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La filosofía y la formación política de la ciudadanía (1ra. Parte) (página 3)


Partes: 1, 2, 3

 

4) El ciudadano alienado por las ideologías dominantes, incapaz de una crítica racional, es hoy la especie más abundante del planeta. Ya no importa el lugar social en el que se encuentra el individuo, proporcionalmente hay tantos alienados entre los ricos como entre los pobres, si bien los primeros son del tipo de los que se creen libres sin serlo y merecen mayor reprobación (cuando no directamente un tiro en la nuca) ya que no sólo desaprovechan las oportunidades del bienestar material sino que acumulan con tal exceso que acaparan lo que le falta a los otros, impulsados por lo que Platón llamó alma apetitiva que domina en ellos por encima del alma racional. El debate actual entre neoliberales y socialdemócratas parte de la concesión de la premisa anterior a los primeros por parte de los segundos y resulta urgente replantear y repensar las alternativas a la idea de que lo que llamó Platón el alma apetitiva (epithymia), (junto a la irascible (thymos) puesta a su servicio en lugar de al de la razón), alternativas a la idea de que las pasiones son lo que domina y gobierna esencialmente en el ser humano. El alma racional (lógos psyché), lo racional del alma (tó logistikon tês psychés; Rep.IV, 439d), la Razón, yace hoy sumida en el olvido, desprestigiada cuando no condenada como el mayor de los males: "Y estas dos especies, criadas de ese modo y tras haber aprendido lo suyo y haber sido educadas verdaderamente, gobernarán sobre lo apetitivo (epithymia), que es lo que más abunda en cada alma y que es, por naturaleza insaciable y ávido de riquezas. Y debe vigilarse esta especie apetitiva, para que no suceda que, por colmarse de los denominados placeres relativos al cuerpo, crezca y se fortalezca, dejando de hacer lo suyo e intentando, antes bien, esclavizar y gobernar aquellas cosas que no corresponden a su clase y trastorne por completo la vida de todos" (Rep.IV,442a-b).

Frente a los que afirman que el mundo racional es cada vez mayor por el mero hecho de conllevar tecnología, hay que poner de manifiesto como, el desarrollo tecnológico, puede ser la mayor de las irracionalidades, como se demostró en Auschwitz o en Hiroshima y Nagasaki. No sólo hay barbarie en lo dionisíaco (la fuerza del volcán, del terremoto, de la vida en su despliegue) sino que el extremismo apolíneo resulta incluso mayormente barbarie (la fuerza de una bomba atómica, del Gulag o el campo de concentración). De Platón a Spinoza, de Nietzsche a Husserl, todos los grandes filósofos han reconocido la existencia de las pasiones y abogado por su dominio por la razón. Pero los Calicles y Trasímacos, la demagógia y los políticos, los poetas narcotizantes, están triunfado hoy sobre los filósofos tras una batalla que comenzó hace más de dos mil años.

En los llamados países del Tercer Mundo la ciudadanía crítica no se alcanza debido principalemente a la pobreza, la violencia, la carestía de lo más mínimo, la televisión y la explotación, en los llamados países desarrollados a causa de la riqueza, la avaricia, la abundancia consumista, la televisión y la explotación. En ambos mundos a causa, también, de la desposesión del poder político por parte de los ciudadanos, que siempre son gobernados, ya por una oligarquía burguesa, por profesionales de la explotación (banqueros y empresarios) y profesionales de la demagogia (políticos electos), dirigentes de una sociedad a la que nos empeñamos en llamar democracia representativa; ya por una dictadura o teocracia.

Mucha preocupación se muestró en Europa por el hecho de que el líder ultraderechista Haider subiese al poder en las elecciones del comienzo de milenio, comenzado a formar parte del gobierno de Austria, pero muy poco se investigaron las causas de tal hecho ni se hacieron preguntas acerca de ese 27 % de votantes que eligieron esa opción. Si un 27 % de votantes de ciudadanos austriacos votaron a Haider ello quiere decir que el programa de formación de ciudadanos de los países llamados democráticos está fallando terriblemente. Aplicadas las instituciones de enseñanza en forjar trabajadores sumisos, cualificados y obedientes, aptos para producir y consumir en el capitalismo globalizado, se prepara al mismo tiempo la masa más apta para la abducción demagógica. Como ha dicho el Papa de los valores: "Lo que más me preocupa del caso austriaco -¡ay, Thomas Bernhard, cuánta razón tenías!- no es Haider, ese vulgar desaprensivo sin mejor ideología que el afán de poder, sino sus votantes. Porque precisamente en democracia la responsabilidad de la política nefasta no es sólo culpa de los arribistas y aspirantes a tirano sino sobre todo de esos pésimos políticos, los ciudadanos que los eligen" (Fernándo Savater "Responsabilidad democrática". El País 06/02/2000).

Pero no acierta a detectar que son sus "valores políticos" teñidos de bonitos derechos pero cuajados de capitalismo y ese su "valor de educar", tan valiente como paternalista, en unas instituciones degeneradas o, como la escuela pública, abandonadas, los que generan esos ciudadanos "hiperdemocráticos" que salen a linchar y perseguir inmigrantes extranjeros en el Ejido para defender su "derecho a la propiedad privada ilimitada", o que abuchean opositores políticos o defienden a exministros cuya criminalidad ha sido probada en los tribunales. No se aprecian diferencias en el artículo de Ralph Dahrendorf (Ibid 13/02/2000) entre Haider "lider oportunista" y los gobiernos "democráticos" que lo condenan con gran aspaviento e indignación y cuyas "razones para intervenir son en parte nacionales y electorales" (Ibid.), ambos son demagogos y actuan de la mejor manera para ganarse la adhesión de una ciudadanía consumista y embrutecida, como en la nave de los locos de la que hablara Platón.

Si en 1991 a través de panfletos repartidos por la Unión Europea se acusó a los judíos de secuestrar y asesinar niños para extraer su sangre y celebrar con ella extraños rituales -como indicaba con preocupación Morris B.Abram en el International Herald Tribune (Saturday-Sunday, February 5-6, 2000)- no hay que limitarse a llevarse las manos a la cabeza ante semejante demagogia racista. Ya en 1945 se propagó la leyenda de que los nazis habían fabricado jabón con la grasa de los judíos y hasta hoy resulta muy popular creerse semejante tontería, cuando basta con atender a las aberraciones reales para no suscribir tal movimiento. Lo preocupante es que haya gente lo suficientemente estupida como para creer y atender a semejantes libelos de satanización, lo que indica que cada vez más somos víctimas de una educación deficiente y carne de cañón para la manipulación ideológica. Hace tiempo que se debería enseñar a quien quiera ver al Diablo que no tiene más que mirarse al espejo con suficiente profundidad y así, consciente de lo peor que hay en cada ser humano, esforzarse por cumplir con su parte y alumbrar por lo que a él respecta, lo mejor del ser humano.

Aunque también habría que investigar de qué clase de vida goza ese 27 % que votaron a la ultraderecha en Austria, por si acaso algunos de ellos no son tan obtusos como nos lo parecen. Fácil es decir que los etarras o los guerrilleros de Sendero Luminoso están locos, pero más difícil es darse cuenta de que el currante que para meramente existir y poder llegar a gozar de una vivienda, tiene que trabajar en una función poco estimulante (que no le deja tiempo para desarrollarse mediante otras actividades, accediendo tan sólo al consumo conspicuo y a la televisión) durante 40 años de su vida, para luego jubilarse y luego morir, puede que esté loco y que le hayan convertido en el más loco de todos los mortales.

A los judíos, el pueblo más culto del planeta y el que más grandes hombres ha proporcionado a la Humanidad, los nazis tuvieron que meterles a la fuerza, con amenazantes ametralladoras, en los vagones de los trenes que les llevaban a los campos de trabajo y exterminio. Hoy, sin embargo, millones de ciudadanos de los países democraticos del planeta, se acinan "voluntariamente" en los vagones de metro atestados de gente, para acudir a trabajar en hora punta; e incluso en Japón existe un cuerpo de empujadores que apretan a los viajantes de metro para que quepa el mayor número en la lata de sardinas. Mientras tanto, nuestros gobernantes electos se pasean en coche oficial y antes de que lleguen al restaurante de lujo en el que van a cenar a cuenta del contribuyente, los servicios de limpieza y seguridad se ocupan de borrar los grafitis y limpiar las calles, con lo cual el representante demócrata se cree que vivimos en el mejor de los mundos posibles y cuando los apestados del metro comienzan a votar al Haider de turno no se explica las razones de semejante descalabro electoral.

A Sócrates le llamaban el tábano en Atenas, porque incordiaba a todos los paseantes diciéndoles: "Eres ateniense, de la ciudad más bella y sabia de este mundo, ¿no te avergüenzas de buscar la riqueza y la fama y en nada cuidarte de mejorarte a ti mismo día a día?". Por supuesto, lo mataron, bajo una democracia bastante mejor construida que la nuestra, ya que al menos, si se era ciudadano, se participaba directamente en las tareas de gobierno, no delegando las decisiones en un voto conseguido por el marketing.

Nos preocupamos de comer lo que sienta bien a nuestro organismo, escogemos aquello que alimenta y nos da fuerza, lo que permite crecer a los niños y vivir con salud a los ancianos. Generalmente, tenemos cuidado con lo que entra por nuestra boca, (aunque algunos coman hamburguesas), pero en nada vigilamos lo que entra por nuestros ojos y nuestros oídos.

Al mirar la televisión, el actual opio del pueblo, en ningún momento nos cuidamos de si es beneficioso o perjudicial para nuestra salud mental, sino que cada cual se come lo que le ponen delante del plato, sin meditar ni un instante sobre los efectos de tales viandas. ¿Favorecen nuestra libertad, igualdad y fraternidad? ¿Nos dan fuerza, nos alimentan acaso de manera que nos hacen crecer como seres humanos? ¿Nos convierten en solidarios, pacíficos, instruidos, emprendedores, libres y responsables?. El que se plantee responder a estas preguntas y cuide algo más que su estómago quizá acabe viendo menos horas la televisión y comprometiéndose más con la sociedad, pero hoy tener tal oportunidad, en el mundo que proclama la igualdad de oportunidades con tanta obstinación como la incumple, es sumamente infrecuente.

La labor pedagógica de las instituciones tradicionales, hoy empeñadas en la enseñanza temporal para el olvido, en lugar del aprendizaje permanente para la acción social, poco pueden hacer frente a la labor manipuladora y pseudopedagógica de los mass media. Quizá recogiendo retrospectivamente algunas experiencias del pasado para ver que nos pueden decir en el presente podríamos llegar a formular algunas vías de contrarrestamiento de los mass media y del neoliberalismo que los financia.

LA EDUCACIÓN GRIEGA: LA PAIDEIA EN UN PUEBLO DONDE ABUNDABAN LOS FILÓSOFOS.

"Platón aprendió rápidamente lo que formaba la instrucción de un niño ateniense de buena familia. No se sintió en modo alguno constreñido por ella. En República (II,376e) nos dice que es difícil mejorar la educación que hemos heredado tradicionalmente en sus dos aspectos de música para el alma y gimnasia para el cuerpo. La música para los griegos tenía, además de su sentido propio, otro más extenso, en el que se engloban no sólo el arte del canto y los instrumentos, sino toda la educación artística, y aún literaria y científica en general, presidida como estaba, por las Musas" (Tovar, Antonio Un libro sobre Platón. 2ª ed. Madrid : Espasa-Calpe, 1973. Colección Austral. Cap.III, p.24). Las nueve Musas según la lista más extendida eran: Urania (la astronomía); Clio (la historia); Talia (la comedia); Melpómene (la tragedia); Terpsícore (la danza); Euterpe (la flauta); Erato (la lírica coral); Polimnia (la pantomima) y Calíope (la épica). Resumen dichas nueve disciplinas las áreas de investigación en Grecia y en Heródoto se antepone el nombre de cada una de ellas a cada uno de sus Nueve Libros de la Historia.

El caso de la práctica de la gimnasia y de la música tiene una clara separación entre su ejercicio con ánimo de lucro, con vistas a la profesionalización (epi téchne) propio del atleta o de quien quiera convertirse en maestro de gimnasia o en músico profesional y el ejercicio sin ánimo de lucro y con vistas a la formación (epi paideia) propio del hombre libre que quiera desarrollarse física y armónicamente con salud y vigor. Por eso el joven Hipócrates ansioso de acudir a las enseñanzas de Protágoras se averguenza cuando Sócrates le pregunta si su intención de aprender del sofista tiene como finalidad la de convertirse él mismo en sofista. "SOC: ¿no te avergonzarías de presentarte a los griegos como sofista?" (Protágoras 312a). Ante lo cual responde el muchacho: "HIP: Sí, ¡por Zeus!, Sócrates, si tengo que decir lo que pienso" (Ibid. 312a). Porque un muchacho noble y libre de Atenas no acude a un sofista para profesionalizarse como sofista y desempeñar en el futuro tan modesta ocupación, sino para formarse como hombre y ciudadano, cosa que promete Protágoras al decir que en su compañía se hará mejor cada día.

"SOC: Pero tal vez, Hipócrates, opinas que tu aprendizaje de Protágoras no será de ese tipo, sino más bien como el recibido del maestro de letras, o del citarista, o del profesor de gimnasia, de quienes tu aprendiste lo relativo a su arte, no para hacerte profesional (epi téchne), sino con vistas a tu educación (epi paideia), como conviene a un particular y a un hombre libre" (Protágoras 312a-b). Hipócrates asiente, Sócrates ha sabido definir perfectamente lo que el muchacho va buscando de Protágoras, aliviando la inquietud que le había provocado con anterioridad, al dar la respuesta que el joven, confuso, no acertaba a expresar. Protágoras ante las insistentes preguntas de Sócrates sobre los beneficios que recibirá Hipócrates al seguir sus enseñanzas, responderá que progresará hacia lo mejor (tò Béltion épididomai) y que se hará mejor (Protágoras 318a-c). Y cuando se le preguntá en qué se hará mejor la respuesta de Protágoras queda sintetizada en éstas palabras de su interlocutor: "SOC: hablas de la ciencia política (tén politikén téchnen) y te ofreces a hacer a los hombres buenos ciudadanos (poiein ándras ágathous politas)" (Ibid.319a). Pretensión de la que Sócrates considera incapaz al sofista, lo que lleva a este a admitir que los ciudadanos se enseñan los unos a los otros y lo que llevará a Platón a plantearla desde la filosofía.

Frente a la educación que se considera que se obtiene del médico o el escultor en la Grecia clásica, contrasta la que se obtiene a través del maestro de letras, el citarista o el profesor de gimnasia. El aprendiz de zapatero pretende adquirir una enseñanza profesional, mientras que los ciudadanos libres y con recursos, al acudir a los maestros, no lo hacen con vistas a aprender una profesión que les reporte un salario del cual vivir sino a adquirir una formación variada e integral. Para ésto último, con vistas a la formación integral del ciudadano, Platón recomendará el cultivo general no profesionalizado de algunos de los relatos tradicionales (mythos) especialmente seleccionados (Rep.II,377a-c), de la gimnasia y de la música (Rep.III, 410b), luego de  la filosofía (Rep.VI, 497a); y para los que destaquen en ésta, propone el estudio, ya con mayor detenimiento, pero no con vistas a la profesionalización sino a la realización de las tareas de gobierno y enseñanza, de la matemática (Rep.VII, 522c-530d) y de la dialéctica (Rep.VII, 531d).

Se entenderá que lo que en nuestros días se denomina educación obligatoria es un contrasentido, el maestro no puede grabar con un cincel en el cerebro de sus alumnos las lecciones. A los jovenes a quienes se les encierra contra su voluntad en unos centros de adoctrinamiento se les puede retener, e incluso obligar coactivamente a memorizar ciertas cosas que olvidarán en seguida, cuando las hayan vomitado en un examen, pero no se les puede enseñar.

Vista la enseñanza de la Grecia arcaica y clásicas, y la propuesta de Platón, curioso resulta que, en la actualidad, estudiar con posterioridad a los 28 años (continuar estudiando, mejor dicho), ser licenciado en algo o/y  profesional de alguna cosa y emplear tiempo en el estudio, es cosa sumamente mal vista en nuestra sociedad actual. Hoy se estudia para producir, el joven a lo sumo se licencia en una Universidad y de los 25 a los 65 años se le destina al trabajo especializado y al consumo masivo, por eso en nuestra sociedad capitalista actual los institutos públicos de enseñanza secundaria no son más que guarderías, en las que, funcionarios de prisiones, modelan a las nuevas generaciones de trabajadores sumisos y obedientes, asegurándosele su suministro al Estado, el suministro de los aptos para ocupar en su mayoría los puestos asalariados más bajos y ruines de la sociedad. No se forman hombres ni ciudadanos, sino máquinas de producción y de consumo conspicuo para las que pensar resulta absurdo y paradójico.

En la Grecia clásica, donde los jóvenes selectos filosofaban en la juventud, también estuvo mal visto el continuar con la reflexión posteriormente a la adolescencia, como le indica Calicles a Sócrates: "Ciertamente, Sócrates, la filosofía tiene su encanto si se toma moderadamente en la juventud; pero si se insiste en ella más de lo conveniente es la perdición de los hombres. Por bien dotada que esté una persona, si sigue filosofando después de la juventud, necesariamente se hace inexperta en todo lo que es preciso que conozca el que tiene el propósito de ser un hombre esclarecido y bien considerado (Gorgias 484c-d)… Está muy bien ocuparse de la filosofía en la medida en que sirve para la educación, y no es desdoro filosofar mientras se es joven; pero, si cuando uno es ya hombre de edad aún filosofa, el hecho resulta ridículo, Sócrates (Ibid.485a)". El joven griego cultivaba la filosofía para luego pasar a la política y valerse como gestor de la ciudad, el milagro griego está constituido de un amor al saber y al desarrollo de todas las capacidades humanas para lograr ser mejor, que se confunde a menudo con un medio de medrar en la sociedad y especializarse en la división del trabajo. El sofista que piensa que el mejor es el que consigue el éxito social no entiende a los personajes como Sócrates, estudiantes eternos de filosofía, que le resultan ridículos al no emplear el aprendizaje en la adquisición de riquezas, gloria y poder. Pero lo que resultan tales sujetos es una amenaza para el demagogo y una denuncia constante de las hipocresías de las que se alimenta lo más ruin de la ciudad. Por eso se les acaba matando.

No obstante, dada la actuación socrática con los jóvenes atenienses, o debido a los resultados de la misma (como es el caso de Alcibíades), su discípulo Platón (Rep.VII, 537a ss), recomendará no empezar a filosofar hasta los 30 años por quienes tengan ya bases sólidas en otras disciplinas de estudio y muestren aptitudes para la reflexión. La gimnasia, la música, determinada poesía y las matemáticas, se recomiendan como la base educativa general, que, cultivadas de por vida, proporcionarían orden y armonía al estudiante; a partir de los 30 años empezaría el camino de la filosofía cuando, se dedicarían 5 años a la dialéctica, después, 15 años de práxis dedicados a la política, para finalizar a los 50 años acometiendo la labor de gobernar, educar y filosofar.

La formación política y humana de los ciudadanos no es necesaria en unas sociedades gobernadas por la demagogia del espectáculo y la hipocresia. Cuando un futbolista, una cantante o un presentador de televisión son los personajes más emblemáticos de una sociedad en la que los grandes poetas, ignorados por la mayoría, acaban tirándose por la ventana. Cuando las declaraciones de principios meramente formales se esgrimen como coartadas de los hechos más viles e inconfesables. Cuando los seres humanos son mercancía homogeneizada, los ideales de la ilustración mueven a risa a los jóvenes, o a sonrisas cínicas y estúpidas de incomprensión absoluta, pero mejor si se sonrie, porque de lo contrario se corre el riesgo de volverse un hipócrita. Libertad, Igualdad y Fraternidad se mientan como los pilares de nuestra sociedad Occidental. Los políticos demagógicos de la sociedad de masas lo hacen a diario. Pero los jovencitos que son todavía sinceros consigo mismos saben que el dinero es el único pilar de la sociedad occidental y todo lo demás les parece, con razón, un rollo intragable. Entonces podríamos pasar a decir que los principios de la ilustración no son nuestros pilares sino nuestros ideales a alcanzar, pero de nuevo la realidad (los jóvenes viven todavía en la realidad que los adultos enmascaramos) les desmiente a los interpelados semejante aserción con rotundidad. La realidad se les aparece todos los días durante unas cuatro horas a través de la televisión.

La Ilustración nos engañó, prometió abolir el Antiguo Régimen para generalizar como derechos lo que fueron privilegios. Así, la esmerada educación de la aristocracia, dejaría de ser un lujo y se divulgaría La Enciclopedia para que el privilegio de la razón dejase el paso al derecho a la razón. Pero pronto la burguesía ocupó el puesto de la aristocracia y los tenderos reemplazaron a los nobles. Para el artísta, poeta, escritor, científico o filósofo, ha supuesto un desastre, pues los tenderos ya no requieren sus servicios, con la diferencia de que ya nadie recibe la formación que tuviera un aristócrata, porque estaba llena de cosas inútiles, es decir, no rentables en Bolsa.

Quien se declara, como el que aquí escribe, comunista platónico, sólo puede aceptar que la educación de John Stuart Mill se le conceda, si no a todos los hombres de cada sociedad, al menos a un número suficientemente representativo en todo el ámbito social. Fue éste uno de los pocos modernos que recibió una educación como la de Alejandro Magno y sin embargo, a quienes oyen hablar de ella, les mueve a espanto. Veamos sucintamente la formación de Stuart Mill: Su educación hasta la adolescencia estuvo a cargo de su padre, James Mill, quien le sometió a un rígido programa de estudio, ya que pensaba que todo lo que pudiera ser un hombre se debía a la educación. Se pasaban el día en el despacho paterno, el niño estudiando a su lado y con la licencia de preguntar cuantas cosas no comprendiese. John Stuart nos cuenta en su Autobiografía como se desarrolló su educación primaria y secundaria, bajo la supervisión y la dirección paterna: empezó a estudiar griego a los tres años aprendiéndome de memoria lo que mi padre llamaba vocablos, que eran una lista de palabras griegas con su significado en inglés y las cuales él me escribía en tarjetas. El estudio del latín no lo comenzó hasta los siete años, edad a la que leyó seis diálogos de Platón, aunque afirma que no comprendió bien el Teeteto; al mismo tiempo, aprendía aritmética y una gran cantidad de historia. Pocas veces se le consentía la lectura de libros de entretenimiento, como Robinson Crusoe, del que dice que le deleitó toda la infancia.

Después de los ocho años John no solo tenía que aprender sino que enseñar también a sus hermanos menores. En esa época se dedicaba ya a la lectura de la Ilíada y la Odisea, de tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides, de los mejores autores latinos, de una gran cantidad de historia y del estudio minucioso del gobierno romano. Antes de los doce años llegó a dominar el algebra, la geometría, el cálculo diferencial y algunas otras ramas de las matemáticas superiores. Su mayor entretenimiento por entonces era leer libros donde se relataban ejercicios de ciencia experimental. A los doce años comenzó a estudiar lógica. Leyó todo lo que Aristóteles había escrito sobre el tema, a varios escolásticos y a Hobbes. Todo ello con un único profesor, su padre, y en contacto con los eminentes amigos de éste, como era J.Bentham. En las horas de descanso paseaba con su padre y discutían. Al cumplir los catorce años se juzgó que el muchacho había llegado al momento de ver algo del mundo y se le envió al extranjero durante un año. A su regreso comenzaría sus estudios fuera de casa.

No muy diferente hubo de ser la formación de los Medicci en la Florencia renacentista. Pero si alguien indica que es imposible otorgar esa formación a todos los hombres entonces que no sea hipócrita y que reconozca que sigue vigente la esclavitud, y que no nos reproche el negarnos a colaborar con ella. Nosotros pensamos que el primer Estado de Platón sería viable, sin necesidad de suprimir las artes, la ciencia y la literatura convirtiéndolo en un estado de cerdos (cfr.Rep.II,372d). Bastaría con que trabajase cada ser humano tres horas al día para proveer a las necesidades con tal de que se eliminase la producción y el consumo superfluos y se mantuviese tan sólo lo nutritivo para el cuerpo y lo nutritivo para el espíritu, repartiendo por igual entre todos los hombres los enormes dividendos de los productos de la naturaleza, de la ciencia y de la tecnología que hoy han alcanzado cotas impresionantes.

FORMACIÓN + OCIO: LO NECESARIO PARA UN ALTO PORCENTAJE DE CIUDADANÍA CRÍTICA.

La formación más el ocio es lo necesario para una filosofía crítica potente dispersa entre la ciudadanía, para que la Ley surja de la democracia real representada por un Tribunal pupular disperso en todo el tejido social. Sin formación, el ocio se torna consumo conspicuo, televisión, fútbol y alcoholemia, opio del pueblo; más para quien alcanza formación política, violando todos los programas estatales destinados a impedirlo (y para eso no basta hoy por hoy con una licenciatura en filosofía) el ocio es fundamental para desempeñar el papel de ciudadano crítico, esto es, de filósofo.

Para una catedrática de Universidad que ganó su puesto con sucias componendas de hoy vota por mí mañana voto por tí, como Montserrat Galcerán, puede ser insoportable el ocio de los griegos, cuya dedicación a la filosofía se caracterizaría por "exigir a aquel que quiera dedicarse a su cultivo una buena dosis de ocio: se trataría de un saber privilegiado, destinado a unos pocos que pueden gozar de la ausencia de ocupaciones inmediatas… la filosofía como un lujo para una minoría… ligada al modelo ancestral de una Universidad para la educación de las élites" (M.Galcerán, Anexo a CM11). Para Galcerán puede sonar la necesidad de ocio para la filosofía como algo aristocrático y elitista desde su obrerismo de salón, dado que ella gana (pues el puesto que ocupa así se remunera) entre 400.000 y 600.000 pesetas al mes dando entre 5 y 8 horitas de clase a la semana como jornada laboral. Nosotros exigimos la misma formación y ocio de que ella disfruta para toda la sociedad, para que al menos un número lo suficientemente amplio de la misma pueda llegar a desarrollarse hasta alcanzar un juicio crítico en su vida ciudadana, sea cual sea la profesión que desempeñe, y no sólo unos pocos privilegiados. De lo contrario nada podrá impedir que la sociedad se siga vertebrando en dos clases: "La cultura y la casta. No puede nacer una cultura superior más que en aquellas sociedades en donde existan dos castas claramente diferenciadas: la de los trabajadores y la de los ociosos, capaces de verdadero ocio; o, con palabras más fuertes, la casta del trabajo forzado y la casta del trabajo libre. El reparto de la felicidad no es un punto de vista fundamental cuando se trata de crear una cultura superior; pero el hecho es que la casta de los ociosos tiene una mayor capacidad de sufrimiento, que sufre más, que su alegría de vivir es menor y que su tarea es más pesada. Si se produce un intercambio entre las dos castas, de forma que los individuos más obtusos y menos inteligentes de la casta superior sean relegados a la casta inferior, y a su vez los seres más libres de ésta tengan acceso a la otra, se logra un estado más allá del cual no se ve más que el mar abierto de las aspiraciones ilimitadas. -Esto es lo que nos dice la voz agonizante del pasado: pero ¿habrá oídos que la oigan?". (Nietzche Humano demasiado humano I, §439).

Nietzsche no era un burgués hipócrita, porque reconocía que su posición era de privilegio y que no se resolvía con meras apelaciones a la ideología humanista moralizante, sino que eso era la forma moderna de perpetuar de una manera mezquina e hipócrita el mismo aristocratismo del antiguo Régimen, pero enormemente degradado por la compra-venta. A su juicio era mejor ser esclavo que obrero que se cree libre sin serlo: "Los esclavos y los obreros. Concedemos más valor a la satisfacción de nuestra vanidad que al resto de cosas que constituyen nuestro bienestar (seguridad, puesto de trabajo, placeres de todo tipo), como se evidencia hasta extremos ridículos en el hecho de que todo el mundo (al margen de razones políticas) desee la abolición de la esclavitud y rechace con horror la idea de reducir a alguien a ese estado: pero todo el mundo debiera reconocer que los esclavos llevaban una vida más segura y feliz en todos los aspectos que el obrero moderno, que el trabajo servil era poca cosa en comparación con el del "trabajador". Se protesta en nombre de la "dignidad humana", pero lo que se encuentra debajo de este eufemismo es nuestra querida vanidad que nos lleva a considerar que no hay peor suerte que no ser tratado como igual, que ser considerado públicamente inferior. -El cínico piensa de otro modo en este aspecto, porque desprecia el honor -de ahí que Diógenes fuera durante un tiempo esclavo y preceptor doméstico». (Nietzsche Humano demasiado humano I, §457).

La meritocracia del liberalismo acabó con la aristocracia para extender la esclavitud (ya no era necesaria la antigua porque se generalizó la moderna), eso es, el trabajo asalariado, y situar en la cúspide social, además de al capitalista, al nuevo detentador del patrimonio y el capital, ya no un noble terrateniente rentista sino un banquero o un empresario financiero, o los asalariados más productivos, que en la sociedad del consumo de masas son los cantantes de rock, los futbolistas, las modelos, los actores cinematográficos, junto a los publicistas y los directivos. La esclavitud se ha ampliado más que nunca porque quien no dispone de las tres cuartas partes de su tiempo para sí mismo es un esclavo, haga lo que haga: "El grave defecto de los hombres activos. Lo que les falta ordinariamente a los hombres activos es la actividad superior, es decir, la actividad individual. Actúan en calidad de funcionarios, de hombres de negocios, de expertos, es decir, como representantes de una categoría, y no como seres únicos, dotados de una individualidad muy definida; en este aspecto, son perezosos. La desgracia de los hombres activos es que su actividad resulta siempre un tanto irracional. No cabe preguntar al banquero, por ejemplo, el objetivo de su compulsiva actividad, porque está desprovista de razón. Los hombres activos ruedan como lo hace una piedra, según el absurdo de la mecánica. Todos los hombres, tanto de hoy como de cualquier época, se dividen en libres y esclavos; pues quien no dispone para sí de las tres cuartas partes de su jornada, es un esclavo, sea lo que sea: político, comerciante, funcionario o erudito". (Nietzsche Humano demasiado humano I, §283).

Ante Nietzsche, que es antiliberal y antimoderno, que critico con saña tanto al Estado prusiano-hegeliano como al socialismo, cabe o bien la postura aristocrática o bien la postura anarquista. Pero está claro que tener tres cuartas partes del tiempo para uno mismo, condición para no ser esclavo, es algo que está ligado a la economía, individual y colectiva, y que no se consigue más que individual y epicúreamente en el liberalismo capitalista. No se le ocurrió a Nietzsche que podía ser lo suficientemente radical como para exigir universalmente la liberación de los esclavos, sino que vió tan sólo una salida individual, logró su libertad individual al renunciar a su trabajo de profesor universitario y disponer de las tres cuartas partes de su tiempo libre viviendo con suma austeridad de su pensión por enfermedad.

La igualdad económica colectiva (no otra) es conditio sine qua non de la libertad colectiva. Para conseguir la libertad colectiva habría que reducir la jornada laboral a tres horas al día (15 semanales), o menos, dependiendo de la función a desempeñar, y proporcionar a todo ser humano la renta que le corresponde por el mero hecho de nacer, el porcentaje que le corresponde de la riqueza que produce la ciencia, la tecnología o la tierra. Así sería compatible el trabajo forzado y el trabajo libre, no tendrían que inmolarse muchos para que pudieran vivir unos pocos, y la verdadera democracia, la participación directa de todos los ciudadanos en la asamblea ejecutiva y en la asamblea judicial, como la hubo en la Atenas de Pericles, podría realizarse también generalizadamente.

Quien, como Aristóteles hiciera con las de la antigüedad, se moleste en hacer un estudio comparado de las diversas Constituciones de nuestro presente actual, quizá se sorprenda al encontrar que es en la Constitución de la República Islámica de Irán donde se contempla la necesidad de ocio para toda la población: "Artículo 43.3: La planificación de la economía nacional, deberá estructurarse de tal manera que la forma, contenido y horas de trabajo de todo individuo le deje suficiente ocio y energía como para comprometerse, más allá de su responsabilidad profesional, en actividades intelectuales, políticas y sociales, que le permitan un desarrollo integral; tomar parte activa en los asuntos del país, desarrollar sus habilidades y hacer pleno uso de su creatividad".

En la actualidad los estudios institucionales (como todo) tienden a plegarse a las necesidades del mercado, sus investigaciones, al aumento del control social (baste como ejemplo la relación de la psicología, sociología y filosofía con la selección de personal o recursos humanos) y por ello, para burlar el cerco, sigue vigente la consigna que Agustín García Calvo hiciera a los jovenes del 68, tendente a impedir que acabasen ocupando los puestos de la burguesía que les estaban destinados (traición a la propia clase, §18), sin que le secundaran, como históricamente hemos visto: "seguir siendo estudiantes indefinidamente… perpetuos retrasados mentales[xii]… de tal modo que, bien que importe para la continuación del pronunciamiento que las nuevas oleadas de estudiantes más recientes sigan viniendo (como siguen viniendo de hecho, sin que haga falta molestarse para ello demasiado) con el deseo y la conciencia de que a lo que de veras vienen a entrar no tanto en la Universidad (que cada vez se sabe menos lo que sería) sino en el pronunciamiento, más importante todavía es seguramente el hecho de que de año en año vayan siendo más numerosos los viejos estudiantes que se quedan, que no terminan, que siguen con ello indefinidamente" (Anónimo De los modos de integración del pronunciamiento estudiantil. Atribuible a A.G.Calvo. Editorial Lucina. Madrid 3ª edición 1987; 1ª edición Paris 1973. §10, pág.25; cfr. §32: "durar en la subversión" y §36: "sigamos siendo estudiantes por maneras y períodos indefinidos… que las carreras no lleguen a terminarse nunca… indagar, preguntarse, experimentar y discutir interminablemente"). (Respecto al ocio cfr.ibid.§16).

A Juan Bautista Fuentes le preocupa la empresarialización de la Universidad, como si no fuese simplemente un detalle insignificante dentro de un mucho más vasto proceso de globalización universal. Sólo habla y se preocupa por que sea "suprimida precisamente la que debiera ser la capacidad crítica del estudiante universitario para interesarse por el significado social y político de sus eventuales puestos de trabajo" (CM11, p.30) como si no fuese éste un ciudadano más entre millones y la capacidad crítica del resto no importase en absoluto. "Bajo semejante ideología de la libertad de compra por parte del cliente, se esconde naturalmente la formación de un nuevo tipo de estudiante universitario que resulta ser (objetivamente) una función de los intereses tecnoeconómicos que le aseguran un puesto de trabajo, suprimida precisamente la que debiera ser la capacidad crítica de un universitario para interesarse por el significado social y político de sus eventuales puestos de trabajo; y es a este nuevo tipo de estudiante al que procuran halagar y dirigirse quienes creen haber visto en la formación de ejecutivos un posible objetivo formal de la enseñanza de la Humanidades. Ahora bien, estos estrategas de la salida laboral parecen no haberse percatado de una singular paradoja, a saber: que si el estudiante de humanidades se muestra comparativamente más eficaz en las tareas de ejecutivo incluso que los licenciados en principio formados para ello, esto se debe precisamente a la mayor capacidad crítica" (CM11, p.30).

Lo primero a resaltar es la ingenuidad de Fuentes al creer que sus estudiantes tienen capacidad crítica, cuando precisamente esa corte mesiánica de discípulos que siguen a un profesor de lo que dan muestra es de su escasa independencia y de su carencia de criterio. Acostumbrado a tratar de forma paternalista con jovencitos, Fuentes, como muchos otros profesores uiniversitarios, ha perdido la medida de la crítica y considera bien formado a quien repite, como un magnetófono, lo que ha oido en sus clases. Pocos de los que acaban la carrera de Filosofía se dan cuenta de ésto. Lo que hacen quienes llegan a ser conscientes de que apenas han empezado cuando se les dice que ya tienen que acabar es empezar a estudiar Matemáticas, Física, Biología, Filología, Idiomas, Historia, Economía y Política, a parte de empezar a leer todas las obras filosóficas que llevaban citando y oyendo durante cinco años sin nunca llegar a leerlas y estudiarlas en su integridad y sin haberse acercado ni lejanamente a los originales. Los que hace tiempo se licenciaron actúan así porque ya saben que no saben, principio socrático elemental del comienzo del filosofar, pero la Academia y los profesores ya los miran con desconfianza, al igual que la sociedad capitalista, que los reclama para la producción y el consumo. Los que se hayan convertido en profesores de Instituto no podrán proseguir sus estudios sino que se degenerarán progresivamente para sobrevivir a la ESO, siendo tan escasísimo el número de los superhombres que consigan proseguir profundizando en sus aprendizajes (cuando su empleo les pide lo contrario, trivializar sus enseñanzas) que resulta más bien lamentable los muchos que no siguen frente a los pocos que logran continuar.

Del resto empiezan algunos a vivir de la limosna, es decir, las becas, con todo el baboseo y la bajeza que conlleva el intentar seguir la carrera endogámico-meritocrática que lleva a trabajar en la Universidad; otros, con posibles familiares deciden socializar por su parte los ingresos de papá, ¡bien hecho!, el que tenga una familia de cerdos enriquecidos será, además de cerdo, estúpido, si no vive de ese odre; los menos consiguen un trabajo que les permite seguir estudiando, aunque el contacto con la Academia, (dado que sus antiguos compañeros ya no volverán, dedicados como están a parir, trabajar y consumir, tras haber abandonado todo interés por la filosofía), tiene hoy por hoy muy pocos alicientes  para el ciudadano que consigue seguir estudiando tras pasar la barrera de los 30 años y pese a haberse insertado en el mundo laboral.

Este tipo de estudiante mantiene un mínimo contacto con la Universidad, acudiendo a lo sumo a un curso de doctorado interesante en el que participar algo más que como comparsa (al haber leído bastante ya del tema que trabaja el profesor). Pero su acción filosófico-política se tiene que orientar finalmente fuera de una Universidad, cargada de pseudoerudición doxográfica gremial donde ya nadie escucha a nadie (ni siquiera nadie entendería a nadie si se hablasen dado el enorme barroquismo alcanzado por las jergas pseudopostmodernas y de otras índoles), para dialogar en su vida profesional y mundana con sus conciudadanos de temas de preocupación general, no sólo en lenguaje nacional sino con terminología entendible por cualquier hablante de cultura media, participando en debates, colaborando en publicaciones abiertas, interviniendo en Internet o realizando traducciones y divulgaciones.

Notas a pie de página

[i] Citamos bajo las siglas QF su obra: ¿Qué es la filosofía? El lugar de la filosofía en la educación. El papel de la filosofía en el conjunto del saber constituido por el saber político, el saber científico y el saber religioso de nuestra época (2ª edición aumentada) (25-XI-1995 / Pentalfa Ediciones, Oviedo).

[ii] Citamos bajo las siglas CM11: Cuaderno de materiales. Filosofía y Ciencias Humanas. Nº 11: Filosofía, Educación y Mercado. Febrero-marzo del 2000; Entrevista a Juan Bautista Fuentes: «La educación en filosofía» (Noviembre de 1999). Universidad Complutense de Madrid.

[iii] Claude LÉVI-STRAUSS Tristes trópicos. (1ªed.1955) Ed.Paidós Barcelona 2ªedición española 1992, pág.324, (Citaremos TT). En el heládico reciente, alrededor del s.XV a.C., en plena Edad de Bronce, es cuando se adaptó el griego a la técnica de la escritura. Las tablillas cretenses en el sistema silábico Lineal B, obra de los escribas palaciegos de Cnosos, que llevaban las cuentas del imperio Micénico, así lo atestiguan. Hecho que refuerza la tesis de la relación escritura-imperialismo.

[iv] TT. op.cit. pág.324.

[v] Ibid.

[vi] Ibid.

[vii] Ibid. (léase: incumplimiento)

[viii] TT. op.cit. pág.325.

[ix] Gustavo Bueno explicaba con las siguientes palabras sus apariciones en la televisión y sus intervenciones en la prensa: "Ante los medios de comunicación de masas caben dos opciones: a) retirarse a la vida privada, al Jardín. Resguardarse como élites que se han liberado, o b) Utilizar el medio, dada su inmensa proyección (un libro de filosofía lo leen 200 personas, pero un programa de televisión tiene audiencias de millones) para fines culturalmente positivos". Conferencia de Gustavo Bueno «Sobre la televisión», Paraninfo de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid  del 9 de mayo de 1995.

En febrero de año 2000 la Sociedad General de Autores y Editores de España, preocupados por la "cultura", es decir, por sus beneficios empresariales y su nivel de ventas, realizaron una macroencuesta de 24.000 entrevistas para analizar los hábitos culturales de los españoles. Los resultados eran ilustradores: el 75% de los españoles no va nunca al teatro y el 50% jamás lee un libro ni va al cine, la prensa apenas la lee el 30% de la población. Junto a dormir y trabajar, las clases medias y bajas lo que  más hacen es ver la televisión, a pesar de que dicen sentirse insatisfechos con los programas que ponen, a excepción del fútbol, claro. Lo más curioso es que toda esa población ha sido escolarizada, habría que preguntarse para qué.

Según una encuesta realizada durante el año 1999, ese año, los españoles pasamos una media de 213 minutos diarios viendo la televisión, casi cuatro horas diarias. Considerando nuestra esperanza media de vida resulta que, a lo largo de ella se acumulan 12 años ininterrumpidos de sometimiento voluntario a la pantalla del televisor, un tiempo vital que excede con creces el que la gran mayoría de los ciudadanos pasa en la escuela o en la universidad. (Cfr.Revista En Cartel, nº 6, febrero 2.000, pág.37).

En vista de las estadísticas precedentes podríamos concluir, con Freud, en que la mayoría de los ciudadanos jamás se alzarán sobre las concepciones ideológicas adquiriendo una conciencia crítica: "Mi estudio sobre –El porvenir de una ilusión-, lejos de estar dedicado principalmente a las fuentes más profundas del sentido religioso, se refería más bien a lo que el hombre común concibe como su religión, al sistema de doctrinas y promisiones que, por un lado, le explican con envidiable integridad los enigmas de este mundo, y por otro, le aseguran que una solícita Providencia guardará su vida y recompensará en una existencia ultraterrena las eventuales privaciones que sufra en ésta. El hombre común no puede representarse esta Providencia sino bajo la forma de un padre grandiosamente exaltado, pues sólo un padre semejante sería capaz de comprender las necesidades de la criatura humana, conmoverse ante sus ruegos, ser aplacado por las manifestaciones de su arrepentimiento. Todo esto es a tal punto infantil, tan incongruente con la realidad, que el más mínimo sentido humanitario nos tornará dolorosa, la idea de que la gran mayoría de los mortales jamás podrá elevarse sobre semejante concepción de la vida" (Sigmund Freud El Malestar en la Cultura (1930). Alianza editorial. Madrid 1970, p.17).

Y contra la amenaza de acriticismo ideológico la formación universitaria no constituye ningún antídoto infalible: "Todas las mañanas iba a clases a la Sorbona y aplaudía al profesor. Aplaudía fuerte, más fuerte que los demás alumnos, aplaudía por Merceditas y aplaudía por mí. Uno tras otro los profesores abandonaban los anfiteatros aplaudidamente, vestidos de azul marino, y después entraba un viejito que limpiaba la pizarra para que entrara otro señor azul. Debían ser unos sabios esos profesores, porque los anfiteatros estaban siempre repletos, a pesar del calor tropical, repletos hasta el punto de que si uno no llegaba una hora antes de la clase, tenía que quedarse parado toda la hora, y apoyando papel y lápiz sobre la espalda del de delante, si quería tomar notas. Y ahí todo el mundo quería tomar notas. O sea que unos sentados, sacando manteca, y otros parados, con un lápiz medio incrustado en la espalda, tomábamos y tomábamos notas mientras los profesores hablaban y hablaban y yo no entendía nada, pero, en fin, poco a poco. En todo caso el asunto era tomar bien las notas porque a fin de año el que mejor las memorizaba y las pasaba a la hoja de examen obtenía la mejor nota. Era un mundo circular y perfecto, en el que los profesores recibían lo mismo que daban, y daban lo mismo que pensaban recibir". (Alfredo Bryce Echenique La vida exagerada de Martín Romaña. Editorial Plaza&Janés, Barcelona 1989, pág.38-39). (Merceditas era su profesora en Perú).

[x] "Utilizamos el término Idea en el sentido preciso de las Ideas objetivas que brotan de la confluencia de conceptos que se conforman en el terreno de las categorías (matemáticas, biológicas, &c.) o de las tecnologías (políticas, industriales, &c.). El análisis de las Ideas, orientado a establecer un sistema entre las mismas, desborda los métodos de las ciencias particulares y constituye el objetivo positivo de la filosofía. La Idea de Libertad, por ejemplo, no se reduce al terreno de la política, del derecho, de la sociología, de la moral o de la psicología; también está presente en la estadística o en la mecánica («grados de libertad»), en la física o en la etología: cada una de estas disciplinas puede ofrecer conceptos categoriales precisos de libertad, pero la confrontación de todos estos conceptos, desde la perspectiva de la Idea de Libertad, rebasa obviamente cada una de esas disciplinas y su consideración corresponde a la filosofía". (QF, pág.37, nota 4).

[xi] Constitución de la República Islámica de Irán. Adoptada en: 24, oct. 1979. Efectiva desde: 3, dic. 1979. Enmendada en: 28, jul. 1989. Capítulo IV: Economía y Finanzas (Artículos: 43-55). El texto completo, en inglés, es accesible a través de Internet, en la dirección:

<http://www.netiran.com/Htdocs/Laws/000000LAGG01.html>.

[xii] Raymond Chandler Chandler por sí mismo. Editorial Debate, edición a cargo de Dorothy Gardiner y Kathrine Sorley Walker, Madrid 1990. Pág.239: "No creo que a mi amigo Philip Marlowe le preocupe mucho si posee o no una mentalidad madura. Estoy dispuesto a reconocer idéntica falta de preocupación por mi parte… Si rebelarse contra una sociedad corrupta equivale a ser inmaduro, entonces Philip Marlowe es sumamente inmaduro. Si ver basura donde hay basura constituye un desajuste social, entonces Philip Marlowe es un inadaptado social. Por supuesto, Marlowe es un fracasado y él lo sabe. Es un fracasado porque no tiene dinero (…). Pero muchos hombres excelentes han sido fracasados porque sus talentos particulares no encajaban con la época y el lugar. A la larga, yo creo que todos somos unos fracasados, porque de lo contrario no tendríamos la clase de mundo que tenemos" (Carta al Sr.Inglis, Octubre de 1951).

Simón Royo Hernández

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