La censura a la prensa en Puerto Rico en los años 1893-1897. Los casos de Evaristo Izcoa Díaz y Félix Matos Bernier
Enviado por Luis A. Reyes
- Introducción: La prensa en el Puerto Rico del siglo XIX
- La censura a la prensa
- Evaristo Izcoa Díaz y Félix Matos Bernier: víctimas de la censura
- Ideas de vanguardia
- Conclusión
- Bibliografía
Introducción: La prensa en el Puerto Rico del siglo XIX
Es importante reconocer la posición que ocupaba la prensa en la sociedad puertorriqueña del siglo XIX. Los periódicos, además de servir como medios de información y promover el interés literario, eran vehículos para la difusión de ideas liberales y progresistas e instrumentos de promoción para proyectos políticos. La prensa puertorriqueña, en especial en las últimas décadas del siglo XIX, respondía a los intereses y necesidades de los sectores más receptivos a las "nuevas ideas", entiéndase los grupos profesionales, intelectuales y liberales de la sociedad.
La prensa liberal puertorriqueña era reflejo de las ideas modernas de la época. El surgimiento de una nueva generación de periodistas de vanguardia, dio paso a que se cambiara en gran medida el estilo y la temática del periodismo de entonces. A partir del año 1890 se concretan una serie de transformaciones que marcan un progreso, tanto en su estilo como en su difusión. Los editoriales y columnas perdieron su tono académico y asumieron un estilo de comentario agudo, concentrado en las circunstancias y problemáticas del momento.[1]
Este estilo crítico, que sustituía al estilo mesurado y doctoral de antes, se combinó con una mayor circulación de los periódicos por las calles de las ciudades. La mayor disponibilidad de anunciantes facilitaba el financiamiento de los nuevos periódicos. Por este medio se lograba el que la sociedad urbana se informase de forma más realista sobre la problemática de su tiempo.
Se podría llegar a pensar que este auge de la prensa liberal transcurrió sin contratiempos, pero ello no fue así. El mayor problema que enfrentó la prensa de finales del siglo XIX, lo fue la censura por parte del gobierno español en la Isla. Dicha censura fue utilizada contra una gran mayoría de periodistas de vanguardia y sus publicaciones de corte liberal. El gobierno aplicaba la censura de forma abusiva, arbitraria, y en ocasiones en contra de la propia ley.
En el periodo de 1893-1897 fueron varios los periodistas que sufrieron los castigos impuestos por las autoridades. De este grupo de periodistas "censurados", analizaré los casos de Evaristo Izcoa Díaz y Félix Matos Bernier, que en ese tiempo enfrentaron diversas formas de persecución. Por medio de estos casos me propongo analizar cómo se aplicaba la censura en contra de la prensa liberal.
Primero veamos lo ocurrido con la censura en los años previos a 1893. Con la restauración de la monarquía en España en 1874, inició su periodo como gobernador general de Puerto Rico el reaccionario general José Laureano Sanz. Con el apoyo de los conservadores puertorriqueños, Sanz suspendió las garantías constitucionales y restableció la censura, que había sido suspendida anteriormente por los decretos de los gobiernos republicanos españoles de 1870 y 1873.[2]
El gobierno de Sanz impuso un decreto de imprenta que prácticamente tipificaba como delito casi toda opinión disidente u opuesta a la política del gobierno. Dicho decreto exponía en doce puntos las reglas a seguir por los periódicos de la Isla. En resumen, establecía la inspección previa para todos los periódicos antes de que saliesen a la venta, prohibía la publicación de periódicos no autorizados por el gobierno, prohibía el discutir temas de forma "personalista", prohibía el discrepar sobre la forma de gobierno o materia constitucional, el rey o las instituciones militares o gubernamentales. Este decreto de prensa establecido el 5 de marzo de 1875, también prohibía el publicar artículos que atacasen a la religión y sus instituciones.[3] El decreto de Sanz fue respaldado totalmente por el gobierno del ministro Práxedes Mateo Sagasti, que perseguía corregir los "abusos de la prensa".
A este periodo de fuerte censura le siguió uno más sereno, que comenzó con la aprobación de una ley de imprenta el 27 de agosto de 1880. Esta ley no mejoró mucho las condiciones de la prensa puertorriqueña, pero establecía cierta "legalidad" al proceso de censura que anteriormente había sido aplicado "a voluntad" por los gobernadores. La ley de 1880 básicamente establecía un tribunal especial de imprenta para juzgar los delitos que se cometiesen por la imprenta, y los que no, debían de juzgarse por los tribunales ordinarios. El problema principal con esta ley era que mantenía la potestad para que el gobierno pudiese detener la circulación de un periódico y coartar el derecho a la libre expresión, que era un precepto constitucional. A pesar de todo, la impresión de la época era que en la mayoría de los casos, los tribunales no estaban parcializados y eran justos con los periodistas enjuiciados.
A finales de 1886 se inició un periodo que se perfilaba como más prometedor para la prensa puertorriqueña. El principal motivo lo era la aprobación por el gobierno español de una nueva ley de imprenta para Cuba y Puerto Rico. Esta ley, aprobada el 11 de noviembre de 1886, no trajo un progreso muy notable, pero sí sentó un precedente importante, abolió los delitos de imprenta y estableció que los delitos e infracciones a la ley fueran castigados por el derecho penal aplicable.[4] Las disposiciones de esta ley sirvieron de herramienta al gobierno para aplicar la censura pero de forma indirecta y revestida de "legalidad", porque de ahora en adelante no se harían juicios por delitos de imprenta, si no juicios por delitos castigables de formas más severas. La ley de 1886 fue la última ley de imprenta que el gobierno español impuso en Puerto Rico.
Evaristo Izcoa Díaz y Félix Matos Bernier: víctimas de la censura
Los años transcurridos entre 1887 y 1889 se caracterizaron por la persecución y el arresto de muchos liberales, lo que causó un gran debilitamiento en la prensa y un gran pesar en los círculos liberales del país. Sin embargo, el periodo subsiguiente a 1890 fue uno de fuerte censura, tanto así, que el propio Félix Matos Bernier comentó en su periódico La Libertad a fines de 1894 lo grave del asunto diciendo:
"En ninguna otra época, ni en la de mando de los señores Sanz y Palacio, se hizo una tan gran batida a los periódicos del país, como la que acaba de atravesar Puerto Rico".[5]
El comentario de Matos Bernier es reflejo de lo ocurrido durante los años 1891-1893 en los que el gobierno persiguió y denunció en varias ocasiones a más periódicos y figuras prominentes por simples comentarios políticos. Esto no debe de sorprendernos, porque hasta el propio Matos Bernier enfrentó un juicio en 1891, por criticar el nombramiento de José Gellart como diputado a cortes.[6] Esta denuncia que fue a juicio en el pueblo de Juana Díaz el 12 de mayo de 1891, fue tratada como una "injuria personal" contra el diputado. Habiendo observado este caso, es lógico preguntarse, ¿hasta donde llegaría el gobierno en su persecución "indirecta" contra los periodistas? Más adelante lo veremos.
Entre 1893 y 1897 ocurrieron varios procesos contra los periodistas liberales puertorriqueños. A pesar de ello, la prensa liberal no desfalleció en su esfuerzo por promover las ideologías y políticas en las que se confiaba radicaba el futuro de Puerto Rico. Entre este grupo de periodistas censurados se encontraban Evaristo Izcoa Díaz y Félix Matos Bernier, quienes desde la ciudad de Ponce se daban a la tarea de expresar su sentir ante los problemas del pueblo puertorriqueño y señalar las irregularidades del régimen español.
Antes de continuar con los casos de Izcoa y Matos Bernier quiero mencionar algo sobre su estilo de periodismo. Ambos periodistas compartían un estilo audaz que combinaba el comentario crítico y punzante, característico de la prensa de vanguardia de la época, con un sentido irónico y en algún caso satírico. Tanto Izcoa como Matos Bernier, utilizaban en ocasiones un vocabulario subido de tono en sus críticas. Es por esto que las autoridades calificaban sus artículos como "injuriosos y ofensivos". Pero esto no debe de ser sorpresa, porque hay que recordar que aquella época se caracterizó por su mesura y recato en las relaciones personales.[7] Como comenta Fernando Picó en su microbiografía sobre Izcoa:
" en ese mundo enredado donde las palabras había que medirlas como si fueran monedas".[8]
Algo que sí debe de sorprendernos, es que en realidad, ese estilo considerado ofensivo por el gobierno, era utilizado por una gran cantidad de periodistas de distintas partes del país, y que contrario a otros, no eran perseguidos con tanto empeño por la censura oficial. Existía algo más contra estos periodistas que simplemente poseer un "estilo ofensivo".
El periodista Evaristo Izcoa Díaz nació en Toa Alta el 8 de noviembre de 1866, y comenzó su carrera en 1893 como corresponsal del periódico La Democracia de Luis Muñoz Rivera.[9] Unos años más tarde, en 1895 Izcoa se trasladó a la ciudad de Ponce donde residió hasta su muerte el 17 de agosto de 1901.
Fue en Ponce donde Izcoa fundó su propio periódico llamado La Bomba,[10] que desde sus comienzos enfrentó la censura por sus abiertas críticas al régimen colonial. Izcoa hizo claro al público sus objetivos e intenciones, destacando que su periódico era un "órgano del pueblo", porque con el pueblo se identificaba. Además, señalaba que se disponía a combatir los abusos de la autoridad, a defender las libertades públicas y a luchar por la libertad de la patria, por cualquier medio y a cualquier costo.[11] Para Izcoa, al igual que para muchos independentistas de su época, el ideal de emancipación política era un símbolo de redención social que pertenecía a los países más adelantados, y que por consiguiente debía promoverse para combatir el atraso que representaba el régimen colonial español.
En el campo de la política, Izcoa recalcaba que su periódico no estaba afiliado a ningún partido político, ya que no estaba conforme con el tipo de política que representaban los partidos del país.[12] Las ideas de Izcoa las presentaremos más adelante, ahora veremos lo ocurrido a este periodista y su periódico en el año de 1895.
Desde sus comienzos, Izcoa puso su periódico a disposición del pueblo y alentaba a sus corresponsales de toda la Isla a remitirle todos aquellos asuntos que afectaran de un modo u otro la vida y el quehacer de los ciudadanos. Al analizar los ejemplares de La Bomba, son notables los señalamientos que hace Izcoa al gobierno colonial para que corrijan serias fallas en la administración pública, en la salud, en la economía y en las obras públicas municipales.
El estilo arrojado y poco convencional utilizado por Izcoa para hacer sus señalamientos alarmó al gobierno español, que inmediatamente lo señaló como "peligroso". Sin embargo, como he mencionado anteriormente, este estilo estaba bastante difundido en la prensa de su tiempo, y tanto los lectores del pasado como lectores del presente, coinciden en que sus escritos no representaban amenaza alguna para el gobierno colonial.
El gobierno inició acciones represivas en contra del periódico de Izcoa desde que sacó su primer ejemplar el 7 de febrero de 1895.[13] Las autoridades encarcelaron a Izcoa y secuestraron la edición. Evaristo Izcoa fue sometido a prisión provisional y se le fijó de fianza 500 pesos en metálico o mil pesos en propiedades. Esta acción judicial causó indignación entre la clase periodística liberal, tanto en Ponce como en el resto de la Isla. Esto por la inconstitucionalidad del tratar de amordazar la prensa.[14] Evaristo Izcoa estuvo alrededor de quince días en prisión hasta que un Juzgado de Instrucción lo puso en libertad el 23 de febrero. Regresó a sus labores con la misma tenacidad y recalcando que "los atropellos cometidos contra su persona no lo desviarían de su misión, de continuar denunciando los atropellos que engendra el despotismo".
El gobierno, que tal vez pensó que con lo ocurrido Izcoa se amilanaría, recibió una explosiva respuesta. La Bomba publicó en los días 2 y 4 de marzo de 1895 artículos sobre la revolución de Cuba, iniciada el 24 de febrero de 1895. Las autoridades confiscaron las ediciones de esas fechas.
El 9 de marzo Izcoa publicó un artículo titulado "Fuera cachacos" en el que atacaba al régimen. Esto hizo que fuera encarcelado nuevamente y se le exigieran 5,000 pesetas de fianza. Estando preso, el gobierno le incautó la edición del 21 de marzo de 1895 por haber escrito un artículo titulado "¿Qué pasa en Cuba?", en el que cuestionaba la inacción de Puerto Rico ante la situación de revolución en Cuba. La policía le confiscó los moldes tipográficos, acción que fue denunciada como ilegal[15]por el periódico La Democracia.
Durante su estadía en la cárcel y antes del juicio, Izcoa fue sometido a una estricta vigilancia, privado de recibir cualquier tipo de periódico y hasta de leer su propia correspondencia, sin antes ser revisada por el alcalde de la prisión, el Sr. Lerma. Esta medida fue duramente criticada por la mayoría de los periódicos, en los que se especulaba que dicha acción obedecía a órdenes superiores y no a decisión del Sr. Lerma.[16]
Los hechos ocurridos a Izcoa suscitaron una enérgica respuesta de la prensa puertorriqueña, que en esos momentos denunciaba el comienzo de otra ola de persecución despiadada e ilegal. Por ello cabe preguntarse, ¿por qué tratar a un periodista como a un criminal, en una época en que supuestamente no había delitos de imprenta? Esa misma pregunta se la hacían muchos miembros de la prensa, sospechando lo peor.
El 18 de abril de 1895 Evaristo Izcoa fue citado a una vista oral para responder ante el Juez de Instrucción, el Sr. Eduardo Rodeiro, por los cargos de "sedición para la rebelión". Izcoa nombró como sus defensores a los licenciados José de Guzmán Benítez y Arturo Aponte.[17] El fallo judicial fue adverso para Izcoa, ordenando su encarcelación en el calabozo del Castillo de Ponce sin derecho a fianza. Izcoa fue llevado a caballo y esposado a través de la población, y encarcelado en un malsano calabozo en el que se quebrantó su salud a tal grado que tuvo que ser recluido en el Hospital Militar de Ponce en julio de 1895.
Según las leyes españolas, el delito de sedición para la rebelión imputado a Izcoa requería un juicio por las autoridades militares. ¿Por qué un juicio militar? Izcoa solo había cuestionado el por qué en Cuba se daba una sublevación y en Puerto Rico no. Este periodista no había atacado al ejército, ni cometido ningún otro delito, y aún así se le había tratado como a un criminal peligroso, y se le negaba el derecho a ser enjuiciado por la jurisdicción ordinaria como lo establecía la ley. Al actuar s de esta manera las autoridades demostraban su total arbitrariedad en la aplicación de la censura y la desobediencia total a las propias leyes del estado. Se encarcelaba a un periodista, y se le juzgaba por otro delito, el que el gobierno quisiera, para castigarlo de forma injusta, pero con "apariencia de legalidad".
El 21 de agosto de 1895, luego de ser trasladado a la prisión de San Juan, Iscoa es sometido a un Consejo de Guerra en los Cuarteles de Ballajá. Al finalizar este proceso fue condenado a doce años de prisión mayor y enviado a cumplir esta excesiva condena en Valladolid España.[18] La sentencia es, una vez más, prueba de la persecución mal intencionada de los funcionarios del gobierno colonial.
En el traslado de Evaristo Izcoa a Valladolid ocurrieron varios abusos, que llevan a pensar hasta qué punto llegaban las autoridades. Ejemplo de esto lo es, que durante la travesía por mar Izcoa viajaba encadenado en el calabozo, mientras otros prisioneros, como Gualberto Gómez y varios insurrectos que en Cuba lucharon contra el ejército español, disfrutaban de completa libertad para moverse sobre cubierta con los demás pasajeros. Además, al llegar a España tuvo que caminar hasta el presidio descalzo y sin abrigo, y en el penal obligado a hacer todos los servicios interiores, y privado de toda correspondencia.[19]
A finales del año 1895, y por gestiones de Luis Muñoz Rivera, comienza a tramitarse un indulto para Izcoa Díaz. Mientras era gestionado, la prensa puertorriqueña se volcó en apoyo a favor de la liberación de Izcoa.[20] Entre ellos sobresale el Sr. Emilio de Mazarredo, director del periódico El Látigo de Aguadilla, quien siendo español, escribe una carta a la reina de España donde abogaba por la libertad de Izcoa.[21] Dicha carta fue enviada el 4 de enero de 1896. El indulto fue concedido a mediados de abril de 1897.
Aproximadamente diez meses más tarde Izcoa regresó a Puerto Rico, en el mes de abril de 1898. Después de haber sufrido múltiples atropellos en la prisión de Valladolid, Izcoa con su ánimo inquebrantable volvió a emprender su lucha contra el régimen español. Para ello, en septiembre de 1898 inició una segunda época de su periódico La Bomba.[22]
Las opiniones sobre Evaristo Izcoa Díaz han variado con el paso del tiempo. En un artículo de Roberto H. Todd,[23] allá para la década de los 1940"s, lo presenta como un hombre desequilibrado, lo califica como un "loco" que retaba constantemente a las autoridades, solo por la rebeldía de su carácter. Contrario a esto, había otros escritores de la década del 40, como Antonio S. Pedreira, Carlos Orama Padilla y Antonio Mirabal,[24] que opinaban positivamente sobre Izcoa, calificándolo de valeroso y noble. Quizás la opinión negativa de Todd estaba influenciada por la ideología política de los años cuarenta, donde sectores de la sociedad puertorriqueña no veían con buenos ojos las expresiones de patriotismo, revolución e independencia.
En la década de los 1970"s, las opiniones sobre Izcoa variaron un poco. La biografía escrita por Víctor Gil de Rubio[25]sobre Izcoa, lo caracteriza como un patriota que se sacrificó por sus ideales. Sin embargo conserva ciertas reservas al calificar su carácter como el de una persona arrogante y violenta. El comenzar a resaltar a Izcoa como una figura patriótica le hace mayor justicia al personaje. Debemos recordar que en la década de los setentas ocurre una transformación en la historiografía puertorriqueña donde se articulaba un discurso que resaltaba el nacionalismo como algo muy importante.
En los años noventa, dos escritores han tocado el tema de la vida de Izcoa, y sus opiniones se acercan más al patriota y al personaje humano. En su artículo, José Enrique Ayoroa Santaliz[26]presenta a un Izcoa simbólico, mártir de la censura, resaltando la personalidad y carácter arrojado, como él lo llama un "pantalonú".
Por otro lado, la microbiografía que Fernando Picó[27]hace de Izcoa Díaz, nos lo presenta en una dimensión más humana. Picó resalta la preocupación de Izcoa por la búsqueda de la justicia y su incansable defensa de los valores humanos. Hasta lo compara con un Cyrano de Bergerac, dándole un carácter romántico de héroe trágico.
Las dos opiniones, la de Ayoroa Santalíz y la de Picó, son producto de nuevos enfoques. La de Ayoroa quizás motivada por la búsqueda de un símbolo que sirva de inspiración, y que rescate del olvido a un patriota. La visión de Picó busca presentar a un Izcoa más real, no solo como patriota, si no como un ser humano con unas creencias y unas debilidades.
Creo que al presentar los personajes del pasado, tanto los conocidos como los que no lo son, es necesario tratar de darles una dimensión humana sobre todo. Hay que reconocer que dichos personajes representan una mentalidad y el sentir de una época. En el caso de Izcoa Díaz y Matos Bernier, ambos representan la mentalidad de "avanzada" de finales del siglo XIX, la mentalidad de una prensa sin cortapisas, sin ataduras ideológicas partidistas, y sobretodo sin límites a la hora de denunciar las arbitrariedades y los abusos.
El periodista Félix Matos Bernier, a quien presento ahora, se inició temprano en la lucha política puertorriqueña. A la temprana edad de diecisiete años participó en la reunión liberal del pueblo de Juana Díaz el 26 de diciembre de 1886. Matos Bernier, a diferencia de Izcoa Díaz, participó mucho en el campo político puertorriqueño y en la política internacional, algo que quizás lo marcó como "atractivo" para la censura del gobierno colonial español.
En los años de 1887 y 1888, Matos Bernier colaboró en periódicos tanto de Puerto Rico como de Venezuela[28]donde llegó a ser secretario del presidente Juan Pablo Rojas Paul. Bajo el gobierno de éste, Matos Bernier se dedicó exclusivamente a escribir artículos que apoyaban los principios del gobierno de Rojas en Venezuela.
Para el 1891 Matos Bernier estaba de regreso en Puerto Rico y se reintegró a la lucha política, oponiéndose a la negociación de un pacto entre Muñoz Rivera y el Primer Ministro español. Matos Bernier consideraba que este acuerdo era indigno y lo consideraba otra "trampa" de España para Puerto Rico.[29]
A pesar de haber sido denunciado en 1891 por uno de sus artículos, es en 1893 cuando comienzan los problemas judiciales de Matos Bernier. El 30 de julio de 1893 publicó el artículo titulado "Abajo el gobierno" en la Revista de Puerto Rico. Dicho artículo criticaba la actitud opresiva e indiferente del gobierno colonial y el descuido en el que el gobierno español mantenía a la Isla. Por ello, Matos Bernier fue arrestado y liberado el mismo día, fijándose para una fecha posterior el juicio por este caso.[30]
El 18 de agosto de 1893 Matos Bernier publicó un artículo titulado "El confesionario", donde atacaba al clero y denunciaba sus prácticas deshonestas para con el pueblo puertorriqueño. Las autoridades lo arrestaron y encarcelaron al otro día, acusándolo de "violación del precepto constitucional en materia de religión y culto". Matos fue liberado tras prometer pagar una fianza de 2,000 pesetas antes de 72 horas, cosa que no hizo, y en su lugar escribió un artículo en el que comentaba lo injusto de su encarcelación de varias horas por haber escrito unas "verdades que el pueblo necesitaba saber sobre el clero". Finalmente, la fianza fue prestada por Rafael Collazo Pérez, el futuro suegro de Matos Bernier.
El haber escrito sobre dos temas sensitivos para el gobierno colonial, el clero y la gestión del gobierno, tendría consecuencias adversas para Matos Bernier. El 28 de febrero de 1894 se celebraron los juicios por los artículos "Abajo el gobierno" y "El confesionario". En ambos casos, la defensa estuvo a cargo de los Sres. Eduardo Géigel y Arturo Aponte, que basaron su defensa en la libertad de expresión, garantizada por la Constitución del Estado y el Código Penal, alegando que la "expresión" de las creencias propias de Matos Bernier no constituía un delito. El día 5 de marzo el tribunal emitió una decisión muy interesante. Se absolvió a Matos Bernier por su artículo "Abajo el gobierno", pero se le condenó a tres meses de cárcel y a pagar los gastos del juicio, por su artículo "El confesionario".[31] Parece que el gobierno estaba más dispuesto a castigar a los que criticaran a la iglesia que a los que criticaran la gestión del propio gobierno. Parecería extraño pero así fue.
Matos Bernier apeló el caso a España, pero de todos modos la sentencia fue confirmada el 10 de agosto de 1894. Mientras tanto, Matos Bernier sufrió otro arresto por comentar en su periódico sobre un artículo publicado originalmente en La Correspondencia de Puerto Rico. Matos Bernier comentó que en San Juan había funcionarios públicos que se dedicaban a negocios ilegales.[32] La liberación de Matos Bernier fue gracias a que un conocido pagó su fianza de 2,000 pesos. Se comentaba en esos momentos que dicha encarcelación había sido injusta, porque hasta a un acusado de estafa se le trataba de forma más tolerante.[33] La opinión pública de la época señalaba que parecía haber una predisposición en contra de la prensa, y esto queda claro con los hechos que le sucedieron a Matos Bernier más adelante.
El periódico de Matos Bernier, La Libertad, publicaba continuamente artículos sobre la guerra de Cuba, un tema considerado sensitivo por el gobierno español, pero considerado como primordial por la prensa puertorriqueña. Los artículos de La Libertad eran en su mayoría informativos y en ocasiones alentadores al movimiento libertador cubano. El 16 de marzo de 1894, Matos Bernier fue encarcelado por unos artículos sobre la guerra de Cuba que el gobierno consideró "ofensivos".
Félix Matos Bernier estuvo encarcelado casi dos meses por los artículos sobre Cuba, y salió de la cárcel a mediados de Mayo de 1894. Poco después, su periódico reproduce un artículo titulado "Los mismos perros", originalmente publicado en el periódico español La Bandera Federal. Por ello Matos Bernier fue ingresado en prisión nuevamente el 23 de mayo. Salió libre en junio tras pagar otros 2,000 pesos de fianza, pero se vio obligado a suspender la circulación de su periódico a causa de la persecución excesiva.[34]
Este último caso, el del artículo "Los mismos perros", presenta un ángulo diferente sobre la censura a la prensa. Se encarceló a un periodista puertorriqueño por solamente reproducir un artículo, que en España ya tenía más de dos meses de publicado, y no había sido censurado. Sin lugar a dudas la censura era ahora discriminatoria, impuesta a periodistas puertorriqueños hasta por las cosas más normales. La mala intención del gobierno no conocía límites a la hora de perseguir a quienes fuesen señalados como blancos de sus castigos.
Los problemas de matos Bernier no terminaron. El 10 de agosto de 1894, el día que ratificaron su sentencia por el caso de "El confesionario" del año anterior, Matos es ingresado a cumplir los tres meses a que había sido sentenciado. Logró salir el 10 de noviembre de 1894. Como si no fuera suficiente, Matos fue procesado otra vez más en marzo de 1895, por un artículo publicado el 6 de diciembre del año anterior.
La encarcelación de marzo de 1895 fue larga y angustiosa, pero Matos Bernier no se dio por vencido. En ese tiempo en prisión escribía para su nuevo periódico llamado El Cautivo. Siete meses más tarde, Matos Bernier es liberado por un indulto de la Reina. Inmediatamente reinicia la publicación de La Libertad en agosto de 1895.[35]
El ánimo de Matos Bernier era inagotable, pues a pesar de todo lo ocurrido, su labor periodística continuó. El 15 de diciembre de 1895 inició un nuevo periódico llamado La Nueva Idea. La temática de éste periódico era diferente, se alejaba de la política y se dedicaba a los temas científicos y literarios, que estaban de moda en el siglo XIX.[36]
A los tres meses de vida de este nuevo periódico, que señalamos nuevamente no era político, las autoridades intervienen con él. Le secuestran la edición y le multan con sesenta pesos, por órdenes del alcalde de Ponce Juan José Potous y el gobernador general Emilio March. Alegadamente esta intervención fue por un artículo titulado "Antonio Valero", en el que Matos Bernier hacía una breve biografía de este liberal puertorriqueño.[37] El periódico La Nueva Idea cesó en marzo de 1896.
Las autoridades, en especial el alcalde de Ponce Juan José Potous, estaban ensañados con Matos Bernier. Luego de haber cesado la publicación de La Nueva Idea, Bernier retomó su labor en La Libertad, que salió nuevamente a finales de marzo de 1896. El alcalde Potous multó a Matos Bernier con sesentaidós pesos y cincuenta pesetas, por alegadamente publicar noticias "exageradas" sobre la guerra de Cuba. Estas mismas noticias habían sido publicadas sin problemas por los periódicos El Buscapié y El País, esto denota una persecución de tipo personal contra Matos Bernier.
Antes de finalizar con el caso de Félix Matos Bernier, es relevante presentar algo que muy importante que se publicó en 1896. El periódico oficial del gobierno La Gaceta de Puerto Rico, publicó el 6 de agosto de 1896 una circular[38]enviada por el Sr. Antonio Mendo, Fiscal de la Audiencia Criminal, a los funcionarios del Ministerio Fiscal. Esta circular recordaba a los funcionarios su "deber" de vigilar y censurar a los periódicos que publicaran artículos "adversos al gobierno". El Sr. Mendo hacía hincapié en la severidad que había que demostrar, pues él consideraba que el gobierno estaba siendo "muy tolerante".
El texto de esta circular presenta unos argumentos por demás interesantes. Por ejemplo, se reconocía el que no habían delitos de imprenta, pero que sí se cometían delitos por medio de la imprenta. Siendo castigable cualquier escrito que el gobierno considerase que atentaba contra las leyes.[39] Esto como ya sabemos era una mera apariencia, porque en la práctica se les daba libertad a los funcionarios para que denunciasen a voluntad.
Si bien son interesantes los argumentos de este documento, más interesante es la opinión del Sr. Mendo y la "visión" que el gobierno tenía sobre la prensa. Del cuerpo del documento cito:
"La tolerancia de España por su exceso de libertad mal entendida ha permitido la propaganda separatista. A la autoridad gubernativa , corresponde corregir con multas esas faltas".[40]
El Sr. Mendo entendía que el derecho constitucional a la libertad de expresión era un "exceso de libertad". Esta opinión solo podía provenir de un reaccionario, pero bien, lo que si menciona claramente su circular era que los delitos solo serían castigados con "multas", no con abusivos encarcelamientos como se hacía en realidad.
En otra parte de la circular el Sr. Mendo habla sobre la labor de los periódicos que presentan noticias extranjeras. Sobre esto opina:
"Si grave es la tolerancia hasta hoy habida, gravísimo es permitir se copien periódicos escritos en países extranjeros pues grave sus falsas informaciones son la causa de grave mal; más obligados estamos a impedir se copien de esos periódicos las referidas noticias".[41]
El Sr. Mendo hablaba de "noticias extranjeras" y su alegada peligrosidad, pero en realidad se castigaba a la prensa puertorriqueña hasta por noticias escritas y publicadas en España. Y en el caso de Matos Bernier, hasta noticias que no le eran censuradas a otros periódicos, se las censuraban a él.
La circular del fiscal Antonio Mendo pone de manifiesto dos cosas de importancia. Primero, la forma desvergonzada en que el gobierno promovía la censura a la prensa, y a la vez trataba de justificarla. En segundo lugar, la verdadera diferencia que existía entre la teoría y la práctica a la hora de hacer "justicia" a la prensa, proceso en el que el estado realmente no respetaba las leyes.
El último caso ocurrido a Félix Matos Bernier fue en el año 1897. Los hechos de éste se conocen en la historia puertorriqueña como "La Intentona de Yauco". Desde finales de 1896 se venía realizando en el pueblo de Yauco labor subversiva dirigida por el Sr. Mattei Lluveras. Este movimiento agrupaba personas de variada condición social y se extendió a varios pueblos de la Isla. Félix Matos Bernier pertenecía a un grupo de patriotas que organizaba comités para el movimiento en los pueblos de Sabana Grande, San Germán, Cabo Rojo y otros.[42]
Por haber sido delatado a las autoridades, el levantamiento se adelantó para el 24 de marzo de 1897. Las autoridades ya estaban preparadas y se dedicaron de inmediato al arresto de los participantes, que en realidad carecían de armamentos. El capitán Santiago Escudero recibió información de la participación de Félix Matos Bernier en la organización del evento y ordenó su arresto. Curiosamente, el jefe de la policía Victoriano García avisó a Matos que procedería a arrestarlo próximamente, pero no fue así. Como la policía no acudió a arrestarle, Matos Bernier se presentó al alcaide de la cárcel de Ponce en calidad de preso.
Félix Matos Bernier fue encarcelado en Yauco durante 25 días, durante los cuales se enfrentó a un Consejo de Guerra que decretó su encarcelación en el presidio de San Juan. Matos Bernier fue trasladado a pie desde Yauco a Guánica donde abordó un barco. En el trayecto se la pasó amarrado, aún para dormir, hasta que llegó a la capital. El 28 de abril es ingresado en la cárcel de San Juan donde cumplió nueve meses de prisión. El 17 de diciembre de 1897, Matos Bernier es liberado por decreto de la Carta Autonómica otorgada a Puerto Rico en ese año.[43]
Este último caso ocurrido a Matos Bernier difiere de los anteriores por la naturaleza del delito. Esta vez no era un caso de censura, si no de actividad subversiva. Podría especularse, que con lo señalado y perseguido que había sido Matos Bernier, a las autoridades solo le hubiese bastado unas ligeras sospechas para arrestarlo, aún cuando no hubiese estado involucrado en lo de Yauco. Sobre el comportamiento de Bernier al presentarse como preso, solo cabe pensar en su honor como caballero, su solidaridad con los compañeros revolucionarios y su patriotismo.
Sobre las ideas de Evaristo Izcoa Díaz y Félix Matos Bernier, se puede decir que respondían a los intereses de las clases sociales más cercanas a ellos, en específico las clases profesionales, la pequeña burguesía y la clase obrera. Ambos periodistas demostraban su compromiso con los principios de la Francmasonería a la que pertenecían, practicando el bien, rechazando la maldad, la injusticia, la humillación y las condiciones negativas que impidan el alcanzar la plena libertad.
Evaristo Izcoa plasmaba en sus escritos su sentir patriótico y moral, y como hombre del siglo XIX, sus creencias liberales y nacionalistas. Izcoa creía en la libertad de los pueblos por medio del esfuerzo nacional, por medio de la lucha de todas las clases sociales, y más importante aún, por medio de la educación.
Izcoa también promovía la lucha patriótica por la independencia, pero no desde una posición política definida. Creía en los levantamientos populares, matizando esta creencia con ideales de tono "romanticista", como se puede apreciar en algunos de sus escritos.[44]
Al igual que Izcoa, Matos Bernier creía en la independencia por medio de la gesta revolucionaria, pero contrario a éste, la experiencia de haber militado en partidos políticos y de haber trabajado con el gobierno venezolano, lo hacían un político más capacitado. Bernier se dedicaba más a la crítica de las relaciones entre el gobierno de España y Puerto Rico, la relación de España con sus colonias y las relaciones internacionales. Izcoa por su parte era más localista, y se concentraba en los problemas de la Isla.
Matos Bernier compartía con Izcoa la creencia en la importancia de la educación. Ambos creían que la educación de las masas pobres serviría para su concientización y futura emancipación.[45] Pero a tono con la idelogía de la época, pensaban que la "dirección" política de esas clases marginadas debía recaer en las clases superiores, en una especie de relación "patriarcal".
Matos Bernier, además de escribir sobre política, hacía críticas a la religión. A diferencia de Izcoa, Bernier impulsado por sus creencias masónicas, atacaba lo que consideraba un mal, el fanatismo religioso. Según Matos, el fanatismo engendraba la intransigencia, lo que para él afectaba las relaciones entre el clero y el pueblo, y entorpecía el "progreso" intelectual de la sociedad.[46]
Sobre el rol de la prensa en la sociedad puertorriqueña de la época, tanto Izcoa como Matos, opinaban que era la prensa la que debía servir como defensora del pueblo y como guía de éste hacia la libertad plena.[47] Para estos dos periodistas, la prensa debía representar los más altos valores morales, combatir los abusos y concienciar la sociedad.
Los casos de los periodistas Evaristo Izcoa Díaz y Félix Matos Bernier, evidencian la censura a la prensa en Ruerto Rico durante los últimos años del siglo XIX. El análisis de dichos casos permite observar la forma en que era aplicada la censura por el gobierno colonial español.
La prensa liberal puertorriqueña en los años de 1893 a 1897 enfrentó una censura, que en teoría obraba de forma legal, pero en la práctica distaba mucho de serlo. Las autoridades gubernamentales aplicaban la censura a la prensa de forma arbitraria, abusiva, y muchas veces desobedeciendo la ley. En primer lugar, la censura era aplicada de forma arbitraria porque las autoridades perseguían solo a los periodistas liberales que promovían ideas separatistas y criticaban al régimen. En segundo lugar, el carácter discriminatorio de la censura lo evidenciaba la persecución centrada en "ciertos periódicos" que el gobierno marcaba. Las autoridades perseguían y castigaban a algunos periodistas marcados por el gobierno, por reproducir ciertos artículos "prohibidos", y dejaban impune a otros periódicos que habían publicado los mismos artículos. Sobre esta discriminación al aplicar la censura se puede percibir que el gobierno censuraba a éstos periódicos puertorriqueños que reproducían material que en la misma España circulaba libremente.
El carácter abusivo, y en cierta forma "ilegal", de la censura queda evidenciado en los procesos legales que el gobierno emprendía contra los periodistas denunciados. Las penas de cárcel impuestas por los tribunales eran excesivas y en contra de las leyes establecidas. Es por esto que añado la característica de ilegalidad, pues las autoridades desobedecían lo estipulado por las leyes y las garantías constitucionales al enjuiciar a los periodistas por otros delitos que conllevaban penas mayores, y que no se atendían por los tribunales civiles. Todos los esfuerzos de las autoridades se centraban en coartar el derecho a la libertad de expresión de un grupo, que solo se preocupaba por defender las libertades del pueblo y promover las ideas políticas liberales.
La actitud del gobierno al aplicar la censura a los periodistas liberales podría responder a la situación que se desarrollaba en el plano internacional y que repercutía en la política local de Puerto Rico. La guerra de Cuba se había convertido a partir de 1895 en un tema muy sensitivo. El gobierno colonial español intentaba mantener una imagen de poder, que desalentara a los movimientos separatistas en Puerto Rico. Por ello, los comentarios críticos, pero verdaderos, de la prensa liberal, laceraban esa "imagen" que necesitaba mantener el régimen. Otro factor que posiblemente influenció la actitud del gobierno colonial lo fue la eterna pugna entre las ideas liberales y las posturas conservadoras de los grupos que apoyaban al gobierno. Muestra de ello lo fueron la actitud reaccionaria de las autoridades ante los planteamientos que cuestionaban las actividades del clero y de la monarquía.
Un aspecto que agravaba la relación entre el estado y la prensa lo eran las discrepancias personales entre periodistas y las autoridades municipales. Los alcaldes y jefes de la policía reaccionaban de forma negativa a las críticas que les hacían los periodistas. Así, las criticas al gobierno municipal y a las gestiones de los funcionarios públicos, se transformaban en disputas personalistas, donde los periodistas sufrían la peor parte.
La investigación y análisis de las experiencias relacionadas con la censura a la prensa que sufrieron los periodistas Evaristo Izcoa Díaz y Félix Matos Bernier, amplían los conocimientos sobre la historia de la prensa y la sociedad puertorriqueñas del siglo XIX. A la misma vez, nos revelan aspectos interesantes de la labor de los profesionales de la prensa de esa época, y nos sugieren nuevos temas para la historia cultural de ese periodo.
Fuentes primarias
El Buscapié, 1895
El Cautivo, 1895
Gaceta de Puerto Rico, 1896
La Balanza, 1894
La Bomba, 1895
La Democracia, 1892
La Democracia, 1893
La Democracia, 1895
La Democracia, 1896
La Libertad, 1894
La Libertad, 1895
La Libertad, 1896
Fuentes secundarias
Ayoroa Santaliz, José E., "Evaristo Izcoa Díaz", Claridad, Suplemento En Rojo, 1993.
Delgado Pasapera, Germán, Puerto Rico, sus luchas emancipadoras, 1850-1898, Río Piedras, Editorial Isla, Inc., 1984.
Díaz de Olano, Carmen R., Félix Matos Bernier, su vida y su obra, San Juan, Biblioteca de Autores Puertorriqueños, 1955.
Fortuño Janeiro, Luis, Álbum histórico de Ponce, Gobierno Municipal de Ponce, 1963.
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