Una vez que el pensamiento toma contacto con la realidad, tanto interior como exterior, se pregunta: ¿qué relación guardan mis ideas con las cosas? De las ideas tenemos la certeza. La introspección del sujeto le permite tener la certeza de su pensamiento. La idea de contacto con la realidad interior, la subjetividad, se lo posibilita. Pero ¿de las cosas no tenemos la certeza? Sabemos que fuera de nuestro pensamiento existe una realidad, en la cual hay cosas. Pero no sabemos si esas cosas se corresponden o no con nuestras ideas. En general, se pregunta el sujeto: ¿qué relación guarda las ideas con las cosas?
Comúnmente, se reconoce que el sujeto tiene certeza de su pensamiento. Descartes decía "cogito ergo sum", señalando que se podía dudar de todo menos de que dudaba, pues si dudaba de que dudaba entonces pensaba. Con lo que chocamos con la evidencia de la realidad interior, de la subjetividad. Pero no se reconoce –comúnmente- que el hombre tiene la evidencia de la realidad objetiva. Es el sujeto, el Yo, el que transforma las leyes lógicas y las formas generales del ser en formas de su pensamiento. Este acto es tan evidente como que tenemos ideas. También, este acto (el de plasmación, "cocificación" de las leyes lógicas en la actividad pensante) nos es dado por introspección, por la idea de contacto con la realidad interior, con la subjetividad. Pero las leyes lógicas las tomamos de la objetividad, y sólo entonces las plasmamos en la subjetividad. Por tanto, tenemos la evidencia de la objetividad. La idea de contacto con la realidad exterior nos lo permite. Por tanto, lo que hay que preguntarse es qué relación guardan mis ideas con las cosas.
Es casi que evidente que hay ideas y hay cosas, que hay cosas de las cuales no tenemos idea, y que hay ideas de las cuales no existe la cosa. En otras palabras, que el pensamiento y la realidad no siempre concuerda, ni siempre ni en todas partes. Por eso, el hombre que se preocupa por la terrenalidad de sus ideas se pregunta: ¿qué relación guardan mis ideas con la realidad?
Esta actitud es una tercera premisa. No siempre el hombre se ha hecho esta pregunta. El hombre primitivo no se hacía esta pregunta. Convivía con los fantasmas de su conciencia primigenia y gregaria. Vivía un sueño eterno, en el cual sus ideas eran tan reales como los objetos de la realidad. No establecía distinción entre la fantasía y la realidad objetiva. Evidentemente, si no nos hacemos la pregunta y si no tratamos de hurgar en esta relación, convivimos con nuestras creencias, fantasías, fantasmas.
Para el hombre primitivo, el principio de construcción de su conciencia era la adecuación de sus ideas a las costumbres, las tradiciones. Él explicaba el mundo exterior a imagen y semejanza de su mundo interior; construía su cosmovisión bajo el principio del antropomorfismo y el sociomorfismo. El mito, núcleo de la cosmovisión del hombre primitivo, es una construcción antropomórfica y sociomórfica. Por eso, vivía bajo el dominio del mito. Vivía sin preguntarse qué relación guardaban estas figuras mitológicas con la realidad. Es que no se había hecho la pregunta, y no se la había hecho porque no se habían dado las premisas sociales para este cuestionamiento.
Esta pregunta sólo pudo hacérsela el hombre del esclavismo, de la civilización. La división de la sociedad en clases y la separación del trabajo físico del intelectual, son las premisas sociales básicas para poder hacerse esta pregunta. Con la entrada al esclavismo, el hombre de la clase de los esclavistas está, de momento, interesado en saber la terrenalidad de sus ideas, es decir, en tener objetividad en sus ideas. La lucha de clases lo "despierta del sueño" y le "abre los ojos". Y con el esclavista el resto de la sociedad despierta.
Surge el interés por la objetividad de las ideas (conceptos). La lucha de clases exige ser objetivo. El interés es la forma en que se manifiestan las categorías económicas, las relaciones económicas. El interés es una idea en especial, singular, que expresa la relación que guarda el sujeto con la realidad social, con el lugar que ocupa en la sociedad.
No sólo surge el interés en la objetividad de las ideas, es decir, se da la necesidad, sino que con la división de la sociedad en clases se da la posibilidad de que el trabajo físico se separe del intelectual, con lo que se da la posibilidad de esta indagación. Los esclavistas al tener tiempo libre, pues viven del trabajo de los esclavos, pueden dedicarse por entero a la "especulación", es decir, a la indagación en la terrenalidad de las ideas.
Este interés del esclavista, y en general de la sociedad, es una cuarta premisa, que está instalada en el juicio. El hombre esclavista necesita saber la terrenalidad de sus ideas para poder mantener su dominio sobre los esclavos.
No sólo se pregunta qué relación guardan sus ideas con la realidad, sino que además las hace corresponder (sus ideas) con la realidad, es decir, busca la objetividad en sus ideas. Sólo así puede mantener su dominio, su posición de clase. Se está condenado al fracaso, cuando no se es objetivo. La lucha de clases exige ser objetivo.
Cuando en el juicio del hombre se instalan estas cuatro premisas fundamentales, entonces estamos ante la verdad. Desde este punto de vista, la verdad es un paradigma gnoseológico y cultural, consistente en establecer contacto con la realidad (tanto interior como exterior), preguntarse qué relación guarda mis ideas con las cosas, y hacer que las ideas concuerden con estas cosas, se adecuen a las cosas en una relación de objetividad. Eso es lo que está instalado en la relación, que todo juicio representa, que lo hace verdadero.
¿Cómo es que el hombre, entonces, logra alcanzar la objetividad en sus ideas?
Esta pregunta no se la hace el hombre de forma netamente consciente hasta bien entrada la civilización. Que existe el interés por ser objetivo no significa que se sepa que el ser objetivo es la premisa esencial del conocimiento humano. Conocer es formar un juicio objetivo sobre la realidad. Pero esta idea no se hace consciente hasta hace muy poco.
La pregunta anterior es la que se hace la filosofía de la ciencia. En general la filosofía de la ciencia se hace muchas preguntas. Se pregunta: ¿Qué es la ciencia? ¿Puede la ciencia alcanzar la verdad? ¿Qué es la verdad? ¿Cuál es el método de la ciencia? ¿Con el método científico se alcanza la verdad objetiva? ¿Qué criterio hay para asumir una verdad y no otra?, etc. Pero el sentido de existir de la ciencia, la razón de su existencia es la búsqueda de la verdad objetiva. Entendemos por verdad objetiva aquella verdad que contiene como elemento suyo un momento de objetividad. La ciencia existe con la finalidad de alcanzar la verdad objetiva. Por tanto, la pregunta: ¿cómo es que el hombre alcanza la verdad objetiva?, es crucial en la filosofía de la ciencia, es su núcleo.
La ciencia surge junto con la filosofía. En un inicio, allá al entrar en la civilización, la ciencia existía dentro de la filosofía. Con los pitagóricos, por ejemplo, se desarrolla las matemáticas, en especial su teoría del número; con Euclides, la geometría; con Aristóteles, la lógica, etc. En el inicio de la civilización, los filósofos eran matemáticos, físicos, biólogos, astrónomos, etc. En este momento, el saber científico estaba contenido dentro de la filosofía.
La ciencia, como forma peculiar de la actividad intelectual con existencia independiente, comienza a surgir en el renacimiento con Telesio, Bruno, Campanella, etc., pero no es hasta Leonardo de Vinci (1452-1519) que se le da a la ciencia su toque definitivo, toque definitivo que se complementa con las obras de Copérnico, Kepler y Galileo.
Si Galileo ha aclarado el método de la investigación científica, Becon, por primera vez, ve el poder que la ciencia tiene, de modo que puede decirse de éste que es el filósofo y el profeta de la ciencia. Con Descartes termina el tránsito del renacimiento a la edad moderna. Ya en este punto, se puede considerar a la ciencia madura. Los filósofos que vienen después: Hobbes, Malebranche, Pascal, Spinoza, Leibniz, Vico, Locke, etc., no pueden dejar de referirse a la ciencia, y desarrollar una filosofía de la ciencia, pero en el contexto de que la ciencia es algo distinto de la filosofía. Hegel es el último filósofo que pretende unir la ciencia a la filosofía. En este punto, ya la ciencia se ha separado definitivamente de la filosofía.
Es que ha tenido lugar la división del trabajo intelectual, en el sentido de que se han separado los filósofos de los científicos, la actividad filosófica de la actividad científica. Hoy día queda claro que la ciencia y la filosofía son dos cosas distintas, y que la ciencia ha desarrollado un cuadro científico del mundo en oposición al cuadro filosófico del mundo. Por eso, los filósofos se remiten a la ciencia con la sola intención de hacer una filosofía de la ciencia, dejando a los científicos la tarea de la búsqueda de la verdad científica.
Desde este punto de vista, existen muchos tipos de verdad: la científica, la filosófica, la artística, la religiosa, etc. Pero de todas las verdades, sólo la científica se interesa por la verdad objetiva. La filosofía, en la medida en que esta o aquella filosofía es científica, también se interesa por la objetividad en sus verdades. En este sentido hay un punto de contacto entre la filosofía científica (es decir, la que asume y fundamenta su investigación en los resultados de la ciencia y la que tiene por método una ciencia particular) y la ciencia. Pero no siempre ni en todas partes la filosofía es científica. Por eso, la verdad filosófica en general difiere de la científica.
En la división social del trabajo, a los científicos se les ha asignado la tarea de encontrar la verdad objetiva acerca de la realidad. El que un filósofo se encargue de investigar científicamente la realidad, no lo hace filósofo, sino científico. De igual forma, porque un científico se interese por cuestiones filosóficas, no lo hace científico, sino que lo hace como filósofo. En la práctica el hombre es científico y filósofo al mismo tiempo. Las que se han separado son la ciencia y la filosofía en la división social del trabajo, es decir, se han separado como formas independientes de actividad intelectual.
01.- El primer paso que da el científico investigador es presuponer que estudia la realidad, las cosas.
El término "realidad" proviene del latín "res" que significa "cosa". El científico investigador parte del presupuesto que estudia la realidad. Es decir, parte del presupuesto que estudia el mundo de las cosas. No estudia ideas, sino cosas. Los filósofos son los que estudian las ideas.
Una forma de diferenciar la verdad científica de la verdad filosófica es apelando a lo que estudia cada una de estas formas de actividad intelectual. La filosofía estudia el mundo de las ideas, no de las cosas. Incluso, cuando estudia cosas como la materia, el tiempo, el espacio, etc., lo hace en tanto que considera a estos objetos como categorías, es decir, conceptos de extrema amplitud. La filosofía estudias las categorías de la realidad objetiva (la materia, la conciencia, el ser, el pensar, la necesidad, la casualidad, lo singular, lo general, etc.) sólo en su relación con el pensamiento; sólo en esta relación es que asume estos objetos como realidad objetiva.
Cuando la filosofía estudia la dialéctica objetiva concreta de un par de categorías (como, por ejemplo, la causa y el efecto en la naturaleza viva) lo hace para encontrar la dialéctica general que mueven estas categorías, para después proyectarla al estudio de las ideas, es decir, usarlo como método. La dialéctica de la naturaleza, tanto la inanimada como la de la naturaleza viva, es un caso singulares de la dialéctica general. Interesa a la filosofía sólo como un singular que permite comprender la dialéctica general. Lo que le interesa a la filosofía es, por eso, la dialéctica general. La dialéctica, como dialéctica general, es forma del movimiento del pensamiento, es decir, actúa como lógica, o sea es la lógica de contenido. Por eso es que interesa a la filosofía.
El científico, en cambio, estudia cosas. No importa, para los efectos de lo que se plantea, cómo el científico entiende estas cosas: si como objetos ideales u objetos materiales. Esta consideración entra dentro de la concepción filosófica del científico, y no de su método.
Incluso, cuando el científico estudia objetos como el pensamiento, como hace la psicología, considera al objeto, en este caso el pensamiento, como algo concreto y situado fuera e independientemente de la conciencia del investigador. El psicólogo, digamos, no estudia su conciencia, sino la conciencia del hombre como fenómeno objetivo. El objeto de su investigación es una cosa (es decir, no una idea sino algo de la realidad), es una realidad, es un objeto.
En el término de objeto está instalada la tesis de que existe fuera e independientemente de la conciencia del investigador. "Objeto" se refiere a la objetividad. Por tanto, el científico le atribuye objetividad a su objeto de estudio. Precisamente, por eso le llama "objeto de estudio" a la cosa que estudia. Porque es un elemento de la objetividad. El científico se sitúa fuera del objeto. Se enfrenta al objeto, que supuestamente está fuera de él, y entonces lo estudia como objetividad. Este es el primer paso de su método.
02.- El segundo paso de su método es considerar con objetividad al objeto.
El científico es un sujeto. Como sujeto está lleno de apetitos, sentimientos, emociones, valores, intenciones, etc. Todos estos elementos son contenidos de su conciencia. Es evidente que al estudiar el objeto proyecta contenido de conciencia a lo que ve, observa, comprende, intuye, analiza, etc., del objeto, es decir, al estudio de su objeto. Pero el científico debe tratar de estar por encima de su subjetividad, poner todo ese contenido de conciencia a un lado y estudiar con imparcialidad, con objetividad su objeto.
Esta es una posición de principio de su método. Sabemos que el científico no lo logra al ciento por ciento, pero debe intentarlo para reducir al máximo la influencia negativa de su personalidad. Y cuando dimos "influencia negativa de su personalidad" entendemos por ello todo el contenido social que hay en el científico investigador que perturba el acto cognoscitivo. Esto llega hasta elementos tales como políticas sociales de investigación.
Toda la sociedad se proyecta al objeto por medio del investigador. Esa influencia negativa hay que reducirla al mínimo con una actitud de objetividad. No se trata de que el científico investigador no sea interesado. Un sujeto así es abstracto. El investigador es un sujeto interesado. Es él la expresión de un hombre da carne y hueso. De lo que se trata es que el investigador se sitúe como sujeto universal, como la personificación del género humano, pues sólo como personificación de la sociedad puede actuar en calidad de sujeto. Por eso debe, abstraerse de las influencias negativas y proyectar, en todo lo posible, las influencias positivas.
Precisamente, por ser sujeto universal, por actuar como sujeto universal, es que él, el investigador, debe proyectar sobre el objeto todo su contenido de conciencia de carácter positivo. En otras palabras, al investigar el objeto debe partir de todos los conocimientos precedentes, que sobre el objeto se tienen. Debe proyectar toda la teoría que sobre el objeto existe.
Popper tiene razón cuando insiste en que la teoría precede a los hechos, en el sentido de que para enjuiciar hay que partir de los conceptos, que previamente nos hemos formado. El científico investigador debe partir (proyectar) al estudiar el objeto de toda la teoría existente con antelación al acto cognoscitivo concreto. En este sentido, lo que el investigador ve es una construcción del sujeto, pero si hace abstracción del aspecto negativo de su actividad cognoscente puede alcanzar objetividad.
La verdad es la dialéctica de lo objetivo y lo subjetivo. En el contenido de la verdad, está instalada la subjetividad del investigador, pero está instalada la objetividad del acto cognoscitivo. El pensamiento antidialéctico no entiende de "dialéctica". Parte de la antítesis: o es la verdad objetiva o es subjetiva. Por una parte, el sujeto proyecta todo su contenido de conciencia; pero, por la otra, se sitúa como sujeto universal, como sujeto que está interesado, es decir, busca que su idea (el juicio) se corresponda con la cosa. Por eso, hay potenciar las influencias positivas del sujeto investigador, es decir, proyectar el interés del investigador por formar una imagen (idea) adecuada del objeto (cosa) de investigación.
03.- El tercer paso es hurgar, buscar en lo interno del objeto.
Si el investigador no está motivado por conocer, si su conciencia no está activada, si no arde en interés por conocer al objeto, por encontrar lo que busca, no puede tener resultados como investigador. El investigador debe aspirar, pretender, querer encontrar lo que busca. En otras palabras, debe buscar, hurgar. Esto es una acción, un paso que hay que dar.
Para buscar, hurgar se requiere de métodos concretos, singulares. El científico investigador busca la esencia de las cosas. Lo esencial está oculto, no está en la superficie del objeto. Para saber que un objeto es, digamos, verde no hay que hacer ciencia. Para saber que un libro está sobre la mesa no hay que hacer ciencia. La ciencia busca la esencia, la ley que rige los fenómenos, y esto está oculto, escondido en lo interno, en el contenido del objeto.
Cada objeto tiene sus "escondrijos". El objeto es la unidad de lo general y lo singular. Como singular, el objeto es peculiar, único; como lo general, comparte la forma de lo general con los otros objetos de su clase. Por eso, se requiere de métodos concretos singulares a la hora de investigar. Cada objeto, para llegar a su esencia, a la ley que lo mueve, requiere de una metodología singular de investigación, a la par que se atiene al método general. Los métodos son "las llaves" que abren "los escondrijos" del objeto. La metodología de investigación es la que permite acceder a la esencia del objeto, entrar a lo interno del objeto.
Pero el método por sí sólo no puede darnos lo esencial, la ley. Comúnmente, se piensa que el método lo es todo. Se busca un método concreto en la ciencia que resuelva el problema de darnos el conocimiento que buscamos. Ningún método por sí sólo resuelve el problema, ni como método general ni como método singular. Tampoco el sistema de los métodos singulares puede resolver este problema. La observación científica, el experimento, la idealización, la formalización, la axiomatización, la inducción, la deducción, el análisis, la medición, etc., son otros tantos métodos singulares que la ciencia utiliza. Como norma, el objeto tiene su método singular de investigación más apropiado, pero la ciencia trabaja como sistema el conjunto de métodos singulares. Por ejemplo, el inductivismo quiere, por medio de la inducción a partir de los hechos observacionales singulares, obtener el hecho general, que es ley.
La metodología permite entrar a lo interno del objeto, palpar la esencia, interactuar con la ley, sacar a la superficie lo que está oculto. El objeto es la unidad de un conjunto de propiedades y relaciones, relaciones que van desde la relación del objeto con sus propiedades hasta las relaciones del objeto en cuestión con otros objetos. La investigación metodológica lo que hace es delatar estas propiedades y relaciones, relaciones y propiedades que antes de la investigación estaban ocultas.
Este conjunto de propiedades y relaciones se resume en la ciencia del objeto como el conjunto de hechos científicos, que conoce la ciencia acerca del objeto. La ciencia opera con el universo de estos hechos. Un hecho científico es un juicio, en el cual se enuncia la propiedad o relación en que se desenvuelve el objeto. Se comprenderá que el hecho, ontológicamente hablando, existe fuera e independientemente de la cabeza del investigador (declararlo objetivo, como vimos, es un presupuesto del científico). Pero existe para el científico como realidad subjetiva. Algo existe para el hombre en la medida en que conoce ese algo, es decir, en la medida en que lo transforma en contenido de conciencia. Pero la conciencia es activa, es decir, el hombre investigador proyecta al hecho contenido de conciencia, contenido de conciencia que contiene los conocimientos del investigador sobre la realidad, en particular las teorías e hipótesis con las que opera el investigador. Por tanto, el hecho no es objetividad pura. Es por una parte, creación del sujeto, y, por la otra, un momento de objetividad.
Por cuanto es un hecho que se encuentra oculto en el contenido del objeto, y que gracias a al sistema de métodos singulares, que como metodología utilizamos, es que nos es dado de forma indirecta; esto lo hace estar (el hecho en cuestión) lleno de subjetividad. Pero esto no niega que contenga el elemento de lo objetivo. Recordemos que existe la intensión del sujeto de hacer corresponder su idea al hecho. El hecho es la dialéctica de lo objetivo y lo subjetivo.
04.- El cuarto paso es crear, descubrir creando.
En este conjunto de hechos (de propiedades y relaciones), que la investigación metodológica sobre el objeto ha aportado, el investigador trata de descubrir la esencia, la ley. La apropiación de la ley, de la esencia es un acto de descubrimiento.
El inductivismo quiere encontrar, obtener la ley por vía de la derivación de los hechos de la experiencia. Pero en los hechos de la experiencia no está la ley. La ley es un hecho más, pero no está en la experiencia del sujeto, es decir, en el conjunto de hechos que la investigación metodológica del objeto nos proporciona. Bacon fue uno de los primeros en suponer que recogiendo hechos a través de la observación organizada se podía derivar de ellos teorías. J.J. Davies señala que la ciencia es una estructura asentada sobre hechos. Bacon, y los que siguieron sus ideas, no ve que para descubrir la ley hay que crear la realidad.
Para el descubrimiento de la esencia, de la ley no se requiere de una facultad especial. Todo hombre normal posee la facultad en cuestión. Para descubrir, digamos, la utilidad de una piedra para sentarse lo que se requiere es la "necesidad", es decir, estar cansado, y la presencia de la piedra, óptima para sentarse. En otras palabras, lo que se requiere es los fines humanos y la adecuación del objeto en cuestión a susodichos fines. Pero para poder acceder a la ley hay que estar preparado. El investigador debe poseer los conocimientos suficientes existentes en el ámbito de la ciencia en que investiga y la ciencia en cuestión debe estar preparada (madura) para el descubrimiento.
La ciencia no progresa por la labor aislada de un científico, sino que es una obra conjunta de muchos hombres, es decir, es una obra social. Por eso, el que sea este o aquel el hombre individual el que hace el descubrimiento es una casualidad, pero es una necesidad para la ciencia en su conjunto que se haga en un momento dado este o aquel descubrimiento.
La forma casual que reviste el descubrimiento está en función de la creatividad del sujeto que lo hace. El hombre más creativo entre los que buscan la ley en un área de investigación de la ciencia concreta en cuestión, será el que más rápido acceda a la ley, a la esencia. Porque es que para descubrir la ley, la esencia hay que ser creativo.
Lo nuevo (la nueva esencia que se descubre) es nuevo no porque es una repetición de lo mismo, sino porque, para el hombre, ese objeto (la nueva ley) no existía antes en la realidad. El hombre, para entender lo nuevo, tiene que crear la realidad. Su descubrimiento es un acto de creación porque, para él, la ley que descubre es nueva en el sentido absoluto de la palabra. Por tanto, debe crear, para con él, la realidad.
Así, por ejemplo, Planck para descubrir su fórmula, de la radiación electromagnética de calor del cuerpo negro, tuvo que añadir a la realidad (crear) el supuesto de que la energía se emite por cuantos. Cada vez que hay un descubrimiento trascendental hay que introducir supuestos que contradicen ideas arraigadas, es decir, cambiar los conceptos viejos por nuevos. La creación supone la reconceptualización de la realidad. No es una repetición de lo mismo, es incorporar lo nuevo, en sentido absoluto, a la realidad. Es añadir a la realidad cosas que antes no estaban. Y eso cambia el cuadro del mundo, en particular el cuadro científico del mundo. Estos cambios son tanto en forma de evolución como en formas de revoluciones.
Kuhn descubre que la ciencia progresa por revoluciones, pero se olvida de la fase evolutiva de la ciencia. Por eso, para él los cuadros de los mundos viejo y nuevo son inconmensurables. Cada acto de descubrimiento en la ciencia, en la medida en que es creación, modifica en cantidad y en calidad el conocimiento acumulado. Lo que Kuhn llama la ciencia normal no es más que la fase evolutiva de la ciencia. Por eso, cuando la acumulación de cambios sobrepasa la medida, se produce una revolución científica, que da paso a una nueva fase evolutiva, y así sucesivamente. Pero entre el viejo cuadro científico y el nuevo hay una relación de negación dialéctica. El nuevo contiene como momento suyo lo viejo. Es su superación dialéctica. Por eso, lo nuevo tiene que ser compatible con lo viejo, de lo contrario los científicos renunciarían a lo nuevo y se quedarían con su ciencia consagrada.
Para la creatividad, para crear no existe algoritmo alguno. Quizá y esta tesis –la anterior- se pueda demostrar con un teorema matemático. Comúnmente se piensa de una forma simplista que en el ascenso de lo abstracto a lo concreto el hombre accede a la esencia, a la ley. El ascenso de lo abstracto a lo concreto es una ley del conocimiento, pero da por sentado lo que hay que explicar: el acto de creación.
Hegel fue el primero en descubrirla. En su sistema idealista, el objeto, que según él existe como concepto puro, se mueve de su forma abstracta a la forma concreta, en que es dado en la realidad por medio de la enajenación. Hegel olvida que el punto de partida del conocimiento del objeto no es lo abstracto, sino que es lo concreto sensible, el estado en que el objeto es dado a los órganos de los sentidos, en la medida en que es incorporado a la práctica humana, es decir, a la investigación científica. Poro la ley lleva el nombre que el propio Hegel le dio: Ascenso de lo abstracto a lo concreto. Realmente es ascenso de lo concreto sensible a lo abstracto, y de aquí a lo concreto pensado.
Una vez que el objeto es incorporado a la investigación científica (práctica), el objeto, que inicialmente aparece como un todo indiviso (concreto y sensible), es sometido al análisis y la síntesis, a la abstracción y concreción, etc., en general a todos los métodos singulares de investigación científica. Como resultado, en este punto aparece como abstracto: desintegrado en sus partes (analizado y abstraído de lo no esencial). El próximo paso, es restablecer la unidad del objeto, volver a verlo como un todo, pero con conocimiento de sus partes y de su esencia.
Este proceso de ascenso, no ocurre sólo en la cabeza del científico, ocurre también en la práctica, en el proceso investigativo material. El ascenso ocurre no sólo en la subjetividad, sino también en la objetividad. Para analizar el objeto, digamos, hay que como norma desintegrar materialmente (prácticamente) el objeto en sus partes. No es un acto mental, es un acto objetivo. La expresión mental es el reflejo de lo que pasa en la realidad.
Pero esta ley, o mejor dicho: la actuación conforme a la ley del investigador, no resuelve aquel problema que vimos, consistente en que para descubrir la ley hay que crear. El estado abstracto del objeto, supone el conocimiento de la esencia, de la ley. Pero, ¿cómo llegar a la esencia, a la ley, que es propia del estado abstracto? Sí y sólo sí, creando lo nuevo. Por tanto, el ascenso presupone la creación.
¿Cómo es que, entonces, tiene lugar la creación del sujeto, del investigador? La conciencia del hombre individual tiene la peregrina cualidad de producir más ideal del que se invirtió en su producción. Es como la fuerza de trabajo, que tiene la peregrina cualidad de producir más valor que el que se invirtió en su producción. En otras palabras, el hombre crea más ideas que las que hay en su conciencia individual.
Dicho así, esto aparece como una propiedad abstracta del hombre. La esencia de esta propiedad, que la hace que no sea abstracta, es que lo ideal se produce fuera de la conciencia individual, en la conciencia social. La conciencia social, que existe fundamentalmente de forma objetiva, como conjunto de ideas que están plasmadas en la cultura, tanto material como espiritual, es el reservorio donde tiene lugar el acto creativo, es decir, donde se crea la idea nueva.
En el choque de las muchas voluntades, que sustantivas los hombres individuales de una sociedad, se produce un paralelogramo de fuerzas, donde la resultante es un hecho histórico que es en la práctica lo que nadie quería; es un hecho objetivo, que no responde u una voluntad en específico, ni es la acción de un sujeto en especial. Este hecho es algo nuevo, algo que no estaba antes en la realidad. Traducido este lenguaje al terreno de las ideas, quiere esto decir que la nueva idea nace en la objetividad de la confrontación social, en particular en el choque de las ideas de los muchos científicos particulares e individuales que investigan sobre el objeto en cuestión. El ascenso del objeto a lo abstracto ocurre, fundamentalmente, en el ámbito social, y no en la cabeza del científico individual, que descubre la ley (no la ley del ascenso, sino la ley de la ciencia en cuestión).
La ciencia, como proceso complejo donde se insertan las relaciones sociales, madura, y esta maduración consiste en que la idea (ley), que el científico descubre, ya estaba en la objetividad, como forma de la conciencia social, en particular de la científica. El investigador lo que hace es tomarla de la objetividad, descubrir la idea que estaba ya elaborada en la conciencia social. Por eso, es que sólo cuando la ciencia madura es que puede darse el descubrimiento, porque la idea (el descubrimiento de la ley) brota de la realidad objetiva. Lo dicho no niega que para ser un descubridor no haya que tener genialidad, dotes personales.
Así, por ejemplo, Einstein toma su principio de equivalencia del hecho físico, que existía objetivado en las ciencias físicas de su época. Era evidente para todos, lo que no niega que había pasado inadvertido, que la masa inercial y la gravitacional eran equivalentes. Toda la física apuntaba a ello. Einstein toma este hecho de la física; lo descubre en la física; no lo inventa (crea) en su cabeza.
05.- El quinto paso es formular una hipótesis.
Una vez que el investigador ha creado una nueva realidad (un nuevo hecho) debe enunciarlo, es decir, hacer una suposición acerca del "como" es posible que tenga lugar, efecto lo nuevo. En otras palabras, formular una hipótesis.
Normalmente, entre el descubrimiento de la realidad y la enunciación, de la hipótesis, media un lapso de tiempo. El investigador, que descubre lo nuevo, tiene que hacer un ajuste de cuentas con su conciencia anterior, es decir, con el cuadro de la ciencia, que su descubrimiento modifica. Incluso, el científico investigador no siempre tiene conciencia plena del alcance de su descubrimiento. Es la comunidad científica de su ciencia la que, en la práctica, valora el alcance de su descubrimiento.
La hipótesis es una figura del conocimiento científico que reviste muchas formas, pero en esencia se reduce a la formulación de, como mínimo, un juicio suposición. El aspecto formal de la hipótesis es la forma de juicio-suposición. Pero, el acto de la creación consiste en formular un juicio que expresa una realidad que antes no existía, para el investigador, en la realidad. Por eso es un supuesto, pero un supuesto de algo novedoso. La ley (lo esencial) es una propiedad, una relación del objeto de investigación, que no estaba contemplado en el universo de los hechos, es un hecho como otro cualquiera, lo que hay de novedoso es que la realidad, que enuncia, antes no existía para la ciencia.
Así, por ejemplo, De Broglie supuso que el dualismo onda-corpúsculo era una propiedad no sólo de la luz, sino también de la materia. Esta suposición, para su época, enunciaba una realidad que antes no existía para la ciencia. En esta singularidad consiste la diferencia entre la hipótesis científica y la hipótesis ordinaria. No se diferencian por la forma, sino por el contenido. La hipótesis ordinaria lo que enuncia en la suposición es una realidad que el hombre conoce con antelación, que es cotidiana.
06.- El sexto paso es contrastar la hipótesis.
La hipótesis la formula el científico no para él, sino para la comunidad científica. Claro que el investigador convive con su hipótesis: él se apasiona con ella, la disfruta; pero él es un sujeto universal, es decir, él trabaja para la sociedad, para la comunidad científica. Por eso, debe comunicar a esta comunidad su suposición.
De esta forma puede someter a la crítica su idea, superar la subjetividad negativa que haya incorporado a sus tesis. Y por eso es que el resto de los científicos: adversarios, detractores o partidarios, simpatizantes, se arrojan sobre la hipótesis para contrastarla con la realidad. Es decir, someterla a los proceso de verificación, refutación, comprobación, falsación, etc.
En ocasiones se especula con la naturaleza de estos procesos. Por ejemplo, Popper desarrolla la idea de que "el grado de falsación" de una teoría es el criterio de veracidad de la misma, y para argumentar su tesis hace un estudio de esta gradación. Popper no logra ver que el criterio que nos permite discriminar entre dos hipótesis no es un criterio singular, al estilo del que él señala. La historia de la ciencia muestra que lo proceso de contrastaciones de las hipótesis no ocurre como lo describe Popper. El proceso de falsación de una hipótesis es sólo un momento del proceso general de contrastación, es decir de su confrontación con los hechos.
No se puede verificar completamente, al ciento por ciento, una hipótesis. Normalmente, una hipótesis científica predice nuevos sucesos, acontecimientos, fenómenos, es decir, nuevas propiedades o relaciones. La verificación de una hipótesis consiste en ver (en los hechos) si esas predicciones son reales. Si los hechos que predice son reales, entonces la hipótesis se considera verificada en un porciento. ¿Por qué en un porciento?, porque la hipótesis (el juicio-suposición) tiene la forma de lo universal y los hechos que la verifican tienen la forma de lo singular, es decir, por más hechos que encontremos que concuerdan con la hipótesis no vamos a demostrar que siempre va a suceder así. Por eso, la hipótesis, aunque se verifique, sigue siendo siempre un supuesto.
Tampoco podemos refutar, al ciento por ciento, una hipótesis. Refutar una hipótesis es encontrar uno o varios hechos, de los que explica o predice la hipótesis en cuestión, que contradigan, que no concuerden en la realidad con lo enunciado por ella. Pero porque un hecho singular no concuerde con la tesis universal de la hipótesis no quiere decir que la suposición sea falsa al ciento por ciento. Pude suceder que el hecho singular en cuestión sea mal interpretado, mal comprendido o que sea una excepción de la regla.
Así, por ejemplo, Newton predijo que el movimiento de los planetas alrededor del Sol era por una trayectoria que tenía la forma de una elipse. Pero se descubrieron planetas que no se movían por una elipse, sino por una trayectoria en forma distinta, es el caso de Urano. Eso no refutó las leyes de Newton. Se demostró posteriormente que tal fenómeno obedecía a la influencia gravitacional entre los restantes planetas.
Pero, el proceso de contrastación a los hechos de la hipótesis (del juicio-suposición) permite enriquecer a la suposición, nutrirla –por así decirlo- de contenido. Esto hace que la hipótesis sea aceptada o denegada por la comunidad científica. Aquí, en el acto de aceptación o denegación de la hipótesis, intervienen varios elementos importantes:
En primer lugar, hay un elemento convencional en la comunidad científica. La hipótesis debe ser aceptada convencionalmente. Por ejemplo, las leyes de Mendel fueron descubiertas por él 30 años antes de que la comunidad científica las reconociera. Tardo 30 años en salir a la luz los trabajos de Mendel, a pesar de que él los comunicó a la comunidad científica con antelación. Si la nueva hipótesis no se adecua a la convención social, en particular de los científicos, el proceso de aceptación o denegación tarde o se complique.
En segundo lugar, entre el descubrimiento (la nueva ley) y las viejas teorías debe existir compatibilidad, es decir, lo nuevo no puede romper enteramente con lo viejo; debe ser su continuación, superación dialéctica. De lo contrario, la ciencia renuncia a la hipótesis en cuestión y se queda con su ciencia consagrada. Así, por ejemplo, para que la teoría especial de la relatividad fuera entendida por la comunidad se necesitó demostrar que la mecánica de Newton era un caso particular de la de Einstein, que la teoría de Newton era válida sólo para el caso en que la velocidad que se estudiaba era mucho menor que la velocidad de la luz.
En tercer lugar, la ley debe pasar la prueba de la práctica humana, debe ser compatible con la práctica del hombre. La práctica es el criterio general (universal) de la verdad. Todo otro criterio (el experimento, la observación, la medición, la deducción lógica, la inducción, la falsación, etc.) es un singular. Por práctica se entiende todo tipo de actividad netamente humana, es decir, el conjunto de actividades encaminadas a los fines del hombre. Por eso, porque es este conjunto, es que contiene como elemento suyo todos los demás criterios.
La práctica, como criterio general de la veracidad de un ley científica no es un proceder con el que se trabaja automáticamente, es decir, en un ahora y en un aquí. Ella, como criterio, se impone en el tiempo, en la sucesión de actividades prácticas. En otras palabras, recoge como pruebas de la veracidad de una tesis científica todos y cada uno de las formas de actividad humana. Su efecto se manifiesta en el tiempo, en el espacio y en el movimiento, es decir, en un relativamente largo período del tiempo y en muchas diversas formas espaciales. Así, por ejemplo, para que el sistema heliocéntrico de Copérnico fuese aprobado como verdadero hubo de pasar casi cien años de comprobación práctica.
La práctica, como criterio general (universal) de la verdad, es la unidad de lo absoluto y lo relativo. Es lo suficiente absoluto como para demostrar la veracidad de una tesis dentro de los marcos de la práctica vigente, es decir, de ese momento de la ciencia. Y es un criterio relativo lo suficiente como para no permitir transformar las tesis del hombre en dogmas. Dentro de los marcos de la práctica vigente, la ley científica es una verdad absoluta, pero fuera de estos marcos, bajo el supuesto de una práctica más amplia y más profunda, la ley es una verdad relativa. De donde, las leyes científicas, aunque son verdades objetivas dentro de la práctica presente, son, en última instancia, hipótesis para con la práctica futura.
El racionalismo, en filosofía de la ciencia, quiere encontrar un criterio singular que le permita discriminar entre dos hipótesis contendientes. No puede ver que este criterio no existe, que el criterio general es la práctica (el conjunto de todas las actividades encaminadas a fines del hombre). Lakatos, con sus programas, fracasó en ese empeño porque su criterio es un singular.
El relativismo, en filosofía de la ciencia, busca este criterio en los valores del hombre, en la sociología, y, con ello, acaba negando la existencia del mismo criterio general. Kuhn no quiso ser relativista, pero acabó siéndolo. Su tesis "no existe ninguna norma superior a la aprobación de la comunidad correspondiente" es la expresión acabada de este relativismo. ¿Qué diferencia sustanciosa hay entre esta tesis y la de Protágoras de que "el hombre es medida de todas las cosas"?, ninguna. Por eso, Kuhn cae en los brazos del relativismo, porque busca este criterio en objetos relativos (por ejemplo, los valores) a los grupos sociales.
Feyerabend, con su anarquismo, acaba negando la necesidad de la existencia de un criterio general. Según él, no hay un método científico general (universal). Con esto, Feyerabend acaba borrando toda diferencia entre la ciencia y la no-ciencia. Y se coloca al lado de Hume, para el cual nuestras creencias en las leyes y teorías científicas no son más que hábitos psicológicos que adquirimos como resultado de las repeticiones de las observaciones relevantes. El anarquismo de Feyerabend es el reconocimiento, de forma tergiversada, de que no existe un criterio singular de la verdad distinto de la práctica.
Cuando la hipótesis es aceptada por la comunidad científica es consagrada como una teoría, es decir, se le reconoce su estatus de ley, de forma de lo universal. El conjunto de leyes de una ciencia constituye el fundamento teórico de una ciencia.
06.- El sexto paso es explicar y predecir los hechos.
El sentido de la teoría científica es explicar y predecir el conjunto de hechos científicos, que conforman el universo de la ciencia en cuestión, es decir, el conjunto de hechos que se relacionan con el objeto de estudio concreto de la ciencia.
La ciencia no existe para la ciencia, el conocimiento por el conocimiento no tiene sentido. La ciencia existe para fines prácticos del hombre. Es ciencia para la práctica. Sólo así la ciencia se transforma en un fenómeno que cumple una función en la vida de la sociedad. Los científicos son el destacamento organizado de la división social del trabajo, que tienen la tarea de explicar y predecir objetivamente los hechos.
Cuando la ciencia, esta o aquella ciencia, no pude explicar o predecir los hechos, este o aquel hecho, surge el problema científico. Éste consiste en el la incongruencia entre la teoría y los hechos. Formalmente tiene la forma de una pregunta, una interrogante. Pero, por su contenido, consiste en la contradicción entre las leyes, esta o aquella ley, y los hechos, este o aquel hecho singular.
La ley es un hecho, pero el hecho general, hecho general que existe como un singular más al lado de los otros hechos singulares. Por eso, esta contradicción siempre se manifiesta como la contradicción entre los hechos.
El problema científico exige el planteamiento de la necesidad de iniciar, una vez más, el proceso de investigación, pero a un nivel mayor de profundidad o en relación a un nuevo objeto. Así, la ciencia se mueve de una esencia de primer orden a una de segundo; de una de segundo, a una de tercer orden, y así sucesivamente.
La fuente, la causa de este movimiento está en el desarrollo de la práctica humana, que le plantea a la ciencia, le pone ante si continuamente, nuevos hechos y nuevos objetos. El desarrollo de la ciencia obedece al desarrollo de la práctica humana.
Comúnmente se señala que la ciencia tiene una lógica objetiva de su desarrollo, queriéndose decir con esto que los pasos que se dan en la ciencia son el resultado necesario de las ideas precedentes. La tesis de Alan Chalmers de que hay "fertilidad" objetiva en las estructuras de la ciencia, parte del supuesto de que hay inmanencia en las ideas. Sin duda, una idea conduce a otra, y así sucesivamente. Pero la ciencia no se mueve (desarrolla) por la lógica de las ideas, aunque la lógica de las ideas es una premisa del desarrollo de la ciencia. Las ideas científicas no tienen una historia auténtica. El móvil del desarrollo de la ciencia es las necesidades que emanan de la práctica humana. La autonomía del conocimiento científico es relativa.
07.- El séptimo paso es realizar, en la libertad, la ley.
El sentido último de la verdad objetiva es servir a los fines humanos, es decir, a la actividad práctica. Para actuar en la práctica se necesita la libertad, en el sentido filosófico de esta palabra. Hegel fue uno de los primeros en resolver adecuadamente la relación entre la libertad y la necesidad. Según él, la libertad no consiste en la soñada independencia de las leyes de la realidad, sino en el conocimiento de estas leyes (de la necesidad) y en la posibilidad, que lleva aparejado este conocimiento, de hacerlas actuar (estas leyes) en provecho propio, es decir, en provecho de realizar nuestros fines. El libre arbitrio es, por tanto, la actuación con conocimiento de causa, la realización de nuestros fines (voluntad) basada en el conocimiento de la ley.
Por eso, cuando el hombre alcanza sus fines, cuando logra actuar con libertad demuestra que en las tesis que maneja, es decir, que en las leyes con las cuales opera hay un grano de objetividad, existe un momento de objetividad. Sólo el éxito en la realización en la realidad de los fines humanos muestra que las leyes, con las cuales operamos en esta realidad para conseguir nuestros fines, son verdaderas, es decir, objetivas.
Estos siete pasos conforman el método general de la ciencia. Se comprenderá que estos pasos los pusimos en un orden específico para su mejor comprensión, pero que en la realidad se dan, en lo fundamental, al unísono. Sólo en la abstracción podemos separarlos. El método, en el sentido general del concepto, es el conjunto de pasos o procederes con los cuales logramos los fines propuestos. Con este método el hombre alcanza la verdad científica, tipo de verdad que contiene, junto con otros muchos momentos, un alto contenido de objetividad. La verdad objetiva es la finalidad de la ciencia.
Autor:
Evelio A. Pérez Fardales
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |