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El Fraude y el Humor en la Ciencia

Enviado por Pablo Cazau


    Epistemología

     La ciencia es una cosa seria, pero no tiene porqué ser solemne. Así parecen demostrarlo no pocos científicos que hicieron de la sátira al su propio saber una deliciosa profesión. ¿Motivos? A veces como recurso didáctico para captar la atención del alumno aburrido, pero casi siempre como una mordaz crítica a ciertas actitudes 'científicas' que toman la ciencia como un saber perfecto, o como un semillero de hipótesis inverosímiles que nunca terminan verificándose, o bien como una inagotable anecdotario donde se pierde lo esencial de esta forma de conocimiento: llegar a la verdad de las cosas.

    El humorista Giovanni Mosca, a través de una supuesta carta a su hijo, muestra el notable contraste entre cómo era presentada la ciencia en su época y cómo es estudiada hoy en día. "¿Y qué es, hijo mío, -dice- este libro de física sin Arquímides saliendo desnudo a la calle gritando ¡Eureka! ¡Eureka!; sin la viñeta de Franklin que, seguido por graves caballeros corre bajo la tormenta llevando el hilo de un magnífico cometa! Así estudiábamos la física, con la manzana de Newton, el diablillo de Descartes, el péndulo de Galileo, el cometa de Franklin, la rana de Galvani y el tonel de Pascal" (1). Mosca satiriza así ese mundo encantado que en su tiempo le mostraban como 'la Ciencia', un mundo pletórico de floridas anécdotas y desopilantes fábulas que, al fin y al cabo, terminaban haciendo del alumno un especialista en bañaderas que nada sabía del principio de la hidrostática.

    En un futuro próximo quizás nosotros también contemos a nuestros hijos lo mismo que hacían nuestros abuelos, aunque en otros términos: "¿Y qué es, hijo mío, esta revista de divulgación científica sin la caricatura de Einstein volando azorado en un ascensor por el espacio sideral, o montando a caballo sobre la tierra disfrazado de Newton y jugando con los haces de luz de sendas linternas en sus manos, o sin el reloj doblado al estilo Dalí?"

    La epístola de Mosca termina con una irónica y elocuente recriminación: "Hijo mío, eres mucho más adulto que yo. ¿Cuántas veces, en lugar de libros de piratas, te sorprendí leyendo revistas técnicas?". El mismo Mosca justifica la vieja forma de presentar la ciencia como una sucesión de imágenes generadoras de admiración y estupor, diciendo que por entonces los progresos tecnológicos eran tan frecuentes e increíbles que nadie tenía tiempo de detenerse a comprender los principios científicos que los ponían en funcionamiento: "Esta es mi ciencia, hijo mío, escrita en un siglo donde los hombres, pasando de asombro en asombro, vieron por vez primera la máquina de vapor, el telégrafo, el teléfono, la lamparita eléctrica, el motor a explosión; en que mi padre vio por vez primera el aeroplano, y yo mismo presencié el milagro de la radiotelefonía. Tú en cambio, hijo mío, te sonríes de mi viejo libro de ciencia y ya te resulta claro y familiar el principio de la bomba atómica, mientras yo aún hay días en que creo que dentro del aparato de radio hay un hombre escondido".

    La Ley de Murphy

    Tampoco han faltado los conspicuos pensadores que buscaron humanizar las frías verdades de la ciencia con un toque de cálido humor. ¿Quién no conoce la famosa ley de Edsel Murphy, que dice que si algo puede andar mal, es seguro que andará mal? ¿O el primer corolario de dicha ley debido a H. Snizel, quien descubrió que "si una cosa puede andar mal, andará mal pero precisamente durante la demostración"?

    No hace mucho el ingeniero L. Lewin recopiló las variadas aplicaciones de la ley de Murphy a distintas áreas del conocimiento, como por ejemplo a la matemática: "Todas las constantes son variables", "En todo error de cálculo, si ha intervenido más de una persona, jamás aparecerá el culpable", o "en todo conjunto de cálculos, la cifra que aparece como más evidentemente correcta, estará equivocada". La ingeniería también tiene lo suyo: "Los planos originales serán destruídos por la máquina copiadora", o "Cuanto más cerca se esté de la terminación de un proyecto, tanto mayor será la necesidad de efectuar cambios de importancia". Y en el taller: "Toda herramienta se caerá donde produzca el daño mayor", "las piezas intercambiables no son intercambiables", "todo circuito de seguridad servirá para destruír el resto del aparato", o "toda falla aparece después de la inspección final".

    El mismo Lewin reconoce que en este listado debían incluírse también otros ejemplos adicionales, pero ocurrió que se traspapelaron algunas notas, que serán invariablemente encontradas una vez publicado el presente artículo. Nosotros, sin embargo, alertados por la ley de Murphy, hemos tomado nuestros recaudos y pudimos rescatar para los lectores otras dos leyes: la ley de Gordon, según la cual "si no vale la pena hacer una investigación, es inútil hacerla bien", y la tercera ley de Parkinson, que proclama que "el progreso de la ciencia varía en proporción inversa al número de revistas que se publican".

    Resultados irreproducibles

    En la opinión de Alexander Kohn, eminente biólogo israelí, una ciencia seria y sin humor sólo puede contribuír al fracaso final de la sociedad donde se desarrolló. Acuciado por esta idea, cierto día de la década del '50 se decidió a fundar el "Journal of Irreproducible results" (Diario de Resultados Irreproducibles), una "sátira sin asomos de malignidad acerca de la pedantería, la verbosidad, la oscuridad o la estupidez pura y simple que caracterizan a algunos proyectos y publicaciones científicas" (2).

    Si bien hubo antecedentes de este tipo de publicaciones que no prosperaron, entre ellos el "The Journal of Insignificant Research" editado por L. Van Valen e impreso totalmente en papel para toallitas faciales, el periódico de Kohn logró subsistir hasta nuestros días y hasta tuvo una amplia difusión en nuestro país, en la década del '60. Tenía la estructura de una verdadera revista científica como "Science" o "Nature" y, como ellas, estaba dividido en varias secciones. En la primera de ellas, las conclusiones lógicas o prácticas de las ideas científicas imperfectamente comprobadas son llevadas tan lejos como sea posible.

    Como ejemplo se satirizaba un artículo de Asimov sobre las propiedades y usos de la tiotimolina, curiosa sustancia que se disuelve inmediatamente 'antes' de agregarle agua, debiéndose esta especial cualidad a la existencia en su estructura molecular, de un átomo de carbono que asoma en la cuarta dimensión. Se comprobó que la tiotimolina tenía importantes aplicaciones en el estudio de la fuerza de voluntad de las personas: si usted sostiene un vaso con agua y quiere verterla en un recipiente que contiene tiotimolina, pero vacila, ¿se disolverá esta sustancia?

    Otro ejemplo de la misma sección toma como referencia el fracaso en el lanzamiento de cohetes balísticos como el Thor, el Titán o el Atlas, para lo cual se ha buscado una explicación psicoanalítica descubriéndose que algunos de sus fracasos tenían que ver con un 'complejo umbilical'. Antes del lanzamiento, cada cohete está unido a una especie de cordón umbilical para recibir el bombeo de combustible. El miedo al momento donde se cortará esta unión nutricia despierta en los cohetes tal ansiedad que provoca tendencias inconcientes al suicidio y los lleva hacia su autodestrucción.

    Una segunda sección del Journal de Kohn trata del arte de publicar investigaciones sin haberlas hecho en realidad, y cuyos autores son científicos que viven bajo el lema 'publicar o perecer'. Un importante artículo de esta sección presentaba la sencilla igualdad 1+1=2 bajo la elegante pero complicadísima fórmula equivalente, y también demostraba que la fórmula S ex = f (u)n no guarda relación alguna con las integrales y las exponenciales, sino que significa "sex is fun" (el sexo es divertido). También fue aprovechada la fórmula de un tal Sommer, que demostraba que la productividad P de un laboratorio depende del número de secretarias N, de su velocidad de escritura a máquina Ts, y del número de científicos adscriptos a la institución S, de modo tal que la productividad tiende al infinito cuando el número de científicos tiende a cero.

    Sin embargo y aún cuando el científico no tenga la premura de publicar, otras cosas habrán de frenar el desarrollo de la ciencia, y entre ellas los problemas burocráticos. Un jefe de departamento demostró -según el Journal- que él solo disponía de alrededor de un día por año para dedicarse a la investigación una vez que descontó los feriados, el tiempo de comer, el tiempo para recibir a visitantes locales y extranjeros, para conferencias y charlas, para la revisación y redacción de artículos y para la correspondencia y el teléfono.

    En 1962, todas estas sátiras y ridiculizaciones sobre el difícil arte de investigar alcanzaron suficiente difusión como para hacer un libro que llegó a publicarse en Holanda bajo el título de "Onderzoeckerskunst".

    Y hablando de palabras raras, la tercera sección del Journal está dedicada a todos aquellos científicos que viven bajo un lema que aquí podríamos enunciar como "para qué hacer las cosas fáciles cuando pueden ser difíciles", y que están empeñados en redactar sus pensamientos en la forma más oscura e intrincada posible.

    El Journal cita un ejemplo real extraído de un artículo relativo a cierta enfermedad de los árboles: "Un cambio provocado por una afección o infección o por un afectante en el infectado, es una afección de respuesta activa o pasiva. Si se opone a la infección, o a la afección, o al infectante que la ha causado, es una contrainfección activa o una contra-afección activa. Si es una contrainfección activa o contrafección activa es una defensa contra una afección activa o una infección activa, es decir, una reacción en el sentido estricto del término, tal como lo utilizan los patólogos". Si después de esta lectura el paciente lector no queda afectado (o infectado), será porque tiene el cerebro vacío o es un genio.

    Por nuestra parte hemos encontrado otro ejemplo real y auténtico, y no cesamos de admirarnos que párrafos como el que sigue hayan podido ser publicados: "Es el proceso del libro un progresivo desarrollo hacia la idea de des-enajenación -desilusión y desideologización- de sujeto concomitantemente con el quiebre del dominio de objeto que desde el cogito aristotélico-cartesiano amparado en las tesis empiristas, positivistas, racionalistas críticas alienó en forma gradual el sentido estructural de sujeto volviendo a éste un mero servidor gnoseológico y ontológico de la onticidad cuantitativa de objeto".

    Afortunadamente el autor de esto reconoce sus propias limitaciones, cuando algunos renglones más adelante aclara que "no es tarea fácil y lo sabemos tanto escritores como lectores el poder interpretador y explicitador que se ejerce sobre las ideas, ya que, frecuentemente estas son desvirtuadas, malentendidas o simplemente no comprehendidas (sic) y por ende el discurso que sobre ellas se estructura es una pura especulación vacía".

    Si estos balazos verbales existen es en parte porque muchos autores deben financiar sus propias ediciones y, después de todo, el riesgo lo corre quien aportó el capital. Hablar complicando las cosas en vez de aclararlas es lo mismo que, en el terreno de la psicoterapia, gastar tiempo y capacidad profesional en pacientes que no están enfermos en ningún sentido clínico. Esto es lo que Schofield en 1964 llamó el Síndrome de Yavis (3), acróstico formado por Y (young, joven), A (atractivo), V (verbalmente fluido), I (inteligente) y S (succesful, triunfador), y con el cual ironizaba la forma que tenían muchos psiquiatras norteamericanos jóvenes de elegir a sus pacientes: éstos debían tener las mismas cualidades que ellos (las antes indicadas), más allá de si estaban o no enfermos.

    Premios Nobel a la ignominia

    En el Journal de Kohn hay aún otras secciones. Una de ellas otorga periódicamente el premio Innoble a la investigación más irreproducible de todas, con diploma incluído, premio que recibieron entre otras, las investigaciones sobre el flogisto y los rayos mitogenéticos. Otra sección se ocupó de transcribir textualmente ciertas frases de auténticos científicos, tales como "la felicidad del hombre de ciencia es tener un experimento que resulte bien y que se repita continuamente", de Herschey, o "una observación oportuna hubiera sumergido a Einstein en la confusión", de Duggan.

    Los Premios Nobel a la Ignominia representan una versión más actual (4), y son entregados por auténticos ganadores de algún Premio Nobel, sólo que en la ceremonia aparecen con grandes narices postizas, sombreros ridículos y falsos anteojos. En 1991 se entregaron varios de estos premios, siendo el más desopilante el de Física, entregado a Thomas Kyle, un científico serio que publicó un artículo hablando de una nueva clase de átomo, el 'administratum', cuyo núcleo tiene muchos neutrones pero sólo uno de ellos trabaja en serio. Los demás son 8 asesores, 35 vice-neutrones y 256 asesores de vice-neutrones. Kyle, que también presuntamente descubrió unas partículas elementales llamadas 'ñoquis', fue el único que rechazó el premio a la Ignominia de ese año.

    Un gusano bicéfalo

    Por la década del '60 apareció otra revista con el mismo tono burlón y destinada, según su director, a humorizar un poco la ciencia para quitarle ese velo de seriedad y circunspección que tan mal le quedaba. Se trataba del "Worm Runner's Digest" (Revista del Amaestrador de Gusanos), y fundada en los EEUU por el irreverente psicólogo James V. Mc Connell (5).

    En el curso de sus investigaciones, Mc Connell se había interesado por el comportamiento sexual del platelminto, un gusano plano común con la cabeza en un extremo y la cola en el otro. Su indagación lo llevó a concluír que es el animal más antifreudiano que existe: a) al ser hermafrodita no experimenta la envidia del pene, pues tiene ambos sexos; y b) al poseer una misma abertura para comer y defecar, tiene confundidos sus estadios oral y anal.

    Sin embargo, el interés original de Mc Connell no fueron los hábitos sexuales de este bicho imposible de acusárselo de machista o feminista, sino la posibilidad de amaestrarlos, lo que implicaba poder transmitirles cierta información para memorizar. Fue así que cierto día amaestró a un gusano y luego, presa de un ataque de sadismo, como él mísmo reconoce, lo cortó en dos pedazos. A partir de la cabeza se formó un nuevo gusano y a partir de la cola otro igual, ambos enteros con cabeza y cola, y comprobó no sólo que cada nuevo gusano recordaba lo aprendido, sino además que las colas recordaban aún mejor que las cabezas. Mc Connell concluyó que, al menos para los gusanos, perder la cabeza en realidad mejoraba la memoria.

    Otro experimento consistió en agarrar un gusano -siempre desprevenidamente- y cortarle solamente la cabeza en dos mitades. Cada mitad regeneraba una cabeza entera, con lo cual se obtenía un gusano bicéfalo. Para sorpresa de Mc Connell, este gusano recordaba aún mucho mejor lo aprendido que cuando era normal, con lo cual obtuvo una segunda conclusión: para la buena memoria, es mejor tener dos cabezas en vez de una sola.

    Otra experiencia, finalmente, se realizó cortando un gusano amaestrado en trocitos muy pequeños y dándoselos de comer a otros gusanos no amaestrados pero sí muy hambrientos, los cuales pronto empezaron a 'recordar' lo que habían aprendido. Basándonos en este experimento, podríamos llegar a una nueva conclusión: si usted quiere ser inteligente, cómase un muslito de Einstein.

    Obviamente, las investigaciones de Mc Connell tenían su lado serio. Lo que en última instancia buscaba era el factor capaz de transferir la memoria, concluyendo finalmente que se trataba del ARN (ácido ribonucleico), pero la seriedad de esta preocupación no tenía porqué prescindir del lado cómico del asunto. Como en la vida, en la ciencia podemos ser responsables sin por ello perder el humor.

    Urgido por su jefe de departamento, que lo conminaba a publicar o morir no importando si la investigación era mala ("total el decano no se iba a dar cuenta"), Mc Connell publicó finalmente sus conclusiones y, para su sorpresa, los únicos que se interesaron por su artículo no fueron sus ilustres colegas sino alumnos del colegio secundario, que lo atiborraron de cartas preguntándoles todo acerca del cuidado y amaestramiento de gusanos.

    "Algunos de ellos -cuenta Mc Connell-, nos escribían exigiéndonos 'de inmediato' algunos centenares de animales ya amaestrados, pues ellos mismo no tenían tiempo para ponerse a hacerlo", lo cual venía a demostrar que seguramente habrían de ser brillantes científicos. Entre Mc Connell y sus ayudantes terminaron armando un manual para alumnos, que finalmente se convirtió en el primer número de la Revista del Amaestrador de Gusanos. Hasta el momento en que Mc Connell rememoraba toda esta historia habían pasado ya diez años y la revista seguía saliendo con una circulación internacional (36 países) de miles de números, habiendo ya incorporado toda clase de artículos serios entremezclados con burlas, sátiras y anécdotas de todo tipo. No pocas veces algún lector desprevenido se enfrascaba en la lectura de un trabajo y por la mitad descubría que en realidad era una sátira. Hubo que imprimir los textos fraudulentos en forma invertida para evitar la confusión entre la ficción y la realidad.

    Textos fraudulentos

    Y así como hay revistas-sátira que incluyeron artículos serios, también hubieron revistas serias que incluyeron sus artículos fraudulentos para mofarse de ciertas veleidades científicas pero, fundamentalmente, para ver hasta qué punto los lectores creían o no en esos fraudes. Cuando la revista "La Recherche" cumplió un año, resolvió publicar un fraude… sin aclarar esta circunstancia.

    Prepararon un artículo que relacionaba la configuración de ciertas estrellas con la nariz de un animal inventado por un biólogo francés para burlarse de los evolucionistas, que caminaba sobre su propia nariz. El artículo hasta incluía citas de periódicos inexistentes, y mucha gente lo tomó en serio… incluyendo a un famoso periodista científico de la televisión francesa que vendía libros de divulgación por millares (6).

    También en Francia, la revista "Science et vie" hizo un experimento similar. Publicó un artículo sobre un 'triángulo de Bouches-du-Rhone' (un departamento del país galo) comparándolo con el famoso triángulo de las Bermudas. Se afirmaba que tal zona fue localizada en las proximidades de Marsella, mencionándose varias catástrofes ocurridas allí. No sólo mucha gente lo creyó al más puro estilo 'La guerra de los mundos' de Orson Welles, sino que además la revista recibió muchas cartas confirmatorias. Un lector llegó a decir que su auto había sufrido un desperfecto al entrar en el área (6).

    "El axioma de igualdad en la teoría matemática de conjuntos es análogo al concepto homónimo de la política feminista". Con teorías como esta, el físico norteamericano Alan Sokal puso en rídículo a una de las más prestigiosas publicaciones de estudios culturales norteamericanas: "Social Text"(7). La revista publicó un artículo de Sokal creyendo que se trataba de un estudio que sustentaba científicamente el análisis cultural posmoderno, cuando en realidad era un experimento del científico para poner a prueba el rigor con que se manejan los estudios culturales en los Estados Unidos. En su artículo, titulado "Transgrediendo los límites: hacia una hermenéutica transformadora de la teoría cuántica de la gravedad", Sokal sostuvo disparates tales como que "el número pi es ahora percibido en su ineluctable historicidad".

    Si los artículos periodísticos se mantuvieran en el nivel de la mera invención, no habría problemas, pero el asunto se complica cuando en lugar de inventarse la noticia, y ante la imposibilidad de ser descubierta, se la crea. Tal lo que ocurrió en la década del '40 en Buenos Aires: según refieren algunos memoriosos, hubo algunos periodistas que provocaban un crimen para luego disponer de algo importante para contar. Es en esta perspectiva donde puede apreciarse la trágica diferencia que hay entre descubrir, inventar y crear una noticia.

    La historia del doctor Bourbaki

    Todo comenzó cuando cierta vez un matemático, el Dr. Bourbaki, fue invitado a pronunciar una conferencia en la Ecole Normale Supérieure de París (8). El hombre venía precedido de impresionantes antecedentes como matemático: miembro notable de la Academia Real de Poldava, y autor de muchísimas obras de la especialidad, muchas de ellas publicadas por el Institut Mathématique de l'Université de Nancago donde además era uno de sus más brillantes profesores.

    Ese día disertó ante importantes funcionarios y, aunque nadie pudo entender nada, todos le expresaron su admiración felicitándolo efusivamente. Desde entonces, desapareció y nunca más se lo volvió a ver en público.

    En realidad, este Dr. Bourbaki jamás existió. Fue el invento de un grupo de individuos con cierto sentido del humor que contrataron a un actor para que improvisara una disertación totalmente falsa y plagada de ideas sin sentido y fórmulas descabelladas. Quienes le escuchaban tampoco se animaron a hacer preguntas, quizá por miedo a mostrar su ignorancia.

    Los autores de la farsa fueron un grupo de auténticos matemáticos franceses, de los más brillantes del siglo, y que en la realidad habían publicado alrededor de 1939 una monumental obra de su especialidad empleada asiduamente en todo el mundo (los "Elementos de Matemática"), bajo el seudónimo colectivo de Nicolás Bourbaki. Al elegir este apellido se inspiraron en un auténtico general que había intervenido en la guerra franco-prusiana de 1871, de nombre Charles Bourbaki, y de quien se contaban desopilantes anécdotas como aquella que afirmaba que luego de fracasar en una batalla intentó suicidarse con un balazo en la cabeza…pero erró el disparo. Finalmente murió en 1897.

    Por supuesto que el currículum que arrastraba el falso conferenciante fue también un fraude. La Academia Real de Poldava nunca existió, lo mismo que la Universidad de Nancago, palabra esta última derivada de Nancy y Chicago, dos de los lugares donde efectivamente trabajaron algunos de los auténticos matemáticos complotados.

    No es este, sin embargo, el único caso de currículum fraudulento. Alrededor de la década del '40, el estadounidense Marvin Hewitt había abandonado sus estudios cuando contaba apenas 17 años, pero sin embargo, a fuerza de inventar sus propios currícula, dictó innumerables clases y conferencias en distintas universidades a lo largo de 8 años (9).

    Solía impresionar con sus notables, aunque imaginarias referencias a las autoridades universitarias, y entre ellas le gustaba incluír un doctorado en filosofía, otro en física, e incluso una vez fue un 'antiguo Director de Investigación de la RCA'.

    Marvin Hewitt, sin embargo, cometió un solo error: solía tomar nombres de auténticos científicos, con lo cual sus fraudes fueron finalmente desbaratados, terminando así su 'brillante' carrera como profesor universitario.

    Otros fraudes famosos

    En 1898, Louis de Rougement relató en una conocida publicación una aventura que todos tomaron como auténtica durante mucho tiempo y según la cual, tras haber naufragado en las costas de Australia, había participado en festines de caníbales, se había construído una casa con conchas perlíferas, había mandado mensajes en seis lenguas utilizando pelícanos, y había cabalgado sobre tortugas de 270 kilos, entre otras cosas, incluyendo también el haberse curado de una fiebre durmiendo dentro de un búfalo muerto. Las sociedades científicas invitaron a Rougement a pronunciar conferencias sobre su aventura antropológica, y hasta publicó un libro que causó sensación, titulado "Treinta años entre los caníbales de Australia". Cuando fue descubierta su farsa, viajó a Africa del Sur donde dictó algunas otras conferencias anunciándose como 'el mayor embustero del mundo'.

    En 1859 Charles Darwin dio a conocer su famosa teoría que causó un gran revuelo, llegando al imaginario popular en forma de una idea: el hombre descendía del mono. Desde entonces todo el mundo se puso a buscar ese 'eslabón perdido' entre el simio y el hombre. Nadie lo encontró, pero Charles Dawson, geólogo aficionado, decidió inventarlo, y pulió cuidadosamente un cráneo humano hasta darle una apariencia simiesca, presentando su producto a la comunidad científica y alegando haberlo desenterrado de un pozo de guijarros en Piltdown Common, en Inglaterra (10). Finalmente el Dr. Weiner, de la Universidad de Oxford, descubrió el fraude, y el famoso Hombre de Piltdown, otrora el descubrimiento científico más increíble del siglo XIX, volvió definitivamente a su sepultura.

    Sin embargo, en materia de fraudes, tal vez no hubo como un tal Manuel Elizalde, miembro del gobierno de Filipinas, quien sostuvo en 1971 con total convencimiento haber encontrado el pueblo más primitivo de la tierra. Los denominó los "tasaday" y vivían en medio de la selva como en la Edad de Piedra, cubriéndose con hojas y comiendo frutas. Elizalde cercó la zona donde presuntamente se encontraban los tasaday, con el fin de preservar la existencia de tamaña reliquia antropológica, y sólo quince años después pudo descubrirse la trampa. El hombre había contratado a una docena de personas para representar la primitiva tribu, dejarse 'descubrir' y, golpe de efecto mediante, lograr consenso para su carrera política.

    Ni qué hablar tampoco de aquellos científicos que, a mediados del siglo XIX, anunciaron el descubrimiento del protoplasma básico de donde surgió… nada menos que la vida. Fue denominado el "Bathybius haeckelli", y era una sustancia viscosa que fue extraída del lecho marino frente a las costas de Irlanda. Se llegó a pensar que todos los mares estaban cubiertas por esta sustancia, la que finalmente resultó ser simplemente barro que, en combinación con alcohol, daba la apariencia -para quien quisiera ver- que la sustancia tenía vida propia.

    La historia está plagada de fraudes: algunas otras muestras son el famoso Protocolo de los Sabios del Sion, donde se denunciaba una supuesta conspiración judía para adueñarse del mundo, y una famosa tiara de oro de una 'antiguedad de 2200 años', expuesta como tal en el Museo del Louvre durante siete años. Hoy en día la falsa tiera puede verse en algunas raras exposiciones de falsificaciones del citado museo francés.

    Sin embargo, el último y más famoso de todos los fraudes fue obra de dos ingleses desocupados y ansiosos por matar el aburrimiento, decididos a jugarle una gran broma a la comunidad científica seria y a los investigadores de Ovnis (11). Utilizando sólo dos tablas, unos trozos de soga y alguna otra herramienta, los señores Bower y Chorley trazaron en diversos trigales del sur de Inglaterra unos extraños círculos donde la vegetación aparecía misteriosamente aplastada. Mr. Bower y Mr. Chorley jamás pensaron que su broma llegaría tan lejos. En poco tiempo había por lo menos 35 expertos en cosechas circulares, y se comenzó a publicar un periódico exclusivo para el misterioso acontecimiento, llamado "The Cereologist". Un libro sobre el asunto, "Evidencias circulares", vendió en poco tiempo 50.000 ejemplares, y todos los días apareció una nueva teoría que explicaba el curioso fenómeno, tanto en la ciencia oficial como en el fantástico contexto de la ovnilogía. El físico T. Meaden afirmaba que los círculos eran producidos por remolinos de aire cargados eléctricamente de materia que aplastaba las mieses, mientras algunos científicos japoneses se inclinaban por una especie de rayo circular generado por microondas. Uno de ellos, Otsuki, llegó a decir muy suelto de cuerpo que 'lo he comprobado porque logré efectos similares en mi laboratorio con ayuda de un computador'.

    Ni qué hablar de las explicaciones paracientíficas, que iban desde las huellas de naves extraterrestres, hasta una 'energía curativa que se extenderá a escala planetaria'. Tampoco faltaron los atribulados dueños de esos campos, que optaron por aumentar sus ingresos organizando tours para mostrar los fenómenos de cerca y hasta para tocar la hierba aplastada, cobrando a razón de una libra por cabeza. No podemos dejar de mencionar la teoría más curiosa de todas, y que afirma que los señores Bower y Chorley son en realidad unos farsantes que inventaron una broma para hacerse famosos, aprovechando un extraño fenómeno que aún hoy persiste sin una explicación satisfactoria. El tiempo dirá, en definitiva, quién tuvo la razón.

    Leones en apuros

    No siempre el humor está vinculado con fraudes. Muchas veces suele ser una puerta para hacer comprensibles muchos conceptos científicos complejos y abstractos. La Teoría Matemática de la Caza Mayor, de Henry Pétard (12), es una humorada científica que, más allá de la no explicitada intención de su autor, se nos aparece como un desopilante recurso didáctico para explicar los más actuales métodos de investigación de la matemática, la física teórica y la física experimental, aplicados a la caza de un león que deambula somnoliento por el desierto de Sahara.

    Es así que entre los métodos matemáticos encontramos los siguientes:

    a) Método axiomático o de Hilbert: colocamos una jaula en el Sahara y dentro de ella encerramos dos axiomas: 1- la clase de los leones del Sahara es no-vacía, y 2- si hay un león en el Sahara, hay un león en la jaula. Mediante ciertas reglas de inferencia, de estos axiomas se puede concluír el siguiente teorema: 3- hay un león en la jaula, con lo cual lo habremos cazado.

    b) Método de la geometría de inversión: suponemos que la jaula es esférica, nos introducimos en ella y cerramos la puerta. Procedemos a la inversión, con lo cual el león entra en la jaula y nosotros salimos de ella.

    c) Método proyectivo: suponiendo que el desierto es un plano, proyectamos este plano en una recta, y luego esta recta en un punto. Necesariamente el león habrá de estar en ese punto, y lo mantenemos allí encerrado.

    d) Método de Bolzano Weiestrass: dividimos el Sahara en dos y ponemos una barrera bien sólida. Suponemos que el león ha de estar en una de ambas mitades, la cual volvemos a dividir en otros dos sectores mediante una barrera, y así sucesivamente. El diámetro de estos nuevos recintos se achica cada vez más y el león queda finalmente aprisionado en un espacio cuyo diámetro es arbitrariamente pequeño.

    Los métodos de la física teórica para la caza del león no son menos delirantes: a) Método de Schröedinger: en un momento dado existe una probabilidad positiva de que el león se halle en la jaula. Siéntese y espere. b) Método relativista: desparrámese por el desierto cebo formado por materia interestelar. Una vez distribuído proyectemos un rayo de luz, y este se curvará rodeando al león. Aprovechemos su desconcierto para cazarlo impunemente.

    Y por último, los métodos de la física experimental: a) Método termodinámico: consiste en construír una membrana semiimpermeable, permeable a todo menos a los leones. No habrá más que barrer con ella todo el desierto. b) Método de desintegración: radiemos el desierto con neutrones. Cuando el león adquiera radiactividad y comience a desintegrarse, ya no será capaz de defenderse y podremos cazarlo. Y hay aún otro método similar, consistente en dar de comer espinaca a los herbívoros del Sahara (vegetal que, como sabemos, contiene mucho hierro), pero magnetizándola previamente. El león comerá los herbívoros y quedará magnetizado, con lo cual sólo bastará atraerlo hacia la jaula mediante un gigantesco imán.

    Humor en la ciencia ficción

    La hermana menor de la ciencia tampoco escatimó esfuerzos por introducir el humor y la ironía. En la historia "División de condominio", por ejemplo, aparecen unos seres extraterrestres con forma de ameba que vienen a buscar combustible para sus naves, a cambio del cual ellos entregarían a los terráqueos literatura pornográfica. Por supuesto, el único interesado en el canje fue un profesor de biología, que recibió un libro con fotografías de las distintas etapas de la división mitótica de aquellos seres.

    En "El bardo inmortal", Isaac Asimov narra cómo un científico logra resucitar a Shakespeare, y lo inscribe bajo otro nombre en un curso de literatura sobre…Shakespeare. Asimov termina anunciando las consecuencias de una discusión que se suscitó entre el profesor y su anónimo e insigne alumno acerca de la personalidad del famoso escritor.

    Y así como hay auténticos Shakespeares detrás de seres anónimos, también hay falsos Shakespeares detrás de auténticos pícaros, y esto ya no es ciencia ficción. William Henry Ireland tenía 17 años cuando hizo creer al mundo que había descubierto una obra desconocida de Shakespeare (en realidad escrita por él mísmo en papel muy antiguo y con tinta artificialmente envejecida). La obra, titulada "Vortigern y Rowena", tuvo amplia repercusión y hasta fue estrenada en el teatro la noche del 2 de abril de 1796. El primer actor, John Kemble, había sospechado que la obra era apócrifa, pero quiso convertirse él también en cómplice de la broma e intentó infructuosamente que la obra fuese estrenada un día antes, el 1° de Abril, que en Inglaterra se conmemora el Día de los Inocentes.

    ¿Qué ocultos motivos llevan a científicos y escritores hacia el humor? Tal vez, como cuenta el psicoanálisis, estén canalizando impulsos sexuales reprimidos, cosa que, desde que Freud escribiera "El chiste y su relación con el inconciente", muchos consideraron como el mejor chiste del creador del psicoanálisis. Y es que, si la gente se tomaba en broma lo que Freud decía en serio, debía ser porque éste se tomó en serio lo que la gente decía en broma.

    Pablo Cazau

    (1) Mosca Giovanni, "Viva la presión atmosférica", Buenos aires, Ciencia Nueva, Año I, N° 2, Junio 1970, página 52.

    (2) Kohn Alexander, "Los científicos que se burlan de la ciencia", Buenos Aires, Ciencia Nueva, Año II, N° 13, Marzo 1972, página 26.

    (3) Rycroft Ch., "Diccionario de psicoanálisis", Paidós, Buenos Aires, 1976, página 108.

    (4) Diario Clarín, Buenos Aires, 14-1-92.

    (5) Mc Connell James, "Confesiones de un humorista científico", Buenos Aires, Ciencia Nueva, Año I, N° 4, Agosto 1970, página 16.

    (6) Revista Ciencia Hoy, N°3, Buenos Aires, página 23.

    (7) Revista Luna, Buenos Aires, 25-4-97.

    (8) Diario Clarín, Buenos Aires, 18-5-93.

    (9) "El gran libro de lo asombroso e inaudito", Selecciones del Reader's Digest, México, 1977, página 429.

    (10) "El gran libro de lo asombroso e inaudito", op. cit., página 443.

    (11) Revista "Descubrir" N°5, Buenos Aires, página 42.

    (12) Pétard Henry, "Teoría matemática de la caza mayor", Buenos Aires, Ciencia Nueva, Año I, N° 4, Agosto 1970, página 28.

    Apéndice

    Se supone que luego de haber analizado este artículo, nuestros pacientes lectores estarán más sensibilizados para diferenciar lo auténtico de lo fraudulento…, o tal vez no. Vamos a la prueba final, y descubra cuál de estas afirmaciones NO es un fraude:

    1) Newton empezó a interesarse en el movimiento de los cuerpos luego de una noche de juerga en el teatro de revistas.

    2) Después de haber descubierto el principio de conservación de la materia, Lavoisier fue guillotinado por no haber previsto el principio de conservación de la cabeza.

    3) Para Descartes, los monos hablan, solo que no quieren hacerlo porque de otro modo los pondrían a trabajar.

    4) ¡Es merdis! es una famosa exclamación de Arquímides, que pronunció al salir corriendo de la bañadera y poner un pie en el inodoro.

    5) Freud creó el psicoanálisis cierto día que su maestra le pidió una explicación acerca de su conducta.

    6) ¡E pur si muove! (¡Y sin embargo se mueve!) Exclamación atribuída a Galileo cuando el médico le dijo que era impotente.

    7) Cuando a Heráclito le exigieron que demostrara su teoría de que todo cambia, llevó a cabo la prueba suprema: tuvo que cambiar su teoría.

    8) Revelan insospechados secretos de la vida sentimental de Einstein, lo que tenía relación con la circunstancia de estar siempre despeinado.

    Respuestas

    La única afirmación que no es un fraude es el convencimiento de Descartes acerca de los monos. Las restantes afirmaciones son falsas, pero tienen un fondo de verdad:

    1) El interés de Newton por el movimiento de los cuerpos desembocó en la creación de la Mecánica que lleva su nombre. En todo caso la culpa la tuvo la caída de la manzana y no el bamboleante movimiento femenino.

    2) Lavoisier, creador del principio de conservación de la materia, fue efectivamente guillotinado en 1794, entre otras cosas por haber creado una compañía privada para recaudar impuestos para el Estado.

    3) Descartes no sólo estaba convencido sobre la cuestión de los monos que no querían hablar, sino que además pensaba que los perros no tenían emociones ni sufrían dolor, y que si uno les pisaba la cola y aullaban, era porque se ponía en funcionamiento un mecanismo similar al que produce un sonido al apretarse la tecla de un piano.

    4) Arquímides salió corriendo, efectivamente, de la bañadera, pero su exclamación fue ¡Eureka!, que significa ¡Lo encontré!… Lo que por fin había encontrado era el principio de la hidrostática que lleva su nombre, y no se tropezó con ningún inodoro.

    5) Freud empezó a elaborar su teoría a partir de los intentos por explicar la conducta de ciertas pacientes histéricas, hacia fines del siglo XIX.

    6) Galileo, efectivamente, pronunció esta frase frente a sus amigos cuando terminó un juicio en su contra, donde fue obligado a decir que la tierra era inmóvil, lo que iba en contra de su propia creencia. Al salir del tribunal musitó: ¡Y sin embargo se mueve!…

    7) Heráclito es el autor de la famosa teoría de que todo cambia siempre, uno de cuyos ejemplos más famosos es el hecho de que nunca nos bañamos dos veces en el mismo río. Por supuesto, sostuvo su teoría hasta el final de sus días.

    8) Un libro de reciente aparición revelaría ciertos secretos de la vida amorosa de Einstein, pero nada tiene que ver en ello su desmañada cabellera. Se afirma allí que fue un empedernido mujeriego que engendró hijos ilegítimos y que castigaba a su mujer. Según un amigo suyo, en realidad 'amaba' a las mujeres pero las consideraba criaturas inferiores. Este mismo amigo sostuvo que cuanto más vulgares, sudorosas y malolientes eran, más le gustaban. Si todo esto es cierto, no debieron ser solamente las curvas espacio-temporales las que habrían despertado la curiosidad del gran sabio.

    Este texto es un fragmento del artículo homónimo, y está incluído dentro de libro "Fantasía y realidad: una excursión por la ciencia y la literatura". Si algún internauta conoce otros fraudes (que no sean fraudulentos), lo invito a comunicármelo por E-Mail. Y si ha inventado una nueva ley de Murphy también, la que haremos figurar con su nombre.

     

     

    Autor:

    Pablo Cazau Licenciado en Psicología y Profesor de Enseñanza Media y Superior en Psicología (Universidad de Buenos Aires). Ejerce la docencia en las Cátedras de Psicopatología, Problemas de Aprendizaje, Epistemología, Didáctica General y Diseños Experimentales.