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El giro a la izquierda en América Latina: Definición de términos y exposición de propuestas políticas (página 2)

Enviado por Francisco Duran


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Estas ideas forman parte de la doctrina clásica de la "diferenciación", cuyo representante europeo más importante es Norberto Bobbio, quien además expone sus tesis acerca de esta diferenciación derecha/izquierda siempre en referencia a ideales o principios orientadores:

"Si se me concede que el criterio para distinguir la derecha de la izquierda es la diferente apreciación con respecto a la idea de igualdad, y que el criterio para distinguir el ala moderada de la extremista, tanto en la derecha como en la izquierda, es la distinta actitud con respecto a la libertad [.]"[2].

Por cierto que estas ideas son ampliamente rechazadas y combatidas por Helio Gallardo, un notable politólogo de origen chileno radicado desde hace varios años en Costa Rica, en su libro Siglo XXI. Militar en la izquierda[3]al cual habré de referirme en múltiples ocasiones. Ya en el primer capítulo de su obra el autor se destaca por su exposición de las ideas que en América Latina se tienen de la izquierda política. De una vez aclara que en realidad no se trata de una sola izquierda "identificada como tal por su incidencia política, sino varias 'izquierdas' tanto institucionales (parlamentarias o cuasi parlamentarias, si se lo desea) como no institucionales (revolucionarias, si se quiere)"[4]. Por cierto que atribuye a la izquierda institucionalizada la decadencia o perversidad que la haría identificarse más bien con la derecha.

Lo más lógico sería pensar que la izquierda se opone categóricamente a los medios y objetivos de la derecha. Pero antes cabe preguntarse: ¿Qué es la derecha? ¿Cómo se identifica? "La derecha latinoamericana se determina entonces por su adhesión imaginaria a la ficción de una realidad 'bien ordenada', aunque imperfecta", nos dice el citado autor[5]En todo caso, la estructura de la tendencia de derecha sería más fácil de determinar que la de la tendencia de izquierda, que, como veremos, no es necesariamente lo opuesto a los principios de la derecha; va mucho más allá.

Marta Harnecker asume la siguiente posición: "Cuando hablo de izquierda estoy pensando en el conjunto de fuerzas que se oponen al sistema capitalista y su lógica del lucro y que luchan por una sociedad alternativa humanista y solidaria, construida a partir de los intereses de las clases trabajadoras, libres de la pobreza material y de las miserias espirituales que engendra el capitalismo. La izquierda no se reduce, entonces, a la izquierda que milita en partidos u organizaciones políticas de izquierda, sino que incluye a actores y movimientos sociales"[6].

Notamos de paso que esta perspectiva se aleja notoriamente de la concepción idealista del término que asume que la izquierda se identifica con corrientes ideológicas de corte socialista (y por consiguiente, con los partidos políticos surgidos de ellas). Es una constante en los diversos especialistas luego del colapso del así llamado "socialismo real", que se circunscribiría a la influencia de las naciones soviéticas, venida a menos después de la caída del Muro de Berlín y el término de la Guerra Fría (1989). Desde entonces se considera que la izquierda política, libre ya de su exclusivismo ideológico, se expandía (o reducía) hasta llegar a considerarse como la oposición a la estructura capitalista del mundo político, social y económico, que empezó a ser considerado como la única alternativa de desarrollo en el nuevo mundo que surgía después de estos acontecimientos.

"En este contexto sociopolítico aparecen las tesis de Francis Fukuyama, (nacido en una familia de origen japonés radicada en Chicago, egresado de la Universidad de Harvard y funcionario del Departamento de Estado de los EEUU) quien escribió un libro titulado El fin de la historia y el último hombre donde afirma que la caída del comunismo y el triunfo del neoliberalismo marcan el comienzo de una etapa en la que no hay lugar para batallas ideológicas. Se impone un solo pensamiento; el neoliberal [.]. Con ello se declara el Fin de la historia, lo que significa el fin de las ideas, porque los hombres (a decir de Fukuyama), lograrán satisfacer sus necesidades sólo a través de la actividad económica que estará regida por las reglas del mercado. Llega al extremo de plantear que la democracia liberal es la única forma de gobierno (la etapa final de la historia) y los EEUU aparecen como su modelo más representativo en el planeta. Para Fukuyama, el fin de la historia no supone la existencia de sociedades neoliberales exitosas, sino la desaparición de las pretensiones ideológicas de nuevas y altas formas de organización de la sociedad humana. Quizás por eso reduce la organización del Estado a la expresión del liberalismo en lo político, el capitalismo en lo económico y la sociedad de consumo en lo cultural"[7].

 

Precisamente este fenómeno, y la disyuntiva entre ideología y acción políticas es la que lleva a otros autores a pensar que la izquierda propiamente dicha no existe como realidad perceptible, o al menos unificada.

"Desde el punto de vista del concepto, y para América Latina, 'izquierda' designa un criterio de ingreso crítico a lo real-social y, como tal, determina asimismo lugares epistémicos y orgánicos. Desde el punto de vista sociohistórico, la existencia de izquierdas irritadas y analíticas surge ante o por y contra una dominación plural y articulada de derecha, pero resulta posible pensar un sistema social sin dominación, y por tanto, sin derecha"[8].

La "vuelta" a la izquierda (ya hablaremos de este "giro" político), pues, aparecería como una propuesta que trataría en realidad de reanimar o rescatar las teorías socialistas, de frente a las nefastas consecuencias del modelo neoliberal que irrumpía con fuerza en la estructuración del mundo y que parecía imponerse en todos los niveles de la estructura de los diferentes países.

Otros autores asumen posiciones mucho menos consoladoras. Allain Touraine se mantiene escéptico con respecto a la existencia de una verdadera izquierda política en América Latina:

"Resulta poco provechoso emplear expresiones que han sido inventadas y utilizadas para un contexto totalmente diferente. En Gran Bretaña o Francia, los términos 'derecha' e 'izquierda' se sitúan en un régimen parlamentario. Y es en Gran Bretaña donde tienen más sentido. Pero el lenguaje correspondiente a un régimen parlamentario se aplica necesariamente mal a uno presidencial o semipresidencial. En el caso latinoamericano, se ajusta tan mal que creo tener buenas razones para defender una postura muy alejada de la que se expresa más frecuentemente"[9].

Aterrizamos de nuevo en un asunto meramente terminológico. Evidentemente no se pueden aplicar estos términos a un sistema diferente al europeo, pero tampoco podemos evitar el uso de nociones que se han convertido en convicciones paradigmáticas. Si la dicotomía derecha/izquierda se ha extendido de manera tal que se propone como una necesidad y como un programa, evidencia una realidad básica de adjudicación de estructuras mal que bien combatidas en su fundamento.

"Podríamos señalar que la izquierda europea que señala Touraine, y, por fuerza, su derecha, opera en una realidad ya constituida y sancionada completamente por el Estado. Este último es obviamente un Estado (moderno) de derecho. Sólo bajo estas dos condiciones es posible actuar para 'limitar la acción de las fuerzas dominantes' y 'hacer progresar la justicia y la igualdad'"[10].

No pretendo agotar todas las opiniones. Ya he señalado que mi principal intento en el desarrollo de este trabajo investigativo es clarificar las nociones sin caer, por otra parte, en la minuciosidad excesiva y el criticismo que lamentamos en muchos de nuestros autores. Por lo pronto dejemos sentado que, aunque el binomio derecha/izquierda quizá no agote las posibilidades de proposición política y reforma sistemáticas, su extenso uso y su notable influjo en la concepción de la realidad constitutiva es irremplazable. El amor a la originalidad no nos debe llevar a una especie de snobismo terminológico, sino a la propuesta de soluciones terminantes a los problemas de mayor importancia (es decir, depurar más bien los objetivos e ideales propios de la izquierda, que no su concepto).

Concedamos el que existe una izquierda, al menos en el ámbito teórico. ¿Hacia dónde se encamina? ¿Se puede construir una sociedad prescindiendo de los ideales de la izquierda? ¿Cuáles son estos ideales? ¿Se ha distanciado realmente la izquierda de los arquetipos histórico-ideológicos del comunismo? A estas preguntas sólo podemos contestar si analizamos, aunque sea de manera escueta, la historia del pensamiento marxista y su influencia en la historia de nuestro subcontinente, cosa que pretendo llevar a cabo en el siguiente apartado.

2. Breve historia del socialismo en América Latina

¿Qué es el socialismo? "Conjunto de doctrinas que, en oposición al capitalismo, preconizan la colectivización de los medios de producción como medida destinada a la supresión de las diferencias entre las clases sociales y necesaria para una organización racional de la sociedad"[11]. Las primeras teorías socialistas aparecieron a principios del s. XIX, pero lograron su cristalización con la publicación del Manifiesto del Partido Comunista (1848) de Karl Marx y Friedrich Engels, logrando así poner las bases del socialismo científico. Rápidamente se extendió este movimiento en toda Europa por medio de la fundación de partidos socialistas adscritos al marxismo en distintos países.

"El socialismo perfecciona incansablemente las relaciones sociales, multiplica de modo coherente lo alcanzado, acrecienta la fuerza y la convicción de su ejemplo, patentiza el humanitarismo real de todo su modo de vida, manifiesta constante disposición a participar en un amplia cooperación internacional en aras de la paz y la prosperidad de los pueblos en pie de igualdad y reciprocidad. De este modo, el socialismo levanta un valladar cada vez más sólido contra la ideología y la política de guerra y militarismo, de reacción y violencia, contra todas las formas de misantropía, y contribuye activamente al progreso social de la humanidad"[12]. En estos inicios vislumbramos varias corrientes dentro del socialismo: Los socialistas revolucionarios justificaban la violencia como una forma de llevar a poder la dictadura del proletariado. Por otro lado, los reformistas resaltaban los medios legales y parlamentarios. "En el tercer mundo, se ha desarrollado un movimiento socialista muy diversificado, que se aparta de las tradiciones del socialismo occidental"[13]. De esta historia del socialismo en los países del Tercer Mundo, y particularmente en América Latina, se hace a continuación una breve reseña:

"Volvamos 90 años atrás. Por entonces el análisis marxista fue enriquecido poderosamente por la fecunda obra teórica y la práctica revolucionaria de Lenin. Creador del bolchevismo en 1903, él fue quien condujo a los pueblos de la inmensa Rusia desde el desánimo de 1906 al asalto del poder en 1917 y sentó las bases del camino de construcción de una nueva sociedad. Su obra abarcó aspectos filosóficos, sociales, políticos, históricos y organizativos, y sigue siendo un basamento imprescindible para tener un referente, un marco teórico para comprender el hoy, el ayer y el mañana de cada uno de nuestros países pobres y su dependencia neocolonial. Su nombre sigue siendo duramente atacado, mientras una hipócrita tolerancia se comienza a exhibir desde el academicismo burgués en relación a 'ciertas ideas de Marx', su precursor y maestro. Marx fue en realidad el fundador del análisis "de clases" de la Historia de la Humanidad, el investigador meticuloso de la explotación económica y la alienación de las mayorías, el sistematizador de la ideología del proletariado industrial moderno; pero su voz ya queda suficientemente lejos en el tiempo, sus referencias concretas son menos comprensibles, y entonces es más fácil tergiversar su mensaje y 'ablandarlo' convenientemente al gusto de las ideas moderadas que hoy predominan en la 'izquierda' europea y latinoamericana"[14].

Las ideas marxistas llegaron a América, pero no consiguieron fácilmente hacerse de un sustrato propio; los primeros pensadores marxistas latinoamericanos estaban demasiado imbuidos de la concepción histórica-crítica europea.

Después de la Segunda Guerra Mundial el mundo rápidamente se dirigió a la polarización entre las potencias USA-URSS. Durante esta época aparecen, además, las primeras revoluciones en el continente (Cuba). Los movimientos políticos y sociales que se gestaron en la segunda mitad del siglo pretendieron identificarse con las ideologías marxistas acerca de la producción y la lucha de clases. Muchos fenómenos interesantes tuvieron lugar en América Latina durante este período, inclusive el nacimiento de una nueva teología, la así llamada "teología de la liberación" que pretendió en algún momento unificar la reflexión teológica con los principios marxistas de lucha de clases. Después de esta fase de optimismo y construcciones utópicas llegó la decepción: el derrumbamiento del bloque soviético y el término de la Guerra Fría.

Numerosos autores hablan del "fracaso" del socialismo como ideología, pero consideran la izquierda como necesaria, aún vigente, una opción que debe aportar una nueva propuesta programática.

"La Guerra Fría ha terminado y el bloque socialista se derrumbó. Los Estados Unidos y el capitalismo triunfaron. Y quizás en ninguna parte ese triunfo se antoja tan claro y contundente como en América Latina [.]. Sin embargo, vale la pena ocuparse de la izquierda en América Latina porque el fin de la guerra fría y la caída del socialismo no han erradicado las causas de su irrupción en el escenario político y social. Hoy la pobreza, la injusticia, las abismales disparidades sociales arquetípicas, así como la violencia ordinaria y abrumadora, se erigen de nuevo en realidades insoslayables de la región"[15].

3. ¿Podemos hablar de una "vuelta" a la izquierda en América Latina?

A todas luces los movimientos actuales de reforma política inspirados en los ideales de la antigua izquierda no comparten su propio sustrato ideológico. La mayoría de los analistas coinciden en señalar algunas incongruencias de continuidad y de método en lo que respecta a los procedimientos utilizados para alcanzar el poder y, por consiguiente, para las necesarias reformas en el subcontinente (todos convenimos en su necesidad).

Empecemos diciendo que la nueva izquierda tiene características muy diferentes; no se trata de un solo frente de pensamiento que reúna toda una masa de tendencias. Podemos hablar de movimientos de izquierda y de centro-izquierda. Incluso a veces estos movimientos se identifican de facto más bien con los procedimientos de la derecha, sin mencionar que muchas veces cae en los viejos estándares de manipulación y dictatorialismo. El caso de Venezuela, con su Presidente Hugo Chávez es iluminador al respecto. Esta figura carismática (cuenta con el respaldo de gran parte de sus ciudadanos) se ha convertido en una especie de regulador universal de la vida política de este país; gobierna con mano de hierro (lo cual parece gustar a los venezolanos) y, si se quiere, ha logrado que todo gire en torno a una voluntad política que depende exclusivamente de su propia visión. Podemos mencionar otros casos: En Brasil el binomio derecha-izquierda no se ve claro: Lula Da Silva, el presidente en el que todos los brasileños ponían su confianza (y la izquierda del resto de la región), ha caído en un "desencanto generalizado" al que algunos autores como Touraine hacen referencia. Por más que algunos quieran ver en esto una actitud tendenciosa, no podemos menos que conceder que se trata de un fenómeno real.

"Por esta razón, lo que habría que denominar la "gran decepción" de la Presidencia de Lula ha sido su renuncia a elaborar un proyecto a la vez político y social de cambio. Esto nos obliga a hablar de un fracaso fundamental de las soluciones que podríamos llamar 'de izquierda' en el conjunto del continente"[16].

No faltan retractores y opositores a este punto de vista. La primera acusación brota del hecho de que la mayoría de los escépticos con respecto a la izquierda aplican paradigmas europeos a una realidad latinoamericana básicamente diferente. Así, el periodista Niko Schvarz se lamenta acerca del eurocentrismo de estos autores europeos y también de algunos "malos hijos" latinoamericanos:

"Aquí viene al caso citar otro ejemplo de eurocentrismo recalcitrante, el del británico Richard Gott, veterano periodista de The Guardian, quien muy suelto de cuerpo afirma que 'la izquierda en América Latina está totalmente en crisis, como en todas partes del mundo'. Si se refiere a su país, es bien posible, pero en América Latina sucede lo contrario. También niega Gott que haya 'una ola de izquierdismo en América Latina'. Es lo que repite Sanguinetti. En la misma línea se inscribe el venezolano Teodoro Petkoff, que termina una extensa trayectoria por varios terrenos políticos renegando de la izquierda y en una ciega oposición a Chávez. Al lado de los eurocentristas, éstos forman el campo de los peores americanos"[17].

La tesis de Martha Harnecker incluye ideas de reforma que son más soportables para los analistas. "Estoy convencida, como lo he repetido muchas veces –nos dice[18]que el único camino para estar a la altura de los desafíos que nos plantea el mundo de hoy y poder avanzar en la lucha por crear las condiciones de una profunda transformación social es evitar caer en una actitud nostálgica hacia el pasado y partiendo de la nueva realidad en la que estamos insertos decidirnos a construir creadoramente el porvenir". Por relativista que nos parezca una solución tal, es la que más consenso reúne y con la que se identifican, decíamos, muchos de los principales actores de los movimientos políticos actuales. Lo cierto es que esta actitud justifica con facilidad la ausencia de programas concretos y ligados a una ideología (la ideología en muchos casos se ha considerado como un fardo limitador del que por fin se ha visto libre la izquierda). Eso es lo que podemos señalar como una ausencia; veamos los aspectos positivos.

Harnecker hace una crítica responsable del politicismo; la izquierda trataría muchas veces de conseguir la apropiación de las estructuras de gobierno (algunas veces mediante la noble "oposición", otras veces con medios no tan "ejemplares"), pero esta vía no consigue sino estatibilizar una tendencia que no debe, de hecho, configurarse con las estructuras de derecha del Estado (el Estado concebido como garante del "buen orden", y de la ya muy manoseada "gobernabilidad"). Hace referencia además a la "crisis orgánica" de la izquierda:

"Esta crisis de la actual institucionalidad de los partidos de izquierda se expresa tanto en la pérdida de sus capacidad de atracción y convocatoria antes las gentes y especialmente ante la juventud, como en una evidente disfuncionalidad de sus actuales estructuras, hábitos, tradiciones y maneras de hacer política, con las exigencias que la realidad social reclama de un actor político de carácter popular y socialista, en proceso de renovación sustantiva"[19].

Esta autora también tiene páginas interesantes acerca de las relaciones entre democracia y socialismo: considera estos ideales como inseparables. Promueve la participación ciudadana como una necesidad inexorable para lograr los cambios que la izquierda política se propone. Esto pasa por eliminar "la desconfianza que la gente común tiene de la política y de los políticos. La gente está harta de promesas que no se cumplen. Hoy la mera propaganda de una sociedad alternativa no basta. Hay que demostrar en la práctica aquello que se predica […]. Es necesario gestar en ellos auténticos grados de poder y de democracias populares, que sean tangiblemente superiores a la democracia burguesa. Es necesario luchar por un nuevo tipo de democracia, desde abajo y para los de abajo. Los gobiernos locales en manos de la izquierda podrían ser excelentes espacios para llevar adelante procesos de construcción alternativos; deberían ser transformados en escaparates que demuestren prácticamente la posibilidad de un proyecto político-social diferente". Esto basta para ilustrar el largo camino que tiene que andar la izquierda para presentarse siquiera como una alternativa razonable.

II. RECETAS PARA EL MAL DEL ZURDO: PROPUESTAS PARA CONSEGUIR EL CONSENSO POLÍTICO

1. ¿Motivaciones ideológicas reales o simple adjudicación de paradigmas políticos?

Hemos visto anteriormente que la denominada "nueva izquierda" sólo asume, en muchas ocasiones, la estructura o el sistema político dado (es decir, de derecha, con lo cual eliminaría automáticamente su razón de ser) para la construcción de sus intereses políticos; en cuanto a una diferenciación real con respecto a la derecha, no podemos vislumbrar diferencia alguna. De cualquier forma, el fenómeno de la "vuelta" a la izquierda (como algunos autores han empezado a llamar al fenómeno de los nuevos movimientos políticos de inicios del milenio) es un fenómeno real. Algunos, más optimistas, señalan que "este nuevo protagonismo de la izquierda en América Latina y el Caribe tiene diferentes matices, objetivos comunes y valiosas contradicciones que van desde el nacionalismo y el papel de las fuerzas armadas hasta la interpretación del capital dentro de la economía social. Esta diferencia de matices, con sus contradicciones, la hace más invulnerable y menos dogmática porque la aleja de orientaciones teóricas preconcebidas y exige la construcción de una vanguardia con mucha claridad política e ideológica y una visión estratégica que le permita avizorar la dinámica de los cambios y los peligros de procesos de cambio y transformación social sin derrumbar de manera definitiva las estructuras del agotado modelo neoliberal. Este giro a la izquierda tiene muchas perspectivas aunque pudiera traer un altísimo costo político si no enfrentamos al burocratismo y la corrupción que, en su momento, acabaron con la Unión Soviética y sus aliados"[20].

Este es otro paso inexorable. La construcción de la nueva izquierda en América Latina tiene que pasar por una revisión de sus propias estructuras, tratando de eliminar así la corrupción imperante en muchas de las instituciones gubernamentales de derecha, que quedaron develadas en la década anterior en muchos de nuestros países. También, creo yo, se debería avanzar hacia una verdadera democratización al interior de los mismos partidos, de modo que las bases tengan una mayor participación en la elección de los líderes y representantes: se debe evitar caer en el caudillismo que ha adolecido la región en los últimos años, tanto del lado de la derecha (gobiernos militares) como de la izquierda (¿es necesario traer ejemplos a colación?).

Helio Gallardo señala, acerca de la relación de la izquierda con su derecha "antagónica": "'Izquierda' es un nombre propio que designa actitudes políticas que pueden ser determinadas por sí mismas, en ausencia de cualquier tipo de 'derecha'. Estas actitudes políticas remiten al rechazo de lo social constituido y de los social constituyente, se nutren de una fe antropológica que puede incluir la fe religiosa, y demandan lucha social, organización, teoría social y utopía, todas ellas liberadoras en el sentido de compromiso y apuesta"[21].

Todo esto porque echamos de ver de facto numerosas limitaciones en la aplicación concreta de planes revolucionarios. "Revolución" es una palabra de la que se continúa abusando indiscriminadamente, pero que aún puede ser clave para la comprensión de lo que significa una constante puesta en marcha de los mecanismos de renovación política[22]"Equivocada o en lo cierto, la nueva izquierda, la Izquierda Revolucionaria, se expresa en nombre de la Revolución Cubana en toda América Latina y en todos sus espacios y lleva a los antiguos sectores organizados del pueblo y a los nuevos, particularmente a los pobres de la ciudad y del campo, el mensaje y la imagen de la revolución necesaria y posible. Ni el anticomunismo visceral de origen y propagación imperial, ni el sectarismo dogmático de una izquierda que desea hacer aparecer a la experiencia cubana como un "accidente histórico", como una 'excepcionalidad' irrepetible, logran desdibujar de la conciencia histórica de los pueblos latinoamericanos el hecho de que en Cuba se está produciendo una revolución, la primera en que el pueblo participa armada y exitosamente en América Latina, y que ella es agraria, nacional y socialista. Las figuras-símbolos de Ernesto Guevara y Camilo Tórrez, proyectados mundialmente, ambos portadores de la pasión y del concepto de un cambio radical necesario y posible, saturan la década y se prolongan hasta hoy"[23].

Hay que preguntarse además, si las propuestas de la izquierda, sus inquietudes y sus delimitaciones programáticas corresponden a un anhelo o más bien a una realidad. Lo cierto es que, como dice Carlos Sabino, "las oportunidades de crecimiento se alejan cuando los líderes políticos abrazan un discurso de izquierda, a veces nacionalista o populista, en un mundo que se modifica y avanza velozmente, creando un escenario muy diferente al del siglo anterior"[24]. El mismo autor reconoce que muchas veces el gasto burocrático hace que las ayudas a los más necesitados se retrasen o se pierdan. Leámoslo: "La preocupación por los pobres, en la que tanto insiste nuestra izquierda latinoamericana, no pasa en realidad de una actitud declarativa que, en la práctica, poco aporta a quienes viven en peores condiciones: se aumenta el gasto público y se lo destina –aparentemente- a la resolución de problemas sociales, pero ese gasto social se convierte en consumo burocrático que casi nunca llega a los sectores sociales a los que se pretende favorecer; se habla hasta el cansancio de la pobreza, pero no se toman las medidas necesarias para impulsar el crecimiento económico que es el único motor que, en definitiva, podrá superar este flagelo: porque en países de escaso desarrollo, como los nuestros, las medidas redistributivas del ingreso sólo producen el resultado de igualar hacia abajo la calidad de vida, como el ejemplo venezolano nos muestra hoy con absoluta nitidez. Lo peor no es eso: lo más grave es que esas medidas amenazan por lo general el derecho de propiedad y los intercambios libres entre los particulares, creando un clima de inseguridad jurídica que desalienta las inversiones y que entonces retarda el crecimiento"[25].

2. Izquierda y democracia: Un pasado desconocido, un presente desconcertante, un futuro incierto

De todos es conocida la dificultad de los gobiernos de "izquierda" para mantener una gobernabilidad funcional basada en los principios democráticos (si partimos del hecho que dichas instituciones gubernamentales los asumen como principios propios). En todo caso, en los discursos e intervenciones proselitistas de los gobernantes y de los caudillos de estos movimientos apenas si se deja descansar este concepto. Una prioridad en el avance de una izquierda que asuma estos programas democráticos es que de hecho su estructura partidaria responda a ellos.

Otra vez Harnecker tiene, con respecto a este tema, algunos puntos importantes que deberé resaltar:

"Tenemos que entender cuán frágiles son nuestras actuales democracias. Se trata de democracias restringidas o tuteladas, donde las grandes decisiones no son adoptadas por los parlamentos sino por entidades que escapan a su control: las grandes agencias financieras internacionales (FMI, BM); los bancos centrales, los organismos de seguridad nacional. Hoy pareciera ser que los grupos dominantes toleran mejor el triunfo de candidatos de izquierda, porque éstos tienen cada vez menos posibilidades reales de modificar la situación imperante. Para vencer estas limitaciones se hacen cada vez más actuales las ideas de Bolívar acerca de la necesidad de la articulación de nuestros países. Aislados conseguiremos poco, articulados nos haremos respetar y podremos encontrar soluciones económicas, políticas y culturales que nos hagan cada vez menos dependientes de los grandes bloques mundiales"[26].

Manteniendo este aspecto propositito yo mismo he compuesto un poema titulado "Mala izquierda"[27] que puede ayudarme a describir y proporcionar un aporte en lo que se requiere a sacar adelante una izquierda que responda de hecho a las necesidades más urgentes de la región, volviendo a realizar las épicas hazañas realizadas anteriormente por los movimientos de izquierda, con respecto a la consecución de regímenes políticos justos. Dice así:

MALA IZQUIERDA

TENGO que llenar obtuso

de materia y sangre

revolución

obscena.

Solución: sangrarse.

Ojalá no se entienda este poema como una invitación a la violencia; lejos de mí tal cosa. Se trata más bien de enfocar la necesidad de trabajar fuertemente para que la izquierda logre despojarse de toda la estructura asfixiante que le hace perder el sentido y los objetivos propios de su razón de ser.

Otros de los tópicos que deben ser atendidos son: la reducción de la pobreza a corto plazo, mediante la modernización de los sectores productivos y una justa reforma agraria; el establecimiento de leyes que procuren proteger el ecosistema y la rica biodiversidad de nuestros países, eliminando la explotación indiscriminada de las fuentes de energía y el respeto de las libertades y derechos más fundamentales. Para esto se deben constituir parlamentos verdaderamente preocupados por establecer leyes que respeten la institucionalidad y el verdadero estado de derecho. Otros temas importantes las constituyen las relaciones (en épocas anteriores muy poco cordiales) con las distintas confesiones religiosas. Para mencionar un caso: El gobierno cubano, después de mucho tiempo, ha reconocido la utilidad no sólo de tolerar sino de preservar los valores religiosos de los ciudadanos. Los creyentes cristianos[28](que son la mayoría en Latinoamérica) deben asimismo tener un papel importante en lo que respecta a instaurar un sistema más justo, y logra mayor representatividad individual, superando la pasividad y el subjetivismo. No podrían llamarse verdaderos cristianos si fuese de otra manera. Los pastores, y cuantos trabajan en la evangelización de éstos pueblos, debemos tomar conciencia de la prioridad de promover la cultura política de los ciudadanos, y por eso debemos empezar por formarnos nosotros mismos en lo que respecta al discernimiento de las verdaderas propuestas de estructuración de la vida social.

Como he querido hacer notar, el camino para lograr una izquierda que realmente tome como consigna el desarrollo de nuestros pueblos es muy escabroso. Mi investigación está muy lejos de ser exhaustiva, pero creo que he podido constatar que debemos empezar por formar en los ciudadanos una verdadera conciencia política, lograr la participación de los mismos y despojar a los partidos de izquierda del lastre institucional malsano que muchas veces cargan sin ninguna razón válida. Como dice el autor Castañeda "[la izquierda] puede impulsar el cambio desde abajo y desde afuera: movilizando las enormes energías de la sociedad civil y proporcionando a los proliferantes movimientos populares del continente un programa y una visión, y los instrumentos para realizarlos. Gobiernos municipales y estatales, sindicatos y estudiantes, mujeres y colonos, campesinos e intelectuales pueden esperar que la izquierda canalice su protesta y sus aspiraciones transformándolas en proyectos más amplios de cambio duradero"[29]. Que este pequeño artículo nos ayude a tomar conciencia de la necesidad de convertirnos en verdaderos agentes de cambio en pos de conseguir la prosperidad y el desarrollo de nuestro muy apreciado y también muy flagelado subcontinente.

BIBLIOGRAFÍA

  • ABELLA, Gonzalo. Socialismo en América Latina: única posibilidad de sobrevivencia (versión digital en: , citado el día 11 de junio de 2008 y remitido brevemente en el texto como Socialismo).

  • BOBBIO, Norberto (1995). Derecha e izquierda. Razones y significados de una distinción política. Taurus, Madrid, España.

  • CASTAÑEDA, Jorge G. (1994). La utopía desarmada. Intrigas, dilema y promesa de la izquierda en América Latina. Ariel, Buenos Aires, Argentina.

  • GALLARDO, Helio.

  • (1989). Elementos políticos en América Latina. DEI, San José, Costa Rica.

  • (2005). Siglo XXI. Militar en la izquierda. Alerquín, San José, Costa Rica.

  • HARNECKER, Marta.

  • (1999). Haciendo lo imposible. La izquierda en el umbral del siglo XXI. Siglo XXI, México D.F., México.

  • (2005). Sobre la estrategia de la izquierda en América Latina. Revista Science & Society, Vol. 69, N. 2 (versión electrónica en: , citado el día 11 de junio de 2008 y remitido brevemente en el texto como La estrategia).

  • LA ENCICLOPEDIA (2004). Salvat Editores, Bogotá, Colombia.

  • MORANDY, Darío. América latina gira a la izquierda (versión digital en: , citado el día 9 de junio de 2008 y remitido brevemente en el texto como Gira).

  • SABINO, Carlos. El giro hacia la izquierda en América Latina (versión digital en: , citado el día 12 de junio de 2008, y remitido brevemente en el texto como El giro).

  • SCHVARZ, Niko. La izquierda en América latina (versión digital en: , citado el día 12 de junio de 2008, remitido brevemente en el texto como La izquierda).

  • TOURAINE, Allan.

  • (20 de enero de 2007) Europa como problema. El País, Madrid, España.

  • (2006). Entre Bachelet y Evo Morales, ¿existe una izquierda en América latina? (versión digital en: , citado el día 5 de junio de 2008, remitido brevemente en el texto como ¿Existe?)

  • WALLERSTEIN, Immanuel. ¿Qué tan a la izquierda se ha movido Latinoamérica? (versión digital en: , citado el día 11 de junio de 2008 y remitido brevemente en el texto como ¿Qué tan a la izquierda?).

 

Autor:

Francisco Durán

El autor, prenovicio de la Orden de San Agustín, es alumno del Instituto Teológico de América Central (ITAC).

[1] TOURAINE, A. (enero de 2007).

[2] BOBBIO, N. (1995), p. 162.

[3] (2005). Editorial Alerkín, San José, Costa Rica.

[4] Op. cit. p. 20.

[5] Op. cit. p. 22.

[6] HARNECKER, (2005).

[7] MORANDY, D. Gira.

[8] GALLARDO, H. Op. cit. p. 39.

[9] TOURAINE, A. ¿Existe?

[10] GALLARDO, H. (2005), p. 21 y 22. La referencia marginal (a la cual hay que prestarle mucha atención durante la lectura, pues con frecuencia resume mejor que en el texto sus conceptos propios) agrega: "Si en Europa 'limitar' y 'hacer progresar' son tareas de la izquierda, ésta es evidentemente defensiva. Una izquierda estratégicamente 'defensiva' no constituye izquierda en América Latina".

[11] Socialismo en La Enciclopedia, (2004), p. 14, 361.

[12] Resolución del XXVII Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética sobre el Informe Político del Comité Central del PCUS, p. 6.

[13] La Enciclopedia, p.14, 362.

[14] ABELLA, Gonzalo. Socialismo.

[15] CASTAÑEDA, J. (1994), p. 7-8.

[16] TOURAINE, A. ¿Existe?

[17] SCHVARZ, N. La izquierda.

[18] HARNECKER, M. La estrategia.

[19] HARNECKER, M. (1999), p.321.

[20] MORANDY, D. Gira.

[21] GALLARDO, H. (2005), p. 74.

[22] Algunos autores se muestran más escépticos al respecto: "Entonces, ¿qué suma todo esto? Ciertamente no una 'revolución' en el sentido tradicional del término. Lo que significa es que el punto medio de la política latinoamericana, el locus del "centro", se ha movido considerablemente a la izquierda de donde estaba hace apenas diez años. Esto debe ponerse en el contexto de un movimiento mundial. Este viraje hacia la izquierda está ocurriendo en Medio Oriente y en Asia Oriental también. De hecho, ocurre también en Estados Unidos. El impacto de la recesión económica, que probablemente pronto se vuelva aun más severa, sin duda empujará todavía más estas tendencias" (WALLERSTEIN, Immanuel. ¿Qué tan a la izquierda?).

[23] GALLARDO, H. (1989), p. 260.

[24] SABINO, Carlos. El giro.

[25] Íbidem.

[26] HARNECKER, M. La estrategia.

[27] Del cuadernillo Dreamcatcher, cuya publicación está a punto de verificarse.

[28] Nótese de paso que no dije "católicos", sino sólo cristianos en general.

[29] CASTAÑEDA, J. (1994), p.517.

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