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Derecho Natural a La Familia (página 3)


Partes: 1, 2, 3, 4

Pero aparte de buscar medidas que eviten ventajas innecesarias en clara discriminación y que aliente actuaciones egoísta y mal intencionados, lo suyo, es sin lugar a dudas proporcionar medidas intermedias en igualdad de condiciones, no solo con justas sentencias judiciales, sino también aportando medios para que esto sea posible. El estado cuando fuerza a una situación de quebranto económico, cosa que ocurre inevitablemente en economías familiares muy ajustadas, puesto que hay que desdoblar los medios de habitad y mobiliarios, utensilios etc., y en la misma medida la desasistencia de los hijos, puesto que quien se queda la custodia, por causas generalmente ahora de insuficiencia económica, no tiene mas remedio que dedicar más horas de trabajo remunerado par poder sobrevivir. Para evitar ese descalabro familiar en todos los sentidos con ese tipo de soluciones, el estado, que es quien fuerza esa situación, justo sería que asumiese esa, su responsabilidad. No estamos hablando de la responsabilidad de apoyar decididamente y con soluciones efectivas, como debería de ser un estado que tiene establecido un orden correcto en la prioridad social de sus actuaciones, pero si al menos, en la medida qué, la intervención y la acción social, propicia situaciones económicas de clara precariedad y perjuicio como consecuencia, y por tanto en esa medida que se ha visto incrementado el problema económico, en esa misma medida y como causante y responsable directo de esa nueva situación tiene que aportar soluciones económicas. Tengo que decir qué si yo hubiese dispuesto de los medios económicos para comprarme un piso cerca de donde vivo, y pudiese atender a mis hijos en las mismas condiciones que antes, no hubiese hecho falta que nadie me echara a la calle y allá te apañes, me hubiese ido por mi cuenta, pero ya hace tiempo. Esta claro que esta ley no está hecha pensando en los que vamos justos de recurso que somos mayoría, quienes hacen estas leyes, instalados en la clase media, no se encuentran con estos problemas de desarraigo y desamparo, y por tanto se llegan fácilmente a acuerdos en reparto de bienes y medios de habitad y por tantos se dan las condiciones mínimas para la custodia compartida. Si vivieran en primera persona el problema que están causando por esa falta de sensibilidad hacia esa situación precaria que someten a la clase social mayoritaria, o sea a la pobre, o pudieran ser afectados de algún modo por este problema, otro gallo nos cantaría.

Por lo tanto si el estado tiene que mediar en este conflicto, tiene que ser facilitando medidas que no incremente el problema económico de la familia, compensando y haciéndose responsable del incremente en el gasto de esa solución que Él fuerza, y que además esa solución no vaya en detrimento de la relación familiar para con los hijos en cuanto a la unidad familiar, o que esta nueva situación les afecte mínimamente, siendo vigilantes, mediante el seguimiento de esa nueva relación, para que no surjan nuevos conflictos que puedan afectar al normal desarrollo de los hijos, corrigiendo en su comportamiento a aquel cónyuge que no se comporte correctamente en función de las nuevas normas establecidas y especialmente a quien intente cargarse los derechos de los hijos, en especial el derecho a la unidad familiar y su principio de autoridad subyacente, utilizando a los hijos como objeto o rehenes de sus intereses.

Son numerosos los casos en que uno de los cónyuges o ambos tienen como objetivo prioritario consecuencia del odio acumulado, eliminar al otro, que desaparezca totalmente de su vida. Y en consecuencia enfrentarle a los hijos, cosa que hacen si ningún tipo de escrúpulos, para con los hijos me refiero. Instigándolos contra el otro, con todo tipo de engaños y falsedades, diciendo barbaridades de él, o ella, si ningún recato, ni escrúpulo, haciéndoles a los hijos sufrir y pasar verdaderas penalidades y traumas al pretender privarles no solo de la presencia de la personan que aman, sino, incluso de enfrentárselos, pretendiendo alinearlos también con su odio.

Dicho esto, y en este contexto social en que vivimos, quiero dar testimonio de mi experiencia particular al respecto. Tengo que decir en primer lugar, que hubiese aceptado bastante razonablemente un determinado nivel de injusticia, porque queramos o no, tenemos que aceptar las deficiencias y defectos de nuestro sistemas social, que a pesar de sus carencias y defectos, sin embargo hay que decir en honor a la verdad y a la justicia, que hoy día, nuestro estado social es una notable, extraordinaria excepción, a lo que ha sido nuestra historia hasta hace bien poco en cuestión de derechos humanos, y que está evolucionando en asuntos sociales, derechos y libertades, como jamás nadie podría haber imaginado poco tiempo atrás. Una sociedad en muy rápida evolución y grandes logros, pero que a veces, aunque con pretendido buen propósito e intenciones, da pasos excesivamente torpes y desafortunados. Pues tal ha sido mi suerte, en hechos y circunstancias, que he tenido que dar con una, (a mi entender) cadena de despropósitos de nuestro sistema legal que me han llevado a una situación de injusticia que me parece inaceptable, no solo para mí y los míos, sino por el daño social que está produciendo, de enorme envergadura, y parece ser, con un notable grado de inconsciencia.

La verdad, no se todavía, exactamente que me ha pasado con estas circunstancia que me han tocado vivir. Como algo, que veía como cosa sencilla y fácilmente superable lo he podido sufrir con tamaño despropósito y virulencia. Quiero añadir también que las ideas y opiniones que aquí aporto, no dejan de ser una apreciación personal, desde un punto de vista limitado, susceptible por supuesto de poder ser mejorado o rectificado, y por tal razón quiero exponer a consideración y criterio público, con el propósito de participar de las opiniones e ideas que pueda aportar el lector. No obstante tengo que decir que un sistema social medianamente avanzado como el que disponemos me ha sorprendido. Bueno, me ha dejado boquiabierto. Me ha sorprendido la indiferencia, la falta de sensibilidad y precauciones preventivas, tanto del procedimiento en sí, como de las consecuencias de sus actuaciones, o de sus daños colaterales si así se quiere llamar, al extremo como digo de dejarme atónito, y que desconocía en este grado de desconsideración y torpeza. Esta experiencia también pretende ser un aviso a navegantes para que sean conscientes de la amenaza que planea sobre nuestras cabezas (padres con hijos no emancipados) con este nuestro sistema legal, en estos últimos tiempos: -La total indefensión legal que tiene el hombre por exclusiva razón de género-. Repuntado últimamente con una carrera alocada por pretender solucionar el problema de la violencia domestica con el castigo y el proteccionismo a ultranza, o sea, solucionando el problema en los síntomas, y en este caso matando moscas a cañonazos, por las consecuencias de los injustos y desproporcionados daños que produce, en todo su entorno, y porque de cuando en cuando las medidas de solución, cifradas en castigar y culpabilizar sistemáticamente al hombre, les estalla en las propias manos, cosa que se ignoran con total inconsciencia y extrema gravedad.

Resulta paradójico cómo en estos tiempos, donde se han conseguido grandes logros sociales de igualdad, en defensa de los derechos humanos, se cruzan acciones y iniciativas que de una forma indiscriminada se intenta solucionar, o amparar unos derechos, liquidándose otros fundamentales. Se establece un orden, una prioridad entre ellos, que se permite eliminar unos en favor de otros. Esto quizás, podría ser razonable cuando el problema está en elegir entre un mal mayor y uno menor, es decir preservar un derecho natural o fundamental, frente a derechos de menor entidad, derechos de estatus o valores adquiridos (sobre todo si son de dudosa adquisición, ética o moral), pero no a la inversa. Tampoco es correcto que derechos naturales sean anulados unos en favor de otros. No por preservar un derecho a la seguridad, liquidamos un derecho fundamental de igualdad, en este caso constitucional y que repercute gravemente en multitud de ramificaciones en todos los ámbitos y problemáticas sociales, causa de nuestros problemas sociales más importantes. Y esto es lo que ocurre, con estas disposiciones legales que regulan la relación familiar, o más bien, liquidación familiar, Nos liquidamos derechos de unos para preservar derechos de otros, en un orden de prioridades equivocado que no responde a la realidad de nuestras necesidades, ni a realidad legal bien entendida e interpretada, en el marco de nuestros derechos constitucionales. Un orden de prioridades que vienen inducido por un planteamiento alarmista y desproporcionado: Se puede cometer una injusticia de fondo que pueda perjudicar a cientos de miles de ciudadanos en una proporción mayoritaria, pero en tanto no llegue a un nivel puntual traumático, es decir: mientras no rebase la línea extrema de los malos tratos con notables efectos externos o se llega al homicidio, no se le da relevancia, aunque esa suma de injusticias y perjuicios que ocasionan las leyes defensoras sea infinitamente superior. La causa es muy sencilla: El impacto emocional que produce un asesinato de una mujer por su pareja, es de alta indignación y moviliza a todos los sectores sociales, sobre todo por la relevancia mediática que proporciona. Sin embargo, por ejemplo, 100.000 hombres, a consecuencia, injustamente desposeídos de sus derechos y condenados en muchos casos al desarraigo, a la penuria económica y a una relación puramente testimonial para con sus hijos, a penas cuenta. Como no cuenta el derecho de los hijos a tener una relación de igualdad con sus padres y las consecuencias o traumas psicológicos que puedan producir en esos enfrentamientos conyugales, en la mayoría de caso por resistirse a aceptar medidas totalmente injustas y vejatorias.

Asesinar a una mujer, siendo un porcentaje mínimo en comparación al grave problema que genera su protección por esta vía, es un caso puntual, pero muy traumático para todos, traumatiza a la sociedad y la gente pone el grito en el cielo, se presiona a nuestros dirigentes y se hace un gran esfuerzo para evitarlo, pero tal y como se hace, a costa de crear un problema de dimensiones y volumen enormemente superior, aunque eso si, bien diseminado, cosa que no trasmite gravedad y alarma a la sociedad. Evidentemente cuando se hacen las cosas con tanta desproporción, de una forma tan superficial y con tanta cortedad de miras, y por supuesto sin actuar en sus causas de forma preventiva, se crea un arma de doble filo. Es un efecto boomerang en el que multiplica la amenaza de quien se pretende proteger. No solo del incremento del riesgo que sufre en este caso la mujer y que se traduce objetivamente en cifras y de forma inmediata a pesar del incremento de castigo para el hombre y de las medidas de protección física hacia la mujer, y que nos tiene que llevar necesariamente ha hacernos la siguiente pregunta: ¿Porque crece en estos últimos tiempos de forma tan sustancial la intencionalidad agresiva del hombre hacia la mujer? ¿Será que con estos métodos de protección se consigue más violencia en el seno familiar que la que se es capaz de proteger, razón de estos resultados en violencia y muertes de mujeres, en cada vez mayor número? Si nos damos cuenta hay una escalada de agresividad mutua entre hombre y mujer, añadida y fuertemente inducida por las medidas de protección, en el mismo grado de insensibilidad y torpeza con que se dan. ¿Es que no se le ocurre a nadie ver y plantearse esta relación? Por otra parte, si se supiese testar a largo plazo como repercutirá en nuestras generaciones futuras el daño que estamos haciendo ahora a nuestros pequeños, por este incremento de violencia añadida y gratuita, inconsciente, en el seno familiar, os aseguro que no dudaríamos en hacer marcha atrás de forma urgente con iniciativas de este tipo, y si hubiese suficiente ‘luz’ en nuestros criterios de raciocinio, seguramente lo haríamos horrorizados.

No se trata de que la razón impere sobre las circunstancias y las tengan que modificar necesariamente a la fuerza, sino que tenemos que aceptar en cierta medida, que las circunstancias tal y como se presentan son un realidad necesaria, es nuestro campo de crecimiento, a pesar de nuestros razonamientos e idealismos encontrados, y sabernos mover con ellos dentro de unos límites de aceptación, sin llegar nunca al extremo de romper o violentar. Por supuesto que nuestra obligación es modificarlas a mejor, pero indagando en sus verdaderas causas, en la razones de por qué ocurre lo que ocurre, en sus orígenes y no interviniendo por la fuerza en sus efectos, y cuando no se sabe o se tiene dudas (sabia actitud) actuar con extremada prudencia y cautela, con un horizonte de respeto a la libertad de elección y a la propia libertad de vida. Si queremos intervenir en el destino de los demás con un propósito de verdadera ayuda, indagando en las razones que confluyen en un determinado problema, es una tarea prácticamente imposible desde la perspectiva terrena, y de ello no puede depender el tomar una u otra postura o alinearse con una u otra parte y menos de forma incondicional o con total entrega. Por el sencillo hecho de que la razón es un valor relativo, y en un conflicto de intereses todos tienen tantas razones como sin razones. Por tanto no se puede establecer normas de convivencia, prioritarias o forzadas en función de quien pueda tener o no razón, o como es el caso, inclinándose por quien pueda ser aparentemente más débil.

Si en un estado de derecho algo se puede hacer por garantizar un resultado justo en sus actuaciones, cuando no se puede indagar en las verdaderas razones de fondo que laten en el interior de cada uno, es buscando formulas que preserven de forma efectiva los derechos naturales de todos, en su totalidad, y los conjuguen en justa medida, proporción y ecuanimidad con los derechos adquiridos de cada uno. Buscar ese punto de equilibrio es misión prioritaria de todo estado de derecho que se precie. Y para ello hay una distancia intermedia entra ambas y diferentes naturaleza de derechos, cuando puedan invadirse entre sí, o no estén claramente deslindados, puesto que sabemos no hay otra alternativa a la condición egocéntrica del hombre que compatibilizarlos entre sí, (porque la renuncia a lo superfluo e innecesarios todavía no está en la orbita de nuestros planteamientos para acceder a lo que en verdad nos interesa) pero que en ningún caso puede pasar por los extremos de usurparse derechos naturales, especialmente cuando no se conoce la verdadera dimensión de sus consecuencias, y crear graves desequilibrios por la fuerza, y mucho menos por la fuerza de la razón.

Como hemos dicho establecer normas de convivencia en función de quien tiene o no razón, es estar instalados en un conflicto sin fin. Si os dais cuenta, en las guerras, todos los bandos tienen la misma razón, para pedirles con absoluta convicción, al mismo dios su apoyo, nadie emprende una contienda bélica si nos es henchido de las razones más elevadas y de los ideales más grandiosos y generosos. Las normas de convivencia se tienen que conjugar con los principios de derecho y liberta bien entendida y compatibilizada dentro de los derechos de los demás, sabiendo que todos tienen razón, su razón, su forma de ver las cosas, y respetándola. Y teniendo en cuenta qué el derecho natural es algo que no está en la opción de quitar o poner, ni siquiera regular, sino por la propia Vida, es consustancial a la libertad, y tanto la libertad como la vida son consustánciales entre sí.

Pero no solo el derecho natural, de los padres a relacionarse con los hijos desde que se asume esa responsabilidad, y de los hijos el derecho natural a ser atendidos y relacionarse con sus padres deben ser respetados íntegramente sino se quiere estar cometiendo un grave error. Sino que con los derechos adquiridos se ha de ser especialmente prudentes sino se quiere estar cometiendo una injusticia. Como quiera que los hijos no tienen derecho de propiedad adquirida, puesto que no producen nada, solo consumen, es decir son deudores en todo caso, no se les puede otorgar derecho de propiedad de nada y menos a costa de los derechos de nadie. Por lo tanto esa medida de echar de la propiedad del padre, o a la madre en su caso (los bastantes menos) por razón de concederle en usufructo a los hijos, es quitar el derecho a su legítimo dueño para dárselo a quien no lo tiene: los hijos. Si quien actúa así, o sea el estado, la sociedad, está preocupado por el derecho de los hijos a tener unos medios de habitad y mantenimiento, tiene que actuar proporcionando esos medios y no robándoselos a nadie. Es un acto elemental de justicia, pero además, y como decíamos antes, el único beneficiario material de los hijos es la sociedad y por tanto responsable en esa misma medida de las necesidades materiales de los hijos, aunque esté adjudicada por tradición a los padres esta responsabilidad. Los padres son unos miembros más dentro del conjunto social, no los únicos responsables y precisamente porque hagan la notable tarea y aportación, por encima del resto, de concebirlos, atenderlos y asumir esa carga voluntariamente, no justifica el que sea eludida por los demás.

Puede parecer disparatado y fuera de toda lógica que la sociedad tenga que sustentar a sus hijos puesto que ha sido siempre por tradición, labor de los padres que tienen históricamente asignada esa natural labor. ¿Pero es justo que así sea? ¿Sería apropiado decir: Al fin y al cabo ellos son los que los traen, unas veces caprichosamente, otras accidentalmente, otras a conciencia, pero nadie les obliga ni les exige que los traiga, por lo tanto el problema es de ellos? ¿Pensáis que eso es así?

Hay una mentalidad que se está afianzando en las sociedades más avanzadas, consecuencia en gran parte del buen nivel de vida adquirido en los últimos tiempos y también del despertar a otros valores y oportunidades que nos da la vida en esta nueva y prometedora etapa de nuestro desarrollo social, y que tiene su base especialmente en el consumismo y el disfrute más intenso posible de los placeres de la vida y en nuevas e interesantes formas de relacionarnos. Es decir, nos estamos pasando del extremo en el que nos condenábamos por ignorancia a cargarnos de hijos sin apenas medios ni recursos de subsistencia, al otro extremo de total complacencia, viva la vida y aquí lo verdaderamente prima e interesa es mi comodidad y mis logros personales, eludiendo todo sacrificio posible, o cualquier mínimo obstáculo a nuestra buena e intensa calidad de vida.

Esa forma de pensar, de seguir afianzándose como viene haciéndose, nos conduciría a un callejón sin salida, que no es otra que la propia liquidación de la especie. El mundo occidental o industrializado esta reduciendo su población, envejeciéndola a pasos agigantados, esta mentalidad en la que ciframos nuestra calidad de vida o sociedad del bienestar, es mucho más destructiva que lo haya podido ser cualquier amenaza social en la antigüedad: guerras, pandemias, etc, (aunque sea paradójico decirlo ahora, en esta etapa de la historia de la humanidad en que se están dando los mayores índices de crecimiento de la historia, con un crecimiento explosivo de la población mundial en el último siglo) de esta forma se va reduciendo paulatinamente, muy lentamente, pero de forma segura, nuestro número de habitante. Si predominase en todas las culturas, sería una cuestión matemáticas, bastante cercana en el tiempo, comparada a la edad de la humanidad, conocer la fecha exacta en que se extinguiría ésta. De todas las posibles amenazas que ha tenido la humanidad, que algunas las han mermado muchísimo, la única que la extinguiría sería esta sencilla forma de pensar, que cada vez se afianza más y más, y que no tardará en contagiar a otra culturas más tradicionales o conservadoras que tienen todavía ahora, como objetivo prioritario, tener el mayor numero de hijos posible, o de no poner obstáculos a ello. Y esto solo tiene una única solución, que es el aceptar socialmente esa responsabilidad, verlo no solo como una necesidad instintiva y emocional y por tanto individual, sino verlo como una necesidad colectiva, una necesidad de aspiración, evolutiva como raza, de grandes y prometedoras oportunidades individuales, pero solo compatible dentro de un amplio contexto social de unidad, de conciencia de grupo, y de tomar inteligentemente lar riendas del equilibrio natural de este planeta. Los hijos son de la sociedad, no de sus padres. Es responsabilidad integra de la sociedad en justa medida, en justa contrapartida. Es nuestro principal activo y por tanto nuestro interés prioritario. Preservar y atender estos derechos son ya absolutamente ineludibles y prioritarios, e indican el camino que necesariamente debemos andar como grupo social, por que llevan el potencial de nuestros más elevados intereses y porque identificarnos con esta necesidad, con esta realidad, es un ejercicio ineludible de responsabilidad coherente, de lo que en realidad somos, más allá de los límites de nuestra piel, más allá de los límites de nuestras naciones y continentes. De ser responsables identificándonos con nuestro entorno y circunstancias, como formas consustanciales a nuestro Ser. No solo siendo consecuentes con nuestras necesidades inmediatas, a corto plazo, generalmente y egoístamente interesadas, sino siendo coherentes con nuestro soporte natural y con nuestra verdadera naturaleza, que solo puede ser, respetando, preservando y compatibilizando los derechos de todos dentro de nuestro entorno natural, círculo común de vida. Y respetando y preservando nuestros derechos particulares en un contesto de sociedad que precisa de la participación activa, inteligente, consciente de todos, en todos los mecanismos naturales que intervienen en su equilibrio y perpetuación.

No obstante como ya he dicho: es norma en mí asumir con bastante resignación el sistema social que me toca vivir. Peroá?¦, y de esto me he tenido que dar cuenta, sufriendo esta injusticia en primera persona, asunto que es bastante mas grave de lo que se está percibiendo desde fuera, y no porque lo esté sufriendo particularmente, sino porque lo estamos sufriendo todos sin excepción, en todas las capas sociales, consecuencia de lo ramificado y profundo de sus efectos, y gracias a la torpeza insensibilidad y suma de despropósitos que se suceden y que desembocan no solo en la indefensión y vulneración de derechos que tiene que ver con el hombre, no solo en ensanchar y profundizar en esa brecha de odio y resentimiento entre hombre mujer, con el incremento de más amenaza y riesgo para la mujer, con esa respuesta de mayor desamparo legal para el hombre, no solo con los derechos de nuestros hijos a crecer en un ambiente de paz y armonía y en el desarrollo de valores de convivencia, respeto y autoridad necesaria. Sino por ese legado que estamos dejando, (a veces con la buena voluntad pero con el error inconsciente) a nuestras futuras generaciones, con esta herencia que envenena y erosiona los pilares que la sustentan: La Familia. Y que deja a la humanidad, matemáticamente, sin futuro.

Tengo que decir en primer lugar que para mí, los hijos han sido siempre una carga no deseada. Quizás si hubiese considerado tener hijos por el simple deseo, o por simple inercia social o natural: -porque ahora toca casarse y porque ahora toca tener hijos- o por simple ilusión o deseo emocional, posiblemente no los hubiese tenido. Pero la Vida me ha puesto cuatro en mi camino. No obstante, no sé que hubiese hecho de haber tenido la libertad de elegir, posiblemente con el tiempo, solo cuando me hubiese dado cuenta de esa necesidad y responsabilidad. Creo que no hubiese tardado en llegar a esa conclusión, por que ya hace tiempo estoy defendiendo esa necesidad de tener hijos, y aprovecho la más mínima ocasión para motivar a la gente para que tengan hijos. Es muy importante, es una deuda ineludible que tenemos para con la sociedad. Si nosotros estamos en este mundo es por que hay gente que se ha tomado la molestia y el sacrificio de traernos y de ayudarnos a vivir, y eso lo debemos, es una deuda que se nos queda pendiente, no para con nuestros padres, esa función concreta no se la podemos devolver a ellos específicamente en eso términos, por lo tanto es al mundo, a la naturaleza, a nuestra sociedad a quien lo debemos y quien está imperiosamente necesitada de esa aportación. Como he comentado anteriormente, esa mentalidad que se extiende en esta nuestra sociedad del bienestar a ultranza, y del consumo desaforado, que es evitar la responsabilidad y el trabajar por tener hijos, y que empieza a contagiar a otras culturas que tradicionalmente conservan ese ideal de tener el mayor número posible de hijos, supone una lacra importante a nuestra sociedades, no solo por su carácter de interés materialista, sino también de oportunidad evolutiva. Pero importante sería que se haga con esa responsabilidad y convicción, y no por el simple deseo emocional, instintivo, o por inercia o mimetismo social. Aunque si bien, dentro de unos planes generales y recomendables de equilibrio demográfico y siempre respetando la libertad de elección y el derecho al desarrollo individual.

La cosa creo que guardaría un equilibrio razonable si se moviese dentro de estos márgenes: Como mínimo dos hijos por pareja, es la forma justa de saldar nuestra deuda. Y si se quiere hacer una aportación de generosidad hacia la sociedad se hace necesario tres por pareja, por que todo el mundo no puede tener y/o atender hijos, y por lo tanto se hace necesario compensar ese déficit. Y bueno, nuestra generosidad sería reconocida, bastante más allá o más arriba de lo que imaginamos, si sabiendo de la parte de sinsabores y el sacrificio de tener hijos, trajésemos cuatro, porque este número familiar supondría en clara recuperación de la especie, y de un necesario y rápido equilibrio generacional.

El caso es que por mi parte he tenido que cumplir con este meritorio papel, sin bien es cierto sin pretenderlo voluntariamente, y una vez puesto, lo he intentado con la mejor de las voluntades aunque no me haya salido todo lo bien que hubiese deseado. Ha sido con dos matrimonios consecutivos y con características sorprendentemente similares. Me refiero a que el error al elegir pareja, al elegirnos para largo plazo fue similar. Tampoco tuvimos muchas posibilidades de elegir, puesto que los hijos se presentaros antes de darnos cuenta de que no nos interesábamos mutuamente como pareja a largo plazo. En mi primer matrimonio a pesar de mi juventud (19 años) y de lo inapropiado del asunto, no se puso inconveniente a algo que parecía inevitable en aquellos tiempos, es decir: traer a todo aquel que se presentaba sean cuales sean las circunstancias. Formalizada la relación, al poco tiempo esta se ponía complicada al extremo que nos planteamos separarnos. Sin embargo, se desestimo tal solución, no porque en aquel tiempo no se permitían los divorcios, puesto que siempre quedaban otras soluciones alternativas, sino a medida que nos dábamos cuenta de los inconvenientes que eso podía suponer, si queríamos que la cosa no fuese especialmente perjudicial para con nuestros hijos. Hubo por lo tanto un acuerdo para continuar con esa unidad familiar hasta la mayoría de edad de nuestros hijos. Y así a los 19 años de casados, con nuestros hijos mayores de edad, se pudo disolver esta relación en común acuerdo. De la que conservo una estupenda amistad y dos estupendos hijos.

Pues como quiera que se repitiera la historia con este mí segundo matrimonio, al tener que iniciarlo, mas o menos, con los mismos condicionantes que el anterior, mi propósito, cuando ya se veía difícil continuar con la relación de pareja, de igual modo también, fue establecer una relación pactada para preservar igualmente ese derecho de los hijos. Pero en este caso no ha podido ser. Ella amparada por esta nueva ley de divorcio, me ha echado a la calle y me ha alejado de mis hijos sin más contemplaciones. Aunque también es cierto que con mi propósito de establecer una relación de trabajo en familia al margen y concluida nuestra relación sentimental de pareja, no me ha acompañado la fortuna, de hecho me ha salido todo mal, muy mal, insólitamente mal.

Cuando empieza a deteriorase gravemente nuestra relación y advierto cuales pueden ser sus intenciones, y empiezo a descubrir el desamparo legal (que hasta ese momento desconocía) que tiene el hombre por ser hombre. Aquello me parecía tan inverosímil y más en una sociedad avanzada como esta, con especiales avances en justicia social. No me podía creer que se diese esta liquidación de derechos de una parte, para alinearse con los derechos de la otra, de una forma tan ciega y discriminatoria. Así que consulto con diferentes expertos en la materia, y efectivamente así era. De tal forma que en los casos de matrimonios con hijos, en el caso de ser pobre, (por no tener dos viviendas, cosa que da algunas posibilidades para conceder la custodia compartida) con solo solicitarlo, por la regla de tres de que se le concede sistemáticamente la custodia de los hijos a la mujer, por el solo hecho de ser mujer, salvo demostrarse incapacidad grave, clara y manifiesta. Claro está con esas premisas y con esta ley del divorcio te echan a la calle, y te aleja de tus hijos sin tener que dar ninguna explicación, ni aportar justificación alguna por parte de la mujer. Y no solo eso, sino que si admites la convivencia en esas condiciones, es para aceptar una relación, un "compartir", en donde planea día y noche sobre tu cabeza esa espada de Damocles.

Ahora entendía también cual podría haber sido la razón, porque mi compañera no condescendía a ningún tipo de medida para evitar los puntos de fricción que eran causa de conflicto y discusiones interminables, por el hecho de compartir estrechamente espacios, mobiliario y utensilios de uso común. Pues le sugería diferenciar y disponer de habitad separados en casa, por lo menos dormir en camas y habitaciones separadas y así tener la posibilidad de poder deslindar actividades y menesteres propios o personales, que hasta ahora se hacían estrechamente y eran causas de conflictos. Medidas de ese tipo, sin lugar a dudas bajaría la tensión entre nosotros. Pero se puede comprender que cualquier solución que pasase por aliviar esa tensión, jugaría claramente en contra de sus posibles intereses egoístas. Con sus padres viviendo justo en el piso arriba, se hacia también una estrategia necesaria, puesto que eran testigos directos de esa violencia verbal, bueno, de los gritos e insulto que ella profería constantemente y a la más mínima.

Como quiera que no había ninguna posibilidad razonando con ella, que no pasara largarme y trabajar para ella y nuestros hijos, mi propósito es participar de esta difícil situación a sus padres, solicitar de sus consejos y especialmente de su mediación. Me parecía bastante razonable involucrar a sus padres en el problema, y siendo que yo estaba dispuesto a poner las medidas necesarias para rebajar la tensión entre nosotros, y dispuesto, como no, a que ellos mediasen en caso necesario en nuestra relación, en esta nueva relación. Consideraba esa solución con muchas posibilidades, puesto que además ellos, son igualmente interesados en que hubiesen y se respetasen unos acuerdos mínimos, ya que estos problemas al final repercuten en toda la familia y para ellos suponía tener que apechugar con parte de él, concretamente con atender a tiempo completo a mis hijos, como está ocurriendo, puesto que mi excompañera ahora tiene la necesidad de trabajo remunerado, y lo hace a lo largo de todo el día. De manera que yo creía que ellos como parte interesada y perjudicada aportarían también soluciones al problema. Pero sorpresa, cuando intento dirigirme a ellos, me encuentro con una total negativa al dialogo, y a la vista de su reacción, parece ser que mi excompañera ya me ha ganado la mano, y los tiene enfrentados contra mí. Con dos argumentos claves: Que me quedaba con gran parte del dinero de la nómina y que le agredía física y psicológicamente. Y claro, esos dos argumentos por si solo son muy intolerables, y si no se tiene la precaución de comprobarse y contrastarse debidamente, son argumentos más que suficientes para tomar una posición enfrentada a priori, y en este caso desafortunada.

Sus padres nos han ayudado mucho económicamente. Con sus justos recursos, su ayuda desde el principio fue crucial para reunir lo medios imprescindibles y poder constituir una familia en unas condiciones de partida, tan precarias como improvisadas. Y claro, que yo me quedase con una parte sustancial de la nómina, eso era muy delicado, teniendo en cuenta el sacrificio y el esfuerzo que ellos hacían. En cuanto a la acusación de agredir a su hija, es cosa que lógicamente afecta profundamente a cualquier progenitor, y si a eso le añadimos un carácter notablemente beligerante por parte de ellos, la cosa se pone cuanto menos fea, y lo peor en este caso, de total intransigencia para conmigo al punto de no permitirme ni siquiera un primer dialogo. Y tal fueron los hechos: Cuando veo que el dialogo con mí mujer es inviable y que su estrategia es clara, o sea: echarme a la calle sin contemplaciones de ningún tipo, me dirijo a mi suegra de inmediato: -Quiero hablar con vosotros, sobre esta difícil situación en nuestro matrimonio-. A lo que me contesta: -No, no, no, mi marido está muy enfadado contigo y no quiere hablar-.

Si pudiese hablar con ellos con alguna excusa y tratar el tema de alguna manera, podría aclarar todas esas falsas acusaciones, ya que por mi parte no era nada complicado, puesto que además tenía pruebas documentales y testimoniales que demostraban la falsedad de esas acusaciones: En cuanto al dinero, podía demostrar, con las nóminas que eran ingresadas íntegramente (no hay en mi empresa asignaciones con dinero ‘B’, cosa que a parte de que es evidente por el volumen total de ingresos, se podía comprobar también muy sencillamente). En la cuenta común y con los movimientos de los bancos, por lo que a mí respecta todo cuadraba perfectamente, y además estaba dispuesto ha facilitarle todo tipo de documentos personales y cualquier vía de investigación que estuviese en mi mano que quisieran hacer al respecto, si es que le quedaba alguna duda. En cuanto a que le agredía a su hija, ellos mismos eran testigos auditivos de nuestras discusiones y habrán podido apreciar que en nuestras discusiones la única que gritaba e insultaba era ella. ¿Cómo se podía pensar que le pegase, cuando ni siquiera reaccionaba en lo más mínimo, sin ni siquiera responder a sus insultos, descalificaciones y vejaciones? Y ¿Cuándo ha tenido alguna huella o señal de lesión o quejándose en el momento que le ha ocurrido la supuesta agresión? También disponían del testimonio de mis hijos. Ellos podían atestiguar que ni siquiera le insultaba ni gritaba ante sus provocaciones, jamás lo he hecho, a pesar de que el insulto, el lenguaje descalificador, vejatorio y humillante era la forma habitual de dirigirse a mí, cosa que podían comprobar también fácilmente.

De todas formas mi propósito era aportarles elementos tranquilizadores, un forma de relación que les diese plenas garantías y que les despejase cualquier tipo de temor respecto a la relación con su hija, por todo lo que ella les pudiese contar, y en ese sentido pensaba dar todo tipo de garantías, y siendo que sus padres viven justo en el piso superior, les ofrecería a ellos ser interlocutores en nuestra relación y mediadores en cualquier cuestión o diferencia que surgiese, bien a la hora de poner las convenientes normas en pactar una nueva relación de convivencia, como en su correcta interpretación y aplicación llegado el momento. Como es lógico, par mí, eso suponía una clara desventaja, por cuanto es lógico pensar que sus padres inclinarían sus decisiones, (espero que solo ante situaciones de duda o intrascendentes) por su hija, pero que en las cuestiones fundamentales y de elemental justicia harían un ejercicio justo en su labor mediadora. También por la cuenta que les trae, porque lo contrario sería tener que acarrear con la tarea de atender nuestros hijos y con los problemas desagradables y difíciles de cualquier separación.

Pues no había forma de tener un diálogo con mis suegros, especialmente con mi suegro que en este sentido lleva la voz cantante. Lo había intentado por diferentes medios pero siempre tenia una respuesta agresiva y violenta. Utilizaba todos los subterfugios que se me ocurrían para incitarle al dialogo, pero ni por esas. Incluso le llegue a mandar dos cartas con el siguiente texto:

A la atención de mi suegro:

La razón de dirigirme a ti por carta, no es otra que por la imposibilidad de poder mantener un dialogo razonado contigo, puesto que desde el principio que he pretendido tal cosa, solo he recibido respuestas reaccionarias y violentas sin poder llegar a mediar palabra alguna. Aunque si bien, desde el principio no has querido atender ninguna posibilidad dialogada para una posible solución de este problema familiar y que he procurado por diferentes medios. Ahora me dirijo a ti también por una razón muy concreta, que como comprenderás no voy a permitir que utilices como lo estas haciendo.

Ha llegado a mis oídos, por diferentes testimonios que estoy siendo sistemáticamente difamado por ti, y quiero hacer una consideración al respecto: Las acusaciones cuando se hacen, se demuestra, cosa que no solo no haces sino que no admites cuando se te ofrece la posibilidad de hacerlo. Por lo tanto te invito a que desmientas todas las difamaciones que has vertido de mí, que sabes que no son ciertas y que por supuesto no puedes demostrar. Punto por punto y persona por persona. No es mi intención hablar mal de nadie, ni de ti, ni de tu familia. Los problemas entre personas se dirimen con el dialogo y el razonamiento en primer lugar (cosa que tu no has consentido en ningún momento), y en todo caso el respeto mutuo que nos debemos, exige que todas las diferencias habidas o por haber, en un conflicto familiar se queden en la más estricta intimidad. Hasta la fecha no he respondido a ningún tipo de difamación que me haya llegado a mis oídos por tu parte. Pero llegado los extremos que estás provocando, si ahora no desmientes punto por punto todo lo que has venido diciendo de mí, que has tergiversado y sin pruebas, tomaré por mi parte las medidas oportunas al respecto para aclarar públicamente esta situación.

En esta carta, algo más extensa, hago alusión a una pruebas documentales que no solo demuestran mi inocencia ante las acusaciones que están haciendo en el vecindado de que me estoy quedando con gran parte del dinero de la nómina, sino que ponen en evidencia a su hija el uso honesto que haya podido hacer de nuestros fondos comunes. Evidentemente ver los detalles de esas pruebas a mi suegro debería ser de alto interés, tanto para su credibilidad en el vecindado, como para saber del engaño al que pudiese estar sometido, como en saber defenderse o preparar una posible respuesta ante dicha pruebas. En cualquier caso, a cualquiera, en esas mismas circunstancias, le sería de sumo interés saber sobre esa cuestión en el mayor detalle posible, y esta posibilidad se la estaba ofreciendo, pero claro esto suponía tener que dirigirse a mí y hablar. La cosa en verdad tomaba tientes surrealistas, como una cosa tan sencilla, como es el diálogo previo a cualquier conflicto, podía estar desestimado, negado de esa forma. ¿Como se podía entrar en conflicto sin conocer, sin saber de primera mano la versión de tu "enemigo", solo considerando las instigaciones que te hacen los de tu propio bando, y sin querer hacer la más mínimas comprobaciones de las cosas por las que estás implicando tu propio esfuerzo, hacienda, reputación e incluso honor, justamente cosas que por otra parte tanto temes y evitas? Yo sabía de antemano que el hecho de que no les haya caído en gracia desde el primer momento a mis suegros, y no les gustaba para nada mis formas y manera de ser, básicamente por la diferencias de mentalidades y estilos de vida, aunque objetivamente pudiese ser irreprochable mi actitud de dedicación y responsabilidad para con mi familia, esa imagen de formas y costumbres jugaba claramente en mi contra. Pero estaba totalmente convencido que si se aclaraba los males entendidos y las acusaciones infundadas vertidas por mi pareja, se podría reconducir la situación familiar razonablemente.

Me parecía mentira que me estuviese ocurriendo todo esto, que además lo percibía con extrema intransigencia y brutalidad, y nadie de mi entorno entendía porque defendía con tanto ahínco el estar con mis hijos, y tener que permanecer cerca de ellos, en estrecha relación con una familia con tantas incompatibilidades mutuas. No obstante, no cejo en buscar algún tipo de solución al asunto. Así es qué haciendo de tripas corazón, y con lo mal que se me da y el pudor que me supone divulgar públicamente mis problemas particulares, se me ocurre como última medida divulgarlo públicamente en la televisión, creyendo que puede ser una forma más efectiva de presionar para el dialogo. Viendo como se hace uso de este medio para tipos similares de reconciliación, me parecía, aunque no apropiado, la única posibilidad que me quedaba. De todas formas, no me gustaba en absoluto hacer un espectáculo de este asunto, pero pensaba que si la televisión previamente citaba a mi suegro como aludido, él, entonces procuraría antes de hacer esto público y a riesgo de quedarse en evidencia ante tanta gente, procuraría tratar el tema conmigo, y en ese caso yo desestimaría la solución televisada.

Así qué con mi historia de separación y mi pretendida posición reconciliadora, me dirijo a las dos televisiones locales de mi pueblo, con las expectativas puestas en que pudiese ser este un asunto de interés general, y así plantear un debate público. Aquí, este problema personal empieza a tomar forma de reivindicación social, puesto que es un asunto que sufre mucha gente directa e indirectamente, de graves y todavía impredecibles consecuencias a largo plazo, y así planteado como tema de debate de interés público con mi problema como hilo conductor. Pero en una de las televisiones me lo deniegan rápidamente, porque que no se ajusta a su tipo de programación, cosa muy comprensible. Para una televisión de ámbito local no es aconsejable debatir temas personales, por que en una televisión de carácter prácticamente familiar todos se conocen y por tanto es prioritario llevarse bien con todos. Con la otra televisión local tengo más esperazas, puesto que es una delegación de una televisión de ámbito nacional, precisamente una cadena privada, propiedad de la Conferencia Episcopal. Esto me da cierta esperanza, puesto que incido en un valor de gran importancia y prioritario para la Iglesia Católica, como es la familia. Derecho al que me sumo en su defensa con un mismo objetivo e interés. Y por supuesto también con la expectativa, a fin de mejorar mi posición al respecto, en aceptar consejos y rectificaciones de quienes puedan estar mas instruidos en esta materia: profesionales, gente que hayan pasado por la misma experiencia, etc.. Pues pasados unos pocos de meses, los órganos de decisión de la cadena aún no me han contestado.

Lo intento también con el programa de ‘El Diario de Patricia’ de antena 3 y cuando parecía que estaba a punto de ir al programa por el interés que parecí mostrar las personas que seleccionan los temas en redacción, me quedo a la espera de la última llamada para ir. Aunque en principio es un asunto que se repite con frecuencia en este programa, mediar en las separaciones de pareja para procurar posibles reconciliaciones, en este caso lo que yo pretendía no era demasiado normal y aquello no parecía encajar bien en la formula del programa, o en lo que se está acostumbrado: ¿Mediar en una reconciliación familiar sin pretender con ello una reconciliación de pareja, y solicitando especialmente el dialogo con los suegrosá?¦.? Eso suena muy raro, y con el añadido insólito de que yo lo único que pretendía es provocar un primer dialogo que no se ha producido en ningún momento, (cuando las parejas que van al programa ya ha apurado toda forma de dialogo y utilizan el programa para ver si de una vez por todas hace mella sus argumentos en su pareja en ese escenario), y que por supuesto la otra parte bajo ningún concepto estaban dispuesto a facilitar. Aunque la historia tenía algunos ingredientes interesantes para el programa, no se le escapaba a nadie que aquel experimento podía salir mal o que algo no encajaba. Por mi parte tampoco esperaba que mis suegros fuera al programa de ninguna manera. Para mí la única esperanza que me restaba es que cuando me viesen en el programa exponiendo el problema, ellos, mis suegros, quisieran intervenir telefónicamente como aludidos. Pero al final tampoco me sale bien esta opción.

Tengo prácticamente agotadas todas las vías y no me queda opción alguna, esto parece que se va a quedar así sin remedio. Pero resulta, que mi suegro y yo tenemos un interlocutor común. Un amigo de juventud con el que mantengo estrecha relación, que a su vez se relaciona con mi suegro, y me informa de todo lo que él dice y opina de mí. Yo le sugiero a mi amigo que le diga que mantenga un dialogo con migo, que eso de no hablar ni siquiera una primera vez del problema no está bien, etc. Pero mi suegro, siempre tiene evasivas para eludir ese compromiso. Le insisto a mí amigo que la única esperanza que me queda ya de poder hablar con ellos es él, y que invite insistentemente a mi suegro para hablar. Tanta es la insistencia y los reproches por parte de mi amigo, que llega un momento que acepta el dialogo. No me lo puedo creer. La cita es en la calle, en el portal de su vivienda. Voy a la cita en el momento indicado y cuando toco al timbre sale su mujer al interfono y me dice que no.

Antes que se deteriorase gravemente la relación y cuando propongo el dialogo, la primera invitación la hago dirigiéndome a mi suegra. Ella me contesta que no, aludiendo al enfado de mi suegro. El carácter un tanto enérgico y violento de mi suegro siempre ha sido atenuado y sujetado por mi suegra que normalmente ha mostrado mas calma en las situaciones difíciles o de conflicto, manifestando formas más reconciliadoras y diplomáticas. Pero esta nueva negativa me hace pensar. Incluso hay más detalles que en ese momento asocio y me llegan a hacer pensar que quizás no sea mi suegro quien lleve la iniciativa en este y otros asuntos, y que sutilmente sea manejado como punta de lanza: ¿Es que estará mi suegra detrás de esta negativa? Así que rápidamente me dirijo por carta a ella.

Carta a mi suegra:

No se cual es la razón concreta por la que os habéis negado a hablar con migo desde el primer momento, cuando os he tendido la mano del dialogo ante una situación familiar difícil, con el propósito de buscar soluciones entre todos. Además he tenido que soportar graves acusaciones por vuestra parte sin aportar las pruebas que lo demuestren y sin querer demostrarlo o dialogar sobre ello. Cuando se hace una acusación tan grave como es quedarse con gran parte de los ingresos familiares, hay que demostrarlo, cosa que no habéis hecho. Sin embargo, y en contra de la lógica, yo tengo que salir al paso para demostrar mi inocencia.

Te adjunto los documentos que justifican mis ingresos y donde se puede observar la evolución de mis gastos. Si te das cuenta en los gastos de familia en el último año de convivencia, en cuanto a los gastos fijos justificados que están todos domiciliados junto con la mayor cantidad de compras por tarjeta, son de 1.222 euros 203.000 pts.) de media mensual. De los gastos sin justificar, o sea, del dinero que se sacaba por cajero tanto por tu hija como por mí, para el resto de gastos que pudiesen quedar, que después de gastadas ya 1.222 euros lógicamente debían ser pocos. Tu hija saca en efectivo 1.210 euros (201.000 pts) de media mensual y yo 66 euros (11.000 pts.) Como consecuencia de apreciar por mi parte unos gastos en efectivo injustificados, o que no quedan registrados, tan excesivos, le sugería a tu hija, llevar un control sobre ese gasto haciendo anotaciones a grosso modo, para podernos organizar el gasto y averiguar en qué podría mejorar nuestra economía y porqué llegábamos a final de mes con tanta dificultad a pesar de los ingresos sustanciales que habían de más de 240.000 euros (400.000 pts.) mensuales. En esa misma medida que le sugería tomar algún tipo de control sobre el gasto, nuestra relación ha coincidido en deteriorarse gravemente, hasta el punto de querer que me fuese de casa. Cosa que no podía aceptar por el derecho que tienen mis hijos a tener una familia minimamente constituida y el derecho a relacionarse y tener la atención de sus padres en estrecha convivencia y en igualdad de condiciones. Mi objetivo desde el primer momento, y ante la intransigencia de tu hija a respetar esos derechos fundamentales, es que vosotros mediaseis en esta situación para aportar vuestra opinión al respecto y sobre todo para que cualquier medida que se tomase, tuvieseis la tranquilidad y las garantías de que se respetan el derecho de todos, y especialmente el de vuestra hija. Cosa que me ha sido imposible, y desde el primer momento he tenido que sufrir reacciones totalmente desproporcionadas y agresivas por vuestra parte, con acusaciones de todo tipo que no habéis querido contrastar, ni aceptar las pruebas y testimonios que pudiesen corroborar, o no, esas afirmaciones.

Tenemos que hablar, y esto no se podrá zanjar mientras no hablemos como las personas, y nos demos la oportunidad de conocer la verdad, y dar una solución razonable que se respeten y garanticen los derechos de todos, también los vuestros.

No hay respuesta, e insisto con otra carta:

2ª Carta a mi suegra:

Ya sabéis que la única razón e intención que me mueve en todo esto es el poder hablar con vosotros de forma razonable y con buena voluntad sobre nuestro problema familiar. Al margen de que posteriormente haya o no entendimiento y en su caso y si tenéis algún problema conmigo, sobre mi conducta, que creáis os pueda perjudicar y de lo que también os pueda rendir cuentas, en este caso ante actitudes que consideréis reprobables por mi parte. Hasta el momento no habéis atendido esta posibilidad. Derecho que tenéis también vosotros para conocer mi versión de los hechos y poder tener una idea más próxima u objetiva de la realidad. Y sobre todo plantearnos de forma razonable y pacifica posibles soluciones, en base ha respetar los derechos de todos, especialmente la de nuestros hijos, a tener padre y madre en igualdad de condiciones. Propuestas que me hubiese gustado que hubieseis atendido en su momento antes que la situación haya degenerado en enfrentamiento judicial.

El derecho de mis hijos a tener una familia mínimamente constituida y en condiciones de igualdad para todos, es un derecho que he defendido y por el que me he sacrificado desde que vuestra hija se quedo en estado de nuestro primer hijo. Lo habré hecho mas bien o mas mal, como esposo, o como padre, pero os puedo asegurar que mi entrega y honestidad, mi voluntad en formar y llevar a cabo una relación familiar que respete los derechos y la libertad de todos es absoluta. Y para mí, ese trabajo no ha terminado. Aunque la Ley favorece soluciones de disgregación, de desestructuración familiar. Para mí son soluciones que van en claro perjuicio de los hijos y liquidan sus derechos más elementales. Mi propuesta no es otra que abordar una forma de relación familiar, que las hay, y la podemos encontrar entre todos si nos sentamos a dialogar, en las que se vean respetados los derechos de todos y que los garanticen con total efectividad. El recurrir a vosotros para que mediaseis en este problema era precisamente para eso. Para que los derechos y seguridad de vuestra hija Isabel, que es lógico pueda ser lo que más os preocupe, estuviesen plenamente garantizados, si es ese el temor que tenéis. Y para abordar entre todos una solución, al margen de nuestra relación de pareja, que permitiese y garantizase el derecho de todos, especialmente el de nuestros hijos a tener una familia minimamente constituida y con un mismo principio de autoridad.

Desde el principio os habéis negado sistemáticamente a hablar de esta posibilidad, inducidos por razones infundadas que supongo os ha dicho vuestra hija. Pero precisamente por eso y aunque todas esas acusaciones que se han hecho de mí, y que habéis creído en su totalidad, aunque fueran ciertas, se hace más necesario todavía el dialogo, y establecer entre todos unas normas básicas de relación que evitase posibles riesgos y pudiesen dar una oportunidad a otras vías de soluciones. Pero inexplicablemente la cerrazón por vuestra parte ha sido absoluta.

Personalmente me parece tan increíble que no hayas querido hablar conmigo desde el principio, que pienso tiene que haber algo más que no alcanzo a comprender. No puedo creer que sea solo por las cosas que decís de mí, sumado al hecho que no os haya podido caer bien desde el principio, o no creáis sea la persona más indicada como esposo para vuestra hija. No puedo creer que estas sean razones suficientes para mostrar esta actitud de total intransigencia. Por mi parte tengo que deciros que las circunstancias yo tampoco las he podido elegir, y tengo que aceptar necesariamente el tener que relacionarme con vosotros, me guste o no, y dentro de mis limitaciones o forma de ser, procurar hacerlo de la mejor forma posible, con la mejor voluntad y con la máxima cordialidad, y esto solo se puede hacer intercambiado puntos de vista y dialogando, y dándonos así, todos, renovadas oportunidades. Asumo que tengo que ceder en muchas cosas y sacrificarme por otras, pero nunca, desde luego, ninguna solución pasa por renunciar a los derechos que tienen mis hijos a poder tener una familia minimamente constituida. Mi obligación es luchar por esos derechos mientras pueda, y lo he hecho y lo voy a continuar haciendo.

Hasta ahora he estado esperando, sin ninguna otra opción, una resolución forzada por la ley, que en cualquier caso ya sabia claramente negativa, en especial, para los derechos de nuestros hijos. Por tanto ya tenéis el respaldo de la ley, o sea la sartén por el mango, y no tenéis nada que perder con el dialogo, vuestra disposiciones siempre serán en cualquier caso las que se tengan que cumplir y no tenéis nada que temer que os pueda perjudicar, por lo tanto creo que tenéis todas las garantías para establecer un diálogo y en las condiciones que vosotros queráis.

No hay respuesta. Y entonces dispongo hacer algo que quizás hubiese sido conveniente u oportuno haber hecho en su momento, tiempo atrás, como respuesta a toda la propaganda de difamación que han hecho ellos de mí, a los cuatro vientos, con todo el que se les ha cruzado en su camino, cosa que quizás debería haber hecho desde el primer momento en defensa de mi imagen y honor. Pero no me gustaba entrar en la disputa y controversia de tener que responder o defenderme de sus difamaciones, posiblemente teniendo que entrar en el terreno de los agravios y descalificaciones mutuas. Auque pudiese ser una reacción razonable y justificada, no me parecía oportuno y procuraba mantenerme lo mas indiferente posible, esperando que el tiempo lo aclarase todo y a cada uno pusiese en su lugar. Por otra parte nunca he creído que pueda ser una actitud correcta reaccionar y entrar al trapo de la provocación, hay gente que sabe utilizar muy bien esas estrategias y puedes verte fácilmente en una situación mucho peor.

Por lo tanto agotadas todas las vías de solución, parece que es el momento adecuado de romper mi silencio, empezando por los vecinos de escalera, que son los que sin ninguna duda han recibido información puntual acerca de mí, por parte de ellos, por lo menos a mi excompañera se le ha deslizado en una ocasión decir lo "bien informados" que tenía a los vecinos acerca de mí actitud respecto a ella y mi familia. Pues creo que era el momento de que dispusieran de mi versión de los hechos. Y aunque tenga que desvelar cuestiones familiares, que si bien ellos no han tenido ningún pudor en propagar acerca de mí, para mí y aunque se lo pudiesen merecer por hacerlo conmigo sin ningún tipo de escrúpulo, no dejaba de resultarme difícil dar este paso. No obstante empiezo de la forma más discreta posible, en la justa medida para reestablecer mi imagen sistemáticamente perjudicada por ellos. Y lo hago precisamente con las dos últimas cartas que le envío a mi suegra.

Cuando tengo preparado el comunicado para los vecinos, a finales de Julio-07, me entero que mis suegros no están y no van a estar en casa durante una temporada, hasta primeros de Septiembre. No me parecía apropiado hacer pública esta nota, sin estar ellos y por tanto me espero. Entre tanto, en esos días, mi excompañera le pregunta a mi hijo, que porque no trabajo, (mi situación actual es el paro, cobrando el subsidio de desempleo) él le dice, que cuando trabajaba solo podía verlos de cada 15 días. A lo que le contesta. -Si tu padre trabaja, os podrá ver cualquier día a cualquier hora que él pueda y vosotros podáis-

Eso me pilla de sorpresa. Una concesión de ese tipo es lo último que me esperaba de mi excompañera por iniciativa propia, con lo intransigente y beligerante que ha sido en todo este proceso. Y justamente en ese periodo de espera para hacer el comunicado a los vecinos y que ya hacia días tenía preparado. Sin embargo recojo el guante y me dirijo a ella con una nota en los siguientes términos y acompañada del comunicado que pienso hacer a los vecinos.

Carta a mi excompañera:

Con el propósito de poder tener una conversación con tu familia y ante las negativas reiteradas, y con el objetivo de denunciar públicamente vuestra actitud de no dialogo, de total intransigencia, cosa que solo se puede explicar, por que sea la única forma recomendable de sacar máximo partido a una ley injusta, desigual, tenía previsto, a la espera de que regresen tus padres, hacer el siguiente comunicado a los vecinos de la escalera. Pero según dices por mediación de nuestro hijo, que en el supuesto que me pusiese a trabajar, facilitarías la relación de visitas con mis hijos al margen de lo que estrictamente diga la sentencia. Podríamos hablar de esta nueva cuestión, pero quiero que sea con la presencia de tus padres. Supongo que sabrás que tuve que cambiar mi trabajo anterior por uno que me permitiese relacionarme con mis hijos, ya que no permitías ningún tipo de elasticidad en esa relación, sabiendo el escaso tiempo que me dejaba y los horarios impredecibles de mi trabajo de camionero anterior, cosa que luego me ha salido mal, porque me despidieron de mi nuevo trabajo cuando terminó el contrato.

No hay respuesta.

Carta abierta a mis vecinos:

Habiendo llegado a mis oídos ciertas acusaciones y difamaciones que se han hecho públicas de mí, por parte de la familia de mi excompañera, vuestra vecina, y una vez que les he invitado a que lo demuestren con las pruebas o testimonios correspondientes, a lo que se han negado, e incluso no aceptando las pruebas y testimonios que le ofrezco por mi parte. Invitándoles continuamente al dialogo para aclara este y otros asuntos, a lo que siempre se han negado sistemáticamente. Comprobada por lo tanto la mala fe y mala intencionalidad, por lo que se hace mas evidente por el temor demostrado al dialogo. Y habiéndoseles invitado por último a que procediesen a las correspondientes rectificaciones públicas y haberse negado también, me veo en la obligación, a fin de restablecer la verdad de los hechos y mi imagen, el tener que dirigirme a vosotros en primer término con la siguiente aclaración.

Aclaración pública que he intentado por todos los medios evitar, asuntos particulares que ellos han utilizado sin ningún escrúpulo desde el primer momento y de los que sois testigos. Pero llegado el extremos y ante una total intransigencia a una solución dialogada, me veo en la obligación de hacer esta aclaración pública.

He pretendido por todo los medios, desde el primer momento que empezó a deteriorarse mi relación matrimonial con mi excompañera y ante la total intransigencia de ella para respetar el derecho de todos, a mantener una familia mínimamente constituida, al margen de concluida o no, nuestra relación de pareja, procurar establecer con la colaboración de los padres de ella, el dialogo necesario, con el propósito último de que mediasen en este problema familiar y encontrar entre todos soluciones conjuntas. Cosa que me ha sido imposible, y no me he podido dirigir a ellos más que por carta, de las qué en esta ocasión expongo dos de ellas: (y aporto las dos cartas antes dirigidas a mi suegra)

En ambas cartas tengo respuesta negativa.

Si tenéis alguna duda de lo referido hasta aquí y deseáis que sea confirmado con las pruebas y testimonios correspondientes, no tengo ningún inconveniente en facilitároslo, al contrario, estaría sumamente agradecido por vuestro interés.

A raíz de esta carta, y por comentarios que me hace una vecina, puedo constatar que mi excompañera va diciendo que yo pretendo volver con ella. Cosa evidentemente nada más lejos de mi propósito. Pero no se si lo dice totalmente convencida, consecuencia de mis insistentes intentos de acercar posturas para una relación familiar, o si solo es una forma más de desprestigiarme. En cualquier caso me veo en la necesidad de enviarle una carta aclaratoria

Carta a mi excompañera:

Hay una cuestión que me hace pensar que no entiendes todavía cual es mi demanda, lo que te estoy reclamando. Y es cuando me niegas la posibilidad de volver. Me niegas esa posibilidad por que no merezco estar a tu lado como esposo o compañero, y por tanto ya se han terminado las oportunidades. Son argumentos que todavía llegan a mis oídos. Ya sería lamentable que hubiésemos llegado hasta aquí por un mal entendido o por no haberme explicado bien desde el principio. Por que si alguien tiene motivos especiales para no volver contigo como pareja soy yo, por hasta donde has llegado y el daño que has hecho, sin reparar a tu alrededor, especialmente a tus seres querido, para conseguir tus objetivos egoístas. Pretender dejar a los hijos sin la relación normal de padre es mucho mas grave de lo que te imaginas, por muchas razones que tengas para no querer a tu pareja, o por mucho que creas que no es el padre apropiado. Eso no está en ti decidirlo. Como tampoco está en mí decidir, si mis hijos tienen derecho a ti como madre a pesar de pretender privarles de su derecho más fundamental: La familia. A tener una familia mínimamente constituida, con un único principio de autoridad.

Evidentemente puedes rechazarme como pareja, es tu derecho. Pero yo nunca te he pedido recuperar nuestra relación de pareja. Yo solo te pido que respetes el derecho de mis hijos a tener padre y madre en condiciones de igualdad y que respetes mi derecho a poder relacionarme con ellos en condiciones normales de padre, y poder atenderlos con los medios materiales y de habitad que dispongo y son míos, y que son los únicos que tengo. Y esos derechos no está en ti concederlos. Los puedes robar, eso si, por la fuerza. Por la fuerza de la Ley, que en este caso como habrás podido comprobar, y de la que convenientemente y oportunamente te has informado, es totalmente parcial e injusta, con ese pretendido sentido de proteccionismo y de dar incondicionales ventajas a la mujer. Una ley injusta de la que tú has sabido sacar partido para que los derechos de mis hijos y míos, hayan sido robados sin ningún escrúpulo y sin ninguna concesión.

Mi propósito desde el principio ha sido defender esos derechos, también los tuyos a ser madre a tiempo completo, no como está ocurriendo ahora que no puedes atenderlos debidamente, y también defender los derechos de nuestros padres para que no tengan que cargar con una labor, la de atender a nuestros hijos, que nos corresponde a nosotros y que ahora no podemos desempeñar debidamente. Y para defender todo esos derechos en tratado de poner los medios para que esto fuese posible. Cosa que tú te has negado y obstaculizado desde un principio. Porque supongo te sabias ganadora y lo veías relativamente fácil poder apropiarte de todo, de mi propiedad y el derecho a relacionarme con normalidad con mis hijos. Sino, ¿Por qué no has aceptado al principio la oferta que te hice de dormir en habitaciones diferentes y disponer de medios y utensilios diferenciados, que era en primer lugar causas de nuestras interminables discusiones, causa de una constante tensión y crispación entre nosotros? ¿Porque nos has permitido desde un principio que pudiese hablar con tus padres para plantearles nuestro problema y así buscar soluciones entre todos y que pudiesen mediar en esta situación, de total intransigencia por tu parte, instigándolos, enfrentándolos contra mí con falsas acusaciones que no has podido ni querido demostrar? Eso es algo que vas tener muy difícil de explicar, se hace evidente tu nula voluntad por solucionar un problema familiar, al verte con todas las ventaja y amparada en cualquier caso por estas leyes injustas que nos gobiernan y que no reparan, no tienen el más mínimo cuidado en respetar y preservar derechos fundamentales, y así apropiarte de lo que no es tuyo y arrogarte una potestad que no te pertenece.

Comprendo que es difícil, quizás insoportable, convivir debajo del mismo techo con una persona de la que se ha pasado del amor al odio. Me lo has dicho muchas veces. A mi tampoco me gustaría. Pero no tengo la desgracia de pasar del amor al odio con tanta facilidad, aunque en realidad tengo la suerte de no saber que es eso. Pero si alguien sufre esa desgracia, en convivencia con una persona, no es la persona odiada por esa razón la que se tiene que ir, en todo caso eres tú quien se tiene que ir. Cuando uno no esta a gusto en un sitio por razones subjetivas, personales de uno mismo, se va, no hecha a todo el que está allí. Si quien está allí, respeta el derecho de todos, es responsable de sus obligaciones y cumple con las normas de convivencia y buena vecindad y los acuerdos pactados. No hay nada que reprocha, ni razón para echar a nadie, ni mucho menos usurparle lo que legítimamente le pertenece. Si tú no puedes convivir con tus fobias infundadas, te marcha tú. Pero no está bien robarle a nadie sus derechos y menos a tu hijos, por el hecho de que te caiga mal o que me detestes porque se te ha pasado el enamoramiento, aun siendo el mismo y comportándome de la misma forma que siempre, y menos cuando estoy totalmente dispuesto a facilitar las normas de convivencia y dar todas las garantías necesarias que se hagan posible una relación de familia en condiciones mínimas de normalidad, y de respeto íntegro a los derecho de todos.

Con ese propósito quería dirigirme a tus padres, hablar sobre nuestra difícil situación familiar y proponer nuevas formas de convivencia que aportasen sobre todo las garantías necesarias para que tus derechos sean respetado íntegramente y para que tus padres sean participes de esas garantías, y tuviesen la tranquilidad de que iba a ser posible esta nueva relación. Estaba y estoy dispuesto a que tus padres medien en nuestra relación y que en última instancia a falta de acuerdo entre nosotros fueran ellos quienes dispusieran.

Pero no ha sido posible tan siquiera un primer dialogo. Por lo tanto te pido una vez más que respetes el derecho de todos a tener una familia, no a retomar una relación de pareja, eres libre y lo podías haber sido sin necesidad de recurrir al divorcio. Y eso es fácil de llevar si uno sabe ser comedido con su egoísmo, sabe ser respetuoso con los derechos de los demás y sabe controlar sus fobias infundadas. Puede parecerte una labor extraña o imposible, pero no es difícil. Sabes que yo ya lo he hecho en otra etapa de mi vida. Con mi matrimonio anterior, una situación en sus inicios similar y que se prolongó durante diecinueve años, hasta que mis hijos, con mi pareja anterior se hicieron mayores de edad y se emanciparon, ahí terminó nuestro trabajo en común de familia, y todo salió bien. Por lo tanto no tienes nada que temer, puedes preguntarle a ella, o a cualquiera que nos conozca, hay infinidad de testimonios. Y podrás comprobar que esa relación fue posible y que de ello a quedado una buena amistas y unos hijos en común estupendos, y al margen y rehechas nuestras relaciones de pareja por otro lado, este afecto y amistad continua en nosotros, es honesto, sincero, cordial y siempre que estamos con dificultades y podemos ayudarnos, nos ayudamos. ¿Eres capaz de hacerlo tú así?

A modo de ultimátum les envío una última carta. A estas alturas ya no espero ninguna respuesta positiva, y simplemente les subrayo mi intención de llevar a efecto esta reivindicación hasta sus últimas consecuencias en lo que a esfuerzo y sacrificio personal se refiere:

Carta a la familia Gómez:

Llegado el extremo de intransigencia, y las pocas posibilidades que me restan de encontrar una solución dialogada con vosotros. Sin otra alternativa que llevar este problema a la opinión pública, por cuanto son actitudes amparadas por una legalidad vigente injusta y en menoscabo de derechos fundamentales, no tengo más remedio que hacer pública mi experiencia.

No se hasta que punto va a trascender o divulgarse, en cualquier caso no voy a escatimar esfuerzo para que estas leyes que tan gravemente me afectan a mí y a los míos en particular, y a la sociedad en general, sean derogadas. En ello podré llegar mas o menos lejos, se podrá publicar o no, algún trabajo que estoy haciendo al respecto, pero lo que si es cierto es que se va a quedar escrita toda esta experiencia. Como quiera que os puede afectar en vuestra imagen a posteriori, a pesar de que voy ser especialmente cauto en no verter opiniones al respecto ni mucho menos acusaciones o prejuicios sobre vuestra actitud, lo que si es cierto que los hechos se van a relatar tal y como han sucedido y en los términos que habéis visto reflejado en las diferentes cartas que os he enviado. De cómo se desarrolle y concluya, todo depende en gran medida de vosotros.

Os adjunto un resumen de lo que será dicho trabajo.

Como ya he comentado toda esta serie de cartas, más que pretender restablecer mi imagen personal, tienen como objetivo presionar para llegar al dialogo. Veo tremendamente sencillo solucionar así el problema de una forma aceptable y razonable para todos. Es tal mi confianza, que cualquier esfuerzo en ese sentido me parece apropiado. Pero en la misma medida, esta intransigencia al dialogo me parece mas incomprensible y al extremo absurda. No dejo de plantearme por eso, cuales pueden ser las razones de fondo que les impide dialogar conmigo, por que el hecho simple que me detesten no puede ser suficiente. Si se diese esa única razón, para ellos no sería problema un primer y único dialogo, no tendrían nada que perder, puesto que simplemente rechazando mis condiciones como inaceptables, aunque estas pudiesen ser razonables desde cualquier otros punto de vista, se daría por concluida esta vía del dialogo, y de esa forma me dejarían sin argumentos para continuar con esta reivindicación. Como quiera que esa actitud de tanta intransigencia, por mucha cerrazón que pueda haber no deja de extrañarme, no puedo por menos que pensar en cual puede ser la razón de fondo que late en todo ello, la verdadera razón. Y sobre todo desde que intuyo la posibilidad de que mi suegra está detrás de todo esto. Al principio me parecía que era mi suegro, con sus reacciones coléricas y desproporcionadas que negaba esta posibilidad de dialogo dada su especial naturaleza. Pero en ocasiones se le ha observado algún arrebato de ceder al diálogo, dada la insistencia con que lo propongo en los círculos en que se mueve y que en cierta medida se lo reprochan. Pero esos conatos de dialogo se han visto rápidamente sofocados. Mi suegro tendrá el carácter enérgico, severo y en caso violentos que tiene, pero ha demostrado también en muchas ocasiones talante para el dialogo y ejemplo de integridad y principios en sus actitudes, de honestidad y ciudadanía, que bien es cierto suele manifestar con excesiva firmeza, pero en la misma medida que es exigente para con los demás, lo es también para si mismo. De forma, que no me extrañaban esos arrebatos de dialogo y de mostrar esa pretendida voluntad de dialogo delante de sus interlocutores, pero si me ha extrañado que no se haya llegado ha materializar. Como si alguien detrás estuviese marcando las pautas.

Hay otra razón más que late detrás de todo esto y que va tomando cuerpo a medida que pasa el tiempo y que puede dar explicación a esta insólita negativa. Y que precisamente no es el odio hacia mí, sino el miedo. El miedo a no poder responder ante ciertos planteamientos y ciertas evidencias.

He tenido siempre la impresión que mis problemas no empezaron cuando mi excompañera se dispuso a echarme de casa, y con ese propósito empezó a instigar a sus padres contra mí, porque se hacía una estrategia necesaria: No solo es suficiente tener a la ley incondicionalmente de su parte, sino también a su familia.

El principio de mi fin, y esto es una conclusión que he llegado recientemente, abocado necesariamente a ello, por dar alguna explicación coherente a todo este asunto con tamaña intransigencia de por medio, empezó en una conversación que tuve con mi suegro a principios de del 2005 sobre el mes de Abril, año que finalizo siendo expulsado de mi casa. Esta conversación fue la primera y única que tuve con él sobre un problema que se me presentó con su hija y que no sabía como resolver directamente con ella, por el incremento de tensión y disputas con mi pareja que me acarreaba, pero que me parecía ya de todo punto inaceptable continuar así. Y así, como última opción, me dirijo a mi suegro a fin de que pudiese mediar desde su posición como padre en esta situación, esperando que esta fuese la forma más atemperada y efectiva de desbloquear la situación y solucionar el problema. Nada más lejos de la realidad, en esos momentos mi ingenuidad estaba tocando fondo. Me dirijo a él con el propósito de que me ayudase, y desde luego le planteo el problema cuidándome mucho de no pronunciar juicios de valor ni acusaciones de ningún tipo por más evidenciadas que hubiesen, no era el propósito, solo pretendía solucionar el problema exponiendo los hechos tal cual, aunque lógicamente las evidencias eran apabullante, y dejar de alguna manera el problema en sus manos para evitar tener tensiones y conflictos innecesarios o evitable con su hija. No se si el transcurso de mi exposición dije alguna incorrección o algo inapropiado, no creo, en cualquier caso, él no oponía objeción ni réplica alguna a mi exposición de los hechos, estuvo en todo momento escuchando correctamente con discreción y con total interés, sin manifestar posición ni opinión alguna, me parecía buen síntoma, pues lo correcto antes de pronunciarse era oír la otra versión de los hechos: a su hija. Al terminar mi charla, incluso le sugería que fuera moderado y cauto en planteárselo a su hija.

Pasado el tiempo he llegado a la conclusión que aquella petición de ayuda no fue otra cosa que cavar mi propia tumba. Nunca me lo podía haber imaginado, nunca. Pero efectivamente parece ser que así fue, es al única explicación a todo esto. Cuando mi suegro se dirige a su hija con esta cuestión, yo estaba en casa, justo en el piso de abajo, vivimos en la misma escalera. El dialogo entre ellos eran voces, acusaciones y maldiciones hacia mi persona que se oían perfectamente desde mi casa y que se prolongaron durante al menos una hora.

Siempre he tenido sumo cuidado en no hacer acusaciones ni juicios de valor aún teniendo ciertas evidencias. Es algo que no me permito salvo que no tenga pruebas absolutamente concluyentes y sea absolutamente necesario exponerlo. Sin embargo ella así lo interpretaba, cuando le sugería que era necesario llevar un control del gasto dada las dificultades que teníamos para llegar a final de mes. Aunque podía ser extraño que una familia de cuatro miembros no pudiese sobrevivir con desahogo con más de 400.000 pts. netas de ingresos familiares al mes. Lo cierto que nuestra situación de partida, el haber tenido que formar una familia, con todas sus necesidades básicas, partiendo prácticamente de cero, de una forma tan improvisada como acelerada, que fue el caso, que suponía empezar con una serie de deudas acumuladas que solo podían resolverse muy a largo plazo y con gran austeridad. Tuve que cambiar de trabajo y en este caso no me dejaba otra alternativa que la de camionero, donde se percibe un salario bruto bastante mejor que los de similar cualificación por razones de incluirse las dietas de viajes. Las dietas son para consumir en los gastos propios de los viajes, pero si se podía evitar este gasto, o sea, no consumir en los restaurantes de carretera, ese dinero sumaba un añadido al jornal neto que era lo que nos permitía ir pagando deudas y salir de esa situación de penuria en la que estábamos. La administración la llevaba íntegramente mi excompañera, yo estaba totalmente desentendido de esas funciones, solo me preocupaba de trabajar lo más posible y gastar los menos posibles, y en ese sentido llevaba mi austeridad lo mejor que podía, aunque no me resultaba difícil, por que no tengo vicios, ni hobbys o aficiones que sean de gastar dinero, y como digo no pisaba un restaurante de carretera bajo ningún concepto. No obstante y como quiera que no veía en casa gastos extraordinarios y notables, me empezaba a parecer extraño que después de cinco años de trabajar en el camión y con este notable jornal que aportaba a casa, tuviésemos tantas dificultades de llegar a fin de mes. Empezaba a compartir esta preocupación con ella, mi excompañera. Y bueno, tenía todo cierta explicación, los gastos con dos hijos era muy altos y siempre había algún fleco atrasado que solucionar. Ya tenía ganas de que llegara el mes que al menos lo terminásemos sin déficit, aunque mi objetivo era tener un poco de superávit que nos permitiese ahorrar un poco, y tener cierto margen de maniobra para contingencias imprevistas, y también fundamental, porque era necesario resolver nuestro futuro económico, puesto que a mi edad, y con los hijos tan pequeños, tenía la jubilación a la vuelta de la esquina, y el problema de los hijos y de la hipoteca los iba a tener todavía en casa una vez jubilado. Y no podía quedarme sin este trabajo (Puesto que deja de renovarse el carné de camión a los 65 años) y sin dinero de reserva. Por lo tanto era ya urgente tener una economía de superávit. En el primer trimestre de 2005 tengo una mensualidad notablemente alta: entre una paga extra, un mes intensamente trabajado y las dietas, en esa mensualidad reúno un ingreso de 599.000 pts. Esa cantidad extra después de llevar una buena temporada con unos buenos ingresos, me hizo abrigar la esperanza que este sería un mes de superávit, y a la vista tampoco se veían deudas acuciantes que resolver, ni gastos especiales. Me parecía acariciar ya ese momento tan anhelado. A los veinte días aproximados de este ingreso, me dice mi compañera que tengo que pedir un anticipo, cosa que era habitual para llegar a final de mes. ¿!Un anticipo con 600 mil pesetas que acabamos de cobrar¡? La explicación era la misma retahíla de siempre: gastos, más gastos y más deudas y atrasos. – ¿Cómo puede ser?- -Veamos aunque sea a grosso modo en que se ha podido ir el dinero-. Repasamos las cuentas, vemos la cartilla y los gastos mas importantes que se han producido en efectivo, aquello y a pesar de toda la retahíla de argumentos, algunos ya sospechosos, que exponía, y aún engordando los números, aquello a mi no me cuadraba ni de lejos. Esto no puede continuar así -le decía-. este descontrol del gasto, no saber por donde se nos va el dinero es inadmisible, y más cuando tenemos el problema de no poder llegar a fin de mes y el problema de nuestro futuro ya relativamente cercano de mi jubilación. Es necesario de todo punto organizar nuestro gasto, y si tenemos que recortar de cosas básicas (porque era lo único en que restaba recortar), pues se recorta, porque tenemos que llegar necesariamente a final de mes, en primer lugar, y luego ir ahorrando como sea. Es necesario por tanto hacer en primer lugar anotaciones concretamente de nuestros gastos del dinero en efectivo, que era el descontrolado, y ver donde y en qué podemos ir economizando-.

Tener que tomar anotaciones de los gastos en efectivo, ella lo interpretaba como desconfianza por mi parte. Además anotar los gastos podía ser una tarea muy tediosa, puesto que significaba tener que hacer múltiples anotaciones de todos los pequeños gastos diarios en dinero en efectivo. Aunque yo solo le pedía que fuesen anotaciones a grosso modo, aproximadas, a final del día, y esto no era costoso, solo era cuestión de tomarse esa pequeña molestia al final del día y recordar en que se han ido los gastos en efectivo mas notables, si había un pequeño desajuste a final de mes de diez o quince mil pesetas, por ejemplo, no era significativo, y no era de lo que se trataba, puesto que lo que interesa saber es en qué nos gastamos el grueso de nuestro ingresos en general y tomar medidas de ajustes.

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