practicar en la vida diaria las enseñanzas de Cristo Jesús) fue descubrir que no era verdad que con sólo profesar la fe cristiana automáticamente sería feliz. Descubrí, a lo largo de los años, que muchos cristianos, en verdad, no son felices, no saben ser felices. Los pastores y sacerdotes cristianos deberían ser claros y honestos. Ellos no deberían ni pueden mentir: la fe cristiana no produce felicidad automática. En el esfuerzo por producir conversiones, no necesitamos propaganda engañosa a fin de seducir a las personas para la fe en Cristo. Hace un tiempo, un programa evangélico alardeaba en los medios: "Si tú estás pasando por dificultades, si estás viviendo en un infierno, basta con decirle sí a Jesucristo y tú serás feliz". El predicador no se intimidaba con sus declaraciones: "Dios está a tu disposición para ayudarte, basta con que ores conmigo y yo te garantizo que tu vida cambiará en un abrir y cerrar de ojos". La verdad es que Dios si hace milagros actualmente y siempre los ha hecho y sí podría ser posible que una persona que sufra a mares ahora, con tan solo decir: "Señor líbrame de este martirio" podría ser librado pero, la experiencia me dice que, para lograr la paz, la alegría y la felcidad se requiere mas que un decir: "Señor, te acepto como mi salvador". Obviamente por ahí hay que empezar pero, Dios también nos pone condiciones para lograr esa paz, esa alegría y esa felicidad tan deseada y tan distante. Nos pide que empecemos a estudiar Su Palabra, a ponerla en práctica, a dejar el pecado -al menos el pecado que cometemos voluntariamente-, a hacer oración. Nos pide hacer morir el "hombre viejo" para así nacer de nuevo en espíritu. Pasar una semana entre creyentes ya es suficiente para verificar que el decir "Señor te acepto como mi Salvador" no llega la paz, alegría y felidad en un abrir y cerrar de ojos al expresas esas palabras. Existen innumerables personas convertidas dentro de las iglesias con depresión, angustiadas, llenas de dudas, sofocadas por deudas en tarjetas de crédito, ansiosas, irritables, insomnes, nerviosas y un largo etcétera de dolores, penas y sufrimientos ancestrales. Repito: la predicación "Conviértete y serás feliz" es falsa. Las razones son diversas: Primero, la conversión no tiene nada que ver con el concepto de que Dios resuelve nuestros problemas instantáneamente. Convertirse es someter nuestra voluntad a su soberana voluntad. Segundo, en la conversión se resuelve el conflicto relacional de la creación, Dios decidió crearnos, libres. Dios es trino y, por lo tanto, relacional. El vive eternamente en una comunidad tan única, que podemos afirmar que el Dios trino del cristianismo es sólo uno. Se puede decir que nuestra libertad fue el precio que Dios se dispuso a pagar, por su soberana decisión, para que pudiéramos amar. Para tener paz y alegría, si es necesaria la conversión, conversión que significa, que la persona humana respondió al toque divino de la gracia que invita a esa relación. El convertido es quien dice sí a la invitación de Dios. Allí se inicia una relación amorosa semejante a la de los padres e hijos, amigos, novios, pastor o sacerdote y ovejas. Convertirse es aceptar que la voluntad humana se ajuste a la voluntad de Dios, siempre con el propósito de una relación íntima y, después de que nuestra voluntad se sujeta a la voluntad de él, se inicia una caminata. En ella Dios nos enseñará cómo transformar nuestra historia de perdición en vida plena que, puesto de una manera coloquial, seria como si Dios afirmara: "Bien, ahora tú estás conmigo, deja que te enseñe cómo ser feliz". La diferencia fundamental entre el cristiano y el que no lo es, se encuentra en que el primero se sometió a la voluntad de Dios y ahora dispone de sabiduría divina para convertir en agradable la vida. Sin embargo, algunos pueden ser cristianos, tener esa sabiduría a su disposición y no saber cómo utilizarla. Sería como una persona que vive sobre un yacimiento de oro, pero ignorando su realidad, nunca echa mano del tesoro que le pertenece. Como el mayor interés de Dios es que disfrutemos de la gloria que él disfruta en la Trinidad, como él sabe que nuestra mayor ambición en la vida es la felicidad, Jesucristo comenzó su sermón fundamental, enseñando cómo las personas podían encontrar la verdadera felicidad. Jesucristo fue transparente en su enseñanza: quien anhele ser feliz, necesita tres actitudes correctas: Para consigo mismo -siendo pobre de espíritu, admitiendo sus lágrimas, siendo humilde, y manteniendo su compromiso con la justicia; Para con Dios -siendo misericordioso como Dios es, manteniendo el corazón puro, y siendo un pacificador; Para con el mundo que lo rodea -estando dispuesto a sufrir por lo que crees, manteniendo la integridad emocional aun siendo perseguido. Vale insistir, aun bajo el juicio de parecer redundante: Jesús inicia su enseñanza ofreciendo algunas pistas de que la felicidad no sucede por casualidad. Por lo tanto, el carácter cristiano necesitará contener tres ingredientes para producir felicidad. El primero, trata de la esencia del ser -humildad de espíritu, la habilidad de llorar, la mansedumbre, el hambre y la sed de justicia. El segundo, refiere las expresiones del ser -misericordia, pureza de corazón, promoción de la paz. El tercero, corresponde a los compromisos del ser delante de la adversidad, de la persecución y de la injuria. Por lo tanto, la expresión "Bienaventurados" -que significa "felices"- no es solamente indicativa o descriptiva del verdadero cristiano, sino imperativa. Jesús enseñó que la felicidad no es fruto de una experiencia aislada, ella es resultado de una jornada: la adopción de un estilo de vida. La vida abundante no se encuentra, ella se construye. Los dichosos son llamados "felices" no porque pasaron por una experiencia mística o esotérica, sino porque vivieron de tal manera que la felicidad se les materializó. Los valores del reino de Dios producirán en ellos una satisfacción real. Significa que la felicidad no viene de afuera hacia adentro, sino que ella emana de dentro hacia fuera. Un ángel no toca a nadie para que sea feliz. Si hubiera una intervención angelical, ella serviría para revelar o dotar a personas de fuerzas para que practiquen lo necesario para encontrar alegría eterna. Cuando una persona experimenta el poder de la gracia, ella no sale de un estado de tristeza para uno de alegría, con un chasquido de dedos; sólo abandona el camino que conduce a la tristeza para optar por otro que lleva a la felicidad. Así y todo, algunos valores necesitarán ser incorporados a su nuevo estilo de vida. La gran frustración de muchos cristianos es que esperan una oración especial, una visión sobrenatural, para, de repente, entrar en un estado perenne de felicidad, pero eso no sucede, hay otro camino y este es, vaciarse de sus propios métodos para pasar a considerar los de Dios."Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos". "Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación". "Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad"."Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados". Aún se escucha el eco de sus palabras: "desea ser misericordioso para con los débiles; sé paciente con los que no llegan a alcanzar tu estándar; sé comprensivo con los rezagados, con los que fracasan, con los que tropiezan en sus propios errores". "Busca ser limpio de corazón, y no permitas sombras, caminos bifurcados, inconsistencias, hipocresía, falsedad o engaño". Para Jesús, quien vive una vida íntegra, será feliz. Su declaración fue osada: "los puros experimentaran la mayor de todas las felicidades, ellos verán a Dios". Jesús incentivó la concordia y ordenó que se promoviese la paz: "no seas un promotor de cizaña, nunca sirvas de canal para el odio, no suscites la venganza y no desparrames disensión. Reconcilia a quienes se odian, reúne a los diferentes, promueve el amor y tú serás feliz". De allí la afirmación: "los pacificadores serán llamados hijos de Dios". Él aconseja que sus seguidores sean personas de ideas claras, convicciones sólidas. Los claudicantes, los pusilánimes, los cobardes se perdieron. Nadie recuerda al perseguidor, sólo los perseguidos son recordados". Jesús afirmó: "Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros". En el verdadero cristianismo, la felicidad no es circunstancial, ella depende de los contenidos del carácter. Jesús enseñó a sus discípulos que la pregunta esencial no es: "¿esto me hará feliz?", sino, "¿esto es correcto?". Todos nutrimos el concepto erróneo de que la felicidad depende de las circunstancias. Al contrario de Jesucristo, raramente establecemos una correlación entre la felicidad y el carácter. Muchos viven miserablemente prometiéndose a sí mismos: "Seré feliz el día que cambie de casa, compre un bote, termine la facultad, tenga un hijo, los hijos se casen, cambie de esposa, viva en Europa, construya una casa en la Costa del Sol en España". Por causa de esa visión de que lugares, personas y oportunidades, producen felicidad, no tomamos como prioridad la ética, la integridad y tampoco el compromiso con la justicia. Jesús no libra a sus discípulos de ninguna obligación. El enseñó algunos principios duros. Se encuentran determinados pasajes que al leerlos exclamamos: "¡Eso es muy difícil!". Fue por ese motivo que él inició afirmando: "Yo les voy a enseñar algunas verdades que para ustedes pueden aparentar ser muy difíciles, pero créanme, quienes las practiquen serán bienaventurados -o felices". Lo que el hombre o lo mujer sembrare, eso, ciertamente, cosechará. Quien plante viento, cosechará tempestad; quien plante odio, cosechará violencia; quien plante amor, cosechará amistad; quien plante venganza, cosechará amargura; quien plante fidelidad, cosechará compromiso; quien plante mentira, cosechará traición; quien plante verdad, cosechará integridad. Encontrarás en este libro el camino por el cual, en forma segura podrás transitar por las bellas alamedas que te van a conducir a la paz, la alegría y la felicidad tan ansiadas, tan presiadas, tan esquivas y distante. Reitero, no lo vas a lograr de la noche a la mañana pero si podrás apartarte inmediatamente -si lo deseas- del camino que conduce a la infelicidad, estres y agitación espiritual. No creas que leyendo este libro de una vez y, de la primera a la última página vas a conquistar inmediatamente la paz, la alegría y la felicidad. Este es un proceso como ya lo he señalado. Por otra parte, es muy posible que con la lectura de un solo capítulo puedas lograr revertir tu vida positivamente. Todo el libro está compuesto de una recolección de documentos que he modificado con el norte de crear un especie de "trayectoria cristiana-católica- carismática hacia la felicidad. Trayectoria que no es un caminar hacia afuera sino, al contrario, detenerse para buscar ese camino que está en nuestro interior. Pretendo además que, el libro sea un documento de estudio, de facil comprensión, asimilación y memorización, razón por la cual, he marcado con negrita y cursiva lo que considero de mayor significación como además, he marcado con color azul los versos bíblicos y otros párrafos que he considerado de importancia mayor. CAPÍTULO I
"Para siempre se acordará de su pacto." Salmo 111:5 Es algo maravilloso que Dios entre en un pacto de gracia con los hombres. Que hiciera al hombre y fuera misericordioso con él, es fácilmente concebible; pero que estreche Su mano con Su criatura y ponga Su augusta majestad en un vínculo con esa criatura por Su propia promesa, es algo prodigioso. Una vez que sé que Dios ha hecho un pacto, no me sorprende que lo recuerde, pues Él es Dios que no miente. Habló, ¿y no lo ejecutará? ¿Ha hecho una promesa solemne alguna vez? Sería inconcebible que no la cumpliera. La doctrina del texto se elogia por sí sola ante todo hombre razonable y considerado: si Dios ha establecido un pacto, será siempre fiel a ese pacto.
Que Dios establezca un pacto de gracia con nosotros es una bienaventuranza tan grande, que espero que cada uno diga en su corazón: "¡Oh, que el Señor estableciera un pacto conmigo!" Analizaremos este asunto respondiendo a la preguntas: 1. ¿En qué consiste este pacto? 2. ¿tengo yo alguna porción en él? y, 3. "Si en verdad tengo un pacto con Dios, entonces cada parte de ese pacto será cumplida, pues Dios hace memoria de Su pacto perpetuamente." I. ¿EN QUÉ CONSISTE ESTE PACTO? Si acudieras a un abogado y le preguntaras cuál es el contenido de una escritura legal, te respondería: "podría darte un extracto, pero sería mejor que te la leyera." Podría darte la esencia y la sustancia de esa escritura; pero si quieres ser muy preciso, y se tratara de un asunto de mucha importancia, tú le dirías: "me gustaría que la leyeras." Vamos a leer ahora ciertos pasajes de la Escritura que contienen el pacto de gracia, o un extracto del mismo. Leamos a Jeremías 31: 31-34: "He aquí que vienen días, dice el Señor, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice el Señor. Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Yavhé; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Yahvé; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado." Dios, en el pacto, promete a Su pueblo que, en lugar de escribir Su ley sobre tablas de piedra, la escribirá en sus corazones. En vez de que la ley sea dada en la forma de un mandamiento duro y estrujante, será colocada dentro de ellos como un objeto de amor y de deleite, y será escrita sobre la naturaleza transformada de los amados objetos de la elección de Dios: "Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón" "Y yo seré a ellos por Dios". Por tanto, todo lo que hay en Dios les pertenecerá a ellos. "Y ellos me serán por pueblo." Ellos me pertenecerán; los amaré como algo Mío; los guardaré, los bendeciré, los honraré, y proveeré para ellos como Mi pueblo. Seré su porción, y ellos serán Mi porción. ¡qué privilegio del pacto es este! Noten el siguiente privilegio. Todos recibirán instrucción celestial: Todos me conocerán. Me conocerán como su Padre; conocerán a Jesucristo como su Hermano; conocerán al Espíritu Santo como su Consolador. Tendrán trato y comunión con Dios. ¡Qué privilegio del pacto es este!
De aquí proviene el perdón, "Porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado." ¡Qué limpieza total del pecado! Dios perdona y olvida; ambos componentes van juntos. Perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado. Todos desaparecerán, toda su transgresión será borrada, y no será mencionada en su contra nunca más para siempre. ¡Qué indecible favor! Este es el pacto de gracia. Les pido su atención al hecho de que en el pacto no hay condicionales tales como "si", o "pero", y no hay requerimientos establecidos por el pacto para el hombre. Todo consiste en el: "Yo haré" de Dios y, por consiguiente, en el "ellos harán". "Yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo." Es un contrato escrito en un tono real, y su estilo majestuoso no se ve afectado por un "quizá" o un "tal vez", sino que permanece siempre en "será" y "haré". Estas dos palabras son una prerrogativa de la majestad divina; y en este portentoso acto de entrega, en el que el Señor otorga un cielo de gracia a los pecadores culpables, la entrega es según la soberanía de Su propia voluntad, sin que haya nada que ponga en riesgo al don o que torne insegura a la promesa.
Mas adelante, el Profeta Ezequiel dice qué es el pacto de gracia: "Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne, para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis decretos y los cumplan, y me sean por pueblo, y yo sea a ellos por Dios." Encontrarán otra forma del pacto un poco más adelante, en el capítulo treinta y seis de Ezequiel, comenzando en el versículo veinticinco. ¡Cuán atentamente deberían leer esto! Leer las mismísimas palabras del propio pacto de Dios es muchísimo mejor que leer o escuchar a cualquier predicador, pues son las palabras de un pacto que salva a quienes están involucrados en él: "Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra Y vosotros me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios." Esta promesa siempre viene al final, "Yo seré a vosotros por Dios." En esta forma del pacto, Dios no exige nada, no pide ningún precio, no requiere de un pago, sino que hace una promesa tras otra a las personas con quienes establece el pacto, todas gratuitas, todas incondicionales, todas hechas de acuerdo a la munificencia de Su corazón real. Dios ha establecido un pacto con ciertas personas en el sentido de que hará todo esto por ellas, y en cada caso es por pura gracia. Él les quitará sus corazones de piedra: por esta promesa nos queda claro que cuando comenzó con ellos, tenían corazones de piedra. (muchos lo tienen todavía). Él perdonará sus iniquidades: cuando comenzó con ellos, tenían muchas iniquidades. (Todavía el mundo está lleno de pecadores no arrepentidos) Les dará un corazón de carne: cuando comenzó con ellos, no tenían un corazón de carne. Hará que anden en Sus estatutos: cuando comenzó con ellos, no guardaban Sus estatutos. Eran personas pecadoras, voluntariosas, perversas y degeneradas, y las llamó muchas veces para que vinieran a Él, y se arrepintieran, pero no quisieron. (Todavía hay muchos que no guardan la Palabra de Dios) Aquí Él habla como un rey, y ya no suplica más, sino que decreta. Dice: "Yo haré esto y lo otro por ustedes, y, a cambio, ustedes serán esto y lo otro." ¡Oh, bendito pacto!
¿Cómo acaeció esto? Aprendan la doctrina de los dos tipos de pactos. El primer pacto fue el de obras, el pacto establecido con nuestro primer padre Adán. Este no es el primero en propósito, sino que fue el primero que fue revelado en el tiempo. Este era su contenido: "tú Adán, y tu posteridad, vivirán y serán felices si guardan mi ley. Para probar tu obediencia hacia Mí, hay un cierto árbol; si lo dejas en paz, vivirás: si lo tocas, morirás, y aquellos a quienes representas también morirán". Como leemos, Dios condicionaba.
Nuestra primera cabeza del pacto (Adán) arrebató con avidez el fruto prohibido y cayó: ¡y qué caída fue esa, hermanos míos! Allí nosotros, caímos, y a la vez quedó demostrado de una vez por todas que por las obras de la ley nadie puede ser justificado; pues si Adán, que era perfecto, quebrantó la ley tan rápidamente, podemos estar seguros de que ustedes y yo quebrantaríamos cualquier ley que Dios promulgara. No había ninguna esperanza de felicidad para ninguno de nosotros por medio de un pacto que contuviera un "si". Ese viejo pacto fue eliminado, pues ha fracasado completamente.
Luego vino el segundo Adán. Ustedes conocen Su nombre; Él es el siempre bendito Hijo del Altísimo. Este segundo Adán estableció un pacto con Dios, más o menos de esta manera: el Padre dice: Te doy un pueblo; ese pueblo será Tuyo: has de morir para redimirlo, y cuando hubieres hecho esto, cuando por causa de ellos hubieres cumplido Mi ley, y la hubieres honrado, cuando por su causa hubieres soportado Mi ira en contra de sus transgresiones, entonces Yo los bendeciré; ellos serán Mi pueblo; perdonaré sus iniquidades; cambiaré sus naturalezas; los santificaré, y los haré perfectos. (Este Pacto es entre Dios Padre y Su Hijo Jesucristo) Había un aparente "si" en este pacto al principio. Es decir, pareciera que Dios condicionaba a Su Hijo. Ese "si" dependía de la suposición de que el Señor Jesús obedeciera la ley, y pagara la recompensa. No hay ningún "si" en el pacto ahora. Cuando Jesús inclinó Su cabeza, y dijo: "Consumado es", no quedó ningún "si" en el pacto. Por tanto, existe ahora como un pacto enteramente unilateral: un pacto de promesas, de promesas que deben ser cumplidas, porque la otra porción del pacto ya fue cumplida, y ahora la parte del Padre ha de ser cumplida. Él no puede dejar de cumplir, ni lo hará, aquello que pactó con Cristo que haría. El Señor Jesús recibirá el gozo puesto delante de Él. "Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho." Por su conocimiento justificará a muchos, el Cristo que se convirtió en el Siervo justo de Dios, pues, ¿no llevó Él nuestras iniquidades? Todos aquellos para los que Él fue la Fianza, ¿cómo podrían dejar de ser aceptados? ¿Ven por qué el pacto, según lo he leído, permanece tan absolutamente sin los condicionales "si", "pero" y "quizá", y se basa únicamente en "haré" y "será"? Es porque un lado del pacto, que parecía incierto, fue puesto en las manos de Cristo, que no puede fallar ni ser desalentado. Él ha cumplido Su parte del pacto, y ahora permanece firme, y ha de permanecer firme por siempre y para siempre.
Este es ahora un pacto de pura gracia, y solamente de gracia: que nadie intente mezclar obras en ese pacto, ni nada de mérito humano. Dios salva ahora porque Él elige salvar. "Tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente." Dios nos observa a todos perdidos y arruinados, y, en Su infinita misericordia, viene con absolutas promesas de gracia para aquellos que ha entregado a Su Hijo Jesús. II. "¿TENGO YO ALGUNA PARTICIPACIÓN EN EL PACTO?" ¡Que el Espíritu Santo nos ayude a averiguar la verdad acerca de este punto! A ustedes que están realmente ansiosos en sus corazones por saberlo, quisiera persuadirlos sinceramente para que lean la Epístola a los Gálatas. Lean la Epístola completa, si quieren saber si tienen alguna parte o porción en el pacto de gracia. ¿Cumplió Cristo la ley por mí? ¿Están dirigidas a mí las promesas de Dios, absolutas e incondicionales? Pueden saberlo si responden a tres preguntas. 1. ¿Están en Cristo? ¿No advirtieron que dije que todos nosotros estábamos en Adán, y en Adán todos caímos? Ahora, "Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida." 2. ¿Están ustedes en el segundo Adán? Ciertamente ustedes estaban en el primer Adán, pues así fue como cayeron. ¿Están en el segundo Adán? Porque, si están en Él, son salvos en Él. Él ha guardado la ley por ustedes. El pacto de gracia establecido con Él, fue hecho con ustedes, si están en Él. Si están en Cristo, ustedes son parte y porción de la simiente a quien la promesa fue hecha; pero sólo hay una simiente, y el apóstol afirma: "No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo." Entonces, si están en Cristo, están en la simiente, y el pacto de gracia fue hecho con ustedes.
3. ¿Tienen fe ustedes? Mediante esta pregunta recibirán ayuda para responder a la pregunta previa, pues los creyentes están en Cristo. En la Epístola a los Gálatas, encontrarán que la marca de quienes están en Cristo es que creen en Cristo. La señal de todos los que son salvos es la fe en Cristo. En Gálatas, Pablo insiste en esto, "El justo por la fe vivirá", y la ley no es fe. Una y otra vez lo expresa de esta manera.
Vamos, entonces, ¿crees en Jesucristo con todo tu corazón? ¿Es tu única esperanza para el cielo? ¿Descansan todo tu peso, toda la fuerza de su salvación, en Jesús? Entonces estás en Él, y el pacto es tuyo; y no hay ninguna bendición que Dios haya decretado dar, que no te la dé. No hay una bendición que, por la grandeza de Su corazón, haya resuelto otorgar a Sus elegidos, que Él no te la otorgue. Si creen en Cristo Jesús, tienen la marca, el sello, la insignia de Sus elegidos. Esta otra pregunta podría ser de ayuda: ¿has nacido de nuevo? Los refiero nuevamente a la Epístola a los Gálatas, que quisiera que cada persona ansiosa leyera por entero y muy cuidadosamente. Allí verán que Abraham tuvo dos hijos: uno de ellos nació según la carne; fue Ismael, el hijo de la esclava. Aunque fue el primogénito, no era el heredero, pues Sara dijo a Abraham: "Echa a esta sierva y a su hijo, porque el hijo de esta sierva no ha de heredar con Isaac mi hijo." El que nació según la carne no heredó la promesa del pacto. ¿Está fundamentada tu esperanza del cielo en el hecho de que tuviste una buena madre y buen padre? Entonces tu esperanza es nacida de la carne, y no estás en el pacto. "Lo que es nacido de la carne, carne es", y no es nada mejor. Los que son nacidos de la carne no son los hijos de Dios. No crean en el agraciado linaje, o en los santos ancestros. Deben nacer de nuevo o perecerán para siempre, sin importar quiénes sean sus padres. Abraham tuvo otro hijo, Isaac: él no nació de la fuerza de su padre, ni según la carne en absoluto, pues se nos informa que tanto Abraham como Sara habían envejecido; más bien, Isaac nació por el poder de Dios, de acuerdo a la promesa. Él fue el hijo dado por la gracia.
¿Han nacido alguna vez de esta manera: no por la fuerza humana, sino por el poder divino? La vida que está en ustedes, ¿es una vida dada por Dios? La verdadera vida no es engendrada de la voluntad del hombre, ni de la sangre, ni de la excelencia natural; sino que es engendrada por la obra del Espíritu de Dios.
El nacer de nuevo es el haber sido bautizado y haber muerto al hombre viejo para dar paso al hombre nuevo. En otras palabras: es haber dejado el pecado voluntario y hacer la voluntad del Hijo de Dios. Creer en El y tener fe que en El y por El eres salvo. En este pacto de gracia Dios a nosotros no nos ha exigido nada sino que esperó que Su Hijo cumpliera su misión en la tierra para que podamos gozar de Su Amor y de Sus bendiciones. A nosotros Dios no nos ha exigido nada para gozar de este Pacto de Gracia pero, nosotros debemos creer que Jesús nació, vivió, predicó y murió por nosotros y si le creemos y tenemos fe el el, entonce recibiremos todas las bendiciones. Ahora mis amigos yo puedo decir que sí creo y que sí tengo fe en Jesús. Es fácil decirlo pero hay que demostrarlo y, cómo lo vamos a demostrar? Cumpliendo con Su Voluntad, dejando atrás el pecado voluntario. Sólo así hemos nacido de nuevo y somos parte del pacto. Si tú tienes esta vida, estás en el pacto, pues está escrito, "En Isaac te será llamada descendencia". Los hijos de la promesa son los que son considerados la simiente. Dios dijo a Abraham: "En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra", y eso fue porque Él tenía el propósito de justificar a los gentiles por medio de la fe, para que la bendición dada al creyente Abraham pudiera venir sobre todos los creyentes. Abraham es el padre de los fieles, o el padre de todos aquellos que creen en Dios, y con ellos es establecido el pacto.
Entonces, aquí tenemos las preguntas probatorias: ¿estoy en Cristo? ¿Creo en Jesús? ¿Soy nacido por el poder del Espíritu de Dios según la promesa, y no por el nacimiento carnal, o según las obras? Entonces estoy en el pacto; mi nombre está en el registro eterno. Antes de que las estrellas comenzaran a brillar, el Señor había pactado bendecirme. O antes de que la tarde y la mañana constituyeran el primer día, mi nombre estaba en Su libro. Cristo, antes de la fundación del mundo, estrechó la mano de Su Padre en el salón del consejo de la eternidad, y se comprometió a redimirme, y a llevarme a mí y a multitudes de personas a Su eterna gloria; y Él lo hará, pues nunca quebranta sus compromisos de afianzamiento. Quiero que estén muy seguros acerca de estos puntos, pues, oh, ¡qué paz engendrará en sus almas; qué descanso de corazón es entender el pacto, y saber que tu nombre está registrado en él!
III.TODA BENDICIÓN DEL PACTO VENDRÁ A NOSOTROS. Si en verdad creemos, basados en la sólida evidencia de la Palabra de Dios, que somos de la simiente con la que fue establecido el pacto en Cristo Jesús, entonces Voy a expresarlo más personalmente: cada bendición del pacto vendrá a 'TI'. El diablo dice: "no, no vendrá". ¿Por qué no, Satanás? Vamos, -responde- "tú eres incapaz de hacer esto o aquello." Refieran al demonio al texto; díganle que lea aquellos pasajes que yo he escrito para ustedes, y pregúntenle si puede detectar un "si" o un "pero", pues yo no puedo hacerlo. ¡Oh!, -dice él- "pero, pero, pero, pero no puedes hacer lo suficiente, no puedes sentir lo suficiente." ¿Dice allí algo acerca de sentir? Únicamente dice: "Les daré un corazón de carne." Entonces sentirán lo suficiente. "¡Oh, pero!", -dice el diablo- "tú no puedes ablandar tu empedernido corazón." ¿Acaso dice que yo he de hacerlo?
¿No dice acaso: "Quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne"? El tenor del pacto es: Yo lo haré; Yo lo haré. El diablo no se atreve a decir que Dios no puede hacerlo; él sabe que Dios puede habilitarnos para hollarlo bajo nuestros pies. "¡Oh, pero!", -dice él- "no podrás mantenerte en tu camino si comienzas a ser un cristiano." ¿Acaso dice algo acerca de eso, más allá de esto: "Para que anden en mis ordenanzas"? Qué importa que no tengamos poder en nosotros o por nosotros mismos para continuar andando en Sus estatutos; pues Él tiene el poder para hacer que sigamos andando en ellos. Él puede obrar en nosotros la obediencia y la perseverancia final en la santidad; Su pacto promete virtualmente estas bendiciones para nosotros. Regresando a lo que dijimos anteriormente: Dios no pide nada de nosotros, sino que nos da a nosotros. Nos ve muertos, y nos ama incluso estando muertos en nuestros delitos y pecados. Nos ve débiles, e incapaces de ayudarnos a nosotros mismos; Él interviene, y produce en nosotros así el querer como el hacer, por Su buena voluntad, y luego nosotros nos ocupamos en nuestra salvación con temor y temblor. La base de esto, el propio cimiento de esto, es Él mismo; y no encuentra nada en nosotros que le sirva. No hay ni fuego ni leña en nosotros, ni mucho menos el cordero para el holocausto, sino que todo es vacío y condenación. Él interviene con "yo haré" y entonces "ustedes serán", a semejanza del ayudador real que otorga ayuda gratuita a los pecadores desvalidos y miserables, de conformidad a las riquezas de Su gracia. Ahora, estén seguros de que, habiendo hecho un pacto como este, Dios hace memoria de Su pacto perpetuamente. Lo hará, primero, porque no puede mentir. Si dice que lo hará, Él lo hará. Su propio nombre es: "Dios que no miente". Si yo estoy en Cristo, he de ser salvo: nadie puede impedirlo. Si soy un creyente en Cristo, he de ser salvo; todos los demonios del infierno no pueden detenerlo, pues Dios ha dicho: "El que en él cree, no es condenado." "El que creyere y fuere bautizado será salvo." La palabra de Dios no es Sí y No. Él sabía lo que decía cuando pronunció el pacto, y nunca lo ha cambiado, ni lo ha contradicho. Entonces, si soy un creyente, he de ser salvo, pues estoy en Cristo, a quien es hecha la promesa; si tengo la nueva vida en mí, he de ser salvo, pues, ¿acaso no es esta vida espiritual la simiente viva e incorruptible que vive y permanece para siempre? ¿No dijo Jesús: "El agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna"? Yo he bebido el agua que Cristo me dio, y debe saltar para vida eterna. No es posible que la muerte mate a la vida que Dios me ha dado, ni tampoco que los espíritus caídos huellen y apaguen el fuego divino que el propio Espíritu de Cristo ha colocado en mi pecho. He de ser salvo, pues Dios no puede negarse a Sí mismo. A continuación, Dios hizo el pacto libremente. Si no hubiese tenido el propósito de guardarlo, no lo habría establecido. Cuando un hombre es arrinconado por alguien que le dice: "ahora debes pagarme", entonces es propenso a prometer más de lo que pueda cumplir. Declara solemnemente: "te pago dentro de quince días". Pobre individuo, no tiene dinero ahora, y no tendrá dinero entonces, pero hace una promesa porque no puede evitarlo.
No se puede imaginar tal necesidad con nuestro Dios. El Señor no estaba bajo ninguna coacción: podría haber dejado que los hombres perecieran por causa del pecado; no había nadie que lo impulsara a establecer el pacto de gracia, o ni siquiera que sugiriera la idea. "¿A quién pidió consejo?" Él estableció el pacto por Su propia voluntad real, y puedes estar seguro de que nunca se retractará. Un pacto establecido tan libremente ha de ser cumplido plenamente. Además, en el documento del pacto hay un sello. ¿Vieron el sello? La cosa importante en una escritura de donación, es la firma o el sello. ¿Qué es esto: esta salpicadura roja al pie del documento? ¡Es sangre! Sí; es sangre. ¿De quién es la sangre? Es la sangre del Hijo de Dios. Esto ha ratificado y sellado el pacto. Jesús murió. La muerte de Jesús ha hecho que el pacto se guarde. ¿Acaso puede Dios olvidar la sangre de Su amado Hijo, o despreciar Su sacrificio? Imposible. Él salvará a todos aquellos por quienes murió como un Sustituto del pacto. Sus redimidos no serán abandonados en la cautividad, como si el precio del rescate no hubiese efectuado nada. ¿Acaso no ha dicho Él: "Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera"? Ese pacto permanece firme, aunque las viejas columnas de la tierra se inclinen, pues el desprecio a la sangre no puede ser nunca posible de parte del Padre. Además, Dios se deleita en el pacto, y así estamos seguros de que no se retractará. Es el puro gozo de Su santo corazón. Él se deleita en hacer el bien a Su pueblo. Pasar por alto la transgresión, la iniquidad, y el pecado es el esparcimiento del Señor. El pacto es el corazón de Dios escrito con la sangre de Jesús; y puesto que la naturaleza entera de Dios corre paralela con el tenor del pacto eterno, pueden estar seguros de que incluso sus jotas y sus tildes permanecen firmes. Y luego, por último, ¡oh tú que estás en el pacto, no debes atreverte a dudar de que Dios te salve, te guarde y te bendiga, viendo que tú has creído en Jesús, y estás en Jesús, y eres vivificado a nueva vida! No te atreverás a dudar si te digo algo más: si tu padre, si tu hermano, si tu amigo más querido hubieren expresado solemnemente un hecho, ¿tolerarías que alguien te dijera que mintieron? Sé que te indignarías ante una acusación así; pero supón que tu padre hubiere hecho un juramento de la manera más solemne, ¿acaso pensarías por un minuto que había perjurado y jurado una mentira?
Ahora busca en la Palabra de Dios, y encontrarás que Dios, debido a que sabía que un juramento entre los hombres es el fin de la controversia, se ha agradado en sellar el pacto con un juramento. "Para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros." Dios ha alzado Su mano al cielo, y ha jurado que Cristo recibirá la recompensa de Su pasión, que Sus comprados serán llevados bajo Su dominio, que habiendo cargado Él con el pecado, y habiéndolo quitado, no habrá nunca una segunda acusación contra Sus redimidos. Allí está todo. ¿Crees tú en Cristo? Entonces Dios producirá en ti así el querer como el hacer por Su buena voluntad; Dios vencerá tu pecado; Dios te santificará; Dios te salvará; Dios te guardará; Dios te llevará hacia Él al final. Apóyate en ese pacto, y entonces, movido por una intensa gratitud, sigue adelante para servir a tu Señor con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Siendo salvo, vive para alabarle. No trabajes para ser salvado, sino debido a que eres salvo, pues el pacto ha asegurado tu salvación.
Página siguiente |