La revolución, para Levene, "está enraizada en su propio pasado y se nutre en fuente ideológicas hispánicas e indianas. Se ha formado durante la dominación española y bajo su influencia, aunque va contra ella, y sólo periféricamente tienen resonancia los hechos y las ideas del mundo exterior a España e Hispano-América, que constituía un orbe propio. Sería absurdo, filosóficamente, además de serlo históricamente, concebir la revolución hispanoamericana con exterioridad simiesca, como un epifenómeno de la Revolución Francesa o de la norteamericana". Y agrega: "En ninguna parte de Europa como España proliferó una literatura política, de marcada tendencia liberal y antimonárquica, contraria a la monarquía absoluta, como las obras del Padre Rivadeneira o las de Saavedra Fajardo, escritas para criticar el maquiavelismo que era la política de la astucia, la mentira y el interés. La idea igualitaria impera en esta literatura española. La idea igualitaria de los estados entre sí, que es la tesis de Fray Francisco de Vitoria, el creador del Derecho Internacional; la idea igualitaria de los miembros que integran la sociedad Política, que es la Tesis del Padre Mariana; y la de Suarez, que funda la existencia del Estado en el consentimiento de los hombres, adelantándose a la teoría del "Contrato Social", de Rousseau; y ambos y otros más, que explican el Derecho de Resistencia o de Revolución contra la Tiranía; la idea igualitaria de los hombres entre sí, cuales quiera sea la raza, que fuese el pensamiento de la Reina Isabel y escribieron o lucharon por su realización aquel apóstol combativo de la libertad de los indios y aun de los negros que fue Bartolomé de las Casas y el defensor de los Criollos de América que fue Juan Solarzomo Pereira".
El sistema colonial restrictivo ideado por la Corte de Madrid que puede sintetizarse en esta trilogía: Monopolio Económico, Monopolio Religioso y Monopolio Político. El primero consistía en la prohibición a las colonias Hispanoamericanas de comerciar con otra nación que no fuese a la Metrópoli y esto solo por ciertos y determinados puertos de España y América. El segundo, en perseguir como "herejes" a todos los no católicos lo que era un resabio del fanatismo medioeval. El tercero, el excluir sistemáticamente a los nativos de los cargos públicos.
He aquí, por otra parte, como analiza Ricardo Rojas, el cuadro de aquella época: "La Impolítica Legislación Española, ciega desde la distancia donde se promulgaba, nada hizo por mitigar la crisis que mimaba el sentimiento español en América. Agravada, por el contrario con su sistema de privilegios a favor de los peninsulares, el criollo vio ahondarse las diferencias que le separaban del español, así fuera en ocasiones su padre. Influencias en la corte, pitanzas clandestinas, venta de magistraturas y blasones o concesiones para responder a los apuros del fisco en plena bancarrota, prácticas aún más viciosas que el precepto, precipitaron sobre América, principalmente en el siglo XVIII una cáfila de burócratas altaneros, o segundones en desagrada, que solo traían su desdén para el nativo y su ilícita a la avidez de fortuna a la sombra de la dignidad eclesiástica o civil que se le confería. Con ellos venían sus pequeños paniaguados, casi todos de la clase media o plebeya, a completar el cuadro de la exótica oligarquía excluida los americanos de las funciones público-salvas las municipales del cabildo-, dedicaban se exclusivamente a la vida del hogar y los negocios, por donde ellos vinieron a constituir la burguesía en sociedades donde la oligarquía formaba una aristocracia accidental. Incapacitados para servir a su país desde el gobierno soportaban la afectada altanería peninsular, pagando en silencio, para los tragones del monopolio, alcabalas y almojarifazgos".
Veamos ahora la forma en que se llevo a cabo en el Paraguay la propagación de esas ideas.
Existe, sin duda, una trabazón íntima entre los acontecimientos humanos. De ahí que no puede desconocerse la influencia que la invasión napoleónica ejerció en Portugal y en España, ni la que ejercieron los acontecimientos Políticos en estos dos estados en sus respectivas colonias ultramarinas como tampoco la ejercida por la Corte de Rio sobre los sucesos del Río de la Plata. De igual modo, no puede negarse que la revolución Porteña y la guerra con Buenos Aires ejercieron influencia en los destinos del Paraguay. Pero tal comprobación no significa de manera alguna, que fue Belgrano el Sembrador de las primeras ideas de Independencia. El Pueblo Paraguayo no necesitaba que nadie le inculcase esos sentimientos, que estaban profundamente en raizados en su espíritu desde tiempo atrás. Criollos y mestizos comprendían que el injusto régimen vigente no podía ni debía durar. Por eso, como dice Sánchez, "La Dinámica insurrecta se vio nutrida con zumos mestizos". Y el pueblo apoyo ardorosamente el movimiento que estalló en mayo de 1811.
Mariano A. Molas refiere que después de Tacuary, el Capellán José Agustín Molas y el capitán Antonio Thomas Yegros mantuvieron en Candelaria una comunicación personal con Belgrano. "La propaganda de las ideas – dice Moreno – sucedía así a la imposición violenta tan inútil como estéril. Debemos reconocer la inteligencia y el Tino con que la orientó el jefe de las Fuerzas invasoras". Procuró, en resumen, "Que su retirada apareciese, no como la de un enemigo expulsado, sino la de un auxiliar no comprendido". En efecto, "Trató de demostrar las nuevas tendencias liberales del gobierno de Buenos Aires y el interés puramente americano de la expedición reconociendo el Paraguay el Derecho de cobrar la Dirección de sus propios destinos y la necesidad de extinguir las trabas comerciales que embarazaban su desenvolvimiento". Tales ideas se encontraron, claro está, grata resonancia. El ambiente estaba preparado. Aquí se podrá afirmar con Sánchez: "Contagio no hubo; coincidencia sí. Sincronía de anhelos, de insatisfacción de apetitos."
La cobarde actitud de Velazco en Paraguarí, había minado profundamente su prestigio. En cambio la oficialidad paraguaya "improvisada en su gran mayoría, bajo la dirección de jefes inexpertos, y al frente de soldados bisoños," se había colocado a la cabeza de las milicias, conduciéndolas por dos veces al triunfo. "Es natural – como anota Moreno – que al apagarse tan infelizmente el prestigioso renombre del veterano del Rosellón, habríase despertado en aquella juventud ardorosa la conciencia de su propio valor. Ella se atribuía con justicia exclusivamente la victoria en medio del desordenado paisaje improvisado en Fuerza Militar, pululaba una multitud de energías nuevas envanecidas por el triunfo. De allí que los oficiales vencedores de Tacuarí, conscientes de su poder, y en contacto directo con el pueblo, empezaron a mirar con creciente disgusto el despreciable núcleo burocrático del gobierno."
A 400 m. del colegio de San Carlos estaba la casa de Pedro Pablo y Sebastián Antonio Martínez Saenz (hoy denominada Casa de la Independencia). A 500 metros de ésta se encontraba el cuartel de la Rivera. Y a 100 metros escasos de éste último se hallaba la casa del gobernador.
El factor afectivo y el factor topográfico desempeñaron un papel preponderante en los sucesos de la independencia. Benjamín Velilla ha demostrado que la casa de los Martínez Saenz constituyó un núcleo aglutinante de amistad, de parentesco y de vecindad entre los autores de la revolución de Mayo.
Para interpretar estos eventos – dice – ha sido necesario compulsar con preferencia los documentos familiares guardados en los títulos de propiedad, testamentos y demandas del archivo nacional y de los tribunales, así como el Registro General de la Propiedad en vez de los de la Administración Gubernamental propiamente, donde tales particularidades no tienen rastro alguno.
La casa que llamamos de la Independencia era, en 1811, propiedad en condominio de los hermanos Pedro Pablo y Sebastián Antonio Martínez Saenz, herencia de sus padres Antonio Martínez Saenz y Petrona Caballero, quienes la edificaron en 1772.
Sebastián Antonio estaba entonces, 1811, casado con Nicolás Samarin; y la hermana de ésta, Virginia Marín que vivía con ellos, incorporó al mismo domicilio al Tte. Mariano Recalde, con quien ella se unió en matrimonio en marzo de 1813. Recién desde entonces vivió un Recalde en esa casa.
El otro Martínez Saenz, Pedro Pablo, se hallaba casado con Carmen Speratti, viviendo en otro departamento de la misma casa, de la cual era propietario. Y con estos últimos cónyugues compartía sus dependencias la señorita Facunda Speratti, novia a la sazón del capitán Fulgencio Yegros con quién se casó 6 meses después de la independencia.
Tenemos el conocimiento, bien dilucidado ya, de que el glorioso pronunciamiento del 14 de Mayo tuvo como sus protagonistas mas notorios a los Capitanes de Urbanos Pedro Juan Caballero, Vicente Ignacio Iturbe y Juan Bautista Rivarola, los 3 que dirigieron la acción de los cuarteles aquel día. Los 3 eran ex alumnos del Colegio de San Carlos.
Pues bien, para los 3 el sitio más cómodo y disimulado donde reunirse debe haber sido la casa de los Martínez Saenz. El capitán Pedro Juan Caballero era sobrino de la dueña de casa doña Petrona Caballero de Martínez Saenz, y el hospedaba en la misma residencia las veces que venía a la capital, desde su pueblo natal, Tovati.
Por su lado, el otro Prócer, Vicente Ignacio Iturbe, era también sobrino de la señora Juana de Lara vda. De Bedoya cuyo domicilio se encontraba en frente del De los Martínez Saenz.
Mientras siguió los cursos del Colegio de San Carlos (1805 -1806) vivió en la citada casa de la tía, la misma ilustre dama señalada también por la tradición como ofrendaría de una corona de flores a los próceres al día siguiente del 14 de mayo además de haber servido como mensajera de ciertas consignas en la catedral, según la misma leyenda tradicional.
El tercer miembro del glorioso trinomio revolucionario, el capitán Juan Bautista Rivarola, hospedaba habitualmente, también en la casa de su suegra, la viuda del regidor don Blás de Acosta cita a la vera del antiguo callejón, en el lugar que hoy ocupa el almacén "La Perla" de Ruggero Hermanos. Sobre la calle Palma.
El capitán Caballero notorio jefe del movimiento acelerado en tales condiciones, interpretando el común ideal de los espíritus polarizados bajo la dirección del comandante Fulgencio Yegros en el ejército, decidió el audaz golpe de sublevar la guarnición puesta repentinamente a su alcance sin aguardar las órdenes del indicado director, que no podía intervenir en la breve oportunidad habida, hallándose en aquellos momentos en Itapúa sobre el río Paraná.
Desde de la casa de sus primos, los Martínez Saenz, sea porque hospedaba en ella misma, o por concurrencia eventual para el trascendental paso del día, dispuso los preparativos".
También Sebastián Martínez Saenz fue alumno del Colegio de San Carlos. En su apacible casona cuyo patio decoraban un jazmín mango, una ambay, y un naranjo, se reunían además de Caballero, Iturbe, Rivarola y los dueños de casa, los capitanes Mauricio José de Troche, y Antonio Thomás Yegros, Frai Fernando Caballero, Presbítero José Agustín Molas, Ttes. Morel y Zarco y el Alférez Juan Manuel Iturbe.
Los viejos jefes de Paraguarí y Tacuarí asumieron actitudes diversas, el Tte. Cnel. Cabañas, según algunos, se negó a prestar su ayuda al movimiento, contestando que sólo iría cuando le llamase el gobernador. Otros en cambio, lo presentan como partidario de la revolución y reuniendo fuerzas en la Cordillera para traerlas en su apoyo. Hasta hoy es un enigma su actitud. En cuanto al Tte. Cnel. Gamarra, realista acérrimo ofreció se al gobernador para retomar el cuartel y el Cnel. García producido el Golpe, huyó hacia el Brasil.
No consta que a las reuniones en la casa de los Martínez Saenz hayan asistido más conspiradores que los citados. Suponer que no obstante eso, otros hubo que también estaban mezclados en el complot, es hacer una interpretación conjetural o arbitraria de los acontecimientos, lo que conviene evitar en lo posible del terreno de la investigación histórica.
Producida la revolución, eso si, mucho prestaron le decididos su adhesión y contribuyeron a encauzarla y sostenerla. Debemos citar entre ellos al Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia, Presbítero Dr. Francisco Xavier Bogarín, don Fernando de la Mora, el capitán Juan Valeriano de Zeballos y los oficiales Carlos Arguello, Juan Bautista Acosta, Francisco Antonio González, José Joaquín León, Mariano del pilar Mallada, Blás Domingo Franco, Agustín Yegros y Pedro Alcántara Estigarribia. Así estaba incubándose el estallido final. Un sordo oleaje popular se percibía en el ambiente. Y aquella levadura no tardaría ya en fermentar.
Llegada en Asunción del Emisario Portugués José de Abreu; tratativas de Velazco
Pronunciamiento del Capitán Pedro Juan Caballero contra el Régimen Español; acción de la masa popular; constitución del gobierno provisorio.
Corría el año 1811. Hacía 22 años de la Revolución Francesa. Pese a la censura oficial, libros y gacetas se filtraban clandestinamente. Hechos y personajes del gran acontecimiento eran aquí familiares. Se hablaba de Camilo Desmoulins, Mirabeau y Lafayette, de Dantón, Robespierre y Marat.
Las discrepancias latentes contra el régimen colonial se precipitaron. Había, pues, que canalizarlas en un solo anhelo, en una única aspiración. Y la desembocadura de la situación no podía ser otra que ésta: formar un Estado autónomo. Los patriotas comprendían que era necesario administrarse libremente, participar directamente en el gobierno, no pagar impuestos onerosos, anular los monopolios, hacer que los gravámenes y rentas no vayan a ultramar, sino a poder de la nación. Y que era necesario establecer la independencia y la democracia, esto es, la autonomía en lo internacional y la soberanía del pueblo en lo interno.
Nunca ofreció se a Portugal mejor ocasión de intervenir. El Paraguay era parte del dominio hispánico a conservar para la corona del Borbón. Dicha provincia se negaba a someterse a Buenos Aires. Y la princesa Carlota Joaquina, pretendiente a la regencia, reivindicaba el gobierno de este territorio. El interés del reino bragantino nada sufriría con realizarse tal propósito; al contrario, le convenía. Fue entonces cuando el primer ministro Sousa Coutinho, conde e Linhares, empezó a mover sus resortes. A Diego de Sousa, capitán general de Rio Grande del Sur, le fue encomendado el encargo de iniciar negociaciones. Y éste, después de hacerlo, envió como emisario al Paraguay al Teniente de dragones José Abreu.
Antes de Tacuarí, Velasco había empezado ya a ponerse en comunicación epistolar con diego de Sousa. Y esa comunicación prosiguió después de aquella jornada. Velasco aceptó el apoyo de las fuerzas que espontáneamente le ofrecían los portugueses. Resolvió, pues, solicitar un contingente de doscientos hombres. Diego de Sousa respondió a este pedido haciendo marchar a San Borja (situado a orillas del río Uruguay) mil quinientos hombres y un poderoso tren de artillería. Además de estas fuerzas que se concentraban en las fronteras de Misiones, comenzaron a moverse más tarde hacia el Paraguay las fuerzas portuguesas de Coimbra y otros puntos de Matto Grosso.
Pese a la discreción observada, esa correspondencia no podía pasar completamente inadvertida. Ella transcendió al público. Y con esto Velasco se atrajo la desconfianza y antipatía general, desapareciendo así su ya menguado prestigio.
Con el objeto de acordar un plan definitivo, el 9 de mayo llegaba a Asunción el emisario portugués José de Abreu. La presencia de éste avivó las versiones corrientes sobre la sospechosa conducta del intendente Vióse poco después cuán justificados eran esos recelos. En efecto, Velasco aseguró al Teniente Abreu "que todo su empeño era ponerse a los pies de la serenísima señora doña Carlota, pues no reconocía otro sucesor a la corona y dominio de España". Le alojó en su misma residencia. Y ofreció un gran baile en su honor, "en señal de alianza de los portugueses con los paraguayos". Concluidas las conferencias y próximo a regresa Abreu, aseguró se que el gobierno había aceptado su ofrecimiento, admitiendo el concurse de quinientos soldados portugueses en Asunción en calidad de auxiliares. Fue éste uno de los motivos que aceleraron la consumación del golpe tramado por los próceres de Mayo. No era posible admitir que los bandeirantes – seculares enemigos de la provincia – se ufanasen paseando como dueños y señores por las calles de Asunción. La revolución imponíase, por tanto, no sólo como insurgencia contra España, sino también como un golpe preventivo contra Portugal. Triunfante ella, quedaría fracasada la tentativa de Sousa Coutinho, como antes había fracaso la tentativa porteña.
A raíz de la última campaña, casi todas las fuerzas y material de guerra de la provincia estaban concentrados en el Cuartel de la Ribera. Cualquiera fuese el plan de la revolución, su base principal debía ser la toma de ese cuartel. El capitán Mauricio José Troche – asiduo concurrente a las reuniones en la casa de los Martínez Sáenz y oficial perteneciente a las milicias del Curuguaty -, hallábase entonces al frente del destacamento de guardia, compuesto de treinta y cuatro hombres, todos compueblanos suyos. Era conveniente, pues, prolongar todo lo posible el servicio de ese pequeño cuerpo de guardia, que respondía por completo al capitán Troche. Pero hacia ya más de quince días que debía ser revelado. Este fue otro motivo por el cual decidióse precipitar los acontecimientos. Troche se comprometió a neutralizar con sus escasas fuerzas las que pudiera oponer el gobierno y entregar el parque al jefe de la conspiración.
En la mañana del domingo 14 de mayo, el síndico procurador de la ciudad, don Juan Antonio Fernández, advirtió al capitán Vicente Ignacio Iturbe, su pariente y amigo, que el gobernador estaba hay enterado de cuál era el objeto de las frecuentes reuniones en la casa de los Martínez Sáenz. Iturbe dio de inmediato aviso a Caballero de que la conspiración estaba descubierta. Y éste resolvió, sin pérdida de tiempo, dar esa misma noche el golpe. Pero ¿Cómo avisar a los demás patriotas la hora y el santo y seña? Una mujer se prestó admirablemente a cumplir la misión. Doña Juana de Lara viuda de Bedoya fue a la Catedral y arrodillada junto a la pila de agua bendita iba transmitiendo a los conjurados la hora y el santo y seña, que era: "Independencia o muerte".
Era la noche del 14 de mayo. Después del toque de queda, que sonaba a las nueve, el Capitán Pedro Juan Caballero, secundado por los demás conjurados, dirigióse hacia el cuartel. La ciudad dormía. Saliendo del callejón continuo a la casa de los Martínez Sáenz pasaron sigilosamente entre la Real Factoría de Tabacos y la Casa del Gobernador, y luego, cruzando la Plaza Mayor frente al Cabildo, siguieron ya resueltamente hacia el Cuartel de la Ribera, que fue tomado sin resistencia y Caballero proclamado Jefe de la Revolución. "Una ola de entusiasmo – dice Moreno – rompió inesperadamente, en ese momento, la rigidez de la disciplina, en medio del solemne silencio de aquella noche memorable: fue la aclamación general de los soldados, espontánea explosión del alma nacional, que saludaban el advenimiento de la independencia con frenéticos mueras al viejo régimen moribundo. Pero los ritos cesaron en seguida por orden expresa de Caballero". Aquel grito – "¡Mueran los Pytaguàs!" – era la voz de la tierra, el grito telúrico que , con ligeras variantes – "¡Mueran los gachupines!"; ¡Abajo los godos!; etc -, resonaba sincrónicamente en toda América, desde México hasta la Argentina.
Esa noche, al salir a la calle José Abreu "encontré al teniente coronel Gamarra carabina en mano y con dos pistolas al cinto, acompañado por un soldado armado en la misma forma y un sirviente con un farol; preguntó al mismo qué novedades había y le respondió Gamarra que iba a ver al gobernador, pues gritaban por las calles: "¡Alboroto en la Plaza!". Volvió el Teniente Abreu con el mismo Gamarra a la residencia del gobernador, quien interrogado por Gamarra sobre qué novedad había, contestó que había oído decir "alboroto", pero no sabía en que consistiera. Poco después entró uno de los cabildantes diciendo que las tropas (no excedían de cien hombres entre granaderos y artilleros que formaban la guardia del gobernador) se habían parapetado en el cuartel, no abrían la puerta a nadie y trabajaban adentro en montar piezas de artillería y cargar fusiles. Ordenó entonces el gobernador a Gamarra que fuera a ver lo que había en el cuartel, a cuya puerta, golpeando Gamarra, preguntáronle quién era, y respondió que era Gamarra, contestándosele entonces desde adentro: "Disculpe, mi general, pero no se abre ahora la puerta"; replicó Gamarra preguntando sino lo conocían, y contestaron que sí, y si él era también de los que pretendían desarmar a los paraguayos; dice Gamarra que bien le conocían y que él también era paraguayo; y no consiguiendo que se abriera la puerta, volvió a dar su parte al gobernador". (Informe que, por encargado de José Abreu, envía Francisco das Chagas Santos desde San Borja a Diego de Sousa. Bibl. Nac. De Río de Janeiro, Copia de "Revista do Archivo Público de Río Grande do Sul").
El mayor de plaza Cabrera, acompañado de ocho soldados con que andaba de ronda, se ofreció para ir al cuartel. Al abrirse la puerta de éste,. Los mismos soldados que le acompañaban le empujaron hacia adentro, y pegándole planazos el ataron y así le tuvieron toda la noche.
El fraile español Inocencio cañete se dirigió al cuartel por encargo del gobernador, a fin de apaciguar a los insurgentes. Le contestaron "que se retirara a su convento, pues no necesitaban de más platica"
Igual suerte corrió el obispo García de Panés, quien más tarde llegó también hasta el cuartel por encargo de Velasco.
El capitán Caballero, Jefe de la Revolución, envió al capitán Iturbe como portador de una nota suya a Velasco. La nota decía así: "En atención a que la provincia está cierta de que habiéndola defendido a costa de su sangre, de sus vidas y de sus haberes del enemigo que le atacó, ahora se va a entregar a una potencia extranjera, que no la defendió con el más pequeño auxilio, que es la potencia portuguesa; este cuartel, de acuerdo con los oficiales patricios y demás soldados, no puede menos que defenderla con los mayores esfuerzos, y para el efecto, pide los siguiente: que se entregue llanamente a este cuartel la Plaza y todo el armamento, así de dentro como de fuera de la ciudad, en cualesquiera manos que se hallen, y que para el efecto lo pida el señor gobernador y lo congregue en su casa, para con su aviso mandar por ello este cuartel el diputado que corresponda. Que el señor gobernador siga con su gobierno pero asociado con dos diputados de este cuartel, que serán nombrados por dicho cuartel a su satisfacción, mientras lleguen los demás oficiales de plana mayor de esta provincia (cuya vez hace por ahora este cuartel), que entonces se tratará la forma y modo de gobierno que convenga a la seguridad de esa provincia. Que igualmente, mientras tanto, se cierre la Casa de Gobierno y se entregue la llave a los diputados socios del señor gobernador; y que igualmente, entre tanto, se retiren del lado del don Benito Velasco y don José Elizalde, entregando el primero la llave de la Secretaria, y el segundo la de la Tesorería, a los dos mismos socios del señor gobernador. Que ningún barco se mueva de ninguno de los puertos de esta provincia mientras no lleguen a ésta los oficiales de la provincia y se establezca lo conveniente. Que igualmente se retire del señor gobernador don José Teodoro Cruz Fernández y todos los del Cabildo secular, con prevención a todos aquéllos y a los demás que se han de separar de su señoría que no salgan de esta ciudad antes de dicho establecimiento. Que así mismo no salgan de la ciudad los portugueses que ahora poco han entrado en esta condiputación clandestina. Y que, mientras tanto, siga la ciudad sin embargo sus oficios, comercio y agricultura sin estrépito ni alborotos, y que tampoco se embarace al cuartel la comunicación libre con la ciudad y con la provincia ni se intercepten sus chasques". (Bibl. Nac. De Río de Janeiro. Copia de Walter A. de Azevedo).
Mientras el gobernador escribía su respuesta, quedó esperando el capitán Iturbe en la guardia de la entrada, donde dijo asaz enfadado: "No se necesita incomodar a Portugal, pues no carecemos de socorros; los europeos han quedado en la ciudad, sin ayudar con su dinero al pago de las tropas milicianas ocupadas en la defensa de las fronteras, diciendo que no tenían dinero, siendo la verdad que el día del ataque a Paraguarí como un traidor hiciera correr la noticia de que habían triunfado los de Buenos Aires, muy luego embarcaron los mismos europeos treinta y cinco mil pesos fuertes, a fin de ponerlos a salvo en Montevideo; después de haber los paraguayos repelido y ahuyentado de su frontera a los de Buenos Aires, los puestos públicos fueron otorgados solamente a los europeos, y aún a los que quedaron en la ciudad, no siendo contemplados para nada los paraguayos, tratándoles con desprecio, y peor que antes; y por último, tratan de desarmarnos, a fin de quedar sólo armados los europeos":
La respuesta de Velasco fue negativa. Por indicación de éste, Abreu quemó todas sus notas y las contestaciones del gobernador, del obispo y del Cabildo, Y por consejo de Abreu, Velasco mandó cercar el cuartel con europeos armados, con instrucciones de abrir fuego contra el mismo sino se entregaban al amanecer. Así fue transcurriendo aquella noche memorable, en medio de zozobras y esperanzas. "Noche del 14 de mayo – dice un escritor – constelada de estrellas; fecha de luz, Navidad de un pueblo fuerte".
Los europeos cercaron el cuartel, peor huyeron a los primeros tiros de fusil que desde el mismo lanzaron sobre ellos. Al romper el alba del 15, salieron ochenta paraguayos arrastrando hasta la plaza seis cañones. Cuatro fueron abocados a la casa del gobernador y dos en la bocacalle que mira al Convento de Santo Domingo, donde estaban apostadas fuerzas realistas.
Iturbe, enviado por Caballero con una segunda nota para Velasco, amenázale con arrasar su residencia si no cumple las condiciones que se le habían impuesto la noche anterior. Este es el momento perpetuado en el conocido óleo de Da Ré, existente en el Museo de Bellas Artes y cuya ampliación decora el Salón Independencia del Palacio de Gobierno.
Doña Juana de Lara viuda de Bedoya, de tan eficaz actuación en los preparativos del movimiento, se presentó bien temprano al cuartel, llevando una corona de flores que obsequió al capitán Caballero.
Una gran parte del pueblo, apercibida del movimiento, acudió presurosa al cuartel a pedir armas y ofrecer sus servicios. La ola revolucionaria, pequeña al principio, crecía rápidamente. La revolución paraguaya tuvo raíz popular. Por eso, la acción de la masa fue definitiva en el estallido libertador. Ese pueblo, que había rechazado antes la expedición porteña, impedía hora a la alianza portuguesa e imponía la revolución. Allí en la Plaza Mayor, dispuestos a sacrificarse heroicamente por la santa causa que defendían, estaban militares, intelectuales y pueblo. La Revolución fue obra de los tres.
Como Velasco retardaba su respuesta, a las ocho de mañana los oficiales instaron desde el cuartel diciendo que romperían el fuego de artillería. El gobernador ordenó entonces que de inmediato se les entregara todo cuanto habían exigido. Los revolucionarios celebraron el triunfo con izamiento de banderas, enérgicos vivas y salvas de veintiún cañonazos. "Revolución cristiana por excelencia – podría repetirse aquí -; no hubo que incendiar templos ni realizar matanzas. La revolución no venía de la Enciclopedia. La libertad, que era el motivo de la revolución, había sido consagrada dieciocho siglos antes".
Triunfante el movimiento, surgió esta cuestión: ¿quiénes serían los dos diputados, que, asociados a Velasco, iban a gobernar provisoriamente hasta que se tratara la forma y modo del gobierno definitivo? Caballero prefería continuar en la jefatura del cuartel, para defender la revolución contra una posible reacción de los elementos realistas. Fray Fernando Caballero se sentía ya viejo para los agobiadoras tareas gubernativas. Yegros estaba ausente, si bien enseguida sele pasaría aviso del suceso. El padre Molas, por causa no aclarada, no entró a formar parte del triunvirato. Aceptó integrarlo el capitán Juan Valeriano de Zeballos, español, peor conocido por sus ideas revolucionarias. Francisco Wisner de Morgenstern cuenta que se barajaron también los nombres de don Fernando de la Mora y don Ventura Díaz de Bedoya. Entonces alguien propuso al doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, ex sacerdote graduado en Córdoba, como miembro del gobierno provisorio. Éste – según Desmersay – "retirado hacia un año en su casa de campo en los alrededores de la ciudad, allí vivía en la más completa ignorancia de los sucesos que se preparaban". Wisner agrega que "la moción fue extensamente rebatida y muy especialmente por el elemento militar, argumentando que la persona propuesta no había tomado parte en la revolución libertadora y que debía agregarse que no era partidaria de ella, pero fray Fernando Caballero defendió al doctor Francia, manifestando que existía un gran error en suponer que Francia era contrario a la revolución efectuada, pues a él constaba que éste anhelaba vivamente la desaparición del poder español".
Y Somellera cuenta que fray Fernando Caballero agregó: "Yo respondo con mi sangre del modo de pensar de mi sobrino Gaspar". Esto tranquilizó a los oficiales y convinieron en que se diese a Francia el lugar propuesto. Mucho habrá contribuido también en la adopción de tal temperamento el hecho de que – como anota Moreno – "la dirección de los negocios públicos requería la intervención de un hombre civil, la capacidad notoria y alto prestigio moral". Envióse, pues, con urgencia a José Tomás Isasi, hijo de un vizcaíno de la ribera, con una carta al doctor Francia, que residía en su quinta de ybyray (Trinidad) – participándole el hecho e invitándole a que se incorporara al triunvirato.
He aquí el Acta de Constitución del Gobierno Provisorio, redactada el 16: "En la ciudad de la Asunción del Paraguay, mayo diez y seis de mil ochocientos once años, habiendo nombrado este Cuartel por diputados adjuntos al doctor don José Gaspar Rodríguez de rancia y al capitán don Juan de Zeballos, para providenciar interinamente hasta tanto se arregle la forma de gobierno que sea más conveniente, en virtud de lo convenido con el señor gobernador intendente: comparecieron los sobredichos adjuntos y enterados del nombramiento hecho verbalmente en sus personas, dijeron que lo aceptaban y juraron por Dios y una Cruz, obligándose a usar este oficio fiel y legalmente atendiendo a la tranquilidad y felicidad de la provincia, en fe de lo cual firmaron conmigo y los oficiales principales de este cuartel, que certificamos.
Pedro Juan Caballero
Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia
Juan Valeriano de Zeballos
Juan Bautista Rivarola
Carlos Arguello
Vicente Ignacio Iturbe
Juan Bautista Acosta
Juan Manuel Iturbe"
En la magnífica generación que, con clarividencia y esfuerzo, realizó la gesta emancipadora, ninguno superó en decisión y energía a Caballero. Pedro Juan Caballero descendía de una antigua y acaudalada familia, los Caballero de Añazco, que había dado a la provincia hombres de primera fila. Nacido en Aparypy (Tobati) a fines de Junio de 1786, sus padres fueron el comandante Luis Caballero de Añazco, el que preparó la victoria de Tacuarí, y doña Lucía García de Caballero. Fue educado en Asunción, en el colegio de San Carlos, como todos los jóvenes pudientes de la época. Habiendo abrazado luego la carrera militar, destacóse con relieves propios en la defensa del terruño durante la expedición de Belgrano. Su dinamismo incansable, su temple de conductor, hicieron del el caudillo, que dirigiendo los preparativos y encabezando el pronunciamiento de mayo, efectivizó el anhelo de la masa popular.
Tres testigos de la época destacan a Caballero como el principal protagonista de la Revolución. En efecto, Marcelino Rodríguez cuenta que Caballero, después de su brillante actuación en las batallas de Paraguarí y Tacuarí, regresó entusiasta y animoso, "con la idea firme de cambiar la situación". Y agrega que Iturbe "me fue a ver una mañana y a nombre de Caballero me habló de la revolución que tramaban". Pedro Somellera por su parte expresa, que regresando el ejército de su campaña, "Don Pedro Juan Caballero es el que me habló con más franqueza". El teniente de dragones José de Abreu le llama "autor de esta revolución". Y tres historiadores modernos le hacen justicia. Cecilio Báez afirma que fue "el jefe del pronunciamiento de Mayo". Fulgencio R. Moreno dice que "Caballero dirigía los preparativos de la revolución". Para Justo Pastor Benítez, el 14 de mayo fue "el primer impulso genial y patriótico del capitán Caballero".
No está de más recordar que el Acta de Constitución del Gobierno Provisorio, redactada el 16 de Mayo, está encabezada con la firma de Caballero. Que el Congreso del 17 de Junio le eligió miembro del primer Gobierno Nacional. Y que fue Presidente del Congreso que el 12 de Octubre de 1813 proclamó la Independencia Nacional.
Caballero nunca desmintió su fe primera en la Revolución de Mayo. Y nunca transigió con la tiranía. Primero fue confinado a Aparypy. Vuelto a Asunción, conspiró contra ella, porque era una demócrata. "Le arrestaron – dice Benítez -, y le tuvieron entre cuatro paredes, sin pensar que esa alma, comprimida, estallaría como la pólvora". Condenado a muerte, se arrancó la vida y la arrojó a la cara del tirano.
Pasaron los años. El Senado y la Cámara de Diputados de la Nación Paraguaya, reunidos en Congreso Nacional sancionaron con fuerza de Ley, el 29 de setiembre de 1893, "la erección de un monumento simbólico de bronce en honor a los Próceres de la Independencia Nacional, ciudadanos Pedro Juan Caballero y Fulgencio Yegros, como iniciadores y autores de la emancipación política de la Nación Paraguaya". El histórico documento lleva la firma del Presidente del Senado don Marcos A. Morinigo y del Presidente del la Cámara de Diputados don Rufino Mazó. Al año siguiente, el 11 de mayo de 1894, el Presidente de la República don Juan G. González firmaba un Decreto igualmente histórico refrendado por todos los ministros de su Gabinete, por el cual se organizaba una procesión cívica, compuesta por los altos funcionarios, cuerpo diplomáticos, sociedades, instituciones educacionales y pueblo, para proceder a colocar en la plaza Uruguaya, el 14 de Mayo de ese año, la piedra fundamental del citado monumento. Tres días después hubo procesión cívica piedra fundamental y Tedeum en la Catedral, pero lamentablemente hasta hoy no existe el monumento.
La iconografía del prócer se reduce a dos retratos, uno realizado por Alborno y otro por Fortuny. La casa natal de Aparypy, convertida en tapera, hoy ya no existe. Se llevaron la saña del tiemo y la apatía de los hombres. Una tosca cruz señala el sitio. Sólo su mesa escritorio, austera y sobria, se conserva en el Museo Monseñor Bogarín. Es la única reliquia que queda del libertador.
Sin embargo, en el exterior se ha honrado su memoria. En Río de Janeiro, frente a la maravillosa ensenada de Botafogo y con el telón de fon del impotente Corcovado, está la Plaza del Paraguay en medio de ella el Busto de Pedro Juan Caballero. Y en París sobre la aristocrática Avenue Foch y frente al hermoso Bois de Boulgne, están también la Plaza del Paraguay y el busto del Libertador. Constructor de cosas eternas, Caballero dio vida a una patria.
Nuestra independencia se produce por un conjunto de hechos estrechamente vinculados los unos con los otros. Siendo el Gobierno Real Español depuesto por las tropas napoleónicas, su titularidad ha pasado a los franceses a cargo de José Bonaparte – hermano de Napoleón – a quién los Españoles eran muy poco afectuoso, razón por el cual se crea el Real Consejo de Sevilla, en custodia del Trono Español. Por esta razón Napoleón se vio obligado a invadir la Península Ibérica y como paso necesario para doblegar a Portugal y así proyectarse a su plan original de bloquear a las Islas Británicas. A consecuencia de ello se produce el mayor traslado de la Historia Humana – la Corte Lusitana – huye a Brasil, su más prospera colonia. Lord Strangford – Ministro Plenipotenciario de Reinos Unidos – y Sousa Countinho aconsejan a Doña Joaquina de Borbón, hermana del depuesto Rey Español a reclamar como derecho propio las colonias españolas del Rio de la Plata, idea a la que presta la debida atención, en su caso, la corona Lusitana de su Esposo Prestaría ayuda necesaria, de esta manera Doña Joaquina de Borbón se alzaría con el siempre acariciado título de Emperatriz del Rio de la Plata.
En mayo de 1810, la hermana Nación Argentina depone a su Virrey Cisnero, y se alza en busca de su independencia, por esas fechas se encontraba el Buenos Aires José Espínola, Capitán de Concepción en busca de audiencia con el Virrey para recuperar su puesto del cual se le ha relevado Velazco, y como viendo que el Movimiento Independista le era más favorable no duda en entrevistarse con sus mentores y así nos conecta con estos hechos. Bajos estas situaciones se convocan en Asunción a la Junta del 24 de Julio de 1810 que tomas las siguientes determinaciones; 1º) "Proceder al reconocimiento y solemne jura del Supremo Consejo de Regencia, legitimo representante de Nuestro Soberano el señor Don Fernando VII". 2º) "Que guarde armoniosa correspondencia y fraternal amistad con la Junta Provisional de Buenos Aires, suspendiendo todo reconocimiento de superioridad en ella hasta tanto que S.M. resuelva lo quesea de su soberano agrado". 3º) "Que en atención a estarnos acechando la potencia vecina (Portugal), se forme a la mayor brevedad una Junta de Guerra para tratar y poner inmediatamente en ejecución los medios que se adopten para la defensa de esta provincia". 4º) "Qué se dé cuenta al Supremo Consejo de regencia y se conteste a la junta Provisional de Buenos Aires con arreglo a lo resuelto y acordado en esta nota".
Como era de esperarse Buenos Aires se consideraba a sí misma la heredera del Antiguo Virreynato a bajos tales argumentos Belgrano se preparaba para una liberación de la Provincia, no obstante, Velazco el cuál prepara la defensa de la Provincia, inicialmente sin éxito en Paraguarí, el cual evidencia la cobardía española y el depuesto gobernador que se embarcaban a España. Luego los criollos al mando de Cavañas en una guerrilla vencen a Belgrano en Tacuarí. Nace la llama del nacionalismo paraguayo mucho antes de la independencia nacional.
El sistema colonial restrictivo ideado por la Corte de Madrid pude sintetizarse en esta trilogía, monopolio económico, monopolio religioso y monopolio político. Poco apropiada para un mundo que ya a dejado de ser medievalezco y pobre.
Las ideas liberales de la Revolución Francesa ya hacían puertos en varios puntos de América muy a pesar de las restricciones españolas. Ya han pasado 22 años de la Revolución Francesa, se habla de Rousseau, Voltaire, los cuales tenían asidero en la biblioteca de los grandes prohombres de nuestra independencia como el Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia. Los cuales alimentaron los ansiados sueños de libertad.
Cuando los patriotas paraguayos – criollos – derrotan a los porteños en Tacuarí, se habían enterado del acelerado embarque de los realistas de Asunción; momento en el cual se dieron cuenta que la provincia ya no interesaba a los españoles que lo dejaban a su suerte sino que debía ser libre e independiente. Ya llegamos a 1811, rumores de Conspiración llena las calles de Asunción, Velazco preocupado comienza ansiosas negociaciones con representante de Doña Joaquina Carlota de Borbón; así llega a los puertos de Asunción Don José Abreu, para comenzar las negociaciones con el caído Gobernador, lo cual acelera los planes y la noche de 14 y madrugada de 15 de mayo de 1811, nacía nuestra República con el saludo triunfal de 21 cañonazos se gestaba la brillante independencia. Corresponde a Iturbe intimidar al gobernador Velazco.
La Batalla de Tacuarí.
La Batalla de Paraguarí.
Bibliografía.
1. AGUILERA, Brígido. "La Sociología Histórica del Paraguay".
2. CARDOZO, Efraín. "El Paraguay Colonial. Las raíces de la nacionalidad".
3. GARAY, Blas. "La Revolución de la Independencia del Paraguay".
4. SÁNCHEZ, Hipólito. "Estructura y función del Paraguay Colonial".
5. WIKIPEDIA.Archivodelparaguay001.com/89
Autor:
Gómez, Edgar
Gómez, Mario
Ruíz Díaz, Jairo
Salinas, Iván
Saucedo Machuca, Félix Abraham
Trinidad Quiñonez, Luis Iván
UNIVERSIDAD NACIONAL DE ASUNCIÓN.
FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES.
Trabajo Práctico Grupal de de Historia Diplomática.
Tema: "L A REVOLUCIÓN".
Profesora: Dra. Nimia Oviedo de Torales.
Semestre: Séptimo.
Cátedra: Segunda.
Turno: Noche.
Año: 2010.
Asunción – Paraguay.
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