La filosofía construye una interpretación de interpretaciones de la realidad en general o de de aspectos de ella, que combina cuatro actividades íntimamente relacionadas tras la cuales se persiguen determinados propósitos, tanto teóricos como prácticos:
En primer lugar, frente a saberes parciales, informales o formales, que son parte del capital cultural de una comunidad (la del pueblo o la de los especialistas) la filosofía integra saberes en torno a un asunto para producir una interpretación multidimensional integrada que de cuenta de la realidad total, o de un aspecto de ella, en toda su complejidad y organicidad. La filosofía es enemiga del reduccionismo, de las visiones parciales y unilaterales diacrónicas o sincrónicas. Por eso su desarrollo es lucha constante contra estas tendencias. Aunque los filósofos han sido clasificados muchas veces en idealistas o materialistas, todos intentan en una forma u otra superar tales dualismos y construir interpretaciones omnicomprensivas que integren o que, al menos, tomen en cuenta todos las interpretaciones.
Por eso la filosofía ha supuesto, casi siempre, como punto de partida un saber enciclopédico, ya sea formal o informal, y suele ser la culminación de la combinación integral de perspectivas. Hubo una época histórica cuando aún no se habían desarrollado como disciplinas los saberes científicos, que hoy conocemos, en la cual la filosofía los sustituía o se colocaba como la interpretación metafísica que los coronaba o unificaba porque tenía como objeto una realidad que los trascendía. Con la modernidad se tiende a reconocer que la filosofía no interpreta la realidad, que no tiene objeto real propio de investigación. Su tarea es interpretar las interpretaciones que otras disciplinas generan, incluyendo las suyas, y con relación las cuales ella sintetiza, critica, proyecta, y justifica.
En relación con nuestra interpretación acerca de la naturaleza de la filosofía, comenta Hostos en su Tratado de Lógica, que la Filosofía es "el estudio de las causas en virtud de las cuales las cosas todas son como son"; un "estudio que abarca a todo otro estudio, cualquiera que él sea, siempre que su objeto es la averiguación o indagación del porqué de una cosa." A partir de esta idea general, Hostos advierte que "ha cambiado la noción o concepto fundamental de lo que es la Filosofía" pues ya no estudia las causas primeras, que contrario a lo que pretendía la metafísica no pueden ser conocidas, sino las correlaciones de las causas y los efectos. "Ahora ?afirma- la Filosofía se funda en el estudio de las ciencias positivas."
Es en este contexto que tiene que entenderse la crítica que hace Hostos a la filosofía. Como él lo dice recordando a Kant: "¿Está el nuevo ideal en una nueva filosofía? La filosofía no podrá divorciarse jamás de la metafísica, porque ésta no es en suma otra cosa que la operación espontánea de las facultades intelectivas en su busca del absoluto que las atrae, y la ciencia experimental demuestra la inanidad de esa operación secreta del espíritu humano."
Ya para 1874 Hostos ha definido en términos generales lo que será el núcleo de su orientación filosófica: una síntesis de las ideas de Kant, Comte, Krause y Proudhon:
"En las altas regiones, que pese a la historia aduladora y a los aduladores de la fuerza y del poder, son las regiones del pensamiento, divagan los embriones de un ideal de la humanidad, deber en Kant, conciencia en Krausse, justicia en Proudhon, humanismo en Comte, nivelación por la posesión, por la felicidad o por el placer en los reformadores, libertad–igualdad-fraternidad en los secuaces de la vieja revolución; pero ese ideal en embrión, que la filosofía funda en una síntesis de todos los fines humanos bajo la norma del deber, de la conciencia o de la humanidad como única religión positiva; que las ciencias físicas y naturales bosquejan en la exclusiva indagación de las leyes de la materia como única realidad y única verdad; que la sociología contornea en la ley del movimiento mecánico de las sociedades; que el socialismo sentimental busca en una reforma empírica de los males que aquejan la vida colectiva; que el sentimiento espera ver reaparecer en una nueva revelación mística; ese ideal está en embrión."
En armonía con el rechazo kantiano y positivista de la metafísica o la ontología fundada en ella, para Hostos los principios últimos de la realidad, que para él es tanto la realidad física como la espiritual o mental y cultural, son parte de la ciencias positivas, de su parte "especulativa". En cada ámbito de la realidad rigen principios o leyes que la interpretan como orden y que son objeto de estudio de la parte especulativa de dicha ciencia; así, por ejemplo, en la sociología la socionomia.
Desde esta perspectiva, la interpretación de interpretaciones más omnicomprensiva que puede elaborarse es lo que legítimamente podemos llamar "ontología". Por ende, si podemos hablar de una ontología hostosiana ésta consiste de las leyes más generales en torno a la realidad que se construyen en un proceso interpretativo que parte de la intuición a la inducción, a la deducción y culmina en la sistematización. Estos principios generales contestan a las preguntas sobre la naturaleza de la realidad, que para Hostos equivale a su orden, es decir, su origen genético, su estructura, procesos, funciones y finalidad.
La ontología estudia las condiciones de posibilidad más generales de existencia de los entes y corresponde a la parte abstracta de las ciencias. Pero sus condiciones en el sentido de percibidos y conocidos. Las categorías ontológicas generales no representan pues los principios o causas "últimas" o "primeras" de la realidad, sino las categorías más generales de nuestro modo de interpretar la misma, de conocerla, que surgen como inducciones, deducciones y sistematización de la razón a partir de lo dado en la intuición.
Ahora bien, las interceptaciones de interpretaciones, es decir de síntesis integral y comprensiva, que construye la filosofía se caracterizan porque son producto de sus otras tres actividades. Esto significa que la filosofía es autocrítica, somete a crítica sus propias interpretaciones de síntesis. Implica también que elabora síntesis integradoras con un carácter creativo y proyectivo, es decir, que van más allá de las interpretaciones existentes y apuntan a tendencias inferidas a partir de ellas, pero elaboradas gracias al punto de vista omnicomprensivo en el que se coloca. Finalmente las interpretaciones de interpretaciones elaboradas crítica y creativamente, sirven para construir argumentos a favor o en contra de determinadas teorías o prácticas, como las éticas, las políticas y las formativas en general, que no pueden fundarse directamente en la demostración científica, sino que descansan en valoraciones y que encuentran justificación o legitimación en la argumentación o persuasión racional.
La filosofía tiene una pretensión de universalidad, es decir de que sus interpretaciones, aunque se reconocen como surgidas de lo particular, lo trascienden constituyendo, por su carácter sintetizador y critico, un cosmos de sentido valido para una comunidad general.
En segundo lugar, la actividad filosófica, es crítica de interpretaciones; otra forma de interpretación de interpretaciones. Es el pensamiento que se vuelve sobre sí mismo, autoconciencia, con el propósito de evaluar sus propias construcciones en torno a un asunto. Históricamente reconocemos cinco formas de evaluación crítica de interpretaciones que ya hacen acto presencia en la filosofía y sofística griega. (1) la evaluación lógica que examina la claridad de los conceptos y si éstos se combinan en forma coherente en el discurso. (2) la evaluación epistemológica, es decir si la que examina si lo que se afirma como conocimiento o interpretación se sostiene como válido con relación a criterios establecidos por la comunidad de expertos. (3) la evaluación de interpretaciones en relación al contexto histórico cultural en que se construyen y que busca determinar en qué medida éstas tiene un sentido a partir y más allá del contexto en que se producen. (4) la evaluación de interpretaciones en términos de los intereses, valores, relaciones de poder de las que son portadoras; evaluación que busca determinar en qué sentido y medida benefician o perjudican intereses que están en juego en cada situación interpretativa. (5) la evaluación de la interpretación en comparación con otras; evaluación que coloca en situación de diálogo a las diversas interpretaciones en torno a un mismo asunto, para determinarla en su identidad y diferencia.
Esta dimensión critica de la interpretación de interpretaciones, que es la filosofía, se manifiesta en la "filosofía popular" en "meta-refranes" como: "Todo es del color de cristal conque se mira". O aquel otro: "El amor y el interés se fueron de paseo un día, pero más pudo el interés que el amor que te tenia."
Tercero, la filosofía en cuanto interpretación de interpretaciones, es actividad proyectiva, creativa, que trasciende los saberes existentes en torno a un asunto. "Especula", no fantaseando, sino que construye ideales a partir de las síntesis que elabora y de su actitud critica y justificadora para proponer lo inédito, lo virtual, y lo utópico como posibilidad humana; siempre reconociéndolo como tal para no incurrir en ideologizaciones. La interpretación filosófica nos habla entonces de ideales, de deberes, de valores, que nos permiten criticar lo presente para trasformarlo. Decía José ingenieros al respecto:
"Cuando pones la proa visionaria hacia una estrella y tiendes el ala hacia tal excelsitud inasible, afanoso de perfección y rebelde a la mediocridad, llevas en ti el resorte misterioso de un Ideal. Es ascua sagrada, capaz de templarte para grandes acciones. Custódiala: si la dejas apagar no se reenciende jamás. Y si ella muere en ti, quedas inerte; fría bazofía humana. Sólo vives por esa partícula de ensueño que te sobrepone a lo real.
La evolución humana es un esfuerzo continuo del hombre para adaptarse a la naturaleza, que evoluciona a su vez. Para ello necesita conocer la realidad ambiente y prever el nítido de las propias adaptaciones: los caminos de su perfección. Sus etapas refléjanse en la mente humana como ideales. Un hombre, un grupo o una raza son idealistas porque circunstancias propicias determinan su imaginación a concebir perfeccionamientos posibles."
La dimensión creativa-proyectiva de la interpretación característica de la filosofía se manifiesta en la "filosofía de un pueblo" en su capacidad para imaginar y moverse a actuar bajo el ideal de otros mundos posibles, como vemos en los movimientos milenaristas, o el atractivo que han tenido interpretaciones como las contenidas en el Nuevo testamento o el Manifiesto comunista.
Cuarto, la filosofía es justificación o legitimación de interpretaciones mediante procesos argumentativos y retóricos persuasivos sobre aspectos de la realidad no sujetos a la demostración científica. Si la ciencia nos persuade apelando a explicaciones, la filosofía lo hace construyendo argumentos que apelan a un conocimiento común, a la tradición de la comunidad del pueblo o de los intelectuales del caso , en el que se combinan experiencias, vivencias, memorias, intereses, valores, para constituir una interpretación tácita del mundo o de un aspecto del mismo. A partir de ese suelo común la filosofía establece premisas de las cuales por inferencia lógica nos vemos conducidos a aceptar determinadas conclusiones. Esta actividad argumentativa persuasiva ayuda a constituir la realidad misma porque la realidad cultural sólo es tal si es reproducida y sostenida por la conciencia de las nuevas generaciones. Esta interpretación de la realidad, sostenida como la "lógica" o legitima, puede funcionar como la interpretación mas adecuada de la realidad accesible para una comunidad en un momento de su desarrollo histórico o como una ideología distorsionadora de la realidad para satisfacer determinados intereses de unos sectores sociales frente a otros.
A modo de ejemplo: Las realidades naturales (materiales) son fácticas en sí mismas; es decir la naturaleza es un orden cuya realidad fáctica subsiste por sí misma y no depende para nada de la sensibilidad, voluntad o acción humana. Las realidades morales (o las humanas en general), en cambio, sólo existen por sí mismas idealmente. Para hacerse fácticas requieren de la sensibilidad, la voluntad y la acción humana, es decir de la conciencia.
El valor establece la norma a la que debe conformarse la actividad humana para que traiga a existencia fáctica un ideal o bien moral. Las realidades morales son bienes que resultan de un entramado de valores que las sostienen. Cuando en nuestro comportamiento asumimos dicho entramado de valores, entonces las realidades morales, hasta entonces meras realidades ideales, advienen realidades fácticas. En la conciencia los valores se han encarnado, es decir subjetivado y con ello han adquirido el poder de afectar el orden real del mundo, es decir de las relaciones humanas; de los seres humanos entre sí, consigo mismos y con la naturaleza.
La conciencia y los valores se construyen, pero no arbitrariamente sino sobre la base de unos ideales de relaciones humanas surgidos históricamente y concebidos y deseados como formas de perfeccionamiento humano. La conciencia moral es una fuerza; porque puede operar sobre el comportamiento humano a través de los valores que se convierten en deberes y virtudes.
Esta dimensión de la juega un papel decisivo en la filosofía popular: persuadir a las nuevas generaciones sobre la adopción del sistema de valores propio de su comunidad cultural como forma de vida buena en la que se inician los "niños buenos." De este modo la filosofía, persuadiendo y, con ello, construyendo la conciencia, se convierte en un mecanismo de poder engendrador de realidad humana. Históricamente esta función se ha cumplido a través de cuatro actividades formativas de lo humano, de aquí la estrecha relación de la filosofía con ellas: la psicología, la moral, el derecho y la educación.
En resumen, la filosofía es una forma de interpretación sintética, creativa-proyectiva, crítica y justificadora de interpretaciones, que nos ayuda a entender, y con ello, a construir y trasformar la relación de mediatización lingüístico-cultural en que estamos en la realidad. La aspiración última de la filosofía es precisamente trascender lo inmediato, elevarse a la sistematización en forma crítica, creativa, para legitimar la historia, las estructuras y los proyectos humanos y promover su cambio. En este sentido la filosofía, por su carácter reflexivo, sintetizador, creativo, critico y legitimador, no es sino la expresión más compleja y efectiva de la conciencia humana apropiarse la realidad.
Ahora bien, aplicando a sí misma su actividad crítica, la interpretaron filosófica se reconoce como tal interpretación; reconoce que está inserta en contextos histórico-culturales y relaciones de poder y que, por ende, su actividad sintetizadora, creativa-proyectiva y legitimadora puede tener por efecto servir intereses de la dominación o la emancipación, de la heteronomía o la autonomía, de la alineación a la apropiación, de la reproducción o la transformación. En este sentido pueden reconocerse, por sus efectos de poder, dos grandes corrientes en la historia de la filosofía, las filosofías liberadoras y las ideologizantes.
Desde esta concepción de la filosofía que aquí hemos esbozado, la filosofía de la educación no puede ser sino un saber de síntesis de interpretaciones sobre aspectos o la totalidad del fenómeno educativo, en cuanto fenómeno antropológico, biopsicosocial, histórico-cultural, ético-político, comunicativo, epistemológico y pedagógico. Estas síntesis permiten conocer el objeto educativo en toda su complejidad y sirven de fundamento a la elaboración de propuestas educativas para organizarlo formalmente. Por otro lado, la filosofía educativa se ocupa de la crítica del lenguaje de la educación y de las prácticas e instituciones educativas en general desde valores lógicos y ético-político.
Finalmente, la filosofía educativa, creativa y proyectivamente construye ideales, visiones y metas educativas sobre las finalidades de formación humana plena individual y colectiva a las que debe servir la educación en tanto que actividad que puede estar al servicio de la dominación o la emancipación. En esta corriente de la filosofía de la educación de carácter liberador se inscribe nuestro trabajo.
Hermenéutica, desarrollo humano identidad nacional y educación general
En esta segunda parte, apoyándonos en la perspectiva filosófica antes expuesta, buscamos construir una interpretación sobre la educación emancipadora basada en la relación entre el desarrollo humano y la identidad nacional.
Hermenéutica y desarrollo humano
El desarrollo humano es el proceso por el cual nuestra vida queda constituida en una forma diferenciada respecto a toda otra forma de vida. Lo característico de la vida humana es que es vida consciente, materia espiritualizada. El ser humano no solo vive, sino que "se" vive. Es consciente, es decir asume su vida entendiéndola, sintiéndola y actuándola. Puede hacer de la realidad, la suya incluida, historia, estructura y proyecto. Hostos lo resumió en los siguientes términos:
"Para que el hombre fuera hombre, es decir, digno de realizar los fines de la vida, la naturaleza le dio conciencia de ella, capacidad de conocer su origen, sus elementos favorables y contrarios, su trascendencia y relaciones, su deber y su derecho, su libertad y su responsabilidad: capacidad de sentir y de amar lo que sintiera; capacidad de de querer y realizar lo que quisiera; capacidad de perfeccionarse y de mejorar por sí mismo las condiciones de su ser y por sí mismo elevar el ideal de su existencia."
En el desarrollo humano ontogenético, podemos reconocer tres grandes momentos que interactúan a lo largo del ciclo vital humano:
1. El desarrollo biológico evolutivo por el cual se configuran las características propias de lo humano como fenómeno biológico, lo cual incluye desde las propiedades de estructura anatómica hasta las complejidades de su sistema nervioso cerebral. Lo propiamente humano a nivel biológico es la plasticidad de su sistema nervioso, es decir su capacidad para estructurarse y reestructurarse a través de la interacción con el medio natural y los niveles de complejidad estructural que es capaz por ende de desarrollar, que dotan al ser humano de una capacidad adaptativa, es decir de asimilación y acomodación, única en la naturaleza, y de una variedad casi infinita. A pesar de esta plasticidad y diversidad, el proceso evolutivo-genético ha fijado ciertas características que se expresan como comportamientos reflejos en el sistema cognitivo, afectivo y conductual de la especie y que por ende parecen tener un carácter universal. Así, por ejemplo, ciertas reacciones emocionales, como el miedo.
2. El desarrollo cultural heterónomo, es decir socio-educativo por el cual el organismo humano, sobre la base de su desarrollo biológico y plasticidad, simultáneamente, se apropia, con el apoyo y guía de un adulto, la cultura producida por las generaciones anteriores y se constituyen las funciones psíquicas humanas superiores que posibilitan tal apropiación y la subjetividad.
Este apoyo que requiere la apropiación cultural puede tener un carácter informal, o formal, es decir, deliberado y organizado, y puede llevarse a cabo desde formas autoritarias y coercitivas hasta liberales y emancipadoras. A partir de este momento el ser humano queda inscrito, sobre todo a través del código lingüístico, en la red de interpretaciones que constituye la tradición de la particular comunidad cultural en que se inicia. El ser humano no solo interpreta sino que se constituye a si mismo en sus procesos interpretativos mediatizados por su particular comunidad cultural. Esto incluso implica la modificación a través de la interpretación de estructuras de base genética. Así, por ejemplo, el miedo o el deseo se experimenta ante determinados objetos culturalmente seleccionados.
3. El desarrollo personal autónomo y autogestivo en el cual el organismo, trasformado en subjetividad por la interacción cultural, toma conciencia y control de sí mismo y se deconstruye y reconstruye a la luz de valores y de un proyecto de vida que la persona misma elabora bajo la influencia mayor o menor de su particular comunidad cultural. Este momento posibilita la pregunta por la legitimación de la particular cultura de su comunidad, de las interpretaciones en las que se nos ha inscrito y la re-lectura critica y creativa-proyectiva de la realidad.
El desarrollo humano entendido como programa adoptado libremente implica el conocimiento y cuidado de sí del que habla una tradición que va de Sócrates a Foucault. Ese conocimiento de si implica el reconocimiento de nuestro ser biológico y cultural y por ende de los condicionamientos a los que hemos estado sujetos, pero también de nuestro ser indeterminado frente los mismos. Es sobre la base de lo que somos y se nos ha hecho ser, como ser biocultural, que podemos asumirnos como libre proyecto. Asumirnos como libre proyecto implica escogernos, interpretarnos como una forma de vida frente a otras posibles. Este es el fundamento de la ética y de la educación emancipadora.
El sujeto, como argumenta Foucault, que es siempre ontológicamente indeterminado, no pre-existe a las relaciones entre sujetos, sino que se constituye en ellas. Estas son relaciones de poder, es decir de juego de la libertad. Estas relaciones pueden congelarse, hacerse rígidas y cancelar el juego de libertad. Entonces frente a ella cabe la resistencia y la liberación. Pero con la liberación solo se crea de nuevo el juego de libertad que da paso a nuevas relaciones de poder, que pueden transformares en relaciones de dominación. Parece se que para ello no ocurra es necesaria la practica del cuidado de sí. En el cuidado de sí se practica la libertad reflexiva; es decir la liberta consciente de sí que busca asegurase a sí mismas. El cuidado de sí da pie a relaciones de poder en libertad.
Hermenéutica e identidad nacional
Decía José Marti refiriéndose la meta ultima de su obrar político, moral y educativo: "Hombre haga quien quiera hacer pueblos". Resumía con ello la tarea de la construcción de la identidad nacional. Tarea indispensable para asegurar la verdecerá independencia de nuestros pueblos. La identidad nacional es la forma concreta en que vivimos colectivamente nuestra humanidad, como la personalidad en la forma concreta individual de hacerlo. La identidad nacional se configura como interpretación de síntesis de tres dimensiones de nuestra lectura de la realidad de la comunidad natural, cultural e histórica de la que somos partes. La identidad nacional es una construcción (interpretación) que resulta del ser humano:
(1) Interpretarse y sentirse nacido de una geografía, de una tierra, de un hogar, de en un espacio físico y arquitectónico, en el que reconoce su "terruño"; su madre tierra; su punto de partida que lo orienta en el viaje de la vida. Al decir de nuestro Hostos: "Amamos la patria porque es un punto de partida. La vida es un viaje; la razón no sabría encontrar el punto de partida si no fuera por el terruño cuya imagen atrayente vemos por todas partes".
La patria es por ende en primer lugar el suelo, la raíz sobre la que nos elaboramos; elaboración esa que a su vez se convierte en suelo para nuevas elaboraciones. Es el punto de partida, al cual se retorna física y mentalmente una y otra vez; del que se vive enamorado por su naturaleza y paisaje; el lugar que se guarda en la imaginación; que se conoce y valora por encima de cualquier otro; que se respeta y no se vende. Esa vinculación al terruño base de la construcción de la identidad no surge del mero haber nacido en una determinada geografía; no se trata tanto de un estado físico sino mental que brota de las experiencias en al niñez por las cuales nos fuimos asociando a un habitat u hogar que forma parte de nosotros. Esa identificación es fundamental pues el habitat es el sustento tanto de la vida individual como colectiva y de su existencia y buen estado depende la propia conservación.
Cuando viví durante varios años en los Estados Unidos, en la década de los setenta, me maravilló el conocer hijos de puertorriqueños nacidos en los Estados Unidos que me hablaban de Puerto Rico, del Yunque de las playas, de las montañas y de los ríos con un entusiasmo que traslucía en sus y palabras y el brillo de sus ojos, como si le cantaran al paisaje que imaginaban o como si hubieran nacido y vivido allí. Y es que desde niños sus padres puertorriqueños les habían trasmitido la vivencia del terruño a través de sus cuentos y canciones. ¿No es acaso ese el sentimiento que embarga a un Marc Anthony cuando canta y grita "preciosa te llevo dentro………" Literalmente los puertorriqueños embriagados de nuestra naturaleza cargamos con nuestras arenas mentales a cualquier parte del mundo, algo así como el judío errante las de su Jerusalén. Sobre esas arenas mentales, que son como vivencias del terruño se construye lo puertorriqueño en cualquier lugar del mundo.
Desde luego este sentimiento por el terruño, como rasgo de la puertorriqueñidad, tiene su origen histórico primero en aquellos que en el siglo XIX a pesar de ser ciudadanos españoles, se dieron cuenta que eran distintos por el hecho de haber nacido en otra geografía y por el trato de segunda categoría que sufrían; incluso de parte de los gobiernos liberales españoles. Sobre este sentir, autonomistas e independentistas construyeron sus programas políticos en defensa del terruño, primero frente a España y luego frente a los Estados Unidos. Lo "puertorriqueño" se definía entonces en la literatura criolla de fines de siglo XIX y principios del XX más por la geografía que por la pertenencia a un pueblo o a una historia. No es a la gente a la que se le canta. Esta política creo una confusión en el puertorriqueño al extremo de amar a su tierra y sentirse orgulloso de ella pero no de su gente. Por eso la tierra, su paisaje, no su gente, se convirtieron en objeto de ostentación, de exhibición, de poesía y canto. En efecto, observamos una admiración por la tierra y una denigración del pueblo, en el mejor de los caso paternalistamente entendido como "jíbaro". Por eso el proyecto autonomista, en armonía con el anexionista, considero, hasta muy recientemente, lo puertorriqueño como patria pero no como nación.
2. Sentirse miembro de una colectividad humana que llamamos pueblo; definir su identidad personal en el marco de una colectiva y de la cual se siente orgulloso; lo que algunos llaman "la raza" queriendo significar con ello una "población" definida culturalmente: un pueblo; es decir un colectivo humano, un a gran familia unida por lazos de sangre, sentimientos, valores, gustos, lengua, formas de ver el mundo. Implica sentirse distinto frente a los otros e identificado con los de uno.
Aquí conviene una aclaración -porque se nos ha querido confundir- entre ciudadanía y patriotismo. Ciudadanía es pertenencia a una civis, es decir a una sociedad organizada por medio de una constitución que establece derechos y deberes y distribuye el poder para la satisfacción de unos valores o el logro de unos bienes.
De la civis se es miembro por un acto consciente y voluntario o contrato, o por medio de un acto unilateral de la metrópoli, como en el caso de Puerto Rico, que convierte al "hombre" "natural" en ciudadano. Implica la lealtad a unos valores que resumen una forma de convivencia y que están estrechamente ligados a la creación del Estado. En este sentido se defiende la idea de una comunidad democrática. La patria es por lo contrario el suelo (geografía, clima) y la comunidad histórico-cultural a la que naturalmente pertenecemos, de la que surgimos, en las que nos formamos y nos da nuestro sentido de identidad, frente a otras comunidades geográficas y e histórico-culturales. Es la herencia que mamamos por el mero hecho de convivir en esa comunidad.
3. Lo puertorriqueño no es producto meramente de una geografía o de un pueblo culturalmente definido , sino de la experiencia histórica. Gustavo Le Bon, sociólogo francés muy citado en la década de los 30´ en la que se da al el debate en torno a nuestra identidad, dice al respecto: "La comunidad de sentimientos, de ideas, de creencias, de intereses, creadas por acumulaciones hereditarias, dan a la constitución mental de un pueblo una gran identidad y una gran fijeza. Ella les asegura también a los pueblos un gran poder. Ha existido siempre en todos los pueblos y en todas las edades ese complejo de ideas, de tradiciones y de creencias hereditarias que forman el alma de una colectividad de hombres; pero su extensión progresiva se ha realizado de una manera muy lenta. Restringida primeramente en la familia, y gradualmente propagada a la aldea, a la ciudad, a la provincia, el alma colectiva no se extiende a toso los habitantes de un país hasta una época muy moderna. Sólo entonces ha nacido la idea de la patria tal como nosotros la conocemos hoy, la cual no es posible sino cuando se ha formado el alma nacional. ?.. Cuando las ciudades o las provincias han gozado durante largo de tiempo de una vida independiente, acaban por poseer un alma colectiva, tan peculiar y permanente, que su fusión con otras ciudades o provincias vecinas para formar un alma nacional, se hace casi imposible"
Desde luego como en una gran familia hay grandes diferencias de carácter. Y no todos nos parecemos entre sí por las mismas razones. No es sino recientemente, gracias a los logros a escala mundial de más y más puertorriqueños que comienza a manifestarse un orgullo por el puertorriqueño. Bernardo, el puertorriqueño feo de West Side Story es sustituido por Ricky Martin.
Es puertorriqueño aquel que expresa una historia de vida colectiva. Aquel que recoge en su carácter los surcos que las experiencias históricas han marcado en nuestra vida colectiva. Decía Menéndez Muñoz, en ese intento de estudio sociológico-literario del jíbaro que son sus Cuentos del cedro refiriéndose al jíbaro, símbolo de la puertorriqueñidad: "digno en su pobreza, fuerte en su debilidad" . Dialogaba con mis estudiantes en el curso de Humanidades sobre el significado de este texto, a la vez que ese mismo día escuchaba , por boca de su mamá ?una jibarita de Sabana Grande, un poco de la historia de John Ruiz, el ex campeón mundial del peso completo. El contexto me leía el texto. "Pobre pero digno", con razón señala el evangelio la pobreza como lugar de revelación y alumbramiento. Y en efecto, más allá del espejismo de las ideologías, de esas distorsiones partidistas del a realidad, está la realidad del jíbaro puertorriqueño, del puertorriqueño jíbaro, que pese a los más violentos intentos de americanizarnos, de desbandarnos se mantiene firme en su puertorriqueñidad.
Una parte importante de esa historia compartida que nos hace ser puertorriqueños es que también somos un pueblo de la diáspora y que muchas veces es esa diáspora la que nos ayudó a los que estamos acá en la isla a no olvidarla. ¿No fue acaso esa generación la que en los 30, a través de los Davilita, y los Rafael Hernández, desde allá cantó a esta tierra y a este pueblo para que su ser en sí puertorriqueños se convirtiera en ser para sí puertorriqueños?. Lo puertorriqueño es mas que nada una historia, una narrativa
En resumen, lo puertorriqueño es el punto de partida que nos constituye en lo que somos, una forma concreta de humanidad. El punto de partida de la tierra, la población-cultura y la historia a la que se pertenece. Ser puertorriqueño en sí y para sí es sentirse, saberse, quererse y plantarse frente a otros en nuestro amor al terruño, en identificarse y sentirse por nuestro pueblo y cultura, por nuestra gente, y en estar marcado por nuestra historia.
La educación como hermenéutica emancipadora de la personalidad individual y colectiva
Desde nuestro entendimiento de la filosofía como hermenéutica emancipadora, y de los concepto de desarrollo humano e identidad nacional aquí esbozados, concebimos la tarea de la educación en general como el de propiciar el que el ser humano pase del estado de "ser en sí" a ser "para sí".
La educación puede concebirse como un constante acto de lectura, de interpretación (hermenéutica) de la realidad, de descubrir y construir unas ideas y valores que le dan sentido o lógica. Por eso la educación busca, sobre todo, desarrollar la capacidad para el lenguaje y el pensamiento que nos permiten descubrir y construir ese sentido o lógica de la realidad. En sentido estricto, la realidad que nos ha tocado vivir no es lógica, sino dialógica o multilógica. Esto significa que en las prácticas, en las relaciones y en las instituciones sociales se dan interpretaciones diferentes y hasta opuestas sobre los diversos aspectos de la realidad. De aquí no haya una, sino varias posibles interpretaciones o lecturas de la realidad.
Nuestra concepción liberal de la educación responde al conocimiento de este carácter dialógico de la vida social. Requiere que el aprendizaje que lleva al desarrollo humano no sea algo impuesto. La educación debe ser una práctica de la libertad, es decir, el proceso de aprender no solo a interpretar la realidad desde una tradición que heredamos sino de tomar conciencia de que siempre interpretamos y que debemos hacer nuestra propia lectura de la realidad.
En este proceso, la libertad del ser humano es autonomía, es decir, la capacidad para participar activamente en la conciencia y elaboración del diálogo que es la cultura y la vida social. El individuo tiene ante sí dos alternativas, a saber:
Por un lado, vivir con una conciencia ingenua. Es decir, hacer la lectura "de memoria" de la realidad, memorizar según un esquema de estímulos y respuestas condicionadas, y actuar por asociación. A esta conciencia ingenua se le imponen las ideas y valores como algo "nutural" y acepta pasivamente las interpretaciones que la van configurando. Éstas se le imponen impone de modo hermético, es decir, cerrado. No sujeto a interpretación. En un mundo complejo como el nuestro esto lleva al individuo a asumir actitudes intolerantes y autoritarias, pues cree que la realidad sólo puede interpretarse a su manera. También puede llevar a que se sienta confundido y que el relativismo y nihilismo metodológico, que el pensamiento crítico implica, como rebelión contra las interpretaciones absolutas oficiales, se convierta en postura ontológica, igualmente ingenua y paralizante.
Por otro lado, la persona puede vivir con una conciencia crítica que le permita reconocer el carácter interpretativo de su relación con el mundo, reconocer que se mueve en una tradición que constituye su horizonte de interpretación, volverse críticamente sobre le mismo interpretar, reconocer su carácter dialógico y comprometerse con una lectura del mundo siempre sujeta a revisión. Se trata de entender la realidad hermeneuticamente, en el sentido filosófico señalado anteriormente. Desde esta perspectiva, la naturaleza y la importancia de la educación en general consiste en que nos enseña a construir, de-construir y re-construir en forma autónoma la realidad, incluida la propia personalidad.
Pero en vista de que el desarrollo de la personalidad individual se enmarca en el proceso mas amplio bio-histórico que tiene lugar en una comunidad cultural concreta y particular, el paso del estado de "ser en sí" a ser "para sí" implica el interpretarnos críticamente como miembros de dicha comunidad.
En nuestro caso, la educación debe ayudar a desarrollar esa conciencia de ser puertorriqueño de amar con conciencia el suelo, el pueblo, la historia. Conciencia es percibir, sentir, saber, deber y tendencia a la acción. Puertorriqueñizar la educación formal es hacer de ella un espacio para el entendimiento, aprecio y defensa de lo puertorriqueño.
De lo aquí emergen tres objetivo generales para la educación orientada al desarrollo humano, en cuanto desarrollo concreto y particular, es decir, puertorriqueño: (1) promover la conciencia acerca del patrimonio natural puertorriqueño; (2) promover la conciencia de identificación con nuestro pueblo y cultura puertorriqueña; (3) promover la conciencia de nuestra historia e historicidad puertorriqueña y con ello nuestro proyecto de pueblo soberano.
En este sentido la filosofía, entendida como interpretación de interpretaciones de carácter critico y emancipador, tiene en el proceso educativo orientado a la formación humana la tarea fundamental de ayudarnos a interpretar, reconstruir y reconstruir nuestra puertorriqueñidad.
Ángel R. Villarini Jusino, Ph. D.
Proyecto para el Desarrollo de Destrezas de Pensamiento
Universidad de Puerto Rico
Organización para el Fomento
del Desarrollo del Pensamiento Internacional
Categorías: Filosofía, filosofía educativa, hermenéutica, identidad nacional, puertorriqueño
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