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La Educación ambiental: una mirada desde el Trabajo Social

Enviado por Yanel Pompa Chavez


  1. Resumen
  2. Introducción
  3. Algunas reflexiones sobre la Educación ambiental
  4. ¿Cómo enfrentarse a estos desafíos?
  5. Conclusiones
  6. Bibliografía

Resumen

La problemática ambiental es el resultado de doscientos años de no haber prestado ninguna atención a las consecuencias de la revolución científico-industrial en el que se basa nuestro mundo moderno. Consciente de que la Tierra no puede mantener por mucho más tiempo el actual modelo de sociedad que sustentamos, el hombre está empezando a vislumbrar, desde hace relativamente poco, el auténtico de nuestras dificultades medio ambientales. Esta perspectiva nos conduce a pensar en un cambio de actitudes y prácticas en todos los ámbitos y escalas de la sociedad. Hay que fomentar una nueva ética para mejorar las relaciones entre el ser humano-sociedad-medio ambiente. En este sentido, el presente trabajo lleva por título: La educación ambiental: una mirada desde el Trabajo Social, y persigue como objetivo analizar desde una perspectiva del trabajo social a la educación ambiental como la única solución perenne a los problemas ambientales que nos afectan en la actualidad. La educación ambiental desde el Trabajo Social es un derecho de todos; todos somos educandos y educadores. La misma debe tener como base el pensamiento crítico e innovador, en cualquier tiempo y lugar, en sus expresiones formal no formal e informal, promoviendo la transformación y la construcción de la sociedad.

Introducción

En este Tercer Milenio, la problemática ambiental se ha convertido en una de las principales preocupaciones para el hombre moderno, ya que la misma nos afecta a todos por igual. A pesar de este panorama ecológico tan crítico, son cada vez más las voces que en el mundo manifiestan preocupaciones y advierten, con presición matemática, que el futuro de la humanidad, si no logramos revertir el proyecto de civilización que hoy realizamos, es incompatible con la vida misma.

Teniendo en cuenta que la educación como objeto de estudio de la Pedagogía, constituye un proceso estrechamente relacionado con los problemas vitales que agobian el mundo, por lo tanto la problemática ambiental se convierte en uno de los retos del proceso, sustentado en la aspiración de alcanzar un nuevo patrón de desarrollo, para lo cual no basta con preservar y conservar los recursos naturales sino que debe de armonizar con la sostenibilidad económica y social donde la formación del hombre cumple una función especial.

Sin dudas es la educación la clave para renovar los valores y la percepción, desarrollando una conciencia y de compromiso que posibilite el cambio desde las pequeñas actitudes individuales y desde la participación e implicación ciudadana en la resolución de los problemas, ante la adopción de estilos de vidas más sanos, profundizando en un enfoque integrado de aspectos con dimensiones que permitan una integración conceptual y de acción hacia el desarrollo sostenible, considerando el papel dinamizador del ser humano, en su doble condición de elemento natural y social, pues de su actuación depende que el efecto de esas interrelaciones, sea una forma sostenible de desarrollo.

Como proceso de socialización, de preparación para la vida en sociedad, requiere de aprendizajes diversos, de conocimientos, habilidades, normas y valores que identifiquen al sujeto como miembro de una comunidad cultural, pueblo o nación con carácter permanente, dinámico y contradictorio, además de incorporar y reconstruir nuevos saberes, que lo preparen en su incursión en la vida social.

El sentimiento común es que estamos llegando a un límite producto del tipo de desarrollo iniciado hace dos siglos que acarrea evoluciones peligrosas para la misma supervivencia de la humanidad y de la vida en la tierra, este fenómeno de umbral obliga a reconsiderar nuestro sentido del progreso y el desarrollo moderno.

Algunas reflexiones sobre la Educación ambiental

En la actualidad, el tópico de la educación ambiental se halla inmerso en un proceso de generalización creciente, dada la cantidad de aspectos específicos que suscita, tantos como el concepto de medio ambiente, la multitud de sectores implicados, instituciones de todos los niveles, organizaciones sociales y profesionales.

El hombre ha adquirido conciencia de que una época termina y por tanto se plantea dos opciones inequívocas: por un lado, continuar con modelos de desarrollo en los que los procesos económicos prevalezcan marcando líneas de explotación de los recursos y hábitos de consumo o, entender que si alguna dictadura que debe existir en este siglo es la ambiental, considerada como una dimensión que trasciende su contexto ecológico e integra los ámbitos político, social y económico.

La crisis global y sus saldos de miseria y devastación debe ser entendida como una oportunidad para transitar hacia otro modelo de relación entre los hombres y su ambiente. Prácticamente para nadie es un secreto que el mundo en el que vivimos enfrenta una serie de problemas ambientales que parecen perfilar una catástrofe: fenómenos de cambio climático comprometen los niveles productivos, la capa de ozono ha sufrido un adelgazamiento alarmante, día a día la biodiversidad mundial disminuye y estamos conduciendo a las pocas especies que utilizamos a patrones de agotamiento genético (sólo 30 del total conocido nos ofrecen el 85% de nuestros alimentos).

El suelo fértil y la cubierta vegetal pierden terreno cada año, por ejemplo, se desertifican 7 millones de hectáreas en el planeta. Eso no es todo, el agua potable es cada vez más escasa y los desechos peligrosos se depositan en lugares inadecuados ocasionando enormes problemas de salud. Estos problemas deben ser ubicados necesariamente dentro de un contexto de crisis global que perfila el fin de la época.

Desde luego, no es la primera vez que el hombre enfrenta procesos críticos, la historia nos arroja muchos ejemplos de civilizaciones esplendorosas que declinaron vertiginosamente. En México, por ejemplo, la civilización maya logró erigirse en un imperio caracterizado por sus notables avances. Sin embargo, alrededor del siglo VIII de nuestra era, los mayas que se encontraban en el punto más alto de su desarrollo imperial se eclipsaron misteriosamente. Una de las posibles explicaciones que llevó a esta caída ha sido sugerida por investigadores de la Universidad de Florida que señalan que en esta época se presentó un cambio climático que tuvo como efecto sequías terribles y, en consecuencia, malas cosechas que determinaron la migración de los mayas a otras zonas.

¿Cómo enfrentarse a estos desafíos?

La educación ambiental, ha sido considerada el medio más eficaz para incidir en aquellos comportamientos colectivos que se convierten en una de las causas importantes del deterioro ambiental, de ahí la importancia de su tratamiento.

La Educación Ambiental (E.A) tiene sus orígenes en preocupaciones conservacionistas que proponían la inafectabilidad de los recursos y condenaban a un desarrollo cero a los países del sur. Sin embargo, pronto quedó claro que la conservación por sí misma era inaceptable en momentos en que se condenaba la devastación de los recursos por individuos que no tenían otra alternativa de sobrevivencia.

En ese contexto, la Educación Ambiental se concibe como una dimensión que debe integrarse en las propuestas educativas dirigidas a la sociedad. La definición de UNESCO incluía como algunas de las necesidades las de reconocer valores, aclarar conceptos y fomentar actitudes y aptitudes, con el fin de comprender y apreciar las interrelaciones entre el hombre, la cultura y el medio.

En el Taller subregional de Educación Ambiental de 1998 la define como un proceso permanente en el que los individuos y la colectividad cobran conciencia de su medio y adquieren conocimientos, valores, competencias, experiencias y la voluntad para hacerlos actuar individual y colectivamente para resolver los problemas actuales y futuros del medio ambiente.

Es la acción educativa permanente por la cual la comunidad educativa tiende a la toma de conciencia global, del tipo de relaciones que los hombre establecen entre si y con la naturaleza, de los problemas derivados de dichas relaciones y sus causas profundas.[1]

Por lo tanto se considera que la educación ambiental está llamada a formar un ciudadano que sea conocedor del ambiente y sus problemas asociados, conscientes de cómo ayudar a solucionar problemas y motivado a participar en sus soluciones.

Las líneas de acción de la Educación Ambiental son muy diversas se asume que deben propiciar estrategias preventivas y reorientar patrones de consumo, así como promover la corresponsabilidad y la participación social.

En estos procesos se propone la formación de individuos que puedan modificar sus sistemas de valores y que a su vez se inserten en un esquema social de relaciones más solidarias, cooperativas, autónomas y equitativas (este es un buen momento para distinguir la equidad en términos de reconocimiento de relaciones de desigualdad que deben promover un trato diferenciado de estos desiguales). La tolerancia, la pluralidad y el compromiso social son algunos de los valores esenciales que se deberían promover.

Resulta necesario señalar que la Educación Ambiental que se realiza en la actualidad, se queda demasiadas veces en una sucesión de acciones desarrolladas de forma intuitiva, con un enfoque escasamente multidisciplinar y con un peso excesivo del ámbito de las ciencias naturales.

Bajo el objetivo compartido de conseguir que las personas tomen conciencia de los problemas ambientales y de formar o cambiar actitudes hacia el medio ambiente, las acciones deben ser realizadas por las instituciones y se pueden ubicar en dos líneas fundamentales en función de la población de referencia, por un lado como educación formal y por otro como intervención social.

La primera de estas topologías está dirigida al sistema educativo generalmente sus primeros niveles, mientras la segunda se dirige a la población en general. Como es sabido la mayoría de los esfuerzos institucionales se han volcado sobre las iniciativas ambientales dirigidas a la educación escolar, bajo la creencia de que es mejor formar ambientalmente en edades tempranas y que estas actitudes van a ser estables durante del resto de la vida adulta de los escolares.

En cuanto a la Educación Ambiental como intervención social, se define sobre todo por dirigirse al ámbito social, a la población en general, con un público objetivo adulto que por su capacidad de actuación y sus comportamientos tienen una alta incidencia sobre la calidad ambiental.

En el caso de la Educación no formal resulta fundamental la caracterización de los diversos espacios recreativos y culturales, el uso de los medios de comunicación, el fomento de la participación social y la vinculación entre los programas de trabajo de las organizaciones no gubernamentales.

Evidentemente el cabal cumplimiento de estas metas entraña dificultades de muy diversos tipos, quizá la más importante es la percepción, tan extendida en la sociedad, de que un problema ambiental es en realidad un asunto ecológico que puede ser resuelto a través de acciones consignatarias como el no tirar la basura o sembrar un árbol. Este activismo, si bien ha jugado un papel en la sensibilización de la sociedad, no tiene efectos significativos en nuestras pautas culturales debido a la falta de concreción de las acciones propuestas.

Podemos decir que el discurso de la Educación Ambiental ha sido aceptado como «políticamente correcto» y que existen claros consensos en cuanto a que es necesaria su introducción en los espacios de Educación formal. Sin embargo, más allá de esta claridad en lo que debe ser, se encuentra la realidad educativa que se resiste de muchas maneras a aceptar nuevos paradigmas en su estructura.

Debe ser un proceso para lograr que los ciudadanos sean conscientes y se preocupen por el medio ambiente y sus problemas, que sean capaces de adquirir, conocimientos, actitudes y aptitudes, motivaciones necesarias para trabajar de manera individual o colectiva en la solución de problemas actuales y en la prevención de otros futuros.

Por tal motivo la Educación Ambiental debe ayudar a desarrollar una conciencia ética sobre todas las formas de vida con las cuales compartimos el planeta, respetar los ciclos vitales e imponer límites a la explotación de estos.

Es imprescindible, por otro lado, una sociedad con mayor cultura ambiental que sea capaz de asumir los costos (en términos de hábitos de consumo y uso de la energía) implícitos en el tránsito hacia el desarrollo sostenible. Una estrategia privilegiada es la Educación, en todas sus derivaciones tanto formales como no formales.

El reto es complejo ya que más allá de su bondad discursiva un sistema transversal de enseñanza debe luchar con inercias disciplinarias que se resisten a la integración. Por otro lado, resulta claro que el ejercicio no puede consistir en tomar fragmentos de cada disciplina e integrarlos forzadamente y que la organización del tiempo escolar no contempla la incorporación de esta dimensión y, en consecuencia, no existe un espacio formal para llevar a cabo actividades de E.A.

Sé que la educación ambiental para una sociedad sustentable equitativa es un proceso de aprendizaje permanente, basado en el respeto por todas las formas de vida. Una educación de este tipo afirma valores y acciones que contribuyen con la transformación humana y social y con la preservación ecológica. Ella estimula la formación de sociedades socialmente justas y ecológicamente equilibradas, que conserven entre si una relación de interdependencia y diversidad. Esto requiere responsabilidad individual y colectiva a nivel local, nacional e internacional.

Es fundamental que las comunidades planifiquen e instrumenten sus propias alternativas a las políticas vigentes. Entre esas alternativas está la necesidad de abolir los programas de desarrollo, ajustes y reformas económicas que mantienen el actual modelo de crecimiento, con efectos devastadores sobre el medio ambiente y la diversidad de especies, entre ellas la humana.

Por lo tanto la educación ambiental debe generar, con urgencia, cambios en la calidad de vida y mayor conciencia en la conducta personal, entre los seres humanos y de éstos con otras formas de vida.

La educación ambiental desde el Trabajo Social es un derecho de todos; todos somos educandos y educadores. La misma debe tener como base el pensamiento crítico e innovador, en cualquier tiempo y lugar, en sus expresiones formal no formal e informal, promoviendo la transformación y la construcción de la sociedad.

Tiene el propósito de formar ciudadanos con conciencia local y planetaria, que respeten la autodeterminación de los pueblos y la soberanía de las naciones, es un acto político, basado en valores para la transformación social.

La educación ambiental debe tener una perspectiva holística, enfocando la relación entre el ser humano, la naturaleza y el universo de forma interdisciplinaria. Debe estimular la solidaridad, la igualdad y el respeto a los derechos humanos, valiéndose de estrategias democráticas e interacción entre las culturas.

Debe estimular y potencializar el poder de las diversas poblaciones, promover oportunidades para los cambios democráticos de base que estimulen a los sectores populares de la sociedad. Esto implica que las comunidades deben retomar la conducción de sus propios destinos.

La educación ambiental debe promover la cooperación y el diálogo entre individuos e instituciones, con la finalidad de crear nuevos modos de vida, fundados en la comprensión de las necesidades básicas de todos, sin distinciones étnicas, físicas, de género, edad, religión, clase, mentales, etc,.

Requiere la democratización de los medios de comunicación masivos y su compromiso con los intereses de todos los sectores de la sociedad. La comunicación es un derecho inalienable y los medios de comunicación deben transformarse en un canal privilegiado de educación, no solamente divulgando informaciones con bases igualitarias, sino también promoviendo el intercambio de experiencias, métodos y valores, integrando conocimientos, aptitudes, actitudes y acciones.

La educación ambiental debe ayudar a desarrollar una conciencia ética sobre todas las formas de vida con las cuales compartimos este planeta; respetar sus ciclos vitales e imponer límites a la explotación de esas formas de vida por los seres humanos.

Conclusiones

Partiendo del objetivo propuesto en la investigación y teniendo en cuenta los fundamentos antes expuestos, se puede concluir que la Educación Ambiental constituye la única solución loable a los problemas ambientales que enfrenta y que aqueja la humanidad, y que manejado desde el Trabajo Social propone nuevas formas de concebir y actuar de las relaciones en sociedad, entre los individuos, las instituciones y el entorno natural, ocupando un importante papel como instrumento, vía y modo de legitimar espacios de participación ciudadana, en todas sus dimensiones según las necesidades de alcanzar indicadores locales de sostenibilidad.

Es importante destacar el papel que juega la Educación Ambiental, a la misma le está asignada, la gran responsabilidad de educar a los hombres para interactuar con el medio ambiente (naturaleza, individuos y sociedad) al ser esta, un proceso básico e integrador de la gestión ambiental y ser parte integrante del desarrollo endógeno y sostenible.

Basado en este criterio, se cree pertinente desarrollar una Educación Ambiental eficiente, ante la amenaza ambiental por la que atraviesa nuestro planeta, orientada a preservar y conservar el patrimonio natural, el ecosistema y la vida en la tierra, que enseñe a tener conciencia a los hombres de por qué la necesidad de cuidar los recursos naturales, ya que las soluciones buscadas para frenar el colapso a la que el hombre ha sometido al medio ambiente no han sido las más efectivas y eficaces.

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Autor:

Lic. Yanel Pompa Chávez.

Lic. Lohema Céspedes Ginarte

Lic. Elena Díaz Rosabal

Lic. Yaimé Domenech Corrales

Lic. Susel Gómez González

[1] Guillen, Pedro Carlos: Educación, medio ambiente y desarrollo sostenible.