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El pensamiento y la institución educativa en la sociedad dominicana, a lo largo de nuestra historia

Enviado por Pedro Méndez


Partes: 1, 2

  1. Educación e Independencia Dominicana
  2. Acción Educativa y sus efectos hasta el año 1848
  3. Maestros y Escuelas particulares en la Primera República
  4. La Restauración dominicana y su alcance educativo (1865-1874)
  5. La Restauración de la Organización Educativa de 1866
  6. Realismo visionario de Bonó
  7. El ideario civil de Ulises Francisco Espaillat
  8. Peña y Reynoso y la Educación para el trabajo
  9. Meriño y el dogma cristiano de la enseñanza
  10. La actividad filantrópica de Billini
  11. Hostos y la apertura de la Educación Dominicana

Educación e Independencia Dominicana

Con el grupo de José Núñez de Cáceres quedaron planteadas las ideas del liberalismo político que desde principios del siglo XIX era la doctrina acogida y sustentada por sectores del elitismo criollo de América. Esas ideas liberales adquirieron forma y originaron la Independencia dominicana de 1821; esta Independencia es la que define jurídicamente a la zona de Santo Domingo como "Sociedad Dominicana".

Haití es la escuela de las formulaciones del independentismo dominicano. De los hechos que llevan a la Independencia haitiana deriva el destino histórico de la que fue La Española y de la que surgieron dos Estados, siendo Haití el primero y que terminó gobernando no como colonia, sino como parte constitutiva de una sola república.

La integración estimuló la formación de una élite de comerciantes nativos que plantearon los orígenes de una clase media dominicana y se formó un campesinado libre apoyado en una economía estanciera y conuquera.

La dominación a la larga levantó el ánimo independizador de una minoría criolla demasiado afectada de comparación con los caracteres que ofrecía la realidad socio-política del medio dominante. Lo más notorio se desprendía del grupo poblacional enajenado ideológicamente, ciertamente pasivo o a gusto para formar parte de la ciudadanía del Estado que ejercía su gobierno desde Puerto Príncipe. De ahí se desprende cuán difícil era formar un movimiento independizador.

Las ideas llegan por camino de la enseñanza y esta había sido decapitada con el cierre de la Universidad, y con el éxodo hacia el exterior de los pocos hombres ilustrados que existían en la parte española de la isla.

El advenimiento de la Independencia pasó los límites de lo utópico, la gestación y movilidad de la misma fueron encausadas por una minoría del grupo de los criollos, estos jóvenes originaron la "Revolución de los Muchachos", como la llamaron y estimaron los habitantes de Santo Domingo, y esos jóvenes en su mayoría involucraron y comprometieron a sus familiares, como ocurrió con Juan Pablo Duarte.

Del activismo político de Duarte y de sus planes revolucionarios concebidos bajo el lema sacrosanto de "Dios, Patria y Libertad, Republica Dominicana", se deriva su labor pedagógica. La misma puede dividirse en tres momentos: a) el de La Atarazana; b) el de la Trinitaria y c) el de la Filantrópica, con modos de operar diferenciados. El momento de la Atarazana responde a un preparar intelectual e ideológicamente a sus jóvenes compañeros; el de la Trinitaria obedece a una acción más concreta que arroja desde la clandestinidad un modo de organización revolucionario o una pedagogía política de acción, y el momento de La Filantrópica es una manera de ampliar la acción y llegar directamente al pueblo.

Duarte impartió docencia gratis por espacio de cuatro años a la juventud que lo rodeó, siendo La Atarazana (donde se impartía esa docencia), el almacén de la familia de Duarte. Quien a sus amigos los sometía a disquisiciones y reflexiones filosóficas respecto de la libertad, la idea de patria y los deberes del hombre.

El 16 de julio del año 1838 se registra La Trinitaria como sociedad secreta y en la que Duarte y sus compañeros juran libertar a la patria y formar una nación libre e independiente de toda dominación, protectorado, intervención e influencia extranjera. La Trinitaria refiere los más firmes principios de una pedagogía político-revolucionaria, conlleva el uso de un alfabeto de seudónimos para los integrantes, igualmente divisas de colores: el amarillo representaba la política, el azul celeste la gloria, el verde la esperanza y el rojo la significación del fuego sagrado patrio, y para dar cuenta de los que se afiliaban usaban el nombre del color de su divisa.

La agitación fue el medio o el recurso empleado para el momento de La Filantrópica, la cual pereció en 1840, la misma tendía a la causa libertadora en la concurrencia, mediante representaciones teatrales, por lo que puede estimársele como una institución educativa de transmisión cultural colectivizadora y concientizadora.

A parte del humanismo docente realizado por Duarte, éste formuló toda una doctrina nacionalista expuesta en sus cartas, poesías y en los apuntes que sobre su vida y su obra realizara su hermana Rosa Duarte, en lo que se ha llamado "Ideario de Duarte". A esa patria a la que se refirió su pensamiento, su acción, la definió como "Nación Dominicana".

El criterio independentista de Duarte sobre el independentismo nacional fue enérgico y acusador, opinando Duarte "El buen dominicano tiene hambre y sed de la justicia hace largo tiempo". En función de ello expuso sus ideas liberales, definiendo los deberes del Estado.

Todos los criterios que sobre nación y leyes expone Duarte, están contenidos en un proyecto de Ley Fundamental o Constitución del Estado que redactó casi completamente. Aquí quedan definidos los Poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial, así como también la importancia que asigna a la institución municipal. Se da la definición del Estado en torno a la soberanía y en términos de nacionalidad, se indica además que la religión predominante en el Estado deberá ser siempre la católica, sin perjuicio de la libertad de conciencia y tolerancia de cultos.

Otro aspecto importante del pensamiento y de las ideas patrióticas de Duarte es su actitud frente al pueblo haitiano, al cual valoraba. Esta admiración manifestada por el forjador nacional carecía de prejuicios raciales, contrario a Gaspar Hernández, quien compartió con Duarte el rol formador de los patriotas independentistas y que denostaba a los haitianos.

Gaspar Hernández fue un sacerdote peruano nacido en el año 1798, poseedor de una sólida formación intelectual, que a pesar de ser un obstruido realista, influyó como docente en la causa nacional; Hernández se asoció a Duarte cuando éste llegó a Barcelona en 1833.

Este presbítero daba clases de filosofía, latinidad y teología dogmática, entre otras, a las cuales asistían los patriotas que integrarían La Trinitaria, son ellos Francisco del Rosario Sánchez, Pedro Antonio Bobea, Ramón Mellas, Félix María Ruiz, Pedro Alejandrino Pina, José María Serra, Juan Isidro Pérez y Jacinto de la Concha, y el propio Duarte, por esta labor y por sus prédicas, el régimen haitiano lo obligó a abandonar el país, refugiándose en Curazao.

Su enseñanza tenía como método la exposición y la discusión. Pensaba él, que no había arma más fuerte contra los tiranos que las luces (la ilustración).

En la primera República surgida en 1844 siguió actuando Gaspar Hernández como maestro de seminario y como legislador, para entonces se había redactado la primera Constitución.

Acción Educativa y sus efectos hasta el año 1848

De la primera Constitución Política dominicana se derivan numerosas leyes de instrucción, y en su artículo 29 dicha Constitución hace una referencia educativa, al señalar "Será creada la instrucción pública común a todos los ciudadanos, gratuita en todas las ramas de la enseñanza primaria, cuyos establecimientos serán distribuidos gratuitamente en proporción combinada con la división del territorio; la ley arreglará los pormenores, tanto de esta rama como de la enseñanza de arte y ciencias". A la anterior referencia sigue la promulgación de la ley 33, que desde el 11 de mayo de 1845 crea la escuela primaria, siendo esta la primera ley de instrucción publicada en el país, la misma fue promulgada al considerarse que el establecimiento de escuelas públicas era necesario a la prosperidad de un Estado. La referida ley consta de cinco capítulos, conteniendo 36 artículos, capítulos estos que de manera sucesiva tratan sobre: Escuelas primarias, preceptores o maestros, alumnos, autoridades encargadas de la instrucción y sobre los sueldos de los maestros.

En cuanto a la enseñanza, disponía la referida ley, que las escuelas se establecerían, una en cada una de las comunes y dos en cada cabecera de provincia, contemplando la ley, que una de las escuelas de cada cabecera de provincia pudiera convertirse en escuela primaria superior; estableciendo un programa constituido por principios de religión, escritura, aritmética, elementos de gramática castellana y principios de urbanidad y decencia, para ser impartido en el nivel primario. El método de enseñanza sería el establecido por el secretario de Instrucción Pública, se instituía además la celebración de dos exámenes generales por año y el otorgamiento de premios a los niños distinguidos. Serían admitidos como alumnos, todos los hijos de dominicanos en el país, los hijos de extranjeros serian admitidos mediante autorización del Gobierno, estableciéndose la edad de seis años cumplidos para que un niño pudiera ser admitido en una escuela.

Otras leyes fueron promulgadas en el año 1845. Por decreto 45 se crea el Reglamento Para la Dirección y Régimen de la Escuela; por decreto 48 se crea una clase de latinidad; por iniciativa del Poder Ejecutivo, mediante ley 76, (derogada en el año 1847), se hicieron algunas reformas a la ley 33, y crea el Consejo General de Instrucción Pública, que se establece en el año 1846. En ese mismo año ocurren dos hechos relacionados con la educación: Se crea en Santo Domingo una cátedra de matemáticas y filosofía, bajo la dirección de J. Antonio Obrejón, y segundo, es nombrado el general Ricardo Miura en el Ministerio de Educación, hasta entonces ocupado por Tomás Bobadilla y Briones. Pensaba el nuevo ministro que el ramo de la instrucción era uno de los más importantes para la felicidad de la nación y que nada era más plausible que piensa trazar a su actual generación con solidez, los cimientos del edificio social, lo que no puede lograrse sino por medio de la educación. Para él, dos razones impedían el desarrollo de la enseñanza pública, una primera, el abrogamiento de decretos establecidos para adoptar el sistema y una segunda causa se desprendía de lo anterior.

En sus memorias refiere Ricardo Miura las escuelas establecidas en el país, que en total eran siete y refiere algunos maestros. Estas escuelas eran : Una Escuela Superior de Sto. Domingo, dirigida por Francisco Obregón (u Obrejón); una Escuela Primaria en Azua, dirigida por Nicolás Ureña; una en Samaná, dirigida por L.A. Joubert; una Escuela Primaria en Santo Domingo, dirigida por Miguel Quezada y dos Escuelas particulares en Santo Domingo.

Para Miura, el número que constituían estas escuelas no correspondían al desarrollo que debía alcanzar la enseñanza, lo cual revela su alto interés en que el país fue dotado de un sistema de educación pública suficiente y eficiente para su época.

En marzo de 1848, en un mensaje dirigido al Congreso, el Presidente Pedro Santana consideraba como decadente la situación de la enseñanza pública, y como Miura, veía como una de las causas, la falta de maestros, y señalaba "Esta falta proviene mucho de la poca dotación que les asigna la ley, porque ningún hombre puede sacrificarse a desempeñar una escuela que le absorbe todo el tiempo, sin tener la esperanza que aquello que gana le alcance para cubrir sus necesidades". En este año el Congreso dicta la ley que erige en la capital el Colegio Seminario Santo Tomás de Aquino, con el cual no solamente se buscaba crear un clero nacional, sino levantar la instrucción.

En lo académico, establece la ley un programa de enseñanza donde la tradición se mezcla con las tendencias liberales.

El Colegio-Seminario era de constitución mixta y pública, en él podían estudiar tanto los jóvenes con vocación sacerdotal, como los que quisieran instruirse en los diferentes conocimientos. Estos conocimientos, establece la ley, se enseñan en lengua castellana, a excepción de las ciencias eclesiástica que se enseñaban en latín. Los estudios superiores de este colegio fueron reconocidos como universitarios.

Durante el período de doce años que se inicia con la llegada de Buenaventura Báez al poder en 1849, los decretos que se promulgan, crean numerosos centros de instrucción, incluyendo los de educación superior y el de educación agrícola.

Dos decretos importantes figuran durante el gobierno de Báez, por el decreto número 271, de mayo de 1852, se añaden algunas innovaciones en materia de instrucción, estas innovaciones tiene que ver con horarios de enseñanza, libertad para la creación de escuelas privadas y la responsabilidad por parte de la Comisión de Instrucción de fijar los programas de estudios y designar los autores y textos que deben ser usados. El mismo decreto restablece la enseñanza superior. Estableciéndose en el artículo 10 de la ley, que los estudios en esos establecimientos superiores y el seminario serán suficientes para obtener grados en la universidad, luego que las circunstancia permitan su restablecimiento.

El decreto 282, del 20 de octubre de 1852, es el segundo, el mismo tiende a fortalecer el desarrollo de la instrucción pública; establece dos colegios nacionales, uno en la capital de la República y otro en Santiago. El creado en la ciudad capital fue denominado "San Buenaventura". Para el efectivo funcionamiento de ese centro de estudios, el ministerio de Instrucción Pública emitió el 31 de octubre de 1853 una resolución que entre otras cosas disponía que el estudiante al ingresar debía pagar matricula de acuerdo a su condición económica, debía tener 15 años para estudiar idiomas y literatura, 16 para estudiar filosofía y 18 para estudiar ciencias políticas o médicas. Este colegio era de enseñanza media y superior, el cual tuvo que cerrar a los tres años, por falta de erario y ante el peligro de una nueva invasión haitiana.

En el año 1853 en que toma nuevamente Pedro Santana el poder (durando hasta 1856), se modifica por decreto la organización de los colegios fundados en la capital y en Santiago. En este período se nombra una Comisión Central de Instrucción Pública (1854), también en este año se decreta una nueva Constitución; en junio de 1855 se promulga una nueva ley sobre Instrucción Pública, la cual amplía y refunde algunas de las disposiciones establecidas en los doce años de vida republicana. Esta ley suprime las clases en el Colegio San Buenaventura, a excepción de la de latinidad, esto significa que los dos caudillos de la época actuaban en el poder anulándose lo establecido por cada uno de ellos, es decir, uno anulaba lo creado por el otro.

En 1856 renuncia a la presidencia Pedro Santana, le sustituye el general De Regla Mota, hasta que nuevamente vuelve al poder Buenaventura Báez, estableciendo en esta ocasión la Escuela Agrícola de San Gerónimo, promovida por el religioso francés Francisco Carboneau, siendo esta la primera escuela agrícola establecida en el país.

Finalizada la década del 1850 retorna al poder Pedro Santana, al derrocar a Báez. Para esta época aparece la Sociedad "Amantes de las Letras", la cual creó las dos primeras revistas hebdomadarias, El Oasis y Flores de Ozama Bueno.

Para este año, algunas voces como las de Apolinar de Castro y el Ministro de Justicia e Instrucción Pública, Francisco Fauleau abogaron por el restablecimiento de la Universidad de Santo Domingo, cerrada en 1823 por los invasores haitianos.

Fauleau da referencia de las escuelas existentes para la época, señalando las cinco escuelas nacionales creadas en 1855 en las capitales de provincias, refiere que en la capital hay una de esas escuelas del Estado y tres privadas, que han sido abiertos establecimientos nuevos en Cotuí, San Francisco de Macorís y Bayaguana.

Son importantes las sugerencias que este ministro de Enseñanza pública hace en su memoria, abordando lo relativo a las escuelas municipales, las escuelas parroquiales y los colegios nacionales. Respecto a las escuelas municipales señala que en todo el territorio de la República no había una escuela fundada por los ayuntamientos –las que hay- dice, se deben al celo del Poder Ejecutivo y al patriotismo de algunos ciudadanos. En cuanto a las escuelas parroquiales decía Fauleau que importaba que se planteara, diciendo además que el sacerdote por sus muchas cualidades estaba llamado a ejercer la influencia civilizadora que con dificultad alcanza a ejercer el hombre seglar.

Al abordar el asunto de los colegios nacionales decía que estas instituciones debían ser favorecidas por el Gobierno y que debe el Gobierno dotar al país con un Colegio Nacional, viendo en este los fundamentos para levantar la institución universitaria, sobre la que presentó más tarde un proyecto de ley, siendo ese proyecto la base de la ley del 16 de junio de 1859, mediante la cual el Presidente Pedro Santana restablece la antigua Universidad de Santo Domingo, la cual reinició sus labores en el año 1860.

La institución aprobada debía funcionar con cuatro facultades: Filosofía, Jurisprudencia, Ciencias Médicas y Sagradas Letras.

Maestros y Escuelas particulares en la Primera República

En la precaria situación de la Primera República y frente a la inutilidad organizativa de la educación pública, abundaron transitoriamente las escuelas particulares y quedaron los nombres de algunos maestros. Estas escuelas siguieron siendo hogareñas o fueron vecinales, o dependieron de la presencia de extranjeros instruidos, como fue el caso del venezolano J.M. Carabaño, quien fundó la Academia de Santo Domingo; el puertorriqueño Aguilar, y a mediados de siglo llegó el maestros francés Charles Pierre, quien fundó una escuela de varones, que impartía docencia solamente en idioma francés. Por otra parte, el también francés Charles Malespín impartía clase a domicilio.

Otros como Duarte y Elías Rodríguez se hicieron docentes o abrieron alguna escuela en la República.

Don Manuel Aybar, fundador de la escuela Elementalísima, era el decano del magisterio nacional; al mismo tiempo Lorenzo Santamaría y Silvano Pujol establecieron planteles escolares. También se encuentran fundadores de escuelas primarias, entre estos Félix Mota y algunas mujeres como Teresa Valencia, Ana Díaz y Altagracia Quero.

Todas esas escuelas eran mixtas, es decir, para ambos sexos y solamente aparecieron en la ciudad capital y en algunas cabeceras de provincias.

La única escuela para niñas de la que se tiene referencia más clara es la de Manuela Calera, amparada por ley en el año 1859.

En general, la educación que se desarrolló para niños y adolescentes durante este período se apoyó en un método de enseñanza empírica, muy elemental. El maestro era sumamente riguroso en el éxito de su tarea, en este sentido, la disciplina era excesiva y sus instrumentos eran la palmeta y la correa, al predominar el criterio de que "La letra con sangre entra".

Finalizado este período aparece el presbítero Fernando Arturo de Meriño Ramírez como rector ex oficio del Seminario, cuando contaba 26 años de edad y tres de sacerdocio, con él laboraban dos jóvenes intelectuales, Benito Peña y Emiliano Tejera.

Durante el rectorado de Meriño se producen dos características desde el punto de vista de la enseñanza: el cambio de régimen disciplinario y la orientación del patriotismo. En ese sentido, los castigos corporales desaparecieron para dar paso a simples correcciones de índole moral, uniéndose a esto la educación cívica; mientras que, el patriotismo entró, como elemento de salud y de vida en los estudios históricos, filosóficos y literales.

Un hombre clave en el desenvolvimiento del seminario fue Elías Rodríguez, uno de los pocos intelectuales y sacerdotes que se quedó en Sano Domingo cuando se produjo la dominación haitiana, siendo relegado a una vida oscura y rodeado de intolerables limitaciones.

En el Seminario también actuó el presbítero Gaspar Hernández, quien llegó a ser legislador y a presidir las cámaras, en cuya función se preocupó del establecimiento de la contribución del diezmo y por el establecimiento positivo de la instrucción pública. Estuvo en el país hasta 1857.

En el grupo de los maestros civiles dominicanos que encabeza Duarte, puede citarse a: Félix María del Monte, escribió el primer himno dominicana o de guerra contra Haití, fue fundador junto con José María Serra, Manuel María Valencia, Pedro A. Bobea, del primer periódico de la República, "El Dominicana", aparecido en el año 1845. Este insigne hombre fue numerosas veces Secretario de Justicia e Instrucción Pública y Relaciones Exteriores.

Partidario como fue de Buenaventura Báez, mostró ciertas ideas anexionistas, especialmente pro-estadounidenses, pero esto no le restó méritos, sino que simplemente mostró al fiel seguidor político o a un militante que titubea frente a numerosas alternativas de dependencia o penetración y que llega a perder la fe frente a las calamidades nacionales.

La Restauración dominicana y su alcance educativo (1865-1874)

Movido por los constantes avatares por los que pasaba la sociedad dominicana de la post independencia nacional, el prócer y maestro Don Félix María del Monte expresó que "Este país tiene una desgracia especial, una providencia especial y siempre sucede lo imprevisto", expresión esta que retrata la sociedad dominicana de la Primera República, en un Estado independiente que surge en medio de una pobreza material e ideológica, lo cual imposibilitó la enseñanza.-

Cuando se proclamó la independencia y con ella la sociedad dominicana entró en definición política, la primera fórmula de gobierno la constituyó una Junta Central Gubernativa Provisional.

Durante la Primera República se produjeron once gobiernos, pero toda la conducción política del gobierno estuvo monopolizada por Pedro Santa y Buenaventura Báez, los dos caudillos dominicanos de la época.

El hombre de la Primera República –salvo excepciones de algunos miembros de la minoría liberal- fue un dominicano confuso e incapacitado y los hombres cultos, con ideales revolucionario, fueron arrojados del país, y con su ausencia se minimizaron las posibilidades socio-culturales en términos de ideas políticas, de enseñanzas y de escuelas.

Testimonio del desarrollo que no alcanzó la enseñanza en la Primera República lo manifiesta Pedro Santana, en memorias presentadas en 1847, acerca de sus actos gubernativos, donde se lamenta del triste estado de la enseñanza nacional, y al efecto señalaba que solamente existían cinco de los 27 ó 30 centros educativos que debían funcionar en el país; agregando en síntesis, que no había con quienes llevar la enseñanza, pues sólo un maestro (preceptor) había permanecido (en Santo Domingo), un año a la cabeza de la escuela, esto así en razón que a medida que aumentaba el peso del trabajo y sus salarios no les eran suficientes, abandonaban las escuelas. Si esta situación denota la escasez de maestros, también pone de manifiesto la carencia de dinero para retribuir los servicios.

Las luchas de facciones afectaron los programas educativos o las fundaciones escolares, pues los establecimientos de enseñanza creados por un gobierno eran clausurados por su contrincante político cuando llegaba al poder, tal es el caso del Colegio Nacional de San Buenaventura, establecido por el gobierno de Báez y clausurado cuando Santana asumió el poder.

El poco desarrollo que alcanzó la enseñanza de 1844 a 1861, y las instituciones que perduraron durante este período, entraron en crisis cuando se produjo la anexión a España.

Durante la anexión, la institución educativa más visible fue el Colegio-Seminario, que por cédula real del 20 de abril de 1862 fue denominado De la Purísima Concepción y de Santo Tomás de Aquino, además de este, abrió sus puertas en abril de 1863, en Santo Domingo el Colegio Vizcaíno, dirigido por el español Antonio de Maíz Ibarzabal.

Con el predominio español, la enseñanza en Santo Domingo, limitada a la formación sacerdotal estuvo en manos de religiosos españoles, a excepción de Pedro A Bobea y B. Pichardo, quienes quedaron como profesores de latín.

La guerra de la Restauración fue la respuesta dominicana al acto de anexión y del predominio español en Santo Domingo, por lo cual España abandonó el país el día 11 de julio del año 1865. Esta guerra tuvo una naturaleza y un contenido esencialmente populares.

La sociedad, recobrada su independencia y acrecentado el grado de la nacionalidad o dominicanidad en un plano más emocional que ideológico, tendió hacia la organización de sus instituciones administrativas y hacia el desarrollo de sus manifestaciones espirituales y culturales, aflorando lo cultural.

Restablecida la República en el año 1865, la Asamblea Nacional inició sus sesiones, y para favorecer la instrucción autoriza a todas las comunes a crear escuelas primarias y al presbítero Francisco Xavier Billini a usar el local del ex convento de Regina para el establecimiento de una escuela central; una tercera resolución establece el Colegio Seminario Santo Tomás de Aquino, bajo la dirección de Fernando Arturo de Meriño Ramírez y un último decreto crea el reglamento 983, sobre Educación Pública, el cual consta de catorce capítulos y viene a ser un órgano educativo juiciosamente elaborado.

El referido Reglamento está concebido de la siguiente manera: a) en el capítulo I dispone que la educación pública en el territorio nacional será libre y gratuita y que todo individuo hábil y de buenas costumbres podía abril establecimientos de enseñanzas (con la debida autorización); b) el capítulo II establece la Junta Directiva de Estudios, constituida por el Ministro de Justicia e Instrucción Pública, quien la preside, asistido por vocales, que son el Prelado eclesiástico, el Presidente y el Ministro Fiscal de la Suprema Corte de Justicia y el Presidente del Ayuntamiento de la capital; c) dispone el capítulo III que la Junta Directiva de estudios se complementaría con Juntas Provinciales, que funcionarían en cada una de las capitales de las provincias de Santo Domingo, Santiago, Azua, Concepción de la Vega y Santa Cruz del Seybo, compuestas estas por el Gobernador de la provincia, quien la presidirá, el cura párroco, el Alcalde Constitucional y dos regidores del ayuntamiento; esta Junta, entre otras cosas deberá hacer propuestas a la Junta Directiva de Estudios, los medios de extender y mejorar la educación en su demarcación, promover el establecimiento de escuelas en la jurisdicción…: siguiendo el orden descendente; d) en el capítulo IV se instituyen las Comisiones Locales, para todas las comunes no cabeceras de provincias, estas las formarían el presidente del Ayuntamiento. (donde hubiere), el Alcalde Constitucional, el Cura párroco y el síndico. En las comunes donde no hubiere ayuntamiento, presidiría la Junta, el alcalde constitucional. Estas comisiones locales dependerían de las Juntas provinciales, siendo sus atribuciones: 1) visitar las escuelas tan a menudo como les fuera posible, para informarse del estado de ellas; 2) cuidar que los maestros cumplan con sus obligaciones; 3) acatar las disposiciones de las Juntas Provinciales, en lo concerniente a la enseñanza pública en sus respectivas comunes e informar de la situación constatada; 4) informar a las Juntas Provinciales de los adelantos o faltas que notaren en los centros de la común; 5) cuidar que los fondos dedicados a la enseñanza no se distraigan de su objeto, debiendo en tal caso, dar informe a la Junta Provincial para los fines de lugar; 6) aconsejar a los padres descuidados, que cumplan con el sagrado deber de educar a sus hijos; 7) hacer que todos los años, a fines de diciembre haya exámenes públicos, los que deberían pedir para información y dar cuenta circunstanciada de ellos a la Junta Provincial respectiva. Cada una de estas comisiones, las locales, provinciales y la directiva, debían reunirse de manera obligatoria todos los meses, y cuantas veces fuere necesario en otras ocasiones; e) el establecimiento de los centros de enseñanza pública se trata en el capítulo V, incluye un Instituto Profesional en la capital de la República, institutos superiores en las capitales de provincias, donde lo permitan las circunstancias y escuelas de enseñanza primaria en todas las comunes. Los gastos de los institutos profesionales y las escuelas superiores, los soportarán las rentas del Estado y los de las escuelas primarias los cubrirían los ayuntamientos, si un ayuntamiento justificara que no podía cubrir esos gastos, el Gobierno le adelantaría en calidad de reintegro las cantidades necesarias para llenar este deber; f) el capítulo VI define los requisitos de los directores, profesores, maestros y ayudantes. Para ser nombrado director, profesor o maestro de una escuela pública, así como para abrir una escuela o colegio particular, se necesitaba: 1) ser mayor de 21 años; 2) haber obtenido el competente título, previo examen ante una junta provincial o la Junta Directiva; 3) presentar certificación de buena conducta, expedida por la junta provincial o por la comisión local de su domicilio. No podrían obtener estos nombramientos, los condenados a pena aflictiva o infamante, ni los que estuviesen siendo procesados criminalmente. Para ser nombrado ayudante de una escuela se necesitaban los mismos requisitos, a excepción de la edad, que era de 18 años cumplidos.

Eran deberes del Rector del Instituto Profesional, como de los Directores de Escuelas Superiores: 1) contribuir con la Junta Directiva a distribuir los cursos; 2) vigilar a los profesores, maestros y ayudantes, a fin de que cumplieran con sus deberes; 3) velar por el orden interior de los establecimientos; 4) dar las clases que les correspondieran; 5) inspeccionar las demás clases diariamente; 6) examinar los discípulos y cursantes cada mes, para cerciorarse de si los profesores y maestros cumplían con sus obligaciones; 7) reglamentar lo que crean conveniente para el orden interior del establecimiento; 8) proponer a la Junta Directiva, todas las mejoras que estimaran convenientes introducir.

En cuanto a los maestros, subalternos y ayudantes, los deberes eran: 1) obedecer estrictamente las ordenes que les comunicaran vía director del establecimiento; 2) desempeñar las clases que se les señalaran; 3) velar por el orden de las clases que estuvieran a su cuidado; 4) dar diariamente dos lecciones a cada una de las clases que se les confieran; 5) responder al director de las faltas que cometieran los discípulos que estuvieran bajo sus órdenes; 6) proponer al director las mejoras que la experiencia les indique. Las tareas de Directores y maestros se completan en el capítulo VII, que trata del método de enseñanza, prohibiendo la enseñanza individual en las escuelas públicas y poniendo a cargo de los directores implementar la enseñanza simultánea. Se permitiría a un mismo discípulo estudiar simultáneamente en diferentes clases; el capítulo VIII trata lo referente a los requisitos para que un joven pudiese ingresar al Instituto Profesional, tales como: 1) tener 14 años cumplidos; 2) haber dado los cursos correspondientes en la escuela superior; 3) haber sido declarado apto para entrar en estudios profesionales, en un examen pleno; 4) estar inscrito en la matricula correspondiente. Se establecía además que para entrar en una de las escuelas superiores se necesitaba: a) tener 10 años cumplidos; b) saber leer y escribir correctamente; c) saber con perfección las cuatro primeras reglas de la aritmética (sumar, restar, multiplicar y dividir); d) estar inscrito en la matricula correspondiente, y para ingresar a la escuela primaria sería necesario tener cinco años cumplidos a juicio de la Comisión y haberse inscrito en la matricula correspondiente.

A los establecimientos públicos podían ingresar todos los que habitaran el territorio dominicano, pero se daría preferencia a los niños verdaderamente pobres, a los huérfanos y a los hijos de los que hubiesen prestado servicios a la patria, y finalmente, se prohibía el cobro en las escuelas públicas. El capítulo IX aborda lo relativo a las matriculas, el capítulo X se refiere a las obligaciones que debían asumirse respecto de los establecimientos de enseñanza pública; el capítulo XI trata de los exámenes, especificando que habría dos tipos de exámenes, los parciales y los generales; el capítulo XII trata sobre castigos y correcciones. Señala el Reglamento que solamente podrán imponerse como corrección en los establecimientos de enseñanza pública: 1) el ayuno moderado; 2) la prisión en la escuela, sin que se hiciera extensiva a la noche; 3) el recargo de las lecciones diarias; 4) el retiro de los certificados de aplicación y buena conducta que se libran a los discípulos; 5) la eliminación (expulsión) por inconducta, vagabundería o relajación de algún vicio. Se expresa claramente la prohibición a los maestros para castigar a los alumnos que tengan a su cargo, por recomendación de sus padres o por faltas cometidas fuera del establecimiento escolar.

Los dos capítulos finales (XIII y XIV) del Reglamento trazan disposiciones generales y finales.

La Restauración de la Organización Educativa de 1866

Con el anterior reglamento, unido al esfuerzo de algunos hombres para rehabilitar la restaurada nación, se produjeron algunos resultados, entre ellos se destacaron los centros fundados por los hermanos Billini, los colegios San Luís Gonzaga y El Dominicano, el primero fue obra de Francisco Xavier Billini.

El sistema de enseñanza del Colegio San Luís Gonzaga era clásico-tradicional y tendió tanto al cultivo de la inteligencia como a la voluntad del educando. Sus enseñanzas fueron reconocidas como válidas para la carrera eclesiástica por Monseñor Rocco Cochia, por decreto del Poder ejecutivo se le autorizaba expedir título de bachiller a los jóvenes que seguían estudiando en ciencias y filosofía.

Contó este centro con "El Amigo de los Niños", primer periódico de propaganda educacional dirigido al elemento infantil nacido en el país.

María Nicolasa Billini, hermana del padre Billini, fundó en 1867 El Dominicano, un colegio para niñas, que fue un establecimiento de enseñanza primaria, pero tuvo en sus programas asignaturas de secundaria, y fue su profesor más destacado Emiliano Tejera.

También apareció el Instituto Profesional, obra de José Gabriel García y Emiliano Tejera, impartiéndose allí cátedras de: Derecho Romano y Derecho Penal, a cargo de Félix María del Monte; Derecho Civil y Derecho Comercial, por Alejandro Angulo Gurídi. Hubo también cátedra de medicina a cargo de Basilio Ñinguez, médico español, con esta cátedra también se relaciona el médico venezolano Manuel Durán y el puertorriqueño Ramón Emeterio Betances.

Para la fecha en referencia era Ministro de Justicia e Instrucción Pública y encargado de Relaciones exteriores, Pedro Francisco Bonó, quien ese año bosquejó la situación de la educación nacional, señalando: "En el país sólo hay un establecimiento de enseñanza superior gratuito, el Seminario, los demás son escuelas primarias, que hay 42 comunes y sólo nueve o quizás catorce con escuelas públicas, y en ellas 481 alumnos (…) un número de 600 niños en escuelas particulares (…), creo sin temor a equivocarme, que se ha dado siempre y se sigue dando aún instrucción gratuita a un niño por cada dos mil habitantes en la provincia del interior".

Según Bonó, la población que sabía leer se distribuía como sigue: 1. Los hombre que por su edad habían aprendido a leer antes de la independencia; 2. Los extranjeros; 3. Los hijos de la ciudad de Santo Domingo y residentes en esa comunidad; 4. Los jóvenes que han aprendido en Europa u otro lugar del extranjero y 5. Los hijos de los naturales, a quienes sus padres enseñaron.

José Ramón Aguiar escribió el Compendio de Mitología, que es la primera obra didáctica escrita por un dominicano.

Realismo visionario de Bonó

Pedro Francisco Bonó (1828-1906), es uno de los dominicanos de pensamiento más fecundo.

Su conocimiento, su visión y sus ideales fueron producto de su formación, también de su actuación pública en la época en que le correspondió vivir y de su conciencia de hombre de pueblo.

Como senador presentó una moción en la que apuntaba los males que agobian a la República, uno de estos malos era el ejército permanente. Argumentó "Este ejército no deja al hombre trabajar, le roba su tiempo y no le da compensaciones, hace de una porción de hombres, tal vez la más apta al trabajo por su edad y condiciones, una porción de seres empobrecidos, hambrientos; los hace holgazanes, por la falta de continuidad en el trabajo, los hace descuidados y los hace ignorantes porque no pueden hacer aplicación de una experiencia"; planteando como solución a este problema, la creación de una Guardia Cívica, en la cual entrarían propietarios, hombres casados y padres de familia.

Otro de los males señalados por Bonó fue la falta de equilibrio entre las rentas y las erogaciones de la nación, señalando que eso se daba por "No haber comprendido las verdaderas bases en que reposa el progreso del país".

En materia de enseñanza creía Bonó que era indispensable poner empeño en conocer con exactitud el estado de su desarrollo. Este criterio lo sustentó y lo llevó a la práctica cuando fue Ministro de Justicia e Instrucción en el año 1867, sirviéndole el mismo para bosquejar la enseñanza y recomendarle al gobierno que debía repartir los beneficios según la riqueza y justa aspiración de cada localidad.

Consideró Bonó que la precaria situación de la enseñanza de su tiempo se debía a las discordias y que sin paz interior era imposible salir de la ignorancia. Decía que el Estado ante todo está obligado a enseñar a leer, escribir, contar y la doctrina cristiana a toda la nación, y además se quejaba de la instrucción de las niñas, de lo poco que habían mejorado.

Bonó fue el dominicano con mayor fe en la virtualidad de la sana y bien inspirada prédica para reformar el agregado social.

El ideario civil de Ulises Francisco Espaillat

Contemporáneo de Bonó, Espaillat (1823-1878), se señaló como un preocupado por el progreso de la colectividad. Todo su pensamiento se apoya en la creencia de que la libertad y la justicia bien administradas acaban con las revoluciones, y que la honradez del gobierno salva la patria de la ruina. Para él "Las necesidades más imperiosas y la ambición primordial del pueblo dominicano eran la libertad política, una maquinaria judicial incorruptible y eficiente y la educación popular". Decía Espaillat que la sociedad no es virtuosa y es necesario ser prudente y aceparla como ella existe. En cuanto al trabajo decía que debía ser glorificado por nosotros, pues consideraba que el desvío del trabajo conduce inevitablemente a la corrupción. "El trabajo es virtud, fuente y origen de todos los demás" agregaba. Apoya el trabajo en la agricultura, para él, es la más noble y la que más eficazmente proporciona esa independencia de posición. Respecto a la educación seguía diciendo que la instrucción pública debidamente organizada cuesta mucho, y el país está pobre porque ni trabajan todos, ni el trabajo tiene para ser productivo, las condiciones precisas que debe tener; agrega que en las tres aspiraciones que salvan fácilmente una sociedad, es noble aspiración la sed de enseñanza.

El ideal educativo lo encamina Espaillat hacia cuatro direcciones: lo popular, lo político, la mujer y lo docente.

Partes: 1, 2
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