- Resumen: estereotipos de género
- Introducción
- Estudio del estereotipo
- Género y estereotipos de género
- Roles de género
- Estereotipos de género y medios de comunicación
- Efectos de los estereotipos de género
- Conclusiones
- Bibliografía
Resumen: estereotipos de género
El presente trabajo se propone exponer la forma como se han ido iniciando los estudios sobre los estereotipos de género a través de las últimas décadas, destacando el aporte de sus principales autores, así como también las implicancias de este campo de investigación, además de los conceptos fundamentales para su comprensión, así como las características y efectos de este fenómeno social.
Por otro lado expone los principales lineamientos en la formación de los roles de género y cómo estos determinan en gran medida la forma en que las personas perciben el mundo desde la perspectiva preconcebida por la sociedad machista.
Palabras Clave: Estereotipos de Género, Roles de Género, Publicidad
ABSTRACT: GENDER STEREOTYPES
The present work intends to offer the way they have been initiated studies on gender stereotypes through the decades, highlighting the contribution of its principal authors, as well as the implications of this research, as well as the concepts fundamental to understanding, and the characteristics and effects of this social phenomenon.
On the other side presents the main guidelines in the formation of gender roles and how they largely determine how people perceive the world from the perspective preconceived by patriarchal society.
Key words: Gender Stereotypes, Gender Roles, Advertising
Introducción
Los estereotipos de género son ideas simplificadas, pero fuertemente asumidas, sobre las características de varones y mujeres, que se traducen en una serie de tareas y actividades que les asigna cada cultura (roles de género). La construcción social y subjetiva del género comienza desde el mismo momento del nacimiento, e incluso antes, desde el vientre materno, con las ensoñaciones de los futuros padres acerca del bebé que está por llegar. A lo largo de nuestra vida, en la familia, en la escuela, y en nuestro ambiente relacional se nos dice qué está bien y qué no lo está siendo hombres o mujeres, desde la forma de vestirnos a la manera de hablar, de expresarnos, comportarnos, a qué podemos jugar o en qué deportes participar. Al margen de la dotación biológica o genética que diferencia a los machos de las hembras, el hecho de ser mujer u hombre implica un largo proceso de culturización, aprendizaje y adaptación a los roles establecidos.
El género es una representación cultural, que contiene ideas, prejuicios, valores, interpretaciones, normas, deberes, mandatos y prohibiciones sobre la vida de las mujeres y de los hombres. Es así como se considera que los hombres y las mujeres no son iguales, debido a que cada uno tiene su propia función en la vida, "según el tipo ideal históricamente gestado, la mujer, toda mujer auténtica, está adornada de unas características que la distinguen del varón: es dulce y tierna, coqueta y astuta, preocupada por lo concreto, incapaz de interesarse por cuestiones universales, sentimental, intuitiva, irreflexiva y visceral" También se puede establecer una aproximación a las características que impone la cultura patriarcal a la subjetividad femenina, tales como el imperativo de belleza, la predisposición natural al amor, la consideración de la identidad de la mujer sujeta a la maternidad y el mandato de la mujer como cuidadora y responsable del bienestar ajeno. Por otra parte la masculinidad prepara a los hombres para enfrentar la vida con fortaleza, conocimiento, poder, engreimiento y habilidad, aunque también les enseña a rechazar sus sentimientos cubriéndose así con una máscara insensible. En esta misma línea se puede señalar que el modelo de masculinidad hegemónica implica carecer de todas aquellas características que la cultura atribuye a las mujeres, se construye sobre el poder y la potencia y se mide por el éxito, la competitividad, el estatus, la capacidad de ser proveedor, la propiedad de la razón y la admiración que se logra de los demás. La masculinidad se traduce en autoconfianza, resistencia y autosuficiencia, fuerza y riesgo como formas prioritarias de resolución de conflictos.
Las personas se convierten en hombres y mujeres en función del aprendizaje de representaciones culturales de género que rigen, no sólo, su constitución genérica, sino también, el carácter de las relaciones que, unos y otras, mantienen en diferentes esferas sociales (en ámbitos como la familia, la escuela, el grupo desiguales, etc.). Así, el género, como sistema cultural, provee de referentes culturales que son reconocidos y asumidos por las personas.
Desde la perspectiva sociocultural estas representaciones son internalizadas por los sujetos que forman parte de dicha cultura, estructurando y configurando formas de interpretar, actuar y pensar sobre la realidad.
Aprendiendo como es que funcionan y el grado de certeza o falsedad, así como sus efectos es que llegaremos a considerar el aspecto negativo o positivo de los estereotipos, pudiendo llegar a plantear propuestas para generar un trato igualitario entre el hombre y la mujer.
CAPÍTULO I:
Estudio del estereotipo
El término "estereotipo" fue utilizado por primera vez en las ciencias sociales de mano de Walter Lippman en su libro Public Opinion publicado en el año 1922. Aunque no aportó una definición final de estereotipo, integró una visión global del naciente concepto de estereotipo social, elaborando así la primera conceptualización al respecto.
Lippman eligió la palabra estereotipo para designar un determinado mecanismo de percepción inevitable y eficiente, elaborado por el individuo o su grupo, que se tiene en cuenta en el momento de percibir otro objeto o contenido similar.
Con dicho término, parecía referirse al contenido de la percepción construida por el individuo así como al proceso mismo. Acuñado el término, las primeras investigaciones llegarían en los años treinta aunque, según Cano (1993) con probabilidad éstas hubieran tenido lugar igualmente sin el precedente de Lippman, quizás bajo otro nombre.
ESTUDIOS EN TORNO AL ESTEREOTIPO
Desde que el término estereotipo fuera introducido en el contexto de las ciencias sociales por el periodista Walter Lippman en 1922, la conceptualización del estereotipo social ha venido conformándose en una constante redefinición, cuya revisión puede realizarse avanzando cronológicamente desde dicha fecha. Esta retrospección permite llegar a la conclusión de que han existido tres fases diferentes en la conceptualización psicosocial del término.
AÑOS 20: LA ADOPCIÓN DEL TÉRMINO POR PARTE DE LAS CIENCIAS SOCIALES.
La primera adopción científica del término vino de manos de la psiquiatría. Este precedente pudo condicionar la naciente corriente patológica que dominaría las posiciones doctrinales en los estudios sobre estereotipos que se sucedieron en los años treinta y cuarenta en los Estados Unidos. A esta perspectiva la definen, según Cano (1993), tres características: los estereotipos son negativos; existe una alternativa sana a los mismos, y por tanto hay que acabar con ellos.
Según diversos teóricos, Walter Lippman ya hizo surgir esta corriente con
Public Opinion en 1922. Lippman, si bien, como ya se mencionó, no desarrolló una definición formal de estereotipo, sí elaboró un análisis conceptual en el que lo consideraba una construcción individual y social de la percepción sujeta a distorsiones tanto psicológicas como socio ambientales, que venían determinadas por la economía cognitiva a la que se debían.
A estas distorsiones tendían con más susceptibilidad los débiles mentales y otra serie de individuos, como los analfabetos. Hasta este punto, se justifica la ubicación de su obra dentro de la perspectiva patológica del estereotipo, defendida desde posteriores marcos teóricos. Pero en realidad, para Lippman no era posible ni deseable acabar con los estereotipos porque el hombre carece de recursos cognitivos o perceptivos para enfrentarse al mundo desde la neutralidad. La estereotipia es un reflejo, para Lippman, de nuestra cultura, nuestro lenguaje y nuestra manera de pensar.
Lippman reconocía las consecuencias negativas de la estereotipia, al destacar las deficiencias de la misma en términos de sus consecuencias, pero también hablaba de lo poco plausible de un sistema cognitivo totalmente libre de estereotipos, que empobrecería la vida humana. La estereotipia, por tanto, no es para Lippman un mecanismo negativo o perverso y propio de enfermos, sino absolutamente normal, eficiente y altamente positivo que ayuda al individuo en su percepción del mundo y la interpretación de los estímulos que recibe:
"El estereotipo no sólo nos hace ahorrar tiempo en nuestra vida ajetreada y es una defensa de nuestra posición en la sociedad, sino que además nos preserva del desorientador efecto de intentar ver el mundo de un modo rígido y en su conjunto" (Lippman, 1997).
"(…) el abandono de todo estereotipo en orden de una aproximación completamente inocente empobrecería la vida del hombre. Lo que importa es el carácter de los estereotipos y la credulidad con la que los empleamos."
(op.cit.).
Con esta afirmación, Walter Lippman venía a sugerir la posibilidad de un antídoto efectivo, pero no aniquilador, contra la estereotipia mediante el simple reconocimiento de la operación por parte de cada persona, lo que sería tanto como reconocer la objetividad humana.
Lippman diferenció entre el proceso y el producto de la estereotipia. Los estereotipos no son para él necesariamente negativos y ni siquiera falsos, aunque le interesaba más su conformación que su negatividad. Respecto al proceso, se mostraba pesimista en cuanto a la capacidad de autocontrol de los estereotipos de cada uno ya que las personas afrontan las situaciones con preconcepciones, siendo más receptivas a la información consistente con esas expectativas.
Según Frederic Munné (1989), el hecho de que Lippman se hubiera dedicado al periodismo y extrajera el vocablo estereotipo del campo de las artes gráficas, pone ya de manifiesto la íntima conexión de los estereotipos con los medios de comunicación de masas como factor facilitador de estos.
Lippman subrayó el papel que desempeñan los medios informativos al definir nuestro mundo. El capítulo que abre su libro Public Opinion lleva por título "El mundo exterior y las imágenes en nuestras cabezas", y en él argumentaba que son los medios de comunicación los que definen esas imágenes o estereotipos.
Maxwell McCombs (1996) esta visión del impacto mediático es congruente en tiempos de Lippman, tanto con el criterio académico como con el popular, del poder de la comunicación, que creció a partir de sus relaciones durante la Primera Guerra Mundial con la propaganda política y la comunicación de masas. Por otro lado, Lippman llegó a referirse a los rasgos lingüísticos del estereotipo, aspecto apenas percibido por los teóricos sociales.
Es pues, en los años veinte, cuando se adopta el término por parte de la ciencia social y cuando comienza a gestarse el interés por un nuevo concepto, algo que Lippman condicionó al utilizar la palabra estereotipia sin acuñar una definición precisa, esperando expresar un nuevo concepto con una palabra que ya ofrecía numerosos vínculos semánticos y metafóricos.
Sin embargo, sentó las bases de un nuevo campo de investigación sociológica y tuvo éxito al lanzar el concepto que utilizarían generaciones de científicos sociales. El hecho de no delimitar su aplicación a un determinado objeto o contenido, dejó abierto el estudio a controversias e interpretaciones numerosas que empezaron a aparecer de modo casi inmediato. Sin embargo, no sería la orientación sociologista de Lippman realizada en su estudio pionero la retomada en los años siguientes, sino que se suscitó un nuevo interés por el aspecto intrapsíquico de los estereotipos.
AÑOS 30 Y 40: LA CORRIENTE PATOLÓGICA.
El verdadero detonante de la implantación de la corriente patológica llegó en
1933 con el célebre artículo de Katz y Braly "Racial Stereotypes in 100 College Students", un estudio empírico al que sin embargo se le ha reconocido un carácter doctrinal. Katz y Braly desarrollaron una nueva técnica de medición de estereotipos a través de una lista de adjetivos, con la finalidad de averiguar qué adjetivos relativos a rasgos de la personalidad eran los más propios de cada grupo étnico, racial o nacional. Katz y Braly (según Cano, 1993) acuñaron la siguiente definición:
"Un estereotipo es una impresión fijada, que se corresponde muy poco con los datos que tiende a representar, y resulta de que definimos primero y observamos en segundo lugar".
Adoptaron una posición moralista, enfocando sus resultados hacia la prueba de que el estereotipo indica un error. El impacto de su paradigma fue profundo, y estereotipo y prejuicio comenzaron a sellarse a partir de entonces.
El prejuicio, entendido como actitud negativa hacia otros grupos, comenzaría a ser el problema social dominante en una Norteamérica que se enfrenta a los problemas de racismo y etnocentrismo producidos en el marco de una sociedad plurirracial y ecléctica como la suya.
Con los estereotipos, la sociología intentará enfrentarse a estos problemas y con ellos medirán los contenidos cognitivos vinculados a actitudes grupales positivas o negativas. El estereotipo se va a convertir, a partir de Katz y Braly, en el aspecto cognitivo del prejuicio y se analizan preferentemente estereotipos negativos que la mayoría tiene de los grupos de minorías étnicas. Crearon escuela en la temática, puesto que, durante años, tal iba a ser el objetivo casi único de la investigación en estereotipos.
A lo largo de los años 30 y 40 y con este propósito investigador detrás, aumentarán progresivamente los estudios en materia de estereotipos, pero la mayoría de la literatura barajará esta concepción esencialmente negativa que considera al estereotipo como un error.
En resumen, durante los años treinta y cuarenta, la definición de estereotipo girará en torno a una concepción irracional, ligada al prejuicio; la estereotipia será considerada como un fenómeno de base emotiva y de carácter defensivo, distorsionador de la percepción y ligado a las características de rigidez y falsedad. Un enfoque por tanto peyorativo, que considera que el estereotipo es fruto de un mecanismo defectuoso que le hace invariable aún recibiendo información contradictoria.
La estereotipia estaba íntimamente relacionada con lo que había sido siempre un foco primordial en la psicología social: la medición y conceptualización de actitudes (según Miller, 1982). Theodor Adorno, sociólogo alemán, fue víctima de la persecución nazi por su condición de judío y todas las investigaciones recogidas en el libro fueron dirigidas y financiadas por el Comité Americano Judío, organismo que intentó abordar científicamente la problemática del prejuicio antisemita en particular y el prejuicio racial y el etnocentrismo en general. Todo ello con el objetivo expreso de erradicarlos. Adorno, por otra parte, no comulgaba con los postulados del neopositivismo, sino que consideraba que el sociólogo debía estar implicado en el objeto de estudio y no al margen de éste. Todo esto hace que esta obra deba justificarse desde una perspectiva y marcos muy concretos.
Los autores de La personalidad autoritaria abordaron el prejuicio desde una perspectiva predominantemente psicológica, teniendo al psicoanálisis como elemento conductor. Desde este marco, el estereotipo vuelve a tratarse desde una concepción patológica por la que se entendía como uno de los "síntomas" que manifiesta un individuo prejuicioso; más concretamente sería una patología en sí misma, en conexión con la paranoia, incluso llegan a utilizar la palabra "estereopatía". La personalidad autoritaria ahondará en el aspecto subconsciente del prejuicio, siendo la estereotipia uno de los ingredientes de aquél. La estereotipia queda identificada como una deficiencia de la personalidad, propia de personalidades enfermas o personas de escasa inteligencia, que la utilizan como medio de protección de su "yo" débil y que les permite enfrentarse al mundo controlándolo por medio de una rígida percepción.
Desde una posición psicoanalítica, los estereotipos son la ayuda de las personalidades débiles para enfrentarse al mundo. El estereotipo, como mecanismo de defensa, es propio, por tanto, de individuos enfermos.
La estereotipia se iba a entender hasta entonces como una manifestación de la personalidad prejuiciosa y las teorías freudianas quedarían implícitamente o explícitamente aplicadas aunque, con el declive del psicoanálisis en la ciencia social, comenzaron a llegar las críticas y se apagaría finalmente su influencia.
AÑOS 50. EL ESTEREOTIPO VERAZ.
En este periodo se ubican los nuevos estudios teóricos que aparecen entrados los años cincuenta y que suponen un paso adelante en la evolución teórica de los estereotipos y en los que comienzan a observarse dos importantes modificaciones conceptuales (Colom, 1994): por un lado, el predominio del "consenso" como característica definitoria de los contenidos de un estereotipo; y por otro lado, la atenuación de la característica de falsedad, paralela a la emergencia de lo que se ha llamado "núcleo de verdad" ("kernel of truth").
Según Cano Gestoso (1993), el consenso es un aspecto capital que ya estaba presente en las primeras investigaciones en estereotipos y que queda fijado en el paradigma teórico-empírico que nace con Katz y Braly. El consenso se inserta en el concepto, y el estereotipo pasa a considerarse un fenómeno de naturaleza social al tomar los rasgos elegidos por un mayor número de sujetos.
Por su parte, la concepción del "núcleo de verdad" responde a una posición menos negativa respecto al estereotipo, considerando a éste verdadero y falso a la vez, pero con mayor peso de la verdad. El estereotipo sería, por tanto, portador de una alegación real y verdadera pero no exacta. Esta posición mantendría que los estereotipos son, en su esencia, verdaderos y se generan en contacto con la realidad, aunque más tarde se escinda esta coincidencia por factores como su generalización o rigidez. Según afirma J. Ignacio Cano (retomando los postulados de Levine y Campbell en 1972) también son defensores de la existencia de un núcleo de verdad en el estereotipo aquellos autores, entre los que podría incluirse incluso Lippman, que conciben la estereotipia como una sobregeneralización, lo cual indica, según el mismo autor, que se parte de la realidad para más tarde incluir conclusiones excesivas.
En los años cincuenta surgen defensores del fondo de verdad intrínseco a todo estereotipo, tesis que no deja de ser una de las controversias que gira en torno al concepto y que, como tal, no ha sido siempre aceptada. Se trata en realidad de un aspecto más de la polémica, aún más amplia, sobre la verdad o falsedad de los estereotipos, en torno a la cual se debaten los autores en posiciones encontradas. Sin embargo, ya en los años cincuenta surgen los primeros detractores de la concepción del núcleo de verdad, como es el caso de Klineger, quien concluía que un estereotipo no implicaba, necesariamente, ni un mínimo de verdad.
Frederic Munné (1989), por ejemplo, es tajante al defender "un fondo de falsedad" en el lugar donde se defienda un "kernel of truth". En todo estereotipo hay, según Munné, una porción sustancial de falsedad, la cual es más importante que la porción de verdad que pueda contener o no.
Pero la tónica general de la época de los cincuenta fue una visión regeneradora de los estereotipos dentro de un aura positiva, como productos culturales del proceso de socialización, dentro de una perspectiva sociocultural
Pasaron así a ser definidos como creencias consensuadas sobre las características de ciertos grupos sociales, conceptualización que se mantuvo hasta la aparición del enfoque cognitivo social.
En 1954, Gordon Allport, uno de los grandes psicólogos de la personalidad, publica The Nature of Prejudicevii, obra compilatoria de todos los estudios sobre el prejuicio realizados hasta entonces en la que se trataba de analizar los efectos degradantes del prejuicio, en particular los concernientes a judíos y negros.
Allport aportó una nueva definición de estereotipo, vinculándolo al prejuicio:
"creencia exagerada asociada a una categoría" (1971, p.215).
Para Allport, los prejuicios son una decisión categorial y los estereotipos se corresponden con los contenidos de las categorías irracionales, o ideas fijas que acompañan a éstas. Más concretamente, el estereotipo pasa a ser entendido como el componente cognitivo del prejuicio, con una función clara de ayudar a la gente a simplificar sus categorías:
"Ya sea favorable o desfavorable, un estereotipo es una creencia exagerada que está asociada a una categoría. Su función es justificar (racionalizar) nuestra conducta en relación con esa categoría." (Lippman, 1971, p.215.)
Allport profundizó en el concepto de categoría y la explicaba como una solución psicológica, fruto de un proceso inevitable, no siempre racional y a menudo con una importante carga emocional y afectiva, claramente predominante sobre el componente cognitivo. La categorización se explica entonces como la tendencia humana a interpretar el mundo racional y emocionalmente e implica un proceso de simplificación y compendio:
"El estereotipo actúa, a la vez, como un recurso justificatorio para la aceptación o el rechazo categórico de un grupo y como un recurso selectivo o "pantalla", que asegure el mantenimiento de la simplicidad en la percepción y el juicio." (Allport, 1971, p. 216).
El proceso de categorización vendría facilitado por la presencia de aspectos visibles. La "visibilidad", es decir, el grado en que los miembros de una categoría son reconocibles a primera vista, juega un papel muy importante en la formación de las categorías.
La referencia de Allport a los estereotipos de sexo, se basaría en la misma evidencia visual de una apariencia diferente que conduce a una elaboración perceptiva y unas inferencias más allá de lo observable. El estereotipo operaría, a la vez, como:
"…un recurso justificatorio para la aceptación o el rechazo categórico de un grupo y como un recurso selectivo o "pantalla" que asegure el mantenimiento de la simplicidad en la percepción y en el juicio" (ibídem).
Dentro de esta conformación visual, Allport subrayó el papel que juegan los medios de comunicación de masas como portadores de estereotipos (en especial los raciales, implicando desviación social y delincuencia). Los medios apoyan los estereotipos, reviviéndolos, y constituyen una de las principales causas de su existencia. De hecho, al definir Allport los estereotipos hablaba de "imágenes" inherentes a una categoría, con las que el individuo justifica sus prejuicios. Estas imágenes pueden venir proporcionadas por anteriores experiencias, pero admite también la adopción de imágenes reflejadas en los medios de comunicación.
"Los estereotipos pueden o no tener origen en un núcleo de verdad; ayudan a la gente a simplificar sus categorías; justifican la hostilidad; a veces sirven como pantallas de protección para nuestros conflictos personales. Pero existe otra razón muy importante para su existencia. Reciben apoyo social de nuestros medios de comunicación de masas, que los reviven continuamente e insisten sobre ellos : las novelas, las historietas, las noticias de los periódicos, las películas, el teatro, la radio y la televisión." (op.cit. p. 224).
Los medios de comunicación social supondrían, para Allport, un factor capital a la hora de explicar la existencia de los estereotipos. A través de los medios, los estereotipos son socialmente apoyados, continuamente revividos y martilleados. Podría explicarse también esta preocupación social hacia los medios de comunicación que surge en Allport, como hombre de su tiempo, en respuesta al panorama mediático de su contexto histórico-geográfico.
Como se ha indicado anteriormente respecto a las atribuciones conceptuales generalmente aceptadas en los estudios de los años cincuenta, se reconocía un núcleo de verdad en los estereotipos, que no habrían de ser, por tanto, falsos en todos los casos y se les caracterizaba por la cualidad del consenso en su concepción. Allport, en su teoría particular, asentía estos criterios:
"De ningún modo ha de pensarse que los estereotipos son siempre negativos. Pueden coexistir con una actitud favorable." (op.cit. p. 215).
En definitiva, en los años cincuenta el concepto comienza a separarse de esa consideración negativa que incluía las características de falsedad y rigidez, siendo el contenido de los estereotipos eminentemente evaluativo.
AÑOS 60. HENRY TAJFEL Y EL INICIO DE LA PERSPECTIVA COGNITIVA.
Hacia los años sesenta se inicia un giro teórico hacia la perspectiva cognitiva que defendería un hombre racional frente al irracional procesador de información que estudiaban los psicoanalistas. Una tendencia prolífica iniciada por Henry Tajfel, retomando así los viejos postulados de Lippman. En realidad, esta perspectiva venía a ser un reencuentro con los procesos cognitivos del estereotipo investigados ya en el pasado.
En 1969 Tajfel publica su artículo "Cognitive Aspects of Prejudice". Llegaba a romper e invalidar los planteamientos psicoanalíticos dominantes en la de prejuicios y estereotipos, formulando los que se convertirían en los postulados básicos de la aproximación cognitiva a los mismos.
Con Tajfel, el papel de las bases motivacionales fue reducido al máximo y los estereotipos pasaron a concebirse como categorías que aportan coherencia y orden a nuestro entorno social. Su estudio determinaba que nuestros prejuicios se basan en tres procesos cognitivos: la categorización, la asimilación y la búsqueda de coherencia conceptual. La estereotipia surge, para Tajfel, del proceso de categorización, pasando a entenderse como un proceso básicamente racional y categorizador que completa la información individual o conocimiento de un individuo, con la información grupal o características atribuidas a la clase a la que pertenece, introduciendo simplicidad y orden donde hay complejidad y variación.
Para Tajfel, más importante era la estructura general y función del estereotipo que su contenido, originado en tradiciones culturales. El proceso de categorización proporciona el molde que da forma a las actitudes intergrupales, y la asimilación de valores sociales y normas proporciona el contenido. Tajfel desarrolló estudios experimentales en los primeros años de los sesentas según los cuales parecía determinante el hecho de que la categorización se produce antes que el juicio (ya no prejuicio), lo que provocaría el desplazamiento de éste. Las personas no buscarían pues, juicios absolutos en su concepción de la vida, sino relativos.
El mecanismo de categorización podría conducir a errores, pero siendo estos de fácil de corrección mediante el entrenamiento previo de las personas en sus estimaciones "exactas". La estereotipia queda entendida como un proceso de adaptación y normal en la percepción aunque en algunos casos valedora de sesgos negativos y definida como "la atribución de características psicológicas generales a amplios grupos humanos".
Tajfel sería reconocido como el impulsor de la ulterior vertiente cognitiva aunque, en realidad, intentó mantener una perspectiva más psicosociocognitiva ya que siempre enfatizó tanto en lo cognitivo como en lo social:
"Estoy totalmente de acuerdo con las opiniones expresadas en las citas anteriores de que la comprensión de la mecánica "cognitiva" de los estereotipos es esencial para su total y adecuado análisis. La cuestión que surge es si ese estudio es todo lo que se necesita, posición que, como hemos visto, parece ser adoptada en algunos de los trabajos recientes (y también en los anteriores) sobre el tema." Tajfel (1984).
Desde su prisma teórico global, Tajfel no entiende la existencia de una psicología social individual adecuada sin especificar el marco social y cultural en que aquella concurre. Por ello, Tajfel no puede aceptar el punto de vista de que el prejuicio sea únicamente una expresión de malestar o inadaptación individual o incluso de un conflicto interindividual claro. Su existencia expresa también ciertas propiedades estructurales de la sociedad más amplia, las cuales sirven para crear las categorías en virtud de las cuales la gente clasifica y evalúa la sociedad de su entorno inmediato (según Tajfel, 1984). Las exageraciones características de los estereotipos eran, por tanto, el resultado de las limitaciones de la capacidad humana para procesar la información.
Pero la herencia de Tajfel que llegó a los investigadores americanos sería la psicología cognitiva, que ha derivado en la denominada Social Cognition, que da prioridad a la cognición frente a los aspectos evaluativos, emocionales y afectivos. La gran aportación de Tajfel pudo ser el inicio de un nuevo camino hacia la neutralización del concepto de estereotipo, definido tradicionalmente como una categoría asociada al prejuicio y de características negativas.
La obra de Tajfel continuaría en los ochenta, aunque cronológicamente se le ha ubicado aquí en el período cognitivista por la adscripción del mismo a la vanguardia y revelación de la nueva tendencia teórica iniciada a raíz de sus estudios de los años sesenta.
Este énfasis cognitivo en el reciente reavivamiento de interés por el estudio de los estereotipos no es sino un ejemplo de una tendencia mucho más general en el pensamiento de la psicología social. Dentro de este amparo cognitivista, el estereotipo comienza en los años sesenta su nueva andadura, mudado de una concepción negativa y caminando hacia esa acepción neutra que adoptarán y generalizarán los psicólogos cognitivos. La estereotipia es, a partir de entonces, un proceso natural de percepción, aunque pueda conducir a errores. El decaimiento de las teorías psicoanalistas y motivacionales sería, en adelante, progresivo.
AÑOS 70 Y 80: AUGE DEL COGNITIVISMO.
La década de los años setenta es testigo de una espectacular edición de publicaciones en torno al problema de la estereotipia que continuarán apareciendo a buen ritmo durante los ochenta. La preocupación por el prejuicio racial, al contrario, pierde actualidad.
Quedaban atrás las grandes luchas por los derechos civiles en Estados Unidos, el holocausto era ya un viejo episodio y la ciencia social ya no trabajaba en el compromiso de acabar con el racismo. Los estudiosos de los años setenta se embarcarán en nuevos aspectos como la estereotipia sexual o de género.
El verdadero auge de la perspectiva cognitiva se produce en los setenta. La semilla quedó plantada en los sesenta y la psicología social sembraría el cognitivismo desde entonces, investigando la "mente social".
Desde la perspectiva cognitiva, el estereotipo constituye una forma normal y positiva de percepción que busca la simplificación y la coherencia, aunque su empleo pueda producir sesgos ocasionales. El estereotipo supondrá una atribución de rasgos individuales a miembros de categorías sociales. En los setenta aumenta el interés por la perspectiva descriptiva en detrimento de la dinámica. Se trabaja sobre la cognición y desde un punto de vista teórico se sigue reclamando la atención el proceso de categorización, bifurcándose, a partir de ahí, en diferentes áreas de investigación.
Ninguna teoría ha tomado el relevo al cognitivismo, en el sentido de erigirse como hegemónica en el estudio del estereotipo. Y la cuestión de la estereotipia continúa formulándose, más que resolviéndose. Como concluye Cano (1993) parece que, a pesar de los abundantes modelos teóricos e investigaciones empíricas, lo cierto es que la cognición social como cuestión global no tiene aún una teoría clara.
CAPÍTULO II:
Género y estereotipos de género
Para abordar un estudio sobre los estereotipos de género es necesaria desde un inicio la conceptualización y diferenciación de dos términos que a primera vista pueden parecer sinónimos: sexo y género; mientras que el sexo hace referencia a las características biológicas, anatómicas, fisiológicas y cromosómicas de los seres humanos que los definen como hombres o mujeres, el género es el conjunto de ideas, creencias y atribuciones sociales, que se construye en cada cultura y momento histórico con base en la diferencia sexual.
Recientemente los estudios feministas en la década de los 70 comenzaron a utilizar el término "género" como forma de referirse a la organización social de las relaciones entre sexos. Las teorías feministas vieron la necesidad de redefinir y ampliar nociones tradicionales para dar conciencia del sesgo histórico existente al no haber sido incluido la variable género. Este concepto se utiliza con la pretensión de rechazar el determinismo biológico implícito que conlleva el término sexo.
En el movimiento feminista destaca Simone de Beauvoir con su libro "El segundo sexo". Beauvoir identifica el concepto de "género" como causante de una identidad femenina secundaria, ya que se trata de un constructo social que impone determinados roles y estereotipos a las personas dependiendo de su sexo, estos roles son interiorizados por las mujeres y forman parte de su propia identidad. Beauvoir establece que no se puede hablar de sexo sino que hay que hablar de otra cosa. Se cuestiona qué significa ser mujer y llega a la conclusión que ser mujer es la negación del hombre, es decir un papel secundario, pues no se es un ser autónomo si no que es "lo otro" por lo tanto se le otorga una fuerte soberanía a lo masculino. Posteriormente a los postulados desarrollados por Beauvoir surgieron muchos autores que han trabajado el concepto "género" desde las más distintas perspectivas.
De este modo, Gayle Rubin establece el sistema Sexo – Género como un aparato social sistémico que tiene como finalidad la subordinación y sometimiento de la mujer. Este sistema permite la división del trabajo según el género, ya que maneja el concepto de "género" como una construcción social, en base a diferencias impuestas, no biológicas.
Money y Stoller distinguían los conceptos de sexo y de género. Este último era definido como los comportamientos esperados para una persona en función de su sexo biológico. Dichos autores postularon que la identidad de género se construye en los primeros tres años de existencia y es previa a la diferencia sexual.
Joan Scott considera el género como una organización social. Al igual que la clase o la raza, el género es interpretado como una variable que determina un sistema de relaciones binario y segregado. Detecta que a lo largo de la historia se ha mantenido el concepto de género para definir al sujeto y mantener una posición de dominante (hombre) y dominada (mujer).
Por lo tanto es una categoría analítica que explica las desigualdades entre los sexos en los distintos niveles: identidad personal, desigualdad social y política, en el acceso al mercado laboral y educación, etc. Estas relaciones de poder podrían estar justificadas en un pasado ya que el patriarcado dominante distribuía tareas en razón del sexo de la persona, pero hoy en día no sirve de nada mantener estas estructuras. La persistencia del género tiene que ver con la identidad de la persona y dota de reglas a la sociedad.
El género es un instrumento de primer orden para seguir manteniendo las diferencias. El sistema de género funciona en todos los niveles, en todas las épocas, en todas las actividades y en todas las sociedades, determinando un orden social desigual entre hombres y mujeres.
En este sentido, Jane English (1977) determina que el género sirve para establecer y mantener determinados patrones de conducta, por lo que tiene un claro papel de aprendizaje, de este modo las personas que se desvían de la conducta considerada apropiada de su sexo, reciben de la propia sociedad cierta coerción para que no se desvíen de la norma. De este modo, se establecen una serie de tópicos o estereotipos propios de cada sexo, que no hacen otra cosa que limitar la libertad individual de las personas al no poder salirse de un determinado guión impuesto. El uso de estereotipos es negativo para las mujeres por su papel subsidiario y desigual, pero también es perjudicial para los hombres, ya que también son limitados en muchas esferas de la vida y causa frustración.
Plumwood Se revela contra ese reduccionismo biológico, ese destino natural que establece el sistema de género. El género establece unas expectativas sociales, unas funciones políticas diferenciadas para cada sujeto y unos procesos de socialización diferentes para mujeres y para hombres. En este sentido, el cuerpo de la persona ejerce como contexto que legitima la discriminación.
Otra autora que aporta una visión interesante sobre el concepto género es Wilson que considera que el género designa una serie de papeles que son interiorizados por los sujetos, estableciendo un sistema dual donde la mujer ejerce la complementariedad del hombre y designa una distribución de tareas y funciones en función del género. En este sentido, las mujeres quedan relegadas al ámbito doméstico y cuando participan en el mercado laboral suele ser una extensión de sus funciones como ama de casa y cuidadora de la familia, en trabajos relacionados con los Servicios Sociales, la sanidad, educación, etc. Esta autora también estudia las relaciones de género y la violencia que a veces se genera contra las mujeres.
También se ha estudiado el género desde la psicología. Nancy Chodorow, considera que los procesos individuales de las personas están compuestos por la creación personal y emocional donde el género ejerce una fuerte influencia, por lo tanto es necesaria una reconstrucción a nivel político, lingüístico, cultural y psicológico para hacer frente a estas diferencias.
Otro enfoque desarrollado por Young considera que el género es utilizado para establecer un sistema de poder. En este sentido, la autora considera a los grupos como:
"una clase específica de colectividad con consecuencias específicas respecto de cómo las personas se entienden a sí mismas y entienden a las demás" (Young, 1990)
Young se preocupó de manera especial por la situación de la mujer, a la que consideró uno de los principales grupos sociales afectados por la opresión. Según sus propias palabras:
"En cuanto grupo, las mujeres están sometidas a la explotación en función del género, a la carencia de poder, al imperialismo cultural y a la violencia" (Young, 1990).
Esta autora considera que al utilizar el género como una categoría social es un error, ya que divide a la sociedad en dos grandes "grupos" no homogéneos con atributos que no son comunes entre ellos. Young identificó cómo la mujer está sometida a favor del dominio masculino de dos formas:
"La explotación de género tiene dos aspectos: la transferencia a los hombres de los frutos del trabajo material y la transferencia a los hombres de las energías sexuales y de crianza" (Young, 1990)
De esta manera, la mujer es generalmente la responsable de las tareas del hogar para que el hombre pueda incorporarse libremente al mercado laboral. Esta explotación permite que el varón se desarrolle en la esfera pública y refuerce su estatus, mientras que la mujer se ve abocada a desempeñar trabajos poco valorados y depender económicamente del marido, a quién deberá proporcionar cuidado emocional, satisfacción sexual y descendencia para mostrar su gratitud.
Se establece una "reciprocidad asimétrica"; en un intercambio horizontal, el género introduce un elemento desigual, un escalón, es necesario tomar conciencia de que esta asimetría es antinatural, para ello hay que volver a replantearse muchas cuestiones como las cargas familiares, las relaciones matrimoniales, e incluso en el ámbito laboral existen empresas que reproducen esta discriminación aún de forma indirecta. Por lo tanto, es posible acabar con dicha discriminación invirtiendo los procesos, ya que mujeres y hombres compartimos el mismo objetivo común. Como dice la propia autora:
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