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Utila, Islas de la Bahía (página 3)

Enviado por ahrbom


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Mientras las cosas permanecían así, Dios levantó de entre el pueblo a un hombre que tomó a su cargo la dirección del culto público y este hermano se sostuvo por varios años sucesivos, sirviendo dos cultos los domingos. Otros obreros continuaron después, de modo que por muchos años los servicios se dieron regularmente, tanto en la semana como los días del Señor.

En 1890 y 1891 una gran ola de avivamiento barrió la isla y la membresía de la iglesia creció de 26 a 127. El Reverendo Terence M. Sherlock era entonces superintendente del circuito de Roatán. Alentadores resultados rindió su labor en el área.

Durante la ola de avivamiento, el Reverendo J:K: Braham, B.D., visitó la isla y obtuvo en un solo servicio, de 14 a 15 nuevos files. El dijo dos sermones muy alentadores: Uno de Hebreos 12:16 y el otro del verso 22 del mismo libro y capítulo. El sermón de la mañana, del último texto, fue muy alentador para los maestros de religión; y el de la tarde, del primer texto, tocó las conciencias de todos los hombres y causó profundas y duraderas impresiones en muchos corazones.

Por otra parte, Dios, "Quien prepara su labor a través del tiempo y la realiza con los instrumentos más débiles cuando el momento es llegado", se complació en bendecir también los esfuerzos de los predicadores locales de la isla, durante este avivamiento y los nuevos feligreses se unieron a la iglesia firmemente. Estas maravillas fueron forjadas por el Espíritu de Dios. Sean para El, siempre, la honra y la gloria.

+ Conforme a fechas que Mr. Webb anota en otro lugar, la presente fecha d estar equivocada.- N del A.

La sociedad es ahora muy próspera. El ministro del área nos visita una vez cada trimestre y pasa dos domingos con nosotros.

El Reverendo Henry Tregoning realizo una noble labor en el Circuito de Roatán. Su ministerio en Utila está marcado por muchos avivamientos y épocas de profunda bendición espiritual. Y por su gracia y forma de tratar a los demás, se dio a querer de los isleños. Construyó iglesias en muchos pueblos y aldeas de Roatán. Organizó una banda, compro los instrumentos y enseñó a tocarlos. La banda ha sido un éxito para la comunidad.

El Señor Tregoning tuvo éxito formando sociedades en Guanaja y antes de dejar el parea, ya había comenzado la construcción de una cómoda capilla y por otros medios, consiguió el material y aportó ayuda para terminarla.

Frecuentemente predicaba en español para aquellos que hablaban este idioma y pronto perfeccionó esta lengua, estudiándola en libros.

En la Ceiba se construyó una capilla conforme a la época y número de feligreses, lograda mediante su coraje y destreza. Por supuesto que Mr.Mac-field, el dirigente metodista de allí, se merece también mucho crédito. El consiguió contribuciones y dirigió el trabajo y el Sr. Tregoning supo reconocer sus méritos.

La Sociedad de La Ceiba fue organizada primero por el Rev. Thomas B.Angold, Obispo de Honduras. El señor Angold llegó a La Ceiba desde aquí. Algunos de los hermanos lo acompañaron. Yo también fui con ellos, no me hubiera perdido esa circunstancia feliz por nada del mundo.

Nuestra estadía fue corta, menos de un día, pero en esas pocas horas se lograron muchas cosas buenas. Las personas de habla inglesa y unas pocas del idioma español, se reunieron en una de las casas a la hora prevista. El Sr. Angold predicó sobre los versículos 9 y 10 del Cáp. 18 de los Hechos. El mensaje estaba lleno de energía. El Espíritu Santo estaba presente. Fue un momento glorioso y muchos se convirtieron. Ese día la bendición de Dios llegó a La Ceiba.

Contestando una carta mía, el Sr. Tregoning escribió: "Sus actividades misioneras han reunido 725 dólares, una cantidad buena para Utila; pero, La Ceiba… ¿Cómo pudo recaudar 477 dólares? fue un gran día cuando crucé en la "Little Hiller" y prediqué en la casa del señor Simona".

En compañía del Reverendo Robert Cleghorn, el señor Tregoning hizo varios viajes de evangelización en las islas. Ellos se proponían realizar varios cultos en cada pueblo y aldea, desde Guanaja hasta los Cayos de Utila. Dios comenzó sus esfuerzos, pues en cada ocasión los servicios resultaron en una gloriosa cosecha de almas, enriqueciendo las iglesias al incrementar el número de feligreses y causando felicidad en la tierra y el cielo por el arrepentimiento de los pecadores.

Al terminar su misión, el señor Tregoning regreso a Inglaterra.

El Reverendo Thos.H. Caddy es el actual superintendente del Circuito de Roatán. Es un

hombre dinámico, sus esfuerzos han tenido éxito en lo que se refiere a misiones extranjeras.

En 1901 recibió de la gente de Utila la cantidad de 804 dólares, en contribuciones.

Las reuniones misioneras en este año (1901), fueron muy bien atendidas y la gente respondió con mucha más generosidad. A comienzos de 1903, el señor Caddy en compañía del Reverendo Joseph Prior, dirigió una serie de servicios de evangelización en este lugar. El resultado fue un glorioso avivamiento y una cosecha de almas para la iglesia.

El Reverendo James W.Lord, obispo del Distrito, visitó el área en 1901, llegando primero a Utila. La gente lo apoyó y firmaron con alegría las peticiones para tener un ministro. Así que de aquella pequeña sociedad metodista de la época del señor Webb ha surgido un grupo importante, lo suficiente para formar un área separada en el futuro. Con un ministro fijo en Utila. La Ceiba podría tener visitas frecuentes y regulares de la Misión.

Otras estaciones se abrirán y otras sociedades se formaran en los florecientes pueblos a lo largo de la costa del país; y el despliegue de la Iglesia Metodista será seguro en esa área.

Muchos de los isleños frecuentemente hablan con afecto de los misioneros.

Nosotros reconocemos con mucha gratitud que nuestros pulpitos han sido llenados con nobles y piadosos hombres, uno de los cuales, el Reverendo George Sykes, se convirtió después en Presidente de las Conferencias de las Indias Occidentales.

Ahora, el Adventismo del Séptimo Día fue traído a la isla bajo circunstancias distintas. Pronto encontró algunos adeptos, y solamente una fe firme en nuestro sistema ha sido capaz de prevenir el esparcimiento del Adventismo en la isla. De algún modo, la literatura adventista, por medio de revistas, ha podido infiltrarse en la isla, y fue debido a la lectura de estas, que nuestra gente se familiarizo con esa secta.

Con el tiempo leímos los hechos, casi fantásticos, escritos en "El surgir y progresar del Adventismo del Séptimo Día", y comenzamos a darnos cuenta de que pocos aceptaron sus puntos de vista.

Anteriormente, sin embargo, la señora Gutrom, de California, visito la isla. Esto fue en 1886 (?). Ella se había ido de aquí hacia California muchos años antes y mientras vivía allá se convirtió en una fiel seguidora del adventismo del Séptimo Día.

Cuando vino llego a muchos hogares con el fin de fijar la idea del Adventismo. En Roatan tuvo éxito al lograr que dos o tres familias aceptaran sus principios.

Después de una corta estadía, la señora Gutrom regreso a los Estados Unidos.

Elder Hutchins y su esposa llegaron a Roatan a principios de los 90. Son amigables y simpáticos. El Sr. Hutchins demostró ser un hombre activo y practico, con cualidades de un buen orador. Fue de isla en isla predicando y leyendo, especialmente sobre el séptimo día como el Sábado del Señor; sobre el segundo Advenimiento de Cristo; sobre los Mandamientos, etc.

Su predicación logro una fuerte impresión en la mente de mucha gente de las islas, que fue persuadida. En Guanaja su enseñanza fue mas pronunciada, y el Sr. Hutchins rápidamente estableció una vigorosa sociedad en la isla.

También se hizo dueño de una cómoda casa de reuniones que la gente de las islas, que fue persuadida. En Guanaja había construido tiempo atrás. Sus esfuerzos de evangelización fueron un éxito.

Sintiendo la necesidad de un barco que lo movilizara de un lugar a otro, se mando a construir uno.

El trabajo fue realizado por kirkconnel Bros, de Guanaja. Pronto terminaron la construcción, y lanzaron a navegar el "Herald". En este barco el Sr. Hutchins extendió su labor misionera a lugares alejados de la isla.

En varias partes de Roatan se logra convertir a algunos al Adventismo, pero en total fueron pocos en toda la isla. En Utila fue evidente que unos pocos miembros de la Iglesia Metodista se inclinaron al Adventismo.

Por supuesto, se hicieron esfuerzos, tanto por los ministros como por lideres, para reforzar la de estos dudosos.

En 1894 la lealtad de nuestra gente hacia el metodismo, fue puesta en prueba. Fue en marzo, creo, de este año, cuando los hermanos Hutchins y Emmerson, y sus esposas, llegaron aquí, previo nombramiento. Venían para sostener largos servicios y enviar mensajes a la gente. Para su propósito trajeron una gran tienda de campaña, la cual colocaron en un lote vacío de un área importante de la isla. Los servicios se dieron todas las noches de la semana, excepto los domingos, durante 4 o 5 semanas seguidas.

Los hermanos fijaron turnos para dar los servicios religiosos. Una noche lo hacia Mr. Hutchins y otra Mr. Emmerson. Cada noche la tienda de campaña se llenaba de gente ansiosa de oír el sermón y comparar las religiones. Fue una época de gran emoción. Todos buscaban su Biblia para comprobar lo expresado por el predicador. Cada palabra se discutía y, finalmente todos se regocijaban con la verdad de nuestro Divino Señor Jesucristo.

En realidad "había una gran búsqueda de corazones", y nos dimos cuenta que habíamos confiado en algo que no era vano, porque "conocemos en quien hemos creído", y nos damos cuenta de que "ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni los poderes, ni nada presente, ni nada futuro, ni la altura, ni la profundidad, ni ninguna otra criatura, podrán separarnos del amor de Dios, el cual esta en Jesucristo, Nuestro Señor". Romanos 8: 38-39.

Pero todo es bendecido para hacernos huir del pecado; cada doctrina, por tonta que parezca, es bendita, y nos ayuda a sobreponernos de la embriaguez para salvarnos del infierno.

Siempre los misioneros iban trabajando de casa en casa, utilizando sus cualidades persuasivas y fortaleciendo sus argumentos con pruebas textuales de la Biblia. Lucharon incansablemente para convencer a la gente del error "de su religión", e inducirlos a aceptar a Cristo desde el punto de vista Adventista.

No pocos escucharon, vacilantes, rendidos. Así se formo una sociedad Adventista del Séptimo Día, y se erigió una iglesia.

La señora Helen Morgan y Joseph C. Bodden fueron los primeros en bautizarse como miembros.

Así que los servicios nocturnos en la tienda, apoyado por las visitas diurnas de casa en casa, rindieron buenos frutos a los Misioneros.

La gran mayoría de los isleños permanecieron firmes en su fe, y en su fidelidad hacia la Iglesia Metodista. En ausencia del ministro metodista, los otros predicadores hicieron lo posible por enseñar a nuestra gente que nosotros teníamos "la verdadera luz". Fue en esta época cuando Tío Jimmy predico un útil sermón del texto: "Jesucristo, el mismo ayer, hoy y siempre", Hebreos 13,8. Un vistazo a este texto nos da la idea de la línea de pensamiento del predicador. Ciertamente el sermón fue adecuado para avivar las almas dudosas.

Yo fui afortunado, también, por haber leído previamente un esplendido librito titulado "El manual del Sábado", por el Reverendo Justin Edwards, D. D. llevando al lector a los días de los Apóstoles, y haciendo copiosas citas de los escritos de los Padres de la Iglesia en apoyo de la observancia del sábado cristiano, el Doctor Edwards ha traído sobre este asunto una claridad excepcional.

El Rev. Paul Ellis, quien leyó el libro, opino que es lo mejor sobre este asunto que el ha leído, y agrego: "No se como se podría dudar, después de leer este libro, que el Domingo es el día apropiado para los cristianos".

Habiendo cumplido su objetivo, los Ministros Adventistas finalizaron los servicios en la tienda de campaña. Esta fue quitada, y el señor Hutchins y su esposa retornaron a Guanaja, dejando a Elder Emmerson, con su esposa en este lugar.

Y así concluyo una de las épocas más emocionantes en la historia de Utila.

Pero el señor Emmerson no quedo desocupado. Continúo evangelizando, predicando regularmente, y visitando hogares todos los días. Era un buen hombre, y fiel a su causa.

Mientras esto sucedía, la isla fue visitada por el Reverendo P. Ellias, uno de los predicadores metodistas. Había sido designado para el área de Roatan en ese trimestre, y andaba realizando su visita pastoral a Utila. Predico sobre el sábado varias veces, ante la presencia del señor Emmerson.

Sin mucha locución, pero usando un lenguaje adecuado, el señor Ellis hablo bien sobre el tema, y por medio de bien elaborados y memorizados discursos, fortaleció la fe de nuestra gente.

Elder Goodrinch es el actual Superintendente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en las islas de la Bahía. Todos los miembros de la iglesia lo estiman mucho.

Capítulo IX

Ataque a Utila

La dulce serenidad de nuestra isla fue rudamente perturbada en un brillante domingo de octubre de 1873. Era una linda montaña, y el dulce reposo del sábado había comenzado. Los pensamientos de la gente estaban dirigidos hacia la meta de pasar las horas meditando, orando y alabando al Señor. Pero el anuncio de que un barco se acercaba causo excitación y confusión general, pues la gente temía que hubiera perturbaciones.

Al parecer, el vapor "General Sherman" había salido a realizar una expedición contra Honduras, llevaba a bordo un grupo de ricos guatemaltecos descontentos, cuyo objetivo era evadir el territorio hondureño.

El "General Sherman" había venido antes, en Junio de 1873, parando primero en Utila y zarpando luego hacia Trujillo. Yo estaba en Trujillo, a bordo de una goleta comercial. El Sherman anclo en Puerto Castilla, hacia el extremo mas cercano a Trujillo. Había gran excitación en la costa, tanto en el pueblo como en el fuerte, cuando se acercaba. Evidentemente, los oficiales estaban esperándolo, y conocieron su condición beligerante cuando izo su bandera.

Después que hubo anclado, el Comandante del puerto obtuvo los servicios de una goleta comercial llamada "Ala Blanca", creo, que se anclaba en la bahía, para que sirviera como correo. La envió con una nota para el Capitán del Sherman.

Deben de haber rechazado las demandas de tierra, porque al regreso de la goleta, los cañones abrieron fuego desde el fuerte, contra el barco. Las balas pasaron silbando sobre nuestras cabezas; pero el Sherman estaba fuera de su alcance.

A la mañana siguiente el Sherman se acerco a la parte alta de la bahía de Trujillo, y desembarco dos botes cargados de hombres, que marcharon de inmediato sobre el pueblo, y los botes siguieron con las armas a raya de costa.

Las armas fueron desembarcadas cerca de la Guardatura, y más hombres fueron transportados desde el barco.

Esto produjo, desde luego, enorme excitación en la ciudad. Los habitantes estaban sobrecogidos de pánico, ante la inminencia de una batalla que se sostendría en las calles, frente a sus casas.

Pero esto se evito, pues las tropas de tierra, escasas en números, abandonaron ordenadamente el puerto, mientras los invasores subían la colina y tomaban posesión del fuerte.

Al día siguiente, muy de mañana, habiendo sido reforzados, las tropas hondureñas marcharon intrépidamente contra el pueblo, y atacaron a los invasores; pero fueron repelidos, con pocas bajas en ambos bandos.

El señor Bodden y yo nos encontrábamos en uno de los almacenes de la costa cuando se dio la alarma, y huimos precipitadamente hacia nuestro bote. Cuando hubimos, con dificultad, alcanzando el barco en que viajábamos, vimos al Coronel Young, que era pasajero lo mismo que nosotros, bajando la colina a gran velocidad, pidiéndonos vigorosamente que le enviáramos el bote a la costa. Los disparos ya tronaban por el aire.

El General Sherman permaneció varios meses en esta agua, yendo de puerto en puerto. Cierto día, como iba diciendo al inicio del Capitulo, zarpo hacia Utila, donde exigió la rendición del pueblo y de las tropas que había en la costa.

Siendo rechazada la demanda, se inicio un violento ataque desde el barco, dirigiendo sobre el pueblo una lluvia de balas, y disparando sin cesar desde las 9 del domingo por la mañana, hasta cerca del atardecer del mismo día.

Antes de que comenzara el fuego, las autoridades civiles y militares advirtieron ala ciudadanía que debían retirarse a prudente distancia. Mr. Jacob Prudot, de Trujillo, era entonces el magistrado jefe de la isla. El capitán Landa comandaba las tropas. Ambos caballeros se condujeron en forma digna y encomiable durante la refriega:

Atacando sus órdenes, rápidamente pusimos nuestras familias en los botes y los llevamos al extremo opuesto del pueblo. Bien recuerdo que, en nuestra precipitada fuga, la estimada señora "Abuela Cooper", chapaleaba en el agua sin que nadie lo socorriese. Me apresure a cogerla y la subí a mi lancha, llevándola a salvo a la pequeña goleta donde había puesto a mi esposa y mi niño. Las lluvias que se soltaron esa noche, aumentaron grandemente nuestras incomodidades.

Ni un solo tiro se disparo desde el barco hasta que sus oficiales se hubieron asegurado de que la población civil estaba a salvo. Hasta entonces se abrió el fuego, y una tormenta de plomo perforo nuestros dulces hogares.

Dos escuadrones de soldados hondureños estaban por esa época estacionados en la isla, en un total de 120 hombres. Militares y civiles se portaron noblemente. Repelieron con bravura el ataque lo mas que pudieron, protegiéndose detrás de las casas, etc., pero frecuentemente se expusieron de frente al peligro. El viejo cañón situado en el muelle, era cargado por soldados experimentados, y se disparo con frecuencia durante el día.

Un grupo de hombres del barco intento varias veces desembarcar, pero los soldados, siempre alerta, se lo impedían. Los hombres del Capitán Landa eran muy disciplinados, y todos merecieron un profundo respeto por la valentía demostrada en esta ocasión inolvidable.

Por supuesto, el culto público no pudo realizarse aquel terrible día. Pero seguramente muchos corazones elevaron en silencio sus oraciones al Altísimo y, ¡Bendito sea su nombre!, el no nos abandono, soportamos pacientemente las experiencias, que duraron varios días. Forzados a abandonar nuestros hogares, cortos de provisiones; acampando en chozas construidas con tosquedad y rapidez, pasando noches de desvelo con bandadas de mosquitos a nuestro alrededor, las incomodidades eran aumentadas por las constantes lluvias. Nuestras esposas y mujeres temían, pero no se quejaban y nuestros hijos nos preguntaban muchas cosas poco envidiable era aquella situación.

¡Que tiempos aquellos ‘Podríamos intentar describir la excitación, el pánico, los sufrimientos de la población, los temores de muchos; pero ¿Quién podría añadirle justicia al tema?

Sin embargo, habiendo al menos probado los espantosos horrores de la guerra, podemos simpatizar con aquellos que sufren al tener al enemigo acuartelado a su alrededor.

Para ellos, el llamado de la corneta, el redoble del tambor, la marcha de la infantería, el reporte de la mosquetería y el estadillo del cañón, significan todo, excepto paz y comodidad.

Pero con el tiempo el fuego ceso. El barco partió y la tranquilidad reino nuevamente. Unos días después dejo de llover y el sol apareció en su gloria tropical. Entonces las autoridades nos permitieron retornar a nuestras casas. Y la batalla de Utila con el sufrimiento de los pobladores, quedaron en el pasado.

Capítulo X

Presidentes visitan la isla.

En los últimos años Utila ha sido visitada por tres Presidentes. Los isleños, apreciaron altamente este honor, organizaron una entusiasta bienvenida en cada ocasión, e hicieron lo máximo para entretener a estos visitantes, quienes venían a inspeccionar esta parte del dominio que gobernaban.

El General Brogan vino primero. El navego en el yate de vapor hondureño "General Morazán", llegando aquí en Junio de 1886.

Antes de su venida, había enviado una nota pidiendo que no se realizara ningún recibimiento público a su llegada. De acuerdo a su petición, se hizo una recepción intima, pero cordial y llena de simpatía. Pero era notorio que los isleños estaban de fiesta: las tiendas estaban cerradas; las calles y edificios estaban engalanadas con palmas y flores; los fuegos artificiales resonaban en las calles, y, ocasionalmente, sonaba el estallido de un cañón en honor del Presidente. Un grupo de ciudadanos respetables había sido designado para recibir al Presidente y su comitiva, y llevarlos a tierra. El estaba desayunando cuando llegamos al barco. Mas tarde vino a cubierta a darnos la mano, y después de una corta conversación, nos hizo saber que estaba listo para ir a tierra. Eran como las once de la mañana cuando desembarcaron. Fueron recibidos en la casa del Capitán Woodville y su amable familia.

La gente vestía sus mejores galas, y muchos fueron invitados a saludar al Presidente. El, cordialmente les dio la mano y hablo con ellos. Se hizo todo lo posible, dentro de las circunstancias, para demostrar reverencia al Jefe del Ejecutivo de la Republica.

Ya por la tarde, una delegación de ciudadanos influyentes llego a la isla desde Trujillo. Vinieron en el vapor "S. Otery", bajo el comando del General Henry Pizzati. El Doctor Matute, quien encabezaba la delegación, invito al Presidente a visitar Trujillo, mediante un elocuente y efectivo discurso. El General Pizzati también lo invito a utilizar los servicios de su rápido y cómodo barco para el resto de su viaje.

Pizzati había venido desde Trujillo expresamente a recibir a su excelencia en este lugar.

El General Bogran, utilizando las palabras correctas, acepto ambas invitaciones y, el y su comitiva, partieron hacia Roatan y Trujillo esa misma noche.

El Doctor Don Policarpo Bonilla fue el siguiente en venir, realizo una extensa gira a través del país, llegando aquí por la mañana, un domingo de 1897.

Amplios preparativos se habían hecho para recibirle, y buen numero de personas, hombre, mujeres y niños, con sus trajes domingueros, le esperaban en el lugar de desembarque, para recibirlo y saludarlo. Las banderas flameaban y los cañón retumbaba. Los niños de la escuela cantaban; todo el mundo aplaudía y daba la bienvenida al Presidente de nuestro país.

Una hilera de bellos botes, arreglados especialmente para el servicio del Presidente y su comitiva, conducidos por remeros bien entrenados, fue puesta a su disposición.

Cuando salio del barco, un cañonazo se disparo a bordo, y una banda rompió con su alegre música. Cuando bajo otro cañonazo le saludo en la costa y continuo varias veces durante el día.

El Honorable Señor Eugene Jarnigan, Cónsul de los Estados Unidos, se mantuvo en la delantera del grupo de prominentes ciudadanos isleños, al recibir y saludar al Presidente.

Sobre el muelle, preparado para recibir al Presidente, se erigió un barco de madera en el que aparecía escrita, en español, la palabra: "Bienvenido". La calle principal se adorno con arcos de palmeras y flores.

En la casa arreglada para su alojamiento – la vivienda del señor Carrol Thompson- las demás tocaban el piano a intervalos; algunas de ellas cantaban alegremente. Nada se escatimo para hacer agradable y amena la estadía del Presidente y los otros personajes que le acompañaban.

Habiendo pasado un día grato, el Presidente y su comitiva salieron hacia otros lugares esa misma noche. Regresaron el viernes 1º. De octubre. En esta ocasión se dio un gran baile en su honor. Esa tarde la pequeña Ada Howell regalo al Presidente un plato de cristal lleno de hermosas conchas de coral blanca del mar. El Doctor Bonilla agradeció este amable gesto, tomando a la niña entre sus brazos.

El baile terminó a las 3 de la mañana siguiente, y la comitiva salio en el barco "Rover", bajo el mando del cortes Capitán Reed.

El último visitante distinguido fue el General Terencio Sierra. Venia acompañado de su simpática esposa y linda hija, y también por un grupo grande de militares y civiles, entre los cuales se encontraba el General Manuel Bonilla. Venían también el mayor Burke, el Señor Altschul, el señor Inés Navarro, brillante escritor de la prensa nacional, y muchos otros. Esta comitiva llego el 17 de agosto de 1901, a bordo del guardacostas hondureño "Tatumbla".

Las autoridades municipales y todos los habitantes unieron sus esfuerzos para brindarles la mas cordial recepción. Y, para esto, los isleños fueron apoyados por un grupo de ricos beliceños que habían llegado a Utila a bordo del yate "Teresa" con el fin de conocer al Presidente hondureño.

Este grupo estaba conformado por el señor Maitland, Cónsul de Honduras en Belice; el señor Walshe, Gerente de la United Fruit Co’s S. S. Line; su elegante esposa, y otros, damas y caballeros.

Con respecto a esta recepción, he traducido el siguiente corto párrafo de una publicación hecha en "El Pabellón de Honduras": "El Tatumbla arribo al puerto de Utila cerca del mediodía. El pueblo entero se encuentra de fiesta esperando al Presidente. Tan pronto como el Tatumbla anclo y sonó su silbido, los botes de la costa fueron enviados para llevarnos al lugar de desembarco. Primero, como era lo correcto, vino el bote que llevara al Presidente y a su familia. Este tenia asientos muy cómodos, un elegante toldo, y un grupo de elegantes y amables remeros. Al llegar al pequeño muelle nos encontramos con hombres de mejilla sonrosadas, largas barbas blancas, ojos azules, de aspecto grave pero agradable, de costumbres sencillas pero correctas, bien y limpiamente vestidos, alternando el ingles y el español; y grupos de mujeres rubias, de bonita figura, amigables, vestidas elegantemente, bellas –muy bellas- limpias física y espiritualmente, algunas usando con soltura los dos idiomas; y una multitud de niños y niñas blancas como la flor del lirio, tan sonrosados como el castaño, alineados en filas a ambos lados de la calle, ondeando banderas, cantando, sonriendo y brillando como una aurora en abril. Nosotros pensamos, y así será, que estábamos entre gente civilizada de otra raza, pero asimilada a Honduras por intereses y convicciones comunes.

Después de la espléndida recepción, un desayuno agradable y variado fue servido".

El baile que se dio esa noche en honro del Presidente resulto todo un éxito.

Al día siguiente, en una reunión publica, uno de los ciudadanos leyó una petición firmada por todos los isleños, rogando se le concediese tener un Puerto Libre en Utila.

El Presidente no desalentó sus esperanzas, pero les hizo saber que estaba en la potestad del Congreso una decisión final, y con gracia recomendó que la petición le fuese remitida a Tegucigalpa.

Los peticionarios aun no han realizado su deseo, pero "El Pabellón de Honduras" los anima a no perder las esperanzas. Este dice: "Tarde o temprano el puerto libre de Utila será una realidad".

La necesidad de un puerto libre, o de, al menos, un puerto con tarifas bajas, ha sido un tema que produce agitación entre la gente. Tiene sus defensores y sus opositores. Generalmente se admite que, por muchas razones, algunas ya mencionadas en la petición, Utila es el mejor sitio de Islas de la Bahía para el establecimiento de un puerto libre.

Los modales del general Sierra fueron los mas corteses y afables. Hablando en ingles, dirigió la conversación con destreza, facilitando el entendimiento a aquellos que no estaban familiarizados con el español.

Al caer la noche, el Presidente y su comitiva se embarcaron para iniciar su retorno a Puerto Cortes, y luego a la Capital. Y nuestros ciudadanos, gozosos del honor de haber hablado frente a frente con el máximo ejecutivo de nuestro hermoso país, regresaron a sus hogares a meditar sobre las emocionantes experiencias vividas en los dos últimos días.

Capítulo XI

El negocio bananero – Una prosperidad para Utila.

La empresa bananera fue la palanca que elevo a la población de Utila en sus negocios temporales. Hasta esta fecha el principal trafico había sido el comercio del coco, y su aceite, que se realizaba con Belice.

El cultivo del banano prometía convertirse en la industria mas lucrativa.

Algunos de los pobladores plantaron pequeñas parcelas de tierra con banano y retoñas de plátano. La tierra dio buenos frutos, representados en grandes racimos de sabrosa fruta, y el negocio fue lucrativo.

Este fruto se dio rápido, usualmente 11 o 12 meses después de haber plantado los retoños, y ya la fruta podía ser embarcada. Después la planta continua dando frutos, sin requerir el trabajo y gasto de replantarla.

Los gastos para el cultivo eran pocos, y el precio de la fruta, alentador. Los precios oscilaban entre cincuenta centavos y un dólar por racimo.

Al principio la calidad de la fruta de Utila no era lo suficiente buena para atraer los barcos fruteros.

Los plantadores se vieron obligados a llevar la fruta en barcos pequeños a Roatan, para venderla a las goletas que estaban cargando allí.

Pero los primeros pobladores de Utila fueron hombres de energía y resolución y bien capacitados para forjar una nueva nación. Trabajaron con determinación; limpiaron la tierra, plantaron mas retoños, y en corto tiempo Dios les recompenso con mayores frutos. Esta abundancia del sabroso fruto llamo finalmente la atención a los compradores de fruta, y rápidamente nuestra gente tuvo la satisfacción de ver la goletas solicitando el oro verde.

Este fue tiempo de prosperidad para Utila, y los habitantes disfrutaron la época como algo mágico. Todos tenían cosas en abundancia. Se decía que el dinero brotaba de la tierra, y en vez de decir: "Tierra de leche y dinero".

Una corriente de prosperidad llego como consecuencia natural, y también la demanda de mayores comodidades y progresos. La gente construía sus casas en las lomas. Luego, muchos lotes fueron abarrotados al mar, rellenando las orillas, para construir allí también.

Las casas de troncos con techo de paja desaparecieron, siendo substituidas por bellas construcciones de madera extranjera de pino, cómodamente amuebladas. Vagones carretas fueron importados para transportar la fruta desde las plantaciones.

Los comerciantes obtenían grandes ganancias, que eran pródigamente distribuidas.

Precios casi fabulosos fueron obtenidos por los comerciantes de Nueva Orleáns. Ciertamente, muchos se hicieron ricos.

El crecimiento del comercio del banano por estos lados es casi fenomenal. Después de exportar unos cuantos sienes de racimo, los cargamentos llegaron a varios miles por semana, en lugar d barcos pequeños como cargadores, grandes y veloces vapores aparecieron solicitando la fruta.

En la primavera de 1876 el Autor de este libro se encontraba en New Orleáns, de compras. Muchas goletas cargados con banana se encontraban a la espera en los muelles. El numero de racimo parecía muy grande, y los comerciantes de fruta estaban felices, porque las grandes importaciones de banano le significaban una cosecha de oro.

El Señor M. Machecca, quien después se convirtió en Presidente de la firma Machecca Bros., me dijo: "El negocio del banano esta ahora en su infancia. No esta lejano el día en que grandes barcos transportaran bananos a Nueva Orleáns, y la cantidad actual, grande como parece, será insignificante y completamente insuficiente para satisfacer la demanda".

Su profecía ha sido cumplida. Desde hace muchos años su firma ha poseído una línea de barcos de vapor que han transportado banano a Nueva Orleáns desde la Honduras Británica y otras partes.

El Señor Oteri, un comerciante de fruta altamente respetado en Nueva Orleáns, fue el primero en enviar un barco de vapor al negocio bananero. Este vapor se llamaba E. B. Ward, Jr. Después agrego otros vapores a la "Oteri Pioneer Line". El E. B. Ward, Jr. Realizo muchos viajes de éxito, pero al final se hundió en el mar mientras transportaba una carga de fruta hacia Nueva Orleáns, y todos los que estaban a bordo perecieron.

En este tiempo la gente del continente cultivaba en gran escala. Los barcos de vapor llegaban allá por sus cargas, y la venta de banano en la isla decayó. Se realizaba solamente durante tres meses en el año, de Abril a Junio. Los cultivadores de la isla, insatisfechos, declararon que la venta de fruta en tan corto periodo no daba para cubrir los gastos de cultivo. Así que dejaron en abandono las plantaciones.

Termino la prosperidad. En los últimos 3 o 4 años muchas personas han puesto de nuevo su atención en el cultivo del plátano, y, para la época en que se escribió este libro (1900), una buena porción de la isla esta siendo cultivada, y produce excelente fruto. En este año, 659, 850 plátanos han sido exportados.

Pero, para revisar nuestros adelantos, debo decir que Utila alcanzo la cúspide de su prosperidad como puerto frutero, en 1876. la siguiente tabla muestra las cantidades de frutas exportadas durante ese año:

Exportaciones 1876

Mas del número de racimos de banano que muestra la tabla se exporta ahora, anualmente, desde el continente.

Durante ese periodo de prosperidad, que se extendió por muchos años, nuestro panorama fue frecuentemente adornado por pequeñas flotas de goletas, algunas del Norte, principalmente de Pórtland. Las elegantes goletas de pesca: Lady Woodbury, J. G. Craig, S. S. Day, y otras, vinieron a hacer comercio, trayendo cargas de mercancía y maderaje, los cuales eran vendidos rápidamente entre los isleños. Los bienes se daban a cambio de frutas y cocos, o por dinero, según fuera el deseo del comprador.

En esos días tranquilos las goletas del Norte llegaban aquí en Enero y parían con su ultima carga de fruta, generalmente hacia Nueva York, en Junio. Así que la estaciona de fruta duraba de cinco a seis meses. Pero las goletas fruteras regulares de nueva Orleáns, como Helena, Whipple, Lily of the Valley, Jennie Wood, y muchas otras, continuaban con el comercio durante todo el año, excepto en los calmados y calientes meses de Julio y agosto.

En Utila hay como cuatro variedades de banano. Estas son: la roja, el loro, el manzano, y el francés, por supuesto, los plátanos no están incluidos en esta lista.

El rojo crece enormemente, y da pesados racimos. Se ha dicho que esta variedad cansa la tierra mucho mas rápidamente que las otras.

El loro no se cultiva, crece muy pequeño para merecer atención.

De la variedad "manzano" hay pocas plantas en la isla. No ha sido cultivado con fines de exportación. Se dice que cuando esta fruta empieza a madurar y se hornea con jalea, su sabor se asemeja a la manzana. De aquí su nombre.

La variedad conocida como banano francés es la que conforma la materia prima de consumo – el banano comercial. Es una fruta deliciosa y nutritiva. Los racimos crecen grandes y, en una tierra fértil, como la del continente, se seguirá produciendo.

Me imagino que el nombre de esta ultima variedad es a la que se refiere el Dr. R. D. Mussey M. D., en su libro: "Salud, sus amigos y adversarios", en el cual, apoyando su argumento a favor de la "Economía del alimento vegetal", escribe lo siguiente, lo que es un trozo sacado de la Enciclopedia Británica: El banano, que florece en una temperatura media de 75 grados Fahrenheit, produce mas substancias nutritivas que cualquiera otra planta, en menos espacio. Humbolt estima que un acre de tierra cultivada con banano es suficiente para sostener a cincuenta hombres, mientras que la misma extensión cultivada con trigo, sostendría escasamente las necesidades de tres."

Capítulo XII

Navegando en Bote.

El navegador en bote es un recurso fructuoso de ingresos para muchos isleños. Casi todo el comercio costero de esta parte de la Republica, es manejado por los marinos en sus pequeñas y bien equilibradas goletas. Por lo tanto, este factor importante en la vida de Utila.

Esta industria ha ido a la par de otros progresos obtenidos. Hace 35 años botes abiertos de 4 o 5 toneladas, con dos o tres excepciones, servían para nuestro propósito. Aun algunas canoas o "naves caribeñas" fueron empleadas para el comercio con tierra firme y otras islas. De estos últimos recuerdo:"Crucero", "Paso Rápido", "Culebra de Cascabel", y otros.

Pero, para el crecimiento del comercio allí, vino una demanda de grandes navíos y, en respuesta, pronto hubo una flota de bien cuidados barcos, parecidos a yates, que captaban desde seis hasta cincuenta toneladas de carga. Realmente seria muy difícil encontrar un grupo de botes tan buenos como estos. Son manejados por expertos marinos, que saben bien lo que hacen.

Hace unos pocos años la flota incluía cinco barcos de sesenta a ciento once toneladas de capacidad. Ellos eran: Storm King, Royalist, Clara L. Dyer, y F. B. Hiller. Se empleaban en el comercio de fruta entre Nueva Orleáns y este lugar. Los dos últimos eran propiedad de D. Warren & Co., y los otros de H. St. Martín, R. Woodville & Co., y R. H. Rose & Co.

El Storm king se hundió en el arrecife coralino "Gloria", cerca de las costas de Honduras Británica. Los otros fueron vendidos.

El extraordinario desarrollo de la industria bananera en tierra firme de Honduras, tuvo sus comienzos a través de nuestros pequeños botes y sus intrépidas tripulaciones.

La frecuente llegada de botes, los precios magníficos del producto y el trato justo ofrecido por los transportistas en general, alentó a los nativos a sembrar la fruta en pequeña escala; después, a ensanchar los cultivos. Esto impulso el poblamiento de la costa, y así estas regiones llegaron a ser prominentes centros de producción bananera.

Era costumbre entonces que los botes recogieron toda la fruta a lo largo de la costa, y la entregaran a bordo de veleros o vapores que cargaban en el puerto, tranquilo como un estanque. Pero desde entonces se han operado grandes cambios, pues, exceptuando la temporada de los cocos, los vapores entran raramente a nuestro puerto a tomar carga. Y las razones son obvias.

En esos días la mayor parte de la costa continental, de Trujillo a Puerto Cortes, estaba poblada solamente por trechos, de los cuales Balfate, La Ceiba y Tela eran los mayores. Algunas de estas pequeñas aldeas se han convertido en pueblos y puertos importantes, prósperos y populosos. La gente del interior de Honduras y muchos extranjeros, se sentían atraídos hacia esta floreciente región. La población de La Ceiba iguala hoy a la de Trujillo.

Para el tiempo de que hablamos, un bote que cargaba, digamos, trescientos racimos de banano, estaba obligado a visitar cuatro o cinco distintos lugares para completar su carga. Recuerdo una ocasión en que el pequeño bote "Serpiente", que tenia esa capacidad, compro fruta en Bonito, Congreal, Piedra Pintada y Sambo Creek, yendo de un pueblo al otro, sin poder llenar la capacidad requerida.

Pero, ¡Como cambiaron las cosas desde entonces! +

Recuerdos vividos de esos días languidecen en mi memoria.

La pequeña flota a veces zarpaba simultáneamente de la isla, de manera que solíamos disfrutar cuando competían los botes unos con otros. Cada Capitán se esforzaba por alcanzar la mayor velocidad, y este empeño era generalmente compartido por cada persona de a bordo.

Hace años leí una historia humorística en un diario americano. Como yo la recuerdo, es así:

Una dama que tenia que llevar un tocino al mercado de una gran ciudad, fleto su producto y tomo un pasaje en un bote. Como era miedosa, pidió al Capitán que viajara a velocidad moderna. Durante el viaje, sin embargo, se encontraron a otro vapor que iba en igual dirección, y comenzaron una frenética competencia. Nuestra heroína olvido todos sus temores, llenándose de la excitación general que había a bordo.

Por un rato los dos botes corrieron casi al par y la emoción fue máxima; pero luego se vio que el otro empezó a ganar terreno, y pronto fue evidente que se perdiera la competencia.

¡Capitán! – grito la dama- ¿por qué no le da mas velocidad? El contesto:

  • He estado corriendo al máximo, pero se nos acaba el combustible si continuamos así. Tenemos que reducir la velocidad.
  • ¿Cree usted que puede usarse el tocino? – pregunto ella.
  • ¡Claro que si –dijo el- , el tocino es buen combustible!
  • Entonces, clamo desesperada la dama, queme mi tocino. ¡Queme mi tocino, Capitán, pero no permita que nos gane ese barco’.

+ El periódico "El Pueblo", de La Ceiba, el 3 de Abril de 1904, afirma que 2,070,359 racimos de banano fueron exportados en el Departamento de Atlántida de Enero a Diciembre 31 de 1903.

Sea el cuento falso o verdadero, nos muestra muy bien hasta donde puede llevarnos la excitación en una competencia de botes. Y también nos da la idea del sacrificio o el riesgo que se es capaz de afrontar para ganar, o tan solo para mantener un empate con el contendiente.

Bien, nosotros mismos a menudo hubimos de competir con otros al navegar por las aguas en que el inmortal Colon buscaba un pasaje al Oriente, en las que los indios de estas islas remaban hasta tierra firme y regresaban; en las que los atrevidos piratas persiguieron a los galeones españoles que iban hacia España cargados de tesoros o, quizás, habiéndolos capturado, remolcaron las muy codiciadas presas hacia escondidos puertos, donde las despojaron de su precisa carga.

Al llegar a nuestro destino anclaríamos los botes y nos prepararíamos para bajar. Con un mar suave, usualmente llegamos a la playa con los pies secos y sin experimentar nada notable. Pero si, por alguna casualidad, nos encontrábamos con una ola de gran tamaño, nos dejamos llevar por ella hasta que llegara el momento de volver a tomar los remos, y así llegamos a la playa, ya fuera mojados… o zozobrados.

Los nativos de Honduras – los veo ahora en mi imaginación- se encontraban en la playa listos para recibirnos. Con ojos brillantes, contentos de nuestra llegada, nos saludaban y daban la bienvenida. Ambas partes hacíamos preguntas relativas al negocio que nos traía. ¿Cuándo cargaran? ¿qué precio pagaran por racimo?, y otras preguntas pertinentes que recibían adecuada respuesta.

Algunas veces todos los botes regresaban cargados. En tal caso, los Capitanes mostraban rostro alegre, cruzado de sonrisas, y en su mente ya se veían recibiendo los rollos de billetes con el águila americana dibujada con vivos colores. Pienso que no podía haber una junta de banqueros mas felices que estos.

Nuestros botes han contribuido a que Utila se haya convertido en un importante puerto de cocos. Ellos acumulan cocos en todas partes de la costa, y en los cayos, donde los almacenan en casas construidas sobre polines en el mar.

Como todas las localidades insulares, Utila ha sufrido desastres marino. Por supuesto que, relativamente, podrían cuantificarse en poca cosa; pero, para nosotros, han sido graves. Han causado daños que todavía no sanan, y han quedado cicatrices que no pueden ser removidas.

El pobre hombre de la parábola de Nathan sintió un dolor tan grande al perder su oveja, como el de un rico al perder su fortuna. Algo así ha sucedido con nosotros.

Deseo mencionar solamente dos o tres de nuestras perdidas:

La goleta R. E. Hill era fuerte, cómoda, marinera; un pequeño barco de diez y seis toneladas de capacidad, medida inglesa. Fue construida en Utila, su propietario era George Hill. Tenia mas o menos seis años de servicio cuando zarpo de este puerto en su ultimo viaje.

Dos de los hijos del Señor Hill, Levi y Rowland, y un joven llamado Apollos James, quien había contraído matrimonio días antes, conformaban la tripulación.

Fueron a Balfate en busca de banano, pero nada hallaron. Determinaron regresar a Utila. Los jóvenes se precipitaron en darse a la vela, hundiéndose en el mar y pereciendo toda alma que allí viajaba. Esto fue el 12 de agosto de 1885.

El día estaba claro y soplaba fuerte brisa marina. Se ha conjeturado que los jóvenes presionaron demasiado al navío, con mucho trapo, dando lugar a que una ola lo volcara. Estaban ansiosos, quizá, por llegar al hogar antes que anocheciera, y nunca pensaron que era peligroso desplegar todas las velas sin un viento favorable.

Remos, toneles y otros enseres livianos flotaron hasta la isla y fueron recogidos en la costa. La perdida causo un terrible golpe, no solamente para la familia Hill y la joven viuda de Apollos, sino para toda la comunidad, que apreciaba altamente a los desaparecidos. La perdida de sus hijos precipito hacia el fin las vidas del Sr. Hill y su esposa.

¡Pobres seres! Su noble y fornido hijo, Richard, había muerto poco antes, a consecuencia de los golpes que sufrió al caer desde el puente al fondo, de una de las mas grandes goletas bananeras que viajan a New Orleáns.

Poco después del naufragio de la R. E. Hill, la isla fue de nuevo enlutada por la perdida de otro barco y su tripulación. La goleta francés fue cargada con casi treinta y tres toneladas. Había sido construida en los Cayos de Utila por Darle Thompson y otros, y tenia un año escasamente de vida cuando naufrago.

Por la tarde del 28 de febrero de 1887 la Francés, cargando mil racimos de banano, se hallaba en la caleta de Tela. No había avanzado mucho cuando un fuerte norte la doblego, tratando de virar a barlovento para alcanzar el abrigo de Puerto Sal. Esto obligo al Capitán a volver la espalda a Tela, largando el ancla a las nueve de la noche.

Hoy Tela es abierto a los nortes y es lugar peligroso para pequeños veleros que intentan botar anclas durante estas tormentas.

El viento arrecio y el mar azotaba con grandes montañas de espuma contra la goleta. A las tres de la mañana volcó en sus amarras y los hombres se hallaron a merced de las olas, que los llevaban de acá para allá.

Muy pronto la cabina se desgarro en los rompientes y quedo a la deriva con todo y el Capitán, Henry Jackson. El se cogió de las tablas y logro alcanzar la costa, casi exhausto. El océano repetidas veces lo arrastro al agua, y el luchaba por volver. Casi perdía sus esperanzas de alcanzar la tierra. Finalmente, una ola lo levanto, lanzándolo sobre la playa. Estaba amaneciendo un nuevo día.

Pidiendo auxilio a gritos logro ser oído por unos morenos que vinieron a socorrerle. Ellos le llevaron al otro lado del rió, a una de sus casas, donde permaneció hasta que pudo volver a su hogar.

Había cuatro personas a bordo del Francés. Tres de ellos hallaron su tumba en el agua; incluso sus cuerpos nunca fueron vistos después. Ellos eran: el hijo, el hermano y el cuñado del Capitán. Los dos últimos dejaron una viuda y muchos hijos llorándolos. El hijo del Capitán no era mas que un mozalbete, el mas joven y consentido de la familia. Su madre llora cuando piensa en su perdida inesperada. Era su preferido.

Algunas de las circunstancias en relación con la perdida del siguiente bote permanecen frescas en mi memoria. En el orden cronológico, este desastre antecedió a los otros.

Andrew Heusen, un honrado y prospero alemán, poseía un pequeño bote abierto. También era el afortunado propietario de una granja en la isla, y vivía feliz con su esposa e hijos.

Un fuerte huracán azoto esta área el 27 de septiembre de 1877. Las plantaciones fueron arrasadas y los cocotales dañados seriamente. Muchos barcos naufragaron. Ese día, Heusen, quien venia solo en su nave procedente de tierra firme, con una carga de fruta, se perdió en las profundidades. El mismo huracán destrozo muchas naves estacionadas en la isla Gran Cayman, y cerca de setenta de sus intrépidos marinos hallaron su tumba en el mar.

Yo viajaba en la goleta Beware durante ese temporal. Fue horrible para nosotros. El viento soplaba con fuerza alarmante, estrellándose con espantoso arrebato contra nuestra frágil embarcación, que era a la vez golpeada por las olas y lanzada como si fuera una astilla.

Como este tranquilo se mantuvo erguido, es una maravilla. Como no fue engullido por las espantosas y rabiosas olas, es un misterio.

Nuestra liberación de los hambrientos elementos es atribuible solamente a la vigilante providencia de Dios. El barco había perdido el timón, pues desde el principio de la tormenta la clavija se quebró y nosotros halamos el timón hasta el puente.

Es cierto que hicimos todo lo que podíamos en aquellas circunstancias. Cortamos los mástiles y echamos una draga, pero esta pronto se rompió del cable, dejando al bote a merced de las gigantescas olas.

Pero cuando ya todo se ha hecho… ¿qué sacrificio, que recurso nos queda?. Nos pusimos bajo el cuidado y protección de Dios. Y el no miro nuestros pecados sino nuestra fe. Y nos salvo. Al momento cedió el viento; y el mar, apaciguado, recobro la calma y serenidad. Fuimos bendecidos con un terso mar, un día claro y el mejor de los tiempos.

Fracasando en nuestros intentos por aparejar la goleta, la abandonamos. Subimos al bote salvavidas y remamos hacia el continente, que estaba a una diez y ocho millas. Desembarcamos en Sagrelio, y los caribes del lugar nos brindaron no pocas atenciones. Después de algunas días volvimos a casa en una nave caribe.

Mi familia, que estaba hondamente preocupada por mi seguridad, me recibió con alborozo esa noche. Al día siguiente la querida anciana, Tía Betsy Wilder, me abrazo e hizo patente su gozo por mi retorno a salvo, tal como se trata a un pariente cercano, siendo yo solamente el marido de su sobrina. Indudablemente mi apurado escape de la fosa pareció ahondar mis amistades en todas partes, y durante un tiempo fui, en cierto grado, aclamado por los vecinos, quienes me hacían repetir una y otra vez el relato del escabroso viaje.

Aunque no lo crean Uds., al completarse un mes de esta terrible prueba, el Beware, llevado por el viento, pasando en medio de multitud de escollos y arrecifes bajos, regreso a nuestra costa, tal como yo lo había dejado. El Capitán Dimon lo condujo al ancladero. Pronto fue reparado y reintegrado al trabajo. ¡Así, a veces, la realidad es mas extraña que la ficción!.

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