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Discriminación de los inmigrantes en el trabajo

Enviado por Colectivo Ioé


     

    PRESENTACIÓN

    En los últimos años Colectivo Ioé ha realizado varios estudios sobre la situación de los inmigrantes en el mercado de trabajo1 y hemos tenido ocasión de intervenir en diversos programas transnacionales sobre la discriminación laboral de las personas de origen extranjero2.

    Se trata de un hecho social que ha sido objeto de abundantes investigaciones en países con mayor tradición migratoria y que en España ha comenzado a ser abordado en los últimos años. Nuestra intención es ofrecer algunas pistas para delimitar conceptualmente el tema y tratar de comprender los complejos mecanismos que están detrás de la xenofobia y el racismo en el trabajo3.

    La primera reflexión va a girar en torno a la lógica de la discriminación y a su contrapunto, el trato igualitario. Profundizaremos en la relación existente entre los dos polos del proceso discriminatorio y, en especial, trataremos de comprender las motivaciones, juicios o prejuicios del polo activo discriminante. Del mismo modo, convendrá determinar cuáles son las claves de unas relaciones sociales igualitarias. Después abordaremos las dos causas fundamentales de la discriminación étnica en el trabajo: ser extranjeros, es decir, portadores de una diferencia nacional–cultural con los autóctonos (diferencia que varía sustancialmente según la nacionalidad); y ser asalariados, lo que remite a una relaciones de clase que pueden implicar diversos grados de explotación. En el último apartado haremos una valoración general del "racismo en el trabajo" como el resultado de una relación de poder en la que diversos factores –institucionales, económicos e ideológicos– determinan que una parte de los inmigrantes apenas tenga poder de negociación para reclamar sus derechos y, en consecuencia, sea fácil objeto de explotación económica y segregación social.

     

    1. LA LÓGICA DE LA DISCRIMINACIÓN

    Entendemos por discriminación cualquier postergación, segregación o minusvaloración que un grupo ejerce sobre otro cuando tal proceso excluyente viene asociado a una diferencia entre ambos colectivos. Las personas particulares son discriminadas, al margen de sus valores y comportamientos individuales, por su adscripción a tales grupos marcados por esa diferencia4.

    La discriminación tiene lugar entre dos polos asimétricos: el grupo discriminante –activo, dominante– y el grupo discriminado –pasivo, dominado–. Implica, por tanto, una práctica de poder que produce un estatus de inferioridad en las víctimas de la discriminación. Cuando la relación entre las partes se produce en pié de igualdad, no de dominación, cabe hablar de confrontación o competitividad, no de exclusión de un grupo sobre otro.

    Las diferencias entre las personas, en principio, no son las que producen desigualdad sino los mecanismos de exclusión asociados a esas diferencias. Tales mecanismos de exclusión se refieren tanto a las prácticas discriminantes como a las actitudes y discursos que legitiman la dominación. Podemos establecer el siguiente esquema:

     

    Cualquier diferencia puede desencadenar un proceso discriminatorio. En el caso de la discriminación que padecen los inmigrantes, concurren principalmente cinco diferencias5: 1) La nacionalidad: documentación que acredita ser ciudadano o no del estado en cuyo territorio se reside. Cabe el estatus de doble nacionalidad y también la acreditación como extranjero con permiso de residencia (y/o permiso de trabajo), que da acceso a una parte de los derechos correspondientes a los nacionales. La mayor discriminación se produce en relación a los inmigrantes indocumentados.

    2) La cultura: sistema de valores, símbolos y prácticas (donde se incluyen la lengua, las tradiciones, las creencias, etc.) que contribuye a conferir una cierta identidad social a sus adherentes. La discriminación se produce en relación a las culturas minoritarias cuando la mayoritaria se siente superior a aquellas, o bien si considera que su presencia puede contaminar o debilitar la cohesión social que proporciona la cultura dominante. En el caso de España, por ejemplo, la cultura gitana ha sido tradicionalmente discriminada y también lo es con frecuencia la cultura islámica.

    3) El fenotipo: diferencias en la imagen corporal como el color de la piel, la forma de los ojos u otros rasgos físicos. El caso más frecuente de este tipo de discriminación se produce en relación a las personas de piel negra pero también aparece hacia los individuos de tez morena (magrebíes, indios americanos…), de ojos rasgados (asiáticos), etc.

    4) La posición económica: las diferencias de acceso, condiciones de trabajo y participación en la renta están en el origen de diversas formas de discriminación económica y laboral, que afectan también a los extranjeros: no se discrimina, desde este punto de vista, a los inmigrantes "cualificados" que ocupan buenos empleos en empresas solventes sino a los que se buscan la vida alternando empleos precarios y temporadas en paro.

    5) El género: como la diferencia anterior, atraviesa a todos los colectivos, siendo en este caso la mujer la destinataria habitual de diversas formas de discriminación. "La importancia que tienen las relaciones de género en la caracterización de los flujos migratorios depende de lo relevante que sea el sistema de género en la definición de una sociedad dada"6, ya sea en el país de origen o en el de destino.

    En principio, las anteriores diferencias no tienen por qué conllevar discriminación; es más, pueden ser fuente de un intercambio enriquecedor (por ejemplo, evidentemente, entre los sexos pero también entre las naciones, las culturas y las diversas posiciones económicas) o bien, simplemente, ser aceptadas como asuntos irrelevantes para la convivencia y el mutuo reconocimiento (caso del color de la piel o los rasgos faciales). La cuestión es por qué estas diferencias dan lugar en algunas circunstancias a procesos discriminatorios, es decir, son vividas en confrontación y desde una relación de poder entre las partes.

    Nuestra respuesta a esta cuestión consiste en invertir la dirección de tales procesos. No son las diferencias las que están en el origen de la discriminación sino, más bien, al revés: las relaciones preexistentes de poder y desigualdad son las que desencadenan un clima de confrontación que utiliza las diferencias como excusa o coartada para ejercer el dominio.

    Tales desigualdades, a su vez, se suelen mover en un doble plano, material y/o simbólico, que se refuerzan mutuamente y dan lugar a las actitudes y prácticas discriminatorias (directas o indirectas). Por ejemplo, la discriminación sexual se intenta justificar desde la ideología del patriarcado, la discriminación de los inmigrantes desde el nacionalismo (ideología de la preferencia nacional), la discriminación cultural desde una supuesta superioridad de la "modernidad" occidental (eurocentrismo), la discriminación étnica desde un supuesto racismo biológico (primacía de la raza blanca) y la discriminación laboral desde el liberalismo económico (ideología del libre mercado).

    Las cinco diferencias apuntadas, con frecuencia combinadas entre sí, suelen estar presentes en la discriminación que padecen los hombres y las mujeres inmigrantes. Si se resaltan y contraponen esas diferencias, se construyen rápidamente discursos racistas; pero si esas mismas diferencias se relativizan y dan lugar a un intercambio mutuamente enriquecedor, se construyen también discursos universalistas y solidarios.

     

    2. LA DISCRIMINACIÓN BASADA EN LA DIFERENCIA NACIONAL–CULTURAL

    La reflexión que se viene realizando en Europa en torno al rechazo a los inmigrantes se suele englobar bajo el concepto de "racismo". Sin embargo, esta palabra no se utiliza en su acepción estricta7 sino en un sentido más amplio –equivalente a xenofobia–, y sirve para designar un conjunto de comportamientos discriminatorios que no siempre tienen un referente físicobiológico.

    De hecho, varios autores sostienen que hoy predomina un "nuevo racismo" que no habla de razas sino de culturas y que, bajo el pretexto de defender la diversidad cultural, predica la separación entre ellas (cada uno en su país) o bien la segregación en guetos de los diferentes8.

    En este caso "los otros" son ciertos colectivos a los que se atribuyen determinadas características (nacionalidad, etnia, cultura, etc.) que permiten configurarlos, no sólo como diferentes, sino como inferiores en algún sentido.

    El objetivo preferente de ese racismo sin razas al que aludimos son precisamente los inmigrantes. Sin embargo, la inmigración es un objeto ilusorio del racismo, pues éste incluye a varios colectivos autóctonos, como las minorías étnicas con problemas de integración social o los descendientes de inmigrantes nacidos en España, y deja fuera a una gran parte de los extranjeros, como los procedentes de países más desarrollados que España9, o los políticos y profesionales de alto nivel procedentes de cualquier país que trabajan en empresas multinacionales o pertenecen al cuerpo diplomático, etc.

    Siguiendo el hilo argumental del apartado anterior, la discriminación de los "inmigrantes" supone resaltar lo "diferente" de dicho colectivo en relación al polo discriminante (los autóctonos); de ahí que pueda ser una trampa el simple hecho de categorizar a ese colectivo por algunos rasgos diferenciadores que no dejan de ser circunstanciales en sus vidas (haber nacido en otra parte, no tener en regla un expediente administrativo, profesar otra religión o, simplemente, ser moreno o tener los ojos rasgados). Los discursos igualitarios, en cambio, relativizan las diferencias y resaltan lo que tienen en común las personas, como base para una convivencia pacífica y un intercambio enriquecedor.

    Las nuevas formas de racismo están ya lejos del racismo biológico pero eso no obsta para que subrayen las diferencias que presentan los extranjeros y las carguen de profundidad, como si demarcaran en dichas personas una naturaleza diferente cuya convivencia con los españoles estaría llena de riesgos. En consecuencia, los inmigrantes son calificados como intrusos si pretenden competir con los españoles en pié de igualdad, en derechos laborales, sociales o políticos. Asimismo, la cohesión social de la cultura autóctona se encontraría amenazada por la entrada incontrolada de esos "nuevos bárbaros" que acceden a España ilegalmente y no respetan las costumbres locales.

    Las categorías de "nacionalidad" y "cultura", con frecuencia combinadas entre sí, son actualmente los principales referentes a partir de los cuales se construye la discriminación étnica; no obstante, tal discriminación se refuerza extraordinariamente si concurren otras diferencias –en especial, la clase y el género. Aquí nos vamos a centras en las dos primeras categorías que son las más específicas de la inmigración.

    La discriminación inicial de los inmigrantes se apoya, en primer lugar, en la soberanía del estado–nación que tiene la prerrogativa de controlar las fronteras (sólo deben entrar los imprescindibles) y adoptar aquellas políticas que sean más eficaces para asegurar la integración de los extranjeros residentes en las pautas y normas el país. En estas condiciones, la presencia de inmigrantes puede ser valorada positivamente siempre que adopten una posición subordinada en lo político (derechos limitados en relación a los autóctonos) y un papel complementario en lo laboral (por ejemplo, en oficios precarios donde es escasa la oferta de mano obra, como empleados de hogar internos, temporeros del campo, peones de la construcción, etc.).

    En países como España, los estados–nación han sido históricamente un dispositivo fundamental para asegurar la cohesión y armonización política de las diferencias sociales. Sin embargo, el recurso a la común identidad nacional (variable a lo largo del tiempo) se ha obtenido al alto precio de aplanar las diferencias entre los autóctonos y provocar la exclusión de aquellos colectivos que se alejaban del modelo normativo estatal. Al interior de cada Estado se establece una línea divisoria entre nacionales y extranjeros que tiene dos componentes, uno jurídico–político y otro ideológico: • En el ámbito jurídico, mientras los autóctonos son por principio y para toda la vida ciudadanos de derecho, los extranjeros están sometidos a diversas restricciones. La residencia es un don o permiso graciable del estado que se establece en base a condiciones precisas, como el sistema de cupos, y es revocable (incluso si se procede a la "nacionalización" del extranjero). Las políticas de inmigración varían según los países oscilando entre la segregación, la asimilación y la convivencia intercultural10. La forma de segregación más patente es mantener a los inmigrantes fuera de la ley11, pero hay otras formas de segregación ordenada de los inmigrantes –o de una parte de ellos– como la política suiza de inmigrantes temporeros (permisos inferiores a nueve meses), figura legal que acaba de introducirse en España en 1999.

    • A nivel ideológico, la nacionalidad introduce una discontinuidad entre autóctonos e inmigrantes que deriva frecuentemente en actitudes de prevención y xenofobia. No obstante, aunque los estados–nación siguen siendo un foco central de los debates políticos y su fuerza ideológica se demuestra con el surgimiento del nacionalismo en muchas áreas del planeta, existen otros factores que reducen su funcionalidad y significación como referente de identidad colectiva: por una parte, el tradicional sentimiento de unidad de la clase trabajadora (el "internacionalismo obrero") o la defensa más reciente de la universalidad de los derechos humanos; por otra, la mundialización de la economía y la creciente circulación de capitales, mercancías y personas entre los países. La conjunción de estos factores pone en crisis el modelo tradicional de identidad nacional y favorece la aparición de nuevas formas de gestión política, más basadas en la territorialidad (la ciudadanía) y la aceptación del pluralismo cultural. En particular, el debate sobre las relaciones entre nacionalidad y ciudadanía se ha desarrollado ampliamente en los últimos años12.

    En segundo lugar, los símbolos, valores y prácticas que constituyen el ámbito de lo que se denomina "cultura" presentan una notable complejidad que ha de tenerse en cuenta al analizar la relación que se produce cuando varias tradiciones culturales convergen entre sí. Con demasiada frecuencia se habla de "culturas de origen" y "cultura autóctona" como si tales unidades fueran homogéneas ad intra y heterogéneas ad extra. Sin embargo, el análisis de las culturas muestra que existen importantes divergencias al interior de cada una de ellas y también bastantes elementos comunes entre culturas aparentemente diferentes.

    En el caso de España, por ejemplo, la historia de los últimos siglos podría abordarse como resultado de la tensión existente entre los esfuerzos desarrollados por uniformar el mundo normativo y de valores de la población, y las resistencias a esa homogeneización. Resistencias que se manifestaron unas veces como conflictos entre clases sociales (las "dos Españas" que desembocaron en la guerra civil de 1936–39) y otras como reivindicaciones nacionalistas (en especial el caso vasco) o derechos de las minorías (cultura gitana). En la actualidad, con muchas dificultades, comienza a abrirse camino otra concepción que, no sólo reconoce la pluralidad cultural de España sino que afirma el valor positivo de tal circunstancia.

    Las políticas de integración de los inmigrantes se orientan frecuentemente a procurar su integración en las pautas y patrones culturales y de comportamiento que prevalecen en el país receptor. Sea porque se desconocen las diferencias de los inmigrantes o porque positivamente se las rechaza, el resultado es que se lleva a cabo una política de asimilación a la cultura dominante. Como venía ocurriendo con muchas minorías y movimientos de resistencia del propio país, y con el pretexto de un trato igualitario para todos, el rodillo de las normas y criterios establecidos homogéneamente por el Estado (a través del sistema educativo, los medios de comunicación, el trato de favor a la confesión religiosa mayoritaria, las pautas familiares propias, etc.) tiene por efecto discriminar las culturas diferentes13. Algunas tendencias de la política migratoria, no obstante, se orientan a respetar y cultivar la convivencia intercultural, tal como es habitual en otros países, como Australia y Canadá. En particular la nueva ley de extranjería aprobada en enero de 2000 representaba un avance en el reconocimiento de derechos de los inmigrantes, si se la compara con la ley anterior de 1985. Sin embargo, esta ley –antes de ser aplicada mediante el correspondiente reglamento– ha sido cuestionada por el gobierno del Partido Popular, con mayoría absoluta en el parlamento, que ya ha iniciado la tramitación de una nueva ley de inmigración con contenidos más restrictivos. Por otra parte, los procesos de mundialización afectan también a la relación entre las culturas, lo que hace cada vez menos funcional el enfoque centralista y asimilacionista de la gestión pública14.

     

    3. LA DISCRIMINACIÓN DE LOS INMIGRANTES EN CUANTO TRABAJADORES

    Las diferencias de clase o posición socioeconómica constituyen, en nuestra opinión, el principal factor de desigualdad y exclusión en las sociedades modernas, hasta el punto de que las otras diferencias a las que hemos aludido quedan sustancialmente amortiguadas cuando se refieren a sujetos económicamente bien situados. Por el contrario, se segrega socialmente a individuos "blancos" en paro aunque pertenezcan a la propia cultura y nacionalidad. La discriminación laboral de los inmigrantes no se dirige, como ya hemos avanzado, hacia los que tienen una alta posición económica sino hacia los que se buscan la vida en empleos precarios.

    En este sentido, la discriminación laboral, como característica propia del mercado de trabajo español, es una realidad previa que no se identifica con la discriminación étnica pero con frecuencia ésta sirve para reforzar aquélla.

    Las condiciones de trabajo de los españoles presentan un cuadro extraordinariamente diverso y polarizado, tanto desde el punto de vista del acceso e implicación en la actividad económica como si consideramos su grado de participación en la renta producida. Junto a los gestores de la propiedad y los empleados con contrato estable y posibilidades de promoción laboral, se sitúan los trabajadores precarios donde se incluye una amplia reserva de trabajadores sin empleo fijo, que oscila entre la contratación temporal y el paro (3.6 y 2.5 millones respectivamente, al finalizar 1999). Evidentemente a estas categorías de la Encuesta de Población Activa habría que añadir el empleo sumergido15 y el paro encubierto16, que estimamos en 3 y 2 millones respectivamente. Según esto, existe un grado elevado de discriminación y exclusión en el mercado de trabajo español que afecta, teniendo en cuenta los solapamientos entre las diversas fuentes, a unos 10 millones de personas.

    Si las diferencias las contemplamos en función de la participación en la renta producida, las desigualdades son también muy elevadas. El beneficio contable de las empresas equivale a la suma de los salarios acumulados de todos los trabajadores17. En cuanto a los salarios, que constituyen la principal fuente de ingresos para la mayoría de las familias, las diferencias en el reparto se han incrementado en los años noventa: el 7% mejor remunerado tiene un salario medio veinte veces mayor que el 30% peor remunerado, sector este último correspondiente a cuatro millones de trabajadores cuya remuneración media se sitúa por debajo del Salario Mínimo Interprofesional que el gobierno fija para cada año18.

    En este mercado de trabajo polarizado se sitúan los inmigrantes que trabajan en España.

    Si observamos su posición en la estructura ocupacional, se puede comprobar una diversificación de situaciones todavía más acusada que la media española y que se ve potenciada por la globalización económica internacional; por otro lado, también aparecen determinados "nichos" laborales en los que su presencia es destacada. Los inmigrantes no comunitarios están ocupados más frecuentemente que los autóctonos en la agricultura, los niveles son similares en los servicios y en la construcción y bastante menores en la industria. Respecto a la media general los inmigrantes africanos destacan en agricultura y construcción; los asiáticos y latinoamericanos en los servicios y los europeos del Este en construcción e industria. Por su parte, los asalariados de países comunitarios trabajan muy frecuentemente en los servicios y en la industria. La evolución en la década de los años ‘90 muestra un incremento apreciable de los permisos en agricultura (en sentido contrario a la evolución del empleo de los españoles) y uno más moderado en los servicios, en tanto que decrecen los de la construcción y la industria.

    Los permisos de trabajo a extranjeros extra comunitarios se concentran en cinco ramas de actividad: servicio doméstico (27,2%), agroganadería (16,9%), hostelería (12,4%), construcción (8,9%) y comercio minorista (8,5%). La importancia de estas actividades se ha incrementado continuamente en la última década.

    Con el fin de conocer la posición social que ocupan los inmigrantes a partir de su inserción en el mercado laboral hemos agrupado las categorías ocupacionales para establecer tres niveles o estatus laborales: alto, medio y bajo19. A finales de 1998 el 73% de los trabajadores no comunitarios en situación regular ocupaban empleos de baja categoría, pero algo más de la cuarta parte se situaba en empleos de categoría media o alta. En el otro extremo, más de dos tercios de norteamericanos y japoneses tenía empleos de categoría alta. Por tanto, no puede afirmarse que los extranjeros ocupen de forma sistemática las peores posiciones del mercado de trabajo español. En realidad existen situaciones muy diferenciadas, que se aprecian analizando el origen de los inmigrantes: en los niveles altos predominan los trabajadores del "Primer Mundo" y en las categorías más bajas se concentran los inmigrantes del "Sur".

    Las prácticas discriminatorias por razón de nacionalidad o raza en el acceso al empleo y en la promoción interna en las empresas afectan principalmente a los inmigrantes de países más pobres que España, si bien existen pocas comprobaciones empíricas sobre esta cuestión, quizás porque los inmigrantes procedentes de países del Tercer Mundo se emplean habitualmente en ramas laborales y empresas con poca regulación y donde, por tanto, apenas existen criterios formales que permitan establecer una medición de los comportamientos. En un estudio promovido por la OIT, dirigido a comprobar las prácticas empresariales ante la mano de obra marroquí masculina en el sector no agrícola, mostró que en igualdad de condiciones los trabajadores autóctonos cuentan al menos con el triple de oportunidades de ser contratados por los empleadores. Ante personas de igual currículum, edad y disponibilidad, las preferencias de los empresarios tienden a obstruir el acceso de estos inmigrantes por el sólo hecho de su pertenencia nacional o étnica20. Además, las prácticas discriminatorias no se registran por igual en las diferentes ramas laborales: prácticamente no se detecta en la construcción, es algo mayor en la industria y máxima en el sector servicios (del que se excluyó el servicio doméstico puesto que se estudiaba sólo la mano de obra masculina). Esta circunstancia muestra la importancia de la segmentación laboral y que la existencia de oportunidades de empleo para ciertos inmigrantes (magrebíes en este caso) se reduce a medida que abandonamos ciertas ocupaciones típicas.

     

    4. A modo de balance: la discriminación como relación de poder

    ¿Qué supone la discriminación de los inmigrantes –o de un amplio sector de ellos– en la dinámica del mercado de trabajo?. De acuerdo con la teorización que hemos esbozado en los anteriores apartados, la exclusión étnica de los trabajadores se sustenta y explica a partir de una relación de poder previa en la que el polo excluyente –los empresarios– se encuentran con las manos libres para "explotar" a los inmigrantes, sobre todo en la primera fase de la trayectoria migratoria.

    Este planteamiento se contrapone a la teoría neoclásica de autores, como BECKER y WOOD21, para quienes la actitud discriminatoria de los empleadores autóctonos hacia los inmigrantes (u otras minorías) se puede comprender como una inclinación o preferencia por no dar empleo a tales personas; debido a ello, estarían dispuestos a reducir sus ingresos, es decir, sacrificar parte de sus beneficios. Según esto, la discriminación sería disfuncional para quien la ejerce, ya que limitaría sus posibilidades de oferta y demanda de trabajo. Así se llega a la conclusión de que en un mercado competitivo la discriminación sería antieconómica: las empresas cuyos costes por unidad de producción fueran más bajos, debido a que no tenían que pagar extras para compensar el sentimiento de discriminación, crecerían más rápidamente que aquellas otras en las que la discriminación estuviera presente.

    Esta conclusión optimista, según la cual suprimiendo la discriminación aumentaría la competitividad y la renta nacional, es calificada como "apresurada" por otros economistas como DOERINGER Y PIORE, para quienes la discriminación se ejerce de forma asimétrica y en régimen de monopolio por parte de quien discrimina: "la discriminación debe comprenderse como el resultado de un intento racional de los blancos por maximizar su bienestar (a costa de los negros)"22. Según la teoría de BECKER, los trabajadores discriminantes tendrían más rotación y más paro (debido a que son más selectivos que los no discriminantes) pero los estudios empíricos realizados en Estados Unidos constatan todo lo contrario: las minorías étnicas y los grupos marginales son los más vulnerables a los despidos y al paro23.

    Los teóricos de la segmentación del mercado de trabajo consideran la discriminación étnica y la discriminación sexual como dos anclajes fundamentales para la fragmentación de los trbajadores. Para GORDON, EDWARDS y REICH24, uno de los ejes que permitió segmentar a la clase trabajadora norteamericana en la etapa posterior a 1945 fue precisamente la diferencia racial (junto con la diferencia de géneros). De forma sistemática los negros ocuparon los empleos de más bajo estatus y más peligrosos, y luego engrosaron en mayor medida que los blancos las listas del paro. A nivel espacial, los guetos, que ya existían antes de la guerra, se ampliaron e intensificaron. En los años 60 hubo amplios movimientos de protesta de los negros que, unidos a la bonanza económica, facilitaron su ascenso social, sobre todo por parte de la generación más joven, pero todavía en 1970 el 60% de los trabajadores negros estaba empleado en el mercado secundario25.

    Nuestro análisis está más próximo a estas últimas teorías, si bien en el caso español hay que tener muy en cuenta que no existe un perfil homogéneo de trabajador inmigrante sino, más bien, una importante polarización interna basada en factores como la procedencia nacionalcultural, las cualificaciones y el tiempo de llegada, el género, la vinculación con redes sindicales o de otro tipo, etc. Esta diversidad se extiende también al campo ideológico y así encontramos varias estrategias de inserción laboral que responden a planteamientos diferentes, que hemos reducido a cuatro tipos básicos: el gueto o repliegue protector en el marco de sumisión al empleador (sea éste autóctono o inmigrante, como ocurre en los restaurantes chinos); la normalización o búsqueda de igualdad de derechos con los autóctonos; la capacidad para competir individualmente en un mercado abierto; y la unidad de acción de los trabajadores contra la explotación capitalista y el nacionalismo excluyente.

    Los problemas que afectan a la mayoría de los trabajadores inmigrantes no comunitarios, al menos en los sectores de la construcción y la hostelería, se encuentran condicionados por dos situaciones: una general de los mercados de trabajo donde están presentes, otra específica de su condición social de extranjeros. En cuanto a lo primero, hay que resaltar que la segmentación laboral y, en particular, la precarización de los segmentos más bajos, es una característica central de la actual estructura sociolaboral española; ésta no ha sido generada por la presencia de trabajadores inmigrantes pero la inmigración se ve afectada directamente por ella, hasta el extremo de que algunos subsectores y categorías laborales más precarizados pueden llegar a constituirse en nichos laborales para extranjeros. En segundo lugar, aparecen también factores sociales institucionales e ideológicos que tienden a favorecer la segregación de ciertos colectivos étnicos, más de unos que de otros, como se comprueba al comparar los problemas de marroquíes y polacos en el sector de la construcción. Aunque los discursos de los agentes económicos 12 españoles no son uniformes, prevalecen diversas combinaciones de nacionalismo proteccionista, racismo cultural e individualismo competitivo que sirven a los empresarios para justificar una mayor explotación de los inmigrantes y a los compañeros de trabajo para exigir de la administración una aplicación más estricta de las normas relativas a la preferencia de la mano de obra autóctona.

    De este modo, a la dinámica de fragmentación del conjunto de los trabajadores se une la ideología de la "preferencia nacional" para favorecer la segregación simbólica de los extranjeros y dificultar el establecimiento de vínculos a partir de los cuales construir una recomposición de la identidad de los trabajadores (autóctonos y extranjeros, de distintas ramas y categorías laborales, etc.). Por último, tampoco en los discursos de los trabajadores de origen extranjero se encuentran suficientes elementos de fuerza que permitan la elaboración de una identidad intercultural capaz de aglutinarlos a fin de acrecentar su poder de negociación frente a sus interlocutores.

     

    Notas

    1. COLECTIVO IOÉ, Inmigración y trabajo. Trabajadores inmigrantes en el sector de la construcción, IMSERSO, Madrid, 1998; Inmigración y trabajo en España. Trabajadores inmigrantes en el sector de la hostelería, IMSERSO, Madrid, 1999. Actualmente estamos terminando otra investigación sobre la situación laboral de las mujeres de origen extranjero.

    2. COLECTIVO IOÉ y PÉREZ MOLINA, R., La discriminación laboral de los trabajadores inmigrantes en España, Oficina Internacional del Trabajo, Ginebra, 1995; ¡No quieren ser menos!. Exploración sobre la discriminación laboral de los inmigrantes en España, UGT, Madrid, 2000 (en prensa).

    3. Además del ámbito laboral, hemos abordado esta problemática en COLECTIVO IOÉ, Los discursos de los españoles sobre los extranjeros, CIS, Madrid, 1995.

    4. Cabe también una discriminación positiva, de la que no tratamos aquí, en la que se produce justamente lo contrario: un trato más favorable a determinados colectivos en base a una diferencia con el resto de la población.

    5. Ver, entre otros, GLICK, N, BASCH, L. y BLANC–SZANTON, C. (Ed.), Towards a Transnational Perspective on Migration. Race, Class, Ethnicity, and Nationalism Reconsidered, The New York Academy of Sciences, Nes York, 1992.

    6. GREGORIO, C., Migración femenina. Su impacto en las relaciones de género. Narcea, Madrid, 1998, pág. 263.

    7. La definición literal de "racismo" remite a un fundamento biológico que incluye los siguientes puntos: 1) existencia de razas humanas diferentes; 2) las diferencias genético–raciales determinan características socioculturales; y 3) estas diferencias socioculturales están organizadas jerárquicamente.

    8. Ver BAKER, M., The New Racism, Junction Books, London, 1981; GALLISSOT, R., Misère de l’antirazisme, Éditions de l’Arcantère, Paris, 1985; y TAGUIEFF, R., La force du préjugué, Paris, 1987.

    9. Según las últimas cifras de extranjeros con residencia legal en España (diciembre de 1998), el 45,2% procedía de países del Primer Mundo.

    10. Para una visión de conjunto de las políticas migratorias por países, ver KUBAT, D., (Ed.), The Politics of Migration Policies, Centre for Migration Studies, New York, 1993; CORNELIUS, W., MARTIN, Ph. Y HOLLIFIELD, J.F., Controlling Immigration: a Global Perspective, Stanford University Press, Stanford, California, 1995; y CASTLES, S y MILLER, N., The Age of Migration. International Population Migration, MacMillan, Londres, 1994.

    11. La distinción de los inmigrantes en legales e ilegales es construida administrativamente ya que según varíen los requisitos necesarios para acceder a la documentación los porcentajes de ambas categorías se ven modificados. En especial, el permiso de trabajo, que es la principal condición exigida, resulta difícil de conseguir para aquellos inmigrantes poco cualificados que se ubican en las categorías laborales más bajas de la construcción y la hostelería donde existen altos índices de economía sumergida. En estos casos el sumergimiento laboral y la falta de documentación para residir legalmente en el país se refuerzan mutuamente. Ver COLECTIVO IOÉ, "Les ‘sans papiers’ en Espagne", en L’Evénement Européenn, Nº 11, Seuil, Paris, 1990; y SOPEMI, "Migrations calndestines: enjeux économiques et politiques", en Tendances des migrations internationales, OCDE, 1999.

    12. Para BALIBAR, la ciudadanía moderna, en tanto derecho universal a la política, surgió de una proposición insurreccional durante la revolución francesa (1789), por lo que puede ser reconducida a esa radicalidad inicial superando las restricciones nacionalistas. BALIBAR, E., Les frontières de la Démocratie, (ver el capítulo titulado "Citoyenneté et nationalité"), La Découverte, Paris, 1992, págs. 99–168.

    13. Hemos estudiado como se produce esta "asimilación cultural" de los niños y niñas marroquíes en la escuela española en COLECTIVO IOÉ, La educación intercultural a prueba, Laboratorio de Estudios Interculturales de la Universidad de Granada, Granada, 1996.

    14. Ver CONTRERAS, J. (Comp.), Los retos de la inmigración. Racismo y pluriculturalidad, Talasa, Madrid, 1994.

    15. No disponemos de estudios recientes sobre empleo sumergido a nivel estatal, por lo que hacemos la estimación promediando los resultados obtenidos en dos macroencuestas aplicadas en 1985 por el Ministerio de Economía y en 1993 por la fundación FOESSA. Ver MURO, J. y otros, Análisis de las condiciones de vida y trabajo en España, Ministerio de Economía y Hacienda, Madrid, 1988; y JUÁREZ, M. (Dir.), V Informe sociológico sobre la situación social en España, Fundación FOESSA, Madrid, 1994, págs. 1369–1408. Más recientemente, se aplicó una amplia encuesta en la Comunidad de Murcia, una de las regiones españolas con mayor tasa de economía sumergida, y sus resultados son convergentes con las encuestas anteriores: se habría pasado de un índice de irregularidad del 37% en 1985 (año en que la tasa de parados era del 24%) a un 31% en 1995 (con una tasa de paro del 22%). Ver COLINO, J. (Dir.), Mercado de trabajo e irregularidades laborales en la Región de Murcia, Consejo Económico y Social de la Región de Murcia, Murcia, 1996.

    16. Entendemos por paro encubierto o no contabilizado el representado por aquellas personas en edad laboral que desean tener un empleo remunerado pero no lo buscan activamente, situación que es muy frecuente entre las amas de cada. Según diversas encuestas, en torno a un tercio de este colectivo echa de menos tener un empleo extradoméstico, pero sólo un sector reducido lo busca activamente. Ver CRUZ, P. y COBO, R., Las mujeres españolas: lo privado y lo público, CIS, Madrid, 1991, págs. 67–69; y COLECTIVO IOÉ, Tiempo social contra reloj, Instituto de la Mujer, Madrid, 1996, págs. 168–176.

    17. Según la Contabilidad Nacional de España, en el último año con resultados publicados (1996) el excedente bruto de explotación de las empresas fue de 33,6 billones de pesetas y la remuneración bruta de los asalariados 34 billones.

    18. Datos anuales del INSTITUTO DE ESTUDIOS FISCALES, Empleo, salarios y pensiones en las fuentes tributarias. Esta fuente tiene en cuenta todos los salarios oficialmente pagados por los empresarios a lo largo de cada año.

    19. En el nivel "alto" incluimos las categorías de profesionales–técnicos y directores de empresa; en el "medio" los administrativos, capataces, trabajadores manuales cualificados y comerciantes (aunque entre estos existen vendedores ambulantes, que no podemos cuantificar, y debieran incluirse en el apartado siguiente); y en el estrato "bajo" los trabajadores manuales del resto de los servicios, la industria, construcción y agricultura.

    20. El estudio se realizó especialmente en sectores donde la presencia de inmigrantes no es habitual. Por tanto, las conclusiones muestran las dificultades de los inmigrantes magrebíes para pasar de sus empleos habituales a otros que ofrecen mejores condiciones o gozan de mayor prestigio social. Ver COLECTIVO IOÉ y PÉREZ MOLINA, R., La discriminación laboral a los trabajadores inmigrantes en España, OIT, Ginebra, 1995.

    21. BECKER, G.S., The economics of discrimination, University of Chicago Press, Chicago, 1957; y WOOD, A., A Theory of Pay, Cambridge Universty Press, Cambridge, 1978.

    22. DOERINGER, P.B., y PIORE, M.J., Mercados internos de trabajo y análisis laboral, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1985, pág. 206. En este punto DOERINGER Y PIORE siguen la teoría de la discriminación monopolista desarrollada por L. THUROW, Poverty and Discrimination, Brookings Institution, Washington, 1969.

    23. Los estudios realizados en Europa llegan a esta misma conclusión. Ver ZEGERS DE BEIJL, R., Discriminacion of Migrant Workers in Western Europe, International Labour Office, Geneva, 1991.

    24. GORDON, D.M., EDWARDS, R. Y REICH, M., Trabajo segmentado, trabajadores divididos, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1986, pág. 264–268.

    25. Otros autores resaltan la influencia de las políticas antidiscriminatorias del gobierno norteamericano para explicar la mejora relativa de la posición económica de los negros en los años 60–70. Ver FREEMAN, R.B., Mercados de trabajo en acción, capít. 5º sobre "El progreso económico de los negros desde 1964", Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1994, pág. 151–169.

    Colectivo Ioé(Miguel Ángel de Prada, Walter Actis y Carlos Pereda) URL: http://www.nodo50.org/ioe/

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