Ramana es un ejemplo, entre muchos, de personas que popularmente se consideran "santos" o "iluminados"; y podemos decir que, en efecto, con relativa escasez encontramos individuos que descuellan o sobresalen en medio de la masa humana por manifestar unas características de la personalidad loables y singulares. Evidentemente, para una mayoría, perdida en un caos existencial o en un sinsentido materialista, el ejemplo de vida de personajes de la talla de Ramana puede sacudir su modo de pensar. Sin embargo, el hecho de que nos topemos con filántropos, héroes y heroínas, santos y santas, virtuosos y virtuosas, en todas las creencias y culturas y en todas partes de la Tierra, profesando a veces ideas contrapuestas entre sí, nos genera más confusión que ayuda a la hora de determinar cuál puede ser el derrotero existencial verdadero. De hecho, este galimatías de puntos de vista discordantes asumidos por "iluminados" del mundo entero ha llevado a algunos a afirmar que la "verdad" no existe o que ésta se encuentra en la buena voluntad de cada persona. Por supuesto, esto no crea consenso y unidad estables; sólo permite sustituír doctrinas subjetivas por otras doctrinas subjetivas, o bien posicionarse fanáticamente en un esquema inamovible como medio de estabilidad existencial. Y parece que toda esta problemática tiene un único denominador común, a saber: la ausencia de guía divina basada en una interpretación fidedigna de las sagradas escrituras.
Si a esta confusión añadimos la operación silenciosa y sutil de las ya citadas fuerzas demoníacas (o el colectivo de inteligencias malignas sobrenaturales), tal como previene la sagrada escritura, podemos entrever un cuadro verdaderamente desdichado que afecta a la humanidad en general y que la desvía del camino existencial del que se descarriló en el origen, es decir, allá en el Edén. Mucho fue lo que se perdió entonces, además del norte existencial. No obstante, a través de toda la historia y de una manera más o menos llamativa, siempre ha estado ahí la guía divina, en las sagradas escrituras: "Para mis pies (se sobreentiende: para el presente existencial por el que transito ahora) antorcha (se sobreentiende: llama que alumbra bien) es tu palabra (se sobreentiende: la guía divina o palabra divina, contenida en la Biblia), luz para mi sendero (se sobreentiende: iluminación existencial para toda una vida o sendero, o trayectoria)" (Libro de los salmos, capítulo 119, versículo 105; Biblia de Jerusalén).
"El poder del ahora" fue escrito por Eckhart Tolle a raíz de una experiencia de ansiedad extrema, después de haber sufrido varios intentos de suicidio. Su crisis existencial desembocó, según ha declarado, en una experiencia espiritual reveladora que hizo que su vida diera un giro total y entonces encontró la paz espiritual. Se dedicó a indagar en su experiencia, tomando contacto con maestros espirituales de manera directa o indirecta (al parecer, indirectamente obtuvo la mayor parte de sus fundamentos iluminatorios, a través de los escritos de Krishnamurti y Ramana). Después lanzó el libro "El poder del ahora" y se dedicó a dar conferencias por todo el mundo, coincidiendo de alguna manera con la forma krishnamurtiana de encarar la segunda parte de la vida. El libro fue número uno de ventas en Estados Unidos; y posteriormente ha escrito otros libros similares, como "El silencio habla" y "Un nuevo mundo ahora". También ha salido en el famosísimo programa de televisión de Oprah Winfrey.
Este libro (El poder del ahora) habla de espiritualidad, y lo hace de una manera que pretende ser práctica y sencilla. Pero, tal vez sin que el propio Tolle se haya percatado de ello con claridad, se encuentra totalmente desconectado del punto de vista de la sagrada escritura. Por otra parte, es fácilmente asimilable para lectores comunes, ya que no requiere grandes esfuerzos mentales para ser comprendido, pero, a diferencia de la sagrada escritura, presenta enormes lagunas explicativas insuperables para individuos con alta capacidad de crítica constructiva. El libro gira en torno a unas pocas ideas fundamentales, algunas de las cuales son: tú no eres tu mente, debes vivir en el "ahora" (que es lo único que hay), la mente nos impide tomar conciencia de nuestra verdadera naturaleza "superior", vivimos identificados con nuestro "ego" (el cual, según lo usa Tolle, es la imagen mental errónea que uno tiene de sí mismo, y ella está condicionada por la cultura y las propias creencias personales), en el "ahora" surge la quietud, uno debe fluír con la vida, dejemos que las cosas sean como son…
Por lo pronto, las primeras colisiones inevitables entre las ideas de Tolle y la sagrada escritura se pueden detectar a "simple vista". Por ejemplo, Tolle postula que "tú no eres tu mente y que la mente nos impide tomar conciencia de nuestra verdadera naturaleza superior"; sin embargo la sagrada escritura dice:
«Él (se sobreentiende: Jesucristo) le dijo (se sobreentiende: a un fariseo): "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu MENTE. Éste es el mayor y el primer mandamiento (se sobreentiende: mandamiento de la Ley mosaica)"» (Evangelio de Mateo, capítulo 22, versículos 37 y 38; Biblia de Jerusalén). Si nos atenemos a Tolle, dado que uno mismo no es su mente y ésta nos impide proyectarnos hacia nuestra verdadera naturaleza espiritual o superior, pudiera terjiversarse el dicho de Jesucristo afirmando que el que uno no ame a Dios con su mente (la cual estorba a la espiritualidad) no significa que uno no ame a Dios. Un relato sagrado paralelo lee así: «Acercóse uno de los escribas que les había oído (se sobreentiende: había escuchado una conversación tensa entre Jesucristo y los fariseos) y, viendo que les había respondido muy bien (se sobreentiende: Jesucristo había argumentado de manera excelente contra sus adversarios fariseos), le preguntó (se sobreentiende: a Jesucristo): "¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?". Jesús contestó: "El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu MENTE y con todas tus fuerzas"» (Evangelio de Marcos, capítulo 12, versículos 28-30; Biblia de Jerusalén). Este pasaje sagrado da a entender que un ser humano es una estructura viva e inteligente, compleja o compuesta, y que la mente forma parte de dicha estructura y no se dede soslayar despectivamente (verbigracia: un coche sin ruedas no es un coche completo y no puede funcionar como tal). Se encuentra un tercer relato paralelo en el Evangelio de Lucas, capítulo 10, versículos 25-28. También, hay muchos pasajes bíblicos que nos inducen a pensar en los beneficios de usar sabiamente la mente y no desestimar su potencialidad espiritual.
Para personas cuyas mentes están acostumbradas a que la lectura les aporte conocimientos útiles y también alimento para la psique, las ideas de Tolle contra la actividad intelectual de la mente humana es un jarro de agua fría, pues para seguir sus consejos habría que efectuar una desprogramación educativa radical y someterse a una forma diferente de entender la vida, al estilo del lejano oriente, con sus pros y sus contras (como ya hemos mencionado anteriormente a propósito del budismo y del yoga). Con respecto a la mentalidad occidental, pues, el poner en práctica las instancias de Tolle equivale a entender la existencia con la mente apagada, al objeto de poder librarnos de malsanos condicionamientos mentales. Esto equivale a decir, aproximadamente, que para no ver escenas perjudiciales de guerra y violencia uno debería sacarse los ojos. En realidad, la sabiduría consiste en mirar hacia otro lado, o en obligarse uno a contemplar escenas pacíficas y edificantes. Así mismo, la mente, como toda herramienta poderosa, puede emplearse para bien o para mal; y el individuo sensato y bienintencionado la emplea (no la anula, sino que la potencia) de manera positiva. Las sagradas escrituras animan, precísamente, a hacer esto último.
Con estos comentarios no estamos culpabilizando a Tolle de malas intenciones, sino que pretendemos poner el acento en el simplismo que avistamos en sus ideas y en las presumibles consecuencias (que sospechamos pudieran ser nefastas) de materializar semejante simplismo. A lo largo de todo el libro, "El poder del ahora", se percibe una aparente obsesión por descalificar a la actividad mental humana en general como si ésta fuera algo intrínsecamente perjudicial, es decir, como si se tratara de una fuerza obstaculizadora para la consecución de estadios superiores de realización existencial. Pero eso no es lo que se desprende de la sagrada escritura, a la que Tolle hace alusión a veces. Veamos: "Porque ya sabemos que la ley (se sobreentiende: la norma divina para el hombre, o su guía para la humanidad) es espiritual (se sobreentiende: no es material o materialista); mas yo soy carnal (se sobreentiende: sometido a una estructura biológica desequilibrada a causa del error de emancipación de la guía divina y sus consecuencias, heredado de los primeros padres humanos), vendido a sujeción del pecado (se sobreentiende: en esclavitud al desequilibrio original heredado). Porque lo que cometo, no lo entiendo (se sobreentiende: la falta de equilibrio entre lo emocional y lo racional impide al descendiente de Adán y Eva entender o discernir con suficiente antelación algunos eventuales errores que, desgraciadamente, cuando se ponen de manifiesto ya no es posible evitar sus malas consecuencias); y ni el bien que quiero, hago; antes lo que aborrezco, aquello hago (se sobreentiende: la desdicha de estar sometido al desequilibrio emotivo y racional conduce a errores que pueden ser graves). Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena (se sobreentiende: el individuo bienintencionado aprueba llevar a la práctica la ley o norma divina, pero no lo consigue plenamente a causa del desequilibrio heredado). De manera que ya yo no obro aquello, sino el pecado que mora en mí (se sobreentiende: la causa del error aquí es involuntaria y se debe al desequilibrio heredado, y no a una decisión deliberada contra la norma divina). Y yo sé que en mí (es a saber, en mi carne) no mora el bien, porque tengo el querer, mas efectuar el bien no lo alcanzo. Porque no hago el bien que quiero, pero el mal que no quiero, éste hago. Y si hago lo que no quiero, ya no obro yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley (se sobreentiende: una regularidad de desequilibrio biológico humano, de alcance psicofísico y heredable, introducido por el error edénico): Que el mal me es propio. Porque con el hombre interior, me deleito con la ley de Dios; mas veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi MENTE, y me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros (se sobreentiende: la mente se rebela contra el error, pero el resto de la estructura corporal no). Miserable hombre de mí. ¿Quién me librará del cuerpo de esta muerte? La gracia (se sobreentiende: la bondad gratuita o desinteresada) de Dios, por Jesús (se sobreentiende: mediante el sacrificio expiatorio de Jesucristo), el Cristo o el Ungido (se sobreentiende: el profetizado Mesías), Señor nuestro. Así que, yo mismo con la MENTE sirvo a la ley de Dios, pero con la carne a la ley del pecado" (Epístola del apóstol Pablo a los cristianos romanos, capítulo 7, versículos 14-25; Biblia de Reina-Valera).
El libro ("El poder del ahora") está escrito de tal manera que parece especialmente dirigido a un lector sufridor, existencialmente confundido, aturdido por una vida de despropósito, con problemas psicológicos causados (quizás en buena parte) por el desasosiego de la vida y la agitación mental (falta de reposo de la mente). Esto no tiene nada de extraño si se tiene en cuenta que Tolle refleja aquí su propia experiencia vital de la juventud y también la solución que él encontró al problema, a saber, anular de alguna manera las inquietudes de su mente, haciéndolo por medio de una especie de anestesia pseudobudista de las funciones cerebrales para que éstas no disparen ninguna señal de alarma en la mente consciente y ésta nos incite a buscar estrategias convencionales con las que poder hacer frente a las amenazas de la vida. Tolle parece haberse dado cuenta de que materialistamente hablando está todo perdido para la humanidad y de que desde ese prisma lo más que se puede hacer es remedar al avestruz, metiendo la cabeza debajo del ala y olvidándose de que existe algún problema; o como se procede en medicina clínica ante una enfermedad incurable, silenciando los síntomas dolorosos. Sin embargo, Tolle supone (lo cual es suponer demasiado) que con una acertada y mística huída de la dura realidad se puede encontrar algo sublime, esto es, una dimensión existencial superior y apoteósica que, por arte de magia gandalfiana, está ahí, DENTRO de nosostros, esperando que llamemos a su puerta. Pero, en lugar de eso, la sagrada escritura incita a una reeducación mental basada en las sagradas escrituras, que permitiría afrontar con éxito las inquietudes de la vida por medio de la guía divina y bajo la esperanza profética de que los problemas humanos serán solventados por Aquél que es infalible, a su tiempo previsto y en la sazón debida. Por lo tanto, la idea implícita de que la solución a los problemas terrenales, humanos, psicológicos y personales se encuentra al alcance de cualquiera de forma cuasi mágica, por simplemente apagar la mente, entrar en el momento presente e hipotéticamente vislumbrar nuestra verdadera identidad espiritual, fluyendo con el todo y con la vida, es absolutamente descabellada desde el punto de vista de la sagrada escritura. En efecto, debido al desequilibrio psicofísico, profundo y sutil, heredado de nuestros primeros ancestros a consecuencia de la rebelión edénica, Jesucristo señaló: "Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de DENTRO, del CORAZÓN de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de DENTRO y contaminan al hombre" (Evangelio de Marcos, capítulo 7, versículos 20-23; Biblia de Jerusalén).
Pero si de alguna manera saliera del interior del "corazón" humano una apariencia de santidad indefectible, como la que Jesucristo recriminó a los fariseos o similar, siempre sería bueno ponerla en cuarentena y examinarla a la luz de lo que dice la sagrada escritura en cuanto a ello; es decir, asegurarse de que tal "santidad indefectible" no sea más bien una argucia estratégica demoníaca en donde el primer engañado es el mismo individuo que exhibe dicha santurronería: "Y no es maravilla (se sobreentiende: no es una rareza lo que se expresa en este contexto), porque el mismo Satanás se transfigura en ángel de luz (se sobreentiende: un mensajero con supuesta iluminación espiritual). Así que, no es mucho (se sobreentiende: no es una exageración) si sus ministros (se sobreentiende: individuos humanos que, consciente o inconscientemente, sirven como marionetas del diablo) se transfiguran como ministros de justicia (se sobreentiende: dan la apariencia a otros, e incluso a sí mismos, de que contribuyen a la causa de la justicia o la iluminación espiritual universal e infalible); cuyo fin será conforme a sus obras (se sobreentiende: les acaecerá, a la larga, lo que Jesucristo habló en el Sermón de la Montaña tocante a edificar sobre la roca o sobre la arena, según se registra en el Evangelio de Mateo, capítulo 7, versículos 24-27)" (Segunda epístola del apóstol Pablo a los cristianos corintios, capítulo 11, versículos 14-15; Biblia de Reina-Valera).
La sagrada escritura, en el Apocalipsis, advierte de la futura eclosión mundial de una "magna tribulación" (el mayor sufrimiento de toda la historia antrópica) causado por el egoísmo y la estupidez humanas vinculados a la influencia demoníaca en auge. Se sobreentiende que únicamente las personas que sigan la guía divina tendrán alguna posibilidad de sobrevivir a ese terrible lapso histórico, en donde las "iluminaciones" que no provengan de dicha guía divina quedarán absolutamente fracasadas: "Pero el día del Señor (se sobreentiende: una tribulación magna que desemboca en un día de juicio divino) vendrá como ladrón en la noche (se sobreentiende: con celeridad o rapidez, de manera que no habrá tiempo para rectificar las conductas erróneas); en el cual los cielos pasarán con grande estruendo (se sobreentiende: los gobiernos y liderazgos humanos, colocados encima de la humanidad en general, serán estrepitosamente acabados), y los elementos ardiendo (se sobreentiende: los pilares o sillares sostenedores de la sociedad humana se consumirán o extinguirán como quemados por un fuego muy intenso), serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella están (se sobreentiende: la tierra o dominio artificial de la humanidad, con sus actividades malsanas), serán quemadas (se sobreentiende: eliminadas o extinguidas). Pues como sea así que todas estas cosas han de ser deshechas, ¿no conviene que vosotros seáis (hallados) en santas y pías conversaciones (se sobreentiende: la sabiduría de mantener la mente y el habla en cosas que estén de acuerdo con la guía divina), esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios (se sobreentiende: armonizando la vida con la guía divina para que la magna tribulación no coja desprevenido al individuo), en el cual los cielos siendo encendidos, serán deshechos, y los elementos siendo abrasados, se fundirán? Pero esperamos cielos nuevos y tierra nueva (se sobreentiende: la venida del reino de Dios, que se solicita en la oración del padrenuestro, donde los mansos o personas amantes de la guía divina heredarán la Tierra, como dice una de las bienaventuranzas de Jesucristo), según sus Promesas (se sobreentiende: según las profecías), en los cuales mora la justicia (se sobreentiende: donde la voluntad de Dios se haga sobre la Tierra, como apostilla el padrenuestro)" (Segunda epístola del apóstol Pedro, capítulo 3, versículos 10-13; Biblia de Reina-Valera).
El papa Francisco.
Según Watkins, el tercer líder espiritual del momento sería el Papa Francisco, de nombre secular Jorge Mario Bergoglio (nacido en Buenos Aires, Argentina, el 17 de diciembre de 1936). Es el papa católico número 266 y jefe de Estado de la Ciudad del Vaticano. Tras la renuncia de Benedicto XVI al pontificado, fue elegido el 13 de marzo de 2013 en la quinta votación efectuada durante el segundo día de cónclave.
Previamente a entrar en el seminario como novicio de la Compañía de Jesús, trabajó una temporada como técnico químico. En 1969 fue ordenado sacerdote y entre los años 1973 y 1979 fue el superior provincial de los jesuitas en Argentina. Entre 1980 y 1986 fue rector del Colegio Máximo y de la Facultad de Filosofía y Teología de San Miguel. Luego de un breve paso por Alemania y por Buenos Aires, se estableció en la provincia argentina de Córdoba durante seis años.
Conocido por su humildad, su adhesión a la opción preferencial por los pobres (principio que abarca a los marginados y sufrientes de distinta extracción) y su compromiso de diálogo con personas de diferentes orígenes y credos, Francisco mostró una variedad de gestos pastorales indicativos de sencillez, entre los que se incluyen su decisión de residir en la Casa de Santa Marta en lugar de la residencia papal en el Palacio Apostólico Vaticano usada por sus antecesores desde 1903. Entre las acciones que hasta la fecha han caracterizado su pontificado destacan sus iniciativas de reforma de la Curia romana en campos tan diversos como la economía y las finanzas, la administración, los tribunales eclesiásticos y el derecho canónico, las comunicaciones sociales, la sanidad, el laicado y la familia. Con ello propugnó soluciones en temas complejos que incluyen la transparencia en las finanzas vaticanas, la coherencia entre la misión evangelizadora y la actividad económica, la simplificación de la burocracia, la eficacia de la comunicación, la nulidad matrimonial, la lucha contra la pedofilia y los abusos, y la protección de menores y migrantes. Al poco tiempo de su elección, en 2013, la revista Time lo consideró una de las cien personas más influyentes en la actualidad, incluyéndolo en el grupo de los "líderes" de la humanidad, y meses más tarde lo nombró la "persona del año" para 2013.
Jorge Mario Bergoglio nació en el seno de una familia católica el 17 de diciembre de 1936, en el barrio porteño de Flores, siendo el mayor de los cinco hijos del matrimonio formado por Mario José Bergoglio (1908-1959), empleado del ferrocarril, nacido en Portacomaro, provincia de Asti, que tuvo que emigrar de Italia debido al avance del fascismo; y Regina María Sívori (1911-1981), ama de casa, nacida en Buenos Aires, hija también de inmigrantes procedentes del Piamonte y Génova. Durante su infancia, Jorge creció en un hogar arraigado en los orígenes italianos y católicos de su familia. Sus padres lo bautizaron en
la Basílica María Auxiliadora y San Carlos, del barrio de Almagro, en Buenos Aires. Durante su niñez estudió en el colegio salesiano Wilfrid Barón de los Santos Ángeles, de la localidad de Ramos Mejía. Posteriormente estudió en la escuela secundaria industrial Hipólito Yrigoyen, en la que se graduó como técnico químico, tras lo cual estuvo trabajando en el laboratorio Hickethier-Bachmann, realizando análisis bromatológicos destinados a controlar la higiene de productos alimenticios. Pero ya en esa época sentía una fuerte vocación religiosa. Con 21 años, en 1957, decidió convertirse en sacerdote. Ingresó en el seminario del barrio Villa Devoto y entró en el noviciado de la Compañía de Jesús. Después de dos años de noviciado, culminó sus estudios en el juniorado Jesuita de Santiago de Chile, ubicado en la casa de retiro de San Alberto Hurtado, donde ingresó al curso de Ciencias Clásicas y profundizó sus estudios de historia, literatura, latín y griego. De 1964 a 1966 fue profesor de Literatura y Psicología en el Colegio de la Inmaculada de Santa Fe y en el Colegio del Salvador de Buenos Aires. Entre 1967 y 1970 cursó estudios de teología en la Facultad de Teología del Colegio Máximo de San José, en San Miguel. Allí recibió las enseñanzas del teólogo jesuita Juan Carlos Scannone, fundador de la Filosofía de la liberación y de la Teología del pueblo (corriente autónoma argentina de la Teología de la liberación), que influyeron profundamente en su pensamiento. Fue ordenado sacerdote el 13 de diciembre de 1969, a los casi 33 años de edad. El 31 de julio de 1973 fue nombrado provincial de los jesuitas argentinos, cargo que ocupó hasta 1979.
Luego de una gran actividad como sacerdote y profesor de teología, fue consagrado obispo titular de Oca (Auca, en latín) el 20 de mayo de 1992, para ejercer como uno de los obispos auxiliares de Buenos Aires. Durante el consistorio del 21 de febrero de 2001, Juan Pablo II lo creó cardenal con el titulus de San Roberto Belarmino. Como arzobispo y cardenal, Bergoglio fue conocido por su humildad, conservadurismo doctrinal y su compromiso con la justicia social. Optó por promover el diálogo y acercarse a los distintos colectivos sociales, fuesen o no católicos; así como por reforzar la tarea pastoral en las parroquias, aumentando la presencia de sacerdotes en las villas (barrios marginales). Esto hizo que fuese conocido como el "Obispo de los pobres". Un estilo de vida sencillo ha contribuido a la reputación de su humildad: vivía en un apartamento pequeño en vez de la residencia palaciega episcopal, renunció a su limusina y a su chófer en favor del transporte público, y cocinaba su propia comida. Bergoglio, antes de ser elegido papa, presentó su renuncia como arzobispo al cumplir los 75 años, de acuerdo al Derecho canónico. Tenía previsto jubilarse una vez fuese nombrado su sucesor y retirarse a un hogar para los sacerdotes mayores o enfermos, donde ya tenía reservada una habitación; para después llevar una vida de oración y de dirección espiritual, alejada del gobierno eclesiástico.
Ya como papa, Francisco decidió hacer de la Casa de Santa Marta su lugar de residencia, renunciando así al Palacio Apostólico Vaticano usado por los papas desde Pío X (1903). En concreto, se aloja en la suite 201, destinada a albergar al nuevo pontífice, la cual consta de un dormitorio, un salón y un baño. Su decisión fue tomada, según Federico Lombardi, con el propósito de buscar una "forma simple de vivir y la convivencia con otros sacerdotes". No obstante, el Palacio Apostólico sigue siendo utilizado para audiencias y para el rezo del "ángelus". Tras su elección, se dio a conocer el nombre de un médico que le atendió durante años, Liú Ming. Según Liú Ming, "el problema más importante de Francisco estaba en el corazón, por el cual los médicos le habían dicho que debería operarse. Con la medicina china logró el equilibrio y evitó el quirófano". Francisco ha admitido creer tanto en el Big Bang como en el propio Dios, y así manifestó que el Big Bang es pertinente como teoría del origen del Universo, y no se contradice con la noción de la Creación, sino que "por el contrario, la exige". A su vez, entre varias declaraciones que realizó durante un discurso ante la Academia Pontificia de las Ciencias de la Santa Sede, Francisco aseguró que "la teoría de la evolución y el Big Bang son completamente posibles", pero de la mano de Dios. Para Francisco, pues, "la evolución y Dios no son excluyentes, todo lo contrario, van de la mano".
Sin duda, la personalidad del papa Francisco se fundamenta en buenas cualidades de honestidad y humildad que han sido desarrolladas por él a lo largo de su vida; y esto es algo admirable en una persona que ha tenido muchas oportunidades de ensalzarse a sí misma a causa de los altos títulos eclesiásticos que ha adquirido. No obstante, como muestra la experiencia y la sagrada escritura, el conocimiento de la verdad (pues, de haber alguna verdad, ésta se encontraría supeditada a la guía divina) no está necesariamente asociado con una personalidad admirable, ni con una hipotética iluminación existencial, ni con la erudición científica: "No hay sabiduría, ni inteligencia, ni consejo (se sobreentiende: no hay consejo acertado o verdadero, o la verdad, para la toma de decisiones existenciales), contra el Señor (se sobreentiende: echando a un lado la guía divina)" (Libro de los proverbios de Salomón, capítulo 21, versículo 30; Biblia de Reina-Valera). Por lo visto, se puede aplicar el siguiente lema, que suena cuasi matemático, en este caso: "una con-
dición necesaria, pero no suficiente, para adquirir el conocimiento de la verdad (vale decir: la verdad revelada y también la verdad que armoniza con la revelación bíblica) es la humildad y la modestia mentales". Esto estaría de acuerdo con el siguiente pasaje sagrado: «En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: "Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas (se sobreentiende: datos de gran importancia con respecto al propósito divino para el hombre, la Tierra, el universo, el suprauniverso, etcétera, de los cuales pende, a modo de sistema referencial, toda la sabiduría y el conocimiento que el ser humano pueda atisbar por su propio esfuerzo) a sabios e inteligentes (se sobreentiende: los que se tienen por sabios e inteligentes y no se percatan de que realmente son polvo y ceniza, y de que toda la humanidad a la que ellos pertenecen es un fenómeno transitorio en un universo transitorio, a menos, claro está, que el Todopoderoso tenga a bien hacer perenne dicha transitorierad en el futuro), y se las has revelado a pequeños (se sobreentiende: a algunas personas que son humildes y modestas, a pesar de que eventualmente puedan tener grandes capacidades intelectuales, como el caso de Moisés, Salomón, Daniel el profeta, Lucas el médico evangelista, Saulo de Tarso, etcétera)"» (Evangelio de Mateo, capítulo 11, versículo 25; Bilbia de Jerusalén).
No parece que la verdad bíblica haya conseguido penetrar en la mente del papa Francisco, a pesar de que da la impresión de tener una personalidad altamente humilde y modesta. Esto es debido al hecho de que, en sus declaraciones, entre otras cosas, afirma que existe una compatibilidad plena entre la teoría evolutiva, iniquívocamente materialista y anticreacionista, y la forma en que Dios creó la vida en este planeta. Pero desde el mismo Génesis, hasta el Apocalipsis, toda la esencia del mensaje sagrado señala hacia una creación directa o especial; de manera que, desde el punto de vista bíblico, no se puede sostener en absoluto el hecho de que haya siquiera un atisbo de evolución orgánica real. No obstante, sí se puede hablar de adaptación polifacética de los diferentes organismos y del propio hombre al medio ambiente (una capacidad adaptativa tan variopinta y versátil que frecuentemente los evolucionistas han confundido, con o sin intención logrera, con las premisas ficticias de la evolución neodarwiniana).
El verdadero reposo de la mente humana no es fácil de atisbar, y, aun cuando excepcionalmente se consiguiera vislumbrar, es todavía mas difícil de consolidar. En cambio, muchísimo más sencillo es hallar una forma ficticia de reposo mental y determinarse por ella, y así, en el mejor de los casos, se conseguiría vivir envuelto en dicha ficción por el resto de los días del breve existir de alguien. Pero para los que buscan la verdad, la auténtica verdad que se expone en las sagradas escrituras, no hay reposo mental en el presente sino en el futuro. De hecho, mientras exista la actividad demoníaca y la Tierra se encuentre en tan penoso y desequilibrado estado de administración, tendente al exterminio total sin falta, no puede haber reposo mental ni siquiera para las criaturas del suprauniverso ni para Dios mismo. Por ejemplo, ciertos pasajes sagrados informan de un venidero juicio final, donde se pondrá punto final a toda maldad e injusticia, y donde, a partir de ese entonces, se entrará en un estado universal dichoso para todos los vivientes, una situación maravillosa, de auténtico equilibrio y paz completos; y ése será, por tanto, el día del verdadero reposo mental.
Autor:
Jesús Castro.
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