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La vocación, el seguimiento de Jesús e interioridad agustiniana

Enviado por Exequiel


Partes: 1, 2, 3

  1. Introducción
  2. Ver
  3. Juzgar
  4. Actuar
  5. Conclusión
  6. Bibliografía

Introducción

En el desarrollo de este trabajo monográfico, trataré el tema de la vocación, el seguimiento de Jesús, y la interioridad agustiniana, utilizando el método: ver juzgar y actuar, propio del magisterio de América Latina y usado en la constitución dogmática Gaudium Spes (GS) del Concilio Vaticano II, también utilizado por el Beato Juan Pablo II en su magisterio. El método ver, juzgar y actuar, nos ubicará en nuestro contexto, en situaciones concretas y un hilo conductor que desemboca en una respuesta a las situaciones propias de nuestro tiempo.

En el primer capítulo se abordará de una manera clara y sencilla la crisis que el hombre actual está viviendo. Su desarrollo nos permitirá profundizar en el cómo se está viviendo la vocación, particularmente a la vida sacerdotal y religiosa, y cómo se está viviendo el seguimiento de Jesús y la interioridad desde la repuesta de San Agustín de Hipona.

Partimos de la siguiente pregunta: ¿está en crisis la vocación o, por el contrario, es el ser humano el que está en crisis? Para responderla nos daremos a la tarea de ver los acontecimientos de la historia, enfocándonos principalmente en el secularismo y el daño que ha causado en el mal uso de los medios técnico-científico. También desarrollaremos algunos aportes del Papa Benedicto XVI sobre la crisis del hombre actual, que consisten en:

  • 1. La ausencia de Dios como deterioro de la misericordia en el mundo.

  • 2. El materialismo economicista global como expresión epocal de la crisis del ser humano.

  • 3. Vacío de Dios- vacío del sentido de la vida.

En el juzgar: trataremos a nivel profundo la reflexión sobre la vocación, el seguimiento de Jesús y la interioridad agustiniana. Los tres temas se abordan por separados, para definir el significado y en que consiste cada uno. La vocación, por ejemplo: es un acontecimiento propio e irrenunciable que nos acompaña, desde el llamado a la existencia hasta encontrarnos con quien nos llamó. El seguimiento de Jesús lo plantearemos como una manera concreta de llevar a cabo la vocación recibida; nos ubicaremos en su contexto teniendo en cuenta los datos históricos y de fe, expresados principalmente en los evangelios sinópticos y de Juan. También, desarrollaremos algunos modelos de seguimiento, como es el de maría la madre de Jesús y la vida monástica. Además abordaremos el itinerario de San Agustín, su inquietud-búsqueda y la interioridad-trascendencia que le llevó a descubrir primeramente su propia vida y luego a Jesús que habita en lo más íntimo de su propia intimidad.

En el actuar o tercer capítulo, habiendo visto y juzgado lo relacionado al tema a trabajar en esta monografía, ofreceremos un proyecto formativo para los fieles cristianos laicos que han optado por pertenecer a la sociedad de oblatos Albertinianos. Este proyecto formativo estará basado en la espiritualidad de los Monjes Contemplativos Albertinianos. Brindaremos una repuesta concreta a las vocaciones que deseen un seguimiento más pleno de Jesucristo.

Ver

1. PROBLEMA VOCACIONAL COMO MANIFESTACIÓN DE LA CRISIS DEL HOMBRE ACTUAL.

Hemos iniciado el siglo XXI y como herencia del siglo XX estamos experimentando de manera violenta dentro de la Iglesia Católica los estragos que primero el modernismo, y luego la post modernidad nos han dejado. Vivimos en una sociedad Secularista que rechaza todo signo que hable de Dios, o bien todo signo por el cual Dios nos habla. El hombre actual ha querido quitar a Dios para ocupar su lugar, lo que le hace perder su identidad y con ella su vocación. En este sentido la Iglesia Católica que por mandato Divino está formada por hombres, es decir por miembros que tienen la vocación de formar en el propio género humano, la familia de los hijos de Dios, que ha de ir aumentando sin cesar hasta la venida del Señor (Cfr. GP 40) manifiesta una gran preocupación por la dificultad que actualmente tiene el hombre para encontrar su vocación.

1.1. La Iglesia en el tiempo.

La iglesia católica, cuerpo místico de Cristo y Jerusalén Eterna, con dos mil trece años de historia, pero con los fundamentos en el corazón mismo de Dios, El Eterno Padre y por quien todo fue creado (Cfr. GP 40), ha sufrido diversos ataques procedentes de los imperios, personajes, ideologías y diferentes detractores en cada etapa transcurrida a lo largo de la historia[1]

Las fuerzas del mal actúan contra ella para la perdición de la humanidad. Los daños que causan son muchos y de gran magnitud, pero ninguno puede destruirla. No porque quienes la integran sean seres extraordinarios, sino porque prevalece la promesa del Hijo Eterno del Padre: "los poderes del infierno no prevalecerán sobre Ella" (Mt 16,18). Con razón, escribe Chesterton, para el tiempo de San Francisco De Asís, ya la Iglesia era más antigua que la Francia de hoy, y más antigua que la Inglaterra de nuestros días. Ya parecía antigua casi tanto como ahora y probablemente más. Había alcanzado sus mil y volvía la esquina del segundo milenio. Parecía tan antigua como ahora y había quien la imaginaba moribunda como ocurre ahora.[2] Así como en el pasado la Iglesia enfrentó diversos ataques, también hoy lo está haciendo y con el mismo vigor y certeza que hace dos mil años, tal como si nuevamente volviera a nacer. Gracias a la acción del Espiritu Santo, que transforma y rejuvenece, este misterio es posible.

En nuestros tiempos se piensa que la Iglesia enfrenta una crisis de vocaciones, religiosas y sacerdotales. ¿En qué consiste esta crisis? ¿Está en crisis la vida religiosa y sacerdotal? La vocación no es una necesidad más que el hombre haya inventado para estimular los anhelos e inquietudes que nacen en su interior, sino una realidad existencial sobrenatural que tiene sus fundamentos en su creación (cfr. Ef 1, 3-5).

No existe una crisis Vocacional o crisis de la vocación. No está en crisis la vocación a la vida religiosa y sacerdotal. Como ya mencioné, la vocación es un llamado gratuito de Dios a los hombres. Independientemente que responda o no, su corazón estará marcado por el sello indeleble de su amor:[3] "Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti" (Confes., I, 1,1).

1.1.1 Estado actual de la vocación

Si la vocación no está en crisis, entonces ¿en qué consiste ese extraño fenómeno que está ocurriendo al interior de las comunidades religiosas, de la vida sacerdotal diocesana y de las órdenes monásticas que son tan antiguas como la iglesia? Muchas de estas formas de vida consagrada han cerrado o están a punto de cerrar casas religiosas, debido a una creciente disminución de hombres y mujeres que optan por este estilo de vida, y muchos de los que ya hicieron su opción terminan abandonando el ministerio[4]Veremos los siguientes datos estadísticos: En Latino América, en 1978 eran 300.489 religiosas, en el 2000 eran 232.986, un 22,46% menos. Religiosos laicos eran 23.747 en 1978, en el 2000 eran 16.615, un 30, o3% menos. Religiosos sacerdotes eran 54.187 en 1978, en el 2000 eran 45.720, un 15,63% menos. Así el total de religiosos y religiosas eran de 378.423 en 1978 y en el 2000 eran 295.321, un 21,96% menos".[5]

Sumado, estos datos a las diferentes experiencias que los feligreses tienen en sus parroquias, nos damos cuenta de la. La atención pastoral – espiritual de la feligresía, es cada vez menos personalizada y menos atendida. Personalmente, en los encuentros semestrales que realiza la Conferencia de Religiosos de la Diócesis de Estelí, he tenido la oportunidad de conversar con religiosos y sacerdotes sobre el tema vocacional, Y coincidimos que existe una creciente disminución de las vocaciones religiosas y sacerdotales. He orientado vocacionalmente a jóvenes que han solicitado ingreso a nuestro Monasterio Albertiniano Inmaculada Concepción de María en Estelí, Nicaragua, de los cuales no todos ingresaron y no todos los que ingresaron han perseverado. ¿Qué sucede? ¿Qué está pasando?¿Será el hombre el que está en crisis?

1.2. Crisis del hombre en la actual coyuntura global.

Efectivamente, se ha constatado que el hombre está atravesando situaciones muy hostiles en la historia actual. No es plenamente libre a la hora de tomar decisiones y opciones fundamentales. Va perdiendo la capacidad de escucha y por lo tanto de repuesta. Las estructuras de pecado han alcanzado tales dimensiones, y el hombre actual no quiere acordarse de Dios. Continúa enfrascado en su lucha por ser como dios: "En realidad ni siquiera hace falta una rebelión consciente a lo Prometeo. Es tal el poder que los hombres tienen en sus manos, que aun sin quererlo van adquiriendo psicología de diosecillos".[6]

El hombre actual ha renunciado a construir la ciudad de Dios, la ciudad del amor, que tiene sus fundamentos en Abel, para construir la ciudad de los hombres, es decir, la ciudad del pecado, fundada en Caín.[7] Ha renunciado a sus valores fundamentales, que son inherentes a su existencia, creando así una sociedad secularista sin referentes trascendente.

1.2.1. El secularismo y sus consecuencias.

En este sentido, el secularismo se ha de entender como el extremo de lo que la teología llama secularización y que forma parte de la crisis del hombre actual. Secularización viene del latín "saeculum" y que significa "siglo"; en el lenguaje eclesial significó, "mundo". Las religiosas y religiosos le llamaban mundo a lo que estaba fuera de la Iglesia. La primera vez que este término se empleó fue jurídicamente en el año 1648 en los tratados de "Wuest Falia" para pasar algunos bienes de la Iglesia a manos del estado (secularización), y así poner fin a la guerra de los treinta años.

En el siglo XVIII se le llamó secularización al retorno de los sacerdotes al estado laical, de la Iglesia al mundo. En el siglo XIX adquiere un significado cultural. Muchas tareas que la iglesia realizaba en lo políticos, lo económico y en lo intelectual, fueron asumidas por la sociedad. Por ejemplo: para gobernar, un monarca lo hacía en nombre de Dios, Era ungido con oleo. Ahora, quien gobierna, lo hace en nombre del pueblo y para el pueblo; el pueblo lo pone y lo quita cuando quiere.

La educación hasta la edad media estuvo bajo la tutela de la Iglesia. Muchos descubrimientos científicos estaban basados en la interpretación de la Biblia. Los sacerdotes eran los notarios y llevaban los registros eclesiásticos y civiles del estado. En la agricultura los cultivos eran asperjados con agua bendita. En la actualidad ya no ocurre esto. Los cultivos ya no son asperjados para su buena producción, sino que son bañados con fertilizantes.

La Iglesia ha cedido gran parte de sus actividades a la sociedad. A tal punto que el estado de secularización a lo largo de la historia ha adquirido nuevas dimensiones: de la secularización se ha pasado al secularismo.[8] El Papa Juan pablo II manifiesta su preocupación al momento de interrogarse: "¿Cómo no hemos de pensar en la persistente difusión de la indiferencia religiosa y del ateísmo, en sus más diversas formas, particularmente en aquellas hoy más difundidas del secularismo? Embriagados por las diversas conquista de un irrefrenable desarrollo científico- técnico, y fascinado sobre todo por la más antigua y siempre nueva tentación de querer llegar a ser como Dios (cf. Gen 3,5) mediante una libertad sin límites, el hombre arranca las raíces religiosas que están en su corazón: se olvida de Dios, lo considera sin significado para su propia existencia, lo rechaza poniéndose a adorar los más diversos ídolos." (ChL 3)

Por secularismo se entiende entonces aquello que va más allá de la secularización. Podemos decir secularización sí, pero secularismo no. La secularización en sus justas coordenadas es importante, porque ayuda a madurar la fe, permite una sana interpretación del Misterio de Dios en todos los ambientes. En cambio el secularismo rechaza el sentido trascendente de la vida. Elimina todo elemento espiritual que haga referencia al Misterio. Nos enmarca en un espacio finito, declarándonos administradores de nuestra propia vida, sin tener que rendirle cuentas a nadie.

Esto desemboca en una rebeldía interior. Durante el año 2012, Nicaragua experimentó el impacto negativo del secularismo. Como rechazo a los signos de trascendencia: tres Iglesias fueron víctimas de sacrilegio (La Iglesia San Agustín, en Managua; Don Bosco, en Estelí y la Asunción, en Ocotal). Y En marzo de 2013, un grupo de personas del Barrio Betania, Estelí, Nicaragua, agredió física y verbalmente, al Monasterio Albertiniano Inmaculada Concepción de María, ubicado en ese mismo barrio marginal. Cosa que jamás hubiese ocurrido cincuenta años atrás.

1.2.2. Una sociedad científico- tecnológica sin referente trascendentes

Lo cierto es que estamos en una sociedad secularista, donde el hombre ha perdido los referentes trascendentes y experimenta una aguda crisis de valores. Con el desarrollo científico tecnológico, ha pretendido crear su propio "estado de cosas" cambiar el rumbo de la historia: "Sin embargo a lo largo de los últimos años, todas esas esperanzas se han manifestado inconscientes. Es verdad que la ciencia ha beneficiado notablemente a la humanidad pero también ha hecho posible el holocausto judío las tragedias de Hiroshima y Nagasaki; el marxismo por su parte, en vez de traer el paraíso comunista, dió origen al archipiélago Gulag; las sociedades del capitalismo avanzado han alcanzado un alto nivel de vida, pero están corroídas desde dentro por el gusano del aburrimiento y del sin sentido… En resumen, que para toda una generación el mundo se ha venido abajo".[9]

El hombre se ha dejado seducir por el mundo nuevo y apasionante de la novedad científico-tecnológica. Ha renunciado a su capacidad de pensar y de reflexionar. Ha descuidado la dimensión de la fe, renunciando al silencio y a la oración. Por la falta de preguntas existenciales, se ha constituido en un ser alienado y alienante. No puede encontrar su identidad como persona, mucho menos reconocer en el otro su alteridad. [10]

Ha adquirido una mentalidad pragmática, en la que el centro de su vida es producir y consumir. "La persona vale según lo que produce y lo que posee". Cultivar las dimensiones trascendentes del hombre es lo que menos importa, si está de por medio el confort[11]y el poder. Ya no interesa el saber. Si se sabe manipular una máquina o un instrumento tecnológico es suficiente, pues de esa manera se es productivo. En el hombre actual impera la razón instrumental; como dice L. González Carvajal: "Es representativo de la nueva forma de pensar aquel lema de kodak que, desde, 1989, tanto contribuyó a popularizar la fotografía en todo el mundo "usted oprime el botón nosotros hacemos lo demás" fue una de las primeras exaltaciones de la razón instrumental: usted no necesita saber nada "otros saben por usted; todo lo que tiene que hacer usted es oprimir botones. Pues bien así es el hombre tecnológico: un hombre sin interrogantes, sin preguntas últimas. Le basta saber dónde está el botón".[12]

1.2.3. La superficialidad

La situación es preocupante. ¿Cómo no podría serlo? El mismo hombre, no se da cuenta que algo no está funcionando bien; no conoce sus propias inconsistencias. Es como un "rompe cabezas" donde las piezas están fuera de lugar. Ha perdido la unidad de la totalidad del ser. No se conoce así mismo y por eso desconoce la verdad. Camina sin darse cuenta a donde se dirige, ha perdido su meta y con ella el sentido de su vida. Es incapaz de ver su futuro con esperanza. Se ha estacionado en un eterno presente entre la superficialidad que deja el hedonismo y el consumismo; vive como si Dios no existiera (etsi deus non daretur).

En este sentido José A. Pagola nos dice que: "la cultura moderna se convierte así en una cultura de la "intrascendencia" que ata a la persona al "aquí" y al "ahora" haciéndole vivir solo para lo inmediato sin necesidad de abrirse al misterio de la trascendencia. Es una cultura de "divertimiento" que arranca a la persona de sí misma haciéndola vivir en el olvido de las grandes cuestiones que lleva en el corazón el ser humano. En contra de la maxima agustiniana "no andes fuera de ti mismo; entra en tu interior que ahí habita la verdad," el ideal más generalizado es vivir fuera de uno mismo".[13]

Soy testigo de esta dura realidad; Como hombre de esta época y de este momento de la historia, puedo dar testimonio de lo que he vivido: Llegué, al Monasterio Albertiniano Inmaculada Concepción de María, carente de afecto, egoísta, narcisista, lleno de prejuicios y de tabúes, alienado en cuanto a las ideologías y a los "mass medias" y con una personalidad fragmentada. Mis hermanos Monjes lo pueden confirmar, pero sobre todo, mi padre-maestro, quien me ha orientado para una sana relación con Jesucristo, el único capaz devolverle la dignidad al hombre. Igual que yo existen muchos que son conscientes de la crisis que el hombre actual enfrenta.

1.3. Aportes del Papa Benedicto XVI.

El Papa Benedicto XVI es uno de los grandes teólogos católicos de los últimos tiempos. Asumió el reto de profundizar en las grandes cuestiones que aquejan a la humanidad. Él es dueño de su tiempo.[14] Ha sabido reconocer la presencia amorosa de Dios en medio de tanto mal; es un hombre que sabe descubrir en cada detalle la existencia de Dios. Nació en el silencio de un sábado santo el 16 de abril de 1927.Fue formado con altos valores morales y espirituales, lo que le permitió mantenerse fiel a sus profundas convicciones.[15]

Su vida está cimentada sobre la fe y la familia, dos grandes pilares en los que se apoyará durante toda su vida. Es un teólogo de matriz agustiniana, lo hace saber en sus escritos, su espiritualidad y sobre todo, en su entrega total e incondicional a la Voluntad de Dios a través del servicio a la Iglesia.

Benedicto XVI ha vivido involucrado activamente en los últimos acontecimientos de la historia a nivel social y eclesiástico: La segunda guerra mundial, la post guerra, los daños del modernismo en todas sus dimensiones, y los continuos ataques a la Iglesia católica; se involucró, como universitario, soldado, sacerdote, catedrático, obispo, Pontífice y finalmente como Monje. Es un hombre que ha vivido inserto en el corazón del mundo sin ser del mundo; por eso sus aportes desde el magisterio profético: adquieren gran valor y autoridad.[16]

La voz del Papa Benedicto XVI es profética porque sabe anunciar y denunciar; siempre partiendo del dominio que tiene sobre el pasado y la ubicación en el presente se proyecta hacia el futuro,[17] Se puede apreciar en la reforma de la reforma de la liturgia que, llevó a cabo en la iglesia[18]Esto hace de él un personaje de la historia, como él mismo lo dice: "esta es una lucha que hace época, una lucha de enorme importancia en la historia".[19]

Teniendo muchos aportes que brindar, sobre la crisis del hombre actual, haré mención de tres grandes teologúmenos, en los cuales podemos descubrir, en la manera como los aborda, no sólo el peligro del fracaso de una sociedad que le ha dado la espalda a Dios, sino también la oportunidad de cambiar el rumbo de la historia, si atendemos a su llamado, que es el de encontrarnos cara a cara, corazón a corazón con Cristo. Los teologúmenos son:

  • 4. La ausencia de Dios como deterioro de la misericordia en el mundo.

  • 5. El materialismo economicista global como expresión epocal de la crisis del ser humano.

  • 6. Vacío de Dios- vacío del sentido de la vida.[20]

1.3.1 La ausencia de Dios como deterioro de la misericordia en el mundo.

Ante la pregunta que le hacen a Jesús ¿Quién es mi prójimo? Él, responde con la parábola del buen samaritano; reconociendo al prójimo, como aquel que se mueve a misericordia (Cfr. Lc 10,29-37). Se entiende aquí, la misericordia como la capacidad de amar, de acoger al herido y al necesitado. El Dios que se ha hecho hombre por nuestra salvación, que ha renunciado a su naturaleza divina para asumir la condición humana, se constituye en el obediente hasta la muerte y una muerte de cruz (cfr. Flp. 2, 6-8), Él es el paradigma de este amor misericordioso. Como dice el apóstol San Juan: "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Jn 15,13).

El Papa Benedicto XVI ha detectado en el mundo lo contrario a esta lógica del amor que propone Jesucristo en su evangelio y es la lógica de vivir según egoísmo. (Cerrarse al otro para centrarse en sí mismo) señala que: "el ansia de vivir que encontramos hoy en todos los continentes ha originado una anticultura de la muerte que se va convirtiendo en la fisonomía de nuestro tiempo: el desenfreno sexual, la droga y el tráfico de armas se han convertido en una trinidad profana cuya red se extiende por los continentes. El aborto, el suicidio y la violencia colectiva son las maneras concretas en que opera el sindicato de la muerte."[21]

Esta cultura de la muerte denunciada por el papa Benedicto XVI, refleja la ausencia de Dios que hay en el mundo; se ve claro el deterioro de la misericordia y, conlleva un grave peligro para la sociedad, ya que: "una sociedad que se olvida de Dios, que excluye a Dios precisamente para tener la vida cae en una cultura de muerte. Por querer tener la vida se dice "no" al hijo, pues me quita parte de mi vida; se dice "no" al futuro para tener todo el presente; se dice "no" a la vida que nace, como a la vida que sufre, a la que va hacia la muerte. Esta aparente cultura de la vida se transforma en la anticultura de la muerte"[22]

El miedo a la muerte tanto física como existencial genera muerte. El ser humano ha perdido el horizonte de su vida, se ha olvidado que en ese ser de tierra, Dios insufló el espíritu que le hace persona, capaz de relacionarse y abrirse a la trascendencia, un ser inmanente pero a la vez trascendente, capaz de morir para resucitar. Como el hombre actual ha perdido el conocimiento de sí mismo, ha perdido su identidad. El miedo a la muerte no permite asumir su vida con plena libertad, trata de esquivar el dolor de la cruz que le recuerda que hay que morir y renuncia a un Dios que ofrece la muerte como la única manera de poder vivir (Cfr. Lc. 9,24-25), le da la espalda, y se abandona a sus propios placeres, sumiéndose en el hedonismo y el relativismo.

Ante tal situación el papa Benedicto XIV nos recuerda que la cruz no se queda solo en el sufrimiento y el dolor, porque desde el madero no nos contempla un fracasado, desventurado, sino que nos contempla el Sumo Bien que hace que de ese absurdo nazca una vida nueva. Nos contempla el bien supremo de Dios que se entrega por nosotros para cargar con el peso de todos los pecados de la historia. El signo de la Cruz por un lado nos muestra lo peligroso que puede ser el ser humano y hasta donde pueden llegar sus atrocidades y por otro nos muestra el inmenso poder de Dios y que somos amados por Él.[23]

El auténtico problema, es la crisis de Dios, la ausencia de Dios disfrazada por una religiosidad vacía. La teología debe retroceder y ser verdaderamente autentica teología y hablar sobre y con Dios. Lo único necesario para el hombre es Dios. Todo cambia dependiendo si Dios existe o no. Desafortunadamente, también nosotros los cristianos vivimos como si Dios no existiera vivimos a menudo según el lema que dice: Dios no existe y si existe no influye en lo que sucede. La evangelización en consecuencia, debe, antes que nada, hablar de Dios, proclamar al único y verdadero Dios: el creador, el santificador y el juez. [24]

1.3.2 El materialismo economicista global como expresión epocal de la crisis del ser humano.

La crisis del ser humano, además de lo que anteriormente he mencionado, se centra en el materialismo economicista. Una extensión más de la cultura globalizada que vive como si Dios no existiera. El materialismo es la expresión epocal donde el hombre centra toda su existencia en la pura inmanencia, sin márgenes para trascender.

La dictadura del materialismo economicista global, ha traído grandes vacíos para la sociedad, sobre todo para las más empobrecidas de los terceros mundo; existe inseguridad por la vida; la pobreza ha adquirido un significado muy amplio, ya que se habla de control demográfico, contracepción y aborto. En los países económicamente desarrollados las legislaciones contrarias a la vida, están muy extendidas y han difundido una mentalidad antinatalista, como si fuera un progreso cultural.

El hombre tiene la idea de ser el único autor de su vida y de la sociedad. Es una presunción fruto de la cerrazón egoísta de sí mismo. Creerse autor suficiente y capaz de eliminar el mal de la historia por sí mismo, le ha hecho confundir la felicidad y la salvacion con formas inmanentes de bienestar material y social "un humanismo sin Dios".[25]Además la exigencia de la economía, de ser autónoma, de no someterse al juicio de carácter moral, ha llevado al hombre al abuso de los instrumentos económicos, de manera destructiva. Estas posturas han desembocado en sistemas económicos sociales políticos que tiranizan la libertad de las personas eliminando así la esperanza cristiana. (cfr. CV.28, 34)

Es triste dice el Papa Benedicto XVI, el balance que dejó el modelo liberal sobre todo en África. Detrás de los modelos de desarrollo se ha ocultado el deseo de ampliar el alcance de poderes he ideologías, para dominar los mercados; en esta situación se han destruido las estructuras sociales, espirituales y morales. Donde no se respeta la jerarquía de valores sino que se altera, ya no se sale al encuentro del que sufre, sino que también el ámbito de los bienes materiales queda destruido. Donde se cree que hay algo más importante que Dios, también eso importante se hunde.

Esto no sólo lo demuestra el fracaso marxista, también la ayuda al desarrollo por parte del occidente, basada en principios puramente técnicos y materiales que no sólo ha dejado de lado a Dios, también ha alejado a los hombres de Dios. Por su orgullo y presunción han hecho mucho daño al tercer mundo. Creía que podía convertir las piedras en pan, pero en vez de dar pan ha dado piedras. Debemos reconocer nuevamente la supremacía de Dios.[26]

El papa Benedicto XVI en la homilía de la misa "pro eligendo pontifice" a la vez que denunciaba una cultura alienante, propia de la dictadura del materialismo, nos da las pautas para enfrentar este fenómeno que tanto mal causa a nuestra sociedad globalizada. Se toma la tarea de enfocar de una manera sutil el problema y de brindar la cura.

Nos recuerda los vientos de doctrina que hemos conocido durante estos últimos decenios: las corrientes ideológicas, las modas de pensamiento. Nos dice que la pequeña barca del pensamiento de muchos cristianos ha sido zarandeada a menudo por estas olas, llevada de un extremo al otro: del marxismo al liberalismo, hasta el libertinaje; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo. Sin embargo no está todo definido por que en el ser humano siempre hay un plus, y este plus es la fe, que hay que madurar para no dejarse arrastrar por estos vientos.

Es necesario adherirse con fe al Hijo de Dios, el verdadero hombre, Él es la medida de todo humanismo. Todos los hombres quieren dejar una huella que permanezca. Pero ¿qué permanece? El dinero, no. Tampoco los edificios; los libros, tampoco. Después de cierto tiempo, más o menos largo, todas estas cosas desaparecen. Lo único que permanece eternamente es el alma humana, el hombre creado por Dios para la eternidad. Por tanto, el fruto que permanece es todo lo que hemos sembrado en las almas humanas: el amor, el conocimiento, el gesto capaz de tocar el corazón, la palabra que abre el alma a la alegría"[27]

1.3.3. Vacío de Dios- vacío del sentido de la vida.

Quien ha experimentado alguna vez el silencio de Dios en su vida, la soledad abrumadora de sentirse abandonado por todo el mundo y en especial por Dios, a causa del miedo, de la inseguridad, de la pobreza o de un encuentro personal con la muerte ya sea existencial o la muerte física de un ser al que se le ha amado sin reserva; tiene una aproximación al horror causado por las guerras, tanto la primera y segunda guerra mundial, como las locales, que ocurrieron en el siglo pasado y a principios de este siglo.

Después de la primera y segunda guerras mundiales parece que la humanidad ha perdido el rumbo de su existencia y los horrores siguen extendiéndose hasta nuestros días. El ser humano ya no es el mismo, pues han caído por tierra todas las expectativas, que las distintas ideologías y corrientes de pensamiento habían inyectado en su corazón; con ellas también ha caído el deseo de encontrar nuevamente una razón por la cual existir.

El nihilismo se ha apoderado de la sociedad, incluso a niveles eclesiales. Existe un sentimiento agobiante donde nada tiene razón de ser ni sentido en la vida.[28] El hombre actual no encuentra repuestas por mucho que las busque. Se encuentra en un desierto: el desierto de la pobreza, del hambre y de la sed, del abandono, de la soledad, del amor quebrantado; el desierto de la oscuridad de Dios, del vacío de las almas que ya no tienen conciencia de su dignidad ni del rumbo de la humanidad.[29]

Existe una verdadera desesperación por encontrar la felicidad, porque el encuentro con el misterio del mal en los últimos tiempos ha derrumbado como un castillo de naipes toda esperanza de felicidad. Esta desesperación Benedicto XVI la describe con el término "accedie" que es comparable al "dolor del mundo" el "dolor del mundo"; del que Pablo dice que causa la muerte (2 Co 7:10) ¿Qué significa este dolor del mundo? Los creyentes no parecen disfrutar mucho de la vida, atormentados por los escrúpulos de su conciencia. Los goces de la vida parecen perder su atractivo desde el momento que están vetados.

La causa más profunda de este dolor es la falta de una gran esperanza y la posibilidad de un gran amor: todo lo que puede esperarse es conocido, y todo amor se convierte en la decepción de lo finito, es un mundo cuyos monstruos impostores son un disfraz de la desesperación más absoluta. El dolor del mundo termina en la muerte.

La antropología Cristiana tradicional dice que este tipo de dolor se deriva de la ausencia de grandeza en el alma, de la incapacidad de creer en la grandeza de la vocación humana, para la que Dios nos ha destinado. El hombre no confía en sí mismo, ni en su Verdadera dimensión sino que quiere ser "más realista" y de ser así la inercia metafísica sería una falsa humidad que tan común es hoy en día: el hombre no quiere creer que Dios le ama y que está con él.[30]

1.4 Cristo lo da todo (Benedicto XVI)

El hombre fue creado libre. En este hecho se manifiesta la grandeza de Dios, Él sabiendo que podíamos darle la espalda en cualquier momento, corrió el riesgo de crearnos con la capacidad de decirle sí o no[31]En este sentido, la felicidad que todos buscamos depende de nuestra libertad. En tanto que elijamos lo correcto conservamos la libertad y procuramos la felicidad Y en tanto elegimos lo incorrecto herimos gravemente la libertad y la felicidad se nos convierte en un ideal inalcanzable.

Entendemos aquí lo correcto, como la fidelidad a aquel que nos ha creado, a aquel que nos dio la vida y que está pendiente de nosotros porque somos fruto de sus entrañas, fruto de su infinito amor, ese amor que al desbordase produce vida, ese amor que se extiende a las creaturas, por que nacen de él. Y, entendemos lo incorrecto como la traición, la negación a ese acto misericordioso, a la renuncia práctica o teórica del sumo bien que es el Creador de cuanto existe, para ocupar el lugar de ÉL.

Como ya hemos visto, el hombre actual le ha dicho "no" a su Creedor, "vive como si Dios no existiera." Al decirle no a Dios ha querido ocupar su lugar y deja escapar de su vida la felicidad, pues de esa necesidad sólo se sacia con el infinito, que es Dios Mismo. Al ponerse en el lugar de Dios desaparece lo infinito y se abandona a lo único que es accesible para él, lo finito. En nuestro tiempo podemos descubrir esa necesidad de lo infinito en la gran variedad de religiones y practicas trascendentales; en un ambiente secularista el hedonismo que lo podemos descubrir en el confort, el sexo sin ningún vínculo afectivo, las drogas, las discoteca, los casinos y los ruidos de los "mass medias" etc.

San Agustín afirma: "Camina por la senda de la humildad si quieres llegar a la eternidad. Cristo, en cuanto Dios, es nuestro destino. Cristo, en cuanto hombre, es nuestro camino. Vete a Él pero por Él". (Sermón 123, 3,3) Y el Papa Benedicto XVI, en la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia, en 2005, nos exhorta a permanecer unidos a ese Dios que se ha hecho Hombre para que nuestra alegría sea perfecta (Cf Jn. 17, 11)" ¡Cristo no quita nada, lo da todo!"

¿Qué camino tomar? ¿El que sugieren las pasiones o el que indica la estrella que brilla en la conciencia? Los Magos, una vez que oyeron la respuesta "en Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta" (Mt 2, 5), decidieron continuar el camino y llegar hasta el final, iluminados por esta palabra.

En el altar está presente Aquel a quien los Magos vieron acostado entre pajas: Cristo, el Pan vivo bajado del cielo para dar la vida al mundo, el verdadero Cordero que da su vida para la salvación de la humanidad. Iluminados por la Palabra, siempre es en Belén ?la "Casa del pan"? donde podremos tener ese encuentro sobrecogedor con la indecible grandeza de un Dios que se ha humillado hasta el punto de hacerse ver en el pesebre y de darse como alimento sobre el altar.

La felicidad que buscáis, la felicidad que tenéis derecho de saborear, tiene un nombre, un rostro: el de Jesús de Nazaret, oculto en la Eucaristía. Sólo él da plenitud de vida a la humanidad. Decid, con María, vuestro "sí" al Dios que quiere entregarse a vosotros.

Quien deja entrar a Cristo (en la propia vida) no pierde nada, nada, absolutamente nada de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren de par en par las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana. Sólo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera. Estad plenamente convencidos: Cristo no quita nada de lo que hay de hermoso y grande en vosotros, sino que lleva todo a la perfección para la gloria de Dios, la felicidad de los hombres y la salvación del mundo.[32]

Juzgar

2. LA VOCACIÓN.

Para hablar de vocación en este trabajo, partimos de la llamada-repuesta que acontece en la relación de Dios con el hombre y particular mente en la relación de Jesús con sus discípulos, siendo este un acontecimiento donde se respeta la libertad humana, a la hora de tomar la decisión de seguirle.

2.1. La vocación como llamada repuesta es ante todo un acto de libertad humana.

La vocación es un medio por el cual la persona respondiendo libremente al llamado, emprende un camino para encontrar su plena realización. No podrá lograrlo sin conocerse a sí misma y sin abrirse al Misterio de la Santísima Trinidad; sobre todo, al de la encarnación, Donde Cristo, el Hijo eterno de Dios, se hace Hombre, para manifestarle plenamente el hombre al hombre y descubrirle la grandeza de su vocación (cf. GS 22). Tal como lo expresa el papa Benedicto XVI: "Las vocaciones religiosas y sacerdotales nacen de la experiencia del encuentro personal con Cristo, del diálogo sincero y confiado con él, para entrar en su voluntad. Es necesario, pues, crecer en la experiencia de fe, entendida como relación profunda con Jesús, como escucha interior de su voz, que resuena dentro de nosotros. Este itinerario, que hace capaz de acoger la llamada de Dios, tiene lugar dentro de las comunidades cristianas que viven un intenso clima de fe, un generoso testimonio de adhesión al Evangelio, una pasión misionera que induce al don total de sí mismo por el Reino de Dios, alimentado por la participación en los sacramentos, en particular la Eucaristía, y por una fervorosa vida de oración. Esta última «debe ser, por una parte, muy personal, una confrontación de mi yo con Dios, con el Dios vivo. Pero, por otra, ha de estar guiada e iluminada una y otra vez por las grandes oraciones de la Iglesia y de los santos, por la oración litúrgica, en la cual el Señor nos enseña constantemente a rezar correctamente»[33]

La vocación es un acto de amor divino donde Dios le manifiesta al hombre quien es, qué lugar ocupa y lo que Dios quiere de él. Es una realidad dinámica en la cual Dios llama al hombre en cada instante de su vida, una realidad vital que se desarrolla progresivamente entre el Señor que no cesa de llamar y el creyente que no cesa de responder; este diálogo comienza en el tiempo y termina en la eternidad.[34] Así lo manifiesta San Agustín, padre y doctor de la iglesia, modelo de los hombres inquietos y buscadores de la verdad: "Nos hiciste señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti" (Confes., I, 1,1). Es un don gratuito del padre, como nos lo Dice el Apóstol San Pablo: "desde lo alto del cielo nos ha bendecido con toda clase de bienes espirituales. Él nos eligió en cristo antes de la creación del mundo para que fuésemos su pueblo y nos mantuviésemos sin mancha en su presencia. Llevado de su amor, él nos destinó de antemano, conforme al beneplácito de su voluntad a ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo" (Ef, 3-5),

Para comprender a profundidad este misterio de la vocación, profundizaremos en el seguimiento de Jesús desde las diferentes dimensiones llevado a cabo..

2.2. El seguimiento de Jesucristo como alternativa de humanización.

En la Constitución Pastoral Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II, se nos da a conocer la humanidad de Jesús, como un nuevo giro antropológico de la Teología: El fundamento existencial de la verdad del hombre en la existencia vivida por Jesucristo. Dios hecho hombre revela el misterio del hombre al hombre dándole a conocer su sublime vocación (cf GS 22). A la vez que se descubre la necesidad de una experiencia existencial de él mismo hacia los demás, para encontrarse a sí mismo.[35] El ser humano en un principio fue creado a imagen de Dios, un ser social capaz de relacionarse, de establecer vínculos profundos de unión con su creador y las creaturas como alteridad (cf. Gn 2, 7; 2,21); sin embargo por el pecado hiso ruptura con sigo mismo, con el otro y con Dios, perdiendo así la imagen con la que fue creado. Ante este acontecimiento, Dios, que nos ama sin límite, se hiso hombre para librarnos del poder del pecado (cf.GS 12-13).

Cristo es el Nuevo Adán, imagen visible de Dios invisible. Cristo ha trabajado, ha pensado, ha obrado con manos, inteligencia y voluntad de hombre, nos ha reconciliado con el padre y nos ha ofrecido ejemplo de sufrimiento, dando significado nuevo la vida y a la muerte (cf. GS 22)". Es en el seguimiento de Jesús la única manera de restaurar esa imagen perdida del proyecto fundante de Dios, para con el hombre.

En este sentido, el seguimiento de Jesús como alternativa de humanización debe estar arraigado en su proyecto, de ser, Verdadero Hijo, Verdadero Hermano y Verdadero Señor del Universo. Él nos enseña a ser hijos, haciendo la voluntad del padre y no la propia. Nos enseña a ser verdaderos hermanos porque en él se vio lo que es ser hombres como hermano, quiso que su comunidad fuera una comunidad de hermanos y hermanas; su comportamiento como Señor es de Señorío responsable; no se manifestó en el ningún apego egoísta. Este comportamiento salva al hombre de ser "hijo rebelde", de ser "dominador de sus hermanos" y de ser "déspota del universo".[36]

Jesús vivió la proexistencia, en la medida que su vida fue una entrega total para la salvación del género humano, de igual modo nuestra existencia solo puede ser perfecta en la medida que somos para los demás, abriendo el espacio a una relación amorosa con el Padre, los hermanos y el universo.

Para experimentar la nueva humanidad, es necesario que la conformen hombres nuevos, y se es hombre nuevo cuando se descubre en Jesucristo el camino para alcanzar la perfecta humanidad. Es en Él que se llega a ser nueva creatura, es en Él que se transforma nuestra humanidad, es en El que descubrimos el rostro de Dios en el hombre. Sólo en su seguimiento se define el proceso de humanización.

2. 3. Seguimiento y carisma

Seguimiento y carisma sólo se puede entender a la luz de la vocación; es decir, del llamado que acontece en nuestro ser y que transforma nuestra vida a través del proceso de seguimiento en el carisma de la persona que llama (Jesucristo el Dios que hecho hombre). Seguimiento y carisma no pueden separarse, ya que son dos dimensiones de una misma realidad: el llamado-repuesta.

Partes: 1, 2, 3
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