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Analisis Literario de la novela "La Muerte de Artemio Cruz" (página 2)

Enviado por Salvador Román


Partes: 1, 2

 Recuerda algunos días de la revolución, (1913: Diciembre 4), cuando Cruz se encontraba con los alzados en un pueblo, al lado de una mujer que conoció, Regina. Pasan días felices en el pueblo que está sirviendo de cuartel a los rebeldes. Sin embargo los federales mandan una contraofensiva y Cruz sale de nuevo al campo a combatirlos. Va a caballo con los suyos pero sus pensamientos están en el pueblo con Regina. De pronto los atacan. Su caballo cae abatido por las balas y él huye pensando de nuevo en Regina. Encuentra a un soldado herido, pero lo abandona para ver qué ha sucedido. Al rato aparece otro de los suyos. Cruz hace ademán de huir pero el soldado lo detiene diciéndole que los federales ya huyeron, que llegó la caballería y los vencieron, que no se ve bien, que regresen al cuartel. Artemio asiente pensando en Regina y en que ahora todos sabrán de su deserción en la batalla. Sin embargo el soldado le dice que le recibirán como a un héroe pues él y sus hombres detuvieron sin querer el avance de los federales y así consiguieron que la caballería pudiera reaccionar a tiempo.

Llegan al pueblo y allí descubren que los federales entraron por sorpresa al pueblo y aunque no pudieron llegar al cuartel se vengaron en los barrios aledaños. Él, en unos árboles donde han ahorcado a algunos del pueblo, encuentra a Regina. Lo llevan a acostar para que descanse y él recuerda sus momentos felices con Regina. Entonces entra en la fantasía de que ella no está muerta, sino que se fue hacia el sur, atravesó las líneas enemigas y se fue al siguiente pueblo donde le estaría esperando en otra habitación. Con estas ensoñaciones monta su caballo y atravesando las líneas de los federales siembra la muerte y la destrucción y se dirige hacia el sur.

De nuevo, desde su lecho de muerte, Artemio Cruz maldice a su hija y su esposa que se han quedado a su lado por el interés, por el dinero, pero que en el fondo odian todo lo que tienen pues todo se lo ha dado él. Al mismo tiempo vuelve a oírse una grabación donde hablan de los beneficios de Cruz administrando los empréstitos norteamericanos en los ferrocarriles y como esos líderes comunistas le quieren estropear el negocio. En la represión policial parece que hay un muerto y Cruz ordena a su periódico que tape la noticia y que la policía cierre la imprenta donde los trabajadores piensan publicar la noticia. También hablan de los negocios de la construcción de una carretera que Cruz quiere que pase por unas tierras que él compró, pero otro, Juan Felipe Couto, que también tiene tierras por allí quiere lo mismo y como planea difamarlo desde su periódico con noticias sobre sus líos de faldas.

Artemio piensa como su mujer, su hija y su yerno Gerardo quieren apresurar su muerte para quedarse con sus riquezas. Hacen que venga un cura. Llega el yerno y Artemio se ríe de él. Las mujeres dicen que está fingiendo, que no se va a morir y que solo se está riendo de ellas una vez más. Discuten y luego callan, mientras el cura le unta un aceite en el cuerpo a Artemio y pronuncia su "Ego te absolvo".

De nuevo entre sueños Cruz piensa que vivió setenta y un años sin darse cuenta de cómo funcionaba su cuerpo, pero hoy enfermo empieza a ser consciente de él. Pues la sangre que recorrió durante años una arteria con dificultad hoy ya no lo hará más, se parará y así se quedará estancada, pudriéndose. Entonces Catalina, su mujer, se acercará a él para preguntarle si necesita algo. Acariciará su frente y vendrá a recordarle, aunque sea al final, que la soberbia es superflua y la humildad necesaria. Sus dedos querrán calmar su dolor y decirle tal vez lo que no le dijeron hace cuarenta y tres años.

 Al terminar ese episodio, Cruz recuerda como su mujer Catalina vive a su lado después de la muerte de su padre (1924: Junio 3). Como ella se pregunta a sí misma por qué no puede ser con su marido  igual de noche que de día, se pregunta si él siente realmente amor por ella. Mientras Cruz hace sus negocios con los campesinos y los convence para que le favorezcan a él y no a un tal Pizarro que también tiene tierras y un molino. Les dice que ya no lleven sus cosechas al molino de Pizarro.

Catalina sigue recordando a su padre y meditando sobre su situación actual al lado de Artemio. Catalina recuerda los últimos días de vida del padre, como él mismo organizó todo y le heredó a su hija y designó al yerno usufructuario y administrador. Los recuerdos de Catalina se entrelazan con la historia de la enemistad de Cruz y Pizarro. Ella se pregunta si no tiene derecho también a ser feliz, él quiere ganarse su amor, ser un hombre nuevo para ella, darle a entender que el tiempo duro ya ha pasado. Él desea borrar el origen de su alianza y hacerle entender que la había amado desde la primera vez que la vio en el pueblo, antes de saber quién era. Pero ella no puede olvidar como él llegó para quitarles todo. Lo ama pero al mismo tiempo no puede perdonar. Se debate entre olvidar y aceptar la posibilidad de una vida feliz o mantener hasta el fin el rencor que siente. Tienen un hijo y otro en camino.

En la presidencia municipal postulan a Cruz para diputado federal, postulación arreglada meses antes en Puebla y México a través de un gobierno que reconocía sus méritos revolucionarios, el haber abandonado el ejército para cumplir los postulados de la reforma agraria y el haber instaurado el orden en la comarca ante la ausencia de autoridad. Los matones de Pizarro le apuntan cuando sube al templete pero antes de que puedan disparar los partidarios de Cruz los matan. Finalmente discutan Cruz y su mujer y aunque Artemio le pide que olvide, que perdone, que sabe que lo quiere; ella se niega, le dice que no, que nunca podrá hacerlo. Así quedan los dos sin ofrecer o aceptar disculpas, separados definitivamente, fracasado el amor. Cruz va entonces a ver a una muchacha india que lo había recibido en su casa durante el primer embarazo de su mujer y la lleva a la casa grande, diciéndole que a partir de ahora ella vivirá allí. Catalina lo espera arriba en la recámara arrullando al hijo.

En el lecho, otra vez, se oyen las grabaciones que Padilla ha llevado. Teresa y Catalina están preocupadas porque no saben si Artemio ha dejado o no testamento y dónde se encuentra. Esto les puede acarrear muchos problemas y tratan de sacarle esta información. Pero él en sus pensamientos las maldice, por haberles dado todo y no habérselo agradecido. Porque, ¿qué hubieran sido sin él?, unas pobres "clasemedieras", porque él les dio todo sin pedirles nada. Hubieran preferido que él fuera un "empleaducho", pero él fue por todas, hay que ser de arriba o de abajo, no de en medio, sin embargo ellas siguen teniendo la cabeza de la mediocridad. Él recuerda a Regina que dio su vida por él y que se amaron.

Desde el lecho con el olor del incienso del cura recuerda otros tiempos. Recordará a sus hijos, al padre Páez, a esa mujer que amó con cuatro nombres, Regina, Laura, Catalina, Lilia. Recordará una conversación con el mayor Gavilán en un burdel después de la revolución, donde los hombres hablarán con la lengua del poder, de su futuro, de sus planes de servir a la patria siempre que eso ayude a sus intereses personales, que les ayude a enriquecerse y los que vengan después de ellos que se apañen. Rechazará la culpa de una moral que no escogió, que se encontró ya hecha. Artemio Cruz querrá ser inocente.

 Posteriormente, se narra el encuentro de Cruz con un comandante de la policía (1927: Noviembre 23) y mientras juegan a la ruleta rusa éste último lo intenta convencer para que se ponga de su lado, es decir, del lado del presidente entrante, que piensa fusilar a los curas, y en contra del anterior. Una visita a la casa de citas de la Saturno con el general Jiménez y los suyos mientras su mujer Catalina esconde al padre Páez en el sótano de su casa. A la mañana siguiente después de recibir una llamada, el diputado Cruz se dirige a ofrecerle su lealtad al nuevo presidente y allí encuentra al general Jiménez y a otros que han ido a hacer lo mismo que él.

Al finalizar el recuerdo, Artemio sigue desde la cama disimulando, fingiendo que intenta recordar donde guardó el testamento. De pronto dice que en el doble fondo de un estuche de caoba. Ellas lo buscan en una mesa y lo encuentran, pero al abrirlo allí no hay nada. Sigue oyendo las cintas de Padilla donde se oyen las conversaciones en que Cruz habla con el subsecretario y lo insta a reprimir a los huelguistas o él y sus asociados retirarán su capital del país, más de cien millones de dólares. Artemio delira. Piensa en cosas de comer. Piensa en su familia. Piensa que chinguen a su madre. Luego, su subconsciente hará reflexiones sobre la chingada. Su masonería: la orden de la chingada. Su ley: chinga o te chingarán.

 (1947: Septiembre 11)

A esa apología de la expresión "Chingada" se narra unas vacaciones de Cruz con Lilia, una amante para las vacaciones. Van desde el hotel donde se hospedan hasta un yate. Suben en una lancha que los llevará allí con un tal Xavier Adame. Cruz observa a su amante comer durazno y coquetear con Adame. Sabe que van a quedar en verse más tarde. Regresan al hotel y Lilia dice que va a acostarse a hacer la siesta. Él espera un rato y cuando sube a la recámara Lilia ya no está allí.

De nuevo, en su cama, siguen los problemas con los ferrocarrileros y sus mujeres siguen buscando el testamento. A la ves, un recuerdo que Catalina comparte con Artemio: "¿Lorenzo sin ti en aquella montaña? ¿Gonzalo contigo en este calabozo?" querrá hacerle recordar esto para hacerlo sentir culpable. Pero Artemio intentará recordar los días pasados con su hijo en su hacienda de Veracruz antes de que el partiera para España, intentará recordar aquellos días felices que su madre no conoció, tal vez para borrar el recuerdo culpable que Catalina quiere imponerle.

 Ahora vuelven los recuerdos: El capitán Cruz va con un destacamento a interceptar alguna columna en fuga de Francisco Villa. (1915: Octubre 22). Con sus fuerzas leales a Carranza se interna en un cañón y los caballos villistas les tienden una emboscada. Un indígena yaqui, de nombre Tobías cae con su caballo y éste le aplasta las piernas. Caen en poder del coronel villista Zagal que los quiere llevar a la prisión de Perales. Lo montan a él en un caballo junto con el yaqui herido y se internan por los vericuetos de la sierra que solo son conocidos por los villistas para llevarlos al poblado chihuahuense y de allí a la prisión. Entran en una mina abandonada y el yaqui le dice que en la entrada está lleno de chiflones, que ruede del caballo y que allí no lo han de encontrar, que se olvide de él pues tiene las piernas rotas. Así lo hace. Desde su escondite oye los rumores de su persecución y espera. Intenta salir, pero los villistas han clausurado la entrada por donde él escapó con piedras. Busca el aire que sale por otras aberturas para buscar otra salida. Por fin sale por una abertura con la mala fortuna de que allí le esperan los villistas comiendo una cabra que han cazado. Llegan al pueblo de Perales. Meten al yaqui en el calabozo y el coronel llama a Cruz para que platique con él. Éste le propone que le informe de los planes de su ejército, pues sabe que ellos no eran más que una columna de expedición, y que él lo dejará libre. Cruz se niega y lo llevan al calabozo donde se encuentra el yaqui y el licenciado Bernal, un enviado de Carranza, a que espere la hora del fusilamiento.

Conversa Cruz con Gonzalo Bernal que fue enviado allí por Carranza para intentar convencer a los villistas de que se rindan y también le cuenta de Puebla y de los suyos. A Cruz no le gusta Bernal y sus modales de intelectual en medio de una guerra y entonces decide contarle un plan falso al coronel, pedir la vida del yaqui y dejar morir a Bernal. Así lo hace y el coronel le dice que si los está engañando lo sabrán y lo fusilarán. No puede hacer nada por el yaqui y los otros dos prisioneros son fusilados, pero en ese momento se oye llegar a los de Carranza. En la confusión del ataque Cruz consigue desarmar al coronel Zagal. Quedan solos pues todos los soldados villistas salen al encuentro de sus enemigos. Se baten en duelo y Cruz mata al coronel.

 De vuelta en su lecho de muerte lo visita Gloria, su nieta. Siguen las rencillas familiares mientras parece que ya se han puesto bajo control los problemas con los ferrocarrileros. Cruz vuelve a despreciar a su familia. No los odia, simplemente no le interesan, los recuerda con la indiferencia de un trámite molesto y piensa que por supuesto que por ahí hay un testamento donde se acuerda de todos. Para que se sientan tranquilos.  También se sentirá un sobreviviente, pues tuvo que elegir, que tomar decisiones y otros murieron a su paso. Decidir, escoger uno de los caminos, abandonar todos los demás. Muchos morirán en el camino, pero él no, él sobrevivirá.

 Siguiendo con los recuerdos, Artemio Cruz revivirá en su mente la temporada que pasó en París con una de sus amantes, Laura (1934: Agosto 12). Platican en el departamento que ella acaba de arreglar, que por lo que entendemos le ha puesto él para que puedan verse cuando quieran y recuerdan juntos aquella temporada en París, los conciertos, las visitas a los museos. Recibe Laura de pronto la llamada de una amiga, es Catalina, la mujer de Artemio y hablan sobre su departamento y un sofá que Catalina le quiere comprar para su casa. Beben whisky y platican sobre su mujer, sobre ellos, sobre París. Laura le insinúa que debe elegir, pero Cruz le dice que prefiere que todo siga como hasta ahora, que esas cosas hacen daño, que deben guardar las apariencias.

 Repentinamente, despierta Cruz con un terrible dolor en el estómago, como si le hubiesen clavado un puñal en el ombligo. Su mujer e hija se acercan asustadas y llaman al doctor. Éste lo observa pero es incapaz de decir en qué consiste la enfermedad, una hernia estrangulada, una peritonitis, un cólico nefrítico…

 Entre todo ese alboroto, Artemio recuerda de nuevo a su hijo. Como al principio lo dejó habitar el mundo de su madre tan alejado del trabajo paterno, pero a los doce años lo llevó a Cocuya, a la hacienda que había comprado solo para él, para que se criara en el campo, con la caza, los caballos , el nado , la pesca. Recordará un día cabalgando con su hijo y caminando por la playa escuchando los cantos jarochos y recordará cuando su hijo le habló del mar y le dijo que ya había comprado un pasaje para un barco que partía dentro de diez días. El hijo le dirá que al traerlo allí a Veracruz es como si hubiera vuelto a vivir la vida de Artemio y le comunicará su intención de unirse al frente en la guerra civil española.

 El recuerdo siguiente narra como Lorenzo, el hijo de Artemio Cruz, se encuentra en una azotea con un español, Miguel, en los últimos momentos de la guerra civil española (1939: Febrero 3). Los dos cubren la retirada de algunos soldados republicanos ametrallados por los fascistas. De pronto llegan los aviones enemigos y empiezan a bombardear. Ellos deciden dejar su escondite y salen a la calle. Allí se encuentran con unas mujeres que, al verlos algo desorientados, les dicen que vayan con ellas. Salen todos de la ciudad y se encuentran frente a un puente. La decisión es clara: o cruzarlo o esperar a que los fusilen. Miguel dice que la guerra ya está pérdida, que no les queda nada más que huir, cruzar la frontera, llegar a Francia. Siguen caminando y Lorenzo va escribiendo a su padre, sus impresiones de la guerra, de España, de las ilusiones republicanas, de sus compañeros de armas… Siguen caminando y les llama la ilusión de llegar a la frontera, mientras Lorenzo se va enamorando de Dolores, una de las milicianas que los acompañan. Sin embargo ya en la fila de refugiadas que van a Francia con todas sus pertenencias, de pronto oyen el ruido del motor de un avión. Todos se esconden menos Lorenzo que es el único que trae un fusil con dos balas y entonces la ráfaga de metralla lo alcanza y muere.

 Después del recuerdo, entre delirios Artemio Cruz oye los reproches de Catalina por la muerte de su hijo, de la cual lo cree culpable. El por su lado piensa en la muerte de su hijo y en la carta que recibió y en todas esas preguntas, ¿dónde, cuándo murió, quiénes lo acompañaban, cuáles eran sus nombres, qué dijo, cómo iba vestido? Mientras los médicos siguen discutiendo cual será la causa de la enfermedad de Cruz y él de pronto vomita sus propios excrementos para horror de todos los presentes. Piensa Artemio Cruz ahora desde la cama en la lectura de la carta de su hijo muerto y fantasea sobre la posibilidad de haber escogido otra vida, piensa en qué hubiera sucedido si hubiera hecho otras cosas, si hubiera tomado otras decisiones, qué hubiera sido de él, en qué se habría convertido. Piensa en el recuerdo mismo y también en la muerte.

 Al terminar el episodio anterior, se narra la fiesta de San Silvestre en la enorme residencia de Coyoacán de Artemio Cruz (1955: diciembre 31). Allí está su amante Lilia, con la que parece vivir, ya que Catalina vive en su casa de las Lomas. Cruz oficia toda la ceremonia desde su sillón, como el anfitrión-rey  al que todos rinden pleitesía y nadie se atreve a molestar. Manjares de todo tipo, champán y otras bebidas, más de cien invitados y bailarinas exóticas. El poder festejándose a sí mismo. Retrato de la hipocresía.

 De nuevo, Cruz delira sobre su lecho, ahora parece que una ambulancia lo lleva al hospital. Sus pensamientos vagan de nuevo por su pasado, sus mujeres, las que lo amaron y él amó, por su hijo, sus muertos, su propia lucha contra la muerte aquí y ahora. Lo bajan de la ambulancia y es mandado a la mesa de operaciones. Recuento, recapitulación al borde de la muerte. Parece que Artemio Cruz ya se prepara a morir y piensa en desprenderse de todo, deja todo y aún así hace recuento de los amores a su tierra, de todas sus cosas, grandes y pequeñas, buenas y mezquinas, para tal vez alcanzar la paz, ahora que el fin se junta con el principio y el origen con el destino.

 De ahí se narra un importante suceso en la infancia de Artemio Cruz, de la que hasta ahora se sabía que había pasado en Veracruz (1903: Enero 18). El niño Cruz vive en una choza al lado del río con el mulato Lunero haciendo velas y pescando. Por la narración de Lunero nos enteramos de que Cruz lleva con él trece años y que es hijo de un terrateniente de aquellas tierras venido a menos, un tal Atanasio Menchaca que robó las tierras a los anteriores propietarios y luego se las robaron a él y lo mataron. Atanasio gustaba de ir por sus tierras violando a cuanta india o mulata se pusiera a su paso y una de éstas fue la hermana de Lucero, madre de Artemio.

Al lado del lugar donde viven Lunero y Cruz vive también la anciana madre de Atanasio Menchaca, Ludivinia; que lleva treinta años encerrada en su casa, desde que su hijo murió y les robaron las tierras, enloquecida; junto con su otro hijo borracho, Pedro. Hace treinta años murió Atanasio y eso le permitió a Lunero quedarse con el niño, ya que Atanasio lo hubiera mandado matar. Cuando las tierras pasaron al otro cacique llegaron muchos hombres a trabajar sus tierras y Lunero tuvo que inventar el trabajo de las velas y otros para poder seguir quedándose con Artemio y seguir viviendo allí, cerca de la casa de los Menchaca. Pero ahora Lunero está preocupado pues ayer llegó a visitarlo el enganchador del cacique y le dijo que se necesitaban hombres, que vendrían por él al día siguiente. Sabe que hoy tendrá que abandonar al niño y se quiere asegurar que sabe hacer bien su trabajo y que podrá apañárselas por él mismo. Artemio sospecha algo y cree que los responsables de la marcha de Lunero son los de la casa de al lado, los Menchaca. Sin hacer caso a las recomendaciones de Lunero se acerca a la casa, agarra una escopeta que encuentra en la puerta y cuando ve a Pedro Menchaca le dispara en la cara asesinándolo. La anciana Ludivinia sale al rato de oír el disparo y encuentra al enganchador que le pregunta por el negro y el niño, pero ella no sabe responder y los dos parecen haber escapado del lugar.

 Artemio Cruz sigue delirando y entre estos delirios aparecen nuevas reflexiones sobre el tiempo pasado y recuerda el sonido de herraduras y el disparo que oyó a sus espaldas y que mató a Lunero.

 Finalmente se narra brevemente el nacimiento de Artemio Cruz, el parto de Isabel Cruz en aquella choza asistida por su hermano Lunero (1889: Abril 9) y su subconsciente va describiendo como Artemio Cruz muere en la mesa de operaciones.

Ubicación espacio temporal de la novela.

Lugares y épocas.

La historia en general se realiza durante todo el lapso de vida de Artemio Cruz, específicamente desde el nueve de abril de mil ochocientos ochenta y nueve (9-04-1889) hasta aproximadamente el nueve de abril de mil novecientos cincuenta y nueve (9-04-1959), fecha en la Artemio Cruz padece una ataque gástrico que lo tiende en cama. Curiosamente, el período de vida del personaje principal concuerda con momentos históricos de México: la época prerevolucionaria (finales del siglo XIX e inicios del sigloXX), época de la Revolución (1910 – 1919) y el período posrevolucionario (1920 – 1960).

Así mismo, en la obra se mencionan lugares geográficos concretos de México, entre ellos: Veracruz, el Distrito Federal, etc.

Ambientes.

Ambiente geográfico:

Este puede evidenciarse en esta breve descripción de una zona de la capital mexicana: "Él vio pasar el domo naranja y las columnas blancas, gordas, del Palacio de Bellas Artes pero miró hacia arriba, donde los cables se unían, separaban, corrían -no ellos, él con la cabeza recostada sobre la lana gris del asiento- paralelos o se enchufaban en los distribuidores de tensión: la portada ocre, veneciana del Correo y las esculturas frondosas, las ubres plenas y las cornucopias vaciadas del Banco de México…"[6]

Ambiente emocional- psicológico:

Este puede evidenciarse en cada una de las intervenciones en primera persona del personaje central: "No, no voy a abrir los labios: o esa línea arrugada, sin labios, en el reflejo del vidrio. Mantendré los brazos alargados sobre las sábanas. Las cobijas me llegan hasta el vientre. El estómago… ah… Y las piernas permanecen abiertas, con ese artefacto frío entre los muslos. Y el pecho sigue dormido, con el mismo hormigueo sordo que siento… que… que sentía cuando pasaba mucho tiempo sentado en el cine. Mala circulación, eso es. Nada más. Nada más. Nada grave. Nada más grave. Hay que pensar en el cuerpo. Agota pensar en el cuerpo. El propio cuerpo. El cuerpo unido. Cansa. No se piensa. Está. Pienso, testigo. Soy, cuerpo. Queda. Se va… se va…"[7]

Ambiente dualista:

Este se hace evidente con los recuerdos de Artemio Cruz: "YO siento esa mano que me acaricia y quisiera desprenderme de su tacto, pero carezco de fuerzas. Qué inútil caricia. Catalina. Qué inútil. ¿Qué vas a decirme? ¿Crees que has encontrado al fin las palabras que nunca te atreviste a pronunciar? ¿Hoy? Qué inútil. Que no se mueva tu lengua. No le permitas el ocio de una explicación. Sé fiel a lo que siempre aparentaste; sé fiel hasta el fin." (Presente); "El señor Bernal, riendo, lo tomó del collar de cuero rojo y murmuró alguna excusa. Él no la entendió. De pie, abotonándose el saco con los movimientos precisos de la vida militar, alisándolo como si aún vistiera túnica de campaña, permaneció inmóvil ante la belleza de esa joven que no traspasaba el marco de la puerta. -Mi hija Catalina. No se movió. El pelo liso y castaño que caía sobre el cuello largo, caliente -desde lejos pudo ver el lustre de la nuca-, los ojos a un tiempo duros y líquidos, con una mirada temblorosa, una doble burbuja de vidrio: amarillos como los del padre, pero más francos, menos acostumbrados a fingir con naturalidad, reproducidos en las otras dualidades de ese cuerpo esbelto y lleno" (Pasado, recuerdo de la primera vez que vio a Catalina).[8]

Caracterización de los personajes

Personaje principal:

Artemio Cruz: Más que el personaje principal es quién sustenta y da sentido a la diégesis. Toda la obra gira en torno a su vida. En el transcurso de la misma, su carácter va evolucionando desde los ideales de la Revolución hasta el pragmatismo y existencialismo.

Personajes secundarios:

Padilla: secretario personal de Artemio Cruz. Una de las pocas personas en las que verdaderamente confía Artemio: "Ah, Padilla, acércate. ¿Trajiste la grabadora? Si sabes lo que te conviene, la habrás traído aquí como la llevabas todas las noches a mi casa de Coyoacán. Hoy, más que nunca, querrás darme la impresión de que todo sigue igual. No perturbes los ritos, Padilla. Ah sí, te acercas. Ellas no quieren […] Yo asiento. Trato de sonreír. Como todos los días. Hombre de confianza, este Padilla. Claro que merece mi confianza. Claro que merece buena parte de mi herencia y la administración perpetua de todos mis bienes. Quién sino él. Él lo sabe todo. Ah, Padilla. ¿Sigues coleccionando todas las cintas de mis conversaciones en la oficina? Ah, Padilla, todo lo sabes. Tengo que pagarte bien. Te heredo mi reputación."[9]

Regina: mujer revolucionaria, primer amor auténtico de Artemio Cruz. Único refugio de él en los difíciles momentos de la revolución: "La imaginación del joven saltó por encima del amor: la contempló dormida como si reposara del nuevo amor que en breves segundos la despertaría. ¿Cuándo es mayor la felicidad? Acarició el seno de Regina. Imaginar lo que será una nueva unión; la unión misma; la alegría fatigada del recuerdo y nuevamente el deseo pleno, aumentado por el amor, de un nuevo acto de amor: felicidad. Besó la oreja de Regina y vio de cerca su primera sonrisa: acercó el rostro para no perder el primer gesto de alegría. Sintió que la mano volvía a jugar con él…" [10]Murió en una emboscada.

Gamaliel Bernal: latifundista, padre de Gonzalo y Catalina. Según las impresiones de Artemio, aquél era un hombre de honor, enchapado al antigua: trato amable, fino, pero no sin dar muestras de superioridad y aristocracia: "Él no perdía de vista los ojos ambarinos del anciano, demasiado resueltos a crear un ambiente de cordialidad, demasiado seguros detrás de la máscara de dulzura paternal. Quizás esos movimientos señoriales de las manos, esa nobleza fija del perfil y del mentón barbado, esa inclinación atenta de la cabeza, eran naturales. Él pensó que, no obstante, aun la naturalidad puede fingirse; a veces, la máscara disimula demasiado bien los gestos de un rostro que no existe fuera o debajo de ella. Y la máscara de don Gamaliel se parecía tanto a su verdadero rostro, que inquietaba pensar en la línea divisoria, en la sombra impalpable que podría separarlos: lo pensó y también que algún día podría decírselo al viejo sin tapujos."[11]

Gonzalo Bernal: hijo de Gamaliel Bernal. Artemio lo conoció horas antes de ser fusilado, a manos de un general de división de la tropa da Villa. Anarquista arrepentido, se dolía que la revolución hubiese perdido su razón de ser: "Mírame a mí. Toda la vida leyendo a Kropotkin, a Bakunin, al viejo Plejanov, con mis libros desde chamaco, discute y discute. Y a la hora de la hora, tengo que afiliarme con Carranza porque es el que parece gente decente, el que no me asusta. ¿Ves qué mariconería? Les tengo miedo a los pelados, a Villa y a Zapata… -Continuaré siendo una persona imposible mientras las personas que hoy son posibles sigan siendo posibles…"[12] Murió unos instantes antes de que las tropas de su bando liberasen tomases la base militar.

Catalina Bernal de Cruz: esposa de Artemio Cruz. En la novela se describe como una mujer bella: "El pelo liso y castaño que caía sobre el cuello largo, caliente -desde lejos pudo ver el lustre de la nuca-, los ojos a un tiempo duros y líquidos, con una mirada temblorosa, una doble burbuja de vidrio: amarillos como los del padre, pero más francos, menos acostumbrados a fingir con naturalidad, reproducidos en las otras dualidades de ese cuerpo esbelto y lleno, en los labios húmedos y entreabiertos, en los pechos altos y apretados: ojos, labios, senos duros y suaves, de una consistencia alternada entre el desamparo y el rencor".[13] Se casó con él a edad de veinte años. Odiaba a Artemio por haberle destruido su vida. Nunca lo amó de verdad.

Teresa Cruz: hija de Artemio Cruz. Sentía cierta repulsión por su padre pues éste nunca había sabido serlo para ella: "Mira: aprende de tu hija. Teresa. Nuestra hija. Qué difícil. Qué inútil pronombre. Nuestra. Ella no finge. Ella no tiene nada que decir. Mírala. Sentada con las manos dobladas y el traje negro, esperando. Ella no finge. Antes, lejos de mi oído, te habrá dicho: «-Ojalá todo pase pronto. Porque él es capaz de estarse haciendo el enfermo, con tal de mortificarnos a nosotras.» Algo así te debe haber dicho. Escuché algo semejante cuando desperté esta mañana de ese sueño largo y plácido."[14]

Lorenzo Cruz: hijo de Artemio Cruz, muere en la guerra civil española: "Todos de boca, entre las rocas, debajo de las carretas. Todos menos ese fusil que todavía tenía dos balas. Y no tira, maldito naranjero, maldita escoba oxidada, no tira por más que apriete el gatillo, de pie, hasta que el ruido pase sobre las cabezas, los llene de esa sombra veloz y de una metralla que gotea sobre la tierra y truena sobre la piedra…

«-¡Abajo, Lorenzo, abajo, mexicano!»

Abajo, abajo, abajo, Lorenzo, y esas botas nuevas sobre la tierra seca, Lorenzo, y tu fusil al suelo, mexicano, y una marea dentro de tu estómago, como si llevaras el océano en las entrañas y ya tu rostro sobre la tierra con tus ojos verdes y abiertos y un sueño a medias, entre el sol y la noche, mientras ella grita y tú sabes que al fin las botas le van a servir al pobrecito de Miguel con su barba rubia y sus arrugas blancas y dentro de un minuto Dolores se arrojará sobre ti, Lorenzo, y Miguel le dirá que es inútil, llorando por primera vez, que deben seguir el camino, que la vida está del otro lado de las montañas, la vida y la libertad, porque sí, ésas fueron las palabras que escribió: tomaron esa carta, la sacaron de la camisa manchada, ella la apretó entre las manos, ¡qué calor!, si cae la nieve lo sepultará, cuando lo besaste otra vez, Dolores, arrojada sobre su cuerpo y él quiso llevarte al mar, a caballo, antes de tocar su sangre y dormirse contigo en sus ojos… qué verde… no te olvides…"[15]

Laura: amante de Artemio Cruz, segundo amor auténtico. Aunque sabía su condición con él, le exigió que dejase a Catalina y se fuesen lejos. Cruz no quiso. La abandonó: "-Date cuenta, Laura, por favor. Esas cosas dañan. Hay que saber cuidar…

-¿Las apariencias? ¿O el miedo? Si no pasará nada, ten la seguridad de que no pasará nada.

-Debíamos salir.

-Ya no. No, ya no. Ponlo más alto.

Los violines chocaron contra los cristales: la alegría, la renuncia. La alegría es esa mueca forzada debajo de los ojos claros y brillantes. Él tomó el sombrero de una silla. Caminó hacia la puerta del apartamento. Se detuvo con la mano sobre la perilla. Miró hacia atrás. Laura acurrucada, con los cojines entre los brazos, de espaldas a él. Salió. Cerró la puerta con cuidado."[16]

Lilia: segunda amante de Artemio Cruz. Mujer interesada en la riqueza y el poder: "Entonces él acarició la mano de Lilia y la mujer lo ayudó a subir, tomándolo del codo, agachándose para sostenerlo mejor. Sonrió:-¿No te cansaste mucho? Él negó con la cabeza y volvió a acariciar la mano".[17]

Tema principal y temas secundarios

Tema principal:

Búsqueda del Poder en el estado mexicano post revolucionario.

Temas secundarios:

Pérdida del sentido e ideales de la Revolución, Existencialismo y Corrupción.

PUNTO DE VISTA.

Debido a la riqueza de la obra, el autor tuvo a bien emplear más de una modalidad de narrador en la obra. A continuación detallo este aspecto.

Narrador extradiegético.

Esta modalidad discursiva es utilizada en todos los recuerdos de Artemio Cruz, donde el manejo de la tercera persona, como testigo de los sucesos, y la omnisciencia son evidentes:

"Él aprovechó que el viejo le daba la espalda para descargar la interrogación oculta. Ni un solo rasgo del señor Bernal rompía la armónica nobleza del conjunto: visto de espaldas, caminaba con elegancia y rectitud: el pelo blanco, un poco suelto, coronaba al anciano que se dirigía a la puerta. Era inquietante -se inquietó al pensarlo otra vez-; era demasiado perfecto. Posiblemente, su cortesía no era sino la compañera natural de su ingenuidad. El pensamiento le molestó: el viejo caminaba con pasos lentos hacia la puerta, el perro ladraba: la lucha sería demasiado fácil, carecería de sabor. ¿Pero si, en cambio, la amabilidad disfrazaba la astucia del viejo?[18]"

Narrador intradiegético:

Esta modalidad del narrador es utilizada en cada intervención de Artemio, en el presente, cuando va dando sus impresiones ante su estado de salud. El manejo de primera persona, como protagonista, es evidente:

"YO siento que unas manos me toman de las axilas y me levantan para acomodarme mejor contra los almohadones suaves y el lino fresco es como un bálsamo para mi cuerpo ardiente y frío; siento esto pero al abrir los ojos veo enfrente de mí ese periódico abierto que oculta el rostro del lector: pienso que Vida Mexicana está allí, estará todos los días, saldrá todos los días y no habrá poder humano que lo impida. Teresa -es la que lee el periódico– lo suelta con alarma."[19]

Narrador en segunda persona:

Esta última modalidad del narrador presente en la obra no es muy común en la literatura. Sin embargo Carlos Fuentes, influenciado por las corrientes vanguardistas de la época y como precursor de una nueva narrativa latinoamericana, hace acopio de él. Aunque, es necesario destacar que el manejo de los tiempos verbales de este narrador, casi en su totalidad, es en tiempo futuro:

"TÚ cerrarás los ojos, consciente de que tus párpados no son opacos, de que a pesar de que los cierras la luz penetra hasta la retina: la luz del sol que se detendrá, enmarcado por la ventana abierta, a la altura de tus ojos cerrados: los ojos cerrados que eliminan el detalle de la visión, alteran la brillantez y el color pero no eliminan la visión misma, la misma luz de ese centavo de cobre que se derretirá hacia el poniente. Cerrarás los ojos y creerás ver más: sólo verás lo que tu cerebro quiera que veas: más que lo ofrecido por el mundo: cerrarás los ojos y el mundo exterior ya no competirá con tu visión imaginativa. Cerrarás los párpados y esa luz inmóvil, invariable, repetida del sol creará detrás de tus párpados otro mundo en movimiento: luz en movimiento, luz que puede fatigar, amedrentar, confundir, alegrar, entristecer: detrás de tus párpados cerrados, sabrás que la intensidad de una luz que penetrara hasta el fondo de esa placa reducida e imperfecta podría provocarte sentimientos ajenos a tu voluntad, a tu estado. Y sin embargo, podrás cerrar los ojos, inventar una ceguera pasajera. No podrás cerrar tus oídos, simular una sordera ficticia; dejar de tocar algo, así sea el aire, con tus dedos, imaginar una insensibilidad absoluta…" [20]

Técnicas narrativas.

Tratamiento del tiempo.

A grandes rasgos, la novela "La Muerte de Artemio Cruz" es una constante de saltos históricos. Dicha manera de disponer el tiempo se conoce como TRASLOQUE, la cual siendo herencia directa de la técnica surrealista "Cinematografía", consiste en la ruptura lógica del tiempo en función de la trama. Así, a primera vista, la novela no tiene una consecución tradicional de los capítulos. Sólo se muestra un mosaico de 38 fragmentos de extensión variada.

Sin embargo, al hacer la lectura y el análisis correspondiente, la obra revela que la estructura formal e interna de estos fragmentos permite organizarlos en 12 partes integradas por tres fragmentos cada una, a la que se agregan dos fragmentos finales, a manera de epílogo. Estas 12 partes constituyen verdaderos capítulos de organización formal paralela, compuestos cada uno de tres instancias diferenciadas por la triple determinación del tiempo (presente, futuro, pasado), la persona verbal (Yo, Tú, Él) y el portador de la perspectiva (la conciencia, el subconsciente, la memoria). Los fragmentos que ocupan el primer lugar en cada una de estas partes, iniciados todos por el pronombre Yo, van entregando el presente de la conciencia de Artemio Cruz en su agonía. En ellos se mezclan las voces de quienes lo asisten, sus propios pensamientos y ciertas asociaciones recurrentes, que van reflejando, por medio de una dislocación sintáctica progresiva, la disolución de esta conciencia ante el avance de la muerte.

Los segundos, encabezados por el pronombre personal Tú, revelan una voz intemporal, que cogiendo algunos elementos de la conciencia, esboza en futuro, una posibilidad de opción, de elección, abstraída de ciertos momentos claves y definitorios en la existencia del personaje.

Por último, los fragmentos que van en tercer lugar, encabezados por el pronombre personal Él, rescatan del pasado, por medio de la memoria, 12 episodios de la vida de Artemio Cruz, 12 momentos que constituyeron otras tantas posibilidades de elección que al resolverse fueron conformando el ser definitivo de ese personaje que ahora agoniza. Estos fragmentos de la novela indican la fecha precisa del día, mes y año en que ocurrieron los sucesos que actualizan.

Es necesario decir que en los fragmentos o párrafos finales (37 y 38), el Yo de la conciencia y el presente son apenas un último aliento de vida que se deslíe en el sueño de la anestesia y la muerte, y luego el subconsciente vagamente alcanza a registrar el instante último de la disolución definitiva. No está allí el fragmento del pasado que completaría desde el punto de vista formal el paralelismo, porque éste está constituido en cierto modo por toda la obra, por ese último día de Artemio Cruz, que cierra el ciclo total del nacimiento y de la muerte, ahora que "su vida y su destino son la misma cosa". Lo expuesto hasta aquí, se puede ver con mayor claridad en el siguiente gráfico:

YO (Consciencia)

TÚ (Subconsciente)

ÉL (Memoria)

1

1

2

3

2

4

5

6

3

P 7

8

9

4

R 10

F 11

P 12

5

E 13

U 14

A 15

6

S 16

T 17

S 18

7

E 19

U 20

A 21

8

N 22

R 23

D 24

9

T 25

O 26

O 27

10

E 28

29

30

11

31

32

33

12

34

35

36

37

38

Asimismo, en la historia se identifica la técnica de los vasos comunicantes, donde cada una de las voces complementan, a través de sus respectivos relatos, una historia subyacente englobante: la vida de Artemio Cruz. Esto se evidencia en los siguientes ejemplos:

"Él descendió del caballo. Se acercó. Abrazó la falda almidonada de Regina con un grito roto, flemoso: con su primer llanto de hombre. Aparicio y Gavilán lo condujeron al cuarto de la muchacha. Lo obligaron a recostarse, le cambiaron el trapo sucio por una venda, le limpiaron la herida. Cuando salieron, él abrazó la almohada y escondió el rostro. Quería dormir, nada más, y en secreto se dijo que acaso el sueño podía volver a igualarlos, a reunirlos. Se dio cuenta de que era imposible; de que ahora, sobre esa cama de mosquiteros amarillentos, podía percibirse con una intensidad superior a la de la presencia el olor de la cabellera húmeda, del cuerpo liso, de los muslos tibios. Estaba allí como nunca lo había estado en realidad, más viva que nunca en la cabeza afiebrada del joven: más ella, más suya, ahora que la recordaba. Quizás, durante sus breves meses de amor, nunca vio la belleza de los ojos con tanta emoción, ni pudo compararlos, como ahora, con sus gemelos brillantes: joyas negras, hondo mar quieto bajo el sol, fondo de arena mecida en el tiempo, cerezas oscuras del árbol de carne y entrañas calientes."[21] Aquí Artemio hace referencia a Regina y su muerte, a su recuerdo y de los sentimientos que sintió por ella. Luego, en el siguiente fragmento, hablando en primera persona, hace referencia de nuevo, a dicho recuerdo: "YO sobreviví. Regina. ¿Cómo te llamabas? No. Tú Regina. ¿Cómo te llamabas tú, soldado sin nombre? Sobreviví. Ustedes murieron. Yo sobreviví. Ah, me han dejado en paz. Creen que estoy dormido. Te recordé, recordé tu nombre. Pero tú no tienes nombre. Y los dos avanzan hacia mí, tomados de la mano, con sus cuencas vaciadas, creyendo que van a convencerme, a provocar mi compasión. Ah, no. No les debo la vida a ustedes. Se la debo a mi orgullo, ¿me oyen?…"[22] Con lo anterior se evidencia que aunque hay tres narraciones diferentes en la obra, todas están interconectadas en una historia mayor. La vida de Artemio.

Realidad y ficción

Como ya se específico en el estudio del contexto de la obra, la Revolución Mexicana se llevó a cabo con un único objetivo: derrocar a Porfirio Díaz, y con él a todo el aparato hegemónico heredado de la colonia.

Sin embargo, aunque los ideales de dicha insurrección fueron nobles en un principio, los diversos gobiernos que sucedieron al derrocamiento de Díaz repitieron, e incluso fueron más allá, en muestras de corrupción. Esto fue muy bien aprovechado por Artemio Cruz pues en esta situación acumuló sus riquezas. Por ejemplo, un aspecto de ficcionalidad se evidencia en el siguiente fragmento:

"… jauja y consolidación definitivas con el presidente Alemán: adquisición de terrenos ejidales arrebatados a los campesinos para proyectar nuevos fraccionamientos en ciudades del interior, concesiones de explotación de madera."[23]

Lo anterior hace referencia a la corrupción latente durante el gobierno del presidente Miguel Alemán (1946 -1952), pero con el aditivo del oportunismo de Artemio. Luego, aunque en la época histórica los periódicos de alguna manera fueron fácilmente adquiridos por los grupos hegemónicos, en la obra se hace referencia a éstos como medios para difundir advertencias o propaganda particular. Veamos el ejemplo:

"«-María Luisa. Este Juan Felipe Couto, como siempre, quiere pasarse de listo… Es todo, Díaz… Pásame el vaso de agua, muñeca. Digo: quiere pasarse de listo. Igual que con Federico Robles, ¿te acuerdas? Pero conmigo, no se va a poder…

»-¿Cuándo, mi capitán?

»-Obtuvo con mi ayuda la concesión para construir esa carretera en Sonora. Incluso lo ayudé para que le aprobaran un presupuesto como tres veces superior al costo real de la obra, en la inteligencia de que la carretera pasaría por los distritos de riego que le compré a los ejidatarios. Acabo de informarme de que el lángara también compró sus tierritas por aquel rumbo y piensa desviar el trazo de la carretera para que pase por sus propiedades…

»-¡Pero qué cerdo! Tan decente que parece…

»-Entonces, muñequita, ya sabes; metes unos cuantos chismes en tu columna hablando del inminente divorcio de nuestro prohombre. Muy suavecito, no más para que se nos asuste.

»-Además, tenemos unas fotos de Couto en un cabaret con una güerota que de plano no es Madame Couto.

»-Resérvatela por si no responde…»"[24]

Figuras literarias

Metáfora:

"… que saldrá de la capital de Sonora, donde hará un calor infernal… "[25]

"… alargarás los brazos y detrás de los ojos cerrados verás los colores de tu mente…"[26]

"… la memoria es el deseo satisfecho…"[27]

Enumeración:

"Todo un muro de tu despacho estará cubierto por ese cuadro que indica la extensión de y las relaciones entre los negocios manejados: el periódico, las inversiones en bienes raíces -México, Puebla, Guadalajara, Monterrey, Culiacán, Hermosillo, Guaymas, Acapulco-…"[28]

"… descenderás con tus diez mil millones de células cerebrales, con tu pila eléctrica en la cabeza, plástico, mutable, a explorar, satisfacer tu curiosidad, proponerte fines, realizarlos con el menor esfuerzo, evitar las dificultades, prever, aprender, olvidar, recordar, unir ideas, reconocer formas, sumar grados…"[29]

Polisíndeton:

"El automóvil se detuvo en la esquina de Isabel la Católica y el chófer le abrió la puerta y se quitó la gorra y él, en cambio, se colocó el fieltro, peinándose con los dedos los mechones de las sienes que le quedaron fuera del sombrero y esa corte de vendedores de billetes y limpiabotas y mujeres enrebozadas y niños con el labio superior embarrado de moco lo rodearon"[30]

Interrogación retórica:

"¿Qué vas a decirme? ¿Crees que has encontrado al fin las palabras que nunca te atreviste a pronunciar?"[31]

Sinestesia:

"pero en tu medio sueño, la fibra nerviosa que conducirá el impulso de la luz no conectará con la zona de la visión: escucharás el color, como gustarás los tactos, tocarás el ruido, verás los olores, olerás el gusto:"[32]

Anáfora:

"Siempre verás, siempre tocarás, siempre gustarás, siempre olerás, siempre escucharás: habrás gritado cuando te atraviesen la piel con esa aguja llena de un líquido calmante;"[33]

Epítetos:

"Desde la butaca del tetramotor, verás una ciudad plana y gris…"[34]

Visión de mundo del autor

En La muerte de Artemio Cruz, Carlos Fuentes da una síntesis crítica del poder que emerge del México post revolucionario. En ella se representa la Historia del Poder, a través de una biografía no oficial de su país.

Al mismo tiempo presenta una realidad donde todo se transforma y se reelabora, con una ideología antinacionalista, en el mejor y más saludable sentido de la palabra. Asimismo su crítica a la Revolución no es indulgente porque ésta está prostituida gracias a la acción de sus prohombres. Está vaciada de sentido, puesto que, el Poder que ellos administran la ha transformado en negativo. Además busca plasmar la primera visión pesimista y "negra" de los narradores de la Revolución sin ninguna contemplación.

En cuanto al Poder, Carlos Fuentes postula que éste, unido a su intrínseco aliado: el Capital, le sustrajeron también el sentido al proceso de cambios que habría tenido que refundase con la Revolución: valores de justicia y solidaridad en el país, para hacer de México una verdadera Nación.

Juicios críticos en torno a la obra

Él abrió los ojos repentinamente. Una blanca luz, proveniente de alguna ventanuca se estrellaba directo en sus pupilas. Podía escuchar el olor de la sal en las olas, el sabor del viento costeño y los llantos de un par de caracoles arrastrados por el oleaje. Sus manos fueron recuperando poco a poco el vigor y temblorosas palparon las delicadas sábanas que envolvían la cama donde había reposado quien sabe cuanto tiempo. Se sentó, buscó sus sandalias donde la había dejado y salió por una diminuta puerta improvisada a darle los buenos días al poderoso Poseidón.

Al otro lado de la cabaña, un par de disparos llamaron su atención. Él no recordaba qué originaba aquellos ruidos, pero un leve punzón en el pecho lo detuvo un par de segundos con el propósito de que no apresurase el paso. Claro, parecía como si aquel viejo carapacho que envolvía al hombre no hubiese permitido que este fuese más deprisa a contemplar lo que quería.

Cuando llegó nada parecía extraño, salvo la delicada joven que se había sentado sobre una roca labrada por el mar, con la mirada perdida en el horizonte, como esperando con anhelo un deleite que nunca llegaba. El cuadro le pareció extraño, exageradamente extraño, como si al verlo encontrase en el un leve momento de su alma y existencia… de pronto, y de la nada, apareció un joven alto, serio, con el ímpetu de un volcán ardiente en su mirada. Él quiso advertirle a ella del impertinente que se acercaba, pero, de nuevo, su cuerpo, sus labios, su lengua, todos juntos confabularon para que aquel viejo no interrumpiese ese instante infinito… se repuso; enfocó su mirada: el joven, cuyos ojos eran de color verde iba viendo su reflejo en el escaso oleaje que llegaba hasta sus blanquecinos pies; ella, colocándose las manos entre los muslos, lo miró de reojo y hundió nuevamente sus ambarinos iris en el azul del abismo… el la tomó entre sus brazos, ella lo abrazó también… y luego vio al viejo de reojo, con ojos de hielo, con ojos de fuego, con ojos de estrella, con ojos de mar, tierra y cielo. Él lo comprendió, ella se volteó.

Y entre sus ropas blancas, aparecieron los brazos de Regina… su dulce y amada Regina. De nuevo sintió el soplo de la vida en su pecho, cuando élla dijo en tono celestial: -Vamos Artemio, este ya no es nuestro lugar… avancemos entre las olas y fundamos en el amar.

Sí. Él sabía que de nuevo estaba vivo… y vivo con vida nueva: -Ya no habrá quien se interponga entre nosotros –dijo élla- ahora ya nada ni nadie se interpone entre nosotros. Ven… no temas… es tu hacienda y en el banquete te están esperando.

Referencias bibliográficas

  • Fuentes, Carlos. La Muerte de Artemio Cruz. Salvat Editores, S.A. España. 1982.

  • http://cai.bayamon.inter.edu/CIBERINFO/ciber-info_novela.htm

  • http://www.poesias.cl/reportaje_surrealismo.htm

  • http://www.arte-mexico.com/critica/od65.htm

  • http://www.angelfire.com/mb/danicito/surreali.htm

  • http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/carlosfuentes/perfil.htm

  • http://www.monografias.com/trabajos11/analiter/analiter.shtml

  • http://cvc.cervantes.es/lengua/thesaurus/pdf/31/TH_31_002_092_0.pdf

  • http://www.cuci.udg.mx/meim/pdfs/ANALISIS%20DE%20LA%20OBRA%20la%20muerte%20de%20artemio%20cruz.pdf

  • http://www.iifl.unam.mx/html-docs/lit-mex/17-1/gutierrezmouat.pdf

  • http://www.duo.uio.no/publ/ILOS/2010/102936/MONICAx_WIESE_MASTER_SPANSK_2010.pdf

  • http://www.ajlas.org/v2006/paper/2002vol15no110.pdf

 

 

Autor:

Salvador Román

FACULTAD DE CIENCIAS Y HUMANIDADES.

DEPARTAMENTO DE LETRAS.

PROFESORADO EN LENGUAJE Y LITERATURA.

LITERATURA III: NARRATIVA.

LA NOVELA SURREALISTA: LA MUERTE DE ARTEMIO CRUZ

FECHA: 20062011

edu.red

edu.red

[1] Ko, Hide –Sun. Situación política postrevolucionaria de México en La Muerte de Artemio Cruz. Dankook University.

[2] Ibid., p. 10.

[3] Para profundizar más sobre este suceso, léase el articulo de Oliver Debroise, “Los surrealista y México” en la siguiente referencia: http://www.arte-mexico.com/critica/od65.htm

[4] The Shattered Screen. Myth and Demythification in the Art of Carlos Fuentes and Billy Wilder (New Orleans: University Press of the South, 2009); Magic Lens. The Transformation of the Visual Arts in the Narrative World of Carlos Fuentes (New Orleans: University Press of the South, 2010).

[5] Existe un evidente divergencia entre la obra de Carlos Fuentes: “La Muerte de Artemio Cruz”, y el movimiento literario y la clase de novela propuesta, ya que la obra tal se circunscribe al movimiento del Boom Latinoamericano y aunque se reconocen elementos surrealistas en la trama, sería limitar la creación del escrito mexicano a la camisa de fuerza del surrealismo.

[6] Fuentes, Carlos. La Muerte de Artemio Cruz. Salvat Editores, S.A. España. 1982.

[7] Ob. Cit. Pág. 21.

[8] Ob. Cit. Págs. 25, 32.

[9] Ob. Cit. Pág. 26

[10] Ob. Cit. Pág. 50

[11] Ob. Cit. Pág. 31

[12] Ob. Cit. Pág. 130

[13] Ob. Cit. Pág. 33

[14] Ob. Cit. Pág. 25

[15] Ob. Cit. Pág. 160

[16] Ob. Cit. Pág. 146

[17] Ob. Cit. Pág. 178

[18] Ob. Cit. Pág. 32

[19] Ob. Cit. Pág. 42

[20] Ob. Cit. Pág. 45

[21] Ob. Cit. Pág. 59

[22] Ob. Cit. Pág. 61

[23] Ob. Cit. Pág. 17

[24] Ob. Cit. Pág. 63

[25] Ob. Cit. Pág. 16

[26] Ob. Cit. Pág. 46

[27] Ob. Cit. Pág. 47

[28] Ob. Cit. Pág. 17

[29] Ob. Cit. Pág. 139

[30] Ob. Cit. Pág. 21

[31] Ob. Cit. Pág. 25

[32] Ob. Cit. Pág. 46

[33] Ob. Cit. Pág. 46

[34] Ob. Cit. Pág. 16

Partes: 1, 2
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