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Ricardo Flores Magon – Antología libertaria 3 (página 2)

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¡MUERA LA CONSTITUCIÓN!

"Estamos en plena efervescencia constitucionalista.

Hay muchos, hay muchísimos constitucionalistas, y no falta quien se deje romper la crisma y esté dispuesto a romperla a su vez por defender un libraco que tiene por título: "Constitución política de los Estados Unidos Mexicanos".

Este libraco fue promulgado el 5 de 1857. Para su promulgación corrió torrentes de sangre del proletario mexicano y a torrentes siguió corriendo como resultado de la misma promulgación.

Centenares de miles de vidas de trabajadores contó al pueblo mexicano la adquisición de ese libraco, que no fue escrito para emancipar a la clase trabajadora, sino para legalizar el robo cometido por la clase patronal y robustecer la autoridad.

Naturalmente que los jefes animaron a los proletarios a tomar las armas para tener una constitución diciéndoles que la constitución los iba a hacer libres y felices.

Y los proletarios lucharon como los buenos para remachar sus cadenas, pues con su triunfo quedó legalizado el principio de propiedad individual que es la base de todas las tiranías, de todas las explotaciones, de todas las imposiciones.

La constitución de 57 legalizó el robo cometido pro el conquistador español con perjuicio del indio y, los robos de todos los burgueses de todas las épocas hasta su promulgación.

Después, siguió legalizando la explotación del burgués a quien autoriza para que tome para su beneficio parte de lo que produce el trabajador, quedando éste reducido a la misma condición de siempre.

Esclavo del taller, de la fábrica, de la mina, del campo, a pesar de la sangre derramada a torrentes, a pesar de las promesas de los jefes, sucediendo todo esto por la sencilla razón de que, como antes dije, la constitución no fue escrita para emancipar a la clase trabajadora, sino para garantizar a la burguesía el disfrute pacífico de sus rapiñas y dar a la autoridad el prestigio y la fuerza moral que tanto necesita: ser obedecida y terminada.

Después del triunfo de la constitución, triunfo que estuvo amenazado de muerte por la resistencia de los conservadores y las agresiones de la intervención francesa y del imperio de Maximiliano, pudo consolidarse el gobierno democrático de Benito Juárez, el notable gobernante.

Notable, porque él fue la encarnación de la buena fe y de las instituciones sanas, pues pocos hombres como Juárez, habrán escalado el poder con el corazón todo abierto para lo que significa libertad y bienestar del pueblo.

A pesar de todas las buenas intenciones, a pesar de la honradez indiscutible de Benito Juárez, la clase trabajadora mexicana sufrió hambre, escasez, miseria y esclavitud bajo el gobierno de ese hombre excepcional y al amparo de la flamante constitución política.

Preguntad a los ancianos, si comieron más pan por medio de su trabajo durante la sencilla democracia de Benito Juárez que bajo el imperio de Maximiliano o la dictadura de Santa Anna, y os dirán que para el trabajador el pan ha sido escaso bajo todas las formas de gobierno.

Tan escasa fue la libertad bajo el imperio, como bajo la dictadura y la república.

Y es que, al amparar la constitución del 57 el principio de la propiedad privada o individual, deja al pobre a merced del rico.

La constitución del 57 proclama la libertad política del ciudadano, garantiza a éste su libertad política, esto es, la libertad de hablar y de escribir sobre cualquier materia: la libertad de reunión, la libertad de moverse de un lugar a otro.

Prohíbe molestar a los ciudadanos en su domicilios, papeles y personas.

Concede el derecho de votar y otras muchas cosas, pero descuida garantizar a todo ser humano el derecho de vivir, pues a nadie se le garantiza el alimento, el vestido y el albergue.

De ahí que tan desgraciado sea el pobre bajo el amparo de la constitución del 57, como bajo la dictadura y el imperio.

Y a pesar de todo, miles de trabajadores extraviados por las palabras sin sentido de los jefecillos y oradores carrancistas, se rompen la crisma por ver una vez más triunfante el pobre libraco que legaliza la esclavitud del proletariado y la explotación del burgués.

Trabajadores carrancistas, dejad a vuestros pastores que con palabras más o menos bonitas os ponen el yugo en la nuca.

La libertad política garantizada por la constitución del 57 es una mentira, y seguirá siendo una mentira, mientras todos y cada unos de los seres humanos que residen en México, hombres y mujeres, no tengan garantizado el pan, el vestido y el albergue que son los bienes que constituyen los que se llama libertad económica, entendedlo bien, es la base firme de todas las libertades.

Un burgués es un hombre libre porque tiene asegurado el sustento, el vestido y el albergue, mientras que un pobre es un esclavo, porque no tiene asegurados esos bienes, que son los esenciales, los necesarios para la vida humana.

No podéis disfrutar de los derechos, garantías y privilegios que al ciudadano concede la constitución del 57 por la sencilla razón de que sois pobres.

No podéis ejercitar el derecho de escribir y hablar, porque no habéis tenido la oportunidad de educaos y de instruiros como lo han tenido los hijos de la burguesía.

Aun cuando fuerais aptos para hablar y escribir sobre cualquier materia, tendrías que amoldaros a los gustos de vuestros señores, pues si alguna vez hablaseis en contra de las leyes y de las instituciones existentes, y vuestra palabra o vuestros escritos pusieran en alguna manera en peligro la tranquilidad o los bienes del sacerdote, del rico o del representante de la autoridad, bien pronto ahogarían en vuestras gargantas la palabras y encadenarían vuestras manos , para que no hablaseis , ni escribieseis.

Veis pues, que esos derechos o libertades, son una mentira cuando los que tratan de ejercitarlos son miembros de la clase trabajadora.

¿Para qué demonios sirve entonces ese libraco que se llama constitución política de los Estados Unidos Mexicanos?

¿El derecho de reunión garantizado por la constitución, pudiera ser ejercitado por los pobres? ¡Tampoco!

Podéis reuniros ciertamente y aún tratar en vuestras reuniones asuntos de interés público o simplemente gremial.

Más apenas tocáis alguna cuestión interesante para vuestra clase, pero que la clase capitalista considera como contraria a sus privilegios, vuestra reuniones son disueltas a balazos o a palos y los más abnegados de los vuestros fusilados, ahorcados o encarcelados.

¿Y qué me diréis del derecho de moveros de un lugar a otro? Como sois pobres, llegáis muy mal vestidos y de muy mal aspecto a cualquier lugar en busca de trabajo.

Con lo primero que tropezáis es con ese perro capital que se llama Policía, gendarme o "tecolote", como queráis y desde luego os encontrarais abrumado por preguntas que con todo vuestro corazón quisierais contestar con una puñalada, tan impertinentes y ultrajantes así son.

Y por si por vuestra mala fortuna no dais alguna contestación satisfactoria para el animal que os interroga acerca de vuestros antecedentes y de vuestros propósitos, vais derechito a la cárcel como sospechoso o como vago.

De ahí se os enviará al cuartel o a las plantaciones de los burgueses como esclavos, mientras vuestras familias padecen hambre o se prostituyen para llevar a la boca un pedazo de pan.

Eso si, todo esto ocurrirá de una manera muy constitucional u democrática, bajo el amparo del libraco que ha costado torrentes de sangre al proletariado mexicano.

Todo esto ha ocurrido en tiempo de Juárez, en tiempo de Santa Anna, en tiempo de Maximiliano, en tiempo de Lerdo, en tiempo de Díaz.

En tiempo de De la Barrera, en tiempo de Madero, en tiempo de Huerta y sucederá bajo el gobierno de Venustiano Carranza si sois tan necios de luchar por la constitución en lugar de empuñar el rifle para conquistar vuestra libertad económica tomando posesión de la tierra, de la maquinaria y de los medios de transporte sin esperar a que nadie os dé esos bienes sino tomándolos como hombres.

Desafiáis la muerte para implantar la constitución que os tiene en la esclavitud, ¿por qué no la desafiáis para conquistar la libertad económica?

Y en cuanto al derecho electoral. ¿Qué bien os reporta el nombraos autoridades?

¿No sabéis que la autoridad tiene que respetar el odioso libraco llamado constitución política de los Estados Unidos Mexicanos, el libraco que remacha vuestra cadenas, el libraco que os hace esclavos?

¿La autoridad? Yo quisiera que me os dijerais en que os beneficia la autoridad, a no ser que tengáis como beneficio el que os tome de soldados, el que os encierre en las prisiones, el que auxilie a vuestros amos para que se os explote mejor.

Yo quisiera que me dijeseis para qué os sirve el "tecolote" a no ser que consideréis como protección el acto de romperos el cráneo o las costillas de un garrotazo y arrearos a patadas a la cárcel por el solo delito de ser pobres.

Si peleáis por ganar el voto seréis, como dice Mirabeau, más estúpidos que las reses, porque siquiera esos dignos animales no eligen el carnicero que ha de degollarlos.

Sabedlo, proletariados carrancistas, con vuestra actitud estáis remachando vuestras cadenas.

Ilusionados por las promesas de que se os darán las tierras "después del triunfo", seguís la maldita bandera del constitucionalismo.

Por el mismo hecho de apoyar la constitución, os suicidáis, porque la constitución es vuestro peor verdugo, la constitución prohíbe terminantemente que se toque el derecho de propiedad de los ricos.

Volved los fusiles sobre vuestros jefes y oficiales, proletarios carrancista, y gritaos con todas las fuerzas de vuestros pulmones: ¡Muera la constitución! ¡Viva la Tierra y Libertad!"

(De Regeneración)

21 de marzo de 1914

SIN JEFES

"Quered jefes y querer al mismo tiempo ser libres, es querer un imposible.

Hay que escoger de una vez una de las dos cosas; o ser libres, enteramente libres, negando la autoridad, o ser esclavos perpetuando el mando del hombre sobre el hombre.

El jefe o gobiernos son necesarios solamente bajo un sistema de desigualdad económica.

Si yo tengo más que Pedro, temo, naturalmente, que Pedro me agarre por el cuello y me quite lo que él necesite.

En este caso necesito que un gobernante o jefe me proteja contra los posibles ataques de Pedro.

Pero si Pedro y somos iguales económicamente, si los dos tenemos la misma oportunidad de aprovechar las riquezas naturales, tales como la tierra, el agua, los bosques, las minas y demás, así como la riqueza creada por la mano del hombre, como la maquinaria, las casa, los ferrocarriles, y los mil y objetos manufacturados.

La razón dice que sería imposible que Pedro y yo nos agarráramos de los cabellos para disputarnos cosas que a ambos nos aprovechan por igual, y en este caso no hay necesidad de tener un jefe.

Hablar de jefes entre iguales es un contrasentido, a no ser que se trate de iguales en servidumbre.

Si los dos tenemos la misma oportunidad de aprovechar las riquezas naturales, tales como la tierra, el agua, los bosques, las minas y demás, así como la riqueza creada por mano del hombre, como la maquinaria, las casa, los ferrocarriles, y los mil y un objetos manufacturados.

La razón dice que sería imposible que Pedro y yo nos agarráramos de los cabellos para disputarnos cosas que a ambos nos aprovechan por igual, y en este caso no hay necesidad de tener un jefe.

Hablar de jefes entre iguales es un contrasentido, a no ser que se trate de iguales en servidumbre, de hermanos de cadenas, como somos actualmente los trabajadores.

Muchos son los que dicen que es imposible vivir sin jefes o gobierno.

Si son burgueses los que tal cosa dicen, les concedo razón, porque temen que los pobres de les echen al cuello y les arrebaten la riqueza que amansaron haciendo sudar al trabajador, pero ¿para qué necesitan los pobres jefe o gobierno?

En México hemos tenido y tenemos centenares de pruebas de que la humanidad no necesita de jefes o gobierno sino en los casos en que hay desigualdad económica.

En los poblados o comunidades rurales, los habitantes no han sentido la necesidad de tener un gobierno.

Las tierras, los bosques, las aguas y los pastos han sido, hasta fecha reciente, la propiedad común de los habitantes de la comarca.

Cuando se hablaba de gobierno a esos sencillos habitantes, se echaban a temblar porque el gobierno, para ellos, era lo mismo que verdugo.

Significaba lo mismo que tiranía.

Vivían felices en su libertad, sin saber en muchos casos ni siquiera el nombre el Presidente de la República.

Solamente sabían que existía un Gobierno cuando los jefes militares pasaban por la comarca en busca de varones que convertir en soldados, o cuando el recaudador de rentas del Gobierno hacia sus visitas para cobrar los impuestos.

El gobierno era pues, para una gran parte de la población mexicana, el tirano que arrancaba de sus hogares a los hombres laboriosos para convertirlos en soldados, o el explotador brutal que iba a arrebatarle el tributo en nombre del fisco.

¿Podrían sentir esas poblaciones la necesidad de tener un gobierno? Para nada lo necesitaban.

Así pudieron vivir cientos de años, hasta que les fueron arrebatadas las riquezas naturales para provecho de los hacendados colindantes.

No se temían unos a otros, como temen que ocurra los que solamente han conocido el sistema capitalista en que cada ser humano tiene que competir con los demás para llevarse a la boca un pedazo de pan.

No tiranizaban los fuertes a los débiles, como ocurre bajo la civilización capitalista, en que los más bribones, los más codiciosos y los más listos tienen dominados a los honrados y los buenos.

Todos eran hermanos en esas comunidades.

Todos se ayudaban, y sintiéndose todos iguales, como lo eran realmente.

No necesitaban que la autoridad alguna vez velase por los intereses de los que tenían, temiendo posibles asaltos de los que no tenían.

En estos momentos ¿para que necesitan gobierno las comunidades del Yanqui, de Durango, del sur de México y de tantas otras regiones en que los habitantes han tomado en que se consideran iguales, con el mismo derecho a la madre Tierral.

No necesitan de un jefe que proteja privilegios en contra de los que no tienen, pues todos son privilegiados.

Desengañémonos, proletarios; el gobierno solamente debe existir cuando hay desigualdad económica.

Adoptar, pues, todos, como guía moral, el Manifiesto del 23 de septiembre de 1911".

(De Regeneración)

28 de marzo de 1914

SIN AUTORIDAD

"Ya hemos visto que en una sociedad de iguales, en que todos tengan los mismos derechos, no se necesita la autoridad, porque la función de esta es proteger intereses de los que tienen bienes..

Sin embargo, muchas personas creen que es indispensable que exista la autoridad tanto para impedir como para castigar lo que se llama crimen.

Esas personas tienen razón si se consideran las cosas desde el punto de vista del sistema capitalista, basado en la desigualdad económica.

No la tienen cuando se trata de las relaciones de los seres humanos entre sí si en una sociedad de iguales.

Lo que hoy llamamos crimen, no es otra cosa que el resultado directo o indirecto de las causas que tienen la raíz en la desigualdad económica que resulta del principio de propiedad privada o individual.

La desigualdad económica produce la miseria, y ésta empuja, a los que no tienen bienes de fortuna, a tomar, de donde lo hay, lo que necesitan para no morir ellos de hambre ni dejar que mueran los suyos.

A eso es lo que la ley llama robo, y ese delito, así como el fraude, la estafa y todos los demás actos cometidos en contra del llamado derecho de propiedad, son los que le dan mayor contingente de prisioneros a las prisiones.

Pudiéndose asegurar que casi el noventa por ciento de los reclusos de los presidios son individuos que violaron la ley empujados por circunstancias económicas.

En una sociedad de iguales, como la que propone el Partido Liberal Mexicano en su Manifiesto del 23 de septiembre de 1911, dejarán de existir las causas que obran para empujar al ser humano a cometer delitos contra la propiedad.

Por lo mismo, sale sobrando la autoridad, o sea el rey o presidente, los ministros, los soldados, los gendarmes y los carceleros.

Pero, se dirá, "quedan los delitos contra las personas, como el homicidio, las lesiones, la violación, el estupro, el adulterio y otros.

Pues bien, el homicidio y las lesiones tienen sus raíces, al menos la mayor parte de sus raíces, en causas económicas.

El ser humano esta acostumbrado a ver en su semejante, cualquiera que sea la clase social a que pertenezca, un competidor que, si es burgués, puede arruinarle en sus empresas financieras, y si es proletario, puede arrebatarle el pan de la boca, ya alquilándose por lo menos precio o bien obligándose por menos precio, o bien obligándole a permanecer forzada la huelga porque hay abundancia de brazos.

Por otra parte, el pobre vive en continua zozobra; no tiene la certidumbre de poder llevarse mañana un pedazo de pan a la boca, su miseria contrasta con el lujo, los hartazgos y las fiestas de los señores.

Su condición de inferioridad social les irrita y les predispone a la intemperancias de carácter, y todo el ambiente social, preñada de injusticias y de iniquidades, de contrastes que lastiman sus sentimientos de justicia y equidad, de atentados cometidos a cada paso por la maquinaria gubernamental contra la libertad de las personas, hace que el hombre viva en continua sobre excitación nerviosa y esté pronto a la riña y a la violencia, contestando con una puñalada una palabra o un acto baladíes.

Actos de esta clase no pueden ser efectuados en un medio de justicia y libertad en que el ser humano tiene satisfechas sus necesidades y no tiene satisfechas sus necesidades y no tiene ya la incertidumbre del pan de mañana ni el desmoralizador espectáculo de sufrir privación, miseria o injusticia.

Cuando todo lo que produce, y tiene derecho a todos los goces y de bienestar, el ser humano está más dispuesto a la bondad y a fraternizar con sus semejantes, que bajo condiciones de tiranía y de miseria.

"Estómagos lleno, corazón contento", decían nuestros abuelos, y decían una verdad, pues los hombres de carácter más intratable son más benévolos y más tratables cuando se encuentran bajo la influencia de una grata digestión.

Quedan solamente los casos excepcionales en que el autor de un acto contra sus semejantes es un individuo de mentalidad defectuosa; pero estos casos entran en el dominio de la ciencia médica y una sociedad de iguales no les han de faltar recursos para tratar a sus enfermos, quienes necesitan mejor de los cuidados paternales de médicos y nodrizas que los garrotazos el polizonte y la crueldad de jueces y carceleros.

La violación de mujeres, el estupro, el llamado adulterio y otros actos que aterrorizan a muchas personas, producto son del sistema capitalista, como veremos en otro artículo, y por lo mismo, para evitar esos males, debemos acabar con la desigualdad social y el principio de autoridad, pues éstos son sus padres legítimos.

Hemos venido viendo que la humanidad no necesita de jefes o gobierno; antes, por lo contrario, el jefe o gobierno, como sostenedor que es la desigualdad social, es el responsable directo de todos los males que nos aquejan.

Por eso nosotros proponemos la expropiación de la tierra, de la maquinaria y de los medios de transportación.

Aconsejamos igualmente que no se deje un solo representante de la autoridad, pues ésta es la defensora del privilegio y el verdugo de los desheredados".

(De Regeneración)

4 de abril de 1914

SIN GOBIERNO

"Ya vimos que la autoridad es necesaria solamente para perpetuar el sistema social basado en la desigualdad económica.

Que el crimen es el resultado de ese sistema inicuo en que forzosamente el hombre tiene que ser el enemigo del hombre.

No habría delitos contra la propiedad si todos los seres humanos tuvieran la misma oportunidad de aprovecharse de la tierra, de las maquinarias y de los medios de transportación, así como de todo lo que ha sido producido pro la mano y creado por la inteligencia del hombre.

No habría delitos contra las personas si un medio de igualdad y de justicia dulcificara el carácter de los seres humanos, haciéndolos más propensos a fraternizar los unos con los otros que a vivir en continua lucha, considerándose recíprocamente como enemigos.

El estupro, la violación de mujeres, el adulterio, producto son igualmente del sistema social que combatimos, en que una falsa moral hace hipócritas a los hombres y mujeres en sus relaciones sexuales.

Esa hipocresía conduce al histerismo en un medio de libertad y de igualdad en que el hombre y la mujer se unieran libremente, sin otro interés que la satisfacción de ese conjunto de necesidades morales y físicas que se llama amor.

Pero lejos de esta satisfacción, libre de necesidades naturales, encontramos en la sociedad actual mil trabas al amor, debidas a unas preocupaciones religiosas otras y a dificultades económicas las más.

Los partidarios de la autoridad consideran que ésta es necesaria, al menos para obligar a los perezosos a trabajar.

En una sociedad de seres humanos, libres e iguales, no podrá haber perezosos.

La pereza es una enfermedad y pocos son, realmente, los que están atacados de ella.

Lo que se llama actualmente pereza es más bien el disgusto que siente el hombre de tener que deslomarse por un salario de mendigo.

Siendo, además, mal visto y despreciado por la clase social que los explota, mientras los que no hacen nada útil se dan vida de príncipes y son considerados y respetados por todos.

Ese discurso hace que hombre sienta aversión por el trabajo.

En una sociedad de iguales, en que el trabajador ve que su trabajo no es aprovechado por otro en perjuicio suyo.

En que cada uno se sentirá amo de si mismo, en que por el solo hecho de no haber más parásitos y de estar todos obligados a producir algo útil, la producción será tan grande que bastarán unas tres horas de trabajo agradable diario para tener satisfechas todas las necesidades, ¿quién será aquel que deje de dar su contingente a la producción?

Y suponiendo que lo hubiera, ¿no encontrarían los trabajadores la manera de deshacerse de semejante zángano sin necesidad de tener que pagar a un juez que lo juzgase y le impusiese una pena?

¿Para que sirve, pues la autoridad? La autoridad sirve trabajadores: para humillarlos a cada paso, para apalearos, para ametrallarlos cuando pedís unos cuantos centavos de aumento en vuestro salario o la disminución de unos cuantos minutos de las largas horas de trabajo.

La autoridad sirve para echaros el guante y encerraros en presidio por el delito de ser pobres.

Sabéis que vuestros amos pueden cometer toda clase de excesos sin pisar nunca los umbrales de una cárcel.

La autoridad sirve para asegurar a vuestros verdugos el disfrute político de lo que os roban en vuestro trabajo.

Entendedlo de una vez, proletarios; la autoridad es el perro guardián de vuestros amos y, por lo mismo, no puede ser jamás la protectora del débil, sino el sicario, el esbirro dispuesto siempre y a todas horas a hundir el cráneo del desheredado que en un momento de desesperación ose levantar la mano contra su opresor.

El carrancismo quiere perpetuar el sistema que os ha empujado a empuñar las armas y es por eso por lo que os aconsejamos que disparéis vuestros fusiles contra carranza, contra villa, contra todos los caudillos que os hablan de ley, de gobierno, de propiedad privada.

Si queréis ser libres y felices, haced vuestros los principios expresados en el Manifiesto del 23 de septiembre de 1911, declarando guerra a muerte a todo aquel que quiera hacerla de jefe e impida que la tierra, la maquinaria y los medios de transporte queden en poder de los habitantes de las regiones que visitéis. Hacedlo bien, si no queréis ser esclavos".

(De Regeneración)

18 de abril de 1914

POR LA PATRIA

"Después de cada hecatombe, en que miles de borregos constitucionalistas pierden la vida, Carranza levanta los ojos al cielo y dice con voz llena de santa unción patriótica: "La Patria quiere sacrificios".

Huerta, al saber que tal o cual combate han rendido su existencia miles de borregos federales, entorna la mirada y dice suspirando: "Todo por la Patria".

Lo mismo dijo Iturbide cuando la borrachera de Pío Marcha lo llevó al trono.

Santa Anna pronunció idénticas palabras cuando el último estertor de Guerrero se perdió en los jacales de Cuilapan, santiguándose como una cucaracha de iglesia.

"Todo por la Patria", dijo Porfirio Díaz cuando su brutal lugarteniente cumplió al pie de la letra, esta sentencia de hiena "¡Mátalos en caliente!".

Invocando a los espíritus balbuceó algo parecido aquel pobre idiota que se llamó Francisco I. Madero, cuando las arenas de Rellano y de Conejos de enrojecieron con la sangre de maderistas y orozquistas.

Las mismas palabras abrieron paso a las balas que cortaron la estéril existencia de Madero y Pino Suárez.

¡Todo por la Patria! ¡La Patria quiere sacrificios!

Palabras estúpidas que han servido de pretexto para que legiones de brutos se rompan la cabeza.

Y bien ¿Qué es Patria? La patria es una mezcolanza de cosas, de ideas, de tradiciones, de perjuicios que muy pocos entienden y, sin embargo, tal vez por ser incomprensibles muchos son los que ponen la panza a las balas enemigas por defender eso que no conocen y que ningún beneficio les reporta.

"La patria" se dice que es, en primer lugar, la tierra en que nacimos con la añadidura de las gentes que pueblan esta tierra, esas leyes que rigen las relaciones comunes de la raza.

Esa es la patria, y por eso miles de hombres pierden la vida.

El presidiario que consume su existencia en las penumbras del calabozo no puede decir que el presidio es su patria y los hombres que agonizan en el surco que no es suyo.

Los trabajadores que pierden la sangre en las fábricas ajenas; los mineros que socavan las minas de otros; todos los que trabajan para beneficiar al burgués, ¿qué patria tienen?

Si la patria es la tierra en que nacimos, esa tierra debería ser de todos, pero no es así.

Esa tierra es la propiedad de unos cuantos, y esos pocos son los que ponen el fusil en nuestras manos para defender la patria.

¡No sería más lógico que, siendo ellos los dueños de la patria, fueran sus manos las que empuñaran el fusil y no las manos de los que no tienen más tierra que la que pueden recoger sus zapatos?

La patria, proletarios, ese algo que no es nuestro, y, por lo mismo en nada nos beneficia.

La patria es de los burgueses, y, por eso, a ellos únicamente beneficia.

La patria fue inventada por la clase parasitaria, por la clase que vive sin trabajar, para tener divididos a los trabajadores en nacionalidades y evitar, o al menos entorpecer por ese medio su unión en una sola organización mundial que diera por tierra el viejo sistema que nos oprime.

En los libros de las escuelas, la burguesía fomenta el patriotismo entre la niñez, sembrando así en los tiernos pechos el odio a las demás razas que pueblan el mundo.

El culto a la bandera raya en el fanatismo en todos los países.

Las tradiciones nacionales encuentran poetas y literatos que las narran, inflamando en los pechos de las gentes soberbias insensatas, vanos orgullos de raza.

Esos literatos burgueses se dan mañas para hacer entender que no hay raza más grande, más valiente, más inteligente que aquella a la que se dirigen.

De esa manera la burguesía divide en razas y en nacionalidades a los habitantes de la tierra.

El trabajador ruso se considera más valiente que su hermano el trabajador francés.

Mientras el proletario inglés cree que no hay en la tierra un hombre como él.

El español, por su parte, se jacta de ser la obra más perfecta del mundo.

El japonés, el alemán, el italiano, el mexicano, los individuos de todas las razas, se consideran siempre mejores que los demás de las otras razas.

De esta división profunda entre el proletariado de todas las razas se aprovecha la burguesía para dominar a sus anchas, pues la división por nacionalidades y razas impide que los trabajadores se pongan de acuerdo para derribar el sistema que nos ahoga.

El pobre no tiene patria porque nada tiene, a no ser por su mísera existencia.

Son los burgueses los únicos que pueden decir: "esta es mi patria", porque ellos son los dueños de todo.

Los pobres son el ganado encerrado en los grandes corrales llamados naciones

Y ¡OH ironía! A ese ganado se le obliga a defender la patria, esto es, la propiedad de los burgueses, y al caer por millares en los campos de batalla donde se deciden vulgares querellas de patrias de la política, gritan los jefes: "Todo por la Patria".

Basta de comedias, hermanos proletarios.

Cualquiera que sea la bandería política por la que empuñáis las armas, recordad que siempre habéis sido la carne de cañón sacrificada en aras de esa cosa que no existe para vosotros.

La patria, ¡Basta de farsas! Matad a Huerta, a Carranza, a Villa, a todo aquel que os hable de patria, de ley, de gobierno paternal.

Como hombres, aprovechad los fusiles que tenéis en las manos para arrebatar al rico la tierra, las casas, las minas, los barcos, los ferrocarriles, haciendo de todo ello propiedad común para que los aprovechen por igual hombres y mujeres".

(De Regeneración)

LA INTERVENCIÓN Y LOS PRESOS DE TEXAS

(Discurso. 31 de mayo de 1914. (Fragmento)

"CAMARADAS:

El hombre es libre, verdaderamente libre, cuando no necesita alquilar sus brazos a nadie para poder llevarse a la boca un pedazo de pan.

Esta libertad se consigue solamente de un modo: tomando resueltamente, sin miedo, la tierra, la maquinaria, y los medios de transporte para que sean propiedad de todos, hombres y mujeres.

Esto no se conseguirá encumbrando a nadie a la presidencia de la república: pues el gobierno cualquiera que sea su forma –republicano o monárquico-, no puede estar jamás del lado del pueblo.

El gobierno tiene por misión cuidar los intereses de los ricos.

En miles de años no se ha dado un solo caso en que un gobierno haya puesto la mano sobre los bienes de los ricos para entregarlos a los pobres.

Por el contrario, dondequiera se ha visto y se ve que el gobierno hace uso de la fuerza para reprimir cualquier intento del pobre para obtener una mejora en su situación.

Acordaos de Río Blanco, acordaos de Cananea, donde las balas de los soldados del gobiernos ahogaron, en las gargantas de los proletarios, las voces que pedían pan.

Acordaos de Papantla, acordaos de Juchitán, acordaos del Yaqui, donde la metralla y la fusilería del gobierno diezmaron a los enérgicos habitantes que se negaban entregar a los ricos las tierras que les daban la subsistencia.

Esto debe serviros de experiencia para no confiar a nadie la obra de vuestra libertad y vuestro bienestar.

Aprended de los nobles proletarios del sur de México.

Ellos no esperan a que se encumbre un nuevo tirano para que se mitigue el hambre.

Valerosos y altivos, no piden: toman.

Ante la compañera y los niños que piden pan, no espera que un Carranza o un Villa suban a la presidencia y les dé lo que necesitan, sino que valerosos y altivos, con el fusil en la mano y el esplendor del incendio, arrancan a la burguesía orgullosa la vida y la riqueza.

Ellos no esperan a que un caudillo se encarame para que les dé de comer.

Inteligentes y dignos, destruyen los títulos de propiedad, echan abajo los cercados y ponen la fecunda mano sobre la tierra libre.

Pedir es de cobardes; tomar es obra de hombres.

De rodillas se puede llegar a la muerte, no a la vida ¡Pongámonos de pies!

Pongámonos de pie, y con la pala que ahora sirve para amontonar el oro a nuestros patrones, abrámosles el cráneo en dos y con la hoz que troncha débiles espigas cortemos las cabezas de burgueses y tiranos.

Y sobre los escombros de su sistema maldito, clavemos nuestra bandera de los pobres, el grito formidable de ¡Tierra y Libertad!

Ya no elevemos a nadie: ¡subamos todos!

Ya no colguemos medallas ni cruces del pecho de nuestros jefes: si ellos quieren tener adornos, adornémoslos a puñaladas.

Quienquiera que esté una pulgada arriba de nosotros es un tirano: ¡derribémosle!: ¡la bolsa o la vida!

Porque si dejamos con vida a un solo burgués, el sabrá arreglárselas de modo que ponemos tarde o temprano otra vez el pie en el pescuezo.

A poner en práctica los ideales de la suprema justicia.

Con los ideales del Partido Liberal Mexicano, un grupo de trabajadores emprendió la marcha durante un día del mes de septiembre del año pasado, en territorio del estado de Texas.

Esos hombres llevaban una gran misión, iban bien abastecidos de ideas generosas a inyectar nueva savia al espíritu de rebeldía.

Esos hombres iban a establecer un lazo de unión entre los elementos revolucionarios del sur y del centro de México, y los elementos que se han conservado puros en el norte.

Bien sabéis la suerte que corrieron esos trabajadores: dos de ellos cayeron muertos a los disparos de los esbirros del estado de Texas, antes de llegar a México, y el resto, Rangel, Alzaldem Cisneros.

Once más, se encuentran presos en aquel estado, sentenciados unos alargas penas penitenciarias.

Otros de ellos a pasar de su vida en presido, mientras sobre Raquel, Alzalde, Cisneros y otros va a caer pena de muerte.

Todos estos trabajadores honrados son inocentes del delito que se les imputa.

Sucedió que una noche, en su peregrinación hacia México, resulto muerto un sheriff

Texano llamado Candelario Ortiz, y se descargada la culpabilidad de esa muerte sobre catorce revolucionarios.

¿Quién presenció el hecho? ¡Nadie!

Nuestros compañeros se hallaban a gran distancia de donde se encontró el cadáver del esbirro.

Sin embargo, sobre ellos se trata de echar la responsabilidad de la muerte de un perro del capital, por la sencilla razón de que nuestros hermanos presos en Texas son pobres y son rebeldes.

Basta con que ellos sean miembros de la clase trabajadora y que hayan tenido la intención de cruzar la frontera para luchar por los intereses de su clase, para que el capitalismo norteamericano se les eche encima tratando de vengar en ellos la pérdida de sus negocios en México.

Si nuestros compañeros fueran carrancistas o villistas.

Si ellos hubieran tenido la intención de ir a México a poner en la silla presidencial a Villa o a Carranza, para que éstos dieran negocio a los norteamericanos, nada se les habría hecho.

Antes bien las mismas autoridades norteamericanas los habrían protegido.

Pero como son hombres dignos que quieren ver completamente libre al trabajador mexicano la burguesía norteamericana descarga sus iras sobre ellos y pide la pena de muerte, como una compensación a los perjuicios que está sufriendo en sus negocios por la revolución de los proletarios.

En cambio, los asesinos de Rincón y Lomas están libres.

La misma burguesía norteamericana, que pide la muerte de rangel y compañeros, colma de honores y de distinciones a los felones que arrancaron la vida de dos hombres honrados.

He aquí, proletarios, lo que es la justicia burguesa.

El trabajador puede morir como un perro; ¡pero no toquéis a un esbirro!

Aquí y donde quiera el trabajador no vale nada; ¡los que valen son los que nada hacen!

Las abejas dan muerte a los zánganos de las colmenas que comen, pero no producen.

Los humanos, menos inteligentes que las abejas, dan muerte a los trabajadores – que todo lo producen – para que los burgueses, los gobernantes, los polizontes y los soldados, que son los zánganos de la colmena social, puedan vivir a sus anchas, sin producir nada útil.

Esa es la justicia burguesa; esa es la maldita justicia que los revolucionarios tenemos que destruir, pésele a quien le pese y caiga quien cayere.

Mexicanos: el momento es solemne.

Ha llegado es instante de contarnos: somos millones, mientras nuestros verdugos son unos cuantos.

Disputemos de las manos de la justicia capitalista a nuestros hermanos presos en Texas.

No permitamos que la mano del verdugo ponga en sus nobles cuellos la cuerda de la horca.

Contribuyamos con dinero para los gastos de la defensa de esos mártires; agitemos la opinión en su favor.

Basta ya de crímenes cometido en personas de nuestra raza.

Las cenizas de Antonio Rodríguez no han sido esparcidas todavía por el viento, en las llanuras texanas se orea la sangre de los mexicanos.

Que se levante nuestro brazo para impedir el nuevo crimen que en la sombra prepara la burguesía norteamericana contra Rangel y compañeros.

Mexicanos: si tenéis sangre en las arterias, uníos para salvar a nuestros hermanos presos en Texas.

Al salvarlos no salvaréis a Rangel a Alzalde a Cisneros y demás trabajadores: os salvaréis vosotros mismos, porque vuestra acción servirá para que se os respete. ¿Quién se vosotros no ha recibido un ultraje en este país, por el solo hecho de ser mexicano?

¿Quién de vosotros no ha oído relatar los crímenes que a diario se cometen en personas de nuestra raza?

¿No sabéis que en el sur de este país no se permite que el mexicano se siente, en la fonda, al lado del norteamericano?

¿No habéis entrado a una barbería donde se os ha dicho, mirándonos de arriba abajo: "Aquí no se sirve a mexicanos"

¿No sabéis que los presidios de Estados Unidos están llenos de mexicanos?

¿Habéis contado siquiera, el número de mexicanos que han subido a la horca en este país o han perecido quemados por brutales multitudes de gente blanca?

Si sabéis todo esto, ayudad a salvar a vuestros hermanos de raza presos en Texas.

Contribuyamos con nuestro dinero y nuestro cerebro a salvarlos; agitemos en su favor.

Declarémonos en huelga por un día como una demostración de protesta contra la persecución de aquellos mártires, y si ni las protestas, ni defensas legales valen; si ni la agitación y la huelga produce el efecto deseado de poner a los catorce prisioneros en absoluta libertad, entonces insurreccionémonos, levantémonos en armas.

A la injusticia respondamos con la barricada y la dinamita.

Contémonos: ¡Somos millones!

¡Viva Tierra y Libertad"

(De Regeneración)

13 de junio de 1914

EL DEBER DEL REVOLUCIONARIO

"Pensemos en el porvenir: pensemos en los medios nuevos que nos ofrecen. Y aprovechémoslos.

Más, para aprovecharlos, debemos recordar que una revolución no se produce según la línea precisa trazada por un filósofo o un poeta.

La revolución se produce de cualquier modo y se desarrolla en un sentido o en toro, según la fuerza que en ella obra".

Si para hacer la revolución quisiéramos esperar a que ella comience con un preciso programa anarquista o comunista, arriesgaríamos esperar en vano.

La masa se volverá anarquista y comunista durante la revolución, después del comienzo de la revolución, no antes.

Nosotros debemos estar en todos los movimientos revolucionarios que puedan conducir a una revolución, y trabajar para que los acontecimientos no tomen otro rumbo que el que nosotros deseamos".

Enrique Malatesta.

"Hacemos nuestra opinión de Malatesta.

Además los miembros del Partido Liberal Mexicano no nos conformamos con esperar a que comenzara la revolución mexicana, sino que la forzamos, la precipitamos para tener la oportunidad de encauzarla con la acción y con la palabra hacia el comunismo anárquico.

El número de compañeros que han luchado actualmente en México es la prueba de lo que decimos.

Los miembros del Partido Liberal Mexicano, a pesan de las insurrecciones de que fuimos víctimas desde 1892, y de los asesinatos oficiales cometidos en buen número de los nuestros.

Bien sabido es que Porfirio Díaz dominó al pueblo mexicano con mano de hierro.

Venimos inyectando a las masa populares el espíritu de rebeldía que hoy se muestra lozano y gallardo en México.

Hicimos todo lo que pudimos por sacudir al pueblo, por hacerlo rebelde, e iniciamos las insurrecciones de septiembre de 1906 y junio de 1908, antecedentes del tremendo movimiento que comenzó el 2º de noviembre de 1910 y que todavía no termina, a pesar de que cayó un presidente: Porfirio Díaz, y han escalado al Poder sucesivamente otros tres: Francisco L. De la Barra, Francisco I. Madero y Victoriano Huerta.

Naturalmente, como con claro talento opina Malatesta, no comenzamos la revolución con un preciso programa comunista o anarquista.

Ha sido durante el grandioso Movimiento cuando los miembros del Partido Liberal Mexicano nos hemos esforzado y nos estamos esforzando, y seguiremos esforzándonos por encauzar al movimiento revolucionario mexicano hacia el comunismo anárquico.

Como lo demuestran los actos de los compañeros en el campo de la acción.

Como lo prueba la propaganda que con la palabra y con los impresos hacen los miembros del Partido, y como lo prueba la propaganda que hace REGENERACIÓN.

Además el manifiesto del 23 de septiembre de 1911, expedido por la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, es un programa de lucha contra el Capital, la Autoridad y el Clero, y de reconstrucción social sobre las sólidas bases del comunismo anarquista.

Muchos de los nuestros han muerto en las terribles contiendas: Guerrero, Berthold, Pesqueira, la gran anarquista Margarita Ortega, Stanley Ulibarri, Jiménez, Orozco, Tanguma, Cardoza, Fuertes, Sánchez, Guerra Chico, Pérez, Peña, Cortés, Rincón, Lomas, Villalobos.

Y cientos más que no mencionamos para no hacer interminable lista de los mártires que han caído envueltos en la bandera Roja de Tierra y Libertad.

Todos esos miembros del Partido Liberal Mexicano tomaron parte en el movimiento revolucionario que convulsiona actualmente a México, para poner en práctica lo que tan sabiamente aconseja Malatesta:

"Nosotros debemos estar es todos los movimientos revolucionarios que puedan conducir a una revolución.

Y trabajar para que los acontecimientos no tomen otro rumbo que el que nosotros deseamos".

Otros muchos compañeros siguen tomando parte en el movimiento revolucionario convencidos de que "la masa se volverá anarquista y comunista durante la revolución, después del comienzo de Revolución" como opina Malatesta.

Los resultados obtenidos hasta el presente hacen abrigar la risueña esperanza de ver muy pronto derrumbarse en México el sistema capitalista y autoritario.

Las operaciones actuales de los miembros del Partido Liberal Mexicano se extienden desde Sonora y Chihuahua, en el norte, hasta el Sur de México.

En Sonora, Juan F. Montero encabeza el movimiento de la región del Yaqui, donde los habitantes insurreccionados se encuentran en posesión de Bácum, Pótam, Cócorit, Torin y otros pueblos, en lo que se ondea la bandera roja de Tierra y Libertad y han tomado posesión de las tierras comprendidas entre los ríos Yaqui y Mayo.

El número de rebeldes armados es esta región es de más de seis mil.

En Durango, Domingo y Benjamín Arrieta, siguiendo los principios del Partido Liberal Mexicano han entregado la tierra a los habitantes de las regiones que ocupan sus fuerzas, las que numeran no menos de cinco mil combatientes.

En la región de Santa Rosalía, Estado de Chihuahua, los hermanos Epitacio y Cruz Treviño, con mil trabajadores, luchan de acuerdo a los principios del Partido Liberal Mexicano.

En el Estado de San Luís Potosí , y extendiendo su actividad hasta el Estado de Zacatecas, los rebeldes, Enrique Gaitán, Alberto Núñez y otros, ponen en práctica los ideales del Partido Liberal Mexicano.

En los Estado de México, Michoacán, Guanajuato, Guerrero, Jalisco, Colima, operan Enrique Ortiz, los seis hermanos Pantoja, Próspero Espinosa y otros, que propagan sin cesar los ideales del Partido Liberal Mexicano.

Teniendo la costumbre esos compañeros de llevar consigo oradores que dirigen la palabra al pueblo.

Al tomar alguna población, leen al pueblo el Manifiesto del 23 de Septiembre de 1911, y enseguida los invitan a tomar la tierra, la maquinaria, los medios de transportación y los efectos almacenados en tiendas, trojes, bodegas, etcétera, para beneficio de todos, hombre y mujeres.

En el Estado de Guerrero Jesús H, Salgado practica la expropiación en beneficio de todos y sigue los principios del Partido Liberal Mexicano.

En los Estados de Morelos, Puebla, Oaxaca, y en el resto del país, numerosas guerrillas difunden las ideas de emancipación económica, política y social del proletariado, como están expresadas en el Manifiesto del 23 de septiembre de 1911.

Esta es la fuerza moral y física que obra en el seno del tiburón revolucionario, como el fermento que tendrá como resultado la destrucción definitiva del presente sistema, y la formación de la nueva sociedad de los libres y de los iguales.

El deber de los verdaderos revolucionarios del mundo entero es ayudar, con todas sus fuerzas al movimiento mexicano, siguiendo así al pie de la letra las sabias palabras de Enrique Malatesta.

¡Adelante!"

De Regeneración)

26 de julio de 1914

NO MÁS GOBIERNO

"Los hombres pueden tener buenas intenciones antes de ser gobernantes, pero es muy difícil que las conserven al alcanzar el Poder, y es imposible que siga teniéndolas mientras son gobernantes.

Para alcanzar el Poder es indispensable que el candidato entre en componendas con los enemigos de su partido, de manera de asegurar su lección, ofreciéndoles beneficios que solamente pueden ser otorgados sacrificando los ideales.

Llega, pues, el hombre al Poder sin nada de lo que le valió el favor de sus conciudadanos, y dispuesto a hacer simplemente todo aquello que le asegure la permanencia en el puesto codiciado.

Si, por una mera casualidad, el hombre ha podido elevarse sin contraer compromisos con los contrarios, y, por lo mismo, conserva intactas las intenciones que tenía cuando ofreció hacer el bien del pueblo, esas intenciones morirán en su pecho una por una antes de comenzar a ponérselas en práctica.

Una vez en el Poder se verá rodeado de individuos poderosos por su riqueza, su influencia, su talento, su sabiduría, y por políticos astutos que saben darse mañas por estar bien con todos los gobiernos, hombres que van al sol que nace, dispuestos a cambiar de chaqueta todos los días si es necesario, para sus fines egoístas.

En un medio así, el hombre que antes se codeaba con el pueblo, lo olvida, mareado por el incienso de los aduladores, agasajado por hombres distinguidos y mujeres de alto rango social, en contacto continuo con diplomáticos y demás polilla dorada de la política internacional, llega a creer que es un hombre mejor que los demás hombres, se siente superior o se hace tirano como cualquier otro gobernante.

Los proyectos que tenía en la cabeza para librar de la tiranía al pueblo le sirven de risa, los considera irrealizables, atentatorios a los derechos adquiridos, monstruosos, criminales.

Una nueva manera de ver las cosas se desarrolla ante él.

Antes veía las cosas de abajo para arriba.

Ahora ve las cosas de arriba para abajo.

Su psicología es distinta.

Antes sentía y pensaba como parte integrante de la gran masa que compone la nación.

Ahora se siente desligado de esa masa, se cree mejor que esa masa, se imagina superior a esa masa.

Como ya no está en contacto con el pueblo, no ve en él sino el rebaño que hay que arrear, al hatajo que hay que hacer marchar por los caminos trillados que antes combatiera con toda su fuerza y toda su energía.

Sus nuevos amigos le parecen mejores, pues le proporcionan una mayor suma de placeres y de refinamientos que hacen amable la vida.

La historia no registra en sus páginas el nombre de un gobernante que seriamente se haya preocupado por salvar al pueblo de la miseria y de la tiranía.

La historia de al humanidad cuenta ya varios miles de años.

Por ella sabemos que el gobernante, el rico y el sacerdote, como cualquier religión, han sido los aliados inseparables, confabulados en todos los tiempos para tener al pueblo en la esclavitud.

No nos hagamos, pues, mexicanos, la ilusión de que un hombre barbón es mejor que un lampiño para gobernaros.

¡Ninguno es bueno! Lo mejor es no tener a nadie encima de nuestros hombros.

Lo mejor es guiarnos por nosotros mismos.

Pensar y resolver las cosas con nuestras propias cabezas.

Si confiáis en que Carranza os hará libres y felices no sé ya ni que pensar de vosotros, proletarios, porque eso significaría que las lecciones de la experiencia no han podido destruir ese vicio inyectado por vuestros opresores, que consiste en considerar que el hombre solo puede vivir bajo la férula de un hombre.

Comprended, hermanos de cadenas, que el principio de autoridad vive en el cerebro de los humildes, por que han sido sus mismos verdugos los que les han inculcado ese error.

Está a la mano el momento de prueba.

Huerta marcha hacia otros países y de nuevo ambicioso se prepara a ocupar su puesto.

Si queréis tener más gobiernos, os someteréis y con vuestra sumisión la verdadera Revolución, la que quiere hacer tabla rasa de tiranos y explotadores, morirá aplastada por vuestra indiferencia.

Pero si, por el contrario, obrando como verdaderos trabajadores, como hombres que saben que la riqueza social ha sido hecho por vosotros y, por lo mismo, sólo vosotros tenéis derecho a disfrutarla, os levantáis para sostener a vuestros hermanos que continúan con las armas en la mano.

Entonces mereceréis el aplauso de todos los hombres inteligentes del mundo y podréis decir orgullosos: En México la institución llamada Autoridad es cosa del pasado, porque allí hay HOMBRES".

(De Regeneración)

1914 (sin fecha exacta)

LAS ELECCIONES

"Carranza ha señalado el día primero de Octubre próximo para la reunión de la turba de jefes constitucionalistas en la ciudad de México.

Esa reunión de militares tendrá por objeto el que se designe una persona que funja de presidente provisional, para que éste convoque al pueblo a elecciones generales para presidente de la república, magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, diputados y senadores al Congreso de la Unión.

Con lo que la maquinaria gubernamental quedará lista para continuar oprimiendo al pueblo de una manera legal.

¿Qué gana el proletariado con el hecho de depositar en las urnas una boleta electoral en la que ha puesto el nombre de la persona que ha de formar parte del gobierno?

En su casa no habrá más pan por el mero hecho de que elija a Carranza o a cualquier otro hombre; ni su compañera, ni sus hijos podrán usar vestidos limpios y confortables.

El gobierno no da pan; lo quita.

El gobierno no imparte justicia; la niega con su sola existencia.

El Gobierno no es garantía de paz y fraternidad, sino el sostenedor de un sistema que hace posible que el fuerte, el astuto, el inteligente, estén por encima del débil, del ignorante, del tonto, y por lo mismo, en lugar de ser fuente de paz y de fraternidad el gobierno es fuente de la injusticia, del odios, de la guerra entre los seres humanos.

El trabajador que empuña una boleta electoral es digno de lástima, porque el mismo se nombra sus verdugos.

Él mismo fabrica el látigo que ha de cruzarle el rostro, él mismo permite que perdure este sistema infame en que para darse una vida regalada, es preciso tener bajo los pies a los débiles, a los ignorantes y a los tontos.

Mexicanos: al que ofrezca una boleta electoral, húndele un puñal en el pecho, porque te hace objeto de un escarnio, porque quiere que tú mismo designes al verdugo que ha de tenerte en la esclavitud. Así pues, a afilar los puñales".

(De Regeneración)

 

Humberto Escobedo Cetina

(Recopilador)

Partes: 1, 2
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