Apuntes para un estudio de la personalidad del adolescente de secundaria básica
Enviado por Yonier Bernal Velázquez
Para lograr la formación psicológica que requiere el profesor, no basta con conocer en sentido general las características de cada estudiante sino considerarlo como una personalidad en proceso de desarrollo, como un sujeto activo, íntegro, cuyo desarrollo actual es el producto de los logros obtenidos en etapas anteriores de su vida, en las que sistemáticamente ha ido alcanzando una mayor integración cognitivo-afectiva, así como el desarrollo cualitativo de sus contenidos y niveles funcionales de regulación del comportamiento. Es objetivo del presente artículo el ofrecer una panorámica general del desarrollo psíquico del niño en sus diferentes edades o etapas, enfatizando el estudio de la adolescencia, por ser esta la etapa que más le interesa al autor en su investigación.
Palabras claves: Formación psicológica, desarrollo psíquico.
Según el criterio más extendido entre los autores que abordan el problema de la periodización del desarrollo ontogenético, la adolescencia constituye el período comprendido desde los 11 o 12 hasta los 15 o 16 años, aunque en esta etapa los límites son muy imprecisos, ya que no depende de la edad cronológica del sujeto, sino de su propio desarrollo personal y social. Así, en un Instituto Politécnico podemos encontrar estudiantes de la misma edad y que difieren notablemente en su desarrollo: uno de ellos, por su madurez, puede ser considerado como un joven, mientras que otros continúan actuando como adolescentes. Esto ha llevado a que muchos autores no establezcan diferencias entre la adolescencia y la juventud.
Durante la adolescencia, "el niño deja de ser niño, pero todavía no es adulto" por lo que generalmente esta edad es considerada como un período de transición entre la niñez y la juventud, ya que constituye un eslabón, un paso de avance en el desarrollo de la madurez. ¿Por qué entonces la adolescencia es catalogada por muchos autores como una "edad difícil" y "crítica"?. ¿A qué se deben los cambios tan radicales que operan en la personalidad del niño durante esta etapa?.
Para dar respuestas a estas interrogantes es necesario analizar las transformaciones que se producen en la Situación del Desarrollo, en esta edad.
En el adolescente se producen profundas transformaciones en las condiciones externas e internas de su desarrollo, que lo diferencian cualitativamente del escolar primario.
En el tránsito de la escuela primaria a la secundaria básica, vinculado al acelerado desarrollo físico y sexual, que tiene lugar con estas edades trae consigo cambios en la vida del adolescente que varían el carácter de su actividad y de la comunicación que establece con otras personas.
Ahora en su educación intervienen varios profesores que explican asignaturas diversas con un contenido cada vez más abstracto y complejo, que elevan las exigencias del proceso docente educativo, dirigidas a garantizar la asimilación de las bases de las ciencias. Por otra parte, amplía el círculo de sus relaciones sociales, al establecer nuevas amistades, incorporarse a un mayor número de actividades extraescolares y a la realización de actividades productivas.
Todo esto requiere del adolescente mayor independencia.
Igualmente en el hogar se producen cambios en la posición que ocupa el adolescente en la familia, al que se le asignan tareas y responsabilidades más complejas, que implican una participación más activa e independiente de la vida familiar, aunque aún continúa supeditado a la tutela de sus padres.
Todas estas nuevas exigencias sociales determinan que el adolescente sea considerado un escolar con mayor autonomía, lo que caracteriza las condiciones externas de su desarrollo.
Ante este nuevo lugar que la sociedad le asigna, cada adolescente asume una actitud que depende no sólo de estas exigencias (generales y particulares) sino de todo el desarrollo alcanzado anteriormente, es decir, de sus condiciones internas.
Las condiciones internas reflejan tanto los cambios anátomo-fisiológicos como psicológicos que han venido ocurriendo desde la etapa anterior y que se manifiestan de modo evidente en esta etapa.
Entre las transformaciones anátomo-fisiológicas más significativas tenemos las inherentes a la prepubertad y pubertad. Debemos indicar que el primer cambio o transformación se produjo en la etapa anterior. Podemos destacar:
El segundo cambio de forma (estirón), que provoca una desarmonía corporal (las extremidades resultan largas con relación al cuerpo) y el aumento de la fuerza muscular (realizan movimientos bruscos y rígidos y a la vez se fatigan con facilidad).
En ocasiones este fenómeno lleva al adolescente a avergonzarse de su apariencia y de sus torpezas y a una gran necesidad de movimiento, unida a la tendencia al cansancio. En este sentido resulta necesario no avergonzarlos, ni reñirles constantemente por sus torpezas, que resultan inevitables y organizarles una vida sana (ejercicios, alimentación, sueño, etc.).
Como consecuencia de estas transformaciones pueden aparecer otros aspectos así:
-Alteraciones neurovegetativas tales como: palpitaciones, mareos, dolores de cabeza, se eleva la presión arterial, etc. Estas alteraciones están condicionadas por deficiencias en el sistema cardiovascular, al producirse un crecimiento rápido del corazón con relación a los vasos sanguíneos.
–Deficiencias endócrinas y desórdenes funcionales del sistema nervioso que se asocian a problemas entre los que se destacan: el agotamiento intelectual, descenso en la productividad del trabajo, distractibilidad, tensión nerviosa, irritabilidad, fuertes vivencias emocionales, hipersensibilidad, desajustes en el sueño, susceptibilidad a contraer enfermedades, etc.
–Intensificación de la actividad de la hipófisis, glándula de secreción interna cuyas hormonas estimulan el crecimiento de los tejidos y el funcionamiento de otras importantes glándulas (sexuales, tiroides, suprarrenales, el timo, etc.)
–La maduración sexual, relacionada con la maduración de las glándulas genitales, activada por la hormona gonadotropa de las glándulas sexuales. Se forman los caracteres sexuales primarios y secundarios, que constituyen la señal de madurez corporal.
En los varones las tetillas se hinchan y se destacan, el cuerpo se cubre de vellos en zonas donde antes no los había: pelvis, axilas, muslos, pantorrillas y aparece un bozo oscuro sobre el labio superior.
Varían la forma y tamaño del pene y del escroto, crecen los testículos y se inicia el cambio de voz. El cuerpo se torna más anguloso.
En las hembras se desarrollan las mamas, surge el vello púbico y axilar, las caderas se redondean y el cinturón pelviano se ensancha.
Se produce en las hembras la menarquia o primera menstruación y en los varones la primera eyaculación.
En ambos sexos la apariencia física se parece cada vez más a la de un adulto, lo que tiene una fuerte repercusión en el plano psicológico y social. El adolescente se siente más cercano a los adultos, ya no se percibe como un niño y los que le rodean le tratan de modo diferente, en correspondencia con sus cambios anátomo fisiológicos. Todo esto genera el surgimiento de un sentimiento de madurez y hace aparecer un fuerte interés por la apariencia física y la posibilidad de ser atractivos para los demás, especialmente para el sexo complementario.
El interés por la sexualidad adulta es notable y debe ser satisfecha, a partir de una orientación e información amplia sobre esta esfera de la vida humana, que le permita enfrentar con éxito y seguridad las exigencias que las relaciones de pareja les plantean desde una concepción sana y adecuada de la sexualidad. A los profesores les corresponde un importantísimo papel en este aspecto, toda vez que la familia no siempre tiene la preparación necesaria para ayudar al adolescente en este ámbito de inquietudes.
El maestro debe estar preparado para responder cualquier pregunta del alumno sobre sexo y relaciones de la pareja, no solo en lo relativo a la anatomía y fisiología de la reproducción, sino en la esencia ética de las relaciones de pareja y en las bases de una comunicación positiva entre ambos sexos.
Desde el punto de vista psicológico las condiciones internas en los adolescentes se caracterizan por la necesidad de independencia y de autoafirmación, que se expresan en el deseo de ser tratados como adultos, ya que el adolescente es consciente del desarrollo alcanzado, por lo que siente que ya no es un niño, se compara con el adulto y exige sus mismos derechos.
Simultáneamente se incrementa la necesidad de ocupar un lugar en el grupo de sus contemporáneos, de conquistar el reconocimiento, la aceptación de sus compañeros. Es bueno aclarar que estas no son las únicas necesidades de los adolescentes, pero sí las más significativas para el desarrollo de su personalidad, por lo que deben ser tenidas en cuenta por los adultos, especialmente por los profesores para propiciar su satisfacción a través del desarrollo de nuevas formas de actividad y comunicación que estimulan el desarrollo de la personalidad. Cuando estas necesidades no son satisfechas, por ejemplo, cuando se continúa tratando al estudiante, a su ingreso en el politécnico, como si fuera un niño de primaria, pueden originarse reacciones negativas, problemas que serán objeto de análisis posteriormente.
Veamos entonces cuáles son las formas fundamentales que adquieren la actividad y la comunicación en esta etapa.
A pesar de los cambios ocurridos, el adolescente continúa siendo un escolar por lo que el estudio conserva su carácter de actividad esencial en esta etapa, ya que favorece el desarrollo de la personalidad, tanto en su contenido como en sus funciones.
El estudio condiciona el desarrollo cognitivo del adolescente, ya que la asimilación de conocimientos científicos exige el desarrollo de la percepción que se hace cada vez más reflexiva, convirtiéndose en una observación dirigida a determinar nexos y relaciones entre objetos y fenómenos, la memoria adquiere un carácter más consciente, premeditada y lógica, vinculándose cada vez más al pensamiento, lo que hace al adolescente más apto para apropiarse de un cúmulo mayor de conocimientos, usando para ello procedimientos lógicos. La imaginación se desarrolla considerablemente, vinculada a las tareas docentes, aunque se presenta con más fuerza la fantasía, que hace al adolescente "soñar despierto" en relación con el futuro y con situaciones presentes en las cuales entra en contacto con personas especialmente admiradas.
El pensamiento en esta etapa puede alcanzar un desarrollo elevado, apareciendo el llamado pensamiento teórico.
Este pensamiento que S. L. Rubinstein denomina raciocinio teórico de conceptos abstractos permite al adolescente realizar reflexiones basadas en conceptos, elaborar hipótesis como juicios enunciados verbalmente, los cuales pueden comprobar y demostrar a través de un proceso deductivo (de lo general a lo particular).
El desarrollo del pensamiento en esta etapa, se pone de manifiesto con la posibilidad del adolescente de fundamentar sus juicios, de exponer sus ideas de forma lógica, llegar a generalizaciones amplias, ser crítico con relación a determinadas teorías y a su propio pensamiento. Además el adolescente utiliza formas lingüísticas del pensamiento abstracto tales como símbolos, fórmulas, etc.; lo que expresa las características que adopta la relación pensamiento y lenguaje, en un nuevo nivel cualitativo de desarrollo.
El pensamiento teórico posibilita al adolescente ir más allá de lo superficial, de lo externo o fenoménico para penetrar en la esencia de los objetos y fenómenos de la realidad, lo que le da la posibilidad de conocer de modo más adecuado y profundo el mundo que le rodea incluido en éste las personas con las que se relaciona y su propia persona.
No obstante estos logros del desarrollo intelectual, aún se presentan determinadas limitaciones. Las teorías que elabora el adolescente son simples y en ocasiones carecen de fundamentación y de elementos creativos; al igual que las argumentaciones que dan a sus juicios.
Cometen con frecuencia errores de juicio por generalizar prematura y falsamente. Esto se relaciona con un caudal limitado de experiencias, con su impulsividad, con el fuerte matiz afectivo de su pensamiento y con cierta pereza o comodidad intelectual propia de la edad. En ocasiones se relaciona con la falta de concentración y con ciertos restos del pensamiento mágico y religioso.
Jean Piaget, estudioso del pensamiento infantil, considera que es característico en el adolescente el pensamiento operativo formal. Este pensamiento se basa en la lógica de las proposiciones: el adolescente deduce en el plano mental una hipótesis de otra (pensamiento hipotético deductivo).
Esta lógica de las proposiciones opera como una combinatoria basada en el grupo INRC o de las dos reversibilidades (estructura lógica del pensamiento formal).
En esta etapa según Piaget se alcanza la reversibilidad completa en el plano del pensamiento, lográndose así el nivel superior en el proceso de descentración.
Si bien esta caracterización de Piaget se ajusta en cierta medida a la realidad, es necesario señalar como limitación de su teoría, considerar este nivel del pensamiento como resultado del desarrollo espontáneo sin tener en cuenta el papel de la enseñanza en este proceso, en toda su dimensión.
El pensamiento teórico continúa desarrollándose durante toda la etapa de la adolescencia, convirtiéndose en factor que contribuye al surgimiento de la concepción del mundo en la edad juvenil.
También la actividad de estudio condiciona el desarrollo de intereses cognoscitivos vinculados al contenido de las propias asignaturas. Surge un interés por los sucesos extraordinarios, por lo personal y lo humano. La literatura de aventuras, detectivesca y de acción atraen a los adolescentes. También la romántica y amorosa.
Si bien en la adolescencia existe la posibilidad de alcanzar este desarrollo intelectual y motivacional a través del estudio ¿cómo se explica entonces que muchos estudiantes lleguen a la edad juvenil con un pobre desarrollo de la capacidad de observación, con una memoria predominantemente mecánica, con dificultades en el desarrollo del pensamiento y falta de interés?.
Es bueno recordar que el desarrollo psíquico no depende de la edad cronológica, sino de la interrelación que se establece entre lo externo y lo interno, a través de la actividad y la comunicación, por lo que las causas de estas dificultades habría que buscarlas en lo externo como fuente de desarrollo, específicamente en las exigencias del proceso docente educativo que conducen al desarrollo de la personalidad. El profesor juega un papel esencial en este sentido, por la influencia que puede ejercer en cada uno de sus estudiantes.
Además del estudio, también juegan un papel formativo esencial las actividades políticas, deportivas, culturales, recreativas y especialmente de trabajo, a través de las cuales surgen en los adolescentes nuevas motivaciones, se van desarrollando actitudes y rasgos del carácter como la laboriosidad, el colectivismo, la perseverancia, etc.
Ahora bien, a pesar de la tremenda importancia de estas actividades, el desarrollo de la personalidad del adolescente está determinado en gran medida por la comunicación con sus compañeros, ya que el grupo satisface las necesidades fundamentales que caracterizan sus condiciones internas. Esto ha llevado a muchos autores a considerar la comunicación o relación como un tipo especial de actividad, cuyo contenido es precisamente la relación con otros adolescentes o con el grupo de compañeros. En estas interrelaciones, se produce un gran desarrollo de las vivencias afectivas, fundamentalmente de sentimientos de amistad, colectivistas, morales y amorosas, que condicionan el surgimiento de relaciones de pareja. A la vez que aparecen sentimientos nuevos como el amoroso, los que ya existían se hacen más variados y profundos, adquiriendo diversas formas de manifestación.
El adolescente se caracteriza por una elevada sensibilidad que le hace muy susceptible y vulnerable a las opiniones y críticas de los demás, especialmente de sus coetáneos. Posee una gran excitabilidad y labilidad emocional que provoca en ocasiones reacciones impulsivas. A lo largo de la etapa y a partir de un esfuerzo consciente, va logrando un control mayor de las expresiones emocionales, lo que le permite una mejor interrelación con los que le rodean y especialmente con su grupo de amigos.
Resulta interesante la tendencia que se observa en los momentos iniciales de la etapa a la separación y las tensiones entre los sexos. Los varones gozan molestando a las chicas, burlándose de ellas con desprecio. Las muchachas les hacen sentir que ellas son mayores y ellos aún son niños inmaduros a los que no merece la pena prestar atención.
Cuando una chica se acerca a un grupo de varones, estos se comportan ruidosa y groseramente. Cuando ocurre a la inversa, se escuchan "risitas bobas".
La tendencia a estas conductas cambia cuando los grupos escolares son mixtos. En estos grupos es menos marcado que en los grupos de los colegios para hembras y para varones solamente.
Se ha comprobado que la coeducación suaviza las discrepancias entre los sexos y que el juicio de cada adolescente sobre la naturaleza del sexo a que pertenece y sobre la del opuesto, adquieren exactitud y madurez más pronto que en las clases "puras".
Los adolescentes gustan de fanfarronear. Presumen, exageran lo que cuentan, tratan de darse importancia y en ocasiones se muestran groseros, vanidosos, ásperos y pueden perturbar la atmósfera de la comunidad.
Son frecuentes los chismes, las noticias sensacionales para llamar la atención, las historias inventadas sobre sí mismos.
Todo esto no es más que una expresión de su inseguridad que trata de ocultar con modales impertinentes. El saber que ya se dejó de ser niño, pero al mismo tiempo, el darse cuenta de que aún se carece de la experiencia, la capacidad y la madurez para enfrentar la vida adulta, generan un profundo sentimiento de inseguridad y debilidad emocional y conductual.
El adulto debe ser indulgente y benévolo, comprensivo y paciente, ya que el adolescente no puede evitar cometer errores, y la incorporación a la vida social adulta resulta tan difícil como cualquier otro proceso de aprendizaje. A esto se suma la actitud ambivalente del adolescente hacia su madurez: a veces quiere seguir siendo niño y otras quiere ser considerado como adulto, lo que se refleja de modo evidente en su comportamiento. Esto se va resolviendo en la medida en que se avanza en esta etapa del desarrollo.
El adolescente se identifica con un grupo. En el grupo existen intereses, valores , puntos de vista comunes, que son propios de la edad, por lo que el adolescente se siente comprendido por su grupo, lo que no siempre ocurre en las relaciones de los adultos.
Es por esto que el grupo se erige en fundamental objeto de la orientación y aprobación de su conducta, contribuyendo a la asimilación de normas morales que se establecen en el seno del propio grupo y que todos sus miembros deben cumplir como: el respeto, la ayuda mutua, la confianza, la fidelidad, etc.
Este sistema de normas se denomina "código de camaradería". Los adolescentes deben acogerse al código de su grupo para obtener su aceptación, lo que se constituye en un motivo esencial de su conducta. Esta necesidad de ocupar un lugar en su grupo los induce en muchas ocasiones a asumir conductas inadecuadas que incluso pueden hasta rechazar, cometer un fraude en una prueba o encubrir una situación deshonesta para "ayudar" a un compañero. Igualmente para "demostrar su valor" son capaces de arriesgar su vida tontamente, colgándose en la puerta de un ómnibus, caminando por un alero, etc.
La puesta en práctica de este código grupal de carácter moral genera conflictos entre el adolescente y el adulto, lo que lleva a determinados autores a considerar la existencia de una "moral autónoma" que se opone a la "moral adulta" (nos referimos al llamado conflicto generacional). Este punto de vista es inadecuado, ya que los adolescentes no se oponen a la "moral adulta" sino a la moral de obediencia que en ocasiones el adulto trata de imponer, por lo que no necesariamente la relación entre adolescentes y adultos debe adquirir carácter de conflicto (aspecto éste al que nos referiremos posteriormente). En este sentido se ha demostrado que a partir del cuarto grado (edad escolar) la aprobación del maestro comienza a ser desplazada por la aprobación de los coetáneos, como motivo esencial de la conducta del niño.
En la adolescencia la opinión social del grupo posee mayor peso que la de los padres y maestros y en este sentido el bienestar emocional del adolescente depende si ha logrado ocupar el lugar al que aspira dentro de su grupo.
Investigaciones realizadas según L. I. Bozhovich, en torno a esta problemática han demostrado aspectos tales como:
-Que la causa fundamental de indisciplina de algunos adolescentes en la escuela, es no haber encontrado el lugar al que aspiran dentro de su grupo, adoptando conductas negativas como estrategias para "ser tenidos en cuenta" por sus compañeros y maestros. Estos problemas de conducta requieren de una atención individualizada por parte de los adultos (padres, maestros, etc.), y en su modificación pueden también jugar un papel importante los compañeros más cercanos al adolescente, como colaboradores del maestro, en esta tarea. Esta situación de no ser manejada adecuadamente, puede conducir a la aparición de conductas delictivas, que son resultado de la inadaptación social del adolescente.
-Otro fenómeno relacionado con esta problemática es "la persecución de la nota". Algunos adolescentes tratan de lograr a toda costa (incluso a través del fraude académico), calificaciones elevadas aunque estas no constituyan una expresión de verdaderos conocimientos, como forma de alcanzar el reconocimiento social de su grupo.
-Otra particularidad característica de los adolescentes es su tendencia a evitar la crítica de sus compañeros, siendo capases de renunciar a sus propios puntos de vista para lograr la aprobación de sus coetáneos. En este sentido en investigaciones realizadas con grupos de adolescentes cubanos, se ha constatado que valoran el fraude académico como expresión de camaradería, de ayuda al compañero y no como conducta que implica la trasgresión de una norma moral; la honestidad.
En esta etapa son las cualidades personales (psicológico-morales), las que determinan la posición del adolescente dentro del grupo. Estas cualidades son de carácter abstracto y se diferencian de aquellas que resultaban importantes en la edad escolar (iniciativa en el juego, destreza física, etc.). Pueden ser la inteligencia, la valentía, la fidelidad, el colectivismo, la discreción, etc.
Cada grupo se orienta por normas diferentes cuyo carácter positivo o negativo depende del desarrollo del grupo. Así en un grupo pueden existir normas positivas como obtener elevadas calificaciones en las materias, obtener un lugar destacado en la emulación, mientras que en Otras se valora como positivo el enfrentamiento a los profesores, la indisciplina, etc. Estas normas y valores poseen solo una relativa estabilidad en la adolescencia y pueden modificarse con un trabajo educativo adecuado.
Las posiciones morales que adopta el adolescente dependen en gran medida de las exigencias morales vigentes en su grupo de coetáneos. No obstante van apareciendo en él un conjunto de puntos de vista, juicios y opiniones propios de carácter moral que participan en la regulación de su comportamiento, con relativa independencia de las influencias grupales.
Dado que aún no existe una concepción moral del mundo, la regulación moral no alcanza su nivel superior de desarrollo (autorregulación), al no existir un sistema de convicciones y valores morales personales que la posibiliten.
Algunos autores han caracterizado el desarrollo moral del adolescente, en particular, J. Piaget y L. Kohlberg, desde posiciones intelectuales. J. Piaget señala que en la adolescencia, gracias a la aparición del pensamiento operativo formal, la moral alcanza un nivel de "autonomía" (moral autónoma), lo que significa que se produce una regulación interna y efectiva del comportamiento moral en el adolescente.
Por su parte, L. Kholberg considera que en la adolescencia aún no existe un nivel de regulación moral sobre la base de "principios autoaceptados" (moral interna o autónoma) sino una "moral convencional", ya que el motivo fundamental del comportamiento moral del adolescente es la aprobación de los otros (social).
Como se observa este autor se acerca en mayor medida que J. Piaget a los criterios de los psicólogos materialistas sobre este aspecto; aunque ambos absolutizan el papel de los factores intelectuales en este proceso, y en el caso de Kholberg, los aspectos formales de los componentes morales, relegando a un segundo plano los aspectos de contenido.
En Cuba, Otmara González investigó el proceso de autorregulación moral, en diferentes edades; analizando en particular, el papel de los componentes cognitivos, afectivos y autovalorativos en el comportamiento honesto. A través de esta investigación se pusieron de manifiesto, entre otros, los siguientes resultados:
-En los diferentes grupos (escolares, adolescentes y jóvenes) se presentaron dificultades con el conocimiento de contenidos esenciales de la norma de honestidad.
-En los adolescentes el comportamiento honesto (al igual que en los escolares), se lleva a cabo fundamentalmente por la necesidad de aprobación social, no obstante comienza a aparecer de manera incipiente la necesidad interna de comportarse moralmente, característica de los jóvenes.
Otro aspecto característico de esta etapa, muy vinculada al desarrollo moral es el surgimiento de un nuevo nivel de autoconciencia. Este desarrollo está determinado en gran medida por la necesidad del adolescente de conocerse a sí mismo, ser independiente y lograr la aceptación del grupo de coetáneos.
La autoconciencia adquiere un carácter generalizado, permitiendo al adolescente una mayor objetividad en sus juicios, así como en la valoración de sus propias cualidades y las de otras personas; aspecto que influye de manera significativa en el desarrollo de la autovaloración.
En esta etapa también la autovaloración adquiere un carácter consciente y generalizado, aunque aún el adolescente no realiza una fundamentación adecuada de sus características personales como sistema, y en ocasiones, las cualidades que destaca al autovalorarse son abstractas, no lográndose establecer un vínculo adecuado entre estas y su comportamiento diario.
El investigador cubano Gerardo Roloff constató que en la adolescencia (en relación a la edad escolar), la autovaloración interviene de forma más activa en la regulación del comportamiento, ya que comienzan a actuar en unidad sus funciones subjetivas-valorativa y reguladora.
Por su parte el profesor e investigador Fernando González, en su libro "Motivación moral en adolescentes y jóvenes", expone un conjunto de resultados obtenidos en investigaciones realizadas con distintas muestras de estudiantes cubanos las que caracterizan los tipos de autovaloración existentes en estas etapas.
En este sentido distingue la autovaloración estructurada de la no estructurada. En el primer caso la autovaloración activa y reflexiva sobre sí mismo, desarrolla la autocrítica y por consiguiente el planteamiento de tareas de autoeducación. La autovaloración no estructurada se presenta cuando el sujeto al autovalorarse, refiere características aisladas de su comportamiento sin un análisis causal y un pobre desarrollo de la autocrítica, todo lo cual conduce a una regulación poco efectiva de su comportamiento.
En general, se encuentra que la autoconciencia y la autovaloración, en la mayoría de los sujetos, no alcanza la adecuación y nivel de generalización esperados.
Según el Dr. F. González Rey, en muchos de los adolescentes se manifiesta una tendencia a la subvaloración, sobre todo en aquellos que presentan bajos resultados docentes, lo que se evidencia en la inseguridad y en el planteamiento de objetivos y aspiraciones por debajo de sus posibilidades. Igualmente se evidencia casos concretos, en los que predomina la sobrevaloración lo que también resulta negativo para el desarrollo de la personalidad.
En otras investigaciones realizadas en Cuba sobre este tema se ha encontrado:
-Que los contenidos más mencionados por los adolescentes al autovalorarse son los referidos al estudio, la recreación, la familia y los compañeros. En general estos contenidos fueron expresados de manera formal, sin un compromiso emocional que garantice su carácter regulador en el comportamiento.
-Si bien los adolescentes, logran valorarse en cierta medida en la esfera del estudio, aún la futura profesión (las características necesarias para su desempeño) no forma parte de su esquema autovalorativo como aspecto significativo.
Muy relacionado al aspecto de la autovaloración se producen transformaciones en los ideales, formación motivacional compleja que también juega un papel importante en la regulación del comportamiento.
Los ideales adquieren un carácter generalizado y pueden estar representados por uno o varios modelos en los que el adolescente destaca cualidades concretas y abstractas (psicológico-morales).
Estos modelos en muchos casos son portadores de valores morales elevados por lo que a los adolescentes les resulta difícil imitarlos en su comportamiento cotidiano.
L. I. Bozhovich señala que se produce una preferencia por la elección de personajes heroicos, cuyas cualidades sirven al adolescente de patrón de valoración de su propia conducta y la de otras personas. Fernando González en investigaciones realizadas con adolescentes cubanos concluyó, que por su contenido, los adolescentes destacan en su ideal cualidades generales, aunque no es hasta la edad juvenil que se logra una mayor vinculación entre estas cualidades y el comportamiento del sujeto, apareciendo con mayor fuerza, aquellas relacionadas con su proyección futura y necesidad de autorregulación. En relación a la estructura, resultan en esta etapa los más típicos los ideales concretizados y generalizados. Estos ideales tienen poca efectividad en la regulación del comportamiento de los adolescentes investigados, es decir, en la mayoría de los casos se manifiesta más la admiración hacia las cualidades que presenta el ideal moral, que su utilización activa en la autoeducación de la personalidad. Así, un adolescente puede admirar mucho a una persona, expresar que quisiera ser como ella y sin embargo, comportarse de forma totalmente diferente. Estos resultados corroboran que los adolescentes regulan su conducta en mayor medida por las normas y valores del grupo, que no son el producto de su elaboración personal.
Con relación a la motivación profesional (también denominada como intereses profesionales), la elección de la futura profesión aún no constituye un problema para el adolescente. Comienzan a desarrollarse motivos o intereses cognoscitivos, inclinándose a las profesiones que están más vinculadas a las asignaturas preferidas o que poseen un mayor reconocimiento social.
En las investigaciones realizadas por Fernando González en Cuba, expuestas en su libro "Motivación Profesional en Adolescentes y Jóvenes", agrupa a los adolescentes estudiados de acuerdo a las características de esta formación de la manera siguiente:
-Un nivel de intenciones profesionales precisas y bien fundamentadas que se expresan en el conocimiento adecuado del contenido de la futura profesión con la que los sujetos establecen un vínculo afectivo positivo e incipiente desarrollo de su elaboración personal.
-Un nivel inferior de desarrollo de las intenciones profesionales representado por aquellos sujetos que poseen un pobre conocimiento del contenido de la profesión futura, hacia el que no manifiestan una relación emocional.
-Un tercer nivel en el que se agrupa a aquellos estudiantes que presentan una orientación general hacia diferentes ramas del saber (ciencia, técnica, arte, etc.) o refieren diferentes profesiones que pueden o no encontrarse relacionadas entre sí de acuerdo a su objeto de estudio.
En sentido general es característico en los adolescentes orientarse hacia diferentes profesiones en los marcos de la actividad docente sin lograr una precisión y/o fundamentación de sus propósitos en esta esfera ni una participación activa y consciente en actividades extraclase, relacionadas con su futura profesión.
Es fundamental que el profesor conozca estas características de los adolescentes para que pueda atenderlas, propiciando al máximo la posibilidad de que éste haga una valoración más adecuada de sus capacidades y se plantee por lo tanto un nivel de aspiración apropiado que favorezca el desarrollo de la personalidad, por medio de la autoeducación, rasgo de vital importancia en esta edad.
Hasta aquí se ha analizado el papel que juegan la actividad y la comunicación, fundamentalmente con el grupo, en el desarrollo del contenido de la personalidad. Sin embargo, es necesario analizar cómo este contenido se manifiesta en la regulación del comportamiento, lo que depende de las características específicas de cada personalidad y se expresa en una serie de indicadores funcionales.
En sentido general, la mayoría de los adolescentes presentan un desarrollo pobre de la proyección futura, viven el momento actual, sin pensar mucho en el futuro, en su inserción en la vida adulta, que aún resulta muy lejana para ellos. Esto hace que cuando en esta etapa es necesario realizar la selección de la profesión, se haga sin una reflexión profunda, sin una valoración objetiva de sus capacidades y necesidades y sin una orientación profesional adecuada.
En muchas ocasiones los adolescentes seleccionan una carrera técnica sin conocer su contenido, por lo que después se sienten desmotivados o frustrados durante su desarrollo. Esto evidencia poca utilización de las operaciones cognitivas, así como dificultades para estructurar su campo de acción, lo que a su vez dificulta la posibilidad de realizar esfuerzos volitivos conscientes y estables para alcanzar objetivos que no siempre están claramente definidos.
El pobre desarrollo de los aspectos funcionales de la personalidad se manifiesta también en el análisis y valoración que el adolescente hace de las situaciones y de las demás personas. En estas cosas tiende a ser unilateral, rígido y poco objetivo, analizando la situación desde su punto de vista o exagerando el peso de aspectos específicos y particulares que no le permiten ver de modo global e integral la misma. Así, desaprovecha sus experiencias y nivel de información y no es capaz de utilizarlo eficientemente en la comprensión de los hechos y por tanto en su adecuado enfrentamiento y solución.
En sus intereses es bastante precario y rara vez logra mantener sus esfuerzos volitivos por largo tiempo en el logro de metas u objetivos planteados. Por ejemplo, puede comenzar a practicar un deporte: Karate, lucha, judo, etc., y al poco tiempo lo abandona. En este sentido requiere de fuertes motivaciones para lograrlo.
Las metas y propósitos que se plantea por lo general son a corto plazo y cualquier obstáculo se convierte en una barrera infranqueable que no se decide a saltar. Así mismo, los fracasos generan frustraciones fuertes y vivencias emocionales internas que influyen en su conducta.
Es evidente que no todos los adolescentes presentan tales características, por ejemplo en los casos en que existe una orientación vocacional adecuada, el adolescente puede manifestar intereses desarrollados que garanticen un nivel de reflexión mayor, así como una proyección futura a largo plazo, lo que sirve de base para el planteamiento de objetivos precisos y para la realización de esfuerzos volitivos encaminados a lograrlos. En este aspecto al igual que en los analizados anteriormente se destaca el papel del profesor en la conducción del desarrollo psíquico. Sin embargo, en esta etapa se manifiesta una contradicción importante; los adolescentes son más susceptibles a la influencia del grupo que a la del profesor, con el que son sumamente exigentes y críticos. ¿Cómo resolver esta contradicción?.
En la adolescencia el maestro debe continuar organizando la opinión grupal pero en forma indirecta: apoyándose en los adolescentes, y no tratar de lograr la asimilación por parte de estos de determinadas exigencias bajo "presión" externa, ya que esta situación conduce a un formalismo moral, más peligroso y dañino para el desarrollo de la personalidad que el formalismo en la enseñanza.
El maestro constituye un elemento central en el sistema de comunicación del adolescente. La relación entre estos adquiere características diferentes a las presentadas en la edad escolar por cuanto:
-El maestro deja de representar una autoridad "sagrada" y sólo puede ejercer su condición de modelo de conducta, si es aceptado como tal en función de sus características personales. En este sentido no basta que los adolescentes reconozcan la preparación técnica del maestro y su "superioridad" con relación al volumen de conocimientos que posee, sino que resulta esencial la conducta social y moral del maestro, así como su capacidad de establecer una relación afectiva adecuada con los estudiantes, basada en el respeto y ayuda mutua y en la comprensión e implicación personal en las problemáticas que estos presentan.
-El adolescente interactúa con diferentes maestros, los cuales son portadores de diferentes valoraciones de la realidad y de la propia personalidad del adolescente. Esta variedad de juicios juega un importante papel en el desarrollo de la autovaloración y permiten al adolescente ganar mayor independencia en sus propias valoraciones. Esta experiencia con diversos maestros le permite formarse una imagen del maestro ideal.
Compara siempre la conducta de sus maestros con esta imagen y no siempre el comportamiento de sus maestros se corresponde con sus expectativas. El adolescente exige de sus maestros cualidades como la justeza, la paciencia y el buen humor. El maestro debe tratar a todos por igual y en relación con el cumplimiento de esta norma son muy susceptibles. Deben ser alegres, hacer chistes y bromear de vez en cuando. Debe ser paciente y tolerante con los alumnos y permitir que algunas veces se rían y diviertan en la clase, que demoren en dar una respuesta, que puedan dar una opinión. Debe volver a explicar lo que ellos no han entendido y no molestarse cuando alguien se equivoca. Se exige al maestro control emocional, no alterarse, no mostrarse nervioso, no pelear ni faltar el respeto a los alumnos.
Si la actitud del maestro responde a las exigencias del alumno y si además, tiene la habilidad de dar una enseñanza estimulante, variada y activa, sus relaciones con sus alumnos adolescentes pueden ser magníficas. En estos casos los estudiantes son capases de cualquier sacrificio por su maestro y establecer una marcada colaboración con él.
Este tipo de maestro puede convertirse en un ideal para el adolescente. Desea parecerse a él, ser como él, relacionarse con él. Se constituye en un modelo a imitar y puede ejercer una influencia educativa con el sólo ejemplo de su personalidad, sin necesidad de realizar acciones formativas especiales para educar.
Pero aun este tipo de educador debe enfrentar situaciones difíciles en la clase que son características en esta edad. Por ejemplo, malos modales, travesuras, groserías, rebeldía y enfrentamiento al educador. Estas conductas son más frecuentes en los varones y tienen su explicación en la inseguridad y necesidad de autoafirmación. Pueden mostrarse arrogantes y enfrentarse al maestro, sólo para mostrarse así mismo hasta donde puede llegar, y mostrarle a los demás que tiene arrojo, seguridad y valentía.
El aula es también un lugar para conversar e interactuar con los amigos, por lo que comúnmente los adolescentes se distraen y se advierte un murmullo molesto y entorpecedor.
En ocasiones pueden producirse conflictos entre algún alumno y el grupo o entre subgrupos dentro del aula. Las causas son por lo general el no cumplimiento del "código de camaradería", llevarse casi siempre con alumnos o con subgrupos que se muestran arrogantes, pretenciosos, altaneros o insolentes con los demás compañeros. También con los aduladores del maestro o los que delatan a sus condiscípulos. En todos los casos han faltado al código de compañerismo del grupo y son rechazados por los demás.
El profesor con experiencia maneja esta situación sin dificultad y no permite que las mismas afecten al desarrollo de la actividad docente.
También la familia representa un importante factor en el sistema de comunicación del adolescente. En la vida familiar el adolescente debe responder a un conjunto de exigencias, en función de su desarrollo como personalidad.
Aunque la opinión de los coetáneos ha sido considerada en la literatura psicológica como elemento fundamental que determina la conducta del adolescente, nosotros hemos comprobado en entrevistas realizadas a grupos de adolescentes cubanos que la opinión de los padres sigue teniendo gran importancia para el bienestar emocional del adolescente. En este sentido consideramos que no necesariamente en todo momento el adolescente responde a lo pactado por su grupo, sino que esto dependerá del estilo de comunicación que se haya desarrollado entre este y sus padres.
Analizando en sentido general las características que adopta la relación adulto-adolescente podríamos señalar lo siguiente:
-El sistema de obediencia y subordinación característico de etapas anteriores del desarrollo se hace inadmisible para el adolescente. Este sistema de relación tiende a mantenerse por cuanto el adolescente depende económicamente del adulto y presenta rasgos de inmadurez e infantilismo.
-De no establecerse un nuevo sistema de interrelación entre el adulto y el adolescente, surge entre estos un conflicto cuya causa es la contradicción entre los criterios de ambos acerca de los derechos, deberes y grado de independencia que debe tener el adolescente.
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