Neoliberalismo y Exclusión
Enviado por Rubén Dri
Marshall Berman, en su clásico Todo lo sólido se desvanece en el aire, no sólo reivindica la capacidad de oposición y hasta de transformación social por parte de los hombres y mujeres modernos sino también critica a todos aquellos que, encargados de diagnosticar la modernidad, consideran a los procesos modernizadores (económicos y sociales) como pura "reificación" (1).
Tales apreciaciones pueden impactarnos de dos maneras. Cuando analizamos nuestra modernidad decimos, entre otras cosas, algo así: "la fragmentación de las identidades de clase, la crisis de los sistemas de bienestar, la desocupación estructural, el individualismo negativo, el egoísmo, y la incredulidad con respecto a los grandes relatos, son sus elementos constitutivos". De aquí se deduce el primer impacto: las reivindicaciones de Berman nos parecen utópicas y las deshechamos.
Sin embargo, también sentimos preocupación por la idea emancipatoria propuesta por él, y nos preguntamos: ¿qué sentido tiene diagnosticar críticamente la modernidad si no va acompañada del deseo de modificarla?; y si esto es así: ¿no implica este deseo personal también una creencia en los sujetos para enfrentarse, con recursos y poderes, a nuestro diagnóstico crítico?.
Con estas preguntas de fondo, indagaré cómo influyen los procesos modernizadores en el fin del siglo XX –económicos, políticos y socio–culturales, agrupados bajo el modelo neoliberal– sobre el problema de la exclusión.
El trabajo se estructura en tres partes. En la primera me aproximo a los términos neoliberalismo y exclusión e indico un modelo teórico–formal para el estudio del modelo neoliberal. En la segunda, describo, de manera breve y esquemática, algunos rasgos que considero centrales del neoliberalismo y concluyo con un resumen de las principales tendencias que dinamizan al desarrollo capitalista. En la tercera y última, menciono posibles "tipos de exclusiones" –en la economía, en la política y en el ámbito socio–cultural–, como conclusión de este trabajo.
Una dificultad para definir al neoliberalismo y a la exclusión radica en que hay varios neoliberalismos y varias exclusiones. No es lo mismo el "neoliberalismo argentino" que el "inglés" (2); y, por otra parte, decimos que el obrero, el inmigrante, la mujer, el viejo, el desocupado, el "villero", y otros muchos, sufren algún tipo de exclusión. Además, las vinculaciones entre los términos son múltiples: el lugar en la estructura social de un desocupado no es el mismo en Argentina que en Inglaterra porque difieren, entre otras cosas, por los alcances de la seguridad social garantizada por el Estado.
Sin negar estas dificultades, debemos, no obstante, simplificarlas.
Una forma de arribar a nuestro objetivo –lograr una aproximación a los términos neoliberalismo y exclusión–, puede ser si partimos de una definición de Claus Offe acerca de lo que se considera que tiene importancia política en un momento y en una sociedad determinada. Dice Offe:
"en cualquier momento y en cualquier sociedad dada, hay siempre una configuración hegemónica de los temas que, en general, se considera que merecen tener prioridad y ser tratados como centrales, y respecto a los que se mide ante todo el éxito y el progreso político, mientras que otros quedan marginados o se consideran como completamente extraños a la política" (3).
Si concordamos con esta definición, entonces, para aproximarnos al neoliberalismo deberíamos indicar qué temas aparecen como prioritarios y centrales bajo esta formación social. Contrariamente, la exclusión sería aquello que es, precisamente, "excluido" del campo de lo tematizado en él.
Aceptaremos que el neoliberalismo, según se desprende de innumerables trabajos de la teoría social y política, es hegemónico desde los años ochenta a escala mundial; y que se caracteriza por tres "tipos de políticas" fundamentales: la política económica se orienta hacia la oferta y hacia la expansión de mercado de bienes y capitales, la política gubernamental se orienta a reducir la importancia de la administración en aquellas áreas consideradas irrelevantes para la continuidad del desarrollo capitalista, y la política cultural se orienta hacia la crítica de los valores "posmateriales", como la autonomía y la autorrealización, y cultiva, como dice Habermas, los valores tradicionales del patriotismo, de la ética convencional, de la familia, y de la cultura popular (4).
Ahora bien, desde el punto de vista de la exclusión, ¿cómo saber que es lo no tematizado por dichas políticas?. Considero que manera útil es averiguar cuál era el espacio de tematización anterior al neoliberalismo, digamos en el modelo de Bienestar, y confrontarlo con las características del actual espacio, a fin de deducir que pasa a ser excluido en este último en relación al anterior.
Una forma interesante para describir al neoliberalismo es integrar sus distintos elementos constitutivos bajo un modelo global de estudio. Estimo que los trabajos de Habermas y Offe acerca del capitalismo de organización pueden ser útiles a la tarea (5).
Según Habermas, el estudio de una formación social debe captar la conexión entre la integración sistémica (operaciones con que el sistema procura reducir la complejidad de su ambiente) y la integración social (sistema de instituciones en que se socializan los sujetos). Offe, por su parte, observa que existen tres principios básicos de la sociedad: el sistema económico, el político y el socio–cultural. Veamos sus contenidos:
a) El sistema económico es el más importante y se refiere al intercambio de bienes en el mercado. Requiere input en trabajo y capital; el output consiste en valores consumibles.
b) El sistema político incluye a las decisiones gubernamentales (racionalidad) y a los requerimientos de lealtad de las masas (legitimidad).
Cuando el estado interviene en las fallas del mercado autorregulado –capitalismo organizado (6)– las crisis económicas se trasladan al sistema político como crisis de racionalidad. La racionalidad del sistema político, entonces, es el output del sistema político y consiste en cumplir los imperativos de autogobierno que recibe del sistema económico.
La legitimidad del sistema político es muy compleja y sólo puedo detenerme en dos aspectos.
Es el input del sistema político y consiste en alcanzar una lealtad de masas lo más difusa posible a través de la no–participación y de los mecanismos de la democracia formal. Esto es así, observa Habermas, porque el sistema político debe impedir la tematización de la generación de plusvalía en manos privadas de una producción socializada.
Pero el sistema político depende del output del sistema socio–cultural. Es en éste donde se "acepta" o se "pone en dudas", por decirlo de alguna manera, la legitimidad del sistema político y, por derivación, del económico.
c) En el sistema socio–cultural el input es el output del sistema económico y del político. Respecto al output, como dije, me detendré solamente en las motivaciones políticas (aceptación /rechazo), elemento central de la legitimidad política.
En resumen:
Integración (7)
Sistemas Sistémica Social
Económico Intercambio ––––––––––––––––
Político Racionalidad Legitimidad
Socio-Cultural –––––––––––––––––– Motivaciones Políticas
2. Características del modelo neoliberal
Si aceptamos acríticamente lo señalado en el Marco Teórico, podemos pasar a describir algunos aspectos sobresalientes del neoliberalismo en cada uno de los sistemas, a partir de una selección de autores reconocidos de la teoría política y social, formular algunas hipótesis sobre las relaciones entre los distintos sistemas, y concluir con un posible modelo de desarrollo capitalista.
Existe consenso en señalar que el neoliberalismo impone una economía de mercado tanto interna, a través de la liberalización de precios y de mercados, como externa, basada en la apertura comercial y financiera. De esto se deduce que se orienta hacia la oferta, considerando que la inversión es el motor de la economía, y defiende una política económica basada en el recorte de gastos y en la reducción de las tendencias inflacionarias. Finalmente, en las relaciones capital–trabajo, el primero se erige en el factor excluyente en la generalización de recursos y el trabajo se reorganiza alrededor de la flexibilidad del salario conforme a sus pautas, hecho que impone la necesidad de neutralizar a los carteles sindicales y la reducción de la clase obrera, como realidad político–organizativa, a mera fuerza de trabajo, como agregado de individuos (8).
2.2.1. Racionalidad
De acuerdo a lo señalado en el Marco Teórico, la racionalidad se subordina a la economía. Según Offe, puede ser de dos tipos. La subordinación ¨positiva¨ cuando el sistema administrativo crea las mejores precondiciones oportunas para el desarrollo económico; la ¨negativa¨ cuando la administración ¨se relaciona con el sistema económico capitalista de un modo que les limita y aisla de dicho sistema económico¨ (9).
Tomemos como ejemplo al Estado de Bienestar. Offe señala que la intervención externa derivada de los procesos de socialización ¨disparados¨ por el desarrollo capitalista, imposibles de compensarse por mecanismos de intercambio, generó un ¨desplazamiento¨ de la subordinación positiva a la necesidad de un tipo de subordinación negativa –menor intervención–, dados los problemas de auto–obstrucción acumulativa (o problemas de ¨segundo orden¨, es decir políticos) como, por ejemplo, las crisis fiscales o la irracionalidad de las decisiones en el ámbito burocrático–administrativo.
De acuerdo a las características del sistema económico neoliberal antes indicadas, podría decirse que el tipo de subordinación necesaria sería ¨plenamente negativa¨, ya que el mercado es el regulador por excelencia y que se crítica ideológicamente a cualquier intervención pública falta de valor para el proceso de acumulación.
Esta hipótesis, por cierto, debería corroborase empíricamente, por ejemplo, a partir de los dos tipos de intervención del Estado en la Economía indicados por Habermas: la que mejora las condiciones de inversión (fortalece la competitividad nacional, se encarga del consumo improductivo, y orienta los capitales), y la que se destaca por sus ¨efectos promocionales¨ (mejoramiento de la infraestructura material e inmaterial, incremento de la productividad del trabajo, resarcimiento de los costos sociales y materiales que genera la producción privada). Bajo el neoliberalismo, entonces, el tipo de intervención, dados los imperativos de la economía neoliberal, diríamos que se aproxima al primer tipo.
2.2.2. Legitimidad
La legitimidad es un ¨puente¨ entre la integración sistémica y social. Incluye los requerimientos por obtener una lealtad difusa de las masas (desde el punto de vista del sistema político) y depende de las motivaciones políticas (desde el punto de vista del sistema socio–cultural). Aquí me centraré en el primer aspecto.
Cómo logra una formación social lealtad de las masas es enormemente complejo. Simplificaremos el asunto viendo primero al Estado de Bienestar.
Habermas sostiene que este tipo de Estado puede evitar la politización de la generación de plusvalía a través de la ¨despolitización pública¨, es decir a partir del privatismo político. Esto se logra a cambio de recompensas al sistema social centradas en dinero, tiempo y seguridad. Como observa Offe, este presupuesto sociológico (trabajo y consumo, entre otros) absorbería las aspiraciones de las mayorías con lo que la participación política y los conflictos clasistas tendrían un significado marginal. Mucho se hablo, en este período, de la sociedad de consumo, opulenta, de la crisis de la conciencia de clase obrera, etc.
Pero cuando nos referimos al Estado neoliberal la cosa se complica. Si el Estado debe evitar la politización de la plusvalía (se autonomiza de este problema) pero cuenta con menos recursos para recompensarla (subordinación negativa hacia la economía) y el presupuesto sociológico se ha modificado (desempleo estructural, crisis económicas, entre otros, a los que luego me referiré), ¿cómo se legitima políticamente el modelo?.
Creo que, dadas las características que venimos mencionando, más que una necesidad de legitimarse el sistema político debería evitar al máximo este requisito. Tomemos el ejemplo de los sistemas de representación. Según García Delgado, los rasgos más destacados del sistema político son, a diferencia del modelo de Bienestar, entre otros: la democracia concebida de manera negativa, es decir como ¨equilibrio de poderes¨ más que como vehículo de transformación social; partidos políticos que se caracterizan por la desafección ideológica (¨agarra todo¨) más que construidos por posicionamientos de clase; movilización de masas reemplazadas por la ¨opinión pública¨ mediatizada por imágenes –televisión–; y centralidad de las decisiones en tecnócratas antes que en debates parlamentarios (10). Si aceptamos estas características del sistema político podemos decir que la distancia entre representantes y representados se amplía, que la política deja de ser una ¨construcción deliberada para el futuro¨. Si sumamos, además, el poder en las decisiones políticas de los intereses económicos –flexibilización laboral, privatizaciones–, y hasta la corrupción del político, esta tendencia se amplía aún más. Por lo tanto, la hipótesis que proponemos es la siguiente: en tanto el sistema político se autonomiza (negativamente –crisis de representación y de la democracia sustantiva–) en un grado mayor que en el Estado de Bienestar podría compensar los requerimientos de legitimación –lealtad de las masas– cuando el dinero y el poder se imponen sobre la seguridad y el empleo –falta de recompensas.
La ¨aceptación¨ o ¨rechazo¨ de los ciudadanos al modelo neoliberal radica en este sistema. Es el input del sistema político. Sería imposible en el marco de este trabajo describir en profundidad los cambios en la sociedad y en la cultura y derivar los tipos de ¨motivaciones políticas¨ que "aceptan" o "rechazan" al neoliberalismo. Por esa razón, como en el punto anterior, tomaré sólo algunos aspectos que considero sobresalientes.
Numerosos autores afirman que la estructura social responde cada vez menos a clases sociales claramente definidas, debido a dos consecuencias: al proceso de contracción de la clase obrera producto de los avances tecnológicos que destruyen el empleo industrial y por la expansión del sector de los servicios, por un lado, y la emergencia de actores y grupos político–culturales cuyos posicionamientos funcionales no responden a intereses derivados por ubicaciones socio–productivas definidas, por el otro.
Desde el punto de vista de la cultura se mencionan, generalmente, dos aspectos: el individualismo que responde al despliegue de los deseos, de electividad, ofrecidos por la multiplicación de las ofertas de bienes y servicios cada vez más personalizados, y al despliegue del culto al cuerpo, del hedonismo y de las actitudes narcisistas (11); y los procesos de transnacionalización cultural que generan una relatividad de la propia cultura y el descubrimientos de las diferencias, pero también una defensa de lo local, de lo regional, y de la propia identidad (12).
Debo dejar de lado el complejo problema de la existencia o no de clases. Me interesa indicar, de acuerdo a las características mencionadas de la sociedad y la cultura, qué derivaciones políticas podemos extraer y hasta qué punto ¨rechazan¨ o ¨aceptan¨ al modelo neoliberal.
Tomemos de la estructura social el problema del trabajo, el referente básico de la cohesión social (Castel).
Según García Delgado, la sociedad aparece conducirse por dos velocidades: los que están ¨dentro¨ del mercado de trabajo, capaces de adaptarse a los nuevos requerimientos de flexibilidad e iniciativa de las empresas demandantes de cualidades profesionales (educativas y técnicas), y los que está excluidos de poder materializar sus capacidades de mercado (13). Unos y otros divergen en sus oportunidades vitales, pero también pueden tener intereses encontrados: los ¨incluidos¨, que obviamente no es una categoría homogénea, pueden desafectarse, como señala Merkel, del compromiso por el bienestar general (14); los excluidos, en cambio, deben luchar ¨para ser explotados¨ y se alejan más y más de cualquier ofensiva contra el sistema de exclusión, (en buena medida ¨ayudados¨ por el mayor grado de autonomía del sistema político –falta de representación).
Pero la estructura también se complejiza por el fantasma del desempleo estructural. Para los que tiene empleo, como dice Fitoussi, significa el disciplinamiento ya que deben aceptar contratos de trabajo cada vez más exigentes en el desempeño y cada vez más precarios en los beneficios (15); para los que no tienen empleo, en cambio, significa el fin del ¨soporte privilegiado de inscripción en la estructura social¨, según Castel, al posicionar en la ¨desafiliación¨ a sujetos que no tienen participación alguna en la actividad laboral y que sufren el aislamiento relacional que ello implica (16).
Ahora bien, ¿cómo influye políticamente este mosaico de procesos sociales?. Podría, por una parte, generar un mayor individualismo de tipo negativo, es decir una defensa de lo que se posee por temor a perderlo todo y no por mayor autonomía (individualismo positivo), y atomizar los intereses que ¨funcionarían¨ acordes a la lógica del mercado competitivo. Si esto es así, además de la apatía política derivada del abismo entre representantes y representados, se evitaría una crisis política, que requeriría un mínimo de solidaridad para construir una oposición, y, por lo tanto, los problemas de legitimación del sistema político tras la contracción de los sistemas de seguridad y los cambios en el presupuesto sociológico en comparación con el modelo de Bienestar.
Sin embargo, los recursos de oposición continúan vigentes. Los movimientos por el derecho a la supervivencia y los movimientos de protesta de los denominados ¨nuevos pobres¨ –jubilados, maestros, empleados públicos y desempleados– adquieren fuerza. Son, como dice Brunner, las trincheras defensivas de la sociabilidad comunitaria frente a los avances y las intrusiones del mercado (17).
Pasemos a la cultura. El individualismo positivo –autonomía–, según algunos autores, es rechazado por "el viejo paradigma de la política" estructurado en las dos clases principales del modo de producción capitalista. Para los dueños del capital, tales actitudes cuestionan los valores tradicionales preburgueses (familia, religión, ethos puritano); provocan un exceso de expectativas y demandas que hacen ingobernable la política; y socavan las justificaciones "metapolíticas" como "lo dado" o "lo natural" (18). Para la izquierda reformista, por su parte, las actitudes individualistas impiden la construcción de una "oferta" de programas de corte clasista al erosionarse su clientela tradicional, imposibilitando pensar la política como construcción deliberada y creada colectivamente (19).
Sin embargo, el individualismo positivo puede adquirir otros dos sentidos.
Por un lado, el hedonismo y el narcisismo, tan cuestionados por la derecha, podrían derivar en el desinterés hacia sus semejantes –egoísmo– y en apatía política (como en el individualismo negativo en la estructura social). De allí que podríamos decir que esto facilitaría, paradójicamente para ¨la derecha¨, la despolitización y la autonomía del sistema político en su "desplazamiento" hacia la subordinación negativa en relación a los requerimientos del sistema económico.
No obstante, aquí también debemos relativizar esas consecuencias. Algunos autores (desde una "izquierda–radical¨) sostienen que los cambios culturales pueden adquirir un signo positivo: mayor autonomía, responsabilidad y reconocimiento del Otro, del diferente, al quebrarse las identidades fijas centradas en la nacionalidad, en el hogar, en la religión, en la clase, etc. Tales actitudes, entonces, podrían ser la base de actitudes más solidarias y que posibiliten la construcción de grupos capaces de enfrentarse a las tendencias destructoras del capital, a las tendencias burocráticas y paternalistas de los sistemas de protección, y a las tendencias opresoras de la vida cotidiana. Un ejemplo de estas motivaciones de oposición son los nuevos movimientos sociales (ecologistas, feministas, derechos humanos, etc) (20).
2.4. Dinámica capitalista en el modelo neoliberal (Resumen y Conclusiones)
De acuerdo a las procesos económicos, políticos y socioculturales mencionados podemos reemplazar los aspectos formales del modelo para el estudio de una formación social por sus aspectos sustantivos, como sigue:
Integración
Sistemas Sistémica Social
Económico Liberalización ––––––––––––––––––––––––
Político "Subordinación Negativa" Despolitización
sin compensaciones
Sociocultural ––––––––––––––––––––––––– Apatía Política–Egoísmo
Nuevos Movimientos–Solidaridad
Según este esquema estaríamos en condiciones de indicar un posible modelo de desarrollo capitalista bajo el neoliberalismo.
El neoliberalismo, de acuerdo a lo formulado hasta aquí (y sin dejar de tener en cuenta lo relativo de todo ello), se asentaría en un proceso de liberalización de los mercados (internos y externos) e impondría un tipo de "subordinación negativa" a la administración del Estado (interferir lo menos posible en el desarrollo económico) como así también la necesidad de un mayor grado de autonomía en relación a los requerimientos de legitimidad política (debido a los efectos negativos que implica la no politización de la plusvalía y la desafección de los sistemas de bienestar) que podría satisfacerse mediante una crisis de representación, según nuestra hipótesis. El margen de tolerancia de este proceso, y principal problema a resolver por esta formación social, radica en el sistema socio–cultural, en tanto la solidaridad persista como un recurso capaz de construir una base de motivaciones políticas de oposición (rechazo) contrarias a las actitudes egoístas –hedonistas– e individualistas negativas que derivarían en apatía política, que aquí las tomamos como un posible componente de ¨aceptación¨ –en términos negativos, por cierto– al neoliberalismo.
Hasta aquí hemos presentado "los temas que se considera que merecen tener prioridad y ser tratados como centrales", según la cita de Offe indicada en el inicio del texto, bajo el modelo neoliberal. Y son: la mercantilización generalizada en la economía, la contracción de los sistemas de bienestar y la autonomización del sistema político. Esto es lo prioritario para esta formación social. Las consecuencias para el sistema socio–cultural son: en la sociedad: desempleo estructural y atomización social; en la política: crisis de representación política; y en la cultura: individualismo negativo y el egoísmo, generadorores de apatía política. Finalmente, su límite es la solidaridad como recurso de oposición en grupos afectados, ya sea por la degradación material o por reclamos de corte "posmaterial".
También dijimos que lo no tematizado es lo excluido, y que debemos averiguarlo en relación al modelo de bienestar.
Por todo lo dicho, el modelo neoliberal excluye, según lo visto hasta aquí:
- En lo económico:
– fortalecimiento de la demanda,
– la organización política de la fuerza de trabajo
- b) En lo político:
1. Racionalidad
* sistemas de bienestar,
* intervención pública falta de valor
2. Legitimidad
* democracia sustantiva
- c) En lo Socio–Cultural:
– pleno empleo,
– y todas las consecuencias desagradables de a) y b)
Ahora bien, todas estas exclusiones sociales, o quizá habría que llamarlas personales porque afectan de un modo u otro a cada uno de los sujetos de una manera en particular, constituyen lo que queda (o que por lo menos se intenta que quede) fuera del espacio de tematización del modelo. Son los tipos de exclusiones que caracterizan al modelo neoliberal.
Sin embargo, como dije al final del apartado anterior, esta configuración hegemónica se enfrenta con recursos de oposición centrado en actitudes solidarias capaces de enfrentarse al poder y al dinero, aunque aquí las he presentado como algo solamente marginal. En tanto estas persistan, el riesgo de la inversión total, es decir la marginación y la exclusión como cuestiones definitivamente no políticas, será sólo una provocativa utopía.
Finalmente, este recorrido excesivamente comprimido y relativo, ya que no toma en cuenta la realidad de los casos nacionales, no nos impide pensar que muchas de las cosas formuladas aquí se aproximan bastante a las políticas que se vienen adoptando en la Argentina democrática de los noventa.
- Marshall Berman, Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad (1982), Buenos Aires, Siglo XXI, 1989.
- Este problema fue observado en una conversación personal con el profesor Atilio Borón.
- Claus Offe, Partidos Políticos y Nuevos Movimientos Sociales (1988), Madrid, Sistema, 1996, pag.169
- Véase Jürgen Habermas, "La crisis del Estado de Bienestar y el agotamiento de las energías utópicas", Ensayos Políticos (1981), Barcelona, Península, 1994.
- Me refiero a: Jürguen Habermas, Problemas de legitimación en el capitalismo tardío (1973), Buenos Aires, Amorrortu, 1995 (Capítulo 2: "Tendencias a la crisis en el capitalismo tardío"); y, Claus Offe, Contradicciones en el Estado de Bienestar (1988), Madrid, Alianza, 1990 (Capítulo 1: "La crisis en el canejo de la crisis: elementos para una teoría de la crisis política" –1973–).
- Según Habermas, el capitalismo organizado o regulado por el Estado se refiere a dos clases de fenómenos: a) al proceso de concentración de empresas y a la organización de los mercados de bienes y capitales y de trabajo; b) al hecho de que el Estado interviene en las crecientes fallas de funcionamiento del mercado. Si lo primero puso fin al capitalismo de competencia, lo segundo puso fin al capitalismo liberal. J. Habermas, op. cit., pp. 49–50.
- Véase el cuadro realizado por Habermas, op. cit., pag. 63. Allí Habermas analiza las cuatro posibles tendencias a la crisis en el capitalismo organizado: crisis económica, crisis de racionalidad, crisis de legitimación y crisis de motivación. En este último punto, Habermas enumera una gran cantidad de variables para su estudio. Nosotros sólo nos detendremos en las motivaciones políticas que "aceptan" o "rechazan" al neoliberalismo. Según Habermas, el capitalismo organizado o regulado por el Estado se refiere a dos clases de fenómenos: a) al proceso de concentración de empresas y a la organización de los mercados de bienes y capitales y de trabajo; b) al hecho de que el Estado interviene en las crecientes fallas de funcionamiento del mercado. Si lo primero puso fin al capitalismo de competencia, lo segundo puso fin al capitalismo liberal. J. Habermas, op. cit., pp. 49–50.
- Véase entre muchos otros: Norbert Lechner, "El debate sobre Estado y Mercado", Nueva Sociedad, Nro121,Setiembre/Octubre de 1992; Eric Hobsbawm, Historia del Siglo XX (1994), Barcelona, Crítica, 1995 (En especial, capítulos IX: "La edad de oro" y XIV: "La década de crisis"); John Kenneth Galbraith, Historia de la Economía (1989), Barcelona, Ariel, 1993 (En especial, capítulo XIX: "Pleno mediodía"); y Andrés Bilbao, Obreros y Ciudadanos. La desestructuración de la clase obrera (1993), Madrid, Trotta, 1995 (En especial, capítulo 2: "Crisis y reorganización de la fuerza de trabajo").
- C. Offe, op, cit., pag. 46.
- Daniel García Delgado, Estado y Sociedad. La nueva relación a partir del cambio estructural, Buenos Aires, Tesis Norma, 1994 (Capítulo 3: "Del Movientismo a la democracia liberal")
- Véase Gilles Lipovetsky, La era del vacío (1983), Barcelona, Anagrama, 1995 (En especial la Introducción y ¨Narciso o la estrategia del vacío¨)
- Respecto a esta contradicción, dice Alain Touraine: "Una parte de nosotros mismos se baña en la cultura mundial, mientras que otra, privada de un espacio público en que se formen y apliquen normas sociales, se encierra, ya sea en el hedonismo, ya en la búsqueda de pertenencias inmediatamente vividas", ¿Podemos Vivir Juntos?. El destino del hombre en la aldea global (1997), Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1997.
- Este término pertenece a Anthony Giddens. Con él se refiere "a todas las formas de atributos relevantes que los individuos puedan aportar a la negociación" (en el mercado), La estructura de clases en las sociedades avanzadas (1979), Madrid, Alianza Universidad, 1989, pag.117.
- Véase Wolfgang Merkel, ¿Final de la socialdemocracia? Recursos de poder y política de gobierno de los partidos socialdemocrátas en Europa Occidental, Valencia, Edions Alfons el Magnanim, 1995, Primera Parte.
- Jean–Paul Fitoussi, "El lado oscuro de la democracia", entrevista realizada por Olga Viglieca, Diario Clarín, 19/04/98.
- Robert Castel, La metamorfosis de la cuestión social (1995), Buenos Aires, Paidós, 1997.
- José Brunner, "La libertad de los Modernos: una visión desde la sociología", Santiago de Chile, FLACSO, Nro.16, Diciembre de 1991, p. 51, indicado por García Delgado, op. cit., p. 194.
- Véase el clásico texto de Daniel Bell, Las contradicciones culturales del capitalismo (1976), Madrid, Alianza, 1994 (En especial, "Introducción. La separación de ámbitos: exposición de temas").
- Véase W. Merkel, op. cit.
- Véase entre muchos otros: Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, Hegemonía y Estrategia Socialista. Hacia una radicalización de la democracia, México, Siglo XXI, 1985; José Nun, La rebelión del coro, Buenos Aires, Nueva Visión, 1989; Clauss Offe, Partidos Políticos y Nuevos Movimientos Sociales, op. cit.
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Hernán Javier Marturet*
*(Lic. en Ciencia Política, UBA, 1995)