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El Creador

Enviado por Jesús Castro


  1. ¿Qué es la "nada"?
  2. Creatio ex nihilo
  3. Agustín de Hipona
  4. El Vacío y la Nada
  5. La Realidad
  6. El Creador
  7. Conclusión

Este artículo pretende contestar lo más breve y satisfactoriamente posible la siguiente pregunta, basada en el libro del Génesis: ¿Creó Dios el mundo a partir de la nada?

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Numerosas personas han creído y enseñado, a lo largo de los siglos, que "Dios hizo el mundo de la nada". Por ejemplo, hasta hace poco tiempo se ha difundido, e incluso anteriormente se ha impuesto en algunos países, por el uso de la fuerza religiosa politizada, el llamado "Catecismo de la doctrina cristiana", en el que se dice que "Creador" significa "que Dios lo ha hecho todo de la nada". También está la llamada "Doctrina de la Creación", formulada en agosto de 1977 por el Presbiterio General del Concilio General de las Asambleas de Dios, que dice que "la Biblia declara que Dios es el Creador de todas las cosas y que Él existía antes que todo… Entonces tenemos un principio genuino cuando Dios creó el Universo de la nada". Y no sólo en Occidente, dentro de las llamadas "iglesias cristianas", sino también en Oriente, en boca de creyentes no cristianos, se escucha que "Dios ha creado de la nada –incluido el mundo y las criaturas que lo habitanel universo que observamos".

Existe una curiosa explicación propuesta por la entidad denominada "Ciudad de Dios", bajo el apartado "Fundamentos de Doctrina Apostólica", subapartado "La Creación". Ahí se dice qu e "La Biblia enseña que Dios hizo el universo de la nada. Es decir, todo comenzó a existir, a entrar en el tiempo, a moverse, cuando Dios sacó todos los seres a la existencia. El concepto de creación, en sentido estricto, equivale a sacar de la nada. Esta frase puede ser mal entendida, como si la nada fuese una especie de materia prima de donde salen los seres. Su verdadero sentido es sacar a la existencia algo que no preexistía ni en su forma, ni en su constitución molecular, ni en su masa atómica: algo que no era. Por tanto, crear significa producir el ser, la sustancia misma de las cosas. Los hombres pueden hacer cosas de una materia preexistente; sólo Dios puede crear el mimo ser. La Biblia enseña que Dios hizo el universo de la nada. Antes del principio no existía ninguna cosa material, ni existía el tiempo mismo. Solamente existía Dios. El Génesis se refiere a la creación ex nihilo (significa: creación de la nada), de toda la materia y energía de que se compone el universo. Desde entonces, han variado de forma, pero no ha sido necesaria otra creación".

Aparte de estas doctrinas, no todas las enseñanzas que versan sobre la creación del mundo se sienten consensuadas en cuanto a comulgar con un mismo concepto de "la nada", sino que difieren en el sentido o significado que atribuyen a esa "nada". Además, como muchos maestros religiosos recurren al Génesis para apoyar sus argumentos, tal vez sea conveniente intentar aclarar un poco la participación del Génesis en esos puntos de vista, entre otras cosas porque el Génesis corre el riesgo de ser tergiversado. Por consiguiente, a lo largo de este artículo, nos esforzaremos por captar el verdadero significado que tanto el Génesis como las demás Sagradas Escrituras transmiten sobre la obra divina de la creación, con objeto de discernir si es posible detectar hasta qué grado las fuentes sagradas son compatibles o no con el concepto teológico de "creación ex nihilo".

¿Qué es la "nada"?.

Según la mayoría de los diccionarios, LA NADA (nombre o substantivo) es la inexistencia, es decir, lo opuesto a la existencia. Es el NO SER, o la carencia absoluta de todo SER. Es ninguna cosa, o la negación absoluta de las cosas. Puede hablarse de ella en sentido absoluto o en sentido relativo.

La NADA ABSOLUTA sería la total inexistencia de todo, un vacío total y completo, una especie de universo de la nada. En cambio, la NADA RELATIVA sería la inexistencia de algo o de alguien dentro de un entorno o un universo que sí existe. De todas formas, este concepto, La Nada, debido a lo borroso o difuso de su definición, se presta fácilmente a engorrosas consideraciones racionales y a inútiles teorías filosóficas y teológicas.

Creatio ex nihilo.

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La expresión "creatio ex nihilo" es una frase latina que significa "creación de, desde o a partir de la nada". Según la enciclopedia libre Wikipedia: «"Ex nihilo" es una locución latina traducible por "de la nada" o "desde la nada". En filosofía y teología, suele emplearse en la expresión "creatio ex nihilo", haciendo referencia a aquello que se crea a partir de la nada. Dentro del ámbito científico, el concepto fue utilizado por la teoría de la generación espontánea para explicar la aparición de larvas de insectos y de gusanos en la materia en descomposición… En teología, el concepto "creatio ex nihilo" se usa en oposición a "creatio ex materia", que significa creación a partir de materia preexistente, y con "creatio ex deo" que es traducido como creación a partir de un Dios, si bien puede considerarse que esta última expresión implica [para algunos teólogos] una creación "ex nihilo"… Un número de antiguos filósofos fomentaron el concepto de un dios como ser supremo del mundo pero sin atribuirle la causa primaria de toda existencia… Según la mitología griega el mundo fue creado por uno o varios dioses a partir de materia preexistente en un estado de caos».

También la Wikipedia, bajo el epígrafe "Ex nihilo nihil fit", comenta: «Nada surge de la nada, o "de la nada, nada proviene", son expresiones con las que se indica un principio metafísico según el cual ningún ente puede empezar a existir a partir de la nada. La idea también se expresa mediante la locución latina "ex nihilo nihil fit". Se suele atribuir al filósofo griego Parménides… El principio suele plantearse en relación al origen del universo. Dado que el universo existe, entonces o bien existió siempre, o bien tuvo un comienzo. Si tuvo un comienzo, entonces significa que surgió de la nada, porque el universo es por definición todo lo que existe. Pero esto contradice el principio de que nada surge de la nada. Luego, si el principio es cierto, el universo existió siempre. Siguiendo este tipo de razonamientos, muchas religiones han postulado que el universo no surgió de la nada, sino de un Dios creador, y que ese Dios existió siempre… En la filosofía griega, un principio relacionado era aquél según el cual un ente no puede desaparecer en la nada, sino sólo transformarse… El principio puede pensarse como un antecedente de la ley de conservación de la masa y la ley de con servación de la energía… El principio también está muy ligado a la pregunta filosófica que Martin Heidegger y Gottfried Leibniz, entre otros, destacaron: ¿por qué hay ente, y no más bien nada?».

Agustín de Hipona.

Agustín de Hipona, en latín: Aurelius Augustinus Hipponensis (San Agustín, para los católicos), nació en Tagaste el 13 de noviembre del año 354 y murió en Hippo Regius el 28 de agosto del año 430. Es considerado, junto con Jerónimo de Estridón, Gregorio Magno y Ambrosio de Milán, uno de los cuatro más importantes Padres de la Iglesia latina.

Según Agustín, Dios crea al mundo a partir de la nada (creatio ex nihilo) . Esto quiere decir que antes de la creación no había ni materia ni tiempo. Únicamente existía Dios y sus ideas. Al crear el mundo, Dios, crea también el tiempo, lo que implica que Dios queda al margen del tiempo. Las ideas eternas existentes en Dios son los factores que constituyen el mundo y son la materia, el tiempo y la forma. A partir de sus propias ideas, Dios creó una parte de los seres ya en su forma perfecta e inmutable (los ángeles, el alma, las estrellas). Otra parte de las criaturas está sujeta al cambio como, por ejemplo, sucede con el cuerpo de los seres vivos. Para explicar el surgimiento de este tipo de materia, Agustín recurre a la teoría de los gérmenes originarios (rationes seminales). Según esta teoría, Dios implantaría en la materia los gérmenes a partir de los cuales surgirían todos los seres vivos. Dios es también el creador del tiempo, concepto esencial en la filosofía agustiniana.

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El Vacío y la Nada.

En la obra NUEVA VISIÓN DEL UNIVERSO, Capítulo 3, Ediciones Cardeñoso (Vigo), el autor (Gregorio Corrales) expresa unas interesantes reflexiones, que exponemos a continuación:

«…Tengo aquí que aclarar al lector que la confusión entre los conceptos de "vacío" y de "nada" es un pecado que viene de lejos, viene desde que la ciencia se empeñó en caminar de espaldas a la filosofía… En este juego de conceptos a tres bandas, en el que se pueden colocar las bolas como se quiera y llevar a la confusión, solamente existe una realidad, una única realidad, la del espaciotiempo. De los otros dos conceptos, uno es relativo (el vacío) y el otro es inexistente (la nada).

Vacío significa falta de contenido, y por pura definición, como estamos viendo, siempre se refiere a un contenedor (algo con límites) que debería estar lleno de contenido. Es un concepto relativo. No puede concebirse, como hacen los científicos, el vacío como algo existente por sí mismo, como algo absoluto, sin fronteras (eso sería la nada), sin situarlo dentro de unos límites, sin situarlo dentro de un contenedor. Un vacío absoluto y anterior al universo (del que perturbándolo surgió éste) es un auténtico imposible, porque los términos "vacío" y "absoluto" son contradictorios. Vacío significa ya en sí mismo la existencia de límites, y desde el momento en el que hay límites, hay forzosamente algo, pues no se puede poner límites a la nada, como pretenden los científicos de esa teoría. Por ilustrar lo dicho con un ejemplo, en el caso del mal llamado "vacío absoluto" de laboratorio, resulta evidente que se refiere a un vacío relativo a la materia exclusivamente, pero no absoluto, porque siempre habrá, cuando menos, espacio-tiempo, es decir, universo.

En cuanto a la nada, ni siquiera existe. La nada es una construcción del pensamiento por contraposición a la única realidad, la del ser. La nada significa una falta absoluta de todo contenido en sí misma, sin fronteras, sin referencia a ningún todo, a ningún contenedor, lo contrario del caso anterior. La existencia de cualquier realidad supone necesariamente un contenido, una constitución, una aseidad. La nada no, la nada parte de eliminar todo, contenedor y contenido. Si elimina toda realidad, admitir su existencia es un simple juego de palabras, algo así como admitir que existe lo que no existe. La nada es una construcción mental sin realidad fuera del pensamiento del hombre; y de ella, puesto que no existe, no puede surgir nada».

La Realidad.

Según la Wikipedia, «"Realidad" (del latín "realitas", y éste de "res", cuyo significado es "cosas") significa, en el uso común, "todo lo que existe, independientemente de la conciencia del ser humano". De un modo más preciso, el término incluye todo lo que es, sea o no perceptible, accesible o entendible por la ciencia, la filosofía o cualquier otro sistema de análisis [humano]».

Teóricamente, podemos hablar de una "realidad objetiva" y de una "realidad subjetiva". La primera es inalcanzable en toda su plenitud por la mente humana y podríamos supeditarla a Dios, ya que Él es el Hacedor de dicha realidad y está muy por encima de ella. En cambio, la "realidad subjetiva" es graduada y polifacética, consistiendo en una reducción más o menos cuantiosa (pero en todo caso inconmensurablemente grande) de la "realidad objetiva". Tal "realidad subjetiva" es la que percibimos nosotros, sea a nivel de individuo o como colectividad.

Algunos pensadores actuales creen que para obtener un concepto menos subjetivo de la "realidad" es conveniente despojarse de algunos lastres filosóficos y teológicos heredados del modelo agustiniano, como, por ejemplo, el de "creatio ex nihilo". He aquí un prototipo de argumento que se opone al de Agustín en este sentido, y que formularemos en lenguaje sencillo:

«Imaginemos una habitación muy grande. Está cerrada herméticamente, y tiene las dimensiones de un campo de fútbol. La habitación está sellada permanentemente, no tiene puertas, ventanas ni huecos en las paredes. Dentro de la habitación no hay nada. Nada en absoluto. Ni una partícula de ínfimo tamaño. Tampoco hay aire, ni polvo, ni luz. Es una habitación vacía donde reina la oscuridad más impenetrable.

Imaginemos, ahora, que deseamos meter algo, lo que sea, en esa habitación. Pero las normas son éstas: Para conseguir introducir algo no vale meter en la habitación cosa alguna de lo que exista fuera de ella. ¿Qué haríamos en este caso?

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Crear una chispa dentro de la habitación, aunque sólo sea por un instante, se puede considerar "algo"; pero como estamos fuera de la habitación, eso no vale. Teletransportar algo al interior de la habitación, como hacen en Star Trek, tampoco está permitido, porque estaríamos usando recursos procedentes del exterior de la habitación.

Siempre se nos vuelve a plantear el mismo dilema: Tenemos que meter algo dentro de la habitación, pero usando sólo lo que hay dentro de ella. Y, en este caso, la habitación no contiene nada.

Si decimos que vamos a esperar el tiempo suficiente hasta que aparezca espontáneamente una diminuta partícula de "algo" dentro de la habitación se nos plantean tres problemas. Primero, el tiempo, que por sí solo no hace nada; las cosas pasan con el transcurso del tiempo, pero no es el tiempo el que hace que pasen; por ejemplo, si esperamos un cuarto de hora a que se hornee un pastel, lo que hace que se cueza no es el tiempo que pasa, sino el calor del horno; si dejamos la masa del pastel encima de la mesa de la cocina durante 15 minutos, seguro que no se cuece. Siguiendo con nuestra analogía, tenemos una habitación totalmente sellada en cuyo interior no hay absolutamente nada; el hecho de que esperemos un cuarto de hora, por sí solo, no cambiará esta situación; y si esperamos durante eones tampoco, pues un eón no es otra cosa que un montón de segmentos de un cuarto de hora alineados secuencialmente.

El segundo problema es éste: ¿Por qué razón iba a "aparecer" algo dentro del cuarto vacío? Para que eso sucediera tendría que haber un motivo o un móvil. Pero dentro de la habitación no hay nada. Por tanto, ¿qué va a hacer que esa situación cambie? Dentro del cuarto no hay absolutamente nada que pueda parecerse remotamente siquiera a un motivo, móvil, intención o intentona; y, sin embargo, el móvil para tal efecto debería proceder del interior de la habitación.

¿Y una diminuta partícula de algo? ¿No hay más probabilidades de que eso se materialice en el cuarto que un objeto grande, como, por ejemplo, una roca?

Esto nos lleva al tercer problema: El tamaño. Pero igual que el tiempo, el tamaño es un concepto abstracto. Es una noción relativa. El tamaño no es importante. La cuestión es que si no es posible que una roca o una mota de polvo aparezca por arte de magia en nuestra estancia sellada y vacía, tampoco podría hacerlo un átomo, por mucho tiempo que transcurriera. El tamaño es, por tanto, indiferente. La probabilidad de que una partícula casi invisible aparezca sin motivo es la misma de que surja de la nada una nevera.

Se puede llevar la analogía más allá, haciendo que nuestra habitación, grande y oscura, quede sin las paredes y ampliándola hasta que se extienda infinitamente en todas direcciones. Ahora, fuera del cuarto tampoco habrá nada. Esta estancia oscura e infinita no tiene luz, ni polvo, ni ningún tipo de partículas, ni aire, ni elementos, ni moléculas. Es la nada más absoluta.

Por lo tanto, si originariamente sólo existía la Nada, es lógico pensar que hoy la situación seguiría siendo la misma. Porque algo, por pequeño que sea, no puede surgir de la Nada absoluta.

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¿Qué nos dice esto? Que en ningún momento existió la Nada absoluta. ¿Por qué? Porque si alguna vez hubiera existido la Nada absoluta, al día de hoy seguiría sin existir nada. Es decir, si alguna vez hubiera existido la Nada absoluta, no hubiera habido nada fuera de ella que provocase la existencia de algo.

Sin embargo, algo existe. En realidad, son muchas las cosas que existen. Nosotros, por ejemplo, somos seres que existen. Por consiguiente, somos una prueba de que la Nada absoluta no ha existido nunca. Por tanto, si nunca ha existido la Nada absoluta, jamás hubo un momento en que no existiera nada. Eso quiere decir que siempre ha habido algo. Pero, ¿qué era ese Algo que existía? ¿Era una sola cosa o más?

Si en la habitación infinita de la Nada hubiera algunos elementos inertes, lo único que tendríamos en ese cuarto serían elementos inertes, y el número de ellos sería indiferente. Lo que descubrimos con esto es que la cantidad no importa. Si nos remontamos al origen primero de todas las cosas, la cantidad de ese Algo que existiera no es lo importante. Por lo tanto, la cuestión no es la cantidad sino la calidad. ¿Qué cualidades posee el Algo? ¿Puede hacer que existan otras cosas?

El Algo que existía en el principio debió ser capaz de existir sin depender de nada más. Debía ser total y plenamente autosuficiente. Porque en el origen de todo estaba solo. Y no necesitaba un entorno en el que existir. Además, ese Algo que existió en el principio de los tiempos debía tener la capacidad de producir algo distinto a sí mismo. Porque si no hubiera podido, ese Algo sería lo único que existiría hoy día. Pero actualmente existen otros seres.

Por otra parte, para producir algo más (partiendo de lo inexistente, y no necesariamente de la Nada) es necesario un tremendo poder. De modo que ese Algo debía tener a su disposición un poder increíble. Esto es lo que muestran las pruebas llevadas a cabo en los supercolisionadores de partículas subatómicas que los físicos experimentales utilizan hoy día, donde para producir una partícula infinitesimal necesitan kilómetros y kilómetros de túnel y toda la energía que se pueda generar. En consecuencia, surge la pregunta: ¿Cuánto más poder sería necesario para producir la materia de que está compuesto el universo?».

El Creador.

El libro EL "PROPÓSITO ETERNO" DE DIOS VA TRIUNFANDO AHORA PARA BIEN DEL HOMBRE, páginas 13 a 17, editado por la Sociedad Watchtower Bible And Tract en 1975, dice en parte:

«[El] Rey de la Eternidad no es una Persona sin nombre. Él se ha dado un nombre y nos ha dado a conocer la designación que se ha dado. Lo que él se llama denota propósito, que tiene un objetivo. ¡Qué bien se da a conocer este hecho en la ocasión en la cual Dios, por medio de su ángel, se encontró con Moisés, el fugitivo de Egipto, en la zarza ardiente casi al pie del monte Sinaí en Arabia, en el siglo dieciséis antes de la Era Común! A Moisés se le dio la instrucción de regresar a Egipto y conducir a la libertad a su pueblo esclavizado.

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Pero, ¿qué pasaría si el pueblo de Moisés preguntaba el nombre del Dios que lo enviaba a ellos como su caudillo? ¿Qué debería decirles? Moisés quiso saber. Su propia autobiografía nos dice: "Ante esto, Dios le dijo a Moisés: "Yo RESULTARÉ SER LO QUE RESULTARÉ SER." Y añadió: "Esto es lo que has de decir a los hijos de Israel: "Yo RESULTARÉ SER me ha enviado a [vosotros]""" — [Libro del] Éxodo, [capítulo] 3 [y versículo] 14.

Dios no habla aquí acerca de su existencia. Uno pudiera pensar que así es por la manera en que algunos traductores vierten la expresión hebrea "ehyeh asher ehyeh y ehyeh". Por ejemplo, La Biblia de Jerusalén, de 1967, dice: "Dijo Dios a Moisés: "Yo soy el que soy." Y añadió: "Así dirás a los hijos de Israel: "Yo soy" me ha enviado a vosotros."" Sin embargo, Dios en realidad está hablando acerca de ser algo. Esto lo muestra además la traducción en inglés TwentyFour Books of the Holy Scriptures (Veinticuatro libros de las Santas Escrituras), por el rabino Isaac Leeser, que dice así: "Y Dios dijo a Moisés: SERÉ LO QUE SERÉ; y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: SERÉ me ha enviado a vosotros".

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Más directamente, The Emphasised Bible (La Biblia con Énfasis), por Joseph B.Rotherham, vierte Éxodo 3:14 de este modo: "Y Dios dijo a Moisés: Llegaré A Ser lo que yo quiera. Y dijo… Así dirás a los hijos de Israel: Llegaré A Ser me ha enviado a vosotros". La nota al pie de la página en cuanto a este versículo dice, en parte: "Hayah [la palabra vertida arriba "llegaré a"] no significa "ser" esencialmente u ontológicamente, sino [fenomenológicamente]… Lo que él será queda sin ser expresado… Será con ellos, ayudante, fortalecedor, libertador". De modo que aquí no se hace referencia a que Dios existe por sí mismo, sino, más bien, a lo que él piensa llegar a ser para con otros.

Algo semejante a esto es lo que sucede cuando un joven, que va desarrollándose en persona adulta, medita y se dice: "¿Qué voy a hacer con mi vida? ¿Qué voy a hacer de mí mismo?" De manera que no sería diferente, cuando el único Dios vivo y verdadero estuvo absolutamente solo, tuvo que determinar qué haría con su propia existencia, lo que haría de sí, lo que llegaría a ser. Después de una eternidad de existir en soledad antes de crear, ejerció su voluntad para hacerse Creador. Formó un propósito para consigo.

No obstante, el nombre por el cual se conoce al único Dios vivo y verdadero por todas las inspiradas Santas Escrituras no es Ehyeh, o: "Resultaré Ser." Cuando, en el año 1513 antes de la Era Común, en el monte Sinaí, Dios inscribió milagrosamente en tablas de piedra los Diez Mandamientos y los dio al profeta Moisés, Dios mismo deletreó el nombre que escogió para sí. Escribiendo de derecha a izquierda, Dios escribió la letra hebrea Yod, entonces una He, después una Vau, y finalmente otra He. Indudablemente Dios escribió en el estilo antiguo de letras hebreas, [en caracteres hebreos]; no en el estilo moderno de letras hebreas: ????. Las letras que corresponden en español, leídas de derecha a izquierda, son HWHY; o, en latín antiguo, HVHJ. Las cuatro letras son consonantes; no hay vocales intercaladas entre estas consonantes. En la lectura de izquierda a derecha: JHVH.

Por lo tanto, hoy no se sabe la manera exacta en que [Dios] pronunció este nombre divino a oídas de Moisés. Por siglos escritores latinos lo escribieron Jehová. Muchos doctos hebreos modernos prefieren dar al nombre la pronunciación de Yahweh (Yahvé), o hasta Yehwah. Así, tal como un niño no le pone nombre a su padre, de ese modo la criatura no le puso nombre a su Creador. El Creador se dio nombre a sí mismo.

Se entiende que en realidad este nombre sagrado es un verbo, la forma causativa indefinida del verbo hebreo "hawah". Así, significaría "Él Causa que llegue a Ser." Ahora bien, detrás de todo efecto hay una causa; y detrás de toda causa inteligente, o causador, hay propósito. Naturalmente, pues, el nombre divino que significa "Él causa que Llegue a Ser" incorpora propósito en sí mismo. Marca al Portador de ese nombre singular como "El Que Se Propone". Ciertamente en esta capacidad él se le apareció a Moisés en el arbusto ardiente cerca del monte Sinaí, y le reveló a Moisés lo que se había puesto ante sí como cosa que iba a hacer. Dando énfasis a la permanencia o cualidad duradera del nombre divino, Dios dijo además a Moisés: "Esto es lo que habrás de decir a los hijos de Israel: "[JHVH] el Dios de sus antepasados, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a ustedes." Éste es mi nombre hasta tiempo indefinido, y éste es el memorial de mí a generación tras generación" (Éxodo 3: 15). Ese nombre conmemorativo o de memorial no ha cesado de ser Suyo hoy. Es válido para nosotros […] hoy».

La obra PERSPICACIA PARA COMPRENDER LAS ESCRITURAS, tomo 1, páginas 569 a 574, editado por la Sociedad Watchtower en 1991, dice, entre otras cosas:

«CREACIÓN [es el] acto de crear o causar la existencia de algo o de alguien. También puede referirse a lo que ha sido creado o traído a la existencia. La palabra hebrea "ba·rá" y la griega "ktí·zo" significan "crear" y se usan exclusivamente con referencia a la creación divina… Todas las cosas "existieron y fueron creadas" debido a la voluntad de Dios (Apocalipsis 4: 11). [Él], que ha existido desde siempre, estaba solo antes del comienzo de la creación…

Cuando las Escrituras dicen: "En el principio Dios creó los cielos y la tierra" (Génesis 1: 1), dejan sin determinar cuándo tuvo lugar la creación. El uso del término "principio" es, por lo tanto, incuestionable, sin importar la edad que los científicos quieran atribuirle al globo terráqueo, así como a todos los planetas y los demás cuerpos celestes. El momento real de la creación de los cielos y la Tierra materiales puede haber acontecido hace miles de millones de años…

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Después de referirse a la creación de los cielos y la Tierra materiales, el libro del Génesis […] proporciona un bosquejo de las obras creativas que se hicieron en la Tierra. A partir del versículo 5 del capítulo 2 del Génesis encontramos un relato paralelo que retoma la narración en un momento determinado del tercer "día", después de aparecer la tierra seca y antes de la creación de la vegetación. Suministra detalles que no aparecen en el relato general del capítulo 1. El registro inspirado habla de seis períodos creativos llamados "días" y de un séptimo período o "día séptimo", en el que Dios dejó de efectuar obras creativas terrestres y procedió a descansar. Aunque el relato del Génesis sobre la creación terrestre no hace distinciones botánicas o zoológicas detalladas de acuerdo con los criterios modernos, los términos que emplea cubren adecuadamente las divisiones principales de la vida y muestran que se las creó de modo que se reprodujeran sólo según sus "géneros" respectivos…

"Génesis 1: 1, 2" hace referencia a un tiempo anterior a los seis "días" bosquejados en el cuadro [creativo]. Cuando estos "días" comenzaron, el Sol, la Luna y las estrellas ya existían, como se explicita en "Génesis 1: 1". Sin embargo, antes de estos seis "días" de obra creativa, "la tierra se hallaba sin forma y desierta y había oscuridad sobre la superficie de la profundidad acuosa". Al parecer, aún había un manto de nubes que envolvía la tierra y que impedía la llegada de la luz hasta su superficie.

Cuando Dios dijo el Día Primero: "Llegue a haber luz", debió penetrar luz difusa a través de ese manto de nubes, aunque todavía no era posible distinguir desde la superficie terrestre las fuentes de las que procedía. Parece ser que éste fue un proceso gradual, como lo muestra la versión (en inglés) de J.W. Watts: "Y gradualmente vino a la existencia la luz". (Génesis 1: 3, A Distinctive Translation of Genesis). Dios efectuó una división entre la luz y la oscuridad, y llamó a la luz Día, y a la oscuridad, Noche. Esto indica que la Tierra giraba en torno a su eje durante su movimiento de traslación alrededor del Sol, de modo que los hemisferios oriental y occidental alternaban períodos de luz y de oscuridad.

Durante el Día Segundo, Dios hizo una expansión causando que ocurriera una división "entre las aguas y las aguas". Algunas aguas permanecieron sobre la tierra y otras, en gran cantidad, fueron elevadas muy por encima de la superficie terrestre, de manera que entre ambas llegó a haber una expansión. A ésta Dios la llamó Cielo, aunque tan sólo con relación a la tierra, pues no se dice que las aguas suspendidas sobre la expansión abarcaran a las estrellas u otros cuerpos del espacio exterior.

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El Día Tercero el poder milagroso de Dios reunió las aguas de la tierra, de modo que apareció el terreno seco, al que Dios llamó Tierra. También fue en este día cuando Dios, no la casualidad ni ningún proceso evolutivo, confirió a la materia inanimada el principio vital, de modo que vinieron a la existencia la hierba, la vegetación y los árboles frutales. Cada una de estas tres divisiones generales podía reproducirse según su "género".

La voluntad divina con respecto a las lumbreras se llevó a cabo durante el Día Cuarto, pues dice el registro: "Y Dios procedió a hacer las dos grandes lumbreras, la lumbrera mayor para dominar el día y la lumbrera menor para dominar la noche, y también las estrellas. Así las puso Dios en la expansión de los cielos para brillar sobre la tierra, y para dominar de día y de noche y para hacer una división entre la luz y la oscuridad" (Génesis 1: 1618). En vista de esta descripción de las lumbreras, la mayor debe referirse al Sol, y la menor, a la Luna, aunque no se menciona a estos dos cuerpos celestes por nombre sino hasta después del relato del diluvio del día de Noé.

Con anterioridad, en el primer "día", se había usado la expresión "Llegue a haber luz". La palabra hebrea que se utiliza en este texto para luz es "ohr", que significa luz en sentido general, mientras que en el cuarto "día" la palabra hebrea cambia a "ma·"óhr", cuyo significado es una lumbrera o fuente de luz. De modo que el primer "día" debió penetrar una luz difusa a través del manto de nubes, aunque desde la superficie terrestre no sería posible ver las fuentes de las que procedía esa luz. Luego, en el cuarto "día", las cosas cambiaron.

Es también digno de mención que en "Génesis 1: 16" no se usa el verbo hebreo "ba·rá", que significa "crear", sino que se emplea el verbo hebreo "a·sáh", cuyo significado es "hacer". Como el Sol, la Luna y las estrellas están incluidos en "los cielos" mencionados en Génesis 1: 1, estos astros se crearon mucho antes del Día Cuarto. En ese "día" Dios procedió a "hacer" que dichos cuerpos celestes llegaran a tener una nueva relación con respecto a la superficie terrestre y a la expansión que había sobre ella. Las palabras: "Las puso Dios en la expansión de los cielos para brillar sobre la tierra", deben indicar que en ese momento se hacían distinguibles desde la superficie de la Tierra, como si estuvieran en la expansión. Además, las lumbreras tenían que "servir de señales y para estaciones y para días y años", lo que significaba que el hombre podría utilizarlas como guía de distintas maneras.

El Día Quinto vio la creación en la Tierra de las primeras almas no humanas. Dios no se propuso que las demás formas de vida evolucionaran de una sola criatura, sino que literalmente enjambres de almas vivientes llegaron a existir por el poder divino. Dice el registro: "Dios procedió a crear los grandes monstruos marinos y toda alma viviente que se mueve, los cuales las aguas enjambraron según sus géneros, y toda criatura voladora alada según su género". Complacido con su creación, Dios la bendijo y dijo que "se hicieran muchos", lo que era posible porque Él había dotado a estas criaturas de muchas familias genéricas distintas con la facultad de reproducirse "según sus géneros".

El Día Sexto "Dios procedió a hacer la bestia salvaje de la tierra según su género y el animal doméstico según su género y todo animal moviente del suelo según su género". Al igual que toda su obra creativa anterior, ésta también fue buena a los ojos de Dios.

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Hacia el final del sexto día creativo, Dios trajo a la existencia una clase de criatura completamente nueva, superior a los animales aunque inferior a los ángeles: el hombre, creado a la imagen de Dios y según su semejanza. Aun cuando "Génesis 1: 27" dice brevemente con respecto a la humanidad: "Macho y hembra los creó", el relato paralelo de "Génesis 2: 7-9" muestra que […] Dios formó al hombre del polvo del suelo, sopló en sus narices aliento de vida y el hombre llegó a ser alma viviente, con un hogar paradisíaco y abundancia de alimento a su disposición. En este caso […] Dios utilizó para su obra creativa los elementos terrestres, y después de haber formado al hombre, creó a la mujer partiendo de una de las costillas de Adán. Con la creación de la mujer se completó el "género" hombre.

A continuación, Dios bendijo a la humanidad, diciendo al primer hombre y a su esposa: "Sed fructíferos y haceos muchos y llenad la tierra y sojuzgadla, y tened en sujeción los peces del mar y las criaturas voladoras de los cielos y toda criatura viviente que se mueve sobre la tierra". Dios suministró lo necesario para la humanidad y otras criaturas terrestres, pues les dio "toda la vegetación verde para alimento". El registro inspirado dice sobre los resultados de esta obra creativa: "Después de eso vio Dios todo lo que había hecho y, ¡mire!, era muy bueno". Al final del sexto día Dios había finalizado con éxito su trabajo de creación y "procedió a descansar en el día séptimo de toda su obra que había hecho"…

La creación [divina] se anticipó a los inventos del hombre. Con miles de años de antelación, [Dios] había provisto a su creación con sus propias versiones de muchos de los inventos posteriores del hombre. Por ejemplo, el vuelo de los pájaros precedió por milenios al de los aviones. El nautilo y la jibia usan tanques de flotación para descender y ascender en el océano tal como lo hacen los submarinos. El pulpo y el calamar emplean la propulsión a chorro. Los murciélagos y el delfín se valen hábilmente del sonar. Varios reptiles y aves marinas tienen en su organismo sus propias "plantas de desalinización", lo que les permite beber agua del mar… Las termitas disfrutan de "aire acondicionado" en sus casas utilizando el agua en sus nidos de ingenioso diseño. Algunas plantas microscópicas, insectos, peces y árboles usan su propio "anticongelante". Los termómetros internos de algunas serpientes, mosquitos y el faisán australiano son sensibles a pequeñas variaciones de temperatura. Los avispones, las avispas y las abejas hacen papel… Se atribuye a Tomás Edison la invención de la bombilla de luz eléctrica, si bien ésta tiene el inconveniente de que pierde energía que se transforma en calor. Las creaciones de [Dios] —esponjas, hongos, bacterias, luciérnagas, insectos y peces— producen luz fría y de muchos colores… Un gran número de aves migratorias no sólo tienen brújulas en el cerebro, sino que también disponen de relojes biológicos. Algunas bacterias microscópicas tienen motores rotatorios que pueden accionar hacia adelante o hacia atrás…».

Conclusión.

Todo parece indicar que Dios creó las cosas a partir de su poder (creatio ex deo) y no a partir de la nada (creatio ex nihilo). Por tanto, "creatio ex deo" no es igual a "creatio ex nihilo". El poder divino, quizás Su energía, no es "nada"; es "algo", y ese "algo" le sirve a Dios para crear cosas.

La revista LA ATALAYA del 1-10-2009, página 5, editada por la Sociedad Watchtower, dice lo siguiente: «¿Qué relación hay entre el espíritu santo y el poder de Dios? El espíritu santo es el medio por el que [Dios] ejerce su poder; de ahí que pueda definirse como el poder de Dios en acción. Y ésta es una fuerza [impersonal] realmente asombrosa: apenas alcanzamos a imaginarnos el poder que se necesitó para crear todo el universo. Para que tengamos una ligera idea, en la [Sagrada Escritura] se nos hace la siguiente invitación: "Levantad los ojos a lo alto y ved. ¿Quién ha creado estas cosas? Es Aquél que saca el ejército de ellas aun por número, todas las cuales Él llama aun por nombre. Debido a la abundancia de energía dinámica [(manejada por el espíritu de Dios o espíritu santo, es decir, la fuerza activa de Dios)], porque Él también es vigoroso en poder, ninguna de ellas falta" (Isaías 40: 26)… Aquí se nos indica [implícitamente] que el universo ordenado y armonioso que conocemos es producto de la "energía dinámica" —o del poder — del Altísimo…».

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Autor:

Jesús Castro