Descargar

La cultura indígena

Enviado por nalletrambulero


    1. Influencias indígenas en la cultura material
    2. Influencia indígenas en el aspecto social y espiritual
    3. Biografía Reina Torres de Araúz
    4. Conclusión
    5. Bibliografía

    Introducción

    Como hemos conocido desde nuestros inicios en la vida, hemos conocido patrones y elementos culturales propios de la cultura indígena panameña, que sobreviven hoy día. Igualmente, dentro de la dinámica étnica, la herencia mantenida por el sustratum indígena desde el momento crucial de la conquista hasta el presente. Me refiero al tema de lo que pudiéramos llamar el legado o el aporte al folklore que han brindado los grupos indígenas a la cultura nacional o panameña. Una vista de a nuestra historia, evidencia la pluralidad de influencias culturales que se fueron sobreponiendo como estratos, una sobre otra, a lo largo de nuestro devenir histórico.

    Influencias indígenas en la cultura material

    Es en las tecnologías de la subsistencia, tales como la agricultura, donde puede observarse claramente la impronta aborigen como legado cultural. Es comprensible, a la luz de la realidad ecológica, la aversión por parte de los conquistadores hacia tales técnicas y la pervivencia de las mismas hoy día. El arado tradicional europeo, por ejemplo, no encontró aplicación en un medio de selva, de alta precipitación fluvial los nueve meses del año y donde la vegetación secundaria rápidamente invade los campos deforestados por el hombre. Un régimen de estaciones que lejos de parecerse a las cuatro vigente en los países de clima templado, se definían mas que todo por el régimen de lluvias desconcertantes a los españoles, quienes no atinaron mas que a aplicarle a la época mas húmeda el apelativo de "invierno" y a la mas seca, el de "verano".

    Pascual de Anda Goya nos dejo en el siglo XVI una interpretación muy europea de nuestras condiciones climáticas:

    "En todas estas provincias desde Nicaragua hasta el Darién no defiere media hora el día de la noche en todo el año, y el verano hace todo en un tiempo que comienza desde entrante diciembre hasta entrante mayo: en todo ese tiempo corren los vientos norte y nordeste, y no llueve y hace mas fresco que en invierno, y la gente esta sana que no adolecen sino por maravilla comienza el invierno desde principio de mayo hasta el fin de noviembre , y en el mes de septiembre y agosto hace muchas aguas mas que en los otros meses: hace calor, bochornos, caen rayos y truenos: en ese tiempo adolece la gente; corre en todo el sudeste, que si no es que algún aguacero traiga otro, ciento que en pasándose vuelve el tiempo al sudoeste.

    Al español, que utilizo la mano de obra aborigen, le fue más fácil adoptar la tecnología que ellos aplicaban e incluso los productos de la tierra, que ponerse él a hacer ese trabajo o tratar de imponer una técnica que claramente no se adaptaría al medio ambiente. Sus productos europeos, por limitaciones climáticas, no podían darse en nuestro trópico, en su mayoría. La agricultura de roza, con el uso de la tradicional coa se impuso permanentemente. Leer la descripción que hace Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés sobre las prácticas agrícolas indígenas equivale a observar al campesino panameño que todavía hoy no ha adoptado las tecnologías mecanizadas.

    En las descripciones de la vida rural panameña vemos la persistencia preferencial de la coa, a nivel de agricultura familiar o comunal. La "familia Martínez" creación didáctica del educador panameño José Daniel Crespo, en su libro Geografía de Panamá y por medio de la cual explica la vida campesina panameña en el primer cuarto de este siglo, nos ofrece un interesante venero de información de donde pueden sustraerse datos sobre tecnologías tradicionales, creencias vernáculares, etc. Refiriéndose a los métodos de cultivo, destaca así la preferencia por la coa: "Don Julián no cuenta con otros instrumentos para hacer su trabajo que el machete que le sirve para todo: para talar, para desyerbar, etc. El hacha, que usa para derribar los árboles grandes; y la coa, que empleaba para hacer huecos, aunque a veces lo que usa para sembrar es un palo puntiagudo. Don Julián no conoce el arado. "ni falta que hace", dice cuando Andrés le habla de él.

    En lo tocante a productos agrícolas, el legado a sido amplio y rico. El maíz, en su amplia variación de aplicaciones culinarias fue el cereal por excelencia hasta la introducción del arroz. En las zonas rurales la superioridad del maíz, por su utilidad, sobre el arroz, se observa en su omnipresencia culinaria y en su amplísima diversificación. Así vemos que es una bebida, es una comida sólida y semisólida, es un postre, es una mazamorra, es un alimento capaz de ser transportado ya procesado dentro de sus propios capullos, o bien convertido en consistencia mas blanda, dentro de hojas de platanillo o de helicona. La yuca, el camote, la papa, el otoe siguen presente en la dieta tradicional. La fruticultura perpetúa el consumo del precolombino aguacate, el mamey, la piña y la guanábana, entre otros. El coco deslindado hoy, ala luz de la etnobotanica, los problemas de su preexistencia en la América precolombina, es otro ejemplo del persistente uso de productos agrícolas indígenas. El pixbae, la fruta de valor proteico, lo mismo que la papaya persisten como una fruta o alimento preferencial. Las variedades nativas de frijoles, tomate y el ají se constituyen en plato de consumo diario o de sazón obligada. El caco y el maní aunque de uso esporádico, o bien ya mediante el procesamiento industrial no han perdido terreno. En algunos casos se ha producido interesante ejemplo de lo que pudiéramos llamar "sincretismo culinario". Los desguatados "TAMALES" de puerco o gallina son uno de ellos.

    El grano aborigen por excelencia, el maíz, en forma de masa se acopla a dos productos de corral introducidos por los europeos -el cerdo de castilla y la gallina- pero adobados con sazón indígena de tomate, ají y hierbas aromáticas nuestras. El arroz producto foráneo, se mezcla con los frijoles nativos, en un plato diario en la mesa panameña.

    El "CHICHEME" bebida de gran valor nutritivo combina el maíz con la leche de vaca y el azúcar de caña, estos dos últimos de aportación europea.

    En la obtención de la proteína de origen animal, encontramos también la impronta autóctona. La pesca artesanal en Panamá guarda aún reminiscencia aborigen. Las canastas de cono invertido a nasas, los arpones dentados y toda la técnica asociada a la pesca de la tortuga y de peces de gran tamaño pertenecen a la tradición aborigen.

    En la cacería, si bien el arma de fuego ha casi borrado toda traza cinegética aborigen, su huella aún persiste en el "ojeo" de animales en los campos o "sembrados" o bien en abrevaderos naturales; las trampas para aves y pequeños mamíferos son también del mismo origen. La abundante proteína animal procedente de la cacería y de la semidomesticación o cautividad de mamíferos (macho de monte y sainos en edad infantil, como también aves) fue reemplazada por la ventajosa practica de la domesticación de grandes reses y aves de corral.

    En su insuperable adaptación y dominio del hábitat tropical, nuestros grupos indígenas transmitieron aún hasta hoy, sistemas efectivo de subsistencia que no tienden a arrasar sino a conservar su naturaleza. En las tecnologías asociadas a los alimentos, en relación en su acarreo, envase, procesamiento, etc., también se ubica un buen legado cultural indígena. La cestería y sus derivados estilos configuran el clásico medio de acarreo de la producción: las "jabas" y los "motetes".

    La alfarería, hoy a un nivel artesanal agonizante, puede observarse en técnica primitiva que excluye el uso del trono europeo, en algunas comunidades de Coclé, Azuero y Panamá Occidental.

    El trabajo de la madera asociado a los alimentos, aportó las "bateas" o grandes platos de madera, morteros, como también sus "manos" machacadores, etc.

    La "calabaza" o "totuma" constituye todavía un atractivo elemento para aplicación artesanal, trabajada como es por los campesinos para confeccionar tazas, cucharas y recipientes diversos. Todavía la piedra de moler se encuentra en alguna remota casa campesina, testimonio del antiguo y otro omnipresente "Metate".

    En la vivienda rural, que ofrece en realidad una amplia variedad de estilo, puede observarse aún la el uso de techado de hojas de palma, tramado sobre un emparrillado hecho con cañas. Las paredes de adobe, con su enrejado interior de caña, plantean un problema sobre su origen. En ninguna crónica del siglo XVI, plena conquista, encontramos alusión a esta tecnología; se mencionan únicamente, las paredes de caña, incluso recubiertas con un tejido estrecho a modo de esterillas. Algunos elementos arquitectónicos de la vivienda, como los llamados "jorones", al cual se accede por una escalera monóxilo, son de origen indígena. Todavía hoy puede vérselas en la vivienda Kuna y guaimí. El uso de plataforma colgante del enrejado del techo que utilizaban para guardar alimentos o pertenencias, son igualmente parte de la tradición autóctona (zarzos o talanqueras).

    En el mobiliario la hamaca ha persistido inalterable en su adaptación insuperable al clima tropical. Su uso se mantiene preferencialmente para el descanso diurno. Los bancos bajos próximos a la tierra, son de origen indígena también y se usan aun para el descanso y la conversación, entre los campesinos, dejándose las sillas altas y mesas para la visita formal y las comidas. También la tela de corteza, de tan difundido uso en los grupos indígenas actuales, se utiliza aun entre lo campesinos de la llamada "costa abajo", en el atlántico, para dormir, a modo de manta.

    El fogón a nivel del suelo, definido por troncos sobre los cuales se ubica la olla es otro rasgo indígena, poco observable hoy día, reemplazado por la imposición del "fogón alto".

    La indumentaria ofrece realmente un mínimo de elementos procedentes de nuestro pasado precolombino. Solamente en el calzado campesino de uso diario y laboral encontramos la "precolombina" "CUTARRA", sandalias de cuero que guardan incluso su nombre aborigen. Las bolsas tejidas o chácaras donde el campesino guarda y lleva su dinero y valores, son por supuesto de raigambre autóctona.

    En el vestido propiamente dicho, poco o nada podemos señalar que recuerde la sustenta y vistosa vestimenta precolombina. Lo europeo se impuso. Quizás en el uso eventual de ruanas o ponchos –hoy desaparecidos- pero que los campesino de las tierras altas aún usaban a principios de siglo, pudiera señalarse ese difundido tipo de abrigo. Una foto de época nos lo ilustra.

    Un elemento interesante, en relación con el adorno personal, es la deformación dentaria –de origen aborigen- que aún hoy se practica en remotos grupos campesinos de la provincia de Herrera y Veraguas. Este tipo de deformación intencional con fines estéticos consiste en sacar punta a los incisivos o "afilarlos", como usualmente se dice. Se practica entre hombres y mujeres, y es en Ocú, donde pueden verse con más frecuencia. Todo parece indicar que la práctica tiende a desaparecer.

    En el sombrero, tal como lo conocemos hoy, se da un interesante ejemplo de combinación de tecnologías. La desarrollada y preexistente cestería, el profundo conocimiento de las plantas de aplicación textil, se aplico a la confección del sombrero, un elemento del vestido europeo, de práctica aplicación y conveniencia en los climas tropicales de fuerte irradiación solar. La frescura y ligereza de las fibras vegetales contribuyeron a la adopción temprana de ese elemento.

    Influencia indígenas en el aspecto social y espiritual

    Son realmente muy pocas las influencias de orden social que pueden detectarse aún hoy, como legado indígena, en la cultura nacional. No es de extrañar que así sea. El rompimiento de la estructura socio-política de las culturas conquistadas, fue lo primero que se produjo, por determinación expresa de la cultura conquistadora. Solo así podía ejercer una verdadera dominación y proceder a la explotación del hombre indígena. En lo relativo al riquísimo mundo espiritual, con su etnociencia, su etnosistematica, su ética aun no reemplazada por una ética impuesta, sus conceptos de la estructuración del universo y la relación del ser humano con él, la idea de la divinidad, la composición del mundo espiritual en general, las manifestaciones artísticas la consignación y transmisión del conocimiento, solo algunos pocos elementos se traslucen. También en esta área de la cultura, es fácil comprender que la conquista, que se hizo con la espada y con la cruz, impuso un nuevo concepto del hombre, de Dios y del universo.

    Tal vez a nivel rural, algunas costumbres, ligadas a lo tecnológico, pueden ser indicio, de algunas pervivencias de patrones sociales aborígenes. Uno de ellos, serian las peonadas, en las cuales, el favorecido con la ayuda comunal en una faena de cosecha o de "zocuelas", provee la alimentación a los asistentes, tal como aun se observa entre nuestros grupos indígenas.

    También, en las actitudes ante ciertas circunstancias o periodos de la vida femenina, podrían tener raigambre indígena. Por ejemplo, persiste aún, a nivel popular, la creencia en la fuerza que tiene una mujer en cinta; su presencia o mirada puede agravar a un enfermo, empeorar una llaga o cortada, e incluso influir sobre los animales.

    La condición de una mujer menstruante, sobre todo en las adolescentes, guarda aún, en algunas comunidades rurales, una serie de tabúes alimenticios y de hábitos de aseo, que nos sugieren los conocidos en los grupos indígenas. Es en realidad, un difícil campo, donde se impone investigación especializada y análisis de distintos aspectos relativo a sexo y edad.

    En el folklore musical, no es mucho tampoco lo que podríamos, con seguridad señalar como de origen autóctono. En la música y la danza, hemos de reconocer que la corriente africana, con su ritmo seductor y las melodías de sabor mediterráneo sumergieron el sustratum indígena.

    De lo que conocemos hoy de bailes de grupos indígenas panameños, solamente la característica del alineamiento en la danza, el paso corto, y seguido y la posición corporal de cabeza y hombres inclinados, como rasgos y actitudes coreográficas, podrían encontrarse en un baile regional Ocueño como la "mejoranera ocueña".

    Allí encontramos junto a los atributos del bello vestido femenino de amplia blusa al volante y voluminosas faldas, de indiscutible origen ibérico, al vestido masculino de camisa y pantalón europeo, de "cutarras" indígenas, el paso recortado y seguido, la disposición alineada, la actitud de danza india. Nos recuerda algunos bailes Guaimíes, Bokotas, y Chocoes donde hombres y mujeres se alinean en la forma que llamamos "fila india" y con la cabeza levemente inclinada danzan en sucesión de pasos y figuras reiterativas. Es particularmente entre el grupo indígena Bokotá o Buglere donde encontramos mayor similitud: los bailarines se ubican en dos líneas, una compuesta por hombres y la otra por mujeres, estando la una frente a la otra. Durante el baile una línea avanza y retrocede hacia la otra y mientras se hace, se canta en voz alta.

    En el baile de "Diablicos Cuacuá", de las tierras altas de Penonomé, donde el vestido hecho de tela de corteza y pintado con jugos vegetales, nos ofrece un magnifico ejemplo de sincretismo, vemos igualmente la actitud de danza indígena en el alineamiento de los bailarines –que son dos masculinos- y las evoluciones del baile.

    En los instrumentos musicales, un tipo de tambor, la "caja" seria el mas cercano a la versión indígena. También señalaríamos la flauta, hoy de metal, de tipología similar a la de de las indias y las maracas o "guiros", fabricados con la muy americana "totuma".

    También en la mitología popular se encuentran pervivencias de nuestra prosapia indígena. Particularmente en la demonología encontramos personajes de ese origen. El caso, quizás mas representativo es la "Tulivieja" que configura un personaje femenino monstruoso, que vaga eternamente penando un pecado de juventud. Narciso Garay ha sugerido un origen sincrético de este mito –al cual nos adscribimos- cuando afirma:

    Probablemente alguna leyenda indígena de carácter satánico se injerto en otra española de la misma índole y juntas compusieron el mito de la Tulivieja cuya desinencia es netamente castellana.

    Algunos cuentos populares sobre animales como el de la Pavita de Monte, entran dentro de la categoría propia de cuentos de animales de tan dilatado uso en las culturas indígenas americanas. Todavía hoy los kunas y chocoes, los últimos incluso en actitud mímica de ponderable valor histriónico, relatan los cuentos de personajes que son siempre animales de la selva.

    La farmacopea popular, abundan en plantas medicinales propias de la tierra autóctona y usada por nuestros grupos aborígenes, y que se perpetúan hoy no solamente en la medicina misma sino muchas veces en las actitudes e interpretaciones del concepto de enfermedad.

    Por ejemplo, el concepto mágico de la enfermedad, persiste en las creencias populares que la interpretan como el resultado de un "mal sueño" o del alma afectada por influencias malignas.

    La adscripción de la farmacopea rural a un número plural de especies vegetales autóctonas son remanentes y pervivencias de la muy rica medicina botánica conocida por nuestras culturas aborígenes. Estas medicinas vegetales (hojas, bejucos, cortezas), tienen un amplio uso en infusiones, que se toman, o bien en baños curativos. La aplicación tópica de resinas, como la llamada "caraña" para dolores y contusiones nos provee un ejemplo más. El tabaco cuyas hojas, aplicadas directamente o en cataplasma han sido de antiguo y persistente terapéutica.

    La medicina folklórica tiene en esto, aún, en Panamá un vasto campo de estudio que estamos seguros que nuestros antropólogos podrán sacar próximamente a la luz.

    Las "Juntas Comunales" y "Juntas Locales" del nuevo sistema político administrativo del estado panameño en buena medida denotan la influencia aborigen. Presento como han estado en la estructuración política tradicional de algunas de nuestras culturas autóctonas, las prácticas de "Consejos Locales" y "Consejos Generales", marcan un interesante paralelismo con lo arriba mencionado. No se nos escapa por supuesta, la influencia intermedia del Municipium latino, aportado por los hispanos.

    Reina Torres de Araúz

    Nació en 1932 y murió el 26 de febrero de 1982. Al reflexionar en la trayectoria y obras de la, La Doctora Reina Torres de Araúz los panameños identificamos nuestro sentir con la convocación nacionalista que en ella anidó. En sus últimas confesiones-insertas en la introducción de su obra maestra "Panamá Indígena"-irrumpe su sentimiento de panameña raizal y con orgullo proclama. "NOS PRECIAMOS DE CONOCER NUESTRA TIERRA Y SUS GENTES, SU REALIDAD RURAL Y URBANA. HEMOS CUMPLIDO AMPLIAMENTE EN ELLO NUESTRA VOCACION… COMO UNA MODESTA RETRIBUCION AL PRIVILEGIO DE SER PANAMEÑA". La Doctora Reina Torres de Araúz arañó la tierra del Istmo con múltiples excavaciones arqueológicas; buscó las huellas prístinas del hombre panameño en la punta de flecha, en la vasija de cerámica, en la exquisitez de su arte lítico y orfebre, que como decía el poeta "al paso nos conversan de un tiempo que paso". Fue educadora desde 1957 en las aulas del Nido de Águilas, y allí bebió y alimentó la savia de la generación del 9 de enero de 1964. Ocupó la posición de Directora Nacional de Patrimonio Histórico y la Subdirección Nacional del Instituto Nacional de Cultura (INAC). En la década de los 60, además de sus esfuerzos en la investigación de campo para profundizar en el análisis de la cultura Panameña; crea la cátedra de Etnografía de Panamá en la Universidad de Panamá, incorporando a la docencia y a la investigación antropológica los estudios sistemáticos de los Grupos Humanos de Panamá. Se empieza a hablar con propiedad científica de nuestra condición de nación pluricultural conformada por grupos indígenas, mestizos, antillanos y las minorías étnicas. La Catedrática de Prehistoria y Etnografía de Panamá orienta a un número plural de profesionales panameños hacia el análisis de los grupos plurales que conforman nuestra nacionalidad, sentándose las bases teóricas que sustentarán posteriormente la política del Patrimonio Histórico del Estado Panameño. Con mística nacionalista, la Maestra rodeada de sus discípulos, se lanza a la construcción de centros de educación permanente: los museos. Panamá en las manifestaciones plásticas del hombre panameño que muestran su estirpe y sus propia identidad, fueron el marco de trabajo de esta distinguida profesional que luchó con religiosidad por la formación de una conciencia histórica que superase las contradicciones derivadas de las circunstancias GEO-POLÍTICAS de tránsito permanente. La Doctora Araúz se destacó nacional e internacionalmente como historiadora y antropóloga. Ocupó puestos relevantes a nivel nacional e internacional y terminó su vida ocupando la alta posición de Vicepresidenta del Comité de Patrimonio Mundial de la UNESCO. Ella perdurará mientras existan panameños que a ejemplo suyo sean conscientes del privilegio que significa tal condición. Porque más que sus destacadas obras materiales, sus ideas y sus revelaciones sobre la naturaleza y la historia de nuestros grupos humanos y de nuestra sociedad y su contribución extraordinaria a la memoria colectiva de los panameños y al fortalecimiento de la conciencia nacional afirmarán su presencia en las generaciones futuras. Otras de la obras de la autora: Arte Precolombino de Panamá; Natá Prehispánico; La mujer Kuna; Darién: Etnología de una región histórica y dejó en elaboración: La Colonia Escocesa en Darién, la cual preparaba desde su lecho de muerte.

    Conclusión

    La cultura indígena, la preexistente y la que entro del siglo XVI en adelante, retuvo y transmitió aquellos elementos que no encontraron efectivo reemplazo en la tecnología europea y mediante sutil mecanismo psico-social matizó con su indignidad otros, de orden social y espiritual. La impronta indígena en la cultura nacional continúa en el presente. La interacción con las "etnias nacionales" motivan un permanente proceso de unión de razas.

    También los conceptos estéticos indígenas, no solamente los prehistóricos sino igualmente los contemporáneos, han contribuido cada vez mas a darle individualidad y contenido a la obra artística panameña. Es el sustratum hacia el cual se adentran profundamente los artistas en la búsqueda de la identidad nacional.

    El pasado y la pervivencia aborigen salen al frente, hoy mas que nunca, para darle a la Cultura Nacional, el blasón americanista propio de su indignidad original.

    Bibliografía

    Libro Panamá Indígena, Autora Dra. Reina Torres de Araúz

    Fuentes sacadas de Internet http://www.prensa.com

     

    Luis Nallet Nieto