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Neonazis en Chile (página 2)

Enviado por Pedro Belmar Riffo


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ANÁLISIS CRÍTICO DEL NACIONALSOCIALISMO CHILENO

En la primera parte de este escrito, pretendí caracterizar el escenario histórico en el que nos desenvolvemos, dicho ejercicio descriptivo persiguió centrar el análisis en el sujeto actual, y las formas en que éste se ve afectado por los fenómenos contingentes. La referida perspectiva, nos permitió develar los procesos que conducen a la constitución identitaria del sujeto contemporáneo. Construcción de identidad, que se constituye en una labor, fundamental y perentoriamente, individual, dadas las condiciones estructurales de nuestras sociedades (globalización, centralidad del mercado, irrupción de nuevas tecnologías, transformación del sentido del trabajo, etc.) .Condiciones que se confabulan para motivar el proceso de individualización y configuran el escenario plagado de riesgos en el que se desarrolla.

La perspectiva de análisis que hemos explicitado, nos sitúa de inmediato, en el proceso de la individualización, fenómeno ampliamente tratado por la sociología presente, en especial por aquellos autores que se sitúan en la llamada teoría del riesgo. Como señalamos, el contexto histórico genera fenómenos con características universales, dables de encontrar en diferentes realidades sociales, ahora, este reconocimiento esta lejano a caer en perspectivas universalistas o esencialistas, es más, se constituye en una obligación de los distintos científicos sociales, el encontrar y hacer patentes las particularidades de los fenómenos sociales en sus sociedades. Bajo dicho precepto, resulta obligatorio el develar las características de cómo se presenta esta autoconstrucción biográfica al alero del riesgo, en nuestra realidad. Este ejercicio, lo ha llevado a cabo, Robles en su obra el "Desaliento inesperado de la modernidad".

Para Robles, en sociedades como las nuestras, sumidas en el marco de un capitalismo periférico, antes que manifestarse el fenómeno de la individualización, fenómeno que identifica con sociedades capitalistas centrales, se presenta el proceso que identifica como individuación.

Entenderemos por individuación, la forma históricamente específica que asume la construcción de la individualidad como principio axial de las sociedades de riesgo en el capitalismo periférico, caracterizado por la masificación y generalización de la exclusión, vale decir, como sujetos periféricos construimos nuestra identidad en el umbral del mundo de la exclusión, del abismo existencial. Cuestión que se explica, pues, en nuestra realidad no existe el aparato institucional , que se constituye en el "colchón de seguridad material", en el que cae el sujeto al ser lanzado al vació. Es así como, en la particular realidad chilena no existe un estado de bienestar o asistencial, que venga a prestar socorro al sujeto, al verse desafiliado del mundo productivo, cuestión, que es propia de una sociedad capitalista central, en particular la Europea.

De esta manera, la individuación, como proceso especifico de nuestras sociedades manifiesta, similares etapas a las consignadas en el proceso de individualización, pero resignificadas a la luz de nuestro contexto. A este respecto Robles nos describe el proceso:

Autoconfrontación del sujeto consigo mismo: Fenómeno, que encuentra su fundamento en causas similares al proceso de la individualización. Las diferencias se hacen patentes en la inexistencia de un marco institucional, característico del estado de bienestar. En la individuación, el proceso de autoconfrontación, se desarrollada sin regulación de la acción institucional, vale decir, antes que desembocar en una reducción de las llamadas "inseguridades ontológicas", tiende a acrecentarlas. El sujeto de nuestras sociedades debe sumirse en un proceso de reconstrucción intima, en la más absoluta soledad, desanclado de toda instancia institucional y apremiado por el imperativo de la subsistencia. Esto conduce a un segundo momento en este proceso.

Búsqueda del "otro": El sujeto desprovisto de la ayuda institucional, se ve en la obligación de establecer lazos con otros sujetos, en similares condiciones, a fin de afrontar de mejor manera su precaria condición.. De esta manera, la búsqueda obligada del "otro", tiene por objetivo, por una parte, el recomponer los estado emotivos, que se han visto fragmentados en razón de la feroz contingencia y por otra, que resulta más primordial que la anterior, el articular estrategias de subsistencia, que le aporten un mínimo de seguridad material. Es así como, los sujetos construyen redes sociales de apoyo, que se fortalecen ante el riesgo de la exclusión, cuestión, que se hace patente en dos aspectos, por una parte, dichas redes se constituyen en un mecanismo que genera inclusión en la exclusión, vale decir, son la expresión de la unión de los excluidos al alero de un proyecto de subsistencia y, por otra parte, al ser la única salida efectiva a la exclusión, se constituye en una obligación del sujeto preservarse en ellas y así evitar la exclusión de la exclusión, que significaría el desamparo completo.

Del referido proceso, deviene una nueva solidaridad, ya no producto de la integración moral de las sociedades, sino que es fruto de un arreglo instrumental que hacen los sujetos, a fin de subsistir a la riesgosa contingencia.

Conformación de una identidad postradicioinal contingente: Lo anterior da pie a la configuración de una identidad individual, sujeta a los fenómenos contingentes, por lo tanto, desprovista de una trascendencia mayor al advenimiento de un nuevo hecho que la deconstruya y ponga al sujeto en la obligación de reconfigurar una identidad nueva.

En el contexto señalado, con individuos sometidos a un proceso de individuación creciente, se produce el advenimiento de proyectos de sociedad como los que animan a los movimientos nacionalsocialistas. Proyectos que pretende irrumpir desde el campo de la sociedad civil, para, en un primer momento reconstituir los lazos que le dan cohesión y, en un segundo momento, refundar la nación, sobre "nuevas" bases que sustenten e integran a la sociedad civil.

Nacionalsocialismo ¿Nueva forma de expresión ciudadana?.

Como se ha señalado, el proyecto social del nacionalsocialismo, se constituye desde el campo de la sociedad civil, pero trasciende dicho plano, y se transforma en una visión de sociedad, que pretende reconfigurar prácticamente todos los planos de la vida social de los individuos.

En términos sucintos el proyecto, se puede inscribir como la "construcción de una nueva ciudadanía". Nueva ciudadanía que se constituye desde, una revolución en el campo del sujeto. El sujeto racional, cognoscente, que a primado en el devenir histórico de la modernidad, transmuta a la condición de sujeto moral y es este el pilar, a partir del cual, se construirá ciudadanía.

El sujeto moral, no es una esencia que se manifieste expresamente, sino que es el resultado de un proceso de construcción (socialización), que se desarrolla al alero de lo que podríamos denominar, y en apego a la particular visión histórica de estos grupos, "las esencias universales del ser chileno". Dichas esencias, posibles de escrutar en nuestra particular tradición histórica, se constituyen en el sustrato de sentido que da pie y anima a todos los actores e instituciones sociales. Por lo tanto, el advenimiento del sujeto moral, viene a significar una reconciliación del individuo con su tradición histórica, en definitiva, con los universales que hacen parte de su nación y la hacen un todo orgánico e integrado.

Como señalamos el proyecto social de estos movimientos, no se limita a una suerte de revolución intima, sino que tiene por horizonte la conformación de lo que podríamos denominar, un "nuevo pacto social", manifestación de lo que podríamos llamar, comunidad del pueblo. Vale decir, el advenimiento de la "nueva sociedad", se produce a partir del sustento que otorga la "comunidad de sentido" ("comunidad del pueblo"), conformada por la integración de los "ciudadanos".

El hincapié que hace el movimiento, en aspectos de índole espiritual, en la necesidad de tener un sentido universal que guié nuestras prácticas, resulta ser un rasgo fundamental de los movimientos con características nacionalistas. Así, Savarino nos señala, que el nacionalismo, antes de ser una construcción ideológica sustentable o un sistema de pensamiento teórico, o la expresión de una categoría social determinada, es la manifestación de un estado del espíritu generalizado y compartido por comunidades de masas, que se expresa ante la perdida de sentido que experimentan los sujetos en coyunturas históricas determinadas. Esto explicaría, el que las ideas nacionalistas fundamenten el accionar, en determinados momentos históricos, de movimientos situados en polos antagónicos de la actividad política.

De lo expresado hasta aquí, se desprenden tres elementos fundamentales que deben guiar nuestra reflexión en torno a estos movimientos y su proyecto político:

– Los movimientos de índole nacionalsocialista son movimientos sociales propios de la etapa histórica que vivimos, caracterizada por, entre otros elementos, la perdida de sentido que aúne a los sujetos en torno a identidades colectivas.

– Su diagnóstico de la problemática social, gira en torno a consideraciones de tipo moral. De ahí que su proyecto se construya, a partir de la superación de la racionalidad imperante, inspiración de todos los actores sociales modernos y que ha conducido, en su juicio, a las consecuencias nefastas que experimentan nuestras sociedades. Baste argumentar en este sentido su patente crítica a todos los modelos sociales inspirados en la racionalidad moderna (crítica que va desde el capitalismo hasta el comunismo), como también a los procesos de integración social de minorías sociales de todo tipo, por considerar a estas degeneraciones del sujeto moral fundamental, aquel que ha bebido de la leche de la "tradición histórica superior" del ser chileno.

– A pesar de ser un elemento propio del periodo histórico, esta característica se basa en el hecho de constituirse en una reacción ante la diversidad de problemas que lo caracterizan, vale decir, es un movimiento eminentemente reactivo. Es más la capacidad proactiva del movimiento, encuentra su sustento en elementos ahistóricos, en esencias asentadas en la lejanía suprasensible y, por lo tanto, ajenas a las influencias de las contingencias propias del mundo material en el que vivimos.

El reconocimiento de los elementos señalados, nos invita a cotejar los movimientos nacionalsocialistas, en razón, a su diagnóstico de la problemática social y las posibles soluciones que inspiran su proyecto, a la luz de la realidad social concreta. Al desarrollar dicho ejercicio, nos daremos cuenta de su insolvencia, anacronismo y las oscuras consecuencias que traería consigo el advenimiento de lo que hemos llamado, su visión de "nueva ciudadanía".

1- ¿ Movimientos sociales propios de la etapa histórica?: a pesar de que este tópico fue analizado anteriormente, conviene señalar lo siguiente: Si guiáramos nuestra reflexión, por el camino de las consecuencias afectivas que a producido el presente histórico en los sujetos, nos daremos cuenta de una serie de fenómenos que, podrían sintetizarse en una creciente inseguridad existencial y la perdida de sentidos colectivos que se constituyan en una referencia utilizable en nuestra practica cotidiana. Ambos factores se potencian mutuamente y traen como consecuencia, que los sujetos experimenten una serie de carencias afectivas. Desde esta perspectiva, resulta natural la relevancia que puede tener para estos sujetos, un proyecto social que pretende dar seguridad y sentido a su existencia, a partir del reconocimiento y aceptación de valores, ajenos a las contingencias y sus dramáticas consecuencias. Lamentablemente y corriendo el riesgo de pecar de majadero, debemos intentar ser lo más exhaustivos en el cotejamiento del movimiento a la luz del presente histórico concreto, pues, como hemos señalado, las posibilidades de su irrupción como movimiento social, están dadas por los problemas y riesgos que experimentan los individuos en su existencia real y concreta. Problemas que, como veremos, no se reducen a cuestiones meramente afectivas, ni, por lo tanto, encontraran su solución en rectificaciones de tipo moral, sino por el contrario, son el resultado de acciones que vienen a alterar la seguridad material de los individuos.

2- ¿Problema Moral?: Con esta pregunta pretendo continuar la reflexión anterior. Para los movimientos de esta índole, los problemas que afectan a los individuos son de orden moral y, por lo tanto, deben encontrar su solución en una recomposición moral de los individuos y de la sociedad en su conjunto. Como señalamos, esta es una visión errada. Sin desmerecer la importancia que pueda tener la carencia de un sustrato moral que de sentido a la existencia de los individuos y señale una ética universal, que guíe el accionar de todos los actores sociales, esta no puede constituirse en la única variable para analizar la realidad. Es más si escrutamos en esta, nos encontraremos que gran parte de los problemas que afectan a nuestra sociedad, son de orden eminentemente material.

La etapa del desarrollo capitalista en que nos encontramos, ha producido una serie de consecuencias que, ponen en cuestión, la subsistencia material de los individuos, Esto tiene especial importancia, al evaluarse en una sociedad capitalista periférica como la nuestra, en donde, la precariedad estructural que irremediable e históricamente tiende a aflorar en distintos episodios, viene a agravar dichos problemas. En nuestra realidad, parte importante de la población se ve conminada con el fin de mejorar en parte sus condiciones materiales de existencia, a establecer redes sociales que tengan por horizonte el despliegue de estrategias de subsistencia, esa es la labor a la que, la mayor parte, de los sujetos periféricos se ven abocados es lo que les preocupa y a lo que dedican parte importante de sus esfuerzos. Por lo tanto, los problemas de índole moral a lo que estos movimientos apelan profusamente, están lejos de constituirse en la variable causal única que explica las deficiencias de nuestras sociedades. Es más si escrutáramos únicamente este aspecto, nos encontraríamos que muchas veces los sujetos en general hacen aspavientos de supuestas crisis morales para explicar una serie de problemáticas sociales que los afectan, pero estas explicaciones no superan el plano discursivo, pues, en la realidad concreta las acciones sociales de los sujetos se caracterizan por una marcada ambigüedad moral, y manifiestamente inspirada por análisis instrumentales de corte costo/beneficio, vale decir, el despliegue de una racionalidad reflexiva propia de la modernidad. Las crisis existenciales, las búsquedas morales de sentido, son una expresión más del actual escenario cultural, pero no determinan el devenir social en sociedades periféricas como las nuestras, en donde los manifiestos déficit estructurales, viene a constituir un elemento fundamental e inspirador de la acción social tanto en el plano de la subsistencia, como en el de la protesta ante los déficit para alcanzar una subsistencia digna.

3- El movimiento, como hemos analizado, sitúa al sujeto moral como el elemento concreto que permite el advenimiento de la nueva comunidad nacional, que vendría a superar el estado presente caracterizado por su manifiesta corrupción. Podemos decir, por lo tanto, que sustenta un discurso moral de corte humanista que pretende situar al sujeto moral en el centro de la sociedad, es él quien, por sus acciones, posibilita su mantención y su prosperidad. Ahora, en sociedades como las presentes, en donde, como nos señala Luhmann, los distintos sistemas sociales funcionales (político, económico, etc) y el sistema psíquico de los individuos se definen como autónomos y autopoiéticos, sitúa a esta perspectiva en una encrucijada. Vale decir, el pretender situar al individuo en el centro del acontecer social, sin considerar las características del actual escenario histórico, imposibilita el despliegue efectivo de estrategias movilizadoras conducentes a modificar estructuralmente a la sociedad.

La centralidad sistémica del sujeto, que propugna el movimiento, de carácter irreflexivo y ciega ante el devenir social actual, pone al sujeto social ante un peligroso escenario, pues, genera en el expectativas de reformulación plena de este, sustentadas en variables de índole moral, sin considerar la autorreferencialidad de los sistemas funcionales y los códigos distintivos que estos utilizan en las operaciones que le son propias, las cuales en su mayoría están lejanos a la lógica moralista. La vivencia concreta de dicho proceso, sólo determinará el aumento de la frustración social y potenciará el retraimiento de los sujetos a los mismos grupos que animaron su fallida movilización social transformadora, pues es en ellos en donde encontrara la respuesta de sentido ante el peso de la realidad social, que por los medios pretendidos no pudieron modificar . En este sentido, resulta más factible, en razón de las características señaladas, el asumir la distinción del sujeto, desde su condición de observador situado en el entorno del sistema. Esta perspectiva sistémica, que parece reducir las capacidades de injerencia de los individuos en la sociedad, si nos señala un diagnóstico digno de escrutar y así forzar ejercicios reflexivos que permite pensar formas más factibles y efectivas de generar cambios en el actual contexto histórico-social, a partir del reconocimiento de nuestra real condición en la sociedad.

4- La tradición, como reservorio de las esencias del "ser chileno", se constituye en el sustrato que da sentido al accionar del movimiento y, por lo tanto, motiva su proyecto de sociedad. Es así como, para los movimientos nacionalsocialistas, en el pasado, podemos ver la expresión patente del accionar de sujetos virtuosos que, imbuidos por un sentimiento superior permitieron la manifestación de nuestra particularidad cultural, cuestión que es el origen de nuestras tradiciones y su resabio de instituciones. Esta postura que asume el movimiento para escrutar la historia y rescatar en ella la esencia de la nacionalidad, carece de todo sustento, tornándose incluso en ahistórica, pues, al desarrollar el estudio positivo de esta nos encontramos con virtudes que devienen en absurdos o accidentes, como diría Foucault desde su postura genealógica. Siguiendo al citado autor, podemos develar que las tradiciones, no tuvieron su origen en la comunión de virtuosos, sino por el contrario son fruto del "suceso", entendiendo a este como el trastrocamiento de las relaciones de fuerzas, que permite la irrupción de determinado hecho. En definitiva podemos afirmar que, no hay virtud superior que se sostenga al escrutinio de la práctica, por lo tanto, movimientos como los analizados fundamentados en visiones idealizadas y articuladas alrededor de discursos, antes que de hechos concretos y materiales, carecen de consistencia, estando condenados a repetir, en una suerte de circulo vicioso el pasado que desechan. Esto se explica, por el hecho que estos movimientos no se hacen parte de la realidad concreta, tomando real conciencia de las causas que determinan los problemas presentes, más bien pretenden un cambio radical, a partir, de las señaladas visiones idealizadas y suprahistóricas. Lo anterior, Ortega y Gasset, lo identifica como el problema de los Anti (anti-liberalismo, anti-materialismo, etc), en este sentido el referido autor, nos llama a ocupar la historia integra, para ver si logramos escapar de ella y no recaer en ella.

Lo hasta aquí expresado, nos devela la insolvencia del discurso de los movimientos nacionalsocialistas, pero no explica el apoyo que estos movimientos tienen. Baste mencionar un solo hecho, para fundamentar esto: Datos extra-oficiales señala que en el país existen unas 350 células neonazis y 3500 miembros esparcidos por el país. La explicación de este hecho la encontramos a partir del análisis de los continentes en los que se mueve el movimiento. Así tenemos, por una parte, el plano espiritual, y por otra el plano político, terreno en el cual se inscribe el proyecto del movimiento.

En lo que he llamado el plano espiritual, encontramos dos razones que pueden fundamentar el encantamiento que el movimiento despierta en ciertos sujetos:

  • La recomposición de estados emotivos fragmentados: el movimiento encierra en su accionar, dicha posibilidad, pues, otorga un sentido de vida colectivo, que da seguridad y facilita la recuperación de los desacoples afectivos, que originan los problemas contingentes. De esta forma, el apoyo del movimiento, se vera mermado con la generación de políticas públicas inclusivas, construidas de manera participativa y que vengan a superar las manifiestas desigualdades materiales y de derechos que experimenta nuestra sociedad. Con dicho ejercicio, la ciudadanía se sentirá parte de un relato histórico común en el que todos aportamos a su construcción y por el cual nuestras precariedades paulatinamente estarán en vías de superación.
  • Una explicación mucho más sostenible, es aquella que pretende aunar en una visión integrada, cuestiones de carácter subjetivo, cultural y estructural. Fromm, nos señala a este respecto que, rasgos de nuestro carácter subjetivo tiene expresión en el carácter social, entendiéndose este por, el núcleo esencial de la estructura del carácter de la mayoría de los miembros de un grupo; núcleo que se ha desarrollado como resultado de las experiencias básicas y los modos de vida comunes del grupo mismo. Ciertos elementos de este carácter, identificables con una cierta tendencia cultural a la aceptación de regímenes totalitarios, entre otros aspectos similares, pueden manifestarse en razón de ciertos cambios estructurales de la sociedad y, de esta forma, motivar e impulsar determinados procesos sociales que conduzcan al advenimiento de aquellos regímenes. En palabras de Fromm, los rasgos caracterológicos dominantes se vuelven fuerzas constructivas que moldean el proceso social. Si pretendiéramos explicar la relevancia del movimiento por este medio, nos veríamos en la obligación de estudiar los rasgos culturales de nuestra sociedad y develar la existencia de algunos de carácter autoritario, que motivaran el desarrollo de este tipo de movimientos sustentados en proyectos políticos totalitarios. Cuestión dable de analizar ante un escenario cultural en donde vastos sectores de nuestra sociedad dan sentido a su accionar en sociedad sustentados en el imaginario del orden, que niega la posibilidad de disenso, herencia nefasta del influjo elitista en la construcción histórica de nuestra sociedad y su lógica patronal.

Desde el plano político, nos encontramos con al menos dos características que pudieran explicar el apoyo del movimiento. Ambas características, surgen de las falencias que presenta el propio sistema político.

  • Ambivalencia del discurso político: Baumann, nos señala en Modernidad y ambivalencia que el lenguaje tiene como principal función, el nombrar y clasificar. Dicha capacidad nos permite estructurar el mundo, cuestión que se potencia con el aprendizaje y la memorización, capacidades en donde el lenguaje también tiene radical importancia. Lamentablemente en el plano político estas capacidades no se satisfacen plenamente. Los discursos políticos se mueven en la ambivalencia, por lo tanto, no son fáciles de interiorizar por los sujetos, pues, los conceptos que manejan hacen referencia, indistintamente, a un variado campo de significados y tienden a situarse lejanos a los signos que pretenden identificar. Vale decir entonces que, la actividad política presente, construye sus discursos a partir de una variada gama de baterías conceptuales, generando, discursos ricos en forma, pero carentes totalmente de contenidos, pues, no hacen referencia concreta a los elementos materiales que deberían condicionar su práctica. Es así como, conceptos como libertad, justicia, democracia, derechos humanos, muchas veces permanecen en la condición de principios meramente abstractos sin una concreción en el mundo material, en sociedades reales, en los sistemas políticos, en las formas de administrar el Estado, y sobre todo en la existencia social de sujetos de carne y hueso, que animan todos los días la vida social en los distintos ámbitos. En términos sucintos, muchas veces la política genera prácticas discursivas desarraigadas de la realidad concreta que experimentan los sujetos, en los cuales conceptos como los mencionados están lejanos a vivenciarse plenamente De ahí que la apuesta es ha engarzar discursividad con praxis política, lo que implica necesariamente la explicitación de las reformas estructurales que debe afrontar nuestra sociedad para llevar a la concreta realidad la justicia, la libertad, la democracia, etc
  • Otro elemento que coopera en la situación analizada, tiene estrecha relación con la situación anterior, y hace referencia a la constante lejanía de la política normativa de la práctica cotidiana de la ciudadanía. Esto resulta nefasto, ya que, por una parte, esta es la manifestación concreta del grado de autonomía que ha alcanzado el sistema político, quien, esta en condiciones de hacer absoluta abstracción de los que se supone le otorgan el poder. El sistema de la política normativa, se ha tornado autorreferente, circunscrito a un circulo exclusivo y con capacidades autopoieticas. Por otra parte, esta forma de actuar del sistema político, determina que no se haga parte del proceso que están viviendo nuestras sociedades. La contingencia y los riesgos que esta lleva impresa, ha posibilitado que las prácticas desplegadas en el mundo de la cotidianeidad adquieran fundamental importancia. Es en la práctica en donde construimos identidad y donde desplegamos nuestras capacidades para articular estrategias de sobrevivencia eficientes, por lo tanto, el mundo de la cotidianeidad se ha tornado en el lugar político por excelencia, entendiendo esta como, la movilización hacia un fin racionalmente alcanzable. Este proceso se ha dado en denominar subpolitización. Entendiéndolo como: …la política no dentro del sistema de democracia del estado nación, viene a significar un desplazamiento temático desde las esferas reducidas de la política convencional hasta ámbitos que hasta ahora habían permanecido componiendo ámbitos despolitizados. Es así como la práctica cotidiana de los sujetos se constituye en una matriz fundamental para alimentar las formas en que debe desplegarse la política en el actual escenario y así propiciar las reformas estructurales necesarias para potenciar nuestro desarrollo social .

De lo anterior, podemos concluir que la fortaleza de estos movimientos, no es logro único de su actividad proselitista, sino más bien es una manifestación de la reacción de la gente ante un contexto que la oprime; reacción que podemos considerar marcadamente emotiva, pero que responde a una situación concreta como son las persistentes desigualdades que aún existen en nuestra sociedad , excluyendo de esta a vastos sectores de la población y poniéndolos en disposición de acoger formas de reacción como las analizadas, legitimadas en el odio al otro identificado como aquel impío, que cual lastre imposibilita el despegue social, que vendrá a dar justicia a los bien nacidos en esta patria. Ciertamente un ejercicio político fundamentado en una democracia inclusiva y que persigue la superación de las desigualdades materiales y de derechos de nuestra sociedad viene a significar una profilaxis adecuada ante esta patología social y esa es la tarea a la que la ciudadanía debe abocarse.

Bibliografía.

Bauman, Z: Modernidad y ambivalencia. in: Las consecuencias perversas de la modernidad, Anthropos, Barcelona, 1998.

Beck, Ulrrich: La Sociedad del riesgo, Paidós, Barcelona, 1998

Berger, Peter y Luckman, Thomas: Modernidad, Globalización y Crisis de Sentido, Paidos, Barcelona, 1992..

Blumer, H: Interaccionismo Simbólico, Hora, Barcelona, 1982

Fromm, E: El miedo a la libertad. Ed. Sociológicas, Buenos Aires, Argentina, 1989.

Giddens, A: Modernidad y Autoidentidad, (In: Las consecuencias perversas de la modernidad, Anthropos, Barcelona, España, 1996)

Luhmann, Niklas: Sistemas sociales, Antrophos, México, 1996

Ortega y Gasset, J: La Rebelión de las Masas .Cultura, Santiago de Chile, 1936

Robles, Fernando: El desaliento inesperado de la modernidad, Ediciones Sociedad Hoy, Concepción, 2000.

Savarino, F: Los retos del nacionalismo en el mundo de la globalización (in: "Convergencia", Núm 26, Septiembre-Diciembre del 2001)

Weber, Max: Economía y Sociedad, FCE, México, 1969.

 

 

 

Autor:

Pedro Luis Belmar Riffo

estudios: Licenciado en Sociología, Universidad de Concepción, Chile

Fecha realización: Junio del 2006

Partes: 1, 2
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