- Tomemos la riqueza
- Dentro de la ley y el orden
- Sin jefes
- Sin autoridad
- Sin gobierno
- Por la patria
- La intervención y los presos de Texas
- El deber del revolucionario
- No más gobierno
- Las elecciones
31 de Enero de 1914
TOMEMOS LA RIQUEZA
"El porvenir revolucionario de México es más brillante cada día, Las tendencias del movimiento son cada vez más preciosas.
Al principio, el pueblo oprimido se levantó en armas, cansado de sufrir la tiranía del cacique y del patrón: pero fue en la generalidad de los rebeldes un acto ciego ya que, sintiendo en el cuello la presión de una mano estranguladora, emplea puños, uñas y dientes para salvarse de la asfixia.
Fue el movimiento del que, rodando por una pendiente, se aferra al primer ramaje con que tropiezan sus manos.
El movimiento causado por desesperación pudo haber terminado en una nueva tiranía, en un vulgar cambio de gobernantes, si la propaganda y ejemplo de los revolucionarios conscientes no hubiera logrado concretar en una aspiración común el ansia de libertad y de bienestar que animaba al pueblo.
Esa aspiración común es la abolición de la propiedad individual de la tierra.
Por eso ahora el proletario que tiene un fusil en las manos, aunque milite bajo las banderas de Zapata, Vázquez Gómez o Carranza, tiene una aspiración común: la toma de posesión de la tierra.
La propaganda y el ejemplo de los libertarios del Partido Liberal Mexicano han producido ese saludable efecto, y los revolucionarios sinceros debemos sentirnos satisfechos del resultado.
La sangre de la Práxedis, de Ulibarri, de Tanguma, de Pérez Peña. De Rincón y de tantos miles de los nuestros no, ha sido regada en vano.
El sacrificio de los buenos no ha sido estéril, y esto debe servirnos de estímulo para redoblar nuestros esfuerzos, hasta lograr que la aspiración común no sea solamente la toma de posesión de la tierra, de la maquinaria y de los medios de transporte, sino la abolición del principio de autoridad
Pues mientras la autoridad exista serán un sueño la libertad económica, política y social del proletariado, como lo explicamos en nuestro Manifiesto del 23 de septiembre de 1911.
Debemos llevar al cerebro de todos los desheredados la convicción de que ningún Gobierno puede conducir al pueblo a la libertad, porque el gobierno es una institución necesaria para defender los intereses de la clase capitalista.
El Gobierno es el enemigo natural lógico de la clase trabajadora.
El interés del capitalista es aumentar sus ganancias, y no puede aumentarlas sin robar al trabajador el producto de su trabajo.
El capitalista no podría efectuar ese robo sin el auxilio de la autoridad, y es por eso por lo que la sostiene.
Los desheredados, los pobres, no tenemos necesidad alguna de autoridad, y debemos luchar por aniquilarla, considerándola como lo que en realidad es: el perro del capital
Cuando logremos llevar a la conciencia de los que luchan bajo las banderas políticas, la convicción de que la autoridad significa tiranía: de que los proletarios no debemos esperar nada del Gobierno, como no sea opresión y miseria.
Cuando al empuñar el fusil del proletario se haga el propósito de tomar por si mismo posesión de la tierra, de la maquinaria y de los medios de transporte, sin esperar a que un gobernante bueno le haga el favor, entonces la revolución social habrá sido consumada.
Acerquémonos ese instante, hermanos de infortunios; desconozcamos a todos los jefes; hagámonos el propósito firmísimo de arreglar nuestros asuntos por nosotros mismos.
No esperemos a que nos hagan el favor de darnos lo que nos pertenece.
Como hombres, pongamos nuestras manos sobre lo que siglos de ignorancia y de cobardía habían permitido que estuvieran en poder de nuestros verdugos: la riqueza".
(De Regeneración)
14 de febrero de 1914
DENTRO DE LA LEY Y EL ORDEN
"Proletario: si alguien, quienquiera que él sea, te dice que tu emancipación puede ser alcanzada dentro de la ley y el orden, escúpele el rostro con la seguridad de que habrás castigado a un embustero.
Dentro de la ley y el orden puedes ir a la esclavitud, nunca a la libertad.
Es practicando la ilegalidad; es transformando lo que la ley llama orden como se conquista la emancipación.
Y no puede ser de otra manera: la ley obliga a que respetemos las instituciones políticas y sociales que nosotros creemos malas, porque de ellas se derivan la pobreza, el crimen y la esclavitud.
Si queremos, pues, cambiar esas instituciones políticas y sociales que nos esclavizan, por otras que garanticen nuestra libertad y nuestra felicidad, tenemos forzosamente que desobedecer el mandato de la ley que nos obliga a respetar las instituciones existentes, y esa desobediencia trastorna el orden.
Por eso todo revolucionario sincero, honrado y valiente debe ser un ilegal.
El revolucionario que proclama respetar la ley y el orden es un farsante.
O se es legalista, y entonces, ya que confundirse con la masa de carneros que sufren con paciencia todas las humillaciones
del actual sistema, o se es ilegalista, irrespetuoso, desobediente, revolucionario.
Nosotros los revolucionarios vamos contra el capital, el gobierno y el clero que forman las instituciones políticas y sociales que la ley ampara.
¿Podríamos demoler esas instituciones sin tropezar siquiera con la ley? Claro está que no.
Porque la ley claramente ordena que la respetemos y, cualquier atentado que cometamos contra ellas es un crimen.
Así pues, si no queremos cometer ese crimen, seremos legalistas, pero no revolucionarios, aunque a voz en cuello gritemos que somos esto último.
Si respetamos la ley y el orden seremos muy buenos borregos, pero muy malos revolucionarios.
A escupir el rostro de los llamados revolucionarios que respetan la ley y el orden".
(De Regeneración)
28 de febrero de 1914
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