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El reposo de la mente

Enviado por Jesús Castro


Partes: 1, 2, 3, 4
Monografía destacada
  1. Reposo mental
  2. Estrés
  3. Sociedad enferma
  4. Iluminados y preclaros
  5. Iluminación existencial
  6. Iluminación bíblica
  7. Conclusión

Esta monografía, cuyo autor es Jscf, o más abreviadamente Jc (léase "Jotacé"), presenta el fruto individual de un estudio e investigación profundos acerca del tema que se expone, citando frecuentemente de diversas fuentes informativas consideradas fidedignas (al menos por el autor, Jotacé). Y, como toda obra de investigación que se precie de serlo, la presente no puede eludir ser sometida a revisión futura, al objeto de detectar y eliminar eventuales errores y refinar las ideas reflejadas. Además, es intelectualmente libre, en el sentido de no estar vinculada oficialmente a ninguna organización académica, benéfica, política, religiosa y así por el estilo (siendo el objetivo fundamental de dicha "desvinculación" el deseo de descargar a las entidades aludidas o citadas de cualquier responsabilidad por las erratas y errores que pudieran albergarse en la susodicha monografía).

Reposo mental

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La palabra española "reposo" proviene de los términos latinos "re" (que denota intensidad) y "pausare" (que denota cese de alguna modalidad concreta de actividad). Así, en su acepción más básica, "reposo" significa "cese intencional de una determinada clase de actividad"; pero cuando se toma en el sentido de "cese de todo tipo de actividad", entonces el "reposo" se hace sinónimo de "muerte".

El vocablo "mente" proviene del término latino "mens" y hace referencia a una dimensión o un fenómeno complejo que se asocia al pensamiento. Clásicamente, se define como la potencia intelectual del alma, por lo que entonces haría falta saber qué es lo que debe entenderse por "alma". Para los filósofos latinos de la antigua Roma, "anima" o "alma" designaba a una la entidad no material e invisible propia de los seres vivos, mediante la cual éstos mostraban las características típicas de los vivientes (movimiento, reproducción, crecimiento, comunicación, etc.). No obstante, este concepto (que reflejaba notoriamente un gran desconocimiento fundamental acerca del fenómeno de la vida) pasó a ser utilizado por místicos y religiosos y, finalmente, hacia la Edad Media, quedó dogmáticamente definido como la esencia de las personas, o aquello que forja su identidad; o un regalo de Dios, que hace único a cada individuo humano; y una entidad inmaterial e imperecedera (inmortal). Ahora bien, en principio se afirmó que los animales y los vegetales carecían de "alma", pero posteriormente el Papa Juan Pablo II especificó que, en vista de que la palabra "animal" también proviene del latín "anima", los animales tienen alma y los seres humanos deben ser solidarios con ellos.

Recientemente, las ciencias médicas y biológicas, así como las neurociencias, han recabado ingente cantidad de datos referidos a las actividades de los seres vivos y a los procesos mentales de animales y personas, y han llegado a la conclusión de que la "mente" es, en realidad, un fenómeno emergente producido por la actividad del sistema nervioso central, donde el cerebro juega un papel de soporte básico en el caso de los seres humanos. En esta línea avanzada de investigación, los viejos conceptos de "alma inmortal" y las "potencias" de ésta (a saber: memoria, entendimiento y voluntad, siendo el pensamiento un derivado de tales potencias), quedan obsoletos, esto es, como entelequias irreales, inconcordes con la realidad que la ciencia contemporánea ha conseguido penetrar.

Actualmente, la frase "reposo mental" alude a una serie de medidas sanitarias encaminadas a curar o paliar afecciones mentales anormales o que rayan en la patología, generalmente causadas por problemas generados por presiones laborales, académicas y familiares, o bien por las drogas, los traumas psicológicos, la desorientación social, las guerras y así por el estilo. En cambio, "descanso mental" se refiere más bien a actuaciones dentro de la normalidad, sin que medie ningún tipo de desequilibrio o patología; y, en este sentido, el descanso mental puede tomarse como sinónimo de vacaciones mentales, es decir, una necesidad fisiológica, que debería ser bien planificada desde la educación sanitaria preventiva, para que repercuta en el beneficio de la población, como se hace con el comer, el dormir y el deporte, entre otros.

Estrés

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Los efectos del estrés están resultando peores a lo imaginado tiempo atrás, pues no sólo corroen al individuo sino que, peor aún, apolillan a la sociedad. El estrés se banalizó como un mal de yuppies (jóvenes ejecutivos con deseos de trinfar en la vida), pero la realidad ha mostrado que es una patología compleja y con un gran impacto en la salud; y con cada vez más víctimas de todas las edades y de todos los niveles sociales. Tiene múltiples efectos adversos, desde trastornos mentales hasta la hipertensión, lo que dificulta su diagnóstico. Es un tema que está causando verdadera preocupación actualmente en los ámbitos sanitarios, en vista de su escalada y de sus nefastas consecuencias. Años atrás, el reposo mental servía de algo; pero actualmente parece que el problema se ha disparado y no hay terapia que lo frene.

En la página web de "La vanguardia" (16-11-2012) se informa de un profesional «Financiero con la arteria coronaria obstruida casi por entero, aunque no padece hipertensión ni un nivel elevado de colesterol. Pero explica que el último año ha estado sometido a mucha presión en el trabajo. La causa del problema es el estrés, según diagnostica el cardiólogo Jordi Rius, del centro médico Teknon de Barcelona: "Hace poco atendí también a un empresario de Madrid de unos 50 años con crisis hipertensivas y un corazón hipertrófico por una tensión arterial disparada en poco tiempo; otro caso que sólo se podía atribuir al estrés", señala. Pese a la coincidencia de ambas consultas recientes, Rius matiza que "ya nadie considera el estrés solamente un mal de ejecutivos; puede afectar a todo tipo de personas". Tampoco se le minusvalora ya. ¿No sería el estrés uno de los desencadenantes de lo que ha llevado a una veintena de trabajadores de France Télécom al suicidio en año y medio? "Por lo que se sabe, sí parecen casos de estrés laboral llegados a un extremo", reconoce Lucía Artazcoz, especialista en Medicina Preventiva y directora del Instituto de Servicios a la Comunidad de la Agència de Salut Pública de Barcelona».

Antonio Armario, catedrático de Fisiología de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), coordina el grupo de investigación sobre estrés del Institut de Neurociències, y explica que hay dos tipos de estímulos estresantes: los físicos y los emocionales. Los primeros pueden ser una caída de la tensión arterial, del índice glucémico, una operación quirúrgica, una infección y así por el estilo, episodios que estresan al organismo y disparan una respuesta fisiológica. Ésta se traduce en una mayor liberación de determinadas sustancias, como las catecolaminas (entre ellas, la adrenalina) y los glucocorticoides (como el cortisol). La liberación de cortisol es consecuencia de la activación del sistema hipotalámico hipofisario adrenal. En la hipófisis se libera ACTH (hormona adrenocorticotropa), que actúa en la corteza suprarrenal liberando glucocorticoides, que a su vez actúan en diversos sistemas del organismo. "Esta respuesta al estrés (que se observa en todos los vertebrados y en la que hay involucradas más sustancias, como la hormona prolactina) es una respuesta de emergencia a situaciones que pueden provocar un daño físico", comenta el señor Armario; y añade que esa respuesta se traslada en los mamíferos y los humanos a estímulos emocionales. Particularmente, en el hombre dicha respuesta se presenta como reacción a amenazas psicológicas (la pérdida del modo de vida, del nivel social, de poder) y ahí radica la complejidad y la patología asociada. Porque la reacción natural está concebida para un estímulo de corta duración, y en los estímulos psicosociales a veces la situación se alarga o hasta cronifica. Y los efectos continuados de la respuesta al estrés sobre el organismo son los que acaban ocasionando alteraciones patológicas importantes.

El señor Armario añade que el estrés físico activa zonas del sistema nervioso que envían información a centros cerebrales diversos y disparan respuestas, sobre todo en el núcleo del hipotálamo, donde se dan las órdenes de segregar catecolaminas y glucocorticoides. Sin embargo, el procesamiento biológico de la respuesta al estímulo estresante emocional es más complicado, y en él participan también núcleos del sistema límbico (corteza prefrontal, hipocampo, amígdala). El fisiólogo señala que no se conocen bien aún todos los circuitos nerviosos, sobre todo los mecanismos, pero sin duda el estrés puede dañar el tejido neuronal, favorecer la depresión, la adicción a drogas o la aparición de brotes psicóticos. En el caso de la depresión, el estrés puede causarla en personas especialmente vulnerables genéticamente por una alteración en la función reguladora del neurotransmisor serotonina.

El efecto dañino en el sistema cardiovascular se atribuye a la liberación excesiva de catecolaminas (la adrenalina puede afectar a la constricción de los vasos sanguíneos y la frecuencia cardiaca, entre otros), que se ha relacionado con el aumento de la hipertensión. Y la mayor producción de algunas hormonas favorece además la acumulación de placas de aterosclerosis (grasa que bloquea las arterias), lo que lleva a infartos e ictus cerebrales. Jordi Rius sostiene que se debería considerar estrés también a los episodios de mucha tensión o angustia y de corta duración. Cuenta que ha visto casos de éstos, en adultos jóvenes, como el de un paciente que sufrió un ataque cardiaco (por la rotura de una placa de ateroma que taponó la arteria) u otro al que se le rasgó la arteria carótida y sufrió una hemiplejia cerebral. El origen lo sitúa en una brusca descarga de adrenalina. "Es que el estrés supone tantos factores causales como efectos, y todos están entrelazados", dice, y añade: "Las personas que padecen estrés suelen adquirir hábitos de vida poco saludables: comen mal, duermen poco, son muy sedentarios, se exceden en el consumo de tabaco o de alcohol… y ello repercute de manera negativa igualmente en más enfermedades cardiovasculares". Por estas relaciones de causas y efectos hay quien en el ámbito sindical reclama que se reconozcan algunos infartos como enfermedades laborales, al considerarlos causados por el estrés en el trabajo. Casi la mitad de las muertes por ataque cardiaco o cerebrovascular son entre los 18 y los 69 años.

La reacción al estrés tiene un efecto dominó. Agrega el señor Armario: "Se ha comprobado que los glucocorticoides tienen un efecto antiinflamatorio que puede incidir en la supresión del sistema inmunitario, de ahí que se diga que el estrés reduce las defensas del organismo". Una persona con estrés sería, por tanto, más vulnerable a infecciones. Asimismo, se considera el estrés como una de las causas de empeoramiento de la calidad del semen y, consecuentemente, de infertilidad. Al estrés durante el embarazo se culpa en parte del bajo crecimiento fetal de los bebés. Y es bastante usual la somatización del estrés en forma de dolor musculoesquelético, de estómago y en migrañas.

La liberación excesiva de glucocorticoides se relaciona también con alteraciones metabólicas: pueden favorecer la acumulación de grasa abdominal, que es la que se relaciona más con las enfermedades metabólicas, como la diabetes, apunta Armario. El estrés también favorece un envejecimiento de los tejidos.

Armario advierte que un aspecto relevante a la hora de prevenir, diagnosticar o tratar el estrés es que varía mucho según la persona. No todas las personas dan igual respuesta a los estímulos estresantes y, como el estrés puede repercutir en diversos sistemas, la vulnerabilidad de cada persona tiene un peso importante en los efectos. Es decir, si una persona tiene mayor predisposición genética a una patología o sufre ya determinadas dolencias, el estrés las acusará. Por ejemplo, si tiene problemas de salud mental, el estrés puede manifestarse en más trastornos mentales; si sufre alteraciones gastrointestinales, probablemente las agravará. No están bien estudiadas, reconoce Armario, las diferentes reacciones según el sexo. Podría pensarse que las mujeres están más protegidas biologicamente porque se ha constatado que los estrógenos protegen del envejecimiento de las neuronas por estrés y, sin embargo, la depresión por estrés se da más entre mujeres que hombres. Lucía Artazcoz subraya que, junto al factor individual, existen condiciones sociolaborables generales que favorecen el estrés, y si se incidiera en ellas se podría prevenir y reducir el problema.

Rius se muestra convencido de que la actual situación económica lleva a más pacientes al médico por patología derivada de su estrés. "No es sólo ahora por la recesión económica, ya que desde hace tiempo se aplican modelos de organización sociolaboral que abocan al estrés por la incertidumbre sobre el futuro, la inestabilidad, la saturación… Hablamos de deslocalizaciones empresariales y cambios de puesto o geográficos, de los intensos horarios que dificultan la conciliación entre vida laboral y personal, el trabajo por debajo de la cualificación del empleado, la pérdida de autonomía, la imposibilidad del propio trabajador de organizarse las tareas", asegura Artazcoz. Estudios de las universidades estadounidenses de California, Los Ángeles y Michigan han comprobado, al estudiar a trabajadores durante tres a diez años, que tiene mayor efecto en un deterioro de la salud la incertidumbre laboral que la misma pérdida del empleo. Artazcoz cree que sí pueden las dificultades económicas actuales favorecer que más personas sufran estrés porque las hacen más vulnerables: están dispuestas a trabajar más y en peores condiciones, lo que favorece que a corto plazo sufran estrés (y esto ya ocurre habitualmente con personas que sufren mucha presión por representar la única fuente de ingresos, y limitados, de la familia; en consecuencia, deben pluriemplearse).

Artazcoz recuerda que el estrés se valora tanto según el desequilibrio entre las exigencias al individuo y su capacidad de control como por su percepción del binomio esfuerzo/recompensa. Si un trabajador siente que su esfuerzo es compensado o reconocido, se estresará menos. Esta especialista y su equipo han estudiado en los últimos años la incidencia de las largas jornadas laborales en el estrés y han constatado que el trabajador se estresa más si esas jornadas extenuantes las vive como una imposición, no si intervienen más la voluntariedad y una autonomía de organización.

Si un trabajador no puede establecer un buen clima de trabajo con su equipo y superiores se estresará más, asegura Artazcoz. Ella se declara sorprendida de que "las empresas, en su búsqueda de una mayor productividad apliquen algunas medidas estresantes e ignoren que si el trabajador no está a gusto tampoco rinde lo que podría". A su vez, un trabajador con más áreas de interés que su trabajo (como una buena red de apoyo social, familia, amigos…) será menos vulnerable al estrés. Con todo, el estrés también repercute negativamente en las relaciones del afectado. Pero cuidado, alerta Artazcoz, con decirle a una persona que ya vive estresada que "debe pensar en más cosas que en su trabajo". Añade: "Es habitual que los médicos recomienden a los pacientes estresados que hagan una vida más sana para reducir el estrés, pero si esas personas son incapaces de hacer ejercicio, de comer bien o de dormir ocho horas, acabarán sintiéndose culpables de su estrés".

No existe un tratamiento farmacológico específico para el estrés. Las medicinas dan buen resultado cuando el estrés se traduce en una patología para la que hay tratamiento eficaz, al aliviar los efectos. Ansiolíticos, como el Valium, por ejemplo, reducen la presión mental por estrés, pero no garantizan que se anulen otros efectos, como alteraciones digestivas, si las hubiera. Por ello, se suele combinar el tratamiento farmacológico con la terapia sociopsicológica, que intenta eliminar o reducir lo que causa estrés, y enseñar al afectado a manejar las situaciones de tensión. La eficacia de la psicoterapia se debe evaluar en cada caso.

El estrés, por consiguiente, es una plaga mortífera de nuestros tiempos. Impacta en nuestro cuerpo produciendo graves desenlaces: Ictus cerebral, migraña, depresión, adicciones, brotes psicóticos, desesperanza, irritabilidad, insomnio, angustia, merma de la concentración, de la memoria, de la creatividad y de la capacidad de decisión; aislamiento social, desorganización mental, hipertensión, infarto, dolor musculoesquelético, alteraciones gastrointestinales, debilitamiento del sistema inmune, acumulación de grasa abdominal, bajo crecimiento fetal en el embarazo, infertilidad y envejecimiento de los tejidos, por citar sólo los más relevantes.

Sociedad enferma

El concepto de "sociedad enferma" fue propuesto y utilizado por el psicoanalista de origen alemán Erick Fromm (1900-1980), quien empleó el término en su libro "The sane society" (titulado en español "Psicoanálisis de la sociedad contemporánea"), publicado en el año 1955. Quizás existan dudas y discrepancias en cuanto al nivel de gravedad de nuestra sociedad enferma, pero de lo que no parece haber vacilación es de que, en efecto, vivimos en un medio ambiente social insalubre.

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Propagado por la imparable globalización, por todas partes se percibe que el materialismo se ha convertido en una obsesión desmedida, donde el "tener más y mejor" se ha tornado en una meta alienante y en donde el "poseer" vale mucho más que el "ser" (tanto tienes, tanto vales); en donde el egoísmo, la envidia, la discriminación y la competencia sin cuartel contra otros destruyen los sentimientos de solidaridad humana; donde se rinde culto a la belleza física y se considera que la fealdad es sinónimo de infrahumanidad; donde el alcohol y las drogas se usan alegremente para manejar la ansiedad existencial creada por las demandas de la competencia y del consumo; donde la violencia soterrada, la delincuencia enmascarada, el sicariado y la granujada inteligente abarcan todos los estamentos del estado; donde se violan las leyes, los pactos y los acuerdos; donde el dinero y la corrupción se vuelven pasión universal, arrinconando a los buenos modales, al cultivo de la intelectualidad y al crecimiento ético y moral. Por esto y por mucho más, nuestra sociedad, evidentemente, entra dentro del cuadro de enfermedad grave: del diagnóstico de una patología presumiblemente terminal.

Hay individuos que se sienten muy a disgusto en una sociedad así, y optan por salirse de ella. Éste es el caso de los anacoretas o eremitas modernos. El vocablo "ermitaño" procede del latín "eremita", y éste del griego "eremía", que significa "del desierto". En sentido laxo, el término se extendió para significar a todo aquél que vive en soledad, apartado de los vínculos sociales. Por lo tanto, la vida ermitaña ya era bien conocida por los antiguos griegos y romanos, lo cual nos lleva a suponer que desde la más remota antigüedad hubo personas que se apartaban de la vida social o que se sentían mal en ella. Aparte de los inadaptados, que patológicamente carecen de la capacidad de establecer lazos sociales con los demás, muchos eremitas han sido personas normales que han tomado la decisión de alejarse de una sociedad enferma.

El artículo "Soledad y ascetismo: 5 ermitaños que cambiaron la historia", de Nicolás Boullosa, publicado en Internet el 26-1-2012, dice aproximadamente que Buda Gautama (563-483 aC), Lao-Tsé (551-479 aC), Prisciliano (340-385), Francisco de Asís (1182-1226) y Emily Dickinson (1830-1886) intuyeron que la independencia del individuo se lograba con el desapego de pensamientos y sensaciones, a través de la intuición y observando las leyes de la naturaleza, sin liturgias ni intermediarios. Creyeron que el individuo, en contacto con la naturaleza, lograba la "iluminación", a la que llamaron de distinta manera, según su tradición. Fundaron filosofías, religiones o corrientes literarias. Fueron respetados o, en ocasiones, tachados de lunáticos solitarios. Algunos fueron ejecutados. Pero todos ellos siguen influyendo en la cultura contemporánea. Estas cinco personalidades ascéticas, a través de la contemplación solitaria y la meditación, creyeron aprender de su vida interior y lo contaron a sus coetáneos y a la posteridad.

Nicolás Boullosa puntualiza que estar solo es a menudo considerado un castigo que, llevado al extremo, conduce a la locura. Ello explicaría por qué uno de los métodos de castigo más extendidos en la historia es el aislamiento forzoso y absoluto, en el que el reo es privado de todo contacto con el exterior. Abundan los ejemplos alegóricos de destierro forzoso: Napoleón en Santa Elena, fundación de Australia para albergar a reclusos británicos como explica magistralmente Robert Hughes en The Fatal Shore, envío de reos políticos a Siberia durante las purgas rusas y soviéticas. Además del destierro remoto y aislamiento de la sociedad, el secuestro o el naufragio son otros casos extremos de aislamiento no voluntario, igualmente dramáticos.

Pero el aislamiento no siempre es forzoso ni conduce a la locura, sino más bien, han creído quienes han practicado la contemplación solitaria desde la Antigüedad, "eleva" el físico y el espíritu. No es una constatación simplemente mística, sino científica. Movidos por motivos religiosos, políticos o artísticos, la historia no sólo compila ejemplos de eremitas, anacoretas, ermitaños, misántropos o personajes influyentes que eligen libremente una vida apartada (a menudo dedicada a poco más que la contemplación y la meditación), sino que muchos de estos personajes fundaron, después de su cultivo interior en solitario, ideas, filosofías de vida y religiones todavía vigentes en el mundo.

La soledad, entendida como herramienta de cultivo del pensamiento, la creatividad y el trabajo productivo, es reivindicada de nuevo en la era de la sobrecarga informativa. La soledad voluntaria es alabada como un método de concentración útil para desprenderse de las constantes interrupciones que bloquean el avance de una tarea, o el crecimiento de una idea o proyecto, a menudo surgidos del trabajo solitario.

El escritor y profesor William Deresiewicz alerta: "Tengo la impresión de que Facebook y Twitter y YouTube, son en último término una mera escusa elaborada para evadirse de uno mismo". El primer paso para pensar de un modo fluido, dice este escritor y profesor, que ha analizado durante años a estudiantes y profesores de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos, es aprender a estar a solas con nuestro pensamiento. Quienes han indagado libremente (y alejados de trastornos mentales) las fronteras de la soledad y el silencio, sea para trabajar o por motivos espirituales, explican sus experiencias con distintos tipos y grados de ascetismo, meditación, contemplación y anacoretismo.

Cuando evocamos la práctica de los ascetas, la meditación trascendental o el anacoretismo, damos con la imagen popular del ermitaño apartado de la sociedad, con ropa raída, barba blanca y larga. Pero, ¿hace falta subir a una montaña y permanecer allí apartado, recluirse junto a un lago (virgilianismo, Thoreau), vivir dentro de una tinaja (Diógenes de Sinope), o recluirse en un monasterio para lograr los supuestos beneficios de una vida sencilla y de acuerdo con la naturaleza, dedicada a la contemplación y el cultivo espiritual?

Pensadores como el escritor y periodista italiano Vittorio Messori hablan de las personas que, libremente y como contestación a la imperante cultura de lo que el filósofo estadounidense William E. Irvine llama "hedonismo inconsciente", practican un "eremitismo en medio del mundo". Este eremitismo en medio de la sociedad no constituye una reclusión geográfica de la sociedad imperante, a la manera del arquetipo de ermitaño o personaje pastoral romántico a lo Henry David Thoreau en Walden, sino que incorpora valores filosóficos próximos a la doctrina del gnosticismo: es decir, filosofía griega pura y dura (estoicismo, neoplatonismo). Messori describe el "eremitismo en medio del mundo" como una práctica silenciosa e individual que evita la publicidad, en la que se cultivan la soledad voluntaria, la oración (católico practicante por convicción, él piensa siempre en clave católica) y el trabajo, para contrarrestar la "borrachera comunitaria".

En su ensayo sobre la práctica del estoicismo en el mundo contemporáneo "A guide to the good life", el mencionado profesor de filosofía William B. Irvine llega a conclusiones similares a las de Vittorio Messori, aunque Irvine se aproxima al cultivo de la vida interior a través de la filosofía y un concepto que se ha perdido en el mundo contemporáneo: poner en práctica una filosofía de vida que parte del eudemonismo aristotélico, consistente en aprender a vivir bien practicando la mesura y de acuerdo con la naturaleza. Irvine explica en su libro que, por circunstancias personales, estudió a fondo dos opciones potenciales para poner en práctica una filosofía de vida para su propia existencia. Le interesaban el budismo zen (la religión mimada de cierto intelectualismo urbano occidental) y el estoicismo (una filosofía que el "cristianismo" plagió sin pagar derechos de autor). Para su sorpresa, en su batalla personal en busca de una filosofía personal ganó el estoicismo. Irvine quería responder así al mismo fenómeno que Messori describe como "eremitismo en medio del mundo": en una sociedad que prioriza la recompensa fácil y a corto plazo aunque vaya en detrimento de los intereses a largo plazo, un creciente número de personas deciden dar el paso y buscar su propio camino espiritual.

La soledad, el silencio mental o meditación, así como un cierto grado de ascetismo, que puede ir del aislamiento y pobreza extrema de los ermitaños a la pobreza "militante" de los cínicos griegos y los primeros franciscanos, o la frugalidad de los estoicos y "cristianos" protestantes como calvinistas y puritanos, son técnicas a las que recurren cada vez más personas, a menudo sin recluirse ni abandonar la sociedad. Son los "ermitaños urbanos". Practicar la soledad fomenta, dicen los estudios, la innovación y la productividad. Sí, hemos llegado a un estado de las cosas en que es necesario recordar que "se puede practicar la soledad", y ello no es malo, sino necesario. Pero, ¿cómo se practica sin echarse al monte? O, ¿es necesario meditar siguiendo unos patrones preestablecidos como el budismo zen, el "cristianismo" o el sufismo para lograr la "tranquilidad" (felicidad) de la que hablan los estoicos y disfrutar de sus beneficios? Respuesta ambigua: depende. Si lo que buscamos es cultivar una filosofía de vida, Internet y libros como "A guide to the good life", así como la lectura de los clásicos y la investigación profunda del eudemonismo (término que no tiene nada que ver con el demonismo, sino, más bien, con un medio para lograr un fin supuestamente legítimo y natural del ser humano) son un buen principio, pero no el único. Se puede explorar la vertiente filosófica de la contemplación y el ascetismo, o bien decantarse por la religiosa y espiritual.

En la filosófica, el estoicismo supone un equilibrio entre los extremos del cinismo (vivir una vida sencilla "extrema" de acuerdo con la naturaleza) y el hedonismo-epicureísmo (básicamente, la corriente imperante en la actualidad, aunque de manera inconsciente: dejarse llevar por los placeres y premios a corto plazo, más que saber adónde se va de verdad). Las distintas confesiones recurren a menudo a personajes eremitas para explicar su liturgia. Desde las nacidas en el Creciente Fértil e influidas por Zoroastro (como el catolicismo y las doctrinas ortodoxa, protestante, copta, etc.; y el judaísmo e Islam sufista); al budismo, el taoísmo o el hinduísmo. Por no hablar del panteísmo, que engloba tanto las religiones primitivas de cazadores y recolectores como la idea filosófica griega que convierte en equivalentes a Dios o Creador con Universo (personalidades claves de la Ilustración europea se declararon panteístas). En todas estas ramas filosóficas y confesiones religiosas, grupos e individuos practicaron el ascetismo y el silencio mental o contemplación para, a través del desapego entre pensamientos y sensaciones, lograr el bienestar (o la iluminación, o la experiencia mística, etc.).

A través de su personaje Zaratustra (tomó no casualmente el nombre del persa Zoroastro, cuyas ideas sobre el conflicto entre el Bien y el Mal influirían sobre las religiones que confiesan a Abraham como profeta: pseudocristianismo, judaísmo e islamismo), el filósofo Friedrich Nietzsche analiza el ideal ascético, que cree paradójico: a través del control extremo de los deseos y la frugalidad extrema, el asceta entra en una especie de hibernación y rechazo de la vida material para mantenerse vivo y reducir el sufrimiento. Nietzsche vio en esta búsqueda, para él sin sentido, el origen de la ciencia y religión seculares, así como el germen de la decadencia "cristiana". Eso sí, se olvidó de comentar lo que Buda llamó el camino medio y los estoicos identificaron con tranquilidad y virtud: es decir, el término medio dictado por el sentido común del asceta sabio. Se limitó a comentar el ascetismo extremo.

Los ermitaños más influyentes de la historia sirvieron como ejemplos ilustrativos de las distintas corrientes para lograr el desapego entre pensamientos y sensaciones, a través de técnicas como la meditación o distintos tipos de lectura, oración, etc. En ocasiones, la orientación del individuo, su postura física, o los ejercicios que realiza forman parte de la meditación. Hay tantos métodos de contemplación como tradiciones filosóficas y religiosas que la han empleado como camino para lograr el bienestar duradero (iluminación, etc.): chamanes y brujos, sufíes, monjes tibetanos, maestros zen, gurús de la India, ermitaños "cristianos". Doctrinas filosóficas clásicas como el cinismo o el estoicismo, por el contrario, enseñaban a vivir, más que a meditar, aunque prescribían la vida sencilla y "de acuerdo con la naturaleza". En definitiva, seguir el flujo natural, en lugar de ir contra él, sitúa al estoicismo más cerca del taoísmo y el budismo zen que el "cristianismo".

En la vida ascética de los eremitas (incluyendo a los "eremitas en el medio del mundo" que identifican con métodos distintos Vittorio Messori y William B. Irvine), el individuo busca la soledad para que la meditación, contemplación o plegaria surta sus efectos sin distracciones. Desde tiempos inmemoriales, el eremitismo era el método más radical para evadir la distracción de los placeres inmediatos de la vida en una comunidad, como los códigos de limpieza y comportamiento, así como los requerimientos fisiológicos: sexuales, alimentarios, etc.

El aislamiento geográfico era a menudo complementado con tareas que mantuvieran una cierta autodisciplina, tales como el aprovisionamiento de alimentos para una dieta sencilla, así como el trabajo manual. Henry David Thoreau y, más recientemente, Christopher McCandless, son el paradigma de la contemplación a través del trabajo manual y la subsistencia en un entorno ajeno. El viaje de Christopher McCandless a través de Norteamérica hasta un apartado entorno natural en Alaska y posterior muerte fue recogida por Jon Krakauer en un ensayo, y posteriormente convertido en película por Sean Penn. El desenlace de su historia de subsistencia es una alegoría a la búsqueda de la "iluminación" (puede ser "virtud y tranquilidad" para los estoicos, "nirvana" para determinados budistas e hindúes, etc.) y los riesgos de la vida eremítica, que ahonda en la idea de que el ser humano agudiza su inventiva cuando se desenvuelve en un entorno dominado por la escasez, el cual los evolucionistas considerarían similar al de sus antepasados remotos.

Los ascetas ermitaños y los "ascetas urbanos", que practican la contemplación en entornos humanos, logran, con la práctica, ignorar las distracciones y mantener la concentración, la soledad, independientemente de las circunstancias externas. Vittorio Messori y William E. Irvine argumentan que la búsqueda de la tranquilidad y el cultivo interior a través de la contemplación puede realizarse hasta en el centro de una gran urbe. Quien tiene capacidad para concentrarse y sacar el máximo partido del momento, consiguiendo el desapego entre pensamientos y sensaciones, es en definitiva capaz de hacerlo en una oficina, en el metro o en un aeropuerto. No le hace falta seguir el camino pastoralista de Thoreau o McCandless.

Buda Gautama (563-483 aC) es el arquetipo de ermitaño iluminado. Durante su existencia, con remarcables paralelismos con Mohandas Gandhi, Siddhartha Gautamá abandonó una vida acomodada para buscar en solitario la iluminación espiritual. Para lograrlo, primero se convirtió en ermitaño, para más tarde abandonar el ascetismo y fundar el budismo, tras haber logrado la iluminación, acontecimiento simbólicamente acaecido bajo un bodhi (árbol de la sabiduría). Figura sagrada para dos de las principales religiones del mundo, budismo e hinduísmo, Buda Gautama se había casado a los 16 años y tuvo un hijo. Se alejó de su vida palaciega y abrazó la vida ascética. Exploró las fronteras del aguante físico y mental humanos, llegando al borde de la inanición. Ello le convenció de que el camino adecuado para lograr el despertar espiritual era la meditación y la moderación (el camino medio), en una vida alejada tanto del placer fácil como de la mortificación asceta.

Lao-Tsé (551-479 aC) se disputa con Confucio el ser considerado el filósofo más relevante de la civilización china, y la compilación de su pensamiento (Dào Dé Jing o Tao Te Ching) es una de las obras cumbre de la filosofía universal, que influyó en Occidente a través de la Ruta de la Seda desde mucho antes de los viajes de europeos hacia Oriente, inaugurados por Marco Polo. Pese a que su propia existencia es fruto de la controversia, se considera a Lao-Tsé contemporáneo de Confucio y Buda, así como el maestro de ambos. Según la tradición, Lao-Tsé vivió sus últimos días como un ermitaño, adaptándose al flujo de la naturaleza, tal y como él mismo había descrito en el Tao Te Ching. Lao-Tsé analizó el funcionamiento de la naturaleza (orden cosmológico del universo, Yin-Yang) y su funcionamiento fluido u "orden natural". Para mejorar su existencia, el ser humano debe recuperar su armonía cósmica, entendiendo de nuevo el ritmo de la naturaleza y fluyendo con él. Su libro "Dào dé jing", "el Camino", se acerca con parábolas al orden del Universo, describiendo conceptos como el de wei-wu-wei, "acción mediante la inacción", que no significa permanecer indolente, sino renunciar a la voluntad y los deseos del momento cuando obstaculizan la fluidez armónica de la naturaleza. Según el "Dào dé jing", la virtud se alcanza cuando se respeta el modo en que las cosas crecen y decrecen. Actuar de acuerdo con el Tao, sin contradecirlo, es mucho más fácil, productivo, "acorde con la naturaleza". Los paralelismos entre su pensamiento y el confucianismo, el budismo (y su "camino medio") y el eudemonismo griego (el estoicismo, por ejemplo, y su vivir mesuradamente y de acuerdo con la naturaleza), le convierten en candidato probable de un ideario original que influyó sobre el resto. Prisciliano de Ávila (340-385), seguramente nacido en la Gallaecia romana, actuales territorios de Galicia, norte de Portugal y parte de Asturias, León y Zamora, ha pasado a la historia como el primer hereje sentenciado a muerte y ejecutado por la iglesia católica. Hasta su muerte, a traición y mediante la decapitación, en la ciudad gala de Tréveris en 385, Prisciliano se había convertido en un peligro para el creciente poder de la jerarquía católica, que sustituía rápidamente el poder administrativo de la Roma laica, debido a que sus ideas se apartaban demasiado de la ortodoxia. Este obispo hispano, nacido en el seno de una familia patricia, influenciado por el estoicismo de las clases dirigentes romanas y los restos culturales del panteísmo tradicional celtíbero, muy relacionado con bosques, manantiales e hitos naturales, dio al gnosticismo un nuevo impulso. Se atrevió a predicar la igualdad entre hombres y mujeres en el culto religioso, practicó misas en el bosque, sin más liturgia que sus palabras, fusionando la energía pagana del panteísmo celta con el cristianismo primitivo. Su obra fue destruida en su práctica totalidad, pero discípulos y eruditos posteriores recuperaron, a escondidas, muchas de sus ideas, en ocasiones sin atribuirlas al "hereje". No obstante, como demuestra el excelente libro Prisciliano, de Xosé Chao Rego (1999, Ediciones A Nosa Terra), el corpus de Prisciliano estaba a menudo tan próximo al zoroastrismo que sus ideas acerca del Universo y vivir de acuerdo con el curso de la naturaleza le situaban más cerca de Buda Gautama y Lao-Tsé (o, posteriormente, de Francisco de Asís), que de muchos prelados católicos coetáneos. Prisciliano practicó la meditación y se retiró a menudo a bosques y cuevas, viviendo del bosque y la caridad e indagando en la contemplación espiritual; un Thoreau del siglo IV de nuestra era. Se adelantó más de un milenio a su época y lo pagó con su vida, la excomunión y la práctica destrucción de su obra. Hay sospechas fundadas de que el mártir enterrado en el bosque de la diócesis de Iria Flavia llamado de Libredón, en una pequeña capilla que se convertiría posteriormente en la catedral de Santiago de Compostela, sea en realidad Prisciliano.

Francisco de Asís (1182-1226), como Prisciliano, nació en el seno de una familia acomodada, en este caso dedicada al comercio en la Asís del siglo XII. También como Prisciliano de Ávila, Francisco de Asís tuvo una juventud despreocupada y confortable, hasta que el horror de la guerra despertara un desapego por lo terrenal y un mayor interés por la contemplación y el desapego entre pensamientos y sensaciones. Huyó de lo terrenal practicando una vida sencilla y austera, que le convirtieron en un estoico católico viviendo bajo estricta pobreza y practicando la "meditación" (la versión de la Iglesia Católica: "San" Francisco de Asís vivió en la estricta pobreza y observancia de los Evangelios). Su interpretación del cristianismo le acercó al estoicismo y el gnosticismo, aunque fue lo suficientemente hábil como para que su orden, que llevaba su nombre, fuera aceptada por Roma. Eso sí: Roma ideó un Asís a medida para la posteridad. Fue canonizado 2 años después de su muerte y sus posturas teológicas fueron edulcoradas, mientras la orden franciscana ya había sido adaptada a las prerrogativas católicas, al obligarla a adoptar la regla de San Benito o San Agustín mientras Francisco de Asís todavía vivía. Su forma de vivir no fue aceptada por algunos de los nuevos miembros de su orden mientras él todavía vivía, disconformes con la "regla primitiva", la militancia en la pobreza y la vida dedicada a ayudar a leprosos y otros necesitados. Tras fundar las Hermanas Clarisas y antes de sus años dedicados a predicar su visión del cristianismo en el norte de África y Oriente Próximo, se retiró en varias ocasiones a meditar y buscar la tranquilidad espiritual (la "virtud y tranquilidad" del estoicismo) en la montaña de La Verna. Practicó el retiro y la meditación solitaria durante varias etapas hasta su muerte. Tras su muerte, la Iglesia Católica acercó hábilmente los aspectos más polémicos de la figura del monje canonizado a la doctrina oficial. No es casual que Roger Bacon, padre del empirismo científico, y Ramon Llull, maestro que intentó fusionar las tres religiones abrahámicas (o que confiesan a Abraham como profeta) a través de su Ars Magna e interpretación de la cábala, fueran ambos franciscanos.

Partes: 1, 2, 3, 4
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