La radicalización
A partir de 1820 la burguesía liberal española comienza un proceso de desmontaje de la infraestructura creada por los criollos, su objetivo es someter la economía de la isla a los intereses de la burguesía periférica española, proceso que alcanza su punto más álgido con la muerte de Fernando VII y la llegada al trono de Isabel II aupada por la burguesía liberal que nombra a Miguel Tacón como Capitán General de Cuba e implanta las facultades omnímodas
El desplazamiento de la oligarquía criolla del poder real en la isla se produjo durante el gobierno del Capitán General Miguel Tacón y Rosique(1834-1838), quien alejó del palacio a los poderosos hacendados criollos al tiempo que aumenta la influencia del grupo de comerciantes peninsulares, muchos de ellos contrabandistas de esclavos.
En España la burguesía española consolida paso a paso la integración de la economía peninsular en un solo sistema nacional que le permitió crear un mercado interno que servía a sus intereses y en el que Cuba era un agente extraño, con una producción exportadora que no iba dirigida al mercado español, ni era manejada por capital español, sino que iba encaminada al mercado de la Estados Unidos e Inglaterra y estaba en manos de la oligarquía criolla.
Su solución fue poner trabas al desarrollo económico y comercial de Cuba y para ello crearon las "Leyes Especiales" que es un proyecto de concesiones y restricciones que intenta frenar el impetuoso desarrollo dependiente de Cuba con respecto a su mayor mercado, los Estados Unidos de Norteamérica.
Durante este gobierno se produjo un abierto enfrentamiento entre la burguesía criolla, encabezados por la intelectualidad más radical y los sostenedores de una política colonial más rígida, liderados por los comerciantes españoles radicado en La Habana, beneficiados con el contrabando de esclavos y la usura, y la burguesía comercial en la península, interesados en poner la economía de la isla en función de sus intereses.
Solo el gran crecimiento económico de Cuba, basado en la producción azucarera, logró atenuar las tensas relaciones entre criollos y peninsulares, frenando por el momento la radicalización política de los isleños.
Si en el quinquenio 1831-35 se reportó cerca de 39 millones y medio de arrobas de azúcar, el quinquenio siguiente 1836-40 eleva estas cifras hasta 50 742 000 arrobas. En igual medida se comporta el café, el tabaco, la ganadería, todas producciones de amplio crecimiento en estos años.
Los ingenios se extendían a todo lo largo de occidente de la isla buscando las fértiles llanuras de Colón, la zona de Trinidad en el centro y la cercanía de los puertos, a los que la introducción del ferrocarril en 1837 había hecho más cercanos. Los cafetales también crecieron, tanto en las zonas orientales de Guantánamo y Santiago de Cuba, como en Trinidad y Pinar del Río, impulsados por la experiencia productiva y el capital de los emigrados franco-haitiano.
La base para esta expansión era la mano de obra esclava, sustento de prosperidad que alcanza su tope en el quinquenio 1840-45 cuando la población esclava era de 436 500 personas, el 43,3 % (1841), del total de la población de Cuba.
En los primeros años de la década del cuarenta se produce un auge en el movimiento abolicionista, alentado por Inglaterra y los sentimientos antiesclavistas presentes en el país. Inglaterra nombra es este período como cónsules en Cuba a dos reconocidos abolicionista, Richard Madden(1836-1840) y David Turnbull(1840-1850), que mantuvieron en jaque constante a los "negreros" y su productivo negocio de la trata clandestina.
En 1843 se produjeron algunas importantes sublevaciones de esclavos que atemorizaron a la clase dominante criolla y se organiza una dura represión que culmina en el Proceso de la Escalera (1844), donde el temor de la oligarquía criolla blanca se convierte en motivo de persecución contra la pequeña burguesía de color, que alcanza un cierto auge en esta etapa y que es acusada de encabezar la conspiración.
Luego de estos sucesos, el espanto de la burguesía criolla fue muy grande, el fantasma de lo ocurrido en Haití a principios del siglo XIX, manejado políticamente muy bien por el gobierno colonial español, hace que toda idea de separarse de España sea desechada y se piense en la solución de obtener reformas de la metrópoli que permitieran la prosperidad y mantenimiento del status esclavista, sin afectar sus intereses vitales o anexarse a los estados sureños de los Estados Unidos para mantener sus intereses basados en la mano de obra esclava. De todas formas la tensa situación los lleva a maquillar la situación del esclavo con reformas que alejara el peligro de la abolición o la sublevación y promover la entrada de braceros chinos para trabajar "contratados" en la industria azucarera.
También debe señalarse la decadencia de la producción cafetalera a partir de la década del cuarenta y acentuada en la de los cincuenta a causa de la política arancelaria de España y el proteccionismo de los Estados Unidos.
La oligarquía criolla cae en una profunda contradicción que lo lleva a pensar en la anexión a los Estados Unidos como la solución de sus problemas. Por una parte temen a la enorme masa de esclavos que existe en el país, acepta a regañadientes la supresión de la trata, pero temen que Inglaterra presione a España para lograr la abolición y ante esta alternativa muchos llegan a pensar que la solución no está en las reformas que pueda hacer la metrópoli, sino en la anexión a los Estados Unidos, el principal socio comercial con un régimen democrático que les agrada y con un "sur" donde impera la esclavitud como sistema.
En movimiento anexionista comienza a manifestarse a mediados de la década del cuarenta y se mantiene latente hasta la siguiente década, apoyado por los hacendados y visto con desconfianza por algunas figuras intelectuales como José Antonio Saco, quien argumenta razones históricas y culturales para oponerse a esa idea.
El gobierno español viendo el peligro de la anexión inicia una política conciliadora y reformista, aplicada por los Capitanes Generales que gobernaron en el período 1855-1867: Serrano y Dulce, quienes traían instrucciones de atraer a los disgustados hacendados criollos, concediéndoles algunas libertades para evitar la radicalización de su actitud.
El segundo momento reformista parte de una reorientación de la burguesía criolla, lastrada por la esclavitud que le impide desarrollarse como clase. Se crea el Partido Reformista y se funda el periódico El Siglo (1861), como órgano de estas inquietudes. Sus líderes fueron Francisco de Frías, Conde de Pozos Dulces, el intelectual habanero José Morales Lemus y el rico hacendado Miguel Aldama. El partido creó un programa acorde a los intereses de los influyentes propietarios criollos[1]y con el pretendían superar los graves problemas de la isla.
Los sectores criollos ahogados por las cargas tributarias reciben un duro golpe con la crisis económica mundial de 1857 que hizo disminuir bruscamente los precios del azúcar, lo que trajo el endeudamiento de muchos propietarios criollos a manos de los acreedores, en su mayoría comerciantes españoles y quedan hipotecados las ? partes de los ingenios de la isla.
En la parte oriental, la burguesía criolla sufrió más duramente el embate de la crisis: sin dinero para modernizar sus ingenios, orientados para producir para el mercado internacional, como toda la economía de Cuba, y con el pesado fardo de las imposiciones fiscales, se mantuvieron al borde de la ruina y la bancarrota.
En noviembre de 1865 España convoca una Junta de Información sobre las reformas que debían implantarse en Cuba y Puerto Rico. Formada por 22 comisionados elegidos por los ayuntamientos de las dos islas, más los senadores que la representaban, miembros elegidos entre los ex gobernadores de esas colonias y otros designados por el gobierno español. Ocho meses duraron las reuniones en Madrid en las que se discutieron problemas económicos, políticos y sociales.
A la Junta los representantes criollos llevan su programa y luego de tensas negociaciones las autoridades coloniales rechazan las demandas de los caribeños y en cambio aumentan los gravámenes con un nuevo impuesto del 10 % sobre la renta, sin conceder nada a cambio.
Los sectores más radicales de la burguesía criolla no estaban dispuestos a soportar esta última humillación, las contradicciones colonia-metrópoli habían llegado al límite. El 10 de octubre de 1868 en la región oriental, un hacendado cubano, Carlos Manuel de Céspedes inicia la revolución independentista de Cuba, en ese primer día de rebeldía dio la libertad a sus esclavos e instó a los demás complotado a imitarlo.
La contienda se extendió durante diez años (1868-1878) y en ella los dos principales objetivos eran lograr la separación de España y la abolición de la esclavitud. Fue una dura lucha a la que no se unió la poderosa oligarquía criolla de occidente, que se dedicó todo el tiempo a tratar de llegar a un entendimiento con la metrópoli y presionarla para que le concediera reformas económicas y políticas a cambio de permanecer fieles a la corona española.
Los esfuerzos de este influyente grupo de propietarios criollos se encaminaron por el camino de la contrarrevolución, procurando aislar al movimiento revolucionario del oriente y centro del país, impedir su avance hacia occidente y poner a salvo sus interese económicos concentrados en esta parte de la isla.
La Revolución Independentista se dio a la organización de una República en Armas con todos los atributos de la democracia burguesa, pero en realidad un mecanismo inoperante en medio de la situación bélica que enfrentaba. Este mecanismo aunque bien intencionado se convirtió en un freno para el desarrollo de la guerra, desgastando el ímpetu de los insurrectos en luchas caudillistas y regionalista que fueron minando el papel dirigente de la burguesía como líder de la Revolución, rol que fueron asumiendo las clases populares que veían en la lucha, no solo el logro de la independencia, sino la emancipación de los esclavos y la mejoría de su situación socio económica.
Por temor a este liderazgo y desgastados por las luchas intestinas, los sectores más conservadores del independentismo deciden pactar la paz con las autoridades coloniales, que habían designado al general Arsenio Martínez Campos para intentar las negociaciones de una tregua pero sin conceder las principales demandas de los cubanos. El Pacto del Zanjón (febrero de 1878) firmado por el gobierno de la República en Armas, daba por terminada la guerra sin alcanzar los anhelados objetivos de independencia y abolición de la esclavitud, apenas logrando una vaga promesa de restitución de propiedades y de los derechos civiles de los implicados.
Solo el gesto viril del Mayor General Antonio Maceo Grajales, prestigioso oficial negro, salido de las filas de la pequeña burguesía oriental, dignifica este receso en la guerra por la independencia, al dejar sentado que los sectores populares no se conformarían con menos que la independencia y la abolición de la esclavitud.
De las reformas a la identidad: el pensamiento político y filosófico
La crisis ideológica de la burguesía criolla se expresa en este período en sus temores de perder la base de sus riquezas que no era otra cosa que el sistema esclavista, al que necesitaban tanto como temían. La agresividad política de los británicos y los fluctuantes cambios de la política de España, les dieron fuerza a un movimiento anexionista que tiene mucho más de económico que de patriótico.
Los historiadores distinguen en la isla tres focos fundamentales de esta tendencia anexionista, el más poderoso se desenvolvió en La Habana y sus alrededores, se le llamó "Club de La Habana" integrado por grandes propietarios de la isla que veían en la anexión un modo de salvar el sistema esclavista.
Otro grupo importante se radica en la región central de la isla, con similar motivación que el grupo occidental, con fuerte presencia en Trinidad, Sancti-Spíritus y Cienfuegos muy relacionados con las actividades de Narciso López[2]
El tercer grupo de importancia era el de Puerto Príncipe (Camagüey), integrado por terratenientes que querían alcanzar un desarrollo capitalista para Cuba con la anexión a los Estados Unidos.
Los miembros del Club de La Habana gestionaron la compra de Cuba por los Estados Unidos, incluyendo su posible ayuda monetaria par la transacción.
Narciso López organizó varias expediciones hacia Cuba para promover la separación violenta de la misma sin alcanzar el apoyo de la población cubana en sus intentos.
El núcleo principeño liderado por Gaspar Betancourt Cisneros (1803-1866), El Lugareño, no aboga por la defensa de la esclavitud sino por la prosperidad de la isla bajo la égida de Estados Unidos. Este grupo está formado por liberales criollos que no creen en la capacidad del cubano para gobernarse y por eso apuestan por la anexión.
Como adversario ideológico de Saco en su lucha contra la anexión a los Estados Unidos, sobresale El Lugareño, quien defiende la anexión, no para salvar el régimen esclavista, del que no era partidario sino por el sistema democrático de la nación norteña, sus logros y desarrollo, lo que él creía podría alcanzar Cuba en caso de unión con esa nación.
El creía que la base económica de la isla debía ser la pequeña y mediana propiedad agraria y era partidario de prestar una mayor atención a la educación, a la que consideraba un pilar de la sociedad que soñaba, basada en el contrato social y el derecho natural.
Su visión de la anexión la expresa en sus escritos para el periódico La Verdad (1848) "Cuba anexada adquiriría riquezas sólidas, sin escrúpulos, zozobras, ni peligros. Los (…) advenedizos (…) no serían (…) salvajes africanos, malayos, e indios, que es la gente que los cubanos pueden esperar que les permita traer el gobierno de España para cruzar y perfeccionar su noble raza, sino serán (…) yankees, alemanes, franceses, suizos, belgas, diablos y demonios, pero diablos y demonios blancos, inteligentes, industriosos y además con maquinarias, instrumentos, industrias, métodos, capitales"[3]
A estas ideas de desaliento y entreguismo se le opondrá el criterio claro y sincero de José Antonio Saco quien replica a estos criterios con el contundente argumento de que esa unión con los Estados Unidos significaría la perdida de la identidad de Cuba o sus aspiraciones a tenerla: "(…) la nacionalidad es la inmortalidad de los pueblos y el origen más puro del patriotismo (…) no seamos el juguete desgraciado de hombres que con sacrificios nuestros quisieron apoderarse de nuestra tierra, no para nuestra felicidad, sino para su provecho"[4]
Al Lugareño escribe José Antonio Saco en marzo de 1848 preocupado por la posición del mismo en defensa de la anexión de Cuba a los Estados Unidos, en su misiva refuta los argumentos del hacendado criollo, primero por lógica de cubano convencido de que la anexión se convertiría en absorción de la isla por la nación norteña, tras la llegada de miles de sus ciudadanos a estas tierra poco pobladas y en segundo término defiende el derecho de los nacidos en la isla de ser libres algún día. Su vibrante carta se resume en su contundente argumento de que estaba seguro de que "Cuba, nuestra Cuba adorada, sea Cuba algún día"
José Antonio Saco continúa siendo desde su exilio en Madrid, la principal voz del reformismo burgués de los criollos durante la década del 40 y buena parte de la posterior, concentrando sus trabajos críticos contra la trata de esclavos, que él considera peligrosamente nociva para Cuba y más tarde contra el anexionismo indirectamente estimulado por la inestabilidad y debilidad política de los gobiernos peninsulares, que hacen temer a los oligarcas de la isla por el mantenimiento del sistema esclavista, base de sus riquezas.
Saco combate con energía la posible anexión a los Estados Unidos, por considerarla antinatural para el país, nocivo para la ya desarrolla identidad de los criollos que tiene muy poco que ver con la nación norteña, argumentos que sostiene en su libro, "Ideas sobre la incorporación de Cuba a los Estados Unidos" (1848). Su oposición a estas ideas anexionistas, que tienen más de intereses económicos que sociales, y su prolongado destierro en España lo hicieron menos influyentes en la ideología de las clases dominantes criollas, no obstante durante el período 1854-1868 sus escritos se ocuparon de temas como el absolutismo político y sus consecuencias para la isla y tras el inicio de la guerra de independencia, se dedicó a enjuiciar el movimiento separatista, al que no auguraba perspectivas por considerarlo prematuro y no viable en la situación de Cuba.
Su muerte ocurrió en 1879, apegado a sus ideas reformistas, sin fe en la independencia, pero defensor de la insipiente nacionalidad cubana; liberal en sus concepciones políticas y enemigo de toda forma de anexión de la isla.
Su legado bibliográfico es amplio, teniendo en la prensa su medio de expresión por excelencia. En vida suya se publicaron tres tomos de sus trabajos, "Colección de papeles, históricos, políticos y de otros ramos sobre la isla de Cuba, ya publicados, ya inéditos" (1858-1859), luego de su muerte Vidal Morales añade un cuarto tomo en 1881.
Era un gran polemista, de clara exposición, comprometido solo con sus ideas y su nacionalidad, que manejó muy variados temas, usando estadísticas para demostrar sus tesis de forma clara y directa. Su estilo no es brillante, pero se destaca por la madurez, firmeza y sobriedad.
Con el resurgimiento del reformismo en Cuba en la década de los sesenta, aparece una nueva corriente de pensamiento conservador en el ámbito político criollo. Eran los partidarios de la abolición escalonada e indemnizada para los dueños de esclavos.
El líder de esta nueva corriente reformista fue Francisco Frías, Conde de Pozos Dulces (1809-1877), quien desde el periódico El Siglo, difunde la idea de un país de pequeños propietarios agrícolas blancos, cuya emigración consideró imprescindible para eliminar el sistema esclavista. A pesar de sus buenas intenciones la solución propugnada por el Conde de Pozos Dulces, era un retroceso en medio del auge económico de la isla.
En educación el Conde de Pozos Dulces era partidario de una enseñanza con énfasis en la industria y la economía, a la vez que abogaba por una agricultura científica pero con pequeños propietarios.
En lo político abogó por la idea de un gobierno local para la isla que se ocupara de los problemas internos, pero dentro de la Monarquía Española, al tiempo que apoyaba una rebaja de los aranceles que gravaban el comercio.
Otra de las personalidades del movimiento reformista de los sesenta, lo fue José Morales Lemus (1808-1870), más imbuido de las ideas de la oligarquía criolla y por ello más pragmático. Su influencia fue importante en la dirección de los comisionados cubanos a la Junta de Información (1867) y en la elaboración del proyecto que presentó este grupo al gobierno español y donde se pedía autonomía, abolición de la esclavitud indemnizada, derogación de los impuestos y creación de uno solo sobre la renta. Todo esto fue desoído por el gobierno español, que por el contrario creó un impuesto nuevo sobre los existentes.[5]
Es necesario señalar que en la década del sesenta del siglo XIX bajo el régimen de apertura y "cambios" de política de la metrópoli se produce en Cuba la fundación de la Logia Gran Oriente de Cuba y las Antillas, creada por el médico cubano Vicente Antonio de Castro, quien regresa a Cuba en 1861 beneficiado por la amnistía dictada por la Corona.
La Logia del Gran Oriente… tenía un carácter secreto y un proyecto patriótico, democrático, laico y republicano, por lo que las ideas políticas ocupaban un lugar importante en los estatutos de esta Logia, lo que difiere de la generalidad de las Logias Masónicas que no se ocupan de política.
El Gran Oriente… pronto se extendió por toda la isla convirtiéndose en la base para la difusión de las ideas del bien público, la igualdad social y la defensa de la soberanía del pueblo, del sistema republicano del estado democrático y laico, la libertad de conciencia; tenía un fuerte contenido anticlerical y su lema se basaba en la triada de la revolución Francesa: Libertad, Igualad, Fraternidad.[6] De estas Logias saldrían los futuros líderes de la Revolución Independentista de 1868.
Con el inicio de la guerra separatista en 1868 se abren paso las ideas independentistas influidas por el liberalismo de la Revolución Francesa, arraigado en la América a través de sus luchas por la independencia y la creación de las Repúblicas inspiradas sobre esos principios.
Las ideas independentistas habían estado relegada en la ideología de la burguesía criolla y ahora tras el fracaso reformista de la Junta y la difícil situación económica por la que pasaba el país renace para hacerse la opción principal en el sector de la burguesía más afectado por la crisis y relegados como fueron las oligarquías criollas del Oriente y el Camagüey, a la que se unirá una parte de esos sectores en el centro del país y una juventud liberal del Occidente que jugarán un papel determinante en la conformación del pensamiento constitucional de la revolución independentista.
Entre los hombres que inician la lucha armada se da el independentismo en diversos grados de radicalidad, de acuerdo con la situación de la guerra y el origen social de los líderes del movimiento.
De forma general desde los inicios prima en el movimiento revolucionario, el principio republicano, la separación de poderes, respeto a las libertades individuales y a la propiedad privada.
Las dos grandes figuras en los inicios del movimiento revolucionario fueron: Carlos Manuel de Céspedes y Quesada (1814-1874) e Ignacio Agramonte Loynaz (1841-1873), quienes representan sectores diferentes de la burguesía criolla, con objetivos comunes ante los cuales sacrificaron diferencias de criterios para llegar a puntos concordantes.
La Asamblea Constituyente de la República en Armas, celebrada en el poblado de Güaimaro, en abril de 1869, enfrentó ambas formas de pensar y significó el triunfo de las ideas más progresistas, frente a las más pragmáticas.
Céspedes era partidario convencido de la independencia, aunque al principio del movimiento asume posiciones conservadoras para tratar de atraer a la burguesía del resto del país, como fue el auto titularse Capitán General y defender una abolición de la esclavitud gradual e indemnizada, aunque él personalmente le dio la libertad a los esclavos de su propiedad; respeto de la propiedad de los españoles residentes en la isla si permanecían neutrales y su posición frente a los Estados Unidos y la Iglesia. Estaba convencido de la necesidad del mando único para la conducción de la guerra.
Ignacio Agramonte mantenía posiciones más radicales, influido por su formación liberal y el apoyo de los revolucionarios del Camagüey, Las Villas y los jóvenes liberales habaneros participantes en la Asamblea de Güimaro.
Defendía la abolición total de la esclavitud, pagando indemnización cuando se pudiera y el establecimiento de una república democrática, basada en la separación de poderes, civil y militar. Esta idea estaba encontrada con las sostenidas por Céspedes y demostraba la radicalidad de este grupo, pero al mismo tiempo su falta de objetividad, por lo inoperante en una situación de guerra.
En cuanto a las relaciones con los Estados Unidos, ambos bloques manejaron la posibilidad de la anexión, teniendo en cuenta las instituciones democráticas de ese estado. El desarrollo de los acontecimientos y la indiferencia norteamericana por los destinos de Cuba, radicalizaron la posición de los insurrectos hacia la independencia total.
La Asamblea enfrentó ambas corrientes de pensamiento, triunfando por mayoría la posición de Agramonte, frente al sentido común y las más conservadoras ideas de Céspedes.
Agramonte dirigió la redacción de la Constitución de Cuba, en ella los seis primeros artículos reglamentan el funcionamiento de la Cámara de Representantes, integrada por igual número de miembros por los cuatro departamentos de la isla: Oriente Camagüey, Las Villas y Occidente; la Cámara nombraría al Presidente de la República en Armas y al General en Jefe, quien estaría subordinado al Ejecutivo.
En la Constitución se proclama libre a todos los ciudadanos del país, sin mencionar nada sobre la esclavitud, se proclama la libertad de culto, imprenta, reunión y enseñanza.
La falta de unidad de los dirigentes de la guerra, la inoperancia de la organización de la insurrección, la muerte de las dos principales figuras de la Revolución, Céspedes y Agramonte, el regionalismo acrecentado con la prolongación de la guerra, fue debilitando el papel dirigente de la burguesía criolla, que fue cediendo ante el empuje combativo, prestigio político y madurez de líderes populares que hicieron suyos los objetivos principales de la Revolución. Tales son los casos de Máximo Gómez Báez, dominicano y el cubano Antonio Maceo Grajales, negro; hombres que emergen de esta contienda con el prestigio de representar los ideales de todo un pueblo.
Antonio Maceo será el encargado, con su digna "Protesta de Baraguá" (marzo de 1878), de dejar sentado que el Pacto del Zanjón, negociado a espaldas del pueblo insurrecto, era una tregua y no la liquidación definitiva de la independencia.
Antonio Maceo (1845-1896) fue el eje del proceso de radicalización que se desarrolló en el transcurso de la revolución Independentista Cubana.
Su ideario estaba basado en un independentismo radical, negado a todo arreglo de anexión o reforma; profundo credo republicano que incluía una consecuente defensa de la Constitución y de la legalidad, contrario a toda sedición o intriga política; abolicionista radical y en consecuencia antirracista.
Mantuvo una activa lucha por la unidad del pueblo en armas, sin predominio de una clase en detrimento de otra y mantuvo una posición anticlerical
De las ideas filosóficas la principal figura del período fue José de la Luz y Caballero (1800-1862), discípulo de Varela y continuador de su legado educativo. Sus ideas están dispersas en múltiples artículos periodísticos, producto de polémicas que sostuvo con los que pretendían introducir concepciones reaccionarias en el campo de la filosofía.
Luz y Caballero sostenía una línea de pensamiento sensualista[7]de tendencia materialista partiendo del carácter primaria de la naturaleza con respecto a las ideas. El hombre es el objetivo central de su filosofía, al entenderlo como un todo integral y armónico por su cuerpo, alma y sensaciones, todo eso desarrollándose en la naturaleza.
Hombre de sólida cultura, sus ideas están basadas en filósofos como Bacón, Descarte, Locke y los sensualistas franceses; conoce del naturalismo iluminista francés y la obra de los clásico alemanes Hegel y Kant.
Puso mucho énfasis en la educación y la influencia de esta en la formación del hombre, libre de dogmatismo y apoyado en el estudio de la realidad. Estudiar las leyes de la naturaleza y de la vida humana fueron postulados de su doctrina; revolucionó en la isla las ideas cognoscitiva al llevar a la práctica en su escuela el postulado de la experimentación como principio del conocimiento partiendo de que el hombre conoce a través de sus sensaciones.
Rechaza la existencia de ideas innatas y sostiene que la razón encontrará la verdad si se da en la experiencia. Su agnosticismo está presente en el concepto de que el hombre no es capaz de conocer la esencia de las cosas, pero si lo necesario para poder organizar su vida con criterios científicos.
Su pensamiento social está influenciado por el liberalismo burgués de su tiempo, sosteniendo que no había contradicción entre el deber y la utilidad, considerando que lo bueno era útil para la mayoría de la sociedad. En lo político compartió las ideas de José Antonio Saco y no era partidario de la independencia.
En educación preveía la creación de escuelas técnicas y de maestros que preparasen a la población para la abolición de la esclavitud. También era partidario de los estudios de ciencias naturales, para garantizar una sociedad rica en la que la propiedad privada fuera un derecho inalienable del hombre, basada en los principios del deber y la utilidad.
José de la Luz y Caballero sostuvo una polémica entre 1838 y 1840 que tenían como tema aspectos fundamentales de carácter científico, filosófico y moral, con un trasfondo marcadamente político. Fue un acontecimiento que expresó la pugna entre liberales e integristas en la colonia de Cuba. Al calor de la polémica Luz desarrolló ampliamente sus concepciones filosóficas y políticas.
Su contraparte en la polémica fueron los hermanos Manuel (1808-1884) y José Zacarías (1820-1851) González del Valle, introductores del espiritualismo francés de Víctor Cousin, que sostenía la teoría de que la atención del hombre debía concentrase en el conocimiento de su mundo interior, poniendo el sentido común frente a la experiencia y el uso de la razón. Con estas ideas conservadoras los hermanos González del Valle atacaron la ideología de la Francia del siglo XVIII y en particular al materialismo francés.
Calificaron a los sensualistas como reaccionarios y enemigos del progreso porque eran gentes que vivían entregados a todos los placeres y ellos pretendían, con la ideas de Cousin salvar al pensamiento filosófico cubano.
La posición de Luz y Caballero fue de oposición a estas ideas por considerarlas perjudiciales para la juventud por alejarla del progreso social y en contra del desarrollo científico que necesitaba el país. En lo político el acatamiento de las ideas de Cousin tendían al acatamiento de la situación colonial de la isla, asumiendo una actitud contemplativa ante ella. En sus réplicas, seguidas con interés por la prensa de criolla de la época, Luz proclamó su deseo de consagrarse a la formación de los jóvenes y educarlos en el espíritu de cubanismo y protegiéndolos de la "doctrina farsante" de Cousin y sus seguidores e incorporarlos al estudio de las ciencias positivas y de la filosofía verdadera.
José de la Luz y Caballero, que no fue partidarios de una filosofía "pura", ni de una ciencia de gabinete, se propuso enseñar a los jóvenes cubanos el papel que la filosofía debía desempeñar en la vida social, por eso acepta que su posición es política en tanto trata de que sus discípulos puedan discernir sobre esa filosofía prostituida que se pone al servicio de intereses políticos dañinos a la patria y a la sociedad en que se desarrolla, en alusión clara a las ideas retrogradas que los hermanos González del Valle difunden para servir a la perpetuación del colonialismo español.
La continuidad del pensamiento filosófico está representada por José Manuel Mestre (1832-1886), quien mantiene en las aulas universitarias el pensamiento de José de la Luz y Caballero, del cual pretendió mantenerse en un punto intermedio entre el sensualismo materialista y los espiritualistas representados por los hermanos González del Valle. En política fue antiesclavista y reformista, aunque en su momento profesó el anexionismo considerándolo en base al beneficio que el reportaría al país. Su trabajo más destacado fue el discurso inaugural de la cátedra pronunciado en 1861, "De la filosofía en La Habana", en el que resume sus ideas sobre el desarrollo de la filosofía en Cuba y sus criterios.
Autor:
Ramón Guerra Díaz
[1] El programa incluye la petición de la eliminación de los impuestos arancelarios y fijación de un único impuesto del 6 % sobre la renta; aplicación a Cuba del status de provincia española y abolición gradual y progresiva de la esclavitud.
[2] Un antiguo oficial de España de origen venezolano que lideraría varios intentos de invasión de la isla para anexarla a los Estados Unidos y que terminó hecho prisionero y condenado a muerte.
[3] Citado por José Antonio Fernández de Castro: Medio siglo de institución colonial. La Habana, 1923, pp. 103-107 tomado de Cuba: El sueño de lo posible. Tabloide Universidad para todos. 2003
[4] José Antonio Saco: Colección de Papeles Científicos, Históricos, Políticos y de otros ramos, ya publicados ya inéditos. Tomo II. La Habana, 1923: 324 citado e, Cuba: El sueño de lo posible. Tabloide Universidad para todos. 2003
[5] El programa incluye la petición de la eliminación de los impuestos arancelarios y fijación de un único impuesto del 6 % sobre la renta; aplicación a Cuba del status de provincia española y abolición gradual y progresiva de la esclavitud
[6] Cuba: el sueño de lo posible. Tabloide de Universidad Para Todos. 2008
[7] Doctrina filosófica que pone exclusivamente en los sentidos el origen de las ideas