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Secretos del Vaticano


Partes: 1, 2, 3

  1. Justificación
  2. Prologo
  3. Orígenes
  4. La iglesia enemiga
  5. Los archivos secretos del vaticano
  6. Documentos destruidos
  7. Apertura parcial
  8. La sotana roja
  9. El encubrimiento
  10. La muerte del papa
  11. El complot
  12. Logrando entender
  13. La muerte de Juan Pablo I
  14. El papa negro
  15. La iglesia enemiga
  16. Los archivos secretos del vaticano
  17. El vaticano abre sus archivos secretos
  18. Historia de los museos vaticanos

Justificación

Escogí este tema porque se me hace muy interesante se llama los secretos del vaticano me llama mucho la atención te informas de todo lo que esta pasando dentro del vaticano de todo lo que esconde etc.

El Vaticano es una cosa y lo que hacemos el resto de seres humanos es otra muy diferente. El caso es que lamentablemente muchísimos sacerdotes, obispos, cardenales, incluso papas en la historia han cometido verdaderas atrocidades, y quien responde ante estos atropellos es la Iglesia y el Vaticano "de turno", digo de turno refiriéndome a la época en la que se viva claro.

El caso es que El actual papa, esta pidiendo disculpas por todas estas acciones llevadas a cabo por gente del clero, es más quiero decirte que la mayoría de los acasos sexuales los ha denunciado la propia Iglesia (que somos todos).

Una cosa es confiar en las personas que componen la Iglesia o Vaticano y otra muy diferente confiar en la Iglesia o Vaticano siendo esta la institución la cual nos ayuda en nuestro paso por la tierra, tomando en cuenta la ayuda que nos aporta. Obviamente las personas se equivocan pero también rectifican, que es lo que lleva haciendo la Iglesia durante casi los últimos 20 años

Prologo

Dios es absolutamente otro dicen os fenomenólogos de la religión es decir el misterio absoluto que apenas cabe en categorías humanas el catolicismo se asienta en el misterio porque lo mistérico atraviesa los fundamentos de cualquier religión y también de la católica mas aun durante siglos la iglesia jerarquica cultivo con profusión el misterio desde cualquier punto de vista porque el misterio protege aísla separa mantiene en otra orbita durante siglos los clérigos de toda clase y condición era los únicos intermediarios entre los simples mortales y dios los únicos que podían acercarse a la zarza ardiendo todo era misterio desde la lengua con la que solo los iniciados podían dirigirse al altísimo hasta las ceremonias litúrgicas desde los hábitos y las sotanas que apartan y segregan hasta el halo mistérico que envuelven templos ermias conventos y monasterios y al misterio de los misterios y los intermediarios entre el misterio y los mortales cobran mayor protagonismo solo los iniciados pueden ver a dios

Origenes

La iglesia primitiva comunidad de hermanos en la que todo es de todos primeros comunistas de la historia deja de ser modelo de fraternidad y transparencia cuando pasa de ser una iglesia minutaría y perseguida de convencidos que se jugaban la piel mártires de las persecuciones a una iglesia que en la época de Constantino pasa a ser masiva y copia del modelo jera jico del imperio romano para su estricción es el paso del circulo todos iguales y hermanos donde el que preside es un servidor a la pirámide los pastores mandan y las ovejas obedecen y el que manda es un señor

¿Dónde vive el papa?

El pontífice y la mas alta jerarquías de la iglesia residen en el llamado palacio apostólico un grupo de edificios construidos en la época del renacimiento

¿Qué significa la palabra conclave?

La palabra conclave significa con llave o bajo llave esta institución vaticana fue fundada en el año 1274 por orden del pontífice Gregorio x 1 de septiembre de 1271-10 de enero de 1276 el papa decidía así la democratización de la elección del pontífice por partede los cardenales de la iglesia que son quienes forman el conclave el conclave se reúne once días después del fallecimiento del papa

El Archivo Secreto del Vaticano guarda documentos muy valiosos sobre la historia medieval de la Catedral de Compostela. Actualmente, sin embargo, estos textos de incalculable valor podrán ser revisados en el propio templo del Apóstol, aunque eso sí, únicamente en formato digital.

Se trata de 580 imágenes Jpeg, cada una de las cuales corresponde a un folio o escrito suelto de toda la documentación pontificia de la Edad Media que se guardaba en el Archivo Secreto del Vaticano, en sus secciones de Registros Vaticanos, Registros Aviñonenses, Instrumenta Miscellanea y Armaria.

Corresponden a los siglos XIII, XIV y XV, y se pueden consultar en la basílica de Santiago gracias a la labor de los actuales secretarios técnicos del Archivo catedralicio, Xosé Manuel Sánchez y Arturo Iglesias que, durante meses y en años espaciados, se han desplazado a Roma para examinar la documentación medieval y moderna del archivo del Vaticano. Allí han encontrado textos inéditos como, por ejemplo, los que tratan la presencia de la iglesia compostelana en el cisma de Occidente.

El Archivo Secreto del Vaticano se llama así porque "muy pocos, sólo la curia eclesiástica que gozaba de la amistad del Papa de ese momento, podían acceder a los fondos, aunque desde el año 1881 se abrió a los historiadores", explicó en una entrevista a este rotativo Arturo Iglesias.

Pese a ello, no es fácil el acceso a este recinto, cuna de la conservación permanente de los archivos de la Santa Sede. Y, si Arturo Iglesias y Xosé Manuel Sánchez lo han conseguido, ha sido gracias a que necesitaban esta documentación para su tesis doctoral y a que han contado con el apoyo del canónigo archivero de la Catedral, José María Díaz: "Envió una carta de presentación, y lo mismo hizo también mi director de tesis, Ermelindo Portela", explica Xosé Manuel Sánchez, cuyo doctorado sobre la relación entre Santiago y el Pontificado en la Edad Media obtuvo un cum laude por unanimidad en la Facultad de Xeografía e Historia el pasado mes de diciembre.

Xosé Manuel cuenta, también, que cuando estuvo en el Vaticano "la mayoría de los documentos que necesitaba ya estaban digitalizados", aunque en una ocasión pidió un libro del siglo XIV, y se lo entregaron en su estado original. "Era una obra que tenía una declaración del chantre de la Catedral, Tomás González", dice.

Las copias de los documentos del Archivo Secreto del Vaticano que acaban de llegar a Santiago incluyen muchísimos escritos sobre la iglesia compostelana en los siglos XIV y XV: "Un gran número hablan de las provisiones y beneficios de esas épocas. Es decir, de los nombramientos. También explican la centralización eclesiástica que se produjo en el siglo XIV, aunque otros textos relatan la prelatura de Berenguel de Landoira, arzobispo importantísimo para Santiago". La documentación obtenida llega hasta el año 1417.

Antes de que los textos digitalizados sean accesibles, los archiveros de la Catedral tienen, todavía, que "cotejar todas las imágenes que nos han llegado con los documentos que hemos pedido para saber que todo esté correcto", indica Xosé Manuel Sánchez. Terminada esta primera fase, empezará la labor de "lectura de todos los textos y su transcripción", comenta también el archivero. Finalmente, "se editará con estos textos la Colección de Documentación Pontificia de la Iglesia de Santiago, que deberá estar finalizada en 2010".

Más textos desde el siglo XV al XVIII

Así como Xosé Manuel Sánchez se ocupó de bucear entre los textos medievales del Archivo Secreto del Vaticano, Arturo Iglesias hizo lo mismo, pero especializándose en la época Moderna para documentar su tesis sobre la relación de la iglesia compostelana y el Papado durante todos estos años.

El objetivo de la Catedral es comprar también la edición digital de estos fondos, "aunque aún está en proceso", reconocía ayer Xosé Manuel Sánchez. "Todavía no hay una fecha para poder decir cuándo estará esta documentación en el Archivo de la Catedral de Santiago", añadió.

Las copias digitalizadas que acaban de llegar del Archivo Secreto del Vaticano "parten del siglo XIII y llegan hasta el año 1417", explican los archiveros catedralicios. Ese año finalizó el cisma de Occidente, en el que hasta tres papas se disputaron la autoridad pontificia .

LA IGLESIA ENEMIGA

¿Fueron los Evangelios Apócrifos los únicos textos silenciados por la Iglesia? ¿Es la descendencia de Cristo el único secreto que guarda esta institución y que no quiere que se conozca porque disminuiría enormemente su poder? De ninguna manera. El Vaticano siempre ha siglo lugar de secretos, intrigas, conspiraciones, misterios. …y al igual que los servicios secretos de cualquier estado, ha movido y sigue moviendo hilos que los ciudadanos no tienen posibilidad de conocer.

De todo el enorme abanico al respecto daremos cuenta de dos cuestiones, los archivos secretos del Vaticano (ya que se encuentran vinculados al secreto de Cristo) y el escándalo más sonado en que se vio envuelta la Santa Sede en las últimas décadas: el supuesto asesinato del papa Juan Pablo 1 a manos de la misma gente del Vaticano, en un escenario donde no estaban ausente ni la mafia, ni la masonería, ni los escándalos financieros.

LOS ARCHIVOS SECRETOS DEL VATICANO

Cincuenta kilómetros de estanterías subterráneas; libros, códices y pergaminos varios, inaccesibles para el público; registros escritos almacenados por dos milenios que nadie sabe a ciencia cierta en qué consisten. ¿Por qué se conserva esa documentación secreta y misteriosa en el Vaticano? ¿Qué arcanos esconde esta red? Si bien resulta imposible dar cuenta de ella en su totalidad (ya que la inmensa mayoría de lo allí guardado resulta una incógnita para quien no pueda transitar sus vetustos y misteriosos pasillos), se ofrece a continuación una breve lista del material que, a ciencia cierta, se sabe que se encuentra en los archivos secretos de la Santa Sede.

• Documentación sobre el cristianismo primitivo, que incluye estudios sobre los rollos del Mar Muerto.

• El juicio de los Templarios. Volumen de 1309 acerca del proceso a los caballeros de la Orden del Temple. Se trata de una copia, no de la edición original, pero se la considera absolutamente fidedigna y realizada inmediatamente a la redacción del original.

• Cisma de Occidente (1378-1417), con años en los que hubo tres Papas a la vez, cada uno con sus misterios, sus secretos, sus archivos y documentos confidenciales.

• La Bula de Inocencio VII (1484), con la que promovía la caza de brujas.

• Todos los libros prohibidos expresamente por el Vaticano a través de su Índice; libros que, lógicamente, se han leído y archivado. El Índice surgió a raíz de la Institución de la Sagrada Congregación del Santo Oficio (1542), testamento que instauró la Inquisición a semejanza de la ya establecida en España. Sin embargo, es necesario aclarar que la prohibición de impresión, copia y lectura de ciertos libros comenzó con el Concilio de Nicea  donde, por ejemplo, se prohibió y quemó el Thalia de Arrio.

• Toda la documentación sobre la reforma del calendario romano (del que hoy nos servimos) promovida por Gregorio XIII en 1582.

• Gran cantidad de material con temáticas "normales" (eclesiástica, civil y política) y, sin duda, otra buena parte con temas paranormales. Muchos investigadores (entre ellos, Huc de Sant Joan de Mata) coinciden en que los Archivos Secretos con, tienen muchísima documentación sobre la fenomenología para normal y, particularmente, sobre parapsicología. Lógicamente, fenómeno de ese tipo registrado, por ejemplo, en el siglo X, no S expondría como "fenómeno parapsicológico", sino como anatema, o milagro. En los siglos posteriores, el mismo fenómeno sería vinculado a la brujería.

• Toda la documentación sobre Giordano Bruno (siglo XVI) dominico italiano al que se le enjuició por heterodoxia en un proceso que duró siete años. De éste último hecho, sólo se conserva un sumario de 55 páginas que fue hallado en 1940.

• Dentro del sector catalogado como "Archivo de miscelánea", se encuentra todo el proceso acerca de la monja de Tercera Orden de Santo Domingo, Cristina de Rovales (llevado a cabo en el siglo XVI), que da cuenta de posesiones diabólicas estigmas, apariciones y fenomenología que hoy se considera puramente parapsicológica, como la levitación y la telepatía.

• Textos procedentes de países no cristianos visitados por misioneros. Por ejemplo, en el siglo XVII, los jesuitas que encontraban misionando en China mandaron una cantidad verdaderamente asombrosa de material.

• Documentos acerca de el Juicio de Galileo (Siglo XVII)

Cartas de Pío XII que develan datos de la relación Vaticano-Hitler.

Los Archivos secretos fueron abiertos a la investigación, en parte y por primera vez, en 1881. Desde entonces, se han publicado y analizado diferentes libros y documentos. En los últimos años se está procediendo a microfilmar, grabar en video y. por supuesto, archivar en computadoras.

El Vaticano abre sus archivos secretos

El Vaticano anunció que el 15 de febrero abrirá parcialmente sus archivos secretos de la época previa a la Segunda Guerra Mundial. Los documentos, que estarán disponibles para aquellos investigadores que eleven una petición oficial, cubrirán el período 1922- 1939, Dé asta forma, la Iglesia Católica quiere limpiar el nombre del Papa Pío XII, acusado por organizaciones judías de haber hecho muy poco para denunciar el Holocausto. Durante los años previos a la guerra quien luego sería Pío XII se desempeñó como embajador vaticano ante Berlín.

Documentos destruidos

Los primeros 640 documentos que se pondrán a disposición de las estudiosos el próximo año cubren las relaciones entre la Santa Sede y Alemania desde 1922 hasta 1939. Sin embargo el Vaticano dejó constancia que muchos de los legajos del período 1931 – 1934 fueron prácticamente destruidos o dispersados durante los bombardeos aliados contra Berlín y por un incendio, informa la agencia de noticias Reuters. Entretanto, los documentos que abarcan el perdido entre 1939y 1949, y que tratan sobre los prisioneros de guerra, saldrán del archivo en una segunda instancia. Los materiales que contienen información sobre las relaciones entre Pío XII y Alemania hasta su muerte en 1958, serán puestos a disposición de los estudiosos en tres años.

Apertura parcial

El Vaticano siempre ha defendido la posición de Pío XII, explicando que su silencio se debió al temor de poner aún más en peligro la vida tanto de católicos como judíos. En un comunicado de inicios de 2002, la Santa Sede informó que espera que los documentos demuestran "el enorme trabajo de caridad y asistencia emprendido por el Papa Pío XII, para los prisioneros y las víctimas de guerra, sin distinción de nacionalidad, religión o raza".

Este anuncio llegó tiempo después de que los estudiosos judíos y católico que examinaban los documentos suspendieran sus actividades porque el Vaticano no abría sus archivos de forma completa. La Santa Sede aceptó que una apertura parcial resultaba verdaderamente frustrante para los estudiosos. Sin embargo, argumentó qUe esto se debió a la necesidad de proteger a las víctimas del Holocausto que aún estaban vivas.

Una vieja sospecha Para quien ha seguido las informaciones publicadas sobre este tema, aparentemente, la noticia sólo tenía de sorprendente el hecho de que estos familiares del Pontífice venían a sumarse al coro multitudinario que reclama se arroje luz sobre las confusas circunstancias en que se produjo el inesperado fallecimiento.

Apenas transcurrido un mes desde la muerte, la prensa española anuncia la inminente presentación en Roma de Han asesinado al Papa (Operación Paloma), una novela en la que los periodistas Jesús Ramón Pena y Mario Eduardo Zottola sostienen que la muerte del Papa Lucíani «obedeció a un movimiento puramente económico», debido a que «el imperio financiero del Vaticano es uno de los más poderosos del mundo» y «existen poderosos motivos para intentar eliminar al máximo dirigente de esta fortuna». Sin embargo, a comienzos de aquel mismo mes, los tradicionalistas romanos seguidores del arzobispo Lefébvre ya avanzaron la posibilidad de que Juan Pablo I hubiese sido asesinado por los masones infiltrados en las altas esferas vaticanas, a las que culpabilizaban de impulsar las tendencias reformistas postconciliares en la Iglesia, a las que supuestamente se opondría el Papa.

La Sotana Roja

Ciertas revistas de extrema derecha habían acusado de estar afiliados a la masonería al secretario de Estado de la Santa Sede, cardenal Villot, al presidente de la Congregación de Obispos, cardenal Baggio, al banquero del Vaticano, arzobispo Marcinkus y a otros prelados. En 1980, Bruce Marshali fantasea con el tema en su novela ¿Un asesino para Juan Pablo /?, en la que el Papa Lucíani es envenenado por la ficticia sociedad de Los Nuevos Apóstoles, cuyos doce miembros se oponen a los cambios propulsados por el Concilio Vaticano II y apoyan como pontífice al cardenal Siri. Tres años después en La verdadera muerte de Juan Pablo I, Jean- Jacques Thierry plantea la hipótesis de que Villot sustituyó a Pablo VI por un sosías y planeó la muerte de su sucesor cuando éste descubrió la infiltración masónica en las esferas vaticanas, insólita teoría la del doble que aún hoy sostienen no pocos ultraconservadores. De forma más seria y mejor documentada, Roger Peyrefitte, buen conocedor de los entresijos de la Masonería y del Vaticano, sostiene en La Sotana Roja la tesis de un complot tramado por algunos prelados que mantenían estrechas relaciones con mafiosos, financieros y dirigentes de la logia P-2, encubriendo bajo pseudónimos muy evidentes a personajes que a esas alturas eran ya bien conocidos. Y describe al Papa como un reformista liberal empeñado en erradicar la corrupción de la cúpula eclesial, presentando a Villot y a Marcinkus como instigadores del crimen, llevado a cabo por un asesino profesional con una jeringuilla envenenada, a fin de evitar su inminente destitución. Ese mismo año, los fabricantes de best- séller G. Thomas y M. Morgan-Whitts publican Pontífice, una documentadísima investigación sobre las vidas de los tres últimos papas y las críticas circunstancias en que se desarrollan sus pontificados, en la que sugieren que la hipótesis del asesinato fue un rumor hábilmente promovido por el KGB soviético para desacreditar al Vaticano en unos momentos de gran tensión en sus relaciones con la URSS.

El Encubrimiento

En nombre de Dios La tesis de una conspiración urdida para asesinar a Lucíani con digitalina, a fin de impedir los cambios planteados por el Papa para acabar con la corrupción, es defendida en 1984 por David Yallop en su obra En nombre de Díos, resultado de tres años de intensas investigaciones en las que contó con la colaboración clandestina de algunos miembros de la curia vaticana. Yallop demuestra que el Vaticano encubrió las circunstancias en que se produjo el fallecimiento y proporciona indicios suficientes para considerar necesaria la apertura de una investigación oficial. Su libro provocó un verdadero escándalo. La situación era realmente grave. Hasta el punto de llevar a un esoterista ultraconservador como Jean Parvulesco a aceptar la posibilidad de que Juan Pablo I fuese ejecutado para evitar que condujese a la Iglesia a una desviación teológico, progresista y tercermundista (se refiere al «sueño revolucionario y anarquista» que Yallop atribuye al Papa Lucíani), y a sostener a un tiempo que -aprovechando estas circunstancias- Yallop y «sus comandatarios sin rostro» pretenden presentar al Vaticano convertido en «la mayor potencia criminal del mundo».

El Presidente de la Comisión Pontificia para las Comunicaciones Sociales reaccionó al libro de Yallop remitiendo a las Nunciaturas Apostólicas y a algunas Conferencias Episcopales unos folios, elaborados por monseñor Nicolini, en los que se rebatía la hipótesis de que «el llorado» Juan Pablo I pretendiese «revolucionar» la jerarquía vaticana, explicando que «imaginar un ambiente propicio a conjuras es imposible para quien vive en la realidad cotidiana del Vaticano», añadiendo que «la salud del Papa era más bien enfermiza» y dejando claro que carece de importancia quién descubrió el cadáver del Pontífice. Pese a todo, una encuesta publicada en 1987 demostraba que el 30 por ciento de los italianos estaban convencidos de que el Papa de la sonrisa murió asesinado. Un ladrón en la noche Conscientes de la necesidad de argumentos más contundentes, las autoridades vaticanas animaron a realizar una investigación imparcial sobre el asunto al periodista John Cornwell. Le dieron unas facilidades sin precedentes que le permitieron entrevistarse con los más importantes protagonistas de la historia que aún seguían vivos, sin imponerle condición alguna; todo ello -aclara- con la esperanza de que saldrían a la luz pruebas concluyentes de la falsedad de todas las teorías conspiratorias que durante te más de una década han sido causa de malestar para la Iglesia Católica Romana. En Como un ladrón en la noche, nos explica que, las pruebas comenzaron a llevarme a una conclusión que me parece más vergonzosa y más trágica que cualquiera de las conspiraciones propuestas hasta el presente: Le despreciaban por su torpe forma de andar, su aspecto desganado, sus inocentes discursos, su lenguaje sencillo e imitaban el silbante tono de su voz. Se referían a él en tono condescendiente, con diminutivos. Había interminables historias sobre su comportamiento y sus meteduras de pata… Se dejó morir por no sentirse capacitado para ser Papa… Murió solo, en el centro de la comunidad cristiana más grande del mundo, por negligencia y por falta de amor, ridiculizado y menospreciado por la institución que existía para mantenerle… Lo peor es que el propio Cornwell le presenta a veces como alguien poco menos que delirante y estima que «su mansedumbre, su desconfianza, sus preocupaciones por los temas puramente pastorales y piadosos, no se acoplaban bien a una Iglesia que se enfrentaba a los desafíos mundanales de los ochenta y los noventa». En similar sintonía, la de aceptar el mal menor, el historiador Ricardo de la Cierva asume en El diario secreto de Juan Pablo I que existió una trama económica, amenazas de muerte, una conspiración para acabar con el Papa, un masón convertido que le facilita la lista de sus colegas infiltrados en la cúspide eclesiástica y le avisa que van a atacarle esa misma semana… pero, finalmente, muere por causa natural, antes de que intenten asesinarle. Puesto que se trata de una no- vela histórica, no hay forma de discernir en ella lo cierto de lo ficticio. Este libro, como el anterior, pretende tranquilizar no pocas conciencias atormentadas por la posibilidad de semejante crimen, al tiempo que incrementa la confusión en torno al tema. ¡Que se haga justicia! Y en estas circunstancias se encontraba la polémica cuando, a comienzos de 1991, las declaraciones de los familiares de Juan Pablo I vinieron a añadir leña a la caldera de las sospechas. Como si Dios, o el demonio, se empeñase en que los trapos sucios del Vaticano siguieran siendo noticia, o bien en crear confusión en torno al tema que nos ocupa, una semana después la prensa anunciaba la próxima aparición de un libro explosivo. 

La Muerte del Papa

El jesuita norteamericano Robert Graham, expone en el mismo los resultados de su amplia investigación sobre las tramas de espionaje -propias y ajenas- que se han tejido en torno a los secretos del Vaticano, y en las que han participado no pocos religiosos. Lo que más me llamó la atención del asunto era que pocas semanas antes, a mediados de diciembre de 1990, una pequeña editorial había comenzado a distribuir el primer libro -que yo sepa- en el que un sacerdote sustenta la tesis del asesinato: Se pedirá cuenta.

En opinión de su autor, el español Jesús López Sáez, licenciado en teología, filosofía y psicología, era necesario este libro, ya que el de Cornwell no sólo «no contentó al Vaticano sino que supera incluso la distorsión que ya se había hecho de la imagen de Albino Lucíani, y es necesario hacerle justicia». «El problema de la muerte de Juan Pablo I está ahí -explica- y se puede resolver, no encubriendo ni reprimiendo el asunto, sino tratando de corazón comprenderlo. Abundan los indicios que justificarían una investigación en cualquier Estado de Derecho. Con ello no se ataca a la Iglesia; al contrario, se la defiende.

La clave evangélica es la purificación del templo, que es casa de oración y no debe convertirse en un mercado ni en cueva de bandidos. Evidentemente, lo que está en juego es muy grave: ¿Dónde ha habido más negocios? ¿En el mercado vaticano o en el viejo templo denunciado por Jesús? ¿No son demasiadas las muertes que han acompañado esos negocios? ¿Se ha hurtado a la Iglesia y al mundo la causa de la muerte de Juan Pablo I?… Si no se responde adecuadamente a estos interrogantes, la nueva evangelización quedará desacreditada como vieja comedia, desgraciada y estéril. Como dice el Señor en el Evangelio de Lucas: Se pedirá cuenta». Han matado a mi padre Ha hecho caso omiso a las prudentes recomendaciones de que no publicase su libro, consciente de que un artículo sobre el mismo tema, publicado en la revista religiosa Vida Nueva, le costó el cese como responsable de catequesis de adultos en el Secretariado Nacional. Casualmente, aquel articulo salió a la calle el 4 de octubre de 1984, aniversario del entierro del Papa, día en que -casualmente- en todas las iglesias del mundo se leía un salmo que en la Comunidad cristiana de la que ahora es responsable tenían especialmente asociado a la muerte de Juan Pablo I: «Han entrega- do el cadáver de tus siervos por comida a los pájaros del cielo, la carne de tus amigos a las bestias de la tierra… Que se conozca entre las gentes». Hablando con él, resulta evidente que profesa una admiración y un amor especial por la figura de Juan Pablo I. Cuando en la Comisión Episcopal le explicaron que, aunque fuera verdad, no debería decirse, añadiendo que, es como si tu padre fuera un criminal, debe quedar en familia, él replicó: «ese no es el caso; el caso es que han matado a mi padre y no tengo por qué callarlo».

Casualmente, el padre de Jesús López nació el mismo día que el Papa Lucíani: el 17 de octubre de 1912… Si de algo se le puede acusar es de exceso de amor y de celo, y no parecen ser estos motivos suficientes para que la jerarquía pueda condenar su atrevimiento, sino -por el contrario- para disculpar sus posibles excesos. Según nos explica, Jesús López visitó, en 1989, a Pía, la sobrina de Lucíani que junto a su padre Eduardo ha protagonizado las recientes declaraciones, y a la esposa de éste último, Antonia, quien acabó confesándole: No sabemos de qué murió, y a veces tenemos pensamientos extraños. Les entregó entonces copia de un borrador de su libro, y en diciembre de 1990, les envió el libro impreso. Resulta curioso que, tras doce años de silencio, precisamente ahora se animen a expresar sus dudas, aunque sea tímidamente. ¿Puede haber sido este sacerdote español el catalizador de esa reacción? Aunque así no fuese, hay demasiada sincronicidad entre ambos hechos como para ignorar que resultan significativos.

Pero veamos cuáles son los hechos en que se fundamenta la polémica. ¿Por qué no se hizo la autopsia? El 29 de septiembre de 1978, el Vaticano comunicaba oficialmente que, hacia las 5.30 de esa mañana, «el secretario particular del Papa, no habiéndole encontrado en la capilla, como de costumbre, le ha encontrado muerto en la cama, con la luz encendida, como si aún leyera. El médico, Dr. R. Buzonetti, que acudió inmediatamente, ha constatado su muerte, acaecida probablemente hacia las 23 horas del día anterior a causa de un infarto agudo de miocardio». Las evidencias acumuladas posteriormente demostraron que fue la hermana Vincenza quien descubrió el cadáver, al entrar en la habitación del Pontífice, desconcertada porque no obtuvo respuesta a sus insistentes llamadas. Según varios testigos, estaba sentado en la cama, con la luz encendida, las gafas puestas y unos papeles entre las manos. La monja corrió entonces a despertar al secretario John Magee, quien constató la muerte y llamó al cardenal Villot. Acompañado por el médico, éste último examinó el cadáver y llamó a los embalsamadores. El problema es que las declaraciones que éstos hicieron posteriormente no coinciden con las realizadas por otros testigos. Dada la temperatura tibia que aún mantenía el cuerpo y que fue también comprobada por sor Vincenza y por el secretario Lorenzi, los embalsamadores estiman que el fallecimiento debió producirse entre las 4 y las 5, y no a las 11, conclusión que les fue confirmada por monseñor Noé. Pese a las protestas de algunos eclesiásticos, el cardenal Oddi declaró que el Sacro Colegio Cardenalicio ni siquiera iba a considerar la posibilidad de abrir investigación alguna sobre la muerte, ni aceptaría el menor control por parte de nadie. Pero luego se supo que los cardenales pidieron conocer las circunstancias precisas en que aquella se produjo, ante los interrogantes que se planteaba la opinión pública, la ausencia de un boletín médico y la negativa de la Santa Sede a realizar la autopsia del cadáver que eliminase cualquier duda. El problema es que, sin autopsia, resulta clínicamente imposible determinar que un deceso se produjo por infarto de miocardio agudo e instantáneo y que el cuadro típico del mismo no se corresponde con la disposición en la que se afirmó haber encontrado el cadáver, ya que todo parecía indicar que no hubo lucha con la muerte. Por otra parte, el sobrio estilo de vida del Papa y su tensión baja tampoco hacían sospechar semejante desenlace, ni tampoco se corresponden con una hemorragia cerebral o una embolia pulmonar, las otras posibilidades que han citado fuentes vaticanas. Para colmo, los médicos Buzonetti y Fontana, que firmaron el certificado de defunción, reconocieron no haber prestado nunca sus servicios médicos a Lucíani, por lo que no sabían nada sobre el estado de su salud ni sobre las medicinas que tomaba; tampoco se molestaron en preguntar a quienes podían saberlo. Su muerte fue tan inesperada que el Dr. Da Ros, médico personal de Juan Pablo I, a quien había encontrado el día anterior con muy buena salud, no se lo podía creer. Una losa de silencio La Secretaría de Estado impuso un voto de silencio a sor Vincenza, para impedirle que contase lo que había visto, aunque finalmente lo rompió, ya que -en su opinión- «el mundo debe conocer la verdad» sobre la muerte de este Papa, al que ella admiraba profundamente. Como nos explica el padre López Sáez, «parece que el Vaticano no quiere saber de qué murió el Papa, o no quiere que se sepa, y su versión oficial ha falseado la situación, dándose la ocultación y aún la represión de toda investigación sobre este enigma». Según uno de los especialistas a los que ha pedido estudiase las circunstancias en que se produjo la muerte, el Dr. Cabrera, «ésta podría responder mejor a una muerte provocada por sustancia depresora y acaecida en profundo sueño». Por otra parte, el tono rosáceo que aún tenía su rostro a mediodía del 29 «aparece en algunas intoxicaciones, por ejemplo, de monóxido de carbono y de cianuro». Llama la atención -continúa el sacerdote español- la prisa de Villot por embalsamar el cadáver», procedimiento habitual cuando muere un Papa. Y ello pese a que, en cualquier Estado de Derecho, sólo se puede proceder al embalsamamiento cuando han transcurrido 24 horas desde el fallecimiento, como ocurrió tras la muerte de Pablo VI. Contrariamente a lo que se ha dicho, las normas de la Santa Sede ni prohíben ni ordenan la autopsia de los pontífices, y mediante ésta -que Villot descartó obstinadamente- podría haberse determinado si hubo infarto agudo o detectado veneno de metales pesados, pero ésta quedaría seriamente dificultada tras el embalsamamiento. Aún en 1989 los habitantes del pueblo natal de Lucíani constituyeron un comité para pedir que se hiciese la autopsia que pese a los años transcurridos aún podría despejar algunas dudas. Sin embargo, pese a que se ha dicho que el cadáver fue embalsamado sin extraerle la sangre ni las vísceras, Lorenzi asegura que los embalsamadores «retiraron partes del cuerpo, posiblemente las vísceras». En tal caso, pudo realizarse algún tipo de autopsia. Si así fue, ¿por qué no se ha dicho? El padre Gennari, asegura que tal autopsia se hizo, confirmando que las preocupaciones y el estrés llevaron al Papa a tomar inadvertidamente un vasodilatador, contraindicado para su tensión baja. Pero, en tal caso, teniendo en cuenta que Lucíani era muy cuidadoso con sus medicamentos y que estos eran controlados por la enfermera sor Vincenza, cabe la posibilidad de un cambio criminal de las medicinas. En cuanto a la lectura que tenía entre sus manos cuando falleció, han circulado diversas versiones, sin que el Vaticano haya concretado de qué se trataba, incomprensiblemente. Según Germano Pattaro, consejero teológico del Pontífice, «eran unas notas sobre la conversación de dos horas que el Papa habla mantenido la tarde anterior con el Secretario de Estado Villot». Para entender los motivos por los que alguien podría estar interesado en acabar con la vida de Juan Pablo I, es necesario recordar brevemente toda una serie de turbias maniobras que salieron a la luz años después, que afectaban directamente a las finanzas vaticanas y que Lucíani alcanzó a conocer parcialmente.

El Complot

El Banco Vaticano lava más blanco Según se desprende de las investigaciones realizadas por Yallop, Gurwin, Sisti, Modolo, Di Fonzo, Piazzesi, Bonsanti, Doménech y Rupert Cornweil, la mafia italonorteamericana utilizó las instituciones financieras del Vaticano para blanquear dinero sucio procedente del tráfico de drogas y otras actividades delictivas. Semejante operación fue concebida por Michelle Sindona, que comienza su carrera reciclando la fortuna de los Gambino, conocidos hampones neoyorquinos, a través de un holding. Lentamente, va forjando un verdadero imperio financiero de dimensiones internacionales. Tras entregar al cardenal Montini, el dinero necesario para la construcción de un asilo, y que realmente fue donado por la CIA y la Mafia, se convierte en su amigo y consejero financiero. Por mediación de quien años después se convertiría en el Papa Pablo VI, conoce a Massimo Spada, director del Banco Vaticano. A través del Continental Bank of Illinois, la cuarta, parte de cuyas acciones han sido adquiridas por Sindona, se canalizarán cuantiosas inversiones vaticanas a lo largo del continente americano. Sindona traba una estrecha amistad con Licio Gelli, un poderoso empresario textil que ha combatido contra la República durante la guerra civil española, alistándose luego en las SS nazis y trabajando finalmente como agente del KGB soviético para salvar el pellejo, actividad a la que pronto viene a sumarse la de agente de la CIA, al tiempo que se enriquece ayudando en su huida a Sudamérica a numerosos nazis como el famoso Klaus Barbie. Acusado de haber torturado a partisanos, viaja a Argentina, donde entable amistad con el presidente Perón que le convierte en el primer agraciado con la doble nacionalidad italoargentina y le nombra consejero de su país en Italia. Teje toda una red de contactos en Iberoamérica, similar a la que elabora en Italia entre empresarios, políticos y militares. A partir de 1966, anima a muchos de estos a ingresar en la agrupación P-2, a través de la cual Gamberini, Gran Maestre del Gran Oriente de Italia, pretende contar con un grupo de personajes eminentes que fuesen favorables y útiles a la Masonería, pero que pronto escapa a su control. El poder de convicción y la creciente influencia de Gelli -convertido ya en Gran Maestre de la Logia P-2- llevan a muchos a ingresar en ella convencidos de que les resultará de gran ayuda en sus carreras. Gelli se dedica a acumular secretos que le permiten incrementar su poder y chantajear a otros para que se integren en su logia, convirtiéndose así en el epicentro donde confluyen las más confidenciales informaciones del país, gracias a las cuales manipula las más diversas instancias. Las amistades argentinas de Gelli Para centralizar sus actividades en Iberoamérica, Gelli compra una mansión en Montevideo, jactándose de ser amigo de poderosos hombres de negocios y de dirigentes derechistas de todo el continente. Contribuye al retorno de Perón, en 1973 asiste como invitado de honor a la inauguración de su presidencia y Andreotti comenta, asombrado, el respeto reverencial que el general le profesaba, asegurando que vio cómo Perón se arrodillaba ante Gelli. Su influencia en Argentina estuvo asegurada sucesivamente por el ministro-ocultista López Rega, y – tras el golpe militar- por el General Suárez Masón y por el Almirante Massera, ligados a los escuadrones de la muerte y miembros de la P-2. Junto a ellos, Gelli hace suculentos negocios, comprando principalmente petróleo y armas. Gelli y Sindona se introducen en las más altas esferas vaticanas de la mano de Umberto Ortolani, abogado y Gentilhombre de Su Santidad, que se convertirá en el lugarteniente de Gelli dentro de la P-2, conociendo así a monseñor Paul Marcinkus. Hijo de lituanos y criado en Chicago, en 1963 éste se había convertido en el corpulento guardaespaldas e intérprete predilecto de Pablo VI, salvando su vida en Manila y ganándose su plena confianza. Cuando es encargado de dirigir el Instituto para las Obras de Religión (IQR), aparato financiero del Vaticano, el obispo Marcinkus utiliza los consejos y la red bancaria internacional de Sindona para invertir buena parte de la fortuna del Vaticano, al tiempo que Sindona utiliza la estructura bancaria de la Santa Sede para evadir impuestos y blanquear el dinero de la Mafia y Gelli garantiza la cobertura política de las operaciones. Los escándalos financieros En 1973 Sindona se ha convertido en el banquero más importante del país. El primer ministro le saluda como el salvador de la lira y el embajador norteamericano le califica el hombre del año. Pero la crisis del petróleo, sus operaciones especulativas y los rumores sobre sus relaciones con la Mafia contribuyen a que su imperio se derrumbe en menos de un año. Sindona huye a Estados Unidos y el Vaticano pierde una cifra considerable en la operación, hecho desmentido por Marcinkus, quien niega conocer a Sindona. Roberto Calvi, que conoció a Pablo VI cuando era arzobispo de Milán, trabó relación con Sindona -probablemente por intermedio de Spada y Marcinkus- cuando era subdirector general del Banco Ambrosiano. Había razones sobradas para este encuentro: el IOR era propietario de buena parte de las acciones del Ambrosiano y de la mitad del Finanbank, uno de los bancos suizos de Sindona. Gracias a estos apoyos en 1971 Calvi se convierte en presidente del banco y no tardará en ser tesorero de la P-2. Tras el crack Sindona, el IOR encarga a Calvi de sus inversiones en el extranjero, prestando su nombre para que éste compre la mitad de las acciones de la Banca Mercantile florentina y Marcinkus forma parte de la directiva de la sucursal en Bahamas del Ambrosiano. Gelli viaja a Nueva York, donde Sindona había sido detenido acusado de fraude y testifica que su amigo era víctima inocente de una intriga comunista. Allí, Sindona le presenta a Phil Guarino, director de la campaña electoral de Reagan, a cuya inauguración presidencial le invitará.

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